Introducción
Este ensayo consta de tres partes: en la primera, aclaro los dos términos principales implicados en el tema de estudio, es decir, el significado de los conceptos de “construcción o cambio sociopolítico” y el de “movimiento social alternativo”; en la segunda parte, presento resumidamente los datos biográficos de los tres autores considerados en este trabajo: Raúl Zibechi, uruguayo; Boaventura de Sousa Santos, portugués; y John Holloway, irlandés-mexicano; además, argumento cómo se inscribe su pensamiento en la interpretación y la valoración de los planteamientos en los tres movimientos alternativos, aquí estudiados; y en la parte central, establezco tres ejes con base en los cuales analizo tres asuntos: a) los movimientos sociales abordados: el indígena, el ecologista y el feminista; b) el tipo de transformaciones, que implica la construcción o el cambio sociopolítico, pretendidas o intencionadas por dichos movimientos, y c) los medios o recursos utilizables por los movimientos, para lograr las mutaciones sociopolíticas que plantean.
De acuerdo con el enfoque anterior, no pretendo llevar a cabo un estudio directo sobre la trayectoria sociopolítica de los movimientos sociales recién aludidos ni acerca de la evolución de sus demandas, sino una indagación, mediada por la opinión de los tres autores citados (Zibechi, Sousa Santos y Holloway), en torno a la estrategia sugerida por los primeros. Esta estrategia incorpora las transformaciones que los movimientos sociales plantean y los medios que ellos que proponen para alcanzarlas. Es decir, intento sistematizar y valorar el aporte que los tres autores realizan sobre los movimientos sociales seleccionados, no del que efectúan dichos movimientos sobre su propia acción.
Estos tres autores comparten una influencia ideológica que ellos reconocen abiertamente. Esta es la originada en el Foro Social Mundial (FSM), cuyos planteamientos acerca del impacto de las redes de movimientos fueron decisivos para sus análisis. Para numerosos actores sociales, este foro -sobre el que se abunda más adelante- opera como un lugar de encuentro abierto y plural, de expresión y debate de ideas, de intercambio de experiencias y de vinculación operativa.
El periodo de estudio comprende de 1990 a 2010. En este lapso de 20 años, los tres movimientos sociales, que considero, desplegaron las acciones más significativas, y los tres teóricos seleccionados formularon sus interpretaciones sobre las propuestas de estos movimientos.1 De hecho, las principales obras de los tres autores se publicaron en el primer decenio de este siglo.
Los dos conceptos implicados
Paso a definir los dos términos centrales de mi ensayo. En primer lugar, entiendo por “construcción o cambio sociopolítico”, el resultado de la intervención significativa de un actor colectivo, favorable al orden existente o a su transformación, que afecta la estructura de la organización social o el funcionamiento de las instituciones básicas del Estado. Supone una modificación observable en ambas -la estructura social o las instituciones del Estado- durante un periodo específico.2 Acerca de la transformación del orden institucional existente, así como sobre la edificación o creación de una nueva sociedad, existe una abundante literatura, de corte social y político. Ambos tipos de cambios son planteados no sólo por los pensadores críticos -como Bloch, Berdiaeff, Krotz, Lechner, Marcuse- sino también por otros teóricos -Mannheim y Skinner, entre otros. Sus propuestas respectivas incluyen las relaciones que se entablan entre el Estado y la sociedad, es decir, las intermediaciones existentes entre ambos. En sus posiciones más estructuradas han dado origen a planteamientos sobre “utopías”.3
