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El trimestre económico

On-line version ISSN 2448-718XPrint version ISSN 0041-3011

El trimestre econ vol.90 n.357 Ciudad de México Jan./Mar. 2023  Epub June 09, 2023

https://doi.org/10.20430/ete.v90i357.1577 

Artículos

Las visiones del Banco Mundial sobre el modelo de desarrollo asiático*

The World Bank’s views on the Asian development model

Julen Berasaluce Iza** 

** Centro de Estudios Económicos, El Colegio de México (correo electrónico: jberasaluce@colmex.mx).


Resumen

En el artículo se analizan los elementos discursivos de los principales informes regionales del Banco Mundial sobre Asia del Este, a fin de identificar la perspectiva predominante en esta influyente institución. Se reconoce, aunque con algunas excepciones -como en 2007-, una visión fundamentalmente neoclásica que confronta, en ocasiones explícitamente, las tesis del banco con las de acercamientos desarrollistas. Desde una amplia visión, la institución no ha sido exitosa en la identificación de cualidades diferenciales de lo que conformaría un modelo asiático de desarrollo. La caracterización de las interpretaciones desarrollistas alternativas puede corregir los límites de la perspectiva del banco.

Palabras clave: Banco Mundial; Asia del Este; modelo asiático de desarrollo; desarrollismo

Clasificación JEL: L5; O19; O53

Abstract

The article analyses the discursive elements of the main regional documents of the World Bank about East Asia, in order to identify the perspective that prevails in this influential institution. Though with some exceptions-like in 2007-we recognize a fundamentally neoclassic view that confronts, sometimes explicitly, the bank’s theses with those of developmental approaches. From a broad perspective, the institution hasn’t been successful in identifying the distinct characteristics of what would constitute an Asiatic development model. Pointing out such alternative developmental interpretations can correct the limits of the understanding of the bank’s views.

Keywords: World Bank; East Asia; Asian development model; developmentalism

JEL codes: L5; O19; O53

Introducción

Desde el final de la segunda Guerra Mundial -antes si nos referimos a la Restauración Meiji en Japón en la segunda mitad del siglo XIX-, hemos observado muchos casos de éxito en materia de desarrollo económico en Asia del Este. Japón continuó su crecimiento económico a partir de la década de los cincuenta. Se le añadieron la República de Corea (en adelante Corea salvo especificación), Taiwán, Hong Kong y Singapur, los conocidos como tigres asiáticos. Con las reformas económicas aplicadas a partir de 1978, la República Popular China (China, en adelante) ha entrado en una transformación económica que ha motivado un crecimiento económico sin precedentes en relación con el conjunto de la población afectada, lo cual ha propiciado una reducción de la pobreza nunca antes vista. A fin de tomar una referencia cuantitativa, el porcentaje de la población china con menos de 1.90 dólares diarios (2011 por paridad de poder adquisitivo o ppp) pasó de 66.2% en 1990 a 0.5% en 2016 (Banco Mundial, 2020). Países del Sudeste Asiático, como Tailandia, Vietnam, Malasia e Indonesia también han crecido fuertemente, sin llegar al nivel de los anteriores.

Este éxito rotundo motivaría que lo ocurrido en la región de Asia del Este fuera motivo de estudio, análisis y aprendizaje. En primer lugar, debemos fijarnos en que las iniciativas de transformación económica que se dieron en Asia no respondieron al seguimiento de las recomendaciones de expertos y autoridades occidentales -véase, por ejemplo, para el caso de Corea, Brazinsky (2005) -. Por ello, debemos reforzar el análisis de dicho modelo y revisar las caracterizaciones que se han hecho desde Occidente, las cuales han influido notoriamente en la literatura sobre estrategias de crecimiento y desarrollo económico.

Las narrativas de los fenómenos económicos son importantes e, igual que su expansión, pueden condicionar el comportamiento humano (Shiller, 2019); su preponderancia en las instituciones más relevantes puede determinar las visiones y la implementación de políticas económicas. El objetivo de este artículo es la identificación de los elementos clave que componen la narrativa o las narrativas alternativas del Banco Mundial respecto del modelo de desarrollo asiático y su evolución, mediante el análisis cualitativo de los sucesivos informes regionales desde 1993 hasta 2019. Por medio de este análisis pretenden identificarse sesgos que puedan conformar una o diferentes narrativas, en línea con una posición neoclásica.

Nótese, por ejemplo, el caso de Corea, que, sin el apoyo de los Estados Unidos, sus ayudas económicas y militares, no existiría como país, por la propia Guerra de Corea y apoyos económicos posteriores (Berasaluce y Romero, 2018). El gobierno de Park Chung­hee, que lideró el crecimiento del país asiático durante las décadas de los sesenta y setenta, además de establecer las bases económicas para transformaciones posteriores, dependía fuertemente del apoyo estadunidense. Sin embargo, este gobierno siguió un modelo de desarrollo económico diferente del que se derivaba de las recomendaciones de los expertos estadunidenses, quienes favorecían una especialización agrícola y manufacturera (industria ligera) intensiva en el factor productivo abundante: el trabajo no cualificado. A pesar de reinterpretaciones posteriores según las cuales los casos de éxito asiático responden a la aplicación de las recomendaciones del mainstream neoclásico, esa confrontación es tan evidente que hubo conflictos diplomáticos derivados de la rebeldía coreana (Brazinsky, 2005).

Las posiciones de interpretación sobre las causas del desarrollo asiático se observan ya en la década de los ochenta en las interpretaciones de dos autoras de referencia en la ciencia económica: Anne O. Krueger y Alice H. Amsden. La posición de la primera, más cercana a un planteamiento neoclásico mainstream, se ve reflejada en su trabajo The Developmental Role of the Foreign Sector and Aid (Krueger, 1982), en el que destaca que el elemento fundamental del modelo coreano es su apertura hacia el exterior, y critica la intervención estatal. En comparación, en Asia’s Next Giant. South Korea and Late IndustrializationAmsden (1989) ofrece una primera descripción del modelo desarrollista coreano. Uno de sus elementos más comentados y de mayor influencia posterior es la consideración de precios erróneos como señalización para una transformación productiva que no se centrara en ventajas comparativas estáticas.

El rotundo éxito económico debería haber motivado, fundamentalmente, un aprendizaje hacia aquellos que lo protagonizaron, aunque ningún modelo sea ajeno a la crítica. Cuando ya no ha quedado más remedio que reconocer lo evidente, es decir, que la explosión económica asiática se ha fundamentado en políticas sectorialmente desequilibradas, la evidencia no ha motivado un replanteamiento ideológico. Por el contrario, se ha optado por argumentos como la referencia al por definición inexistente contrafactual: los resultados habrían sido mejores con los modelos recomendados. A pesar de que aquéllos nunca ofrecieron los resultados que el de desarrollo asiático obtuvo, se ofrecían estimaciones que limitaban este éxito. Ravallion y Chen (2007) argumentaron que, en ausencia de desequilibrios sectoriales, China podría haber reducido la misma pobreza, ocurrida de 1981 a 2001, en la mitad de tiempo. Ello dependía, no obstante, de la capacidad de mantener las tasas de crecimiento en ausencia de desequilibrios sectoriales, un elemento esencial de su modelo. Este artículo no es un caso aislado, es el reflejo de la dirección mainstream, que destacaba elementos como la falta de mejora en la productividad asiática (Young, 1995) o la nula incidencia de la política industrial (Pack, 2000), a fin de minimizar las lecturas favorables que pudieran hacerse de un modelo asiático de desarrollo intervencionista.

