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Zincografía

On-line version ISSN 2448-8437

Zincografía vol.7 n.13 Guadalajara Apr. 2023  Epub Aug 04, 2023

https://doi.org/10.32870/zcr.v7i13.198 

Comunicación

La presencia de la mujer en el fenómeno lowrider

The presence of women in the lowrider phenomenon

1Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Ciudad Juárez, Chihuahua, México ajomirna2018@gmail.com


Resumen

En la frontera entre Ciudad Juárez, Chihuahua, y El Paso, Texas, se daba una relación muy particular entre individuos y objetos modificados conocida como lowrider, la cual se remonta aproximadamente a 1930, aunque entonces se daba de manera artesanal. Se trata de la tradición de transformar mecánica, hidráulica, estructura, tapicería y estética de los automóviles, aunque respetando sus partes originales. Los lowriders pertenecen a la comunidad chicana y comparten la pasión por este tipo de vehículos, de ahí que organicen celebraciones entre clubes de autos para exhibirlos ya transformados. Los varones superan en cantidad a las mujeres lowrider, quienes han estado presentes desde el inicio de esta tradición, e incluso, a mediados de los años setenta, comenzaron sus propios clubes independientes. En un ejercicio de corte etnográfico y de observación participante se recogieron testimonios de algunas lowriders, quienes participan de forma activa en los distintos procesos de transformación, desde la ventilación y el tapizado hasta el proceso de diseño y pintura, quienes expresaron su deseo de reconocimiento individual y de género al ser parte importante de este estilo de vida. Este ejercicio académico permitió descubrir que la presencia de las mujeres ha sido un pilar en esta actividad, y que buscan un lugar propio en el mundo lowrider.

Palabras clave: mujeres; lowrider; estilo de vida; objeto transformado; nostalgia

Abstract

On the border between Ciudad Juárez, Chihuahua, and El Paso, Texas, there was a very particular relationship between individuals and modified objects known as lowrider, which dates back to approximately 1930, although then it was produced by hand. It is about the tradition of transforming mechanics, hydraulics, structure, upholstery and aesthetics of automobiles, while respecting their original parts. Lowriders belong to the Chicano community and share a passion for this type of vehicle, which is why they organize celebrations between car clubs to exhibit them already transformed. Men outnumber women lowriders, who have been around since the start of this tradition, even starting their own independent clubs in the mid-1970s. In an ethnographic and participant observation exercise, testimonials were collected from some lowriders, who actively participate in the different transformation processes, from ventilation and upholstery to the design and painting process, who expressed their desire for individual recognition and gender as it is an important part of this lifestyle. This academic exercise allowed us to discover that the presence of women has been a pillar in this activity, and that they are looking for their own place in the lowrider world.

Keywords: women; lowrider; lifestyle; transformed object; nostalgia

Introducción

La tradición de transformar objetos como automóviles se conoce como lowrider, aunque en el transcurrir de los años se han sumado a esa modificación bicicletas y motocicletas. El gusto por este tipo de objetos surge en los años treinta del siglo XX con el asentamiento de la comunidad chicana (migrantes mexicanos) en California. Varios testimonios ubican el génesis de este pasatiempo en Ciudad Juárez por las mismas fechas, aunque de manera artesanal, pues se bajaba la altura de los automóviles con sacos de arena; siendo hasta la década de los años cincuenta, en California, cuando los vehículos se modificaron al incorporarles la tecnología hidráulica en el contexto de la Segunda Guerra Mundial.

El lowrider es común en las fronteras de Tijuana; Baja California; San Diego, California; Ciudad Juárez, Chihuahua, y El Paso, Texas. Es una práctica que se ha esparcido hacia otros estados tanto de la Unión Americana como de la República Mexicana, así como en otros países.

Los autos que entran dentro de esta tradición son del año 1990 hacia décadas anteriores, en especial de la marca Chevrolet, con el modelo Impala como uno de los favoritos. Desde las primeras modificaciones artesanales, en una actividad conocida como “tumbar” el auto, grupos como los “pachucos” han estado involucrados en el ejercicio de esta tradición rodante. Posteriormente, en el contexto de los derechos civiles, se atribuyó a un grupo de jóvenes transgresores chicanos denominados “cholos”, quienes hicieron transfronterizo el gusto por estos autos (véase figura 1).

Fuente:Garrett, 2015.

Figura 1. Lowriders en Japón. 

Finalmente, los lowriders son un grupo de chicanos que comparten raíces con los pachucos y con los cholos. Y, aunque la popularidad de esta cultura se asentó como parte de una tradición chicana en la década de los años cincuenta, hoy en día continúa con aceptación y se ha esparcido hacia otras partes del mundo.

Un lowrider puede ser un objeto/vehículo transformado, así como el propietario de éste. La transformación de los automóviles en esta cultura se da desde la parte mecánica, la estética, la hidráulica, así como la estructural y la tapicería. La ornamentación y el colorido de los objetos transformados de este tipo, así como la simbología, refieren a una cultura e identidad específica, estudiada por Valenzuela Arce (1988, 2014) y Del Monte Madrigal (2012, 2014), entre otros.

Para algunos, estos objetos son considerados como “canvas” o lienzos de arte, o como “arte rasquache”, según lo indicado por Ybarra-Frausto (1989). Para los que se asumen como lowriders esta actividad es una tradición en la que pueden vaciar su filosofía, cultura, gustos específicos, así como sus testimonios personales. El lowrider es considerado un estilo de vida, que se celebra a través de exhibiciones/exhibit, paseos/cruising y desfiles/parades (véase figura 2).

Fuente:Kisselpaso, 2022.

Figura 2. Celebración “Lincoln park day”, 18 de septiembre de 2022. 

Las mujeres chicanas han sido parte de esta tradición rodante desde su inicio, aunque en un porcentaje pequeño, comparado con los hombres. En el devenir de la historia del lowrider, sólo se les consideraba como compañeras de los varones en lo que respecta a esta tradición, ya que muy pocas de ellas eran conductoras o propietarias de vehículos.

Sin embargo, al asumirse en los roles femeninos como pachucas y/o cholas, tuvieron que cargar también con los estereotipos negativos. Las mujeres chicanas lowriders han tenido que construirse con dignidad y orgullo, tomando elementos de riqueza cultural e identitaria de su misma comunidad y fortaleciéndolos con las experiencias del lowrider y su estilo de vida, ya sea como protagonistas, acompañantes, esposas, amigas, miembros de la familia o espectadoras.

El propósito de esta investigación es evidenciar que las mujeres lowrider son un pilar importante en la tradición rodante, ya que su participación activa en esta tradición, así como los elementos visuales propios de su identidad cultural, tienen que ver con una manifestación estética y material que avalan su presencia en un mundo considerado para varones y vehículos transformados.

