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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.73 n.4 Ciudad de México Apr./Jun. 2024  Epub Apr 22, 2024

https://doi.org/10.24201/hm.v73i4.4527 

Reseñas

Sobre Andrés Orgaz Martínez, Calles y Atatürk. Revolución en México y Turquía

Daniel Kent Carrasco1 

1Universidad Nacional Autónoma de México

Orgaz Martínez, Andrés. Calles y Atatürk. Revolución en México y Turquía. México: Fondo de Cultura Económica, 2021. 324p. ISBN: 978-607-167-116-5.


En su más reciente libro, Andrés Orgaz Martínez se propone ofrecer una relectura de las profundas transformaciones globales de las primeras décadas del siglo XX a partir de un análisis comparativo de la revolución en Turquía y en México. Por medio de un ejercicio de síntesis admirable, el autor propone, por un lado, dar continuidad a la preocupación de autores como Serge Gruzinski y Friedrich Katz, que han querido introducir en la muy nacionalista historiografía mexicana una perspectiva más amplia de análisis. Al mismo tiempo, su estudio invita a explorar la posibilidad de un método que permita, a la vez, profundizar en el estudio de procesos locales y abrir la mirada para entender la manera en que el análisis paralelo de entornos alejados entre sí ofrece nuevas claves para la comprensión de procesos globales que hasta la fecha han sido descifrados mayormente a partir de una óptica eurocéntrica. Partiendo del estudio comparativo de dos procesos revolucionarios sincrónicos, Orgaz pone sobre la mesa una serie de posibilidades para imaginar no sólo una nueva lectura de trayectorias nacionales y localizadas concretas, sino también un renovado marco interpretativo para la conformación del orden internacional nacido del trauma de la primera guerra mundial.

En el primer capítulo, Orgaz contrasta los proyectos nacionalistas gestados por las élites turcas y mexicanas afectas a los preceptos del liberalismo y el positivismo decimonónicos. En conjunto, ambas ideologías cimentaron entornos intelectuales y políticos paralelos, marcados por la defensa de la Ilustración francesa y la justificación del elitismo político, al tiempo que facilitaron el crecimiento de modelos de autoritarismo nacionalista que legitimaron la violencia en contra de minorías étnicas y pueblos indígenas. En su vertiente mexicana, esta trayectoria llega a su cenit durante el porfiriato, momento que es contrastado en el libro con el proceso de transformación conocido como la Tanzimat, o Reorganización, iniciada en 1839. De manera similar a lo ocurrido en el México liberal, durante la Tanzimat se reformaron estructuras militares, se promovieron los ideales de la igualdad y la propiedad privada, se fundaron nuevas estructuras educativas de élite y se establecieron nuevos códigos legales. Siguiendo el anhelo de “europeizar” las estructuras políticas e intelectuales del Imperio otomano, autoridades e intelectuales defendieron los principios de la laicidad, el positivismo comtiano y el liberalismo francés para comenzar a dar forma a un nuevo horizonte ideológico. Al contrario de lo que sucedía en México, donde este proceso avanzaba a la par del fortalecimiento de la identidad nacional, en tierras otomanas estos debates se dieron en paralelo a la fragmentación de la vieja unidad imperial causada por el fortalecimiento de nacionalismos griegos, armenios, albaneses y kurdos, así como por la resistencia de las élites tradicionales islámicas. Como resultado, en ambos casos el momento triunfal del liberalismo fue también un periodo de violencia estatal masiva y conformación de nuevas estructuras de represión y coerción.

La narrativa de Orgaz enfatiza cómo estas profundas sacudidas facilitaron el surgimiento de nuevas élites modernizadoras cuyas ideas serían encumbradas en las primeras décadas del siglo XX. En respuesta a la crisis del Imperio otomano, un grupo de intelectuales europeizados fundó el Comité Unión y Progreso (CUP) en Constantinopla en el año de 1889. Promotores del laicismo, el sindicalismo, el nacionalismo turco y la modernización económica, los integrantes del CUP jugaron un papel determinante en la revolución encabezada por los Jóvenes Turcos. Esta revuelta, iniciada en 1908, llevó a una nueva era de parlamentarismo otomano y precipitó una crisis política que desembocaría en el desmembramiento del Imperio tras la primera guerra mundial. Para Orgaz, los Jóvenes Turcos pueden ser pensados en contraste con los “precursores de la Revolución mexicana” (p. 73). Figuras como Bernardo Reyes, Francisco I. Madero, Antonio Díaz Soto y Gama, los hermanos Flores Magón, Justo Sierra y Gabino Barreda aparecen, en el libro, como pares intelectuales de líderes del CUP, como Ahmed Riza, Ziya Gökalp o Ahmet Agaoglu. Para Orgaz, los miembros de estas “generaciones bisagra”, situadas entre los reformistas decimonónicos y los revolucionarios de las décadas de 1910-1930, comparten preocupaciones comunes.

