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Estudios de Asia y África

On-line version ISSN 2448-654XPrint version ISSN 0185-0164

Estud. Asia Áfr. vol.57 n.2 Ciudad de México May./Aug. 2022  Epub June 06, 2022

https://doi.org/10.24201/eaa.v57i2.2738 

Artículos

Soberanía y políticas de desarrollo en Palestina y Kurdistán oriental

Sovereignty and Developmental Policies in Palestine and Eastern Kurdistan

1El Colegio de México, México, ksoleimani@colmex.mx

2Troy University, Estados Unidos, amohammadpour@troy.edu


Resumen:

Inspirado en los estudios académicos sobre Palestina, y en particular en la teoría del “desdesarrollo” de Sara Roy, el presente artículo investiga de qué manera la etnonación soberana de Irán dirige y distorsiona el desarrollo para subyugar a la nación kurda, que es una minoría. Además de contextualizar la teoría del desdesarrollo en la disciplina de los estudios del desarrollo y de esbozar cómo funciona el desdesarrollo en la práctica, comparamos las condiciones político-económicas de Rojhelat (Kurdistán oriental/Irán) con las de Palestina para subrayar las similitudes y las diferencias clave entre ambos casos.

Palabras clave: Palestina; Kurdistán; desarrollo; desdesarrollo

Abstract:

Inspired by the scholarship on Palestine studies and particularly by Sara Roy’s “de-development” theory, this paper investigates how the sovereign ethno-nation in Iran instrumentalizes and distorts development to subjugate the minoritized Kurdish nation. Along with contextualizing de-development theory within the broader discipline of developmental studies and outlining how de-development works in practice, we compare the political-economic conditions of Rojhelat (Eastern Kurdistan/Iran) with those of Palestine to underscore the key similarities and differences between these two cases.

Keywords: Palestine; Kurdistan; development; de-development

Introducción

En este artículo intentamos aplicar la noción de desdesarrollo que Sara Roy acuñó en su análisis de la economía política del desarrollo en la Franja de Gaza para estudiar la economía política de Kurdistán oriental, conocido como Rojhelat. Se ofrece primero una visión general de las principales corrientes en los estudios del desarrollo para colocar el nuevo concepto en su contexto histórico e intelectual. Tras una breve discusión sobre el desdesarrollo en la segunda sección del texto, en la tercera se comparan el caso de Palestina y el de Rojhelat y se subrayan las similitudes y las diferencias clave entre ambos. El resto del artículo se dedica a la dinámica única del desdesarrollo en Rojhelat en el contexto del discurso unietnorreligioso de la República Islámica de Irán (RII). Cabe destacar que nuestros datos, además de la investigación etnográfica que realizamos, se basan en fuentes en línea, informes del Estado iraní y estadísticas e información publicadas por organizaciones no gubernamentales kurdas.

Los estudios del desarrollo son un marco teórico multidisciplinario centrado en el progreso de las sociedades desde la perspectiva política, cultural, geográfica y socioeconómica (Apter 1987; Esteva 1992; Escobar 1995). La teoría de la modernización parece ser el enfoque más significativo de los estudios del desarrollo, si no el más temprano, que busca explicar los procesos históricos de la transformación de las sociedades tradicionales o subdesarrolladas en modernas. Arraigada inte lectualmente en los debates filosóficos de la Ilustración y la razón moderna, afirma haber descubierto una teoría social única, universal y concluyente de la evolución socioeconómica aplicable a cualquier sociedad, sin importar sus contextos temporales y espaciales. A través de la formulación de un conjunto de leyes generales para clasificar a las sociedades, la teoría de la modernización genera esquemas binarios para privilegiar ciertas categorías sobre otras y jerarquiza a las sociedades en términos del nivel y el ritmo de su progreso tecnológico y económico. Por ejemplo, los recuentos de Robert Redfield (1948), Neil Smelser (1966), Everett Rogers (1969), Daniel Lerner (1958) y Walt Rostow (1960), por mencionar sólo algunos, se centran en las distinciones explícitas entre las sociedades tradicionales y las modernas.

A partir de la década de 1970, la teoría de la modernización ha enfrentado críticas desde múltiples perspectivas; la más dura, planteada por académicos especializados en Latinoamérica, se conoce como teoría de la dependencia. André Gunder Frank, su fundador, argumentó que las teorías del desarrollo clásicas, como la de la modernidad, no logran explicar la relación real entre los países desarrollados y las regiones pobres del mundo. Se trata de una relación de explotación que los estados metropolitanos perpetuaron a través de diversas estrategias (Frank 1966; Frank y Gills 1992).

La teoría del sistema-mundo de Immanuel Wallerstein generó la segunda ola de críticas contra la teoría de la modernización, según la cual la región nuclear (es decir, Occidente) explota las regiones periféricas mediante diversos mecanismos de intercambio desigual. Al ampliar la teoría de la dependencia, Wallerstein sugirió que hay una sola economía mundial capitalista, que si bien beneficia a algunos países, explota al resto. Él distingue tres zonas de mano de obra: el núcleo, la periferia y la semiperiferia, las cuales se diferencian geográficamente, pero se interrelacionan económica y políticamente (Wallerstein 1974, 1980, 1989).

Foucault desplegó el ataque más notable al corpus entero de pensamiento social moderno con la teoría del discurso; al definir éste como un conjunto de formas de producción de conocimiento, expresó la modernidad como un discurso que involucraba formas específicas de subjetividad y relaciones de poder (Escobar 1995). Para él, la modernidad es un proyecto discursivo esencialmente político que sirve directamente a valores y cosmovisiones específicos a expensas de las comunidades marginadas. Antes de la crítica de Foucault, las primeras figuras de las teorías anticoloniales y poscoloniales habían sugerido la excavación de varias formas de intervenciones imperialistas, que van desde la extracción económica a la representación histórica de otras culturas (Gandhi 1956; Du Bois 1945; Fanon 1952, 1961; Césaire 2000; Memmi 1965; Abdel-Malek 1963; Rodinson 1978; Said 1978). Para impulsar la teoría poscolonial más allá de sus límites convencionales, académicos indios como Bhabha (1994), Spivak (1988), Chatterjee (1986, 1993), Chakrabarty (2000) y Guha (2002) se aventuraron a salir de las referencias anteriores y desarrollaron nuevos conceptos y neologismos.

Estos sucesos intelectuales dejaron su huella en lo que después llegaría a conocerse como sociología “indígena” o “del sur” en Latinoamérica (Go 2016). Al igual que la teoría poscolonial y sus extensiones (como la escuela subalterna), la sociología del sur, en tanto disciplina y agenda intelectual, propuso provincializar las reivindicaciones universales angloeuropeas de la verdad, el progreso y la modernidad. A pesar de que comparten algunos territorios intelectuales, estas teorías divergen en varios sentidos: la teoría poscolonial adopta una perspectiva posestructuralista y cultural al conectar el imperialismo y la capacidad agentiva con el discurso y la política de la representación (Hoogvelt 1997; Kapoor 2002). Además, en la teoría de la dependencia lo político se centra en el control del Estado y las clases del desarrollo capitalista, mientras que la teoría poscolonial enfatiza la subversión de los modos de representación orientalistas por parte del subalterno.

Diversos académicos han identificado paralelos entre las relaciones externas impuestas por las potencias coloniales a los pueblos colonizados y las relaciones de los grupos étnicos, culturales, nacionales o raciales (véase Rodríguez 2001; Lydon y Rizvi 2010; Cooper 2002; Hechter 1975; Lafont 1971; Beiras 1982). Estas comparaciones llevaron a la acuñación del término colonialismo interno, que se refiere a una relación estructurada de opresión y a la explotación de los grupos étnicos sometidos por el grupo dominante en el mismo país. Pablo González Casanova (1963, 1965), acaso el primero en emplear dicho término, lo definió y aplicó en México. Para finales de la década de 1960, la teoría del colonialismo interno ya había ganado popularidad en los estudios sobre temas raciales en Estados Unidos (Hind 1984; Peckham 2004; Sghaier 2019). Blauner (1972), figura líder de los estudios del colonialismo interno -cuyo trabajo se relacionó con migrantes y minorías étnicas en Estados Unidos- trató de explicarlo comparando los guetos negros, las condiciones de la población afroamericana y de otras minorías colonizadas con las de los grupos blancos.

