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 issue163Robinson Salazar Carreño, Familias de esclavos en la villa de San Gil (Nuevo Reino de Granada), 1700-1779, Bogotá, Universidad del Rosario, 2020, 364 pp.Itzel Toledo García, El dilema entre la revolución y la estabilización: México y las potencias europeas, 1920-1928, Ciudad de México, Dirección General del Acervo Histórico Diplomático, 2020, 310 pp. ISBN: 978-607-446-157-2 author indexsubject indexsearch form
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Revista de historia de América

On-line version ISSN 2663-371X

Rev. hist. Am.  n.163 Cuidad de México Jul./Dec. 2022  Epub Feb 27, 2024

https://doi.org/10.35424/rha.163.2022.1092 

Reseñas

Maximiliano Fuentes Codera y Patrizia Dogliani (Eds.), La patria hispana, la raza latina. Política y cultura entre España, Italia y Argentina (1914-1945), Granada, Editorial Comares, 2021, 168 pp.

Leandro Gustavo Lacquaniti* 

*Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)-Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", Universidad de Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: lacquanitileandro@hotmail.com

Fuentes Codera, Maximiliano; Dogliani, Patrizia. La patria hispana, la raza latina. Política y cultura entre España, Italia y Argentina (1914-1945). Granada: Editorial Comares, 2021. 168 pp.p. ISBN: 978-84-1369-136-7.


La patria hispana, la raza latina es un libro compilado por Maximiliano Fuentes Codera, especialista en historia cultural e intelectual de la Gran Guerra, y Patrizia Dogliani, historiadora del fascismo, del comunismo y del socialismo italiano. Reúne una serie de trabajos de historiadores que analizan temas de la historia cultural e intelectual de Argentina, Italia y España, durante el período que abarca las dos guerras mundiales (1914-1945). Desde una perspectiva global y transnacional se abordan, en los siete capítulos, los siguientes temas: los debates políticos e intelectuales sobre la neutralidad y la beligerancia durante la Gran Guerra; las relaciones entre el movimiento obrero argentino, español e italiano y las perspectivas del internacionalismo después de la Revolución Bolchevique de 1917; la construcción de los imaginarios sociales sobre la latinidad y la hispanidad; las variables del discurso republicano y los posicionamientos frente a la república como forma de gobierno durante la crisis del liberalismo en Argentina de entreguerras; las proyecciones de la política cultural del fascismo italiano en Argentina y España; y los rasgos del pensamiento fascista argentino durante los años veinte, treinta y la primera mitad de los cuarenta.

Fuentes Codera y Dogliani sostienen en la presentación del libro que “la encrucijada de [estos] tres escenarios ofrece una perspectiva dinámica de las influencias culturales recíprocas” y en este sentido “las transferencias culturales no suponen solamente un intercambio, sino que también son motivo de inspiración de nuevos significados, prácticas, ideas y movimientos políticos” (p. VII y VIII). La mirada multidireccional de la historia global y transnacional funciona aquí, más que como modelo teórico o conceptual, como herramienta metodológica para sortear las barreras y los encorsetamientos de las fronteras nacionales en los estudios de caso.

En el primer capítulo, “Neutralidades en el campo de batalla: España, Italia y Argentina durante la Primera Guerra Mundial”, Maximiliano Fuentes Codera y Carolina García Sanz estudian los debates ideológicos y los posicionamientos políticos asumidos frente a la neutralidad durante el contexto de la Gran Guerra en Argentina y España. Los autores ofrecen una mirada original y renovadora sobre este acontecimiento a partir de un modelo de interpretación global que se apoya en los aportes de la historiografía reciente sobre la neutralidad. En este capítulo afirman que, más allá de los factores internos, existieron otras variables internacionales que condicionaron los posicionamientos que derivaron en la polarización del universo político e ideológico en cada uno de los países analizados. Por ejemplo, el cambio de estrategia de Italia en mayo de 1915, al situarse del lado de la Entente durante la guerra, incidió en aquellos sectores que defendieron la causa de los aliados y que apelaron al discurso de la latinidad para reforzar sus posicionamientos. La entrada de Italia en la guerra potenció así los debates sobre las herencias latinas de Argentina y España, y Roma fue representada como la cuna de la latinidad y como centro de la cultura occidental asediada por la amenaza germánica. Por su parte, las proyecciones latinistas sostenidas por los sectores que estaban a favor de la Entente se enfrentaron a una visión opuesta, gestada desde los sectores neutralistas de España y Argentina: el hispanismo. El imaginario hispanista, impulsado con fuerza por algunos sectores de las élites españolas y americanas, ansiaba la regeneración de la tradición cultural española tanto en el país europeo como en Hispanoamérica, luego del prestigio perdido por España en la derrota que sufrió en la guerra hispanoamericana en 1898.