El lowrider y la academia

El fenómeno lowrider ha sido de interés académico, sobre todo en el área de las ciencias sociales. Tatum (2011) lo menciona como un fenómeno cultural, político y social en la cultura chicana; Plascencia (1983) indica que se trata de un fenómeno social desde un contexto histórico y Del Monte Madrigal (2012, 2014) lo considera parte de la cultura urbana actual, lo nombra fenómeno transfronterizo y menciona que sus simpatizantes acuden al concepto de nostalgia, ya que sus orígenes se dan en la década de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Por su parte, López y Reyes (2017) agregan que las bases del lowrider se encuentran en los años cincuenta con la organización de los primeros clubes en California, y reflexionan sobre el inicio y la actualidad del pasatiempo, nombrándolo fenómeno internacional.

Por otro lado, se encontró que la mujer lowrider fue mencionada por López y Reyes (2017), quienes hablan de los primeros clubes lowrider femeninos, en San Diego, California; y también por otros autores en algunos reportajes periodísticos que mencionan la participación de las mujeres en exhibiciones o desfiles; sin embargo, son pocos los que hablan del protagonismo o empoderamiento lowrider; entre ellos destaca Licón (2017), quien describe los estereotipos negativos contra los pachucos y cholos (mujeres incluidas) desde la persecución racial en los años cuarenta, y López (2019), quien entrevista a mujeres lowriders y teje sus historias para hablar sobre el empoderamiento. Por ello, para interés de este trabajo se abordaron conceptos sobre empoderamiento chicano femenino (Anzaldúa, 1999), sobre postura política y herencia mestiza (Cacheux, 2003), acerca de resistencia y distanciamiento de los patrones patriarcales (Trinidad, 2014) y sobre identidad chicana (Rodríguez, 2001).

Por otra parte, la disciplina del diseño estudia la relación entre individuo y objeto. En este caso, el automóvil como objeto ha sido estudiado desde McLuhan (1996) como extensión del individuo hasta Norman (2012), quien lo analiza desde el diseño emocional, no tanto porque al crearse el objeto tenga valor, sino porque la relación emocional es transferida del individuo hacia el objeto, adhiriéndole valores sentimentales, identitarios y culturales. En ese sentido, la comunidad valora al objeto desde la nostalgia, no por el deseo de posesión del mismo, si no por la reapropiación y personalización que sufre sin que pierda su objetivo principal: el ser un medio de transporte. Por su parte, Bürdek (2002) habla de la percepción del individuo hacia los objetos y sus funciones, que tienen que ver con símbolos comunicantes, los cuales están presentes en la estética visual de los lowriders. Además, está la transferencia que hace el individuo lowrider al plasmarse en sí mismo esos elementos identitarios en un acto de auto apropiación nostálgica, emocional y simbólica.

Por ello, los testimonios de mujeres chicanas en el lowrider son importantes, pues su experiencia y participación activa les ha facilitado ganarse un lugar en una actividad considerada masculina y que, a pesar del incipiente reconocimiento público, les ha permitido empoderarse, visibilizando elementos de identidad, cultura y nostalgia presentes en la manifestación visual, material y estética de la que forman parte, lo cual podría ser un ejemplo para otras mujeres que estén interesadas en ese estilo de vida y que se han frenado pensando en que se trata de una actividad sólo para hombres.

Chicanos y lowriders

Como se mencionó anteriormente, el lowrider es una manifestación identitaria. Los que simpatizan con este tipo de autos -conocidos como lowriders, carritos cholos, ranflas y pachuco car, entre otros nombres- pueden afiliarse a clubes de carros o actuar de manera independiente.

Una de las características de estos vehículos es que se conducen lento y casi hasta el piso, a lo que se le llama low and slow. Del Monte Madrigal (2012) menciona que: “Antes de ser denominado ‘lowrider’ el carro ‘bajito’ era conocido como Low and Slow o ‘Pachuco car’” (p. 20).

Los orígenes de este pasatiempo se encuentran en la cultura chicana, conformada por mexicoamericanos, descendientes actuales de los primeros trabajadores migrantes mexicanos que se asentaron en California, Estados Unidos, en la década de los años treinta del siglo XX. Posteriormente, realizaron un recorrido transfronterizo alrededor de los años setenta, instalándose en ambos lados de la frontera, hasta llegar a hoy en día en que, sin importar el lugar de residencia, existe un auto reconocimiento individual de los chicanos, es decir, han adoptado un estilo identitario.

La participación de las mujeres en esta actividad ha crecido considerablemente (véase figura 3). Al respecto, el líder de la asociación de lowriders menciona que: “son contadas las mujeres […] involucradas directamente con los autos, […] hay otras mujeres […] esposas, […] hijas, que están orgullosas y ayudan y son parte […] antes uno pensaba que [lowriding] era cosa de los muchachos que se juntaban con los carros y no…” (H. González, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022).

Fuente: Registro fotográfico personal, 2022.

Figura 3. Pachucos y cholos. 

La comunidad chicana reconoce tres arquetipos identitarios: los pachucos, los cholos y los lowriders. Los pachucos se encontraban en la frontera de Ciudad Juárez, Chihuahua, y en el Paso, Texas, y modificaban los autos de manera artesanal al colocar sacos de arena para bajarlos de altura, esto como una forma de identidad grupal. Posteriormente, ya como migrantes alrededor de la Segunda Guerra Mundial, la transformación la realizaban implementando la tecnología hidráulica para “tumbarlos”.

Respecto a la identidad, los “‘Pachucos’ [fueron las] […] primeras expresiones culturales de los mexicanos en Estados Unidos […] impulsada por jóvenes que cruzaban al país norteamericano desde Ciudad Juárez, Chihuahua y que sirvió para denominar un estilo de ser y vestir de […] mexicanos en el […] extranjero” (Hernández, 2022, párr. 3). Como una consecuencia cronológica, los cholos posteriormente agregaron murales sobre testimonios de su vida en los autos transformados, e hicieron transfronteriza esta actividad. “[…] los cholos aparecen en el ámbito cotidiano transfronterizo retomando códigos […] como recurso de resistencia social por el pachuco y una simbología popular-mexicana, reapropiada […] en el movimiento de resistencia político-cultural durante el movimiento chicano […] en Estados Unidos” (Valenzuela Arce, Nateras Domínguez y Reguillo Cruz, 2007, p. 16).

Transformar autos en el lowrider se considera un pasatiempo que tiene que ver con la identidad chicana. Los individuos que lo llevan a cabo pueden considerarse cholos o no, pero reconocen al pachuco como una figura emblemática y nostálgica. También existe la versión femenina de estos tres arquetipos: “The Mexican American woman zoot suiter, or pachuca, […] she donned the same style of zoot suit that her male counterparts wore” [La mujer México americana zoot suiter, o Pachuca […] adoptó el mismo estilo que sus contrapartes masculinas] (Ramírez, 2009, p. 62, traducción propia). El logo de identificación del lowrider es la fusión de ambos arquetipos: el cholo y el pachuco (véase figura 4). Destaca que los clubes mixtos incluyen ambos logos en su manta.

Fuente: Registro fotográfico personal, 2023

Figura 4. Club de autos mixto. 

