Clasificación JEL: J24, D24, L25, R12.
Introducción
Este trabajo pretende contribuir a la identificación de las características de la competitividad económica de los estados de México que definen las ventajas reveladas de cada uno. La atención se centra en las 32 entidades del país,1 considerando la trayectoria productiva y competitiva de las principales actividades de cada entidad, su relación con la dotación disponible de recursos naturales locales y con las potencialidades que ofrecen para atraer nuevas inversiones de empresas en el marco de la globalización industrial, comercial y de servicios en marcha. Dicho conocimiento puede servir para orientar el desarrollo futuro y la promoción de las nuevas inversiones, siempre que puedan complementarse con las acciones de política regional para mejorar el uso de los recursos revelados en cada región.
En trabajos previos (Unger y Saldaña, 1999, Unger, 2010) se ha mostrado la conformación de regiones en México con distintos grados de industrialización y especialización productiva, atendiendo a dos criterios: el peso o importancia económica que alcanzan las actividades líderes, y los niveles de progreso tecnológico y de la modernización productiva que se observan en dichas actividades en las distintas localidades del país. El resultado de dichos estudios fue comprobar que existen diferencias sustantivas en la industrialización y modernización de las economías locales en todos los niveles geográficos, como reflejo de la dominación que imponen algunas actividades y localidades específicas en cada estado. Esto da pie a lo que ahora nos proponemos identificar un tanto más sistemáticamente mediante el análisis comparativo de las 32 entidades, hasta el nivel de reconocer a detalle las actividades más importantes y con condiciones competitivas necesarias para impulsar el uso de los recursos de cada entidad o, si se prefiere, sus ventajas reveladas.
En ese intento, se parte de la distinción entre actividades y grupos de actividades relacionadas de dos tipos: unas son las que se desarrollan principalmente por el liderazgo de productos y servicios regionalmente especializados y concentrados en pocas localidades (en principio urgidas de competitividad para resistir presiones de competencia, por su propia naturaleza son comerciables o transables), distinguiéndolas de otro tipo de actividades, entre ellas muchos de los servicios y comercios, que tienden a desarrollarse cerca de cada mercado o conjunto de población. La mayoría de estos rubros de infraestructura, servicios y comercio son equiparables a los no comerciables o no transables, que disfrutan de condiciones de protección natural, generalmente por la corta distancia que es necesario guardar entre la demanda y su oferta. La dimensión regional o territorial está muy presente desde el inicio, en esta distinción entre actividades comerciables y no comerciables.
El análisis de la competitividad se lleva a cabo considerando dos indicadores económicos fundamentales: la productividad laboral y los salarios. El propósito es distinguir los estados en lo que respecta a dos criterios: i) por tipos de estados según sus condiciones de competitividad -competitivos y no competitivos-; y ii) por subgrupos en que cada estado refleja sus condiciones de productividad y salarios. A este respecto se anticipa distinguir tres tipos de estados: i) los estados industrializados en la frontera y centro-occidente; ii) estados de éxito mono-productor con base en un recurso abundante o el atractivo de naturaleza turística, pero que no desarrollan nexos locales con el resto de los sectores que se conservan muy atrasados; y iii) estados en grave condición de atraso. No obstante la distinción que daremos a las condiciones de mercado de inicio, las actividades de distintos tipos nos revelarán otras características técnicas y económicas complementarias para explicar su dinámica y sus factores de competitividad, por lo que atenderemos también y en particular a la gestación de clústers de actividades que alcanzan cierta integración entre ellas y que mutuamente se transmiten economías externas (costos decrecientes). De nueva cuenta, la dimensión regional o territorial deberá estar presente en esta definición de clústers y actividades líderes en su conformación.
El debate entre convergencia y divergencia regional motivado por el desigual crecimiento de las economías regionales ha resurgido en años recientes, siendo la evolución comparativa entre regiones o ciudades de un mismo Estado o país, o regiones en la vecindad entre países, uno de los terrenos más fértiles para el análisis (véase Alba, 1999; Rodríguez-Posé, 2000; Cermeño, Mayer y Martínez, 2009; Sobrino, 2005). En el ámbito mexicano surge también a propósito de otra intención muy diferente, la que busca aplicar la perspectiva regional al estudio de la innovación como un sistema (véanse Abdel, en la coordinación de Cimoli, 2000 y el capítulo 3 en Unger, 2010). Otros referentes relevantes pueden encontrarse en Estrada (2006), acerca del sistema ciencia, tecnología e innovación en Guanajuato, y la OCDE (2009) con su reporte de clústers de innovación en 15 estados mexicanos.
