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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.69 n.4 Ciudad de México Apr./Jun. 2020  Epub June 02, 2020

https://doi.org/10.24201/hm.v69i4.3714 

Reseñas

Sobre Beatriz Alcubierre Moya, Niños de nadie: Usos de la infancia menesterosa en el contexto borbónico

Silvia M. Arrom* 

*Brandéis University

Alcubierre Moya, Beatriz. Niños de nadie. Usos de la infancia menesterosa en el contexto borbónico, México: Bonilla Artigas Editores, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 2017. 196p. ISBN: 978-607-8519-45-3. ISBN: 978-607-8560-09-7. Bonilla Artigas Editores,


Niños de nadie es una excelente contribución a la historia de la niñez. A pesar de que ha pasado más de medio siglo desde que Philippe Aries inauguró el campo con Uenfant el la vie familliale sous VAncien Régime (1960), pocos historiadores de la Latinoamérica colonial se han dedicado al tema. El libro de Alcubierre Moya es prueba de cómo este enfoque puede enriquecer la historiografía. La autora analiza dos proyectos borbónicos que utilizaron a huérfanos y niños pobres como agentes del Estado: uno para colonizar la Alta California y otro para extender la vacuna contra la viruela por todos los dominios españoles. Los aportes de este estudio son múltiples y van mucho más allá de la historia de la infancia.

Niños de nadie se divide en tres partes. La primera sección es una historia cultural que da el contexto para entender la estrategia de usar niños marginados para proyectos estatales. El análisis es rico y sofisticado. La autora traza cambios a largo plazo en las representaciones e ideas sobre los niños, desde la época medieval hasta el romanticismo decimonónico. Demuestra un conocimiento hondo de la literatura sobre el tema, en Europa tanto como en América. Presenta una crítica persuasiva de la obra de Aries, al demostrar que el descubrimiento de la niñez no empezó en el siglo XVN como él planteaba. La gran transición fue más bien desde una visión religiosa de la infancia hacia una visión secular: Alcubierre Moya sustenta esta hipótesis con un análisis interesantísimo de los cultos novohispanos a los niños mártires del siglo XVI, que a medida que avanzaban los siglos, llegaron a tener más significado patriótico y menos religioso. También demuestra el crecimiento de la preocupación práctica por crear ciudadanos útiles, no solamente por vía de la educación sino también de la política asistencial. La autora ofrece varios ejemplos de estos cambios, desde las modificaciones de los catecismos para instruir a los niños, hasta la transformación del Colegio de Infantes de la Catedral a lo largo del siglo XVNI. La fundación de nuevas instituciones para niños expósitos y huérfanos también manifiesta las preocupaciones utilitarias y poblacionistas de los reformadores ilustrados, pues “para la segunda mitad del siglo XVNI el problema de la ilegitimidad había dejado de ser una cuestión de índole eminentemente moral, para identificarse como un problema de salud pública”. El deseo de preservar la vida llegó a ser más importante que el fin piadoso de evitar la deshonra y salvar las almas de los pequeños abandonados. Al explorar estos temas, el libro ilumina el proceso de la secularización en el mundo moderno.

