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Debate feminista

On-line version ISSN 2594-066XPrint version ISSN 0188-9478

Debate fem. vol.61  Ciudad de México  2021  Epub May 10, 2023

https://doi.org/10.22201/cieg.2594066xe.2021.61.2234 

Artículos

El “ejército de Dios” se moviliza en contra del mal: politización religiosa en contra del género y los feminismos en Ecuador

The “Army of God” Mobilizes against Evil: Religious Politicization against Gender and Feminism in Ecuador

O “exército de Deus” se mobiliza contra o mal: politização religiosa contra o gênero e os feminismos no Equador

Sofía Yépez Naranjo1 
http://orcid.org/0000-0003-1987-1407

1 Maestría de género y desarrollo, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Quito, Ecuador. Correo electrónico: sofi.ynaranjo@gmail.com.


Resumen

Las movilizaciones en contra de la denominada “ideología de género” ocurridas en Ecuador han sido marchas y plantones organizados por la sociedad civil. Sin embargo, detrás de estas movilizaciones ciudadanas se encuentran movimientos apoyados por la Iglesia católica que han utilizado un discurso basado en elementos doctrinales para exigir la abolición de leyes con enfoque de género y la promoción de derechos sexuales y reproductivos desde el Estado. Este artículo analiza la manera en la que los espacios considerados como espirituales y religiosos permiten la politización de sus fieles para impedir la promoción de derechos de las mujeres y la diversidad sexual.

Palabras clave: Batalla espiritual; Movilizaciones anti género; Politización religiosa

Abstract

The mobilizations against the so-called “gender ideology” that took place in Ecuador have involved marches and sit-ins organized by civil society. However, behind these citizen mobilizations are movements supported by the Catholic Church, which have used a discourse based on doctrinal elements to demand the abolition of laws with a gender perspective and the state promotion of sexual and reproductive rights. This article analyzes the way spaces considered spiritual and religious allow the politicization of their faithful to prevent the promotion of women’s rights and sexual diversity.

Keywords: Spiritual battle; Anti-gender mobilizations; Religious politicization

Resumo

As mobilizações contra a chamada “ideologia de gênero” que aconteceram no Equador foram marchas e protestos organizados pela sociedade civil. No entanto, detrás dessas mobilizações cidadãs estão movimentos apoiados pela Igreja Católica que têm usado um discurso baseado em elementos doutrinários para exigir a abolição das leis com uma perspectiva de gênero e a promoção pelo Estado dos direitos sexuais e reprodutivos. Este artigo analisa a forma como espaços considerados espirituais e religiosos permitem a politização de seus fiéis para impedir a promoção dos direitos das mulheres e da diversidade sexual.

Palavras-chave: Batalha espiritual; Mobilizações anti-género; Politização religiosa

Introducción

La participación de movimientos apoyados por la Iglesia católica en las movilizaciones anti derechos realizadas en Ecuador desde 2013 ha demostrado que esta iglesia ha logrado movilizar a sus fieles para impedir que leyes con enfoque de género sean aprobadas. La influencia de la Iglesia católica en estas movilizaciones ha sido evidente no solo por sus declaraciones en contra del aborto, sino porque ha utilizado sus espacios espirituales para motivar a sus fieles a participar en las movilizaciones. En todas las acciones realizadas se han hecho presentes miembros de movimientos eclesiales que, haciendo uso de sus derechos ciudadanos, se han manifestado en contra de los derechos sexuales y reproductivos y de las leyes con enfoque de género, y han presionado a las autoridades para que las veten o modifiquen. La presencia de creyentes que pertenecen a los movimientos eclesiales nos lleva a cuestionarnos: ¿cómo se movilizan los fieles católicos? ¿Por qué se movilizan en contra del género y los feminismos? ¿Tiene legitimidad su acción política?

Este artículo recoge parte de una investigación realizada para la maestría de género y desarrollo de Flacso en la cual se analiza la manera en que la doctrina de un movimiento eclesial -denominado Lazos de Amor Mariano (LAM)-, con fuerte presencia en Ecuador, moviliza a sus fieles bajo la noción de una “batalla espiritual”, la cual sirve como legitimación de las movilizaciones en contra de políticas públicas y leyes con enfoque de género. La batalla espiritual, además, permite convertir a las/os fieles en “soldados de Dios”, dispuestos a poner el cuerpo en marchas y plantones con el fin de frenar leyes que consideran les afectan como ciudadanos/as y como creyentes.

Contienda por los derechos sexuales y reproductivos en Ecuador

Las luchas en contra de la denominada “ideología de género” se hicieron visibles en Ecuador gracias a un grupo denominado “14 millones”, que realizó un plantón en mayo del 2013 para exigir la eliminación de los programas estatales que promovían el uso de anticonceptivos y la educación sexual para adolescentes.1 “14 millones” exigía eliminar la “ideología de género” del Estado y se atribuía la prerrogativa del cuidado y protección de las/os niñas/os y adolescentes, quienes a su criterio eran las/os principales afectadas/os por el reconocimiento de sus derechos sexuales y reproductivos.

Aunque la Iglesia católica no participó directamente en el plantón organizado por “14 millones”, quienes asistieron eran miembros de movimientos eclesiales que exigían al gobierno eliminar las políticas sobre sexualidad impulsadas por el Estado. A pesar de que el plantón contó con limitada participación y difusión,2 su discurso caló en el entonces presidente Rafael Correa, quien en 2014 desestimó la Estrategia Intersectorial de Prevención del Embarazo Adolescente (ENIPLA) por considerarla una política que promovía el hedonismo en las/os adolescentes. Ese mismo año, Correa nombró a Mónica Hernández (que pertenece al Opus Dei) como la nueva directora de la ENIPLA. Con el apoyo de Correa, Hernández se encargó de eliminar la ENIPLA e impulsar el Plan Familia como la política sexual del país. El Plan Familia promovido por Hernández cumplía con las demandas de “14 millones” de no intromisión del Estado en temas de sexualidad: además de limitar el acceso a la información y a métodos anticonceptivos a las/os adolescentes, promovía la abstinencia sexual como política de estado.

