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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.70 n.2 Ciudad de México Oct./Dec. 2020  Epub Jan 20, 2021

https://doi.org/10.24201/hm.v70i2.4171 

Testimonios

Pedro Armillas: vida, trayectoria y obra (San Sebastián 1914-Chicago 1984)

Teresa Rojas Rabiela* 

*Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social


El objetivo de este escrito biográfico sobre Pedro Armillas es conocer mejor la vida, trayectoria y obra científica de este importante arqueólogo mexicano, con especial atención en el papel fundamental que jugó en la formación del pensamiento científico y la metodología en el campo de estudios sobre Mesoamérica, particularmente durante la segunda mitad del siglo XX. La ocasión para continuar el estudio de su pensamiento y obra se presentó con motivo de la conmemoración del aniversario de su llegada a México como refugiado político de la Guerra Civil española en 1939, al lado de otros refugiados que ya eran o aquí se hicieron antropólogos, a partir de la Escuela Nacional de Antropología.2

El joven Armillas García, que se convertiría en uno de los arqueólogos mexicanos más innovadores de la historia de esta disciplina en el país, nació el 9 de septiembre de 1914 en San Sebastián, País Vasco, España, y falleció en Chicago, Illinois, Estados Unidos, el 11 de abril de 1984. Tuve la fortuna de conocerlo cuando planeó y coordinó el Taller de Adiestramiento Avanzado en Arqueología, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia en el verano de 1973,3 de convivir con él posteriormente en sus visitas a México y de contar con su amistad y confianza. Los siguientes apuntes biográficos los entretejí con las narraciones debidas al propio Armillas, vertidas en dos entrevistas realizadas, la primera en la ciudad de México por María de la Soledad Alonso y Marta Baranda,4 y la segunda en Zamora, Michoacán, por Jorge Durand,5 así como con varios textos de corte biográfico escritos, uno por el propio Armillas,6 tres por José Luis Lorenzo,7 dos por Eduardo Matos Moctezuma,8 uno por Carlos Navarrete,9 uno por José Alcina Franco10 y dos más por la que esto escribe.11 El texto que sigue se divide en tres partes, correspondientes a los tres periodos de su vida: España, de 1914 a 1939, del nacimiento a la juventud; México, de 1939 a 1959, de la juventud a la madurez, y Estados Unidos, de 1959 a 1984.

España, de 1914 a 1939: Del nacimiento a la juventud

Nacido en el seno de una familia burguesa dedicada al comercio, católica y con una filiación “monárquico-franquista”,12 Pedro Armillas García pasó los primeros dos años de su vida en su natal San Sebastián, los siguientes nueve en Madrid y los últimos 13 en Barcelona. Fue en esta última donde el joven le dio curso a su afición por el dibujo y al arte, que nunca abandonaría, al estudiar en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos (1932-1936), además de cursar en la Facultad de Ciencias (1932-1933), y enseguida en la Facultad de Filosofía y Letras (1935-1936). En la primera Facultad obtuvo “el único grado académico de toda su vida”,13 el de bachiller universitario en ciencias.14

En Barcelona, con el contacto con sus condiscípulos, Pedro se fue catalanizando y en 1935 se inscribió en la Federación de Estudiantes de Cataluña, y (en sus propias palabras): “[…] con la amenaza fascista creciente, me presenté para los grupos de defensa” (de protección contra los ataques de los falangistas, en la Universidad de Barcelona).15 En ese año tendría que haber hecho el servicio militar obligatorio, que por entonces era de dos años, pero fue rechazado por tener los pies planos, lo cual, por cierto, no impidió su posterior carrera militar ni fue rémora para su extenso e intenso trabajo de campo como arqueólogo.16

Pronto entró en conflicto con su familia que, al decir de su amigo y biógrafo José L. Lorenzo, era “profundamente reaccionaria y, por lo tanto, antagónica a su posición anticlerical, republicana y catalanista”.17 Armillas “se auto declara[ba] republicano, influido por sus lecturas y por la fallida sublevación republicana de Jaca”.18 Su grupo de activistas estudiantiles se incorporó al Partido Socialista Unificado de Cataluña y, al estallar la Guerra Civil en septiembre de 1936, Pedro comenzó los cursos en la Escuela Popular de Guerra para la preparación de oficiales, organizada por el gobierno autónomo de Cataluña, interrumpiendo sus estudios19 y dando paso a su carrera militar, al inscribirse en la artillería. Se le comisionó en las baterías de defensa costera y pronto fue enviado al frente de Aragón, a encargarse de una batería de montaña. Pocos meses después fue transferido al Cuartel General del Ejército del Este para cumplir labores de Estado Mayor, que abandonó para volver al frente, donde fue herido en una pierna en marzo de 1938, “lo que le deja una cojera aparente”.20 Volvió luego al Estado Mayor, a la Comandancia General de Artillería, como oficial de Información, donde fue ascendido a capitán de artillería.21 Vinieron luego la huida, los campos de concentración en Francia… y el exilio:

El 9 de febrero de 1939, tras la derrota de las fuerzas republicanas por el ejército nazi-fascista, cruza la frontera con Francia, al mando de su grupo; es internado en el campo de concentración de Saint Cyprien, primero, y en el de Bacarés, después (ambos en Francia). En mayo del mismo año sale del campo de concentración tras conseguir documentos para ir a México; aborda el barco Sinaia y tras una larga travesía llega a México, al puerto de Veracruz el 19 de junio; permanece aquí poco tiempo, toma luego el tren para ir a Guadalajara; sin embargo, a su paso por la ciudad de México, decide no proseguir su viaje como tenía pensado.22

Llegada a México: de 1939 a 1959, de la juventud a la madurez, de los 24 a los 44 Años

En junio de 1939, Armillas y su esposa, Ángeles Gil (con quien se casó en el verano de 1937), llegaron a México como refugiados políticos.23 Al principio, el Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles (SERE)24 los ayudó con un peso diario a cada uno que, multiplicado por dos, “era un montón de dinero”, comentó él mismo, y con él:

Compramos un colchón y nos acomodamos en el cuarto de criados del departamento de Francisco Giner de los Ríos. Llamé [entonces] al general Gustavo Arévalo Vera […]. Inmediatamente el general nos invitó a su casa, muy acogedor. Nos hicimos grandes amigos de la familia y él me dijo: “Qué sabe usted hacer?” “Bueno, pues puedo pintar, en fin…” “Bueno yo le consigo empleo” […], en esos días el general me llamó para decirme que ya me tenía empleo como ingeniero de la Comisión Agraria Mixta del Estado de Chiapas, a lo cual le dije: “Pero general, yo no tengo título, yo no soy ingeniero”. Y el general me dijo: “Usted es capitán de artillería, usted sabe topografía”. Me apunté para ir a Chiapas.25

Fue así cómo, en agosto de 1939, el joven Armillas obtuvo una plaza de ingeniero topógrafo en Chiapas, donde entró en contacto por primera vez con los grupos indígenas, con quienes compartió (apuntó J. L. Lorenzo): “[…] no ya el pan y la sal bíblicos, sino las tortillas y el chile, [que] le conducen a una visión del problema agrario e indígena, que en todo congeniaba con sus principios políticos”. 26 Entonces fue cuando nació Elena, su primera hija.27 El trabajo en Chiapas consistía en deslindar tierras para dotar de ejidos a los indígenas de las fincas:

[…] era el último año del sexenio de Cárdenas y parece ser que estaba haciendo unas giras como despedida por el país y había llegado a Chiapas. Probablemente había visto que la Reforma Agraria todavía no avanzaba allí al grado que deseaba para cumplir su sexenio. En alguna forma el gobernador del estado de Chiapas, ingeniero Efraín Gutiérrez, pidió al Departamento Agrario que le mandara ingenieros. Antes de terminar su mandato quería hacer dotación de ejidos, de manera que durante la mayor parte de un año (del 39 al 40) estuve allí.28

El joven refugiado trabajó en el municipio de San Carlos Altamirano:

[…] hice los deslindes para tres comunidades de indios tzeltales. Habían grandes extensiones, la mayor parte de ellos de territorio nacional. Era una zona con diferentes altitudes, la selva con unos árboles de caoba magníficos, el valle, que es la garganta del río Chaconejá con una zona de pinos y luego bosque con una serie de árboles extraños para mi. Los indios se habían salido de las fincas y se habían aposentado en esas tierras. Viví la mayor parte de ese año en las aldeas Tzeltales, porque me encontraba más a gusto con los indios que con la gente de razón. Eran casi todos monolingües en aquel tiempo, de manera que de una comunidad de 800 personas quizá 80 hombres adultos, tres o cuatro hablaban algo de Castilla y el resto puro Tzeltal.29

Al completar un año en ese trabajo, con algunos ahorros, renunció y regresó a la ciudad de México.30 Antes de irse a Chiapas había conocido a Ricardo Pozas:

En un banquete que los estudiantes de la Escuela Normal habían dado a los estudiantes refugiados españoles se sentó junto a Ricardo Pozas, quien le habló de la recién fundada Escuela Nacional de Antropología e Historia [de su proyección y planteamiento académico]; así, no es extraño que, a su regreso a la capital y tras sus experiencias chiapanecas, se inscribiera en la Escuela, mientras se ganaba la vida como empleado en una papelería donde le explotaban.31

Ingreso a la Escuela Nacional de Antropología e Historia y el primer trabajo

Así, con interés por el “indio vivo, no el indio muerto”, y por consideraciones prácticas (pues para ingresar a la ENAH no se requería tanto papeleo como para la Universidad Nacional), en 1940 Armillas, como otros jóvenes refugiados españoles ya lo habían hecho (Pedro Carrasco), se inscribió a la entonces diminuta Escuela Nacional de Antropología,32 donde “había más profesores que estudiantes”,33 cuando dependía de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, del Instituto Politécnico Nacional y su director era Daniel Rubín de la Borbolla.34

