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Acta poética

On-line version ISSN 2448-735XPrint version ISSN 0185-3082

Acta poét vol.30 n.2 Ciudad de México Sep./Nov. 2009

 

Dossier: filosofía y literatura

 

Literatura y filosofía en Una muerte sencilla, justa, eterna de Jorge Aguilar Mora1

 

Literature and Philosophy in Una muerte sencilla, justa, eterna by Jorge Aguilar Mora

 

Elsa Rodríguez Brondo

 

Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Fecha de recepción: 4 de marzo de 2010.
Fecha de aceptación: 18 de julio de 2010.

 

Resumen

Una muerte sencilla, justa, eterna de Jorge Aguilar Mora es una suma de géneros literarios que va del ensayo, la narrativa, la crónica hasta la autobiografía. Más allá de su complejidad formal, en ella se discute el gran relato de la revolución mexicana y se apuesta por recuperar la historia pequeña y los datos olvidados por la historiografía oficial. Esta apuesta por recuperar los márgenes, mantiene un diálogo con lo que Walter Benjamin pedía al historiador: 'leer la historia a contrapelo". Las Tesis sobre la filosofía de la historia de Benjamin iluminan la lectura del libro de Jorge Aguilar Mora y éste, a su vez, concretiza nociones benjaminianas en el contexto de la lucha armada de la División del Norte en el México revolucionario.

Palabras clave: Ética, memoria y revolución, Aguilar Mora, Walter Benjamin.

 

Abstract

Una muerte sencilla, justa, eterna by Jorge Aguilar Mora is a collection of genres ranging from essay, narrative, chronicle, and autobiography. Beyond its formal complexity, it discusses the great story of the Mexican Revolution and is committed to recover the small stories and details forgotten by official history. This bet to recover margins, maintains a dialogue with what Walter Benjamin asked the historian: "to read history against the grain". In Benjamin's Theses on the Philosophy of History the author illuminates the reading of the book by Jorge Aguilar Mora, and he, in turn, materializes Benjaminian notions in the context of the armed struggle of the Northern Division in revolutionary Mexico.

Key words: Ethics, memory and revolution, Aguilar Mora, Walter Benjamin.

 

Mi familia vino del norte, de Monterrey y de Chihuahua. Inscrita en una historia particular ahora toma sentido en una historia que se ilumina con los relámpagos benjaminianos de tantos muertos y tantos relatos que se han contado en el olvido. Mi abuelo huyó a Nueva York con su padre cuando el villismo cayó en desgracia y allá, junto al río Hudson, se dedicó a construir vías ferroviarias, en tanto estudiaba contabilidad en una escuela nocturna. Allá, mientras Central Park hacía crecer algunos árboles, a mi abuelo se le incrustó la esquirla de un durmiente en un ojo. Un mítico ojo de vidrio neoyorkino lo acompañaría hasta su muerte. La revolución mexicana atravesó a mi familia con pérdidas y exilios. No sólo la mirada de mi abuelo, Alfredo Brondo Costilla; no sólo la muerte de mi tío abuelo José Brondo, en la batalla de Celaya, siendo militar de Francisco Villa; no sólo el paso de mi tío bisabuelo Encarnación Brondo Whitt como médico de campaña en la División del Norte, ni la definición de una vocación de escritor que lo llevaría a contar, a la manera de su época, cuadros de costumbres de las primeras décadas del siglo veinte en el norte;2 fueron también todas las mujeres de mi familia que se quedaron en sus casas, atestiguando el peso de los políticos y militares poderosos, y sobrevivieron a la barbarie que se instaló en la alta geografía de México durante la revolución. Ellos y ellas permanecieron en la distancia física y en un tiempo que no fue el mío. Si ha llegado a mí tanto recuerdo es porque mi madre —las mujeres solemos guardar la memoria de lo pequeño— me regaló un pasado que nunca pude tocar. Nunca he estado en Chihuahua, en mis dos viajes de trabajo a Monterrey nunca busqué a nadie.