El segundo concepto central de este trabajo es el de “movimiento social alternativo”. Retomo este término de la teoría accionalista y, en particular, de Touraine y Melucci.4 Sus planteamientos sobre la “acción colectiva”, en cuanto proceso social, señalan que ésta puede conllevar elementos de distinto alcance e impacto en la estructura de la sociedad. Con base en su propuesta, pueden distinguirse tres tipos de movimientos: a) restauradores o fundamentalistas: son los que pretenden reconstruir o volver a un pasado que consideran mejor; es decir, quisieran retornar o retrotraer la sociedad a estadios “anteriores” en el terreno ético-religioso o político; b) defensivos y reivindicativos: los primeros constituyen una respuesta a una intervención previa, principalmente del Estado o de otro grupo antagónico, que afecta los intereses de sus integrantes. Son, además, reivindicativos cuando implican iniciativas grupales para obtener la atención de una demanda o corregir y ajustar el sistema económico o político, promoviendo cambios parciales en el orden social constituido; c) transformadores o alternativos: se proponen modificar las relaciones sociales de dominación y aspiran a establecer cambios radicales en la estructura socioeconómica y en el régimen político e instaurar un orden social nuevo. La intervención de este actor colectivo alcanza el nivel de “movimiento social alternativo”, cuando acumula fuerza social, obtiene consenso y legitimidad hacia sus causas, intenta provocar procesos de cambio y cuenta con una propuesta a los conflictos relevantes de la sociedad.5 En este caso, sus prácticas son innovadoras, es decir, constructoras de realidades inéditas tanto en el terreno social y económico como en el cultural y político.6 Son movimientos no institucionalizados y que transforman el orden establecido o el sistema imperante. Las innovaciones que introducen estos movimientos pueden estribar en los temas o planteamientos que formulan, en las formas de lucha que llevan a cabo y en los proyectos de sociedad y de actuación política que avizoran.7 De una manera genérica y vaga, estos movimientos son llamados frecuentemente “nuevos” movimientos sociales, con base en un criterio fundamentalmente temporal, es decir, los surgidos con posterioridad a los sesenta del siglo pasado.
Los tres autores
A continuación, aludo muy brevemente a los datos biográficos de los tres teóricos en cuestión, su esquema básico de pensamiento o sus ideas centrales, y su “encuentro o contacto con los movimientos alternativos recientes.
Boaventura de Sousa Santos -en adelante, Sousa Santos-, nació en Quintela, Portugal, el 15 de noviembre de 1940. Es un académico destacado por su producción en el campo de la sociología jurídica. Ha sido defensor sistemático de la importancia de los movimientos cívicos para el control democrático de la sociedad y el establecimiento en ella de formas de democracia participativa. Estos dos principios adquirieron notable difusión a raíz de la intervención de Sousa Santos, desde enero de 2001, en las sucesivas reuniones anuales del FSM, realizadas inicialmente en Porto Alegre, Brasil. A través de dicho foro, Sousa Santos establece y mantiene cercanía con los numerosos tipos de movimientos en él participantes. Critica las versiones elitistas y procedimentales de la democracia representativa liberal. Es partidario de la democracia radical, emancipadora e intercultural. Sus conceptos centrales giran en torno al sujeto y al diálogo multicultural. Según Sousa Santos, “la interculturalidad se basa en el reconocimiento de las asimetrías de poder entre las culturas, reproducidas durante una larga historia de opresión”. Este autor, teniendo en cuenta las contracciones estructurales que acusa el capitalismo, reconoce que no estamos viviendo su crisis final y que éste tiene una capacidad enorme de regeneración.8
John Holloway nació en 1947 en Dublín, Irlanda. Es doctor en Ciencias Políticas. Desde 1991, es profesor e investigador de la Universidad Autónoma de Puebla, México. Sus planteamientos teóricos centrales son cercanos al marxismo crítico. Pero él prefiere definir su pensamiento como “contribuciones a la teoría del cambio social”. Reconoce el aporte sociopolítico de los movimientos sociales, en particular del zapatismo. Los títulos de dos de sus obras de 2002: Cambiar el mundo sin tomar el poder y Agrietar el capitalismo resumen polémicamente su aportación más importante. En su obra son centrales los conceptos de “poder” y de “revolución”. En el primer caso, distingue “el poder sobre” -que es el que domina y subyuga la creatividad humana-, y el “poder hacer” -que corresponde a la potencia creativa de los hombres. Por ello, centrarse en el “poder hacer” -y no en “el poder sobre”- es ver el mundo como lucha, como creación e instauración de la sociedad sobre sí misma. Respecto a la revolución, Holloway precisa que ésta no debe reducirse al “asalto al poder” sino privilegiar su “disolución” o ruptura. Plantea que hay que pensar el capitalismo como una construcción, una pared o un muro. Y su rechazo consiste en detectar sus grietas, en percibir sus fracturas, así como descubrir la fuerza de la gente común, que es “capaz de” ir en contra del poder y de sostener que “la única forma de cambiar el mundo es hacerlo nosotros mismos aquí y ahora”.9
