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Desacatos

On-line version ISSN 2448-5144Print version ISSN 1607-050X

Desacatos  n.6 Ciudad de México  2001

 

Saberes y razones

 

"Perdiendo los estribos". Emociones y relaciones de poder en el cortejo*

 

Gabriela Rodríguez*

 

* Presidenta de Afluentes, S.C. Es licenciada en psicología por la UNAM y maestra en antropología social por la ENAH.

 

Resumen

¿Cómo se construyen los patrones culturales de género en las áreas rurales? Gabriela Rodríguez realiza entrevistas a hombres y mujeres de tres generaciones en una comunidad productora de caña en el estado de Puebla para comparar las diferencias y semejanzas en los procesos de cortejo, noviazgo y prácticas sexuales. El reconocimiento del deseo y la confrontación que tiene éste con los patrones establecidos de comportamiento sexual, aparece en conflicto. Su análisis parte del estudio de la organización social de la sexualidad y toma en cuenta la respuesta erótica que dan hombres y mujeres a sus encuentros y cómo ellos y ellas se describen a sí mismos ante esta realidad subjetiva.

 

Abstract

How are cultural gender patrons constructed in the rural areas? Gabriela Rodríguez interviewed three generations of men and women in a working class sugar cane rural community in the state of Puebla to compare similarities and differences in the courtship and sexual practices. The recognition of desire and its confrontation with the established sexual roles appears to be in conflict. Rodriguez study analyzes sexual social organization, takes into account women and men’s responses to their encounters and how they describe themselves when confronted with this subjective reality of their feelings and expected behavior.

 

Considerando que las y los jóvenes de las comunidades rurales están apropiándose y reinventando prácticas y representaciones del cortejo al entrar en contacto con otras realidades a través de la migración y los medios electrónicos de comunicación, se desarrolló un trabajo etnográfico en una comunidad productora de caña ubicada al suroeste del estado de Puebla, en el municipio de Chietla. A decir de los lugareños, en este pueblo de 1052 habitantes, hay otros 200 que viven en Estados Unidos, la emigración es un fenómeno circular de idas y vueltas cada seis meses, o de un par de años, aunque ocasionalmente se habla de algunos que nunca vienen. De acuerdo con el censo que nos mostró la promotora de salud de la comunidad, existen 176 unidades familiares, dentro de las cuales hay 287 jóvenes entre 15 y 29 años de edad, lo que representa el 27 por ciento de la población.

La investigadora principal y un investigador asociado realizamos un trabajo etnográfico consistente en observación participante, grupos de discusión de jóvenes y entrevistas individuales que se cubrieron en 28 visitas de campo de dos a tres días cada una, realizadas durante un año y medio de trabajo, del 1 de noviembre de 1995 al 15 de junio de 1997.El equipo de dos investigadores de diferente sexo se conformó para considerar los patrones culturales de género, construidos tan diferencialmente en las áreas rurales, y así tener una interlocución igualmente intensa con las mujeres y los hombres del lugar. Una de las preguntas que guiaron la investigación y a la que el presente artículo busca responder es: ¿Qué tipo de significaciones subjetivas de la sexualidad se expresan en las reflexiones sobre los procesos de cortejo?

 

EL MÉTODO

Tomando en cuenta que el estudio actual de la sexualidad exige la consideración de al menos dos ángulos de abordaje, el de la organización social y el de la subjetividad, el de las regulaciones externas y las emociones —por decirlo en otros términos—,para poder seguir las tendencias de variación de la sexualidad como un proceso fluido, seguimos las transformaciones que se reconstruyen conjunta y diferencialmente por parte de los hombres y mujeres de tres generaciones. El acercamiento a la subjetividad es a partir de las creencias de los informantes sobre sus sentimientos o emociones en relación con ciertos episodios del cortejo y la vida sexual. Las visiones subjetivas se analizan a partir de las reflexiones conscientes de los informantes sobre sus propias creencias y formas de nombrar los sentimientos, se intenta un acercamiento etnográfico a las pautas culturales y no tanto un estudio psicológico sobre las diferencias individuales de los informantes que implicarían un acercamiento a los elementos inconscientes de la sexualidad.

En la investigación se ubica al sujeto como unidad de descripción y como agente de transformación, se busca el punto de vista del actor, según la revisión que de este enfoque metodológico hace Menéndez (1997). La aproximación revalida al actor y/o sujeto como unidad de descripción y de análisis, pero también como agente transformador. Ello implica asumir que respecto de la estructura social y de significado existe potencialmente una diversidad de actores colocados en diferentes "lugares" de la estructura social. Dichos actores sociales pueden tener representaciones colectivas y prácticas similares, pero también saberes diferenciales, conflictivos y hasta antagónicos. Recuperar la perspectiva del actor supone hacer evidente la diferencia, la desigualdad y la transaccionalidad que caracterizan a nuestras sociedades.

Desde la perspectiva del actor la sexualidad es también un espacio de poder, un objeto de conflicto y de negociación, algo que la sociedad produce. La sexualidad es el resultado de prácticas que dan significado a las actividades humanas; es el producto de definiciones sociales y autodefiniciones, de conflictos entre quienes tienen poder para definir y regular y de quienes se resisten. Desde esta perspectiva, los relatos y observaciones de los hombres y las mujeres jóvenes se analizan como la perspectiva de actores con necesidades, expectativas y decisiones propias en cuanto a su vida sexual, las cuales se expresan sobre todo a través de las relaciones construidas entre ellos. Se busca la diferencia, la desigualdad y la transaccionalidad entre hombres y mujeres de tres familias, considerando el dominio de género y el dominio generacional como ejes en los que se sustentan las prácticas de poder.

La selección de informantes clave se buscó entre hombres y mujeres jóvenes y adultos de tres familias de ejidatarios productores de caña, además se entrevistaron a algunos de los jóvenes amigos que los frecuentaban.

Los criterios de selección de las familias fueron los siguientes:

1. Originarias de la comunidad.

2. Con padre (o abuelo) ejidatario (o hijos de ejidatarios dependientes o sucesores de la parcela del padre) que trabaja personalmente la zafra además de ocuparse de las actividades agrícolas de su parcela.

3. Con miembros representantes de los dos sexos y de dos o tres cortes generacionales: abuelas y abuelos, madres y padres, así como nietas y nietos jóvenes solteras/os mayores de doce años.

4. Conformadas por hombres y mujeres con historias de migración a otras ciudades del país y a Estados Unidos.

Foto 2

Encontramos así a las familias Torres, Herrera y Canales.** La primera generación de abuelos y abuelas nacieron en los años treinta y cuarenta, en plena consolidación del movimiento revolucionario, cuando el general Cárdenas distribuyó las últimas tierras del municipio y luego de la delimitación de los ejidos de la zona de Atencingo, el pueblo entonces quedó conformado por un ejido dedicado al cultivo colectivo de la caña y regido por una sociedad cooperativa que vende su producción al ingenio. Esta generación es también beneficiaría de las primeras escuelas rurales, a las cuales asistieron más hombres que mujeres. Sus hijos nacieron en los años sesenta cuando hubo un renovado control de los ejidos por parte del Estado, proceso que desencadenó una división de fracciones entre los ejidatarios productores de caña además de conflictos que no favorecieron la estabilidad política ni económica en la región. Algunos de esta segunda generación son quienes por primera vez asistieron a las escuelas secundarias de pueblos aledaños —principalmente los varones—, y también son los que empiezan a migrar hacia Estados Unidos en la década de los ochenta. Desde entonces, jóvenes varones de 16 años y más abrieron el contacto con ciudades y poblaciones de California principalmente (otros con Arizona y Nueva York), e iniciaron un intercambio económico y cultural que ha trasformado en todos los ámbitos la vida cotidiana y el imaginario de los pobladores. Los jóvenes de ahora son los nacidos en los setenta y ochenta, casi un 50 por ciento de ellos y ellas asistieron o están asistiendo a la Escuela Secundaria de Chietla y la mayoría a la telesecundaria local fundada hace quince años; jóvenes que han crecido además con parientes que van y vienen "al otro lado" y además, son los primeros receptores de los programas y comerciales de la televisión, medio que se generalizó en el pueblo hace 20 años, junto con la llegada de la electricidad.

Foto 3

Con excepción de un par de ocasiones, los investigadores acudimos juntos a las visitas de campo. El diario se escribía conjuntamente cada noche en las visitas a la comunidad. La introducción a la comunidad no fue difícil. Contábamos con el contacto de un par de promotoras de salud con quienes habíamos trabajado anteriormente un programa de Saneamiento Ambiental y Salud Reproductiva. Aunque habían pasado más de dos años desde el último contacto, Valentina nos reconoció desde la primera vez y nos mostró una fotografía que tenía colgada en su casa, en la que estábamos con ellas. Su suegro, don Fabián Torres, nos ofreció desde esa primera visita su casa para quedarnos todas las veces que quisiéramos, en su casa dormimos siempre. Como tiene once hijos, nueve de los cuales viven en Estados Unidos, le sobran varios cuartos. Ya solamente vivían con él: Elena su esposa, su hijo menor Inocencio, de 16 años, su nuera Valentina y sus dos nietos. Los miembros de la familia Torres fueron informantes sustanciales para el estudio.

Nuestra llegada se dio el 1 de noviembre de 1995,día de los santos difuntos. Habíamos elegido un día ceremonial con objeto de encontrarlos desocupados y ser mejor recibidos, un día que llegaran muchos de sus familiares a visitarlos. Les indicamos que queríamos trabajar con los jóvenes para desarrollar un programa educativo integral y que necesitábamos conversar también con los padres de familia y abuelos para comprender los cambios en las costumbres de la comunidad. Explicamos que nuestra intención era diseñar un programa educativo acorde a las necesidades de los jóvenes campesinos del lugar. Fue así que empezamos a reclutar jóvenes en conversaciones informales. Ese día nos enteramos que Mariana Herrera, otra de las promotoras conocidas, que es además la rezadora del pueblo, había regresado. Ella y Mario, su marido, se habían ido a Los Ángeles a vivir con sus hijos (que están allá desde hace nueve años). En su casa sólo quedaba Esperanza, de 15 años, quien fue el punto de partida para conocer y convocar a otros jóvenes de la comunidad. Los primeros contactos terminaron siendo nuestros principales informantes, además fueron quienes amablemente nos presentaron con otros jóvenes, con las otras familias, con la directora y maestras de la escuela, con el auxiliar del presidente municipal, el cura y demás. Durante las primeras visitas nuestras preguntas eran muy abiertas, nos dirigimos al primer eje de la matriz de investigación, es decir, hacia la caracterización del cortejo, las regulaciones sociales y los agentes de control cultural. Nos interesaba partir de un contexto sociocultural amplio, las primeras conversaciones se centraron en el primer eje de la matriz relativo a las regulaciones. Por principio queríamos comprender las condiciones de vida, las transformaciones generales del cortejo en las últimas décadas, la distribución del trabajo por sexo y edad, la vida de los jóvenes en general, sus experiencias escolares, su participación en los rituales y fiestas importantes, el consumo de música, radio y programas televisados, sus ideas sobre la migración. Poco a poco, fuimos acercándonos y preguntando en reuniones informales sobre el cortejo, la sexualidad y el noviazgo, hasta llegar a invitarlos a entrevistas individuales.