Medio Oriente y el mundo islámico parecen ser una excepción a los mencionados estudios críticos. El surgimiento de los estados nacionalistas árabe, turco y persa, que han adoptado políticas coloniales de homogeneización cultural y limpieza étnica, así como agresivas estrategias de modernización jerárquica, constituyen puntos ciegos en la teoría poscolonial (Kurt 2019; Mohammadpour y Soleimani 2019). Sin embargo, los estudios subalternos no se han preocupado por el colonialismo “oriental” de los regímenes autoritarios y represores como China, Irán, Iraq, Siria, Turquía y otros. Sin emplear mucho el colonialismo interno, Sara Roy (1995) intenta explicar las relaciones entre Israel y Palestina con un nuevo concepto: el desdesarrollo. Con esta teoría, sumada a la crítica de las teorías del desarrollo y la dependencia, Roy brinda una herramienta analítica nueva y poderosa para explicar las complejidades de la causa palestina. Al utilizar la teoría de Roy, esperamos arrojar luz sobre el caso de Kurdistán, que guarda semejanzas significativas con la situación palestina en cuanto a su complejidad.

La teoría del desdesarrollo

Las teorías y los modelos emanados del concepto colonial interno son diversos; una de ellas, probablemente la más sofisticada, es la teoría del desdesarrollo. En 1987, en su artículo “The Gaza Strip: A Case of Economic De-development”, Sara Roy acuñó la noción de desdesarrollo y lo definió como

Un proceso que socava o debilita la capacidad de una economía para crecer y expandirse, al evitar que obtenga y utilice insumos críticos necesarios para promover el crecimiento interno más allá de un nivel estructural específico. En Gaza, el desdesarrollo del sector económico ha transformado la economía en un auxiliar del Estado de Israel tras dos décadas de dominio (Roy 1995, 56).

Una premisa central del desdesarrollo es el énfasis en la soberanía de la nación (o en su ausencia), que sirve como cimiento para decidir si es posible o no el desarrollo, y de qué tipo. Por tanto, más que la simple promoción de la calidad de vida, el desdesarrollo vincula el crecimiento económico con el de las capacidades nacionales. La idea de la inviabilidad del desarrollo sin soberanía es nuclear en la teoría de Roy. En este sentido, se percibe que el desdesarrollo y la ocupación colonial están vinculados estrechamente o se han vuelto inseparables.

En la última edición de The Gaza Strip: The Political Economy of De-development, Roy (1995, 4) afirma que el desdesarrollo es “la deconstrucción deliberada y sistemática de una economía local por parte de una potencia dominante […] para asegurar que no haya base económica alguna, ni siquiera una mal formada, que sustente la existencia autóctona independiente”. Ella critica tanto el enfoque liberal del desarrollo como el marxista (o la modernización y la dependencia) porque ambos perciben el proceso como universal y postulan que el desarrollo negativo es imposible. En consecuencia, tanto la teoría liberal como la marxista no logran percatarse de qué manera la falta de soberanía deforma las economías locales, como la de Gaza (117-135). Roy hace una marcada distinción entre el desdesarrollo y los conceptos clásicos de subdesarrollo o desarrollo desigual: el desdesarrollo se impone para coartar un desarrollo económico (y político) significativo (a pesar de algunos periodos de crecimiento limitado); se trata de un proceso que se anticipa al desarrollo “privando o quitando a la economía su capacidad y potencial de transformación estructural racional [es decir, patrones naturales de crecimiento y desarrollo] y evitando la aparición de cualquier medida de autocorrección” (Roy 2014, x). Por tanto, Roy considera que el desdesarrollo en Gaza es equivalente al proceso de israelización o judaización de la región (véase también Yiftachel 2006). Las metas ideológicas y políticas de la etnonación soberana se encuentran en el núcleo del desdesarrollo económico. Sus objetivos no son sólo saquear los recursos de la economía periferalizada, sino también paralizar enteramente la estructura de la sociedad dominada.

El desdesarrollo es una respuesta colonial a las fuerzas y las relaciones de producción en comunidades originarias como Gaza, que opera a través de la matriz colonial de despojo, privación de derechos y destrucción. A diferencia de la teoría de la dependencia -que reduce la diada centro-periferia principalmente a la desigualdad económica entre el centro y el satélite-, el alcance y el efecto del desdesarrollo que las etnonaciones soberanas infligen en la vida económica de las etnonaciones dominadas van mucho más allá de los impedimentos macroestructurales. El desdesarrollo reexpresa la relación desigual entre el núcleo y la periferia, entre colonizador y colonizado, pues se da entre una nación dominante y una dominada y no sólo entre dos economías, una de las cuales saquea a la otra. Roy afirma que Palestina es el mejor ejemplo para ilustrar el fracaso de la teoría del desarrollo en la comprensión de las corrientes ocultas etnorraciales y religiosas de la disparidad económica en la que objetivos no económicos impulsan la explotación económica.

Aunque principalmente se basa en la vida económica, la teoría del desdesarrollo reconoce el nexo entre este último, el poder y la vida cotidiana. Como anota Roy (2014, 21), “en la Franja de Gaza todos son seres políticos. La política influye en la vida cotidiana de manera directa e inmediata. Toda acción, por muy banal que sea, reviste importancia política”. Inspirados por la obra de Roy y de Michel de Certeau y Henri Lefebvre, Shalhoub-Kerkovian y Busbridge (2014, 87) introdujeron el término “cotidianidad de la ocupación” para describir cómo ésta permea cada aspecto del ser colonizado. La vida diaria es un lugar de reunión para todas las relaciones y actividades sociales, que funciona como el “tejido conectivo” del mundo social (87). La vida diaria no es un sistema en sí mismo, sino un denominador común que conecta entre sí a todos los sistemas. El desdesarrollo en la vida cotidiana palestina muestra “el poder entrelazado de la ocupación colonial y el desdesarrollo en las experiencias de vida de la gente” (Roy 2014, 88). Sin embargo, la naturaleza misma de la vida cotidiana como hilo que vincula el mundo social también la convierte en un ámbito crítico para que las naciones colonizadas resistan a la presencia colonial mediante su oposición y su capacidad agentiva.

Sara Roy (1995, 209) identifica tres políticas o dinámicas políticas que llevan al desdesarrollo: la expropiación y el despojo, la integración y la externalización, y la desinstitucionalización. Define la expropiación y el despojo como la restricción de que la gente utilice cabalmente sus propios recursos económicos. Esta política se dirige a cuatro áreas: despojo del agua y de la tierra, la vivienda y la inversión en infraestructura. La integración y la externalización se caracterizan por políticas que fomentan que la economía colonizada siga dependiendo de las fuentes generadas externamente y que operan mediante: i) la dislocación de la fuerza laboral local de su propia economía para que realice trabajos que requieren un uso intensivo de mano de obra fuera de su región; ii) la disminución de la capacidad productiva de la economía interna, y iii) las restricciones de la desinstitucionalización sobre el desarrollo de la infraestructura económica, como las instituciones de ahorro y crédito, el sector económico privado, el emprendimiento local y cualquier dimensión financiera que pudiera generar crecimiento económico. Limita el mejoramiento de la calidad de la educación, las normas de capacitación y la relevancia de los programas educativos en la comunidad que no es soberana, de manera que continúe siendo disfuncional e ineficiente para producir creci miento económico y prosperidad.

