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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.70 n.2 Ciudad de México Oct./Dec. 2020  Epub Jan 20, 2021

https://doi.org/10.24201/hm.v70i2.3802 

Reseñas

Sobre Araceli Almaraz y Luis Alfonso Ramírez, Familias empresariales en México. Sucesión generacional y continuidad en el siglo XX

María José García Gómez* 

*Universidad Tecnológica de México, Campus Sur

Almaraz, Araceli; Ramírez, Luis Alfonso. Familias empresariales en México. Sucesión generacional y continuidad en el siglo XX. México: El Colegio de la Frontera Norte, 2016. 334p. ISBN: 978-607-479-233-1.


La obra inicia con un capítulo teórico muy riguroso, a cargo de Almaraz y Ramírez, que justifica la razón de la obra. Este capítulo, por sí solo, es casi un manual o ruta de trabajo sobre qué hacer o qué buscar cuando se haga historia de familias empresariales. Proponen un modelo (p. 59) que ubica, primero,

[…] empresas familiares; posteriormente interesa ver si el papel de la familia se ha sostenido como un activo en el diseño de las estrategias del negocio; y tercero, cómo la familia continuó generación tras generación detrás de los negocios familiares madre o núcleo hasta completar una genealogía empresarial y familiar, para explicar las transformaciones en los negocios y en las familias.

Sólo por este capítulo, con su revisión de los teóricos de la empresa familiar, en especial, y las familias empresariales y las propuestas de los autores, vale mucho la pena la lectura del libro. Phillip Phan y John Butler, incluidos en la bibliografía de dicho capítulo teórico, ofrecen las bases con que los coordinadores del libro establecen sus propias categorías conceptuales. Me parece que estos coordinadores le hacen justicia a lo que se está haciendo en Japón y en España y que pueden ser buenos referentes para este tipo de estudios. Un autor importado de España, que sólo menciona una autora, Lylia Palacios, y que Almaraz y Ramírez no incluyeron, es Joan Ginebra. También se echa en falta que no se haya revisado la extensa obra de Carlos Llano sobre temas de empresa, del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas (México), que habría venido bien para reforzar los marcos conceptuales. Pero se entiende que no es posible agotar a todos los estudiosos de un tema que encierra tanto dinamismo. La bibliografía, por lo tanto, se antoja amplia y seleccionada con tino.

Dicho esto, aquí debo hacer una distinción que los mismos autores aclaran bien: no es lo mismo una familia empresarial que una empresa familiar. Podría parecer una obviedad, pero no lo es tanto. El capítulo teórico cita una clasificación de la propia Almaraz sobre tipos de empresas familiares, que ella sitúa en tres categorías: aquellas en las que 100% de los socios de la empresa son parientes de familias nucleares, digamos esposos y su descendencia, las que incluyen a otros parientes como primos o tíos y, finalmente, las que en la propiedad y operación hay miembros de diferentes familias nucleares de una red más extensa y socios no emparentados, pero que no hacen mayoría. Es una clasificación válida que funciona en cuanto a la propiedad del negocio, pues es casi imposible que un negocio continúe creciendo con toda la operación en miembros de la familia. Los mismos casos que aquí se estudian lo prueban. Los coordinadores mencionan, también, que la actividad empresarial surge, muchas veces, como un mecanismo de subsistencia, ante la falta de empleo y malos salarios que azotan al país. Parece que esto es cierto en parte. La empresa familiar ha nacido y nace por una razón más, no importa de qué cuantía haya sido la inversión original: la confianza. Creo que a veces se da por hecho que las iniciativas de negocios surjan de naturaleza familiar en razón de la confianza entre los miembros. Cuando esa confianza se pierde, se fractura no sólo el negocio, sino la familia, como se verá en un caso en este libro. Esa confianza mutua que da el saber que se está sacando adelante un proyecto de todos es la que explica jornadas largas de trabajo, paciencia en los desencuentros, sinceridad en los reclamos y saber poner lo mejor de cada uno en el proyecto. Es la confianza la que cimienta el liderazgo dentro de la empresa familiar y su sucesión; la confianza apuntala la “red familiar” y los “tejidos empresariales”, categorías que utilizan Almaraz y Ramírez, en mi opinión, de manera oportuna y adecuada, cuando el negocio -o el capital madre- se desdobla en otras iniciativas.