La situación económica de la familia Armillas, al igual que la de otros refugiados, era difícil. En diciembre de 1940 De la Borbolla trató de conseguirles becas a él y a otros dos estudiantes, Ramón Galí y Adela Ramón, con Alfonso Reyes, entonces director de El Colegio de México, quien accedió a recibirlos, pero que no pudo apoyarlos debido a que “sus necesidades no quedarían cubiertas con becas para estudiantes”.35

Dado que todas las becas de la ENAH ya estaban otorgadas, De la Borbolla, al saber que Armillas había trabajado en Chiapas como topógrafo, le ofreció un nombramiento para que dictara el curso de topografía para arqueólogos a partir de febrero de 1941.36 Entre los alumnos del flamante maestro estuvieron Alberto Ruz, quien “estaba más avanzado ya en los estudios de arqueología, mientras yo empezaba”, y Florence Müller”.37 De entre sus maestros, al joven Armillas le atrajo intelectualmente, desde el principio, Paul Kirchhoff, lo cual, sumado a la experiencia que significó convivir con los indígenas en Chiapas, le despertó el interés más por la antropología, por la cultura viva, por la etnología, que le “encantaba” y siempre le encantó, que por la arqueología. Sin embargo, las oportunidades abiertas y los vaivenes de la vida lo llevaron hacia la arqueología: “Pero resultó que mis conocimientos de topografía eran más útiles, de manera que el primer trabajo a nivel de la planta de Monumentos Prehispánicos [del INAH] fue porque Kirchhoff había visitado una zona de Guerrero, en la cual había una fortaleza descrita en las relaciones geográficas del siglo XVI”.38 Fue así que cuando tomaba un curso con él, le dijo:

“Hombre, he andado por allá y esta fortaleza […], sería bueno que con su experiencia militar fuera a hacer un reconocimiento”. Total que consiguió unos fondos para que pudiera ir a hacer los reconocimientos y un mapa de la fortaleza, lo cual me llevó a una conferencia en la Sociedad Mexicana de Antropología y a lo que fue mi primera publicación. “Oztuma, Guerrero, fortaleza de los mexicanos en la frontera con Michoacán” […]. También me valió un elogio, cuando le presenté el mapa que había hecho […] al arquitecto Marquina, que era entonces el director de Monumentos Prehispánicos del INAH.39

De acuerdo con Alcina, “Sus principales maestros en la Escuela fueron Paul Kirchhoff, Alfonso Caso, Ignacio Marquina, Eduardo Noguera, […] Juan Comas y Pedro Bosch Gimpera […]”:40 Caso, Marquina y Noguera le introdujeron en el método y las técnicas de la arqueología mexicana, pero fue Kirchhoff quien, sin duda, dejó una más profunda huella intelectual en él. El mismo Armillas señaló que su orientación antropológica refleja principalmente la influencia de Paul Kirchhoff, con quien establecí estrecha relación intelectual desde mi ingreso en la Escuela; él fue quien me introdujo -sigue diciendo- al materialismo histórico, me instruyó en la teoría del evolucionismo cultural y me inculcó conceptos fundamentales sobre las relaciones entre economía y sociedad”.41 “De Kirchhoff aprendí los principios que me han servido fundamentalmente en mi carrera arqueológica. Cosas como para entender la sociedad de las antiguas civilizaciones del Nuevo Mundo, de México o Mesoamérica […]. Lo que tengo de marxista lo aprendí de Kirchhoff, el maestro Kirchhoff en México”.42 Así describió Armillas la estimulante dinámica generada en el seminario dirigido por Kirchhoff:

[…] el concepto de la unidad fundamental de las civilizaciones de México, Guatemala y Honduras, un concepto fundado con base etnohistórica que Kirchhoff publicó en 1943 […]. Es un concepto al nacimiento del cual yo asistí en alguna forma, incluso en la forma en que un estudiante contribuye a estimular el pensamiento del maestro. Esa formulación la estaba elaborando Kirchhoff en los seminarios que daba en 1942.43

La influencia intelectual del maestro Kirchhoff quedó plasmada en el uso que Armillas hizo, en todas sus publicaciones, de su formulación sobre Mesoamérica que, años después expresó de la siguiente forma: “Este concepto lo apliqué al poner en orden los datos arqueológicos que se conocían entonces. Esa presentación llevó a la publicación que se llama: ‘A Reappraisal of Peruvian Archaeology’ […] en 1948. Un trabajo que se ha convertido en un clásico, por ser el primero que planteó esas secuencias”.44 Sus primeras experiencias arqueológicas de campo, muy tempranas y siempre por contrato, fueron como topógrafo, la primera de las cuales fue la ya mencionada de Oztuma.45 Eran años difíciles porque su sueldo como profesor era insuficiente para mantener a su familia. En 1941 recurrió al arquitecto Marquina para que lo contratara y éste, después de consultarlo con Caso, le encargó el levantamiento del sitio arqueológico de Cacaxtla, en Tlaxcala, también fortificado, que se conocía a través de las fuentes históricas y que Caso tenía proyectado excavar en el futuro. Armillas realizó el plano del sitio, sin abandonar sus estudios, en el verano de ese año:46 “[…] que fue muy lluvioso, por cierto, trabajé los fines de semana”.47 A fines de 1941, otro contrato le dio la oportunidad de trabajar en Xochicalco, bajo las órdenes de Eduardo Noguera, entonces director del Museo Nacional, donde pudo excavar por primera vez en su vida, gracias al acuerdo entre éste y Caso, y con la supervisión del primero: “[…] viví parte del tiempo en Cuernavaca […], excavé el juego de pelota, el único juego de pelota excavado porque hay más en Xochicalco […]”.48 “Las primeras semanas Noguera venía los sábados a darme instrucciones, de manera que así me introduje a la arqueología y de ahí para adelante”.49

Al poco, en 1942, Armillas ya se había convertido en ayudante de cátedra de Caso en la Escuela, “pese a que en su curso sólo consigue un 9 pues confunde calpulli con telpuchcalli”, relata Lorenzo.50 Caso lo contrató entonces para excavar en Teotihuacan, bajo su dirección, “lo que se ha dado en llamar el Grupo Viking, por estar patrocinadas [las excavaciones] por esa fundación, que luego se llamó Wenner Gren”.51 “Al final de ese año Caso me llevó a Monte Albán para que le hiciera en un plano la localización de las tumbas que todavía no estaban situadas, como 150, y ya pues se les perdían”.52 “Al año siguiente [1943] continuó tanto en Teotihuacan como en Monte Albán, mientras sigue tomando cursos y seminarios con Kirchhoff”.53 En esos 1943 y 1944, Armillas y Caso eran muy cercanos, al grado que el primero fungió como:

[…] ayudante del curso de Caso, de arqueología de México [debido a ] que Caso pasa a la rectoría de la Universidad. Me llama y me dice: “Bueno Armillas, pues tendrá usted que encargarse de mi curso, porque ahora sí no puedo” […] Le dije: “Bueno ¿cree usted maestro que pueda?” […] “Sí, sí, verá que puede, además le voy a pasar […] los apuntes” […] Todavía el curso figura a nombre de Caso, pero lo enseñé yo, ya no como ayudante, sino como sustituto de Caso, el curso de Arqueología de México.54

Esos dos años:

Transcurren […] con la ayudantía del curso de Caso y los trabajos de Kirchhoff -siendo gratuitas ambas actividades- […] sigue trabajando en Teotihuacan, donde llega a consolidar una estratigrafía cerámica y su periodificación, que en lo básico sigue siendo la hoy utilizada. Por los informes de un campesino, comienza la excavación de Tepantitlan, donde descubre los murales de Tlalocan. Se le releva de ese trabajo para dárselo a otro arqueólogo, mexicano de nacimiento. [Esto a pesar de que en 1942 ya se había nacionalizado mexicano].55

La etapa teotihuacana en la carrera de Armillas transcurrió entre 1942 y 1945:

Allí trabajé el 42 y 43 en temporadas de seis meses de campo, y el resto del año en el análisis de material y volví a trabajar otros seis meses en 1945. Fueron tres años, interrumpidos por el 44. En el cual, parece que con lo que se había descubierto el 42 y 43, se habían dado cuenta que, después de todo, había algo que hacer en Teotihuacan y que podía dar resultados muy espectaculares. De manera que, pues, no diré que me corrieron, pero sí que me orillaron un poco de Teotihuacan. En 1945 volví porque los que me habían orillado habían viajado al extranjero en viaje de estudios y había que terminar el trabajo.56

Sus contribuciones a la novedosa caracterización de Teotihuacan como una ciudad, las presentó Armillas de la siguiente forma: “Se pensaba que sobre Teotihuacan se sabía todo […]”.57 Pero “Una cosa de la que me di cuenta y que entonces parece que no estaba generalmente clara, ni siquiera aceptada, es que Teotihuacan era un centro urbano y no lo que se consideraba: un centro ceremonial, con algunos residentes, pero que serían los sacerdotes y sus sirvientes”.58 “Aunque cuando yo comencé a hablar de que Teotihuacan era un centro urbano, conforme me fui liberando del concepto de centro ceremonial, hubo mucha oposición, en fin, [decían] que era una invención”.59 “[…] quizá el primer trabajo donde ya quedó claro, fue en uno que publiqué en Argentina en 1950, ‘Teotihuacan, Tula y los toltecas’ ”.60

En 1944 Armillas participó en varias “expediciones” enviadas por el Museo Nacional de Antropología y la Dirección de Monumentos Prehispánicos del INAH a Guerrero,61 que ya conocía cuando estudió la fortaleza de Oztuma, pero ahora en vista de la futura organización de la Mesa Redonda de la SMA sobre el Occidente de México (1946). En febrero y marzo de ese 1944, comisionado por Monumentos Prehispánicos, encabezó “el grupo Armillas”, cuyo objetivo era reconocer la cuenca del río Balsas.62 En ese 1944 nació su hijo Ignacio.63

