Introducción
La demanda mundial de cultivos básicos, forrajes y biocombustibles aumenta a un ritmo sin precedentes, y se refleja en el incremento del área agrícola (Tilman et al., 2001; Gibbs et al., 2010; Guerrero-Peña et al., 2013). En escala global, la expansión agrícola mayor se ha producido en regiones tropicales y se identifica como una de las causas principales de deforestación, fragmentación y degradación de ecosistemas (Geist y Lambin, 2002; Foley et al., 2005; Green et al., 2005). Entre 1980 y 1990 más de 80 % de tierras agrícolas reemplazaron a los bosques tropicales, y se calcula que en 2050 la demanda mundial de productos agrícolas podría aumentar 50 %, y los países tropicales cubrirán la demanda mayor (Gibbs et al., 2010). Esta intensificación agrícola y expansión de monocultivos tienen consecuencias ambientales graves para los ecosistemas tropicales, como erosión, desgaste de los nutrientes del suelo, competencia local por agua, pérdida de biodiversidad y deterioro del paisaje (Tilman et al., 2001; Koh y Ghazoul, 2008; Gibbs et al., 2010).
El aceite de palma y de palmiste se obtiene de la palma de aceite o africana (Elaeis guineensis Jacq. 1897) y lo demandan diversas industrias (Henderson y Osborne, 2000; Corley y Tinker, 2003; Tan et al., 2009). A principio del siglo XX la demanda de esos aceites comenzó a superar su producción y las primeras plantaciones se establecieron en el sureste asiático (Henderson y Osborne, 2000). Entre 1960 y 2000 la producción global de los derivados de la palma aumentó de 1.7 a 23.8 millones de t (Corley y Tinker, 2003). En consecuencia el área destinada para las plantaciones de este monocultivo ha aumentado principalmente en Malasia e Indonesia y se expanden rápido en regiones de África, Centro América y el Amazonas. En la actualidad se calcula que las plantaciones de palma actuales ocupan 17 millones de ha y que la superficie potencial para su cultivo podría ser mayor a 200 millones de ha (Pirker et al., 2016). El establecimiento de estas plantaciones causa impactos graves en los sistemas tropicales, como deforestación, contaminación, sequías, conflictos por la tierra y pérdida de biodiversidad (Fitzherbert et al., 2008; Koh y Wilcove, 2008; Foster et al., 2011; Savilaakso et al., 2014; Lees et al., 2015; Mandal y Shankar, 2016). Además, los cultivos destinados para biocombustibles, como la palma de aceite, podrían remplazar a los de alimentos y generar inseguridad alimentaria en los países donde se cultiva (Carrere, 2006).
México es consumidor importante de los derivados de la palma de aceite. Aunque hay plantaciones de este cultivo, la producción nacional sólo satisface el 61.5% de la demanda, y el resto se importa de Guatemala, Costa Rica y Colombia (SAGARPA, 2017). Para satisfacer esta demanda nacional y de exportación se calcula que hay más de ocho millones de ha con potencial alto para este cultivo (SAGARPA, 2017) y los gobiernos estatales y programas federales impulsan su producción (Sánchez, 2003; SAGARPA, 2017). Este escenario de expansión de palma de aceite requiere evaluar el impacto de este cultivo en el cambio de uso del suelo e identificar los cultivos remplazados.
El objetivo de este estudio fue evaluar el aumento en el área de cultivo de palma de aceite en las tres décadas recientes en México y estimar preliminarmente su impacto como agente de cambio de uso del suelo regional. Los objetivos particulares fueron identificar las tendencias: de cambio de la superficie estatal y municipal sembrada con palma de aceite y de remplazo de vegetación natural y de otros cultivos en los municipios con mayor superficie sembrada de palma de aceite. Esta información ayudará a entender el alcance de la siembra de palma de aceite en el territorio nacional y orientar las políticas públicas relacionadas con la integridad ecológica de los paisajes tropicales donde se encuentra este cultivo.
Materiales y Métodos
El análisis del cultivo se realizó en dos etapas: 1) compilación de información de la superficie nacional, estatal y municipal sembrada con palma de aceite, y 2) análisis preliminar del cambio de uso del suelo en municipios de los estados identificados en la primera etapa.
