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Problemas del desarrollo

versión impresa ISSN 0301-7036

Prob. Des vol.38 no.149 Ciudad de México abr./jun. 2007

 

Artículos

 

Para entender la migración a Estados Unidos. El papel de la fuerza de trabajo barata mexicana en el mercado laboral transnacional

 

Raúl Delgado Wise* y Humberto Márquez Covarrubias**

 

* Director del doctorado en Estudios del Desarrollo, de la Universidad Autónoma de Zacatecas y presidente de la Red Internacional de Migración y Desarrollo. Correo electrónico: rdwise@estudiosdeldesarrollo.net

** Doctorante en la Unidad Académica en Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Correo electrónico: hmarquez@estudiosdeldesarrollo.net

 

Fecha de recepción: 6 de septiembre de 2006.
Fecha de aceptación: 12 de abril de 2007.

 

Resumen

El presente artículo se dedica al análisis del nuevo dinamismo de la migración mexicana hacia Estados Unidos en el contexto de la integración económica auspiciada por el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte). Mediante la conceptuación del modelo exportador de fuerza de trabajo se diseccionan tres mecanismos básicos de la integración económica regional: la maquila, la maquila encubierta y la migración laboral. Este marco analítico permite revisar las condiciones de precarización laboral en el horizonte transnacional México-Estados Unidos. Se argumenta que México desempeña el papel de reserva laboral asociado a: a) la precarización y flexibilización laboral en México en el empleo formal e informal; b) el diferencial salarial entre ambos países; c) la demanda de mano de obra barata en Estados Unidos, y d) el papel asignado a los trabajadores mexicanos en la reestructuración productiva estadounidense.

Palabras clave: modelo exportador de fuerza de trabajo, migración laboral, reestructuración productiva, precarización laboral, sistema migratorio México-Estados Unidos.

 

Abstract

This article is devoted to analyzing the new dynamism of Mexican migration to the United States in the context of the economic integration promoted by NAFTA (North American Free Trade Agreement). Using a conceptualization of the work force export model, three basic mechanisms are dissectedfrom regional economic integration: the maquiladora, the concealed maquiladora and labor migration. This analytical framework makes it possible to review the conditions of increasing precariousness for labor on the transnational Mexico-United States horizon. It is argued that Mexico plays the role of labor reserve associated with: a) the growing precariousness and flexibility of labor in Mexico in both the formal and informal sectors; b) the wage differential between the two countries; c) the demand for cheap labor in the United States, and d) the role assigned to Mexican workers in America's productive restructuring.

Key words: workforce export model, labor migration, productive restructuring, labor precariousness, Mexico-United States migratory system.

 

Résumé

Cet article est consacré à l'analyse du nouveau dynamisme de l'émigration mexicaine vers les États-Unis dans le contexte de l'intégration économiquepromuepar le TLCAN (Traité de Libre Commerce pour L'Amérique du Nord). Via la conceptualisation du modèle exportateur de force de travail, on observe trois mécanismes de base de l'intégration régionale: la sous-traitance de manufacture, la manufacture déguisée et la migration de travailleurs. Ce schéma d'analyse permet de passer en revue les conditions de précarisation du travail dans l'horizon transnational Mexique-États-Unis. Il est soutenu que le Mexique joue un rôle de réserve de force de travail lié: a) à la précarisation et à la flexibilisation de l'emploi déclaré ou non déclaré au Mexique; b) aux différences de salaire entre les deux pays; c) à la demande de main d'oeuvre bon marché aux États-Unis, et d) au rôle assigné aux travailleurs mexicains dans la restructuration du système productif des États-Unis.

Mots clés: modèle exportateur deforce de travail, migration de travailleurs, restructuration du système productif, précarisation de l'emploi, système migratoire Mexique-États-Unis.

 

Resumo

O presente artigo se dedica à análise do novo dinamismo da migração mexicana para os Estados Unidos no contexto da integração econômica auspiciada pelo ACORDO DE LIVRE COMÉRCIO DA AMÉRICA DO NORTE - NAFTA. Por meio da conceituação do modelo exportador de força de trabalho dissecam-se três mecanismos básicos da integração econômica regional: a maquila, a maquila encoberta e a migração laboral. Este esquema analítico permite revisar as condições de precarização do trabalho no horizonte transnacional México -Estados Unidos. Argumenta-se que México desempenha o papel de reserva de mão de obra associado com: a) a precarização e flexibilização do trabalho no México no emprego formal e informal; b) o diferencial salarial entre os dois países; c) a demanda de mão de obra barata nos Estados Unidos, e d) o papel atribuido aos trabalhadores mexicanos na reestruturação produtiva estadunidense.

Palavras-chave: modelo exportador de força de trabalho, migração laboral, reestruturação produtiva, precarização do trabalho, sistema migratório México - Estados Unidos.

 

Introducción

El sistema migratorio México-Estados Unidos se distingue internacionalmente por su tradición histórica y dinamismo. En su devenir, intervienen factores como la vecindad (la frontera común de más de tres mil km —la más transitada del mundo—, la unidireccionalidad (98% de la emigración mexicana se dirige a Estados Unidos) y la masividad del flujo (como el extenso éxodo nacional) (Durand y Massey, 2003). No obstante, su causa es la satisfacción laboral, en consonancia con la modalidad de integración regional. Más específicamente, la dinámica actual del sistema obedece a la estrategia de internacionalización productiva de las grandes corporaciones estadounidenses (Gereffi, 2001), que se asocia a la transnacionalización y precarización de los mercados laborales como parte de la política neoliberal de ajuste estructural. Lejos de responder a un modelo de libre comercio benéfico para ambos países, esas políticas han desencadenado nuevas relaciones de producción que, a su vez, entrañan una nueva modalidad de intercambio desigual. Éstas confieren a México el papel de proveedor especializado de recursos naturales y, sobre todo, de fuerza de trabajo barata.