La Reunión de Mesa Redonda se realizó del 23 al 28 de septiembre de 1946,64 en el Museo Nacional de Historia. Alfonso Caso, presidente de la misma, e Isabel Kelly y Daniel Rubín de la Borbolla, secretarios, nombraron a Armillas como encargado de la sección II, Arqueología, “para hacer los resúmenes finales de la Mesa”.65 En la memoria publicada después, el joven Armillas escribió una breve nota: “III. Zona sur de Guerrero. Arqueo logía del Occidente de Guerrero”.66 Ese 1944 vio la salida de sus cinco primeras publicaciones, tres de las cuales las dedicó a temas teotihuacanos y dos a Guerrero.67

Al año siguiente, en 1945, el joven arqueólogo Armillas vio la salida de su tercera publicación sobre Guerrero, cuyo título expresa cabalmente la naturaleza del trabajo de prospección que realizó: “Expediciones en el occidente de Guerrero: II, El grupo de Armillas, febrero-marzo 1944”, 68 comisionado por el Departamento de Monumentos Prehispánicos del INAH para llevar a cabo un reconocimiento arqueológico en la cuenca del río de Balsas “a fin de preparar información sobre esa región casi desconocida para la IV Conferencia de Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología”. En compañía de Pedro Hendrichs y de Ignacio Bernal, Armillas recorrió numerosos lugares, quedando a cargo de redactar las notas sobre geografía, lingüística y arqueología, que al publicarlas acompañó con varias fotografías.

Inicio de los trabajos sobre condiciones ambientales, agricultura e irrigación

El año 1946 fue muy significativo en la carrera científica de Pedro Armillas pues fue entonces cuando se originó otra de sus orientaciones académicas más significativas, en este caso hacia la agricultura y las condiciones ambientales de Mesoamérica. Se trata de dos experiencias vinculadas con el célebre Fernando Gamboa, “un pintor convertido en museógrafo”,69 como el propio Armillas lo describió; marxista, a quien había conocido en 1939 en Francia, en el campo de concentración, y luego reencontró en México, ahora en el contexto de la modernización del Museo Nacional (Moneda 13), emprendida por Caso y Miguel Covarrubias, recién incorporado al INAH. Con Gamboa como museógrafo, se instaló primero una pequeña sala sobre escritura, sobre códices, para luego emprender la dedicada a Teotihuacan, para montar la cual éste recurrió a Armillas puesto que (en palabras de J. L. Lorenzo):

En aquellas fechas el arqueólogo más informado sobre Teotihuacan era Pedro Armillas, quien llevaba algún tiempo excavando en aquellas ruinas. La idea de Gamboa era presentar las condiciones ambientales, la base de subsistencia, la estructura social y la vida diaria de Teotihuacan en su tiempo. Armillas participó en ello aportando sus conocimientos directos, más la interpolación con las fuentes antiguas.70

El diálogo entre museógrafo y arqueólogo, sumado a lo aprendido en los seminarios de Kirchhoff y la influencia marxista,71derivaron en hallazgos novedosos sobre la “base económica” de la urbe teotihuacana. Así recordaba Armillas aquella experiencia:

Y Fernando Gamboa, por su credo marxista comenzó a hacerme una serie de preguntas: ¿qué sabemos sobre las bases económica de Teotihuacan[…]? Y sabíamos muy poco, de eso no había nada. “¡Pero ahí debió haber algo!” Y ahí, incluso en la sala quedó esta idea de que Teotihuacan no era simplemente las pirámides, pues había una vida urbana. En fin, tanto me apretó, que descubrí cosas que apenas había notado. En mis excavaciones en Teotihuacan, había pensado que había residencias, porque en algunos patios había encontrado metates. Eso generalmente se tiraba, quedaba con los escombros o se arrinconaba en el museo sin anotar dónde estaba. Indudablemente había gente que vivía y comía allí y se tenían que encontrar metates. De manera que él me preguntaba: “bueno ¿agricultura?”, pues se supone que tenían allí cultivos, pero cuál era la evidencia. Bueno, yo había encontrado mazorcas de maíz […] esto me obligó a escudriñar, por ejemplo, viendo las pinturas en un friso se ve un campo, incluso chinampas, el agua, campos irrigados, una serie de plantas de maíz. Así, instalamos esa sala que era una gran novedad en la presentación”.72

En el mismo 1946 volvió a presentarse la oportunidad de colaborar con Gamboa y adentrarse en la temática de la agricultura y el riego, además de aliviar su apretada situación económica. Resultó que el secretario de Agricultura, Marte R. Gómez, le encargó al célebre museógrafo montar una exposición sobre los sistemas de irrigación en México, incluidos los prehispánicos, en la Escuela de Agricultura de Chapingo (en versión de Lorenzo):

[…] Gamboa contrató a Armillas para dilucidar y dar forma a esa parte.

En cuanto a los sistemas agrícolas prehispánicos, no se sabía mucho y se pensaba que la base era el cultivo de temporal. Una búsqueda metódica, sobre todo en las Relaciones geográficas del siglo XVI, condujo a Armillas a demostrar la relevancia de los sistemas de riego […].73

Armillas agrega detalles interesantes y sarcásticos (cito en extenso):

El año 46, me llamó Gamboa y me dijo que tenía un trabajo que sería pagado, que necesitaba alguien y que yo era la persona indicada. Marte R. Gómez que en ese tiempo era secretario de Agricultura, le había encargado a Gamboa presentar una exposición permanente en la escuela de Agricultura de Chapingo. La idea era la glorificación del impulso dado por los gobiernos de la revolución a la irrigación, el desarrollo agrícola de México, el gran impulso dado a las obras hidráulicas. Pero para la continuidad debía haber una parte histórica; acueductos coloniales y lo qe habría de los aztecas. De manera que Gamboa me ofreció contrato […]

Lo que yo sabía en aquel tiempo era lo de las chinampas: sabía que en el valle de Teotihuacan en 1580 había riego, un mapa de las Relaciones Geográficas del siglo XVI muestra el sistema de riego de Teotihuacan, pero no se sabía si eso era prehispánico. Era aquello del clima intelectual, que se hablaba de la agricultura de roza y no del riego. Bueno, los acueductos de Nezahualcóyotl, que yo había visitado.

Al aceptar la comisión, lo primero que hice fue ir a ver al maestro Caso. “¿Me puede usted ayudar, qué sabe usted de agricultura hidráulica?” “Bueno: las chinampas, los jardines de Chapultepec, los jardines de Moctezuma en Oaxtepec […]”, de manera que tuve que navegar por mi cuenta.

En parte ahí también entran técnicas de investigación, publicaciones sobre cómo sistematizar, organizar la recolección de datos. Alguien me dijo que buscara en las Relaciones Geográficas. Entonces comencé a utilizar una serie de fuentes, por ejemplo, en los viajes del padre Ponce, hay un montón de referencias sobre regadíos. Se ve que eran muy observadores: “pasaba por unos huertos regados y preguntamos al indio que estaba regando […]”, en fin. De manera que encontré que los regadíos prehispánicos, que eran mucho más que las chinampas y los jardines, formaban una buena parte de la producción agrícola, en algunas partes, casi la única. Se sabía que había regadíos de importancia en todas las zonas de Mesoamérica, que no tienen el clima de selva tropical. En el altiplano y en la costa del pacífico en Oaxaca, de manera que tenía una serie de fichas, informaciones y un mapa de distribución de regadíos en Mesoamérica a principios del siglo XVI, parte de lo cual publiqué años más tarde. Lo que pensaba sería una serie de notas sobre sistemas de cultivo en Mesoamérica, sistemas de regadío y humedad en la cuenca del río de las Balsas, fue la única parte que llegué a publicar en detalle, de aquel trabajo que hice para Chapingo.74

La investigación emprendida por Armillas para esta exhibición dio lugar al desarrollo de una de las líneas de investigación de mayor trascendencia en su carrera. El primer producto apareció tres años después, en 1949: “Notas sobre sistemas de cultivo en Mesoamérica. Cultivos de riego y humedad en la Cuenca del Río de las Balsas”.75 En este artículo seminal Armillas, que volvió a utilizar el concepto de Mesoamérica,76 estructuró su artículo sobre una base de información climática e hidrográfica de la cuenca del río Balsas, para sobre ella sistematizar los datos contenidos en las fuentes históricas novohispanas, siguiendo la misma ruta aprendida con su maestro Kirchhoff en las investigaciones sobre las fortalezas mexicas y en sus propias observaciones de campo en la región, toda la cual fijó en mapas e ilustró con algunas fotografías.