Para las entrevistas individuales se aplicó un cuestionario dirigido hacia las transformaciones subjetivas en la sexualidad. Comenzamos con las mujeres de la generación intermedia y luego con los varones de ese mismo bloque, tal vez por sentirnos más identificados por su edad y etapa de vida. Después continuamos con el bloque de las abuelas y abuelos, y finalmente entrevistamos a los y las más jóvenes. El coinvestigador entrevistaba a los hombres y la investigadora principal a las mujeres; en una sola ocasión la investigadora entrevistó a un varón: se trata de Inocencio, el joven de la casa en que vivíamos, consideramos que ya había suficiente confianza por el trato tan cotidiano y tal vez podría compartir sus experiencias con una investigadora mujer. No empezamos a entrevistar en forma individual a los jóvenes sino hasta después de siete meses de tratarlos, mientras tanto, íbamos avanzando con la observación participante, conversaciones informales con los jóvenes y las entrevistas a los adultos.

El tipo de análisis realizado consistió en dividir por códigos los conceptos incluidos en las preguntas y objetivos del proyecto, e ir agregando códigos a partir del diario de campo y de las entrevistas grabadas y transcritas. Después se elaboraron categorías al agrupar lógicamente los códigos, ordenarlos y vaciarlos en cuadros de análisis, donde se contrastaron los datos. Se realizaron contrastes generacionales de abuelas / madres / hijas por un lado, y abuelos / padres / hijos por el otro. Después de la codificación y elaboración de categorías por generación, se realizó la contrastación de los datos de mujeres y hombres. Para la codificación se tomaron los procedimientos de la teoría fundamentada (Glaser y Strauss, 1967; Strauss y Corbin, 1990) de manera instrumental, ya que no se consideraron otras fases de su método, particularmente las posteriores que buscan contrastar los códigos con los datos para validar la interpretación, porque esa aproximación considera que los datos no tienen elementos interpretativos.1

En el proceso de análisis, y particularmente al abordar los procesos subjetivos, nos encontramos ante la dificultad de separar los códigos que agrupaban las emociones y las relaciones de poder al momento de codificar los datos cualitativos. Ello nos llevó a reflexionar sobre la necesidad de articular ambas categorías que por alguna razón aparecían como inseparables y a relevar como hallazgo del estudio, esa vinculación entre las emociones y las relaciones de poder. El presente artículo resume y analiza los resultados del análisis conjunto de esas dos categorías.

 

LOS CONCEPTOS DE SEXUALIDAD, GÉNERO Y SUBJETIVIDAD

Dentro de las ciencias sociales, la sexualidad ha sido un objeto de interés particular para antropólogos, sociólogos e historiadores. Según el historiador inglés Jeffrey Weeks, desde Malinoski, Benedict y Mead, los antropólogos contribuyeron en forma importante para comprender la diversidad de la sexualidad dentro de nuestra propia cultura,".. .ellos nos advirtieron sobre el peligro de tratar de entender nuestra prehistoria observando a otras sociedades; nos enseñaron la necesidad de entender a cada sociedad en sus propios términos a través de las maravillosas evocaciones de la vida sexual de la gente de otras culturas lejanas..." (Weeks, 1991). Pero el enfoque funcionalista entra en dificultades al centrarse en el interés por equiparar las leyes de la sociedad con las leyes de la naturaleza y buscar entender los actos sexuales por sus funciones y repercusiones en las necesidades sociales.

El materialismo cultural ofrece una aportación distinta al relacionar los mecanismos de control de la sexualidad con los imperativos económicos y tiene la virtud de valorar la importancia de las relaciones de producción en la comprensión de la sexualidad y la salud reproductiva; sin embargo, devalúa el peso cultural de las producciones simbólicas y las regulaciones morales sobre la sexualidad que no están necesariamente subordinadas a las relaciones de producción.

Davis y Whitten (1987) realizaron una revisión de los estudios transculturales de la sexualidad humana enfocados al análisis de la sexualidad en culturas no occidentales, encontrando que tales estudios muestran una menor preocupación por la normatividad y las medidas de control sexual en comparación con las culturas de occidente, y han mostrado los cambios en las prácticas sexuales resultantes de la urbanización, así como el efecto en las costumbres sexuales del parentesco, el poder y la ideología. Desde su punto de vista, los enfoques etnográficos no han podido ir más allá del matrimonio y la familia y se han circunscrito a la tipología etnocentrista de sociedades restrictivas y permisivas, lo cual obscurece la complejidad sociocultural de la sexualidad (Davis y Whitten, 1987).

Desde la historia, Michel Foucault abre un abordaje crítico a la sexualidad y al estudio de la misma. Para Foucault, la sexualidad es un conjunto de significados dados a las prácticas y actividades, un aparato social que tiene una historia con complejas raíces en el pasado cristiano y precristiano, y que alcanzó una unidad conceptual moderna con efectos diversos. Desde este enfoque se asume que la sexualidad ha sido construida como un saber que conforma las maneras en que pensamos y entendemos el cuerpo.

Dice Carol Vance (1991) que actualmente los antropólogos están redescubriendo la sexualidad, con un renovado interés que apenas tiene paralelo con las aventuras de los primeros etnógrafos. La teoría de la construcción social desafía los modelos antropológicos tradicionales al retomar el discurso no esencialista de los historiadores y emprender el proyecto de repensar el género y la identidad impulsado por las feministas académicas y los trabajos de la historia gay y lésbica. Según esta antropóloga, fue Weeks quien primero articuló esta transición teórica del estudio de la sexualidad.

En los trabajos de Weeks se aborda la sexualidad como una construcción histórica que trae una multitud de posibilidades. La sexualidad no tiene un objeto bien delimitado porque está en constante fluidez. Incluye nuestras preocupaciones cambiantes acerca de ¿cómo debemos vivir?, y ¿cómo debemos disfrutar o negar nuestros cuerpos? Para este historiador, es necesario articular la visión subjetiva al estudio de la sexualidad. Experimentamos la sexualidad muy subjetivamente, con ella transmitimos una amplia variedad de necesidades y deseos.

La fisiología y morfología del cuerpo, es decir, la biología, es el conjunto de potencialidades que son transformadas y toman significado únicamente en las relaciones sociales. La organización social de la sexualidad se construye en la interacción con los demás, es el resultado de prácticas sociales que dan significado a las actividades humanas, a definiciones y autodefiniciones, producto de luchas y negociaciones entre quienes tienen poder para definir y quienes se resisten. Se destacan cuatro áreas cruciales en la organización social de la sexualidad: el parentesco y las relaciones familiares, la organización económica, las regulaciones sexuales, así como las movilizaciones políticas.

El parentesco y los sistemas familiares son las más estables formas de socialización y experiencia sexual, se moldean mediante intervenciones que regulan la economía, las reglas de la herencia, del matrimonio y el divorcio, las prestaciones sociales y políticas fiscales.

El eje de las relaciones económicas provee también las precondiciones básicas y los límites para la organización de la vida sexual. El ritmo laboral, el trabajo industrial y la migración han afectado patrones de cortejo y han contribuido a promover las prácticas sexuales fuera de la unión conyugal y el uso de anticonceptivos.

Las regulaciones sexuales se refieren a la definición de prácticas apropiadas o inapropiadas, morales o inmorales, saludables o perversas. Los métodos formales e informales de regulación de la vida sexual que varían según el papel de la religión, del Estado y de otras instituciones como la escuela, los centros de salud o los medios electrónicos de comunicación. Más particularmente entenderemos por regulaciones morales las máximas, las reglas o normas del actuar susceptibles de generalización desde la perspectiva de los involucrados. Las normas son aceptadas o rechazadas íntimamente, pero reconocidas como obligatorias. Son más aceptadas como normas abstractas

que como guías prácticas para el comportamiento, pero ellas señalan los permisos, las prohibiciones, los límites y posibilidades y no suelen aplicarse de manera indiferenciada al total de la sociedad, en occidente suele haber formas de subordinación hacia los menores, las mujeres o las minorías sexuales.

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En términos de las movilizaciones políticas, cuarto eje de la sexualidad, somos testigos de cómo "la nueva derecha" ha impulsado una agenda conservadora en los programas educativos y de salud en diferentes países y ha logrado retroceder los avances obtenidos por el feminismo y el movimiento "gay" que habían desmantelado las intrincadas formas de poder y discriminación que moldean la vida sexual (Weeks, 1991).

El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos, es una forma primaria de relaciones significantes de poder. Se trata de una categoría en construcción que busca explicar la persistente desigualdad entre mujeres y hombres. Los significados que adquieren sus actividades a través de la interacción social concreta, descubrir la naturaleza de esas interrelaciones requiere considerar a los sujetos individuales y a la organización social. Se rechazan las explicaciones biológicas toda vez que las diferencias de género son construcciones sociales, invenciones humanas como el lenguaje o el parentesco. El género, la sexualidad y la reproducción son construcciones culturales y simbólicas, precisa Sherry B. Ortner, son términos cuyos significados sólo pueden entenderse dentro de un amplio contexto cultural que tome en cuenta las relaciones entre los símbolos por un lado y las relaciones sociales, por el otro (Ortner y Whitehead, 1981). Las tensiones culturales que alteran las relaciones de poder en la esfera pública y privada ante la creciente autonomía económica y sexual de las mujeres llevan a reconocer el impacto de esa transición cultural en los varones.

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El abordaje de la masculinidad como objeto de estudio es una construcción muy reciente, y está permitiendo explicarla como una categoría simbólica interdependiente de la feminidad: no se puede entender la construcción de la masculinidad ni la de la feminidad sin mutuas referencias (Kaufman, 1989).

Al estudio de la subjetividad se acercan psicólogos, sociólogos de la vida cotidiana, filósofos y antropólogos médicos. La subjetividad es la base de las emociones más apasionadas, en toda experiencia intensa participa el cuerpo, y puede estar expresando necesidades conscientes e inconscientes. Dentro de la tradición psicoanalítica, Sigmund Freud inició el reconocimiento de la dinámica del inconsciente. Las fantasías revelan una diversidad de deseos heredados, mismos que perturban la aparente solidez del género, de la necesidad sexual, de la identidad; lo que pasa en el inconsciente suele contradecir las certezas aparentes de la vida consciente. Para Freud, el inconsciente son aquellas representaciones latentes de las que tenemos algún fundamento para sospechar que se hallan contenidas en la vida anímica, como sucedía en la memoria. Una representación inconsciente será entonces una representación que no percibimos, pero cuya existencia estamos prontos a afirmar, basándonos en indicios y pruebas de otro orden. Gran cantidad de la vida emocional ligada a la sexualidad es expresión de los procesos inconscientes (Freud, 1912). En su momento, la escuela de Cultura y Personalidad buscó una articulación entre los procesos inconscientes y culturales de la vida sexual.

Pero las emociones inconscientes de la sexualidad no serán analizadas en este trabajo, en virtud de que las preguntas de investigación se dirigen a las representaciones colectivas y sus transformaciones, y no hacia las diferencias estructurales del desarrollo individual de los informantes. Por las dificultades metodológicas y teóricas implicadas, en este estudio sólo se abordan los procesos emocionales reflexivos ligados a las creencias, saberes y conocimientos. Se trata de un abordaje cultural de la sexualidad que retoma algunas categorías para acercarse a su dimensión subjetiva.