Kurdistán oriental y el desdesarrollo

La descripción que Roy brinda del desdesarrollo y su dinámica es única y ha generado profundos debates teóricos en torno a la idoneidad de las teorías críticas del desarrollo en el contexto de Medio Oriente. La ampliación reciente de la teoría del desdesarrollo, principalmente debida a académicos de estudios palestinos, sigue ciñéndose a los contornos originales de la teoría de Roy. No obstante, hay intentos incipientes, pero prometedores, de aplicación de la teoría del desdesarrollo a otros contextos.

La característica definitoria del desdesarrollo es su énfasis en la soberanía como factor fundamental para el desarrollo en una sociedad determinada. La soberanía se vincula estrechamente al derecho a la autodeterminación y al autogobierno. Roy afirma que no es sólo la falta de crecimiento económico, sino de soberanía, lo que hace que Palestina misma esté sujeta a la eliminación. Tomando como base las obras de Roy y Yadirgi, afirmamos que Kurdistán es otro ejemplo del proyecto estatal de desdesarrollo, pues su precaria situación económica se debe a la falta de soberanía política (Yadirgi 2017).

Los kurdos son la mayor nación sin Estado de Medio Oriente, con una población de más de 40 millones que habita un territorio dividido entre Turquía, Iraq, Irán y Siria. Dado que son minoría en todos estos países, los kurdos hablan su propia lengua y comparten una cultura y una identidad que los distingue de las etnonaciones que los dominan. Antes de la Primera Guerra Mundial, los kurdos vivían dentro de los confines del Imperio otomano y de Qajar. En 1920, tras el colapso del Imperio otomano, los Aliados prometieron en Sèvres la creación de un Estado kurdo. Sin embargo, el posterior ascenso de estados nacionalistas agresivos convirtió a los kurdos en el principal objetivo de limpieza étnica y políticas de asimilación en los países mencionados. Durante más de un siglo, los kurdos han luchado por diversas formas de autogobierno y se les ha reprimido brutalmente. Han sido testigos de la ocupación de sus tierras y de la negación de su lengua, su identidad y sus derechos humanos fundamentales. Se ha restringido severamente su acceso a la modernidad capitalista, a la movilidad educativa y a cualquier forma de política.

Los kurdos se han enfrentado al lingüicidio, al culturicidio, al desplazamiento forzado e incluso al genocidio. Sin embargo, su experiencia de la violencia estatal bajo las etnonaciones árabe, persa y turca no ha sido idéntica. Debido al enfoque de nuestro estudio, evitamos discutir la situación kurda fuera de Rojhelat o de Kurdistán oriental (que se encuentra bajo el dominio persa). Al igual que otras comunidades no persochiitas en Irán, se ha marginado a los kurdos por completo; su lengua y su cultura han estado sujetas a la asimilación sistemática, y la discusión de cualquier forma de autogobierno kurdo es anatema para el Estado y su electorado persa. Desde 1906, la discriminación contra los kurdos suníes ha sido constitucional. La Constitución islámica actual degrada la lengua y la cultura kurdas al considerarlas tribales. La Constitución persoislámica prescribe implícitamente la asimilación oficial de los kurdos y del resto de las etnonaciones dominadas (Soleimani y Osmanzadeh, 2021), pues declara el farsi como la lengua de todos los iraníes, sin importar su origen etnolingüístico (artículo 15).

A diferencia de lo que ocurre con los kurdos, no se ha negado la diferencia etnolingüística del pueblo palestino. Sin embargo, hay similitudes notables entre kurdos y palestinos en lo tocante al derecho a la autodeterminación y la soberanía. Asimismo, hay distinciones importantes entre estos dos contextos que complejizan aún más el caso kurdo. A diferencia de Palestina, Kurdistán carece de estatus político y de reconocimiento internacional, y no se define como una nación cuya tierra está ocupada por un Estado colonial. Por tanto, históricamente la negación de los derechos fundamentales de los kurdos se ha ignorado como un asunto interno de los Estados soberanos. Por ejemplo, el Estado iraní considera el apoyo a cualquier expresión de la grave situación que viven los kurdos como una intervención extranjera en sus asuntos. Ello ignora la lucha de 100 años de los kurdos por su autodeterminación y su resistencia a las políticas de asimilación y las medidas genocidas de los Estados. Tal falta de reconocimiento intencional legitima la opresión contra los kurdos e imposibilita su identidad como pueblo: la realidad fundamental que les otorga el derecho a la autodeterminación.

Los kurdos, al igual que otras comunidades minorizadas (árabes, baluchis, luros y turcomanos) no han desempeñado función alguna en la construcción del Estado-nación moderno de Irán. Tampoco se buscó su consentimiento para entrar a la recién creada “unión nacionalista” persocéntrica. Por tanto, la violación de los derechos a la autodeterminación de quienes no son persas se declara natural. Así ¿el dominio de la ethnie persa está por encima del resto de la entidad política? Nada hace del Irán moderno un constructo colonial como el último punto. La intelligentsia persa defiende tal construcción etnolingüística y jerárquica religiosa como resultado natural de la creación de un país que naturaliza la agresiva persochiificación de la iranidad. Esta violenta formación de la iranidad excluye a quienes no son persas de la demos (nación o condición de pueblo) o los incluye bajo la condición de que se les asimile. Por tanto, hay dos tipos de ciudadanos en Irán: los reales (persas) y los ciudadanos en potencia (que no son persas, pero pueden asimilarse).

La lucha kurda se describe como ilegítima, separatista y, con frecuencia, como una incitación del extranjero. A diferen cia de las exigencias de los palestinos, las de los kurdos se pintan como problemas de seguridad. A pesar del genocidio yazidí que el Estado Islámico (ISIS) perpetrara en 2014, y de la función del Estado turco y del iraní en la desestabilización del Kurdistán iraquí y del sirio, los funcionarios de Estados Unidos y Europa rara vez aluden a la situación kurda sin hacer aseveraciones sobre “un problema de seguridad legítima para Turquía e Irán”. Este entorno político hostil ha alentado a académicos como Michael A. Reynolds, de la Universidad de Princeton, a defender la invasión militar turca al Kurdistán sirio con el pretexto de “una queja legítima de Turquía”, que llevó a esta última a arrojar bombas de fósforo sobre civiles kurdos (Doran y Reynolds 2019).

La legitimidad de la que goza el colonialismo de Medio Oriente en el ámbito internacional ha dejado a los kurdos en la desesperación absoluta y los ha sometido a homicidios diarios y sistemáticos, transferencias de agua y saqueo de recursos naturales, quema de sus bosques y sepultamiento de sus tierras fértiles bajo los proyectos de represas relacionados con la seguridad del Estado. La extracción, la expoliación y la destrucción sistemática de los recursos de Kurdistán a manos del Estado iraní se percibe como un problema interno resultado de la mala gestión de los recursos “nacionales” por parte de este último. Desde esta perspectiva, las políticas de desplazar obligadamente a los kurdos y convertirlos en fuerza laboral barata, las disparidades económicas y el cierre político en Kurdistán suelen atribuirse al fracaso de las políticas y los proyectos de desarrollo del Estado. A diferencia de lo que sucede en Palestina, no hay ayuda internacional ni organizaciones que observen el intento sistemático del Estado por hacer que Kurdistán sea inviable.

Otro elemento distintivo es que Kurdistán, como territorio ocupado no reconocido, ha normalizado su sometimiento sistemático a la militarización y a la securitización, que “combina la política de diseño de amenazas con la de gestión de amenazas” (Balzacq, Léonard y Ruzicka 2016, 2). La estrategia de securitización del Estado ha convertido el hábitat de los kurdos en una zona de seguridad, y su lengua y su identidad, en sujetos de la seguridad permanente ( Soleimani y Mohammadpour 2019, 2020). Al igual que ser palestino, ser kurdo representa un problema de seguridad en sí mismo. Sin embargo, ser kurdo no provoca la compasión ni el apoyo del resto del mundo. Esto es lo que diferencia la dinámica de la securitización en Kurdistán de la que prevalece en Palestina. Mientras que los palestinos poseen algunos enclaves comunales autónomos, la identidad kurda se fractura diariamente. Su vida comunal y cotidiana se ve devorada por las voraces redes de seguridad del Estado y desintegrada por su presencia militar. A través de la expansión diaria de su militarización, el Estado iraní intenta no sólo persianizar la lengua y la cultura kurdas, sino también deskurdizar el territorio.