El objetivo de este estudio es analizar los rasgos más sobresalientes del proceso de exportación de la fuerza de trabajo mexicana a Estados Unidos y poner en evidencia algunos de sus efectos más notorios en la economía de nuestro país, con el fin de entender a profundidad las causas, la evolución y la problemática de esta migración a Estados Unidos. Al respecto, se propone como marco analítico el modelo exportador de fuerza de trabajo (Delgado y Márquez, 2005; Delgado y Cypher, 2005), el cual considera dos mecanismos de exportación de trabajo barato en beneficio de la economía estadounidense: a) indirecto, mediante la maquila y la maquila encubierta, y b) directo, por medio de la migración laboral. Un aspecto nodal del análisis es la conformación de un mercado laboral transnacional altamente precarizado, donde la mano de obra mexicana ocupa un lugar preponderante.

El estudio se divide en cuatro secciones. En la primera, se exponen los fundamentos del modelo exportador de fuerza de trabajo mexicana en el contexto del TLCAN. En la segunda, se revisan las condiciones de precarización del mercado laboral en México, de los sectores formal e informal. En la tercera, se examina el nuevo dinamismo migratorio y el papel de la fuerza laboral mexicana en el mercado de trabajo estadounidense. Finalmente, se presentan las conclusiones generales.

 

La exportación de fuerza de trabajo barata, pilar de la integración regional México-Estados Unidos

Desde finales de los setenta, Estados Unidos implantó en América Latina las políticas neoliberales de ajuste estructural, conocidas también como neomonroístas (Saxe-Fernández, 2001), con la operación de los organismos internacionales y las clases nacionales dominantes (Veltmeyer, 2000). La nueva modalidad de integración regional precipitó a la economía de la zona hacia la exportación. En ese contexto, México se convirtió en el principal exportador de Latinoamérica y décimotercero del mundo, debido a una supuesta aplicación exitosa de las reformas económicas.1 A primera vista, su plataforma de exportación se conforma por 90% de productos manufacturados, de los cuales 39.4% corresponde a "bienes difusores de progreso tecnológico" (CEPAL, 2002).

La visión optimista de la integración económica de México a Estados Unidos alude a la noción de regionalismo abierto difundida por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) (CEPAL, 1994; Baumann et al., 2002), entendido como "un proceso de creciente interdependencia económica a nivel regional, impulsado tanto por acuerdos preferenciales de integración —por ejemplo, el TLCAN— como por otras políticas de apertura y desreglamentación, con el objeto de aumentar la competitividad de los países de la región y de consolidar, en lo posible, un cimiento para una economía internacional más abierta y transparente" (CEPAL,1994:8). Empero, así planteada, esa noción no es sino una apreciación distorsionada de la realidad, una abstracción sin aplicación práctica, al menos para el caso mexicano.

Para entender el proceso de integración regional de la economía nacional a la estadounidense es necesario develar qué es lo que realmente exporta el país y desmitificar la idea de que México posee un opulento sector manufacturero exportador. Con el fin de emprender esa tarea, planteamos un nuevo enfoque teórico de la economía mexicana, cuya piedra de toque es el concepto modelo exportador de fuerza de trabajo,2 entendido como el proceso de reestructuración de la economía de nuestro país, orientada al exterior en respuesta a una estrategia del capital estadounidense, encaminada al trabajo barato para emplearlo en distintos niveles de la reestructuración productiva en el plano binacional. Empleamos esta categoría analítica para explicar la compleja estrategia de exportación de fuerza de trabajo —en su mayoría poco calificada, precarizada y flexibilizada— sustentada en tres mecanismos estrechamente relacionados: a) la maquila; b) la maquila encubierta (Delgado y Cypher, 2005), y c) la migración laboral.

La industria maquiladora se implantó en México desde los años sesenta, al concluir el programa Bracero, el cual condujo a miles de trabajadores agrícolas temporales a Estados Unidos, toda vez que se había generado una escasez de mano de obra debido a la Segunda Guerra Mundial. Una vez terminada la conflagración, Estados Unidos siguió una estrategia de industrialización que consideró la ubicación de plantas industriales en lugares con abundante trabajo barato (Russel, 2006). Esas entidades adoptaron el modelo de maquila al constituir unidades de ensamble asociadas a procesos productivos internacionalizados con casi nula integración a la economía nacional. por ello importan la mayoría de sus insumos y venden la mayor parte de su producción al extranjero (Dussel, 2003; Dussel, Galindo y Loría, 2003). Si a ello se agrega que se basan en trabajo precario, queda claro que su impacto dinamizador de la economía doméstica tiende a reducirse a una derrama salarial exigua.

Para conceptuar la maquila es necesario tener presente su incorporación como parte de un sistema internacional de producción. La ubicación de plantas de ensamble en el extranjero suple a la industria manufacturera, en este caso estadounidense, mediante la integración de cadenas productivas que globalizan el diseño, producción y comercialización sin perder el control desde la matriz (Gereffi, 2001). El desplazamiento de operaciones a plantas ubicadas en países como México encuentra un poderoso estímulo en los incentivos fiscales, apoyos gubernamentales y, esencialmente, la abundancia de mano de obra dócil y barata. Dicho de otra forma, la maquila difiere del proceso tradicional de exportación en virtud de que, desde su origen, obedece a una estrategia diseñada por empresas estadounidenses como General Electric, RCA, Zenith y General Motors para abaratar costos de producción mediante el empleo de trabajo barato, en plantas de ensamble instaladas primordialmente en la zona norte de México. Su mecánica operativa entraña asimismo el desplazamiento de insumos desgravados, maquinaria, equipo, tecnología, diseño y esquemas organizativos provenientes de las matrices estadounidenses.