La subjetividad se refiere a lo más próximo a la experiencia, en palabras de Berger y Luckman (1993): lo más próximo a mí es la zona de vida cotidiana directamente accesible a mi manipulación corporal. Esta zona contiene el mundo que está a mi alcance, el mundo en el que actúo a fin de modificar su realidad, o el mundo en el que trabajo.

En términos de Agnes Heller, la subjetividad es la formación de un mundo interior, un mundo propio que puede quedar guardado para sí, o bien mostrarse, relegarse al trasfondo o expresarse intencionalmente a los demás. La subjetividad se refiere a las representaciones colectivas que son objeto de la percepción y que son siempre cambiantes. Las impresiones sobre el cuerpo están en la base de la construcción del sí mismo, en ellas se basan también las sensaciones de dominio y dirección de la realidad. Las experiencias del cuerpo reflejan un modo total y característico del sentir y del ser. Nos sentimos corporalmente tal como es preciso que nos sintamos, en correspondencia con nuestro proyecto de mundo particular (Heller, 1993).

Pero las emociones no forman una clase unitaria, son un grupo muy heterogéneo en el que se incluyen estados mentales muy distintos ocasionados por razones diversas. Sentir significa estar implicado en algo (las emociones están siempre dirigidas a objetos) y regular la apropiación del mundo desde el punto de vista de la preservación y extensión del yo partiendo del organismo social. Los sentimientos no pueden diferenciarse sin conceptualización, sin conocimientos y creencias (Hansberg, 1996).

Los sentidos emocionales son también respuestas a saberes y creencias de la cultura. Las percepciones corporales son privadas, como explica Fábrega al querer comprender la conciencia sobre las enfermedades; las percepciones corporales son experiencias subjetivas que el individuo relaciona con su cuerpo y las categorías del lenguaje utilizadas para describirlas están relacionadas con las orientaciones socio-cognitivas de un individuo. Como el lenguaje es un articulador de la imagen del cuerpo, las formas de nombrar sus emociones reflejan uniformidades relacionadas con la organización social y los fenómenos simbólicos basados en convenciones sociales. Los estados emocionales reflejan también el grado de discriminación que tienen los sujetos sobre tales emociones, de ahí que para acceder a los sentimientos de los informantes, en el presente estudio se consideró necesario analizar la forma en que los y las informantes nombran y diferencian sus estados emocionales (Fábrega, 1979).

Entre las emociones ligadas a la sexualidad, en este trabajo se analiza el deseo, el amor y el miedo, el poder y las explicaciones mágicas y sobrenaturales de la sexualidad.

Para fines de este estudio, se define al deseo como un sentimiento de confusión y temor ante la ausencia del ser amado, se trata de un estado de necesidad que atormenta. La raíz latina de la palabra "deseo", desidera, indicaba la situación de un adivino que no podía hacer sus predicciones debido a la ausencia de estrellas, porque el cielo estaba nublado. Como los navegantes, desde los comienzos de los tiempos, no podían orientarse sin las estrellas, algo parecido sucede a un amante que se debate en el deseo: han desaparecido los puntos de referencia externos, el deseo le impide entender la realidad con criterios conocidos y habituales. El deseo lleva a construir fantasías, imaginamos que el otro o la otra nos espera para recibirnos con los brazos abiertos. El ser amado está cargado de ensueños y construcciones mentales y al moldear su cuerpo es como tocar en vivo las imágenes más internas. En la mirada puede encontrarse la belleza que busco, lo que coincide con el deseo que el otro evoca en mí. El psicoanálisis ha tratado de explicar la importancia de la mirada al sostener que los ojos que me hechizan con su misteriosa malicia son los que me miraron cuando era muy pequeño, cuando aún no estaba consciente de mí mismo. Pero con el paso del tiempo, el lazo con el pasado ya no tiene importancia; lo que cuenta es que en cierto momento ese gesto puede hacerme arder de deseo (Carotenuto, 1994).

Foto 6

El miedo es una emoción vinculada con el deseo, o más bien, con un objeto no deseado, "se teme por la presencia de aquello digno de ser temido, un daño, algo negativo o peligroso". El ser humano tiene el concepto de peligro y, por tanto, puede tener la creencia de que está en peligro o de que algo es peligroso, el deseo de evitar el daño y el deseo de huir del peligro para protegerse (Hansberg, 1996).

El poder en el ámbito de las relaciones personales tiene un sentido análogo a fuerza, capacidad, dominio, violencia. De acuerdo con Luis Villoro, podemos entender simplemente la capacidad de algo o alguien de causar efectos, alterando la realidad. Tiene poder quien es capaz de dominar las fuerzas naturales, para obtener de ellas lo que quiere, tiene poder quien puede sacar provecho de sus propias facultades e imponerse sobre los demás para realizar sus propósitos; poder es dominio sobre sí mismo y sobre el mundo en torno, natural y social, para alcanzar lo deseado. En la vida sexual, esta idea de dominio sobre sí y sobre los otros u otras surge claramente vinculada a los problemas de relación y del deseo, y permite aproximarse a la percepción de sentimientos como los celos, abandono, control y falta de control sobre los sentimientos. En el ámbito de la política, el poder es diferente, nace con el conflicto y se trata de un poder sobre los hombres, el poder impositivo se convierte en dominación, se considera un bien necesario para la obtención de un bien común. Hay múltiples instancias de poder y contra-poder o resistencia, en relaciones variadas de competencia y de subordinación entre ellas (Villoro, 1997).

Los conflictos sexuales son también situaciones ante las cuales se construyen explicaciones mágicas y sobrenaturales, y ante lo cual suele recurrirse a remedios mágicos y religiosos, así como a curadores "tradicionales".

De acuerdo con De Martino, el pensamiento mágico consiste en deshistorizar los procesos como respuesta ante la miseria cultural, económica y psicológica, las explicaciones mágicas alternativas permiten proteger al individuo en situaciones críticas, tales como las enfermedades, las muertes, las catástrofes (citado por Menéndez, 1981). El amor, el desamor, las disfunciones sexuales suelen llevarse a la lógica de pensamiento mágico.

 

RESULTADOS

Entre los principales hallazgos encontramos que el deseo sexual y el amor se viven como emociones perturbadoras que ponen en juego las relaciones de poder entre los sexos. Las imposiciones culturales constitutivas de las relaciones de poder entre los sexos generan intensas reacciones emocionales al quedar en riesgo desde las percepciones subjetivas de hombres y mujeres. Mujeres vulnerables y hombres controlados, damas serviles y varones bien atendidos, chicas románticas y muchachos seductores, mujeres desbordadas y hombres que se tienen que dominar, son ideas que determinan en parte la subjetividad frente a las experiencias de acercamiento. La sexualidad en el cortejo activa las pautas culturales y las saca a la luz por la fuerza de las emociones.

En el discurso sobre el cortejo se pueden escuchar explícitamente las emociones de las mujeres; en cambio, los procesos emocionales de los varones hay que leerlos en sus relatos más indirectos. Ellos tienden a depositar la emotividad y el amor en las mujeres. Pero por su experiencia en el reconocimiento de sus propias emociones, ellas le dan nombre y presencia a las emociones de ellos.

En la primera generación encontramos que las emociones más intensas no están necesariamente vinculadas al cortejo ni al amor sino a la soledad entre los hombres y a la vulnerabilidad sexual entre las mujeres. La mayoría de los hombres de la primera generación califican de "pasa-rato" sus noviazgos, o como ensayos para cortejos posteriores más serios. La decisión de unirse era más instrumental, después de varios noviazgos un día deciden tomar en serio a alguna. La idea masculina del pasa-rato seguirá vigente hasta las presentes generaciones, distinguiéndose siempre de los compromisos de conyugalidad. Recientemente, las mujeres más jóvenes empiezan a ensayar ese tipo de relaciones sociales, menos ligadas al amor o al compromiso.

En una de las parejas de abuelos, Mario y Mariana no tienen discursos sexuales apasionados como los que refieren las siguientes generaciones al relatar sus experiencias de cortejo, sino una necesidad social de "hacer familia" —aun en la noche de bodas. Sus expresiones emocionales son muy formales y hasta distantes, no hablan de amor sino de "aprecio".

MARIO

Pus yo necesitaba, pus de una compañera para que me hiciera pues mis, mis alimentos, me hiciera este, mis arreglos, de mi ropa, y eso. Sabes qué, le digo, porque pus yo necesito, digo, porque yo sufría mucho. Yo aquí sólito, no había quien me hiciera... Me daba pena ponerme un jarro de café o salir a comprar unos panes, ¡no!, qué diría la gente que, que ese hombre ya. Así es que me pasaba días enteros que no comía.

MARIANA (su esposa):

Bueno, ya después le digo, sé sincero conmigo, porque si tú sientes ora sí que un sentimiento "vago", en que sí, en que no, dímelo. Yo no me voy a disgustar. Como hombre a ti te sobrarán, como mujer a mí no me faltará. Es que mira, yo vengo a decirte que mejor tú te salgas conmigo. Yo entonces me sorprendí ¡y me dio coraje! Yo jamás he de burlar la confianza de mis padres. Ya entonces me empezó a decir de su abuelita que seguido enferma y no había quien lo, lo atendiera verdá, en sus necesidades de cocina y todo.Le dije, mira, pues hasta cierto punto me interesaría, pero ahorita no puedo, ya luego Dios dirá. Ya luego que me mandó pedir, ya le dije ¿no es un espejismo? Porque ya un casamiento es para toda la vida. Ora sí que nuestros defectos no nos los vemos, puede estar el fallo en mí mañana, que sea yo floja, que sea yo pues inexperta en asear tu casa, que no te atienda yo como tú te merezcas.

El sufrimiento de Mario está ligado a su soledad y a la carencia de servicios domésticos cotidianos asignados a las mujeres, romper con esa distribución del trabajo no es una posibilidad ni siquiera del pensamiento, así que tenía que someterse a días enteros sin comer antes que mostrarse como un hombre débil —¡qué diría la gente, que ese hombre ya...! Ella, sin embargo, está preocupada por garantizar una relación bien estable y cumplirle las expectativas a su futuro compañero. En su relato, la relación hombre / mujer es equivalente a la de abundancia / carencia —a ti te sobrarán, a mí no me faltarán. Sin el menor cuestionamiento a ese desequilibrio y con un servilismo que impresiona, su preocupación se enfoca a fallarle en atenciones —que no te atienda yo como tú mereces.

Pero las emociones más intensas de Mariana quedan ocultas en el testimonio anterior. De acuerdo a su posterior reflexión, es el miedo el que la orilla a acceder a las demandas de Mario. Varios meses después ella nos va a confesar que sufría acoso sexual en su casa por parte de un primo, así que ella vio en el matrimonio una salida de ese espacio que se había vuelto tan peligroso.

Viera que yo me casé porque había uno de la familia que quería abusar de mí. Su madre y mi madre eran primas. Ese hombre era mayor que yo. Cuando mi mamá y mi papá se iban y yo me quedaba sola en la casa, se dejaba venir y me decía: yo te voy a hacer algo que luego ya ni quien sepa, ni quien se dé cuenta. Cuando yo le pregunté que cómo sabía ella que él quería abusar de ella me contesta: Con perdón de usted pero él se tocaba con la mano enfrente y me decía que la tenía así de grandota, que me iba a gustar. Yo no me dejé. Me daba miedo. Yo no sé de eso, ora sí que yo no era una experta. Lo que me salvó que yo utilizaba calzones de manta gruesa, de ésos que se amarraban con cinta, eran triples. Así me enseñó mi madre y ésos me salvaron. Una vez que yo estaba barriendo la cocina y que llegó él, tomé un cuchillo y se lo puse en la cintura y lo amenacé. Entonces me dijo que él había gozado a muchas mejores que yo.

