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Revista de historia de América

On-line version ISSN 2663-371X

Rev. hist. Am.  n.162 Cuidad de México Jan./Jun. 2022  Epub Feb 27, 2024

https://doi.org/10.35424/rha.162.2022.1018 

Reseñas

Hilda, Sábato, Repúblicas del Nuevo Mundo: el experimento político latinoamericano del siglo XIX, Buenos Aires, Taurus, 2021

Emiliano Salas Aron* 

*Instituto Emilio Ravignani, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: emilianosalasaron@gmail.com

Sábato, Hilda. Repúblicas del Nuevo Mundo: el experimento político latinoamericano del siglo XIX. Buenos Aires: Taurus, 2021. 238 pp.p. ISBN: 9789877370584.


La historia política de América Latina, con sus particulares contorsiones, ha sido materia de un debate renovado en los últimos años. A partir de la crisis de las explicaciones teleológicas sobre el devenir institucional y conceptual de los regímenes de gobierno en la región, apareció un renovado interés por la trayectoria política, en forma autónoma a otras disciplinas tradicionalmente ligadas, como la historia económica o social. En este marco, el siglo XIX y la inestabilidad de las tempranas repúblicas cobró un excepcional protagonismo, a partir de la reformulación de los devenires del proceso revolucionario, así como también la formación de las primeras estructuras políticas autónomas.

Hilda Sábato, en Repúblicas del Nuevo Mundo..., intenta acotar el análisis a un objeto de estudio bien delimitado, que es el régimen de gobierno y sus espacios asociados en las tempranas repúblicas de América Latina entre 1810 y 1860. Como se indica en el prólogo, la autora partió de un estudio pormenorizado de la dinámica política en Argentina durante el proceso de organización nacional para descubrir una relación conflictiva entre la vigencia del régimen republicano y la modernización política. El reconocimiento del país austral dentro de una trayectoria general continental es el catalizador de la pregunta fundamental: ¿Se trata el caso Latinoamericano de mediados de siglo XIX un ejemplo de republicanismo fallido?

En el libro, desde su introducción, se manifiesta una abierta ruptura con los determinismos institucionalistas y marxistas acerca del resultado político de las repúblicas. Por el contrario, se propone que los regímenes republicanos no pueden sino pensarse dentro de la trayectoria de la región en la escena global. Es decir, atravesados por una serie de circunstancias que se recortan en un horizonte temporal puntual, correspondiente a la primera mitad del siglo XIX. Dentro de su contexto, las repúblicas sudamericanas merecieron una interpretación integral sobre las instituciones que la componen, sus mecanismos de participación y sus contradicciones. El libro se encuentra organizado en dos partes que involucran un análisis pormenorizado de tres espacios de poder del régimen republicano temprano de Latinoamérica (las elecciones, las organizaciones milicianas y la opinión pública) y un breve ensayo integrador final a modo de conclusiones.

El puntapié inicial del texto, indefectiblemente, son los procesos revolucionarios. Conceptualmente, una revolución política supone la transformación veloz de los formatos, los protagonistas y la genealogía del poder. Los proyectos republicanos en las revoluciones son una materia en tránsito, al igual que el protagonismo de los patriotas, que son alternativamente personeros y protagonistas del poder. La velocidad con la cual se volatilizaban los equilibrios políticos y las trayectorias personales sólo pueden ser explicadas por la emergencia del contexto revolucionario. Como pronunciara el intelectual revolucionario Alberto Solís en Los de Abajo, “(...)La revolución es el huracán, y el hombre que se entrega a ella no es ya el hombre, es la miserable hoja seca arrebatada por el vendaval(...)”. En el texto se manifiesta que fue producto de la decisión de los patriotas, pero también del azar, que terminara primando un modelo republicano en Sudamérica, exceptuando el caso puntual de Brasil.

Para Sábato, el proyecto republicano, aunque supuso una copia de los modelos disponibles en la primera década del siglo XIX, principalmente Estados Unidos y Francia, tuvo una formulación propia en Sudamérica a partir de un nivel de movilización política capaz de arrasar con las constituciones y acuerdos, volviéndolos rápidamente letra muerta. Los ideales republicanos no lograron consolidarse en un proceso consensual pactado ex ante. La república, a escala sudamericana, fue pura praxis. Una vez que se rompió el vínculo legitimista con el absolutismo, la forma republicana se consolidó por la utilización flexible y laxa de sus formas, antes que por un acuerdo de equilibrios y contrapesos.