Una nota al calce en ese artículo nos revela algo muy importante para el conocimiento de la historia de los estudios sobre la agricultura y la irrigación prehispánica mesoamericana, al comentar nuestro autor que esa investigación sobre el Balsas formaba parte de un proyecto más amplio que tenía pensado realizar sobre “los regadíos y humedales en Mesoamérica”, además de explicitar su estrategia de investigación, su metodología y la razón por la cual eligió esa cuenca:

Para iniciar la publicación de mis notas sobre regadíos y humedales en Mesoamérica, he elegido la cuenca del Río de las Balsas, principalmente por el motivo personal de haber recorrido buena parte de esa cuenca y conocer, en consecuencia, por propia observación, las condiciones ambientales. Esa familiaridad con la región me ha ayudado en la localización de puntos en el mapa, permitiéndome fijar sobre él la mayor parte de los datos que he encontrado en las fuentes históricas. Me ha facilitado también ese trabajo el disponer de un excelente mapa hidrográfico preparado por la Srita. Rita López de Llergo, basado en el levantamiento fotográfico llevado a cabo hace pocos años por la American Air Force.77

Entre las aportaciones de su artículo sobre el Balsas, él mismo señaló:

En un estudio de la distribución de sistemas y tipos de cultivo en nuestra área es necesario tener muy presente la complejidad climática de Mesoamérica, no sólo las diferencias regionales que aparecen en los mapas generales sino también las diferencias locales -muy acusadas debido a lo quebrado del relieve que modifica la temperatura, la distribución de lluvias, la evaporación- que no aparecen en aquellos mapas. Hay zonas de Mesoamérica que constituyen un mosaico climático tan complicado como el bien conocido mosaico étnico. Para estudiar la interrelación entre ambiente y cultura, el grado de importancia relativa de los factores climático y étnico en la determinación de la historia cultural de Mesoamérica, es necesario tener en cuenta esa complejidad climática no menos que la complejidad étnica […].

Cultivos de riego y humedad en tiempos precortesianos. Donde las condiciones climáticas o hidrológicas no los hacían innecesarios o imposibles había cultivos de riego o de humedad, que permitían en muchos lugares levantar más de una cosecha anual o cultivar plantas que requieren humedad permanente. Así del cultivo del cacao […].78

“No podemos estudiar la economía mesoamericana, por lo menos en los últimos siglos antes de la conquista española, en función solamente de los cultivos de temporal”.79

“En otro escrito he formulado la hipótesis de que el de sarro llo de la sociedad teocrática en Mesoamérica, es decir lo que designan los arqueólogos con el nombre de Horizonte Clásico, esté relacionada con un aumento de productividad basada en sistemas de agricultura intensiva, con riego”.80

Infortunadamente para el futuro de este campo de estudios, Armillas no continuó con su proyecto sobre los sistemas de cultivo de riego y humedad en Mesoamérica, si bien nunca lo abandonó por completo, como lo evidencia el muy célebre artículo sobre las chinampas, donde figura como coautor del geógrafo Robert C. West, originado en actividades en el marco de la ENAH, donde por entonces (1946) hubo profesores visitantes como él y otros como George M. Foster, Ralph Beals e Isabel Kelly, en cuyos proyectos los alumnos fueron ayudantes o participantes. Fueron los casos de Carrasco con Beals, Palerm con Kelly y Armillas con West,

[…] quien en el año de 1946 ofreció una práctica de estudio del paisaje cultural, de las técnicas topográficas elementales, para hacerlas en la zona de las chinampas. Y yo me inscribí, José Luis Lorenzo también, Gabriel Ostina, de Colombia, entre otros; éramos un grupo pequeño. Estuvimos trabajando en la zona de chinampas, en el registro de datos como ejercicio, pero después de eso a mí me interesó el asunto, de manera que al terminar el curso seguí como colaborador e hicimos el estudio de las chinampas vivas y el sistema de cultivo. Todo esto, se publicó en un artículo, en Cuadernos Americanos, que lo titulamos “Las chinampas de México. Poesía y realidad de los jardines flotantes”. Y eso coincidió con el estudio sobre el riego, de modo que fue un efecto sinérgico.81

Primeras experiencias internacionales e interpretaciones novedosas

Armillas emprendió una nueva y decisiva etapa en su vida a partir de gozar, en 1947, de una beca otorgada por la Fundación Guggenheim, si bien con el inconveniente de dejar sin acreditar dos materias del programa en la Escuela de Antropología. Viajó entonces con su familia a Nueva York.82 Originalmente planteó abordar estudios comparativos de las civilizaciones mesoamericana y andina, pero a sugerencia de Rubín de la Borbolla propuso a la Fundación aproximarse a las relaciones culturales precolombinas entre México y Estados Unidos. En consecuencia, viajó primero a Texas, donde visitó la Universidad para consultar las colecciones documentales, así como algunos sitios arqueológicos en ese estado y el de Louisiana, “[…] porque son los que tenían relación más directa con la huasteca de México […]. Llegué a Nueva York, a ver museos y conferenciar con colegas […], me quedé en la Universidad de Columbia, donde estaba Pedro Carrasco en aquel tiempo haciendo el doctorado.83 Él me [presentó] a Wittfogel”,84 en un encuentro cuya simpática narración hizo Armillas años después, sobre cómo se excusó con el célebre historiador, a sugerencia de Pedro Carrasco, para escaparse de una colaboración que supuso sería desigual: “Tenía un montón de chinos trabajando como chinos, haciéndole el trabajo, para que el maestro pudiera pensar”.85

En el ambiente de Columbia y de la gran ciudad, Armillas interactuó con los andinistas estadounidenses, que estaban trabajando por entonces en el valle del Virú, en Perú. Trabó amistad con William Duncan, de esa Universidad, quien lo invitó a Nueva York para hacer alguna presentación comparativa:

Presenté en ese simposium una interpretación cultural, evolucionista de la arqueología en Mesoamérica, un concepto nuevo que Kirchhoff había formado. […] Este concepto lo apliqué al poner en orden los datos arqueológicos que se conocían entonces. Esa presentación llevó a la publicación que se llama: “A Reappraisal of Peruvian Archaeology” […]. Un trabajo que se ha convertido en clásico, por ser el primero que planteó esa secuencia.86

Y fue precisamente en Nueva York donde por casualidad, y por andar curioseando en las librerías,87 encontró el What Happened in Prehistory del arqueólogo británico V. Gordon Childe, autor que se le hizo conocido por haberlo mencionado el doctor Pedro Bosch Gimpera en su curso de Prehistoria Europea en la ENAH:

Como el nombre me era familiar lo compré, y me fui con mis libritos a la casa internacional donde estaba alojado, en la Universidad de Columbia […] era el mediodía […]. Agarré el de Childe. Lo abrí, comencé a leer, seguí leyendo y no me levanté hasta que lo había terminado, a las siete de la tarde que era hora de cenar. El interés que me despertó fue porque me ayudaba a poner todas estas cosas juntas: la urbanización, algo del riego, el concepto general de materialismo histórico marxista, la interpretación de los datos arqueológicos como historia cultural y social. De hecho, afortunadamente sucedió unas semanas antes de este simposium, de manera que la orientación de este trabajo se debió al descubrimiento de Childe. Esto fue el principal estímulo o beneficio que recibí: abrir o ensanchar mis rutas intelectuales.88

Este libro constituyó, a no dudarlo, una especie de revelación para Pedro Armillas, quien no tardó en aplicar los principios evolutivos de Childe al proceso mesoamericano: “Mi ensayo, ‘A Sequence of Cultural Development in Mesoamerica’ (publicado en 1948 en la memoria del Simposio A Reappraisal of Peruvian Archaeology), constituyó el primer intento de aplicar esos conceptos y métodos de interpretación a la arqueología americana”.89

El siguiente curioso pasaje sintetiza de una forma muy original la percepción de Armillas sobre la afortunada conjunción de oportunidades que se le presentaron por aquellos años:

Si uno creyera en la Divina Providencia, imagínese esa coincidencia del taller y la investigación de las chinampas vivientes con West, el contrato que Gamboa me proporcionó para la preparación de la sección prehispánica de la irrigación en Chapingo, el viaje a los Estados Unidos y el contacto con los peruanistas que daban un elemento de comparación, el descubrimiento del libro de Childe, que complementaba, que daba sentido a la arqueología, orientación y una interpretación de la evolución cultural que yo había recibido de Kirchhoff, y él [¿no?] era un arqueólogo, por tanto también podía aplicarse a la interpretación de datos arqueológicos, ¿no es esto una coincidencia providencial?90

Vuelta a México, rompimiento con caso y salida de México

Sobre la actividad docente de Armillas en la ENAH que, con algunas interrupciones, desarrolló entre 1941 y 1955, sabemos que antes de la beca Guggenheim (1947), dictó Topografía y Arqueología de México y después dirigió algunos seminarios, entre 1952 y 1955. Carlos Navarrete y Beatriz Braniff, futuros arqueólogos, fueron sus alumnos. El primero relató cómo ambos: “Procuramos la cercanía de aquel profesor que retumbaba los salones cuando hablaba, que bajo el traje impecable llevaba algo de pirata y fauno, y mirada de centella. Lo buscamos semestre tras semestre y si ahora me preguntasen por las clases que cursé en la ENAH y en otras partes, contestaría que las tres que dictó están entre las más importantes”.91 Pero las enseñanzas de Armillas iban más allá:

Sus pláticas causaron impacto. Hubo traducciones de material extranjero, que circuló en toda la escuela; viajes los sábados a Teotihuacan, Xochicalco, Cholula, Tula; observaciones sobre chinampas en Xochimilco y Jajalpan, lugar del valle de Toluca donde disertó largamente sobre la validez del sistema de cultivo en chinampas como rasgo mesoamericano, su distribución espacial y posibilidades agrícolas. Al referirlo, quiero decir que fue una clase entusiasta; había alegría y buen humor, platicamos bebiendo y comimos queso y ajo.92

En la ENAH él miso dirigió, a la manera en que lo hizo su maestro Kirchhoff:

[…] una serie de seminarios sobre la agricultura en Mesoamérica, la guerra y la urbanización con un grupo de estudiantes, entre ellos Palerm, al que conocí a mi regreso de Estados Unidos, [Caudio] Esteva Fabregat, José Luis Lorenzo, y después americanos, entre ellos Rene Millon, Eric Wolf, William Sanders. Eran verdaderos seminarios: había mucha comunicación en ambos sentidos y fue muy fructífero, tanto que se cita en la historia de la arqueología americana. Allí empezó la relación de Palerm con Wolf, yo los puse en contacto, los presenté y se hicieron muy amigos […]. Fue un periodo fructífero para los estudiantes que había en aquel tiempo y para mí. También me ayudó en el desarrollo de la teoría y demás.93