Raúl Zibechi nació el 25 de enero de 1952 en Montevideo, Uruguay. Conoce la mayor parte de los movimientos sociales de América Latina, especialmente los de la región andina y, en particular, los urbanos de Argentina, los campesinos de Paraguay y las comunidades indígenas de Bolivia, Perú, Chile y Colombia. Según Zibechi, a diferencia de los movimientos de Europa y de Estados Unidos, el común denominador a los de la región andina es su carácter territorializado y el predominio de la asamblea, como órgano colectivo de decisión -por ejemplo, las Juntas de Buen Gobierno en Chiapas, los cabildos en las regiones nasa en Colombia, los cuarteles aymaras en el altiplano boliviano, etc. Es decir, en su concepción, los términos de territorialidad y de comunidad son centrales.10 Al respecto este autor advierte que, “en los estudios sociológicos del llamado primer mundo, la categoría de “territorio” no aparece en el contexto de los movimientos sociales sino en el ámbito del Estado y sus instituciones. Y el concepto de “comunidad” es abstracto, y es referido a las diferentes formas de relación de individuos bajo un denominador común. En América Latina ambas categorías operan como la columna vertebral de la experiencia de vida de muy diversos tipos de movimientos. Triunfa la lógica comunitaria frente a la asociación y prevalecen los principios de reciprocidad y redistribución.11
Por parte de los tres teóricos -Sousa Santos, Holloway y Zibechi-, sus comentarios valorativos sobre los movimientos alternativos de América Latina, abarcan la mayoría de éstos, pero destacan especialmente los dedicados a tres de ellos: el indígena, el ecologista y el feminista. Mi apreciación sobre las valoraciones de los tres autores, acerca de los planteamientos de los movimientos alternativos, se basa en los tres recién citados.
Los ejes en torno a los cuales gira el presente estudio
Estos ejes permiten analizar y valorar el pensamiento de los tres autores, sobre las aportaciones que los tres movimientos efectuaron al cambio sociopolítico. Como ya apunté en la introducción, los ejes son:
Precisar los movimientos alternativos más importantes, desplegados en el periodo de estudio (indígena, feminista y ecologista o ambientalista).
Argumentar las transformaciones necesarias que, de acuerdo con los tres autores aludidos, implican, para los movimientos alternativos, la construcción sociopolítica.
Analizar los principales medios sociopolíticos que, según los tres estudiosos referidos, los movimientos sociales alternativos establecen para lograr la construcción social señalada.
El primero de estos tres ejes remite a los sujetos o actores que van a ser analizados; el segundo responde al “qué” o a la realidad que es objeto de transformación; y el tercero se centra en “cómo” o bajo qué supuestos va a ser alcanzado o conseguido. Aporto ahora una presentación esquemática de cada uno de los tres ejes, recién aludidos.
Eje 1: Precisar los movimientos alternativos más importantes (indígena, feminista y ecologista o ambientalista)
En las obras de Sousa Santos, Holloway y Zibechi se encuentran numerosas referencias a distintos movimientos -Movimiento de los Sin Tierra o mst, obrero, juvenil, urbano popular, entre otros-, pero destacan los dedicados al indígena, al feminista y al ecológico o ambiental. Aporto una caracterización genérica de ellos, correspondiente a su situación prevaleciente en América Latina, y la ejemplifico aludiendo a algunos casos demostrativos de su actuación.
En primer término, el movimiento indígena se trata de un movimiento fundamentalmente defensivo o reactivo. Sus demandas - en especial por la tierra y los valores identitarios- y formas de lucha iniciales han evolucionado, así como sus vínculos con otros movimientos locales, regionales, nacionales e internacionales.
