Antecedentes
La expedición llamada “de los Tebles Chichimecas”, encabezada por Nuño Beltrán de Guzmán (1529-1531) fue y sigue siendo uno de los episodios más célebres para la historiografía novohispana del periodo de la conquista. Según Salvador Álvarez, las razones de esta notoriedad son tres: la primera, haber dado nacimiento a la que fue la primera gobernación española sobre el continente, después de la de la Nueva España, la segunda, por los extensísimos territorios desconocidos que recorrió, y la tercera por la enorme violencia que generó a su paso.1 La historia de la conquista de la Nueva Galicia, además de centrarse en la ruta de destrucción que siguió Nuño Beltrán de Guzmán, a quien los indígenas representaron como una terrible serpiente bajando del cielo, ha puesto especial interés en la resistencia que una década después los indígenas tecuexes y caxcanes ofrecieron a los conquistadores. La atención que dicho levantamiento, conocido como “la Rebelión del Mixtón” o “Guerra del Mixtón (1541-1542)”, ha merecido de infinidad de historiadores, tiene su fundamento, no solo en el destacado protagonismo que en esta conflagración tuvieron personajes importantes como Cristóbal de Oñate, Pedro de Alvarado o el propio virrey Antonio de Mendoza, también en el amplio territorio que abarcó y la gran cantidad de contendientes que se vieron involucrados.2
La tercera vertiente que, sobre las guerras de pacificación del siglo XVI ha atraído la atención de los historiadores, es la feroz resistencia que por décadas protagonizaron los grupos indígenas asentados en el área que se conoció como “La Gran Chichimeca”. Esta gesta tuvo su principal escenario en el territorio desértico del altiplano y se intensificó a partir de 1546, luego de que se descubrieran las ricas minas de plata en Zacatecas.3
En contraste, para el siglo XVI las rebeliones indígenas de otras provincias han quedado opacadas y han pasado casi desapercibidas.4 Sin demeritar la importancia de los anteriores sucesos históricos, el objetivo de este trabajo es describir el sometimiento de los naturales que a partir de la segunda mitad del siglo XVI se les conoció como “coanos” (Figura 1), una de las numerosas etnias encontradas por los conquistadores en las entradas de la sierra del Nayar y de las que menos se conoce tal y como lo han señalado investigadores connotados.
En su detallado análisis sobre la Descripción de la Nueva Galicia del cronista Lázaro de Arregui, Francois Chevalier destacaba que se sabía muy poco en realidad de los pueblos que conformaron la provincia de los coanos;5 Peter Gerhard, aunque hizo un resumido análisis histórico sobre la provincia de Hostotipaquillo, que fue parte del territorio coano, reconoció que, en realidad no había mucha información sobre este grupo indígena para el siglo XVI;6 también René Acuña encontró pocas fuentes primarias para entender mejor la trayectoria histórica de Xocotlán-Hostotipaquillo, sus pueblos de indios y los personajes que moldearon dicha zona minera durante el siglo XVI.7 En su minucioso trabajo sobre los pueblos tributarios de la Corona en la Nueva Galicia durante la segunda mitad del siglo XVI, Woodrow Borah, ni siquiera logró ubicar geográficamente a la mayoría de las congregaciones indígenas que aquí se abordan, por lo que consideró que eran parte de la alcaldía mayor de Villa Purificación, al noroeste de Colima.8
Por otro lado, durante el periodo colonial también fueron sucumbiendo la mayoría de los pueblos de indios asentados en la alcaldía mayor de Hostotipaquillo, con lo cual se generó un mayor vacío sobre la trayectoria de su población autóctona (Figura 2). En general, la confusión y poca información sobre el área "coana" y de sus habitantes arranca desde el proceso de su conquista. Además, el análisis de los indígenas coanos obliga a tomar en cuenta la complejidad que implicó el que dicha nación estuviese ubicada entre los grupos nómadas o seminómadas de la Sierra del Nayar y las etnias mesoamericanas del sur del río Santiago.
El presente trabajo no alcanza a dar explicación a los diversos fenómenos que durante el siglo XVI conformaron el área elegida, sin embargo, sí intenta contrastar lo conocido con nuevas fuentes de información de archivo para entender con más profundidad la pacificación y evangelización de la alcaldía mayor de Xocotlán luego de la fundación de la Nueva Galicia, como parte de la Nueva España.
Los indígenas coanos estaban asentados en los límites de los actuales estados de Nayarit y Jalisco y fueron uno de los grupos más reacios a la temprana colonización hispana. Según Peter Gerhard, los indígenas de dicha nación eran agricultores primitivos que vivían en rancherías dispersas, tanto al norte como al sur del río Grande (hoy río Santiago) y, retomando datos de la visita de fray Alonso Ponce de 1587 señala que su lengua era la misma que la de los indios de Guaynamota,9 un dialecto de la familia aztecoide, tronco lingüístico común de otros grupos autóctonos vecinos (cazcanes, coras, tecuexes, tecuales, vizuritas, entre otros).10 El que, para dicha década, los coanos hablaban un idioma particular se infiere de la relación de Xocotlán de 1584 “...el lenguaje que hablan entre sí es propio y solo a ellos…”, sin embargo, como otros grupos indígenas del occidente de México, eran hábiles en el náhuatl o mexicano con el cual podían comunicarse con los españoles.11 De hecho, en un expediente elaborado cuatro décadas antes, en noviembre de 1549, con motivo de una acusación contra caciques de un pueblo llamado Talistaque -uno de los diversos pueblos del área coana-,12 por ciertos ataques a otros pueblos pacíficos y por la práctica de canibalismo, se señala que estaba habitado por indios tesoles o tezoles y, según, los testimonios, su lengua era “chichimeca”,13 es decir, un dialecto distinto al náhuatl, aunque para la comunicación con los nativos, se utilizó a un indígena hablante del náhuatl y el castellano.
Lo que se desprende de los primeros acercamientos tanto de conquistadores como de misioneros, es que los indios que luego se conocerían como “coanos” compartían muchas características con las naciones indígenas serranas a las que de forma genérica se les consideraba “bárbaras”, es decir, naciones sin poblados fijos y “sin policía”, dedicadas a la caza, a la recolección y a la guerra;14 en otros aspectos sin embargo, debieron ser afines a los indígenas tochos o caxcanes dedicados fundamentalmente a la agricultura de los valles de Etzatlán y Ahuacatlán de los que eran vecinos y con los que seguramente mantuvieron vínculos como se deja ver en las crónicas del siglo XVI.15 Peter Gerhard da por hecho que los indígenas coanos y los xuxuctequanes o coanes eran la misma nación indígena,16 sin embargo, el dato se debe tomar con reserva, dado que sus fuentes de mediados del siglo XVI (por ejemplo, el atlas Theatrum Orbis Terratum de Abraham Ortelio de 1579) son todavía imprecisas en cuanto a distinguir la variedad de grupos autóctonos asentados al sur de la Sierra del Nayar.17
Guerra y pacificación de la provincia de Xocotlán y Huajacatlán
Si la información histórica para comprender siquiera quiénes eran los indígenas coanos es confusa, los datos sobre su conquista y pacificación tampoco son claros y se pueden percibir incoherencias y lagunas históricas en las distintas fuentes que han abordado tal evento histórico.