Expresión de la identidad lowrider

La manifestación estética y visual lowrider se representa sobre todo en un auto modificado especialmente en los espacios públicos. Los elementos visuales e identitarios se plasman como murales en los vehículos por medio de iconografías religiosas (véase figura 5), patrióticas y prehispánicas, entre muchas más. “También fue común ver […] manejando sus “ranflas” low rider (autos modificados para bajarlos lo más posible al nivel del pavimento), adorando a la “jefita” (Virgen de Guadalupe) o al Cristo crucificado o en pleno calvario” (Monárrez, 2017, p. 87).

Fuente: Registro fotográfico personal, 2023.

Figura 5. El Ángel de la guardia. Detalle religioso en el asiento de una bicicleta propiedad de un adolescente, dedicada en honor a su tía sobreviviente de cáncer. 

La manifestación visual del lowrider está llena de símbolos nostálgicos y coloridos y se encuentra en la celebración de eventos masivos y en días festivos para la cultura mexicana, como el 5 de mayo, el 16 de septiembre, el 12 de octubre, entre otras. Como se mencionó, tienen tres tipos de expresión pública: desfile/parade, exhibiciones/exhibit y paseos o cruceros/cruising. Uno de los más llamativos es el paseo: “Lowriders are cars that express identities-social, cultural, aesthetic. With their extended bodies and low to the road roll, the cars have been a vehicle of choice for cruising, a popular pastime in many American communities since the mid-twentieth century” [Loslowridersson coches que expresan identidades: sociales, culturales y estéticas. Con sus cuerpos extendidos y bajos para rodar, los autos han sido un vehículo de elección para los cruceros, un pasatiempo popular en muchas comunidades estadounidenses desde mediados del siglo XX] (National Museum of African American History & Culture, s.f., párr. 1, traducción propia). Los que se inscriben en esta cultura rodante participan activamente en el beneficio de su comunidad, para ello realizan recaudación de fondos con el fin de resolver necesidades emergentes, como el contar con medicinas, pagar hospitales o funerales, recolectar juguetes, etcétera, tal como lo refiere Ortega (2020): “Especially in the context of smaller, local-based car shows, lowriders focus on organizing these car shows to benefit the community. This model was adapted […] in the late 1950s to benefit orphanages and children’s hospitals” [“Especialmente en el contexto de pequeñas exhibiciones de autos, los lowriders se enfocan en organizarlas para beneficio de la comunidad. Este modelo fue adaptado a finales de 1950 en beneficio de orfanatos y hospitales infantiles”] (p. 109, traducción propia).

Sin embargo, a pesar de que los lowriders realizan acciones positivas, aún cargan con estereotipos negativos, como ser cholo, pandillero y delincuente. Al respecto, Cano (2015) menciona que esta cultura se reapropia del espacio público y que la transformación estética de los autos plasmados con murales de arte es una forma de distanciarse del estigma del cholo malviviente: “Lowriders are not a manifestation of gang violence, but a form of art that allows Chicanos to feel proud of who they are and where they come from despite their experiences with historical and current inequalities and segregation” “[Los lowriders no son manifestaciones de pandillas violentas, son una forma de arte que permite a los chicanos sentirse orgullosos de quiénes son y de dónde vienen, a pesar de sus experiencias históricas de segregación y desigualdad”] (p. 35, traducción propia).

En ese sentido, las mujeres chicanas que se asumen con el rol de chola y lowrider también experimentan estigmas discriminantes, Rebeca Castillo menciona: “Yeah, most definitely first of all being a female in lowriding that in itself a lot of people look down, people don't know who you are they're easily going to discriminate against you” [“Sí, definitivamente, ser mujer lowrider es sufrir discriminación por la gente porque no saben quién eres”] (R. Castillo, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022, traducción propia).

La chicana

Las mujeres en la cultura chicana han sido un pilar en su comunidad, ya que han sostenido a sus familias en términos de religión, cultura y patria en el extranjero, con valores identitarios fundados desde su herencia mexicana. La presencia pública de la chicana se da en el contexto de los derechos civiles; sus peticiones son parte de un proceso de empoderamiento femenino. Al respecto, Gloria Anzaldúa considera que la mujer chicana: “Se hace moldeadora de su alma. Según la concepción que tiene de sí misma” (Anzaldúa en Cacheux, 2003, p. 51).

La mujer lowrider

La mujer chicana y lowrider ha tenido que vivir en resistencia y defensa desde el ámbito privado, ya que el espacio público era exclusivo para los hombres: “El movimiento chicano de los años sesenta y setenta requirió de la reinvención de los referentes simbólicos identitarios como […] resistencia cultural […] recurriendo a nuevas bases simbólico-culturales para redimensionar su cultura y enarbolando símbolos étnicos y de clase […] en una intensa actividad cultural” (Valenzuela Arce, 2014, p. 28). La lowrider ha transferido sus propios testimonios de lucha, historia y nostalgia a los vehículos: “los símbolos que […] adoptaron estaban asociados con México […] en primer lugar, la Virgen de Guadalupe, que pasó de ser símbolo religioso para transformarse en símbolo cultural y político”, así como la idealización nostálgica del pasado indígena, de ahí la presencia de “otros símbolos de la cultura indígena del centro de México como el calendario azteca […] la recuperación del mito de Aztlán, como el lugar de origen del pueblo mexicano y metáfora […] de la cual se desencadena el movimiento” (Rodríguez, 2001, p. 51). Hoy en día la preservación de la cultura en los autos de las chicanas lowrider ha ido creciendo.

Empoderamiento de la mujer lowrider

Ganarse un lugar en el mundo lowrider no ha sido fácil, ya que alrededor de los años setenta los clubes de autos no aceptaban a mujeres. Ante esta situación, un grupo de ellas formó el suyo (véase figura 6): “Upon discovering that access into these clubs was prohibited to women, Chris took matters into her own hands and in 1979 started her own car club. The Ladies Pride Car Club” [“Chris descubrió que las mujeres tenían prohibido el acceso a clubes, por lo que tomó el asunto en sus manos y comenzó su propio club en 1979, el club de autos El orgullo de las damas”] (López y Reyes, 2017, p. 97, traducción propia). Tomar un volante en sus manos fue entonces una forma de empoderamiento femenino: “As women who possessed their own cars with a distintic look and style, they were a symbol of independence” [“Como mujeres poseer su propio auto les daba una apariencia y estilo que las distinguía como un símbolo de independencia”] (López y Reyes, 2017, p. 99, traducción propia).

Fuente:López y Reyes, 2017.

Figura 6. Club de autos femenino. 

Las mujeres aprendieron a transformar los autos y se procuraron su propia economía: “women who were striving to better themselves by holding down jobs and attending college and not having to depend on their parents or boyfriends” [Las mujeres se esforzaron para no depender de sus padres o novios al mantener sus trabajos y asistir a la Universidad”] (López y Reyes, 2017, p. 99, traducción propia).

Pero además de los grupos de hombres y de mujeres, existen clubes lowrider mixtos, como el de Juárez Car Club, originario de Ciudad Juárez, Chihuahua, que tiene chapters en distintas ciudades, como en Kansas City. Estos son concesiones con nuevos miembros y sus vehículos (véase figura 7).

Fuente:Juárez Car Club Kansas, s. f.

Figura 7. Juárez Car Club, chapter Kansas City. 