El análisis del nuevo perfil exportador de México pone en evidencia el elevado dinamismo y peso específico alcanzado por las maquiladoras, cuyas exportaciones se multiplicaron 28 veces entre 1982 y 2005, hasta alcanzar en el último año una proporción superior a la mitad (96 756 millones de dólares) de las exportaciones manufactureras (174 521 millones de dólares). Por otra parte, el valor agregado de la maquila representa un aporte cada vez menor a la producción total del mismo sector; si en 1990 representaba 20%, en 2003 cayó a 8%. Entre 1995 y 2005, el empleo de la maquila creció de 648.3 mil a 1.16 millones.

Existe otro sector importante de las exportaciones manufactureras mexicanas que, aunque opera con una lógica similar a la de la maquila, no se le clasifica oficialmente como tal. A este sector, que abarca poco más de 30% de las exportaciones de manufacturas, se le clasifica como maquila encubierta, tomando en cuenta las siguientes características (Delgado y Cypher, 2005): a) Al igual que la maquila, se beneficia de los subsidios y exenciones fiscales ofrecidos por el programa gubernamental de importaciones temporales. La importancia económica de este régimen de importación es tal que explica 84.6% de las exportaciones mexicanas en 2004. b) A diferencia de la maquila, su sistema productivo se distingue por mayor intensidad y complejidad tecnológicas. Los casos prototípicos son la industria automotriz y electrónica, por lo general, con la batuta de las grandes empresas transnacionales estadounidenses. c) Operativamente la maquila y la maquila encubierta se vinculan mediante el comercio intrafirma y esquemas de subcontratación (outsourcing). Las relaciones comerciales que se desprenden de este esquema representan entre 65% y 75% (Ventura-Días y Durán, 2003), y d) La maquila encubierta emplea por lo menos a 500 mil trabajadores (Capdevielle, 2005). A diferencia de lo que ocurre en el sector maquilador, esos trabajadores poseen destrezas un tanto más especializadas, relativamente mejor organización sindical y perciben una remuneración cuando menos 50% mayor.

A partir de las consideraciones anteriores, para precisar el contenido de las exportaciones mexicanas, resulta fundamental develar el significado de lo que en realidad exporta el país por medio de la maquila y la maquila encubierta. Debido al elevado componente importado de ambas actividades, entre 80% y 90% del valor de las exportaciones, el saldo para México se reduce básicamente a la derrama salarial, esto es, al valor del trabajo incorporado a las exportaciones. Eso significa que se trata de una exportación indirecta de fuerza de trabajo o, si se quiere, de exportación de fuerza de trabajo sin que los trabajadores nacionales salgan del país (Tello, 1996). Ése es un elemento conceptual crucial que desmitifica el carácter supuestamente manufacturero de las exportaciones mexicanas, y que da cuenta de una regresión en la plataforma exportadora. Si a la exportación indirecta se le suma la exportación directa de fuerza de trabajo por medio de migración laboral, queda claro cuál es el contenido real de las exportaciones de México. De ahí nuestra caracterización del modelo actual de crecimiento en materia de exportación como modelo exportador de fuerza de trabajo barata.

Cabe agregar que el esquema de producción maquilizado consustancial a la exportación indirecta no conlleva utilidades compartidas, amén de que estos precios son fijados artificialmente por las mismas empresas sin declarar utilidades. Con esa argucia se transfieren ganancias netas al exterior, mientras se subsidian los empleos generados con cargo a la economía mexicana. Como se comprenderá, en los hechos el modelo exportador mexicano contraviene la idea de libre juego de las fuerzas del mercado pregonada por la ortodoxia neoliberal y, lo que es peor, genera un saqueo de recursos que de otro modo dinamizarían la economía nacional.3

 

La precarización laboral como mecanismo para la formación de la reserva laboral transnacional

Recordemos que el modelo exportador de fuerza de trabajo encuentra sustento en una política macroeconómica neoliberal que dogmáticamente persigue la estabilidad económica, entendida como el combate contra la inflación y la reducción del déficit público, es decir, instrumentos macroeconómicos procíclicos que ante un entorno mundial recesivo constriñen las posibilidades de crecimiento económico (Calva, 2006). Si además se considera que la política antiinflacionaria ha tenido el oculto objetivo de la contención y disminución del valor del trabajo, como fundamento del mencionado modelo, se podrá corroborar que lo menos importante es generar mejores condiciones de empleo y de vida para la mayoría de la población. El aparato productivo, en esas circunstancias, se caracteriza, entre otras cosas, por contar con: a) un segmento volcado al exterior que a pesar de ser el centro de la política oficial no cumple con el papel de locomotora del desarrollo nacional y que aprovecha lo barato de la fuerza de trabajo para disminuir sus costos de producción, como es el caso referido de la exportación indirecta; b) un segmento declinante e inconexo, orientado al mercado interno, que no tiene la capacidad para dinamizar el crecimiento económico nacional y que carece de apoyos gubernamentales para salir a flote, pero que no ceja en su tarea de generar empleo, aunque en condiciones cada vez más limitadas y precarias; c) un sector de subsistencia que responde a la necesidad autogenerada de crear un espacio laboral propio ante la precarización e insuficiencia del empleo informal, es el caso de la llamada economía informal, y d) un sector laboral transnacionalizado, que en la última década ha sido el más dinámico, se trata de la migración laboral, o la exportación directa.