El siguiente capítulo se enfoca en contrastar los procesos revolucionarios que estas ideas decimonónicas nutrieron en ambos territorios en las primeras décadas del siglo XX. Si el primer capítulo se basa en el contraste de procesos sincrónicos, aunque enteramente desvinculados, el segundo busca generar un marco analítico para pensar las revoluciones vividas en el Imperio otomano y en México como parte de lo que podríamos llamar, siguiendo la propuesta de los historiadores Sebastian Conrad y Dominic Sachsenmaier, un mismo “momento global”.1 Retomando la obra de John Hart, el autor nos invita a pensar en la revolución mexicana en contrapunto a procesos similares acontecidos en Rusia en 1905, en Irán en 1906 y en China en 1911, al tiempo que señala los paralelismos entre la oposición al régimen porfirista en México y el alzamiento en contra del vetusto Imperio otomano durante la década de 1910. En su análisis, Orgaz apunta que los vencedores de ambos procesos, la facción encabezada por Obregón y Calles en México y los grupos que apoyaron a Kemal en Turquía, no solamente compartían fuentes intelectuales comunes emanadas del siglo XIX, sino que también experimentaron procesos de radicalización paralelos. A pesar de las diferencias, Orgaz resalta la presencia de un “mismo catalizador de descontento” (p. 91) en los sitios donde se gestaron “rebeliones locales frente al sistema mundial” de acumulación capitalista y dominación imperial. En estos sitios, movimientos nutridos por el descontento de “burgueses, obreros y campesinos” [… ] “tomaron las armas en coyunturas propias” logrando forjar un nuevo lugar para sus respectivos países en “el concierto de naciones” que emergía del derrumbamiento del sistema geopolítico decimonónico (p. 123).

Los capítulos 3 y 4 ofrecen una mirada a los movimientos paralelos de institucionalización generados tras el triunfo de las facciones kemalista y callista en sus respectivos procesos revolucionarios. Tanto en Turquía como en México, las décadas de 1920 y 1930 fueron momentos cruciales de cristalización de nuevas estructuras partidistas y estatales que promovieron estrategias emparentadas de conciliación de clases y fortalecimiento estatal. En ambos escenarios, el Estado fue visto como el rector de la transformación radical de la sociedad y promotor de ambiciosos proyectos de ingeniería social instrumentados a través de ordenanzas educativas, laborales y sanitarias, así como de esfuerzos de reescritura de la historia nacional. Otra vez, hubo similitudes profundas: desde el énfasis en la educación de masas -que incluía en ambos casos un esfuerzo considerable de crear una red educativa en las regiones campesinas- hasta campañas higienistas y cívicas emparentadas que buscaban desplazar a viejos grupos privilegiados al tiempo que fomentaban un nutrido nacionalismo popular.

Dejando de lado la óptica comparativa, el capítulo 5 se ocupa de analizar el lugar que ambos regímenes nacionalistas revolucionarios ocuparon en el dúctil escenario internacional de la primera posguerra. En un interesante análisis de las tensiones que surgieron entre Turquía y México y las potencias europeas, Orgaz propone un marco analítico para el estudio de las transformaciones ideológicas globales de la primera mitad del siglo XX que busca superar las fijaciones historiográficas con las pugnas entre liberalismo, comunismo y fascismo que marcaron la historia de la Europa de entreguerras. Esto es, quizá, la aportación más sugerente del trabajo. Los regímenes de Kemal y Calles, plantea el autor, ocupan un “espacio intermedio donde se mezclan liberalismo autoritario, nacionalismo y un socialismo entendido como control del Estado sobre la economía”. Este espacio se vuelve común por la defensa que ambos regímenes hacen del “término revolución” y el anhelo de “movilización de la sociedad” y las “masas nacionales” que promueven con vehemencia (p. 289). Esto desemboca en una lectura distinta y descentrada de la primera posguerra, cuyos contornos son delineados en el apartado de conclusiones. Para Orgaz, el estudio comparativo de los regímenes de Calles y Kemal permite entender la medida en la que los Estados de la mal llamada “periferia”, lejos de ser ciegos repetidores de los patrones políticos e ideológicos establecidos en Europa, fueron “actores activos y originales” del cambio sísmico global que siguió a la Gran Guerra (p. 296). Para combatir el “fetichismo de los conceptos” y la fijación con abstracciones de origen europeo, Orgaz propone acercarse al estudio de la “ideología de la revolución mexicana y turca” como facetas “dinámicas y contradictorias” del nuevo mundo que emerge de las cenizas del viejo orden decimonónico y representan “síntomas comunes de una transformación” transcontinental que abre las puertas para un nuevo equilibrio político e ideológico (p. 298). A pesar de que el texto se empantana un poco en las últimas páginas -en donde se delinea una, innecesaria desde mi punto de vista, tipología para el estudio histórico de los procesos revolucionarios gestada a la luz de los casos turco y mexicano-, el trabajo de Orgaz culmina en un esfuerzo admirable de síntesis histórica revelador y fructífero.

Entre los muchos méritos del volumen, ilusiona la discusión que Orgaz hace de la revolución mexicana a la luz del “despertar de la periferia” ocasionado por la crisis de la Gran Guerra. Al mismo tiempo, sorprende la ausencia de una reflexión más cuidadosa sobre los procesos revolucionarios antiimperialistas gestados en aquellos años en las regiones coloniales de Asia y África. Después de todo, las primeras décadas del siglo fueron el caldero de los movimientos que alimentaron la descolonización de la segunda posguerra y que se miraron en el espejo de naciones como México, Turquía y, otra ausencia del volumen, Japón. Esta observación no pretende restar mérito al volumen, sino resaltar los caminos no explorados abiertos por el trabajo de Orgaz Martínez y su importancia para el crecimiento de nuevos estudios que nos ayuden a entender con mayor claridad que la historia de México no puede ser pensada más que como una “faceta de la historia mundial” (p. 26).

1Sebastian Conrad y Dominic Sachsenmaier, Competing Visions of World Order: Global Moments and Movements, 1880s-1930s, Londres, Palgrave MacMillan, 2015.

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