En 2017, Lenin Moreno asumió la presidencia del Ecuador. A su llegada al poder eliminó al Plan Familia, lo que constituyó un triunfo para movimientos feministas que habían demostrado su rechazo a las políticas instauradas por Correa. Sin embargo, desde que Moreno eliminó el Plan Familia el país no cuenta con una política sexual ni con programas que fomenten los derechos sexuales y reproductivos. A pesar de su falta de interés en la política sexual, Moreno manejó un discurso de rechazo a la violencia contra las mujeres e hizo públicas las cifras del caso para justificar la necesidad de generar una ley en contra de la violencia de género. Es así que envió su propuesta de ley a la Asamblea Nacional para su aprobación. La posibilidad de tener una ley en contra de la violencia de género, que además contenía artículos que amparaban a las mujeres trans, despertó una ola de cuestionamientos por parte de grupos conservadores y religiosos que consideraron esta ley como un “caballo de Troya” del cual después se desprenderían leyes a favor de la “ideología de género”.

Mientras las/os asambleístas debatían los artículos de la ley en contra de la violencia de género, al país llegó un movimiento anti derechos transnacional conocido como “Con mis hijos no te metas”. Este movimiento, que ya había tenido una fuerte presencia en Perú, llegó a Ecuador en el momento más álgido del debate. Bajo el discurso de protección a las/os niñas/niños y adolescentes de la “ideología de género” y con el reclamo del derecho de los padres sobre sus hijos (como si estos fueran de su propiedad), en octubre del 2017 se realizó una multitudinaria movilización en todo el país denominada como la caminata “por la vida y la familia”.3

A pesar de que esta movilización se presentó como una iniciativa de la sociedad civil, el apoyo y participación de las iglesias católica y evangélica fueron notables, no solo por las declaraciones de sus representantes en contra de la “ideología de género”, sino también porque convocaron a sus fieles a participar en esta movilización y a exigir al Estado el fin de la “ideología de género”. La intervención de las/os creyentes en la caminata “por la vida y la familia” fue notoria. Tanto las pancartas como los mensajes que se transmitieron en los días previos y durante la caminata hacían alusión a la importancia de la familia tradicional y a la “naturaleza” del hombre creada por dios. Algunas pancartas incluso hacían referencia a citas bíblicas, visibilizando la influencia religiosa en el rechazo a las políticas públicas con enfoque de género que se discutían en la Asamblea Nacional. La fuerza de esta movilización provocó que se modificara la ley. No solo se eliminaron los artículos que amparaban a las mujeres trans, sino que se modificó el título de la ley para que no apareciera la palabra género; de esta forma, se denominó como la “Ley para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres”.

El éxito de la caminata por la “vida y la familia” motivó que las movilizaciones antiderechos se hicieran más visibles. En 2018, la Corte Constitucional, a través de una sentencia, ratificó que las/os adolescentes desde los 12 años tienen derecho a decidir sobre su sexualidad, lo que despertó un sinnúmero de rechazos por parte de “Con mis hijos no te metas” y de grupos religiosos y conservadores que generaron un discurso en el cual reprobaban las acciones del Estado y ratificaban el derecho de los padres sobre sus hijos, y convocaron a una nueva movilización. Esta movilización contó con la presencia de varios movimientos católicos y evangélicos que nuevamente tomaron los espacios públicos para visibilizar su descontento.

A inicios de 2019, la Asamblea Nacional inició los debates de las reformas al Código Orgánico Integral Penal (COIP). Estas reformas contenían artículos relacionados con la despenalización del aborto en cinco causales: violación, incesto, estupro, inseminación no consentida y malformación letal del feto, lo cual despertó incontables reacciones por parte de sectores conservadores y religiosos que, mediante comunicados y declaraciones, manifestaron su intención de movilizarse para impedir la despenalización del aborto.

La Iglesia católica, en alianza con grupos evangélicos, movilizó a sus fieles y las/os invitó a manifestarse en contra de las reformas al COIP. Incluso el Arzobispo de Quito, en representación de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, manifestó su intención de iniciar acciones legales en contra de las/os asambleístas en caso de que se llegara a aprobar las reformas al COIP,4 lo cual generó gran cantidad de cuestionamientos por parte de movimientos y colectivos feministas que criticaron la intromisión de la Iglesia en la política del país.

Las movilizaciones en contra de la denominada “ideología de género” apoyadas por la Iglesia católica, y organizadas y representadas por sus fieles laicos/as, han puesto sobre la mesa la influencia que la Iglesia mantiene (o pretende mantener) en la política y el Estado, lo que reabre la discusión en torno a la secularización y la importancia de mantener la separación Iglesia/Estado, sobre todo para movimientos feministas y LGBTI que ven coartados sus derechos por la influencia y presión religiosa en las políticas de Estado.

Relaciones Iglesia/Estado: una perspectiva teórica

Con la llegada de la modernidad se produjo una ruptura con el orden religioso donde la idea de dios fue desplazada. Poco a poco, las nociones científicas se encargaron de dar explicación a los fenómenos sociales y naturales, lo que hizo que dios dejara de estar en el centro de la comprensión humana. Las ciencias sociales, como producto de la modernidad, se encargaron de legitimar la ruptura con el orden religioso mediante teorías de la secularización, las cuales establecen que el orden político debe estar separado del religioso (Vaggione, 2013). El pensamiento moderno relacionó la religión con nociones mágicas y premodernas, por lo que se consideró necesario dejar atrás la religión para alcanzar la modernidad y el desarrollo de los Estados (Panotto, 2017, p. 24). La secularización significó “un proceso de diferenciación y autonomía de consolidación del Estado y de un campo político emancipado de las tradiciones religiosas” (Vaggione, 2013, p. 9). De esta manera, la modernidad y el desarrollo de la ciencia implicarían la formación de Estados seculares en donde la política quedaría desligada de la religión.