La neutralidad fue entonces objeto de disputas políticas que atravesaron diversas fracciones sociales, movilizaron a una parte importante de la población en Argentina y España, y promovieron la participación de asociaciones civiles, organizaciones partidarias y distintos grupos de intelectuales. A través del análisis de la prensa y de revistas culturales que hacían referencia al conflicto, los autores dan cuenta de las diversas dimensiones ideológicas del enfrentamiento y de las redes de intercambio sostenidas entre ambos márgenes del atlántico. Demuestran, al mismo tiempo, que las estrategias discursivas utilizadas por los sectores en pugna en Argentina y en España, se construyeron sobre determinadas imágenes del enemigo que circulaban internacionalmente en la prensa y en la propaganda internacional. Conceptos como germanófilo y aliadófilo fueron reutilizados, en los contextos nacionales de estos países, en la lucha política como sinónimos de antipatrióticos y antinacionales.

Los dos capítulos siguientes analizan distintos aspectos de las relaciones entre el movimiento obrero italiano, argentino y español. El capítulo dos “Latinizar la Rusia de los Soviets. La influencia del socialismo italiano en España y Argentina tras la Gran Guerra” de Steven Forti, plantea que la influencia de la experiencia del Partido Socialista Italiano durante el “bienio rojo” (1919-1920) en la península itálica influyó mucho más en las lecturas revolucionarias del socialismo argentino y español que la revolución bolchevique iniciada en octubre de 1917. En ese contexto, los dirigentes socialistas en Buenos Aires y Madrid percibieron los sucesos de Italia como “un laboratorio socialista que podía convertirse en un modelo para el mundo latino” (p. 28). La mayor atención que los dirigentes socialistas depositaron sobre el experimento italiano con respecto al bolchevique se debe, por un lado, al menor conocimiento que tenían en ese momento sobre los sucesos de la guerra civil en Rusia. También a que las direcciones del Partido Socialista Español y el Partido Socialista Argentino, de orientación reformista, no vieron con buenos ojos la toma del poder en Rusia por parte de los seguidores de Lenin. Por otro lado, los lazos históricos que unían a Italia con Argentina y España hicieron que las transferencias ideológicas fueran mucho más corrientes entre estos países, y aquí también el imaginario de la latinidad jugó un papel de importancia en los vínculos mantenidos por los dirigentes socialistas de estos tres países, siendo Italia, dice Forti, una “realidad culturalmente más cercana respecto de la lejana Rusia” (pp. 28-29).

En este sentido, es significativa la circulación y la recepción que dirigentes de la izquierda y estudiantes universitarios ligados al socialismo en Argentina y España realizaron de los escritos de una de las figuras más importantes del socialismo italiano en su corriente maximalista: el secretario del Partido Socialista Italiano (PSI), Nicola Bombacci. Conocido como “el Lenin de Romaña”, su proyecto sobre los soviets y su posible adaptación italiana, redactado a principios de 1920, dividió las opiniones dentro del socialismo italiano. El proyecto de Bombacci fue percibido por algunos sectores como demasiado radical e intraducible a la realidad política italiana, y la falta de consensos internos dentro del PSI hizo que tal proyecto perdiese vigor. No obstante, el modelo del socialismo italiano durante la experiencia del “bienio rojo” funcionó como un “juego de espejos”, donde los socialistas argentinos y españoles deseaban mirarse, porque la fórmula italiana permitía que el modelo ruso se adaptase mejor al mundo latino.