Familias empresariales en México analiza casos en el sureste del país (los Ponce y los Abraham), el noreste (los Zambrano y los Salinas, si bien estos últimos tienen su corporativo en la ciudad de México) y Sinaloa (los Coppel y familias agroindustriales). Alguien podría preguntarse por qué se estudian estas familias y no otras, siendo que en México tenemos a uno de los ricos mundiales, Carlos Slim, cuya descendencia está trabajando en sus enormes corporativos. Hay otras potentes familias empresarias mexicanas que han internacionalizado con mucho éxito empresas como Bimbo y Modelo, y también podríamos preguntar, ¿por qué esas tres regiones y no otras, como el Valle de México, Puebla, León o Guadalajara? La respuesta se adivina muy sencilla: es en donde los autores pudieron hacerse de fuentes. Quien se pregunte esto no sabe las dificultades que conlleva hacer historia empresarial. No se puede llegar a conclusiones de ningún tipo, ni probar hipótesis alguna, si no se tienen las fuentes adecuadas. El primer mérito, sin el que no habría ningún otro en los capítulos del libro y que lograron los autores, es que consiguieron hacerse de la información adecuada para ofrecer estudios de caso sólidos. Los trabajos reúnen historia oral, reportes e indicadores de la BMV a partir de que las empresas se hicieron públicas, algunas actas de consejo notariadas, actas constitutivas, aumentos de capital, recomposiciones accionarias. A tales documentos se añaden las fuentes hemerográficas -que en el pasado llegaron a usarse sin crítica o discernimiento para hablar de los empresarios del siglo XX- por medio de prensa seria y revistas especializadas de temas financieros. Se antoja pensar, en algunos casos, que los autores han ofrecido aquí un entremés de proyectos más amplios en los que están trabajando y que, naturalmente, esperamos ansiosamente y deseamos sean exitosos.

Las historias de familias empresariales comienzan con el trabajo de Mario Cerutti “Los Zambrano (en y desde Monterrey). Perfil y protagonismo de una fuerte familia empresarial”. Un plato muy fuerte, que amerita un trabajo exclusivo y de mayor tamaño. Es mérito del autor haber condensado en pocas páginas una historia densa y de muchos protagonistas, con elementos puntuales, que incluye nada menos que a la segunda cementera del mundo, CEMEX. Notable caso en el que las ganancias de una empresa -que es vanguardia tecnológica, administrativa y financiera- son mayores fuera de México que en su propio país de origen. El autor tiene bien localizados y citados en otros trabajos propios la genealogía de Lorenzo Zambrano, fallecido en 2014. CEMEX tomó decisiones de integración vertical y gerencia moderna en la década de 1970, gracias a la asesoría de una consultora es ta do uni den se (p. 101). Es una pena que no se mencione qué consultora fue. Lo importante es que la empresa se profesionalizó y separó la propiedad de la gestión, es decir, no todos los ejecutivos de la empresa son parientes. Otra interesante novedad que aporta Cerutti es dar cuenta del nacimiento y evolución de Proeza, una hija de su tiempo: el desarrollo estabilizador y el proteccionismo industrial. Nacida como una empresa metal mecánica a iniciativa de un miembro de la tercera generación del grupo familiar, a Proeza se fueron incorporando otros rubros tan diversos como los jugos de cítricos y los bienes y servicios para la atención hospitalaria. En este interesante capítulo sólo se echan en falta más cifras, que si bien ya son del dominio público, no estorba al lector tenerlas a la mano.