Como ocurre en el caso de Palestina, las teorías de dependencia y modernización no logran explicar el proceso del desdesarrollo en Kurdistán. Su situación no puede explicarse a la luz de las nociones de metrópoli-satélite de la teoría de la dependencia ni del concepto lineal del progreso de la teoría de la modernización, pues asumen cierto nivel de desarrollo en su sentido lineal o comparativo. La teoría de la modernización no logra explicar el subdesarrollo de Rojhelat, pues no es capaz de tomar en cuenta las dinámicas de poder que operan detrás de las políticas de desarrollo en un contexto multinacional como Irán, en el que una etnonación (la persa) tiene el monopolio absoluto sobre los procesos de desarrollo y cambio social. En este sentido, formulamos la modernización en Irán como una empresa colonial que gira alrededor del agotamiento y la demolición del modo tradicional de producción y la autosuficiencia económica básica de Kurdistán.

En el presente artículo, de igual manera que ciertos académicos especializados en el colonialismo en África (Mamdani 2020; Cooper 2002; Lucas 2004), en Asia (Chatterjee 1993; Chakrabarti 1997, 2000; Mizoguchi 2010) y en Latinoamérica (Rodríguez 2001; Burkholder y Johnson 2012), abordaremos el proyecto de la modernización y la colonización en regiones no persas de Irán como dos lados de la misma moneda (véase Lydon y Rizvi 2010). Décadas de desarrollo unietnorreligioso y securitización, tanto con Pahlaví como en la República Islámica de Irán (RII), se reflejan en varios elementos de “bienestar y progreso”. De manera similar a lo que Sara Roy (2014) observa en su análisis de la Franja de Gaza, la política de desdesarrollo y desinstitucionalización del Estado iraní en Rojhelat (Kurdistán), sobre todo bajo el régimen islámico, no sólo buscaba la incorporación dependiente o la explotación de la entidad periférica, sino también la eliminación de sus elementos potencialmente productivos. Bajo la RII, Kurdistán (junto con la provincia de Sistán-Baluchistán) ha recibido la calificación más baja en esperanza de vida de todas las provincias de Irán (Elling 2013, 56). Calificados de subversivos, los kurdos han estado sujetos a medidas de seguridad, por lo que el Estado ha evitado toda inversión en infraestructura e industria en la región. Hoy, Kurdistán carece de cualquier signo de desarrollo económico, como industria, empresas o actividad agropecuaria comercial. Debido a ello, han prevalecido los sectores económicos informales, como la kolberi (mano de obra transfronteriza) y el trabajo en la industria ladrillera (Soleimani y Mohammadpour 2019).

Persianización y colonialismo interno en Irán

El discurso nacionalista iraní moderno que surgió durante la era de Pahlaví se originó en los sucesos que ocurrieron en el Estado de Qajar a finales del siglo XIX. Durante las últimas décadas de Qajar, cierta forma de nacionalismo secular ganó credibilidad entre la intelligentsia. Irán o Persia, el farsi, la literatura y la epopeya, que debían subrayar la constancia histórica de la integridad territorial del Irán imaginado, han demostrado ser esenciales para el nacionalismo persa, el cual apeló al Shahna-mé (El libro de los reyes, del poeta Ferdousí), a la mitología zoroastriana y a la recordación selectiva del pasado antiguo para forjar un pasado imaginario para las necesidades presentes y urgentes (Zia-Ebrahimi 2016).

En la primera mitad del siglo XX, la influencia orientalista y la difusión del mito ario dieron forma al nacionalismo persa. Durante el periodo de Reza Shah (1925-1941) se justificó y apoyó la autocracia mediante la introducción del nacionalismo persa ultraestatista. La unidad y la uniformidad nacionales fueron sus marcas distintivas. La intelligentsia nacionalista persa llamó la atención a la “invención de un salvador”, un autócrata que podría imponer con firmeza una agenda nacionalista. Reza Khan fundó una monarquía que siguió un modelo racista de supremacía de la raza aria, cuyo origen era, ni más ni menos, Irán, y cuyos descendientes incuestionables eran los persas, según Pahlaví. Reza Shah propagó la unidad racial de la entidad política y negó sus diferencias lingüísticas y étnicas. En 1934, Reza Shah cambió oficialmente el nombre del país de Mamalik-e Mahrouseh (países protegidos) a Irán, “la tierra de los arios”.

Reza Shah eligió una estrategia doble de asimilación, lingüicidio y culturicidio para crear “un país, una nación y un Estado”. Todo tendría que estandarizarse con el fin de que su “identidad y su cultura iraníes” únicas se volvieran una realidad. Se obligó a toda la gente a asumir apellidos. Se declaró el persa como el idioma oficial en un país en el que cada grupo étnico contaba con su propia lengua. Incluso hoy en día, después de casi un siglo de racismo y asimilación forzada impuestos por el Estado, los persas representan sólo 37% de la población de Irán (Asgharzadeh 2007, 82). Pensadores supuestamente críticos y progresistas y pedagogos antirracistas comenzaron a usar los términos persa e iraní de manera indistinta, con lo que sirvieron inconscientemente al proyecto racista del Estado.

Reza Shah prohibió el uso de toda lengua que no fuera el persa en cualquier forma escrita. Se reprimió el uso de los otros idiomas por considerarlos dialectos del farsi (como el kurdo o el luri) y de lenguas extranjeras no indoeuropeas (como el turco y el árabe) (Asgharzadeh 2007, 87). Más notorio aún fue que Arabistán se rebautizó como Khuzistán (87). Numerosos estudiosos, académicos, escritores y poetas persas comenzaron a suscribir los principios de una ideología racista hasta entonces desconocida en Irán, un proceso de colonialismo persocéntrico (88). Cabe destacar que, incluso hoy en día, los académicos persas califican de dialectos o primitivas a las lenguas que no son el persa (Pahlavan 2018). Los académicos persas les dicen despreocupadamente a sus alumnos: “Si hablas cualquier otro idioma, entonces no eres iraní. Lo que tenemos en común son la lengua persa y la raza aria” (Saleh 2013, 129).

El derrocamiento de Reza Shah causó el resurgimiento de varias fuerzas antipersas que él había aplastado alguna vez. Su hijo Mohammad Reza (1941-1979) siguió promoviendo con devoción el sueño de su padre de crear un Irán persianizado con nacionalismo agresivo, un Estado centralizado y una occidentalización superficial. La expansión posterior de las políticas de Mohammad Reza Shah generó resistencias sociopolíticas y culturales entre las etnonaciones minorizadas. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en Turquía, el régimen del shah no negó la existencia de los kurdos, sino que intentó “arianizarlos” y, del mismo modo, persianizarlos (Asgharzadeh 2007, 153). En el discurso oficial del arianismo impuesto estrictamente por la lengua, la cultura y la historia persas, la cultura y la identidad kurdas se convirtieron en el objetivo de una asimilación sistemática, y los kurdos provenían de guerreros tribales históricos que habían tenido el honor de proteger la patria “aria”.

La era de la República Islámica

Suele afirmarse que el acaecimiento de la Revolución de 1979 marcó una transformación paradigmática del pensamiento político e intelectual de Irán debido al cambio del nacionalismo secular al religioso. Algunos académicos iraníes tienden a explicarlo como una respuesta nativista a las intervenciones occidentales que habían comenzado durante el periodo de Qajar y se extendieron durante el gobierno de Pahlaví (Boroujerdi 1996; Mirsepassi 2019). En este recuento, la revolución se presenta como una maniobra anticolonial y antiimperialista contra las potencias occidentales (Dabashi 2008). La revolución llevó al poder al clero chií. Aun así, en muchos sentidos, las políticas del Estado religioso actual no son sino la continuación de las políticas del sistema anterior, pues han mostrado discursos paralelos clave.