Para separar a la Iglesia del Estado fue necesario privatizar la religión, es decir, supeditarla al ámbito privado. Así, se estableció que la religión pertenece a la esfera privada de la vida, lo cual deslegitima su influencia en la política. Gracias a la privatización de la religión fue posible construir Estados modernos seculares que dejaron de lado las creencias religiosas y se enfocaron en el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Bajo estas nociones, la religión pasó a ser vista como un limitante para alcanzar el desarrollo y fue desestimada por gran parte de las teorías sociales; sin embargo, las recientes movilizaciones encabezadas por grupos religiosos nos hacen notar que la religión, lejos de desaparecer, está presente en la vida cotidiana de los sujetos. Siguiendo a Joan Scott (2018), los Estados se fundaron sobre la base de los valores cristianos, por lo cual el Estado responde a valores religiosos a pesar de que estos no sean visibles en los Estados seculares. Por su parte, Victoria Camps (2014) establece que, a pesar de que la secularización se considera como la base de la política moderna, es un proceso inacabado en la medida en que los imaginarios sociales y las tradiciones están influidas por lo religioso.

Aunque la religión se considera un pensamiento premoderno, es importante indicar que se ha “contextualizado y pluralizado para atender a una diversidad de demandas socio-culturales a la luz del paso del tiempo” (Panotto, 2017, p. 24). Es decir, con el paso del tiempo la religión se ha ido modificando y adaptando a los entornos, cambios culturales, políticos, sociales y tecnológicos, y ha ofrecido una serie de respuestas ante las crisis mundiales. Esto nos lleva a pensar en la religión como una dimensión de la vida que otorga marcos de sentido sobre los cuales construimos el mundo. Pero ¿qué ocurre cuando estos marcos de sentido buscan limitar derechos a ciertos sectores de la población?

Según Nicolás Panotto (2015), la secularización favoreció a la Iglesia en la medida en que la convirtió en la rectora del espacio privado. Durante las crisis políticas y sociales del siglo XX, lo privado se configuró como un espacio de resguardo moral y afectivo, mientras que lo público fue relacionado con la crisis y la desestabilidad. Al privatizar la religión, la secularización permitió que la Iglesia se convirtiera en guía y rectora de lo privado, configurando discursos y verdades en torno a la familia, los valores, y la sexualidad. La secularización no implicó el fin de la religión, sino que permitió que la Iglesia se convirtiera en la institución encargada de normar lo privado, provocando una relación paradójica entre la Iglesia y la secularización, en donde la Iglesia se proclama como la defensora de la división público-privado para resguardar su poder en el ámbito privado. Panotto denomina esta paradoja como “purismo moralista” (2015).

Sin embargo, a mediados del siglo XX los movimientos feministas se encargaron de politizar lo privado bajo el lema de que “lo personal es político”. Las feministas buscaron desmontar la dicotomía público-privado, mostrando que la sexualidad, el aborto y la anticoncepción deben regirse mediante derechos que deben ser garantizados por el Estado. Gracias a la irrupción feminista, el Estado empezó a producir políticas públicas en torno a la sexualidad (Rodríguez, 2016), lo que permitió que se produjera un discurso público sobre derechos sexuales y reproductivos.

La politización de la sexualidad provocada por los movimientos feministas hizo que la Iglesia buscara recuperar la rectoría del espacio privado y generase una serie de discursos que tienen como finalidad remarcar la importancia de los valores (considerados como los que se aprenden solo en el espacio privado) y desprestigiar a los estudios de género y los feminismos. El “dualismo moralista” de la Iglesia se hace visible en las luchas en contra de la denominada “ideología de género” en la medida en que pone en evidencia la importancia de despolitizar la sexualidad y de que el Estado no intervenga en el ámbito privado.

Para Vaggione (2017), la politización de la sexualidad provocó la configuración de “ciudadanías religiosas” como una reacción a las ciudadanías sexuales. Esta noción ha sido trabajada por investigadoras de la religión (Beaman, 2016; Nyhagen, 2015) que analizan la relación que se entreteje entre las creencias religiosas y los valores cívicos, pero Vaggione ofrece un nuevo aporte al indicar que las “ciudadanías religiosas” desdibujan la división público-privado, convirtiendo a las y los creyentes en un ciudadanos/as que, con base en sus creencias, legitimarán su acción política en función de sus derechos ciudadanos.

El auge de los feminismos en América Latina y su irrupción en los Estados ha provocado una reacción en la Iglesia. Vaggione (2013, p. 24) denomina esta reacción como “politización reactiva”; consiste en una serie de mutaciones y desplazamientos discursivos para articular la política y la religión. Teniendo en cuenta que en los Estados seculares no se puede apelar a dios para legitimar argumentos y discursos, la Iglesia ha generado estrategias políticas para recuperar la rectoría del espacio privado y despolitizarlo. Recordemos que los Estados modernos se establecieron mediante la secularización; entonces, la Iglesia vio la necesidad de apelar al discurso secular (basado en la ciencia y la razón) para legitimar su acción y generar una suerte de “secularismo estratégico”, es decir, una “adaptación estratégica a nivel de las narrativas y las discursividades articuladas para defender una concepción tradicional y excluyente” de la familia y la sexualidad (Vaggione, 2012, p. 69). La Iglesia utiliza un discurso basado en la ciencia y el derecho que no alude a dios ni a ninguna creencia para legitimarse.

Si bien en su discurso la Iglesia no se refiere a la creación divina, alude a la naturaleza como algo inmutable (casi como dios) que no cambia y no responde a las construcciones sociales; es decir, para la Iglesia, los seres humanos “naturalmente” se dividen en hombres y mujeres y, por ende, la sexualidad “natural” es la heterosexual. Según Eric Fassin (2016), la Iglesia ha trasladado la figura de dios a la naturaleza para justificar su acción, ya que apelar a la naturaleza como algo fijo e inmutable permite legitimar el orden social de dominación masculina.

