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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.70 n.3 Ciudad de México Jan./Mar. 2021  Epub Feb 19, 2021

https://doi.org/10.24201/hm.v70i3.3836 

Reseñas

Sobre Hilda Sabato, Republics of the New World: The Revolutionary Political Experiment in 19th-Century Latin America

Peter F. Guardino1 

1Indiana University

Sabato, Hilda. Republics of the New World: The Revolutionary Political Experiment in 19 th, -Century Latin America. Princeton: Princeton University Press, 2018. 220p. ISBN: 978-0-691-161144-0.


La historiadora argentina Hilda Sabato tiene una larga trayectoria de investigaciones sobre la historia política en el siglo XIX y es reconocida internacionalmente como una de las figuras más importantes de la historiografía de la época. En este libro breve, Sabato proporciona una visión general y sintética de los rasgos más importantes de la política en el siglo XIX en Hispanoamérica. Esta visión se basa en sus propias investigaciones y también en la lectura de muchos de los libros y artículos más importantes que se han publicado en los últimos 30 años. El resultado es una interpretación original y a la vez una introducción muy útil a la historiografía reciente, una historiografía que ha transformado la manera en que se entiende la época.

Sabato explica que, aunque el paisaje político e histórico de Hispanoamérica en el siglo XIX era muy diverso y complejo, todos los sistemas políticos adoptaron el principio de la soberanía popular como su fundamento. En esto el experimento hispanoamericano participaba en una historia más amplia que, aunque no fue mundial, por lo menos incluía los sistemas ingleses, estadounidenses y franceses. Adoptar la soberanía popular y deshacerse del derecho divino transformó la política, sobre todo por hacerla algo que en lugar de ser creación de Dios era artefacto humano. El cambio no fue sencillo ni instantáneo, pero la decisión de crear repúblicas inició un proceso novedoso. Dentro de ese proceso, los políticos tenían que reconstruir la autoridad política con base en la soberanía popular. Utilizaron mucho material de los modelos republicanos clásicos y modernos, pero los modificaron según sus experiencias, tanto coloniales como poscoloniales.

Sabato, como muchos historiadores de las últimas décadas, rechaza interpretaciones que atribuyen la inestabilidad política del siglo XIX a la herencia colonial o a una resistencia premoderna. Para ella, esa instabilidad resultó del republicanismo, y no sólo en Hispanoamérica sino también en lugares como Francia y Estados Unidos. Sabato también rechaza argumentos que postulan que la política en el siglo XIX fue sólo un asunto de las élites. En esto también está de acuerdo con mucha de la historiografía reciente. El libro incluye un capítulo sobre la época de las insurgencias, seguido por capítulos temáticos sobre las elecciones, los ciudadanos armados y la opinión pública, y un capítulo más general en que explica muchas de las implicaciones de los argumentos de los capítulos temáticos.

El capítulo sobre la independencia, en lugar de resumir la letanía familiar de declaraciones, constituciones, líderes y batallas, establece un marco interpretativo basado en los grandes problemas de la época, discusiones sobre la naturaleza de la soberanía y sobre la relación entre el Nuevo Mundo y España. Los actores en el Nuevo Mundo justificaron su deseo de más autonomía con dos tipos de argumentos, los que tenían raíces en el neoescolasticismo y los que los tenían en la doctrina de los derechos naturales. Al principio pocos querían la independencia, pero muchos dudaron de la legitimidad de los gobiernos españoles de la Regencia y las Cortes. Con el transcurso del tiempo y los sucesos políticos, tanto en España como en Hispanoamérica, casi todos los territorios del Nuevo Mundo hispánico adoptaron la república como su modelo de gobierno.

En las repúblicas, las elecciones designaron a las autoridades, conectando el gobierno con el pueblo, pero no todos tenían el derecho de votar. Hubo muchos debates sobre quiénes debían votar, y los políticos adoptaron rasgos de tres distintos modelos: el modelo anglosajón del ciudadano como propietario, el modelo francés en que todos eran ciudadanos, y el modelo gaditano del vecino, o habitante conocido. Por lo general el sufragio en las repúblicas nuevas era muy amplio entre los hombres, con sólo algunas excepciones excluyendo personas sin suficiente autonomía personal. Sabato explica este sufragio amplio en relación con la teoría de la igualdad política y el deseo de eliminar las distinciones corporativas coloniales, pero también como una respuesta a la amplia movilización popular durante las guerras de independencia. Parecía más prudente canalizar la participación popular por las instituciones políticas. El sufragio amplio tenía un resultado no esperado: la organización de partidos políticos, algunos muy temporales y otros más duraderos. Tomaron varias formas, pero todas las organizaciones políticas tenían que movilizar muchas personas para las elecciones. Estas organizaciones tenían jerarquías fuertes, sin embargo la participación de los votantes muchas veces no resultaba del clientelismo sino de relaciones más complicadas, en las cuales participaban muchos subalternos. Sobre todo, las elecciones eran ocasiones para la movilización política.

