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Estudios sociológicos

On-line version ISSN 2448-6442Print version ISSN 0185-4186

Estud. sociol vol.38 n.112 Ciudad de México Jan./Apr. 2020  Epub May 22, 2020

https://doi.org/10.24201/es.2020v38n112.1884 

Nota de investigación

Investigar a las élites: problemáticas y reflexiones sobre la metodología cualitativa

Studying Elites: Problems and Considerations on Qualitative Methods

Mónica Eugenia Moreno Rubio1 

1Universidad Autónoma de Querétaro, Querétaro, México, monica.moreno@uaq.mx


Resumen:

En este trabajo se presentan algunas razones por las cuales se realizan pocos estudios cualitativos de élites, especialmente cuando se trata de élites intelectuales en una localidad específica. A partir de una investigación en la ciudad de Querétaro, México, se plantea la importancia de la claridad conceptual, además de los desafíos y obstáculos que se enfrentan como investigadores, por lo que se ofrecen opciones útiles en el trabajo de campo. Se hace énfasis en la capacidad y habilidad de los investigadores para adaptarse a los distintos escenarios que este tipo de investigación presenta. Aunque algunas situaciones son de carácter anecdótico, se utilizan como ejemplos para ilustrar la manera en que, desde nuestra trinchera, pudimos lograr un buen trabajo de campo a pesar de las adversidades.

Palabras clave: investigación cualitativa; élites; intelectuales; metodología; entrevista

Abstract:

In this paper we intend to discuss some reasons for a relative scarcity of qualitative studies on elites, especially on intellectual elites at a specific location. From a study completed in the city of Queretaro, Mexico, we consider relevant to discuss the importance of conceptual clarity is considered as well as some challenges and obstacles that we, as researchers, may face in fieldwork; therefore, some useful alternatives are given, emphasizing that capacity and ability of researchers to adapt ourselves to different scenarios presented by this kind of research are of the utmost importance. Although some situations I faced are of anecdotic nature, I consider them as pertinent examples on how, from our trench, we can complete a good fieldwork despite of some adversities.

Keywords: qualitative research; elites; intellectuals; methodology; interview

Según diversas fuentes, la investigación sociológica cualitativa de élites no es frecuente en comparación con otro tipo de estudios debido a razones que se analizan más adelante. En este documento se presentan algunas experiencias que desafiaron aspectos metodológicos de la investigación sobre las élites intelectuales realizada en la ciudad de Querétaro. El objetivo es, primero, enfatizar la importancia de establecer conceptos claros al buscar a los individuos que se consideran intelectuales, y segundo, comparar brevemente lo que otros investigadores han experimentado en términos de metodología en estudios de caso cualitativos sobre élites que, aunque no precisamente de intelectuales, sí arrojan luz sobre aspectos o desafíos que se encuentran en trabajos de esta índole. Algunos de los retos que se discutirán consisten en la supuesta posición subalterna del investigador frente a un miembro de la élite, la evaluación a la que aquél está sujeto, las condiciones que -aparentemente- determinan si tenemos acceso o no a este tipo de informantes, el problema de que un entrevistado hable demasiado sin aportar a la investigación y el replanteamiento de nuestra posición como investigadores en situaciones inesperadas con miras a no perder el control de la entrevista.

El grueso de la literatura publicada sobre élites consiste sobre todo en ensayos históricos, reflexiones o análisis comparativos de élites del poder, y son más frecuentes los de carácter político y económico, o se tiende a conmensurar cuantitativamente los efectos de sus acciones, su movilidad o circulación. Como ejemplos se pueden citar la investigación de Nutini (1995) sobre la circulación de las élites o la de Reis (2000) respecto de la percepción de la pobreza por parte de este grupo. Asimismo, Sánchez (2004) hace un estudio cuantitativo de la relación entre las élites políticas y los líderes; Jaramillo (2005) analiza históricamente la percepción que tienen las élites de la naturaleza, y Mercado (2012) examina la relación de las élites con la criminalidad en el mundo. Otro estudio de corte histórico sobre élites económicas lo encontramos en Hora (2014), mientras que Iturriaga (2016) centra su atención en la relación de las élites con el racismo. Krozer (2018) destaca la posición de élite respecto al ingreso, y la relación de las élites políticas y económicas y su influencia en y desde el poder son analizadas, entre otros, por Loaeza (2001), Boitano (2015), Romero (2011) y Salas (2014).

