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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.70 n.3 Ciudad de México Jan./Mar. 2021  Epub Feb 19, 2021

https://doi.org/10.24201/hm.v70i3.3834 

Reseñas

Sobre Verónica Crossa Niell, Luchando por un espacio en la Ciudad de México. Comerciantes ambulantes y el espacio público urbano

Mario Barbosa Cruz1 

1Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa

Crossa Niell, Verónica. Luchando por un espacio en la Ciudad de México. Comerciantes ambulantes y el espacio público urbano. México: El Colegio de México, 2018. 336p. ISBN: 978-607-628-242-7.


El comercio urbano como problema público ha sido tema recurrente en la historia de la Ciudad de México. Al menos en los dos últimos siglos, aparece como uno de los ejes importantes de los programas de gobierno y de los asuntos debatidos socialmente en medio de los procesos de modernización y del posicionamiento del discurso de lo moderno como base del ejercicio del poder público. Hombres y mujeres que han sobrevivido de actividades en las calles y banquetas, parques y plazas públicas han sido considerados, según Verónica Crossa, como individuos que ejercen, “con libertad abusiva, su poder privado sobre lo público”.

El libro de Crossa estudia este “problema público” en los últimos años en la Ciudad de México para explicar por qué el comerciante de la calle se volvió “el chivo expiatorio de una moral pública naciente que no era compatible con un modelo económico-político neoliberal basado en el desmantelamiento y privatización de los bienes públicos, la desregulación de los mercados, la supuesta eficiencia del sector privado, la individualización de la desigualdad y la pobreza” (p. 288). Con este propósito, la autora centra su atención en dos casos de estudio: el centro histórico y el centro de Coyoacán, zonas de interés turístico, cultural y comercial de la capital mexicana.

Crossa estudia el espacio público en el contexto de las políticas neoliberales de embellecimiento y gentrificación urbanas de las últimas décadas. A partir de un análisis sociológico, etnográfico e histórico aborda el llamado comercio ambulante de la capital mexicana en diálogo con las discusiones académicas actuales sobre informalidad. Sin duda, el libro es un aporte importante al entendimiento de un problema social y académico que ha motivado una amplia producción bibliográfica en diferentes campos del conocimiento durante los últimos años.

En seis capítulos, la autora examina tanto la acción del Estado como las prácticas cotidianas de los comerciantes de las calles y de otros sujetos que trabajan, interactúan y habitan estos espacios. Se propone estudiar las luchas por el espacio público, las cuales no sólo se restringen a las tensiones mismas que tienen como escenario las calles, parques o plazas de la ciudad. Están relacionadas con el papel de los espacios públicos en las urbes modernas. El entramado urbano (edificaciones, calles, espacios comunes, líneas de transporte) se ha constituido históricamente en un objeto de tensiones y de conflictivo encuentro de diversos intereses. Son muchos los aportes que podrían señalarse, pero quizá uno de los más relevantes tiene que ver con la forma de entender y discutir los sentidos y alcances de la categoría de espacio público más allá de los usos habituales y de los estereotipos de los medios de comunicación que, sin duda, sumen en marcos de ilegalidad a quienes buscan su subsistencia en estas actividades comerciales.

La primera parte del libro está dedicada a situar el comercio ambulante en el marco de la acción de los gobernantes y de lo que se gobierna en las sociedades capitalistas. Tomando como referencia marcos de análisis de reconocidos académicos neomarxistas, como David Harvey, Crossa subraya en el primer capítulo la forma que toma el Estado neoliberal para enfrentar las fuerzas del mercado y sus posibilidades de ejercicio del poder urbano. En este tipo de contextos, la preocupación del Estado ya no tendría que ver con la provisión de servicios a la mayoría de la población; el interés estaría en crear las condiciones más favorables y necesarias para la acumulación de capital y para fomentar la inversión extranjera en las ciudades. El cambio de la imagen urbana y la “mundialización de lo urbano” está presente en el conjunto de políticas y acciones similares en diversas ciudades que son consideradas deseables para convertirlas, según la autora, en espacios atractivos para el consumo y para la inversión local y global.

El segundo capítulo revisa los trabajos académicos que, durante las últimas cinco décadas, han tratado de comprender la asociación entre informalidad, por una parte, y el caos y desorden que trae a la mente la referencia al “comercio ambulante” en América Latina. Esta revisión bibliográfica muestra cómo los estudios del desarrollo de las décadas de 1960 y 1970 consideraban que las actividades informales no contribuían y, por el contrario, eran un obstáculo para el crecimiento de la economía nacional. Otros estudios lo definían como el polo opuesto de lo formal y lo establecido en una visión dual que buscaba entender el fenómeno y señalar formas para abordarlo en las políticas públicas en un momento transitorio de los procesos de desarrollo capitalista. Otros, desde puntos de vista más legalistas, lo considerarían una forma al margen de la ley y algunos, más recientemente, estarían interesados en comprender o valorar la heterogeneidad de la política de la informalidad, las formas de transgresión, negociación y resistencia de estos sectores o sus prácticas en la vida cotidiana. El capítulo enfatiza no sólo en la venta en la calle sino en otros ámbitos de interés de la investigación, tales como las llamadas urbanizaciones o asentamientos irregulares, invasiones u ocupaciones de tierras para vivienda. La autora subraya en estos estudios el llamado “giro provincial” que ha permitido abordar la informalidad como un paradigma para entender la cultura urbana actual y valorar las experiencias y trayectorias del “sur global” que ha cuestionado narrativas de análisis construidas en el mundo anglosajón. En el caso del estudio de la informalidad y el comercio ambulante en México, la autora considera que, a pesar de que muchas discusiones reproducían el binomio informal-formal, hay estudios que han analizado las complejas interrelaciones entre los diversos actores y sujetos sociales con sus propios intereses. No sólo se ha abordado como espacio de disputa sino como espacio de confluencia y como una forma para entender las interrelaciones socioespaciales, las sociabilidades con el propósito de entender las especificidades de las formas de apropiación del espacio en otros contextos.