A continuación, se analizan los informes económicos regionales generalistas (se omiten aquellos enfocados en un análisis extenso de un sector o política específica) del Banco Mundial sobre Asia del Este (comprende también el Sudeste Asiático en el planteamiento de la institución multilateral) de 1993 a 2019. El análisis se realiza de una forma cualitativa mediante la identificación de discursos dominantes y la valoración diferencial de las interpretaciones neoclásica y desarrollista, así como su evolución. Este estudio cualitativo pretende ofrecer un panorama sobre cuál ha sido la interpretación de una de las instituciones mundiales más importantes en materia de desarrollo económico, desde que la caída del sistema Bretton Woods le vaciara su sentido original. Como veremos, la interpretación de la institución en sus informes se ha mantenido, mayormente, desde perspectivas neoclásicas y ha sido contraria, a veces explícitamente, a visiones desarrollistas.

La metodología, por lo tanto, se centra en la identificación cualitativa de un discurso dominante, en este caso en los informes de la misma institución, sobre el mismo objeto: el modelo de desarrollo asiático, y su confrontación con la tesis desarrollista, de manera similar a Doty (1993). La revisión de estos informes, como una muestra razonada de la literatura, permite situar la interpretación neoclásica del modelo de desarrollo asiático y delimitar su influencia en la investigación actual y la docencia. Asimismo, es preciso situar las tesis neoclásicas sobre el modelo a fin de reflexionar sobre la validez de las críticas a los planteamientos desarrollistas.

La confrontación de la tesis neoclásica y la desarrollista sobre el modelo de desarrollo asiático es un tema central a fin de constituir esta región en uno de los más claros éxitos de desarrollo de las últimas décadas. Hall (2003) analizó cómo tres instituciones con una fuerte influencia internacional -Tesoro de los Estados Unidos, la administración de Kim Dae­jung y, la institución hermana del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI)- coincidían en sus elementos de crítica a la consideración de un modelo de desarrollo asiático diferenciado mediante tesis neoclásicas.

Como se analizará con la dinámica de los informes respectivos, a comienzos de la década de los noventa ya existía un análisis suficiente para la caracterización diferenciada de un modelo de desarrollo asiático (Page, 1994), cuyos elementos confrontaban las recomendaciones universales basadas en los modelos neoclásicos. Sin embargo, el informe de 1993 refleja sesgos considerables frente a la posición catalogada como desarrollista, con elementos marcadamente más intervencionistas y de mayor protagonismo local, encabezado por los economistas japoneses. Wade (1996) refleja detalladamente la historia interna de este conflicto, así como los mecanismos que instituciones como el Banco Mundial emplean para mantener la preponderancia de su visión.

La revisión de cada uno de los informes y de su comparativa es particularmente útil a fin de considerar la dinámica de la visión de la institución y el impacto de eventos coyunturales o estructurales. Esto se refleja especialmente en la prevalencia de la interpretación del modelo asiático como un “capitalismo de camaradas” (crony capitalism) extendido a partir de la crisis de 1997, como expresa Wade (1998). La corta duración de los efectos de la crisis, particularmente en Corea -diferente en los países de Asia del Este frente al Sudeste Asiático- y el contundente crecimiento de la región con el actual protagonismo de China han provocado que el tema no pierda actualidad.

Como se advertirá, dentro de la visión neoclásica predominante del Banco Mundial también se presentan matices o informes más heterodoxos, como la visión de 2007, en línea con una relativa apertura de la institución que no terminó de cristalizar durante el periodo de Joseph Stiglitz como economista en jefe y la posterior incorporación de Justin Yifu Lin. Puede observarse tal hecho en el debate de este último con Ha­Joon Chang sobre política industrial (Lin y Chang, 2009).

A continuación, el estudio realizado sobre los informes ofrece una perspectiva dinámica respecto del tema, el cual complementa los análisis sobre el discurso de la institución para cada uno de los momentos referidos.

I. El milagro del este asiático: el primer acercamiento

Antes del informe regional de 1993, los casos asiáticos fueron mencionados en los respectivos Informes de Desarrollo Mundial de 1987 y 1991 (Banco Mundial, 1987 y 1991). En éstos pueden apreciarse algunas de las ideas que la institución promovió en su visión sobre las razones que explicaban el crecimiento diferencial de la región, por ejemplo, que éste se centraba en una acumulación de factores, como el capital humano (Banco Mundial, 1991: 57­58), y que la política industrial era limitada, con una baja afectación a la relación general de precios y de aplicación temporal corta (Banco Mundial, 1987: 71, y 1991: 17), enfocada en la promoción de las exportaciones (Banco Mundial, 1987: 85).

El informe de la institución mediante el que se analizó ampliamente por primera vez el éxito asiático fue El milagro del Este Asiático (Banco Mundial, 1993). El documento se centraba en Japón, Corea, Taiwán, Hong Kong, Tailandia, Malasia, Singapur e Indonesia, y enfrentaba, esencialmente, la pregunta de cuál era la relación óptima entre gobierno y mercado. No era casualidad que esta cuestión se enfocara en el debate sobre la experiencia de crecimiento de estos países, puesto que se reconocía que su éxito se había dado en un contexto de amplio intervencionismo por parte del Estado. Tal fórmula, que “el éxito se diera en el contexto de”, marcaba la voluntad de matizar considerablemente dicho intervencionismo de la causa del éxito económico asiático. En la descripción general de las políticas observadas, con cierto relativismo entre la negación de la existencia de un modelo asiático de desarrollo y la aceptación de un conjunto de políticas o principios comunes, se observaba una descripción que subrayaba que estas políticas fueran “amigables” con el mercado y se fomentara una acumulación de factores productivos. Este juicio no podía evitar la existencia de una política industrial verticalmente selectiva. No obstante, resulta notorio cómo en la descripción de su caracterización se refleja que atendió a fallos de mercado, además de cuestiones genéricas como que fueran políticas monitoreadas y correctamente aplicadas, pero que, en esencia, no responden a la pregunta inicial. Desde luego, la aceptación de una intervención estatal selectiva que creara capacidades productivas donde no las había constituido previamente era un argumento en contra del mercado, si aludimos a la pregunta esencial que el mismo informe planteaba. Esta omisión revela el sesgo de interpretación que desde el Banco Mundial se quería dar al innegable éxito asiático “en el contexto de un intervencionismo estatal”.

El informe agrupa a los cuatro tigres (Hong Kong, Singapur, Taiwán y Corea) y los diferencia de Japón y las economías de nueva industrialización (nie, por sus siglas en inglés: Indonesia, Tailandia y Malasia) en relación con el tiempo en que fueron desarrollándose. Esto explica que se sitúe a Corea en un grupo diferenciado al de Japón, si bien tienen modelos muy similares. Destaca la ausencia de China continental, que se convertiría en los próximos años en la potencia regional y en la referencia del modelo asiático de desarrollo. Tan sólo se menciona en uno de los cuadros a fin de relacionarla con la estrategia de potenciación de las exportaciones, si bien otros países, incluso latinoamericanos, son mencionados en cuadros similares. Si tenemos en cuenta la interpretación preponderante de que el éxito chino se debió a un conjunto de políticas liberalizadoras y amigables con el mercado, que inició a partir de 1978, resulta destacable que el principal análisis económico sobre la región olvidara mencionar lo que ocurría con el país más poblado y que, supuestamente, estaba aplicando políticas en el sentido recomendado. Más que un olvido, resulta evidente que en 1993 preponderaba una visión liberal que puede resumirse en dos interpretaciones del propio Milton Friedman durante sendas visitas al gigante asiático en la década de los ochenta: “el país era terriblemente ignorante sobre cómo funciona un mercado o un sistema capitalista” (Gewirtz, 2016), y “todos los países piensan que sus circunstancias son especiales” (Gewirtz, 2017). Esta última fue pronunciada en una conversación con el secretario general Zhao Ziyang sobre el camino de reformas chinas con características propias, e iba en la dirección de negar un modelo asiático diferenciado.