Nadie, nunca, nada y sin embargo todos mis fantasmas me acompañan como espectros derridianos de una justicia del porvenir.3 De mi familia he perdido casi todo y quizá por eso los pocos nombres que atesoro forman parte de una lectura de la revolución mexicana que cobra sentido para mí —en el apremio de que su existencia se haga presente—, con la aproximación del escritor mexicano Jorge Aguilar Mora en Una muerte sencilla, justa, eterna. Cultura y guerra durante la revolución mexicana (1990). ¿Cuál es esa aproximación? En la página 104 del libro aparece la pregunta nietzschiana: ¿Qué es esto para mí? Pregunta que ya había formulado Jorge Aguilar Mora en su tesis doctoral, publicada en 1978,4 La divina pareja. Historia y mito en Octavio Paz. En la tesis, la pregunta sirve para desmantelar las capas del discurso del premio Nobel mexicano, para mostrar las aporías de un pensamiento crítico que aún domina algunos territorios de nuestra república de las letras.5 Esta repetición de la pregunta que formula Nietzsche en el parágrafo 554 de La voluntad de poder, se desarrolla en Una muerte sencilla, justa, eterna en otros términos:

No había exigencia mínima, porque de hecho la pregunta misma era literalmente impertinente: no se trata de una mayor o menor objetividad, ni de una menor o mayor subjetividad [...] La perspectiva o el horizonte de sentido es una voluntad; y desde el momento en que se reconoce como voluntad, es una voluntad de valor: "¿Qué es esto para mí?", preguntaba Nietzsche, y el para mí no era mayor o menor subjetividad, era la subjetividad misma: ninguna cantidad de datos "objetivos" es garantía de verdad; pero tampoco ninguna declaración de buenos propósitos "personales" (ideológicos, morales, patrióticos, académicos) lo es. La única garantía o la única medida es la proposición de un valor: ¿qué posición frente a la vida? No frente a la historia, no frente a la academia, frente a la vida: qué valores defiendes y propones, más allá de la moral, y de las ideas, y de tus ambiciones en el escalafón académico (Aguilar Mora, Una muerte sencilla, justa, eterna, 104-105).

La pregunta de Nietzsche, ¿Qué es esto para mí?, que a su vez ha sido leída por Deleuze como una voluntad de valor,6 en Aguilar Mora desplaza el problema de la interpretación a los terrenos de la ética: ¿qué posición frente a la vida? Y esta pregunta nos interpela a cada uno de nosotros, que intentamos desde la "subjetividad misma" proponer una interpretación y con ella, sin advertirlo, también responder a ¿qué posición frente a la vida?

Aguilar Mora parte de una perspectiva más allá de un género —ensayo, novela, autobiografía, historia o crónica— y es su perspectiva la que hace necesario el uso de la primera y la tercera persona del singular, del relato, de otra interpretación de la historia. Una lectura a contrapelo, como propone Walter Benjamin en su "Tesis VII" sobre la historia, no sólo de la historiografía sino de la literatura que confina ciertos recursos a un género. La postura frente al devenir de Jorge Aguilar Mora tiene vasos comunicantes con Walter Benjamin y su idea de una memoria que irrumpe en la historia: "Articular históricamente el pasado no significa conocerlo 'tal como verdaderamente fue'. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro" (Tesis sobre la historia y otros fragmentos, 40). El instante de peligro para Aguilar Mora es una constelación de acontecimientos en los que el poder y la muerte son ejes históricos y personales: el sexenio de José López Portillo; la desaparición de su hermano David en Guatemala durante la guerra de guerrillas de los años sesenta; el borramiento de las historias singulares y el canon de la novela de la revolución mexicana. Lo que leemos en las primeras páginas de Una muerte sencilla, justa, eterna es el proceso de la escritura misma, una expedición por los motivos de un texto que intenta responder a esa pregunta ética que persigue y nos persigue en la lectura.

La escritura del ensayista, traductor, novelista y poeta Jorge Aguilar Mora asume una política de la memoria que pareciera construirse a la manera del mosaico, cuyas piezas, independientes en su unicidad, dialogarían en la repetición y la diferencia.7 Esta condición se manifiesta a lo largo de la obra, como si al hablar del presente autobiográfico, de un fragmento literario o del pasado histórico estuviera hablando de lo mismo, el poder impone un discurso al que hay que oponer resistencia crítica, y a la vez, cada una de las expresiones de ese poder se volvieran únicas e irrepetibles.

