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Revista de historia de América

On-line version ISSN 2663-371X

Rev. hist. Am.  n.162 Cuidad de México Jan./Jun. 2022  Epub Feb 27, 2024

https://doi.org/10.35424/rha.162.2022.1011 

Artículos

La biografía en el siglo XIX venezolano. Apuntes para su estudio

The biography in the Venezuelan 19th century. Notes for your study

Jean Carlos Brizuela* 

*Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Mérida, Venezuela. Correo electrónico: jeancarlosbrizuela@gmail.com


Resumen

En este artículo se estudia la biografía producida en el siglo XIX venezolano, procurando establecer un acercamiento a sus características generales y a su producción durante aquella centuria; objetivo que, partiendo de la valoración de algunos balances, repertorios e inventarios bibliográficos y de un arqueo en diferentes bibliotecas, archivos, repositorios y hemerotecas nacionales, permitió relacionar unas ciento sesenta elaboraciones de este tipo, aproximadamente, publicadas a lo largo de dos etapas: una entre las décadas de 1850 y 1860 y otra, signada por el predominio de la corriente política liberal, comprendida entre 1870 y 1899. De la biografía decimonónica venezolana, tras su análisis como un conjunto en el que se advierte variedad en cuanto a propósitos, alcances, preparación editorial, criterio histórico, estilo narrativo, examen contextual, extensión, uso y tratamiento de fuentes, se pueden resaltar, entre sus características generales, la carga épica y heroica emparentada con expresiones de providencialismo, el signo encomiástico, la fábrica arquetípica con fines moralizadores, el espacioso contenido político, la utilidad propagandística al servicio del poder y la apología al caudillo.

Palabras clave: Biografía decimonónica venezolana; biografía encomiástica venezolana; biografía y política; culto heroico; apología al caudillo

Abstract

This article studies the biography produced in the Venezuelan 19th century, trying to establish an approach to its general characteristics and its production during that century; this objective, based on the evaluation of some balances, bibliographic repertories and inventories and a search in different national libraries, archives, repositories and newspaper archives, allowed to relate approximately one hundred and sixty elaborations of this type, published over two stages: one between the decades of 1850 and 1860 and another, marked by the predominance of the liberal political current, between 1870 and 1899. From the nineteenth-century Venezuelan biography, after its analysis as a set in which there is variety observed in terms of purposes, scope, editorial preparation, historical criteria, narrative style, contextual examination, extension, use and treatment of sources; can be highlighted, among its general characteristics, the epic and heroic charge related to expressions of providentialism, the commendable sign, the archetypal factory with moralizing purposes, the spacious political content, the propaganda utility at the service of power and the apology to the leader.

Key words: 19th century venezuelan biography; venezuelan praise biography; biography and politics; heroic worship; apology to the caudillo

Introducción

La biografía fue una de las formas historiográficas preponderantes durante el siglo XIX venezolano. En su desarrollo se advierten dos etapas: una en la cual, bajo influencia del romanticismo histórico-literario, se produjeron cerca de dos docenas de biografías entre las décadas de 1850 y 1860 y otra en la que resalta la impronta del llamado liberalismo amarillo, en cuyo marco se publicaron, durante las tres últimas décadas del siglo XIX, unas ciento cuarenta creaciones biográficas, aproximadamente. Todas ellas caracterizadas y clasificadas como conjunto en este artículo, atendiendo a sus rasgos tipificantes.

Establecer las características generales de la biografía decimonónica, vista en conjunto y reconociendo el contexto en que surgió, e inventariar su producción durante el siglo XIX venezolano, haciendo esfuerzos por recabar información no contemplada en repertorios y balances previos, constituyen los objetivos fundamentales de este trabajo. Nos proponemos alcanzar estos propósitos mediante un análisis crítico, como sugiere Alí López Bohórquez para la “extensa y variada”1 elaboración historiográfica en general, “que debe examinar sus deficiencias y aportes para la revisión histórica venezolana”.2

En tal marco, se pretende contribuir con la valoración de la historiografía venezolana del siglo XIX, que, acorde con Inés Quintero, “ha sido realizada de manera parcial”3 al no llevarse a cabo “estudios que nos permitan conocer los distintos géneros historiográficos que se desarrollaron en esa época, ni tampoco algún tipo de análisis que dé cuenta de los aspectos característicos de cada uno de ellos”4. Esta afirmación de Inés Quintero, así como su aseveración según la cual “no existe una bibliografía específica sobre la producción historiográfica del siglo XIX”,5 no sólo animó y hace pertinente este artículo, sino a la vez refleja el estado de la cuestión alrededor de la biografía como género en el siglo XIX venezolano.

Esta investigación parte por valorar los aportes de algunos repertorios bibliográficos venezolanos publicados a finales del siglo XIX y durante el siglo XX, los cuales constituyen la base inicial del balance en torno al tema, ampliado con información recabada en catálogos de bibliotecas y en colecciones biblio-hemerográficas nacionales, no contenida en aquellos, que aumentó significativamente el inventario de producciones biográficas decimonónicas elaborado hasta el presente. Como se indica más adelante, la relación de textos biográficos mostrada a lo largo del artículo puede extenderse con nuevas indagaciones en diferentes bibliotecas, archivos y repositorios documentales del país, que den cuenta de la existencia de otras elaboraciones de este tipo. A los fines de analizar y caracterizar la elaboración biográfica del período se seleccionaron, entre las principales fuentes, los textos considerados más representativos, algunos de ellos poco conocidos y varios de los cuales fueron consultados en su edición príncipe o única.

El estudio que se ofrece a continuación está organizado a razón de tres partes: “La biografía decimonónica venezolana: acercamiento a sus características generales”; “Delineando la exaltación heroica: la biografía romántica y su interés por los ‘paladines de la emancipación’” y “Auge de la biografía a finales de siglo: entre el carácter laudatorio, su uso político y la forja arquetípica”.

1. La biografía decimonónica venezolana: acercamiento a una caracterización general

La biografía fue uno de los géneros historiográficos predominantes durante el siglo XIX venezolano. Su desarrollo estuvo marcado por un carácter multiforme en cuanto al uso y tratamiento de las fuentes sobre las que descansa su corpus: en algunas de ellas el soporte documental, bibliográfico y testimonial, debidamente acompañado de referencias y notas, es exiguo o, en ciertos casos, inexistente; mientras otras, fundamentalmente publicadas en las dos últimas décadas del siglo XIX, se valen de una copiosa documentación utilizada con fines probatorios, en algunos casos íntegramente insertada, como si este procedimiento por sí solo otorgara, sin auxilio de una cuidadosa interpretación y crítica de ella, entera confiabilidad al discurso histórico.

Su variedad estriba, además, en las disímiles intenciones declaradas por el biógrafo al emprender su trabajo; en el espacio amplio o reducido asignado al tiempo-contexto, en cuyo primer caso permite, lo que sucede en no muchas biografías del período, un acercamiento a procesos, hechos, circunstancias y lugares, a la atmósfera doctrinaria y mentalidad de la época, al funcionamiento de las instituciones, a las relaciones de poder y a la vida cultural, por ejemplo, que circundaron al personaje estudiado; en el escrutinio y la amplitud, esto ligado con lo anterior, con que se abordan la obra, formación, actuación pública, el cuadro familiar y las relaciones socio-políticas del biografiado, sus ideas, preocupaciones, realizaciones e itinerarios, sus luchas, aportes, formulaciones, aciertos y desatinos, las adversidades afrontadas y cómo las encaró en función de sus propósitos, entre otros aspectos, que, por su miramiento o no, o por su desigual consideración, establecen diferencias de unas biografías en relación con otras.

Esa concepción de la biografía resumida en el párrafo anterior, que, sin prescindir del encomio, se planteó superar, a finales del propio siglo XIX, la contemplación limitada y estrictamente individual del biografiado un tanto apartada del contexto y de sus relaciones circundantes, fue postulada por varios autores representativos del período como el bogotano Ricardo Becerra, quien afirmó: “la historia, considerada como la ciencia de los hechos, no admite truncamientos y”,6 por el contrario, “aun en la biografía, su forma más restricta, exige que a la figura del hombre precedan la pintura de su época y la descripción de las circunstancias principales y accesorias, en medio de las cuales ejerció su acción”.7

Similar apreciación sostuvo César Zumeta al enumerar varios aspectos, que, a su juicio, debían atenderse en una biografía en la cual el “fondo del cuadro es la historia de la época en que el personaje aparecerá”,8 entre ellos los aportes y el legado de éste en su ámbito de actuación, los alcances e influencia de su obra, pensamiento y acción, así como sus aciertos y equivocaciones; de modo que el ejercicio biográfico trascienda la mera semblanza panegírica. Tales formulaciones revelan una preocupación contrastante con el enfoque que, sobre asuntos procedimentales en la creación biográfica, asumieron algunos autores coetáneos, quienes centraron su interés en facetas ceñidas a la dimensión sustancialmente individual del biografiado.

Algunas de aquellas elaboraciones biográficas decimonónicas no pasan de ser panegíricos que, en términos de extensión, tienen carácter de folletos y ligeros apuntes, calificados en varios casos, por sus propios autores, como bocetos, esbozos, semblanzas, rasgos, reseñas, pinceladas y notas breves que suministran noticias de interés, aunque puntuales y generalmente de carácter testimonial en torno al biografiado; mientras otras producciones del mismo género son amplias y voluminosas, con visible acopio documental, con intención de mostrar examen contextual y de sus relaciones circundantes y con perceptible esfuerzo “por explicar hechos y procesos”,9 sin que esto las distancie necesariamente de la naturaleza laudatoria, de la fe ciega en el dato y de su uso al servicio de intereses del partido, bloque o caudillo gobernante, cuya peculiaridad es un rasgo distintivo de la biografía del período.

En este segundo grupo de producciones biográficas se hallan visos, en algunas más que en otras, de lo observado por Luis Beltrán Guerrero, en tanto el biógrafo difícilmente “puede olvidar las condiciones en que el biografiado aparece y actúa”;10 por María Elena González Deluca, quien sostiene que no es frecuente leer una “biografía que ignore el contexto social”11 en su totalidad y de lo sugerido por Luis Suárez Fernández, quien, al referirse al diseño metodológico de la biografía “como un proyecto de historia total”,12 identifica tres dimensiones sobre las cuales ésta debe asentarse a efectos de contribuir con “el conocimiento de una época”:13 “el espacio que ocupa el personaje, el tiempo en que vive y las aportaciones específicas del mismo”.14

Varias de estas biografías, correspondientes al segundo conjunto, recuperaron y reunieron una abultada documentación e importantes testimonios coetáneos que, por su esmero en el acopio de información, han influido en elaboraciones historiográficas posteriores, incluidas en éstas algunas producidas dentro de la esfera historiográfica profesional, así como han aportado insumos a recopilaciones documentales editadas a lo largo del siglo XX.

La multiplicación del género biográfico experimentada en Venezuela desde la década de 185015 estuvo relacionada con la intención de formar referentes morales sobre hormas civiles, eclesiásticas y militares asumidas como representativas por sus realizaciones, aportes y servicios prestados durante el proceso de emancipación y en la etapa de edificación republicana inaugurada en 1830, inclusive en tiempos de la unión colombiana; empresa editorial consustanciada, a la par, con mira de acicatear “la estructuración de una conciencia histórica nacional”,16 tributaria de la nacionalidad en construcción, entretejida con el culto heroico instaurado.

Así, entre las décadas de 1850 y 1860, se emprendió la confección de los perfiles biográficos iniciales de un elenco que contribuyó, con su pensamiento y acción, con el plan emancipador y de quienes más tarde, sobre la base de sus aportes al afianzamiento de las instituciones republicanas desde las esferas política, intelectual, educativa, universitaria, eclesiástica, científica y literaria, proporcionaron a los biógrafos insumos útiles en la tarea de componer para la “admiración de los siglos”17 aquellas primeras representaciones del procerato independentista y de personajes considerados forjadores de la nación. Esta construcción discursiva se complementa con la desplegada, en esa misma línea, mediante distintas formas historiográficas recogidas en historias generales, resúmenes, compendios, manuales, catecismos y lecciones de historia, memorias y autobiografías, en piezas de oratoria y folletos, en recopilaciones documentales y a través de otras tipologías editoriales elaboradas bajo similar contexto y orientación. Entre estos últimos aparecen hojas de servicios, relaciones de méritos y honras fúnebres, descripciones y compilaciones sobre celebraciones apoteósicas y centenarias y artículos (breves y extensos) insertos en publicaciones periódicas que procuraban, igualmente, un relato exaltador en torno a un conjunto de hombres y hechos relevantes en esa “nueva era de gloria”,18 cónsono con el orden político e institucional estrenado tras la supresión del antiguo régimen.

No obstante, el esfuerzo empeñado en tal dirección se vio redoblado desde mediados de la década de 1870 y a lo largo de la siguiente, momento a partir del cual se advierte un aumento progresivo de la producción biográfica, apoyado, principalmente, en el patrocinio oficial a publicaciones de tipo histórico (incluidas en estas importantes compilaciones documentales) que estimuló la fábrica heroica alrededor de figuras sobresalientes de la Independencia, de la cual el partido liberal en el poder se asumía legatario, a propósito de celebraciones centenarias y apoteósicas. Lo anterior incentivó otra hornada de «prohombres» presentados como paladines de la libertad y del progreso, conforme con la argumentación biográfica, surgidos algunos de las luchas federalistas y a favor de la causa liberal, convertidos en adelante, acorde con aquel discurso y en diálogo con los intereses políticos en el tapete, en «ilustres próceres», «esclarecidos ciudadanos», «grandes ciudadanos», «eximios patriotas» y en «valientes ciudadanos». Otros, no necesariamente ligados con el poder ni a las disputas por éste, obtuvieron los créditos para, ponderados por sus biógrafos como nombres insignes, cimeros y modeladores, merecer el resguardo en los «anales de la patria».

Cabe destacar, entre las características de las biografías editadas en el siglo XIX, el encargo oficial en los orígenes de una parte de su inventario, especialmente en tiempos del liberalismo amarillo (1870-1899); peculiaridad observada, asimismo, en una muestra de la producción historiográfica en general de entonces.

En aquel período, marcado políticamente por el predominio del partido liberal, diferentes administraciones gubernamentales promovieron “conmemoraciones centenarias y apoteósicas que fueron aprovechadas… para una combinación de fines que iban desde el acicate de la nacionalidad en construcción hasta proselitismo partidista y apología de gobiernos y caudillos”19 surgidos de la guerra federal (1859-1863), de la federación (1863-1868) y de la revolución de abril (1870). En dichas etapas emergió una nueva estirpe «susceptible» de ser biografiada y cuyos principales nombres -especialmente de caudillos- se alternaron, en tanto centro de interés biográfico, con los «héroes de la independencia», quienes se mantuvieron presentes durante las casi tres décadas del liberalismo amarillo, entre las preferencias de los biógrafos.

Biografiar por encargo del poder ejecutivo nacional, o de alguna entidad federal, fue una tarea que recayó, generalmente, en intelectuales partidarios del liberalismo afines al gobierno de turno, a quienes se ofrecían facilidades financieras e institucionales para el cumplimiento del cometido editorial en un lapso perentorio. La biografía, en el marco general de la elaboración historiográfica decimonónica, fue uno de los géneros más utilizados “con estos propósitos, lo cual halla explicación en las oportunas ocasiones conmemorativas, por una parte y, por la otra, en el interés de tallar referentes morales a seguir y en nombre de cuyas ideas e íconos se dijo gobernar”.20 Es necesario señalar que, a contrapelo de aquella tendencia, hubo gran cantidad de títulos biográficos cuyos orígenes está en el emprendimiento de iniciativas particulares e independientes del poder político, sin respaldo oficial.

La afirmación de Germán Carrera Damas, según la cual “nuestra Historia es en su mayor parte biografía o un complejo de biografías”,21 grafica, grosso modo, sin proporcionar información precisa al respecto, la preponderancia del género en términos de cantidad, volúmenes y/o títulos, en el contexto historiográfico venezolano del siglo XIX. El predominio del género biográfico, en el marco de la producción historiográfica del siglo XIX, es verificable al acudir a algunos repertorios bibliográficos y balances histórico-literarios publicados entre finales de aquella centuria y principios del XX.