La influencia del maestro Armillas sobre sus alumnos fue muy profunda. Palerm siguió sus huellas al continuar el estudio iniciado por su maestro sobre la distribución del regadío en Mesoamérica;94 Sanders realizó su tesis doctoral sobre agricultura, demografía y patrones de asentamiento,95 y Wolf96 escribió, en coautoría con Palerm o solo, varios textos en torno a Mesoamérica y el Valle de México.97

Fue en aquel mismo periodo cuando Armillas se adentró en el uso de la aerofotografía, siguiendo las directrices del arqueólogo británico O.G.S. Crawford para, en sus propias palabras, interpretar [las] marcas del pasado en el pailmpsesto del paisaje, los restos y huellas arqueológicas, es decir, “no el mero uso de los mosaicos en lugar de los mapas topográficos o de las vistas oblicuas como ilustración de textos”.98 Sucedió al entrar en contacto con un arqueólogo inglés que visitaba México, interesado en la guerra y las fortalezas, a quien Pablo Martínez del Río recomendó a Armillas, quien, a su vez le mandó un sobretiro del artículo “Fortalezas mexicanas”99 y éste le solicitó después un artículo para publicar en una revista de arqueología inglesa, fundada por Crawford. A partir de esos años y durante toda su vida Armillas empleó las fotografías aéreas en sus investigaciones,100 trabajando entonces en el acervo de la Compañía Mexicana Aerofoto, S. A.:101

Ahí descubrí los usos de la fotografía aérea y los criterios, es decir, la posibilidad de aplicarlos a sistemas de cultivo, o de tenencia o del régimen de parcelación agraria, por supuesto, para la identificación de canales de riego antiguos; caminos, patrones de asentamiento, la visión integral del paisaje y todas las implicaciones culturales que la fotografía aérea podía dar. De manera que […] no diré que abrí una nueva etapa, porque todo es continuidad, pero […] fui ampliando mis posibilidades en una orientación que ya venía de antes.102

La precariedad laboral siguió acompañando a Armillas hasta su emigración definitiva a Estados Unidos (1959). Tuvo empleos en el Departamento de Monumentos Prehispánicos del INAH (1942-1952) y en la ENAH; en el Departamento de Antropología del Mexico City College, hoy Universidad de las Américas (1949-1954) y en la New World Archaeological Foundation (1952-1953), donde fungió como jefe de campo.103 Esta última, una fundación mormona que, “con el pretexto de ampliar los conocimientos de arqueología maya, seleccionó el área del bajo y medio Grijalva, pues en el Libro del Mormón, el profeta Smith situaba en una región climática y topográficamente semejante a la ciudad perdida, en la cual se encontrarían las tablas de oro en las que se apoyaría definitivamente el credo mormón”.104

El ya experimentado arqueólogo nunca pudo graduarse como arqueólogo debido, en gran medida, a su permanente búsqueda de empleo para el sostenimiento de su familia, cuya consecuencia fue dejar pendientes algunas materias. A su regreso de Nueva York, en 1947:

[…] trata de arreglarlo con el secretario de la escuela, buen amigo y compañero suyo, quien le dijo: ‘Pues, Pedrito, ya se hizo tarde, por qué no vamos a ver tu expediente. ¡Uf!… Te faltan ésta, ésta y ésta -tenía una larguísima lista de materias obligatorias que se habían ido estableciendo en el sistema, que no existían en mis tiempos -y que ya no tienes derecho porque ha pasado demasiado tiempo’ […].105

En 1951 llegó, la que Lorenzo describió como

[…] la aciaga Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, en Xalapa, sobre el tema Huaxtecos, totonacos y sus vecinos, en 1951, en la cual por defender el enfoque de estudios culturales y cifras de productividad según distintos sistemas agrícolas, presentado por William T. Sanders, se enfrenta a Alfonso Caso, públicamente, lo cual le valió caer en desgracia, pues demostró tener razón, y con ello incrementa la marginación en la que se le tenía.106

Eran los tiempos en que “Reinaba el tepalcate, el análisis primario de los restos de cerámica, como único valor arqueológico.107

Armillas dio su propia versión del episodio que lo distanció de Caso para siempre. La transcribo por su importancia para conocer no sólo lo ocurrido sino también el ambiente que entonces prevalecía:

La razón de mi salida de México fue que me había peleado con el mandamás, que era Caso […]. Él había organizado la Sociedad Mexicana de Antropología y organizaba las mesas redondas. Y desde la primera, las mesas no fueron redondas, tenían una cabecera y allí estaba Caso.[…] Pero en la mesa redonda de Jalapa en 1951 sobre totonacas y olmecas, el joven Sanders […] yo le había aconsejado sobre la tesis […] presentó un trabajo de interpretación ecológica, sobre las diferencias socioculturales, demográficas, en la costa del Golfo y el altiplano, muy impresionante.108 Para mí, es el mejor trabajo de Sanders […].

De manera que Sanders lee este trabajo -en cierto modo era una especie de manifiesto, sin pretenderlo conscientemente, pero yo, Palerm y demás del grupo, lo presentábamos como una especie de manifiesto. De manera que lee el trabajo, no sé si hubo algún comentario pero se levanta Caso y dice: “bueno, todo eso está muy bien, pero es muy teórico, la realidad es que la civilización mesoamericana comenzó en la costa del Golfo con la Olmeca”. Silencio […], ya se iba a levantar la sesión, y pido la palabra: “Un momento, en primer lugar la discusión de la cronología de los sitios olmecas de la costa del Golfo viene en la siguiente sesión. Discutamos este asunto por sus propios méritos”. Caso respondió violentamente, yo respondí no creo que tan violentamente porque, sea como sea, era un jefazo, pero en fin, quizás violentamente y nos enzarzamos […] “Pero, doctor Caso, Monte Albán está en los altos, no en la costa del Golfo”. El secretario o presidente de la mesa que era Borbolla se quedó con la boca abierta y dijo: se levanta la sesión. Bueno, con Caso siempre nos habíamos llevado muy bien y ya digo, la discusión no creo que fuera irreverente sino que estaba defendiendo la libertad de discusión. Era una mesa redonda, por lo menos de nombre. Cuando esa noche nos encontramos en el hotel, él bajaba la escalera y yo subía, y lo saludé, “buenas noches, maestro”, o algo así, y pasó sin mirarme.109

Muchos años después, Armillas analizó de la siguiente forma las condiciones prevalecientes en el medio antropológico 30 años atrás: “El campo era aún muy limitado, con una competencia cerra da donde contaban sólo los maestros más renombrados”.110 Y en verdad los exiliados jóvenes como él y Palerm, a diferencia de los que eran ya consagrados cuando llegaron a México (como Bosch o Comas), que se incorporaron a las instituciones sin mayor problema, sí tuvieron problemas de inserción.111 El ambiente era muy hostil:

[…] entre los nativos […] había el mismo tipo de zancadillas y de barreras […] de manera que regreso a México con grandes ideas que había adquirido durante este fructífero año en los Estados Unidos, que fue decisivo en mi formación. Con aspiraciones aumentadas por el trato que había recibido, el trato profesional de los colegas de Estados Unidos y la […] misma conciencia de que había desarrollado ideas […] después de todo su trabajo que ahora se cita en la historia de la arqueología americana […] y me encontré con que eso no me ayudaba a ir adelante en México, al contrario, la defensa se cerraba.112

Me di perfectamente cuenta [de] que todo lo que me sucedió a mí, no era más que manifestación de la competencia por migajas en un medio económico que era muy limitado, que era la arqueología, la antropología en general de México, en aquel entonces […]. Era una situación estrictamente jerárquica, muy jerárquica, en la cual los principiantes, cualesquiera que fueran los méritos que estábamos acumulando, las plumitas que nos estaban poniendo, éramos achichincles a un nivel inferior […]. La actitud era francamente clasista”.113

Las condiciones estaban dadas para su emigración a los Estados Unidos:

[…] [de] que se me cerraban las puertas fue evidente […]. Es cuando Pablo Martínez del Río me dice: “¿Sabe usted Armillas?, me he dado cuenta [que] […] es usted mejor conocido en el extranjero que en México”. Los que me conocían, en fin, eran mis amigos […]. De manera que me ofrecieron puesto de visitante y […] ver si podría quedarme allá […], acepté y por eso me fui a Estados Unidos […]”.114

Al dejar la Fundación del Nuevo Mundo, Armillas sólo encontró empleos temporales: en 1955 dictó cursos de verano en la Universidad del Sureste, en Mérida; en 1956 fue maestro en el College Bowdoin, en Brunswick, Maine, y luego se trasladó tres años a Quito, Ecuador (1956-1959), como experto en arqueología de la UNESCO, en la división de Monumentos y Museos, y como asesor del gobierno ecuatoriano para la conservación de sitios arqueológicos y organización museográfica.115 “[…] yo sabía que las perspectivas de regresar a México en esa situación no eran buenas. Mis colegas americanos lo sabían y me ofrecieron puestos allá.”116

J. L. Lorenzo resumió así la trayectoria de Armillas hasta su emigración:

[…] topógrafo en la fortaleza de Oztuma, Guerrero, y en Cacaxtla, Tlaxcala, a las que se une el levantamiento de las tumbas de Monte Albán, en Oaxaca. En estos casos su trabajo estaba orientado a la práctica como topógrafo, en primer lugar, y a la militar en segundo. En ambos sentidos, mas ya también en el de arqueólogo, siguió su trabajo en Xochicalco, pues aparte de hacer la topografía, se le permitió comenzar la excavación del juego de pelota de uno de ellos. Siguió con otras excavaciones en Teotihuacan, en el llamado grupo Viking, y en Tetitla […]. Aunque por razones de un malentendido nacionalismo fuera alejado del último trabajo, sus cuidadosas estratigrafías le permitieron establecer el ordenamiento del Clásico teotihuacano y de los principios del Posclásico en el mismo sitio.