El capítulo tres, “El anarcosindicalismo italiano: conexiones y vínculos entre España y Argentina” de Marco Masulli, indaga sobre las conexiones políticas y organizativas entre el anarco-sindicalismo italiano, español y argentino durante la década del veinte y la primera mitad de la década del treinta, a través del análisis biográfico de algunos de sus militantes y del seguimiento de sus redes de intercambio transnacionales. En la primera parte, Masulli se dedica a describir las características y las transformaciones del sindicalismo en Italia, España y Argentina entre fines del siglo XIX y principios del XX. Ésta no es la parte más atractiva del capítulo, que puede ser bien conocida por los estudiosos del tema, sino la segunda, donde el autor analiza la trayectoria de algunos militantes anarquistas italianos que, marcados por la represión oficial y el exilio, vivieron en Argentina, España y Francia en los años veinte y treinta. De acuerdo con Masulli, la experiencia del exilio fue vital para la circulación de las ideas del anarcosindicalismo por fuera de las fronteras nacionales, ya que los militantes resultaban una pieza clave en las redes de intercambio. Del mismo modo, el periplo de estos militantes evidencia las dificultades que debió sortear el anarco-sindicalismo para adaptarse a la vida política en los distintos contextos nacionales, además de las dificultades que ello generó para encarar una política conjunta con otros sectores del movimiento obrero internacional.

El cuarto capítulo, “El republicanismo y la recepción de Maquiavelo en la Argentina (1920-1940)” de Leandro Losada, explora las dimensiones del discurso republicano a partir de las lecturas de la obra de Maquiavelo en la Argentina de los años veinte y treinta. El autor plantea que durante esos años el republicanismo recibió una atención considerable entre los pensadores locales, lo que podría ser sintomático del escenario de crisis e inestabilidad política del país. En un contexto de creciente desconfianza hacia las instituciones de la democracia liberal, la obra de Maquiavelo recibió una particular atención ya que ésta podía aportar algunas claves de lectura para pensar los problemas de la vida política argentina. Los lectores de Maquiavelo procedieron de sectores que pueden considerarse antagónicos dentro del universo político e intelectual argentino; tanto liberales como antiliberales repararon en sus escritos a la hora de señalar algunos balances históricos y doctrinarios sobre el funcionamiento institucional de la política argentina. La obra de Maquiavelo podía ser recuperada, por estos autores, directamente a través de sus obras o indirectamente a través de otros pensadores italianos contemporáneos.

Losada comprueba que algunos sectores del antiliberalismo de la segunda mitad de los años veinte opusieron la república a la democracia liberal como forma de gobierno deseada para la Argentina de entonces. La invocación positiva a la república se podía oír, por ejemplo, en los artículos de La Nueva República (fundada en 1927), donde participaron escritores como Rodolfo Irazusta, Julio Irazusta y Julio Meinvielle. Sin embargo, avanzados los años treinta, el interés por el republicanismo, dice Losada, “mutó su valoración”: los escritores nacionalistas dejaron de pensar a la república como antídoto de la democracia liberal y comenzaron a cuestionarla. Julio Irazusta, Ernesto Palacio o Julio Meinvielle la condenaban ahora como prolongación del liberalismo, a la vez que desestimaban y cuestionaban la obra del autor florentino.

Por su parte, en los años veinte y treinta, otros intelectuales vinculados con el liberalismo también repararon en los escritos de Maquiavelo. Entre ellos, el caso de Mariano de Vedia y Mitre es el más paradigmático. Mientras ejerció como profesor de Derecho Político en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires entre 1922 y 1946, recuperó la lectura de los textos de Maquiavelo, especialmente Discursos sobre la primera década de Tito Livio. En sus escritos trazó una imagen de “Maquiavelo demócrata” y esbozó una interpretación que hacía converger a la república con el liberalismo, lo que lo alejaba de las visiones más tradicionales del liberalismo del ochocientos que habían denostado la figura del escritor del renacimiento italiano. Por su parte, a diferencia de los autores del nacionalismo antiliberal argentino, los escritos de De Vedia y Mitre no tuvieron como vocación la intervención política, sino que fueron ideados para la discusión dentro del ámbito universitario. No obstante, sus textos fueron objeto de críticas e impugnaciones por parte de algunos escritores del nacionalismo católico y antiliberal.