El concepto del ciudadano en armas ofrecía otra vía hacia la movilización política. Aunque en todos los países hispanoamericanos hubo ejércitos profesionales, con comandantes que vieron la guerra como su oficio, también hubo en todos los países el modelo del ciudadano en armas, una persona que defendía la libertad participando en milicias. Muchos ciudadanos tenían el derecho de participar en estas milicias, y por lo general su organización era más igualitaria que la de los ejércitos profesionales. La organización de estas fuerzas era muy local, y muchas veces eran el apoyo más importante del poder político de las regiones frente a los gobiernos nacionales. Hubo competencia importante entre los ejércitos profesionales y las milicias. Las milicias también tenían un papel simbólico y ceremonial, sobre todo por su fuerte identificación con la ciudadanía. A veces también tenían una participación electoral muy importante, porque su organización podía usarse para movilizar a los votantes en apoyo de ciertos candidatos. Por supuesto, como grupos armados, eran esenciales cuando hubo violencia política, sobre todo en las revoluciones, que eran uno de los rasgos políticos más visibles de Hispanoamérica en el siglo XIX. Esas revoluciones se explicaban en documentos públicos detallando sus motivos y sus aciertos. Sabato enfatiza que las revoluciones no existían como un desafío a las prácticas y tradiciones republicanas sino como parte de ellas.

La opinión pública era la voz del pueblo, la expresión racional de la voluntad del pueblo. Era un concepto abstracto, por supuesto, pero Sabato concentra su análisis en los mecanismos muy variados que se asociaron con éste. Uno era el de las asociaciones, grupos de ciudadanos que se organizaron para discutir varios problemas o lograr distintas metas. Sabato enfatiza que estas asociaciones eran por lo general fenómenos urbanos, algunos novedosos, como las logias masónicas, y otros muy antiguos, como las cofradías y los gremios. A mediados del siglo XIX hubo una explosión de asociaciones de todos los tipos. Eran por lo general urbanas, pero movilizaron a sectores más amplios que la población urbana. Otro fenómeno ligado al concepto de la opinión pública era por supuesto la prensa. Ésta era también un fenómeno muy urbano, pero su importancia no se confinó a la gente alfabetizada. La lectura en voz alta de los periódicos y los folletos en distintos lugares públicos era muy común. Aunque eran importantes en la primera mitad del siglo XIX, los periódicos, como las asociaciones, se multiplicaron en la segunda mitad del siglo. Se relacionaron con una gran diversidad de grupos políticos y sociales. Aunque el capítulo de Sabato sobre la opinión pública es el que más se conforma al estereotipo de la política como un asunto netamente urbano, en la última parte del capítulo Sabato rechaza la idea de un mundo rural aislado de todo esto, y afirma que muchas de las mismas ideas, principios y formas de acción que se vieron en el entorno urbano también tenían una amplia difusión e impacto en las zonas rurales.

En su capítulo sobre el experimento republicano Sabato intenta, con éxito considerable, unir sus argumentos y los que se han propuesto en la historiografía reciente para formar una interpretación más global de la experiencia republicana de Hispanoamérica en el siglo XIX. La clave aquí es que los políticos tenían que movilizar y comunicarse con muchos habitantes de las clases bajas para llegar al poder y legitimarse. La estratificación formal que se vio en la época colonial ya no funcionaba, pero la jerarquía económica y los prejuicios sociales persistían. Los líderes se originaban entre la gente decente, pero dentro de ese grupo muy amplio cabía gente de varias profesiones y lugares, incluyendo las regiones rurales. Sólo era posible competir por el poder si uno podía movilizar gente de medios más escasos, o sea, campesinos o plebeyos, para las elecciones o las revoluciones. Los espacios políticos eran jerarquizados, pero a la vez muy inclusivos. Los subalternos participaban en muchas redes políticas y en varios partidos políticos, y su participación se motivaba por sus intereses materiales, el clientelismo, afinidades personales, pero también por sus tradiciones culturales y sus ideas.

La política en Hispanoamérica en el siglo XIX se conoce sobre todo por su inestabilidad, y los académicos del siglo XX por lo general atribuyen ese desorden a una modernización política incompleta o defectiva. Sabato no está de acuerdo con esa interpretación. Para ella, la historia política complicada y desordenada del siglo XIX fluye de la tradición republicana. La visión muy inclusiva de la ciudadanía, la movilización amplia de diversos sectores, la competición entre partidos, el papel militar de los ciudadanos, el discurso político emocionante y la descentralización que combinaron para causar la inestabilidad institucional eran todos rasgos republicanos. Además, Hispanoamérica no era la única región mundial que sufría el desorden político republicano. Cita la inestabilidad política de Francia, Italia y Estados Unidos, pero sería fácil extender esta observación a otras partes de Europa.

Este libro es ambicioso y muy importante. La visión de Sabato es expansiva, un intento de ofrecer una serie de observaciones muy inteligentes y unirlas en una interpretación general para explicar los grandes rasgos de la política en toda Hispanoamérica. Es una síntesis original y al mismo tiempo una introducción muy buena a la historiografía reciente sobre la política en esa época. Será muy útil para investigadores y estudiantes de posgrado, y espero que pronto salga una edición en español para hacerlo accesible a más estudiantes. Con todo esto, cubrir tanto terreno en un libro breve tiene sus costos. Aunque Sabato describe ejemplos de varias elecciones, rebeliones, constituciones, etc., el argumento a veces parece demasiado abstracto. También creo que su argumento sobre la primera mitad del siglo XIX es más completo que su análisis del autoritarismo republicano, que era tan importante en muchos lugares al finalizar el siglo. Sin embargo, este libro es un logro muy importante.

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