Según el cronista fray Antonio Tello, el primer encuentro de los indígenas coanos con las huestes de Nuño Beltrán de Guzmán se dio en 1530 luego de que el capitán Cristóbal de Oñate, proveniente del Teúl, pasando por las barrancas de Tequila incursionara en los llanos de Guaxicar (hoy Magdalena) y se internara hacia Xocotlán reconociendo toda el área coana; de ahí se dirigió hacia Etzatlán donde estaba acampado el ejército que dirigía el gobernador Nuño Beltrán de Guzmán el cual, a su vez, había hecho otro recorrido desde el valle de Tonalá hacia Tala y de ahí continuó a Etzatlán (Figura 3). Previamente y desde Poncitlán, otro grupo de conquistadores, a cuyo mando estaba el capitán Pedro Almíndez Chirinos (llamado vulgarmente Peralmindes) se había apartado del ejército principal dirigiéndose a explorar las provincias del norte con la intención de, luego tomar hacia el poniente y salir a Tepic para reunirse con el grueso del ejército que avanzaba por el sur.18
Lo que se busca destacar, es que, según Tello -quien escribió dichos sucesos aproximadamente en 1652-, el ejército del gobernador Nuño Beltrán de Guzmán antes de llegar al área que aquí se analiza, se había dividido en tres secciones, lo cual fue retomado posteriormente casi de forma textual por otros importantes cronistas del occidente de México como Matías de la Mota Padilla (1742); José Fernando Ramírez (1847) y fray Francisco Frejes (1879).19 Sin embargo, esta información difiere de lo que otras fuentes señalan.
Retomando las cartas de Nuño de Guzmán y las relaciones de algunos de los soldados que estuvieron en los hechos, Nuño de Guzmán en efecto, desde que llegó a Cuitzeo y Poncitlán dividió sus huestes para hacer exploraciones a los pueblos cercanos al Río Grande, pero en Tonalá se volvió a unir el grueso del ejército para continuar su marcha hacia Nochistlán;20 posteriormente, todo el contingente avanzó hasta el Teúl, donde, según los testigos de estas jornadas, el ejército se dividió en dos grupos, uno comandado efectivamente por Pedro Almíndez Chirinos, el cual con mucha dificultad cruzó la Sierra Madre Occidental hasta salir a Xalisco (cerca de Tepic), la otra parte del ejército dirigida por el gobernador Nuño de Guzmán, siguió el curso del río Tepeque (hoy Bolaños) y llegó finalmente al valle de Etzatlán, de ahí continuó hacia Tepic.21
Respecto a la conquista de los pueblos ubicados al norte de Etzatlán y Tequila, las diversas relaciones de la entrada de Nuño de Guzmán a raíz de su juicio de residencia, ayudan a entender mejor que la crónica de Tello lo que ocurrió. Según García del Pilar, luego de dejar el pueblo del Teúl, Nuño de Guzmán tardó diez días en cruzar la sierra hasta salir “...a un pueblo pequeño [qu]e nos salió de paz” y anota que, el ejército avanzó otros dos días hasta llegar a “Guacatlán”, posiblemente Ahuacatlán, en el actual estado de Nayarit y luego de avanzar otros cinco o seis días el contingente arribó a Xalisco donde hallaron al veedor Chirinos que había tomado el otro camino.22
En la relación de Juan de Sámano no se pudo dar información sobre la ruta de Nuño de Guzmán, puesto que él siguió al veedor Pedro Almíndez Chirinos.23 Otras relaciones no aportan datos para el tema pues inician luego de que Nuño llegó a Tepic en su ruta hacia Culiacán, es decir, no aluden al momento del choque de Nuño con los indígenas que luego se conocerían como “coanos”.
En su crónica y sin manejar fuentes, fray Antonio Tello anotó que, al entrar Cristóbal de Oñate a la región coana, todos los indígenas del área (incluyendo a poblaciones como Oztotipac, Zotlán y Guajacatlán o Huajacatlán) reconocían como su cacique a un indígena llamado “Guaxicar”. Según Tello, esta entrada se dio de forma pacífica, aunque no afirma que los indígenas se hayan sometido a los recién llegados y les hayan prestado obediencia, información que -como ya se señaló-, no coincide con los testimonios de los artífices de la conquista que acompañaron al gobernador Nuño de Guzmán. Como se verá más adelante, es probable que Cristóbal de Oñate sí haya hecho alguna incursión hacia Hostotipaquillo, al menos hasta el Río Grande,24 mas no en la forma que Tello lo narró. Peter Gerhard señala que, a su paso hacia Nayarit y Sinaloa el ejército de Nuño de Guzmán asoló las poblaciones coanas del sur del río Grande, pero no logró someter a los pueblos de más al norte a donde muchos indígenas coanos se refugiaron,25 aunque Gerhard no aclara la fecha, se da por entendido que esta entrada pudo suceder en la primavera de 1530.
En la relación de méritos y servicios del capitán Andrés de Villanueva presentada en septiembre de 1554, dicho conquistador declaró que en el trayecto de Nuño de Guzmán hacia la costa del Mar del Sur se dio la primera incursión que llevó a cabo Cristóbal de Oñate contra Huajacatlán, uno de los pueblos más importantes de la nación de los coanos (vale aclarar que en su largo expediente jamás se menciona a los indígenas con este gentilicio, el término “coanos” se volvió común dos o tres décadas después para los indígenas de Xocotlán y Huajacatlán). En Huajacatlán, según los testimonios de sus testigos, los hombres comandados por el capitán Cristóbal de Oñate recibieron ataques constantes por tres días con sus noches hasta que lograron salir del área (véase Figura 3). Exaltando su papel en estos encuentros armados, Andrés de Villanueva señaló cómo él y otro soldado llamado Alonso de Castañeda lograron contener a los indígenas al ubicarse en la retaguardia del contingente de conquistadores:
…y asimismo se allo en la primera entrada q hizo el capitán Cristoval de Oñate En Guajatlan [Huajacatlán] el dho Andrés de Villanueva con los demás españoles donde trabajo más señaladamente que todos por quitar y sosegar y traer de paz A los naturales della y estuvo todo un día sin comer porque los dhos naturales no los dejavan sino siempre darles guerra y otro día aun osado el ánimo y valor del dho Villanueva el dho capitán [Cristóbal de Oñate] le puso en la retaguardia con doze Españoles y de todos no quedaron sino el y otro [Alonso de Castañeda] y ellos dos y fue tanto lo que se defendieron y pelearon que fueron parte para defender a sí y a los Demás de la retaguardia rrecibiendo muy gran daño de los dhos naturales y poniéndose en gran riesgo de perder la vida…26
Según Andrés de Villanueva, los españoles no pudieron aprovechar de sus caballos dado lo accidentado del terreno, sin embargo, la batalla se decidió parcialmente a favor de los conquistadores cuando Villanueva y Alonso de Castañeda mataron con un tiro de arcabuz al capitán de los indígenas atacantes con lo que estos se dispersaron, logrando atravesar la sierra desde Huajacatlán hasta “Cacalote” (Cacalután o Cacalutla).27 Como se puede ver, dicha incursión fue violenta, mas no se logró someter a los indígenas rebeldes.