Ybarra-Frausto (1989) menciona que: “Rasquachismo is neither an idea nor a style but more of an attitude or a taste” [“El rasquachismo más que una idea o un estilo es más bien un gusto o actitud”] (p. 5, traducción propia). Para las mujeres lowriders es un gusto en el que dejan constancia de su propia historia, valores y raíces, por medio de un vehículo ataviado que se convierte en un lienzo rodante, ya sea porque muestra murales de héroes revolucionarios o figuras míticas, como Aztlán, la mujer indígena o la chicana que junto al auto hace un reclamo por sus derechos civiles (véase figura 8). Cacheux (2003) dice al respecto: “Lo indígena en la nueva mestiza es una postura política que alude a la historia de resistencia de las mujeres indias” (p. 50).

Fuente:Mujer chicana, s. f.

Figura 8. La Adelita y manifestación. 

Desde la lucha por los derechos civiles, las mujeres chicanas han pasado por un proceso de descolonización patriarcal: “Promover imágenes positivas de las chicanas, organizar el liderazgo, incrementar su credibilidad y ganar el respeto de la comunidad” (Cacheux, 2003, p. 50). López (2019) menciona que: “According to Elsa Castillo […] ‘Men could repetitively ask us, «Hey, is that dad’s car or your boyfriend’s car» and we would proudly proclaim: «No, this is my car. I own it!» These women took great pride in their cars’” [De acuerdo con Elsa Castillo […] ‘Los hombres continuamente nos preguntan, «Ey, ¿ese es el acarro de tu padre o de tu novio?» y nosotras contestamos orgullosas: «No, éste es mi carro. ¡Yo soy su dueña!» Estas mujeres sienten gran orgullo de sus carros.’”] (p. 99, traducción propia).

Uno de los obstáculos que la mujer lowrider ha tenido que enfrentar es la cosificación sexual a la que se ha debido enfrentar y que minimiza la importancia de su lucha cultural. La imagen de acompañante de un conductor lowrider cambió a la de símbolo sexual o modelo exuberante al salir en las portadas de la revista Lowrider Magazine (véase figura 9). “La publicación tuvo problemas al principio. El crecimiento fue lento, pero las ventas repuntaron cuando Lowrider comenzó a presentar modelos con bikini en sus portadas a fines de 1979 […] fueron parte del atractivo de la revista” (Pineda, 2019, párr. 14). Como se puede apreciar en la imagen de la revista Lowrider del año 1979, el atractivo visual femenino acompañó a los distintos vehículos ahí presentados (véase figura 10). Se puede apreciar también el mural de un auto con mujeres en poses provocativas.

Fuente:Lowrider Magazine, 1979.

Figuras 9 y 10. Portada 1979 y mural en un low & slow. 

El lowrider se considera una actividad familiar, en la que la mujer se empodera al ser un pilar importante en muchos ámbitos y al contar con recursos para adquirir y transformar un vehículo de su propiedad. Al respecto, el activista lowrider del Chicano Museum en San Diego, California, menciona el valioso trabajo de las mujeres: “desde los setenta en San Diego las mujeres participan en clubes. El rol de la mujer ha cambiado con el paso del tiempo, es muy importante darle crédito […] ya que su participación es importante […] las mujeres están imponiendo su propia identidad” (R. Reyes, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022).

Vínculo con los objetos

La relación entre una persona y su auto ha sido estudiada por McLuhan (1996), quien dice que el auto se convierte en una extensión del individuo: “El hecho básico y obvio del auto- móvil es que, […] es una extensión del hombre que convierte a su conductor en un superhombre” (p. 231); también dice que la estandarización del automóvil los hizo accesibles: “El coche hizo su labor de nivelación social” (p. 231). Sin embargo, la comunidad mexicoamericana se lo reapropió y adaptó a sus propias reglas.

Además, el objeto emocional es abordado por Donald Norman (2012), quien habla de la percepción del individuo sobre los objetos con los que empatiza al decir: “Interpretamos y exteriorizamos emociones” (p. 162). El sujeto se apropia del objeto y lo hace único, al dotarle de valores emocionales e identitarios: “Los seres humanos tenemos una predisposición […] a proyectar emociones y creencias que son humanas a cualquier cosa […] Si todo funciona de la manera que debe, cumpliendo las expectativas depositadas, el sistema afectivo reacciona de manera positiva proporcionando placer al usuario” (Norman, 2012, p. 163). Además, “atribuimos nuestro placer al producto, de ahí que lo elogiemos y en los casos extremos acabemos por vincularnos emocionalmente con él” (Norman, 2012, p. 163).

Los vínculos afectivos se establecen tejiendo historia entre el objeto y el individuo. En el caso de estudio, los vehículos lowriders son heredados familiarmente, pues su transformación puede llevar décadas. Así, se consideran parte de la familia, como se ilustra en la figura 11, en la que se aprecia a una familia juarense de clase trabajadora con su vehículo, en 1962; en el centro se ve a la señora Montaño, propietaria del clásico.

Figura 11. Paseo en familia. 

Metodología

De acuerdo con lo anteriormente expuesto, se puede entender que el enfoque del cual parte este trabajo se basa en la relación de una persona del sexo femenino con objetos móviles, que se identifican con el estilo de vida lowrider y, en consecuencia, forman parte de la cultura chicana. El tema central, por lo tanto, se encuentra inscrito en los estudios culturales y el diseño. Por lo antes mencionado, se estructuró un enfoque de corte cualitativo con inclinación hacia una investigación etnográfica por medio de la observación participante a mujeres involucradas en esta cultura rodante, cuyos testimonios dieron cuenta de la relación con un objeto de diseño reapropiado y modificado, y permitieron observar elementos que están inscritos en la estética visual tanto en dichos objetos móviles como en sus propios cuerpos.

Por otra parte, se utilizó la entrevista abierta, que permitió identificar elementos culturales, filosóficos y testimoniales sobre la atracción hacia este tipo de objetos y la elección de ese particular estilo de vida. Este documento se fortaleció con los testimonios de las mujeres lowrider como protagonistas y participantes activas en la modificación del objeto, así como en otras áreas del fenómeno lowrider, que se traducen en lazos de amistad, o en la pertenencia a clubes de autos modificados, apoyando a la familia como esposa, compañera afectiva o hija de un propietario lowrider, o bien, en algunos casos, como propietaria independiente de un automóvil.

El contexto en el que se llevaron a cabo las entrevistas abiertas fue el día 18 de septiembre de 2022, durante una de las celebraciones masivas de la cultura lowrider: el “Lincoln Park Day”, en el parque Lincoln de El Paso, Texas. Las entrevistas se realizaron en distintos momentos y espacios del evento para poder observar la relación entre las mujeres lowriders y los objetos transformados en un espacio de exhibición pública y conocer de viva voz qué elementos eran de importancia para ellas en esta cultura.

Cabe mencionar que vivir en una zona fronteriza permite tener movilidad entre ambos lados, por lo que los participantes a estos eventos transitan en apoyo a la comunidad en un lado o en el otro.

Las entrevistas fueron abiertas y de corte informal, ya que, sin la rigidez de la estructura, se permitió la empatía entre la entrevistadora y la entrevistada, así como la fluidez de la información requerida.