Al cruzar información ofrecida por Adolfo Frydensberg en “Materiales para la Bibliografía Nacional” y Rafael Seijas en “Historiadores de Venezuela”, ambos trabajos incluidos en el Primer Libro venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes (1895), por Gonzalo Picón Febres en La Literatura venezolana en el siglo XIX (1906), Horacio Cárdenas en Bibliografía Tachirense (1964), Ángel Raúl Villasana en Ensayo de un repertorio bibliográfico venezolano 1808-1950 (1969-1979) y por Blas Bruni Celli en Venezuela en 5 siglos de imprenta (1998), con catálogos de instituciones como Biblioteca Nacional, por ejemplo, se puede tener una aproximación a la cantidad de biografías editadas desde mediados del siglo XIX. Tras cotejarse los inventarios, catálogos y repertorios bibliográficos mencionados, se conocieron unas ciento sesenta biografías publicadas durante el siglo XIX.22

El registro de biografías realizado sobre la base de lo reportado -principalmente- por los repertorios bibliográficos arriba citados no incluye esbozos ni bocetos biográficos divulgados en prensa de la época y en publicaciones como El Cojo Ilustrado, en notas necrológicas y coronas fúnebres, en recopilaciones apoteósicas y descripciones centenarias, en hojas de servicios y relaciones de méritos contentivas de apuntaciones con sustancial utilidad biográfica. Tampoco recoge los incluidos en diccionarios y vocabularios histórico-biográficos, como los publicados por Telasco McPherson ni los reseñados en biografías colectivas y prosopografías,23 algunas referidas por Adolfo Frydensberg, entonces director de la Biblioteca Nacional, por Rafael Seijas, Gonzalo Picón Febres y Ángel Raúl Villasana.

2. Delineando la exaltación heroica: la biografía romántica y su interés por los «paladines de la emancipación»

La publicación de las primeras biografías en Venezuela, al menos como parte de una producción vista en conjunto por la historia de la historiografía, coincide con el llamado “ciclo heroico”,24 denominado así por Mario Briceño Iragorry, o período del “pleno romanticismo”,25 según lo calificó Ramón Díaz Sánchez, en cuya etapa se “tomó como centro de interés para el estudio del pasado la lucha de Independencia y la exaltación romántica de sus hombres”.26 En ambas clasificaciones, Juan Vicente González y Felipe Larrazábal sobresalen entre los nombres representativos de esta corriente y/o periodificación historiográfica.

En las elaboraciones biográficas de esta etapa resaltan el carácter literario preponderante en el discurso, la expresión apasionada y grandilocuente, la exaltación colosal de individuos con el fin de presentarlos como predestinados y superiores a sus congéneres en genialidad y arrojo, la glorificación de éstos para transfigurarlos en héroes y titanes, a quienes la narración subraya con entusiasmo virtudes, talento y atributos, y la delineación de antihéroes, cuyos rasgos y actos son descritos con intención de anatematizarlos por «innobles» hasta convertirlos en la antípoda de aquéllos.

Conforme con Lucía Raynero, la historiografía romántica “se manifestó claramente en dos historiadores: en primer lugar, en Juan Vicente González y, en segundo, en Felipe Larrazábal. Ambos entretejieron su formación clasicista con el estilo romántico que todavía tenía fuerza a mediados del siglo XIX”.27 Advierte, asimismo, que José de Austria, otro de los biógrafos en esta primera etapa del desarrollo del género en Venezuela, intentó “combinar ambas tendencias: su formación clasicista con cierta dosis de romanticismo”28 y agrega que este autor, quien en varios párrafos de su Bosquejo de la historia militar de Venezuela recurre a la sola paráfrasis de los documentos empleados, “no presenta un estilo propio, se adueña del plasmado en la documentación correspondiente al período de Independencia”.29

Durante aquella etapa fue publicada alrededor de una veintena de biografías, según la información recabada. Entre ellas sobresalen las escritas por Juan Vicente González y Felipe Larrazábal, las cuales, por su impronta y referencial carácter romántico, se hicieron representativas del conjunto; mientras, como parte de éste, apunta Napoleón Franceschi, hay otra cantidad “de materiales impresos menos conocidos o citados que lo representa una constelación de biografías secundarias, dramas históricos, honras y coronas fúnebres…libros y folletos escritos en homenaje a los próceres de nuestra emancipación nacional”.30

Entre las biografías producidas entonces pueden mencionarse, como muestrario de esta etapa, la mayoría de ellas enumeradas por Adolfo Frydensberg en su inventario,31 Biografía del general de división Mariano Montilla, de la Orden de Libertadores (1851), escrita por el general José de Austria, oficial del ejército de Venezuela durante la guerra de independencia; Apuntes biográficos del doctor José María Vargas (1854),32 autoría de Heraclio Martín de la Guardia, de la cual sólo se tiene la referencia que hace Frydensberg; Estudios biográficos. José Félix Ribas (1855), redactada por el doctor Gerónimo E. Blanco, emparentado con dicho prócer al ser hijo de Mercedes Ribas Galindo, sobrina del biografiado; El doctor José Manuel Alegría (1856), Biografía del doctor José Cecilio Ávila (1858), los incompletos Apuntes para la vida militar del general Juan Crisóstomo Falcón (1864), a quien el autor califica de “verdadero héroe”33 y “esperanza general”,34 y la inconclusa Biografía de Martín Tovar (1865), por Juan Vicente González;35 Biografía del ilustre general Ezequiel Zamora (1864), de Benigno González, de la que sólo se conoce su primera parte; Biografía del doctor Juan Germán Roscio, Biografía del general José Francisco Bermúdez, Biografía del general Manuel Piar y Biografía del señor obispo de Trícala, Mariano de Talavera y Garcés (1865), publicadas por el doctor Francisco Javier Mármol; Biografía del general Juan Uslar (1867) y El general José Tadeo Monagas: apuntes biográficos, documentos políticos, funerales, honores oficiales (1868), de Ricardo Becerra, abogado y periodista nacido en Bogotá, director del semanario caraqueño El Federalista entre 1866 y 1870; y Noticias biográficas del doctor y general Gonzalo Cárdenas (1869), de Luis Felipe García Reverón.36

Visto el repertorio se advierte rápidamente que, entre los biógrafos de este ciclo, destaca un grupo de letrados dedicado a la tarea de trazar los perfiles inaugurales del procerato civil y militar republicano, aunque también figura un general de la Independencia, José de Austria, quien biografió a un compañero de armas; sin que aparezca en la nómina una biógrafa o alguna biografiada, expresión ésta del muy reducido espacio público del que disponían entonces las mujeres.37

Mención aparte, por lo referido al comienzo de este acápite, merecen la Biografía de José Félix Ribas, la más difundida de las producidas por Juan Vicente González, y La vida y correspondencia general del Libertador Simón Bolívar escrita por Felipe Larrazábal, por considerárseles referenciales de la etapa romántica de la historiografía venezolana. A ellas se hará un breve acercamiento para valorarlas a partir de su importancia en el proceso de fabricación heroica desde el género biográfico y del propósito de sus autores y caracterizarlas, en términos generales, en tanto expresión distintiva de una corriente.

2.1 Biografía de José Félix Ribas: héroes falibles, narración apasionada y condena a la guerra intestina

Juan Vicente González legó a la posteridad, además de los textos biográficos arriba mencionados, Biografía de José Félix Ribas, una de sus obras más conocidas, publicada en varias entregas de la Revista Literaria (Caracas, 1865) y programó un ambicioso plan de biografías inconcluso que se proponía, sobre la base del estudio de varios personajes y su tiempo, dar cuerpo a las Páginas de la Historia de Colombia y Venezuela o vidas de sus hombres ilustres, con cuyo título presentó su proyecto en 1859, o a la Historia del Poder civil en Colombia y Venezuela por medio de las biografías de Martín Tovar y José María Vargas, según la reformulación de su idea inicial, anunciada en 1865.

En Biografía de José Félix Ribas, González inserta extensos documentos y largas citas textuales con fines demostrativos e incluye un cuerpo de notas aclaratorias para auxilio del lector; a la par señala las fuentes utilizadas para fundamentar su discurso. En ella, al exponer su interpretación acerca de la guerra a muerte, centro de interés de la biografía y justificación principal de su elaboración, asciende a Bolívar a la cima heroica, sin dispensarle faltas, quien sólo es igualado en virtudes morales y cualidades marciales por José Félix Ribas, protagonista de la narración. Al ubicarlo temporalmente en abril de 1811, pincela sus rasgos con fastuosos matices que, desde el comienzo, lo muestran como futuro héroe:

Ojos azules y color blanco, que ennegrecerán los rayos de la guerra, músculos de acero, mirada soberbia y terrible, las formas elegantes y varoniles del dios de las batallas. Le llaman Simón Bolívar; sólo José Félix Ribas parece más arrogante y espléndido.38

La guerra a muerte, calificada por González de “carrera fúnebre”,39 se convierte en tema polémico que influye en su valoración de la lucha independentista y de sus principales actores, civiles y militares; de Bolívar, a quien tres décadas antes había elevado, sin objeciones, al pináculo del heroísmo al ensalzarlo como el “más grande y glorioso”;40 y en su propio procedimiento narrativo para perfilar a sus «héroes».

Aunque reprueba con furor el decreto dictado por Simón Bolívar el 15 de junio de 1813, en Trujillo-Venezuela, se advierte, paradójicamente, un sutil intento de acicalar, sin ocultar los excesos militares también imputados a los patriotas, el tono de aquella censura: “Bolívar viene ante la historia con esos decretos en el pecho, con sangre en las manos”41 y continúa: “¿quién osaría llamarle cruel y condenarle? ¡Cosa extraña! Ningún hombre en la revolución habló lenguaje más formidable; ninguno dictó medidas más aterradoras; y, sin embargo, todo corazón que le juzga se desarma ante la voluntaria simpatía que inspira”.42 Es que en ese “hombre de fuego”, palabras de González, “el amor y el odio brotan del fondo del corazón”.43

Al describir a algunos constituyentes de 1811, redactores de prensa y activistas de la Sociedad Patriótica los diferencia entre moderados y radicales, entre virtuosos y sombríos. Define a Felipe Fermín Paúl, por ejemplo, como “hombre envuelto en su prudencia…extraño a resoluciones violentas”;44 mientras considera a su hermano, Coto Paúl, individuo “sin freno ni moderación…impetuoso y frenético”,45 no sin antes deslucirlo y menospreciarlo con intención de generar aversión hacia el cuestionado revolucionario: “no es un hombre ese cíclope, con dos agujeros por ojos, afeado por la viruela, de cabeza enorme cubierta de erizadas cerdas, de ideas febriles servidas por una voz de trueno. El desorden preside su espíritu”.46

Similar opinión le merece el abogado, diputado y coronel republicano Antonio Nicolás Briceño, a quien acusa de cruel, “frío y violento… capaz de lanzarse, en un transporte de cólera, en los abismos del crimen”47 y juzga por su plan sobre cómo hacer la guerra para emancipar a Venezuela, concebido en Cartagena en enero de 1813, con reparos de Bolívar, que proponía “destruir la raza maldita de los españoles-europeos… por patriotas y buenos que parezcan”,48 confiscar sus propiedades y considerar mérito para ascender en el ejército la presentación de un número de sus cabezas, incluyendo las de isleños.49 El suplicio de Briceño en junio de ese año, en manos realistas, parece justo al controversial González.

Condena la guerra a muerte sin vacilaciones al alegar que, “lejos de ser un medio de victoria, fue un obstáculo insuperable para conseguirla... creó a la República millares de enemigos en lo interior, le arrebató… simpatías exteriores, hizo bajar al sepulcro en dos años a 60.000 venezolanos, [y] formó a Boves…”;50 no ahonda en su inicial carácter civil ni deja de dibujar detallados cuadros épicos alrededor de las batallas contra los realistas, registradas en ese período, en medio de los cuales el apasionado escritor relata “la irresistible impetuosidad de los republicanos… aquel puñado de héroes… [que] esparció la derrota por todas partes”51 hasta que apareció en la escena bélica José Tomás Boves, cuya vida va a “escribirse con sangre en las ciudades y en los campos de la desolada Venezuela… sus caballos correrán impetuosos sobre las glorias de Bolívar, sobre la naciente República”.52

Impone, asimismo, el sello de antihéroes en el rostro de los enemigos de aquellos «titanes» encabezados por Bolívar y Ribas, haciendo de Boves, por ejemplo, un ser “hambriento de poder… impaciente de toda autoridad...insidioso, pérfido, feroz como el pirata, sin ningún sentimiento humano...La tradición espantada conserva el retrato de este bárbaro...”;53 mientras de Francisco Rosete, lugarteniente del jefe asturiano, dice: “el crimen abyecto había encontrado [en él] su figura: el delirante, el bufón, el energúmeno, el ebrio...”.54 El “pérfido Monteverde”,55 Antoñanzas, Zuazola, Cerveriz, Tiscar, Yáñez, Puig y Martínez, “monstruos que se alimentaron con la sangre humana”56, también merecen su anatema. Los enemigos de Bolívar y Ribas, increpados junto con estos dos jefes patriotas por sus ejecutorias durante la guerra a muerte, también lo son del autor, a quienes estigmatiza con la sola descripción e imposición de epítetos.

En el discurso político de González, transportado mediante su narración histórico-literaria apasionada y grandilocuente, resaltan, entre otros aspectos: su oposición a las tentativas violentas antepuestas a cualquier esfuerzo civilizado por impedir la guerra sin compasión ni límites, razón por la que cuestiona a unos y a otros, tanto a realistas como a republicanos, sin exonerar de dura crítica las “acciones de los protagonistas de su obra”;57 la importancia conferida al aporte de destacadas figuras civiles, principalmente legistas y eclesiásticas, al proceso independentista y de edificación republicana; la sutil reflexión alrededor de la “época pacífica” de las provincias venezolanas antes de 1812 y en torno a los tiempos de perturbación e inestabilidad política, económica y social surgidos tras el estallido de la revolución de independencia, a fin de contrastar el sosiego de la tranquilidad pública con las tribulaciones de la guerra; el empleo de la argumentación histórica como recurso de confrontación política con sus coetáneos y los frecuentes comentarios parcializados y vehementes del biógrafo, quien, al tomar partido en ciertos asuntos, juzga con fervor episodios, personajes y situaciones, entre expresiones de elogio e impugnación, para luego exponer a secas sus opiniones “sobre los protagonistas de la Independencia y los resultados…de sus acciones”.58

Biografía de José Félix Ribas es, en tanto, uno de los cinco títulos biográficos que alcanzó a publicar Juan Vicente González, dos de ellos incompletos, de los varios prometidos por él acorde con lo reseñado en el periódico El Heraldo (Caracas, 25 de marzo de 1859), como parte de las Páginas de la Historia de Colombia y Venezuela o vidas de sus hombres ilustres. Entonces el licenciado González advirtió, al anunciar su plan de biografías, que la vida de José Félix Ribas “nos ofrecerá la ocasión de pintar los primeros años de la Guerra a Muerte, días de mucha gloria y grande oprobio, en que ambos partidos en el vértigo de la venganza, se disputaron el horror de verter la sangre”.59

El ambicioso plan de biografías anunciado por González en marzo de 1859, mientras apenas comenzaba la guerra federal, del cual había adelantado un par de trabajos, tenía previsto elaborar unos diecisiete títulos. Los biografiados serían Martín Tovar y Ponte, José Félix Ribas, Simón Bolívar, Tomás Heres, Nonato Pérez, Miguel Peña, José Francisco Bermúdez, Andrés Bello, José María Vargas, José Cecilio Ávila, José Alberto Espinosa, José Manuel Alegría, Juan Manuel Cajigal y Odoardo, Alejo Fortique, Santos Michelena, José María Rojas y José Hermenegildo García. En el conjunto se percibe diversidad de perfiles: civiles y jefes militares de la independencia, doctores y generales, sacerdotes y seculares, científicos y literatos, poetas y escritores, rectores y políticos, médicos e ingenieros, estadistas y diplomáticos.

