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Frontera norte

On-line version ISSN 2594-0260Print version ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.17 n.33 México Jan./Jun. 2005

 

Nota crítica

 

Pobreza, marginación y desigualdad en Monterrey. Puntos de partida*

 

Efrén Sandoval Hernández**

 

** Estudiante del doctorado en antropología, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. Dirección electrónica: esandoval49@yahoo.com.mx.

 

Este trabajo contiene una revisión de algunos estudios sobre desigualdad, pobreza y marginación urbana en la zona metropolitana de Monterrey (ZMM). La pobreza se ha convertido en uno de los temas más importantes de la zona, tanto en el ámbito académico como en el gubernamental, por lo que se hace necesaria una revisión que aclare algunos puntos de partida para el análisis de la pobreza y la marginación. En este contexto, voy a revisar los aportes de algunas publicaciones y trabajos académicos que han abordado el tema de la pobreza y la marginación en Monterrey.

Para conocer la pobreza y a los pobres de Monterrey es necesario remontarnos a los estudios que se realizaron entre los sesenta y los ochenta, período en que se elaboró la mayor parte de la literatura sobre el tema. Además de los trabajos de tipo econométrico que destacan la extrema desigualdad en la distribución del ingreso, la pobreza regiomontana se puede conocer a través de aspectos tales como la migración rural-urbana, los asentamientos irregulares, el movimiento urbano popular y las estrategias económicas de los hogares en pobreza.

 

La desigualdad en Monterrey

Diversos estudios sobre distribución del ingreso y marginalidad en la ZMM han demostrado la profunda desigualdad imperante. Autores como Puente (1969) y Vellinga (1988) coinciden en que la desigualdad del ingreso mantiene una tendencia a ser cada vez más inequitativa. Y es que en el contexto del acelerado proceso de industrialización del área metropolitana, el movimiento masivo de población del campo a la ciudad provocó que los estratos sociales de bajo nivel aumentaran en Monterrey ya que la oferta de mano de obra superó la capacidad de absorción de la industria. La consecuencia fue la expansión desproporcionada de las ocupaciones no calificadas en el sector terciario. De acuerdo con Puente Leyva (1969), en Monterrey se generó "[...] un claro estancamiento del nivel general de los salarios reales entre los años 1960 y 1965". En 1960, Monterrey generaba más de 10% de la producción industrial nacional y, al mismo tiempo, alrededor de 68% de su población total no consumía el mínimo técnicamente recomendable de nutrientes ni lograba satisfacer "un mínimo humanamente aceptable de otros satisfactores de bienestar" (Puente, 1969).

En el período 1965-1985, Vellinga (1988) encontró que los cambios en la economía beneficiaron mayoritariamente a la clase media alta. Así, "50% de las familias más pobres vieron bajar su participación en la distribución del ingreso bruto de 19 a 16.46%; el 5% más rico aumentó su parte de 31.23% a 33%".

Por su parte, Martínez (1999:1-130) explica el deterioro general en las percepciones reales a lo largo de dos sexenios (se refiere al período 1976-1988) a partir de la moderación en los incrementos de los salarios. Para esta investigadora, la desigual distribución del ingreso provocó en 33 años (1965-1998) una mayor brecha de ingresos en la ciudad, acompañada por tendencias como el aumento en las disparidades de salarios entre mano de obra calificada y no calificada, crecimiento económico, menor tasa de ocupación, creación de empleos precarios, baja remuneración y escasa productividad, permanente deterioro salarial, disparidad en el acceso a la educación, entre otras más.

Otros trabajos también revelan que la desigualdad se ha mantenido y hasta se ha incrementado en la zona. Aguilar y Escamilla (2000:179-217) apuntan que en el período 1991-1995, "se apreció una polarización social que se reflejó en un 'crecimiento' de ambos extremos de la estructura social". Los autores se basan en datos que revelan el incremento de la fuerza laboral altamente calificada (profesionistas, personal técnico, directores y personal directivo) y la expansión de la fuerza de trabajo menos calificada (comerciantes, vendedores, prestadores de servicios, conductores de vehículos), además de la disminución de los salarios y la polarización de la estructura ocupacional.