La segunda parte del texto, constituida por otros dos capítulos, está dedicada a entender el comercio en las calles como un problema público y a ubicarlo históricamente. A partir de una descripción amplia del comerciante en la calle, Crossa señala que le interesa estudiar este comercio como “un fenómeno que nos da acceso a comprender un orden urbano específico, que a su vez vincula diversos actores, incluyendo al habitante de la ciudad, al comerciante ambulante y al Estado” (pp. 105-106), así como a entender las distinciones entre lo público y lo privado y los problemas ocasionados por la imposibilidad de circular y por la supuesta ausencia de un marco normativo para enfrentar la ocupación del espacio público. Hace un llamado a entender estos conceptos con sus implicaciones normativas que estructuran la vida social en la cotidianidad. Reitera que, para estudiar lo público-privado, se requiere una interpretación, no sólo de la acción del Estado, sino de prácticas y modos de ver el mundo que estructuran la vida social. El siguiente capítulo lo dedica a hacer una revisión de estudios históricos con el propósito de evidenciar en el largo plazo la persistencia de considerar las actividades de subsistencia en las calles como agravios frente a lo público. Su revisión inicia en la colonia y se detiene en las pretensiones de regularización de las calles, de la estructura urbana y de las actividades en las calles durante la época de las reformas borbónicas. También se detiene en el porfiriato y en la forma como se retomaron esos principios de la ciudad moderna (una urbe civilizada, higiénica y ordenada), en la que los trabajadores de las calles rompían con esos ideales modernos, impedían la circulación y el proyecto de higienización. Estas observaciones la llevan a proponer que, aparte de continuar siendo una anomalía, los vendedores de las calles rompen con una “salubridad económica” y representan el caos que confronta un supuesto orden sustentado en un marco legal y normativo.

La última parte del libro analiza los casos de estudio: el programa de rescate del centro histórico emprendido desde 2001 y el conflicto con los vendedores de las plazas del centro de Coyoacán, ambas zonas de reconocido valor simbólico, cultural y económico en la ciudad de México. En el primer caso, acude al concepto de gobernanza urbana empresarial de David Harvey para explicar la forma en que fueron excluidos de un programa que buscaba favorecer intereses empresariales y la inversión extranjera, acudiendo a políticas de embellecimiento, de inversión de infraestructura y de privatización del espacio público. Subraya las formas como los vendedores enfrentaron estas políticas a partir de la negociación liderada por sus organizaciones en un modelo clientelar o con otras formas de resistencia. La autora señala las particularidades de las reacciones ante el desalojo o la reubicación enfrentándose a la policía y asociándose con otras organizaciones. Subraya que, en muchos casos, va más allá de las alianzas con agrupaciones políticas y se acude a la negociación, a “torear” los operativos, a establecer redes y el sistema de favores en las interrelaciones cotidianas con otros actores sociales con el comercio formal o con otras organizaciones.

En el caso del centro de Coyoacán, la autora observa cómo se constituyó el comercio en esta zona a partir de la década de 1980 y las características particulares de los sujetos que establecieron puestos en las plazas centrales de una zona muy concurrida por turistas y paseantes locales. En este caso, hay prácticas de resistencia asociadas con estrategias lúdicas para enfrentar el Programa Integral del Rescate del Centro Histórico de Coyoacán que los consideraba parte del desorden urbano. El programa inició en 2008 e incluía la restauración de la infraestructura de la zona (renovación de redes de servicios públicos, renovación de jardines, cambio de la carpeta asfáltica y desalojo de los vendedores de la zona). Los vendedores-artesanos de la zona buscaron establecer vínculos afectivos con los clientes a partir de actividades para los visitantes de la plaza en consonancia con el carácter cultural de la zona. La autora subraya que en el carácter de estas estrategias se pueden identificar diferencias indudables con las de los comerciantes del centro histórico. Los vendedores de Coyoacán buscaron diferenciarse de los del centro: se identificaron como artesanos autoproductores y no como vendedores de mercancías chinas. Fue la forma elegida para legitimar su lucha al subrayar que ellos impulsaban discusiones culturales y no luchas políticas como los otros vendedores. Este apartado añade una experiencia particular que contrasta con la situación del centro histórico. Tanto en sus prácticas de resistencia como en la argumentación de su defensa permiten contrastar las identidades y las prácticas de venta. Quizá en este apartado hace falta justificar mejor la incorporación de lo lúdico en el análisis y argumentar más ampliamente el vínculo entre lo lúdico y la creatividad de las estrategias, tomando en cuenta que prácticas como “torear” también podrían ser lúdicas.

El libro de Crossa es un aporte a la comprensión de los alcances del concepto de espacio público urbano con base en la confluencia de diversas perspectivas de análisis de la sociología, la antropología y la historia, así como del llamado “giro espacial”. Las particularidades de los casos permiten a la autora estudiar cómo se constituyen diversas comunidades imaginadas y diferenciadas para enfrentar programas gubernamentales de intervención técnica que excluyen a quienes subsisten y viven en las calles. Por su parte, las acciones de los excluidos de estos programas dejan ver, según la autora, que el espacio público no se restringe a un problema de imagen urbana y de lo deseable en términos normativos y de acuerdo con proyectos empresariales e ideales de modernización y de gentrificación. El espacio también tiene que ver con las formas como se vive, se negocia, se transgrede y se resiste en la vida cotidiana de quienes lo habitan.

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