La selección de los nombres, de entre una variada muestra, obedecía a la intención del licenciado González de retratar un cuadro amplio y diverso del país en construcción, en torno a su evolución política y a la incipiente organización de las instituciones republicanas, a la cultura y educación, alrededor de la ciencia y las letras, a partir de los aportes de algunas de sus cabezas más sobresalientes, en lo político e intelectual, en aras de “describir los varios destinos de Venezuela”60 y seguirla “a través de sus vicisitudes políticas, unida a España o combatiéndola, haciendo parte de Colombia o rompiendo la unidad y constituyéndose independientemente”.61

Su objetivo era claro: “Escribiendo…los hechos importantes de los varones que figuraron en la vasta tela de tantos sucesos, los dividimos realmente para estudiarlos mejor y para ilustrarlos, y preparamos materiales preciosos al escritor futuro de esta vasta epopeya”.62 Apunta, seguidamente, al explicar lo que puede considerarse parte de su metodología de trabajo: “estudiando a los hombres en sus diferentes pasiones, aislada y detenidamente, se comprenderán mejor los sucesos en que tomaron parte, su carácter e influjo”.63

Seis años más tarde, en 1865, sin presentar la prometida obra Páginas de la Historia de Colombia y Venezuela, reformuló el diseño inicial de biografiar diecisiete «grandes hombres» por él seleccionados y publicitó, en su nueva propuesta, la Historia del Poder Civil en Colombia y Venezuela por medio de las biografías de Martín Tovar y José María Vargas, de las cuales sólo publicó la primera, inconclusa. En este segundo proyecto, simplificación del anunciado en 1859, se propuso escribir “la historia del poder civil en Colombia y Venezuela, hasta 1954”.64

La biografía de Tovar servirá, según afirmó en 1859, “para describir la época pacífica, que precedió a la revolución y los grandes acontecimientos en que tuvo parte; la vida inactiva y monótona, pero honrada y tranquila de nuestros padres”.65 La de Vargas, por su parte, representaría “aquellos dieciocho años que podrían envidiarnos todos los pueblos... en que se crió [sic] la riqueza que no han podido destruir veinte años de revueltas, donde se echó la base de la educación literaria y científica, de que aún quedan huellas”,66 cuando “la magistratura fue independiente [y] las legislaturas un poder real”.67

Según González, la época del poder civil que planeaba examinar, a través de la vida, obra y tiempo de Tovar y Vargas, era “aquella en que han regido los principios fundamentales de la sociedad humana y leyes derivadas de ellos; en que se ha ejercido el mando por delegación de los pueblos”,68 sin que la “voluntad de los gobernantes influyese en las cámaras legislativas ni pesase en la balanza de la justicia; en que la libertad... alcanza su legítimo y soberano poderío”.69 Tal definición parece dar cuenta de sus aspiraciones para Venezuela y de sus ideas políticas situadas en el pensamiento conservador, según algunos criterios, aunque su pluma insinúe, en ocasiones, conexión con las ideas liberales en torno a las cuales afirmó que éstas, a principios del siglo XIX, “no habían podido extenderse y prevalecer en un país sin imprenta ni educación primaria”.70

2.2 Dos breves miradas a Bolívar desde la biografía romántica

Aunque la formulación del culto bolivariano no es exclusiva autoría de Felipe Larrazábal, a quien le precedieron en sus loas al Libertador las alabanzas de Juan Vicente González con sus escritos de 1831-1841 y los honores oficiales iniciadores de “la liturgia promovida por los gobiernos venezolanos…por lo menos desde 1842, cuando retornan con pompa a Caracas las cenizas del Libertador”,71 es innegable que La vida y correspondencia general del Libertador Simón Bolívar, publicada por primera vez entre 1865 y 1866, contribuyó considerablemente con la «glorificación» escrita-inicial de Bolívar al ser una biografía encomiástica pionera, editada varias veces entre el último tercio del siglo XIX y principios del XX.72

Si bien es cierto que González y Larrazábal sobresalen entre los primeros en la tarea de delinear la aclamación heroica de Bolívar, a través de la producción escrita, ambos envueltos por la atmósfera del romanticismo literario e historiográfico, hay evidentes diferencias entre uno y otro estilo laudatorio en torno a la figura histórica del Libertador.

De ahí que se consideró necesario hacer un breve acercamiento a las apreciaciones de estos autores en relación con algunos aspectos tratados por ambos en las cuales se patentizan distintas interpretaciones alrededor del personaje, las cuales terminaron coincidiendo en cuanto a ruta, con intención o no, con la estrategia oficial iniciadora del culto al Libertador implementada por el gobierno de José Antonio Páez en 1842.73 Ésta estaba sostenida en una supuesta vindicación del “programa de Bolívar con lo cual se apropiaba de un magnífico instrumento de unidad política”,74 maniobra potenciada, décadas más tarde, por la administración Guzmán Blanco en el contexto de las celebraciones bolivarianas de 1876 y 1883 que hicieron de aquel recurso, con fines políticos, un “buen cobijo para todos los usos del poder”.75

En La vida y correspondencia general del Libertador… de Felipe Larrazábal, que tiene el mérito de ser la más difundida en su género durante el último tercio del siglo XIX, con siete ediciones, se leen cuadros narrativos escuetos y superficiales con notorios vacíos alrededor de aspectos medulares sobre el período, el contexto y las circunstancias que rodean y atañen al personaje y a su acción político-militar. La mayor preocupación del autor es, según se advierte en varios cuadros que hilvanan la narración desde 1810, garantizar protagonismo al biografiado o, cuando menos, acercarlo más a los acontecimientos revolucionarios en desarrollo. Al referirse a esta obra, González comentó se trataba de “un libro deplorable: ningún candor histórico, alteración maliciosa de los hechos, pretensiones a erudito con préstamos inseguros y vulgares; todo en estilo desigual y abigarrado, lleno de relumbrones y falso brillo”.76

En lo concerniente a los albores de la república, Larrazábal se acerca a los hechos de 1810 y 1811 sin mayor profundidad. Prefiere, en función de ampliar espacio al biografiado, presentar cuadros narrativos que procuran conferir mayor notoriedad al joven Bolívar. Así, por ejemplo, al narrar el regreso de Francisco de Miranda a Caracas, en diciembre de 1810, invitado por la misión de Londres que integraron Bolívar, Luis López Méndez y Andrés Bello, Larrazábal anota: “Miranda fue muy bien recibido por el pueblo... Entró al lado de Bolívar, cuya unión le granjeaba popularidad”.77

Describe y elogia algunas figuras civiles del Congreso de 1811, entre ellas a Roscio, Yanes, Paúl, Briceño, Álamo, Ustáriz, Tovar, Domínguez y a Méndez; aunque nada dice de sus aportes doctrinarios al proceso independentista y a la tradición republicana, menos se refiere a las ideas políticas prevalecientes, difundidas mediante periódicos de la época, ni a las principales resoluciones constituyentes adoptadas entonces, las cuales contribuyeron con el piso ideológico del proceso en ciernes, como, por ejemplo, los Derechos del Pueblo y el Reglamento de la libertad de Imprenta en Venezuela.

A todo aquel debate político-doctrinario y parlamentario, Larrazábal le pasa de lado, dedicándole a ello unos breves cuadros narrativos, sin profundidad histórico-conceptual. El propósito del biógrafo estuvo centrado, como se sugirió líneas arriba, en situar a Bolívar en el corazón del proceso revolucionario que entonces cobraba fuerza y dinamismo apoyado en el pensamiento liberal de horas tempranas. Así como elude el examen a la atmósfera de ideas de la época también lo hace con las de su biografiado, pues sólo presenta aspectos muy generales en este sentido, limitándose a comentar rápidamente la oposición de Bolívar al “sistema federal, entre los populares y representativos, por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos muy superiores a los que en el país había”.78 Omite, asimismo, el análisis de las “fuentes intelectuales, tanto europeas como norteamericanas, con que se nutrió el pensamiento del Libertador…tampoco examina su obra legislativa”;79 desaprovechando así filones que habrían aportado mayor relevancia a su voluminoso libro.

En el caso de la declaración de Independencia por el Congreso Constituyente, el autor, sin valorar a fondo el debate producido en su seno, atribuye un influjo determinante, en aquella histórica decisión, a “los trabajos de Bolívar [que] no eran sólo en la Sociedad Patriótica. En todas partes obraba su influencia”.80 Asegura que “sus modales cultos, su juventud, sus conocimientos perfeccionados en tantos viajes le conquistaban numerosas simpatías en la ventajosa situación que ocupaba su familia, y todo su ahínco era aprovecharlos en servicio de la patria”.81

Para Larrazábal, el activismo de Bolívar, dentro y fuera de la Sociedad Patriótica en 1811, fue más decisivo que el debate de los propios constituyentes de cara a sus diversas resoluciones que, sin duda, fueron más allá de la sola declaración de Independencia. Animado por el “fuego sacro”,82 dice el autor, Bolívar “no se permitía un instante de reposo”83 durante aquellos meses atareados, en términos políticos, que culminaron con la promulgación de la Constitución Federal a finales de 1811, la primera de Hispanoamérica, a la cual el biógrafo dedica muy breves párrafos.

Larrazábal relega todo aquello; su principal interés fue presentar a Bolívar, desde el principio de la biografía, como fuente y centro del proyecto independentista. En tal sentido, asevera: “Fue de la aprobación de la Sociedad [Patriótica] la proposición de Bolívar”84 con mira de exhortar a los diputados a declarar la independencia y, sigue Larrazábal, “consiguientemente dirigió al Congreso una exposición redactada por el doctor Miguel Peña, la cual se leyó precisamente el 4 de julio. Al día siguiente, el 5 de julio de 1811, el Congreso decretaba la Independencia de Venezuela”.85 Esta exposición, tal como es formulada por el biógrafo, procura dar fuerza a su idea según la cual Bolívar, quien efectivamente participó en la Sociedad Patriótica de Caracas, ejerció influencia determinante en la decisión adoptada el 5 de julio de 1811 por el Congreso de las Provincias Unidas de Venezuela. Así, Larrazábal preparaba el terreno para ir moldeando el porte heroico de Bolívar, antes de su incursión en las lides militares entre 1812 y 1813.

El libro de Felipe Larrazábal sobre Bolívar tuvo más espacio que Juan Vicente González, por ejemplo, para explayarse y llevar adelante la tarea de moldear la efigie bronceada del Libertador. Larrazábal traza la silueta heroica y providencial de Bolívar: “genio” con “superioridad de razón”,86 quien, con sus actos, “marcó el sello de la inmortalidad”;87 “guerrero eminente, hábil político, escritor monumental… hombre prodigioso, o por mejor decir, predestinado, que, apareciendo sobre la escena del mundo, con el encargo de una misión magnífica, reunió a su rededor todos los pueblos del continente de Colón”;88 “luciente como un astro”,89 jamás, sentencia el autor, “ninguno hizo tanto por los hombres”.90 En su labor ditirámbica no escatima esfuerzos halagüeños hacia su biografiado: “Bolívar, el héroe, el Aníbal colombiano… el Pericles de los Andes, lleno de elocuencia, cuya expresión impotente y delicada, magnífica y armónica, tenía un hechizo irresistible”.91

Tanto Felipe Larrazábal como Juan Vicente González, “adversarios políticos por el resto de sus vidas”92 a partir de 1846, mientras el primero promovía la candidatura presidencial de Antonio Leocadio Guzmán mediante El Patriota y el segundo la combatía tenazmente “a través de las columnas de Cicerón a Catilina y después desde el Diario de la Tarde”;93 elevan a la cúspide de la heroicidad al Libertador. Sin embargo, hay diferencias entre una y otra manera de operar su exaltación heroica. González, primero en sus artículos publicados entre 1831 y 1841, compilados luego en Mis Exequias a Bolívar (1842), y posteriormente en Biografía de José Félix Ribas, lustra con esmero “el monumento espléndido de su gloria”;94 no obstante, admite errores y excesos en Bolívar, pese a considerarlo “el Alejandro de esta edad”.95

González anuncia la biografía de Simón Bolívar, no realizada, y lo presenta como “el Aquiles y Ulises de esta epopeya”,96 mientras, por el otro, advierte que el libro “servirá para dar unidad y vida a los variados sucesos de la revolución que preside”97 y lo caracteriza, a tenor seguido, como: “Hombre de pensamiento y pasión, su carácter es un conjunto de grandes caracteres históricos, a veces opuestos…tribuno y general como César, elocuente como uno de los Gracos, cruel como un triunviro y generoso y clemente como Trasíbulo”.98 Es decir, promete pintar a un «hombre grande» con virtudes y defectos.

Más clara queda su idea del «héroe falible» cuando evalúa el papel del Libertador en el contexto de la guerra a muerte: “Nos detenemos aquí [dice] sobrecogidos de dolor y espanto. ¡Hemos llegado al año 1814!”.99 Mientras condena los excesos de uno y otro bando en guerra, discurre sobre el Bolívar implacable en medio de ésta, sin dejar de conferirle el título de «inmortal héroe»: “Vedle allí tan duro como el destino dictar, al galope de su caballo, listas inmensas de proscripción. Hele aquí ordenando en el frenesí de la rabia la muerte de ochocientos hombres, inocentes la mayor parte. ¿Qué importa?”;100 continúa el juicio: “Él dejará sus órdenes y ni verá caer las víctimas ni escuchará los sollozos de los hijos y esposas”,101 si de paso “en la noche en que vuelve a los combates, una mujer afligida gime a sus ojos… se enternece, y ordena la libertad del que iba a morir”.102 Visto así, González optó por ofrecer un «héroe» capaz de grandes proezas, pero también de equivocarse y ser impiadoso.

En sentido contrario, al tratar la guerra a muerte, Felipe Larrazábal asume una posición, haciéndose parte del asunto, en defensa de la proclama dictada por Bolívar en junio de 1813. A su juicio, “muchos exasperados por el dolor, la han acusado de bárbara, propia para recrudecer la guerra”.103 No ha faltado, sigue su opinión, quien “tomando a su placer las armas guardadas en el arsenal de los libros santos, la haya calificado de abominable”.104 A la par, mientras defiende el decreto de guerra a muerte, retrata sus antihéroes. Así, justifica la proclama de Trujillo sobre la base de los excesos de Antonio Tízcar, quien “fusilaba los prisioneros rendidos, contra el derecho de guerra y las costumbres cristianas... Yáñez incendiaba los caseríos; Antoñanzas devoraba, como fiera carnicera, cuanto se ofrecía a sus alcances; Cervériz cometía excesos abominables”.105 Por ello argumenta, en su defensa, que Bolívar consideraba “todo esto y conocía cuántas ventajas podría traer su resolución”.106

Es concluyente en su postura, firme a la hora de remarcar a los españoles como enemigos, al sostener, con la intención de justificar el decreto firmado en Trujillo y exonerar a Bolívar de cualquier recriminación en este aspecto: “...se decidió a poner un dique a las atrocidades y fierezas de los peninsulares. Los europeos estaban sedientos de sangre, y era preciso ahogarlos en la suya”.107 El Libertador, para Felipe Larrazábal, no es susceptible de crítica alguna. Con él, Bolívar, transfigurado en «héroe de héroes» y «portento inmaculado», alcanza, acorde con Lucía Raynero, “dimensiones excepcionales e inusitadas… Nadie se le acerca en grandeza, en virtudes y talentos”.108 De ahí su contribución, desde la elaboración biográfica, con el culto al héroe.

3. Auge de la biografía a finales de siglo: entre el carácter laudatorio, su uso político y la forja de arquetipos

En las tres últimas décadas del siglo XIX venezolano se experimentó un incremento de la producción biográfica, traduciéndose esto en la edición de unas ciento cuarenta biografías de las cuales se tiene noticia. Este conteo puede variar, por supuesto, a la vista de inventarios bibliográficos distintos al publicado en 1895 por Adolfo Frydensberg, como los organizados por Horacio Cárdenas y Ángel Raúl Villasana, y a la luz de hallazgos regionales en tal materia y de catálogos preparados en varias entidades del país109 que proporcionan información de algunos títulos biográficos impresos en diferentes lugares durante aquel período,110 pero no registrados en los balances y repertorios bibliográficos consultados para la presente investigación.