Las entrevistas fueron grabadas y además se tomaron fotografías. Las entrevistadas estuvieron de acuerdo con compartir sus experiencias, incluso proporcionaron sus propias fotos para incluirlas en este documento. Como se mencionó anteriormente, aunque las mujeres que están en el estilo de vida lowrider participan de muchas formas, sólo muy pocas son las que poseen autos, bicicletas y motocicletas de este estilo en los que pueden invertir su tiempo y dinero para modificarlos en distintas áreas. Por lo tanto, en la realización de este artículo se tomaron en cuenta solamente las voces de seis mujeres que han sido protagonistas de su propia historia en el estilo de vida rodante low & slow.

Testimonios

Entre las celebraciones de la comunidad chicana y lowrider se encuentran el 5 de mayo, el “César Chávez day” y el “Lincoln Park day”. Estos eventos se llevan a cabo en espacios abiertos para poder exponer los vehículos, ya que son premiados en distintas categorías. El trabajo en este tipo de vehículos, transformaciones y restauración en sus partes originales es reconocido por esta comunidad. Uno de los espacios considerados chicanos es el “Lincoln park” o el “chicano park”, de la ciudad de El Paso, Texas, ubicado en un vecindario con raíces mexicanas muy cerca del bordo del río (división natural de esta frontera); lo rodean 50 columnas que sostienen el free way que lleva hacia Ciudad Juárez, por lo que el parque queda por debajo de éste. Las columnas están decoradas con murales de artistas locales, destacando el trabajo del pintor Gabriel Gaytán. “It serves as a gathering space for lowrider car clubs, city sports and family picnics” [“Sirve como un espacio para que los clubes de autos lowriders se reúnan, así como para hacer deportes y días de campo familiares”] (El Paso Museum of History, 2023, s. p., traducción propia) (véase figura 12).

Fuente:El Paso Museum of History, s. f.

Figura 12. Murales en columnas en Lincoln park, El Paso city. 

En un ambiente festivo, el parque se llena de asistentes que simpatizan con el estilo de vida rodante. La exhibición de autos low & slow, bicicletas, motocicletas y objetos varios se encuentra a lo largo de los corredores donde también hay carpas de vendedores con productos diversos que van desde “fedoras” (el típico sombrero pachuco o cholo) hasta camisetas, accesorios y joyerías de tipo étnico, piedras de cuarzos, refacciones para este tipo de vehículos, muñecos de nostalgia y de colección, pósteres y discos con canciones oldies (de los años cincuenta y sesenta específicamente). Del Monte Madrigal (2014) se refiere a la nostalgia en los autos lowrider como una automovilidad memoriosa porque: “está ligada a la nostalgia […] es el motivo que guía los sentidos […] el cual encuentra […] en la movilidad memoriosa. Cuando sacan sus automóviles antiguos a las calles ‘evocan’ un pasado al que honran y hacen justicia al traerlo al presente” (p. 123).

En el evento en que se realizaron las entrevistas, el programa de entretenimiento inició con los matachines llevando a cabo una danza ceremonial. Ellos son danzantes del grupo “Santo niño de atocha” y su líder es el señor Ismael Aguilera, quien mencionó que su grupo baila con los lowrider desde hace muchos años y que es una tradición que se hereda de padres a hijos. El grupo tiene más de 60 años de fundado y sus miembros son tanto de Ciudad Juárez como de El Paso, Texas.

Posteriormente, el programa continuó con la compañía del ballet folclórico “Paso del Norte” que, entre sones del estado de Jalisco, lució trenzas llenas de listones y faldas de listones multicolores que se movieron en el viento como si flotaran (véase figura 13). El director de la compañía, el profesor Rodolfo Hernández, mencionó que ha participado en los eventos lowriders desde sus inicios: “Desde el primer evento organizado por Héctor González hemos estado aquí, ya son más de 10 años, en el primer evento éramos los matachines, unos cuantos carros y nosotros y de ahí fue creciendo”. Luego, recordó que ha visto que la presencia de las mujeres se ha incrementado con el tiempo: “Al inicio las mujeres sólo llegaban con sus atuendos y han ido agregándose a todo, participando también con los autos lowriders” (R. Hernández, comunicación personal, 2 de febrero de 2023).

Fuente: Imagen proporcionada por el profesor Rodolfo Hernández.

Figura 13. Ballet Folclórico Paso del Norte. 

La colocación de los objetos móviles lowrider varía según su clasificación: los Chevys clásicos de la década de los años treinta a cincuenta se encuentran agrupados aparte de los Impalas y de otros modelos, por ejemplo. Generalmente, detrás del área de exhibición se encuentran las carpas de los clubes de lowrider o solo lowrider, los cuales comúnmente se encuentran compartiendo con familia y amigos. Las lowriders que compartieron sus experiencias y testimonios en este trabajo se encuentran en ambas categorías; en lo sucesivo, y según lo acordado con ellas, las mencionaré tanto por informante como por el nombre que me dieron.

La informante 1, Mónica Sánchez, quien quiere ser nombrada como “La Mony”, tiene 49 años, es soltera, trabaja, se asume como chicana y chola, nació en El Paso, Texas, se reconoce como mexicoamericana y es una lowrider independiente. Le gustan estos autos desde los 18 años y ha tenido varios carros. Para ella no ha sido fácil entrar al mundo lowrider. Es propietaria de un auto (véase figura 14) y una motocicleta modificados. Ella busca el reconocimiento por su participación en este tipo de objetos, y le gustaría transmitir su experiencia. Dice con orgullo que ella misma tuvo que aprender a “mecaniquear” su carro porque no hay especialistas en este tipo de autos, que son únicos. “[…] mi primer carro fue un Regal de la marca Buick del año 1987, ahora tengo un carro clásico Chevy 1936, yo le instalé el sistema de ventilación con una turbina de avioneta; he tenido que aprender cómo hacerlo por mí misma” (“La Mony”, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022).

Fuente: Imagen proporcionada por “La Mony”.

Figura 14. La Mony y su ‘36 

La conductora lowrider explica que es la única mujer en tener un clásico: “[…] sólo yo tengo un carro 1936, bueno, como mujer, porque hay otro ‘36, pero su dueño es un hombre. Aquí en El Paso sólo son dos y tengo una motocicleta clásica también modificada” (“La Mony”, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022). “La Mony” no ha incorporado murales o imágenes en sus vehículos, considera que el lowrider es una cultura y tiene amigos o homies a los que les gusta este estilo de vida. Lo que más disfruta de conducir un vehículo de este tipo es que llama la atención de otras personas y le externan lo bonito que está su auto (véase figura 15).

Los colores que ella ha puesto en sus vehículos son sólidos, pero combinados, como su Chevy del ’36; por otro lado, en su motocicleta sí aplicó algunos diseños, como el troquelado en la antena. En este vehículo, aunque sigue un patrón monocromático, contrastan los toques dorados en las líneas que lo adornan. Cabe mencionar que “La Mony” tiene tatuajes en su cuerpo que se relacionan con la cultura chicana y chola, como los que porta en su brazo derecho: comienzan con un corazón y llevan sobrepuestas dos máscaras de tragedia y comedia, así como la leyenda “My love is timeless”. Además, en su pecho tiene tatuadas unas rosas abiertas.