Otro caso es el cortejo de Celerino e Irma, abuelos de otra familia. Él se refiere al corazón de ella y no al propio. Su actitud está "bajo control", su preocupación está en la espera y tensión para ubicarla y en el manejo de las técnicas para conquistarla, es cosa de írsela ganando con palabras románticas.Su primer logro es llamar la atención de ella.

CELERINO

Ya casi a los veintitrés, a los veintiuno, me la empecé a enamorar. En el primer momento que usté le caía de corazón una muchacha, sabía usted cuántos días para localizarla, pues, en la calle. Si estaba usté de flojo, por decir, pos se iba a esperar a la muchacha. Y si no, ni modo, sería el domingo, por decir. En la iglesia. Ahí andaba uno rondando, rondando pa'verlas. En son de paz, para que la muchacha diera calidad de suplicarle. Así pues, hablándole tiernamente, como es. Era yo, este, un poco, este, romántico al respecto. Ya tenía algo de experiencia ¿no?

Aunque ella se fija desde el principio en sus cualidades, luego reconoce un deseo interno (¿sexual?) que va más allá de su control, "le ganó la voluntad".

IRMA

Tanto insistió y insistió hasta que acecté, 'ta que le ganan a uno la voluntá, y 'ahi me quedé ya. Después me hablaban muchachos, ya no. Él me gustaba en cuestión de que, que no le gustaba la copa, otras cosas no, porque bueno, era po-brecito [riendo], luego me hacían burla, que como mi suegra llevaba leñita a vender, me decían "no pus vas andar tú también de leñera o eso". ¡No hice caso y no hice caso! Era pobre pero muy trabajador.

Tanto en Mario como en Celerino se ve claramente el papel activo del hombre en el cortejo; en el segundo caso, es muy claro cómo él la persigue e insiste en varias ocasiones hasta obtener el sí, hasta en el enamoramiento de ella, él conjuga en tercera persona el verbo "me la enamoré", negando o desconociendo su propio involucramiento emocional. Ellos también hablan los deseos con sus múltiples novias con facilidad.

MARIO. Cuando 'staba joven, 'ta uno como dijera el dicho ansioso. hambriento de saber lo, lo que es una mujer, lo que es otra mujer.

FABIÁN. Como dice el dicho pues ¿no?, el amor es malilla, así pues yo 'taba yo joven, ella también.

CELERINO. Yo le dije: chaparrita, me gustas mucho.

El deseo en ellos es una motivación para actuar, para conquistar. Y el placer es un logro, un triunfo merecido, después de muchos intentos y súplicas para "enamorarlas". Pero entre líneas y con términos indirectos, el deseo sexual es también reconocido por las mujeres mayores, de esta generación.

MARIANA. Ya con el tiempo, me sentía este, me sentía atraída hacia él.

ELENA. Mh, ¡me gustaban hartos!, ¡hartísimos nomás de vista! ¿Diría mi corazón, no?.

IRMA. ¡Le ganan a uno la voluntad!

Lo que ellas esbozan entre líneas es una concepción del deseo sexual como si fuera una fuerza que las domina, como un sentimiento interno incontrolable e irremediable. Además del deseo y la atracción inicial, otro momento emocional intenso para ambos sexos se vive en la primera noche conyugal. Tanto en la primera como en la segunda generación, el guión social exige: "los hombres tienen que tomarlas y las mujeres tienen que entregarse". Toda vez que ellos van con experiencia coital y ellas suelen iniciarse en tal ocasión, las reacciones ante la primera noche conyugal difieren enormemente. Mariana siente miedo, un miedo relacionado con sus creencias respecto a la primera vez; Mario, en cambio, al referirse a su noche conyugal, trata de evitar la expresión de algún sentimiento.

MARIANA

"¿Oh, qué, todavía tienes miedo?", dice. "¿Ora de qué tienes miedo?" Le dije pus no sé, yo creo que ¡hasta me sentía temblorosa de nervios! ¿no? Le digo: No sé, pero sí tengo miedo... "No tienes nada que temer", me dice, "primero eras mi novia, ahora ya no eres mi novia, ya eres mi esposa, y como tal, tengo que manosearte hasta donde yo quiera" Y yo, cuando me dijo eso pensé: ¡pero cómo me va a manosear, cómo que va a hacer eso! Me hice miles de juicios, ¿no? Bueno, nos acostamos pero yo para allá y cuando él quiso hacer uso de mí, yo sentí muy feo.Muy feo, deveras, porque me platicaron que hay personas que sangran y yo no sangré.

MARIO (su esposo)

Pues fue en forma de, de este, ¡cómo nos tratábamos!, pues de qué platicábamos y al rato que se llegó la forma de la relación y mira, se trata de esto, vamos a tener familia, sí, vamos a tener, dice, pero le digo, yo, mi esposa ¡no tuvo luego!, tardó tres años.

La experiencia de doña Elena, otra de las abuelas, es menos reflexiva pero menos dolorosa; ella expresa emociones que combinan el susto y el gusto:

FABIÁN

Estuvo difícil, pues usté ve que, esas cosas... ¡no es fácil! No es como pus si fuera una mujer cualquiera, ¿no?

ELENA (su esposa)

Así como luego le digo entre mí pues, sentía uno a gusto y susto. Sí, se siente así, por el mesmo tiempo pos se siente gusto y ya después sentimos susto. Pero ya qué hemos de hacer, ya estamos ahí con ellos.

Todas ellas hablan con gran vivacidad de temor y miedo, el placer apenas se delinea en Elena como un gusto mezclado con muchas otras sensaciones fatalistas —¡ya qué podemos hacer! Como vemos en el testimonio, Fabián se siente obligado a tomar una actitud difícil, tranquilizante y pedagógica a la vez y, al mismo tiempo, se asume el dominio absoluto sobre el cuerpo de "su mujer". Sin embargo, y al igual que Mario, le cuesta mucho trabajo hablar de la primera noche conyugal, se resiste y apenas expresa verbalmente sus sentimientos.

Además del placer y el miedo, los celos son un sentimiento que aparece definido desde las mujeres con gran intensidad. Doña Mariana siempre tiene un referente religioso. En una ocasión hablamos en la cocina con ella y con Zara (su hija de 34 años) sobre los celos de don Mario y de Alberto; era un viernes santo en que pasaba por las calles la procesión del silencio, vimos pasar a todas las muchachas muy arregladas y a algunos de los muchachos que conocemos. Doña Mariana nos habló entonces de la familia de la Virgen María y de José.

Su padre Joaquín y su madre Santa Ana, José su esposo era carpintero, era humilde también como nosotros, y ... cuando supo que la virgen estaba embarazada él dudó, porque él no le había puesto las manos encima y, ¿cómo es que había concebido? Entonces decidió irse, pero en el camino se encontró al ángel Gabriel y él le explico que su mujer iba a ser la madre de Jesús, que tenía que regresar y cuidar a María.

Foto 8

Como en la historia de María y José, las mujeres se describen siempre en una posición pasiva, casi siempre colocan el sentimiento de los celos en ellos: "acá son bien celosos"; muchas veces las agresiones verbales y los golpes que ellas reciben están ligados a los celos. Para referirse a sí mismas, ellas no hablan de celos sino de los engaños:"me anduvo engañando con otra". Los hombres, por su parte, niegan o aceptan con dificultad el ser celosos; abiertamente asumen derechos de exclusividad con sus mujeres, aunque sí reconocen que "ellas pueden ser celosas" o que otros sean "algo celosos".

La historia de celos entre Mariana y Mario es larga y dolorosa. Desde la primera noche en que ella no sangró, él la descalificó y hasta la fecha la sigue ofendiendo y restringiendo el movimiento. Cuando tuvo su quinto hijo, como se parecía a su primo hermano, él decidió que no era suyo. Quince años después le reprochaba.

MARIANA

Teníamos que hacer los gastos de la salida de secundaria de Raúl, me dice: 'ai me dice él, ¿sabes qué?, dice, pídele a su padre, dice, para que haga el gasto él, dice, ya que yo he estado de... ¡palabras feas! ¡De tú quién sabe qué!, dice, de tapadera, costiándole el estudio, pídele a su padre para que costée él. Se le metió que aquél había sido su padre. Ya, le digo, yo, pues así te digo, ya me ves, muy fea, y lo que tú quieras, pero de puerca ¡jamás! Me has, vete sabiendo que la mujer que tienes en tu casa es para quererte, amarte y respetarte, mas no para pisotearte. Esos días yo sentía que andaba por los aires, andaba, ¡no sé ni cómo!, entonces ni cuenta me daba yo que ya estaba yo embarazada de mi hija Esperanza, ya no me daba cuenta.

MARIO

A mí nunca me ha gustado ser celoso. Yo claramente se lo he dicho la. mira, todo depende de uno mismo de que nunca quiera uno ser pues, m. mala gente. Depende de uno mismo, le digo, ¡si tú piensas, tengas tus sentidos diferentes, cambia!, pero yo, le digo, yo por eso le digo a veces ella se jala por donde quiera, ¡vete!, yo confío en ti... en tu palabra y tú, confía en mí.

En la segunda generación encontramos menos formalidad en el cortejo, una actitud lúdica y la expresión de sentimientos amorosos, de confianza y de celos en ambos sexos.

ALBERTO

Este, pues, me enamoré de ella accidentalmente, así nomás de guasa, porque, sinceramente la v'ía yo, digo, no pos, que le anduviera yo así no, nomás así de guasa, "vas a ser mi novia tú, dice, sabes qué, ¿semos novios o qué?, le hablé de amores... y luego, ya pasó un tiempo, hasta que me la convencí, se vino conmigo.

ZARA

Tenía catorce años cuando conocí a mi primer y único amor. Cuando mis papás se dieron cuenta que andaba yo bien clavada, luego que le hablan a mi tío por teléfono para México, pues le dijeron que no me convenía el muchacho y. un montón de peros le pusieron. Así que me tuve que ir un tiempo para allá, con todo el dolor de mi corazón [risas], porque no quería yo dejarlo. Ya después que regresé no pude más y como él decía que me fuera con él, pues me ganó la voluntad y el 6 de abril me fui con él.

Zara usa nuevamente la frase de otra informante: "me ganó la voluntad", expresión que encierra la concepción local del deseo femenino, esa fuerza impulsora que se escapa del control; cuando el deseo domina, el cuerpo toma el mando.

Para Valentina, joven madre de 22 años, enamorarse es encontrar alguien a quien confiarse. Para algunos lugareños, como su esposo, el corazón es un depositario de los sentimientos. Heladio deja ver sus sentimientos amorosos, emociones que en su discurso se viven como pasiones, enamorarse es perder la certeza y puede ser una experiencia perturbadora.

VALENTINA

Primero no nos podíamos ni ver. y luego, me enamoré de él. Siente uno que lo quiere uno a la persona, y pus, se encariña uno pues con ellos. Siente uno como que si, como que si fuera tu compañero pues, que te platicas todo lo que te pasa, él te platica, ¡se confía uno todo, pues! 