 

Migración rural urbana

La pobreza en Monterrey y la migración interna se vinculan no sólo por el origen de los migrantes (campesinos empobrecidos) sino por la situación de éstos en el lugar de llegada. Según Browning y Feindt (1968:183-204), entre 1940 y 1965, el crecimiento poblacional en Monterrey fue excepcional ya que la población de su área metropolitana se quintuplicó, pasando de 186 000 a 950 000 habitantes. De acuerdo con Balán et al. (1977), "del 5.9 de la tasa de crecimiento anual entre 1940 y 1950, 3.6 se debió a la inmigración neta, esto es, el 61% del total. Las cifras correspondientes para la década de 1950-1960 fueron 6.3, 3.3 y 52%". Zúñiga (1995:190195) presenta cifras a partir de 1960, cuando el crecimiento natural fue de 3.39% y la tasa social, de 2.8%. Entre 1970 y 1980, el crecimiento total fue de 4.67%, el natural alcanzó 3.40 y el social disminuyó en importancia (1.27%). Todavía, en el período 19801985, el crecimiento social fue mayor que el natural.

Las olas migratorias del campo a la ciudad son importantes para la literatura sobre la urbanización de Monterrey, y es que uno de los efectos de las altas tasas de inmigración fue el proceso de metropolización que se dio cuando al área urbana se incorporaron otros municipios. Para 1970, la ZMM estaba conformada por ocho municipios, que reflejaban ya los altos contrastes entre las zonas privilegiadas y los poblamientos periféricos (1990:15-58).

 

Marginación y marginalidad

La literatura sobre las zonas marginadas y la marginalidad en Monterrey proporciona información —en algunos casos, a detalle— sobre las formas de organización social imperantes. Según Neira (1990:145-180), en Monterrey existen asentamientos irregulares muy antiguos, aunque los más característicos corresponden a los años cuarenta, tales como La Coyotera, en la colonia Garza Nieto, o algunas zonas de La Loma Larga que se han anexado a la colonia Independencia, una de las más antiguas de la ciudad. En sectores como Sierra Ventana, Neira encontró patrones rurales de vida: pequeños huertos, granjas familiares con cerdos, gallinas y corderos.

Un aspecto importante en la organización social es el político. Los marginales de Monterrey han jugado un papel político importante en la región. Por una parte, han creado sus propias formas de organización, relativamente autónomas de las autoridades estatales (1990); por otro lado, han establecido relaciones clientelares que pueden ser concebidas, más que como formas de manipulación política, como canales de gestión y presión hacia la administración pública (1983). Este patrón político permanece, hasta nuestros días, como el principal canal de presión política de los marginados.

Las formas de organización política se han manifestado en las invasiones de tierra de manera masiva. En los años setenta, ya se había dado lugar a formas concretas de organización para invadir terrenos, las cuales incluían no sólo líderes de izquierda y estudiantes universitarios, sino miembros de los sectores populares priístas (CNOP, CTM, CROC), pequeñas burguesías internas de los grupos de posesionarios y hasta propietarios de terrenos que acordaban autoinvasiones para vender a buen precio sus terrenos al gobierno. El estado, ante la imposibilidad de responder a la grave crisis de vivienda, se convirtió en cómplice del fenómeno. En esta red de relaciones políticas, las mujeres se constituyeron en actores centrales (1999).

En 1973 se creó el Frente Popular Tierra y Libertad, el más famoso y políticamente mejor organizado de los movimientos urbano-populares de la zona. Esta agrupación existe hasta nuestros días y mantiene su poder político a pesar de haber sufrido serias transformaciones. En ese mismo año, el gobierno del estado reconoció la existencia de 170 000 posesionarios que vivían en asentamientos espontáneos (1983). La respuesta del estado fue la creación del Fomento Metropolitano de Monterrey (Fomerrey), cuyo objetivo era "el desarrollo de áreas urbanas populares que proveyeran de lotes, viviendas o pies de casa a la masa de desposeídos y marginados del mercado libre de tierra y vivienda urbana". Sin embargo, hasta 1999, los asentamientos irregulares en la zona metropolitana de Monterrey sumaban, por lo menos, 52 (García, 2001:119-155).