La identificación de los estados y regiones dentro de ellos como centros de competitividad, por sobre la idea de competitividades nacionales, ha motivado a definir los sistemas locales y regionales que surgen alrededor de los recursos y ventajas más abundantes de cada región. En ese intento, hay también una bibliografía muy sugerente en el sentido de que las regiones pueden ser definidas más ambiciosamente como clústers locales que se desarrollan a lo largo del tiempo por el efecto conjunto de empresas, instituciones educativas y gubernamentales, más las capacidades conexas de ID, entrenamiento, consultoría técnica, estandarización y similares (Porter, 1990, y Enright, 1999).
En este ejercicio, la importancia de la región se centra en los estados como unidad de análisis para identificar a los actores en las actividades económicas principales que dan por resultado las ventajas competitivas presentes o potenciales de una región. La OCDE (2007) ya trabajaba en una dirección similar al destacar las características técnico-industriales en los estudios sobre clústers y sistemas de innovación de países europeos y escandinavos, ilustrando a la vez algunos de los principales obstáculos para la integración de clústers regionales más amplios.2 En cualquier caso, el desempeño observado en cada situación de cierto éxito, no puede separarse de la base técnica-industrial o comercial heredada en cada región alrededor de la cual se desarrollan las redes que integran el clúster regional (Rodríguez-Posé, 2000, p. 21). Este enfoque industrial-sectorial-regional es el que aquí se privilegia para los 32 estados mexicanos.3
El trabajo se compone de tres secciones y las conclusiones. La primera sección se ocupa de identificar las actividades importantes hasta delimitarlas en un número razonable y que explique el alto porcentaje de la producción tanto en el nivel nacional como en la representación de cada estado. La segunda parte es de naturaleza más conceptual por introducir dos aspectos que deberían complementarse entre sí, para dar la medida de la competitividad de cada actividad y en cada entidad. Para fines analíticos se tratan por separado los dos componentes que sumados definen la competitividad, esto es la productividad laboral y el salario relativo. En la tercera se agrupan los estados según las tendencias de especialización absoluta y relativa de las entidades en ciertas actividades, y su relación con las estimaciones de competitividad, dando pie a una tipología de estados y regiones con similitudes entre sí y diferentes de los otros grupos, lo que puede permitir hacer algunos lineamientos de políticas públicas compartidas.
1. Importancia de las actividades principales en los estados
Dado que nuestro propósito es caracterizar la economía y la competitividad económica de los estados, habremos de considerar aspectos tales como la importancia del producto interno bruto, la productividad, el empleo, los salarios y otros factores de la organización industrial y tecnológica de las actividades en ellos. Esto nos permitirá situar el origen de la competitividad en los diversos sectores de manufactura, comercio, servicios, minería, infraestructura, construcción y actividades agroindustriales.
El fin último es apreciar el grado de congruencia entre las ventajas competitivas sectoriales “reveladas” en las entidades y las prioridades de política para impulsar las vocaciones regionales, acercando la estimación a niveles muy precisos de competitividad de los estados respecto a sus principales actividades (ramas y subramas) económicas.
Partiremos por subrayar las coincidencias y las diferencias más significativas entre las actividades de especialización en los diferentes estados. Es natural que no todos los estados han alcanzado las mismas condiciones de desarrollo, y posiblemente tampoco tienen las mismas expectativas a futuro. Aunque podría destacarse inicialmente la estrecha relación entre el crecimiento del PIB y la importancia de las manufacturas como tendencia común y similar al agregado del país, habremos de notar algunas excepciones de entidades bajo el liderazgo del petróleo, el turismo y servicios financieros y profesionales de avanzada en las zonas urbanas de mayor desarrollo. Asimismo, los estados de frontera ya no son un bloque homogéneo en cuanto a sus condiciones de competitividad, dado que algunos han desarrollado sectores de base tecnológica y con salarios crecientes.
La hipótesis de entrada es que aunque las manufacturas siguen presentándose con los mayores rendimientos de especialización virtuosa en general, las ventajas “reveladas” parecen encontrarse en muy diversas circunstancias, como arriba anticipamos. En otro sentido alternativo al argumento de industrialización virtuosa, también hay casos de actividades industriales maduras con una dinámica más moderada para las que conviene considerar los mecanismos y políticas más adecuados para su reconstrucción. Muchos de estos casos se relacionan con industrias tradicionales que extendieron demasiado el privilegio de protección al mercado interno o bien de actividades cuya orientación maquiladora determina condiciones competitivas que, por su propia naturaleza, son de evolución incierta.
La medición4 de importancia se centra en 82 actividades que compactan a 156 ramas (cuatro dígitos), las cuales representan 94.6% de la economía del país. Cada una de estas actividades da cuenta de más de 0.5% del valor agregado en algún estado por particular que sea e incluyen rubros de los cuatro grandes sectores de manufacturas, infraestructura, comercio y servicios5 que cubren los Censos Económicos del INEGI.