Se observa, por otra parte, que las investigaciones sobre élites intelectuales −en las que me enfoco− son aún más exiguas. En varios casos se dedican a la biografía o al análisis ideológico de los intelectuales y su deber ser (Paoli, 1991; Said, 1994); se centran en algún momento histórico relevante o en cierto territorio (Krauze, 2014; Rodríguez, 2014) o realizan cotejos utilizando bases de datos sobre los intelectuales más reconocidos de un país entero (Camp, 1995). Sin restar mérito a los resultados de la literatura científica, hay que reconocer que el estudio cualitativo y local de los intelectuales ha sido pasado por alto cuando es precisamente en estas esferas microsociales donde es posible encontrar respuestas a un sinnúmero de problemáticas.

La escasa frecuencia con que se realizan estos estudios se explora en artículos y ensayos que exponen que, por un lado y como científicos sociales, aparentemente nos vemos atraídos por fenómenos inherentes a otros sectores de la población, y, por otro, hay una idea generalizada de que investigar cualitativamente a las élites mediante estudios de caso entraña dificultades para tener acceso a ellas y que, sorpresivamente, hay cierta “especificidad” metodológica en este campo, en el sentido de que las técnicas empleadas no siempre resultan útiles, o porque el papel del investigador se ve reducido al de un subalterno en una relación de poder que le impide desempeñarse adecuadamente y extraer información relevante para su trabajo.

Dexter (2012) entiende la entrevista a élites como un caso especial de técnica “no estandarizada” que se realiza

  1. Al enfatizar la definición de la situación por el entrevistado.

  2. Al animar al entrevistado a estructurar el relato de la situación.

  3. Al permitir que el entrevistado introduzca en medida considerable […] sus nociones de lo que considera relevante, en lugar de depender de las nociones del investigador sobre relevancia (p. 24).

Si concordamos con Dexter, las élites hablan de cualquier cosa que consideren pertinente y no necesariamente relacionada con el objetivo de la investigación que se realiza. Debido a ello, Ware y Sánchez (2012, p. 11) argumentaron que la introducción de nociones que “enseñarían” al investigador a identificar los problemas relevantes sólo podría hacerse de manera limitada.

De igual modo, algunos de estos obstáculos metodológicos y epistemológicos han sido cuestionados por Ostrander (1995) y Gessaghi (2011). Ostrander explica que no es precisamente una metodología especial la que debe seguirse, sino que el desafío radica en saber manejar las situaciones que se pueden presentar en el campo y no dejar que, debido a éstas, la investigación se salga de control. Gessaghi, por su lado, expone que no siempre hay una relación de subalternidad impuesta al investigador en un escenario donde el entrevistado tiene una posición de poder en la medida en que podemos negociar dicha posición utilizando diversas maniobras.

En términos generales, esta investigación trata sobre la forma en que los intelectuales queretanos reproducen ciertos elementos simbólicos del sistema de valores local, como la paz y el temor a la otredad o la desconfianza al extraño. Lo que se intentó evidenciar fue, por un lado, las partes del sistema social local en que se ubican y actúan los intelectuales, y por otro, cómo y según qué mecanismos sociales producen hegemonía en términos de la reproducción de ciertos valores y elementos simbólicos que crean un orden social específico en la ciudad de Querétaro.

Ahora bien, dado que este trabajo se centra en cuestiones metodológicas, se abordará primero la aparente dificultad de encontrar intelectuales en ciudades relativamente pequeñas, como Querétaro. De manera anecdótica hay que señalar que las primeras observaciones de algunos investigadores fueron en el sentido de la posibilidad real de encontrar intelectuales ahí. Sin embargo, en el cúmulo de definiciones sobre el concepto de intelectual no encontramos ninguna que señalara que para serlo debía ser una figura reconocida nacional o internacionalmente, pues este tipo de élite está circunscrita a la divulgación o reproducción de símbolos y valores, y tiene a su disposición un auditorio amplio en términos reales (Camp, 1995), cuestiones que −ciertamente y es lo que sostengo− se cumplen tanto nacional como localmente.