Aguilar Mora se proponía en un principio hablar de los políticos mexicanos a la manera de Suetonio en su Historia de los doce cesares, pero declina a favor de una empresa humilde y ambiciosa a la vez:

mi libro no sería de historia, ni de revelaciones biográficas. Sería simplemente un libro de estilo. Un libro donde el estilo serviría para hacer económica una imagen que ciertos mexicanos tenemos en la imaginación, en nuestra convicción y en la memoria; pero que no tenemos en la escritura (11).

Y específicamente en la escritura crítica, porque para Jorge Aguilar Mora fuera de la literatura hemos sido incapaces de resistir a los discursos monológicos, no sólo de la historia oficial, sino de la cultura oficial: ni Alfonso Reyes ni José Vasconcelos ni Octavio Paz escaparon al poder y su discurso.

Aguilar Mora emprende una obra singular, extraña y difícil de clasificar. Asumido como escritor nos cuenta el proceso de un Jorge Aguilar Mora que perdió a su hermano David en la guerra de guerrillas en Guatemala; su paso por el 2 de octubre del 68; sus lazos indisolubles con Chihuahua y el norte; el terremoto del 85; su formación en el Colegio de México; su encuentro en París con Roland Barthes; sus pesquisas de historiador; sus intenciones y las razones y proporciones teóricas de las que se ha nutrido para hablar de la Revolución mexicana. La metaficción se enlaza con el escrutinio historiográfico, la filosofía, la teoría crítica y el rescate de escritores —Nellie Campobello y Rafel F. Muñoz, entre ellos— que eligieron hablar de lo pequeño a diferencia de Martín Luis Guzmán o de Mariano Azuela, autores emblemáticos de la novela de la revolución mexicana, llena de relatos épicos.

En algún momento de su tesis sobre Paz, Aguilar Mora habla de las decisiones del poeta como "definitivamente políticas",8 porque para el escritor toda decisión está inscrita en un orden político, en un amplio sentido. En Una muerte sencilla, justa, eterna se actualiza la idea de una política de la memoria crítica que decide hablar de lo pequeño, lo marginal, lo minimizado y lo borrado por la historia, como una forma de resistencia. "¿Cómo murió [mi abuelo]?", pregunta a su padre el personaje Jorge Aguilar Mora, "en la Revolución [...] uno de tantos que nunca volvieron", le responde. La anonimia de tantos que fueron sepultados en fosas comunes durante la revolución, de los que sólo se guarda una memoria íntima, forman parte de esa preocupación que es saciada en parte por dos obras literarias que acompañan intermitentemente al texto: Cartucho de Nellie Campobello y ¡Vamonos con Pancho Villa! de Rafael F. Muñoz. En Cartucho es la mirada de la infancia que cuenta una revolución pequeña, en breves postales de pueblo, plagada de fusilamientos y de muertos fugaces. En ¡Vamonos con Pancho Villa! un grupo de héroes comunes se unen a la División del Norte fieles a la figura aporética de Francisco Villa.

La literatura en estas historias de vileza y de esfuerzo tiene [...] una tarea decisiva: convertir los hechos históricos en acontecimientos lingüísticos y en propiedad colectiva anónima. Esa función cotidiana y luminosa de la literatura permite transfigurar el dolor colectivo en voluntad, y la voluntad en imperativo moral, sobre todo en los momentos en que el tiempo histórico mismo oscurece nuestro futuro más inmediato (Aguilar Mora, Una muerte sencilla, justa, eterna, 11).

La tarea de la literatura es, entonces, hacer posible un diálogo crítico entre la historia y una memoria que la actualiza y la sacude. En Una muerte sencilla, justa, eterna se construye este diálogo en la figura del mosaico que ya habíamos señalado. Su deseo de totalidad intenta cumplirse en el fragmento: la estructura del libro mantiene en cierto sentido un orden lineal de lo que se quiere contar, y a la vez fragmentario, porque se pasa de la autobiografía, la narración, la reflexión teórica, la crítica literaria, la apuesta filosófica, a pasajes absolutamente histo-riográficos. Esta fragmentación de la totalidad, disemina una pregunta ética: "¿Qué posición frente a la vida?" a través de temas y recursos formales.