La política neoliberal en México se ha distinguido por cancelar las posibilidades de crecimiento económico (véase cuadro 1). Mientras que en el periodo previo al neoliberalismo (1941-1982), el producto interno bruto (PIB) creció a una tasa media anual de 6.3%; durante la vigencia de la política neoliberal lo ha hecho en 2.4% (1983-2005). Este bajo crecimiento en México es producto y resultado, a la vez, de la incapacidad estructural de la economía para generar suficientes empleos formales de calidad. Si se toma como referencia los asegurados por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), entre 1991 y 2004, el empleo formal registró un aumento anual de apenas 489 000 empleos, cifra que representa 30.19% del incremento de la población económicamente activa (PEA) en México. Esas circunstancias, i.e. desempleo, subempleo y emigración, acechan a la sociedad mexicana: se estima que 69.2% de la PEA, al no existir seguro de desempleo, se ha visto orillado a buscar su sustento en el llamado sector informal o directamente en la economía estadounidense.

La dinámica de la generación de empleo asalariado formal es muy errática. Entre 1990 y 1994 —la etapa previa y el arranque formal del TLCAN— la creación de empleos mostró una leve alza que se precipitó en 1995. A partir de ese año se inició una acelerada recuperación hasta 2000, cuando se registraron 10.9 millones de empleos permanentes en el IMSS. Ese lapso corresponde al periodo de auge del proceso de exportación indirecta, debido al crecimiento ocupacional observado en la maquiladora y otras industrias exportadoras asentadas en el país. El año 2000 representa un punto de quiebre del modelo, puesto que disminuye la absorción de empleos en el sector maquilador y cada vez más toma preeminencia la exportación directa, es decir, la migración laboral.

Si tomamos como referencia los datos de las encuestas trimestrales de empleo, elaboradas por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), entre 2000 y 2005, vemos que se crearon apenas 1.8 millones de empleos, 86.4% de los cuales eran asalariados y 27.6% trabajadores por cuenta propia. En ese periodo, la tasa de población asalariada aumentó ligeramente al pasar de 63.1% a 64.1%, mientras que la tasa de trabajadores por cuenta propia lo hizo de 23.5% a 23.7% (véase cuadro 2).

Por lo que compete a la estructura sectorial, entre 2000 y 2005 es claramente perceptible la pérdida de puestos de trabajo registrada en el sector agropecuario, con 879 747, derivada de: a) la apertura comercial indiscriminada que trajo consigo el TLCAN; b) el control del mercado ejercido por las grandes agroindustrias transnacionales, y c) el retiro estatal en el fomento productivo del sector. Asimismo, destaca la pérdida de empleos computada en la industria manufacturera, con 723 651, proveniente tanto del empequeñecimiento del mercado interno del país y el desmantelamiento de más de 40 cadenas productivas en los últimos años, como del estancamiento experimentado por la maquiladora. En contraste, el comercio es el sector que logra sumar más empleos, 1.18 millones, aunque la mayor parte de ellos hayan sido creados en condiciones de elevada precarización e, incluso, informalidad (véase cuadro 3).

El panorama laboral en México da cuenta de un acentuado proceso de deterioro laboral que reduce el sector formal y orilla a amplios contingentes poblacionales a buscar opciones ocupacionales en México y en el extranjero. A continuación se presenta un recuento general de la precarización laboral y del deterioro en la generación de empleo:

a) Deterioro ocupacional de la maquila o de la exportación indirecta de fuerza de trabajo. La maquila y la maquila encubierta tienen como sustento el empleo de mano de obra barata, la baja o casi nula tasa de sindicalización, la acelerada rotación de personal y la inseguridad en el empleo. No obstante que la maquiladora ha sido el sector más dinámico en la generación de empleo formal, la supuesta ventaja comparativa basada en el trabajo barato no es perdurable -incluso teóricamente se la concibe como una ventaja comparativa estática-, igual que ocurre en el estancamiento relativo de la maquila, a partir de 2000, derivado de la reubicación de plantas maquiladoras en China y Centroamérica (véase gráfica 1).

b) Caída del nivel de ingreso en la manufactura. Pese a que el sector manufacturero opera siendo el eje de la reestructuración productiva, y que se supone debería encabezar el tren del desarrollo, se aprecia una sensible caída de 15.6% en los salarios durante 2004, respecto del nivel de 1980, a contrapelo del incremento de la productividad en el sector.

c) Incremento de los trabajadores por cuenta propia. En esas condiciones, los trabajadores son a la vez sus propios patrones, sin embargo, se trata de una forma ocupacional precaria, puesto que en lugar de contratar trabajadores asalariados, dadas las escasas posibilidades económicas, el autoempleo sustituye la jornada asalariada mediante la autointensificación del esfuerzo laboral y la incorporación de trabajadores provenientes de la propia familia. A todas luces, se trata de una forma ocupacional precaria, carente de prestaciones, con alto grado de incertidumbre y que se basa en niveles altos de intensificación del trabajo y extensión de las jornadas laborales. Para el primer trimestre de 2006, los auto-empleados representaron 23.1% de la población ocupada (INEGI, 2006a). Incluso, un segmento más endeble del autoempleo se refiere a los ocupados en micronegocios sin local (los changarros foxistas) que representan 21.8% de la población ocupada (INEGI, 2006a) (véase cuadro 4).

d) Disminución del poder de compra de los trabajadores. Para el primer trimestre de 2006, la población ocupada que no percibe ingresos representa 8.6%; un salario mínimo o menos, 13.7%; de uno a dos salarios mínimos, 21.5%; de dos a tres salarios mínimos, 22.3%; de tres a cinco salarios mínimos, 17.4%, y más de cinco salarios mínimos, 11.1% (INEGI, 2006a). Ello significa que 22.3%, i.e. alrededor de 9.5 millones de trabajadores, posee condiciones de vida extremadamente deterioradas, ya sea porque apenas alcanzan un nivel de ingresos igual o menor al salario mínimo o porque no perciben retribuciones a pesar de trabajar, muchos de estos casos se refieren a trabajo familiar de subsistencia; 43.7% percibe un ingreso insuficiente —dos salarios mínimos o menos— sólo para garantizar niveles mínimos de bienestar familiar. En tanto que solamente 11.1% percibe más de cinco salarios mínimos, monto que se considera necesario para cubrir la canasta básica.

e) Incremento generalizado de la pobreza. Como corolario del estrechamiento y precarización del mercado laboral mexicano, entre 1984 y 2004, el número de hogares en situación de pobreza creció de 12.9 a 15.9 millones (Dussel, 2006). Según estimaciones de Boltvinik (2006), entre 2000 y 2004 la pobreza se incrementó en 8.1% y la indigencia en 2.1% (véase cuadro 5).