Este traspaso además ha permitido que la Iglesia legitime su discurso en contra del género, relacionándolo con la ideología. Bajo la noción de “ideología de género” la Iglesia ha deslegitimado los estudios de género y los feminismos (Viveros y Rodríguez, 2017) por considerarlos como una ideología, es decir, como algo no real ni concreto, sino resultado de lo subjetivo que no guarda relación con la ciencia (Bracke y Paternotte, 2016). Así, la “ideología de género” ha permitido que grupos religiosos y conservadores diversos -los cuales luchan en contra de los derechos y las políticas públicas con enfoque de género- se conviertan en aliados. La “ideología de género” se ha convertido en un “pegamento simbólico” (Bracke y Paternotte, 2016) que, además de reunir a grupos religiosos y conservadores heterogéneos, liga elementos como la anticoncepción, el aborto, la homosexualidad y los derechos sexuales y reproductivos, contribuyendo de esta manera a la politización religiosa que estratégicamente ha generado pánicos morales en torno a la “ideología de género” para movilizar a la población.

Las multitudinarias movilizaciones en contra de la “ideología de género” han hecho visible que la influencia de la religión en los Estados y en la vida pública continúan vigentes, dejando a un lado las predicciones de las teorías de la secularización que pronosticaban el fin de la religión. A pesar de que las acciones y movilizaciones en contra de las políticas públicas con enfoque de género y los derechos sexuales y reproductivos, que se han dado en Ecuador desde 2013, se han presentado como acciones ciudadanas convocadas por la sociedad civil, quienes participaron fueron en su mayoría creyentes católicas/os y evangélicas/os. Como se explicará más abajo, gran parte de los movimientos eclesiales considerados como movimientos meramente religiosos se politizaron e irrumpieron en el espacio público para exigir el fin de la denominada “ideología de género” y la no intervención del Estado en la vida privada de las familias. Podemos notar que existe una contienda en torno a la sexualidad y los derechos de las mujeres, en donde movimientos eclesiales como Lazos de Amor Mariano (LAM) se enfrentan a los feminismos en el espacio público con argumentos estratégicos basados en los derechos humanos y en la biología para deslegitimar la acción feminista.

¿De qué manera ha logrado politizarse la Iglesia?, ¿cómo ha legitimado su acción política y su arremetida en contra del género?, ¿cuáles son sus estrategias para irrumpir en el espacio público? Si bien estas preguntas demandan un largo trabajo de análisis, una posible respuesta reside en la manera en que la Iglesia ha logrado adaptar sus discursos a las coyunturas actuales (tanto políticas como sociales). Por esta razón es necesario contextualizar la relación que se ha ido entretejiendo entre los discursos eclesiásticos y los seculares, ya que ha permitido legitimar la acción política de la Iglesia y configurar una especie de movimiento religioso de base representado por los movimientos eclesiales, que están dispuestos a evitar que leyes contrarias a su fe sean respaldadas y sancionadas por el Estado.

Estrategias políticas de la Iglesia

Las guerras y las crisis económicas, políticas y sociales que se sucedieron durante el siglo XX provocaron una “crisis de fe” profunda en la población que fue debilitando el poder e influencia de la Iglesia. Si bien las “crisis de fe” no son un fenómeno nuevo, durante el siglo XX estuvieron influidas por el pensamiento secular, el auge de los movimientos sociales de izquierda (que se postulaban antirreligiosos) y el crecimiento de los movimientos feministas que cuestionaron el poder y la influencia que la Iglesia tenía en la política y los espacios públicos. Además, el auge de la Teología de la liberación en América Latina provocó una ruptura interna en la Iglesia, la cual agudizó la pérdida de su hegemonía. Era necesario saldar las rupturas internas y generar estrategias para recuperar el poder e influencia perdidos. Es así que en 1959 el Papa Juan XXIII convocó a celebrar el Concilio Vaticano II, que es considerado como uno de los más importantes de la Iglesia católica moderna debido a que buscó “modernizar la Iglesia” y crear nuevas formas de evangelización.

La secularización se había convertido en la base de la política moderna, lo que deslegitimó la intromisión de sacerdotes y clérigos ordenados en espacios públicos y en la política. Con el Vaticano II, la Iglesia católica utilizó estratégicamente los discursos seculares y otorgó un papel prioritario a las personas laicas, a quienes definió como “cristianos no ordenados y no consagrados que realizan su propia misión en la Iglesia y en el mundo” (Diccionario de Derecho Canónico: Lexicon Canonicum),5 estableciendo que les compete actuar en el mundo secular. Además, estableció que “la Iglesia misma y su misión de salvación tienen también una dimensión secular, puesto que se encuentra en el mundo y entre los hombres a los que se dirige el anuncio del evangelio” (Lexicon Canonicum). Es decir, la Iglesia se considera a sí misma como una institución secular y justifica de esta manera su influencia en la política y el espacio público.

Gracias a estas definiciones, los laicos6 se convirtieron en los nuevos mensajeros de la palabra de dios en el mundo de los hombres, lo que provocó el auge de los movimientos eclesiales. Si bien los movimientos eclesiales ya existían desde inicios del siglo XX, el Vaticano II contribuyó a que aparecieran “nuevos movimientos eclesiales” que constituyen nuevas formas de organización entre los laicos y la iglesia (Soneira, 2007). Para Ana Lourdes Suárez (2014) estos movimientos eclesiales constituyen una estructura y una organización nuevas dentro de la Iglesia, las cuales responden al periodo de “renovación” impulsado por el Vaticano II para adaptar la Iglesia al mundo moderno. Al tener un origen laico, los nuevos movimientos eclesiales no forman parte de la organización institucional de la Iglesia (pueden ser vistos como la base de la Iglesia), pero están sujetos a la supervisión y control del Vaticano, ya que necesitan de su aprobación para su creación y funcionamiento.

