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Nova tellus

Print version ISSN 0185-3058

Nova tellus vol.30 n.2 Ciudad de México  2012

 

Artículos

 

Los herederos mexicanos de Virgilio. De Landívar y Alegre a Francisco Cabrera

 

Mexican Heirs of Vergil. From Landívar and Alegre to Francisco Cabrera

 

Tarsicio Herrera Zapién

 

Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: tarherzap@yahoo.com.mx

 

Recibido: 24 de febrero de 2012.
Aceptado: 8 de enero de 2013.

 

Resumen

Los poetas de gusto clásico se complacen en imitar ciertas palabras o giros de sus más célebres predecesores. Es característica su repetición de palabras como umbra, silentia, dolorem, monumentum. Además, repiten superlativos esdrújulos, ablativos de la tercera declinación y el epígrafe —que. Desde Virgilio hasta Alegre, Abad y Landívar reaparecen formas como el conocido tempestatesque. Por su parte, el más reciente de nuestros clásicos, don Francisco José Cabrera, estudió humanidades con los jesuitas, cursó luego derecho en la UNAM y, una vez jubilado, produjo once memorables poemas neolatinos.

Palabras clave: poeta clásico, imitación, predecesor, superlativo, Virgilio, Cabrera.

 

Abstract

Poets with a Classical taste enjoy imitating some words or turns of phrase from their most celebrated predecessors. Thus, repetition of words like umbra, silentia, dolorem, monumentum, is frequent in them. Furthermore, they repeat dactylar superlatives, words in ablative case and the epiphora —que. From Virgil to Alegre, Abad and Landívar words like tempestatesque appear often. It deserves some mention that the most recent of our Classics, Francisco José Cabrera, first studied humanities with the Jesuits, then law at UNAM and, once retired, he crafted eleven notable Neo-Latin poems.

Key words: classical poet, imitation, predecessor, superlative, Virgil, Cabrera.

 

¿Cómo compones? Leyendo

y lo que leo imitando,

y lo que imito escribiendo,

y lo que escribo borrando;

de lo borrado escogiendo.

Lope de Vega

 

Los poetas clásicos se complacen en repetir ciertas voces o giros de las obras maestras, a manera de homenaje a los vates supremos. Ello sucede principalmente entre los poetas que han cantado en latín áureo.

Sobre todo, hay voces que unos u otros repiten como una rúbrica, como diciendo: "Nos enorgullecemos de pertenecer a la familia de los vates que cantan en el latín de Virgilio". Por eso decimos laetissima conjux; monumenta virorum; ad sidera tollit; hominumque deumque.

Así, no nos debe sorprender que leamos tantas repeticiones de tal o cual vocablo peculiar de un clásico. Si leemos en Alegre: Nostrum renovare dolorem,1 ello se debe a que ya Virgilio había cantado: jubes renovare dolorem.2 Con eso se desmiente a quien cree que ningún poeta llega a repetir una expresión igual a alguna que haya escrito otro. Cuando alguno copia a otro, pudiera ser que le viniera a la mente un giro o hasta todo un verso que resultó igual a alguno que él ya tenía en la memoria. Y cuando el que repite se da cuenta de la coincidencia, puede optar por retocarla o bien por dejarla intacta, a modo de homenaje a algún colega al que ha imitado.

Pero a varios vates les sucede que aquí y allá insertan giros inconfundibles de otro poeta al que admiran. Y ello no es un atropello, sino un discreto homenaje. Así sucede cuando Landívar recuerda el célebre hexámetro de Virgilio:

praecipitat, suadentque cadentia sidera somnos.3

acelera, y los astros declinantes persuaden al sueño.

Y Landívar le hace a Virgilio el homenaje de una imitación que es toda una variación:

Occupat, et somnum tranquilla silentia suadent.4

Ocupa, y tranquilos silencios inducen al sueño.

 

Paréntesis sorjuaniano

Es similar el caso de Sor Juana. Cuando ella decide crear versos "macarrónicos", es decir, aquellos que imitan la manera ingenua de los estudiantes, comienza por imitar los primeros versos de la Eneida del mismo Mantuano:

Ille ego qui quondam fui / divini Petri cantator,

dum inter omnes cantores / dixi: "Arma virumque cano".

Yo soy aquel que hace tiempo / al sacro Pedro he cantado,

cuando entre tantos cantores / dije: "Al hombre y armas canto".

Se trata del villancico 258 compuesto varios años después que los que cito a continuación. Pero antes, ya en un nivel más inspirado, Sor Juana ha recordado unos cuatro vocablos de la Eneida 6.573-574:

stridentes cardine sacrae / panduntur portae

rechinando en sus quicios las puertas / sacras se abren.

Y Juana Inés, evocando a Virgilio, canta en su villancico 255:

dum petit lucida / Caelicum atrium,

strident cardines / et janua panditur.

yendo ella fúlgida / al trono célico,

rechinan goznes / y puertas ábrense.

Pero el más alto nivel virgiliano lo había alcanzado Juana Inés en su villancico 218 cuando entonaba:

magna stipante caterva / ex Angelorum militia,

victrix in Caelum ascendit / ubi per saecula vivat.

Juntándose gran caterva / de la angélica milicia,

vencedora asciende al cielo / a que allá por siglos viva.

Yo veo bien claro que ella recordó aquí el inciso magna comitante caterva ("acompañándolo gran caterva") de la Eneida 2.40. ¿Son plagios de Sor Juana? No. Son homenajes a Virgilio.

 

Un imitador modernista

En forma similar, más tarde, hacia el año 1900, Díaz Mirón cuajó en sus célebres serventesios, A Gloria, un dístico que se hizo célebre:

El ave canta aunque la rama cruja,

como que sabe lo que son sus alas.

Mas llegó después, alrededor del año 1940, don Alfonso Méndez Plancarte y localizó en las obras de Víctor Hugo una estrofa francesa de contenido idéntico al citado dístico de Díaz Mirón:

Soyez comme l'oiseau, posé pour un instant

sur des rameaux trop frèles,

qui sent ployer les branches et qui chante pourtant

sachant qu'il a des ailes.5

Los críticos acabaron reconociendo que este cuarteto de Víctor Hugo ya encerraba todo lo que formuló después Díaz Mirón. Fue necesario, desde entonces, escribir con comillas esos dos versos de don Salvador. Seguían siendo de Díaz Mirón, pero en forma de homenaje a Víctor Hugo.