HELADIO

No sé, con ella, ni nos queríamos ni nos hablábamos. pero, yo sí sentía que sí me gustaba ella. Al principio, ella no me correspondía, pero, le digo, yo en mi corazón —como dice el dicho—, cada quien siente lo suyo. Nomás nos llevábamos, todavía a veces, a ella me la ganaban en el baile, entonces. yo ya sentía que me daba muina, porque me la quitaban. Mis suegros la llevaban harto a los bailes y yo, lo que va a pasar, digo, uno me va a dar baje. Yo tenía, ¿cómo le diré?, como desconfianza o a la vez miedo, porque le digo, ella iba mucho a los bailes con sus papás.

En este relato la muina aparece como sinónimo de los celos, un sentimiento ligado a la competencia y que entre los hombres puede generar el temor de perder. La muina pone al sujeto en una posición muy vulnerable, aquella en que su prestigio está en juego y su felicidad fuera de control, pues depende de otra persona.

El enamoramiento conlleva una transformación ligada a la identidad; Zara y Heladio reconocen cambios en la autoimagen, como si la experiencia interior contribuyera al descubrimiento de sí mismos.

ZARA

Bueno, mientras no tenía yo novio, yo era tranquila en mi casa, no salía para nada. En cambio después, ¡ya no! Porque yo me apuraba a hacer mi quiacer, me arreglaba, me bañaba yo, empezó a ver cambios mi mamá en mí. y luego se empezó a dar cuenta.

HELADIO

Digo yo, pus bueno, pos ora sí, digo, yo siento feo, que las regañaban y les pegaban a ellas, digo, porque pus, en esos besos y abrazos, digo, se halla uno, ya te acostumbras a ella.

Al igual que Heladio, Juan Fernando, que es un hombre que ha vivido por catorce años en California, no cuenta que él experimenta vivencias relacionadas con la empatía y el sufrimiento común ligado al amor.

JUAN FERNANDO

Ellas querían que, como yo regresara con ellas aquí y yo. fue al contrario.Yo, la tercera novia de aquí, fue la que yo anduve, ¿cómo le diré? Ya nomás por decirlo, ¿no? Es que yo venía y estaba acá desocupado y salía a la calle, yo la encontraba y lloraba con ella, ¿me entiendes?

Tal vez por su amplia experiencia de migración en Estados Unidos, Juan Fernando es el único hombre que habló del propio llanto.

Las mujeres de la segunda generación siguen expresando miedo y dolor físico ante las primeras experiencias coitales, ellas reconocen la intensidad de "una experiencia nueva". Un sentido se agrega a esa primera experiencia genital, la concepción de la sexualidad como un proceso de aprendizaje que lleva tiempo, un conjunto de prácticas a través de las cuales, poco a poco, dejan de sentir dolor y llegan a experimentar deseo sexual y placer. Las informantes hablaron de la falta de referentes cognoscitivos y de un proceso de aprendizaje comandado por sus compañeros, un proceso que, sólo en algunas ocasiones, les ha permitido recorrer un camino desde lo desconocido hasta la posibilidad del disfrute, y desde la complacencia del otro, hasta el descubrimiento del placer personal.

ZARA

Sí me gustaba, pero al mismo tiempo ya de sentir ¡ora sí que la relación!, ya ¡me daba miedo!, me daba miedo la verdad. No estaba acostumbrada a esa, a esa clase de. de relación. No, ¡yo me sentía mal! Pero sí, al fin de cuentas, cuando él, 'ora sí que tuvo su relación, yo lo tuve como hasta los. como a los tres días. Era difícil para mi adaptarme a eso, sí. Pero, ya después, 'ora sí que como a los ocho días, ya mi cuerpo se había. adaptado a esa, a esa clase de relación. Y ya no tenía ningún problema, ¡al contrario!, busca. ¡esperaba la noche con ansia!

En el relato de Zara, el paso del miedo y del dolor al descubrimiento del placer está relacionado con la comunicación directa con su marido, una pedagogía sexual explícita que parece haber contribuido a su vida sexual actual.

La experiencia de Francisca es particularmente violenta; ella, quien también ha vivido por nueve años en California, nos contó que fue robada por su novio. Ella vivió la entrega de su cuerpo como la despedida de una etapa de juventud que ella quería continuar. Como amaba y deseaba a su novio, la experiencia coital se vivió como un acto violento en donde se combinaron sentimientos de placer y de arrebato.

FRANCISCA

Sentí bonito y al mismo tiempo tenía en mi mente, como que tenía vergüenza. Ajá, tenía vergüenza de mirarlo a él. Me decía ¿por qué tienes pena? Le dije: no sé... pero te tengo pena. Y me decía: Pero no me tienes que tener pena a mí, porque, porque yo soy tu esposo, tú eres mi esposa ¡eres mi mujer! Eres de mi casa, dice, y yo contigo puedo besarte, acariciarte ¡las veces que yo quiera! Porque te tengo aquí en mi casa.

Pues como uno no tiene experiencia para esas cosas, pus ya me decía "va a pasar así, me voy a subir sobre de tí, va a pasar esto, te va a gustar o ¿cómo te gusta que yo te haga el amor?" Me empezó a besar, a acariciar y todo, ajá, mis pechos, todo. Me dice, ¿no te gusta así? Sí, siento bonito, porque yo también te quiero, le dije. Ya pero también sentí bonito, porque tuvimos relaciones en la primera noche y me, y ya ve que cuando uno tiene por primera vez uno sangra. Y me dice, 'taba más contento porque pues un hombre ya ve que siempre quiere la dignidad de una mujer, ¡la pureza de una mujer!, él estaba seguro que yo era señorita, pero ya lo había comprobado que, que sí era.

Los celos y la amenaza a la virilidad siguen siendo importantes fuentes de tensión entre los sexos. Entre los varones han generado respuestas violentas, arrebatos y decisiones impulsivas. Estas reacciones suelen ir acompañadas del alcoholismo, uno de los importantes problemas de la comunidad.

Alberto se encela cada vez que Zara sale a trabajar, como ella es la promotora de salud de la comunidad, siempre anda muy ocupada. Él llega a expresar rabia y a ser violento, no sabemos si ante fantasías de celos o ante la imagen de una mujer fuerte y autónoma. Tres visiones distintas de los celos podemos contrastar en los siguientes testimonios: la de Zara, la de su esposo y la de su papá.

Foto 9

ZARA

Alberto me pegó muchos años, muchos, aguanté como 14 años los malos tratos. Ahora ya estamos más tranquilos, nos entendemos, nos ayudamos. Pero, hubo un tiempo en que él me amenazaba con un cuchillo, un día me lo puso en el pecho. Yo le dije: ¡de una vez, si me vas a matar, mátame!, pero no me dejes viva, porque si sigo viva voy contra ti y no respondo. Un día que andaba bien tomado me fue a alcanzar a casa de mis papases. Fue y le dijo a mi papá que él no era hombre, que se dejaba mandar por mi mamá, ¡que era poco hombre! Mi papá no le dijo nada, se aguantó por mí.

ALBERTO (su esposo)

Luego me han envitado (al otro lado), fíjate, ¡y con la chamba segura!, pero, yo no me quiero ir. Porque mi jefe, ¿qué iba a ser con los terrenos?, solamente yo le siembro. Y luego, en parte le digo a mi esposa: si ya no quieres que esté yo contigo, mejor dime ya ¡vete de aquí de la casa!... ¿Quieres que nomás te venga a dejar el gasto y me vuelva a ir. no, yo no me gusta. sabes, me dice, lo que no te gusta es los celos que tienes conmigo, ¡a lo mejor sí!, pero dije, te quiero tanto, le digo. Inv.: ¿Es celoso?

Alberto: Pos... a veces, un poquito. La dejaba yo, ¡sí!, pues el día que tenga yo tiempo, yo te acompaño, a veces va sola, a veces va con uno de mis hijos, yo prefiero que vaya con uno de mis hijos y no sola.

MARIO (su papá)

Sí, es medio celoso. Ella lo ha ido arreglando con su viciesito que tiene de briaguito. a veces como que se le pasa pues, pero agarra ¡la ataca! Ton's ella le aclara ¡no creas que lo hago, dice, para un beneficio nomás propio... ¡no!, lo hago para toda la comunidad y para nosotros mismos. Él preferiría que no... ¡tú, que te andas acabando la vida, dice, por vidas ajenas!

Foto 10

Todo parece indicar que la experiencia amorosa puede poner en riesgo la autoconfianza de los hombres e impulsarlos a actuar violentamente. En el caso de Heladio, el miedo a que se la ganaran y los celos o "la muina", lo impulsaron a robarse violentamente a valentina, que aunque lo amaba, no estaba decidida a irse a vivir con él.

VALENTINA

Me trajo aquí, ¡él lo decidió! Estuvimos platicando en la tarde y entonces yo ya me iba yo. Fue un día —no me acuerdo qué día fue— y él se le hizo muy fácil meterme a una casa o sea, de su prima. Ya íbamos llegando a esa casa, cuando él me agarra de aquí delpes... o sea, así fuerte y se atranca de un instante que estaba así de la tranca y me mete para dentro. Luego. me pega el jalón y me trae él así pues, en la cuestarriba, en la calle, dice "pus quiera usté o no, dice, yo me la voy a llevar para mi casa. yo ái venía llorando, que ¡yo no me quería venir con él!, yo no pensaba pues casarme, yo quería yo subir y bajar pues, disfrutar pues mi juventud.

HELADIO

Pero, le digo, yo no la obligué, ¡ni nada!: no, yo le hablé, ella quiso; dice, sale pues. A mí ya me daba muina, porque ella platicaba y ya no más con, como ella tenía amigos, así ¿no?, y platicaba y yo ya me daba muina. Inv: ¿Eres muy celoso?

Heladio: No, o sea antes, pero ahora ya no tanto. Yo dije, es mi novia y que otro me la vuele ya de las manos. el noviazgo es así, si tú te atontas, si tú 'tas durmiendo, otro no anda durmiendo, otro llega, te la quita. O nomás con que ya te diga ella, ¿sabes qué? ¡Ya no te quiero! Veces yome, no me dormía nomás de estar piense y piense en ella. Veces estaba la lunísima, una luna bien bonita. Luego... Yo. todo o pensé, todo se me vino acá, digo, pues si no es orita, digo ya no es nunca. Las cosas hay que hacerlas en caliente —como dice el dicho—, ya frío, ya no. Y que dice ¡suéltame! Y que no pero, que la vo'a soltar yo. Ella no quería y empezó a llorar, creo hasta me rasguñaba. No y le hablaba y yo y el llorido y suéltame, pero no gritaba, le digo, no, pst, que te vo'á soltar ni qué. Y nos metemos al patie-cito, ahí 'onde vive mi doña Tila.

El llanto de valentina es una expresión pasiva ante la violencia e imposición de los deseos de Heladio sobre ella. Heladio sufre su pasión. Su deseo es tan fuerte que llega a proyectar hacia afuera la grandeza de su mundo interior , se refiere a "la lunísima" así, en aumentativo. Pero el sufrimiento ante la ausencia de su amada convierte el deseo en actos arrebatados y violentos, el propio deseo le da la fortaleza para actuar —si no es orita, ya no es nunca.