Lucha por la dignidad étnica, por mantener la propiedad colectiva de sus tierras y por el reconocimiento de su derecho a la diferencia. Privilegia la comunidad local y la participación en ella de sus integrantes. Replantea la problemática asociada a las demandas históricas de autonomía regional, de autogobierno y de respeto a los sistemas socioculturales de los grupos étnicos.12 La demanda por la visibilidad es también central en este movimiento. Lo que, según Holloway, antes era considerado como una marca vergonzosa -como la raza o la condición cultural- lo está convirtiendo en una insignia de orgullo.13
El movimiento indígena tuvo un papel decisivo en las movilizaciones desplegadas en Bolivia y Ecuador por un constitucionalismo “transformador”, un nuevo proceso constituyente y una nueva constitución.14 En México, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, ezln, en 1994 modificó sustancialmente los planteamientos sectoriales de este actor, sus formas de relación con la sociedad mexicana y su presencia internacional.
Por su parte, el movimiento feminista es un movimiento “extraordinariamente diverso”,15 pero su gran lucha ha consistido en hacer visible aquello que no lo era: la explotación y la opresión de que es objeto la mujer. Es un movimiento proactivo. Intenta poner fin a la dominación masculina. Es una rebelión de género contra las reglas impuestas por el machismo cultural. Ha dado a las mujeres mayor sensación de su propio poder: “poder-para”, poder-hacer.16 Reivindica para las mujeres las mismas libertades y los mismos derechos que para los hombres en todas las esferas de la vida institucional: económica, cultural, social, etc.17 En el terreno político-partidario, exige la paridad en el número de cargos de elección popular, detentados por las mujeres, en relación con la de los hombres. Es el movimiento potencialmente más revolucionario porque llega en sus demandas a la raíz de la sociedad patriarcal y al núcleo de “lo que somos “como sociedad profundamente desigual.18
Del conjunto de los movimientos feministas, la Marcha Mundial de las Mujeres constituye una muestra relevante de la capacidad de movilización, propuesta y negociación por parte de organizaciones de mujeres de numerosos países articulados en este amplio frente. Esta Marcha se originó en el año 2000 a partir de grupos feministas de carácter local, articulados en redes, coordinadoras y coaliciones regionales y nacionales, incluida la de México.
Por lo que hace al movimiento ecologista o ambientalista, se trata de un movimiento amplio y diversificado; es proactivo, y en él predomina la acción directa como método de lucha. Aspira a corregir las formas de relación destructivas entre la acción humana y su entorno natural y a conservar la naturaleza. Lucha contra el daño al entorno causado por el hombre y por revertir el desarrollo incontrolado. Induce la cultura de que la especie humana es un componente de la naturaleza, no como algo separado de ella. Son, a la vez, localistas y globalistas. Piensan y actúan simultáneamente en ambos niveles.19
Greenpeace es una de las organizaciones ecologistas más conocida. Es el principal denunciante de la contaminación del ambiente en el mundo. Suele utilizar procedimientos llamativos e impactantes y recurre a tácticas de presión e incluso confrontativas sobre los gobiernos. Lleva a cabo acciones de resistencia civil pacíficas que buscan denunciar, concientizar e involucrar a la opinión pública a fin de obtener soluciones urgentes. En 2010, en Bolivia, en la Cumbre de los Pueblos sobre el Cambio Climático y su declaración de Tiquipaya demostraron la defensa de la Madre Tierra y de la riqueza de los bosques que estamos perdiendo.
En México, los afectados por la construcción de presas hidroeléctricas han reclamado con tenacidad su derecho a participar en las decisiones sobre este tipo de obras, a conservar el lugar donde habitan y el medio que les rodea. En el repertorio de las acciones desplegadas, destaca el recurso a tribunales, nacionales e incluso internacionales, ante la manipulación de que son objeto las consultas públicas, que son requisito legal, y el resarcimiento de los daños que provoca la reubicación forzada de los habitantes. Son ejemplo de ello en Jalisco los afectados de las presas de Arcediano, La Yesca y El Zapotillo.20
Para precisar las características y especificidad de estos movimientos alternativos, es menester aludir a cuatro rasgos que éstos comparten, en distintos grados.21 Sus rasgos definitorios son ser autónomos, plurales, propositivos y anti-sistémicos.22 Estos rasgos explicitan el concepto de movimiento alternativo definido previamente.