En otras palabras, podría decirse que el formato republicano, aunque sufrió diversas alquimias políticas, dio a luz a un cambio fundamental. De la trayectoria intelectual de la neoescolástica absolutista a la noción de derechos naturales en la legitimación del poder, emergió un nuevo actor político, el pueblo. La noción de la voluntad general, así como el nuevo sujeto legitimador, forjaron un nuevo vocabulario político. Desde 1810 en adelante, las revoluciones y las proclamas se hicieron en nombre del pueblo, apelando al mismo e intentando captar su legitimación en la esfera pública. La república, antes que debilitarse por el faccionalismo irredento, se fortaleció en las proclamas del mismo, que abrevaba en la tradición popular antes que en argumentos de Antiguo Régimen.

En este punto, Sábato plantea uno de sus aportes fundamentales para el estudio de la historia política sudamericana temprana, que es la reconfiguración de la idea de participación popular. La autora identifica que, a contramano de las lecturas que suponen un predominio político absoluto de las élites, muchos más sectores acceden a la participación política. Tanto en la conformación de las milicias, como en su participación en clubes o en la prensa escrita, sectores subalternos accedieron a espacios de poder importantes. Difícilmente podría argumentarse que estos modelos políticos eran pluralistas, pero la permeabilidad de la esfera política amplía la comprensión acerca de la sociología del poder en la región.

Los tres espacios que la autora identifica como escenarios performáticos para la república son las elecciones, las milicias y la opinión pública. Sobre cada una, Hilda Sábato nos propone una serie de propuestas en torno a su conformación y funcionamiento. Los actos eleccionarios, por caso, nunca dejaron de ser el principal mecanismo de construcción de las autoridades en Hispanoamérica. En este contexto, la autora propone que las elecciones, aunque no eran representativas, sí eran fuertemente competitivas. Ciertas corrientes historiográficas han despreciado el peso de los comicios en este período, suponiendo que éstos sólo replicaban un modelo de dominación socioeconómica. Este desdén no tiene lugar si consideramos que la participación cívica reforzaba uno de los componentes fundamentales para cualquier régimen republicano: el que supone que los oficialismos pueden perder.

El aparataje partidario, posterior en términos temporales, fue la herencia de la larguísima y persistente tradición latinoamericana, correspondiente a movilizar recursos y personas para ganar elecciones. Se ha documentado que, desde comienzos del siglo XIX, la afluencia a los centros de votación, que incluían en numerosas ocasiones episodios violentos, era fundamental para sostener un proyecto de poder. En este marco, el papel de las milicias operó como una variable fundamental, pues eran depositarios de otro concepto esgrimido por la historiografía latinoamericana, la de “ciudadanos en armas”. Con una línea argumental similar a la que asumieron los ejércitos sudamericanos en el siglo XX, las milicias no se percibían como una fuerza armada, sino como un depositario de la legitimidad popular, por la composición de ciudadanos en sus filas.

El mosaico social miliciano suponía una amplitud para nada despreciable, a raíz de la inclusión de numerosos grupos sociales. La milicia fue un organismo de promoción social, dado el prestigio obtenido por pertenecer al cuerpo de ciudadanos movilizados por la libertad. El rol de las milicias fue ponderado en escenarios simbólicos y reales de la construcción política, como las fiestas públicas o los pronunciamientos formales que antecedían a una revuelta facciosa. En todos los casos, la participación de las milicias funcionaba como un termómetro de la legitimidad pública del régimen político vigente.

Hilda Sábato agrega, en este punto, que el ciclo de revoluciones y guerras producen un profundo cambio en el eje del poder. La caída de la Monarquía, con sus antiguas instituciones judiciales y de control centralizadas (principalmente, los virreyes, gobernadores y las audiencias) dan lugar a un nuevo proceso de liderazgos locales. La milicia es la expresión más cabal de la centrifugación del poder, que fue el área fértil del gran fenómeno político latinoamericano en el largo plazo, representado por los caudillismos, recurrentemente resistentes a la autoridad central. Haciendo eco de la historiografía reciente sobre el liderazgo de los caudillos, tanto en las ciudades como en ámbito rural, la autora sostiene que los vínculos con sus seguidores se fueron estructurando sobre diversas arenas políticas. La identificación cultural, geográfica y discursiva, en todo caso, jugó un papel tan preponderante como la relación clientelar. Nuevamente advertimos que lo que en otro tiempo se leyó como una tensión entre democracia y modelo republicano, en el marco teórico que nos presenta la autora, se reconfigura como una forma legítima de la participación popular. Al igual que otros autores, como Ariel de la Fuente, en el texto se desprende de este razonamiento que la movilización popular de la milicia tiene una capacidad de representación tan importante y con frecuencia más robusta que los actos electorales.