La autobiografía y la metaficción hacen posible la transparencia de una perspectiva, así como la crítica literaria que emprende, hace posible, en los mismos términos de la institución académica, poner en cuestión el canon de la narrativa de la Revolución mexicana. La escritura crítica de la historia se realiza con los mismos artilugios que otros textos historiográficos, pero esta vez para volver a dibujar figuras como Pancho Villa, Lucio Blanco o la compleja relación con la frontera norteamericana. El conjunto de los fragmentos ofrece, ciertamente, un ejercicio de estilo, aunque sería más adecuado llamarlo "ejercicio de estilos", de formas canónicas aceptadas por las políticas académicas, pero que por su naturaleza crítica y el montaje de cada una de sus partes, constituyen una afrenta para el espíritu clasificatorio de todas las disciplinas de Aguilar Mora en crisis.9 En este sentido, se puede leer la confusión que despierta el texto en algunos críticos.10 Aguilar Mora coloca su obra, desde el estilo, en una posición problemática, como si la obra misma expresara el contenido incómodo, en la incomodidad que representa determinar el género al que pertenece.

¿Qué posición frente a la vida? es la pregunta que se intenta ilustrar en las páginas de un libro, pero que se ramifica en, por llamarle así, la corriente de un río que atraviesa el corpus de su obra. Esta preocupación podría ser benjaminianamente "el intento de arrancar la tradición de manos del conformismo, que está siempre a punto de someterla" (Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, 40). La "Tesis VI" de Walter Benjamin, de la que he tomado estas últimas líneas, esclarece —en parte— el obsesivo trabajo de Aguilar Mora, legible tanto en Una muerte sencilla, justa, eterna como en los ensayos, que a modo de prólogo, acompañan las ediciones de Cartucho de Nellie Campobello, ¡Vamonos con Pancho Villa! y Se llevaron el cañón para Bachimba de Rafael F. Muñoz publicadas por editorial Era. En la "Tesis VI", Benjamin habla del peligro que acecha a la tradición y a sus receptores, el peligro de entregarse como instrumentos de la clase dominante. Es decir, reproducir el discurso y la memoria de los vencedores, incrustando en la tradición ese discurso y esa memoria "oficiales". Para Benjamin ni aun los muertos estarán a salvo de este peligro. Los fusilados, la literatura marginada, los sin nombre de la revolución mexicana, la muda historia. Aguilar Mora pareciera actuar en consecuencia insistentemente en todos los espacios de su discurso donde se puede leer ¿Qué posición frente a la vida?: que puede leerse como el ejercicio de una memoria política de repetición y diferencia que se pone en acto quizás porque sabe, como Walter Benjamin, que "el enemigo no ha dejado de vencer" sobre una tradición secuestrada, tanto como sobre los receptores de esa tradición.

 

REFERENCIAS

AUB, Max, Guía de narradores de la Revolución Mexicana, México, Lecturas Mexicanas, FCE/SEP, 1985.         [ Links ]

AGUILAR MORA, Jorge, La divina pareja. Historia y mito en Octavio Paz, México, Era, 1978.         [ Links ]

----------, Una muerte sencilla, justa, eterna. Cultura y guerra durante la revolución mexicana, México, Era, 1990.         [ Links ]

----------, "El silencio de Nellie Campobello", en Nellie Campobello, Cartucho. Relatos de la lucha en el norte de México, México, Era, 2000, 9-42.         [ Links ]

----------, "Una novela fiel", en Rafael F. Muñoz, Vamonos con Pancho Villa, México, Era, 2007a, 9-41.         [ Links ]

----------, "Novela sin joroba", en Rafael F. Muñoz, Se llevaron el cañón para Bachimba, México, Era, 2007b, 9-45.         [ Links ]

BENJAMIN, Walter, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, México, Ítaca/UACM, 2008.         [ Links ]

CASTAÑÓN, Adolfo, "Jorge Aguilar Mora: hacia la unidad de la experiencia", en Arbitrario de literatura mexicana, México, Lectorum, 2002, 39-42.         [ Links ]

DELEUZE, Gilles, Nietzsche y la filosofía, Barcelona, Anagrama, 2008.         [ Links ]