El protagonismo que la Iglesia dio a los laicos y a los nuevos movimientos eclesiales se tornó mucho más fuerte con el papado de Juan Pablo II, quien consideraba estos movimientos una respuesta de la Iglesia a las coyunturas que el mundo vivía (Mateo, 2016). Sin embargo, otorgarle protagonismo a los laicos, que sí tienen legitimidad de acción en el espacio público y la política, permitió que se desarrollaran nuevas formas de politización religiosa: estos movimientos de origen laico se convirtieron en activistas que utilizan sus derechos civiles para defender sus creencias religiosas.

Detrás de las movilizaciones en contra de la “ideología de género” existe un trabajo de organización y formación de fieles que, al ser laicos/as y gozar de derechos ciudadanos, se han hecho visibles en los espacios públicos y se han convertido incluso en una fuerza política capaz de frenar proyectos de ley y políticas públicas que otorgan derechos a las mujeres y a las diversidades sexuales. Lazos de Amor Mariano constituye un movimiento eclesial que ha participado en las distintas movilizaciones en contra de los derechos sexuales y reproductivos y el enfoque de género en las políticas públicas de Ecuador. Este movimiento, conformado por personas laicas, se ampara en el derecho a la resistencia y al reclamo de la sociedad civil para irrumpir en la política.

Mapeando a las y los actores

La investigación se realizó con un grupo eclesial denominado Lazos de Amor Mariano (LAM) que surgió en Colombia en 1999 y se ha esparcido por toda América Latina. Actualmente, LAM cuenta con tres grandes sedes distribuidas en la ciudad de Quito.7 Como yo sabía de antemano que LAM rechaza los feminismos y los estudios de género, decidí realizar un trabajo de campo semicubierto, que consiste en una “estrategia investigativa” en donde se oculta que se va realizar una investigación (Muñoz y Salinas, 2018, p. 6). Consciente de las críticas éticas al trabajo de campo semicubierto, decidí realizarlo porque la única forma de tener acceso a LAM era ocultando mi intención de investigar. Además, durante el trabajo de campo nunca mencioné que soy feminista y me dedico a los estudios de género, lo cual me permitió participar en todas las actividades que realizó LAM durante los cuatro meses que duró mi trabajo de campo (entre enero y abril del 2019). Conforme fui conviviendo con quienes forman parte de LAM, decidí realizar entrevistas a misioneras/os y fieles. Para realizar las entrevistas, me presenté como estudiante de ciencias sociales que estaba realizando una tesis sobre el activismo “pro vida” (nada muy alejado de la realidad). A pesar de que este trabajo de campo representó un desafió y generó innumerables críticas éticas, pude realizar observación participante, entrevistas y una serie de conversaciones con creyentes que pertenecen a LAM, lo cual me permitió conocer la organización, las actividades que realizan, sus relaciones con la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y ciertos sectores conservadores de Quito, sus discursos, formaciones, politización y nociones de vida de manera mucho más cercana.

LAM realiza distintas actividades enfocadas al crecimiento espiritual: retiros de conversión, clases de consagración, grupos de oración, misiones, voluntariados, apostolados, etcétera. Todas estas actividades tienen por objetivo formar y fortalecer a las/os “verdaderas/os católicas/os”, es decir, convertirlas/os en personas comprometidas con la Iglesia, que defienden su fe y viven de acuerdo a su doctrina. Estas/os “verdaderas/os católicas/os” siguen las pautas de vida que la Iglesia determina porque consideran que esta forma de vivir les permitirá alcanzar la trascendencia, la vida eterna y acercarse más a dios. Es importante indicar que para las/os misioneras/os que pertenecen a LAM hay una distinción entre ser “verdaderas/os católicas/os” y ser “católicas/os por tradición”. Un/a “católico/a por tradición” es aquel/la que no es practicante, que no asiste a misa, no conoce la doctrina de la Iglesia y por lo tanto no vive de acuerdo a sus preceptos; se le considera como “católica/o por tradición” porque ha heredado las tradiciones y valores católicos, mientras que un/a “verdadera/o católica/o” es aquel/la que vive conforme la doctrina de la Iglesia, cumpliendo con las obligaciones de un/a católica/o practicante.

Las actividades de formación de LAM tienen dos objetivos: enseñar los aspectos doctrinales establecidos en la Biblia y en las publicaciones oficiales del Vaticano, e interpelar a través de las emociones a quienes participan para que decidan convertirse en “verdaderas/os católicas/os”.

LAM combina las prácticas litúrgicas, de oración y dinámicas de conversión con clases y reflexiones sobre la doctrina, con el objetivo de hacer que las/os participantes se cuestionen sobre sí mismas/os y sobre sus vidas. Todo el tiempo se hacen comparaciones sobre la coherencia entre la vida y la doctrina; por ejemplo, si se enseña sobre los pecados capitales se pregunta cuántos pecados se cometió durante una semana, cuáles fueron las tentaciones y en qué fallaron. La reflexión sobre estas preguntas tiene por objetivo hacer que las/os creyentes interioricen la doctrina aprendida y la materialicen en sus vidas. Además, se narran mitos sobre la muerte, el día del juicio final, el cielo y el infierno que buscan despertar el temor en las/os creyentes. Con esto se pretende generar un quiebre emocional que es necesario para que las/os creyentes decidan transformarse a sí mismas/os y logren resignificar su vida en función del discurso de la Iglesia.

De esta manera, la doctrina que se aprende en LAM se convierte en el motor de acción de quienes forman parte de este movimiento eclesial. En función de la doctrina que aprenden, las/os creyentes van construyendo su identidad y otorgándole un horizonte de sentido al mundo que habitan. Lo interesante es que LAM ha logrado entretejer discursos doctrinales con discursos seculares, lo que le ha permitido influir en la política y presentarse como un movimiento de base religiosa.