Estos movimientos son autónomos porque muestran la capacidad de individuos, pueblos y entidades sociopolíticas de asumir sus intereses y acciones mediante normativas propias. Estas son opuestas a la dependencia o la subordinación heterónoma.23 La autonomía es un impulso hacia la autodeterminación.24 Son autónomos porque uno de los rasgos de estos movimientos es operar con iniciativa propia, y de hacer explícita una voluntad de acción independiente. Este despliegue de autonomía, como todo proceso instituyente, es siempre “proyecto de” autonomía, pues no se logra ser autónomo de una vez para siempre.25
Otra característica de estos movimientos es el ser plurales. El pluralismo asume dos modalidades distintas pero complementarias. Por una parte, remite a las articulaciones existentes entre movimientos sociales que comparten demandas idénticas o similares en diferentes partes del mundo. Esta tendencia es sectorial y valora los aspectos comunes o la identidad básica existente entre los movimientos sectoriales, por ejemplo, el obrero, el estudiantil, etc. Por otra parte, se está incrementando la relación entre distintos tipos de movimientos sociales; esto implica el pasaje a la intersectorialidad, a otra “política de inter-movimientos”, basada en acuerdos amplios y a diferentes escalas entre ellos.26 En este caso, buscan la convergencia o articulación entre ellos, por ejemplo, entre el campesino y el magisterial.
Asimismo, los movimientos alternativos son propositivos dado que son actores o agrupamientos portadores de un proyecto transformador de la parte de la realidad sociopolítica, que es objeto particular de su actuación -indígena, feminista, ecologista, etc. Deben poseer capacidad de propuesta alternativa a la realidad vigente, y la de incidir en la construcción de un orden nuevo emergente con independencia del Estado.27
Además de lo anterior, estos movimientos son anti-sistémicos porque cuestionan el orden sociopolítico vigente y el control ejercido sobre él por el Estado. Pero no intentan obtener el poder existente.28 La meta de su pluralidad y diversidad no es tomar el poder estatal sino modificar las relaciones de poder desde abajo.29 Sin embargo no todos los movimientos tienen que luchar contra todas las formas de poder, ni tampoco es posible privilegiar, en abstracto, la lucha contra una modalidad específica de él.30
De acuerdo con los tres autores abordados -Zibechi, Sousa Santos, y Holloway-, los cuatro rasgos considerados -autónomos, plurales, propositivos, y anti-sistémicos- no se dan de manera homogénea sino en grados diferentes en los tres movimientos que son objeto de valoración -indigenistas, ambientalistas y feministas. Cada uno de ellos posee su propia dinámica, su historia particular de aciertos y errores.
Eje 2: Las transformaciones necesarias
De acuerdo con los tres autores en estudio, existen ciertas transformaciones que implican, para los movimientos alternativos, la construcción de un orden político y/o la edificación de una nueva sociedad. Según Zibechi, Sousa Santos y Holloway, dichas transformaciones requeridas presuponen romper los vínculos con el orden social existente. Los tres tipos de movimientos alternativos considerados -el feminismo, el ecologismo y el indigenismo- “implican una visión del mundo en contraste con la actual”, es decir, la de un nuevo orden sociopolítico.31 Siguiendo a nuestros tres autores, los cambios requeridos para dichos movimientos son:
producir agrietamientos en la estructura del capitalismo
construir espacios alternativos
transformar el sistema de valores
Estas tres transformaciones implican cambios sustantivos en las sociedades correspondientes. Su logro significa mutaciones centrales en su estructura y funcionamiento. A continuación, las considero esquemáticamente.
La primera transformación, agrietar el capitalismo, retoma el término “agrietamiento” a partir de Holloway. De estos tres autores, es el que ha desarrollado más ampliamente este tema y, como indiqué, ha publicado un libro polémico con el nombre de esta transformación.32 La cuestión de las grietas o del agrietamiento del capitalismo recorre todo este libro. Es relacionado por el autor con múltiples asuntos como: la rebelión en la vida cotidiana, las relaciones de dominación, la creación de un mundo nuevo, la transformación de la sociedad, la grieta central, etcétera.