Ambos Estados han afirmado que la entidad política iraní es una nación homogénea cuya formación data de la era preislámica y que, como tal, ha existido desde tiempos inmemoriales. La RII otorga un peso ideológico único al periodo islámico, sobre todo al ascenso del chiismo, y aun así repite todas las afirmaciones del nacionalismo persa sobre la llamada continuidad histórica de “la identidad iraní”. Al igual que los nacionalistas seculares persas, la RII afirma que el modus operandi de la identidad y la cultura iraníes ha permanecido sin cambios durante milenios (Soleimani y Osmanzadeh 2021; Ram 2000).

Los sistemas educativos de ambos Estados han propagado teorías raciales arianistas, y afirman que los arios son diferentes y superiores a todos los otros grupos raciales (Soleimani y Osmanzadeh 2021; Ram 2000). Mediante la creación de vínculos históricos y raciales con los europeos, atribuyen a la identidad iraní una superioridad racial única vis-à-vis la cultura y la lengua semíticas de los árabes. La creencia en la superioridad racial de los iraníes se adoptó y se incorporó con algunas modificaciones al discurso religioso de la República Islámica. Por ejemplo, los libros de texto de la RII enseñan a los niños que

existe un motivo por el que nuestra tierra se llama Irán, la tierra del [pueblo] libre y nacido libre. El mayor y más valioso regalo de Irán a otras tierras ha sido [su] pensamiento creativo, su razón y su cultura […]. Mi niño, yo sé […] que amas a Irán […] porque perteneces […] a la noble raza iraní (Farsi 2018, 30-31; énfasis añadido).

Ambos sistemas han presentado la lengua farsi y la identidad persa como pertenecientes a todos los iraníes. Han privilegiado a la ethnie persa como autora única de la historia de la nación, cuya edad supuestamente es de tres milenios. El chiismo también es un significante clave de la iranidad. Ambos sistemas han adoptado políticas para procurar la asimilación forzada de quienes no son persas. En algunos casos, dichas políticas han sido genocidas (Katouzian 2003; Bayat 2003). El ejército estatal del primer Pahlaví reprimió brutalmente a los kurdos, a los turcos azeríes, a los árabes, a los baluchis y los turcomanos. Asimismo, en la era posterior a 1979, la RII lanzó campañas militares contra los kurdos que, con frecuencia, resultaron en masacres y desplazamientos.

Militarización

La política de militarización ha sido una de las principales estrategias del Estado dirigidas a regir y fracturar geodemográficamente Kurdistán. Esta política opera a través de la fragmentación del pueblo kurdo, sobre todo en áreas rurales. El proyecto de militarización de la RII se ha llevado a cabo mediante la expansión de las instituciones llamadas “revolucionarias” y militares, sobre todo del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) y las Unidades de Movilización Islámica (o Basij). Estas dos organizaciones han creado numerosas secciones, guarniciones, puntos de inspección y bases militares en todo Kurdistán, lo que lo ha convertido en un gran campo militar. En cada aldea kurda hay una base militar del CGRI o una sección de las Unidades de Movilización Islámica y el servicio de inteligencia. Además, el Estado ha forzado a miles de kurdos en zonas rurales y urbanas a portar armas para colaborar con él. La Basij-e Marzban (Movilización de la Patrulla Fronteriza) -una extensión de las Unidades de Movilización Islámica- opera en ciudades y aldeas kurdas y presiona a jóvenes y adultos por igual a unirse a sus secciones activas en escuelas, municipios y hospitales. El impacto de la militarización en Kurdistán se ejemplifica con las fuerzas proestatales asalariadas que se conocen como jash en kurdo.

El proceso de jashificación (convertir a los kurdos en jash o colaboradores) ha generado rivalidades comunitarias y la fractura de relaciones en familias extendidas en Kurdistán ( Soleimani y Mohammadpour 2019). Las familias se alían a diferentes organizaciones de seguridad para maximizar su cuota de poder sobre las otras familias. Además, la militarización ha tenido un impacto devastador en los sectores económicos tradicionales, como la agricultura y la cría de animales. La integración de los campesinos a las fuerzas militares y de seguridad del Estado ha marginado a los sectores agrícola y ganadero. Además, extensiones considerables de tierra fértil se han convertido en campos minados o complejos militares, por lo que se ha vuelto peligroso cultivarlas.

Securitización

La militarización del Estado involucra volver a dar forma al espacio sociopolítico y económico de Kurdistán. El Estado implementa esta estrategia para reducir la seguridad ontológica de los kurdos e interrumpir su vida cotidiana al inducir la sensación de que se sigue, se acosa y se vigila a los seres kurdos sometidos a la securitización. De acuerdo con la definición de Anthony Giddens (1991), la seguridad ontológica es un sentido de orden y la continuidad que se vive individualmente. Las políticas de securitización de la RII han señalado a Rojhelat como zona insegura y han transformado a los kurdos en sujetos securitizados en lo colectivo. Los aparatos de propaganda del Estado han pintado Kurdistán como un semillero de villanos en contra del islam y de Irán (ashrar) y, por tanto, como una región insegura para cualquier inversión en infraestructura.

El proyecto de securitizar a los sujetos kurdos comenzó con la infame fatwa de guerra santa de Khomeini, quien recitó el verso 29:48 del Corán: por “instaurar duras medidas contra los infieles” (IranWire 2020). Más adelante, con el fin de retratar a los kurdos como incivilizados y justificar la campaña de matanza masiva contra ellos, el Estado difundió rumores de que los kurdos estaban degollando a efectivos de sus fuerzas (SNN 2018). Casi todos los kurdos que viajaron a las ciudades centra les iraníes en las décadas de 1980 y 1990 se enfrentaron a la pregunta “¿por qué los kurdos degüellan a seres humanos?”.1 Las producciones culturales y de cine estatales han mostrado a los kurdos como masculinos, eróticos, agresivos, sentimentales e impredecibles al recurrir con facilidad a la violencia.2

Si la política de militarización del régimen se llevó a cabo mediante la aplicación del poder y con mayor visibilidad, la securitización de Kurdistán se realizó con poder blando y el establecimiento de un sofisticado y omnipresente régimen de vigilancia. Además de usar el sistema educativo, la prensa, los medios, el arte y el cine para afirmar la securitización de la vida diaria en Kurdistán, el Estado construyó una sofisticada red de colaboradores, espías y agentes locales con miembros de la comunidad kurda. Estos “enemigos íntimos”’ eran reclutados. Un colaborador típico podía ser un maestro, un estudiante, un afanador o un imán de la oración de los viernes. Con la política de securitización, la RII ha socavado gravemente el sentido de confianza y simpatía y puesto en peligro “su sentido fundamental de seguridad en el mundo y la confianza básica en otras personas”, de acuerdo con la perspectiva de Giddens (1991, 37).

Tras la guerra entre Irán e Iraq, dio inicio una fuerte vigilancia panóptica de la vida diaria de los kurdos. Las instituciones de seguridad como el CGRI, la Basij y el Ettela’at (servicio de inteligencia estatal) comenzaron a ampliar aún más su estricto control sobre Kurdistán a través de numerosas oficinas en las instituciones educativas. Después de 2009, el Estado prohibió los libros en kurdo, obstaculizó casi todas las formas de producción cultural kurda, prohibió a los alumnos vestir ropa kurda en ciertos espacios públicos, como los entornos universitarios, e incluso restringió las prendas masculinas que se asemejaran a las de los combatientes kurdos. Se impusieron restricciones aún más fuertes sobre la elección de nombres kurdos para los niños. El Estado no expide un acta de nacimiento a un recién nacido cuyo nombre no figure en la lista de nombres aprobados por el gobierno, disponible en la Oficina del Censo (Irnanews 2018b).