La entrevistada menciona que participar en los eventos del lowrider le permite también convivir con otras mujeres y amigas de su mismo interés cultural: “Me gusta este ambiente y estar con otras mujeres como las OG veterans; son mis amigas, ellas son Original Gangsters veteranas y se arreglan como de los ochentas y tipo cholas, también son lowrider, no tienen carro, pero les gusta el ambiente” (“La Mony”, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022).

Fuente: Imágenes proporcionadas por “La Mony”

Figura 15. Auto y motocicleta de “La Mony”. 

Aunque muchos de los participantes en la cultura lowrider pertenecen a la clase trabajadora, también hay quienes tienen estudios universitarios. La informante 2, de nombre Rebeca Castillo, tiene 34 años, es maestra y tiene una licenciatura en Estudios Chicanos. Ella está en la cultura lowrider por tradición familiar y considera muy importante resaltar las raíces de donde proviene su cultura. Castillo es una solo lowrider o independiente y posee tres autos transformados (véase figura 16): un Chevy Stylemaster 1948 clásico pintado de color rosa mexicano, una camionetita S-10 1991 de color verde tierno y un Impala 1963, al que le ha cambiado el color, en un tiempo verde tierno y posteriormente color rosa mexicano.

Los vehículos tienen una leyenda distintiva: “lowrider girl”. La pintura de estos autos es de colores sólidos y uniformes, incluso los rines del Chevy del ‘48 están pintados del mismo color rosa mexicano, pues el automóvil es dedicado a su hermana, que enfrentó la lucha contra el cáncer.

Castillo obtuvo su primer carro como regalo de graduación por parte de su padre y manifestó sentirse orgullosa de que su padre les enseñó a arreglar ese tipo de autos tanto a sus hermanos como a ella: “[…] my dad was a mechanic, but he learned how to do hydraulics, the electrical parts of it he knew how to do everything, so he did everything to our cars” [“Mi papá era mecánico, él sabía cómo hacer los autos hidráulicos y las partes eléctricas; él sabía hacer cada cosa, él hizo nuestros carros”] (R. Castillo, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022, traducción propia).

Fuente: Imágenes proporcionadas por Rebeca Castillo.

Figura 16. Pics collage. 

La importancia de la cultura para las mujeres lowriders es significativa, Castillo dice que ella representa esa identidad. En la figura 17, Castillo posa para un mural del artista paseño Gabriel Gaytán titulado Corazón Chicana.

Ella se considera chola porque es la cultura de su familia y porque sus raíces culturales son mexicoamericanas; también se considera lowrider porque su gusto y cariño por el estilo de vida y por los carros transformados son parte de su vida diaria. “[…] it's all we know, it's who we are, it's what we do, it's what we love, it's just what represents us” [“Esto es todo lo que conocemos, esto es quienes somos, esto es lo que hacemos, lo que amamos, es lo que nos representa”] (R. Castillo, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022, traducción propia). La entrevistada 2 ha enfrentado discriminación por su cultura, al ser etiquetada como chola, lo que la iguala a ser delincuente y, por tanto, pandillera. Ella afirma que sólo cuando la conocen entienden que ella en sí misma representa una cultura: “[…] so you have to represent yourself and prove yourself and, then once they get to know who you are, your work ethics you’re the kind of person you stand for they don’t tend to judge” [“Entonces tú tienes que representarte y probarte a ti misma y, una vez que ellos conocen el tipo de persona que eres, ya no te juzgan”] (Castillo, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022, traducción propia).

Fuente:El Paso Times, 2018.

Figura 17. Corazón chicana, del muralista paseño Gabriel Gaytán

Castillo, tiene un tatuaje en su espalda con el logotipo de los lowrider y en el brazo tiene una gacela saltando en un aro con la leyenda “lowrider girl”, la misma que está en sus vehículos (véase figura 18). Entre sus accesorios se aprecian arracadas de aro grande, el paliacate tradicional y la bandera mexicana en su sombrero tipo “fedora”.

Fuente: Imagen proporcionada por Rebeca Castillo

Figura 18. Lowrider girl. 

La informante 3, de nombre Cindy Vásquez, de 55 años, es nacida en el Paso, Texas, y reside en California. Ella es propietaria de un automóvil clásico modificado, de la marca Chevrolet, del año 1949. Ella pertenece a “Viejitos Car Club” (véase figura 19). Cindy porta los accesorios que indican el estilo de vida en la que está comprometida. La cachucha dice en la parte de atrás “Viejitos” y las arracadas de aro color dorado tienen la leyenda “Latina”. Vázquez menciona: “Presentamos nuestras vidas con estos carros, la historia que ha vivido uno y se pone en los carros para enseñarle a la gente lo que nos gusta de la cultura, y como digo, los carros van por donde quiera” (C. Vásquez, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022).

Fuente: Imagen proporcionada por Cindy Vásquez.

Figura 19. Cindy y su auto. 

Vásquez porta varios tatuajes: uno que dice: “Tejana” por su origen de nacimiento (ella siente que es chicana, pero más mexicana por su herencia familiar), otro en el pecho, que indica: “Soy como soy”; en la espalda se encuentran elementos de su cultura, como la ciudad de Los Ángeles, unas ranitas cholas, dos mujeres con accesorios en el cabello, un paliacate y un sombrero “fedora” y, en el centro, su auto clásico (véase figura 20). En su brazo luce la imagen de una mujer con sombrero, el cabello alborotado y con la cara maquillada como payaso. Vásquez considera importante la presencia de la mujer en la cultura lowrider para que la cultura de los carros no se pierda: “porque así aprendemos y le explicamos a las otras muchachas de qué se trata todo esto de la cultura, los autos y la vida que vivimos” (Vásquez, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022).

Fuente: Registro fotográfico personal, 2022.

Figura 20. Tejana. 

Por su parte, Lucy Romero, la informante 4, de 52 años y de origen fronterizo, es miembro activo de “Los Pachucos Car Club”, fundado por su esposo Junior Romero hace 17 años (véase figura 21). Lucy comparte que, antes de ser una lowrider, no sabía nada de ese estilo de vida, a diferencia de la familia de su esposo. “[…] la mujer es lo más importante, aunque los muchachos tengan sus carros, nosotras invertimos el dinero y los limpiamos, transformamos y los alargamos, también pintamos los murales; mi suegra tapiza y pinta los autos, tenemos nuestro shop familiar” (L. Romero, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022). Para ella es muy importante que se continúe celebrando la tradición de la cultura chicana y lowrider: “[…] esto es lo mexicano, en realidad aquí en los Estados Unidos es lo que tenemos, los lowriders […] los americanos tienen mucho respeto a los lowriders porque saben el trabajo, el dinero, todo el trabajo que se toma”. Al respecto menciona que: “[…] es mucho dinero que se invierte, la gente no sabe cuánto dinero se pone, son carros viejitos, y si se descompone una parte, hay que cambiar toda la pieza con originales, tan sólo tapizarlo cuesta cerca de quince mil dólares” (L. Romero, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022).