El libro hace un salto en la geografía nacional con el trabajo de Dulce María Sauri Riancho, titulado “Los Ponce de Yucatán. Sobrevivir al henequén”. La historia de la familia Ponce, agradablemente narrada por Sauri, es una auténtica reinvención de una familia empresarial. La familia es parte de las élites yucatecas preporfirianas que hicieron una importante fortuna con el henequén y sus valiosos productos de cordelería usados en la navegación, empaques e industria de la construcción, dentro y fuera de México. La Gran Guerra haría enriquecer aún más a los Ponce, hasta que la revolución mexicana y su fase final, el cardenismo, le dieron una golpiza a esta poderosa industria. El henequén tendría un repunte durante la segunda guerra mundial. Pero los Ponce tenían otro as bajo la manga, la Cervecería Yucateca, fundada en 1901. Muy interesante historia, que además da cuenta de un producto de identidad regional -¿a quién no le gusta una Montejo bien fría?-, que terminaría adquirida por el Grupo Modelo. El trabajo de Sauri cumple con el modelo de trabajo del libro entero: tres generaciones o más de una familia que continúan en la actividad empresarial diversificando rubros como forma de reinvención y crecimiento, incluidos el embotellado de refrescos y la oportunidad de hacer inversión inmobiliaria en los nacientes Cancún y Riviera Maya. Tampoco tenemos cifras económicas en este capítulo, pero se entiende la dificultad para hacerse de las mismas, sobre todo cuando las empresas no son públicas.

En la misma región encontramos el capítulo “El cedro y la ceiba. La extraordinaria y venturosa historia de una familia de empresarios libaneses en tierras mayas”, de Luis Alfonso Ramírez Carrillo. Todo comienza con una mujer que es una auténtica gladiadora, una libanesa pobre y analfabeta, decidida a sacar adelante a su familia: María Anjul Tannous de Dáguer. La necesidad la trajo a Yucatán en 1919. Ramírez Carrillo hace una excelente introducción de la migración libanesa en América Latina, México y la península de Yucatán. Comprende y expone bien la mentalidad de una colonia migrante, sus mecanismos de asociación y el valor de la confianza, a que me he referido en párrafos anteriores. Muy interesante es la facilidad que los libaneses tuvieron y tienen para acercarse al poder político mexicano. El autor da cuenta de los apellidos de poderosos empresarios nacionales con este origen étnico. La bibliografía que ofrece es muy completa. Grupo Abraham es el resultado de una familia que pasa del negocio ambulante familiar, como forma de supervivencia, a los corporativos más modernos y diversificados, sin resquebrajar la unidad y la confianza originales. Con el trabajo de Ramírez Carrillo hace entrada en el libro el mercado de los pobres, que estará presente en dos capítulos más. Los abonos, los tratos de palabra, la importancia del crédito para quien no tiene acceso al sistema bancario formal.

María Eugenia Romero Ibarra ofrece un capítulo redondo con su investigación sobre el Grupo Coppel, titulado “Tres sucesiones exitosas en una familia empresaria” Grupo Coopel 1940-2010. Es un capítulo breve, pero no le falta nada. Sus fuentes incluyen un archivo de empresa, el de Notarías de Sinaloa en épocas pasadas y recientes y los reportes de la BMV, cuando Coppel ha estado cotizando en la Bolsa. Desde la llegada del emigrante polaco de origen judío, Isaac Koppel, a Mazatlán, empezaría una apasionante historia comercial y de manufactura, que llegaría hasta nuestros días como una de las 100 empresas más grandes de México, con ventas superiores a grupos comerciales como Sears, El Palacio de Hierro o Famsa. Romero Ibarra ofrece tabulados de gran utilidad para que el lector lea información del Consejo, del número de establecimientos o los rubros de inversión. Otro caso de crédito para los pobres: 12 000 000 de clientes en la cartera, que tienen acceso a los servicios de préstamos y ahorro que la banca les niega. El texto nos entera de cómo esta familia ha superado unida golpes que le habrían provocado un infarto a cualquiera: las deudas de tamaño impagable en dólares, en las peores crisis de la segunda mitad del siglo XX.