Hay luego una laguna de al menos ocho años en que se desconoce qué pasó exactamente, pero al parecer la zona no estaba de paz y tampoco hubo nuevas incursiones armadas. En 1538 los indígenas de Huajacatlán comenzaron a atacar a los españoles que cruzaban de Compostela hacia Guadalajara y a incursionar hacia los pueblos de indios que ya se estaban evangelizando en el valle de Etzatlán. Dado que acababa de llegar a la Nueva Galicia el gobernador Diego Pérez de la Torre, luego de dejar preso al conquistador Nuño de Guzmán en la ciudad de México, este se trasladó inmediatamente al área para controlar el levantamiento.
Fray Francisco Frejes narra así la entrada de Diego Pérez de la Torre contra los indios de Huajacatlán:
Desengañados los indios disidentes de que ya no podían librarse de la dominación española, si no los batían con las armas, comenzaron en varios puntos a hacer sus juntas y reuniones, comunicándose mutuamente sus deliberaciones para realizar una sublevación general. El cacique del pueblo de Huajicar que estaba antes en el local que hoy ocupa la laguna llamada de la Magdalena convocó a los caciques de Etzatlán, Ahuacatlán y Hostotipaquillo. Estos reunieron un cuerpo respetable de guerreros que tomando las alturas provocaban de todas maneras a los españoles. El gobernador hizo consejo de guerra y resolvió salir a contener a los indios. Salió Torre con un trozo de soldados y auxiliares de Tonalá y Tlajomulco. Esto fue en el año de 1538. Los sublevados se hicieron fuertes en un cerro muy alto, que parece fue el llamado hoy de Tequila. Llegando el ejército al cerro hizo Torre a los indios los requerimientos de estilo. La respuesta fue que habían de morir en la defensa de sus libertades y de sus tierras. Cercaron los soldados a los indios por todas partes; el resultado fue romper los sitiados por todas partes con desesperación el cerco, y en que quedaron muchos muertos. Pero los conquistadores no pudieron tener mayor pérdida que la que tuvieron, porque desbocado el caballo del gobernador, lo precipitó de una altura, se le echó encima y quedó moribundo…
De cuyas heridas, señala Frejes, el gobernador Pérez de la Torre finalmente murió en el pueblo de Tetlán dejando el gobierno en interinato al capitán Cristóbal de Oñate.28
Francisco Frejes no fue contemporáneo de lo que narra, describió casi tres siglos después este evento, por lo que hay algunas imprecisiones. No hay constancia que en esta sublevación hayan participado indígenas de las comarcas de Etzatlán y Ahuacatlán que para entonces no estaban abiertamente de guerra, tampoco hay evidencias de que, en aquel momento Hostotipaquillo estuviese fundado y menos aún que fuese una población de importancia. La lucha contra los españoles dirigidos por el gobernador Pérez de la Torre la libraron indígenas serranos de Huajacatlán y sus alrededores. Sobre esta expedición, Juan de Saldívar, uno de los conquistadores más connotados de la Nueva Galicia, en su extensa relación de méritos presentada en febrero de 1556 señaló que fue parte de las huestes del licenciado Pérez de la Torre y con sus armas y criados luchó contra indios “…de Xocotlán e Guaxacatlán [Huajacatlán]”; así lo corrobaron también diversos testigos como Pedro de Plasencia, Melchor Pérez, Francisco Delgadillo y otros viejos soldados que también participaron en la jornada.29
Sobre este notable evento, fray Antonio Tello describió que, en enero de 1538 se “…alzaron de guerra los indios de Xocotlán, Guaxacatlán y Hostotipaquillo, movidos por su cacique Guaxícar…”, por lo que el gobernador Diego Pérez de la Torre, al punto procuró ir en persona a su pacificación. Sus soldados, apoyados por “indios amigos” partieron de Tonalá para su jornada, y habiendo llegado al puesto donde los indios estaban de guerra, los hallaron empeñolados en unos cerros muy altos. Luego de los usuales requerimientos de paz, mandó a sus capitanes que los cercaran y acometiesen por todas partes. Generalizada la batalla en los llanos y en proceso de animar a sus tropas, al gobernador le cayó su caballo encima y se lastimó gravemente, al punto que tuvo que regresar con su gente a Tonalá donde tenía a su mujer e hijos y de las heridas falleció, no sin antes nombrar por gobernador interino al capitán Cristóbal de Oñate.30
Diego Pérez de la Torre murió aplastado por un caballo como le pasaría tres años después al capitán Pedro de Alvarado al querer pacificar a los indios caxcanes, aunque a diferencia de este, la muerte del gobernador Pérez de la Torre, es un suceso menos conocido y poco valorado en la resistencia que los naturales hicieron a los colonizadores hispanos. La narración de Tello sobre tan significativo evento es, desde mi punto de vista, más certera que la de Frejes, si concedemos que el cronista franciscano al aludir a Huajacatlán, Xocotlán y Hostotipaquillo no se refiere a pueblos en forma, sino más bien a la provincia completa de los indios coanos. Esta incursión (véase Tabla 1 y Figura 3) no la menciona Peter Gerhard al analizar la conquista y conformación de la alcaldía mayor de Hostotipaquillo, sin embargo, sí registró que, en la década de 1530 a 1540 los pueblos más importantes en la provincia debieron ser Huajacatlán y Cacalotitlán, lo cual coincide con otros datos de conquistadores y funcionarios de la época. Gerhard también señala que, formalmente los indios de Cacalotitlán (también llamado Cacalotlán, Cacalutla, Cacalután o Cacaluta) y de Huajacatlán originalmente fueron asignados en encomienda al conquistador Francisco de Villegas y que en 1539 dicha encomienda había pasado a Álvaro de Bracamonte y a Francisco Vázquez de Coronado,31 aunque, en realidad la provincia de los coanos se mantuvo prácticamente independiente de los españoles durante las décadas de 1530 y 1540.