Esta etapa del género biográfico en Venezuela coincide con los albores y el posterior apogeo de las ideas positivistas, difundidas desde la Universidad Central de Venezuela a partir de diciembre de 1866 y con el predominio del heterogéneo partido liberal entre 1870 y 1899; con los centenarios de Bolívar y Sucre, con las apoteosis de Vargas, Páez y Miranda, así como con la constitución de juntas y sociedades promotoras de este tipo de conmemoraciones; con el fallecimiento de algunos sobrevivientes de la guerra de independencia, circunstancias que motivaron elaboraciones biográficas; y, muy importante, con la política editorial impulsada por el Estado liberal, que, emparentada con la multiplicación de imprentas traídas con propósitos políticos, periodísticos y culturales, intensificó la reproducción de impresos en el país.

Un ejemplo concreto de ello fue, por un lado, el considerable incremento de periódicos de variada índole, los cuales pasaron de unos 80 redactados entre 1830 y 1870 a 530, aproximadamente, editados de 1871 a 1895, según advierte el Informe sobre el periodismo en Venezuela, incompleto en palabras de su autor Eloy G. González;111 y, por otro, la edición de colecciones documentales con la intención de preservar y difundir “la documentación útil para la historia, [mientras] se cumplía con el imperativo político estrechamente asociado a los procesos europeos y latinoamericanos de construcción y consolidación de la nacionalidad”,112 lo que fue cimentando las bases para la ulterior elaboración “de una historiografía nacional, cuyo desarrollo y maduración tiene en la labor compilativa del siglo XIX un punto de referencia sustancial”.113

Durante esta etapa la biografía se convirtió, junto con otras iniciativas desarrolladas a propósito de celebraciones centenarias y apoteósicas, en uno de los medios preferidos para narrar las «hazañas» de los líderes del proceso independentista sobre las cuales se cimentó aquella elevación heroica. Esto queda visto, por ejemplo, en Biografía del general Diego Ibarra, primer edecán del Libertador Simón Bolívar (1873), de Jesús María Morales Marcano; en el prefacio escrito por Arístides Rojas para la edición en español de Miranda en la Revolución Francesa, auspiciada por el Gobierno Nacional de cara a su participación en la Exposición Universal de París, en la cual el homenajeado es enaltecido como el “Néstor de nuestra emancipación política”;114 en el Resumen de la vida militar y política del esclarecido ciudadano general José Antonio Páez, escrito por encargo de la Junta Directiva de la Sociedad que celebró el Centenario del héroe… (1890), por Tomás Michelena y en, entre otras, Vida de Don Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho (1895), de Laureano Villanueva.

Al mismo tiempo vio irrumpir, en su estructura narrativa, el discurso apologético en torno a algunos caudillos surgidos de la guerra federal, a quienes se talló como ciudadanos modélicos y prototipos del combatiente liberal, varios de ellos situados en la cumbre del poder al ser dirigentes de la revolución de abril de 1870 y del liberalismo amarillo. Resaltan, como parte de este grupo, los siguientes textos biográficos: El general Venancio Pulgar, Presidente Constitucional del estado del Zulia ante la Nación (1873), de Víctor Barret de Nazaris; Biografía del Mariscal Juan C. Falcón (1876), por Jacinto Regino Pachano; Rasgos biográficos para la historia de la vida pública del general Guzmán Blanco (1876), por Fausto Teodoro de Aldrey y Rafael Hernández Gutiérrez; Biografía del general José Eusebio Acosta (1883), de Aníbal Dominici; Biografía del benemérito general Joaquín Crespo (1893), por Manuel Landaeta Rosales y Vida del valiente ciudadano general Ezequiel Zamora (1898), de Laureano Villanueva.

En ambos casos es notorio el contenido político en una muestra significativa de esta producción biográfica puesta al servicio de la nacionalidad en construcción y de sus imaginarios, por una parte, pero también del partido liberal y “del culto a la personalidad... con una buena dosis de adulación y elogio o de diatriba y vilipendio”,115 por otra. De este modo, la biografía sirvió, junto con otros impresos de la época, de canal para la exposición y confrontación política, principalmente en favor del discurso liberal, y a la vez contribuyó, en reiteradas ocasiones, con la promoción del funesto personalismo característico de aquel período.

Algunas de aquellas construcciones biográficas no deben confundirse, pese al tono ampuloso y magnificador, con elaboraciones influidas por la corriente romántica, como sí ocurrió con otras de la misma etapa en las cuales se denotan manifestaciones tardías de ella. Una parte de aquellos impresos, escritos con precario estilo narrativo y escaso criterio histórico, no pasan de ser panegíricos y libelos inspirados por intenciones tendenciosas y sectarias, sin distinguirse en ellos influencia de corriente alguna, acompañados en ciertos casos de apéndices documentales con la aparente finalidad de suponer rigurosidad en sus asertos; verbigracia, la Biografía del general Matías Salazar, publicada en 1872 sin autor específico, a la cual se hará referencia, por su particularidad, más adelante.

Distante de lo anterior, existe un conjunto de obras biográficas que, aun cuando no ignora absolutamente el tema político y sus conexas relaciones de poder, no centra su interés primordial en él; es decir, el propósito cardinal de los autores está dirigido a examinar la contribución intelectual, política y cultural de los biografiados y sus aportes desde los ámbitos científico, artístico, literario, jurídico, educativo, universitario, eclesiástico, periodístico, diplomático, parlamentario, gubernativo y técnico-administrativo, sin evitar el ensalzamiento y la exaltación entre los recursos instrumentados para facilitar los fines pragmático, moralizador y utilitario implícitos en la construcción discursiva.

Dentro de este conjunto se pueden enumerar, entre otros títulos, Biografía del doctor José Vargas, por Laureano Villanueva, en la cual se estudia al biografiado “como hombre de ciencia y como hombre de Estado”,116 al valorar sus dotes como médico cirujano, botánico y químico, sus aportes en calidad de catedrático y rector de la Universidad y su actuación como presidente de la Dirección Nacional de Instrucción Pública, legislador y estadista; y Biografía de Vicente Marcano, autoría de Gaspar Marcano, quien asienta que, al ser “compañero y confidente suyo desde la más tierna infancia, testigo de sus constantes luchas y de sus triunfos intelectuales, siempre en comunidad de ideas con él”,117 le corresponde exponer “en la carrera de su existencia el encadenamiento de los trabajos que constituyen su labor científica”118 y destacar, entre sus proyectos y realizaciones, el esfuerzo por implantar “la enseñanza de la ciencia en el laboratorio”,119 la fundación de uno de éstos en Caracas destinado “al análisis químico en general”120 y el fomento “de la química práctica y formación de discípulos que más tarde realizasen una multiplicación de fuerzas, para entregarse él a investigaciones originales, cuyo objeto era el adelanto de nuestras industrias”.121 Son evidentes, desde el comienzo del libro, las manifestaciones de admiración hacia su hermano, aunque trate de disimularlas al anotar: “Los estrechos vínculos de sangre no bastan a hacernos guardar un silencio del que tendríamos que dar cuenta a la posteridad, ya que podemos sin menoscabo del decoro llevar a cabo tan difícil tarea”;122 y añade: “de más estaría nuestro encomio, para obras que se han abierto las puertas de la inmortalidad”.123

Mientras en otras biografías coetáneas que dialogan en cuanto a composición con varias de las bosquejadas en los párrafos anteriores, representativas por su alcance, preparación, estilo e impronta, al margen de su pronunciado liberalismo amarillo, se advierte un gradual desplazamiento de la “fuerte carga literaria”124 distintiva del romanticismo hacia un discurso que, aun cuando conservó rasgos románticos e intenciones encomiásticas y no se adhirió necesariamente a la corriente positivista por mucho que algunos de sus conceptos luzcan acoplados a ella, aportó elementos que favorecieron la mudanza progresiva a una concepción de la historia declarada cientificista y evolucionista, la cual, más adelante, restó peso providencialista, grandilocuente y heroico al discurso historiográfico. Los títulos biográficos incluidos en este grupo corresponden, mayormente, a las dos últimas décadas del siglo XIX.

La pretensión dogmática de la verdad histórica, procurada a través de la inserción de extensos y cuantiosos documentos como factor demostrativo, sin que mediara una exhaustiva crítica a las fuentes originales, únicas, acorde con aquella tendencia fiel al dato, de “donde puede surgir en toda su pureza la verdad de la historia”;125 así como el recurrente uso de nociones y categorías (evolución política, civilización política, leyes de la historia, ley de la democracia ascendente, etc.) asociadas a las entonces asumidas “leyes generales del progreso y civilización de los pueblos”,126 estrechamente ligadas, según aquel discurso, con el ideario liberal y sus aspiraciones; dan cuenta de lo aludido entre las peculiaridades de algunas biografías finiseculares.

3.1 Continúa la elaboración heroica y se activa la fábrica de «prohombres» de la federación

Para Laureano Villanueva, a quien tendremos como referencia al acercarnos a la construcción discursiva, heroica y providencialista, utilizada en un cúmulo de biografías producidas durante las tres últimas décadas del siglo XIX, por ser quizá el biógrafo más representativo de ese período, la historia permite “glorificar las virtudes de nuestros padres beneméritos, y ofrecerlas como modelo a los hombres de lo porvenir; es misión del historiador que aspira legar, en sus escritos, una lección útil a sus ciudadanos”.127

Esta concepción historiográfica pragmática, fundamentada en “el afán moralizador”,128 sustenta en el plano utilitario la narrativa desplegada por Villanueva, pero también la de una significativa muestra de biógrafos de la época proclives a esa tendencia. Ella, precisamente, explica la intención del autor al momento de ensayar su fabricación heroica en torno a individuos como Bolívar, Sucre y José Laurencio Silva, entre otros, a quienes elevó al “templo de la inmortalidad”129 al considerarlos íconos de una “estirpe esclarecida de... personajes civilizadores”,130 “modelo de vida en el hogar, en la amistad, en el mundo social y en el escenario tempestuoso de las guerras y de la política”131 y “grandes personajes de la humanidad... grandes hombres”;132 aunque, cabe advertir, siempre situó al Libertador por encima de aquellos “adalides homéricos”133 puestos a su servicio por Dios y la providencia “para crear la patria”.134 Los «grandes hombres» aludidos por Villanueva parecen dialogar, desde la representación del héroe capaz de moldear la historia, con los definidos en 1840 por Thomas Carlyle, en tanto categoría histórica, como “jefes de los hombres; los forjadores, los moldes y, en un amplio sentido, los creadores de cuanto ha ejecutado o logrado la humanidad”.135

Aun cuando no escribió ningún libro sobre la vida y obra de Simón Bolívar,136 no escatimó esfuerzos ni desaprovechó la ocasión para broncear su imagen en Biografía del doctor José Vargas, editada por iniciativa propia y dedicada al Libertador en el centenario de su natalicio; en Vida de Don Antonio José de Sucre..., solicitada por encargo oficial, mediante decreto presidencial del 15 de julio de 1894, a propósito del centenario del mariscal de Ayacucho; y en Homenaje a la memoria del ilustre prócer de la Independencia general José Laurencio Silva, a quien, en palabras de Villanueva, “Dios le formó como Bolívar lo necesitaba”.137

Mientras elogia a Sucre como “el más ilustre de los guerreros de América”138 y a Silva como “el general de hierro que los enemigos no humillan... que la desgracia no vence…digno de aprecio del Semi-Dios [Bolívar]”,139 el Libertador es ascendido a un plano superior de heroicidad, en máxima expresión de ditirambo reñido con la ciencia histórica, al apuntar: “Bolívar no cabe en los moldes de la humanidad. Los demás hombres pueden ser juzgados y comparados entre sí; desde Sucre hasta Washington, desde Miranda hasta San Martín, desde Santander hasta Páez; él no”;140 y concluye: “él es único, incomparable, magnífico de fuerza sobrenatural por encima de los hombres y de la historia, como los astros por encima de todas las cumbres de la tierra... Bolívar ocupa un reino aparte entre los hombres y Dios”.141 Este estilo narrativo es criticado por César Zumeta con rigurosidad, desde su concepción positivista, a través de la reseña al libro Vida del Gran Mariscal de Ayacucho escrito por Villanueva.142

Así Laureano Villanueva, quien colaboró con la edificación del culto heroico, subrayó, en cuanto a sus miras historiográficas: “conmemorar...el génesis prodigioso de la patria con sus varios accidentes y episodios, con todas las pasiones, virtudes y pecados de la época, con todo lo grande y lo pequeño de sus hombres y partidos”,143 es una “tarea necesaria, aunque enojosa y ardua, que corresponde ineludiblemente a la crítica de la historia imparcial y desapasionada”144 con que decía obrar, pese al acento apologético, militante y ponderativo de su discurso biográfico.

Fue una constante en varios biógrafos de la época, promotores del culto heroico, apoyar su discurso laudatorio sobre la base de, entre otros propósitos, “estimular las jóvenes generaciones al heroísmo cívico”;145 mientras advertían, a contracorriente de sus elaboraciones encomiásticas, una supuesta posición ecuánime, objetiva, científica e imparcial dentro de sus márgenes procedimentales y en relación con la lectura e interpretación de las fuentes consultadas y demás “noticias ciertas... que son prueba [irrefutable, según algunos autores del período]…de las aseveraciones del historiador”.146

Acorde con la apreciación de Villanueva, en función de cultivar la «verdad histórica», es necesario reunir “gran material de la vida privada del héroe, de su carácter moral, condición, costumbres y convicciones políticas, y de su ingenio...”147 y “tener tino para comparar las noticias que le suministren los documentos oficiales con los de la tradición”;148 así como averiguar “escrupulosamente los hechos olvidados, o no bien conocidos, o diversamente interpretados”,149 descubrirlos “con prueba y rectificarlos por los medios a su alcance”150 y explicarlos “según el criterio y costumbres de la época”.151 Para el autor, esta ruta procedimental, sostenida en el acopio y manejo de una diversidad de fuentes, descritas y clasificadas en sus elaboraciones biográficas, proporciona los recursos requeridos a efectos de lograr una “narración fiel”152 y otorgar a su “palabra autoridad histórica”.153

Así como un grupo de líderes de la independencia fue objeto de examen recurrente durante esta etapa, la preferencia de los biógrafos también se inclinó hacia varios caudillos surgidos de la guerra federal, a quienes se ensalzó, en tiempos de predominio del partido liberal, como modelos del ciudadano154 y “precursores de la segunda época de nuestra transformación política, en que había de aparecer la idea federal como prestigioso paladín que reuniría otra vez y para siempre a los soldados de la buena causa... permitida quizás por la Providencia para”,155 en palabras de Aníbal Dominici, “acelerar el cumplimiento de las promesas salvadoras de la democracia y los inmensos designios de la libertad en la incesante labor de la verdad republicana”.156

La aseveración del jurisconsulto Aníbal Dominici, que, al iniciar la Biografía del general José Eusebio Acosta, alude de manera sintética a un juicio-consenso en la mayoría de los biógrafos de entonces, parte por valorar la dimensión histórica de dos procesos de los cuales emergieron, en tanto figuras descollantes en lo político, militar, eclesiástico e intelectual, los principales nombres objeto de ocupación biográfica durante la segunda mitad del siglo XIX: “Dos épocas marcan hasta ahora los mayores y más trascendentales sucesos de nuestra vida nacional: la Independencia y la Federación”.157

En efecto, la federación y la larga confrontación bélica que posibilitó su triunfo facilitaron insumos a los biógrafos y a sus creaciones editoriales. Fueron Juan Vicente González con Apuntes para la vida militar del general Juan Crisóstomo Falcón y Benigno González con Biografía del ilustre general Ezequiel Zamora, quienes iniciaron la elaboración biográfica alrededor de los principales caudillos liberales tras finalizar la guerra federal y al comenzar la instauración, entre 1863 y 1864, del gobierno manado de este cruento conflicto.