Otra respuesta impulsiva masculina muestra el primer esposo de Francisca, quien decidió robársela el mismo día que la otra novia que tenía en el pueblo contiguo se negó a que la pidieran.

FRANCISCA

Él estaba como avergüenzado de que, que la muchacha la había, ¡que ya no la pidió, pues! Que lo engañó a él, pero él dice que a mí también me quería, dice, "yo también te quiero, yo te quiero también a ti, pero la quería yo más a ella, porque tenía más años de novios". Pero yo no quiero casarme, yo quiero regresarme a mi casa otra vez. Me dice, no, nos vamos a casar y ya, nos metimos y al día siguiente dice su mamá, vamos a hablar con sus papás, ¿fue por gusto?, le dije, sí, sí fue por mi gusto.
INV: ¿Por qué le dijiste que sí?
FRANCISCA: Pues no sé, yo no sé, ¡tal vez por miedo o por susto!

Ellas, en cambio, acceden a ser robadas aun cuando no se sentían preparadas para irse. Sus papás y los demás dicen que ellas "se quisieron ir con ellos". Además del sometimiento, ellas vivieron la experiencia con mucho resentimiento, impotencia y miedo.

En la tercera generación se está ejercitando cierto tipo de reflexión —un tanto incipiente— frente a la sexualidad de sus padres y abuelos. La juventud está empezando a mostrar una mayor capacidad para reconocer y expresar sus emociones, aunque muchas de ellas no son más que la continuidad del aprendizaje de género que se ha dado históricamente.

Para los muchachos, la mayoría de los cortejos siguen siendo "para pasar el rato", ellos pueden vivir con cierta indiferencia si alguien los corta o decide seguir y no los relacionan en absoluto con el matrimonio.

FERNANDO (de 15 años)

A la tercera, la conocí en el baile. Aquí, o sea ya habíamos platicado en su pueblo de que iba yo con un Federico, un chaparrito éste, y como él se llevaba con ella, y de él le habló a una, y yo ya platiqué un rato con ella. Así nomás y nos conocimos y ya. Hubo baile ahí en Cofradía. y que me dice, dice ¡Órale!, dice, ahi'stá, digo, a, digo, a ver si se acerca, y sí, baile con ella, ya después que me dice que juera yo p'allá, y sí, iba yo.

Ya la de ahora, pues había sido mi novia antes, pero un día me dijo que ya no. Y después que yo iba en la secundaria, que me dicen que si le hablaba yo que. de vuelta. Que le digo que sí. le digo, ahí como quieras, y seguimos siendo novios.

JOSÉ (16 años)

¡Ellas le hablan a uno! Sí, o sea, como si ellas fueran el hombre y uno la mujer. Me pasó con una de acá, la quinta creo. O sea que ya iba para la cancha y ésta andaba jugando ahí en la calle y nos íbamos con Carlos, y que les dice: "Bueno, muchachas, ¿jugamos? Bueno, pues jugamos, y luego ya nos vamos y que me llama ella, así, ven, así como media agachada... Ésa ya ha sido que nos llevábamos bien en la escuela porque salimos juntos y ya que me dice "te quiero decir algo", ¡ajá!, a ver, "que te quiero". Yo no supe ni qué decirle. 'Ora, por qué me dices eso, pues sí, te quiero, quiero que seamos novios. No, si el que tiene que decir soy yo. Pues sí, dice, como que no me quieres hablar.

El cambio más obvio lo muestran las muchachas, quienes también ya se están dando la oportunidad de vivir muchos noviazgos no necesariamente ligados al enamoramiento y están empezando a romper el guión del ritual de cortejo, al tomar ciertas iniciativas. La acción es muy aventurada y los confunde a todos, pues pone en juego premisas de género.

ESPERANZA (15 años)

Él, empezamos a platicar y ya dice, ¿oyes, qué no quieres ser mi novia? Le digo, no, qué te pasa, somos primos, dice, no, no somos nada, le digo: sí, le digo, tu mamá es mi tía, tú sabes muy bien que yo la respeto de tía donde quiera que la encuentro. Dice no, que no somos nada, y ya este, bueno nos hicimos novios. Ay Dios, pues de todas maneras nomás va a ser como por decir, una diversión, por un rato.

ELIA (17 años)

Con el chavo con que ando. con mi novio, que acabamos de trona. sí, a ése sí me lo cotorrié bien gacho, porque yo le hablé [risa], llegó al baile y él no quiso bailar y yo lo miré y corrí y le digo: hola, le digo, ¿ya te vas?, me dice: sí, y le digo: ¿qué no vas a bailar?, dice: no, y le digo: ¿por qué? Me dice: Ay, no sé. Le digo: ¿Bailamos?, dice: ¿me estás sacando?, le digo: sí, y dice: ay no, no bailamos. Estás bien payaso, yo le digo: ¿tienes novia?, dice: sí, le digo: no hay problema, no soy celosa, ¿quieres ser mi novio? Y dice: eres bien aventada.

Puede decirse que ahora hay una tendencia mayor entre los muchachos para "vivir la vida" antes de comprometerse en un cortejo serio y en una unión conyugal. Sin embargo, en ambos sexos hay una reflexión explícita para tratar de diferenciar las diversas relaciones según su involucramiento emocional. Los novios comparten sus sentimientos, en tanto que en las relaciones amistosas, sean con el mismo o con diferente sexo, se habla de acontecimientos.

INOCENCIO (16 años)

Los novios hablan de que si me vas a engañar, que no me vas a traicionar, que si me vas a ser fiel pa'toda la vida... es muy diferente, platican de cómo fue su vida más antes, que si le gustaría casarse con uno pues, si le gustaría tener hijos o le gustaría irse conmigo o muchas cosas, más de uno pues. O si no está ahí besándola o teniéndola ahí entre las piernas. y en ser amigos no, porque en ser amigos nada más platicas cosas que te suceden a ti a veces, ¿no?. un amigo es como, como un confesionario, ¿no?

ANA BELÉN (18 años)

Bueno, cuando somos amigos, no sé, hablamos de, de mi prima, de su hermano, o sea, de otras cosas, ¿no?, y cuando ya somos novios hablamos de él y de, de mí. De que me quiere o no me quiere o, este no pues, que me gusta esto de ti...

En el grupo de los varones más jóvenes se encuentra una relación menos desbalanceada y una mayor facilidad para expresar lo que sienten en el contexto de una entrevista de confianza o con algún amigo muy cercano. El reflejar ciertos sentimientos sigue siendo peligroso, según nos confirmaron José y Fernando, por la difusión que dicha información puede tener.

Entre los hombres, algunos empiezan a reconocer la presión social, la cobardía y el miedo que se experimenta en el cortejo.

INOCENCIO

Pues yo, a mí no me enseñó nadie. Yo pienso que es una experiencia fácil, ¿no? Porque si una persona realmente no, es que acercarse a una muchacha, pues a una novia es tener valor, o sea, porque eso es tener valor, ¿no? No tiene uno esa idea de que si te le acercas y te dice que te va a mandar a mucho no sé dónde, pus también se acobarda uno. Pero te llevas la idea que no, no piensas en nada pues, nada más si vas consciente que te va mandar mucho a. ya vas consciente, pues no sientes nada pus. pero hay muchos que sí, sí existen pues, que tienen miedo a veces por aventarse a conquistar una, ¿no?

Tener valor es un acto de demostración de poder y autocontrol emocional, cada conquista es una afrenta contra los propios miedos internos, una prueba y evaluación de la propia masculinidad. Aun luchando contra su propia cobardía, Inocencio se permite cortejar a una mujer mayor que él, aun cuando esa situación tenga una significación de sometimiento y debilidad —según se lo hace sentir la vale, su cuñada. Él empezó a cortejar a una muchacha que vende tortillas cerca de la tienda donde él trabaja en el mercado de Chietla y que aparentemente lo seducía. Aunque ella tiene cinco años más que él —como que tenía algo, ¡como que quería algo!, pues así. conmigo.

Para Inocencio, el amor es ante todo cariño, en tanto que la pasión tiene una connotación sexual directamente relacionada con el coito.

A veces, pus es que cuando la tengo cerca a veces le... a veces llego a sentir a, pus sí, a veces a como yo dijera amor, ¿no?, la pasión ya es muy distinta porque la pasión es otra cosa, la pasión es la entrega total de uno, ya la relación formal pues. la relación pues, entre sexos, ¿no? La pasión pues, ya es cuando se, cuando los cuerpos, se juntan, ¿no?, ésa es la pasión.

Las muchachas, mientras tanto, están ensayando nuevas prácticas, lo cual las está llevando a vivir experiencias emocionales más y menos intensas, a la vez menos predefinidas y por tanto, más confusas.

ESPERANZA

Después él se veía que sí me quería, le digo, no pues, es nomás estar lastimando su corazón, le digo, le digo ¡no! No pues cómo, o sea, me gustaba pero no lo quería. inv:¿Cuál es la diferencia?

Esperanza: Que me gusta nada más como es, su fisonomía y su carácter, nada más, gustar así y ya, pues. Ya querer es otra cosa, porque. querer es así, que hasta todo lo que te dice o te hace, hasta tú misma, no sé, hasta lo aceptas más con cariño, más con amor. Se siente como una emoción así, cuando lo veo, ¿no?, se pone uno nerviosa y bien acá.

Las mujeres también experimentan celos, desilusiones y sufrimientos, pues los muchachos suelen cortejar a varias simultáneamente.

MINA (17 años)

Ese hombre me hizo llorar, me ha hecho sufrir, ¡me he tragado mis propias lágrimas! Él andaba con mi propia prima, ella se rió de mí. Él me dijo primero lo hiciéramos y luego nos íbamos. Y es que el Joel la pasaba por aquí, por enfrente de la casa con la otra, frente a mis propios ojos.

ANA BELÉN (18 años)

Pues sí, siento feo [risa] porque, no sé, sí lo quiero en realidad, pero me gusta el chavo y éste, y. hablé por teléfono con mi mamá y me dijo que lo vio, como que la tenía agarrada de la mano y se estaban abrazando.

Ellos se permiten de pronto, acercarse o enamorarse de alguna que tiene novio y también narran experiencias de celos, sufrimiento y revancha.

Foto 11

INOCENCIO

Él empezó a cortejar a una muchacha que trabajaba en el mercado de Chietla, ella tiene tres años más y vende tortillas cerca de la tienda donde él trabaja. Cuando intenta codificar la diferencia entre amistad y "algo más", "¡como que tenía algo!, como que quería algo, pues así conmigo. Relata una serie de juegos, enojos y miradas, acercamientos y confusiones en escenarios diversos. Le llegan entonces mensajes: "te anda buscando, dice, tu novia", ante lo cual se le declara para enterarse por ella que no puede porque ya tiene un novio que vive en Nueva York, lo cual es seguido por un plantón de ella en el siguiente baile. Ella se disculpa y él dice no entender de qué se disculpa, para terminar diciendo: "voy a dejarla que la vea yo sufrir, como ella ya me hizo a mí, ¿no?"

Las muchachas viven con mucha culpa ciertas experiencias como dejarse cortejar cuando el novio se les fue al otro lado, o las ha engañado. También, a veces reaccionan con actitudes revanchistas que las llevan a permitirse otro tipo de relaciones, menos comprometidas.

