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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.66 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2017

 

Reseñas

Aurelia Valero Pie, José Gaos en México. Una biografía intelectual, 1938-1969

Carlos Illades1 

1Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, México

Valero Pie, Aurelia. José Gaos en México. Una biografía intelectual, 1938-1969. México: El Colegio de México, 2015. 490p. ISBN: 978-607-462-745-9.


Son escasas las biografías intelectuales en la historiografía mexicana, quizá porque se trata de un género difícil que requiere tanto de una información muy completa del biografiado, la cual proporcionan los archivos personales y la hemerografía, como un amplio conocimiento de los contextos en que vivió y produjo su obra. Con el añadido, además, de que la vida no explica la obra, pero ésta es incompresible sin aquélla. Por tanto, conocer la trayectoria vital del personaje es apenas el comienzo, la obra negra de un trabajo que acaba por hablarnos de las ideas, sus referentes y significados.

Esta empresa ardua y meticulosa la emprende Aurelia Valero en José Gaos en México, un texto que abruma al lector no por malas razones dado que su manufactura es impecable, sino porque después de sus casi 500 páginas queda la sensación de que ya está dicho todo, que no hay manera de encontrar una rendija por donde aventurar una interpretación propia sobre el relato biográfico, o cuando menos alguna pregunta que no esté respondida antes de siquiera formularse. Bien visto, esto podría constituir también una ventaja para el lector porque le permite seleccionar, con la holgura que dan las cuatro partes del libro (José Gaos en el exilio, transterrado, filósofo y traductor, "maestro de maestros"), de acuerdo con sus preferencias y preocupaciones. Eso es lo que intentaré.

José Gaos en México. Una biografía intelectual, 1938-1969, muestra las distintas facetas de la actividad profesional del maestro asturiano, su formación en España y las redes intelectuales que conformó en México, el vínculo de Gaos con sus colegas filósofos exiliados y las tentativas de rompimiento con su maestro Ortega y Gasset, la incorporación del asturiano a las instituciones de educación superior y el trato con los académicos mexicanos (signado por la cooperación, la rivalidad y a veces la envidia), sus inclinaciones políticas y la aceptación complaciente del autoritarismo estatal, el diálogo de Gaos con las corrientes filosóficas contemporáneas, además de sus problemas cardíacos y algunas de sus pasiones íntimas que intentó sublimar filosóficamente.

José María Enrique Esteban Gaos y González Pola, Pepe para sus amigos, fue muchas cosas (investigador, traductor, forjador de instituciones) pero sobre todas ellas fue un maestro, "maestro de maestros" lo llama Valero Pie en la sección final del libro. Ahora bien, el éxito de su labor no solo fue resultado de su vocación y saber, también fue posible porque a su llegada a México en 1938 existían las condiciones institucionales para la práctica de la filosofía profesional. De hecho, había ya tres generaciones de filósofos precedentes: de Gabino Barreda a Antonio Caso, pasando por Porfirio Parra y José María Vigil, entre los líderes intelectuales más conocidos. Asimismo, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional funcionaba desde 1924, el Fondo de Cultura Económica a partir de 1934, y La Casa de España en México desde 1938, proyecto este último que convocó al entonces rector de la Universidad Central de Madrid, de tal manera que, pese al desnivel entre las respectivas academias, el aporte del exilio dentro del campo filosófico fertilizó al suelo mexicano.

El trasterrado asturiano actualizó las corrientes idealistas dominantes (i.e. el vitalismo bergsoniano del Ateneo de la Juventud) manteniendo a raya el neokantismo acaudillado por Francisco Larroyo en la Universidad Nacional. Y entabló también un malogrado diálogo con el marxismo, la filosofía analítica y el positivismo lógico. Además, Gaos introdujo el existencialismo en nuestro medio, empezando por la edición castellana de El ser y el tiempo, labor que le consumió ingente tiempo y varios cientos de las aproximadamente 16 000 páginas traducidas que legó a la posteridad. La lucha por adecuar los polisémicos conceptos heideggerianos al español, lengua que no escatima en el empleo de palabras y giros retóricos, constituye uno de los apartados mejor logrados de José Gaos en México. Al respecto, Valero Pie reproduce el balance elaborado por Antonio Castro Leal acerca del libro seminal de Martin Heidegger, de tal manera que en el recuento del erudito mexicano debemos a Gaos "la formación de un léxico filosófico español que, con cierta unidad y sistema, puede dar una idea de la rica terminología de la filosofía alemana moderna" (p. 309).