 

Un Landívar virgiliano

Don Octaviano Valdés leyó en una tesis de maestría por la UNAM, que el investigador Ignacio Gil Alonso dedicó a la Rusticatio Mexicana en 1947, un absoluto paralelismo entre más de una docena de hexámetros de Virgilio y otros tantos de Landívar. De allí obtiene sus conclusiones.

Es cierto que Landívar, con ojos y sensibilidad propios, descubrió un mundo nuevo al cual cantó ampliamente en su Rusticatio Mexicana. Pero no por ello negó los elementos que había asimilado de los paisajes visuales y los recursos verbales que cantó Virgilio en sus tres magnos poemas. En la capacidad crítica de Landívar para combinar ambos aspectos radica su originalidad de poeta. Su agudeza de pensador y su sensibilidad de poeta creador le permiten, tanto comprender las vivencias y los giros que ha tomado de Virgilio, como asimilar las peculiaridades del mundo de sus tiempos, al cual aplica las vivencias virgilianas.

 

También Alegre es virgiliano

Es bien conocida la tesis de que Francisco Xavier Alegre realizó una obra hercúlea al traducir al latín áureo toda la inmensidad de la Ilíada homérica. Además de ello, se reconoce habitualmente que el latín del vate veracruzano transmuta la epopeya de Homero en una que suena como poesía de Virgilio. Inclusive, Alegre no sólo incluye fraseología virgiliana, sino hasta hemistiquios completos y varios hexámetros del Mantuano más o menos completos. Un par de ejemplos lo demuestran. Leamos el hexámetro de Alegre:

Imberbes cedunt pueri, innuptaeque puellae.6

Ceden jóvenes imberbes y doncellas solteras.

Tal verso de Alegre nos recuerda otro muy conocido de Virgilio:

feta armis. Pueri circum innuptaeque puellae.7

preñada de armas, los jóvenes y las doncellas solteras.

Una de tantas referencias evidentes a Virgilio en el poema de Cabrera llamado Gonzalo Guerrero es ésta:

Una salus capto, nullis astantibus armis.8

La sola salud para el preso, pues no tiene armas ningunas.

Quien lo lee, al punto recuerda el hexámetro original de Virgilio:

Una salus victis, nullam sperara salutem.9

Sola salud del vencido es ninguna salud esperar.

Y recuerda también la cuarteta de Sor Juana, de ahí derivada:

El no esperar alguno

me sirve de consuelo;

que también es alivio

el no buscar remedio.10

Y existe un hexámetro que es todo un caso histórico. Está entre ese grupo de versos mayores de Virgilio que han adquirido celebridad. Es el de tempestatesque. Veremos aquí abajo que no ha sido honrado con una sola imitación de un poeta neolatino, ni con la de dos, sino hasta con la de tres poetas. Véase lo que sucede con el hexámetro de Alegre:

Nimborum authori, tempestatumque potenti?11

El impulsor de nubes y de tempestades potente?

Es una imitación muy cercana del famoso verso del Mantuano:

luctantes ventos tempestatesque sonoras12

luchantes vientos y tempestades sonoras.

Por si eso fuera poco, Diego José Abad, a su vez, lo imita en su propio majestuoso hexámetro:

Perque mare immensum tempestatesque funestas.13

Y por el mar inmenso y las tempestades funestas.

Allí, después de Alegre, Abad está evocando a su vez el mismo hexámetro citado de Virgilio. Y si Cabrera no tuvo su respectivo hexámetro "tempestuoso", fue porque ya temía excederse en la abundancia de imitaciones virgilianas.

 

Los creadores y los imitadores

En sesión académica se mencionó que el doctor López Eire tenía la opinión de que cada escritor es una mente única y no se asemeja en nada a todos los demás. Se comentó de inmediato que esta afirmación podría destruir toda la tradición clásica, en especial desde el Renacimiento hasta nuestros días. Nos basta con recordar una estrofa muy ilustrativa de Lope de Vega, quien refiere en La Dorotea, Acto IV, Escena III, que un príncipe le pregunta a un poeta cómo compone. Y éste le responde:

¿Cómo compones? Leyendo

y lo que leo imitando,

y lo que imito escribiendo,

y lo que escribo borrando;

de lo borrado escogiendo.

Es decir, con frecuencia un poeta compone recordando lo que ha leído en otro, y luego reelaborando por escrito las ideas que le vienen a la imaginación. La citada tradición clásica llega hasta el extremo de que ciertos siglos medievales son llamados aetas Ovidiana, a causa de la abundancia de anécdotas amatorias tomadas de Ovidio por varios poetas de la época.

En esto consiste la tan subrayada originalidad. Desde luego que no hay que copiar simplemente lo que otros escribieron. Pero, después de que hayamos leído a otros, nuestra mente podrá asimilar y luego recrear lo leído. A menudo es entonces cuando comienza la propia creación. El atractivo y el colorido de lo que escribimos decidirán su calidad artística.

No se trata de crear ideas e imágenes de la nada, sino de elaborar un texto nuevo luego de asimilar lo que leímos, o bien lo que observamos o lo que reflexionamos después de observar a otros. Por eso es dicho común entre escritores: "Unos libros salen de otros libros".

Y el motivo para estas recreaciones radica en que nuestra civilización no es algo recién nacido. Es una larga historia que se fundamenta en las culturas de Grecia y de Roma. Yo suelo referir a menudo que, cuando el posadero da a leer a Don Quijote cierto pergamino de un medio ciento de páginas que le han dado a guardar, éste se sienta a declamarlo, y en él acaba descubriendo que dicho pergamino contiene una reelaboración de la Ilíada. Allí aparece claro el triángulo amatorio de Menelao y Paris ante Helena, transformados por Cervantes en Anselmo y Lotario ante Camila.

Y esto sucede no sólo en cuanto a los argumentos narrativos, sino incluso a los giros y a las palabras clave de los versos célebres, especialmente en relación con la monumental forma del verso épico por excelencia, el cual, según el dicho clásico, es "el hexámetro, ese verso que los dioses enseñaron a Homero".

¡Cómo ha sido elogiado ese verso mayor por excelencia! De él dijo Walter Pater: "Esos hexámetros, que me obsesionan (haunt me) como inolvidables melodías".14

Es tan vasta la proyección de las frases de Virgilio que uno de los sonetos más amados de Borges deriva del pasaje lentus in umbra de las Églogas (I, 4). Derivó de un recuerdo de ese pasaje, el inciso de Borges:

Lento en mi sombra, la penumbra hueca

exploro con el báculo indeciso.15

Quien, después de leer todas estas consideraciones, insiste en que nadie tiene derecho a incluir en sus escritos algo que otro haya escrito, me recuerda al viajero que llega a una tienda y, señalando una pieza de jabón blanco de lavar que está en un aparador, dice al tendero:

—Véndame ese queso.