REINA (16 años)

¡Ay pus!, estoy hecha bolas de plano [ríe] porque José, éste anduvo de novio con la hermana de mi, ¡de mi novio!... de Adolfo, ¿mh? Y ahora, pues así, siento que quiero a José [ríe] pero también a mi novio, ¡ay! Pus, este, siento que si dejo a Adolfo y le hago caso a José se va a enojar su hermana de mi novio y van a empezar a decir que cómo, si era el novio de la hermana ¡de mi novio! Y ay 'stoy hecha bolas, no sé ni qué hacer.

ELIA (18 años)

No, dice, ¿ya no vas a volver conmigo? Le digo: no. Y llevaba una rosa. Dice, ten. Digo, no. Ten; le digo: no la quiero llévatela. ¿Estás enojada? Le dije: no, no estoy enojada, mírame, voy bien contenta. Dice: ¿ya tienes otro? Le digo: tal vez. Dice, no. Te quería mucho, ya casi pedíamos permiso en tu casa para que yo entrara, ¿sí me quieres? Le digo, no, Eduardo. ¡Nada más te utilicé!

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Aunque todos los muchachos, al igual que sus padres y abuelos, se siguen iniciando en los prostíbulos de las ciudades cercanas, es un hecho que también están teniendo relaciones con sus novias. Algunas de las muchachas se animaron a contarnos sus experiencias al respecto. A pesar de la corta edad de Esperanza, su experiencia coital parece la decisión de experimentar una vida sexual diferente a la de las mujeres de las generaciones anteriores, con una cierta convicción en sí misma, aplicando efectivamente medidas de control de la fecundidad, pero con una gran dependencia cultural y económica en la colectividad que forman sus parientes y otras redes sociales, y que es común a todas las jóvenes de su medio.

ESPERANZA (15 años)

INV: ¿Cómo fue que empezaste a tener relaciones sexuales? ¿Cómo fue esa decisión?

ESPERANZA: Pues que, él me decía, no yo quiero, o sea, tocar tu cuerpo y no sé qué, y yo le decía no, pues es que pues le decía no, no puedo, pues está, tú estás afuera y yo estoy adentro, decía. Pues ya, este, entonces, este, que una vez dice, ay, dice, ábrele, le digo no, le digo, pues no tengo llaves, y una vez digo, ay, digo, voy a abrir, entonces le quité las llaves a mi mamá y ya, este, pues ya abrí a la otra noche, este, porque casi siempre platicábamos o sea, casi no me dejaban salir y así en la noche.

INV: ¿Entonces ya estaban dormidos tus papás, no se daban cuenta?

ESPERANZA: Ajá, y este, ya luego así, o luego le decía, cuando veas que ya apagaron la luz, entonces vas, y luego sí, luego estaba ahí en la portezuela y apagaban la luz o luego le decía yo te voy a aventar una piedrita, un papelito y ahí vas a verme, y decía bueno.

INV: ¿Y ese día le quitaste las llaves a tu mamá?

ESPERANZA: Ajá, y ese día le quité la llave a mi mamá y entonces abrí y este, pues se metió, y pues no sé, le dio tentación y ya entonces agarró. estaba yo sola, entonces agarró y me empezó a besar y pus ya ahí pasaron nuestras relaciones.

Inv: ¿Cómo fue la sensación para ti?

ESPERANZA: Pues no sé, fue. Pues la primera fue dolorosa.La primera y la segunda, ya la tercera pus ya fue agradable.

En el relato de Esperanza, aunque habla de dolor en las primeros encuentros genitales, expresa directamente un sentido al acto más relacionado con lo agradable; su vivencia no está cargada de miedo y tiene mucho menos incertidumbres que el que mostramos en los relatos de las mujeres mayores. Ella se culpa más tarde por esta actuación; por sus relatos pareciera que el hecho de vivirla como una práctica común entre sus compañeras y amigas le ha permitido experimentar emociones placenteras antes y durante la relación.

 

EMOCIONES ANTE LA INICIACIÓN COITAL EN LOS PROSTÍBULOS

En cuanto a la iniciación coital de los hombres, todos relatan historias muy semejantes, de hecho, es la categoría de mayor uniformidad en sus relatos. Todos los hombres —de las tres generaciones— se inician coitalmente en los prostíbulos. Les llaman "cabareses", "casas de cita", "casas públicas", "casas de ésas", "la zona". Lo único que cambia es el lugar: Chietla, Atencingo, Izúcar. Chietla aparece como referencia principal en la primera generación, las otras zonas aparecen en las siguientes. La edad de iniciación es sumamente parecida también, estando la mayoría entre los 14 y 15 años, con algunas excepciones como Alberto a sus 20 años.

MARIO

Yo tenía casi catorce años. La primera vez, me llevaron ora sí que, amigos de trabajo... porque éramos trabajantes. Un grande te seduce y te lleva bien al bien o al mal, y uno si también se, se deja uno llevar. Va uno a un voladero y hace uno. pillada y media. Si yo me resistía porque no nunca lo había hecho, nunca 'bía yo, ora sí que metido, pues ora sí que de manos así de mujer. Pero le digo, trabajo que entre uno la primera vez... y luego la mujercita agarra y dice... ¡ah! éste es nuevecito... no, pues está bien, ¡vámonos!, y le digo... a veces de allí ¡saca uno premios!... tons' me pegó una vez la purgación. [se refiere a la gonorrea].

Una de las significaciones más sustanciales del inicio con una prostituta es su relación con la identidad masculina. Tiene un sentido de ritual de iniciación al mundo de los hombres. Hay una estrecha relación entre iniciación coital y el trabajo masculino, la experiencia de autosuficiencia que actualiza la posibilidad de una iniciación pagada. Es el festejo al cobrar el primer sueldo, una demostración social de q

FABIÁN

Sí, pus, ya andábamos este, por ahí pus ya trabajábamos, ya tenía yo, ya tenía yo veinte años. A los quince años tuve mi primera relación. en Chietla. en las zonas. ahí pus... siempre ha habido casas de ésas, pues había zonas, pero... ¡no había mujeres en abundancia! 'Taban tres, cuatro y pus, ¡era difícil!, hasta se mataban por las mujeres. era peligroso porque había escasez. Los más grandes, pos otros amigos, se juntaba uno con ellos y. ellos llevaban a uno.

Todos coinciden en que los otros de su generación se están iniciando igual. A la pregunta a Celerino de si conoce hombres que hayan llegado vírgenes al matrimonio responde ambiguamente: "Me imagino que no, o a lo mejor habrá, de cien, habrá diez a la mejor. Sí, un 10 por ciento."

Los agentes que intervienen en esta iniciación siempre están entre los familiares cercanos, principalmente hermanos o primos mayores, o los amigos "que ya fueron". Los padres y abuelos oficialmente no se enteran aunque saben que así se sigue dando la iniciación coital. Se hace "bajo reserva", dice Mario. "Siempre son cosas, este, oscuras" para la familia, agrega Celerino. Esto, en Alberto significa un rezago relativo: "A los veinte años me hice hombre... ¡¡me dilaté mucho!"

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Sobre la experiencia misma hay diferentes versiones. Una cosa llamativa es que al acto coital con prostituta Juan Fernando le llama "hacer tus relaciones", mientras que en el contexto de la pareja le llama "hacer el amor". Este primer término es el mismo que aparece en el discurso de la esposa de Antonio para los primeros actos sexuales donde ella aún no disfruta. En la tercera generación las cosas no son muy distintas.

José (de 16 años) ve retrasada su iniciación sexual por la pobreza de su familia. El ser "leñero" le reporta un ingreso muy limitado, además de una movilidad que no implica salir de su poblado. Esto lo contrasta con otros jóvenes que ya trabajan jornaleando en la casa. Existen ciertos riesgos, por ser menores de edad, al acudir a los prostíbulos de la región. Casi todos hablan del cuidado que hay que tener de que no los atrape la policía. El riesgo real no es tanto la cárcel, sino el de la mordida que tendrían que soltar. Sin embargo, en las entrevistas no hay alguien que haya pasado algo por el estilo.

Inocencio habla más extensamente de su primera y única experiencia con las cabareteras. Lo llevan sus hermanos migrantes en uno de sus retornos. Habla del miedo ante la experiencia y la necesidad de "darse valor", para luego compartir su disfrute.

Como quien quiera uno siente miedo, sientes temor a algo, ¿no? Pero ya entre uno y otro —se puede decir— se puede dar uno más valor, ¿no?

INV: Con las mujeres de la cantina, ¿sentías pasión?

INOCENCIO: La pasión puede surgir con cualquier mujer... O sea, nada más puedes sentir pasión más, más mucho menos, no amor. Yo puedo sentir amor por una amiga, por una, por una por mi madre misma, por un hermano por, por alguien, ¿no?, amor. Cariño es lo mismo, ¿no? Ya pasión, no, porque la pasión es muy distinta, la pasión, se puede tener, nada más con una mujer...

Para Inocencio la pasión sexual es una fuerza incontrolable, es como "perder los estribos", metáfora que se refiere a esa experiencia tan peligrosa de falta total de control sobre el caballo y que está relacionada con múltiples dramas y tragedias entre quienes viven en el campo:

que por ejemplo que si yo realmente me llegara a enamorar de ella, y que, si real, que por ejemplo, en una ocasión que estuviéramos así platicando, ¿no?, y que realmente ella me dij... que nos llega, que nos llegáramos pues a perd... que nos llegáramos a, a perder pues como le digo, los estribos, ella y yo..., podría pasar, ¿no?... la pasión... Porque la pasión no tiene fronteras o... Pus entonces...

"Perder los estribos" es un riesgo que Inocencio no se ha permitido correr con ninguna de sus novias, pero que puede fantasear como una posibilidad humana, un acto que quedaría justificado por esa cualidad incontrolable de la pasión amorosa que culmina en el amor limpio, aquel que no admite anticipación ni prevención alguna y que se guarda para sí como uno de los más internos secretos del propio ser.

Y si lo hacía, si lo "haciéramos", por ejemplo el, el amor limpio, el amor limpio es no utilizar ningún preservativo, ¿no?, ése es el amor limpio. Y si lo hiciéramos, el amor, por ejemplo, así pues, con preservativos, a la mejor pus no pasaría nada, ¿verdá?, eh, ni ella se iba embarazar, pus no me iba a pasar nada, y si iba ella iba a guardar su secreto y todo, y si algún día llegáramos, llegaríamos a tronar o algo, nada más iba a saberlo ella y yo, ¿no?

Para Inocencio, las novias son siempre vírgenes, por lo tanto, el varón debe "llevar la rienda" para enseñarla a hacer el amor, en tanto que con las cabareteras son ellas quienes los dirigen y con quienes ellos esperan encontrar un placer "más profundo":

una novia, si realmente es un como que quieren decir una virgen, una virgen, ¡que no sabe de nada!, el que la debe ir guiando es uno para, pues uno es el que ¡debe uno de llevar la... la rienda!, se puede decir, ¿no?, para llegar a hacer el amor y tener más intimidades uno es el que debe, uno de, o sea pues. Y es muy distinto en un en una, como usted dijera, en una cabaretera, porque esas mujeres ya'stán suficientemente más, más impuestas a hacer lo que una muchacha decente no, porque ellas, puedes encontrar más placer con una de ellas que con una, con una señ..., ¡con una muchacha, pues! ¿no? Porque ésas, porque las m..., porque las mujeres, esas cabareteras, ellas son las que te van a inducir hasta 'onde, va... van hacer pues como... como juegos pues, con uno, ¿no? Uno nada más las va uno siguiendo a ellas, y ellas van a ser las que van a llevar..., la rienda del amor, ¿no? Ahí esta la diferencia, con mi novia, amor impuro con la... prostituta, pero puedo..., puedo tener ¡más placer profundo!