Las condiciones generales de precarización laboral en México exponen cómo se han reducido las fuentes de empleo formal bien remunerado y cómo se han disminuido indiscriminadamente los costos laborales para responder a los requerimientos competitivos de la economía estadounidense, con los influjos de la globalización neoliberal. De ello dan cuenta la importancia de los trabajadores por cuenta propia, los trabajadores ocupados en micronegocios sin local, el peso de la jornada laboral por debajo y por encima de los requerimientos normales, el abrumador peso de trabajadores sin prestaciones y la masa de asalariados que devienen cinco o menos salarios mínimos. A manera de correlato, se expande la llamada economía informal. Más allá de las definiciones prevalecientes sobre el empleo informal, como un sector ilegal o un sector marginal o residual de la economía capitalista, en México es conveniente visualizar el papel activo que juega en la regulación a la baja del empleo formal y en el proceso exportador de mano de obra. Es decir, debería ser visto como reserva laboral que contribuye a regular a la baja el precio del trabajo tanto en la economía nacional como, hasta cierto punto, en la estadounidense (véase cuadro 6).

En un mercado laboral tan restringido, el empleo informal ha mostrado un crecimiento consistente en contraste con la volatilidad del empleo formal y la persistente caída del empleo agropecuario (véase cuadro 7). El factor común de esas modalidades de trabajo es el deterioro. Por tanto, la precarización se convierte en una suerte de zona gris que cubre el amplio espectro del sector laboral para los mexicanos en México —y en Estados Unidos, asunto que veremos más adelante— aun cuando se perciban distintas sombras y tonalidades.

 

La inserción y el papel de la fuerza de trabajo mexicana en el mercado laboral de Estados Unidos

Con el modelo exportador de fuerza de trabajo, la migración México-Estados Unidos ha crecido exponencialmente en las dos décadas anteriores, y más aún con la puesta en marcha del TLCAN en 1994. En 2005, la población de origen mexicano residente en Estados Unidos se estimaba en 28 millones de personas, entre emigrantes —documentados o no— nacidos en México (11 millones) y ciudadanos estadounidenses de ascendencia mexicana. Se trata de la diáspora más grande del mundo establecida en un país. De acuerdo con estimaciones de la ONU (2006), durante 2000-2005 México figuró como la nación con el mayor número de personas que anualmente establecieron su residencia en el extranjero (400 000, frente a 390 000 de China y 280 000 de india). Por añadidura, el país experimentó un crecimiento exponencial en la recepción de remesas. En 2005, el monto de éstas ascendió a 20 mil millones de dólares (Banco de México, 2006).

Prácticamente todo el territorio mexicano registró incidencia migratoria internacional, puesto que en 2000 96.2% de los municipios experimentó algún tipo de relación con esa migración. Esta expansión territorial da lugar a la emergencia de nuevos circuitos migratorios (histórico, indígena-tradicional, emergente, entre otros) con dinámicas y problemáticas contrastantes (Zúñiga y Leite, 2004). En paralelo, la población residente en Estados Unidos de origen mexicano —no obstante de continuar concentrada en un puñado de estados— se ha expandido en los últimos años hacia la mayoría del territorio de ese país. Está en curso una expansión de los circuitos migratorios hacia el este y centro-norte de Estados Unidos (Zúñiga y Hernández-León, 2005), precisamente donde se ubican algunos de los centros más dinámicos de la reestructuración industrial (Champlin y Hake, 2006).

En términos de escolaridad, 38.9% de la población de 15 años y más, nacida en México y residente en Estados Unidos, cuenta con un nivel educativo superior al bachillerato. Ese dato se eleva a 52.4%, al considerar todo el espectro de la población de origen mexicano establecida en aquel país. En contraste, la media para México es de 27.8%, lo cual significa que, contra lo que se supone, se está yendo más fuerza de trabajo calificada de la que tiende a quedarse en el país; es decir, hay una clara tendencia selectiva, consustancial, a la racionalidad subyacente en las migraciones internacionales. Vale la pena acotar, sin embargo, que comparado con otros grupos de inmigrantes, el contingente mexicano es el de menor escolaridad en Estados Unidos. Esa circunstancia no atenúa el problema, sino que pone en evidencia el grave rezago educativo que persiste en México y revela uno de los grandes desafíos para el desarrollo del país (OCDE, 2005). Un tipo de desplazamiento poco visible, y que se sale de los estereotipos de la migración laboral, es el correspondiente a los mexicanos residentes en Estados Unidos que cuentan con un nivel de escolaridad equivalente a licenciatura o posgrado. En ese caso, el monto asciende a poco más de 385 mil personas nacidas en México. Con posgrado son 86 mil, de los cuales 10 mil cuentan con el grado de doctor (CPS, 2005). Ello pone de relieve que la fuga de cerebros comienza a manifestarse como un problema de consideración, que no debe, de ninguna manera, ser desatendido.