DERRIDA, Jacques, Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo de duelo y la Nueva Internacional, Madrid, Trotta, 2003.         [ Links ]

DOMÍNGUEZ MICHAEL, Christopher, "La tanatografía de Jorge Aguilar Mora", en Servidumbre y grandeza de la vida literaria, México, Joaquín Mortiz, 1998, 263-268.         [ Links ]

----------, "Tumba con nombre: Nellie Campobello", en Letras Libres, 22, México, octubre 2000, 93.         [ Links ]

PARRA, Max, Writing, Pancho Villa's Revolution. Rebels in the Literary Imagination of Mexico, Texas, Texas University Press, 2005.         [ Links ]

 

Notas

1 Jorge Aguilar Mora (México, 1946) es un escritor poco leído y estudiado en nuestro país. No es el objeto de este texto hablar de las posibles causas de esta exclusión. Sin embargo creo que es importante incluir una cita del crítico Christopher Domínguez Michael en esta nota a pie de página como un indicio de la recepción del escritor en México: 'Figura excéntrica, fue quien se tomó con la vanguardia de los años sesenta las libertades más fecundas, y quien renunció a ellas con mayor provecho. Discípulo de Roland Barthes, autor de dos novelas que hicieron época (Cadáver lleno de mundo, 1971 y Si muero lejos de ti, 1979) y poeta ignorado por el canon crítico (No hay otro cuerpo, 1977 y Esta tierra sin razón y poderosa, 1986), Aguilar Mora es también uno de los pocos intelectuales mexicanos que han razonado, con fortuna o sin ella, contra la obra de Octavio Paz (La divina pareja). Profesor residente en Maryland desde hace varios años, Aguilar Mora es una ausencia presente de nuestra vida literaria, un intelectual militante —de su propia y extraña causa— que tiene más lectores, devotos e irritados, de los que su personalidad, entre hosca y mustia, haría sospechar: Yo le profeso una admiración plagada de dudas y querellas; admiración honrada pues no exige ni recibe correspondencia alguna" (Domínguez Michael, 'La tanatografía de Jorge Aguilar Mora", 263). Este indicio también podría explicar lo que anota años más tarde el mismo Domínguez Michael: 'uno de los ensayos más sugerentes —y menos leídos— de la literatura mexicana contemporánea: Una muerte sencilla, justa, eterna del propio Aguilar Mora" (Domínguez Michael, 'Tumba con nombre: Nellie Campobello", 93).

2 Aunque he tenido noticia de la existencia de otras obras, Encarnación Brondo Whitt publicó dos libros que se inscriben en la tradición de la crónica: Nuevo León. Novela de costumbres. 1896-1903 (1935) y La División del Norte. 1914 (1940), ambas bajo el sello de Lumen. La referencia a La División del Norte, 1914 la encontré en la bibliografía de Una muerte sencilla, justa, eterna.

3 'Ninguna ética, ninguna política, revolucionaria o no, parece posible, ni pensable, ni justa, si no se reconoce como su principio el respeto por esos otros que no son ya o por esos otros que no están todavía ahí, presentemente vivos, tanto si han muerto ya como si todavía no han nacido. Ninguna justicia [...] parece posible o pensable sin un principio de responsabilidad [...] Y ese ser-con los espectros sería también, no solamente pero sí también, una política de la memoria, de la herencia y de las generaciones" (Derrida, Espectros de Marx, 12).

4 "El concepto de Analogía tiene cuerpo, encarna: su encarnación es precisamente la frase 'yo pienso la identidad'. La identidad ya está en el yo: ésa es la manera en que Paz asume la frase de Nietzsche, '¿qué es esto para mí?'. Como a Nietzsche lo cree un filósofo de la negación, como piensa que su eterno retorno es cíclico, no es nada incoherente que la frase de valor e interpretación de Nietzsche, el para mí, la conciba desde la posición del yo" (Aguilar Mora, La divina pareja, 146).