Hacia el final del capítulo, al señalar la coincidencia, a primera vista sorprendente, sobre el repudio y el desdén hacia la figura de Maquiavelo, tanto del liberalismo del ochocientos como del antiliberalismo de la primera mitad del siglo XX, Losada esboza una hipótesis sugerente, a la vez que discutible: la prudencia o el recelo del pensamiento político argentino para incorporar el conflicto a la reflexión política.

Los dos capítulos siguientes del libro analizan las proyecciones de la política cultural del fascismo italiano en Argentina y España. El capítulo cinco de Federica Bertagna “La idea de la latinidad en la política cultural del fascismo en América Latina: el caso de Argentina”, estudia los usos políticos y culturales del concepto latinidad en el imaginario cultural del fascismo italiano en referencia a América Latina. Bertagna señala que los conceptos de “Latinidad” y “América Latina” sólo comenzaron a cruzarse durante los años del gobierno fascista, ya que hasta entonces ambos habían discurrido por vías paralelas. A través de un interesante estudio de ambos términos en las entradas de los diccionarios italianos del siglo XIX y XX, la autora plantea que hasta la Gran Guerra la idea de latinidad hacía referencia a las aspiraciones hegemónicas que Italia proyectaba sobre todo en la región del Mediterráneo, en competencia con Francia, quien era la principal impulsora de las iniciativas pan-latinistas sobre la región desde la mitad del siglo anterior. En Italia, la inclusión de América Latina en el proyecto de la latinidad comenzó a ser de uso corriente posteriormente, durante los años del gobierno de Mussolini. El “Duce” proyectó la restauración de un “imperio espiritual” italiano, heredero de la Roma clásica, que incluyó a los territoritos de los países sudamericanos, especialmente de aquellos que habían sido centros importantes de las migraciones de las comunidades italianas desde fines del siglo XIX.

Especialmente en Argentina, las acciones culturales del fascismo tuvieron un gran alcance a través de las actividades desplegadas por los Fasci italiani all' estero, y otros eventos culturales realizados en Buenos Aires como la “Mostra del libro italiano” en 1927 y la “Mostra del Novecento Italiano” en 1930. No obstante, la apuesta más ambiciosa del fascismo en Argentina fue la edición del diario Il Mattino d'Italia entre 1930 y 1933, periódico que contó con la colaboración de reconocidos escritores argentinos, entre ellos Manuel Gálvez. A pesar de ello, las aspiraciones del fascismo encontraron en Argentina severos límites: la extendida influencia de la cultura francesa, el importante grado de asimilación de los inmigrantes italianos en la sociedad argentina, los rechazos que el fascismo generó en amplios sectores de las comunidades de italianos.

Desde mediados de la década del treinta, Bertagna plantea que las políticas culturales del fascismo en América Latina comenzaron a desvanecerse producto de los cambios geopolíticos ocurridos en el continente europeo. A partir de entonces, Mussolini concentró sus fuerzas en extender la hegemonía de su tan ansiado “imperio espiritual” hacia el Mediterráneo y las colonias en el Norte de África. En sintonía con esta hipótesis, el capítulo siguiente de Patrizia Dogliani “La intervención cultural de la Italia fascista en el mundo hispánico (1938-1943)” amplía la mirada sobre la política cultural del fascismo italiano durante la década del treinta, específicamente en su relación con España. Así estudia la colaboración del régimen de Mussolini con la “España nacional” durante la Guerra Civil y, luego, con la dictadura de Franco, no tanto desde su costado militar (un aspecto más conocido) sino desde el plano cultural. Durante esos años, especialmente con la aparición de la figura política de José Antonio Primo de Rivera en 1933 y 1934, se plasmaron ciertos vínculos entre intelectuales falangistas y fascistas en pos de la construcción de un proyecto conjunto para dominar el Mediterráneo, donde la idea de la latinidad fue central. Las imágenes de este “fascismo panlatino”, como lo llama Dogliani, presentaban a Roma como la capital milenaria de la latinidad, en contraposición a una Madrid republicana y atea que había renunciado a su vocación imperial. La propaganda cultural del fascismo en España se llevó a cabo a través de distintos medios, especialmente el cine, pero también desde la prensa, la radio, la difusión de libros, música y obras de teatro.