Según estos prerrequisitos, derivados de la definición de intelectual, atendimos a las variables necesarias para identificar a los sujetos de investigación en esa ciudad. Una de estas variables fue la publicación frecuente en medios de comunicación, sobre todo periódicos, diarios impresos y, en su caso, su versión electrónica, radio y libros, donde se hiciera divulgación o se reprodujeran los símbolos o valores en los que se centró este trabajo. Vale la pena señalar que la importancia (tiraje) del medio de comunicación no fue determinante, sino la frecuencia con la que estos personajes publicaban y la presencia de dichos símbolos.

Al identificar a cierta cantidad de intelectuales cuya influencia fue identificada en esos términos, se les preguntó a quiénes de sus pares consideraban influyentes. Destaco que es probable encontrar élites intelectuales que no se consideran a sí mismas como tales −probablemente por el contenido simbólico de la palabra o por algún sesgo de deseabilidad social−; sin embargo, depende mucho del concepto construido para definir si se continúa con el sujeto o no. Además, es posible extraer información valiosa y que dicha persona conozca a otros miembros de la élite y nos contacte con ellos.

Si bien la lista obtenida no fue larga porque algunos nombres se repitieron, el que los primeros entrevistados los hubieran mencionado como intelectuales −dato que se les informó a los señalados al buscar una cita− contribuyó, sin duda, a que la mayoría accediera a participar en el proyecto. El procedimiento de preguntar a quién se consideraba como intelectual queretano se repitió a lo largo del trabajo de campo con todos los entrevistados, lo que desencadenó el conocido efecto bola de nieve.

En otras ocasiones, al comentar los avances de investigación con compañeros de trabajo, ocurrió que alguno conocía a un intelectual queretano señalado como tal por un entrevistado, pero que debido a su influencia y posición de poder era difícil establecer comunicación con él. Las características de un estudio de caso centrado en una ciudad como Querétaro habilitan las posibilidades de que las redes de relaciones nos contacten con quienes se pensaba que estaban fuera de nuestro alcance. Ante el ofrecimiento de un compañero, se logró la entrevista requerida. En este sentido, “las estrategias bien pensadas para obtener acceso y establecer relación son usualmente útiles o necesarias. Sin embargo, la suerte y disposición para aprovechar oportunidades han probado ser igual de valiosas” (Ostrander, 1995, p. 134).

Ostrander enfatiza que en sus estudios de caso utilizó sus propios círculos y actividades para iniciar el contacto con los sujetos; esto quiere decir que la investigación cualitativa de élites intelectuales puede comenzar a partir de las redes de relaciones que el propio investigador teje a lo largo de su carrera, lo que no afecta la calidad de su trabajo ni la objetividad en el tratamiento de los datos. Lo anterior viene a cuento porque -y en esto coinciden Ostrander y Gessaghi-, como investigadores, debemos hacer “los contactos adecuados, por lo general en el orden correcto… [y] saber apreciar la disposición de los sujetos a participar, pero jamás comportarse de manera deferente o servil” (p. 134). Esto tiene un doble significado: primero, es importante subrayar que, en el caso de las élites intelectuales queretanas, la opción de dejar la entrevista en el anonimato o utilizar un pseudónimo fue tajantemente rechazada por los sujetos, lo cual se refuerza por el hecho de que, como investigadores, debemos saber exactamente quiénes son los entrevistados, factor que además les resultó agradable; segundo, hay desventajas, ya que los entrevistados pueden conocernos personalmente y asumir su posición de élite frente a nosotros. Sin embargo, reconocer su posición, saber que estamos siendo evaluados y asumirnos como investigadores no significa que debamos comportarnos como subalternos, pues eso implicaría perder el control de la entrevista.

Respecto a la evaluación que las élites hacen del investigador, Ostrander remarca que se puede “tener acceso y extraer información útil de ellos si se conoce a alguien que ellos conocen y respetan” (p. 136). En el caso de este estudio, además de informarles que habían sido señalados como intelectuales, otros datos prácticos para acceder a las élites locales fueron el origen y el apellido, pues de 22 casos 15 preguntaron si era queretana y a qué familia pertenecía. La respuesta afirmativa y la pormenorización de la ascendencia familiar resultó favorecedora en términos de apertura y disposición a contestar la entrevista.