Sin embargo, fue en tiempos del liberalismo amarillo cuando proliferó la producción biográfica en torno a caudillos identificados con la enseña federal. Sus biógrafos fueron, por un lado, letrados de la talla intelectual de Laureano Villanueva y Aníbal Dominici, entre otros, estrechamente relacionados con la élite liberal gobernante de la cual formaron parte y, por otro, generales instruidos como Jacinto Regino Pachano, Víctor Barret de Nazaris y Manuel Landaeta Rosales, cuyos nombres están registrados en la historiografía acerca del período como políticos, funcionarios públicos y conmilitones de los personajes por ellos escudriñados.

Todos los jefes militares biografiados, salvo Matías Salazar, son presentados como prohombres de la federación o de la república liberal, mientras éste es anatematizado en un folleto difamatorio publicado con pretensión biográfica, posiblemente preparado por encargo, quizá oficial, el mismo año de su fusilamiento, para justificar su ejecución tras un juicio sumario instruido desde lo más alto del poder, por “desleal y traidor” al “profético Guzmán Blanco”.158 Salazar fue condenado por insubordinarse al caudillo gobernante y descrito como “hombre de miserable perfidia”159, quien, según la rara biografía anónima pro-guzmancista, “había recorrido paso a paso toda la escala de la degradación humana”160 y desafiado al general-presidente “Antonio Guzmán Blanco, la figura más elevada [entonces] del partido liberal”.161 Biografía del general Matías Salazar, concebida para reprobar, castigar y escarmentar, en la cual Guzmán Blanco es la figura estelar en menoscabo del biografiado, comienza con la siguiente advertencia: “Vamos a escribir la biografía del general Matías Salazar, a relatar sus hechos, que constituyen la propia historia de este desgraciadísimo personaje”.162

Juan Bautista Araujo y Ramón Guerra, por su parte, inicialmente enfrentados a la causa liberal-federalista, también aparecen entre los dirigentes regionales biografiados en esta etapa. Los generales León Colina, José Ignacio Pulido Briceño y Francisco Linares Alcántara no figuran, curiosamente, entre los biografiados durante ese período, aun cuando formaron parte del núcleo fundamental de caudillos que, desde distintas regiones del país, apoyó la campaña militar que aseguró el triunfo de la revolución liberal en abril de 1870. Es posible que en esta postergación biográfica pesen sus alzamientos posteriores contra Antonio Guzmán Blanco, «jefe de la causa», quien ejercía la autoridad hegemónica mientras, precisamente, se producía aquel auge editorial.

Los nombres de Salazar, Colina, Pulido y Alcántara pasaron al banquillo de los excomulgados del partido liberal guzmancista, circunstancia que quizá influyó en el desinterés hacia ellos como objetos-sujetos de fabricación arquetípica y en su separación de la galería, al menos de la exhibida por el entorno de Guzmán, de «prohombres de la federación y de la regeneración nacional». Generalmente, aquellos caudillos fueron biografiados en vida, lo que favoreció al personalismo de la época; aunque, es oportuno señalar, también hubo casos como los de Juan Crisóstomo Falcón163 y José Eusebio Acosta, cuyas composiciones biográficas se realizaron tras sus decesos en abril de 1870 y abril de 1882, respectivamente.

Vida del Valiente Ciudadano General Ezequiel Zamora, de Laureano Villanueva, resalta entre las biografías apologéticas más representativas de cuantas se publicaron a finales del siglo XIX en torno a caudillos federales biografiados en condición de mártires. Se trata de la biografía que inauguró en firme la carrera historiográfica laudatoria alrededor de Zamora y de su acción caudillista e inició su transformación en mártir del partido liberal. Pese al juicio ecuánime, desapasionado e imparcial con que dice escribir el autor, es palpable el enaltecimiento a los “héroes y mártires”164 del partido liberal desplegado en la biografía de Zamora, a quien describe como “caudillo dotado por el cielo de fe inmortal en la redención del pueblo y de virtud heroica para soportar los rigores del martirio”.165

Vida del Valiente Ciudadano General Ezequiel Zamora se erige en apología al «inmolado» e “ínclito caudillo liberal”166 y al partido liberal, del cual, según se interpreta, él es su representación más genuina y popular. A diferencia de las biografías editadas durante los primeros años del liberalismo amarillo, en ésta, publicada por encargo oficial en 1898, Guzmán Blanco ya no es encumbrado como adalid ni figura liberal modélica. Con un liberalismo en crisis, Guzmán, a la sazón en París, es parte del pasado y, para algunos dirigentes de esa comunidad política, el principal responsable de las repetidas escisiones del heterogéneo partido gobernante. Aunque para Villanueva “la historia no se escribe, o no debe escribirse, para lisonjear ni calumniar a los hombres ni a los partidos, sino para eternizar la verdad”;167 alega seguidamente: “sólo que creemos permitido enorgullecernos, cuando sus fallos, por su equidad y justicia... honran la causa pública a que pertenecemos, ilustran nuestros mártires y glorifican nuestros caudillos, señalándolos a la posteridad entre los grandes hombres de la patria dotados de genio”.168

Por su parte, las biografías de Guzmán Blanco y Joaquín Crespo, preparadas mientras éstos cumplían funciones de gobierno, son elaboraciones dedicadas a su ensalzamiento, en las cuales se hace patente la adulación y propaganda a los caudillos en ejercicio del poder, a quienes se pondera y aplauden todos sus actos sin cuestionamiento ni crítica alguna. A Guzmán Blanco, por ejemplo, se le trata de “héroe de la revolución de abril”169 y considera “uno de los hombres más extraordinarios del siglo XIX”,170 artífice y realizador de “la obra regeneradora que ha salvado a Venezuela, haciéndola aparecer de súbito como la digna hija primogénita de Bolívar”.171 Acorde con el relato, Guzmán es el continuador de la gesta bolivariana y redentor del país.

Biografía del benemérito general Joaquín Crespo, una de las más comprometidas con el elogio y la exaltación intemperante de la acción caudillista e individual, en menoscabo de una detenida formulación contextual, de todas cuantas se publicaron durante la última década de aquella centuria; afina la hoja de servicios del biografiado, enumera los honores por él recibidos y relaciona sus méritos, lustra su imagen física y lo adorna con virtudes, con subrayada expresión halagüeña, presentándolo como ciudadano, padre de familia e hijo ejemplar, culto y comedido, “idólatra de toda acción grande y digna”,172 estadista y benefactor de la república liberal, jefe “del más grande ejército que Venezuela ha visto reconcentrado en revolución”173 y como conductor de “la más célebre de las guerras civiles”,174 quien se habría conservado, después de 34 años “de campamentos y cuarteles”,175 “ileso sin contaminarse con los vicios y ni aun por el poder y el dinero que ensimisma a muchos y los corrompe”.176 Para su autor se trata, en resumen, de la biografía del “heroico Crespo”.177

La apología a los caudillos estuvo asociada entonces, por un lado, al propósito de hacer de ellos figuras distintivas de la federación y de la «regeneración nacional», consideradas por sus dirigentes y publicistas continuación histórica del proceso emancipador, susceptibles de ser enaltecidas desde sus orígenes, en febrero de 1859, junto con sus principales cabecillas, acorde con aquella intención encomiástica, como gesta revolucionaria anti oligárquica y ponderación del “único sistema de gobierno [en referencia a la federación] posible para la salvación de Venezuela”;178 y, por otro, a la propaganda en favor del partido liberal, visto éste como única agrupación capaz de guiar al país, bajo la conducción de una legión de guerreros “ungida por la providencia” a la cual se rendía pleitesía, por prometidos derroteros de progreso material y civilización política sintetizados en el programa federal, reiteradamente transgredido, cabe decir, por Guzmán Blanco.

A la par de encumbrarse a varios caudillos fundadores del orden federal-liberal, implantado primero en 1863 y luego en 1870, tal cual se patentiza con el general José Eusebio Acosta, quien es presentado como “el glorioso jefe de la guerra de la federación en los estados orientales”179 y “la figura histórica más gloriosa de los pueblos orientales... después de Bermúdez y Sucre”,180 en un claro intento por elevar a los «adalides de la nueva era» al nivel del «santoral independentista»; también es notorio, en la biografía de entonces, el reclamo que ésta hace para sí de la «verdad histórica» con fines políticos, procurando establecer un relato oficial laudatorio alrededor de la guerra federal y la federación, del partido liberal y de sus guerreros.

Se asumía que la preconizada «verdad histórica» dependía, casi exclusivamente, del soporte documental dispuesto como columna vertebral de la obra y del «relato fidedigno» apoyado en testimonios directos, que, por tal naturaleza, se consideraban fehacientes. Este segundo cuadro se manifiesta, por ejemplo, en Biografía del mariscal Juan C. Falcón, escrita por Jacinto Regino Pachano, en la cual se lee, en párrafos completos, el carácter testimonial y anecdótico del discurso hilvanado. El registro veraz sugerido por Jacinto R. Pachano descansa, precisamente, en su condición, según explica, de “testigo presencial del mayor número de sucesos que se relacionan con la vida del mariscal Falcón, a contar del año de 1854, y especialmente desde 1857 en que”,181 afirma en primera persona, “le acompañamos ya en calidad de secretario; ya como ayudante; ya como primer edecán durante toda la campaña de la federación”.182

En otras biografías, como Rasgos biográficos para la historia de la vida pública del general Antonio Guzmán Blanco, la supuesta objetividad está dada en tanto recurso-artificio que, al ser invocado, pretende legitimar su versión de los hechos y arrogarse la veracidad del relato, para, en palabras de los biógrafos y partidarios del gobernante biografiado, restituir la “verdad conculcada, apelando al testimonio de los hechos”183 y reponer los “fueros de la historia... indignamente atropellados”184 por los adversarios, refugiados en la “prensa oficial al servicio de la [derrotada y desplazada] oligarquía azul”,185 de aquel “hombre extraordinario que hoy es la esperanza y la gloria de Venezuela”.186 Añaden los biógrafos, abanderados de la defensa del septenio guzmancista y, paradójicamente, del juicio ecuánime: “Por mucho ha entrado el odio político en esas profanaciones groseras de la verdad histórica, y de que solo ha podido liberarla una crítica imparcial y razonable. A la mano tenemos el ejemplo…”.187

Similar propósito motivó a Víctor Barret de Nazaris a escribir la biografía del general Venancio Pulgar, cuyo texto constituye una defensa del “honor y la virtud de un hombre que, con sus propios esfuerzos y como por designio providencial, se ha elevado tan alto en la admiración de sus compatriotas”188 y, a la vez, una refutación a las acusaciones que, contra Pulgar y otros funcionarios oficiales, formularon Carlos T. Irwin y José A. Ochoa,189 a quienes el biógrafo-parlamentario tildó de “calumniadores del liberal, humano, progresista y honrado presidente del estado Zulia”.190

Barret de Nazaris, con evidente sesgo partidista y sumisión al “heroico Guzmán Blanco... Regenerador de Venezuela”,191 también reclama para sí la narración veraz de los hechos frente a la exposición de los antedichos “detractores del hombre a quien debe tanto el glorioso triunfo de las causas de las mayorías de este país”,192 al apuntar: “Puesta la pluma en nuestras manos por semejante inesperada circunstancia, nuestro deber y nuestras convicciones nos mandan... dar a conocer, al país y al mundo, al héroe que no de ahora es blanco de la insidia de unos pocos vagabundos...”.193 Como queda visto, el proselitismo, la diatriba y la confrontación política forman parte, en este caso, de la composición biográfica.

4. Consideraciones finales

La producción biográfica venezolana del siglo XIX se desarrolló, fundamentalmente, en dos etapas: en la primera, verificada a lo largo de las décadas de 1850 y 1860, se publicó una veintena de textos biográficos y en ella resaltan, entre sus autores más representativos, Juan Vicente González y Felipe Larrazábal; mientras en la segunda, en la cual se percibe influencia del liberalismo amarillo prevaleciente como corriente política en las tres últimas décadas de aquella centuria, se evidencia su auge al ser editadas unas ciento cuarenta elaboraciones de orientación biográfica. En esta segunda etapa destacan, como biógrafos distintivos del período, Laureano Villanueva, Aníbal Dominici, Jacinto Regino Pachano, Gaspar Marcano, Manuel Landaeta Rosales y José Antonio Lossada Piñeres, entre otros. Las biografías colectivas y prosopografías, no incluidas en el inventario rápidamente descrito, suman una veintena de títulos publicados en esa época.

En líneas generales, unos 115 autores figuran como biógrafos y alrededor de 130 personajes resaltan entre los biografiados durante el período objeto de estudio. La gesta independentista y la guerra federal dieron importantes insumos a los biógrafos y de ellas surgió una larga lista de militares, civiles y eclesiásticos susceptibles de ser “glorificados” a través de la elaboración biográfica, iniciativa editorial consustanciada con la tarea de acicatear la nacionalidad en construcción, y sus imaginarios, y el propio proyecto nacional impulsado por el liberalismo amarillo, en consonancia con los argumentos, propósitos e intereses de la élite política e intelectual en el poder desde 1870.

La biografía asumió, en buena parte, aquel discurso sobre la Independencia ceñido a testimonios, proclamas, correspondencia, recuerdos y memorias de sus protagonistas, partidarios y primeros justificadores; relato que se vio fortalecido y consolidado, tal como apunta Inés Quintero, durante el resto del siglo XIX194 y al que se dio uso conveniente a la medida de la élite liberal gobernante; lo cual queda visto en varios textos biográficos consagrados a la exaltación de sus héroes y en otros que procuraron hacer de la guerra federal, de la federación y de la propia revolución de abril (1870) una especie de etapa complementaria del proceso emancipador. Estos tres eventos, fundidos en una sola causa política, representaban, acorde con el remozado relato liberal, la culminación de los ideales republicanos inspiradores de la lucha independentista: así se intentaba apuntalar la idea de “nación unida e indivisible” en tiempos del liberalismo amarillo, con Bolívar, su Venezuela heroica y con el himno nacional como síntesis de aquellas glorias pasadas, entre otros referentes patrio-identitarios, en un país que entonces no parecía totalmente integrado.

Así, Antonio José de Sucre, Francisco de Miranda, Simón Bolívar y Rafael Urdaneta sobresalen entre los conspicuos personajes del proceso independentista más biografiados, en torno a quienes se escribieron seis, cinco, cuatro y tres biografías, respectivamente; mientras las figuras emergidas de la guerra federal más atendidas por los biógrafos fueron sus principales jefes, Juan Crisóstomo Falcón y Ezequiel Zamora, a quienes se dedicaron tres biografías, seguidos de Antonio Guzmán Blanco, biografiado en par de ocasiones. Estas cifras pueden variar, por supuesto, a la luz de nuevos hallazgos.

Todo aquel movimiento editorial tuvo su epicentro en las ciudades de Caracas, Maracaibo, Valencia, Ciudad Bolívar, Cumaná, Mérida y Coro, principalmente, donde fue impresa la mayor cantidad de textos biográficos; aunque en Curazao, París, Santo Domingo, Santiago de los Caballeros (RD) y San José de Cúcuta, también se editaron algunas de estas obras.

Sólo una mujer, Antonia Esteller, figura como biógrafa en el siglo XIX y solamente dos féminas aparecen, acorde con la pesquisa realizada, en la lista de personajes entonces biografiados: Luisa Cáceres de Arismendi en 1885 y Ana María Campos en 1891. Dentro del elenco de biografiados se observa ausencia de funcionarios coloniales y de afectos a la causa realista, lo que creemos obedece a la vinculación del género biográfico con el discurso patrio-nacional y proindependentista, deslegitimador del antiguo régimen y tributario de la nacionalidad en proceso de formación, entonces predominante.