Ecoterrorismo

Desde que llegó al poder en 1979, la RII ha impuesto una estrategia para destruir la ecología kurda. En los últimos años, gracias a las redes sociales, las medidas antiecológicas de la RII en Kurdistán han capturado la atención pública. Durante los últimos 40 años, la destrucción ecológica siempre ha formado parte de la política general de desdesarrollo en Kurdistán. Sin embargo, dependiendo de circunstancias cambiantes, esta política ha asumido diferentes formas y se ha ejercido a través de diferentes medios. Después de la conquista de Kurdistán en 1979, el Estado iraní emprendió la militarización de la zona al regimentar al pueblo kurdo, y durante ese periodo asestó un duro golpe a la ecología de la región con la construcción de las bases militares.

Las políticas de la RII han mermado significativamente la biodiversidad en Kurdistán. A lo largo de los años, ejercicios militares, incendios provocados y la construcción de caminos han afectado a muchas especies que habitaban las montañas y los bosques de Kurdistán. La construcción de carreteras militares, que carecen incluso de las menores normas de seguridad, constituye un factor importante en la devastación de la ecología kurda. Estos caminos serpenteantes y retorcidos que surcan los paisajes han causado un grave deterioro de la vida silvestre, al erosionar el suelo y contaminar el ecosistema. El impacto de la militarización del paisaje natural no se limita a la construcción de carreteras, guarniciones e instalaciones militares. Grandes extensiones del territorio se han vuelto impenetrables, pues contienen alrededor de 16 millones de minas terrestres (Muselchi 2020). El Estado ha empleado el conflicto entre Irán e Iraq en la década de 1980 para sepultar grandes extensiones de tierra cultivable y de pastoreo de los kurdos. Según los registros oficiales, se calcula que las minas terrestres han ocupado cuatro millones de hectáreas, de las cuales 2.3 millones se encuentran en las regiones kurdas y el resto, en la provincia árabe de Khuzestán.

Las minas terrestres afectan los recursos naturales (suelo, flora y fauna), pues causan estragos al ecosistema al contaminar el suelo y arruinar su estabilidad. La mayor parte de las áreas contaminadas eran tierras de labranza, gran parte de las cuales ahora están abandonadas y se han vuelto estériles. Irán es la primera víctima de minas terrestres en el mundo (Muselchi 2020). En las últimas dos décadas ha habido operaciones esporádicas e irregulares de retiro de minas y, aun así, la mayor parte careció de las normas básicas requeridas. Por ejemplo, en 2012, el Ministerio de la Defensa y el del Interior de la RII declararon que la provincia de Kermanshah estaba “libre de minas terrestres”. Sin embargo, varias personas sufrieron lesiones o fallecieron a causa de éstas apenas unos días después de aquellos anuncios festivos. La operación de limpieza se había realizado a una profundidad de sólo 30 cm, aunque, según el miembro del Parlamento iraní Fathollah Hosseini, “debe efectuarse a una profundidad de 80 cm” (Etemadnews 2015) para considerar que un campo minado está despejado.

Después de la guerra entre Iraq e Irán, el Estado realizó una limpieza rápida y cuidadosa de las regiones de la provincia de Khuzestán -con reservas de petróleo- debido a las utilidades que podía recibir al invertir en la industria petrolera. El Estado efectuó operaciones de desminado en regiones estratégicas y rentables económicamente, como Fake, Shalamcheh, Hamidiyeh, Chezabe y Sosangerd, con la mayor precisión, e incluso contrataron compañías noruegas y chinas para los trabajos. Sin embargo, en Kurdistán, el Estado sigue plantando minas terrestres en las zonas cercanas a las aldeas y las rutas que los locales usan para trasladarse a sus fincas. La RII evita que las organizaciones internacionales observen sus actividades. De acuerdo con Iran International TV, por este motivo, la RII no tiene razones para adherirse a la Convención de Ottawa (Muselchi 2020).

El Estado ha utilizado campos minados en Kurdistán para ejercer su política de desdesarrollo, pues en términos económicos afectan la productividad agrícola, y la menor seguridad alimentaria en las franjas donde se encuentran causan la despoblación de las zonas rurales kurdas. Esto se debe a que, cuando los terrenos agrícolas y otros sectores importantes se retiran de la producción, la población rural, que antes era autosuficiente, sufre grandes pérdidas económicas. Como resultado, los kurdos se ven forzados a migrar a zonas urbanas y sufrir marginación económica, a trabajar como colaboradores y unirse a las fuerzas militares y de seguridad, o bien a asumir el riesgo de permanecer en sus aldeas. Las primeras dos opciones hacen a la población más dependiente del Estado y la tercera no es una opción viable a la larga. La vida en el Kurdistán rural ha dependido en gran medida de la actividad agropecuaria. El que las tierras de pastoreo y cultivables se hayan convertido en campos minados ha devastado su economía y las vidas de decenas de miles de aldeanos.

Degradación ambiental

Más recientemente, la campaña del Estado contra los kurdos se ha concentrado en la ruina del ecosistema de Kurdistán, ejemplificada en la deforestación y el ataque deliberado a la vida silvestre. El Estado emprendió su plan sistemático de deforestación a inicios de la década de 2000. Sin embargo, formaba ya parte del proyecto de conquista de la región que comenzó en 1979 y no ha concluido. La destrucción de los bosques y la vida silvestre arrancó con la declaración de jihad (guerra santa) contra los kurdos por parte de Khomeini en 1979 (Portal-i Imam Khomeini 2019). Los bosques que rodean la ciudad de Paveh sufrieron un bombardeo de artillería y un ataque aéreo a gran escala que los destruyeron en gran parte. El medio ambiente tuvo pérdidas mucho mayores cuando el Estado invadió otras regiones, sobre todo el oeste y el noroeste de Rojhelat, cubiertos de densas zonas boscosas. Después, continuó bombardeando ciegamente los bosques con el pretexto de que servían como guarida para los combatientes. La RII explotó la guerra entre Irán e Iraq como una oportunidad para convertir Kurdistán en una zona militar continua que causó daños irreversibles a la vida silvestre y la biodiversidad de la región.

Después de ese conflicto y con la llegada del “periodo de reconstrucción” durante la presidencia de Rafsanjani, la degra dación ambiental de Kurdistán fue paralela a los proyectos militares y de seguridad que fuerzas estatales como el CGRI emprendieron sin preocupación por los daños ecológicos que causaban. La construcción de túneles, represas y canales para transportar agua de Kurdistán hacia regiones pobladas por otras comunidades étnicas desempeñó un papel catastrófico para los paisajes naturales y la deforestación.

Conforme aumentaron las medidas del Estado contra el medio ambiente, la conciencia ecológica se fortaleció y el activismo se volvió más popular. Hoy casi todas las ciudades kurdas tienen su propia sociedad medioambiental. La Asociación Verde de Kurdistán, los Protectores Ambientales de Wlat (la patria), la Asociación Verde Chya (montaña) y la Asociación de Pensadores Verdes son ejemplos de organizaciones no gubernamentales y ambientalistas que luchan fervorosamente para proteger la ecología de Kurdistán (Soleimani 2020). Gracias a ellas, diariamente se registra información sobre los incendios forestales y, según sus reportes, muchos se deben a ejercicios militares y a eventos provocados por el CGRI (Soleimani 2020).

Después de los bosques del norte, los de Kurdistán son los más extensos de Irán y forman parte de los bosques naturales de Zagros, que ocupan 1 643 467 hectáreas. Debido al predominio de especies de roble, también se les llama bosques de roble occidentales. Parte de éstos, cercanos a las ciudades de Mari wan y Sarwabad, fueron testigos del incendio más asolador de las últimas cuatro décadas, en 2010, y que se recuerda como “el verano negro” (Hosseini 2016). Sólo en 2010, Chya había registrado 935 incendios forestales en Kurdistán, una cifra sin precedentes. Los lugareños y los miembros de Chya los combatieron y extinguieron sin ayuda alguna del Estado.