La información de la superficie sembrada con la palma se obtuvo de las bases de datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP, 2017), abarcó el periodo de 1980 a 2016, ciclo del cultivo por año agrícola y perenne, con riego y en secano. Los municipios de cada estado con superficie mayor de plantaciones de la palma en 2015 se seleccionaron con base en la mayor superficie sembrada e identificación de las plantaciones en imágenes de satélite, de alta resolución, en la plataforma Google Earth. Además, la variación en superficie de los principales cultivos se analizó y comparó con la variación en superficie con la palma de aceite.
El análisis del cambio de uso del suelo en los municipios seleccionados fue retrospectivo y se realizó desde la identificación y digitalización en pantalla de las áreas donde actualmente se ubican las plantaciones de palma de aceite. Para esto se usaron las imágenes más recientes para los municipios de estudio disponibles en Google Earth, las cuales abarcaron el periodo 2010 a 2016. En total se digitalizaron 1266 polígonos de los cuales el 66 % correspondió a imágenes de 2016, seguido por 12 % de 2012 y 11 % de 2014. El 11 % restante correspondió a imágenes de los demás años. Los polígonos se digitalizaron a una altura del ojo mínima de 300 m y el tamaño promedio fue 9.8 ha (±0.6 EE), con una variación de 1 a 478 ha. Debido a que el aspecto de las palmas cambia con su edad (Gutiérrez-Vélez y DeFries, 2013), sólo se trazaron polígonos en plantaciones que contaban con palmas maduras ya que su follaje muestra características peculiares de textura, color y forma (i.e., estrella) que las distinguen de otras plantaciones, como las de mango. A diferencia de las plantaciones de palma de coco, las de palma de aceite tienen alta densidad de individuos y arreglo particular de siembra, generalmente en bloques rectangulares y siempre cercanas a caminos (Figura 1).
Los polígonos resultantes se convirtieron a archivos de vectores y se proyectaron sobre las cinco Series de Uso del Suelo y Vegetación de INEGI (1:250 000) para identificar los usos de suelo que tenían estas mismas áreas en años anteriores. Las Series de Uso del Suelo y Vegetación abarcan información de los últimos treinta años (Serie I de 1968 a 1986; Serie II, 1990; Serie III, 2005; Serie IV, 2009; y Serie V, 2013; INEGI, 2016). Una vez identificadas las coberturas dentro de los polígonos en varios años, se determinó la transición de coberturas. Los datos obtenidos se agruparon en cinco clases principales (i.e., agrícola, pastizal, selva, vegetación hidrófila y otro tipo de vegetación) y se elaboraron las matrices de transición para identificar el porcentaje del área que transitaron de un uso del suelo a otro entre cada periodo. En cada matriz se muestran solo las clases principales de cobertura, por lo que la suma del porcentaje coberturas en cada período no siempre suma 100 %. Aunque se discute la validez de las comparaciones entre series de vegetación debido a diferencias metodológicas (Velázquez et al., 2002), éstas se usan en México para mostrar tendencias de tipo de vegetación remplazada (vegetación primaria respecto a cultivos) y son una referencia útil. Sin embargo, debe considerarse que las series de INEGI tiene un área mínima cartografiable de 50 ha para vegetación y 25 ha para agricultura y pastizal inducido, mientras que con Google Earth identificamos cultivos de 1 ha, por lo que el análisis realizado usó el área acumulada de palma de aceite en cada municipio como parte de un estudio preliminar.
Resultados y Discusión
El área dedicada al cultivo de palma de aceite en México aumentó casi 70 veces, de 1318 ha en 1985 a 90 118 ha en 2016 (Figura 2). Entre 1985 y 1995 el aumento de superficie sembrada fue 2758 ha, equivalente a 180 ha por año. Desde 1995 la tasa de aumento creció a 4000 ha por año. Entre 1985 y 2016 de acuerdo al área sembrada el cultivo de palma pasó del número 102 al 24 en el país. Al aumentar el área, la producción nacional también aumentó, de 1600 t (1985) a más de 700 000 (2016). Entre 2003 y 2016 el aumento acumulado en superficie sembrada fue 209 % (SAGARPA, 2017). El aumento acelerado de este cultivo se debe a los ingresos económicos que genera, al respaldo gubernamental para la siembra de cultivos biocombustibles y al interés de los pequeños productores por introducir este cultivo, por el fracaso de otras actividades productivas (Castellanos-Navarrete y Jansen, 2017).