La dinámica migratoria ha venido acompañada de una transformación en el patrón migratorio: de un esquema con predominio del migrante circular se ha pasado a uno con preeminencia del migrante establecido, incluidas algunas variantes, por ejemplo, la mayor participación de mujeres y familias enteras (Delgado, Márquez y Rodríguez, 2004). Si bien la tendencia al establecimiento suele ser resultado de la evolución y maduración de los flujos migratorios, en este caso se vincula al cierre unilateral de la frontera, la cual, en vez de contener el éxodo poblacional, propicia que flujos emergentes —ante la dificultad y riesgos del retorno— opten por prolongar su estancia indefinidamente. El cambio en el patrón migratorio y la disminución de las tasas de natalidad en el país están dando lugar a una creciente y preocupante tendencia al despoblamiento: de 2000 a 2005, 832 de los 2 435 municipios del país —uno de cada tres— registraron una tasa negativa de crecimiento (INEGI, 2006b).

Con la implantación del TLCAN, México experimentó un ascenso vertiginoso del flujo migratorio hacia Estados Unidos, al punto de convertirse en el principal emisor de emigrantes del mundo. Es importante destacar que este dinamismo y los cambios cualitativos que lo acompañan se asocian con el papel desempeñado por los trabajadores mexicanos, como reserva y fuente de mano de obra barata para la economía estadounidense; función que a su vez se complementa e interrelaciona con la política de abaratamiento y precarización laboral establecida en México. En efecto, la reestructuración productiva impulsada desde la economía estadounidense ha propiciado la reasignación o redistribución espacial y sectorial de los trabajadores en el horizonte binacional. El soporte de ese proceso se asienta en la precarización transnacional del trabajador, entre cuyos indicadores sobresale el ensanchamiento de la brecha salarial, la prolongación de las jornadas laborales, el desmantelamiento de los sindicatos, la inseguridad en el empleo y el acceso restringido a prestaciones sociales. El mercado laboral transnacional, que en las circunstancias descritas se genera, entraña una afectación generalizada para la clase trabajadora de México y Estados Unidos. No obstante, son los trabajadores mexicanos los que se sitúan en la franja más onerosa y flexibilizada, dando lugar a la emergencia y propagación de formas extremas de precarización, entre las que figuran la subcontratación u outsourcing y el day labor. En ese marco, la inserción laboral de los inmigrantes de nuestro país se canaliza prioritariamente hacia: a) un sector laboral que venía operando con antelación a la reestructuración productiva, cuyas características son la alta precarización y la exclusión social; es el caso de la agricultura, el servicio doméstico y de limpieza, y b) otro sector ocupacional igualmente precarizado, vinculado con la reestructuración productiva en diferentes ramas que alimentan a los sectores de punta, la producción de bienes-salario y las industrias maduras que están en proceso de rescate.

En la distribución ocupacional de los inmigrantes, resalta la presencia creciente en la construcción, manufacturación, servicios y comercio, sobre todo en segmentos degradados, también concebidos como el traspatio de la industria en reestructuración: sweatshops, subcontratación, empleo domiciliario, day labor, entre otros.4 En la manufactura, la mayoría se concentra en las industrias metálica básica y de productos metálicos, maquinaria y equipo (502 mil) y en las industrias alimenticia y del vestido (437 mil). En el primer caso, se trata de industrias maduras que incorporan a la inmigración laboral como estrategia de rescate y, en el segundo, de bienes-salario para el abaratamiento generalizado de la fuerza de trabajo (véase gráfíca 2).

En 2004, 1.2 millones de mexicanos trabajaba en la manufactura. Entre 1995 y 2005, la ocupación manufacturera estadounidense disminuyó 17%: de 17.1 a 14.2 millones. Es decir, ocurrió un doble movimiento: a) la disminución absoluta de empleos manufactureros, y b) el reemplazo en algunos sectores por mexicanos. Ese doble movimiento crea un nicho laboral significativo para nuestros connacionales (Delgado y Cypher, 2005). Si sumamos a los trabajadores manufactureros que laboran en Estados Unidos (14.2 millones), aquellos que trabajan en la maquila (1.2 millones) y maquila encubierta (0.5 millones) en México —con referencia a segmentos de la reestructuración industrial estadounidense ligados, por lo general, a las ramas de punta—, la masa laboral asciende a 15.9 millones. Ello implica que los trabajadores mexicanos que participan en la manufactura estadounidense en sentido amplio suman 2.9 millones (18% del total), es decir, casi uno de cada cinco trabajadores.

Debido al reemplazo de la fuerza laboral mejor pagada, experimentada y sindicalizada (generalmente la nativa), los trabajadores mexicanos cumplen el objetivo de disminuir los costos de operación para aumentar la competitividad global. Esto en virtud de que la fuerza de trabajo mexicana percibe los salarios más bajos en comparación con la población nativa y el resto de inmigrantes (véase gráfica 3). Por otra parte, el diferencial salarial manufacturero es ilustrativo de las asimetrías entre la economía nacional y la estadounidense: en México, el salario por hora en la industria manufacturera es de 2.57 dólares y en Estados Unidos es de 16.45 dólares, para el caso de los empleos formales. Pero si tomamos en consideración que un número significativo de los inmigrantes mexicanos se ubica en la franja de trabajadores indocumentados, los salarios muestran una caída hasta los cinco dólares por hora. Y aunque ese salario duplica al promedio en México, no podemos dejar de reconocer que en el ámbito laboral estadounidense esa merma constituye una forma de precarización extrema. De hecho, el grueso de los empleos se ubica en un rango de poca calificación, bajos salarios, prestaciones limitadas o nulas, inestabilidad, con relaciones de trabajo unilaterales e informales —o autoritarias—, riesgosos y sujetos a abusos extralegales de los empleadores, por ejemplo: salarios debajo del mínimo legal, despidos injustificados, escamoteo en el pago de horas extra.5