Capitán | Año | Resultados |
Cristóbal de Oñate | 1530 | Reconocimiento del área, libró algunas batallas con los indígenas de Huajacatlán, mas no logró su conquista |
Diego Pérez de la Torre | 1538 | Derrota y dipersión de los indígenas de la provincia de Huajacatlán y Hostotipaquillo, muerte del gobernador Diego Pérez de la Torre |
Antonio de Mendoza | 1541 | Dispersó a los indígenas de la provincia de Xocotlán y Huajacatlán, mas no los persiguió por ser un área sumamente escabrosa |
Ginés Vázquez de Mercado | 1552 | En dos batallas logró vencer a los indígenas de Huajacatlán y Xocotlán, mas no se posesionó del área |
Alonso de Oseguera | 1553 | Persiguió a los indígenas que habían dado muerte a varios españoles que entraron a explotar las minas de Xocotlán, aprehendió a algunos naturales y otros huyeron sierra adentro |
Gaspar de Tapia | 1554 | Castigó a los indígenas que habían dado muerte a fray Francisco Lorenzo y a otro fraile en Cacalotitlán, fundó el real de minas de Xocotlán y fue nombrado alcalde mayor de dicho centro minero, pacificación del área |
Fuente: elaboración propia, con base en AGI, Patronato, 60, N. 1, R. 3; Patronato, 60, N. 3, R. 5; Patronato, N. 5, R. 4; Patronato, 68, N. 1, R. 3; Guadalajara, 46, N. 4, 12 y 33; Tello, Crónica miscelánea de la sancta provincia de Xalisco, libro II, vol. 1, pp. 108-109 e Izcabalceta, Colección de documentos para la historia de México, pp. 319-323.
Dos años después de la batalla librada contra el ejército del gobernador Pérez de la Torre, los indios del valle de Huajacatlán también tomaron parte en la Guerra del Mixtón, por lo que el virrey Antonio de Mendoza, luego de sus victorias contra los caxcanes se trasladó al área en 1541 pero no logró someter a los naturales ni los quiso perseguir demasiado debido a lo accidentado del terreno, sin embargo, dejó en paz a los indígenas de Tequila y Etzatlán, como consta en la relación de Francisco de Sandoval Acazitli.32 Por el contrario, a fines de esa década, los indígenas de las inmediaciones de Xocotlán hacían entradas hacia los pueblos asentados alrededor y dentro del lago de Ahualulco y Etzatlán e incluso atacaban pueblos más alejados como San Andrés del Teúl de la encomienda del conquistador Juan Delgado, en el valle de Tlaltenango.33
El oidor Hernán Martínez de la Mancha constantemente estuvo informando al Rey de España del peligro que implicaba el que indios bárbaros sin pacificar estuvieran tan cerca de las ciudades de Compostela y Guadalajara. En noviembre de 1549, en un juicio seguido contra el rebelde Coringa, cacique de los indios tepecanos y tecuales, un testigo indígena señaló que este, además de haber promovido la rebelión de la Guerra del Mixtón, había ordenado tomar el puerto de Aguacatat (¿Ahuacatlán?) por donde transitaban los españoles de Guadalajara a Compostela. Guerreros de Coringa tenían también tomado Huajacatlán desde donde atacaban a los correos de españoles. Tomás Gil, otro testigo de este juicio, confirmó lo anterior y afirmó que, la comunicación entre Compostela y Guadalajara se había tenido que desviar más al sur, por Tepuzcoacan (Tepuzhuacán), por temor a los indios de guerra, sin embargo, los indios de Huajacatlán se internaban incluso hasta el valle de Ahuacatlán.34
De lo anterior se infiere que, había mucha comunicación entre los indios tecuales, tezoles, tepecanos, coras, de Guaynamota y otras tribus a pesar de tener lenguas distintas y de mantener conflictos entre ellos (para su ubicación aproximada véase Figura 1). La amenaza de los españoles propició que incluso, indígenas como los caxcanes más sedentarios hicieran frente común con los indios serranos. En ese contexto, los indios de Xocotlán y Huajacatlán eran el grupo más meridional sin pacificar y por su relativa cercanía de la ciudad de Compostela, capital de la Nueva Galicia, era primordial someterlos.
Respecto a las dificultades de reducir a estos grupos a la paz, el oidor Hernán Martínez de la Mancha fue enfático. En una carta del 18 de febrero de 1551 enviada al Rey señaló: “…vuestra magestad sepa que los de la provincia de Guaxir y Guaxacatlán que están de guerra que confinan con Xala y Aguacatlán [Ahuacatlán] que están de paz y los días pasados los de Xalazingo y Omitlán se alzaron y muchos con ellos que confinan con estos de Guaxacatlán que están en una tierra como inexpugnable por no poder andar caballos por ella sin se hundir y estancar por la propiedad de la tierra…”.35
Uno de los más icónicos testimonios visuales de cómo es que Martínez de la Mancha concebía a la Nueva Galicia y sus tribus en guerra es el conocido mapa de aproximadamente 1550 (Figura 4) que probablemente este funcionario ordenó elaborar y que se conserva en el Archivo General de Indias. En él aparecen entre otros elementos, las áreas aún no pacificadas como la punta de los Frailes (hoy Cabo Corrientes), el río de Tepeque (hoy río Bolaños), los llanos de los Chichimecas o tribus como los tequales, xuxuctequanes, tezoles y tepeguanes (tepehuanes) que aún estaban en guerra, señaladas con indios desnudos, armados y algunos, al parecer, comiendo carne humana.36
A partir de 1550 las expediciones militares para pacificar a los indios de Xocotlán y su entorno se alternaron con incursiones de exploración en busca de vetas de metales preciosos. Sin embargo, la cronología de los descubrimientos mineros tampoco es tan clara. Peter Gerhard de manera genérica señala que las minas de Xocotlán y Huajacatlán fueron descubiertas en la década de 1540;37 en cambio, en la “Relación de las minas de Xocotlán”, fechada el 15 de octubre de 1584, se señala que dicho hallazgo se originó en 1547 por un portugués de nombre Juan de Silva y otros veinte españoles, y las de Xocotlán, en mayo de 1550 por Hernán Gómez de la Peña junto con un contingente de españoles provenientes de Etzatlán y de otras provincias, el cual incursionó en el área en busca de yacimientos mineros; en lo que luego fue Xocotlán y él y su grupo localizaron la mina “La Descubridora”, de tan rico metal que inicialmente rendía de 50 a 70 marcos por quintal de tierra.38 En la citada relación se da por hecho que, a raíz de este descubrimiento se pobló Xocotlán, sin embargo, otros documentos de la época no confirman tal idea.