Las plantaciones de la palma se establecieron en Campeche, Chiapas, Tabasco y Veracruz. Las primeras plantaciones de la palma se establecieron en 1948, en la región del Soconusco en la costa de Chiapas (INIFAP, 1999) y en 1978, con los primeros proyectos en gran escala en ese estado, se establecieron más de 2500 ha en los municipios de Acacoyagua, Acapetahua, Mapastepec y Villa Comaltitlán (SAGARPA, 2004a; ANIAME, 2006). En Veracruz y Campeche se establecieron las primeras plantaciones en 1997 (Sánchez, 2003) y en Tabasco un año después (SAGARPA, 2004b). En estos estados, los gobiernos incentivan la producción de este cultivo para crear empleos permanentes en la industria y el campo, mantener la estabilidad social de la zona y prevenir la migración al arraigar a los productores a sus parcelas (SAGARPA, 2004c).
El cultivo actual de palma de aceite se localiza en 52 municipios de esos estados. Chiapas tiene la superficie sembrada mayor (43 443 ha), le siguen Campeche (23 328 ha), Tabasco (16 195 ha) y Veracruz (7151 ha). La predicción es que en los próximos años esas áreas tendrán un aumento considerable. Para establecer el cultivo se identifican superficies potenciales mayores a 900 000, 1 120 000 y 700 000 ha en Chiapas (SAGARPA, 2004a), Tabasco (SAGARPA, 2017) y Campeche (SAGARPA, 2017). INIFAP (1999) identificó las regiones de Texistepec, Jesús Carranza, Las Choapas y Uxpanapan, en el sur del estado de Veracruz, con potencial para este cultivo. En Campeche se proyectó la apertura de una nueva planta extractora del aceite y su transformación a biodiesel (Unidad de Comunicación Social, 2014), lo que podría expandir el cultivo de la palma.
El porcentaje de área dedicada al cultivo de la palma en 2016, respecto a la superficie de cada municipio, fue 19.0 (10 550 ha) en Acapetahua, Chiapas, 4.7 (1415 ha) en Mecayapan, Veracruz, 1.2 (4571 ha) en Balancán, Tabasco y 1.2 (11 342 ha) en Carmen, Campeche (SIAP, 2017, INEGI 2016). El área promedio (±1 error estándar) de las plantaciones digitalizadas varió entre municipios, de mayor a menor en Carmen (13.9 ha ± 1.2), Acapetahua (12.4 ha ± 1.1), Balancán (6.2 ha ± 0.5) y Mecayepan (3.6 ha ± 0.3). En algunos municipios las plantaciones son extensas y en otros se concentran en ciertas regiones (Figura 3).
El análisis preliminar de uso del suelo de las áreas que ocupan las plantaciones de palma de aceite mostró que antes tuvieron coberturas diversas (Figura 4). Las series de usos de suelo y vegetación mostraron que en 1980 las coberturas del área actual de la palma eran agrícolas, otros tipos de vegetación, selva, vegetación hidrófila y pastizales, y esta última era la dominante (52 %). Esta cobertura dominó en 1990 (71 %) y la transición mayor ocurrió entre 1990 y 2005, cuando 69 % de la cobertura de pastizal pasó a uso agrícola. Desde 2005 la cobertura agrícola dominó (˃90 %) y la de selva tuvo la extensión menor (6 %, aproximadamente; Figura 4).