El propio informe del Banco Mundial niega los efectos culturales en la búsqueda de un planteamiento universal. A su vez se habla de la importancia de un servicio civil de calidad y eficiente. Sólo un acercamiento economicista que no tiene en cuenta las aportaciones de otras ramas de las ciencias sociales puede atreverse a omitir los elementos institucionales, en la medida en que éstos son endógenos, culturales, de la conformación de una burocracia con tales características en países del Este Asiático. No se menciona al confucianismo, de gran influencia en la región, que se construye, precisamente, en torno a la moral de la acción pública.

La explicación del crecimiento asiático se relacionó, fundamentalmente, con la acumulación de factores productivos. Se menciona el fomento a la inversión privada mediante una movilización del ahorro nacional, para el que se reconocen medidas coercitivas como los impuestos a los bienes de lujo, pero se enfoca en la lucha contra la inflación entre las medidas de estabilidad macroeconómica. Tal movilización del ahorro se vincula con el modelo de crecimiento de Solow (1956). Se menciona ampliamente la importancia de la acumulación de capital humano, lo que se asocia con el análisis empírico de Barro (1991). Indudablemente, ambas interpretaciones son cercanas a construcciones neoclásicas. Se admite que la creación de capital humano (término congruente dentro de la escuela) se hizo por fases y que se privilegió la educación técnica. Estas dos características reflejan la complementariedad del sistema educativo con el productivo, particularmente en relación con el avance tecnológico nacional.

Cuando en el documento se admite la existencia de resultados exitosos ante políticas intervencionistas, se opta por evitar establecer vínculos de causalidad, puesto que dichas políticas se dieron en el contexto de un conjunto amplio de políticas públicas y no existen contrafactuales, de los que es imposible disponer al analizar políticas individuales; así no puede afirmarse absolutamente nada. Esta declaración responde a un argumento científicamente válido que Rodrik (2012) desarrolló posteriormente y que está ligado a la endogeneidad de las políticas públicas. Su aceptación implicaría la dificultad de aislar las variables de política económica con análisis econométricos de múltiples países. En el informe el argumento se emplea selectivamente, tan sólo frente a aquellas políticas cuyo éxito es irrebatible con base en metodologías que se emplean para la justificación de herramientas defendidas. Ante las intervenciones se argumenta que éstas fueron menores y que se subyugaron a la prudencia macroeconómica, la cual se mantiene como recomendación de la institución. No debe dejar de mencionarse que el propio documento reconoce la disminución de la intervención estatal con el paso del tiempo.

Respecto de la intervención en el mercado de crédito, se apunta a su gran intensidad en el pasado, pero, a su vez, a la mayor liberalización durante los últimos años. Por ejemplo, de Corea se mencionan la gran intervención durante la década de los setenta de industrialización pesada y química, la reducción de medidas a partir de la década de los ochenta y la intensificación de la liberalización financiera desde la década de los noventa, fomentada por el Ministerio de Finanzas. También se analiza cómo en otros casos la prioridad de la intervención en el sistema crediticio no fue con fines productivos, como en Singapur y su mercado de vivienda. Hubiera sido interesante que se profundizara además en cómo la intervención de la Junta de Vivienda y Desarrollo de Singapur ha permitido la constitución de un mercado de vivienda accesible, con contratos de leasing a casi un siglo, en un centro financiero y comercial internacional que, en caso contrario, hubiera desplazado a la mayoría de su población.

Uno de los aspectos que más repercusión ha tenido de la interpretación de los organismos internacionales ha sido la descripción de la política de fomento de exportaciones, que por su falta de detalle ha llevado a confusión. En particular, la idea de que la política industrial esté sujeta a la competencia internacional, frente a las equivocadas políticas de sustitución de importaciones. En interpretaciones dirigidas por la explicación anterior, los países asiáticos habrían optado por una liberalización comercial que expuso su sistema productivo a la competencia internacional. El fomento a las exportaciones fue motivado en principio por la búsqueda de fuentes de divisas, necesarias para la importación de capital y materia prima requerida. De hecho, el fomento a las exportaciones era complementado en esos países con una protección a las importaciones en los procesos productivos que querían fomentarse en el país. Podía ocurrir que se diera una reducción de la tarifa arancelaria media, pero con un aumento de la tasa de protección efectiva (Berasaluce, 2019). La exigencia de resultados en materia de exportaciones expuso a los productores nacionales a un mecanismo de mejora de eficiencia, pero no han de omitirse los otros instrumentos que operaron de manera conjunta, como la protección nacional de esos propios mercados.

Cabe mencionar que cuando se expone en el informe la existencia de visiones contrarias frente al éxito de los países asiáticos, éstas se engloban en dos corrientes. Por un lado, se hace referencia a la visión neoclásica o “favorable al mercado”, de la que se exponen los argumentos defendidos por el propio informe y se le atribuyen los factores en los que ambos acercamientos estarían de acuerdo. La visión contraria, que otorga un mayor papel interventor al Estado, se denomina “escuela revisionista”. El uso de “escuela desarrollista” frente a la “escuela neoclásica” hubiera demostrado un carácter más neutro. El informe no se limita a presentar las dos visiones de manera objetiva, sino que toma posición por la primera.

Sobre el mercado financiero se muestra un disenso interesante, en particular sobre los costos y los beneficios de restringir la nueva entrada de actores. Al respecto, se presenta una dicotomía válida: la de la potencial mejora por los beneficios resultantes de una mayor competencia, lo que reduciría la ineficiencia, contra políticas más prudentes de un menor número de instituciones financieras más solventes. A pesar de que se muestra evidencia en ambas direcciones, se explica que ésta no es concluyente respecto de la limitación de entrada. Por la falta de evidencia habría de primar la eliminación de barreras de entrada frente al statu quo. La eliminación de barreras de entrada estaría muy relacionada con el crecimiento de los bancos mercantiles, particularmente a partir de 1994, instrumentos que usarían los chaebol a fin de adquirir deuda y evitar los controles establecidos y que se vinculan con la debilidad coreana frente a la crisis de 1997.

II. La interpretación de la crisis de 1997

El segundo estudio profundo del Banco Mundial (1998) sobre la región es el de Asia: Camino hacia la recuperación, publicado en septiembre de 1998. El momento de publicación del informe es crucial, aproximadamente un año después de que iniciara la crisis regional asiática. Ante tal crisis se extendía el temor de que fuera a ser el punto de inflexión que deshiciera el camino de las décadas pasadas, de que se entrara en una década perdida para la región. El Banco Mundial comparaba los eventos de la crisis de 1997 con las crisis de deuda latinoamericanas de la década de los ochenta. Además, la clasificación de cómo los diferentes países enfrentarían la crisis no parece, a la postre, muy acertada. En efecto se acertó en que Hong Kong, Singapur y Taiwán no enfrentaban los mismos retos, pues gracias a sus reservas no habían sufrido perturbación alguna. De los países que sí habían sufrido el shock, el organismo no diferencia lo suficiente entre quienes disponían de bases productivas sólidas (Corea) y los que no (Indonesia y Tailandia).