—No es queso, señor. Es jabón. Si quiere, puede morderlo.

El viajero muerde el jabón y, todavía echando espuma por la boca, insiste:

—Sabe a jabón, pero es queso.

 

El hexámetro homérico

Es dato ya conocido que el hexámetro de Homero nació con la tradición rapsódica griega. Y esa tradición implicaba ir declamando de memoria una narración ya existente, la cual podía variar en diversos incisos, con tal de conservar el ritmo hexamétrico. Lo más importante era subrayar ese ritmo a base de los dos pies finales bien marcados, construidos en numerosos versos sucesivos. Recordemos algunos finales de hexámetros griegos:

Λευκώλενος Ἥρη (Hera, de cándidos brazos)16

Πηληϊάδεω Ἀχιλῆος (Aquiles Pelida)17

Φοῖβος Ἀπόλλων (Febo Apolo)18

Todos ellos incluyen alguno de los tan comentados "epítetos homéricos" y constituyen algunas de las primeras observaciones que nos venían a la mente en nuestras lecturas adolescentes de la Ilíada y de la Odisea, cuando nos preguntábamos: "¿Por qué Homero repite tanto esos epítetos que muestran peculiaridades de una persona, como 'Hera, la de cándidos brazos'; o el nombre del padre de un héroe, como 'Aquiles, hijo de Peleo'; o los dos nombres de un personaje, como 'Febo Apolo'?" En esos casos, se trata sucesivamente de un epíteto de carácter, de un adjetivo gentilicio y de un topónimo.

Sólo muchos años después lo comprendimos. ¡Claro! Ese lexema de cinco a ocho sílabas es la clave del final rítmico que redondea un hexámetro dactílico: - u u / - -, como en Φοῖβος Ἀπόλλων.

Más aun, en ciertos hexámetros, como el inicial de la Ilíada, incluye no sólo el pie dáctilo quinto del hexámetro, sino incluso también el dáctilo cuarto: - u u / - u u / - -, como cuando dice: Πηληϊάδεω Ἀχιλῆος.

Estas sílabas finales de cada hexámetro nos resultan más evidentes en los hexámetros latinos, como leemos en la Eneida: Pater Aeneas; o bien sidera tollit; o bien primus ab oris. Nuestro oído rítmico capta las cinco sílabas finales de todo hexámetro y, además, el latín siempre acentúa la primera y la cuarta de esas cinco sílabas.

 

Francisco Cabrera, un vate neolatino de hoy

Don Francisco José Cabrera ha creado un ciclo de poemas épico-líricos entre el último decenio del siglo XX y el primer quinquenio del XXI.

Él, nacido en 1916, había aprendido y cultivado la creación de versos latinos hacia sus quince años, con los jesuitas de Ysleta College. Años después, dejó la carrera de humanidades y cursó felizmente la carrera de leyes en la cual, luego de titularse, trabajó durante cuarenta años. Al jubilarse, retornó al cultivo de la poesía latina, creando un imponente ciclo de once poemas épico líricos que van de los 200 a los 700 hexámetros cada uno.

Así como Rafael Landívar terminó en el año 1781 su magno poema geórgico Rusticatio Mexicana, don Francisco José Cabrera finalizó en 2005 su ciclo Monumenta Mexicana, que alcanza un total de 4 365 hexámetros, los cuales han sido traducidos en prosa al inglés por el doctor William C. Cooper, y en hexámetros al castellano por el aquí firmante.

 

El hexámetro de Virgilio

Procedo a analizar ahora la cercanía hacia el clásico Virgilio, de parte de Francisco Cabrera, quien pertenece al inspirado grupo de alumnos de los jesuitas que crearon varias obras maestras. Tales son, entre otras creaciones de fines del siglo XVIII, la versión latina de la Ilíada homérica del veracruzano Francisco Xavier Alegre; y también la Rusticatio Mexicana del mexicano-guatemalteco Rafael Landívar; y, además, el Poema Heroico del michoacano Diego José Abad.

El vate poblano Francisco José Cabrera, el más capaz seguidor de ellos tres, es hoy día, a sus 97 años, quizá el último de los destacados humanistas que han heredado durante el siglo XX las plumas privilegiadas de los jesuitas del XVIII. Veamos hasta qué grado muestra don Francisco una marcada simpatía hacia Virgilio, dos siglos después de aquellos tres grandes vates jesuitas.

Los poetas latinos del siglo de Augusto, en especial Virgilio, poseen una serie de recursos muy peculiares para construir sus hexámetros. Ya veremos hasta qué grado fueron seguidos esos recursos por los citados humanistas mayores en el XVIII y por Cabrera en el XX.

 

Superlativos esdrújulos

Ante todo, Virgilio gusta de terminar sus hexámetros con adjetivos en superlativo, colocados en el dáctilo final, el cual resulta el quinto pie de dicho hexámetro. He aquí una buena enumeración de ellos, subdivididos según sus terminaciones: [1] en -issimus; [2] en -errimus, y [3] en final anómalo.

1.1:

laetissima Dido 19

laetissimus umbra 20

longissima rerum 21

fortissima frustra 22

1.2:

miserrima caedes 23

veterrima laurus 24

exterrita Dido 25

1.3:

plurimus urbi 26

simillima somno 27

El objetivo del presente estudio consiste en demostrar que, tanto los vates neolatinos del XVIII como Cabrera (siglo XX), gustan de hacer suyos los recursos métricos y léxicos de Virgilio. Así habré demostrado que don Francisco Cabrera es tan original como todos sus colegas que hemos mencionado anteriormente.

Rafael Landívar, ya en su Rusticatio Mexicana, usa los mismos superlativos finales de Virgilio en versos como éstos:

notissima terris 28

saevissima campos 29

pulcherrima conjux 30

En su propio turno, Francisco Javier Alegre, no menos que Landívar, incluye en su Homerii Ilias otros tantos superlativos finales:

fortissime, nobis 31

laetissimus unus 32

facundissimus unus 33

longissima rerum 34

pulcherrima conjux 35

taeterrima Grajos 36

plurima circum 37

También he revisado en detalle el Poema Heroico de Diego José Abad y he encontrado allí la misma abundancia de superlativos en los dáctilos finales. He aquí algunos:

fidissime custos 38

sanctissima quaeque 39

mitissimus iras 40

moestissima rerum 41

pulcherrima semper 42

Con tales antecedentes, Francisco José Cabrera se siente a sus anchas cuando usa los mismos superlativos aquí y allá en sus propios poemas:

doctissima regnis 43

antiquissimus aevo 44

gratissimus orbi 45

asperrima clades 46

maxima cura est 47

Ablativos de la III declinación

El agudo oído musical de Virgilio le ha dictado muchos otros procedimientos para terminar sus hexámetros. Otro de ellos, además del final de superlativo citado, consiste en ocupar los dáctilos penúltimos de varios hexámetros con nombres en ablativo plural. En Virgilio suenan hexámetros como éste:

magnis itaque clamoribus actus 48

Impulsado por magnos clamores del de Ítaca.