La “batalla espiritual”

Durante una clase de consagración a la que asistí, uno de los misioneros afirmaba que en la actualidad nos enfrentamos a una “batalla espiritual”.8 En ese momento no logré comprender del todo la importancia que el misionero le daba a esta batalla; sin embargo, conforme iba pasando el tiempo y lograba entender más el discurso y la organización de LAM, la batalla espiritual cobraba una importancia central en el momento político en que Ecuador se encontraba, el cual tenía que ver con la posibilidad de despenalizar el aborto.

La “batalla espiritual” consiste en una batalla atemporal entre dios y el diablo que se ha librado desde el principio de la humanidad; esta batalla guarda una estrecha relación con las condiciones materiales de la vida, ya que se libra en el mundo que nos rodea y al mismo tiempo influye en la vida cotidiana, la cual, según este criterio, está siendo contaminada por el pecado.

En un video subido al canal de YouTube de LAM, un misionero explicaba:

En este momento hay una batalla que, aunque muy humana que parezca, es una batalla espiritual. Hay una batalla en la que estamos metidos todos aquí y hasta los que no vinieron, y es la batalla del reino de los cielos contra el reino de Satanás y en la mitad están por quienes combaten: la vida, la mujer y la familia. No es un combate meramente ideológico, no es un combate meramente de leyes, es un combate espiritual. Es el combate entre el reino de los cielos y el reino de las tinieblas y ahí estamos metidos nosotros.9

Me sorprendió constatar durante el trabajo de campo que estas palabras son reiteradas por las/os fieles de LAM, quienes se atribuyen la prerrogativa de luchar en la batalla espiritual para impedir que el diablo le gane a dios. Las declaraciones del misionero, citadas más arriba, tienen dos elementos importantes: en primer lugar, afirma que esta batalla está relacionada con las leyes y la ideología. Y, en segundo lugar, indica que en medio de la batalla espiritual se encuentran las mujeres, la vida y la familia, que son lo que alega defender. Esto nos lleva a cuestionarnos: ¿qué significa una batalla espiritual más allá del discurso religioso?, ¿por qué las mujeres, la vida y la familia están en el centro de esta batalla espiritual?

Para LAM “la vida del hombre en la tierra es una milicia, es decir, una batalla, un combate espiritual” (Lazos de Amor Mariano, 2018, p. 31) porque el mundo terrenal ofrece un sinnúmero de tentaciones y posibilidades de satisfacer los placeres que provocan que los seres humanos se alejen de dios. Desde esta perspectiva, se establece que los seres humanos tienen tres enemigos que los tientan constantemente: el mundo (aquello que nos rodea), el demonio (que representa la desobediencia) y la carne (la satisfacción de los placeres). Estos tres enemigos “seducen a los seres humanos en su vida diaria a través de los medios de comunicación, las leyes, los espacios de recreación, las amistades, entre otros” (Yépez, 2020, p. 118). Es decir, los espacios públicos se convierten en formas a través de las cuales los grandes enemigos de los seres humanos llaman a cometer pecados:

Ahora asistimos a una persecución solapada pero feroz, a una persecución moral que se da a través del lenguaje -chistes y burlas que ridiculizan lo sagrado, lo piadoso y lo moral-, de los medios de comunicación -que se encarnizan mostrando aquellas noticias escandalosas en que aparece involucrado un sacerdote o una religiosa-, de las leyes -que atentan contra la vida, la familia, el matrimonio, la libertad religiosa- […] una persecución que busca acorralar el cristianismo, que quiere sacar la fe del ámbito público y reducirla a lo privado (Lazos de Amor Mariano, 2018, p. 34).

Para LAM, la vida cristiana corre peligro porque tanto las leyes como los medios de comunicación se han encargado de generar críticas a la Iglesia. La batalla espiritual que se libra entre dios y el demonio, entonces, guarda relación con la persecución al cristianismo en la medida en que los/as cristianos/as son considerados/as como parte de las fuerzas del bien. Entonces, las/os fieles que pertenecen a LAM se consideran como víctimas del mundo actual, víctimas que intentan luchar contra la adversidad del mundo “desordenado” para evitar caer en el pecado.

Durante una conversación que mantuve con un misionero de LAM, él supo decirme que los misioneros se enfrentan constantemente a las tentaciones, “todos los días somos tentados por amigos, por la televisión, por la música... pero debemos resistir y entregarnos a dios” (Anotaciones diario de campo, febrero de 2019). Para este misionero, la batalla espiritual tiene que ver con una batalla personal para no dejarse tentar ni cometer pecados. Sin embargo, el mismo misionero después indicó que “es necesario realizar acciones para que el mundo no pierda la batalla espiritual y no quede a merced del demonio” (Anotaciones diario de campo, marzo de 2019). Este misionero piensa que las leyes y la manera en que el mundo se ha organizado (que da prioridad a los placeres, sobre todo sexuales) ha hecho que la vida y la relación con dios corran peligro.

El pensamiento del misionero coincide con el discurso oficial de LAM, el cual considera que el mundo en el que vivimos está desordenado porque se ha olvidado de dios y se ha enfocado en la satisfacción de los placeres, antes que en el cultivo espiritual. Para LAM, los seres humanos estamos divididos en facultades inferiores, que responden a las pasiones y deseos, y facultades superiores, que responden a la lógica, la razón y la voluntad. Los seres humanos tenían el perfecto equilibrio de estas facultades en el paraíso (es decir, mientras Adán vivía en el paraíso con Eva tenía pleno dominio de sus pasiones y el control de su voluntad) hasta que fueron expulsados y, como consecuencia de la desobediencia hacia dios, estas facultades se “desordenaron”. El “desorden” de las facultades superiores e inferiores llama a la necesidad de dominar las pasiones, controlar los deseos (por considerarlos inferiores) y cultivar la mente y el espíritu. Esta comprensión de los seres humanos nos hace entender que, para LAM, el ser humano, a pesar de ser emocional y pasional, debe negar estas emociones para lograr ganar el crecimiento espiritual.