Según Solís Gadea, estas diferentes cuestiones se resumen en dos centrales: “qué significa exactamente agrietar el sistema de dominación; y qué sigue después de su agrietamiento”. 33 Para Holloway, una grieta es un momento de ruptura de las relaciones de dominación. Es un espacio de negación-y-creación, de rechazo y de “otro hacer”, no sometido a las reglas del trabajo alienante y, bajo este aspecto, un “hacer contra el trabajo”. Conforme este autor, producir agrietamientos o fisuras en la estructura del capitalismo es el recurso anti-sistémico más importante.34
En relación con la cotidianeidad, las grietas son formas de rebelión, y ésta significa tomar la iniciativa y construir ahora anticipaciones de otro mundo. Mantiene viva la perspectiva de una transformación de la sociedad. La noción de grieta resalta que la gente común está construyendo los cimientos de otros mundos posibles. En síntesis, agrietar el capitalismo es romperlo, de tantas maneras como podamos; y tratar de expandir o agrandar sus fisuras, multiplicarlas e impulsar su confluencia.
Holloway afirma que estos experimentos son posiblemente los embriones de un nuevo mundo, los movimientos intersticiales a partir de los cuales podría crecer una nueva.35 Sus formulaciones sobre una “nueva sociedad” o las “anticipaciones de otro mundo” apuntan hacia una realidad en construcción. Por ello, el autor enfatiza que “la grieta es una insubordinación del aquí-y-ahora, no un proyecto para el futuro”.36
El autor establece una relación subordinada entre las grietas o las fisuras, no antagónicas o no principales, y el poder o la dominación implicados en cada caso; es decir, la importancia de las dos primeras depende de los segundos. Holloway lo señala en los siguientes términos: “Necesitamos algo más que multiplicar grietas; tal vez hay que buscar las fallas o una falla central en la dominación que estamos tratando de agrietar”.37 En el caso de la falla central, el autor estaría manteniendo la tesis clásica sobre la contradicción principal entre capital y trabajo; es decir, entre el carácter social de la producción y la forma capitalista privada de apropiarse el producto del trabajo.
La segunda transformación, construir espacios alternativos, remite a las opciones y a las transformaciones que se registran en la lucha política como resultado de la intervención -efectiva, aunque sea apenas visible- de las actividades cotidianas de miles de personas. Como sostiene Sousa Santos, ellas provienen principalmente del encuentro y de las nuevas conexiones logradas entre la democracia representativa, la participativa y la comunitaria.38 La coexistencia de la democracia representativa con la democracia participativa es una de las tesis sostenidas por los Estados liberales. Pero, en los hechos, la participativa casi nunca es vinculante para las instituciones políticas que formalmente la reconocen. La principal característica de la democracia comunitaria es el autogobierno en territorios autónomos locales y departamentales, devolviéndoles poder a las comunidades autogobernadas.39
Hoy coexisten, de iure y de facto, la democracia participativa y la comunitaria en el caso de Bolivia, de acuerdo con la reforma de su Constitución de 2009. Su vigencia y aplicación en México están limitadas a un número muy reducido de estados federados -Oaxaca y Chiapas, por ejemplo-, y está ausente en la Constitución política del país.
Como ejemplo de los ámbitos alternativos ya “liberados”, Holloway alude a los Caracoles, comunas indígenas autónomas, instauradas por el ezln en Chiapas a partir de 2003. La validez del ejemplo utilizado por este autor estriba en la existencia de un proyecto de autonomía y en la voluntad explícita de hacerlo efectivo por parte de las comunas implicadas.
Por su énfasis en la construcción de este tipo de espacios alternativos, Holloway lamenta que el FSM -que, como ya señalé, es lugar de encuentro de los movimientos sociales de casi todo el mundo- “no ofrezca ninguna propuesta viable, y que se reduzca sólo a la organización de debates (mundiales, regionales o nacionales), cuando es tiempo de pasar a la acción”. Es decir, Holloway considera que el FSM privilegia el debate de ideas y no tanto la puesta en práctica de los proyectos políticos.