En México, como en muchos otros países, las manufacturas son generalmente el sector más importante en la producción de la mayoría de los estados, siendo también el sector que mejor ilustra la variedad de condiciones que pueden ocurrir en la organización industrial de las distintas actividades, en particular por las formas en que se desarrollan los mercados de productos industriales con modalidades diferentes.6 Algunas actividades manufactureras importantes se mantienen en el dominio de pocas empresas en mercados controlados por oligopolios nacionales e internacionales; otras pertenecen a mercados más competidos, donde el tamaño de las firmas dominantes no es tan determinante (Unger, 2005). Una extensión natural de este ejercicio, sería ilustrar la manera en que esas condiciones de competencia imponen presiones muy específicas a la localización de las empresas, al acceso y a la adquisición de tecnologías modernas y al desarrollo de soluciones de competitividad, incluidas las externalidades compartidas, propias de cada circunstancia.
A manera de apreciación introductoria, podemos adelantar que en cada estado encontramos una mezcla peculiar de sectores y actividades tradicionales y otras de muy reciente arraigo, lo que puede incidir en tendencias de la competitividad agregada un tanto inciertas. Lo mismo alcanza a los sectores agropecuario y terciario.
El sector agropecuario también mantiene algunas actividades promisorias y en algunas localidades es el que predomina, pero por lo general ha ido cediendo ante la dinámica manufacturera.7 Como veremos, hay algunos casos en que las cadenas o clústers industriales locales incorporan en su dinámica a algunas actividades agropecuarias tradicionales y pueden llegar a convertirse, desde luego, en objetivo central y prioritario de la política industrial y de desarrollo local.8
Los sectores de comercio y servicios presentan una panorámica muy diferente. En la primera impresión experimentan una competencia más intensa entre miles de empresas, pero ello sólo es aparente dado que en la realidad proliferan las actividades no transables (esto es, las que se desarrollan en la cercanía de demandas relativamente “cautivas” sin tener que enfrentar competidores externos a la localidad). En la mayoría de los comercios y servicios, lo local es la extensión territorial en que se definen los entornos de competencia “real”. Esos sectores crecen sin problemas por demandas derivadas de la dinámica económica y demográfica de cada localidad y compensan las caídas en los empleos agregados, también apuntalados en muchos casos por la expansión de la construcción. La contribución económica y productiva de las actividades de comercio y servicios debe anticiparse más limitada, sin que podamos suponer que también se tornarán competitivas al ser expuestas a las fuerzas en el mercado, efecto que es más común entre las manufacturas.
Las tendencias sectoriales esbozadas tienen implicaciones muy diferentes en cuanto al impacto de la competitividad en la creación o cierre de empresas, la generación de nuevos empleos y el crecimiento de la producción.
Las 82 actividades de importancia se pueden agrupar de acuerdo con la distinción entre actividades comerciables y no comerciables, lo que nos llevará más adelante a situar la concentración de capacidad competitiva con bases más realistas. Las actividades comerciables son 40 y significan una mayor importancia de aproximadamente 55% del valor agregado o VA, en tanto que las no comerciables representan poco más de 40 por ciento.9
La relevancia individual de algunas actividades es muy significativa sobre la mayoría restante. Las cinco más importantes suman 34.7% del total nacional, muy destacadamente la extracción de petróleo con 19.9% por sí misma. Las otras cuatro por encima del 2% nacional son: banca múltiple, energía eléctrica, industria química y autopartes (Gráfica 1). El listado puede extenderse a otras siete actividades con más de 1.5% cada una, a saber: corporativos, servicios de empleo, operadores de telecomunicaciones, servicios profesionales, bebidas, fabricación de autos y comercio de materias primas, elevando el acumulado a 46.8%. Otras doce actividades por encima de 1% incluyen: industria alimentaria, farmacéuticos, abarrotes (menudeo y mayoreo), casas de bolsa, equipos de cómputo, edificación, plásticos, instituciones financieras, equipo de energía eléctrica, productos metálicos y pan y tortillas. En suma, las 24 actividades antes listadas dan cuenta de más del 60% (61.4%) del valor agregado nacional (Gráfica 1). Esto deja un saldo de cuantiosas actividades (58) de poco peso individual y que suman 38.6% del valor agregado del país.
2. La competitividad de los estados: una definición por ventajas reveladas
En esta sección retomamos, en primer término, la estimación de competitividad asociada a las actividades importantes de cada estado y en segunda instancia, la comprobación de la competitividad agregada de los mismos. El propósito último es clasificar o agrupar a los estados según sus condiciones de competitividad para orientar medidas de política. Veremos que por lo general, se confirma la caracterización usual de un norte relativamente homogéneo en lo competitivo en contraste con un sur rezagado, y un centro-occidente económicamente maduro. No obstante, hay excepciones notables en uno y otro extremo que claman por una mejor identificación de los procesos de creación de las competitividades locales individuales, sobre todo distinguiendo el origen de la competitividad en las mejores prácticas de aumento de la productividad laboral, que se ven acompañadas de mayores salarios y acopio de capital humano.