Los procesos migratorios y de marginación urbana dieron lugar a lo que Acevedo (1979:39-49) llama "el proceso de marginación de Monterrey", que se manifiesta en una creciente proporción de la fuerza de trabajo destinada a desempeñar actividades marginales, así como en el acrecentamiento de la distancia social y económica entre los marginados y los integrados, y en una dificultad cada vez mayor para pasar de una situación a otra. Autores como Browning y Feindt (1968), Balán et al. (1977) y Zúñiga (1990) refieren las escasas posibilidades de movilidad, en términos de ingreso y educación, de los migrantes que fueron conformando las masas de marginados en la ciudad.

Los estudiosos de la marginalidad regiomontana se han dirigido hacia sectores como las mujeres (Rangel, 1990: 201-240; Ribeiro, 1990:59-102; Arenal, et al., 1997; Pozas, 1999), los jóvenes (Hernández, 1990:243-286), y las redes familiares extensas (López, 2002). Aunque la mayoría de estos estudios han sido modestos y obedecen, muchos de ellos, a iniciativas más bien individuales o coyunturales, se han convertido en referentes necesarios para el conocimiento de la marginalidad en Monterrey. A ellos me referiré en los siguientes párrafos.

Rangel y Ribeiro han abordado la relación entre género y marginalidad. Por un lado, Rangel intentó documentar rasgos culturales de los marginados de Monterrey a partir de una tradición rural navideña. Por otro lado, las mujeres de los sectores marginados de ciudad Guadalupe y San Nicolás de los Garza (dos municipios metropolitanos) son caracterizadas por Ribeiro como: mayoritariamente jóvenes, casadas, con hijos y dedicadas al hogar. Cuando trabajan fuera del hogar, cargan con la responsabilidad de "ejercer roles externos e internos simultáneamente (a menos que se apoye —como sucede con frecuencia— en el trabajo de otra mujer)". Aunque las estadísticas no lo registren, muchas de ellas trabajan desde la infancia como empleadas domésticas, oficio característico de las mujeres de los barrios marginados, quienes son sometidas a las condiciones laborales que asignan sus patronas (1997).

Otro de los sectores marginados es el de los jóvenes. En su estudio, Hernández los define como jóvenes cuyos delitos más frecuentes son escuchar música en las esquinas, reunirse en grupos por la noche y poseer indumentaria, lenguaje y hasta una forma de caminar diferentes.

Los textos de Rangel, Ribeiro y Hernández son sólo ejemplo del esfuerzo, coordinado por Zúñiga y Ribeiro (1990), de agrupar los trabajos que ciertos académicos desarrollaron en sectores marginados del área metropolitana de Monterrey en los años ochenta. No obstante, la dispersión de los temas y de las perspectivas, además del poco acuerdo conceptual, reflejan la ausencia de un conocimiento más sistemático sobre la problemática en su dimensión metropolitana.

Otro esfuerzo aislado por estudiar la marginalidad en la zona metropolitana de Monterrey es el coordinado por Raúl E. López (2002). En su trabajo, este autor muestra que la mayoría de los miembros de hogares en pobreza y pobreza extrema laboran en oficios no especializados del comercio o los servicios (vendedores ambulantes, empleadas domésticas, afanadores, oficios auxiliares, ayudantes en general, barrenderos, macheteros y mensajeros), actividades que no requieren de cierta especialización o determinados niveles de escolaridad. Según González (2002:57-95), en la mayoría de los casos, es el padre el que más aporta al sustento familiar, aunque los hijos y la esposa participan en la economía familiar, por ejemplo, lavando o cosiendo ropa ajena o preparando comida para vender. Además, recolectan objetos de desecho como vidrio, papel, botes de aluminio o cobre, que venden por kilos.

Otras estrategias tienen que ver con disminuir la calidad de los alimentos que se consumen o comprar ropa de segunda que proviene de las pacas de Estados Unidos. Además, se pueden conseguir alimentos mediante el sistema de fiado conocido como el cartón en los estanquillos. La compra de artículos mediante pagos semanales es el único recurso para adquirir muebles o artículos electrodomésticos, a pesar de que el valor del producto se duplique o triplique. Igualmente se puede recurrir a las tandas, en las que participan familiares y amigos muy cercanos.