Cuadro 1 Áreas boscosas de Kurdistán oriental 

Provincia Hectáreas
Azerbaiyán occidental 101 000
Ilam 641 647
Kurdistán 374 000
Kermanshah 527 000
Total 1 643 647

Fuente: Ahmadi et al. 2014.

De 2009 a 2015, Chya había extinguido más de 2 100 incendios sólo en Mariwan y Sarvabad. Otro ejemplo de fuegos tan extendidos tuvo lugar en 2019, en Ilam. De nuevo, el Estado se abstuvo de ayudar a los lugareños y los incendios asolaron los montes Zagros durante nueve días y calcinaron la flora. Según cálculos preliminares, más de ١٥ 000 robles, 5 000 árboles de trementina, 1 000 arces, 1 000 espinos y cientos de animales y especies en peligro de extinción quedaron reducidos a cenizas (Chya 2021). Los registros oficiales sugieren que sólo en 2016 se secaron 1 131 000 hectáreas de robles de Zagros (Radio Farda 2020). Si bien el cambio climático y la aridez derivada pueden haber causado alrededor de la mitad de estas pérdidas, el resto es resultado directo de las políticas estatales contra los recursos naturales de Kurdistán.

En 2019, de acuerdo con el director general de recursos naturales y gestión hídrica de Sanandaj, hubo 271 incidentes que destruyeron 2 655 hectáreas de bosques en la provincia. También hubo numerosos incendios en Kermanshah y en la región kurda de Azerbaiyán occidental. Asimismo, en ciudades kurdas de la misma zona, como Sardasht y Piranshahr, los incendios forestales se han convertido en un suceso constante. En 2019 ardieron unas 200 hectáreas de bosque en un fuego que duró dos días. Los funcionarios públicos locales admitieron que, si el Estado hubiera actuado con rapidez e implementado las medidas correctas, el incendio podría haberse extinguido y el daño se habría reducido sustancialmente (Irnanews 2019). Sardasht tiene 90 000 hectáreas de bosques y 30 000 de pastizales, es el bosque más grande de Azerbaiyán occidental. Sin embargo, este paisaje natural enormemente rico se ha degradado en la última semana debido a los incendios y a los proyectos de construcción de represas. De acuerdo con funcionarios del Estado, en 2020 se reportaron alrededor de 147 incendios forestales en la provincia de Sanandaj. Estos incidentes causaron la destrucción de 1 216 hectáreas, 265 de las cuales eran bosques naturales; 873, pastizales y 77, floresta (Iribnews 2018).

En respuesta a la inacción deliberada del régimen respecto a los bosques de Kurdistán, el pueblo ha establecido numerosas unidades de protección ambiental basadas en la comunidad. El Estado las monitorea muy de cerca y constantemente hostiga, encarcela e incluso asesina a sus miembros. En 2018, las fuerzas de seguridad arrestaron a cinco activistas por protestar contra el tiradero y la quema de basura junto a zonas residenciales en la provincia de Kurdistán. Se identificó a Zaniyar Ibrahimi, Aziz Salihi, Mohammed Murad-Karami, Ali Suleimani y Faruq Mahmoudi como los encarcelados, todos provenientes de la ciudad de Mariwan (Hengaw Human Rights 2018). En otra ocasión, el 25 de agosto de 2018, cuatro ambientalistas kurdos perdieron la vida mientras combatían un incendio forestal causado por los bombardeos del CGRI. En 2019, se sentenció a un año de cárcel, por “publicar propaganda contra el Estado”, al activista medioambiental kurdo Erfan Rashidi, miembro de la organización ecologista Jiwa en la ciudad de Paveh y bien conocido por su trabajo voluntario y por haber dedicado varios meses a ayudar a las víctimas del sismo en Sarpoleh Zahab y zonas vecinas (Voice of America 2019). Con el pretexto de que los combatientes kurdos podían estar ocultándose en la zona, el CGRI disparó cohetes y cañones contra los bosques montañosos en Silase y Pilai, cercanos a Mariwan.

Desinstitucionalización

La desinstitucionalización es otro pilar de la política de desde sarrollo que el Estado iraní implementa en Kurdistán. En Kurdistán oriental, puede entenderse como consecuencia de una política sistemática de despojo y externalización de cuatro décadas. El saqueo de los recursos económicos esenciales ha privado a la economía local de factores de producción vitales. Un ejemplo convincente se pone de manifiesto en la gestión del abasto de agua en la región por parte del Estado, que durante las últimas dos décadas ha transferido las principales fuentes de agua a regiones que no son kurdas. Si bien la RII ha construido numerosas represas en Kurdistán, se ha negado a brindar infraestructura de irrigación a los campesinos kurdos para sus cultivos. Por tanto, la agricultura, que aún es la columna vertebral de su economía, se ha visto gravemente afectada. Esto ha causado una migración masiva de la fuerza laboral a zonas urbanas con la esperanza de integrarse a los sectores de servicios e industriales.

Tal expectativa, sin embargo, se ve frustrada porque se requiere que la persona pertenezca a los grupos etnorreligiosos e ideológicos “correctos”, ya que el mayor sector estatal incluye las instituciones de seguridad/militares y administrativas, como escuelas, organizaciones y oficinas de gobierno. El reclutamiento -además de exigir la aprobación de un monitoreo de seguridad muy extenso y continuo- está condicionado al cumplimiento de ciertas obligaciones. Además, en lugar de brindar capacitación técnica y ocupacional, el sistema educativo del gobierno (que es el único legal) en Kurdistán funciona como institución de asimilación y aculturación. Así pues, lo que ofrecen -desde las escuelas básicas hasta las universidades- es completamente irrelevante para el desarrollo socioeconómico de la región. El sistema educativo carece de instalaciones adecuadas, fondos suficientes y normas de seguridad para un espacio de trabajo. La segunda categoría del sector servicios es el servicio público, que abarca los negocios que no pertenecen al Estado, como el transporte, la construcción y el autoempleo, entre otros. En un sentido más amplio, también opera dentro de los confines político-económicos delineados por el Estado, sobre todo por el CGRI.

La estrategia de desinstitucionalización también ha limitado profundamente el desarrollo del sector agrícola de Kurdistán, que se encuentra entre las cuatro regiones de mayor extensión y producción en Irán. Los reportes que proporciona el gobierno sugieren que la provincia de Sanandaj es la primera en producción de trigo, la cuarta de garbanzo y la sexta de papas (IANA 2020). Algunas frutas y productos hortícolas, como las fresas, se cultivan principalmente en Kurdistán. Asimismo, Kermanshah tiene el segundo lugar en producción de garbanzo, el tercero en maíz, el cuarto en remolacha azucarera, el quinto en frijoles y cebada, el sexto en trigo, el noveno en una variedad de moras y el octavo en nueces en todo Irán.

A pesar de su gran potencial, la agricultura kurda se encuentra bajo grave amenaza por las políticas de la RII, por lo que los campesinos se enfrentan a la mayor tasa de pobreza y desempleo. El poco uso de irrigación en la región y su abruma dora dependencia de la agricultura de secano es resultado directo de la política de asignación hídrica de la RII. Un ejemplo notorio se observa en la transferencia de agua de Kurdistán para irrigar las áreas infértiles de las provincias de Azerbaiyán oriental y Hamedan. Se trata de un gran plan para robar a los agricultores kurdos, afectar su demografía y sembrar semillas de conflicto entre las comunidades étnicas vecinas.