De vuelta a Monterrey nos lleva Lylia Palacios con su investigación “Grupo Salinas: formación empresarial de cuatro generaciones”. La historia empieza con Benjamín Salinas Westrup, su hijo y su yerno: Hugo Salinas y Joel Rocha. Uno diseña, el otro vende y hace las relaciones, ambos fabrican y trabajan mucho. Salinas y Rocha (1906) hizo posible que las personas de pocos recursos se hicieran de muebles, empezando por la cama metálica. De nuevo, el mercado de los pobres, que sólo puede hacerse de bienes por medio de abonos. Los cuñados se reinventaron constantemente y siguieron el patrón de otras familias norteñas de enviar a los hijos a estudiar y trabajar en Estados Unidos. Cuando no convenía fabricar, sino importar, así lo hicieron. La siguiente generación creó la ruptura, separando a S y R de Elektra (1954). Palacios lo narra bien: el choque de visiones distintas entre primos hermanos y la pérdida de la confianza, ese valor indispensable en la empresa familiar, hicieron que sólo los de apellido Salinas descollaran. La autora explica todos los mecanismos del mercado de pobres: los abonos, el crédito y la hipoteca. La red de Elektra -como la de Coppel- es utilizada para ofrecer esos servicios. Y para ser muy populares, el banco se llamará Azteca. Ricardo Salinas Pliego, que dirige el grupo empresarial familiar desde 1987, es un empresario lo mismo agresivo que creativo. La autora señala, pienso que con acierto, algunas contradicciones de este hombre de negocios que tiene fundaciones de diferentes formas de asistencia social, mientras que la política laboral interna de Grupo Salinas no es muy amigable con las 60 000 personas que emplea. Ricardo Salinas Pliego compró la televisora del Estado mexicano Imevisión en 1993, a la que bautizó como TV Azteca. Por razones que Palacios no explica, la mención de TV Azteca y su internacionalización se antoja muy breve. Pero el capítulo cumple bien con su ambiciosa meta de estudiar a este complejo y -ahora poderoso- grupo familiar.

El capítulo final nos regresa al noroeste, con “Familias empresariales en el sector agrícola en Sinaloa durante el siglo XX”, de Arturo Carrillo Rojas. Como bien da cuenta el autor, el tema ha llamado la atención de muchos estudiosos y la razón es sencilla: la fertilidad del Valle del Yaqui. Carrillo mantiene la periodización de los demás coautores, pero con la tierra como eje primordial: porfiriato, cambios revolucionarios hasta 1945, la generación del crecimiento económico (1946 a 1970), la crisis y el auge productivo (1971 a 1990) y el empresario agrícola de 1990 a la fecha. Más que familias empresarias, Carrillo usa el concepto de generación empresarial. Algunas familias continúan en el negocio agrario de una generación a la siguiente, otras no, pero la sucesión se presenta sin complicaciones. El autor maneja con sobriedad los diferentes momentos del campo mexicano, que incluyen los repartos agrarios y conflictos con los presidentes Cárdenas y Echeverría, el cambio del artículo 27 del presidente Salinas de Gortari y el TLC. Además, nos introduce a los diferentes grupos étnicos de la zona, que incluye uno griego y otro italiano, plenamente integrados a México. Entre otros méritos, el capítulo es una enseñanza de que también en el campo hay cultivos de oportunidad y la tecnología y la buena administración pueden hacer la diferencia.

Familias empresarias en México es un libro que agradecemos quienes nos interesamos en la historia de las familias y de las empresas, la incidencia de las leyes en el comportamiento de la economía, el impacto de la tecnología en los procesos productivos y la evolución del management en México. También estimo que es un libro valioso para todo lector que desee conocer historias de éxito y fracaso en el sector privado, en un formato meramente académico pero de amable lectura.

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