Landívar usa a menudo dichos casos ablativos plurales para terminar de forma similar sus hexámetros:

Dant gemitum, maestisque omnes clamoribus auras.49

Dan gemidos y llenan con tristes clamores los aires.

fluctibus hortos 50

fugientibus undis 51

fluctibus agrum 52

lucibus ora 53

Inclusive, Landívar gusta de presentar dos hexámetros sucesivos terminados en ablativo singular. Doy dos pasajes que lo ilustran:

Quin etiam solido constructum marmore templum

attolli visum sursum tellure tumente.54

Más aún, pareció que el templo, de sólido mármol

construido, se alzó a lo alto al elevarse la tierra.

Ut magno celsas superarent impete nubes,

purpureaque urbes implerent luce remotas.55

Que hasta sobrepasaban con su impulso las nubes excelsas

y llenaban de luz purpúrea las urbes remotas.

Francisco Javier Alegre, a su vez, adorna sus hexámetros con el mismo tipo de finales ablativos plurales como éstos:

viribus illum 56

vocibus aurem 57

frondentibus aram 58

flaventibus arvis 59

Es también frecuente encontrar en Alegre dos hexámetros sucesivos que incluyen en su dáctilo final no menos de dos ablativos singulares. Estos son dos ejemplos.

"I, cohibe, et blando prudens sermone coerce."

Haec ait, actutumque alto de vertice caeli...60

"Ve, detenlo, y atráelo prudente con suaves palabras."

Esto dijo, y de inmediato desde la alta cumbre del cielo...

Sive ego, seu Danaum quisquam discrimine multo

vinctum duxerimus? Pulchramne ex urbe puellam,

cui pugnam effugiens blando jungaris amore?61

Sea yo, o sea alguno de los dánaos que con magno peligro

lo traiga atado?¿O a alguna bella doncella de la urbe

con quien te unas en blando amor, huyendo la lucha?

Y Cabrera es muy acertado en el uso de los ablativos plurales gratos a Virgilio, tales como clamoribus, fontibus y montibus. En cierto punto, Cabrera canta:

Nocte cava. Nomadum reboant clamoribus aurae.62

En hueca noche. Con gritos de nómadas truenan las auras.

Y el ablativo fontibus lo usa Cabrera en más de un dáctilo final de hexámetro, como en el que termina: fontibus uber.63 Del mismo modo, el ablativo montibus aparece cuando Cabrera dice: montibus antra.64

Infinitivos, subjuntivos y otras formas verbales

También abundan en Virgilio las formas verbales en -ere y -eret, colocadas en el dáctilo final de muchos hexámetros. Doy aquí algunos ejemplos de su uso:

parere recusa65

imponeret aris66

resolveret artus67

Esas formas verbales son abundantes en los humanistas mexicanos. Tal es el caso de Landívar:

abscindere pennis68

obducere Solem69

A su vez, Alegre tiene el hábito de usar el copretérito de subjuntivo en -eret:

concederet aequa70

Y en el mismo Alegre es igualmente frecuente el uso del infinitivo en -ere:

visere frenis71

discedere versus72

comprehendere versu73

Asimismo, Alegre gusta de usar el pretérito -ere sustituyendo a -erunt: maduere profusis.74

Por su parte, Cabrera tiene también este final en el oído, y lo introduce cuando lo considera oportuno:

reprehendere mores75

imitabere sidus76

Y el poblano lo usa también con el sentido del pretérito que sustituye a -erunt. Esto sucede sobre todo cuando Cabrera se acuerda del hexámetro de Virgilio que no solo incluye un pretérito en -ere, sino hasta dos:

insonuere cavae gemitumque dedere cavernae.77

sonaron los huecos y un gemido las cavernas lanzaron.

Por su parte, Cabrera ha retenido ese hexámetro en el oído, y lo imita a su vez:

Obstupuere viri, fletu maduere puellae.78

Los hombres pasmáronse y las jóvenes mojáronse en llanto.

Reiterando la famosa epífora -que

Es muy peculiar del Mantuano terminar un hexámetro reiterando la conjunción copulativa -que, que es una epífora que sustituye a la conjunción et. La oímos en versos como éste:

rapiuntque ruuntque79

Arrancan y huyen.

Procedamos a buscar esa epífora -que, en la Rusticatio Mexicana de Landívar. Naturalmente, tal figura es frecuente en el guatemalteco. Como final de hexámetro, aparece reiterada en lugares como:

noctesque diesque80

turresque, urbemque dolebat81

sulphurque, atrumque bitumen82

Inclusive, Landívar usa esa epífora -que hasta en dos hexámetros sucesivos:

pectusque virile?

pudeatque trementes.83

Si pasamos a la Ilíada latina de Alegre, llegamos a encontrar la epífora -que, nada menos que en tres hexámetros sucesivos:

patriosque penateis

[...] meditere dolosque?

[...] caelosque relinquens.84

Don Francisco Cabrera también ha asimilado esa epífora y termina uno de sus sólidos hexámetros reiterando esa figura:

damnantque probantque 85

Inclusive, Cabrera recuerda cómo Horacio, el vate gemelo de Virgilio, termina un verso muy conocido:

petimusque damusque vicissim.86

pedimos y a cambio otorgamos.

Por ello Cabrera entona a su vez ese mismo adverbio al final de un hexámetro:

rogitatque vicissim 87

y a su vez le pregunta.

Las claves poéticas de Virgilio

Así que ya hemos visto hasta aquí que don Francisco Cabrera se complace en incluir las prácticas de Virgilio consistentes en usar:

1. Los superlativos en -issimus y -errimus como dáctilos finales de hexá-metro.

2. Los ablativos plurales: fontibus, montibus e incluso clamoribus como dáctilos finales de hexámetro.

3. Las formas de infinitivos y subjuntivos en -ere y -eret hacia el final de un hexámetro.

4. La epífora -que, de manera abundante, tanto en Virgilio como en la serie de sus seguidores que aquí hemos reducido, con fines de brevedad, a tres mexicanos del siglo XVIII: Landívar, Alegre y Abad.