A fin de superar los efectos de la crisis, el Banco Mundial propuso una estrategia en tres ejes: movilización de capital internacional, protección social a los pobres y reformas estructurales. Este último, aunque se promovía en términos de una reactivación del crecimiento, se desarrollaba como un conjunto de reformas estructurales frente al modelo de crecimiento anterior. Por ejemplo, en Corea se aplicaría un conjunto de medidas de reformas estructurales como exigencia por parte del FMI debido al rescate financiero. Éstas implicarían liberalizaciones financieras y políticas corporativas que, si bien enfrentaban algunos riesgos derivados del intervencionismo estatal, no contemplaban los beneficios que dichas estrategias habían generado. La imposición externa fue, en sí misma, un conflicto para naciones que buscaban en la soberanía nacional una liberación frente a históricos episodios de colonización.

En su informe de 1998 el Banco Mundial centra los esfuerzos a realizarse en materia fiscal en un gasto público dirigido, fundamentalmente, al gasto social para proteger a los pobres del efecto de la crisis, como una mayor eficiencia del gasto. Por otro lado, se omiten los aspectos de creación de capacidades productivas, cuestión central del modelo de desarrollo asiático, con la excepción de las referencias al gasto educativo, si bien se rescatan desde su dimensión más social. Posiblemente porque el informe se centra en la crisis, omite hablar extensamente de Japón y sigue sin incluir a China como parte del objetivo del informe que analiza la región. Sin embargo, dentro de los resultados positivos de la región, se incluyen los de China, en particular aquellos relacionados con la reducción de la pobreza.

Se reconocen algunos elementos de crítica a la desregulación, producto de la excesivamente rápida liberalización financiera. Es posible que en estos elementos de crítica hubiera cierta intervención del entonces economista jefe del Banco Mundial (de febrero de 1997 a febrero de 2000), Joseph E. Stiglitz. No obstante, se observa una falta de consistencia en la crítica, producto, tal vez, del propio conflicto con la visión del Banco Mundial que Stiglitz (2007) reflejó en su obra El malestar en la globalización. Los elementos de crítica son escasos, pero permiten extraer de un análisis pausado del texto un panorama de visiones más amplio que la estereotipada y dicótoma comparación del informe de 1993. Por ejemplo, se presenta el aumento de la disponibilidad de crédito privado internacional de la década de los noventa como una fuente de crecimiento y, a la vez, de vulnerabilidades del modelo y su liberalización. A pesar de que se apunta al restablecimiento del crédito como uno de los elementos necesarios para superar la crisis, se describe, asimismo, como uno de los problemas la asimetría entre el flujo de crédito y la falta de regulación precautoria.

La mención de los estudios como el de Demirguc­Kunt y Detragiache (1998) relaciona la liberalización financiera con una mayor probabilidad de crisis, si bien se puntualiza que esto ocurre en países con instituciones más débiles. En cualquier caso, no hay gran reconocimiento de responsabilidad sobre quienes recomendaron este tipo de políticas. A su vez, las recomendaciones de una regulación más precautoria son escasas, mucho más moderadas que las que se realizan en relación con el restablecimiento del crédito.

En las explicaciones sobre los elementos causales que derivaron en la crisis, algunos son comunes en las del organismo internacional y las de autores como Chang (2006), más cercano a una corriente desarrollista. Así, se admite que shocks externos influyeron en la crisis, como los que operaron mediante las exportaciones. La dinámica reflejaba una mayor competencia por el ascenso de China, lo que se identifica correctamente en el informe como un cambio estructural. Acaso podría haberse visto como una extensión o consolidación del propio modelo de desarrollo asiático en la región.

Una de las críticas que pueden hacerse al informe es que su excesiva dependencia de justificaciones cuantitativas limita la interpretación causal y de las alternativas. Por ejemplo, se menciona el mayor riesgo de la especialización coreana y su materialización en una disminución de los precios de sus exportaciones. No obstante, no se alcanza a observar que esto es el reflejo de una apuesta por una política industrial dinámica que se mantendría (al menos cualitativamente) en Corea y en la región, de manera particular en China. Cuando se analizan los orígenes y el destino del comercio internacional, no se profundiza en los efectos de red. Por ejemplo, a veces se puntualiza la importancia de Singapur como destino de un conjunto de exportaciones sin destacar que esta ciudad­Estado no es un mercado final relevante, sino una plataforma reexportadora.

De manera similar se realizan críticas a elementos del modelo de desarrollo asiático, como la gobernanza corporativa, los lazos entre empresa y gobierno o la propia estructura de los gigantes corporativos coreanos (chaebols) con intereses en diferentes sectores. Es indudable que estos elementos presentaban algunos riesgos, pero durante la aplicación más intensiva del modelo también fueron parte característica de los mismos. Tal reconocimiento habría permitido una consideración parcial de los costos y los beneficios de las medidas recomendadas. En resumen, las recomendaciones se interpretan dentro de la caracterización de un solo modelo de crecimiento a nivel internacional. No se reconocen las características propias y, en esencia, la existencia de un modelo propio de crecimiento, por lo que, con base en estudios cuantitativos de comparación internacional, se critican elementos propios del modelo de desarrollo asiático sin reconocerlos como pertenecientes a éste.

De acuerdo con un planteamiento cercano a la teoría monetaria moderna -véase, por ejemplo Wray (2015) -, la intervención del FMI de búsqueda de estabilización cambiaria mediante la subida del tipo de interés privilegiaría una supuesta estabilidad macroeconómica al afectar de manera negativa un elemento fun damental de la economía: su sector productivo. El alto tipo de interés encarecería la inversión, que se complementaría con un gasto deficitario del sector público centrado en el gasto social, en vez de en el tejido productivo, el cual retroalimentaría la presión alcista en los tipos de interés nacionales por la disminución de ahorro. Este círculo vicioso habría propiciado la venta de empresas y activos públicos, incluso si éstos se consideraban estratégicos por parte de la nación correspondiente. La venta de tales activos generaría un desplazamiento de inversión pública por inversión privada, sin que versara necesariamente una sustitución por un desempeño más eficiente del segundo. Sería, solamente, la necesidad de financiación del déficit por gasto social la que derivaría en la venta de activos rentables con el propósito de propiciar la compra de la iniciativa privada. En este esquema el sector privado sustituiría al público en el tejido productivo sin que se crearan nuevas capacidades productivas. Los capitales privados obtendrían rendimientos por dos vías: por los intereses crecientes de la deuda y por la creación de oportunidades de sustitución de la inversión pública por inversión privada en los sectores existentes, con la consiguiente privatización de las ganancias y las oportunidades de crecimiento futuras.

III. Repensando el milagro de Asia del Este: el conflicto

En junio de 2001 el Banco Mundial publicó Repensando el milagro de Asia del Este con una perspectiva temporal suficiente sobre lo que había sucedido durante la crisis de 1997 y del propio modelo de desarrollo asiático. Este documento también está editado por Shahid Yusuf y Joseph E. Stiglitz. El segundo había dejado el cargo de economista jefe de la institución en febrero de 2000 y su aportación, más crítica, queda relegada al último capítulo. El informe puede analizarse junto con el anterior, ya que parte de la crisis de 1997 y de su recuperación. Considera de manera protagónica la experiencia en materia de política industrial de Asia Oriental e incluye el caso particular de China. Se reconoce que la crisis fue de corta duración y que después de ésta se había dado una recuperación en la región, con un crecimiento medio superior a 4% en 1999 y a 6% en 2000. El propio informe discute la pertinencia de revalorar un modelo en función de una crisis financiera que apenas significó un año de crisis en el crecimiento.

