Siempre he considerado una curiosidad recibir el amigable saludo de algún colega durante los congresos médicos, y al identificarme como procedente de la península de Yucatán, le salga de improviso la pregunta: ¿Cómo está la Hermana República de Yucatán?

Aprovecho la oportunidad que me brinda disertar con ustedes la tarde de hoy, para hacer un somero análisis de esta característica única en el país, que es la de haber nacido nuestra entidad yucateca de manera independiente.

En efecto, la llamada Independencia de Yucatán proviene de que nuestro estado fue en origen una Capitanía Virreinal derivada de la colonización y fundación del estado por el Capitán, Francisco de Montejo el Adelantado, seguido por su hijo Francisco de Montejo el Mozo y sobrino homónimo, en esta Capitanía de Yucatán, el Virrey de la Nueva España podía nombrar una autoridad civil o militar de manera interina, pero la titularidad definitiva de dicho nombramiento solo la otorgaba el rey de España, ya que su carácter de Capitanía, le otorgaba independencia de península, en la época colonial a la que nos referimos.

Por tanto la Independencia de la Capitanía Yucateca se consuma de manera simultánea en las mismas fechas en que se logra la Independencia de la Nueva España, en 1821, después de once años de lucha, que inicia con el Grito de Dolores y finaliza con los Tratados de Córdova y la entrada del Ejercito Trigarante a la ciudad de México encabezada por la alianza de Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero. La anexión de la Capitanía de Yucatán a la estructura gobernante de la Nueva España se hace en 1823 con el acuerdo mutuo de aceptar y mantener un gobierno de carácter federalista. Este acuerdo relacionado con el tipo de gobierno nunca fue completamente respetado por los gobiernos de la Nueva España, pero la concordia y la negociación permanente se mantuvo durante unos pocos años. Las primeras inconformidades serias se presentaron cuando se inicia la guerra entre el gobierno mexicano y el estado de Texas en 1836 y la necesidad de mantener y crecer los activos de las tropas en los diferentes frentes requirió́ de una leva no declarada escondida en una proclama gobiernista. Las inconformidades yucatecas llegaron al extremo pues los combatientes elegidos en forma de sorteo solo podían provenir de blancos, mestizos y criollos ya que los mayas indígenas eran inelegibles para activos de tropa. La sociedad se inconformó al percibir que los hombres de lucha provenían solamente del sector constituido por criollos y mestizos, poseedora de los mayores activos económicos de la península.

Se generaron sendas proclamas en las ciudades de Mérida y Valladolid “por la necesidad de cancelar la deportación de los hijos de esta península para sostener en países insanos una guerra ruinosa para la República”. Mérida se pronunció el 18 de febrero de 1840 bajo la dirección de los caudillos de Mérida y Valladolid, Juan de Dios Cosgaya y Santiago Imán respectivamente. El presidente de la República Centralista de la Nueva España era, en una de sus múltiples y fracasadas actividades el General de División Antonio López de Santa Anna. Existían divergencias entre la ruptura definitiva y la condicionada. Finalmente prevaleció́ esta última. La Comisión correspondiente dictaminó las siguientes bases:

Las circunstancias cambiaron en 1846, año en que se inicia en la península una sublevación indígena, derivada de las condiciones laborables cercanas a la esclavitud en que eran sojuzgados los indígenas por una oligocracia económicamente poderosa, décadas después nominada por el Gral. Salvador Alvarado como la “casta divina”. Este conflicto fratricida entre los “blancos “mestizos y criollos y la mayoría indígena es conocido como la “Guerra de Castas” y puso a los criollos y blancos en situación cercana a la extinción y que coincidió́ con el conflicto armado internacional de 1846-1848 entre México y los Estados Unidos.

La neutralidad indispensable de la península yucateca con respecto a esta guerra, puso las bases para que en la ciudad de Mérida se conociera acerca del evento de la inhalación del éter en octubre de 1846 por William Morton en la ciudad de Boston en los Estados Unidos ⁽¹⁾, y su aplicación en esta ciudad de Mérida el 20 de junio de 1847 y que sería la primera anestesia inhalatoria aplicada en la república mexicana ⁽³⁾. La magnitud en crueldad e intensidad en esta Guerra de Castas, condujo a las negociaciones entre México y la Península de Yucatán, cuya re-anexión se hizo ya definitiva en 1848.