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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.73 n.3 Ciudad de México Jan./Mar. 2024  Epub Jan 22, 2024

https://doi.org/10.24201/hm.v73i3.4462 

Reseñas

Sobre Olivia Moreno Gamboa, ¿Autor devoto o refinado hipócrita? Fernando Martagón ante la Inquisición

Esther Martínez Luna1 

1Universidad Nacional Autónoma de México

Moreno Gamboa, Olivia. ¿Autor devoto o refinado hipócrita? Fernando Martagón ante la Inquisición. Ciudad de México: El Colegio de México, 2021. 167p. ISBN: 978-607-564-267-3.


Olivia Moreno Gamboa desde hace varios años se ha dedicado a estudiar la historia de la cultura impresa durante el periodo colonial. Sus más recientes investigaciones han tenido por objeto el estudio del libro devocional de los siglos XVII y XVIII. En ese sentido, el libro que hoy nos ocupa es resultado de sus indagaciones en torno de las publicaciones eclesiásticas.

¿Autor devoto o refinado hipócrita? Fernando Martagón ante la Inquisición está organizado en cuatro partes: “Del autor al individuo, una aventura inesperada”; “¿Vocación errada o crisis de la orden? Los franciscanos de México a finales de la Colonia”; la más extensa, “Viles intereses y sucios deleites” y “Devoción, confesión y transgresión. Aspectos de la vida cotidiana en el caso de Martagón”. Desde las primeras páginas, Moreno Gamboa nos explica que mientras conducía sus pesquisas por otras rutas temáticas sorpresivamente se encontró con el Manual de ejercicios espirituales para practicar los santos desagravios de Cristo Señor Nuestro, libro publicado en 1781, cuya peculiaridad fue el éxito del cual gozó, pues tuvo numerosas reimpresiones a lo largo del siglo XIX. Asimismo, su autor, el fraile franciscano Fernando de Martagón (1733-1804), resultó ser un personaje interesante y polémico por el caudal de contradicciones que conformaron su personalidad y su trabajo como letrado del siglo XVIII en la Nueva España. Debido a su controversial vida, el fraile tuvo un grueso expediente de denuncias “por incitar sexualmente a sus feligresas en el confesionario” (p. 21), al tiempo que la publicación de dos de sus manuales devotos le abrieron las puertas para ingresar a la famosa Biblioteca hispanoamericana septentrional de José Mariano de Beristáin de Souza. Ante estas paradojas, Moreno Gamboa nos guiará para reconstruir, por medio de ciertos manuscritos y de un abundante expediente inquisitorial, el fuerte vínculo que existió entre la trayectoria editorial de Martagón y su vida licenciosa.

La investigadora, con un lenguaje claro y amable, en la primera parte explica a los lectores cuáles son las características más sobresalientes de los devocionarios, su red comercial y la influencia que tuvieron este tipo de impresos en la sociedad novohispana, en particular en los sectores urbanos. A su vez puntualiza cómo la publicación de este género literario “contribuyó a que los eclesiásticos ganaran cierto reconocimiento como autores” (p. 15) y su nombre circulara más allá del ámbito religioso.

Con pertinencia historiográfica, la autora dedica una parte de sus indagaciones a hacer un amplio recuento de la crisis que sufrió la orden de los franciscanos y que dio como resultado la disminución de vocaciones religiosas. En ese sentido, esta orden padeció la mengua de mecenas que contribuyeran a apoyar la formación de frailes le trados y consecuentemente fomentaran la publicación de textos de largo aliento; tan es así que “se fue esfumando la promesa de recompensas que venía con el ejercicio de la pluma: títulos académicos (incluso grados universitarios), cargos honoríficos, prestigio social…” (p. 31). Destaquemos que, en este contexto de crisis, la estudiosa ubica a fray Fernando de Martagón como un clérigo carente de una formación académica sólida y poseedor de un temperamento moral escandaloso pues él, al igual que otros frailes, violaba las normas y era tolerado sin rubor alguno por las autoridades; ejemplo de estos comportamientos es que “muchos [religiosos] jugaban a los naipes, asistían a saraos, corrales de comedias y hasta prostíbulos” (p. 37), y con frecuencia convivían con mujeres en los claustros. En este examen de la orden, su organización y sus problemas económicos, la estudiosa demuestra cómo las reformas borbónicas no pudieron incidir en el comportamiento de la comunidad franciscana, ya que la prolongada crisis que padecieron fue el detonante que repercutió en el relajamiento moral de la congregación y consecuentemente de la sociedad.