El marco de referencia más amplio al tema de la competitividad puede tomarse de diversos acercamientos que incluyen a las teorías de la organización industrial contemporánea, la nueva geografía económica, la nueva teoría de comercio y las vertientes más de tipo institucional. Los aspectos de mayor relevancia a nuestro estudio son los que asocian a la competitividad no sólo atributos de productividad y capital humano, sino también con el análisis de estructuras de mercado, especializaciones, dominio de espacios territoriales y grados de comerciabilidad aplicables a distintas actividades, aspectos todos que redundan en el bienestar de la población.
Estas teorías intentan explicar los procesos de crecimiento, distinguiendo entre los sectores y las condiciones de competencia y competitividad particulares a cada situación geográfica y temporal. La bibliografía más sugerente al integrar estructuras de competencia en entornos específicos de geografía, puede incluir una variedad de autores con matices teóricos diferentes, tales como Krugman (1996), Fujita et al. (1999), Porter (1990), Shepherd (1999) y Rodrik (2007).
En cuanto a la competitividad territorial o regional, la idea de externalidades benéficas al conjunto ha impuesto el término de ventajas competitivas de una región como un conjunto de instituciones, políticas públicas y factores que determinan el nivel de productividad de una región; éste a su vez, determina el nivel de prosperidad económica sustentable que puede alcanzar dicha región (Schwab y Porter, 2007, en Annoni y Kozovska, 2010).
El énfasis en la productividad responde a la importancia de los argumentos de autores como Porter y Krugman, para quienes el concepto más significativo asociado a la competitividad es el de productividad, pues ésta refleja la eficiencia en la utilización de los recursos que es determinante para producir estándares crecientes de calidad de vida de los individuos involucrados (Porter, 1992), y es la única forma de mantener la competitividad en el largo plazo (Krugman, 1991). La orientación hacia la competitividad regional, responde al enfoque de Porter en cuanto a que las ventajas competitivas se crean y se mantienen en un proceso muy localizado de cercanía geográfica.
El estudio de la competitividad regional empieza con la productividad laboral, pero tiene que ir más allá de la descripción del resultado, pues es necesario estudiar otras dimensiones características de todo territorio (Martin y Sunley, 2003); por ejemplo, ritmo de la innovación, inversión, trabajo calificado, remuneraciones, infraestructura y habilidades empresariales. Los cambios en la productividad son tanto causa como consecuencia de la evolución dinámica de esas dimensiones que operan en la economía, dando por resultado las tendencias del progreso tecnológico, la acumulación de capital físico y humano, empresas y arreglos institucionales (Nadiri, 1970). A este respecto, el interés por incrementar la productividad, no debe opacar la transferencia de estas ganancias por productividad a las personas a través de mejores salarios (Turok, 2004). Dicho lo anterior, nos proponemos cuantificar la competitividad de los estados mexicanos a través de un índice que recoge tanto la productividad laboral, medida como una relación de la producción respecto al número de trabajadores,10 como la derrama de las ganancias por productividad que se refleja en un mayor bienestar de la población, medida a través de los salarios promedio.
En este trabajo profundizamos en la versión de competitividad de las actividades y las entidades por referencia a las características de tipo económico antes señaladas (y no las organizacionales o institucionales usuales en otros ejercicios).11 Nuestra estimación consiste en integrar dos elementos fundamentales de la competitividad económica: la productividad laboral relativa a la del país (ventaja revelada de productividad), y el nivel salarial relativo que asociamos como indicador del empleo de mano de obra con mejor calificación (ventaja revelada salarial). En una revisión comparativa de los índices de competitividad (Garduño et al., 2013), nuestra medición ha sido considerada de mayor mérito por sus atributos de poder explicativo con pocas variables.12
En otras palabras, la competitividad de las actividades de cada entidad puede verse en la comparación de cada actividad respecto de dos factores: i) la estimación de la productividad laboral de cada actividad en el estado con respecto a la misma a nivel nacional (VA /L)*; y ii) la comparación del salario promedio de la actividad en el estado con el promedio salarial nacional de dicha actividad (W /L)*. Ambas medidas en conjunto nos acercan a la competitividad relativa o “revelada” C** de la actividad en el estado. En cierto sentido, el índice de competitividad que estimamos puede considerarse un símil del índice de las ventajas comparativas reveladas del comercio (originalmente desarrollado por Balassa, 1965). El mejor resultado anticipado conforme a la bibliografía revisada, puede ser la ganancia de competitividad C** por contribución positiva de ambos factores y de preferencia en las actividades comerciables expuestas a competencia.