De modo que, cuando hemos catalogado a Cabrera como al más fecundo poeta neolatino de América después de nuestros genios del XVIII, lo encontramos bien encarrilado dentro del cauce del homenaje estilístico a Virgilio, basado en la imitación flexible y creativa.

Ha sido así como he comprendido la información que mi amigo Francisco Cabrera me daba en una carta personal de hace varios años: "Suelo iniciar mis hexámetros latinos a partir de su segunda mitad, que es la que nos da la clave del ritmo de cada verso". Porque ha resultado así que, las que parecían solo las últimas sílabas de un hexámetro, a menudo implican casi la mitad de todo él. Eso hemos descubierto en las formas adjetivas, sustantivas y verbales que hasta aquí hemos recopilado.

A mí me pareció que, con lo ya analizado, había yo revelado los secretos principales de la creación hexamétrica de Virgilio. Incluso, creía que revelar tales recursos de uno de los genios del hexámetro era como dejar descubiertos sus más personales secretos, y amellar así la agudeza de su punzón creativo.

Mas, para mi sorpresa, ha habido quien, en sesión pública, declaraba que para él, después de haber escuchado a López Eire, nadie se acerca en realidad a la creatividad de un gran poeta. Bueno, eso piensa él. Pues todavía les voy a proporcionar otra oportunidad a los estudiosos de la poesía clásica para que tengan en su mano nuevos recursos para la creación. Pero eso se logrará mejor si mostramos otras maneras más ingeniosas con las cuales don Francisco suele construir cada hexámetro. Así se verá que de ningún modo son solo procedimientos simplificadores de un vate neolatinista de hoy.

Por el contrario, han sido mecanismos sólidos de versificación latina desde hace ya veintiún siglos, cuando los sembró en sus tres magnas obras Publio Virgilio Marón, seguido de cerca por Horacio y Ovidio.

Los sustantivos de alto poder

Don Francisco Cabrera también sabe estar atento a formular bellamente los pasajes majestuosos que suelen formarse a base de las que Horacio denomina sesquipedalia verba88 (palabras que ocupan un pie y medio). En otras palabras: se trata de un vocablo formado por un dáctilo más un espondeo conclusivo del mismo. O puede ser cualquier otra combinación que ocupe más de un pie métrico. Es peculiar que se sitúe dicha palabra de peso completo al final de un hexámetro. Este esquema ya lo ha observado don Francisco, ante todo, en Virgilio, en Horacio y en Ovidio. Especialmente el vocablo monumentum ("monumento", "creación", "tradición"). Entona Cabrera el hexámetro:

Mores

primi nec veterum cultus monumenta virorum.89

Los usos nativos

ni las tradiciones del culto primero de hombres antiguos.

Con este hexámetro, Cabrera entona todo un homenaje a hexámetros de Virgilio tales como:

Tum genitor, veterum volvens monumenta virorum.90

Allí el padre, revolviendo memorias de hombres antiguos.

O como este otro:

Accipe et haec, manuum tibi quae monumenta mearum.91

Y recibe esto que de mis manos te sea recuerdo.

Acordes similares había entonado Landívar en su Rusticatio Mexicana III, 166:

fastus monumenta superbi

monumentos de un fasto soberbio.

Si pasamos a otro vocablo "de pie y medio", encontramos, al inicio del libro De spectaculis, versos donde Marcial entona:

Barbara pyramidum sileat miracula Memphis.

Bárbaras hazañas de sus pirámides no cante Menfis.

Es éste un excelente ejemplo para don Francisco, quien entona en Quetzalcóatl..., 90:92

Aurea pyramidum jam sera renascitur aetas.

La edad tardía de las pirámides ya áurea renace.

Y otro vocablo de alta potencia es columna. Cabrera lo entona en este hexámetro:

Arboreis decorant nemoris suffulta columnas.93

Adornan los claros del bosque en marmóreas columnas.

Estas columnae le recuerdan a don Francisco dos pasajes célebres de Horacio. Ante todo:

Non homines, non Di, non concessere columnae.94

Ni hombres ni dioses ni las columnas dejaron.

Y regresa Horacio al mismo sustantivo en:

nempe inter varias nutritur silva columnas.95

por cierto que entre variadas columnas se nutre una selva.

Por lo demás, ya Landívar usaba también el mismo sustantivo en:

nullis innixa columnis.96

en ninguna columna apoyado.

Y hasta llega a inspirarse Cabrera en el mismo poeta virgiliano Rafael Landívar, al imitar el dáctilo final glomeramine. Landívar decía:

Surgere densatum lento glomeramine fumum97

El humo condensado en acumulación lenta se eleva.

Y Landívar cantaba también:

Volvitur in tectum piceo glomeramine fumus98

El humo revuélvese hacia el techo en remolino de tizne.

Por su parte, Cabrera lo evoca al entonar:

Circuituque vago nectunt glomeramine nymphae.99

Y arman un círculo al agua con un conjunto flotante.

Las escenas de fuerte colorido

Además de recordar las citadas palabras "de pie y medio", don Francisco también sabe tomar su pincel de paisajista, y canta una serie de aquellos sabrosos incisos que tanto deleitan a Virgilio. Desde el inicio del su poema Tamoanchan, don Francisco nos canta esta deliciosa pincelada:

Captans et frigus opacum.100

Y la opaca frescura captando.

De inmediato percibimos que nos ha evocado el inciso virgiliano que encierra en las mismas palabras:

frigus captabis opacum.101

captarás la opaca frescura.

Claro que esa misma expresión ya la había recordado Landívar:

captabant frigus opacum.102

el frío opaco captaban.

Luego, un atardecer es ocasión para que don Francisco se remita a uno de los finales favoritos del Mantuano. Así canta Cabrera:

Sole dies prono sensim vanescit in umbras.103

Cuando el sol cae, poco a poco el día se esfuma en las sombras.

Este avance del día hacia las sombras nos recuerda, entre tantos lugares virgilianos, una de las quejas de Eneas cuando ve caer a Troya:

Ausus quin etiam voces jactare per umbram.104

Más aún, atrevime a voces lanzar entre sombras.

Otra reiteración de la clásica umbra describe nada menos que la muerte de Turno al final de la propia Eneida:

vitaque cum gemitu fugit indignata sub umbras.105

Y su vida, con un gemido, huyó indignada a las sombras.