El escenario se completa con el análisis de la autora sobre la opinión pública, que es uno de los elementos centrales en la construcción del sentido en la actividad política. Durante buena parte del siglo XIX, la prensa escrita funcionó como un espacio de opinión más que de información. Aunque sea en términos performáticos, los diarios significaron una forma de reproducción de la voz del pueblo, incluso cuando el debate público se estructuró en torno al interés sectorial. Los faccionalismos de la sociedad afloraron en los medios de comunicación y comenzaron a forjar una esfera pública, que fue al mismo tiempo una forma de legitimación política para modernizar las instituciones básicas de las repúblicas.

A lo largo del texto se destaca el rasgo historiográfico que sostiene una autonomización de la esfera política sobre otras esferas de la vida cotidiana. Mas aún, la autora plantea las problemáticas desde una perspectiva de dominancia del fenómeno político. No es frecuente encontrar en libro las dependencias o ataduras de la política, más allá de la que supone el orden social jerárquico heredado del orden colonial. Muy por el contrario, Sábato sostiene que, en buena medida, la corrección de los sistemas de castas y jerarquías del orden colonial se debe precisamente a los cambios políticos. Vale decir que, en el texto, es claro que la movilización social presionó sobre los cambios políticos, pero también se destaca que éstos suelen ser la variable causal de las transformaciones sociales que generan mecanismos de movilización. La permeabilidad de las jerarquías sociales, tanto en los ámbitos políticos, milicianos o periodísticos, responden a la noción de “ciudadanos” y “pueblo”, que son conceptos meramente asociados a lo político.

El marco teórico del texto, además de la crítica al estructuralismo, involucra una diferenciación de la teleología institucionalista clásica. Esto puede verse en la sugerencia de que no se puede catalogar este período como uno de quietud o de “espera” en la consolidación política. Al contrario, nada se hace esperar en estas repúblicas, que están en permanente cambio. En la conformación de las instituciones políticas, incluso, se produce un proceso de modernización muy importante durante las primeras décadas de la post-independencia. En el texto, esto se identifica en la conformación de los partidos políticos, la consolidación del concepto de “ciudadanía” y la formación de una esfera pública.

No corresponde hablar, en este contexto, de un estancamiento o de un despegue lento del régimen político. Por el contrario, en el laboratorio político sudamericano, la república emerge y sobrevive al vendaval revolucionario y a las guerras civiles. No ocurrió lo mismo en la Francia revolucionaria, ni tampoco en Italia o España, donde los sistemas republicanos languidecieron poco después de nacer. La intensificación de las disputas internas, antes que destruir las bases republicanas, densificaron el entramado institucional y simbólico de las mismas.

En el intento de captar la totalidad en el análisis del fenómeno político, el texto también adolece de algunas miradas. En primer lugar, debe destacarse la ausencia de Brasil. Dentro del contexto Latinoamericano, Brasil es el caso paradigmático de republicanismo tardío y tenue. La supervivencia del régimen imperial en varios sentidos se condice con la continuidad de una estructura jerárquica y económica. De hecho, la garantía de la estabilidad en Brasil es la continuidad institucional, que contrasta abiertamente con la revulsión de Hispanoamérica. Esto resignifica y refuerza una noción, presente en el texto, de que la elevada movilización política propia de los regímenes republicanos conlleva un importante escalamiento del conflicto y de la violencia. Esto equivale a reflexionar que los efectos naturales de la apertura republicana no se parecen a la estabilidad de la jerárquica República Chilena ideada por Diego Portales, sino la desquiciada inestabilidad que se observa en las provincias del Río de la Plata o en México.

En “Repúblicas del Nuevo Mundo” se presenta un panorama renovado sobre la historia de las ideas políticas y de la practica republicana. Hay un gran esfuerzo de síntesis de numerosos trabajos historiográficos que han propuesto una revisión de la historia política temprana de Latinoamérica. En este contexto se propone una lectura desatada de teleologías que enriquecen el debate con sus nuevas propuestas. Es de esperarse, a partir de esta línea argumental, que continúen proliferando trabajos que amplíen el conocimiento sobre la historia política de la región, desatada de los marcos teóricos que han sido utilizados, en diversas oportunidades, para obturar el estudio de los procesos más que para enriquecer el análisis.

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