Siguió con recorridos por la sierra y la costa grande de Guerrero, y más tarde realizó un viaje por los grandes sitios arqueológicos mesoamericanos de Centroamérica. Con posterioridad, fuera ya de la égida del INAH, trabajó en Tabasco, en Zacatecas y, finalmente en la zona chinampera de la Cuenca de México”.117

Estados Unidos: de 1959 a 1984, la madurez, de los 44 a los 70 años empleos estadounidenses y continuidad de la investigación en México

En 1959 Pedro Armillas y su familia empezaron su nueva vida en Estados Unidos, su segundo exilio, donde él se consagró básicamente a la docencia como profesor en varias universidades, al mismo tiempo que viajaba con frecuencia a México para desarrollar sus investigaciones, así como a España, invitado por su amigo, el arqueólogo José Alcina Franch, hasta su fallecimiento en 1984. Trabajó en la Universidad de Michigan y su museo, en Ann Arbor (1959-1960); en la Universidad del Sur de Illinois, en Carbondale (1960-1965); en la Universidad de Chicago, en Chicago, Illinois (1965-1970); Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook, Long Island (1970-1972), en la Universidad de Illinois, en Chicago (1972-1984).118 Armillas describió así su relación con México desde Estados Unidos: “[…] vivimos en Estados Unidos y trabajamos en México”.119 Dedicado básicamente a la docencia, no dejó de escribir ni de participar en múltiples actividades,120 de ir y venir a México, de deleitarnos con sus charlas y amistad. En México continuó, por temporadas, con sus proyectos. Así, de 1960 a 1966 hizo “un trabajo de campo en México, en La Quemada, Zacatecas, como parte del proyecto general que la Universidad del Sur de Illinois estaba llevando a cabo en aquella región desde hacía tiempo, bajo la responsabilidad de Charles J. Kelly”.121 Estas investigaciones sobre la frontera norte de México son muy relevantes, si bien no es posible ahondar en ellas, salvo resaltar su propuesta de que la frontera de la civilización en el norte de México fluctuaba con los ciclos climatológicos de largo plazo, enfatizando la relación entre medio ambiente y civilización. Su trabajo en La Quemada (realizado en el otoño de 1963) fue diseñado para comprobar esta hipótesis.122

A partir de 1965 se ocupó del “paisaje agrario azteca”,123 estudiando las chinampas fósiles, para lo cual contó con fondos de la National Science Foundation y la Wenner Gren Foundation.124 Dictó también un curso en la Universidad del Sureste en Mérida, Yucatán (1965), otro en la Facultad de Arquitectura de la UNAM (1967) y otro más en el Departamento de Restauración del INAH en Churubusco, auspiciado por la OEA (1972).

Armillas se separó de su esposa en 1960 y en 1965, cuando él se mudó de Carbondale a Chicago, y hasta su muerte, vivió con Nijole Martinaitis, una refugiada lituana que conocí al mismo tiempo que a él, en el verano de 1973. Fue entonces cuando Armillas ideó y coordinó el Taller de Adiestramiento en Arqueología, por invitación del INAH, dirigido entonces por Guillermo Bonfil, al lado de José L. Lorenzo, director del Departamento de Prehistoria, y de Ángel Palerm, director del Cisinah. Invitaron a colaborar a este taller a los arqueólogos estadounidenses William T. Sanders y Kent V. Flannery.125 Fui admitida en el taller a pesar de no ser arqueóloga, junto con otros diez jóvenes, seis de ellos arqueólogos del INAH, tres pasantes de la ENAH y una becaria italiana huésped.126 A partir de esa experiencia trabé una estrecha y afectuosa amistad con el gran profesor, al que aún extraño. Me considero su discípula y me precio de ser la continuadora de sus investigaciones sobre las chinampas, la agricultura de riego y las obras hidráulicas en Mesoamérica.

Sobre la herencia intelectual de Pedro Armillas hay mucho que decir. Con acierto ha sido considerado como un pionero, un gran maestro y un investigador arriesgado, en palabras del arqueólogo español José Alcina Franch.127 Por su parte, Eric R. Wolf, al dedicarle el libro colectivo que editó sobre el Valle de México, expresó lo siguiente sobre él:

[…] fue un pionero en el verdadero sentido de la palabra. Pocos de los que escucharon sus discusiones y presentaciones en los cuarentas tardíos y cincuentas tempranos podrán olvidar alguna vez el impacto de sus afirmaciones en sus oyentes. A él, por sobre todos, se debe la reorientación del trabajo arqueológico en los altiplanos mexicanos.128

Por su parte, uno de sus condiscípulos, refugiado español como él, Pedro Carrasco, escribió: “Yo creo que es indudable que […]. Armillas es, probablemente, el miembro de mi generación escolar que más huella ha dejado en la antropología o en los estudios mexicanistas, por los estudiantes que ha tenido tanto en México como en Estados Unidos”.129 Palerm, alumno y amigo, dijo: “[…] de Armillas recibí un enorme estímulo intelectual, ideas, desarrollo de intereses […] una actitud muy viva ante problemas de la antropología […]. Armillas planteaba, yo creo que por primera vez, la aplicación de las ideas de Gordon Childe y de Wittfogel y demás, al desarrollo mesoamericano”. 130 José Luis Lorenzo anotó lo siguiente:

Ante el enanismo de la arqueología mexicana de aquellos tiempos (por desgracia tan solo dedicada, como en parte lo está hoy, a buscar tumbas y ofrendas, de gran publicidad y a construir, que no restaurar, pirámides y sitios arqueológicos para el gran e inculto turismo), Armillas oponía una orientación superior, que transmitía en sus cursos y con su ejemplo. Tenía obligatoriamente que enfrentarse a lo que Mortimer Wheeler llamó los “piramidiotas”, y se encontró con los caminos bloqueados no solo para su intento de hacer una arqueología más de las sociedades que de los sitios, sino para de sarro llar una actividad arqueológica total.131

Obra y aportaciones relevantes

Sobre su obra escrita, hay coincidencia en el sentido de que como la de su maestro Kirchhoff, no fue muy extensa. J. L. Lorenzo lo atribuyó a que Armillas “era una persona de carácter sumamente crítico para consigo mismo y sólo se permitía publicar una obra bien pensada y redondeada”.132 Alcina Franch por su parte anotó: “Su obra escrita al igual que la de su maestro Kirch hoff no es muy numerosa, pero en cambio la mayor parte de sus artículos son de extraordinaria importancia. En los últimos años estaba interesado en problemas de ecología comparada en el periodo colonial de América.”133

En efecto, al final de sus días don Pedro trabajaba

[…] en un libro que iba a titular The Aztec Empire: Culture and Environment (El imperio azteca: cultura y ambiente); esto, al mismo tiempo en que concluía otro, The Ecology of Colonialism in the New World (La ecología del colonialismo en el Nuevo Mundo)134 y en el que mentalmente iba dando forma a una publicación más, El paisaje agrario azteca. Pienso que en ellos se plasma su idea de lo que debe ser la arqueología.135

Un buen esbozo de don Pedro como persona se lo debemos a José Luis Lorenzo: “Pedro Armillas poseía una gran capacidad para el trabajo de campo, sabía soportar con ecuanimidad las peores condiciones, lo que no impedía que amara y disfrutase de la buena mesa, bien servida y mejor regada; era, además, un fumador de pipa impenitente”.136 Armillas era un gran observador y muy caminador o, en sus propias palabras, “muy andador”, partidario y practicante de la “arqueología pedestre”, “la que se hace con los pies”,137 esa que se aprende en el campo residiendo en el lugar de trabajo,138 recorriendo, observando, infundiendo confianza y teniendo comunicación con los “soldados”, es decir con los peones y los estudiantes (“que no con los oficiales: ingenieros, arqueólogos o maestros”).139

Las aportaciones científicas de Pedro Armillas son numerosas y diversas, la mayoría en el terreno de la arqueología y la etnohistoria. Sobresalen y sobre ellas se ha puesto especial énfasis en este artículo, aquellas relacionadas con las condiciones ambientales, la agricultura de riego y humedad, la irrigación y la tecnología en Mesoamérica, donde fue sin lugar a dudas el pionero, pero de similar importancia son sus estudios en torno a Teotihuacan y Tula, en especial sobre el urbanismo, así como sobre el estado de Guerrero, en especial las fortalezas mexicas en la frontera purépecha, sobre la arqueología en la frontera septentrional de Mesoamérica y en Zacatecas, y sobre la ecología del colonialismo en el Nuevo Mundo. En el plano teórico sobresalen sus planteamientos sobre el urbanismo en Mesoamérica, el desarrollo cultural del área y la periodificación y cronología precolombina, principalmente. El análisis global de su obra es algo pendiente que merece atención especial, tarea futura.

Última visita a México y muerte

Sobre sus meses finales de vida, sabemos que: “La última visita que hizo a México fue en diciembre de 1983, para impartir un cursillo en El Colegio de Michoacán, en Zamora. Ya había tenido un fuerte ataque al corazón, así que no pasó por la ciudad de México”. 140 Falleció en Chicago el 11 de abril de 1984 a causa de una falla cardiaca.141

El 14 de agosto del año de su fallecimiento se realizó una velada en su memoria, en el aula fray Bernardino de Sahagún del Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México, organizada por el INAH y el CIESAS, en la cual participaron José L. Lorenzo, Carlos Navarrete, Eduardo Matos Moctezuma y la que esto escribe. Los textos leídos en esa ocasión se publicaron, junto con 18 trabajos de su autoría, en la obra Pedro Armillas: vida y obra,142 salida con los sellos editoriales de ambas instituciones, en 1991.