La traducción representaba para el filósofo asturiano una manera adicional de comunicarse con los alumnos más allá del aula, de fortalecer su aprendizaje, pues como relató Elsa Cecilia Frost, una de sus discípulas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM,

Es claro que Gaos y Roces realizaban en el Fondo de Cultura Económica algo que nos inculcaban en la Facultad: la profesionalización. Parece muy fácil decirlo, pero era muy complejo y se manifestaba de varias maneras. Por una parte, en clase a los dos les gustaba acudir a las fuentes originales y nos exigían que nosotros lo hiciéramos; pero tropezábamos con la limitación de la carencia de idiomas: prácticamente nadie leía griego como para acercarse a Aristóteles (de aquí surgió una Antología griega, recientemente reeditada por la UNAM) y muy pocos alemán (de aquí la necesidad de traducir y prologar al español El ser y el tiempo de Heidegger, primera lengua a la que se tradujo); igual ocurría con Roces, quien se vio obligado a trasladar a Marx, Engels, Luckács y muchos otros que eran indispensables en sus cursos.1

El mismo Gaos refirió con modestia su competencia lingüística:

[...] aunque traduzco el alemán como he dado voluminosamente pruebas y que aunque también traduzco el inglés, el no haber estado en países de lengua alemana ni inglesa hace que no hable ninguna de las dos lenguas. Las conferencias en el extranjero las he dado en francés o en español con traductor. Acaso podría leerlas en alemán.2

La veta existencialista de Gaos conduce al grupo Hiperión, de Emilio Uranga, Luis Villoro y Leopoldo Zea, entre otros, el cual emprende la tarea de resolver las aporías de la filosofía de lo mexicano, dejando de lado el provincianismo de sus proposiciones e incorporando el instrumental teórico proporcionado por la fenomenología alemana, ofrecida en el mercado editorial mexicano gracias también al transterrado asturiano. De la traducción de Las investigaciones lógicas, de Edmund Husserl, Antonio Caso comentó: "muchas versiones de libros filosóficos alemanes, después de ponerse en castellano, continúan en alemán. Gaos, en cambio, brindó al público de habla española el libro de Husserl, en prosa idónea y cabal" (p. 308n).

Menos relevante que el magisterio fue la obra escrita del filósofo asturiano, primero atenta a cobrar distancia de Ortega, después empeñada en desarrollar una línea propia. José Gaos en México narra detalladamente la pretensión casi obsesiva del transterrado español de lograr la consagración intelectual por medio de la palabra impresa. No obstante, la posteridad lo recordará más por sus traducciones de Hegel, Heidegger y Husserl, que por De la filosofía, Del hombre o por la Historia de nuestra idea de mundo; más por sus discípulos destacados en los campos de la filosofía y la historiografía, que por los textos con su firma. Un frío recibimiento acogió a De la filosofía al despuntar la década de 1960. Únicamente Villoro trató de rescatar el libro del naufragio, nos dice Valero Pie.

En un espectáculo de malabarismo, el discípulo no sólo equilibró con destreza el elogio y la crítica, la admiración y el distanciamiento, sino que también se aventuró por la cuerda floja de la "salvación", la salvación del maestro. Tal es al menos la impresión que desprende el esfuerzo -presente en cada frase y en cada párrafo- por vincular el pensamiento de Gaos con las corrientes filosóficas del día. Ello explica que insistiera en subrayar la originalidad frente a Husserl y que lo situara en un diálogo preferente con Russell y con los existencialistas (pp. 290-291).

El maestro español, que había contribuido a la reimplantación de la filosofía alemana en México, quedaba rezagado.

Otra vertiente de las enseñanzas de Gaos se sitúa en la intersección de la filosofía con la historia. Tan importante como haber abonado el terreno filosófico para desarrollos posteriores, lo fue la difusión del historicismo en la historiografía mexicana. Si con Minerva tuvo a Luis Villoro, con Clío Gaos procreó a Edmundo O'Gorman. Dentro del "Seminario para el estudio del pensamiento­ de los países de lengua española" -que arrancó en El Colegio de México en 1949 y después se trasladó a la UNAM, donde funcionó hasta principios de la década de 1960- se configuró la problemática teórica del historicismo, centrada en dar cuenta de la inadecuación de los conceptos a las realidades históricas específicas, orientada también a buscar el "sentido" de los acontecimientos históricos. Acaso el ejemplo más brillante en esta perspectiva fue La Invención de América (1958), de O'Gorman, reconocido por su talento desde un principio por el profesor asturiano y a quien Valero Pie atribuye con razón el haber abierto "el camino a la reflexividad histórica" (p. 363). El subtítulo del laureado libro condensa la preocupación filosófica de esta corriente al introducir la pregunta acerca del "sentido del devenir". Después de constatar que América no es América sino hasta que no se hace de un espacio conceptual dentro de la conciencia occidental, el historiador descubre el sentido de su devenir en la realización del programa de Occidente en el Nuevo Mundo "bajo el signo de la libertad". Embelesada con esta perspectiva, la historiografía mexicana dejaría pasar una generación para tomar en serio los desarrollos historiográficos que llegaban de Francia con los Annales, de Inglaterra con la historia desde abajo y de los Estados Unidos con la cliometría.

Si historia y vida se funden, según pensaban Bergson y Croce, no cabe duda que la trayectoria de Gaos lo demuestra, como ahora sabemos con certeza gracias al espléndido libro de Valero Pie. También corroboramos que su vida estuvo a la altura de su talla intelectual, pues el "maestro de maestros" encontró en "la tranquilidad de conciencia" de los últimos años la justa retribución a su paso por el mundo. Por eso, llegado el momento, moriría satisfecho.

1Víctor Díaz Arciniega, Historia de la casa. Fondo de Cultura Económica, 1934-1994, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 99.

2Valero Pie, José Gaos en México, p. 311 n.

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