Otro problema aparente lo expone la antropóloga Gessaghi, quien comenta que en sus primeras experiencias tenía grandes preocupaciones por su vestimenta:

En esos primeros encuentros no podía más que dejarme conducir por los entrevistados, aceptar con poca resistencia lo que imponían, abrumada por nuestras diferencias. Pero ese estado en el campo fue cambiando. Los sujetos me fueron enseñando y yo fui asegurándome en mi propia posición, de modo que, con el tiempo, pude negociar ciertas cosas e imponer otras sin estar tan preocupada por su aceptación −como, por ejemplo, dejar de disfrazarme para ir a las entrevistas (Gessaghi, 2011, p. 20).

En otras palabras, si bien en algún momento hay preocupación sobre cómo nos percibirá el otro dependiendo de nuestro aspecto, en mi experiencia tal detalle difícilmente influyó en la relación entrevistado-investigador.

Otro escenario probable en la investigación cualitativa de élites, señalado por Ostrander, es la concreción de una cita. Mostrar disposición a acudir a la hora y en el lugar que nuestros sujetos indiquen será útil, pues evidencia que sabemos reconocer que pueden tener problemas para hacerse un espacio y recibirnos. Sin embargo, si cancelaran la entrevista y la postergaran para otro día, no debemos negarnos, aunque sí aclarar que nuestra posición como investigadores no puede ni debe interpretarse como subalterna; también podemos hacerles saber que mientras se llega el momento, procederemos a entrevistar a las otras personas -conocidos de ellos- que sí respetaron el compromiso.

Uno de los problemas más frecuentes en este tipo de investigación es cuando nuestro sujeto resulta especialmente elocuente −lo que fue usual en las élites intelectuales locales−, pero no aporta nada sustantivo a la investigación y no sabemos cómo pararlo. “Mantener un nivel adecuado de control sobre la entrevista exige desafiar las inclinaciones de las élites a ‘sólo hablar’ −con facilidad y en abundancia, pero no necesariamente sobre los aspectos que más interesan al investigador” (Ostrander, 1995, p. 140). Ostrander, en su caso, cuenta que dejaba de tomar notas y miraba al entrevistado, pero también es posible recurrir a otro lenguaje no verbal si estamos utilizando grabadora y no cuadernillo de notas. Hacer gestos que denoten genuino interés por lo que nos está diciendo facilita la interacción con el entrevistado, pero cuando se esté desviando del tema será útil señalar con el dedo índice, en un rápido y ligero movimiento afirmativo oscilante, lo cual suele volver la atención hacia el investigador y expresar que estamos listos para hacer más preguntas. En ese caso es apropiado hacer la pregunta que logre regresar la entrevista a la investigación.

Lo anterior es ilustrativo de una situación en la que un miembro de la élite política es señalado como intelectual. En el caso de esta investigación se entrevistó a dos exgobernadores del estado. En diversas ocasiones se percibió que las respuestas se desviaban para, en su lugar, enfatizar los logros obtenidos durante su gestión. Debemos tener en cuenta, como investigadores, que esa información puede no ser relevante en la entrevista, pero es importante escuchar y dejar que el entrevistado hable sobre el tema porque eso dará pie a que, cuando finalice, se establezca una relación positiva de aceptación y confianza entre ambos. Podemos utilizar lo que dijo para contextualizarlo y atraer la atención hacia nuestras preguntas, por ejemplo: “Desde su gestión como gobernador, que ya comentó, ¿este fenómeno [el de nuestro interés] ya lo había observado? ¿Dónde o cómo?”.

Encontramos casos de intelectuales que, habiendo aceptado la reunión, se negaban a responder las preguntas con un simple “ah, ya sé por dónde vas”, sin dejar espacio alguno para abundar. En un caso específico, el entrevistado accedió a contestar si enviábamos el cuestionario por correo electrónico otro día, a lo cual accedimos respetuosamente. Un par de días después enviamos el instrumento y le hicimos notar que su hermano, otro reconocido intelectual, ya había respondido a la entrevista de manera satisfactoria. De este modo dejamos entrever dos hechos: primero, que no era nuestra única fuente para llevar a cabo la investigación y, segundo, que otras personas a quienes él conocía ya habían participado.