Entre las características generales de la biografía decimonónica destacan la patente carga épica, heroica y providencialista, su carácter encomiástico, la fábrica arquetípica con fines moralizadores, el espacioso contenido político, su utilidad propagandística al servicio del poder y el ensalzamiento al caudillo. Las críticas de César Zumeta y Gonzalo Picón Febres a algunas creaciones biográficas del período subrayan sus limitaciones, cuestionándolas a la vista de sus siemprevivas y aplausos195 y de su tono ditirámbico al tener “por objeto el solo elogio de... varones espectables”,196 del restringido examen del tiempo-contexto en cuyo marco actuaron los personajes sondeados y de la sobreestimación de la acción estrictamente individual de los biografiados; no obstante, en una importante cantidad de casos es visible el esfuerzo por lograr una amplia mirada contextual que permite la comprensión de procesos y hechos históricos, de la atmósfera de ideas y de las instituciones de la época, de las relaciones de poder y de la dinámica socio-cultural que envolvieron a los personajes escrutados, yendo más allá del mero ensalzamiento de éstos; así como es palmario el aporte a la recuperación de documentos y testimonios coetáneos en una muestra de aquellas obras biográficas, lo cual ha sido favorable y útil a la posterior producción historiográfica venezolana.

A rasgos como los cuestionados por Zumeta y Picón Febres se atribuye, precisamente, la “relegación del género biográfico”197 durante varias décadas debido a que, entre otras razones, se dedicó por “mucho tiempo a describir la trayectoria de los hombres ilustres y redujo al hombre común a un estado pasivo”,198 lo que dio lugar, según Dosse, a un giro historiográfico que “reorientó la mirada hacia las masas, hacia las lógicas colectivas”199 y resultó, lo que parece también incidió en el ámbito académico venezolano, en “un eclipse del género biográfico, que se deslegitimó por motivos a la vez epistemológicos y de intención democrática.200 Sin embargo, a finales del siglo pasado comienza a experimentarse su revitalización como género, lo cual se expresa en el caso venezolano, por ejemplo, en la edición de la Biblioteca biográfica venezolana, entre 2005 y 2011, compuesta por ciento cincuenta biografías escritas por destacados investigadores-académicos, cuyos textos divulgadores del género reflejan, en parte, la impronta de la historiografía profesional, convirtiéndose algunos de ellos en bibliografía de necesaria consulta para determinadas investigaciones.

Anexo

Las biografías referidas como representativas de los conjuntos caracterizados a lo largo del tercer acápite se complementan con el siguiente listado elaborado sobre la base de los balances de Frydensberg, Seijas, Picón Febres y de algunos catálogos en línea e impresos, entre ellos el de Biblioteca Nacional y los preparados por Horacio Cárdenas y Ángel Raúl Villasana:

Francisco Cobos Fuertes: Materiales para la bibliografía del general Carlos Soublette. Caracas, Imprenta de Espinal e hijos, 1870; Juan de Dios Morales: Ligeras pinceladas sobre un cuadro en que a otros toca dar el colorido y las sombras, o sea breves indicaciones destinadas a servir en la biografía del gran ciudadano mariscal Juan C. Falcón, Primer Presidente Constitucional de la Unión Venezolana. Caracas, Imprenta de Jesús María Soriano, 1870; Biografía del jeneral [sic] Matías Salazar. Valencia, Publicación de “El Carabobeño”, 1872; Felipe Tejera: Biografía del licenciado Miguel José Sanz. Caracas, Imprenta de Melquiades Soriano, 1873; Víctor Barret de Nazaris: El General Venancio Pulgar, Presidente Constitucional del estado del Zulia, ante la Nación. Caracas, La Opinión Nacional, 1873; Jesús María Morales Marcano: Biografía del general Diego Ibarra, primer edecán del Libertador Simón Bolívar. Caracas, Imprenta de La Concordia de Evaristo Fombona, 1873; Fausto Teodoro de Aldrey y Rafael Hernández Gutiérrez: Rasgos biográficos para la historia de la vida pública del general Guzmán Blanco. Caracas, Imprenta de La Opinión Nacional, 1876; Jacinto Regino Pachano: Biografía del Mariscal Juan C. Falcón. París, E. Denné Schmitz Editor, 1876 y Perfil de Francisco Guaicaipuro Pardo. Santo Domingo, Imprenta García Hermanos, 1882; Miguel Tejera: Vida del general Miranda. Caracas, Imprenta Bolívar, 1877; Leopoldo Terrero: Biografía del malogrado artista venezolano Ramón Bolet. Caracas, Imprenta Nacional, 1877; José María Samper: El Libertador Simón Bolívar; boceto a grandes trazos. Caracas, Imprenta de La Tribuna Liberal, 1878; Santiago Ponce de León: Apuntes biográficos sobre la vida del eminente ciudadano Ulises F. Espaillat. Santiago de los Caballeros-República Dominicana, Imprenta del Pueblo, 1878; José Antonio Lossada Piñeres: Semblanzas zulianas. El doctor Jesús María Portillo. Maracaibo, Imprenta del Estado, 1878, Semblanzas zulianas. El ilustre prócer de la independencia general Rafael Urdaneta. Maracaibo, Tipografía y Encuadernación de Alvarado e hijo, 1882, Semblanzas zulianas. El ilustre prócer de la independencia general José E. Andrade. Maracaibo, Tipografía y Encuadernación de Alvarado e hijo, 1882, Semblanzas zulianas. El ilustre prócer de la independencia general de Febres Cordero. Maracaibo, Tipografía y Encuadernación de Alvarado e hijo, 1882, Semblanzas zulianas. El señor doctor Manuel Dagnino. Maracaibo, Imprenta Bolívar de Alvarado Ca., 1882, Semblanzas zulianas. El general J.N. Santana. Ilustre prócer de la independencia y edecán de S.E. el Libertador. Maracaibo, Imprenta Bolívar de Alvarado, 1883, Semblanzas zulianas. El ilustre prócer de la independencia general Fernando Antúnez de Lossada. Maracaibo, Imprenta Bolívar de Alvarado y Ca.,1883, Semblanzas zulianas. El ilustre zuliano don Rafael María Baralt. Maracaibo, Imprenta Alvarado e hijo, 1887, Semblanzas zulianas. El ilustre Dr. Francisco E. Bustamante. Maracaibo, Imprenta de “Las Noticias” Bracho y Reyes, 1890, Semblanzas zulianas. Doña Ana María Campos. Maracaibo, Imprenta de “Las Noticias” Bracho y Reyes, 1891 y Semblanzas zulianas. El eximio doctor Juan Pablo Rojas Paúl. Maracaibo, Imprenta de “Las Noticias”, 1891; Santiago Cabrales y Cabrales: Biografía del venerable deán Aristeguieta. Ciudad Bolívar, Imprenta al Vapor de E. Pérez, 1880; Jesús María Portillo: Estudio sobre el sabio venezolano Andrés Bello. Maracaibo, Tipografía de Alvarado e hijo,1881; Lucio Pulido: Recuerdos históricos con motivo de la colocación en el Panteón Nacional de los restos del ilustre prócer de la Independencia suramericana general José Ignacio Pulido del Pumar. Caracas, Imprenta de La Opinión Nacional, 1881; José Güell y Mercader: Guzmán Blanco y su tiempo. Consideraciones respecto a la influencia de este eminente repúblico en la regeneración política y social de Venezuela. Caracas, Imprenta de La Opinión Nacional, 1883; Olegario Meneses: Biografía de Juan Manuel Cajigal, fundador de los estudios matemáticos en Venezuela. Caracas, F. Rasco, 1883; Simón Bolívar (tomos primero y segundo), en Memorias del General O´Leary. Caracas, Imprenta de El Monitor, 1883 (vols. 27 y 28), “Traducidas del inglés por su hijo Simón B. O´Leary. Por orden del Gobierno de Venezuela y bajo los auspicios de su Presidente General Guzmán Blanco…”; Aníbal Dominici: Biografía del general José Eusebio Acosta. Caracas, Imprenta de Antero Hermanos, 1883; Laureano Villanueva: Biografía del Doctor José Vargas. Caracas, Imprenta Editorial de Méndez y Ca., 1883, Vida de Don Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho. Caracas, Tipografía Moderna, 1895 y Vida del valiente ciudadano general Ezequiel Zamora. Caracas, Imprenta Federación, 1898; José María Rojas: Simón Bolívar. París, Garnier Hermanos, 1883 y El general Miranda. París, Garnier Hermanos, 1884; Pbro. Dr. Enrique María Castro: Vida de un cura santo, o sea del presbítero Francisco Antonio Rosario, cura que fue de la parroquia de Mendoza, sección Trujillo. Caracas, Imprenta de Espinal e hijos, 1884; Manuel S. Romero: El coronel Francisco María Faría, prócer de la independencia. Maracaibo, Imprenta Americana, 1884; Mariano de Briceño: Historia de la Isla de Margarita, hoy Nueva Esparta: Biografías del general Juan Bautista Arismendi y de la señora Luisa Cáceres de Arismendi. Caracas, Imprenta de El Monitor, 1885; Bartolomé Milá de la Roca: Rasgos biográficos del eminente cumanés y eximio patriota, coronel José Silverio González. Cumaná, Imprenta Milá de la Roca, 1887; Ezequiel García: Apuntes biográficos del general Francisco Varguillas. Barquisimeto, Tipografía de Virgilio Arráiz, 1888; José María Rivas: Biografía del ilustre prócer general Rafael Urdaneta. Maracaibo, Imprenta Bolívar, Alvarado y Cía., 1888; J. M. Seijas García: Rasgos biográficos del ilustre prócer de la independencia suramericana general Ramón Centeno Mejía. Caracas, Tipografía de Espinal e hijos, 1889; Tomás Michelena: Reseña biográfica de Santos Michelena, parte histórica, administrativa y política de Venezuela desde 1824 a 1848. Curazao, A. Bethencourt e hijos editores, 1889 y Resumen de la vida militar y política del esclarecido ciudadano general José Antonio Páez, escrito por encargo de la Junta Directiva de la Sociedad que celebró el Centenario del héroe el 13 de junio de 1890. Caracas, Tipografía El Cojo, 1890; Julio Calcaño: El héroe de Turbaco: rasgos biográficos del ilustre prócer coronel don Diego José Jugo. Caracas, Tipografía El Cojo, 1890; Francisco Ochoa: El doctor Jesús María Portillo, apuntes biográficos. Maracaibo, Imprenta Americana,1890; Andrés J. Vigas: Apuntes biográficos del Dr. R. Andueza Palacio. Electo presidente constitucional de Venezuela por el Congreso de 1890. Caracas, Casa Editorial de La Opinión Nacional, 1891; José María Manrique: Biografía del doctor José Manuel de los Ríos. Caracas, Imprenta Republicana, 1891 y Biografía del prócer de la independencia Raimundo Rendón Sarmiento. Caracas, Imprenta a Vapor de La Opinión Nacional, 1877; Henrique Fanger: Biografía del Illmo y Rdmo señor doctor Silvestre Guevara y Lira, dignísimo arzobispo de Caracas y Venezuela. Caracas, Tipografía Moderna, 1893; Antonia Esteller: Compendio de la historia de Cristóbal Colón. Caracas, Tipografía de Vapor Gutenberg, 1893; Gaspar Marcano: Biografía de Vicente Marcano. París, Imprenta de J. Montorier, 1893; Manuel Landaeta Rosales: Biografía del Benemérito General Joaquín Crespo. Caracas, Imprenta Bolívar, 1893 y Biografía del valiente ciudadano general Ezequiel Zamora (de la cual solo tenemos noticias de la edición impresa por la Oficina Central de Información, Caracas, 1975. Su autor la ofreció al jefe de gobierno en enero de 1893 para su edición, lo que también hizo, en 1904, al gestionar su impresión a través de los favores del presidente Cipriano Castro); Juan José Breca: Julio Calcaño. Caracas, Tipografía Gutenberg, 1894; Vicente Pesquera Vallenilla: Rasgos biográficos del general en jefe Antonio José de Sucre, gran mariscal de Ayacucho. Caracas, Imprenta El Republicano, 1894; Ezequiel María González: “Trabajo Histórico”. El Centenario del Gran Mariscal de Ayacucho en el Estado Miranda. Villa de Cura, Imprenta del Estado Miranda, 1895 (pp. CXVII-CXXXIII) y Miranda. Estudio histórico con ocasión de su Apoteosis. Villa de Cura, Tip. Lit. del Estado Miranda, 1896; Ricardo Becerra: Ensayo histórico documentado de la vida de don Francisco de Miranda, general de los ejércitos de la primera república francesa y generalísimo de los de Venezuela. Caracas, Imprenta Colón, 1896 (2 vols.) e Introducción al ensayo histórico de la vida del general Carlos Soublette. Caracas, Tipografía Herrera Irigoyen, 1899.

De las siguientes biografías, algunas insertas en publicaciones periódicas de la época, sólo se tienen referencias puntuales: Biografía del comandante Pedro José Peña (1873?), de Felipe Tejera; Biografía del general San Martín (1877), por Miguel Tejera; Apuntes biográficos del malogrado joven Clemente Iturriaga (Caracas,1878), de Enrique Chaumer: El licenciado Carlos Urdaneta (Maracaibo, 1881), de Jesús María Portillo; Rasgos biográficos de la vida pública del señor Marcelino Bueno (Ciudad Bolívar, 1882), por Gabino Tividor; Martín María Aguinagalde, biografía (Caracas, 1883), por Rafael Seijas; Monseñor Ponte, ligeros apuntes biográficos (1883), del presbítero Pedro José Miresol; Reseña de su vida pública (1884), de Ramón Castro; Eduardo Espelozín: Biografía del doctor Modesto Urbaneja y Nicomedes Zuloaga, apuntes biográficos; Juvenal Anzola: Bachiller Egidio A. Montesinos; Juan José Breca: El doctor Juan Cuello. Apuntes biográficos; Claudio Bruzual Serra: El doctor Manuel Cadenas Delgado. Apuntes biográficos; Eduardo M. Díaz: Presbítero doctor Manuel Gámez, apuntes biográficos; José Gregorio Hernández: Doctor Nicanor Guardia, apuntes biográficos; Luis Pio Herrera: Doctor Ramón F. Feo, apuntes biográficos; Antonio Herrera Toro: Doctor Elías Rodríguez, apuntes biográficos y Don José María Manrique, apuntes biográficos; Salvador N. Llamozas: Doctor Juan de Dios Méndez, hijo, apuntes biográficos; Tomás Mármol: Doctor Felipe Aguerrevere, apuntes biográficos, Doctor Santiago Aguerrevere, apuntes biográficos y Doctores Jorge y Gustavo Nevett, apuntes biográficos; Juan de Dios Méndez, hijo: Doctor Calixto González, apuntes biográficos y Doctor José Manuel de los Ríos, apuntes biográficos; Eugenio Méndez y Mendoza: Tomás Michelena, apuntes biográficos y El doctor Pedro Gual, apuntes biográficos; Federico Núñez de Aguiar: Biografías del obispo Talavera, Fermín Toro, Valentín Espinal, general Rafael Urdaneta, José Luis Ramos y del Ilustrísimo Señor Mariano Fortique, obispo de Guayana; Ildefonso Riera Aguinagalde: Biografía del general Francisco Mejía, ilustre prócer de la independencia suramericana. Barquisimeto, El Nuevo Heraldo, s/n (se conocen dos ediciones posteriores: Barquisimeto, Centro de Historia Larense, 1944 y Barcelona, Cervecería Polar de Oriente, 1977); Rafael Fernando Seijas: Biografía de Antonio Liccioni y Biografía de Vicente Amengual; Juan Vicente Silva: Francisco Aranda; Domingo S. Ramos: Perfiles biográficos del general José T. Monagas; Nicomedes Zuloaga: Doctor Luis Sanojo, apuntes biográficos. Caracas, El Cojo Ilustrado Nro. 46, 1893.