Paradójicamente, las aspiraciones hegemónicas del fascismo en la región se vieron obturadas con la victoria del franquismo. Finalizada la guerra civil, la España de Franco no estaba dispuesta a ocupar su rol de “hermana menor” del fascismo italiano. Como afirma la autora, el proyecto de introducir a España en un Mediterráneo latino e imperial guiado por Roma chocó con el renacimiento de una orgullosa autonomía cultural del nuevo régimen español basada en los valores de una hispanidad católica, imperial y nacionalista. Además, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, la dictadura de Franco trató de despegar su imagen del fascismo con el fin de adaptarse a las nuevas condiciones impuestas por las potencias aliadas en el ámbito de las relaciones internacionales.

En el capítulo final del libro, “Fascismos que circulan: Mussolini, Hitler e Hispanidad en Argentina” Federico Finchelstein traza los rasgos originales que definieron el pensamiento fascista argentino. El fascismo argentino fue, de acuerdo con Finchelstein, singular por la recepción y el uso que los pensadores locales hicieron del “fascismo transnacional”, un conjunto de ideas y creencias provenientes principalmente del fascismo italiano, del franquismo español y del nazismo alemán. En Argentina, el fascismo adquirió las siguientes características: fue un movimiento nacionalista, católico, antiliberal, antisemita, anticomunista, latinista e hispanista. Además, el fascismo argentino no era una mera copia de sus pares europeos, sino que sus partidarios realizaban lecturas no canónicas del gobierno de Mussolini, Hitler o Franco. Así, los intelectuales del fascismo argentino reinterpretaban y resignificaban el conjunto de creencias del “fascismo transatlántico” y elaboraban un imaginario original con base en la mezcla con otras tradiciones políticas e ideológicas locales. “El fascismo argentino, también llamado nacionalismo”, dice Finchelstein, estaba integrado por un conjunto de pensadores que reunían creencias diversas, pero principalmente eran católicos, de modo que siempre subordinaron la teoría política a la fe religiosa, y sus referentes espirituales nunca fueron Mussolini, Hitler o Franco, sino que “para ellos, el jefe del nacionalismo era Jesucristo” (p. 135). Por ende, las ideas del “fascismo transnacional” fueron siempre subordinadas a las creencias que promovía la Iglesia Católica argentina, institución que, como asegura Finchelstein (siguiendo los planteos de Loris Zanatta), “durante la década del treinta, […] era radicalmente nacionalista” (p. 142).1

Por otro lado, los intelectuales del fascismo argentino creían en el destino manifiesto de la nación en convertirse en potencia colonial del continente sudamericano. Lo que deseaban era una especie de refundación espiritual del antiguo virreinato del Río de la Plata, donde Argentina liderara el proyecto de reconstrucción de la hispanidad en América Latina. El autor reconstruye el imaginario del fascismo argentino a partir del análisis de un gran abanico de revistas culturales del universo del nacionalismo católico. Con ello da cuenta de algunos debates y polémicas que los intelectuales de esta corriente ideológica sostuvieron en esas publicaciones periódicas durante los años veinte, treinta y la primera mitad de los cuarenta. Entre esas revistas se analizan artículos publicados en Crisol, Criterio, Clarinada, Nuevo Orden, Aduna, donde participaron escritores nacionalistas como Julio Meinvielle, Roberto Goyeneche, Monseñor Gustavo Franceschi, Rodolfo Irazusta, Rómulo Carbia, Ramón Doll, Carlos Ibarguren, Ernesto Palacio, Manuel Gálvez, entre otros.