Y si el vocablo umbra es uno de los connaturales a Virgilio, también Cabrera sabe hacerlo correr por su pluma cada vez que lo ve oportuno. Llega luego un momento en que Quetzalcóatl invita a los toltecas a incensar los altares y a verter libaciones. Cabrera los describe adornando con guirnaldas sus cráteras. Pero entonces el poeta poblano recuerda que Virgilio describía así la decoración de las cráteras:

et vina coronant.106

y coronan los vinos.

Entonces don Francisco lo dice de modo similar en las tres voces finales de un hexámetro:

Jure vetat damnatque nefas et vina coronant.107

Con razón condena como crimen y corona los vinos.

Por su parte, Horacio había hecho una descripción de la quinta campestre que Mecenas le había regalado. Ello le da ocasión a Cabrera para reflejar en hexámetro propio, otro de Horacio. El Venusino cantaba:

rivos et musco circumlita saxa nemusque.108

los arroyos, y las rocas untadas con musgo, y el bosque.

Y Cabrera siente resonar en sus oídos todos esos apetitosos vocablos, y a su vez entona:

Prata fovet rivus molli circumlita musco.109

Alienta prados del campo untados con un suave musgo.

¡Qué suavidad de pulso muestra Cabrera al evocar esos rivos y esos musco circumlita saxa!

Los incisos célebres

Vamos a abordar esos incisos de dos o tres palabras que, por sí solos, ya constituyen un mensaje lingüístico completo o, al menos, característico.

a) Por ejemplo, hay un pasaje hacia el final del poema Tamoanchan, donde Francisco Cabrera se declara feliz de vivir en el campo, para poder meditar acerca de las causas ocultas de las cosas. Y así lo dice:

Occultas animo meditando pendere causas.110

A sopesar en el ánimo, pensando, causas ocultas.

Este hexámero nos trae a la mente el conocido verso en que Virgilio hace el elogio de Lucrecio:

Felix qui potuit rerum cognoscere causas.111

Feliz quien pudo conocer de las cosas las causas.

Cabrera alude a que es sabio el poeta que logra evocar todo un hexámetro de Virgilio con solo reproducir el vocablo final causas, precedido por el infinitivo pendere, el cual nos recuerda el virgiliano cognoscere.

b) En otro lugar, don Francisco piensa en una escena de acción, y se acuerda de un pasaje de la Eneida 2.494 que dice: "Se abre vía con la violencia". ¿Y esto cómo se dice en latín? Pues con violencia, a toda velocidad, casi con tres monosílabos: Fit via vi. Cabrera recuerda también varias aliteraciones similares de la "v", como vimque addere victis, venti velut agmine facto y vastos volvunt ad littora fluctus.112 Entonces él reelabora esa expresión así:

Aperit non ullam viam vis.113

No abre violencia vía alguna.

c) Y, si de velocidad se trata, Cabrera refiere luego que, tras una batalla con los chichimecas, uno de los soldados de Quetzalcóatl corre a notificar su derrota a sus conciudadanos de Tula:

Qua patet ingressus Tulam petit ocior Euro.114

Corre por do puede, a Tula llegando más raudo que el viento.

La más veloz de las expresiones de dicho hexámetro es ocior Euro (más raudo que el viento). Y don Francisco la ha tomado de Horacio en su Oda 2.16, 24:

ocior cervis et agente nimbos

ocior Euro.

Más raudo que el ciervo y más raudo que el viento que alza los nimbos

d) En Virgilio otro pasaje de fuerza dice:

ingentem viribuis hastam

[...]

contorsit115

La enorme lanza con fuerzas ingentes

[...]

arroja.

Y Cabrera reelabora los dos últimos vocablos diciendo:

Hastas intorquens.116

Arrojando lanzas.

e) Hay más adelante otro giro virgiliano que Cabrera recuerda:

Quicquid id est117

Sea lo que sea.

Don Francisco, a su vez, lo usa en el hexámetro:

Quidquid id est, regni solium manet atra ruina.118

Sea lo que sea, al salir del reino le espera tétrica ruina.

f) Más adelante, el héroe sale a su puerta y refrena a su pueblo con una arenga que incluye el giro que aparece en Virgilio:

Quae tanta insania, cives?119

Hombres, ¿a qué tanta locura?

Esa misma frase la usa Cabrera en su hexámetro:

Vae! Quianam motus, quae tanta insania, cives?120

¡Malhaya! ¿A qué el tumulto, hombres, a qué tanta locura?

Por cierto, era muy similar el hexámetro de Landívar en Rusticatio Mexicana II, 104:

Quae vos, o miseri, quae vos dementia coepit

¡Oh míseros! ¿A vosotros qué demencia os ha poseído?

g) Por contraste con toda esa violencia, al iniciar su poema Tamoanchan, don Francisco evoca dulcemente el inicio del De rerum natura 1.1, donde Lucrecio canta a Venus como Hominum divomque voluptas ("De hombres y de dioses halago").Y nuestro vate poblano lo recuerda para describir el bello clima de la zona de Oaxtepec:

Temperies corpus mulcet hominumque voluptas.121

Deleitan al cuerpo de los hombres la tibieza y halago.

h) En ese mismo pasaje inicial del poema Tamoanchan, Cabrera evoca también a Horacio, quien canta en su Oda 1.1.22:

nunc ad aquae lene caput sacrae.

ora en la blanda fuente de agua sagrada.

Don Francisco evoca así este verso de Horacio:

Illic jugis aquae caput alma desilit unda.122

Brota allí una amena fuente de un agua amable.

Es curioso que en este pasaje, solo dos palabras sean las mismas en Horacio y en Cabrera (aquae, caput). Pero el estado de ánimo lírico es el mismo.

Y es ya el momento de pasar a nuestra etapa conclusiva: los pasajes plenos de majestad.

Los momentos majestuosos

Cuando llegan los momentos impresionantes, Cabrera sabe siempre remitirse a hexámetros memorables de los vates latinos mayores y hacerles ingeniosos homenajes, con los cuales logra a su vez versos imponentes.

a) Eso sucede cuando Cabrera narra el momento en que los enemigos de Quetzalcóatl le muestran la cabeza ensangrentada de su lugarteniente Tatle. Entonces Cabrera refiere el dolor del héroe recordando este verso de Virgilio:

Dixerat, et spissis noctis se condidit umbris.123

Tal dijo y se ocultó de la noche en las sombras espesas.

Una vez recordado este hexámetro de Virgilio, Cabrera lo reelabora cuando dice de Quetzalcóatl:

Rex Quetzal aulae dolens se condidit alta.124

El rey Quetzalcóatl y, dolido, se ocultó en su alto aposento.