A partir de información suministrada por Ángel Raúl Villasana en Ensayo de un repertorio bibliográfico venezolano 1808-1950 (Caracas, Banco Central de Venezuela, 1969, 6 tomos), se extendió el listado anterior: Diógenes Arrieta: Dr. Juan Pablo Rojas Paul; resumen biográfico. Caracas, Tipografía Especial de El Cojo, 1887; Emilio [Seudónimo]: Rasgos biográficos de la vida pública del general Ovidio María Abreu. Caracas, Imprenta Editorial de Soriano Sucesores, 1887; José María Rivas: Biografía del Ilustre prócer general Rafael Urdaneta. Maracaibo, Imprenta Bolívar, Alvarado & Cía., 1888; Braulio Fernández: Autobiografía de Braulio Fernández. Píritu, Imprenta de La Voz de Oriente, 1889; Isidoro Laverde Amaya, Isidoro: Esbozo biográfico de Manuel M. Fernández (Don Simón). Caracas, La América Ilustrada y Pintoresca,1889; Julio Medina Torres: Ciudadano J. M. Rojas Paúl, resumen biográfico. Caracas, Imprenta de El Heraldo Liberal,1889; Rafael de los Ríos: Perfiles del ciudadano benemérito de La Guaira Jesús María Rojas Paúl. Caracas, Editorial de Soriano Sucesores, 1889; Manuel Antonio Marín, hijo: El ciudadano esclarecido; reseña histórica de la vida civil y militar de Páez. Maracaibo, Imprenta Americana,1890; Víctor Antonio Zerpa: Biografía de don Juan de Dios Picón; tributo patriótico de respeto a su memoria, con motivo del primer centenario de su nacimiento, celebrado en la ciudad de Mérida el 8 de marzo de 1892. Curazao, Imprenta de la Librería de A. Bethencourt e hijos,1892; Juan Mozzicanacci: Félix Montecattini, general de la artillería de los Estado Unidos de Venezuela (boceto). Caracas, Centro Editorial, 1893; Pedro J. Sandoval: El general Elías Torres Aular. Caracas, Tipografía El Tiempo,1893; Ramón Illarramendi: García Moreno y el Padre Berthe. Maracaibo, Tipografía de Los Ecos del Zulia, 1894 y Rasgos biográficos del Pbro. Dr. Francisco José Delgado. Maracaibo, Tipografía de Los Ecos del Zulia, 1896; José Ignacio Lares: Rasgos biográficos del general Sucre (en el día de su primer centenario) 3 de febrero de 1895. Mérida, Imprenta de Ignacio Baralt y Cía., 1895; Amenodoro Urdaneta: Sucre, gloria americana. Caracas, Imprenta Venezolana, 1895; J. A. Pérez Limardo: Francisco M. Hurtado; rasgos biográficos. Barquisimeto, Tipografía Mosquera Suárez, 1896; Ramón Saravia: Breves apuntaciones para escribir la biografía del Licenciado José Vicente Mergader, prócer de la independencia. Por su nieto Ramón Saravia. Valencia, Imprenta de C.A. Mendoza, 1896; Manuel Briceño Valero: Historia patria. Biografía del prócer trujillano Gral. Cruz Carrillo y un poema titulado “Boyacá”. Curazao, Imprenta de la Librería de A. Bethencourt e hijos, 1897; León Lameda y Manuel Landaeta Rosales: Historia militar y política del general Joaquín Crespo. Caracas, Imprenta Bolívar, 1897 (2 vols.); Manuel Landaeta Rosales: Rasgos biográficos de Venancio A. Morín. Caracas, Imprenta Bolívar, 1897; Domingo A. Yépez: Biografía del Pbro. Antonio Luis Mendoza. Valencia, Tipografía Mercantil de Chambón, 1897; J.I. González Narváez: Hombres notables de Venezuela. Esbozos: don Joaquín Antonio Mosquera. Caracas, Imprenta Comercial, 1898, Hombres notables de Venezuela. Esbozos: Pedro Ezequiel Rojas. Caracas, Imprenta Bolívar,1898, Rasgos biográficos del general Manuel Salvador Briceño. Caracas, Tipografía La Industria,1899 y Rasgos biográficos del general Miguel Salazar. Caracas, Tipografía Moderna, 1899; Adolfo Casañas: Rasgos militares y políticos del general Ramón Guerra. A los mirandeños, firmantes de una hoja suelta titulada “A los pueblos del estado Miranda”. Caracas, Tipografía Moderna, 1898; Juan Nepomuceno Pagés Monsant: El general Juan Bautista Araujo. Mérida, Tipografía Baralt, 1898.

Otros cinco títulos, reportados por Horacio Cárdenas en Bibliografía Tachirense (Caracas, Biblioteca de autores y temas tachirenses, 1964), se suman al listado provisional de trabajos biográficos publicados entre 1870 y 1899: Rafael Antonio Rincones: Esbozo biográfico del Pbro. Dr. José Amando Pérez. San Cristóbal, s/n, 1883; M. M. Escalante: Rasgos del incondicional General Juan B. Araujo y de algunos de sus oposicionistas en los Andes. Caracas, Imprenta Venezolana, 1889; Emilio Constantino Guerrero: Semblanza del Sr. Pbro. Dr. Jesús Manuel Jáuregui. Caracas, Tipografía Mi Empresa, 1895; Jesús Manuel Jáuregui Moreno: Introducción a los apuntes para la biografía del Ilustrísimo Sr. Dr. Tomás Zerpa. Caracas, Imprenta Colón, 1895; Manuel Chávez González: Apuntaciones críticas sobre la vida y milagros del General Cipriano Castro. San José de Cúcuta, s/n, 1897.

Títulos biográficos reunidos en la recopilación Biografías. Cuadernos, resguardados en Biblioteca Nacional-Biblioteca Febres Cordero, Mérida, no registrados en los inventarios consultados durante esta investigación: Manuel Dagnino: Rasgos biográficos del general José E. Andrade, prócer de la Independencia. Maracaibo, Tipografía de Alvarado e hijo, 1878 y Juicios críticos y biografías. Ofrenda con motivo del Centenario del general Rafael Urdaneta. Maracaibo, Tipografía de Los Ecos del Zulia, 1888; Aug. Meulemans: Rasgos biográficos del Doctor L. Villanueva. La Vela, Imprenta Aceituno, 1891 [Tomados de Revue Diplomatique de París por cuenta de F. M. Aceituno, director de “El Departamento”]; José de J. Carrero: Justicia al mérito Pbro. J. Trinidad Colmenares, cura de la parroquia de San Sebastián en San Cristóbal. San Cristóbal, Tipografía de La Moda de T. V. Sánchez, 1893; Pbro. Serafín Cedeño C.: Biografía del ilustre prócer de la independencia general Florencio Jiménez. San Fernando de Apure, Tipografía Comercial, 1894; José F. Fortique: Ligeros apuntes históricos sobre el coronel Facundo Garcés, prócer de nuestra independencia. Coro, Imprenta Crespo, 1895; Francisco Ochoa: Centenario del Pbro. Doctor José de Jesús Romero ¿Qué influencia ejerce la acción del verdadero sacerdote católico en la civilización de pueblos? Maracaibo, Imprenta de Benito Rubio, 1895; Víctor Manuel Ovalles: El Presbítero Juan Santiago Guasco. Tributo de justicia a la memoria de este sacerdote modelo en el 40 aniversario de su muerte. Caracas, Tip. Gutenberg, 1896; Rafael Reyes Gordon: Semblanza del general Antonio Fernández. Caracas, Tip. El Cojo, 1897. No se incluyen las coronas ni los discursos fúnebres contenidos en las nueve compilaciones de biografías organizadas por Tulio Febres Cordero, por no considerarse producciones biográficas.

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1 López Bohórquez, “Consideraciones sobre la Historiografía Venezolana: características y proposiciones para su estudio”, p. 175.

2Ibíd., p. 176.

3Quintero, “La historiografía venezolana del siglo XIX”, p. 119.

4Ídem.

5Ibíd., p. 120.

6 Becerra, “Ensayo histórico documentado de la vida de don Francisco de Miranda, general de los ejércitos de la Primera República Francesa, y generalísimo de los de Venezuela…”, p. 245.

7Ídem.

8 Zumeta, “Médicos venezolanos, por el doctor José Manuel de los Ríos. El Monitor Liberal. Caracas, 25 de noviembre de 1898”, p. 286.

9 Carrera Damas, Metodología y estudio de la historia, p. 219.

10 Guerrero, “Biografía e historia”, p. 266.

11 González Deluca, “El trigo derramado y el problema de la biografía como forma historiográfica”, p. 14.

12 Suárez Fernández, “El retorno de las biografías", p. 16.

13Ibíd., p. 13.

14Ibíd., p. 16.

15Se conocen esbozos biográficos previos, como, entre otros, el Resumen sucinto de la vida del general Sucre, escrito por Simón Bolívar (Lima, Imprenta del Estado por J. González, 1825) y la Biografía militar del excelente señor general en jefe de los ejércitos de la República de Colombia, benemérito J. Francisco Bermúdez, publicada por el coronel Francisco Mejía (Caracas, Imprenta de Valentín Espinal, 1832).

16 Franceschi, “El culto a los héroes y la formación de la nación venezolana. Una visión del problema a partir del discurso historiográfico venezolano del período 1830-1883”, p. 14.

17 Villanueva, Sucre. Vida del Gran Mariscal, p. 12.

18 Villanueva, Vida del Valiente Ciudadano General Ezequiel Zamora, p. 16.

19 Brizuela, Laureano Villanueva o la pasión por la historia. Historiografía y política en las últimas décadas del siglo XIX venezolano, p. 43.

20Ibíd., pp. 43-44.

21 Carrera Damas, “Introducción: sobre la historiografía venezolana”, p. LII.

22Unos ciento quince autores figuran como biógrafos y unos ciento treinta personajes aparecen entre los biografiados durante el siglo XIX (cifras no concluyentes). Algunos personajes fueron biografiados durante el mismo siglo dos o más veces (según las fuentes consultadas, que podrían ser inexactas a la luz de nuevas indagaciones y otros repertorios bibliográficos), entre ellos: Antonio José de Sucre (6), Francisco de Miranda (5), Simón Bolívar (4) , Rafael Urdaneta (3), José Félix Ribas (2), Carlos Soublette (2), José Antonio Páez (2), no incluida Autobiografía de José Antonio Páez, editada en Nueva York en 1867, José María Vargas (2), no incluidas las reseñas publicadas a propósito de su apoteosis efectuada en 1877, Mariano Talavera y Garcés (2), Juan Crisóstomo Falcón (3), Ezequiel Zamora (3), José Tadeo Monagas (3), Juan Bautista Araujo (2), J. M. de los Ríos (2) y Antonio Guzmán Blanco (2). Juan Vicente González, Francisco J. Mármol, Tomás Mármol, Laureano Villanueva, Ricardo Becerra, Felipe Tejera, Manuel Landaeta Rosales, José Antonio Lossada Piñeres y Federico Núñez de Aguiar, entre otros autores, escribieron tres o más biografías durante aquel período.

23Entre ellas, Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos. Ordenada con noticias biográficas (Caracas, Rojas Hermanos Editores / París, Jouby et Roger Éditeurs, 1875), de José M. Rojas; Biografías de hombres notables de Hispanoamérica (Caracas, Imprenta Nacional, 1877, 4 tomos), de Ramón Azpurúa; Perfiles venezolanos o galería de hombres célebres de Venezuela en las letras, ciencias y artes (Caracas, Imprenta Sanz,1881), por Felipe Tejera; Rasgos biográficos del reverendo fray Ildefonso Aguinagalde, don Martín M. Aguinagalde, presbítero doctor Andrés M. Aguinagalde: Ofrenda que la familia Riera Aguinagalde consagra al Padre de la Patria en su glorioso Centenario y un tributo de amor inolvidable a la memoria de aquellos finados deudos (Caracas, Imprenta Bolívar, 1883), de Luis María Castillo; Juicios críticos y biografías. Ofrenda con motivo del Centenario del general Rafael Urdaneta (Maracaibo, Tipografía de Los Ecos del Zulia, 1888), de Manuel Dagnino; Historia de los obispos de Mérida de Maracaibo (Valencia, Tipografía de Fernando Rodríguez,1888) y Rasgos biográficos de algunos curas ejemplares de la antigua provincia de Barinas (Caracas, Imprenta La Religión, 1890), por el presbítero doctor Enrique María Castro; Páginas sueltas. Semblanzas y estudios literarios (Curazao, Bethencourt e hijos, 1889), de Gonzalo Picón Febres; Médicos venezolanos (Caracas, Tipografía de Vapor Gutenberg, 1893), por J. M. de los Ríos; Perfiles de hombres públicos (Valencia, Tipografía Chambón, 1897), de Eduardo Alcázar Sánchez; Al esfumino (cinco perfiles), con un apéndice en que figura una discusión literaria (Caracas, Tipografía El Pregonero, 1897), por Gerónimo Maldonado, hijo; Hombres y mujeres notables en la guerra de la independencia de Venezuela que nacieron en la antigua provincia de Barcelona (Caracas, Imprenta Bolívar,1894), por Manuel Landaeta Rosales; Hombres notables de la revolución del 92 en Venezuela (Caracas, Imprenta y Litografía Nacional, 1893, Tomo I / Maracaibo, Imprenta Americana, 1895, Tomo II), de José Antonio Lossada Piñeres; Tres próceres de la causa liberal: Generales Donato Rodríguez Silva, Zoilo Medrano y José de Jesús González (Agachao) (Caracas, Imprenta Bolívar, 1897) y Perfiles parlamentarios del Congreso de 1890 (Caracas, Casa Editorial de La Opinión Nacional, 1891), por Andrés Jorge Vigas. De las siguientes biografías colectivas, sólo se tienen las referencias aportadas por Adolfo Frydensberg en su repertorio: Semblanza de próceres civiles, por Emilio Antonio Yanes; Biografías de varios hombres públicos, de Rafael Hernández Gutiérrez; Biografías de varios próceres, por Jesús María Morales Marcano; Bocetos y semblanzas carabobeñas, de Santiago González Guinán y Galería del partido liberal (1872), de Andrés Aurelio Level de Goda.

24 Briceño Iragorry, “Nuestros estudios históricos”, p. 69.

25 Díaz Sánchez, “Evolución de la historiografía venezolana”, p. 169.

26Mario Briceño Iragorry, “Nuestros estudios históricos”, p. 69.

27 Raynero, Clío frente al espejo. La concepción de la historia en la historiografía venezolana (1830-1865), p. 388.

28Ibíd., p. 389.

29Ídem.

30Franceschi, “El culto a los héroes: una visión del problema a partir de una muestra de la producción intelectual venezolana del siglo XIX”, p. 14.

31Frydensberg, “Materiales para la Bibliografía Nacional”, pp. CCCXXXIV-CCCXXXVI.

32En enero de 1856, Fermín Toro declinó el encargo, que le fue comunicado a principios de agosto de 1855 por la Junta de Gobierno de la Universidad Central de Venezuela, de escribir una biografía del doctor José María Vargas. Entre los argumentos esgrimidos por Fermín Toro, al declinar aquel encargo, resalta la inconveniencia de tratar, como parte ineludible de la biografía de Vargas, cuestiones que “envenenarían las pasiones porque todavía lastiman muchas heridas y despiertan aún más rencores”; mientras advirtió: “¿Convendría a la paz de la tierra y a la tranquilidad de los ánimos una mirada retrospectiva a los acontecimientos en que ha figurado el doctor Vargas desde 1831? Creo que no”. Así quedó frustrado un proyecto institucional de la que habría sido, entonces, la segunda biografía de Vargas. Véase Toro, “A propósito de la Biografía del Doctor José María Vargas”, pp. 381-383.

33 González, “Apuntes para la vida militar del general Juan Crisóstomo Falcón”, p. 273. Estos apuntes, publicados en varias entregas del periódico caraqueño El Nacional, entre el 10 de noviembre y el 1o. de diciembre de 1864, quedaron incompletos.

34Ibíd., p. 281.

35En su inventario, Adolfo Frydensberg también incluye, entre los trabajos biográficos escritos por Juan Vicente González, Biografía de José Hermenegildo García, editada, según indica, en Caracas en 1858, de la cual no se tiene otra noticia que no sea la reportada en el referido balance; aunque, cabe decir, es mencionada como proyecto por el propio autor en el anuncio, sobre el plan de biografías por él programado, publicado en el diario caraqueño El Heraldo, el viernes 25 de marzo de 1859. Queda la duda de su publicación, vista la inconsistencia entre el supuesto año de edición de Biografía de José Hermenegildo García, 1858, y el año en que fue anunciada ésta como proyecto (1859). Lo mismo sucede con las biografías de José Manuel Alegría y José Cecilio Ávila, autoría de Juan V. González, también anunciadas en 1859, pero publicadas en 1856 y 1858, respectivamente, en Caracas por la Imprenta de Valentín Espinal. En estos dos últimos casos, ya estaban editadas al momento de ser anunciadas. Es posible que la Biografía de José Hermenegildo García, la cual no conocemos, estuviera preparada cuando se hizo su anuncio, en marzo de 1859, como parte de la planeada obra, no concretada, Páginas de la Historia de Colombia y Venezuela o vidas de sus hombres ilustres.