Al hablar con un misionero sobre el “desorden” de las facultades humanas, supo decirme que este es consecuencia de las feministas y sus exigencias desligadas de la “naturaleza del hombre”. Para este misionero, las feministas, al exigir los derechos sexuales y reproductivos y el aborto, provocaron que los hombres se enfoquen en la satisfacción de sus deseos sexuales, convirtiendo a las relaciones sexuales en algo recreativo y desligándolas de responsabilidades “naturales”, como la procreación. LAM, en tanto movimiento mariano que cultiva los valores morales, debe enfrentarse a este “desorden” y proponer un mundo “ordenado” en donde la sexualidad nuevamente se relacione con la procreación y se logren controlar las pasiones y dominar las tentaciones.

La politización de la sexualidad propuesta por los feminismos y los movimientos de diversidades sexuales provocó una ruptura entre la sexualidad y la procreación (Vaggione, 2017). Al politizar la sexualidad, esta empezó a ser relacionada también con el placer. La planificación familiar se convirtió en una política pública que obligó a los Estados a entregar métodos anticonceptivos, haciendo que la sexualidad no necesariamente implique procreación. Para la Iglesia, las implicaciones de esta ruptura fueron tremendas, porque deslegitimaron los discursos sobre la moral sexual basados en los valores cristianos y desestabilizaron el poder de la Iglesia en el ámbito privado de la sexualidad.

Por su parte, Eric Fassin (2016) indica que la Iglesia entendió que tanto el género como la sexualidad pueden ocasionar un cambio en las formas de la organización social. Para una institución basada en la dominación masculina, cuyo poder reside en el control de la sexualidad, un cambio en los imaginarios podría resultar fatal. Es por esta razón que la Iglesia ha iniciado una guerra en contra de los feminismos y de los estudios de género, y los ha construido como sus “enemigos mortales” (Soneira, 2007). Así, los movimientos eclesiales como LAM se han convertido en los “soldados de dios” llamados a luchar en contra de estos “enemigos mortales” en la batalla espiritual.

Siguiendo esta línea, LAM relaciona a las mujeres, la sexualidad y las nociones de familia con la batalla espiritual porque considera que las mujeres y la familia son las principales afectadas por el “desorden” del mundo provocado por la “revolución sexual” de los feminismos, y por las leyes que favorecen este “desorden”. Así, la defensa de la vida desde la concepción constituye una de las formas más eficaces que han desarrollado para enfrentarse en la batalla espiritual.

José, un misionero de LAM, explica que:

Las relaciones sexuales tienen dos objetivos: el crear otra criatura, o sea, ser cocreador con dios y dar vida a una persona. O sea, porque es la relación sexual, no sé si los seres humanos no nos damos cuenta, pero la relación sexual es para crear otras personas, para fecundar y que realmente existan otras personas y para unir a la pareja (entrevista, 19 de marzo de 2019).

Al discutir el mismo tema con Miguel, otro misionero, dijo que “los genitales no son un órgano recreativo, por ejemplo, y eso tiene que ver con el pensamiento abortista, porque el pensamiento abortista va de la mano del anticoncepcionista, siempre van de la mano” (entrevista, 19 de marzo de 2019). Para José y Miguel, los órganos sexuales tienen un solo objetivo: la reproducción. La sexualidad sin reproducción se considera un “placer desordenado” que es fomentado por la anticoncepción.

Siguiendo esta línea, Cristina, una misionera de LAM y estudiante de medicina me explicaba:

O sea, ya desvincular la maternidad de las relaciones sexuales ya se ha convertido en algo muy común. Entonces la gente ya no te habla como que de relaciones sexuales dentro de una relación estable, duradera, dentro de un matrimonio. Sino de las “cuestiones recreativas”. Entonces uno dice ¿recreativo?, ¡ja! (entrevista, 25 de marzo de 2019).

Para estas/os misioneras/os las relaciones sexuales tienen un fin biológico: el de la procreación, que es considerado como “natural”, como el fin esperado de los seres humanos. Ellas/os piensan que al romper la relación entre sexualidad y procreación y producir un discurso sobre la sexualidad relacionada con el placer, se ha desatado el “desorden del mundo actual”, un desorden que es necesario combatir a través del activismo “pro vida”.

LAM utiliza sus espacios para promover la defensa de la vida desde la concepción. Dentro de los retiros, clases de consagración y redes sociales se destina un tiempo de formación sobre la “cultura de la muerte” y la “ideología de género”. Para LAM, la “cultura de la muerte” está formada por la “ideología de género”, la homosexualidad, el aborto, la anticoncepción, la eutanasia, y está incrustada en el Estado a través de leyes. Cada creyente que pertenece a LAM considera necesario luchar en contra de la “cultura de la muerte”, que reposa en las leyes estatales, para evitar perder la batalla espiritual. Es importante indicar que estas/os creyentes tienen la necesidad de participar en el activismo “pro vida” porque se sienten responsables del desorden del mundo si no buscan las maneras de frenarlo.

Los discursos sobre el inicio de la vida desde la concepción, el daño que los métodos anticonceptivos ocasionan a las mujeres, la relación entre amor y sexualidad, la importancia de los valores, el rechazo al aborto por considerarlo un asesinato, están basados en declaraciones e investigaciones elaboradas por médicos, genetistas y científicos creyentes que pertenecen a la escuela de la vida del Vaticano, y que generan un poder-saber que se incrusta en las/os creyentes. Estos discursos además utilizan estratégicamente un lenguaje de derechos que apela a la vida de quien “está por nacer” (feto), que posee derechos incluso antes de nacer, y olvida la vida de la mujer que está gestando.