La fórmula siguiente expresa la suma de ambas ventajas en relación a las actividades de cada estado, recogiendo la definición de competitividad que da prioridad al impacto en el bienestar de las poblaciones involucradas.13
Definición: competitividad14 de actividades líderes en cada estado
Las estimaciones a partir de las medias de C**, VA/L* y W/L* por cada estado dan resultados comparativos robustos y bastante consistentes, como puede verse en el ordenamiento del Cuadro 1. El orden de los estados ya sea por el valor de C** o alternativamente entre (VA/L* y W/L* cada uno de los dos componentes por separado) conduce a resultados de muy alta correlación, como puede verse al final de ese cuadro. Los pocos cambios de orden se deben principalmente al efecto de los salarios, dado el mayor nivel de éstos en los estados de la frontera norte. No obstante, el ordenamiento por competitividad sigue siendo el más representativo de las tendencias en conjunto.15
El análisis de clúster que se instrumenta con C** individualmente16 se resume en el Cuadro 2, el cual arroja como resultado principal para 2008 la distinción de dos grupos de estados con condiciones de competitividad muy diferentes entre sí: los que son productivos y alcanzan condición de alta competitividad salarial (el grupo I, conformado por 11 entidades) y los de menor competitividad asociada a poca productividad y bajos salarios (el grupo II, conformado por las 21 restantes). La ordenación de estados por C** muestra que los competitivos se encuentran en un rango que va desde 1.34 para Nuevo León a 0.78 para Tamaulipas. Entre los no competitivos el rango es más extenso, pues alcanza desde 0.70 en Guanajuato hasta 0.05 en Guerrero. El ejercicio del análisis de clúster con (VA/L)* y (W/L)* simultáneamente arroja la misma agrupación de los estados en los mismos dos cortes anteriores.
FUENTE: elaboración propia con base en datos de Censos Económicos 2004 y 2009 (INEGI).
aDiferencias significativas entre los dos grupos de estados (***: 1% de significancia).
bLa primera columna (%VA) es la suma acumulada de valor agregado.
cLa correlación de rango para la competitividad de los dos años es altamente significativa (0.8983***).
dDos estados que dejaron de pertenecer al grupo I, descendiendo de 2003 a 2008.
El comportamiento en el tiempo de estos dos grupos de estados es bastante consistente, como se muestra en el Cuadro 2. En esencia, puede afirmarse que no hay tendencia a la convergencia en sus condiciones de competitividad. El análisis de clúster referido a 2003 mantiene prácticamente la misma dualidad, con la salvedad de que los competitivos (el clúster 1) comprendían dos estados adicionales que salieron de ese grupo en 2008. Esos estados tenían niveles de competitividad bastante mejores en 2003 que en 2008: Aguascalientes17 (0.82 que desciende a 0.67) y Morelos18 (0.75 que desciende a 0.56). El descenso en los niveles de competitividad de 2003 a 2008 es particularmente notable entre los estados de la cota inferior: Quintana Roo, Yucatán, Puebla, Tlaxcala, Zacatecas, Michoacán, Oaxaca y Guerrero presentan caídas alrededor de 10% entre esos años. Por otra parte, un estado de gran aumento en el índice de competitividad es Sonora (pasa de 0.78 a 1.01), por la influencia de una docena adicional de actividades que logran alta competitividad (35 actividades en 2008 en comparación con 23 en 2003) y algunas entre ellas de gran aumento entre los dos años.19
En el Cuadro 2 se muestran las diferencias significativas entre los dos grupos de estados en los tres indicadores de referencia. La media de competitividad (C**) es 1.00 para los estados competitivos en tanto que la de los poco competitivos promedia 0.44. Similarmente, la productividad respectiva es 0.97 y 0.71. También los salarios son muy diferentes: medias de 1.04 y 0.73, respectivamente. En todos los casos, la prueba de diferencias alcanza la mayor significancia estadística.
La Gráfica 2 refleja la condición de los estados en cuanto a los tres estimadores de nuestra definición: la competitividad, expresada en el tamaño de las esferas y los componentes respectivos de productividad y salarios que la determinan indicados en los ejes. Como puede observarse en la gráfica, la esfera más grande y mejor posicionada en los dos ejes corresponde al estado líder (Nuevo León). Le acompañan con condiciones favorables de competitividad el D. F., Querétaro, Baja California, Sonora, Estado de México, Jalisco y otros de la frontera norte (véase Mapa 1). En el otro extremo se ven resultados muy limitados para los estados de Tlaxcala, Chiapas, Zacatecas, Nayarit, Michoacán, Oaxaca y Guerrero. El resto se pueden considerar como estados de nivel intermedio para los que tal vez interesaría indagar su tendencia de evolución a través del tiempo.