En el relato de Inocencio queda claro que las relaciones apasionadas no forman parte del noviazgo. Y cuando ocurre una fuerte pasión por la novia es un signo catalizador para iniciar una gran decisión: la iniciación de una vida conyugal. La pasión amorosa es un indicador subjetivo que en el varón arranca un proceso incesante de presión hacia la novia para llevársela, para irse a vivir juntos y "para toda la vida".

Pero, ¿para qué lo vamos andar haciendo en lugares prohibidos? Si cuando una pareja se, realmente se, se ama o realmente ya se comprende y sabe que va ser feliz, lo único que pasa es que ella se va con uno, o habla uno con los padres y se dice: "ya me quiero casar", y den a la muchacha y se casan, pero pa' qué, ya para toda la vida se, como se, dicen, ¿no?, o si no, nada más hablas con ella, "¿sabes qué? si ya te quieres venir conmigo, si realmente estás, ya muy si realmente ya'stás convencida de que la, de que, la de que tu vida... o soy yo...

Finalmente, cuando la investigadora le cuestiona sobre si ir a las casas de cita se contradice con su religiosidad, Inocencio dice que no, puesto que "Dios amó, injertó y dio fruto, ¿no?" Con lo cual confirma la escisión entre amor limpio y el placer,dos formas religiosamente aceptables en los varones.

 

CONCLUSIONES

El pueblo estudiado es representativo de una diversidad de poblaciones mestizas y reflejo de muchos de los procesos económicos y culturales que están sufriendo las poblaciones rurales de los estados del centro del país. Nuevos procesos de resistencia y apropiación se expresan en esa presencia de noviazgos informales desde los diez, once años, relaciones menos formales y patrones de comunicación más afectivos. Las mujeres comienzan a tomar la iniciativa para "hablarles a los muchachos" y a permitirse contactos corporales de mayor intimidad. Entre las permanencias encontramos que se mantiene la necesidad de la indulgencia de los santos, de creencias mágicas y religiosas relativas al cuerpo y a la sexualidad. Los varones siguen iniciándose con las "mujeres del cabaré" y el valor de la virginidad sigue siendo un recurso para el intercambio de mujeres entre las familias. Las regulaciones sobre los procesos de cortejo, noviazgo y prácticas sexuales son las mismas desde los tiempos de las abuelas, pero también encontramos que las generaciones pasadas pierden vigencia como ejemplos a seguir. Hay un nuevo posicionamiento de los jóvenes frente a las normas del cuerpo y no hay duda de que presenciamos nuevos sentidos y prácticas inéditas entre las y los jóvenes campesinos de hoy. Es clara la apropiación selectiva de patrones estéticos urbanos, sentidos afectivos y lúdicos en el noviazgo, relaciones sexuales alejadas del interés conyugal, juegos y contactos corporales entre novios en espacios públicos.

Las transformaciones son muchas y algunas de las más sustanciales pueden relacionarse con factores como la emigración, el acceso a los estudios secundarios, la incorporación de jóvenes y mujeres al trabajo asalariado y la influencia de los medios electrónicos de comunicación. En tal sentido, el trabajo confirma la importante influencia de estos factores en los cambios de la organización jerárquica y autoritaria de la familia rural mexicana, que habían encontrado otros investigadores del campo (Levine y Levine, 1985; González, 1995; Mummert, 1994; Castañeda, 1996). Además, aporta datos directos sobre las transformaciones de la sexualidad.

En cuanto a las significaciones subjetivas se encontró una relación muy directa de las emociones sexuales con las premisas de poder y de género, así como con la concepción mágica de la sexualidad. El miedo y los celos pueden tomar sentidos particulares de acuerdo con creencias locales sobre los contactos corporales y el coito, o en función del sentido de propiedad que los varones sienten sobre el cuerpo de sus hijas, novias o esposas. La competencia por una mujer entre los hombres, y los artilugios para hacerse de un buen partido entre las mujeres, explica en ocasiones por qué el deseo o el placer pueden vivirse como emociones perturbadoras. La concepción de la sexualidad como un ente fuera del control o que hay que controlar puede llegar a determinar la decisión de unirse, casarse o dejar a alguien, ya sea en la modalidad de "abandonar", "pedir la mano", "fugarse concertadamente", "casarse" o "robarse a la novia".

Las experiencias de amor y desamor de los informantes revelaron dilemas relacionados con la autoestima y la identidad sexual, con creencias y significaciones subjetivas acerca de lo que es "ser hombre" o "ser mujer". En la comunidad estudiada las mujeres viven el deseo como una experiencia irremediable que escapa a la propia decisión, "me ganó la voluntad" es la expresión que ellas utilizan cuando han tenido que ceder y han perdido el dominio del deseo sobre su cuerpo y sobre su capacidad de decidir. Se puede llegar a perder hasta la dignidad y a aceptar las más profundas humillaciones "por amor", como en el caso de Mina: "este hombre me ha hecho llorar, me ha hecho sufrir, me he tragado mis propias lágrimas".

Los varones viven el cortejo como un acto de conquista donde "todo debe estar bajo control". Se trata de "enamorarlas" a ellas, así en tercera persona, para negar el propio involucramiento emocional. "Perder los estribos" es una expresión masculina referida a quienes montan los caballos, se trata justamente del riesgo que expresan —sobre todo los más jóvenes— ante la imposibilidad de controlar los deseos frente a la novia. El deseo es también una fuente de motivación juvenil para conquistar, es un sentimiento que hay que saber controlar y que implica aprender a luchar para que otros no ganen a la mujer deseada, como dice Heladio: "No vaya a ser la de malas, que otro me la vuele ya de las manos. si tú te atontas, si tú 'tas durmiendo,otro no anda durmiendo, otro llega y te la quita".

Aun entre los más jóvenes, conquistar es un acto de demostración de poder y autocontrol emocional. Cada conquista implica enfrentar los propios miedos internos, es una prueba de la masculinidad. El consentimiento de la mujer y el placer concomitante, es un triunfo que se muestra a los demás como un trofeo deportivo, premio merecido después de muchos intentos y súplicas hasta lograr "enamorarlas".

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El miedo es una emoción masculina y femenina que se relaciona con diversas vivencias amorosas y sexuales. Las primeras experiencias genitales se viven como de gran trascendencia y con miedo, ese sentimiento que Hasberg define como reacción a un objeto peligroso o no deseado, a algo digno de ser temido. Ellas sienten miedo ante la falta de referentes cognoscitivos sobre el acto y por las valoraciones hacia la virginidad, miedo al dolor y al sangrado, miedo a quedar mal frente al amado, miedo al desprestigio y a perder la dignidad. A los hombres les cuesta mucho más trabajo hablar de la primera noche conyugal; en sus testimonios pareciera que nunca antes habían hablado al respecto. Son muy evasivos y sólo pueden llegar a mencionar que la experiencia fue difícil. De ellos se espera una actitud pedagógica y que "lleven la rienda para llegar a hacer el amor". Los varones tienen miedo al rechazo, la experiencia amorosa pone en riesgo su auto-confianza. El enamoramiento entre hombres puede vivirse como una experiencia perturbadora ligada a los celos en la cual se pierde la certeza: "Yo tenía desconfianza y a la vez miedo, veces no me dormía nomás de estar piense y piense en ella", nos cuenta Heladio. Los celos son sinónimo de "muina", un sentimiento ligado a la competencia entre los hombres; suele amenazar la virilidad e ir acompañado de miedo a perder el prestigio. Los celos colocan al sujeto en una posición muy vulnerable, donde la felicidad queda fuera de su control toda vez que depende de otra persona. En el fondo parece haber una gran dificultad para vivir las emociones amorosas y también se trata de una estrategia de control de los movimientos de las mujeres que no se interrumpe ni con la migración, pues a través de la única caseta telefónica del poblado, los hermanos y amigos del novio o esposo se encargan de dar permisos para los desplazamientos e informar sobre los pasos de la mujer (sea novia o esposa) que se quedó acá.

Los celos han generado respuestas violentas, arrebatos y decisiones impulsivas por parte de los varones. Golpear a la compañera o robarse a la novia han sido actos motivados por el sufrimiento del amor y los celos. Estas reacciones se acompañan generalmente de la ingestión de alcohol. La bebida inmoderada de alcohol es uno de los problemas señalados entre los más importantes por las informantes jóvenes.

Frente a los celos, las mujeres expresan sufrimiento y coraje, colocándose en una posición pasiva: "Acá son bien celosos." Para referirse a sí mismas no hablan de celos sino de engaño: "Me anduvo engañando con otra" Pese a que la violencia justifica socialmente una separación de pareja en esta comunidad, las mujeres no van más allá de amenazar abandonar temporalmente a su pareja, aunque terminan sometiéndose a diversos estilos de violencia masculina (humillaciones, golpes, control de movimientos, recriminaciones), y es común que las madres reproduzcan estas medidas como medida de control disciplinario hacia sus hijos e hijas.

Entre experiencias de amor y desamor también ocurren noviazgos sin enamoramiento. No sólo los hombres, sino que también las mujeres más jóvenes están ensayando relaciones "sólo para divertirse", y también noviazgos simultáneos o revanchas cuando han sido engañadas: "Ahora nos toca a nosotras." Pero ellas viven con culpa el dejarse cortejar o "utilizar" a otro para acompañarse o celar al novio, quien muchas veces vive en otra ciudad o ha emigrado a Estados Unidos.

La iniciación en los prostíbulos se considera un camino de aprendizaje sexual entre los jóvenes y es una prueba de autonomía económica y libertad que tiene que ver con la identidad adulta masculina: "A los veinte años me hice hombre." Se trata también de una experiencia peligrosa, pues se tiene miedo a posibles broncas y a la experiencia de la primera vez, los acompañantes (primos, tíos, amigos) son sustanciales porque ayudan a "darse valor". Entre los muchachos más jóvenes se espera que las "mujeres del cabaré" induzcan el acto, hagan juegos y "lleven las riendas del amor"; piensan que con ellas pueden obtener un placer más profundo que con las novias o futuras esposas.

 

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Notas

* Este trabajo presenta una parte del estudio sobre "La sexualidad en el cortejo: contrastes de género y generacionales en una comunidad rural", en el que colaboró Benno de Keijzer como co-investigador. El estudio fue financiado por el Programa de Género, Familia y Salud Reproductiva del Population Council.

** Los nombres y apellidos de los informantes han sido sustituidos para garantizar la confidencialidad de la información.

1 Esa visión responde a una concepción positivista de la realidad, como si la realidad fuese algo que está en el exterior y el investigador sólo tiene que alcanzarla. Dentro de la teoría fundamentada está claro que codificar y analizar es interpretar, pero no se considera válida esta interpretación hasta no ser confrontada con "los datos", como si los datos no fueran una construcción resultante de ciertos procesos interpretativos del investigador.

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