Hace unos meses nos preguntábamos cuál sería la afrenta y cuáles las consecuencias negativas para el Sistema Nacional de Salud derivadas de la pandemia por enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19), ahora sabemos la respuesta: cualquier estimación y proyección se quedaron cortas.

En la actualidad, se han contabilizado más de 130,000 muertes y se detectó un exceso en la mortalidad que a la fecha sigue sin ser cuantificado con exactitud, pero que en julio de 2020 alcanzaba ya un 38%, con alrededor de 218,000 muertes por encima de las esperadas. Sin duda, un número importante de dichas muertes se asociarán directamente a la pandemia, muertes por COVID-19 no registradas, y otras de forma indirecta debido, primordialmente, a las enfermedades cronicodegenerativas, cardiovasculares y cáncer que no fueron atendidas y, desafortunadamente, progresaron hacia la muerte.

Además, aún no hemos podido determinar cuál ha sido el impacto en el retraso en el diagnóstico y tratamiento de estas enfermedades cronicodegenerativas en términos de atención a la salud de casos más severos y complicados; hoy por hoy, no se han observado las repercusiones económicas directas e indirectas al presupuesto en salud del año 2020 y del 2021, y tampoco hemos valuado la merma al gasto de bolsillo de las y los pacientes por estas entidades, COVID-19 y cronicodegenerativas, en especial, cáncer: el impacto en la salud ha sido catastrófico.

A esta catástrofe hay que añadir los efectos de la pandemia en la economía nacional, con la pérdida promedio de 8.3 puntos porcentuales en el producto interno bruto en el 2020¹ y afectación directa de los índices de desempleo, pobreza, orfandad² y violencia³,⁴, problemas ya de por sí crecientes desde hace bastante tiempo en nuestro país.

De esta forma, para el año 2021 salud y economía nos imponen el mayor reto en nuestra historia moderna.

En cuanto al empleo, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía reporta una caída del 1.7, 18.7 y 8.6% para los tres primeros trimestres del año pasado⁵. En febrero de 2020, cuando la pandemia estaba por comenzar en nuestro país, el Instituto Mexicano del Seguro Social reportó un total de 17,653,202 trabajadores permanentes y 2,960,334 de eventuales⁶, de los cuales habrá que disminuir el porcentaje estimado. Actualmente, esta pérdida alcanza los 647,710⁷ empleos perdidos (a diciembre de 2020), y alrededor del mismo número de familias han visto disminuir sus ingresos por empleo.

Lo anterior confirma que se generan las condiciones propicias para el incremento de violencia asociado a pobreza, desempleo y orfandad. Todos ellos, decenas de miles de adultos y niños afectados directamente por la COVID-19, y el resto de la población afectada indirectamente, lucharán en una sindemia, es decir, una situación en la que diversas epidemias coexisten en un mismo tiempo y espacio y se potencian mutuamente. En el caso de México: violencia y pobreza asociadas a la pandemia por coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2), más la epidemia de enfermedades cronicodegenerativas (como el cáncer), así como el impacto económico que, desde luego, también generará una mortalidad indirecta aún no estimada.

En estos últimos meses, en México y en todo el mundo, los pacientes oncológicos han sufrido retrasos en su diagnóstico, tratamiento y rehabilitación⁸,⁹ debido a la saturación del sistema de salud por la COVID-19, confinamiento domiciliario indicado y/o voluntario, y desabasto mundial y nacional de medicamentos oncológicos, entre otros factores.

Este 2021 representa un reto sin precedentes en términos de carga asistencial, económica, investigación y académica, oncológicas. Previo a la situación actual solo ocho neoplasias en adultos se veían beneficiadas por el gasto en salud asignado al Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos del Sistema Nacional de Protección en Salud, conocido como «Seguro Popular»; ahora el portafolio se ha ampliado a todas las neoplasias, incluyendo algunos tratamientos de alto costo como inmunoterapia y terapias blanco (p. ej., de pulmón y melanoma, no incluidos anteriormente).

Ahora la asistencia oncológica debe observarse desde la gratuidad universal, ¿cómo garantizar que se lleve a cabo de manera eficaz y eficiente? Datos del presupuesto 2021 no contemplan el creciente número de casos de cáncer avanzado debido a la pandemia, así como tampoco el programa nacional de vacunación para otorgar la mayor cobertura de inmunidad ante el SARS-CoV-2 a nivel país.

Cabe precisar que ahora el paciente oncológico no tendrá que desembolsar de su presupuesto (gasto de bolsillo) los recursos necesarios para poder ser atendido y beneficiado con los tratamientos actuales, esto al menos de forma teórica, esperemos que pueda continuar de esta forma. En la Sociedad Mexicana de Oncología (SMeO) entendemos la limitante de esta ampliación de oferta ante la restringida asignación de recursos, por lo cual como asociados deberemos poner atención a la calidad de los servicios y a la disponibilidad de estos, pero también desde la perspectiva de prescriptores tratando de incrementar el uso responsable de los recursos para hacerlos mas eficientes.

En el ámbito de la investigación, el enfoque deberá versar sobre el impacto y consecuencias de la COVID-19 en cáncer, es decir, ¿cómo se relacionan esta entidad y el SARS-CoV-2 con el índice de mortalidad en el total de la población? Los grupos cooperativos en investigación de la SMeO tendrán la oportunidad de generar la información necesaria. Así, este año podremos tener los resultados de la primera investigación nacional con información de más de un centenar de centros hospitalarios e investigadores.

En la parte académica, la SMeO está lista, impulsando las sesiones académicas necesarias para la adecuada interacción de sus miembros, así como difundiendo el conocimiento oncológico y de la pandemia necesarios para el buen actuar de sus asociados.

Este 2021, año de la coexistencia de varias problemáticas de salud y económicas (sindemia), confronta todas nuestras capacidades de resiliencia para salir adelante. Hay caminos que llevan a un adecuado final de esta época complicada, ninguno fácil ni corto y en todos ellos, los esfuerzos de la sociedad civil, el gobierno y la iniciativa privada coadyuvarán a tener un escenario propicio para la recuperación del país.

Ahí están los diversos retos a la oncología nacional. Ahora nos toca continuar luchando con mayor perseverancia, desde la individualidad y en conjunto con el apoyo irrestricto de la SMeO, para su resolución.

Héctor Martínez-Saíd

Presidente de la Sociedad Mexicana de Oncología