Las condiciones de competitividad al distinguir entre actividades comerciables (transables) y no comerciables (no transables) presentan dos tendencias destacables. En primer término, los índices de competitividad de las actividades no comerciables suelen ser superiores a los de las comerciables en todos los estados (única excepción notable es Sonora). La segunda observación refiere al tamaño de la línea de dispersión entre ambas medidas de cada estado, como se observa en la Gráfica 3. La mayoría de los estados competitivos mantienen condiciones de competitividad muy semejantes entre los dos tipos de actividades. En la gráfica sólo Chihuahua y Baja California Sur acompañarían a Sonora con dispersiones de consideración en favor de los no comerciables. Por otra parte, entre los estados no competitivos, las dispersiones son más frecuentes y más notables, denotando que sus estructuras productivas, además de ser poco competitivas, contienen una muy amplia diversidad de competitividades entre actividades. No obstante, es notable que a diferencia de las comerciables, las actividades no comerciables generalmente se mantienen con mejores y positivos niveles de competitividad.
En el mismo sentido, la proporción de actividades relativamente competitivas (C** > 1) se corresponde con la competitividad media de los estados. El Cuadro 3 arroja resultados de muy alta significancia en la comparación entre estados competitivos y poco competitivos: los competitivos tienen casi la mitad de sus actividades en condiciones de alta competitividad y éstas representan cerca de dos terceras partes del VA (61.6%). Entre los más destacados, las proporciones son aún mayores: Nuevo León (casi tres cuartas partes de las actividades y del VA son altamente competitivos), Baja California (59.2% y 77.0%), Querétaro (55.4% y 70.2%), el D. F. (57.5% y 61.1%), entre otros. Para los estados no competitivos las proporciones se reducen a 20.1% y 48.3% respectivamente, diferencias significativamente menores al otro grupo. Al diferenciar entre comerciables y no comerciables, la significancia se mantiene a favor de los estados competitivos, y en particular para los comerciables tanto en proporción de actividades competitivas como en el valor agregado que representan.
Las proporciones de actividades competitivas son muy consistentes con el nivel de competitividad promedio pues entre los competitivos, aún el nivel del D. F. que es superado por BC está en la línea de tendencia (Gráfica 4). Entre los estados poco competitivos, la pendiente de tendencia es un poco menor y comprende también muchas más excepciones en los dos sentidos. Ahora bien, exploremos en seguida qué puede decirse de la concentración de actividad de los estados (%VA acumulado) y su relación con las condiciones competitivas.
3. Especialización y diversificación de actividades competitivas en los estados
El propósito de esta sección es relativamente simple y directo para poner a prueba la hipótesis de la diversificación virtuosa, a saber: los estados más competitivos son aquellos que han desarrollado una estructura productiva diversificada y que contienen más actividades con condiciones de alta competitividad. Esta tendencia debería también ser más manifiesta en las actividades comerciables, que a su vez transmitirán al resto dinámicas y exigencias.
Podemos empezar considerando el número de actividades relativamente competitivas, en cada entidad. En el Cuadro 4, la primera evidencia de contundencia y significancia es que la proporción de actividades altamente competitivas (C** > 1.0) es significativamente mayor en los estados competitivos (48.9% > 20.1%) y también lo es la proporción o concentración económica en ellas (61.6% > 48.3%). Al considerar otro límite mayor o más exigente para definir a las actividades altamente competitivas (C** > 1.5), el ordenamiento de los estados por número de actividades se mantiene con muy alto nivel de correlación (coeficiente = 0.9153***). Las tendencias que participan en el empleo por parte de las actividades competitivas que se observan en el Cuadro 4, también respetan la diferencia significativa a favor de los competitivos, aunque podrían notarse algunos cambios en ambas direcciones.20
La expresión de ambos indicadores en un mismo plano, se muestra en la Gráfica 5. En esa gráfica, los estados competitivos se concentran alrededor del cuadrante de altos valores tanto de actividades competitivas, como de la importancia económica que alcanzan, pues aún los moderados resultados para Estado de México, Jalisco y Chihuahua se pueden explicar por la amplia diversificación alcanzada en sus economías.21
Otra evidencia de mejor situación de competitividad compartida al interior de los estados competitivos se obtiene del mismo Cuadro 4, en tanto que la participación media de las pocas actividades más importantes (CR1 a CR10) destaca menos en estos estados que en los poco competitivos. En otras palabras, en los primeros se da una situación competitiva más diversificada y compartida, mientras que en los segundos son pocas pero más importantes individualmente las actividades que responden con condiciones competitivas. Es cuestión de reparar en que la principal actividad (indicada por el CR1) en los estados de Chiapas, Tabasco, Colima y Zacatecas ronda por 30% del VA estatal.22 En cambio, las entidades como Estado de México, Jalisco, Tamaulipas, Nuevo León y el D. F. no sobrepasan de 13-17% del VA en las tres actividades competitivas principales (CR3).