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2Los seis antropólogos del exilio español fueron Pedro Bosch Gimpera, Juan Comas, Ángel Palerm Vich, Claudio Esteva Fabregat, Pedro Carrasco Pizana, José Luis Lorenzo y Santiago Genovés. Yo tuve la suerte de conocerlos a los seis. En la ENAH de aquellos años fueron mis profesores Bosch y Lorenzo, mientras a los demás los conocí posteriormente en la UNAM y en el CISINAH/CIESAS, lo cual me permitió tratarlos de cerca y aprender de estos intelectuales.

3Véase mi artículo “Armillas y el Primer Taller del Programa de Adiestramiento Avanzado en Arqueología”, en el cual incluyo los documentos escritos por el propio Armillas sobre su organización, en Rojas Rabiela, Pedro Armillas: vida y obra, t. I, pp. 59-73.

4 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español. Las entrevistas a Pedro Armillas tuvieron lugar en 1979, mientras las del resto de los participantes, en las siguientes fechas: Juan Comas, 1978; Santiago Genovés, 1979; José Luis Lorenzo, 1979; Ángel Palerm, 1979, y Pedro Carrasco, 1980.

5 Durand, “Por una antropología pedestre. Entrevista a Pedro Armillas”, pp. 109-152.

6Armillas, “La formación de un arqueólogo”, mecanografiado, 20 pp., citado en Alcina Franch, “Pedro Armillas (1914-1984)”, pp. 323-328.

7 Lorenzo, “Pedro Armillas. In memoriam (1914-1984)”;Lorenzo, “Pedro Armillas”, Güemes y García Mora (coords.), La antropología en México, pp. 137-151; Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, pp. 15-29.

8 Matos Moctezuma, “Presencia de Pedro Armillas en la arqueología mexicana”, t. I, pp. 51-57; Matos Moctezuma, “Pedro Armillas”.

9 Navarrete, “Pedro Armillas y la Escuela Nacional de Antropología”, t. I, pp. 31-49.

10 Alcina Franch, “Pedro Armillas”.

11 Rojas Rabiela, “Armillas y el Primer Taller del Programa de Adiestramiento Avanzado en Arqueología”, t. I, pp. 59-73; Rojas Rabiela, “Pedro Armillas y su obra en torno a Guerrero”, pp. 52-57.

12 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 144.

13 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, p. 137.

14 Durand, “Por una antropología pedestre”, pp. 111-112.

15 Durand, “Por una antropología pedestre”, pp. 111-112.

16 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, p. 137.

17 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, p. 137.

18 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 144.

19 Alcina Franch, “Pedro Armillas”, p. 323.

20 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, p. 137.

21 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, p. 137, p. 138. Durand, “Por una antropología”, pp. 113-114.

22 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, p. 137, p. 138. Armillas mismo narra estos episodios en Durand, “Por una antropología”, pp. 114-115.

23 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, pp. 17-19.

24Servicio de Evacuación (o Emigración) de Refugiados Españoles, creado en febrero de 1939 por Juan Negrín, presidente de la II República española de 1937 a 1945, ya en el exilio.

25 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 63. Otra versión, en sus propias palabras, en Durand, “Por una antropología”, pp. 116-117.

26 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, p. 137, pp. 138-139.

27 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, p. 137, p. 139. Armillas se refirió al nacimiento de su niña Elena en julio de 1940 en Durand, “Por una antropología”, p. 63. Hacia 1991 J. L. Lorenzo escribió lo siguiente sobre esta primera hija de Armillas: “Elena es lingüista y ahora está casada con un norteamericano que tiene negocios en Barcelona, donde viven”. En Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. 1, p. 20.

28 Durand, “Por una antropología”, p. 116.

29 Durand, “Por una antropología”, p. 117.

30 Durand, “Por una antropología”, p. 117.

31 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 19. Este relato, con más detalles del propio Armillas, en Durand, “Por una antropología”, p. 116.

32 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, pp. 75-76.

33 Durand, “Por una antropología”, p. 118.

34 Durand, “Por una antropología”, p. 117.

35Cartas en el expediente “Peticiones”, Archivo Histórico de El Colegio de México, fondo Antiguo, c. 2, exp. 1, Pedro Armillas, pp. 1 y 2. La respuesta de Reyes a la petición de De la Borbolla, fechada el 8 de enero de 1941, dice así: “Quizá sepa usted también que hemos ofrecido al Instituto Nacional de Antropología e Historia remunerarles a tres becarios que sean aceptados por la Junta especial de becas que en el mismo se ha constituido. Don Alfonso Caso todavía no me ha comunicado quiénes son los tres becarios designados por dicha Junta e ignoro en consecuencia si estos tres señores [Armillas, Galí y Ramón] estarán total o parcialmente comprendidos en dicha gestión, cuyo resultado esperamos según lo convenido con el Instituto de Antropología”.

36Con cuatro horas a la semana. Alcina, “Pedro Armillas”, p. 324; Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 97; Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 20.

37 Durand, “Por una antropología”, p. 118.

38 Durand, “Por una antropología”, p. 118.

39 Durand, “Por una antropología”, pp. 118-119. Artículo publicado en la Revista Mexicana de Estudios Antropológicos, VI: 3 (1944), pp. 165-175. Sobre las investigaciones de Armillas sobre Guerrero, hechas a partir de esta experiencia inicial, véase Rojas Rabiela, “Pedro Armillas y su obra en torno a Guerrero”.

40 Alcina, “Pedro Armillas”, p. 324.

41Pedro Armillas, “La formación de un arqueólogo”, mecanoescrito, 20 pp.; pp. 5-6. Citado en Alcina, “Pedro Armillas”, p. 328.

42 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 94.

43 Durand, “Por una antropología”, p. 131.

44 Durand, “Por una antropología”, p. 131. La referencia es la siguiente: “A Sequence of Cultural Development in Mesoamerica”, en Wendell C. Bennett, A Reappraisal of Peruvian Archaeology, Memoirs of the Society for American Archaeology, vol. 13, núm. 4 (Menasha, Wisconsin, Society for American Archaeology), 1948, pp. 105-111.

45 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 97.

46 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 20.

47 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 97.

48 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 97.

49 Durand, “Por una antropología”, p. 121.

50 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 21.

51 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 21.

52 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 97.

53 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 21.

54 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 98. Alfonso Caso ocupó la rectoría del 15 de agosto de 1944 al 24 de marzo de 1945.

55 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 21. El mismo Armillas se refirió con detalle a este episodio, resaltando que gracias a la confianza que infundió a los trabajadores de la excavación fue que uno de ellos le reveló que un vecino suyo había encontrado unas pinturas, que resultaron nada menos que las de Tepantitla, las del Tlalocan; en Durand, “Por una antropología”, p. 123.

56 Durand, “Por una antropología”, p. 121.

57 Durand, “Por una antropología”, p. 120.

58 Durand, “Por una antropología”, p. 124.

59 Durand, “Por una antropología”, p. 124.

60 Durand, “Por una antropología”, p. 124. El artículo citado es el siguiente: Armillas, “Teotihuacan, Tula y los toltecas: las culturas posarcaicas y preaztecas del centro de México. Excavaciones y estudios, 1922-1950”.

61 Armillas, “Nota bibliográfica, Por tierras ignotas, t. I, por Pedro R. Hendrichs Pérez, Editorial Cultura, México, 1945, 260 pp., 128 figs. (4 a color), 1 mapa”, en América Indígena, 1945, vol. V, núm. 3, pp. 258-261.

62“[…] llevar a cabo un reconocimiento arqueológico en la cuenca del Río de las Balsas (Estados de Guerrero y Michoacán) a fin de preparar información sobre esa región casi desconocida para la IV Conferencia de Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología […]. La expedición se compuso del autor, del señor Pedro Hendrichs y el señor Ignacio Bernal. Por mediación de Hendrichs, quien los había utilizado en sus viajes anteriores, conseguimos los servicios de José Terán, indio de lengua mexicana de Ixcatepec -ahora vecino de Arcelia, población mestiza de fundación reciente- y de su hijo Custodio, en calidad de mozos. Durante los días empleados en Arcelia en comprar caballos y disponer lo necesario para la marcha se decidió, basándonos en la información publicada de exploraciones anteriores en la región [Spiden, 1911; Brand 1942; Osborn, 1943] y en la experiencia del señor Hendrichs para la región comprendida entre Tetela y Zirándaro, el itinerario definitivo. La salida de Arcelia fue el 19 de Febrero y la llegada a Zihuatanejo el 24 de Marzo”. Este reporte, publicado en 1945, comprendió apartados sobre geografía, lingüística, arqueología, etnografía y arqueología (el mayor). En “Expediciones en el occidente de Guerrero: II, el grupo Armillas, febrero-marzo 1944”, Tlalocan, II: 1 (1945), pp. 73-91.

63 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 21.

64La memoria de esta IV Mesa Redonda se publicó al año siguiente: El Occidente de México, México, Sociedad Mexicana de Antropología, Cuarta Reunión de Mesa Redonda, 1947.

65La memoria de la IV Mesa Redonda se publicó al año siguiente: El Occidente de México, México, Sociedad Mexicana de Antropología, Cuarta Reunión de Mesa Redonda, 1947, p. 10.

66El Occidente de México, México, Sociedad Mexicana de Antropología, Cuarta Reunión de Mesa Redonda, 1947, pp. 74-76.

67La bibliografía de Pedro Armillas ha sido publicada varias veces. Véase, por ejemplo, Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, pp. 171-179; Rojas Rabiela, Pedro Armillas, pp. 367-375.

68Tlalocan, II: 1 (1945), pp. 73-85.