El que los indios de Huajacatlán y de Xocotlán siguieron en rebelión y que probablemente no había aún españoles asentados en las minas descubiertas, -además del citado mapa de Hernán Martínez de la Mancha de 1550 en que, al sur del Río Grande aparecen “Guaxacatla” (Huajacatlán) “Guaxixicar” (Guaxicar) de guerra-, lo confirma el hecho de que, a fines de 1552 la Real Audiencia de la Nueva Galicia asentada en Compostela comisionó a Ginés Vázquez de Mercado con cien españoles para que intentara pacificar a los indios de Xocotlán y su entorno, pues, para entonces, se conocía haber minas ricas en el área.39 Según Mota Padilla, la Real Audiencia le confirió título de capitán general y le encargó que organizara una expedición hacia los llanos de Guadiana y sierras de Thopia (hoy Durango, al norte de México), pero primero entrara a la provincia de Jocotlán (Xocotlán) y la pacificase.40 Con gran esfuerzo, Vázquez de Mercado y sus hombres lograron vencer a los indios de Xocotlán en dos batallas campales (Figura 3). En su probanza de méritos presentada en enero de 1579, Pedro Romero, un conquistador que estuvo en esta jornada señaló entre sus hazañas el haber participado en el sometimiento de Xocotlán y Huajacatlán.41 A pesar de estas victorias, esta expedición fue trágica pues, habiendo triunfado contra los coanos y a la vez, confirmado que había ricos filones de plata en el área, Vázquez de Mercado decidió continuar por Tenantitlán y el río Tepeque o Bolaños hacia la sierra de Valparaíso, Llerena y San Martín donde también descubrió otras vetas pero no les dio la importancia debida pues, deslumbrado por la existencia de un cerro todo de plata que los indígenas guías le habían prometido se internó más al norte; al final, sin encontrar tal premio sus soldados comenzaron a abandonarlo y en un encuentro contra guerreros chichimecas, salió malherido de lo que luego perdió la vida.42
La incursión armada de Ginés Vázquez de Mercado jamás fue mencionada en la “Relación de las minas de Xocotlán” de 1584. En cambio, en este último documento se señala que, después de conquistados, los indios del área se rebelaron y dieron muerte a fray Francisco Lorenzo y a otro fraile de la orden franciscana que le acompañaba,43 por lo que la Real Audiencia comisionó al oidor Alonso de Oseguera con doscientos españoles para que castigase a los culpables y pacificara la tierra. Luego de esta incursión se dice que el licenciado Oseguera dejó en paz el área y puso como alcalde mayor de las minas de Xocotlán a Gaspar de Tapia, quedando desde entonces la zona quieta y pacífica.44 Nuevamente vale hacer diversas observaciones en torno a los eventos contenidos en la “Relación de minas de Xocotlán”. En la citada relación no se menciona la fecha de las muertes de los frailes seráficos, tampoco se aclara cuándo fue la incursión de castigo que organizó el licenciado Oseguera contra los indios coanos. La omisión de la fecha de tal evento es importante porque puede haber confusión con las diversas entradas de pacificación hacia las confluencias de los ríos Grande (Santiago) y Tepeque (Bolaños) que promovió la Real Audiencia de la Nueva Galicia cuando aún se encontraba gobernando desde Compostela.
En su extenso trabajo publicado por primera vez en 1615, fray Juan de Torquemada describe la muerte de fray Francisco Lorenzo y las duras represalias que las autoridades de la Nueva Galicia promovieron contra los indios culpables, pero tampoco menciona cuándo sucedieron los hechos. Según Torquemada, la incursión de castigo por la muerte de fray Francisco Lorenzo fue capitaneada no por el licenciado Oseguera, sino por el oidor Miguel Contreras y Guevara contra los indígenas chichimecas de Huaxacatlán “…siendo aquellos bárbaros la gente más feroz y brava que hay por toda aquella tierra”. En esta expedición, acompañaron al oidor cien españoles y cuatro mil indios ya evangelizados, logrando la muerte de seiscientos “yocotecuanes”, y desde entonces, según Torquemada, “...quedó despoblada aquella tierra”.45 Tal vez retomando esta fuente, fray Gerónimo de Mendieta describió en los mismos términos tales hechos. A su vez, René Acuña, basándose en la obra de Mendieta afirma que no fue el licenciado Oseguera el que se encargó de castigar a los indígenas rebeldes por la muerte de los religiosos franciscanos sino el oidor de la Nueva Galicia [Miguel] Contreras y Guevara.46
Sobre este notable suceso, en la crónica de fray Antonio Tello, quedó solo el título de un capítulo donde se hablaría del martirio de los reverendos padres, pero nunca se escribió. En cambio, previo a dichas muertes, el cronista de Jalisco menciona que en 1553, de Compostela se organizó y salió un grupo de unos 16 españoles “...soldados perdidos y baldíos...”,47 a tratar de explotar las minas de Xocotlán que Ginés Vázquez de Mercado había reconocido pero no poblado, expedición que se hizo sin permiso de la Real Audiencia de la Nueva Galicia en virtud de que se acababa de emitir una Real Cédula donde se prohibía hacer entradas a los indios ni dar comisión para ello o licencia real. Tello narra que a su paso por Cacalotitlán, los españoles se admiraron de que los frailes franciscanos pudieran predicar y no los hubiesen muerto, y, que, a la noche, luego que los franciscanos les dieron la bienvenida y se recogieron para reposar “…dieron en ellos mas de seys mill yndios y los mataron, y a los frayles con ellos, sino fueron cuatro o cinco que escaparon, que fue Bernardo de Balbuena, y un Zalaya y Acosta y Bartolomé Mexía, y un negro [exclavo] de Balbuena”.48 De su relato se infiere que, a raíz de esta entrada de españoles los indios se alteraron y acabaron en un solo ataque no solo con los recién llegados sino también con los frailes seráficos en el pueblo de Cacalotitlán, sin embargo, otros documentos de la época son más precisos sobre lo que ocurrió, como se describe a continuación.
En Tello se puede también leer que, a fines de 1554 fray Francisco Lorenzo y un compañero anduvieron aun recorriendo la provincia de los frailes y la costa del llamado Valle de Banderas evangelizando y fundando nuevos pueblos y luego se dirigieron hacia los texcoquines (es decir, la sierra de Mascota que en el siglo XVI se le conocía como provincia de Hostotipac o de San Sebastián) y de ahí hacia el valle de Ahuacatlán,49 por lo que la muerte de estos frailes no pudo ocurrir en 1553, sino en 1554 o después, pero entonces ¿cuándo entraron a la provincia de los coanos y fueron sacrificados estos frailes? y, ¿qué relación guarda su intento de evangelización con los primeros mineros que intentaron la explotación de las minas de Xocotlán y finalmente con la pacificación definitiva de este importante enclave?