Y, como es frecuente, esas mismas umbrae también aparecen en nuestro conocido Landívar cuando canta:

Quin noctis redeant nigras ad septa sub umbras125

Sin que tornen al corral de la noche en las sombras espesas.

b) Es parecida la coyuntura en que Quetzalcóatl está diciendo a su pueblo tolteca que la divinidad dio al hombre una cara que puede mirar hacia lo alto. Cabrera recuerda entonces un pasaje de Ovidio:

Os homini sublime dedit, caelumque videre

jussit et erectos ad sidera tollere vultus.126

Dio al hombre un rostro elevado y le mandó que al cielo mirara

y que alzara hacia los astros erguido su rostro.

Cabrera expresa esa misma vivencia cuando entona estos versos:

Os hominis sublime monet monet stellantia tecta

suscipere et mentem radiis implere serenis.127

Él invita a rostros de hombres a ver hacia arriba a mansiones

estelares y a llenar su mente con rayos serenos.

c) En otra ocasión, don Francisco recuerda el verso virgiliano:

fruiturque deorum [...] conloquio128

Y disfruta el coloquio de los dioses.

Lo recuerda cuando refiere que Tepoxtécatl se aleja de la gente para vivir como solitario, y entonces dice:

Colloquio fruiturque deûm, cui maximus Ometochtli ignota dedit súbita recludere mente.129

Y disfruta el coloquio de los dioses y el gran Ometochtli le ha dado descubrir lo ignorado con rápida mente.

d) Hay un enérgico verso de Cabrera que nos presenta a Ometochtli buscando minas metalíferas ocultas. El verso dice:

Insuper obliquas instat tentare latebras.130

Se empeña, además, en buscar los refugios tortuosos.

Tal vigoroso hexámetro de Cabrera nos recuerda uno similar de Virgilio:

Impulerat ferro argolicas foedare latebras.131

Nos impulsara a hollar con hierro los refugios argólicos.

Y nuestro conocido Landívar le daba también la muestra a Cabrera del uso de esas latebrae:

Retia si norit lucorum tensa latebris132

Si conociera redes tendidas en refugios del bosque.

e) También hemos encontrado otra vivencia de Virgilio que don Francisco ha recordado en más de una ocasión. El Mantuano concibe una doble metáfora y dice así:

Invadunt urbem somno vinoque sepultam.133

Invaden a la ciudad sepultada en sueño y en vino.

Nuestro vate concibe, por su parte, un homenaje a las dos palabras clave de ese hexámetro cuando canta:

Irruit in fractos hostis somnoque sepultos.134

Se lanza el hoste contra los exhaustos y en sueño sumidos.

El epílogo de Tamoanchan

Se ha engolosinado nuestro admirado poeta don Francisco con su buena mano para servirse deliciosos bocadillos de los manjares clásicos más suculentos. Empero, yo le he preguntado cómo había hecho para proveerse de tal cantidad de pasajes brillantes de los vates clásicos latinos. Y él me ha contestado: "Te aseguro sinceramente que sólo he usado los giros clásicos que conservaba en la memoria" (¡Pues qué gran memoria! Así la tenía yo hasta hace como 20 años).

Claro que hay por lo menos una excepción. Porque, cuando está concluyendo su poema neolatino Tamoanchan, entonces Cabrera prefiere cederle la pluma al clásico Horacio. Éste tiene la más memorable formulación que podría haber ideado Cabrera acerca de la vida campestre. Sin duda don Francisco recordaba el pasaje, pero nadie le impedía abrir el respectivo volumen para copiar un párrafo con toda exactitud.

Sólo en una ocasión había copiado íntegro don Francisco, un hexámetro de Virgilio, que dice:

Et meministis enim, divae, et memorare potestis.135

Pues los dioses lo recordáis y podéis recordárnoslo.

Lo incluyó en este mismo poema Tamoanchan, v. 75. Y, por única vez en sus más de cuatro mil hexámetros, don Francisco copia íntegros cuatro hexámetros clásicos de Horacio, de las Sátiras 2.6.1-4:

Hoc erat in votis: modus agri non ita magnus,

hortus ubi et tecto vicinus iugis aquae fons

et paulum silvae super his foret. Auctius atque

Di melius fecere. bene est. nil amplius oro [...]

Esta es mi traducción del clásico Horacio, asimilado por Cabrera:

Esto estaba en mis deseos: un trozo no muy grande de campo,

do haya un huerto y, junto a la casa, una viva fuente de agua,

y algo de bosque junto a ello. Los dioses lo hicieron

más crecido y mejor; enhorabuena: nada más pido.

Así que don Francisco Cabrera ha concluido su poema Tamoanchan, después de citar y parodiar alrededor de diez pasajes de Horacio y, sobre todo, unos veinte de Virgilio. Además, ha incluido cinco hexámetros transcritos al pie de la letra, en homenaje a Virgilio y Horacio.

Podría parecer fácil crear un poema en el que se entrevieran incisos clásicos, ora en hemistiquios, ora en hexámetros completos. Pero no hay nada de eso. El hacer uso de palabras, incisos o versos clásicos íntegros es un gran riesgo, pues el resultado, como decía don Quijote: "puede parecer un tapiz flamenco por el revés, lleno de hilos que oscurecen la lisura de las figuras de la haz".136 La dificultad radica en lograr una buena sonoridad, tanto en el ritmo de los versos como en la musicalidad de los vocablos, pues la poesía en latín áureo posee un léxico dotado de un esplendor del todo propio.

En cambio, quien logra entreverarlos con habilidad y armonía, como Francisco Cabrera en poemas como su Quetzalcóatl y como su Tamoanchan, que aquí hemos estudiado, es un excelente cincelador de versos de abolengo.

Cabrera, todavía en estos principios del siglo XXI, es un humanista mexicano de calidad clásica. Es sin duda, después de nuestros tres genios de la poesía neolatina en el siglo XVIII, Alegre, Abad y Landívar, el más brillante poeta neolatino de América.