A pesar de lo anterior, las características enunciadas del modelo de desarrollo asiático no varían. Al respecto, se toma como referencia el capítulo de Yusuf, el cual funge como resumen y está más relacionado con los planteamientos del resto de capítulos que la visión de Stiglitz. Por un lado, se recomienda prudencia macroeconómica, en general: baja inflación, política fiscal prudente, promoción de integración del sistema financiero en el mercado mundial y su liberalización, intervención en el tipo de cambio para fomentar las exportaciones, minimización de distorsiones en los precios y fomento de la educación para la creación de capacidades. Es un ejercicio complejo considerar estas características y hacerlas congruentes en un modelo de política industrial, como se afirma desde la propia introducción. La contradicción es evidente, pero también resultaría obvio que la institución no podía desdecirse de su interpretación anterior; de hecho, se reclama que los elementos del modelo son los mismos. Con esta descripción es difícil encajar los ejemplos de intervención financiera a gran escala en Japón, Corea y China. La liberalización se da precisamente en el contexto de transformaciones del modelo, que no es, ni mucho menos, una realidad inmutable. Se dio, por ejemplo en Corea, en un momento de lucha contra la inflación, que, por lo tanto, no permanece controlada.

El segundo elemento fundamental planteado es el de una burocracia eficiente. Tal burocracia capaz buscó un desarrollo del país a largo plazo. Si bien éste es un elemento correctamente identificado, la perspectiva puramente economicista no permite explorar una causalidad endógena de esta diferencia institucional.

Como tercera característica del modelo se menciona que el crecimiento de la producción estuvo orientado hacia las exportaciones y que se aplicaron medidas sobre el tipo de cambio a fin de impulsarlas. Sin embargo, dentro del mismo modelo se reconoce que los gobiernos de los países orientales aplicaron protección arancelaria y fomento de las exportaciones selectivas. Resulta extraño que, aunque los identifica como elementos propios del modelo, la institución especifique que sería cautelosa sobre recomendarlos a otros países.

Por último, se reconoce un elemento fundamental del modelo de desarrollo asiático: su pragmatismo; la voluntad de evaluar la planificación y su ejecución, y la disposición para mantenerlas o rechazarlas independientemente de su origen ideológico. Lamentablemente, el filtro que se observa en el informe se aleja de dicho principio.

Como se comentaba, el capítulo de Stiglitz, que cierra el volumen, tiene una visión distinta. Parte del reconocimiento al extraordinario crecimiento de Asia del Este y de la menor importancia relativa, frente a dicho crecimiento, de la crisis de 1997. Stiglitz evita posiciones aleccionadoras o que consideren que las características propias del modelo de desarrollo asiático -como la política industrial- redujeron el crecimiento efectivo de dichos países. Es curioso que quieran analizarse las características de un modelo que ha generado un crecimiento económico sin precedentes desde un planteamiento inductivo de amplio espectro, pero que ante la enunciación de características que van en contra de los planteamientos teóricos neoclásicos se haga referencia a una supuesta falta de contrafactual a fin de afirmar que el éxito de dichas políticas no dice nada sobre el posible mayor éxito de políticas que no pudieron realizarse y que nadie ha observado.

Stiglitz observa elementos que permiten caracterizar mejor el modelo de desarrollo asiático, como las altas tasas de ahorro o la existencia de políticas industriales, con la excepción de Hong Kong, que, no obstante, podría haberse beneficiado de la política industrial aplicada en China continental. También identifica que gran parte de la política industrial se aplicó mediante una intervención en el sector financiero. No podría hablarse, a la vez, de un mercado financiero que sirve como herramienta para aplicar la política industrial y al mismo tiempo considerarlo un sector liberalizado. Ello se debe a que se mezclan épocas de países distintos a fin de hacer una selección de las características que interesan más en cada momento. En el caso particular de Corea, la liberalización financiera, que comienza durante la década de los ochenta y se acelera durante la de los noventa, ha de distinguirse de momentos de intervención más intensivos, como los que constituyó el gobierno de Park Chung­Hee. Por último, Stiglitz habla de la corrupción, uno de los elementos criticados y relacionados con la discrecionalidad y la intervención estatal en la economía. Esta relación puede considerarse como uno de los costos de un modelo que, de manera neta, ha tenido grandes beneficios. Relacionar tal corrupción con la existencia de un “capitalismo de camaradas” con características negativas es muy reduccionista y, como se ha mencionado, parte de la crítica del discurso identificada por Wade (1998). Las democracias liberales y los sistemas de mercados relacionados cuentan con mecanismos similarmente oscuros, de grupos de presión, financiación de campañas de partidos políticos o intervención de grupos mediáticos alineados. Las formas de gobierno discrecionales, junto con los costos de corrupción, señalados y subrayados, ofrecieron un crecimiento espectacular en varios países, de los que la gran mayoría de ciudadanos se benefició. El planteamiento del Banco Mundial asevera en su mismo informe la importancia de la eficiencia burocrática y su compromiso con el crecimiento de largo plazo, junto con los costos de la corrupción derivados de las oportunidades que ofrecía discrecionalidad a esa misma burocracia.

Entre los pasos positivos a destacarse del informe, además del planteamiento de Stiglitz, está la inclusión de China, aunque sin el protagonismo necesario. Acaso una de las críticas al informe es que siga tratando de buscar efectos con base en un modelo económico universalista. Entender el modelo asiático de desarrollo habría exigido reconocer que puede haber modelos locales para profundizar en los factores que hacen que las variables se comporten de manera distinta, como un reflejo de un comportamiento diferente de los actores económicos.

La crítica a la interpretación de la crisis de 1997 del Banco Mundial se extiende al FMI, debido a su papel en el rescate crediticio de Corea. En las medidas de ajuste que condicionaron el crédito se observa una intervención propia de crisis de cuenta corriente estructural que, en consecuencia, pretende ajustar la demanda. Sin embargo, el desajuste en la cuenta de capital no respondía a una característica estructural del modelo, sino a un choque externo que alimentó desequilibrios propios en el contexto de una acelerada liberalización financiera. Un estudio a fondo del modelo permitiría observar, por ejemplo, que el planteamiento comercial mercantilista y de fomento del ahorro interno ha derivado en balanzas comerciales positivas (Singh, 2002).

IV. Un renacimiento de Asia del Este: la visión más heterogénea y completa

El informe del Banco Mundial sobre la región de Asia del Este de 2007, Un renacimiento de Asia del Este. Ideas para el crecimiento económico, supone un cambio notorio respecto de los acercamientos anteriores, por varias razones. En primer lugar, es un informe integrado, con una perspectiva heterogénea pero congruente, sin contradicciones internas. El documento parte todavía de la incógnita de lo que ocurre en la región y, pese a que podemos considerar que su explicación no es exhaustiva, está mucho menos ideologizada y se ve un intento sincero por esclarecer los elementos del sistema de desarrollo asiático. Por un lado, porque se incluye un acercamiento en términos de desarrollo y no sólo al crecimiento, lo que expone elementos de inclusión y sustentabilidad del modelo, en relación con su cohesión (no tanto la cuestión medioambiental). Por otro lado, el documento reconoce ausencias de informes anteriores, y debido a las debilidades de éstos, el reconocimiento explícito de las omisiones e implícito de los errores es un magnífico punto de partida. De manera general, se admite que no se habían afrontado los anteriores informes con la intención de caracterizar una región, de tal forma que los estudios de caso de los países seleccionados no ofrecían una tesis conjunta. Algo similar podía decirse de la falta de una visión integrada de los autores participantes, aun si no son posiciones totalmente confrontadas. Se corrige también la carencia de inclusión o protagonismo del gigante de la región: China continental.

El informe parte de una categorización de los países en la región que resulta muy útil y permite no confundir características de un tipo de países con la generalidad: los nororientales (Japón, Corea y China) y los del Sudeste Asiático (Vietnam, Camboya, Tailandia, Myanmar, Malasia, Filipinas e Indonesia). No se desarrollan Mongolia ni la República Democrática Popular de Corea, pues representan modelos diferenciados y carentes de crecimiento económico. Singapur, como ciudad­Estado, requiere un análisis particular, que lo hace semejante a la situación de Hong Kong (anterior y presente en el esquema de “un país, dos sistemas”).