La caracterización de Finchelstein, que asocia a los nacionalistas argentinos con el fascismo, no parece sin embargo del todo adecuada para describir los rasgos ideológicos del nacionalismo argentino de aquellos años. No todos los intelectuales nacionalistas consideraban positivamente y del mismo modo el proyecto fascista. Si bien eran antiliberales, algunos sectores podían ser reformistas y no necesariamente católicos y/o antisemitas.2 La imagen que Finchelstein traza sobre los nacionalistas describe mejor, más que la cosmovisión del nacionalismo argentino en su totalidad, el pensamiento de la fracción de los nacionalistas católicos.

Por último, sobre el final del capítulo, Finchelstein elabora una serie de reflexiones sobre el fascismo posterior a 1945. Lo que encuentra es que en esta era “post-fascista”, pese a la derrota final en la Segunda Guerra Mundial, pueden encontrarse vestigios de un fascismo encubierto y aggiornado que, obligado por las circunstancias, transmutó en populismo.3 El ejemplo paradigmático de ese post-fascismo en América Latina, asevera Finchelstein, fue el peronismo, que en Argentina instauró una “democracia autoritaria”. Ello significa que el peronismo, a diferencia del fascismo, fue un gobierno que contó con componentes democráticos, como por ejemplo la representación parlamentaria por la vía del sufragio. No obstante, podemos preguntarnos: ¿Cuáles son los rasgos específicos de una democracia autoritaria? ¿Fueron parte de una democracia autoritaria también los gobiernos anteriores de la República del Fraude en Argentina (1932-1943)? ¿Es útil afirmar que el peronismo fue una especie de neo-fascismo, cuando sabemos que resulta muy difícil clasificar y definir a este movimiento político bajo esta categoría histórica impregnada de valores y juicios morales? Los conceptos resultan, entonces, cuanto menos ambiguos para especificar las singularidades del gobierno de Juan Domingo Perón.

Finalizada la lectura del libro pueden plantearse algunos interrogantes que, en algunos casos, exceden los límites del período examinado. Entre ellos: ¿cómo Francia asumió la defensa de la latinidad en América frente a sus competidores del Mediterráneo durante la primera mitad del siglo XX? ¿Por qué el contexto posterior a la Segunda Guerra Mundial debilitó las identidades transatlánticas de la hispanidad y la latinidad? ¿Qué otras identidades transnacionales reemplazaron a aquellas? ¿Qué efecto tuvo la Revolución Cubana y el internacionalismo obrero en ese proceso? ¿Qué lecturas de Maquiavelo y qué usos del republicanismo, más allá de Argentina, se realizaron en el resto de los países latinoamericanos?

En suma, La patria hispana, la raza latina, ofrece una interesante mirada de conjunto sobre las redes intelectuales y los intercambios culturales entre Argentina, España e Italia durante el período de entreguerras, iluminando facetas poco transitadas sobre cuestiones referidas a la circulación de los imaginarios de la latinidad, la hispanidad, el fascismo y el republicanismo. El libro brinda, por lo tanto, algunas herramientas útiles para seguir investigando sobre estos temas en otros países latinoamericanos durante la primera mitad del siglo XX.

Referencias

Buchrucker, Cristián, Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Buenos Aires, Sudamericana, 1987. [ Links ]

Finchelstein, Federico, Del fascismo al populismo en la historia, Barcelona, Taurus, 2018. [ Links ]

Spektorowski, Alberto, Autoritarios y populistas. Los orígenes del fascismo en la Argentina, Buenos Aires, Lumiere, 2011. [ Links ]

Zanca, José, Cristianos antifascistas, conflictos en la cultura católica argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2013. [ Links ]

1 Aunque es cierto que las ideas del nacionalismo fueron mayoritarias dentro del universo católico de los años treinta, otras voces diferentes tuvieron también un lugar singular dentro de la Iglesia Católica argentina. Véase, por ejemplo: Zanca, José, Cristianos antifascistas, conflictos en la cultura católica argentina.

2Véase, por ejemplo: Cristián Buchrucker, Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955); Alberto Spektorowski, Autoritarios y populistas. Los orígenes del fascismo en la Argentina.

3Esa caracterización ha sido desarrollada más en extenso por el autor en: Federico Finchelstein, Del fascismo al populismo en la historia.

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