Otra evidencia de la desinstitucionalización y el desdesarro llo es la industria en Kurdistán. Alrededor de 15% de los yaci mientos de alquitrán del mundo se encuentran en esa zona y, aun así, la falta de inversión en infraestructura en el sector lo ha convertido en el más pequeño y menos desarrollado en Kurdistán, que emplea a apenas entre 5 y 7% de la fuerza laboral activa (Iribnews 2018).

La provincia de Ilam es un ejemplo de cómo la RII ha transformado una región con abundantes recursos naturales y minerales en la zona más pobre. De acuerdo con las autoridades, la ciudad de Aywan, en Ilam, posee el mayor yacimiento de alquitrán en Medio Oriente, donde sólo se han activado siete de las 17 minas. Se calcula que el depósito que se tiene identificado llega a las 465 000 toneladas, cuyo valor, según los expertos, puede aumentar hasta 100 veces en productos manufacturados (Iribnews 2018). La línea de la pobreza en Ilam se encuentra en el peor nivel posible. Según las estadísticas publicadas por el Ministerio de la Industria, 27.5% de las industrias de la provincia están totalmente inactivas y 30% de ellas operan a capacidad media (Mehrnews 2019). La provincia de Sanandaj también cuenta con el mayor yacimiento de oro de Irán. La mina de oro más vasta de la región es Saragoni, con una capacidad de 70 millones de toneladas de reserva del mineral. De acuerdo con funcionarios de gobierno, esta reserva se calcula en 100 millones de toneladas, que en 2017 aumentaron de 11 a 30% las reservas de oro de Irán (Irnanews 2018a). Sólo en 2017, 60% del oro que se extrajo en Irán provino de Saragoni-Qorveh, que se localiza en Sanandaj, Kurdistán.

Sardasht es una ciudad kurda conocida por ser un centro importante de producción de uva y una de sus variedades de uva negra goza de una buena reputación en el mundo. Excepto por una zona muy pequeña, su sistema de irrigación sigue siendo mayormente tradicional: métodos antiguos, como los pozos, pozos entubados, estanques, lagos, ríos, represas y canales funcionan como hace décadas. La producción industrial de Kurdistán ahora se limita a la ganadería local, a la producción de arena o a unidades de producción agrícola ligera, localizadas principalmente a las afueras de ciudades kurdas importantes, como Sanandaj y Kermanshah. Por tanto, los productos agrícolas, minerales y ganaderos de la región se tercerizan con el pretexto de que se tienen propósitos de procesamiento y exportación.

Conclusión

Hemos tratado de esclarecer algunas características de las políticas de desdesarrollo de la RII, implementadas para socavar en lo fundamental la viabilidad de Kurdistán oriental. Con base en el reciente cambio en los estudios del desarrollo, gracias a académicos especializados en estudios palestinos, nuestra investigación fue un intento de subrayar la imposibilidad de desarrollo de Kurdistán en ausencia de alguna forma de autodeterminación y soberanía.

Nuestra comparación reveló paralelos significativos entre las políticas de desinstitucionalización, desintegración económica y despojo iniciadas por la RII en Rojhelat, y el proyecto de ocupación colonial de Israel en Palestina. Ambos han emprendido un proyecto colonial basado en el discurso monoetnorreligioso de la construcción del Estado, que en Israel tiene por objetivo la judaización del territorio y el espacio, y en Irán, la persochiificación. Mientras que Israel impone una política de cambio de la identidad del espacio y los territorios a través del desplazamiento de los palestinos, la RII intenta tanto persochii ficar y desplazar a los kurdos como hacer que Kurdistán se vuelva inhabitable.

Bajo la RII, el desarrollo de las periferias dominadas se determina por el grado de resistencia de las comunidades no persas o su aceptación de las políticas de asimilación del gobierno. El Estado israelí intenta transferir los recursos de Palestina, mientras que la RII trata de deshacerse de Kurdistán como geografía política a través de la deforestación y el aniquilamiento de su ecología. Nuestra investigación también demuestra algunas dinámicas de desdesarrollo nuevas, por parte de la RII, que son exclusivas de Kurdistán oriental, como el ecoterrorismo, la defo restación sistemática, la colocación de minas terrestres y el agotamiento o la transferencia de recursos naturales a regiones que no son kurdas.

Al mismo tiempo, nuestro trabajo es una invitación a deconstruir el entendimiento convencional de la región, que tiende a ver la zona de Medio Oriente y norte de África principalmente desde la perspectiva estatista. Aunque este paradigma ha recibido duras críticas de los académicos de los estudios poscoloniales, incluidos los especialistas en Palestina, sigue siendo restrictivo y selectivo en su definición de quién es el “coloniza do” y quién el “colonizador”. La crítica poscolonial se preocupa en exceso por la expresión del colonialismo como un fenómeno puramente occidental, por lo que no puede o no quiere imaginar proyectos coloniales en la región de Medio Oriente y norte de África.

Los estudios palestinos tienen el potencial de repensar y redefinir radicalmente el colonialismo como una práctica universal que prevalece y no sólo como un emprendimiento occidental. Con base en dichos estudios, este artículo intenta desenmascarar el discurso, las prácticas y las políticas coloniales del Estado iraní para subyugar a la comunidad kurda minorizada y no soberana, y que son similares a las que Israel aplica contra los palestinos. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en Israel, hasta hace poco las premisas intelectuales y políticas del discurso colonialista persa se habían ignorado en gran medida. La obsesión de la teoría crítica y la poscolonial por la conceptualización histórica del imperialismo como una entidad geográficamente fija y esencialmente occidental hace que, por lo general, se ignoren las políticas coloniales de subyugación de etnonaciones no soberanas, como los kurdos, impuestas por los Estados de Medio Oriente.

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1 Los autores han recibido este tipo de preguntas en lo personal.

2Véase, por ejemplo, la serie de TV persa Nune Khe en YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=Mp0BxEU3rlY).

5Traducción del inglés: María Capetillo Lozano

Recibido: 17 de Marzo de 2021; Aprobado: 22 de Junio de 2021

Kamal Soleimani se especializa en historia y política islámicas y de Medio Oriente. Soleimani obtuvo su doctorado (2014) en historia islámica y de Medio Oriente por la Universidad de Columbia en Nueva York, y ha impartido clases en universidades turcas y estadounidenses. Ha publicado diversos artículos en revistas académicas importantes, como Nations and Nationalism, The British Journal of Sociology, Third World Quarterly, Ethnicities, Postcolonial Studies, Current Anthropology y The Muslim World. En su libro Islam and Competing Nationalisms in the Middle East (Palgrave, 2016), Soleimani cuestiona las epistemologías fundamentales del Estado-nación y se centra en la función esencial e íntima del islam en su surgimiento. Demuestra cómo se dieron los embrollos y las reciprocidades del nacionalismo y el pensamiento religioso en la historia moderna de Medio Oriente. https://orcid.org/0000-0003-0370-5930 ksoleimani@colmex.mx

Ahmad Mohammadpour es socioantropólogo. Obtuvo un doctorado en sociología por la Universidad Shiraz en Irán y otro en antropología por la Universidad de Massachusetts Amherst, donde impartió materias sobre nacionalismo y conflictos etnorreligiosos en Medio Oriente contemporáneo. La investigación de Mohammadpour se centra en las minorías etnorreligiosas y la economía política del desdesarrollo en Irán, con un enfoque en particular en los kurdos orientales. Ha escrito ocho monografías y es autor o coautor de más de 60 artículos académicos en inglés, kurdo y persa. La obra de Mo ham madpour sobre Kurdistán se considera un modelo para la investigación etnográfica y la investigación basada en la teoría fundamentada en Irán. Su investigación sobre los kurdos se ha publicado en varias revistas arbitradas internacionales, como The British Journal of Sociology, Third World Quarterly, Ethnicities, Quality & Quantity: International Journal of Methodology, British Journal of Middle Eastern Studies e International Journal of Qualitative Studies on Health and Well-being, entre otras. https://orcid.org/0000-0002-7768-4653 amohammadpour@troy.edu

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