Los resultados de esta muestra de cuatro municipios del sureste de México, indican que desde hace más de una década, 6 % de las áreas ocupadas por palma de aceite proviene de vegetación natural. Esto concuerda con lo reportado por Vijay et al. (2016) y Furumo y Aide, (2017), quienes determinaron que las tendencias en el sureste de Asia y África son opuestas a las de México y Sudamérica, donde el incremento en el área de plantaciones de la palma ha sucedido en áreas previamente transformadas. Aunque la cifra no parece significativa, debe considerarse que estos remanentes de vegetación natural proveen servicios ecosistémicos, como regulación hídrica y de clima, son refugio de flora y la fauna (Foley et al., 2005) y su transformación amenaza a ciertas especies (Tan et al., 2009).
Análisis municipal
Los análisis de cambio de uso del suelo por municipio ilustran las distintas tendencias de cambio de uso del suelo que este cultivo genera en el sureste del país. Desde hace una década, Acapetahua, Chiapas es el municipio con mayor superficie sembrada de palma de aceite a nivel estatal y nacional. Aunque el cultivo dominante del municipio son los pastos, desde 2008 éstos muestran una constante reducción de área, mientras que el cultivo de palma de aceite tiene un aumento constante (Figura 5). Este remplazo se puede deber a que tanto en este municipio como en el estado, el cultivo de palma de aceite es más redituable que la creación y mantenimiento de pastizales. Tan solo en el 2016, la palma de aceite tuvo el mayor valor de producción para el municipio y su precio por tonelada de fruta fresca fue de más del doble que el de los pastos (1525 y 498 pesos mexicanos equivalente a 79.5 y 25.9 dólares americanos; SIAP, 2017), situándolo como el segundo cultivo más importante del municipio. Además, en este municipio se reportó el remplazo y abandono de cultivos de alimentos básicos como maíz, plátano, mango y algunas hortalizas, por el cultivo palma de aceite (Fletes et al., 2013; Mazariegos et al., 2014).
El análisis de transición de vegetación para el municipio de Acapetahua muestra que fue en el periodo de 2005-2013, que la mayor área identificada ahora como plantaciones de palma de aceite correspondía uso agrícola con 99 % y solo un 1 % de vegetación hidrófila (Figura 6). El área de las plantaciones de palma de aceite 1 % se registró donde existía vegetación hidrófila y ahora estos ecosistemas están restringidos en el territorio nacional (Landgrave y Moreno-Casasola, 2012), son sumideros importantes de carbono y brindan protección contra inundaciones y tormentas (Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, 2005; Mitsch y Gosselink, 2015). En Indonesia, estos ecosistemas no eran atractivos para la agricultura, pero después de drenarse son favorables para este cultivo, por lo que muchos países han acelerado su conversión (Tan et al., 2009).
El municipio de Carmen, Campeche, ocupa el segundo lugar nacional en superficie sembrada de palma de aceite, con rendimiento de 11.37 t ha-1 (SAGARPRA 2017). Al inicio del 2000 ese municipio ocupaba el primer lugar y presenta más de 140 000 ha con potencial para plantar palma de aceite (SAGARPA, 2017). En este municipio, los cultivos de arroz palay, sorgo en grano y maíz en grano ocuparon, en distintos periodos, la extensión mayor de siembra; pero, el cultivo la palma ha aumentado en años recientes. El aumento en 2014 fue poco más de 100 % y ahora supera el área de siembra de maíz para producción de grano, que fue el cultivo más importante del municipio (Figura 7). Este remplazo de cultivos se debe a factores económicos. En 2016 el valor de producción de la palma de aceite en el municipio fue casi un millón y medio de dólares americanos, mientras que el de maíz fue poco más de un millón de dólares americanos (SIAP, 2017). De mantenerse esta tendencia, la palma de aceite podría remplazar todos los demás cultivos del municipio.