Más que remitirse a factores de oferta y demanda en el ámbito binacional, la transnacionalización laboral responde a factores estructurales que impulsan la migración masiva. Además de la segmentación y, en ciertos casos, precarización de los mercados laborales, acontece también una inserción diferenciada de la población inmigrante. Ello se relaciona con los circuitos migratorios y genera perspectivas diversas de integración, desde la asimilación que asciende —presente parcialmente en el circuito histórico— hasta modalidades descendentes, en el mayor de los casos, propias de un proceso de exclusión transnacional y vulnerabilidad para la segunda y tercera generaciones. Ese proceso se vincula con la tendencia dominante en el mercado laboral estadounidense, que influye en la reestructuración laboral de México, de reemplazo de trabajadores permanentes por temporales, al grado de convertirlos en lo que Levine (2001) califica como "trabajadores desechables"

Por lo visto, el trabajo sigue siendo el principal eje articulador del sistema migratorio México-Estados Unidos, de acuerdo con la lógica de la transnacionalización y precarización de los mercados laborales que crean un espacio laboral binacional y recodifica las trayectorias laborales de los migrantes, puesto que: a) rompe con el patrón migratorio circular tradicional, y b) da paso a un proceso de asentamiento en los lugares de destino. Asimismo, surge la figura del transmigrante laboral, es decir, aquel que combina a lo largo de su vida actividades de trabajo intercaladas en Estados Unidos y México, sin obedecer a patrones estacionales recurrentes ni a duraciones predeterminadas.

En la base de la transnacionalización laboral subyacen elementos macroestructurales que impulsan una migración masiva. En primer lugar, como se apuntó antes, destaca la internacionalización productiva que desagrega y complementa a la vez la cadena productiva intra e interindustrial, y repercute en el mercado laboral en su dimensión binacional. En segundo, se advierten estructuras demográficas complementarias: mayor envejecimiento relativo de la población estadounidense e inicio relativamente tardío de la llamada transición demográfica en México. Hay, en ese sentido, una reestructuración productiva suplida por los cambios en los patrones demográficos.

Para la transnacionalización del mercado laboral, un elemento crucial es el mantenimiento y ampliación de la brecha salarial entre México y Estados Unidos, acorde con la estrategia de reestructuración productiva basada en la reducción de costos laborales. La integración económica asimétrica de América del Norte contradice el postulado neoclásico de la convergencia, en este caso, salarial, entre países con distintos grados de desarrollo y entrega a la economía mexicana a las fuerzas del mercado sin prever mecanismos compensatorios. Paradójicamente, mientras la zanja entre los ingresos salariales percibidos en México y Estados Unidos se ensancha, no ocurre lo mismo con los niveles de productividad, puesto que en ese caso han tendido a acortarse. Incluso, en México, la productividad es mayor en algunos sectores productivos, particularmente en aquellos que forman parte del modelo exportador de fuerza de trabajo.6

 

Conclusiones

Entre México y Estados Unidos se ha consolidado un mercado laboral transnacional asimétrico e injusto que operativamente funciona por medio del modelo exportador de fuerza de trabajo. La estrategia de abaratamiento y precarización laboral es el eje motor del modelo. Empero, no es suficiente señalar que ese modelo es el sector más dinámico del mercado laboral mexicano, sino puntualizar que estructuralmente está asociado a una dinámica degradante que repercute en cuatro renglones de la economía mexicana:

a) La generación de procesos de desacumulación. La exportación indirecta de fuerza de trabajo, por medio de la maquila y maquila encubierta, significa una transferencia neta de ganancias a la economía estadounidense. Por tanto, se trata de una nueva modalidad de dependencia, incluso más acentuada y vejatoria que las que fueran señaladas en su momento por el estructuralismo cepalino y las teorías de la dependencia.

b) La transferencia al exterior de fuerza de trabajo cuyos costos de producción recaen en la economía nacional. La migración laboral significa para México una creciente e invaluable sangría de recursos humanos que, amén de vincularse con el abandono de actividades productivas, constituye una dilapidación de los costos de formación y reproducción de esa fuerza laboral y, en cierto sentido, el desplazamiento de mano de obra calificada en términos relativos.

c) El desmantelamiento de buena parte del aparato productivo en México. La integración económica regional y la operación del modelo exportador han contribuido a un creciente desmantelamiento del aparato productivo orientado al mercado interno, muy irrelevante para los propósitos de la política neoliberal.

d) La reducción y precarización del empleo formal de calidad. La política neoliberal ha sido incapaz de crear empleos formales de calidad, más bien se ha producido la destrucción de éstos, al tiempo en que se sigue una estrategia de precarización y flexibilización de los existentes. Ante la ausencia de instrumentos como el seguro de desempleo, el sector informal ha cumplido el papel de receptáculo en la modalidad de subsistencia precaria para las anchas franjas poblacionales excluidas del empleo formal. El llamado empleo informal conforma un sector laboral altamente degradado y confinado a la subsistencia y el cual juega el papel de reserva laboral, en beneficio del abaratamiento del valor de la fuerza de trabajo en México y en Estados Unidos. Paradójicamente, el sector informal, una suerte de colchón del mercado laboral en México y las remesas que envían los migrantes laborales, han servido para dar vida artificial a un modelo de desarrollo como el neoliberal, que exacerba las desigualdades sociales y fractura las actividades productivas del país.