Fuente: Registro fotográfico personal, 2022

Figura 21. Lucy y Junior. 

Lucy Romero es propietaria de una camionetita Chevrolet S 10 de la década de los noventa, de color pastel violeta, sólido, sin detalles o murales. Resaltan en el vehículo los rines cromados con rayos troquelados. Lucy ha participado con él en varias exhibiciones (véase figura 22).

Fuente:Los Pachucos Car Club.

Figura 22. “Chingona”. 

También del “Viejitos Car Club”, Cassandra Vásquez, la informante 5, es residente y nació en California. Tiene 35 años, es dueña de un Impala 1962 y tiene tatuajes en ambos brazos en los que se observan figuras de payaso y de una mujer con alas de ángel junto a la frase “in memoriam” (véase figuras 23 y 24), dedicados a su hermana fallecida. Cassandra se involucró en el club por su hermana: “[…] ella en el club enseñó a todos que no sólo es para los hombres, sino que es para las mujeres también” (C. Vásquez, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022).

Para Cassandra el lowrider es una tradición familiar. Ella aprendió por sí misma a modificar los automóviles. “Yo crecí en el Club Viejitos, me gustan mucho los carros, yo apliqué el color y el estilo que yo quería, yo no sabía nada, pero yo lo hice por mí misma, porque si era mi carro yo quería saber cómo hacerlo” (C. Vásquez, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022).

Fuente: Registro fotográfico personal, 2022.

Figura 23. Payasos. 

Fuente: Registro fotográfico personal, 2022.

Figura 24. In Memoriam. 

La entrevistada mencionó también que sus hijos están en la cultura lowrider porque para ella es importante compartirles ese amor por los carros y así pueden estar con ella y no en las calles de vagos. Además, enfatizó que es importante que las mujeres se involucren más en el mundo del low and slow: “El lowrider es un estilo que no es solamente para los hombres, es también para las mujeres” (C. Vásquez, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022).

Uno de los autos transformados de mayor reconocimiento en el mundo lowrider en esta frontera es el llamado Queen of Hearts, la propietaria es la señora Mina Romero, la informante 6, quien tiene 72 años, es originaria de esta frontera y cuenta con una experiencia muy importante en el club de carros “Los Pachucos”, del que es miembro y que, además, es parte de su familia. Mina ha estado en el lowrider desde hace más de 54 años y se especializa en la tapicería de los vehículos (véase figura 25). Ella menciona: “Yo les tapizo los carros lowriders a mis hijos, hay unas partes algo difíciles, pero uno le halla” (M. Romero, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022).

Mina Romero comenzó en el mundo lowrider cuando contrajo matrimonio, en 1968. Le ha llevado 54 años transformar su auto de la marca Chevrolet, modelo Impala, del año 1961: “El carro era de mi hermano y me lo vendió cuando me casé, me costó 75 dólares, hemos transformado la estructura, y le agregamos puertas” (M. Romero, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022).

Fuente:Los Pachucos Car Club, s. f.

Figura 25. Queen of hearts. 

Sobre cómo luce su automóvil, Mina menciona: “[…] en el cofre tengo el mural de la Virgen de Guadalupe y en la cajuela el ángel de la guardia, los asientos giran y tiene suicide doors, ahorita lo voy a volver a tapizar, el mismo color un poco más pink” (M. Romero, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022) (véase figuras 26y 27).

Fuente:Los Pachucos Car Club, s. f.

Figura 26. Suicide doors. 

Fuente:Los Pachucos Car Club, s. f.

Figura 27. Detalle en tapiz y mural. 

Resultados

Los testimonios anteriores evidencian que entre la relación de las lowriders y los objetos transformados hay referentes simbólicos, pues: “con ellos aprendemos los usos del mundo” (Juez, 2002, p. 17). Las mujeres entrevistadas han tenido contacto directo con la tradición lowrider, ya sea por nacimiento o porque alguien las introdujo a este mundo rodante. Aunque las informantes no diseñaron los objetos low & slow desde su manufactura, los han transformado al reapropiarlos, ya que “lo que aquí importa es la historia de la interacción, las asociaciones que establecemos con los objetos y los recuerdos que estos evocan en nosotros” (Norman, 2012, p. 62). Ellas han tenido que aprender a reparar sus propios objetos móviles, así como a restaurarlos, modificarlos, ataviarlos e implementar sistemas de sonido, iluminación y ventilación de acuerdo con el tipo y el año del vehículo, creando vínculos emocionales con éstos.

Las informantes coincidieron en la importancia de enseñar sobre la cultura chicana y el orgullo de tener raíces mexicanas y prehispánicas, en su religiosidad y en que sus autos sean ejemplo de su estilo de vida. Finalmente, “las relaciones sociales, así como la identidad, tienen lugar a través de redes de personas, objetos e ideas” (Del Monte Madrigal, 2014, p. 119). Las entrevistadas acuden a la nostalgia al comprar y modificar autos de décadas pasadas, en el caso de tres de ellas por los autos clásicos, “pachuco car” o bombitas. Norman (2012) dice al respecto: “Tendemos a relacionarnos con las cosas y los objetos cuando tienen una asociación personal significativa, cuando traen a la mente momentos gratos y reconfortantes” (p. 64). Por ello, incluso el arreglo personal de cuatro de ellas es en el estilo cholo: cabello largo, oscuro, peinado de forma ondulada, con capas hacia atrás, con el maquillaje remarcado y los labios de color rojo intenso, muy de los años ochenta. Todas ellas comparten el gusto por la preservación de la cultura chicana, los objetos móviles, autos, bicicletas, motocicletas, juguetes, objetos decorativos y la música oldie, entre otros.

Norman (2012) indica al respecto: “Todos los objetos especiales evocaban recuerdos. Casi nunca la emoción se centraba en el objeto mismo: lo que de veras importaba era el relato que suscitaba, la anécdota, la ocasión que traía a la memoria” (p. 64). Esto cobra sentido en las palabras de la sexta informante, quien hizo énfasis en que llevaba modificando su auto por 54 años, los mismos que de casada.

El apoyo y las enseñanzas de otras mujeres lowrider son importantes porque fortalecen sus expresiones, reflejadas en los autos y bicicletas que exhiben. Además, en éstos honran la lucha y la memoria de las hermanas, tías y parientas que ya no están con ellas por fallecimiento o las que vencieron enfermedades, mismas a las que evidencian en sus objetos y en sus propios cuerpos por medio de tatuajes.

Se puede observar que la mayoría de las mujeres escogen pinturas sólidas y en algunos casos contrastantes con otros colores. En el caso de los diseños, estos son tenues, con líneas sencillas. Sólo una de ellas aplicó murales religiosos a su vehículo. Todas ellas, aunque sean independientes o solo lowrider, tienen en sus vehículos ya sea el nombre, el logo o la placa distintiva de su club o de lo que consideran apropiado según su filosofía o gusto particular. Además, varias de ellas han transferido el nombre de su club o la imagen de su auto a su cuerpo por medio de tatuajes, es decir, portan en sí mismas elementos identitarios de su cultura, considerándolos casi como si estuvieran animados, como lo refiere Juez (2002): “persiste la percepción de que el objeto posee o puede poseer atributos más allá de sus características materiales: lo que hacemos es cargarlo de sentidos, asignarle un carácter propio y, con él, un alma” (p. 71).