En el municipio de Carmen la transición mayor de cobertura sucedió entre 1990 y 2005, cuando 46 % de la cobertura de pastizal pasó a uso agrícola. Esta tendencia concuerda con la percepción de los propietarios de tierras en este municipio, quienes señalan que el cultivo de palma de aceite es más redituable que la ganadería extensiva (Revel-Mouroz, 1980; Tudela, 1989). Aunque de 2005 a 2013, la mayor parte se identificó como uso agrícola (˃70 %), este municipio mostró la mayor transformación de áreas de vegetación natural (24 %; Figura 8). La superficie de selva puede ser menor, ya que la transición de cobertura agrícola a selva que registra INEGI, en un periodo de cuatro años, no concuerda con la tasa de recuperación prevista en las selvas de la región. En este municipio existen desde tiempos prehispánicos sabanas, selvas bajas y medianas manejadas para la extracción de productos maderables y no maderables, como látex, plantas medicinales y fibras, entre otros. Ahora, la ganadería y los cultivos generan paisaje dominado por áreas extensas con gramíneas y pastizal inducido y cultivado (Noriega-Trejo y Arteaga, 2010); sin embargo los remanentes de los ecosistemas originales albergan gran diversidad biológica y proveen importantes servicios ambientales.
El municipio de Balancán en 2016 fue el séptimo nacional con mayor extensión sembrada con la palma y el primero estatal, con 12.61 rendimiento de t ha-1 (SAGARPA, 2017). En este municipio, el cultivo de maíz es dominante y le sigue el sorgo. Desde el 2012 el cultivo de palma ha aumentado y casi iguala al de sorgo (Figura 9). En Tabasco, como en Chiapas, la superficie sembrada con cultivos de alimentos básicos, ha disminuido significativamente (Fletes et al., 2013). En este municipio 96 064 ha (27 % de la superficie del municipio) muestran potencial para establecer la palma de aceite (SAGARPA, 2017).
A partir del 2005 sólo las coberturas agrícolas (˃90 %) y selva (10 %) ocupaban el área actual con plantaciones de palma. Esto indica que el establecimiento de las plantaciones generó deforestación en el municipio (Figura 10).
En el municipio de Mecayapan, Veracruz, el cultivo de maíz ocupa la superficie mayor desde hace más de una década (Figura 11). El cultivo de palma de aceite se ha mantenido en segundo lugar y entre 2003 y 2004 aumentó más de 50 %. Este es el municipio con la menor superficie sembrada con la palma. Debido al rendimiento bajo de fruta en el estado (9 %; INIFAP, 1999), comparado con el de Chiapas (18 %; Mata, 2014) y a los subsidios y créditos otorgados por el gobierno estatal, los agricultores continúan incrementando el cultivo de la palma.
Similar a Balancán, desde el 2005 sólo las coberturas agrícolas (˃90 %) y selva (2 %), ocupaban el área donde hoy se establecen plantaciones de palma (Figura 12).
Los polígonos identificados para este estudio son una muestra significativa del cultivo de palma de aceite en México y el primer esfuerzo para conocer la configuración, ubicación y tamaños de sus plantaciones en el trópico mexicano. Los resultados complementados con los datos estadísticos del SIAP muestran las tendencias de cambio de uso del suelo experimentado en las regiones donde se cultiva la palma de aceite. Un siguiente avance será precisar la escala espacial de estudio e incluir polígonos con palmas jóvenes para evaluar su impacto en el país. Esto podría obtenerse con imágenes de alta resolución, que permitan generar mapas de uso de suelo con áreas mínimas cartografiables comparables y cuyas clases de coberturas sean representativas de cada región. La automatización en la detección de las áreas del cultivo ayudaría a mantener actualizada la información sobre el incremento nacional.
El aumento mayor en el área de plantaciones de la palma en escala regional no ha llevado a cambios en la vegetación nativa. Esto concuerda con algunas tendencias descritas para Malasia (Lam et al., 2009), Colombia (Pardo et al., 2015), u otras regiones en América Latina (Furumo y Aide, 2017). Sin embargo, en algunos municipios las plantaciones se establecieron en áreas ocupadas por selva. Estos patrones coinciden con los señalamientos de que las plantaciones de palma de aceite sí impulsan la deforestación (Feintrenie et al., 2010; Corley, 2009) y pérdida de biodiversidad (Koh y Wilcove, 2008; Tan et al., 2009).