Las medidas absolutas de diversificación (lo opuesto a concentración) de la actividad económica de cada estado guardan relación con el índice de competitividad, tal como se postuló al inicio de esta sección. La correlación entre los estimados de competitividad de los estados con el índice HHI,23 se corresponden en sentido negativo, al más alto nivel de significancia (Cuadro 5). El mismo resultado vale para la competitividad aproximada como porcentaje de actividades con índice C** > 1.0. Y también aplica el mismo resultado para la relación entre competitividad y el índice de Gini24 en sentido negativo, resultados que indican un mejor desempeño competitivo para los estados con una estructura productiva más diversificada y balanceada.
La misma historia de relación entre la competitividad y los índices de diversificación/concentración se observa con claridad en las Gráficas 6 y 7. En ambas podemos distinguir la relación inversa que expresa la pendiente negativa entre la competitividad y los índices respectivos de HHI y de Gini. Asimismo, se distinguen tres grupos de entidades: los competitivos, que mantienen cierta hegemonía de grupo concentrándose en el extremo derecho e inferior de ambas gráficas; los poco competitivos, que se separan a su vez en dos subgrupos, uno de los cuales de manera particular se distingue como más diversificado pero de pocas actividades que alcanzan grado de competitivas, siendo integrado por Yucatán, Guanajuato, Morelos, Sinaloa, San Luis Potosí y Durango.25 Entre los demás de poca competitividad debemos resaltar el disparo del HHI de las cinco entidades que aparecen muy por encima de la línea de tendencia; se trata de Colima, Tabasco, Veracruz, Zacatecas y Chiapas. En estos estados, el impacto de dos o tres actividades de gran importancia se refleja en índices HHI muy altos.26
Por último, una estimación complementaria puede obtenerse de los grados de especialización relativos. Esto es, se espera que las estructuras diversificadas también muestren tendencias a especializarse en lo que son más competitivas, así sea en términos relativos; también se anticipa que la diversificación con especialización será más frecuente e importante entre las actividades comerciables. La estimación se hace con los índices de especialización revelada (IER) según se definen usualmente.27 Un primer acercamiento para los dos grupos de entidades confirma las expectativas con resultados interesantes al distinguir entre actividades comerciables y no comerciables: las actividades comerciables alcanzan una especialización significativamente mayor entre los estados competitivos (IER: 1.85* > 1.33). Por el contrario, las actividades no comerciables ocupan una mayor significancia para los estados poco competitivos (IER: 1.45** > 1.19), como es también de esperarse.
Los resultados son significativamente diferentes entre los dos grupos de estados, como se observa claramente en el Cuadro 6 y en la gráfica 8. Los estados competitivos tienen una mayor vocación de especialización hacia las actividades comerciables, como era de esperarse, lo que también les permite alcanzar una mayor y mejor diversificación al desarrollar estas actividades. Las excepciones de cierta consideración son Jalisco, Estado de México y el D. F., con índices de especialización muy semejantes para los dos tipos de actividades, como corresponde a entidades ya de por sí muy diversificadas y orientadas por igual a comercios y servicios de alcance nacional y regional más allá de la propia entidad.28 En cambio, para los poco competitivos las actividades de no comerciables tienden a alcanzar mayor presencia (especialización) como se ilustró antes.
Conclusiones e implicaciones
La intención de este trabajo ha sido caracterizar la economía y la competitividad económica de las 32 entidades del país. Para ello hemos privilegiado destacar la importancia de las actividades individuales en el producto interno bruto, la productividad, el empleo, los salarios y otros rasgos de la organización industrial y tecnológica de las actividades en cada uno de los estados de México. A continuación se resumen los principales resultados y hacia el final se destacan algunas líneas que podrían considerarse para extenderse en estudios futuros.
Antes que nada, la importancia de las actividades es muy variable. Para efectos prácticos, la medición se concentra en 82 actividades que representan 95% de la actividad económica del país, y dan representatividad a todos y cada uno de los estados, dejando de lado cientos de otras actividades de muy poco peso individual que son esencialmente los no comerciables imprescindibles a cada sitio.
