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Política y gobierno

Print version ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.18 n.2 Ciudad de México Jan. 2011

 

Reseñas

 

The Moral Force of Indigenous Politics: Critical Liberalism and the Zapatistas, de Courtney Jung

 

Por Brian J. Phillips*

 

Cambridge, Cambridge University Press, 2008, 350 pp.

 

* Universidad de Pittsburgh y CIDE

 

Este libro de teoría política presenta un enfoque constructivista sobre la manera en que las democracias deben integrar distintas culturas y, en particular a la cultura indígena, si quieren ser más justas; la autora, Courtney Jung, llama a su teoría "liberalismo crítico" y, junto con un detallado estudio de caso sobre los zapatistas, proporciona evidencia a su argumento. Lo anterior convierte este libro en una contribución importante a la teoría normativa y a la literatura sobre cultura indígena mexicana.

Jung enmarca el debate describiendo dos aproximaciones alternativas sobre cómo hacer frente a los derechos de las minorías: los enfoques de privatización y protección. Privatización se refiere a la noción de que la cultura, junto con otras identidades basadas en raza o género, debe ser básicamente ignorada por la esfera pública. Protección se refiere al multiculturalismo, la idea de que el gobierno debe asegurarse de que cada grupo (cultural o de otra naturaleza) se mantenga a salvo de otros grupos. Jung rechaza esta dicotomía y usa el constructivismo para cuestionar el supuesto de ambas aproximaciones: que las identidades culturales están dadas.

El primer capítulo de fondo argumenta que los grupos culturales se construyen socialmente, tal como otros autores consideran sobre grupos raciales y de género. Por lo tanto, la sociedad es responsable por el foco en la cultura, sostiene Jung; sin embargo, la sociedad y de hecho el gobierno desempeñan un papel importante en la definición de la pertenencia a grupos culturales. Según la autora, la identidad cultural no es ni biológica ni inevitable, hecho que los gobiernos deberían tomar en cuenta al tratar de formar una sociedad más inclusiva y justa.

Del capítulo 2 al 5 describe la historia de la identidad cultural en México. La autora afirma que los grupos indígenas fueron maltratados por los gobiernos mexicanos a lo largo del tiempo, Jung utiliza la frase "colonialismo interno", de Pablo González Casanova, para explicar cómo los gobiernos manejaron a los grupos indígenas, lo que ayudó a construir y reforzar su identidad.

Durante el periodo colonial, estos grupos fueron excluidos de la plena ciudadanía, y les fueron negados ciertos derechos civiles, económicos y políticos; por supuesto, el fin del colonialismo no terminó con este "colonialismo interno", por el contrario, los indígenas fueron excluidos de muchos aspectos de la vida social por razones geográficas, lingüísticas y económicas, entre otras. La revolución podía haber sido la oportunidad para una mayor inclusión de los indígenas, pero el Partido Revolucionario Institucional (PRI) promovió la asimilación para los indígenas, reforzando la identidad del "campesino" en la población rural pobre. Esto significó ignorar la grave marginación de los pueblos indígenas que, de acuerdo con Jung, había sido reforzada por divisiones raciales, culturales y económicas en esos años.

El capítulo 4 es especialmente útil para el estudio de los movimientos sociales, en México y en otros lugares, ya que explora cómo la identidad "campesina" dio paso a la identidad "indígena" en el país durante la década de 1990. Extensas entrevistas realizadas en México, así como el uso de fuentes secundarias, hacen que este capítulo sea sólido e interesante.

Según Jung, hay cuatro factores que explican el cambio de identidad. En primer lugar, la tercera ola de democratización junto con la hegemonía del neoliberalismo han socavado organizaciones basadas en clases, estimulando al mismo tiempo grupos más específicos, sean locales o indígenas. En segundo lugar, las organizaciones internacionales de derechos humanos han trabajado a lo largo de la década de 1990 para promover los derechos indígenas en el mundo. En tercer lugar, los gobiernos han comenzado a enfatizar el multiculturalismo, debido a las presiones internacionales y de los antropólogos críticos, de acuerdo con Jung. Por último, la tenacidad de ciertos grupos indígenas desempeñó un papel importante para lograr que muchos otros que se identificaban como indígenas impulsaran un movimiento de alcance global. Los zapatistas han sido importantes, pero la autora destaca que los activistas en Chiapas habían estado preparando el terreno antes de 1994. Por ejemplo, los debates en el año 1992 sobre el aniversario número 500 del viaje de Colón a América fueron fundamentales. La identidad campesina no hizo justicia a estos grupos y cualquier beneficio que se haya derivado de dicha identidad campesina disminuyó sustancialmente a lo largo de los años noventa.

Jung combina el marco histórico del caso mexicano con su perspectiva teórica en el capítulo 5. Describe la politización de la identidad indígena en los noventa como una "victoria estratégica" (p. 231) y un "logro político importante" (p. 232) pero argumenta que esto es insuficiente. También sugiere que algunos intentos desde el multiculturalismo, tales como la educación bilingüe, son esfuerzos bien intencionados para enfrentar injusticias del pasado, pero que no responden adecuadamente a la situación de los indígenas en México. Dado que la cultura es una construcción social no es suficiente para reconocer a los grupos indígenas o darles la tierra, por el contrario, México debe tener en cuenta las exclusiones estructurales responsables de la situación actual de sus grupos.

En el capítulo 6, Jung explica con mayor profundidad las implicaciones políticas de su teoría, el liberalismo crítico. Su enfoque "fuertemente constructivista" implica que el Estado es responsable de la identidad cultural, tanto en términos de quién pertenece a un grupo cultural, como en términos de la prominencia de dicha identidad en la sociedad. Por eso, soluciones centradas solamente en el multiculturalismo, como protección legal o reparaciones para los grupos, son insuficientes. De hecho, tales soluciones sólo servirían para reforzar las distinciones creadas por el gobierno. Por el contrario, los gobiernos deberían atender las "injusticias estructurales" (p. 243) y corregir la marginación histórica de los grupos indígenas, teniendo en cuenta las circunstancias propias de cada grupo.

Estas implicaciones de política general, que son la conclusión lógica de una teoría bien construida, plantean nuevos interrogantes y cuestiones. Si asumimos que la cultura indígena es una construcción social, por lo menos en una medida importante, ¿cómo puede abordarse específicamente?, ¿cómo pueden corregirse injusticias estructurales de siglos? Ciertamente, estos son desafíos comunes para gobiernos que intentan abordar la raza o el género como construcciones sociales. La paradoja parece siempre ser cómo puede un gobierno tratar de integrar a un grupo que posiblemente creó, sin reforzar aún más la identidad de dicho grupo de una manera negativa.

Jung sugiere que la solución a este problema no se encuentra en los derechos individuales ni en los colectivos. Para este fin la autora introduce una nueva categoría de derechos, "los derechos de membresía", definidos como "aquellos que son reconocidos a miembros de un grupo sin que impliquen en modo alguno la concesión al grupo de derechos colectivos sobre sus miembros" (p. 275); estos derechos son una innovación teórica, pero no está claro cómo se traducirían concretamente en políticas para remediar injusticias históricas.

La teoría presentada en este libro abre un espacio en la literatura para seguir abordando este tipo de preguntas en relación con la cultura indígena, tal como otros investigadores lo hacen actualmente con la raza y el género, y con la cultura en general. Su contribución, el abordaje de la cultura indígena como (otra) construcción social, seguramente no es la última palabra sobre el tema.

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