En el juicio de residencia del alcalde mayor de Xocotlán, Gaspar de Tapia, elaborado en julio de 1556, y presentado a principios de 1570 a raíz de una querella que en Guadalajara le seguía el oidor y procurador Miguel Contreras y Guevara,50 se señalan varios detalles sustanciales: la Real Audiencia de Guadalajara creó la alcaldía mayor de las minas de Xocotlán y Huajacatlán por la importancia de dichas minas y para que “…aya una Persona q La[s] administre e conosca de los Pleitos ceviles e creminales que [en] las dhas minas están pendientes e sucediesen para que estén en quietud e paz e sociego las personas que en ellas residen…”.51 Dicho de otro modo, esta jurisdicción se creó a raíz del descubrimiento y poblamiento de las minas de Xocotlán. Si Gaspar de Tapia fue el primer alcalde mayor que tuvo Xocotlán, y, ―como lo señalan los testigos que presentó en su relación de méritos― estuvo por dos años en el cargo, entonces la alcaldía mayor de las minas de Xocotlán y Huajacatlán se fundó en 1554, dos años después del paso de Ginés Vázquez de Mercado y de las derrotas que les infligió a los indígenas serranos.
Según los diversos testigos presentados, Gaspar de Tapia se destacó por congregar en pueblos a los naturales que vagaban por los montes, enviando para ello a españoles y pagándoles de su bolsillo; mismo proceso se siguió en Huajacatlán donde un Antonio de Medinilla fungía como teniente nombrado por Gaspar de Tapia. El activo alcalde mayor ordenó abrir caminos hacia las minas y los “aderezó” ya que hasta entonces las rutas eran prácticamente inexistentes. Joan Paniagua, Pedro Cortés y otros testigos, señalaron que, el mérito principal de Gaspar de Tapia consistió en pacificar definitivamente su jurisdicción ya que hasta entonces el área era muy peligrosa y solo se podía transitar con seguridad yendo en cuadrillas.52
Otro documento de mucha más importancia por los detalles que aporta en torno a este álgido periodo es la relación de méritos presentada en febrero de 1557 por Pedro Bernardo de Quirós, peninsular de origen asturiano y clérigo y vicario de las minas de Xocotlán. En su probanza de méritos ante el doctor Pedro Morones, oidor de la Nueva Galicia, este clérigo señaló que hacía poco más de cuatro años que se habían descubierto las minas de Xocotlán;53 “…e al tiempo que se descubrieron los Yndios naturales de la dha provincia estaban de guerra y rebelados e ansí por fuerza echaron dellas y despoblaron las dhas minas [a] los q las descubrieron e abra tres años poco mas o menos q los dhos yndios de Xocotlán y su partido mataron treze españoles q asimismo entraban a las dhas minas e [mataron a] algunos yndios q ivan con ellos…”.54 Un testigo del clérigo señaló que él mismo estuvo entre los mineros que lograron salvar la vida “…este testigo que fue al descubrimiento de las minas regresó con tres heridas de los dicho indios y sin caballo y vio a otros españoles heridos y desbaratados” por lo que la Real Audiencia de la Nueva Galicia asentada en Compostela ordenó al licenciado Alonso de Oseguera, oidor y alcalde mayor entrara a castigar a los nativos rebeldes e hiciera justicia de los delitos que habían cometido, llevando por maestre de campo al capitán Gaspar de Tapia. Aunque no quedaron anotadas las fechas de todos estos eventos, es probable que el grupo de españoles que se asentó en Xocotlán con afán de explotar las vetas mineras lo haya hecho en 1553, pero, casi inmediatamente hayan sido atacados por los indígenas de la provincia expulsándolos completamente y haciéndoles trece muertos, datos que coinciden parcialmente con lo narrado también por fray Antonio Tello.
A raíz de lo anterior, Alonso de Oseguera organizó un ejército de españoles e indios amigos y aunque, según Pedro Bernardo de Quirós, el oidor peinó el área por dos meses, nunca logró pacificar a los indios alzados, pero sí encontró los restos de los españoles asesinados cerca de Tecomititén (tal vez Tecomatitlán). En esta entrada Bernardo de Quirós, según su propia versión, acompañó al contingente del licenciado Oseguera, “…como sacerdote e como soldado”.55
Luego de que Alonso de Oseguera abandonara al país de los coanos, lo cual pudo suceder a fines de 1553, entraron fray Francisco Lorenzo y su compañero a tratar de atraer mediante la fe a los indígenas dispersos. La incursión de fray Francisco Lorenzo no debió ser la primera en el área. Fray Juan de Torquemada también dio cuenta de los largos recorridos que entre sierras y caminos ásperos fray Francisco Lorenzo hacía tanto hacia la provincia de los Texcoquines, como hacia Xocotlán y Huajacatlán bautizando y catequizando a los naturales que andaban entre los montes.56 Este religioso había fundado anteriormente los conventos de Etzatlán (1534) y de Ahuacatlán (1551), ambos cercanos al país de los coanos, es decir, para 1554 era legendaria su actividad apostólica entre los indígenas sin conquistar y recién conquistados, abarcando desde el valle de Etzatlán hasta la villa de la Purificación en las cercanías de Colima, por tanto, debió conocer con detalle a los naturales de Huajacatlán, colindantes con la provincia de Etzatlán donde él tenía su sede.57
Diversos testigos señalan que en Cacalotitlán, ubicado a solo dos leguas de Xocotlán, fray Francisco Lorenzo y otro fraile que le acompañaba duraron entre cuatro y cinco meses trabajando en congregar a los indígenas serranos que habían huido del castigo del oidor Oseguera y su tropa. En este lapso, según Martín de Gamón, los religiosos lograron bautizar en Cacalotitlán a más de quinientas almas.58 Sin embargo, a la sombra de los frailes las minas de Xocotlán volvieron a poblarse, esta vez con contingentes importantes de españoles y aventureros con el afán de volver a explotar las minas desamparadas. Se desconoce si fue esto lo que desató nuevamente la furia de los nativos, pero, en Cacalotitlán los naturales mataron a fray Francisco Lorenzo, a su compañero religioso y a otros indios ya evangelizados que les servían “…y administrándolos los dichos indios chichimecas se rebelaron y alzaron e mataron a fray Francisco y a otro fraile que estaba con el e a muchos de los indios cristianos de la Yglesia que con el dicho fraile tenía consigo”. Los indios insurrectos también quemaron la iglesia, robaron los ornamentos y dejaron el pueblo desierto. Según Alonso Portillo, uno de los testigos que fue llamado a declarar, previo a la muerte de los frailes, indios de Talistac fueron a avisar a los mineros de Xocotlán sobre del intento de rebelión en Cacalotitlán, sin embargo, no se les tomó en serio.