Se analiza la intensificación de las relaciones comerciales dentro de la región, que la alzan como una potencia. Este crecimiento del comercio y de las inversiones se relaciona, precisamente, con el crecimiento y la integración real motivada por China. Se observa acertadamente que la interconexión de los flujos económicos ha sido previa a cualquier motivación de integración formal, lo que parece ser una característica en el modelo: aun en ausencia de tratados de libre comercio formales, hay una integración económica muy fuerte.

El informe reconoce literalmente la falta de adecuación del recetario neoclásico para explicar el modelo de desarrollo asiático y que un acercamiento válido requiere nuevos paradigmas. En otras palabras, el informe desdice los anteriores acercamientos de la propia institución y los invalida, más allá de la corrección de algunas tesis particulares. Esto tiene que ver con la intervención del Estado, puesto que, al reconocerse economías de escala, se ofrece una vía para intervenciones sectoriales. Hay un alejamiento del planteamiento de ganancias del comercio mediante la ventaja comparativa y se parte de la variedad de insumos, productos y del avance tecnológico como características que explican mejor el aumento del comercio regional. En este planteamiento se ofrece un papel relevante a la innovación y a los agentes que participan en ella, como el emprendedor, la educación y las políticas que los sustentan. Nótese que la inclusión de la educación va más allá de la acumulación de un factor productivo, puesto que da forma a la mejora tecnológica.

Se ofrece una tesis, congruente con el análisis de la región, de acuerdo con la que una economía líder, a medida que avanza en su transformación productiva, deslocalizaría actividades hacia otros países. Esta interpretación de los movimientos productivos en la región sería cercana a la hipótesis de los “gansos voladores” formulada por primera vez por Akamatsu (1962) y que Kojima (2000) analiza a profundidad. No se menciona lo suficiente que la razón por la que en los países destinatarios de las deslocalizaciones se da una transformación productiva es una motivación propia para promoverla. Esta búsqueda continua de adaptación del tejido productivo les ha permitido transitar de modelos basados en alcanzar economías de escala mediante grandes instalaciones, mano de obra barata y tecnología importada o copiada a, gradualmente, esquemas con mayor contenido tecnológico propio y trabajo cualificado. Aunque todavía en 2001 el liderazgo tecnológico de China podría parecer lejano, se apunta a algunos elementos que explicarán en qué se va a convertir este país en las siguientes décadas. Por ejemplo, se menciona el mayor crecimiento de las exportaciones de productos tecnológicos.

Rodrik (2006) especifica que la estructura productiva de China no responde a su nivel de ingreso per cápita, ni a la relacionada provisión abundante del factor productivo trabajo, como cabría esperar si la razón de dichos patrones comerciales respondiera a la ventaja comparativa. Es cierto que, dentro de la cadena productiva, en China se ubicaban las partes del proceso productivo más intensivas en trabajo, pero el hecho de concentrar las exportaciones en productos con una participación relativamente menor de trabajo no cualificado que otros responde también a una voluntad de transformación productiva y escalamiento tecnológico.

Se menciona desde el principio la caída de los aranceles como factor explicativo del modelo asiático (Gill y Kharas, 2007: 22), incluso se realiza una comparación con Latinoamérica. En concreto, se menciona que desde 1994 se habrían reducido los aranceles en la región, frente a un aumento en Latinoamérica en el mismo periodo. No obstante, ha de apuntarse que tal reducción habría sido de una cuantía menor en términos absolutos, 5 puntos porcentuales, si bien la tasa arancelaria media ya era baja a comienzos de la década de los noventa. Incluso en los casos más intervencionistas del modelo asiático no se optó por un aumento generalizado de los aranceles, sino por una selección de procesos a intervenirse y protegerse, junto con una apertura de todos los insumos necesarios en el referido proceso. Entonces, una protección efectiva alta de procesos particulares junto con un aumento de las importaciones de insumos necesarios derivaría en una reducción de la tasa arancelaria media. Además, es extraño que una reducción arancelaria media de 5 puntos porcentuales pueda ser tan relevante para ofrecer una comparación regional, en ausencia de los demás elementos del modelo de desarrollo asiático. Es decir, se debería ser cauteloso a la hora de interpretar causalidades de medidas económicas aisladas del conjunto de políticas entre las que se han aplicado, además de instituciones, contexto económico, cultura, etc. El informe hace bien en analizar el conjunto de medidas, pero, a veces, adelanta conclusiones sobre políticas aisladas.

Se menciona la importancia que cobran la construcción de capacidades competitivas para analizar el caso de China y la del poder de una red comercial a la hora de explicar un crecimiento de exportaciones. Esto permite una disponibilidad cercana de una amplia diversidad de bienes intermedios, lo que facilitaría una rápida adaptación de variedades a los cambios en el mercado. La rápida adaptabilidad del sistema de producción asiático a los cambios en el mercado y su amplitud en la variedad de productos, los cuales son capaces de adaptarse a un amplio rango de poderes adquisitivos, es referida actualmente como uno de los factores diferenciadores de modelos productivos chinos (Fung, Aminian, Fu y Tung, 2018). Esta capacidad de ofrecer una variedad de productos puede constituirse como una ventaja competitiva propia que ha sido relacionada con la productividad total de los factores (Feenstra y Kee, 2008).

La gran mayoría de autores estaría de acuerdo en posicionarse en contra de la corrupción, mientras implica un alejamiento del deber de los servidores públicos para beneficio de un privado a cambio de una retribución o promesa, explícita o implícita, de la misma. A pesar de ello, también se menciona como hipótesis un efecto de posible eficiencia en la corrupción (Gill y Kharas, 2007: 324­325). En todo caso, esta explicación de la corrupción no refleja la posición del informe que explora mecanismos para superarla, es decir, al identificarla como costo. Los entornos más discrecionales ofrecen más oportunidades para la corrupción. Por otro lado, estos mecanismos de transformación institucional pueden resultar ajenos al desarrollo político filosófico propio de los países asiáticos en general y de China, núcleo irradiador del modelo, en particular. Así, se omite comentar los planteamientos confucianos que construyen una teoría del poder propia y que es muy poco compatible con el Estado de derecho.

El crecimiento de China continental ha promovido la integración comercial dentro de la región. Corea y Taiwán se alzaban como líderes tecnológicos regionales, junto con Japón. Este ascenso es una tendencia que se iría a mantener en el tiempo. También ocurriría después lo mismo con China. Ya en 2019 tal país lideraba las solicitudes internacionales de patentes mundiales, y Asia, como región, aglutinaría más de la mitad a nivel mundial (Berasaluce, 2020).

En términos de finanzas también se menciona la apertura frente a la inversión extranjera directa (IED). En primer lugar, habría que puntualizar que los países asiáticos no representan un modelo particularmente abierto frente a la IED, con la excepción de las ciudades­Estado, cuyas características obedecen más a su tamaño que al modelo que comparten con otros países de Asia del Este. A pesar de que el problema se enmarca desde una perspectiva financiera, su naturaleza va más allá, ya que afecta la propiedad y, en consecuencia, el sujeto de la toma de decisiones en el sistema productivo, así como sus posibilidades tecnológicas. La importancia de tal factor se encuentra en este eje, como lo refleja el propio informe cuando destaca que el mayor beneficio de la IED radica en las potenciales transferencias tecnológicas.