Por otro lado, señalemos que “Viles intereses y sucios deleites” es la parte más extensa del libro, cuya centralidad es la reconstrucción del ejercicio como confesor de fray Fernando Martagón y su relación con las jóvenes a las que sedujo o sometió a sus desasosiegos eróticos. Con gran acierto, Moreno Gamboa retoma el vocabulario utilizado en el expediente del Santo Tribunal para relatarnos con minuciosidad crítica los escarceos y el comportamiento, incluso violento, del polémico confesor. Con un amplio conocimiento de las herramientas retóricas del discurso social de la época, la investigadora construye una imagen contundente del sacerdote transgresor cuidando de no caer en anacronismos fáciles o conyunturales acerca de la condición subordinada de las mujeres de finales del siglo XVIII. De tal manera que comparte con sus lectores abundante información respecto de las características de las diversas jóvenes víctimas del franciscano. En consecuencia, inicia con la historia de la joven Andrea Estrada, planteando la duda de la escasa certeza de que haya sido la primera víctima del clérigo, para luego dar voz a los casos de Ana Margarita Lozano, Ana María Rosales, Estefanía Sánchez, Antonia Baeza, Cayetana Pardo y Josefa Montes de Oca. En la reconstrucción de las seducciones y solicitaciones queda el testimonio de que Fernando de Martagón no discriminaba por edad o estado civil, aunque sí prefería mujeres criollas que rondaran los 20 años. La mayoría de ellas, de escasos recursos, vivían en los alrededores del convento de San Francisco y asistían a confesarse a la capilla de San José. Cabe destacar que la investigadora demuestra con datos puntuales la conducta violenta del fraile que, si por algún motivo llegaba a ser rechazado, nada le impedía morderle la cara o dar fuertes pellizcos a su víctima.

Según algunas declaraciones ante el Santo Tribunal, al parecer Martagón no siempre forzaba a las jóvenes, sino que la “seducción” sobrevenía de manera “natural”, ya que algunas mujeres para sentirse “un poco más vivas” creyeron encontrar en el fraile una mano que las ayudaría a recorrer el camino de manera menos amarga. Sin embargo, en los documentos consultados por Gamboa Moreno, con mayor frecuencia se testifica lo contrario, es decir, el comportamiento lascivo y de sometimiento se advierte en las denuncias de las ofendidas: “el religioso le manoseó la cara, la pellizcó en los muslos y la abrazó por algún espacio de tiempo, haciendo algunos movimientos impúdicos” (p. 109) o “le hizo beber un poco de vino o mistela, y sentándose junto a ella se descubrió sus partes e intentó que se las tocase, y le levantó las naguas” (p. 110).

A pesar de la vida mundana y las denuncias realizadas ante el Santo Tribunal -cuya primera fue, paradójicamente, hecha por el mismo Martagón- su carrera literaria avanzó con éxito y detentó puestos importantes dentro de la jerarquía eclesiástica. De acuerdo con las indagaciones de la estudiosa, a partir de 1770 dio inico la culminación de la carrera pública del franciscano, quien en 1774 llegó a ser capellán de la nueva Congregación del Cristo de Burgos y encargado de la remodelación del antiguo templo de San José. En 1781 su trayectoria y autoridad despuntarían con la publicación de su influyente Manual de ejercicios espirituales para practicar los santos desagravios de Cristo Señor Nuestro basado en el no menos prestigioso devocionario del padre Francisco Soria publicado en 1680. Respecto al manual de Martagón, Moreno Gamboa explica con detalle en qué consistieron los cambios y adaptaciones que como editor y autor realizó el fraile; entre las modificaciones subrayemos que empleó un lenguaje más claro y directo; redujo a 33 jornadas las meditaciones (una por cada año que vivió Jesús), adaptó los manuales que “seguían de cerca el clásico método jesuita” (p. 97), así como los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Indiquemos que este amplio análisis textual sirve de base a la investigadora para generar varias hipótesis en torno de la historia del libro y el negocio editorial con los influyentes impresores Alejandro Valdés y Mariano Zúñiga.

No obstante la construcción de la imagen pública de ser “un gran autor devoto y director espiritual” (p. 91), las denuncias por su comportamiento disoluto volvieron a alcanzar a Martagón una década después en la voz de la joven Ana Tenorio. Si bien en esta ocasión las denuncias estuvieron en manos de comisarios más estrictos, como el fiscal Antonio Bergosa y Jordán -quien se dio a la tarea de revisar las anteriores acusaciones y advertir las muchas inconsistencias del caso-, la suerte lo siguió favoreciendo al ser protegido por su amigo, el sacerdote y comisario Juan Antonio Bruno. Para dilucidar esta nueva denuncia Moreno Gamboa explica que Bruno desempeñó un papel decisivo, pues se dedicó a dilatar y obstaculizar los avances de las acusaciones por el delito de solicitación. Asimismo, buscó refrendar la imagen de solvencia moral e intelectual del fraile, como años antes había hecho al escribir un elogioso dictamen del manual del franciscano.

Finalmente, ¿Autor devoto o refinado hipócrita? Fernando Martagón ante la Inquisición es el retrato puntual de un hombre de la Iglesia que supo construirse una imagen de sobresaliente literato, así como de religioso honesto y piadoso que a pesar de las denuncias presentadas ante el Tribunal de la Santa Inquisición, nunca fue castigado gracias a que las redes de protección con las que contó, en los ámbitos eclesiástico, cultural y sanguíneo, lo hicieron un hombre poderoso e intocable. Sin duda, Olivia Moreno Gamboa con esta exahustiva y sólida investigación brinda herramientas conceptuales que invitan a seguir sus pasos con indagaciones similares para responder a la pregunta “¿Cuántos otros Martagones poblaron la República letrada del siglo XVIII y pasaron a la posteridad como momumentos a la virtud?” (p. 23); pero además, su trabajo contribuye a explicar y responder cómo las estrategias editoriales se imbrican con la literatuta devocional.

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