El remplazo de cultivos para consumo local por los de palma de aceite muestra la competencia por el uso del suelo, de cultivos básicos e industriales, y los problemas locales potenciales de seguridad alimentaria (Carrere, 2006). La información sobre el efecto de la palma de aceite en la seguridad alimentaria es escasa: en un municipio de Colombia se estimó que las plantaciones de la palma desplazaron cerca de 5000 ha de cultivos agroalimentarios (Herrera y Cumplido, 2015). Brasil, Colombia y México son ejemplos de que el modelo de monocultivos para biocombustibles, como la palma de aceite, representan retos para la seguridad alimentaria y las estrategias de vida local (Selfa et al., 2015).
Los ingresos económicos que la palma de aceite genera son el gran atractivo para que las tendencias de expansión de este cultivo se mantengan (Feintrenie et al., 2010), incluso en México, para pequeños productores. Por ejemplo, en Chiapas los pequeños productores rurales de los sectores pobres, clase media y ricos reportan que este cultivo es su fuente principal de ingreso (Castellanos-Navarrete y Jansen, 2016). Los esquemas de producción del gobierno, incentivan la producción de la planta, su siembra y el acceso a créditos para agroquímicos e infraestructura. Así, las políticas actuales de desarrollo en México conducen a consolidar estrategias para incrementar la siembra de la palma, maximizar su producción, expandir las plantaciones en los estados donde ya existe e introducir el cultivo en Oaxaca, Puebla, Quintana Roo y Yucatán (SAGARPA, 2017). Además, se plantea maximizar la comercialización nacional e internacional, lo que irá acompañado de un incremento en agroquímicos, herbicidas y fertilizantes.
Dada la importancia global y el crecimiento exponencial de este cultivo, es necesario elaborar planes integrales de manejo y procesos de certificación de plantaciones sustentables de palma (Ivancic et al., 2016), que ayuden a minimizar sus impactos en los ecosistemas y a maximizar sus beneficios en la población. Sin embargo, aunque importantes, las actuales iniciativas globales de certificación de plantaciones sustentables de palma de aceite (Roundtable on Sustainable Palm Oil), son insuficientes y poco efectivas (Laurance et al., 2010; Cattau et al., 2016; Azhar et al., 2017). Parte del problema es que estos programas son solo accesibles para las grandes compañías productoras, cuyas plantaciones son monocultivos de gran escala que brindan pocos beneficios locales; por lo tanto, sería más sostenible, ambiental y socialmente, desarrollar esquemas de certificación alternativos para los pequeños productores con parcelas diversificadas (Azhar et al., 2017). En el país, la SAGARPA sugiere que los productores y cooperativas incursionen en esquemas de certificación de sustentabilidad que dan un valor agregado al producto y certeza a los consumidores. Esta certificación incluye una cláusula que determina que las nuevas plantaciones no pueden establecerse en áreas naturales, lo cual representa un primer avance (SAGARPA, 2017). La viabilidad de estas estrategias se debe analizar a la luz de la realidad nacional y además desarrollar estudios detallados sobre dos aspectos fundamentales para mantener la integridad ecológica y los medios de vida en los paisajes tropicales: 1) la regulación sobre el establecimiento de la palma sin aumentar la frontera agrícola, ni sustituir la vegetación nativa aun fuera las áreas naturales protegidas; y 2) el mantenimiento e incremento de la seguridad alimentaria local y regional. Este diagnóstico preliminar puede dar la pauta para estos estudios.
Conclusiones
En México, las plantaciones de palma de aceite se establecieron en estados del sureste y, según los planes de desarrollo agrícola nacional, se prevé que esta tendencia continúe. La superficie mayor usada para establecer esas plantaciones es de remplazo de otros sistemas agropecuarios, principalmente los destinados para alimentos básicos. Parte de la superficie actual del cultivo palma de aceite proviene en menos proporción de la transformación de vegetación primaria, y en algunos municipios el impacto en la biodiversidad puede ser significativo dada la distribución restringida de estos ecosistemas.
El crecimiento de las plantaciones de palma de aceite en México lo impulsan los apoyos económicos, y no se acompaña por evaluaciones de impacto ambiental o socioeconómico. Planes de manejo y esquemas de certificación de producción sustentable, que logren maximizar la integridad ecológica y los medios de vida a nivel local, pueden implementarse.