Se reconoce que la IED puede ralentizar el cambio tecnológico propio al sustituir elementos del sistema productivo local (Gill y Kharas, 2007: 111). Se toma como ejemplo contrario a esta afirmación el caso de China, a pesar de haber condicionado enormemente la IED, con exigencias que canalizan transferencias tecnológicas directas. No obstante, se admite en el informe que la capacidad de transmisión tecnológica de la IED depende críticamente de la acción local del país receptor. Las condiciones en éste no ocurren automáticamente, sino que dependen de una voluntad transformadora y de las políticas que la hagan efectiva. En función de la evidencia, se recomendaría a los países en desarrollo priorizar el gasto en investigación y desarrollo (I+D) frente a su atracción.

El acercamiento al análisis financiero es interesante, puesto que parte de una priorización de la eficiencia, así como de una posición en favor de la diversificación de fuentes y la reducción de riesgo sistémico. En términos de lo sucedido en 2008, se destacan algunas recomendaciones que ya estaba realizando el Banco Mundial en su interpretación de los factores que habían destacado durante la crisis asiática de 1997, como que se había debilitado la supervisión bancaria.

El informe de 2007 ofrece una de las visiones más heterogéneas y amplias de la institución hacia el modelo de desarrollo asiático. La heterogeneidad, si bien le permite a la institución alejarse de la ortodoxia, tiene su reflejo de debilidad en la ausencia de un cuerpo unificado de perspectivas y recomendaciones. De hecho, también presenta una visión menos economicista, en el sentido clásico. No obstante, ello puede responder al mayor acaparamiento temático de la ciencia económica, si bien refleja sus limitaciones metodológicas, debido a la falta de incorporación de visiones políticas y filosóficas propias de Asia del Este, que habrían enriquecido el análisis. Como veremos a continuación, lamentablemente, los pasos positivos en favor de una visión más amplia del modelo de desarrollo asiático no marcaron una tendencia en la institución multilateral.

V. Un resurgimiento de Asia del Este: una vuelta al mainstream

En su último informe sobre el modelo de desarrollo asiático Un resurgimiento de Asia del Este. Navegando un mundo cambiante (A Resurgent East Asia. Navigating a Changing World,Mason y Shetty, 2019), de 2019, el Banco Mundial se aleja del rango de visiones heterogéneas y, por lo tanto, más heterodoxas de 2007 hacia una visión más estrecha y ortodoxa de estos casos de éxito. Desde luego, el informe reconoce el protagonismo regional de China; no podría ocurrir de otra manera, pero se aleja de diferencias subregionales, como las que había reflejado en los informes de 2007 y 2001, al separar el Sudeste Asiático de los países de Asia del Este y de las ciudades­Estado. En conjunto, toma a los países de la región como de ingreso medio, y los unifica en relación con el ingreso puntual de la mayoría de su población, pero deja en segundo término la dinámica de las últimas décadas. Como se reflejaba en el informe de 2007 y se defiende en este texto, la dinámica es importante a fin de observar el tipo de políticas de transformación productiva que se están llevando a cabo en estos países. Sin embargo, ubicarlos como “de ingreso medio” minimiza el mérito de las transformaciones realizadas y sitúa al Banco Mundial en una posición de superioridad para recomendar, otra vez, el tipo de políticas supuestamente necesarias para que transiten hacia países de ingreso alto.

En el informe se destaca que el crecimiento del comercio internacional es más lento que el de décadas anteriores, como limitante de la capacidad de extensión del modelo de crecimiento asiático, por el protagonismo que en él tienen las exportaciones. Como amenaza también se menciona el rápido cambio tecnológico, que afectaría supuestas ventajas comparativas basadas en una mayor disposición de mano de obra barata. Ni para los países asiáticos proveer mano de obra barata se considera un éxito, ni ésa es la razón del éxito del modelo. En primer lugar, las continuas transformaciones productivas observadas en los países asiáticos pretenden ofrecer capacidades productivas que mejoren el bienestar de la población, lo que también implica aumentos salariales. En segundo lugar, si lo que se observara fuera la mera consecuencia de una provisión de mano de obra barata, el caso asiático no sería más que otro en una supuesta convergencia salarial mundial. Es cierto que el crecimiento asiático está muy fundamentado en las exportaciones y que muchos mercados han mostrado su agotamiento, pero sería conveniente relacionar esto con las estrategias de internacionalización en nuevos mercados, como la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda (BRI, por sus siglas en inglés).

En lo referente a la tecnología, debemos apuntar a que el cambio tecnológico acelerado no es una fuerza exógena al modelo asiático de desarrollo. Son, precisamente, los países asiáticos quienes están protagonizando dicho cambio. Se menciona la mayor importancia de la economía digital en complemento con los avances de la industria 3.0 y 4.0, y se observan diferencias regionales en la implementación de estas tecnologías. Dicho criterio es importante, ya que una de las preocupaciones del Banco Mundial sobre la región es su potencial pérdida de competitividad por la sustitución tecnológica de los procesos productivos intensivos en mano de obra no cualificada. Varios de los países han transitado de un modelo centrado en mano de obra barata al tecnológico con base en una variedad de insumos intermedios. Como puede verse por la diferencia en robotización, lo anterior afectaría fundamentalmente países que no han realizado el tránsito, ubicados en el Sudeste Asiático (Mason y Shetty, 2019: 30).

Otra de las descripciones en el informe del modelo de crecimiento asiático es que es un “crecimiento con equidad”, se destaca su alto grado de inversión en capital humano y su gobernanza. Si bien estos elementos están presentes en el modelo, la descripción puede resultar incompleta. Como componente esencial de mejora en las capacidades productivas, se dio en los países asiáticos una fuerte inversión en educación. Esto también estaba relacionado con el componente fuertemente meritocrático de la burocracia o el servicio civil, por su influencia china, si bien tal vinculación, institucional e histórica no se menciona. Además de la inversión en capital humano, una descripción más completa del modelo de desarrollo asiático debería haber incluido elementos de política industrial, como la coordinación entre el impulso de habilidades concretas de capital humano y la selección vertical de segmentos productivos, en función de sus posibilidades de crecimiento.

En relación con la gobernanza, se destaca el mantenimiento de una estabilidad macroeconómica. Debería puntualizarse que los países asiáticos no confiaron solamente en mantener una estabilidad macroeconómica, sino que combinaron arduamente una multiplicidad de objetivos en la dinámica de una transformación productiva y social. Por eso la estabilidad macroeconómica es un objetivo, pero puede ser relegada parcialmente.

Comprender que la apertura comercial en muchos países asiáticos, particularmente en aquellos de mayor tamaño, dependió del desarrollo, y la priorización de las capacidades productivas propias permite entender mejor su situación y adecuar las recomendaciones. Por ejemplo, en relación con la desaceleración del crecimiento de las cifras de comercio en los países asiáticos, el Banco Mundial recomienda la apertura del sector de servicios, como si éste fuera uno que hubiera quedado descuidadamente olvidado en un proceso de internacionalización que irremediablemente generaría beneficios. Por el contrario, con base en el mismo proceso de apertura selectiva respecto de proteger y potenciar el tejido productivo nacional, los países de Asia del Este no plantearían congruentemente una apertura de todos los posibles segmentos productivos. En el momento en que, en relación con el fortalecimiento de la competitividad de sus empresas nacionales, éstas empiecen a buscar nuevos mercados, se negociará la apertura de los propios, además de aquellos insumos o productos finales en los que no se quiera potenciar una producción nacional. La apertura es siempre selectiva y estratégica.