36Se agregan otras elaboraciones biográficas publicadas durante esta etapa, de las cuales tenemos referencias puntuales: José Manuel Olivares: Bosquejo histórico de la vida militar de José Tadeo Monagas. Caracas, Imprenta Ramón Alade Piña, 1855; José Isidro Silva: Apuntes biográficos sobre la vida pública del ciudadano Manuel Arocha, vecino de esta ciudad de Maracaibo, muerto en 23 de abril de 1861. Maracaibo, Imprenta de José Ramón Yepes,1861; Domingo Hernández Bello y Ricardo Labastida: Noticia biográfica del señor doctor Ciriaco Piñeiro, s/n, 1861; Jesús María Morales Marcano: Pedro José Rojas. Caracas, El Independiente, 1861; Adolfo Ernst: Amadeo Bonpland; apuntes biográficos leídos en la sesión de 22 de noviembre de 1869 de la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales de Caracas. Caracas, Imprenta de los Estados Unidos de Venezuela, 1869.

37Acorde con el arqueo bibliográfico, sólo una mujer, según la información obtenida, figura como biógrafa en el siglo XIX, Antonia Esteller (1844-1930), quien publicó Compendio de la historia de Cristóbal Colón (Caracas, Tipografía de Vapor Gutenberg, 1893). Dos mujeres, conforme con la indagación realizada, figuran como biografiadas en las dos últimas décadas de aquella centuria: Luisa Cáceres de Arismendi, en Historia de la Isla de Margarita, hoy Nueva Esparta: Biografías del general Juan Bautista Arismendi y de la señora Luisa Cáceres de Arismendi (1885), por Mariano de Briceño y Doña Ana María Campos (1891), en la serie Semblanzas zulianas de José Antonio Lossada Piñeres.

38González, “Biografía de José Félix Ribas”, p. 109.

39Ibíd., p. 122

40 González, “Mis exequias a Bolívar”, p. 438.

41González, “Biografía de José Félix Ribas”, p. 153.

42Ibíd., pp. 153-154.

43Ibíd., p. 154.

44Ibíd., p. 111.

45Ídem.

46Ídem.

47Ibíd., p. 108.

49Ibíd., p. 203.

50González, “Biografía de José Félix Ribas”, p. 133.

51Ibíd., pp. 143-144.

52Ibíd., p. 168.

53Ibíd., pp. 166-167.

54Ibíd., pp. 192-193.

55Ibíd., p. 155.

56Ibíd., p. 149.

57 Siwka, Historia, biografía y literatura. Venezuela siglo XIX, p. 21.

58Ídem.

59González, “Páginas de la Historia de Colombia y Venezuela o vida de sus hombres ilustres”, p. 10.

60Ibíd., p. 6.

61Ibíd., p. 9.

62Ídem.

63Ídem.

64 González, “Historia del Poder Civil en Colombia y Venezuela… Preámbulo”, p. 19.

65González, Páginas de la Historia de Colombia y Venezuela o vida de sus hombres ilustres..., p. 9.

66González, “Historia del Poder Civil en Colombia y Venezuela... Preámbulo”..., p. 23.

67Ídem.

68Ibíd., p. 20.

69Ídem.

70González, “Biografía de José Félix Ribas”, p. 115.

71 Pino Iturrieta, El Divino Bolívar, p. 27.

72La primera edición se hizo entre 1865 y 1866 (Correspondencia General del Libertador Simón Bolívar…desde 1810 hasta 1830. Tomo Segundo, Vida de Bolívar); la segunda, traducida al inglés, en 1866, solo reproduce el volumen I bajo el título The life of Simón Bolívar, liberator of Colombia and Perú, father and founder of Bolivia…, y las sucesivas en 1871, 1875 (Correspondencia General del Libertador Simón Bolívar…Precede a esta colección interesante la Vida de Bolívar, en 2 volúmenes), 1878 (La Vida y Correspondencia General del Libertador Simón Bolívar, en 2 volúmenes), 1883 (a esta edición, la sexta, titulada La Vida y Correspondencia General del Libertador Simón Bolívar…, en 2 volúmenes, publicada a propósito del centenario del biografiado, le fue incluida la introducción firmada por el autor veinte años antes), 1887 (2 tomos en un volumen), 1901 y la edición “modernizada” de 1918, en 2 volúmenes, con prólogo y notas de Rufino Blanco Fombona. Todas editadas en Nueva York, menos la de 1918 publicada en Madrid. También existe una edición mexicana, 1868. Véase Bruni Celli, Venezuela en 5 siglos de imprenta, pp. 814-815.

73Véase el decreto sancionado por el Congreso Nacional fechado el 29 de abril de 1842 (refrendado por el Poder Ejecutivo el 30/04/1842) y el promulgado por el presidente de la República el 12 de mayo de 1842, relacionados con la repatriación de los restos del Libertador. En Toro, “Apéndice”, Honores fúnebres a Bolívar…, pp. I-IV.

74 Carrera Damas, El Culto a Bolívar, p. 49.

75Ídem.

76González, “Biografía de José Félix Ribas”, p. 237.

77 Larrazábal, Simón Bolívar. Vida y escritos del Libertador, p. 102. Tomo I.

78Ibíd., p. 150. Tomo II.

79Raynero, Clío frente al espejo..., p. 267.

80Larrazábal, Simón Bolívar. Vida y escritos del Libertador…, p. 106. Tomo I.

81Ídem.

82Ibíd., p. 107.

83Ídem.

84Ibíd., p. 106.

85Ídem.

86Larrazábal, Simón Bolívar, “Introducción [Facsímil de la edición de 1883] ”, Vida y escritos del Libertador, p. XIII. Tomo I.

87Ibíd., p. XII.

88Ídem.

89Ibíd., p. VIII.

90Ibíd., pp. XII-XIII.

91Larrazábal, Simón Bolívar. Vida y escritos del Libertador…, p. 133. Tomo II.

92Raynero, Clío frente al espejo…, p. 255.

93Ídem.

94González, “Mis exequias a Bolívar” …, p. 454.

95Ibíd., p. 446.

96 González, “Páginas de la Historia de Colombia y Venezuela o vida de sus hombres ilustres”..., p. 10.

97Ídem.

98Ídem.

99González, “Biografía de José Félix Ribas”, p. 153.

100Ibíd., p. 154.

101Ídem.

102Ídem.

103Larrazábal, Simón Bolívar. Vida y escritos del Libertador…, p. 179, Tomo I.

104Ibíd., p. 180.

105Ídem.

106Ídem.

107Ídem.

108Raynero, Clío frente al espejo..., p. 374.

109Se alude, entre otras, a las colecciones bibliográficas del país resguardadas en las Salas de Libros raros y manuscritos y de Libros y folletos de Biblioteca Nacional, en la Biblioteca Febres Cordero/Mérida-Venezuela, igualmente adscrita a Biblioteca Nacional, y en la Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia; en cuyos inventarios se conservan publicaciones de carácter biográfico, editadas durante el siglo XIX, no registradas en los balances arriba mencionados. Más adelante se presenta una muestra de los títulos biográficos, publicados durante el siglo XIX, reunidos en la recopilación titulada Biografías. Cuadernos, conservada en la referida Biblioteca Nacional/Biblioteca Febres Cordero, Mérida-Venezuela; faltando escudriñar las compilaciones Necrologías e Historia, en las cuales es posible existan elaboraciones de orientación biográfica.

110Entre otras ciudades donde se editaron textos biográficos, durante aquella etapa, destacan: Caracas, Maracaibo, Valencia, Ciudad Bolívar, Cumaná, Mérida, Coro, La Vela, Villa de Cura, San Fernando de Apure y Píritu. Otros fueron impresos fuera del país como, por ejemplo, en París, Curazao, Santo Domingo, Santiago de los Caballeros (RD) y San José de Cúcuta.

111González, “Informe sobre el periodismo en Venezuela”, p. CXV.

112 Quintero, “La historiografía venezolana del siglo XIX”, p. 123.

113 Quintero, “Documentos para la historia (Las compilaciones documentales del siglo XIX y su incidencia en la historiografía venezolana)”, p. 23.

114Rojas, “Prefacio”, pp. XII-XIII.

115 Frassato, “La biografía como género historiográfico”, p. 253.

116 Morales Marcano, “¿Qué significan estas páginas?”, p. VII.

117Marcano, Biografía de Vicente Marcano (1848-1891), p. 5.

118Ibíd., p. 36.

119Ibíd., p. 23.

120Ibíd., p. 36.

121Ídem.

122Ibíd., p. 5.

123Ídem.

124Carrera Damas, “Introducción: sobre la historiografía venezolana”, p. LIV.

125Villanueva, Vida del Valiente Ciudadano General Ezequiel Zamora…, p. 17.

126Ibíd., p. 385.

127 Villanueva, Biografía de José María Vargas…, p. 270.

128 Mieres, Laureano Villanueva o una historiografía zamorista, providencial y heroica, p. 53.

129Villanueva, “Homenaje a la memoria del ilustre prócer de la Independencia general José Laurencio Silva”. El Diario, Valencia-Venezuela, 7 de septiembre de 1891 [publicado previamente en El Progreso, núm. 2. Valencia-Venezuela, 12 de marzo de 1873 y en El Americano, París, 21 de abril de 1873].

130 Villanueva, Sucre. Vida del Gran Mariscal..., p. 1.

131Ibíd., p. 5.

132Villanueva, “Homenaje a la memoria del ilustre prócer de la Independencia general José Laurencio Silva”.

133 Villanueva, “Dedicatoria: Al Padre de la Patria. Caracas, 24 de julio de 1883”, Biografía de José María Vargas..., s/n.

134Ídem.

135 Carlyle, “De los héroes, el culto de los héroes y lo heroico en la historia”, p. 3.

136Se tienen indicios de un libro que, acerca de la vida y obra del Libertador, Laureano Villanueva proyectó y pensó publicar, en 1876, bajo el aparente auspicio del gobierno presidido por Guzmán Blanco. Véase Brizuela, Laureano Villanueva o la pasión por la historia…, pp. 71-72.

137Villanueva, “Homenaje a la memoria del ilustre prócer de la Independencia general José Laurencio Silva”.

138Ídem.

139Ídem.

140Villanueva, Sucre. Vida del Gran Mariscal…, p. 75.

141Ídem.

142Véase Zumeta, “Notas literarias. Vida del Gran Mariscal de Ayacucho, por el doctor Laureano Villanueva. Caracas, 1895”, pp. 272-277.

143Villanueva, Biografía de José María Vargas..., p. 270.

144Ídem.

145Ídem.

146Villanueva, Vida del Valiente Ciudadano General Ezequiel Zamora…, p. 17.

147Ibíd., p. 15.

148Ídem.

149Ídem.

150Ibíd., pp. 15-16.

151Ibíd., p. 17.

152Ibíd., p. 177.

153Ibíd., p. 16.

154Dominici, Biografía del general José Eusebio Acosta. Con varios documentos relativos a su carrera política y militar, artículos y composiciones literarios dedicados a su memoria, p. VIII.

155Ibíd., p. VII.

156Ídem.

157Ibíd., p. V.

158S/n, Biografía del general Matías Salazar, p. 2.

159Ibíd., p. 17.

160Ibíd., p. 11. Esta biografía difamatoria, como podría calificarse, contiene un apéndice documental compuesto por las actas del “Gran Tribunal de oficiales generales” (Ibíd., pp. 29-48) que acordó la ejecución, en mayo de 1872, en Tinaquillo estado Cojedes, del general Matías Salazar, quien había ocupado la segunda jefatura del ejército de la República al ser uno de los caudillos regionales comprometido con la revolución liberal de 1870 y cercano al presidente Antonio Guzmán Blanco. Esta biografía, cuyo carácter la hace particular al ser de las pocas en que se denigra en extremo al biografiado, advierte en su presentación que el castigo y la reprobación de “lo malo” deben servir “de expiación y escarmiento” (Ibíd., p. 3); esto en correspondencia con el evidente objetivo de justificar el fusilamiento del caudillo alzado contra Guzmán Blanco, entre agosto de 1871 y principios de mayo de 1872.

161Ibíd., p. 13.

162Ibíd., p. 4.

163Biografía del Mariscal Juan C. Falcón (1876), escrita por Jacinto Regino Pachano, y Ligeras pinceladas sobre un cuadro en que a otros toca dar el colorido y las sombras, o sea breves indicaciones destinadas a servir en la biografía del gran ciudadano mariscal Juan C. Falcón, Primer Presidente Constitucional de la Unión Venezolana (1870), autoría de Juan de Dios Morales, fueron editadas tras la muerte de Juan C. Falcón, acaecida en Fort-de-France el 29 de abril de 1870. Mientras los incompletos Apuntes para la vida militar del general Juan Crisóstomo Falcón fueron escritos por Juan Vicente González, en 1864, cuando el biografiado estaba en el cenit de su vida política.

164Villanueva, Vida del Valiente Ciudadano General Ezequiel Zamora..., p. 178.

165Ibíd., p. 205.

166Ibíd., p. 292.

167Ibíd., p. 16.

168Ídem.

169Aldrey y Hernández Gutiérrez, “Prefacio”, Rasgos biográficos para la historia de la vida pública del general Guzmán Blanco, p. 7.

170“Epílogo”, Ibíd., p. 587.

171Ídem.

172Landaeta Rosales, Biografía del Benemérito general Joaquín Crespo, p. 113.

173Ibíd., p. 87.

174Ibíd., p. 85.

175Ibíd., p. 117.

176Ídem.

177Ibíd., p. 81.

178Barret de Nazaris, El general Venancio Pulgar, presidente constitucional del estado Zulia. Ante la Nación, pp. 10-11.

179Dominici, Biografía del general José Eusebio Acosta..., p. XX.

180Ibíd., p. CXXXIII.

181Regino Pachano, “Prólogo”, Biografía del Mariscal Juan C. Falcón, p. V.

182Ídem.

183Aldrey y Hernández Gutiérrez, “Prefacio”, Rasgos biográficos para la historia de la vida pública del general Guzmán Blanco..., p. 5.

184Ídem.

185Ibíd., p. 6.

186Ibíd., p. 5.

187Ibíd., p. 6.

188Barret de Nazaris, “Prólogo”, El general Venancio Pulgar..., p. 6. Barret de Nazaris, biógrafo de Pulgar, fue secretario de éste durante los dos primeros años de ejercicio presidencial del caudillo marabino en el estado Zulia y diputado al Congreso Nacional, por la misma entidad, con anuencia del personaje biografiado, entre 1872 y 1873; año en el cual se publicó el libro. Son palmarios los vínculos políticos y personales entre biógrafo y biografiado, otra constante en la elaboración biográfica de aquel tiempo.

189Véase Irwin y Ochoa, Fuego lento, 27 pp.

190Barret de Nazaris, “Prólogo”, El general Venancio Pulgar…, p. 5.

191Ídem.

192Ídem.

193Ibíd., p. 6.

194 Quintero, “Presentación”, El Relato invariable. Independencia, mito y nación, p. 11.

195Zumeta, “Médicos venezolanos, por el doctor José Manuel de los Ríos…”, p. 287.

196Picón Febres, La Literatura Venezolana en el siglo XIX (Ensayo de Historia Crítica), p. 7.

197 Dosse, El arte de la biografía. Entre historia y ficción, p. 185.

198Ibíd., p. 297.

199Ídem.

200Ídem.

Recibido: 16 de Abril de 2021; Revisado: 05 de Octubre de 2021; Aprobado: 05 de Noviembre de 2021

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