69Gamboa fue el “ejecutor de la política mexicana de asilo a los republicanos españoles”. En plena Guerra Civil española, organizó la gran exposición “Un siglo de grabado político mexicano”, que se presentó en Valencia, Madrid y Barcelona en 1937, y en París al año siguiente. “En 1939 y 1940 […], cumpliendo indicaciones del presidente Cárdenas y del ministro Bassols, organizó el transporte de millares de refugiados hacia Veracruz en los barcos Sinaia, Ipanema, Mexique y DeGrasse…”, Enciclopedia de México, 12 t., México, 1978.

70 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, pp. 140-141. Véase más información sobre Gamboa y Armillas en Durand, “Por una antropología”, pp. 125-127.

71Armillas relató: “Yo no me puedo declarar marxista, porque he leído muy poco de Marx, pero he leído a Engels y del materialismo histórico”, en Durand, “Por una antropología”, p. 126.

72 Durand, “Por una antropología”, p. 125.

73 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, p. 141.

74P. Armillas, en Durand, “Por una antropología”, pp. 126-127.

75Anales del INAH, 1949, vol. III, pp. 85-113.

76“Mesoamérica: sus límites geográficos, composición étnica y caracteres culturales”, Acta Americana, vol. 1, pp. 92-107, Washington, D.C., 1943.

77 Armillas, “Notas sobre sistemas de cultivo”, p. 189, nota 23.

78 Armillas, “Notas sobre sistemas de cultivo”, p. 161.

79 Armillas, “Notas sobre sistemas de cultivo”, p. 162.

80 Armillas, “Notas sobre sistemas de cultivo”, p. 164. Se refiere a “A Sequence of Cultural Development”.

81 Durand, “Por una antropología”, pp. 127-128. Este artículo fue publicado en Cuadernos Americanos, México, núm. 150, pp. 165-182.

82 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 83.

83 Durand, “Por una antropología”, pp. 129-130.

84 Durand, “Por una antropología”, p. 151; Lorenzo, “Pedro Armillas”, p. 22.

85 Durand, “Por una antropología”, p. 151.

86 Durand, “Por una antropología”, pp. 130-131. Este artículo fue citado páginas atrás.

87 Durand, “Por una antropología”, p. 131. Lorenzo da su propia versión: “Otro hecho importante para la formación de Armillas tuvo su origen en el seminario de antropogeografía, que se celebró en 1946, a cargo del doctor Robert C. West, sobre las chinampas del sur de la Cuenca de México. Allí coincidimos, él y yo, como estudiantes; por mi parte aprendí el manejo de la plancheta; para Armillas, el resultado fue un trabajo, ahora básico, firmado con West, sobre el sistema de cultivo de las chinampas”. Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, p. 141.

88 Durand, “Por una antropología”, pp. 131-132.

89 Alcina, “Pedro Armillas”, pp. 324-325; Pedro Armillas, “La formación de un arqueólogo”, mecanoescrito, pp. 5-6. Citado en Alcina, “Pedro Armillas”, p. 19.

90 Durand, “Por una antropología”, p. 132.

91Particularmente interesantes son los testimonios de su alumno Carlos Navarrete y de su colega y amigo J. L. Lorenzo, en Lorenzo, “Pedro Armillas”, pp. 35-39 y 51-57, respectivamente.

92 Lorenzo, “Pedro Armillas”, p. 37.

93 Durand, “Por una antropología”, pp. 133 y 149-150. Armillas no recordaba los nombres de los seminarios que dirigió, salvo uno sobre la guerra, que le había solicitado el director de la ENAH, Eusebio Dávalos Hurtado. En una biografía de Sanders escrita por Joyce Marcus se dice que en 1951 estuvo en la Enah, pero nada sobre la relación académica con Armillas, ni sobre su influencia sobre el joven arqueólogo; véase Marcus, “William Timothy Sanders 1926-2008, A Biographical Memoir”, Washington, D.C., National Academy of Sciences, 2011, p. 8.

94 Palerm, “Distribución geográfica de los regadíos prehispánicos en el área central de Mesoamérica”, pp. 30-64.

95“Tierra y agua”. El capítulo sobre las chinampas fue publicado con su título original: “El lago y el volcán, la chinampa”, en Rojas Rabiela, La agricultura chinampera, pp. 129-178.

96 Wolf, Sons of the Shaking Earth y The Valley of Mexico.

97 Palerm y Wolf, Agricultura y civilización en Mesoamérica.

98 Palerm y Wolf, Agricultura y civilización en Mesoamérica, p. 20. Sobre la influencia de este arqueólogo inglés sobre Armillas, él mismo se explayó en la entrevista a Jorge Durand. Durand, “Por una antropología”, pp. 130-131.

99Cuadernos Americanos, núm. 5, 1948, pp. 143-163.

100El ejemplo cumbre del empleo de este recurso en una investigación es, sin duda, su artículo “Gardens on Swamps”.

101El acervo de esta compañía se encuentra ahora en la Fundación Ingenieros Civiles Asociados (ICA).

102 Durand, “Por una antropología”, p. 134. Uno de esos mosaicos de fotografías aéreas tomadas en 1938, en Xochimilco-Tláhuac, sirvió a Armillas para el estudio de la distribución de la chinampería, publicado más tarde en su artículo “Gardenson Swamps”.

103 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 24. En ese trabajo de campo contrajo paludismo y parasitosis, según J. L. Lorenzo. Lorenzo, “Pedro Armillas”.

104Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, pp. 24-25.

105 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 83.

106 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 23.

107 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 23.

108Se refiere casi seguramente al siguiente texto, publicado poco después por Sanders, “The Anthropo-geography of Central Veracruz”, pp. 27-78.

109 Durand, “Por una antropología”, pp. 137-138.

110 Durand, “Por una antropología”, p. 149.

111Pedro Armillas, en Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, pp. 106-107.

112 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, pp. 108-109.

113 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 149.

114 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 114.

115 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, pp. 139 y 172 (Curriculum vitae); Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 25; Durand, “Por una antropología”, p. 139. En ese periodo Armillas se encargó de la redacción del Programa de Historia de América (Primera parte: América Precolombina), Unión Panamericana, Departamento de Asuntos Culturales, Ciencias Sociales (Estudios Monográficos II y VIII), Washington, D.C., 1957 y 1958. Programa reproducido en Rojas Rabiela, Pedro Armillas, t. I, pp. 319-434.

116 Durand, “Por una antropología”, p. 140.

117 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, pp. 139-140.

118Los detalles de este periplo los registra en parte el propio Armillas en la multicitada entrevista a Durand, “Por una antropología”, pp. 139-141.

119 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 127.

120 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 128.

121 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, pp. 25-26.

122Ignacio Armillas, información personal, agosto de 2018. Igual la referencia al libro en el cual se registra esta hipótesis: A 100 años de su descubrimiento, Alta Vista, se refieren a este proyecto conjunto si bien concentrándose en los trabajos en Alta Vista.

123 Durand, “Por una antropología”, p. 140.

124 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 26. Pedro Armillas, “Jardines en los pantanos”, en Rojas Rabiela, La agricultura chinampera, p. 201.

125Recogí esta experiencia personal en el artículo incluido en la compilación de los principales trabajos de Armillas, en Rojas Rabiela, Pedro Armillas: vida y obra, pp. 59-73. Véase también Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 26.

126Los alumnos fueron Jordi Gussinyer, Otto Schöndube, Arturo Oliveros, Lorenzo Ochoa, Emilio Bejarano, Luis Rodrigo, Alejandro Martínez Muriel, Linda Manzanilla, Manuel Gándara, Marcella Frangipane (becaria huésped, de la Universidad de Roma) y Teresa Rojas Rabiela.

127 Alcina Franch, “Pedro Armillas”, p. 323.

128La version original dice: “Pedro Armillas was a pioneer in the truest sense of the word. Few of those who heard his dicussions and presentations in the late fourties and early fifties will ever forget the impact of his statements on his listeners. To him, above all, is owed the reorientation or archaeological work in the Mexican highlands” (traducción de Teresa Rojas Rabiela). Wolf, The Valley of Mexico, p. 3.

129 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 48.

130 Alonso y Baranda, Palabras del exilio español, p. 98.

131 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, p. 140.

132 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, p. 142.

133 Alcina Franch, “Pedro Armillas”, p. 325.

134De ese proyecto resultó el siguiente artículo: “La ecología del colonialismo en el Nuevo Mundo”, pp. 5-9.

135 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 29.

136 Lorenzo, “Pedro Armillas”, en Güemes y García Mora, p. 139.

137 Durand, “Por una antropología”, p. 124.

138 Durand, “Por una antropología”, p. 121.

139 Durand, “Por una antropología”, pp. 122 y 123.

140 Lorenzo, “Pedro Armillas”, t. I, p. 27. Fue en esa ocasión cuando Jorge Durand le hizo la preciosa y multicitada entrevista. Durand, “Por una antropología”.

141 Alcina Franch, “Pedro Armillas”, p. 323.

142 Rojas Rabiela, Pedro Armillas: vida y obra.

1Una primera versión de este texto se presentó en la mesa de diálogo Antropólogos del Exilio Español, organizada por la Dirección de Estudios Históricos del INAH, de la Secretaría de Cultura, que tuvo lugar en el Museo del Caracol, Chapultepec, el 7 de junio de 2018, organizada por la doctora María Eugenia del Valle Prieto y la maestra Julieta Gil Elorduy, respectivamente. Agradezco a ambas esta oportunidad, así como al doctor Gerardo Sánchez Díaz, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, por haberme facilitado los documentos resguardados en el Archivo Histórico de El Colegio de México aquí citados. Por igual agradezco al doctor Ignacio Armillas, hijo de Pedro Armillas, por sus observaciones, que procuré incorporar, así como a los dictaminadores de Historia Mexicana por sus atinadas observaciones

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