La entrevistada 1 tiene tatuadas rosas abiertas y frases sobre su amor hacia la cultura lowrider; la informante 2 tiene tatuajes de la cultura rodante, uno del cholo lowrider y el otro de la gacela con la frase “lowrider girl”, además, el color de uno de sus autos es en honor a su hermana que luchó contra el cáncer. La contactada 3 transfirió la imagen de su auto y la unió a su vida en la urbe californiana, la cultura chola en ranitas, que es el animal que prefiere y el nombre de su club de autos. También tiene tatuadas mujeres cholas con la cara maquillada como payaso, símbolos muy socorridos que aluden a una vida llena de obstáculos, sufrimientos y alegrías de su propia vida, y tiene escrita la palabra “tejana”, que la identifica con su origen.

Hay otros elementos, como la placa de la camioneta de la informante 4, con las iniciales LWR, significa que es una lowrider, la que dice “Chingona” y un mono cholo low & slow. La entrevistada 5 tiene también tatuajes en su cuerpo, en memoria de su hermana, así como de mujeres cholas con el maquillaje de payaso, que significa lo difícil que ha sido la vida con obstáculos y pérdidas. En este caso, ella emplea su cuerpo para hacer un homenaje póstumo a su hermana, dibujada con alas de ángel en su brazo. La lowrider 6 ha transferido elementos estéticos y materiales a su auto al que lleva 54 años transformando, el cual muestra líneas sutiles, contraste de colores y la combinación del color rosa en varios tonos, cual si fueran venas de un corazón latiendo. Esta mujer, además, plasmó los elementos de su cultura con imágenes de la Virgen de Guadalupe y el ángel de la guardia, como un ejemplo de su religiosidad. La readaptación estructural del vehículo con un tipo de puertas llamadas suicide door le permitió esconder ciertos elementos visuales que, al abrirse las puertas, permiten apreciar toda una experiencia visual de un trabajo emocional y de identidad cultural. Esto se relaciona con lo mencionado por Juez (2002): “El objeto […] se convierte temporalmente en extensión real de nuestro cuerpo; y también, por momentos, aquello sobre lo que se actúa se diluye de la atención y se integra en unidad con el utensilio y el usuario” (p. 71).

Los accesorios que las mujeres llevaban las identificaba como lowrider: ya sea que las entrevistadas llevaran grandes arracadas de aro dorado con la leyenda “latina” o el nombre del club de pertenencia en su ropa y cachucha (“Viejitos” o, como en el caso de tres de ellas, que llevaran camisetas al estilo plomero o mecánico con el logotipo de su club de autos y la leyenda lowrider, o bien, los sombreros tipo “fedora” con paliacates clásicos y con la bandera de México. Todos ellos elementos que hablan de la identidad hacia un fenómeno cultural en el que las mujeres son protagonistas.

Conclusiones

Aunque no hay mucha información escrita sobre mujeres en el mundo lowrider, los testimonios de las informantes sobre su participación activa como protagonistas en este fenómeno permite entender que los distintos elementos de su estilo de vida se encuentran en los estudios culturales y el diseño. El proceso cultural que han llevado las mujeres les permite ser parte de la historia del chicanismo, pero también su participación en un proceso de reapropiación estructural y personalización de un objeto les permite ser parte del llamado diseño emocional.

El acercamiento de corte etnográfico a las mujeres en el estilo de vida lowrider fue crucial para entender su participación en esta cultura y, al mismo tiempo, su disposición para transmitir sus experiencias permitió que se encontraran elementos de una relación profunda con los objetos transformados, pero también una transferencia casi simbiótica de signos visuales, estéticos y materiales tanto en los vehículos propios como en ellas mismas y su vida diaria. Datos simples, como los poblacionales, dejaron claro que no importa la edad ni el estado civil para involucrarse en un pasatiempo considerado para hombres y en el cual su género demuestra la igualdad en fuerza y pericia para intervenir por ellas mismas un objeto móvil, como un auto o una bicicleta.

Se pudo evidenciar en este texto que las mujeres entrevistadas fueron propositivas, que están comprometidas con un estilo de vida en particular que incluye la modificación de autos y un cúmulo de valores culturales, entre ellos la solidaridad comunitaria. Sus acciones repercuten en la preservación de su cultura y sirven de ejemplo para inspirar a otras mujeres, convirtiéndose en un símbolo de la comunidad no sólo como mujeres portadoras de belleza y atractivo al lado de los autos, sino ante todo como personas capaces cuyo ingreso, tiempo, trabajo y esfuerzo se ve traducido en un manifestación material, visual y estética como es el fenómeno cultural del low & slow.

Las seis informantes son ejemplo de muchas otras que buscan un lugar por sí mismas. Estas mujeres se pueden asumir como chicanas y/o cholas y/o lowrider, y sentirse orgullosas de serlo. Como dice la segunda informante: “[…] so you have to represent yourself and prove yourself and, then once they get to know who you are, your work ethics you’re the kind of person you stand for they don’t tend to judge” [“Esto es todo lo que conocemos, esto es quienes somos, esto es lo que hacemos, esto es lo que amamos, esto es justo lo que nos representa] (R. Castillo, comunicación personal, 18 de septiembre de 2022, traducción propia). El conocimiento adquirido a través de su cultura, sus tradiciones y su propia experiencia es transmitido de diversas formas y espacios tanto en lo privado como en lo público. Hoy en día su presencia es notable, pues continúan escribiendo su propia historia y construyendo identidad para otras mujeres.

Agradecimientos

A las mujeres lowriders: Cindy, Cassandra, “La Mony”, Lucy, Mina y Rebeca. Gracias por sus valiosos testimonios.

A Salma, Saíd, Sara y Adrián, por su paciencia en la ausencia de mi presencia y apoyo en el mundo lowrider.

A Mamá Coco “In memoriam”, recolectora nostálgica de objetos, libros, fotos, tarjetas, caracoles, flores y cosas raras.

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Recibido: 29 de Noviembre de 2022; Aprobado: 20 de Marzo de 2023

Mirna Ajo.

Doctoranda en Diseño en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, cursó su maestría en Español y en Estudios Interdisciplinarios y Arte, con la especialidad en Escultura y Escenografía Teatral, en la University of Texas en El Paso, y la maestría en Políticas Públicas, con la especialidad en Estudios Culturales y Género, en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Culminó su licenciatura en Sociología en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Es escultora, actriz y locutora. Uno de sus propósitos personales ha sido la investigación desde los estudios culturales, el género, el arte y el diseño, a través de la academia, con el fin de rescatar desde una postura bifronteriza las raíces e identidad multicultural que interactúa constantemente en esta frontera y que la caracteriza. Como investigadora y como artista, para ella es importante visibilizar tanto los procesos sociales como la expresión de éstos por medio de manifestaciones visuales y estéticas.

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