El primer resultado ha sido identificar dos tipos de entidades en cuanto a sus condiciones de competitividad. La competitividad se construyó con base en la suma de las estimaciones de productividad relativa y salarios por estado, dando por resultado un grupo de estados competitivos significativamente por encima de otro grupo de menor competitividad. El resultado, nada trivial, es que los estados competitivos se caracterizan por mayores niveles de productividad y también por salarios más altos en tanto que dedican más y mejor capital humano a sus actividades, condiciones que muy probablemente se mantendrán a sí mismas en el futuro próximo de uno y otro grupo.
Otro resultado de importancia confirma la hipótesis anticipada en el sentido de que los estados más competitivos cuentan con una estructura productiva más diversificada. Los de menor competitividad dependen en mayor grado de pocas actividades que representan una mayor importancia para la economía local (índices de concentración significativamente mayores), con menores efectos de derramas a otras actividades, lo que los hace también más vulnerables a cambios en esas pocas actividades.
En el mismo sentido, los 11 estados del grupo competitivo y productivo tienden a menor especialización por sus estructuras más diversificadas, balanceadas y en algunos casos muy internacionalizadas. Su competitividad privilegia a las actividades comerciables entre las más competitivas, tanto en la proporción que significan de las actividades competitivas, como en el valor agregado que representan. Las entidades más maduras de este grupo como Nuevo León, el D. F., Querétaro, el Estado de México y Jalisco quedan muy claramente en gran diversificación competitiva y muy por debajo de la media nacional en especialización. Aunque con índices todavía un poco más altos, también forman parte de este grupo los estados de la frontera norte, en los que se observa una mezcla peculiar de sectores tradicionales y otros de reciente arraigo, comúnmente bajo la influencia de una o dos grandes empresas multinacionales. Es de suponer que estas entidades competitivas disfrutan de estructuras productivas más uniformes y con ganancias de productividad y altos salarios que se transmiten entre las actividades de sus entornos cercanos, creando ambientes más “modernos” en provecho de todos.
En esas entidades competitivas se reúnen mejores o más favorables condiciones de productividad y de alto nivel de los salarios. Los otros 21 estados puede decirse que muestran condiciones de rezago o atraso relativo, y generalmente compensan la falta de productividad con el castigo a los salarios quedando atrapados en círculos perversos sin opción al bienestar. Entre ellos se distinguen, sobre todo los del sur-sureste y otros de la costa del Pacífico.
Otro resultado a destacar es la evolución en el tiempo de estos dos grupos de estados cuya distinción se mantiene con bastante consistencia. Básicamente, puede afirmarse que no hay tendencia a la convergencia en las condiciones de competitividad. El ordenamiento de los estados por valor de la competitividad se mantiene muy semejante entre 2008 y 2003 (correlación altamente significativa). Asimismo, el análisis de clúster referido a 2008 y a 2003 mantiene prácticamente la misma dualidad de estados, con la salvedad de que los competitivos comprendían antes dos estados (Aguascalientes y Morelos) que dejaron de pertenecer a ese grupo en 2008. Aún más notable es el descenso en los niveles de competitividad de los estados de la cota inferior, esto es, Quintana Roo, Yucatán, Puebla, Tlaxcala, Zacatecas, Michoacán, Oaxaca y Guerrero, que registran caídas cercanas al 10% en el periodo.
El mensaje de fondo es que no se pueden ignorar las diferencias entre estados y regiones respecto de sus condiciones competitivas. La convergencia simplemente no se dará por mero tránsito del tiempo. Por el contrario, las ganancias de productividad mantienen la competitividad de las entidades competitivas, que a la vez incorporan mejor capital humano con altas retribuciones. El resultado de productividades superiores y el reparto de salarios compartidos auguran la consolidación de los estados competitivos en círculos virtuosos que darán mayores frutos a futuro, condiciones muy favorables por sobre el otro grupo de entidades.
Las implicaciones respecto de nuevos temas o líneas de investigación pueden referirse a profundizar en al menos cuatro aspectos que quedaron manifiestos en este trabajo: i) extender la evolución en el tiempo a periodos más largos (décadas y efecto de grandes quiebres como el TLCAN); ii) profundizar en las fuentes de ganancias o pérdidas de competitividad de actividades específicas atribuibles a cierres de empresas, despidos, innovaciones y/o el papel de empresas transnacionales y corporativos; iii) implementar análisis más finos de competitividades sistémicas o más compartidas entre actividades y sectores; y iv) refinar las estimaciones de evolución de la competitividad en actividades expuestas a competencia (comerciables) y otras (no transables).
A los estados en condiciones de poca competitividad les corresponde poner en práctica acciones que permitan la superación de ambos indicadores, la productividad y los salarios. Dicho de otra manera, en ningún tipo de situación es recomendable sostenerse contemplativamente por castigo a los salarios; no es económicamente rentable ni sostenible ante los objetivos de progreso y crecimiento económico compartido en beneficio de sus habitantes.