Diez días después de la rebelión en Cacalotitlán, los vecinos de Xocotlán encabezados por Francisco de Sosa fueron a ver qué había pasado y solo encontraron los huesos de los dichos frailes y hallaron la iglesia quemada a más de otros indios muertos y hallaron también muerto a un principal del pueblo de Muchitiltique (Mochitiltic) que el fraile había llevado con él:
…e se alzaron todos dando cada día guerra e grita a los españoles que estaban en las dhas minas e matando negros e yndios e robando y llevando muchos caballos e biendo los grandes males que hazían por esta rreal audiencia fue cometido Gaspar de Tapia como juez de comisión a las dichas minas entró a castigar a los dhos yndios y hazer justicia con muchos españoles e indios amigos de la comarca.
En síntesis, si hemos de creer en los testigos de las relaciones presentadas por el capitán Gaspar de Tapia y posteriormente por Pedro Bernardo de Quirós, no fue el licenciado Oseguera el que entró a castigar a los indígenas por la muerte de los frailes seráficos (Alonso de Oseguera y un contingente armado ya había entrado en 1553 a reprimir a los indígenas por la muerte de los mineros que se atrevieron a intentar explotar las vetas de Xocotlán), tampoco el oidor Miguel Contreras y Guevara como afirmó Torquemada y otros cronistas posteriores, sino el capitán Gaspar de Tapia, el cual, según la relación de Pedro Bernardo de Quirós, a pesar de que por un mes recorrió nuevamente la sierra con un grueso contingente de españoles, no logró pacificar a los naturales, al contrario, según los testimonios de Alonso Portillo y Alonso de Rinan, los indios quedaron más alterados aún porque mató a muchos que no quisieron darse de paz y les había talado sus sementeras y destruido sus bastimentos; pero, aunque no se señala en el expediente, Gaspar de Tapia sí dejó bien guarnecida a la gente que había vuelto a poblar las minas de Xocotlán, a tal punto que las minas ya no se volvieron a deshabitar y él quedó en 1554 como su primer alcalde mayor por orden de la Real Audiencia de la Nueva Galicia.
Como se puede ver en la siguiente síntesis de las incursiones armadas contra los indígenas coanos (Tabla 1 y Figura 3), si bien, estas comenzaron desde 1530 en que Nuño de Guzmán se internó rumbo a la Mar del Sur, se intensificaron en la década de 1550 debido a la certeza de que había ricas vetas mineras en los alrededores de Xocotlán y Huajacatlán. También hay que destacar que, aunque, los nativos en realidad nunca ganaron una batalla contra los ejércitos que intermitentemente estuvieron acosándolos, sí lograron evadir el control de su territorio al no dejar que se asentaran españoles y fundaran villa o algún centro minero, hasta que, en 1554 finalmente se logró establecer en Xocotlán una población permanente de españoles para explotar los filones de plata locales.
Exaltando su papel en la pacificación de Xocotlán y su entorno, Pedro Bernardo de Quirós señaló que, ante tal situación, él por su cuenta volvió a entrar a la sierra y ganándose a los principales y caciques indígenas rebeldes los comenzó a poblar a dos leguas poco más o menos de las minas de Xocotlán atrayéndolos con dádivas como ropa y comida. De este modo, fundó pueblos y levantó iglesias. Según su testimonio, gracias a él se repobló “Cacalutitlán” (Cacalotitlán) y se fundaron los pueblos de Mezquitlán, Tequiltitlán, Vilotitlán, Acatique, Yegualtitlán, Tecomatlán, Atengo, y otro pueblo también llamado Tecomatlán, lo cual pudo suceder en 1555 (para una ubicación aproximada de las reducciones indígenas, véase Mapa 3).59 Según Luis Montesino, uno de los que atestiguaron a favor de Bernardo de Quirós, dicho clérigo oficiaba misas, bautizaba y enseñaba a los indígenas en las cosas de la fe, por lo que estos pueblos quedaron más o menos establecidos, incluso agrega otro pueblo más llamado “Camoten” del que no se han encontrado más datos.60
En la relación de pueblos que menciona el padre Quirós, no aparecen las congregaciones de Atotonilco, Talistac, Huajaimota ni Hostotipaquillo, unos porque aún no se habían establecido, otros, como Talistac (Talistaque o Talistacán), porque ya debieron estar fundados (Figura 2),61 hay que destacar también que, en el juicio de méritos de Pedro Bernardo de Quirós, ni él ni los demás declarantes nombran como “coanos” a los indígenas locales, sino como “chichimecas” o “bárbaros de guerra,62 de hecho, el doctor Morones en su declaración final sobre los méritos de Pedro Bernardo de Quirós, llama a los naturales “Huaxacatecas”, es decir, de Huajacatlán.63
Sin dejar de lado que en la relación de méritos del padre Quirós se debió exagerar su importancia en la conformación y pacificación definitiva de los indígenas, el resultado visible fue que, dichos pueblos quedaron supeditados al clero secular y sustraídos de la evangelización franciscana durante el virreinato, de ahí que fray Antonio Tello se desatienda de describir la evangelización del área luego de la fundación definitiva de las minas de Xocotlán.
Ya para 1557 los indios estaban formalmente pacificados y la actividad minera comenzó a desplegarse con intensidad. En un breve informe de Alonso Sánchez de Toledo, escribano real de la Nueva Galicia, emitido el 22 de febrero de 1570 aparecen registradas las minas de Xocotlán, Huajacatlán y Analco, todas en el área analizada.64 Sin embargo, las secuelas de la guerra y el interés por la plata ocasionó que las minas se llenaran de gente de mal vivir, jugadores, vagabundos, y amancebados.