En México se ha verificado un agudo proceso de precarización laboral —pésima calidad del trabajo, incluso más que falta absoluta de empleo— y un estrechamiento concomitante del mercado de trabajo formal e informal, lo cual redunda en un incentivo perverso para la migración laboral. En este sentido, se puede afirmar que México está dilapidando su bono demográfico toda vez que vastos contingentes laborales alimentan el crecimiento de la economía estadounidense y, en contrapartida, limitan el desarrollo de su propio país. En Estados Unidos se han generado importantes nichos de mercado laboral para los trabajadores migrantes mexicanos. Esos nichos se componen de segmentos laborales precarios que anteceden al actual proceso de reestructuración, ubicados en ciertos segmentos de la agricultura, manufactura y servicios. Asimismo, se han creado franjas laborales precarias alrededor de los sectores de punta de la economía estadounidense y, sobre todo, de industrias maduras que incorporan a los migrantes como estrategia de rescate. Desde otro ángulo, la presencia laboral mexicana se ha distribuido y diversificado geográficamente en prácticamente todo el territorio estadounidense, siguiendo la propia dinámica de la reestructuración. En ese sentido, en algunos sectores productivos se verifica un efecto de trabajadores nativos (con antigüedad y buenas prestaciones) para sustituirla por mano de obra barata y altamente precarizada de origen mexicano (Delgado y Cypher, 2005). A su vez, se advierte una suplencia en términos demográficos que compensa el déficit poblacional derivado del envejecimiento del sector laboral nativo. Se trata del uso del bono demográfico mexicano que adquiere la forma de bono productivo para la economía estadounidense.

Cabe agregar que mediante la maquila y la maquila encubierta, la fuerza de trabajo mexicana es incorporada al proceso de reestructuración industrial estadounidense en diversos segmentos, destacando las ramas de punta. Esa situación pone de relieve la manera como la fuerza laboral mexicana cumple un papel crucial y multinodal en el abaratamiento de los costos laborales y el incremento de la competitividad global de la manufactura de Estados Unidos.

Si bien la estructura del mercado laboral muestra signos de complementariedad y funcionalidad para la expansión de la economía estadounidense, particularmente de sus grandes corporaciones, hay también signos que dan cuenta de su insustentabilidad. La migración México-Estados Unidos no puede verse parecida a una fuente inagotable de fuerza de trabajo barata en la medida en que comienza a perfilarse una creciente tendencia al despoblamiento que abarca la tercera parte de los municipios mexicanos (INEGI, 2006b). A esto se aúna el dilema que entraña la explotación laboral extrema y el crecimiento de la pobreza y marginación social, que son caldo de cultivo de potenciales conflictos sociales y de seguridad, justo cuando los organismos internacionales encabezados por la ONU hacen un llamado para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Mileno.

 

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Notas

1 México suele ser considerado un caso exitoso de integración económica regional por la elevada expansión de su comercio exterior, en particular del sector manufacturero. Tómese en cuenta que el país figura como la octava potencia comercial del mundo y la primera de América Latina. Por sí solo representa 44% de las exportaciones y 49% de las importaciones latinoamericanas. Más todavía, entre 1988 y 2005, las exportaciones mexicanas casi se septuplicaron al pasar de 30.7 a 213.7 mil millones de dólares. También se aduce que la manufactura es el principal componente de las exportaciones mexicanas; en 2005, representaron 81.6% de las exportaciones totales. A esto se añade que el perfil exportador está alcanzando un importante componente de alta tecnología a niveles no muy distantes a los de Estados Unidos. Según datos del Banco Mundial (2005), el componente exportador de alta tecnología para México sería de 21% y para Estados Unidos de 31%. Estos datos son utilizados para alegar el supuesto avance de la plataforma de exportación mexicana hacia lo que se ha denominado modelo secundario-exportador.

2 Cabe precisar que además de fuerza de trabajo —que constituye la principal mercancía de exportación del país, con una contribución neta a la balanza comercial de 20 mil millones de dólares en 2005— México exporta recursos naturales (principalmente petróleo crudo) y activos (provenientes, sobre todo, de la privatización de empresas públicas).

3 La fragilidad estructural de la actividad exportadora está sujeta a los vaivenes de la economía estadounidense y a los avatares de una ventaja comparativa estática y de corto plazo al descansar en fuerza de trabajo barata. A pesar de su importancia ocupacional y productiva, la maquila experimenta cierto retraimiento desde finales de 2000, debido al descenso de la demanda estadounidense y la competencia de países con salarios más bajos, como China y Centroamérica, que propiciaron la reubicación de las maquiladoras y el crecimiento relativo de los salarios en las maquiladores instaladas en México (De la Garza, 2004). Recientemente, México experimentó una importante caída en el crecimiento exportador "manufacturero" debido a factores como la pérdida de dinamismo de la economía estadounidense y el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) (Huerta, 2004).

4 A pesar de su menor importancia relativa, la participación de trabajadores mexicanos en la agricultura es mayoritaria dentro del sector (tres de cada cuatro nacieron en México). La mayoría son indocumentados (53%), con gran presencia indígena y femenina, muestra de un escalonamiento y diversificación laboral. También se registra una inserción social diferenciada de los inmigrantes, de acuerdo con los circuitos migratorios: desde la exclusión y vulnerabilidad transnacionales, particularmente entre inmigrantes indígenas, hasta una cierta asimilación ascendente, presente en el circuito de mayor tradición migratoria, que abarca a los inmigrantes provenientes de los estados del centro-occidente del país.

5 El Departamento del Trabajo de Estados Unidos reconoce la necesidad de la fuerza de trabajo inmigrante mexicana y latinoamericana, en general, para alimentar los sectores productivos intensivos en mano de obra, unos 500 mil trabajadores inmigrantes por año. Más aún, pronostica que en la próxima década Estados Unidos generará casi 19 millones de nuevos empleos, de los cuales la fuerza laboral latina cubrirá alrededor de 30%, particularmente en la construcción y la agricultura.

6 A lo anterior se agregan algunos elementos coyunturales que imprimen un sello particular a los procesos de reestructuración laboral transnacional en curso: a) fase amplia de crecimiento de la economía de Estados Unidos; b) fase prolongada de estancamiento de la economía mexicana; c) estrechamiento y precarización del mercado laboral formal en México, y d) ingresos insuficientes para la sobrevivencia familiar.

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