 

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Notas

1 Alegre 1788, I, v. 345.

2 Verg. A. 2.3.

3 Verg. A. 2.9.

4 Landívar 1965, XI, v. 207.

5 Apud Poesías Completas de Salvador Díaz Mirón, 1966, p. 43.

6 Alegre 1788, II, v. 194.

7 Verg. A. 2.238.

8 G. Guerrero, v. 95 (en Cabrera 2010).

9 Verg. A. 2.354.

10 Endecha 79, vv. 13-16 (en De la Cruz 1952).

11 Alegre 1788, I, v. 567.

12 Verg. A. I.53.

13 Abad 1974, XVIII, v. 210.

14 Apud Gilbert Highet 1954.

15 Jorge Luis Borges 1968, p. 54.

16 Hom. Il. 1.55.

17 Hom. Il. 1.1.

18 Hom. Il. 1.43.

19 Verg. A. 1.685.

20 Verg. A. 1.441.

21 Verg. A. 1.641.

22 Verg. A. 2.347.

23 Verg. A. 2.411.

24 Verg. A. 2.513.

25 Verg. A. 4.450.

26 Verg. A. 1.419.

27 Verg. A. 2.794.

28 Landívar 1965, I, v. 32.

29 Ibid., v. 313.

30 Ibid., v. 135.

31 Alegre 1788, I, v. 136.

32 Ibid., v. 149.

33 Alegre 1788, I, v. 233.

34 Ibid., v. 245.

35 Ibid., v. 120.

36 Ibid., v. 421.

37 Ibid., v. 52.

38 Abad 1974, c. XI, v. 81.

39 Ibid., c. XII, v. 38.

40 Ibid., c. XII, v. 32.

41 Ibid., c. XV, v. 67.

42 Ibid., c. XVIII, v. 328.

43 Joannae Virginis Laudes, v. 1 (en Cabrera 2004).

44 Quetzalcóatl..., v. 256 (en Cabrera 2012).

45 Ibid., v. 257 (en Cabrera 2012).

46 Ibid., v. 150 (en Cabrera 2012).

47 Ibid., v. 97 (en Cabrera 2012).

48 Verg. A. 2.128.

49 Landívar 1965, II, v. 145.

50 Ibid., I, v. 150.

51 Ibid., I, v. 172.

52 Ibid., I, v. 191.

53 Ibid., IX, v. 293.

54 Ibid., II, vv. 137-138.

55 Landívar 1965, II, vv. 187-188.

56 Alegre 1788, I, v. 281.

57 Ibid., I, v. 287.

58 Ibid., I, v. 424.

59 Ibid., II, v. 118.

60 Ibid., II, vv. 139-140.

61 Ibid., II, vv. 199-201.

62 Quetzalcóatl..., v. 148 (en Cabrera 2004 y 2012).

63 Tamoanchán..., v. 133 (en Cabrera 2012).

64 Tamoanchán..., v. 213 (en Cabrera 2012).

65 Verg. A. 2.607.

66 Verg. A. 4.453.

67 Verg. A. 4.695.

68 Landívar 1965, I, v. 213.

69 Ibid., II, v. 54.

70 Alegre 1788, II, v. 327.

71 Alegre 1788, II, v. 303.

72 Ibid., II, v. 388.

73 Ibid., II, v. 430.

74 Ibid., II, v. 229.

75 Quetzalcóatl..., v. 88 (en Cabrera 2004 y 2012).

76 Ibid., v. 220 (en Cabrera 2004 y 2012).

77 Verg. A. 2.53.

78 Quetzalcóatl..., v. 155 (en Cabrera 2004 y 2012).

79 Verg. A. 4.581.

80 Landívar 1965, II, v. 126.

81 Ibid., II, v. 312.

82 Ibid., II, v. 318.

83 Ibid., II, vv. 109-110.

84 Alegre 1788, III, vv. 403-405.

85 Quetzalcóatl..., v. 205 (en Cabrera 2004 y 2012).

86 Hor. Ars. v. 11.

87 Quetzalcóatl..., v. 11 (en Cabrera 2004 y 2012).

88 Hor. Ars. v. 97.

89 Quetzalcóatl..., v. 88 (en Cabrera 2004 y 2012).

90 Verg. A. 3.102.

91 Verg. A. 3.486.

92 Cabrera 2012.

93 Tamoanchán..., v. 27 (en Cabrera 2012).

94 Hor. Ars. 373.

95 Hor. Ep. 1.10.22.

96 Landívar 1965, III, v. 152.

97 Ibid., VII, v. 142.

98 Ibid., VII, v. 82.

99 Tamoanchán..., v. 125 (en Cabrera 2012).

100 Tamoanchán..., v. 8 (en Cabrera 2012).

101 Verg. Ecl. 1.53.

102 Landívar 1965, II, v. 35.

103 Tamoanchán..., v. 242 (en Cabrera 2012).

104 Verg. A. 2.768.

105 Verg. A. 12.952.

106 Verg. A. 1.724.

107 Tamoanchán..., v. 195 (en Cabrera 2012).

108 Hor. Ep. 1.10.7.

109 Tamoanchán..., v. 76 (en Cabrera 2012).

110 Ibid., v. 245 (en Cabrera 2012).

111 Verg. G. 2.490.

112 Verg. A. 2.450; 1.82 y 86.

113 Quetzalcóatl..., v. 131 (en Cabrera 2004 y 2012).

114 Ibid., v. 152 (en Cabrera 2004 y 2012).

115 Verg. A. 2.50-52, o fugit ocior Euro en Verg. A. 12.733, donde la expresión se halla en cláusula de hexámetro [n. del t.].

116 Quetzalcóatl..., v. 150 (en Cabrera 2004 y 2012).

117 Verg. A. 2.49.

118 Quetzalcóatl..., v. 178 (en Cabrera 2004 y 2012).

119 Verg. A. 2.42.

120 Quetzalcóatl..., v. 187 (en Cabrera 2004 y 2012).

121 Tamoanchán..., v. 7 (en Cabrera 2012).

122 Ibid., v. 4 (en Cabrera 2012).

123 Verg. A. 2.621.

124 Quetzalcóatl..., v. 330 (en Cabrera 2004 y 2012).

125 Landívar 1965, X, v. 151.

126 Ov. Met. 1.85.

127 Quetzalcóatl..., v. 199 (en Cabrera 2004 y 2012).

128 Verg. A. 7.90-91.

129 Tamoanchán..., v. 206 (en Cabrera 2012).

130 Ibid., v. 206 (en Cabrera 2012).

131 Verg. A. 2.55.

132 Landívar 1965, VI, v. 307.

133 Verg. A. 2.265.

134 Quetzalcóatl..., v. 149 (en Cabrera 2004 y 2012).

135 Verg. A. 7.645; Verg. A. 9.529.

136 Cervantes, Don Quijote, II, 42 (en Cervantes 2005, p. 1032).

 

Información sobre el autor:

Tarsicio Herrera Zapién, doctor en Letras Clásicas por la Universidad Nacional Autónoma de México, es profesor de latín y etimologías y estudioso de Horacio, Tibulo, Ovidio, Marcial, fray Diego Valadés, Diego José Abad y Sor Juana Inés de la Cruz. Es miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua.

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