De todo ello se infiere que, luego de su pacificación, la provincia de Xocotlán siguió siendo una zona conflictiva, mas ya no solo por los nativos no habituados tal vez a las nuevas condiciones, sino por la gran cantidad de díscolos españoles y de otras etnias que se fueron asentando con la bonanza mineral, de tal modo que para 1557 ya había más de medio millar de españoles en dicho real de minas “...los más de la vida aireada”. El doctor Morones oidor de la Real Audiencia de Guadalajara finalmente tuvo que trasladarse a Xocotlán y expulsar a muchos buscapleitos como el vizcaíno Martín de Gamón, que había sido testigo en el proceso de Pedro Bernardo de Quirós y, según fray Antonio Tello “...era malísimo [e] incorregible”, también expulsó a los hermanos Arquetas, Francisco de Munera, Juan de Vera y Martín de Rutia (o Urrutia) los cuales huyeron hacia las minas de Zacatecas al amparo del capitán Gaspar de Tapia “...no menos belicoso que ellos”, pero que había sido nombrado alcalde mayor en Zacatecas.65
A los indios recién pacificados que fundaron pueblos en los alrededores de Xocotlán, se les daba carne de vaca, camisas, franelas, pan y otros enseres para que estuvieran tranquilos y no interrumpieran las actividades mineras. A la vez, los naturales comenzaban a emplearse en las haciendas de minas. Según Alonso de Rinan, para 1557, los indios además hacían tianguis periódicamente y vendían tomates en las minas de Xocotlán,66 aunque también había muchas borracheras entre los naturales que obviamente las autoridades de la Real Audiencia de Guadalajara desaprobaban pero no podían evitar.67
Seis años después, en diciembre de 1563, los pueblos de Yegualtitán, Acatique, Huelotitlán, Tequiltitlán, Mezquitlán, Mezquititique y Cacalotitlán comenzaron a tributar para la corona española, además, quedaron registrados otros dos pueblos, Inrimota y Cuyolomitle que no se logró ubicarlos geográficamente y de los que hay pocas noticias, salvo que, en la década de 1560 tributaban 13 y 7 fanegas de maíz respectivamente, lo que indica que tenían muy pocos habitantes.68 En 1578 aparecen por primera vez tributando 93 fanegas de maíz y 94 pollos para la corona española los pueblos de Hostotipaquillo, Tecamatlán, San Francisco (Huajacatlán) y Talistaque (o Talistac). En la lista de pueblos que comprendían el “partido de Xocotlán”, aparecen en 1581 como tributarios dos pueblos más: Mochitiltic y Santa María Terequita, el primero de importancia desde décadas antes, cuando aún estaba la provincia en proceso de pacificación, el segundo seguramente fue una fundación posterior (Figura 2).
Consideraciones finales
En la década de 1580 las reducciones indígenas registradas en el área de estudio eran: Yegualtitlán, Acatique (o Acatic), Huelotitlán, Inrimota, Tequiltitlán, Cuyolomitle, Mezquitlán, Mezquititique, Cacaluta (antes Cacalotitlán), Mochitiltic, Hostipaquillo, San Francisco Huajacatlán, Talistaque, Tecamatlán y Santa María Terequita, aunque otras entregas de tributos de 1590 incluyen también al pueblo de Amajac o Amaxac. De toda esta constelación de pueblos, los más pequeños eran Cuyolomite, Inrimota y Terequita, los cuales, por la exigua cantidad de tributos que aportaban debieron desaparecer o ser incorporados en otros núcleos mayores antes de que finalizara el siglo XVI.69 De los tres, no se han encontrado referencias posteriores; otros, como Mochitiltic, que, fray Alonso Ponce visitara en la primavera de 1587, apenas contaba con siete y ocho casas de indios coanos.70
En contraste, a partir de 1592, los pueblos que más tributaban eran, en orden decreciente, Hostotipaquillo, San Francisco (Huajacatlán) y Acatic, es decir, en la reconfiguración poblacional del área, la congregación indígena de Hostotipaquillo de haber pasado desapercibida durante la primera mitad del siglo XVI ―si es que ya estaba fundada―, comenzó a adquirir importancia, a tal punto que, con el tiempo, se convertiría en la sede política de esta provincia. Para 1594 los tributos totales de los indígenas del partido de Xocotlán, incluyendo a Amajac, Hostotipaquillo y a San Francisco (Huajacatlán) se contabilizaban en 341 fanegas de maíz y 340 pollos, este incremento global de los tributos solo puede explicarse por un aumento en la población indígena local, sea por crecimiento endógeno o más probablemente por nuevas migraciones de la sierra al área debido a la bonanza de los reales de minas.71
En las descripciones posteriores de Hostotipaquillo y las minas de Xocotlán, por ejemplo, la de López de Velasco (ca.1572-1574),72 fray Alonso Ponce (1587),73 Alonso de la Mota y Escobar (ca. 1602-1605), Juan de Paz de Vallecillo (1607),74 Lázaro de Arregui (1621),75 se puede detectar que poco a poco dejan de citarse muchos pueblos de indios. Todavía, en un minucioso informe de 1645 elaborado por Pedro Fernández de Baeza, presidente de la Real Audiencia de Guadalajara, aparecen registrados algunos pueblos que para el siglo XVIii ya habían desaparecido.76 Cinco décadas después, en los expedientes sobre entregas de tierras de fines de 1690 y principios del siglo XVIii se puede ver que casi toda el área donde antaño habían existido importantes pueblos de indios había vuelto a ser “realenga” es decir baldía y deshabitada, por tanto, vecinos de Etzatlán, de Tequila y de otras poblaciones comenzaron a solicitar les concedieran tierras por módicos pagos.77 Para 1777, según una serie de mapas elaborados por Alejandro Ortega Algarin, alcalde mayor de Hostotipaquillo, gráficamente se detecta que ya habían desaparecido la mayoría de los pueblos aquí mencionados, algunos como Mochitiltic se convirtieron en haciendas, otros en rancherías;78 en 1800, Dorothy Tanck, basándose en el censo de José Menéndez y Valdés, solo registró cinco pueblos sobrevivientes, incluyendo entre ellos a Amatlán de Jora y a San José de Huajimic, ubicados fuera del área geográfica aquí analizada.79
Fuente editada
De Arregui, Domingo Lázaro, Descripción de la Nueva Galicia, Sevilla, España, Escuela de Estudios-Hispanoamericanos, Universidad de Sevilla.
De la Mota Padilla, Matías, Historia de la conquista de la provincia de la Nueva Galicia, México, D.F., Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 1870, en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/obras_historicas/ramirez02.html [consultado: 22 de mayo de 2021].
De la Mota Padilla, Matías, Historia de la conquista de la provincia de la Nueva Galicia, Guadalajara, Tip. Del Gobierno a cargo de J. Santos Orosco, 1856, [documento electrónico].
Frejes, Francisco, Memoria histórica de los sucesos más notables de la conquista particular de Jalisco por los españoles, Guadalajara, Tip. de S. Banda, 1879.
García Izcabalceta, Joaquín, Colección de documentos para la historia de México, Tomo II, México, D.F., Biblioteca de México, 1866.
López de Velasco, Juan, Geografía y descripción universal de las Indias recopilada por el cosmógrafo-cronista Juan López de Velasco, desde el año de 1571 al de 1574, Madrid, Establecimiento tipográfico de Fortanet, 1894 [documento electrónico].
Pérez Verdía, Luis, Historia particular del estado de Jalisco, vol. I, Guadalajara, Jal., Escuela de Artes y Oficios del Estado, 1910.