 

Conclusión

En este trabajo he mostrado algunos ejemplos de estudios e investigaciones que se han publicado sobre la desigualdad, la marginación y marginalidad en la ZMM. Aunque esos textos son referencia para el estudio de la pobreza en la zona, la realidad es que no se cuenta con referentes comparativos ni en el tiempo ni en el mismo espacio geográfico. Tal vez ésta sea la principal carencia del análisis de la pobreza en Monterrey: la falta de elementos de comparación. En este sentido, Zúñiga y Contreras (1998) han advertido sobre la aparente "ausencia" de la pobreza en las ciencias sociales regiomontanas, debida, por un lado, al "mercado de opiniones" imperante en la sociedad local (de tipo "liberal porfirista") y, por otro lado, "al pobre desarrollo de las ciencias sociales en la ciudad". Éste sería el primer punto de partida para emprender el camino hacia una más amplia comprensión del fenómeno en la zona.

Ahora bien, la pobreza no se puede estudiar aislada de otros fenómenos o tópicos igual de relevantes. En la literatura sobre la marginación en la ZMM no se encuentran estudios sobre las políticas públicas dirigidas hacia los pobres. En este contexto, surgen opciones alternas como la evaluación y el diagnóstico social. Tales acciones permitirían dar seguimiento a los beneficiarios de los programas de gobierno y evaluar la relación que estos programas tienen con la forma de vida de los pobres y el papel que realmente juegan en las estrategias domésticas o comunitarias.

Las ayudas gubernamentales son sólo una parte de los mecanismos utilizados por los pobres para sobrevivir. Por ello, a la vez, se deben analizar otros recursos, entre los cuales destaca el trabajo. Se hace necesario conocer cuáles son las condiciones del mercado laboral en la zona y cuál la manera en que éste es un factor para que los pobres permanezcan en la pobreza.

Las estrategias domésticas son importantes para evaluar la pobreza urbana. En este sentido, el estudio de la familia y del hogar, así como los ciclos de vida y doméstico deben ser tomados en cuenta, sobre todo en su relación con el trabajo formal y no formal. La informalidad, por cierto, permanece ausente en la literatura sobre pobreza en Monterrey.

La estructura económica no es el único factor que se debe estudiar: las formas de organización política también deben ser tomadas en cuenta para su análisis. Al igual que en los tiempos de las grandes invasiones, en la actualidad, los pobres mantienen relaciones clientelares con el principal partido político del estado: el PRI. Para los pobres de Monterrey, el acceso a la propiedad de la tierra, la vivienda o el derecho a un trabajo, aun cuando éste sea dentro de la informalidad, dependen, en muchos casos, de este tipo de vínculos. Las relaciones clientelares son, tal vez, un capital mucho más importante que los beneficios recibidos de programas gubernamentales. De aquí lo relevante de su comprensión.

Ahora bien, hablar de la pobreza en Monterrey como si fuera un fenómeno uniforme sería arriesgado. Es necesario acercarse a la diversidad de manifestaciones que la marginación, marginalidad y pobreza tienen en el contexto urbano. Por esto se hace necesario el estudio del papel que las mujeres, los jóvenes y los niños tienen en familias que viven en la pobreza.

Por otro lado, la relación entre la migración al área metropolitana de Monterrey y la pobreza es otro pendiente para el estudio de este fenómeno en la zona. ¿De qué manera los migrantes actuales se insertan en la economía, la sociedad y la política regiomontanas? ¿En qué grado las empleadas domésticas, los albañiles y vendedores ambulantes contribuyen a la economía metropolitana? y ¿qué actitud social los recibe? Aunque lejanas, las olas migratorias que acompañaron el proceso de urbanización de Monterrey no deben dejarse de lado. En este sentido, surgen interrogantes sobre los lazos de los regiomontanos con regiones de San Luis Potosí, Tamaulipas, coahuila y Zacatecas. Preguntas similares se pueden plantear en el contexto de los vínculos de la ZMM con Texas.

Finalmente, para responder a las necesidades del estudio de la pobreza en la zona, se hace necesaria la conformación de una infraestructura institucional que permita el desarrollo de investigaciones cualitativas y cuantitativas que brinden elementos para la comparación en el tiempo y el espacio. Sólo así se podrá superar la línea de los datos y los casos aislados, que resultan insuficientes para conocer, de manera amplia, un fenómeno así de complejo.

 

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Nota

*Agradezco a la cátedra de investigación "Integración económica y desarrollo social de la frontera norte de México", de la Escuela de Graduados en Administración Pública del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), el apoyo recibido para la realización de este trabajo.

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