5 Aguilar Mora, desde una posición que va del marxismo a la nouvelle critique —con especial atención al pensamiento de Gilles Deleuze en Diferencia y repetición—, cuestiona la concepción histórica "un signo hueco" de Octavio Paz y con él, la postura de todos los intelectuales en México, incapaces de oponer resistencia al discurso del poder: "No rechazo, pues, el hecho de que él [Octavio Paz] acuda a la ciencia (aunque al hacerlo él mismo se contradiga, situación que sí señalé), lo que profundamente rechazo es la imagen que ha adoptado; y me guardo el derecho de recurrir a otras imágenes científicas que muestran que la historia no es ni curva, ni circular, ni lineal, sino producción de diferencias, producción de similitudes también, pero por sobre todo producción de elementos singulares, moleculares, dispersiones, pululaciones que terminan por imponerse a la identidad que autores como Paz quieren imponerles. Por eso lo más importante de mi crítica no intenta ser una posición de principio como de derecho, de estrategia, de distanciamiento político, vital, sensible" (191).

6 "Lo más curioso en esta imagen del pensamiento es la forma en que se concibe lo verdadero como un universal abstracto. Jamás se hace relación a las fuerzas reales que hacen el pensamiento, jamás se relaciona el propio pensamiento con las fuerzas reales que supone en tanto que pensamiento. Jamás se relaciona lo verdadero con lo que presupone. Y no hay ninguna verdad que antes de ser una verdad no sea la realización de un sentido o de un valor. La verdad como concepto se halla absolutamente indeterminada. Todo depende del valor y del sentido de lo que pensemos. Poseemos siempre las verdades que nos merecemos en función del sentido de lo que concebimos, del valor de lo que creemos. Porque un sentido pensable o pensado se realiza siempre en la medida en que las fuerzas que le corresponden en el pensamiento se apoderan también de algo, se apropian de alguna cosa fuera del pensamiento. Es evidente que el pensamiento no piensa nunca por sí mismo, como tampoco halla por sí mismo la verdad. La verdad de un pensamiento debe interpretarse y valorarse según las fuerzas o el poder que la determinan a pensar, y a pensar esto en vez de aquello" (Deleuze, Nietzsche y la filosofía, 146-147).

7 Siguiendo el complejo planteamiento de G. Deleuze que Aguilar Mora explica en sus propios términos: "En este libro hablaré una y otra vez de la repetición [...] Pero no quiero hablar de la repetición mecánica, que no es sino una mera abstracción, una construcción de nuestra mala conciencia, sino de la repetición que al repetirse nunca es igual a sí misma, la repetición que al repetirse siempre se repite diferente y que al repetirse se vuelve irrepetible" (Aguilar Mora, Una muerte sencilla, justa, eterna, 13).

8 "Sus opciones políticas parecen ser únicamente opciones que la publicidad de Occidente plantea. Pero tiene que probar sus opciones a pesar de que sean parciales, si no es que totalmente reductoras y hasta engañosas. Y además sus opciones son definitivamente políticas, o sea, son decisiones" (Aguilar Mora, La divina pareja, 185).

9 Como apunta Domínguez Michael: "No es una obra académica —aunque cumple con todos sus requisitos" ("La tanatografía de Jorge Aguilar Mora", 263).

10 Adolfo Castañón, por ejemplo, expresa: "Sólo se puede leer con fruición intelectual y novelesca Una muerte sencilla, justa, eterna de Jorge Aguilar Mora" ("Jorge Aguilar Mora: hacia la unidad de la experiencia", 40).

 

Información sobre la autora

Elsa Rodríguez Brondo. Nació en la Ciudad de México en 1963. Como ensayista, narradora y poeta ha publicado en diversos suplementos culturales y revistas (Semanario Cultural de Novedades, Macrópolis, Casa del tiempo y Periódico de poesía, y el libro anual Cuadernos del Auditorio). Diseñó y fue parte del consejo editorial de la colección literaria Cuadernos del Nigromante (INBA, UAM y Editorial Juan Pablos). Trabajó para el Centro Nacional de Información y Promoción de la Literatura del INBA diseñando y redactando la página oficial de Internet y la revista electrónica Papel de Literatura. Desde hace cinco años es profesora de Teoría Literaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en donde obtuvo el grado de maestra en letras iberoamericanas en el 2006. Ha publicado el volumen de poesía La revelación de Lan Kuei (Verdehalago, Universidad Autónoma Metropolitana y Ediciones De Lirio).

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