La defensa de la vida constituye una de las formas más eficaces que se han desarrollado para enfrentar la batalla espiritual. A partir del activismo “pro vida” se movilizan las/os fieles en contra de aquello que consideran como negativo para la vida, para el bien y para dios. La batalla espiritual se convierte en la estrategia perfecta que permite ligar lo terrenal (leyes, costumbres, horizontes de sentido) con lo divino (dios y el bien). A través de la batalla espiritual, las/os misioneras/os se han movilizado y formado para poner el cuerpo y convertirse en el “ejército de dios” que está listo para enfrentarse a sus enemigos: los feminismos y los movimientos de las diversidades sexuales, y ganar el Estado.

Conclusiones

Las/os que creyentes que forman parte de LAM han ligado la batalla espiritual con las luchas en contra del género, en la medida en que han atribuido al género y los feminismos la función de representar al diablo en la tierra. Así, tanto los estudios de género como los feminismos que apelan por los derechos de las mujeres y diversidades sexuales son considerados culpables del “desorden” y los males del mundo. Relacionar la figura de satanás con las feministas y sus demandas les ha permitido trasladar una batalla meramente espiritual al ámbito político. Para las/os creyentes, la promoción de los derechos a las mujeres y diversidades sexuales no solo significa un cambio de orden normativo, sino que implica la posibilidad de un cambio de orden moral mundial que desencadenaría un mundo apocalíptico alejado de dios.

Por otro lado, la noción de “batalla espiritual” justifica espiritualmente la participación de las/os creyentes en las movilizaciones antigénero. Las/os fieles participan porque su fe les lleva a convencerse de que es necesario luchar por dios e impedir que el demonio le gane la batalla a dios. Sin embargo, el deseo de luchar en nombre de dios en la batalla espiritual se adquiere únicamente convirtiéndose en un/a “verdadero/a católico/a” mediante un largo proceso de formación y participación activa en LAM. Solo los/as “verdaderos/as católicos/as” se convierten en “soldados de dios” listos y dispuestos a batallar en su nombre. Es por esta razón que la batalla espiritual constituye una estrategia muy bien lograda por parte de LAM en la que se liga lo terrenal con lo divino y se apela a las/os creyentes a manifestarse, pensando siempre en el orden divino y en los deseos de dios.

Las movilizaciones en contra de las leyes que promueven los derechos sexuales y reproductivos dejan en claro que la sexualidad es un campo en disputa entre los movimientos feministas y los denominados movimientos “pro vida”, los cuales buscan que la regulación de la sexualidad deje de pertenecer al ámbito público y retorne al espacio privado de dominio eclesial. Si bien estas movilizaciones han visibilizado el carácter conservador y patriarcal de gran parte de las/os fieles, también han puesto sobre la mesa las discusiones en torno al fracaso de las teorías de la secularización, ya que lejos de desaparecer, la religión ha logrado adaptarse al mundo actual y a sus coyunturas, generando nuevas formas de acción tanto política como social. Mi convivencia con fieles que pertenecen a LAM me permitió comprender que para gran parte de la población las creencias constituyen una dimensión importante en sus vidas, ya que los marcos de sentido desde los cuales perciben el mundo están basados en sus sistemas de creencias, por lo que constituye un error pensar que podemos separar la fe de las formas de organización social.

La configuración de las ciudadanías religiosas nos abre una nueva discusión sobre la influencia de las creencias y la fe en los imaginarios sociales. Ya no se trata de rechazar y deslegitimar los discursos religiosos, porque, desde la perspectiva de los/as creyentes, promover un discurso que rechaza la fe constituye una afrenta y los/as motiva a incursionar mucho más en el espacio público. El reto que tenemos implica develar el carácter patriarcal y anti derechos del discurso oficial del Vaticano sin negar o desestimar la fe de las/os creyentes, y buscar las formas de dar respuesta a estos imaginarios basados en lo divino para lograr la promoción de los derechos de las mujeres y las diversidades sexuales. No se trata de rechazar la religión, ya que esta constituye una dimensión de la vida que no puede ser minimizaba ni eliminada. Siguiendo a Nicolás Panotto (2017), una posible respuesta radica en deshomegeneizar la religión, es decir, en encargarnos de visibilizar otros pensamientos religiosos, que son más críticos y promueven los derechos de todas/os. Tal vez al mostrar que el discurso religioso no responde únicamente al Vaticano, sea posible dar una respuesta contundente para frenar las acciones en contra de los feminismos y los estudios de género.

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1En 2011, en Ecuador se lleva a cabo la Estrategia Intersectorial de Prevención del Embarazo Adolescente y Planificación Familiar (ENIPLA), que incluye clases de educación sexual y acceso libre a métodos anticonceptivos a adolescentes sin el consentimiento de sus padres.

2Medios de comunicación afirmaron que este plantón no logró convocar a una gran cantidad de personas. El telégrafo, 20 de mayo de 2013. Disponible en https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/sociedad/6/marcha-de-14-millones-no-sumo-ni-mil-personas

3Las redes sociales oficiales de los organizadores de esta marcha indican que asistieron cerca de un millón de personas.

5El Lexicon Canonicum está disponible en http://www.lexicon-canonicum.org/indice-alfabetico/

6Se utiliza laico en masculino genérico debido a que es una definición del Vaticano.

7Durante 2019 abrió nuevas sedes en los Valles y barrios del sur de Quito.

8La “batalla espiritual” es una noción que surgió durante de la década de 1980 en las iglesias evangélicas. Implica reconocer que existe una batalla entre el bien y el mal en la tierra (Wynarczyk, 1995). Esta noción, tan utilizada por las comunidades evangélicas, se ha desplazado al campo católico. Actualmente es utilizada también por grupos católicos como LAM.

9Lazos de Amor Mariano, 7 de diciembre del 2015. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=Dwc-C5LCixA

Recibido: 14 de Noviembre de 2019; Aprobado: 29 de Mayo de 2020; Publicado: 15 de Diciembre de 2020

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