Sobre la relación existente entre los cambios graduales y los estructurales, Sousa Santos sostiene que la transformación radical de la sociedad en el corto plazo “no es el único criterio del éxito de las alternativas no capitalistas […] Las alternativas...implican transformaciones graduales […] Los cambios graduales y las pequeñas alternativas abren puertas hacia transformaciones estructurales también graduales”.40 Es decir, según este autor, es compatible la combinación de los cambios estructurales y graduales con los proyectos de transformación de la sociedad.
Finalmente, corresponde abordar algunas consideraciones sobre la transformación del sistema de valores. Según Castells, los movimientos alternativos “no buscan tomar el poder sino producir cambios en la mente de la gente”.41 Aspiran a transformar la sociedad mediante la mutación de valores, si bien, dichos movimientos “tienen efectos lentos e intersticiales en cuanto al cambio de mentalidad”.42 En este contexto, Zibechi y Hardt sostienen que los movimientos en cuestión plantean un cambio civilizatorio antes que político o económico.43
Para favorecer el cambio de valores, las posiciones de los tres autores analizados oscilan entre dos enfoques: a) el acercamiento de las alternativas y b) el anti-imperialista. El primero de ellos se centra en la creación de “espacios liberados” dentro del capitalismo -por ejemplo, los ya citados “Caracoles” zapatistas en Chiapas. Según Fougier, el enfoque anti-imperialista consiste en una versión radical y anti-occidental de la des-globalización. Sostiene que la globalización es una continuación de la colonización.44 Al respecto, Sousa Santos plantea el concepto de “interculturalidad descolonial”, bajo el supuesto de que el colonialismo no es un artefacto cultural desligado del capitalismo y que éste y el colonialismo son dos modos de expresión distintos pero que se pertenecen mutuamente.45
Eje 3: Analizar los medios para la construcción o edificación socio-política
“Medios” es un término equivalente a los recursos aplicables, los instrumentos, los mecanismos o la estrategia empleable. De los posibles medios a utilizar por los movimientos alternativos -económicos, sociales, entre otros-, me centro en los que poseen carácter político-cultural. De este tipo es, por ejemplo, la traducción inter-cultural e inter-política, planteada expresamente por Sousa Santos en el caso de los movimientos alternativos. Según este autor, la diversidad del mundo no puede ser captada por una teoría general. Esto implica “el reconocimiento de que nadie ni ninguna teoría tiene recetas universales para resolver los problemas del mundo o construir una sociedad mejor”. Ante esta limitante de las teorías generales, el propio de Sousa Santos establece que la alternativa a la teoría general es el procedimiento de la traducción inter-cultural e inter-política. Dicha traducción hace posible la inteligibilidad mutua entre las experiencias del mundo, sin que ellas pierdan identidad ni autonomía, y sin reducirlas a entidades homogéneas; es decir, garantizando su comprensibilidad y manteniendo sus rasgos propios.46
“La traducción intercultural e interpolítica avanza en la medida en que se conciben y concretan acciones colectivas inter-movimientos que combinan la lucha por la igualdad con la lucha por el reconocimiento de las diferencias”. Respecto a la relación que debe existir entre ambas -la igualdad y la diferencia-, establece el siguiente imperativo intercultural: “Tenemos el derecho a ser iguales cuando esa diferencia nos inferioriza; tenemos derecho a ser diferentes cuando la igualdad nos descaracteriza”.47
En el caso de los movimientos alternativos, esta traducción tiene como objetivo, afirma Sousa Santos, “aumentar el inter-conocimiento entre ellos y maximizar sus posibilidades de articulación”.48 Para superar las limitaciones que enfrenta la consecución de dicho objetivo, Sousa Santos plantea dos principios orientadores de su acción: 1) Las deficiencias en la cultura o en la política propia pueden ser parcialmente superadas con las contribuciones de otras culturas o políticas, y 2) la traducción recíproca tiene como objeto consolidar alianzas y construir acciones políticas inter-movimientos.49 El fundamento de ambos principios se encuentra en la intensificación de las articulaciones entre movimientos similares en diferentes partes del mundo. Sousa Santos define este proceso como el paso de un movimiento a “una convergencia de movimientos” o la emergencia de un movimiento convergente. Sus objetivos son la comprensión y la confianza recíprocas, y la promoción de acciones políticas conjuntas. Lo anterior significa que el mayor grado de incidencia de los movimientos sociales suele ser proporcional a su mutuo conocimiento y articulación.50