La segunda parte relata la fascinante -apenas conocida- historia del experimento de usar niños huérfanos para colonizar la Alta California y “civilizar” a los neófitos indígenas. Para reconstruir esta historia Alcubierre Moya se basa en archivos virreinales y en una maravillosa memoria escrita por una de las niñas en 1878, cuando tenía más de 80 años, que estaba olvidada en la biblioteca Bancroft de la Universidad de California. Como tantos otros proyectos borbónicos, éste resultó más complicado y caro de lo previsto, y los logros fueron bastante limitados. El gobierno empezó con intentos de mandar artesanos y convictos, pero los primeros no se quedaban y los segundos causaban demasiados problemas entre los pobladores y los neófitos en las misiones. Tampoco fue fácil identificar a niños huérfanos que quisieran ir y que reunieran los requisitos para el proyecto, pero por fin, en 1800, el gobierno virreinal trasladó a 20 huérfanos de la Casa de Niños Expósitos de la Ciudad de México hasta California. Las fuentes revelan cuentos desgarradores. La mayoría de los niños le tenía terror al viaje y le pidieron al virrey que los eximiera por varias razones. Pero éste descartó sus solicitudes, confiado de que el Estado tenía el derecho de disponer de los niños que carecían de familias que los protegieran. El Protomedicato se opuso al plan, pero, como una institución en declive, perdió la pelea entre dos jurisdicciones. Las autoridades hasta tuvieron que mentir sobre las edades de los escogidos, puesto que la mitad no había cumplido el mínimo de 10 años -y cinco de ellos apenas tenían siete años - . Una mujer de 22 años pidió acompañar al grupo para que no la separaran de una niñita que había criado dentro de la inclusa “como su hija propia”. Después de un viaje difícil, los niños “fueron repartidos ccomo perritos5 entre distintas familias de los presidios y pueblos vecinos55. Sus destinos seguían las expectativas de género: con una excepción, las niñas se casaron y produjeron hijos; los niños se formaron como rancheros o soldados, y en dos casos llegaron a ocupar las posiciones prestigiosas de regidor y síndico. Pero solamente a la cuidadora se le permitió volver a la ciudad de México, decisión que la separó para siempre de la niña que la quería como a una madre. Aunque los huérfanos eventualmente lograron integrarse a la nueva sociedad, su experiencia podía ser dolorosa. Al conseguir su participación a la fuerza, el gobierno virreinal reveló no solamente sus preocupaciones utilitarias sino su carácter autoritario, pues los deseos de los "niños de nadie" fueron subordinados a las necesidades imperiales.

Estas características del régimen borbónico también resaltan en la tercera parte del libro, que analiza los proyectos de variolización y vacunación que usaban niños, primero como portadores de la viruela y después de 1796 como portadores de la vacuna que se transmitía de brazo a brazo en las largas travesías marítimas. Alcubierre Moya dedica un capítulo a la historia científica del desarrollo de la vacuna y de las controversias sobre su uso, y otro a la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Si bien se centra en la fase novohispana del proyecto, su historia abarca cuatro continentes, pues la expedición salió de España en noviembre de 1803, llegó a la ciudad de México en agosto de 1804, y siguió para terminar en las Filipinas y Macao. Otra vez los niños marginales fueron considerados sujetos válidos de experimentación sin su consentimiento. La expedición empezó con 22 niños de entre 3 y 10 años, la mayoría extraídos de las casas de cuna de Madrid y la Coruña. Desde el principio también hubo algunos que fueron entregados (a veces hasta vendidos) por sus padres indigentes, atraídos por la promesa de que posteriormente recibirían educación y protección. En cada escala se tenían que reclutar niños nuevos, y cuando no había otros disponibles se llegaron a comprar niños esclavos para que no se rompiera la cadena humana de transmisión. La expedición fue un éxito médico, pero la narrativa de Alcubierre Moya nos permite vislumbrar algunas tragedias humanas, como las de los niños que fallecieron lejos de su país natal o los que quedaron abandonados sin recibir la recompensa prometida, y nos muestra las ínfimas condiciones en que vivían los niños de la Casa de Cuna mexicana. Incluye una discusión sobre el destino posterior de los niños vacuníferos que se quedaron en la Nueva España, y relata episodios interesantes como el del infeliz médico francés que intentó el proyecto de variolización años antes de la Real Expedición y terminó suicidándose en una cárcel novohispana, o del conflicto entre el director de la expedición, el doctor Balmis, y el virrey Iturrigaray. Y, sobre todo, demuestra la vulnerabilidad de los huérfanos y niños pobres marginados cuyo bienestar era tangencial al proyecto de erradicar la enfermedad.

Niños de nadie será una lectura obligada para los interesados en la historia de la infancia. El libro se distingue por la riqueza de la información, la claridad de la exposición y las preciosas ilustraciones que lo acompañan. Arroja nuevas perspectivas sobre varios temas, como los grandes cambios culturales, el carácter del régimen borbónico, las tensiones entre varias autoridades y entre la colonia y la metrópolis, la colonización de las fronteras y la historia de la medicina y de la salud pública. En conjunto ilumina un aspecto importante de la desigualdad social novohispana: que no existía una sola infancia, sino que los niños pobres y abandonados vivían una experiencia muy distinta de la de los niños de las clases acomodadas o de los que tenían la suerte de tener parientes que los podían proteger. Y su tratamiento por parte del gobierno solía reforzar las jerarquías existentes de raza y clase en vez de aminorarlas.

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