Otra de las recomendaciones que realiza el Banco Mundial es la mejora en el financiamiento de las empresas, particularmente el de las pequeñas y las medianas (PYME). Frente a la postura de la institución en el informe de 2007 de subrayar la importancia de la diversificación de las fuentes financieras y la vigilancia bancaria a fin de minimizar la exposición al riesgo, en este caso se vuelve a poner el énfasis en la obtención de financiación, si bien se enfoca en la desigualdad en el acceso a la misma.

En el informe se destaca que, si bien la efectividad estatal ha sido uno de los elementos característicos del modelo de desarrollo asiático, ésta habría de enfrentarse a nuevos retos en el tránsito de economías de ingreso medio a ingreso alto. En particular, estarían dirigidos hacia los cambios de coalición que sustentarían los equilibrios políticos existentes y que dificultarían su mantenimiento. Otro de los retos que el Banco Mundial apunta es la falta de mecanismos para la participación ciudadana, que genera ausencia de transparencia y, en consecuencia, bienes públicos de peor calidad. La lógica genérica escondida detrás de la crítica se basa en la creencia de que la democracia liberal es universal y el mecanismo de participación ciudadana es el más eficiente en la provisión de bienes públicos. Sin embargo, los ejemplos que se dan son muy aislados, y se refieren a mayor participación en pequeñas comunidades rurales.

La dirección de las recomendaciones del Banco Mundial se entiende mejor con un resumen de éstas. A fin de mejorar la competitividad económica: incorporación del sector de servicios en el comercio; profundización de los acuerdos comerciales; extensión de políticas de innovación, y acceso de las PYME a recursos financieros. Con el objetivo de crear capital humano: desarrollar habilidades cognitivas y socioemocionales; ofrecer sistemas para el aprendizaje continuo, y mejorar las capacidades técnicas y educativas. En relación con la promoción de la inclusión: mejorar los servicios de asistencia a desempleados a fin de adecuarlos a las necesidades en el marco del cambio tecnológico; ampliar los seguros de desempleo; mejorar la accesibilidad a las tecnologías digitales de aquellos no incluidos. Los objetivos en materia de inclusión se centran, esencialmente, en la educación y la capacitación del trabajo. Se comenta tangencialmente, respecto a la mejora de los servicios públicos, la mayor inclusión en la provisión de servicios de salud. No obstante, esto se relaciona con una disminución de los subsidios de dicho servicio, a fin de no aumentar la presión fiscal. Como parte del cuarto pilar se realizan recomendaciones para la mejora de las instituciones estatales y se centran en elementos de la democracia liberal: aumentar la participación ciudadana; mejorar la transparencia gubernamental; fortalecer los sistemas de contrapesos. Se ha de tener en cuenta que las recomendaciones basadas en el desarrollo de elementos políticos propios de democracias liberales y sin referirse a las propias tradiciones políticas filosóficas no son aplicables. Además, sobre los acontecimientos en relación con la pandemia de covid­19 y las diferencias en materia de gestión entre los países de Asia del Este y las democracias occidentales (sin que al escribir este artículo se cuente con datos finales del desarrollo de la pandemia), es muy posible que haya replanteamientos sobre cuáles son los modelos más eficientes en la provisión de este tipo de bienes públicos. Por último, en materia de capacidad de financiación de la transición hacia economías de alto ingreso, se menciona que los gobiernos tendrán que lidiar entre políticas sociales y de potenciación del crecimiento, si bien esto es una recomendación generalizable a cualquier país. También se menciona la necesidad de expandir la base tributaria a fin de reducir los márgenes impositivos. Esta recomendación tiene más sentido para países con alta informalidad como los latinoamericanos. En el caso de Asia, cabe enfocarla al Sudeste Asiático.

VI. Conclusión

Como conclusión de este análisis, el tratamiento del modelo asiático de desarrollo en los informes regionales del Banco Mundial ha construido una imagen que, al repetirse en libros de texto y conferencias por imitación de las tesis de la influyente institución multilateral, explica el éxito en materia de crecimiento económico de la región con base en las propias recomendaciones del mainstream neoclásico. Esto se observa en la dicótoma contraposición entre el modelo latinoamericano de sustitución de importaciones y el asiático de promoción de exportaciones, como se desdibuja, para oponerlo a las políticas en materia de política industrial que se dieron en Latinoamérica durante de 1950 a 1970, a pesar de sus muchas semejanzas. Una amplia comparación de modelos de desarrollo de Latinoamérica frente al Sudeste Asiático puede analizarse en Palma y Pincus (2022), en la que también se destaca la divergencia de Vietnam, cuya cercanía cultural confuciana a Asia del Este ha de tomarse en seria consideración, además del referido efecto expansivo chino en toda la región.

A fin de evitar este tipo de interpretaciones, en el Cuadro 1 se ofrece, a modo de resumen de la discusión anterior, una relación de características del modelo de desarrollo asiático, como es interpretado por el Banco Mundial (en su línea principal, de la que el informe de 2007 se aleja), frente a un resumen de interpretaciones desarrollistas, cuyas referencias se comentan parcialmente en el texto y en el propio informe de 2007.

Cuadro 1 Características diferenciales entre la visión propia del Banco Mundial y del desarrollismo sobre el modelo asiático de desarrollo 

Banco Mundial Desarrollismo
Intervención gubernamental O no se destaca o fue ineficiente. El crecimiento hubiera sido mayor en su ausencia. Intervención del gobierno en la selección de sectores.
Sistema de precios Exportaciones ofrecen precios correctos. Intervención gubernamental genera precios erróneos para impulsar dichos sectores.
Política comercial Apertura. Protección selectiva.
Política financiera Liberalización para canalizar mayor crédito a mejores precios. Intervención en el sistema financiero para canalizar crédito a sectores señalados.
Política educativa Mejora de la educación para atraer la inversión. Mejora de la educación en coordinación con sectores impulsados.
Inversión extranjera Se destaca su efecto positivo en transferencia tecnológica. Se restringe para control nacional y se condiciona para inducir transferencias tecnológicas de forma directa.
Fomento del ahorro Mediante la generación de condiciones financieras y macroeconómicas estables, como baja inflación. Mediante medidas directas, como represión del consumo de bienes de lujo.
Política tecnológica Transferencias naturales por medio de la IED y la protección intelectual. Protección intelectual gradual a medida que ésta es nacional.
Inflación Baja inflación para estabilidad macroeconómica y atracción de inversión. Mayor relajación en equilibrio bajo.
Política de protección social En los últimos informes se promueven políticas de protección social. No son prioritarias del modelo: equilibrio entre el contrato social y la competitividad.
Eficiencia burocrática y gobernanza Se destacan y recomiendan características de democracias liberales: Estado de derecho y transparencia. Preparación y meritocracia de las élites burocráticas dentro del sistema.

Fuente: elaboración propia.

A partir del análisis de los informes y la identificación de los elementos discursivos, se concluye la prevalencia de las tesis neoclásicas en los informes sobre la región de Asia del Este del Banco Mundial y, al respecto, puede catalogarse como sesgo contrario a las tesis desarrollistas que han encontrado en el éxito de los países de Asia del Este elementos en favor de planteamientos de intervención. Sin embargo, se observan algunos factores de confluencia en parte de los trabajos referidos y particularmente en el informe de 2007, que pueden favorecer mejores síntesis y un diálogo más abierto entre las diferentes posiciones.

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*El autor quiere agradecer a los participantes del seminario sobre “Políticas productivas para reconstruir la economía mexicana con visión de sustentabilidad social y ambiental” y a un revisor anónimo por sus valiosos comentarios y referencias. Investigación realizada en la Ciudad de México, en 2022. El contenido del artículo es responsabilidad exclusiva del autor.

Recibido: 02 de Mayo de 2022; Aprobado: 12 de Octubre de 2022

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