En la historia reciente de los movimientos altermundistas, la realización en Porto Alegre, Brasil, del primer encuentro del FSM en enero de 2001, estableció el pasaje de la política de movimientos a la de inter-movimientos, basada en acuerdos amplios y a diferentes escalas.51 Dicho foro marcó la capacidad de abarcar la diversidad y la pluralidad de los movimientos sociales. Para lograrlo, la experiencia del FSM podía haber sido determinante. Porque nunca antes los movimientos sociales habían “calibrado” ni “experimentado” el nivel de su presencia y actuación en el ámbito mundial. Pero, como argumenta Fougier, “la Carta de Principios” del FSM, a través del cual éste se autodefine, no pretende establecer los medios adecuados para transformar la sociedad.52 De acuerdo con Zibechi, el FSM transfirió este asunto a las diferentes ideologías, posiciones y tácticas de lucha, que existen a su interior. Por ello, la gran experiencia de convergencia -que significaron las posteriores reuniones anuales del FSM-, dejó abierto el tema de la traducción inter-cultural e inter-política a la vigencia del principio de “la igualdad y la diferencia”. Según explicita Sousa Santos, dicho principio debe normar la relación entre los movimientos altermundistas.53
Conclusiones
Frente al primer-mundismo o al enfoque europeizante de los que adolecen buena parte de los análisis sobre los movimientos alternativos de América Latina, es indudable el acierto que implica considerarlos a partir del “encuentro” con ellos y valorando sus propias visiones -como sucede con Zibechi-, o por estudiosos comprometidos con la realidad sociopolítica de este continente- como son los casos de Sousa Santos y Holloway.
Los planteamientos de estos autores sobre los tres movimientos alternativos estudiados, significan aportaciones centrales para precisar las transformaciones que implica la construcción de un orden político y/o la edificación de una nueva sociedad, es decir, agrietar el capitalismo, construir espacios alternativos y transformar el sistema de valores; igualmente sucede con los formulados acerca de los principales medios inter-culturales e inter-políticos necesarios para alcanzar dichas metas.
En Holloway, “hablar de grietas” constituye un recurso metafórico válido, como lo es referirse, con el de “la infraestructura”, a las fuerzas productivas y a las relaciones de producción; e idénticamente a “la superestructura”, en cuanto instancia política de la sociedad. La pertinencia de este recurso es que permite acotar la debilidad o fracturas del capital, así como la de re-afirmar la capacidad de todo hombre y mujer de actuar en contra del poder, de producir y aumentar sus grietas.
En el caso de Sousa Santos, es decisiva su aportación sobre la necesidad de democratizar la democracia y sus instituciones, no reduciéndolas a los procesos electorales. También es agradecible su énfasis en las experiencias cotidianas de articulación de la democracia comunitaria con la participativa, sobre todo en municipios y comunidades indígenas. Y es, al mismo tiempo, realista y esperanzador, cuando señala que la combinación de la lucha por la igualdad con la lucha por el reconocimiento de las diferencias sería la garantía de que las deficiencias en la cultura o en la propia política pueden ser parcialmente superadas con las contribuciones de otras culturas y políticas.54
Por lo que se refiere a Zibechi, existe un aparente equívoco cuando afirma que, como constitutivo de los movimientos alternativos, “es el pasado el que inspira la acción [...] para retornar, regresar y restaurar lo perdido/ olvidado”.55 Este rescate o reconocimiento a la vigencia del pasado es relativizado, cuando él mismo sostiene que dichos movimientos son portadores de “un mundo otro” (sic), es decir, de un proyecto trasformador y no sólo de medios para luchar por la conquista del poder político del Estado.56