A pesar de estos obstáculos, en ningún momento hubo condescendencia ni esa mezcla de apertura y disposición a la que recurren para demarcar claramente nuestro lugar −escenario que llega a ser intimidante−. Por el contrario, fue mucho más frecuente encontrar una necesidad de demostrar lo bien informados que estaban sobre un tema en especial; es decir, que están “a cargo”, detalle que fue más notorio cuando algunos de los sujetos nos regalaban su libro más reciente.

Las élites están acostumbradas a estar al mando y están acostumbradas a que los demás los respeten. Además, están acostumbradas a que se les pregunte lo que piensan y que eso que piensan sea de importancia para las vidas de los demás. Estos hechos sociales pueden resultar en que el investigador sea demasiado deferente y se preocupe demasiado por establecer una sintonía positiva. Puede resultar también en que el investigador sobrevalore la importancia de lo que las élites tienen que decir, asumiendo, por ejemplo, que necesariamente saben más y mejor sobre lo que sucede en una organización. He encontrado que estas presunciones comunes de parte tanto de la élite sujeto de estudio y del entrevistador deben desafiarse activamente desde el inicio de la entrevista para que ambos puedan trabajar juntos en la construcción de una entrevista útil (Ostrander, 1995, p. 139).

Para establecer un control efectivo sobre la entrevista y la “sintonía positiva” a la que nos referimos, al exponer este problema Ostrander utilizó una estrategia que fue no verbal: en una ocasión la citaron en un restaurante seleccionado por un miembro de la élite y la investigadora llegó antes de la hora prevista, con lo que estableció un dominio inicial sobre el espacio donde se realizaría la entrevista. Sin embargo, hay veces en que eso no es posible, aun así tenemos oportunidad de retomar el control de la situación. Por ejemplo, un intelectual nos citó en un restaurante alejado del centro de trabajo. Al llegar, nos hicieron pasar a donde estaba el entrevistado: en una larga mesa, junto con unas quince personas, que desayunaban y platicaban entre ellas sobre política. Todos eran miembros de la poderosa élite empresarial del estado y departían con un miembro de la élite política estatal cuyo partido había salido triunfante en las elecciones federales de 2018.

Como ajenos a las élites que estaban ahí representadas, es innegable que el escenario fue sorpresivo. Sin embargo, la experiencia en la investigación cualitativa nos provee de herramientas que evitan que ciertas situaciones lleguen a ser tan intimidantes que resulten en una pérdida del control de la investigación. Sin dejar que el recelo se desbordara, nos acomodamos en la cabecera de la mesa y aceptamos lo que los diversos meseros ofrecieron mientras el sujeto de interés aclaraba que no se nos cobraría lo consumido. Sin recato, como si estuviéramos acostumbrados, recibimos un sinfín de atenciones, equilibrando el respeto a los presentes con cierto lenguaje no verbal que mostraba comodidad con la situación; en otras palabras, y en apoyo a lo que sostiene la autora mencionada, no nos comportamos como “invitados” para evitar socializar (p. 140).

Observamos y oímos con cuidado lo que en la mesa se decía, sin dejar de escuchar al entrevistado, que intentaba atraer la atención hacia sí. Posteriormente, el líder de la reunión nos invitó a recorrer su casa, lugar por demás ostentoso. El entrevistado, miembro de la élite intelectual y empresarial, al encontrarse entre sus pares, se dio cuenta de que su importancia se vio diluida en cierta medida, lo que, a la larga, lo llevó a insistir en encontrar un lugar cómodo donde la entrevista pudiera llevarse a cabo. De todos modos, él sabía que lo que tenía que decir era muy importante, pero no hicimos hincapié en ello. Al final, la entrevista fue muy útil y el entrevistado quedó satisfecho con ella.

Finalmente, Ostrander insiste en que no hay que programar más entrevistas después de la que estemos haciendo. Sin embargo, también es necesario señalar que fue más fácil indicar que la duración aproximada del encuentro sería, por ejemplo, de una hora, para que tuvieran la posibilidad de programar su tiempo de manera adecuada, pero fuimos enfáticos al comentar que podían extenderse un poco más si deseaban abundar en algún aspecto.

Estas situaciones imprevistas se controlaron con éxito sin que fuera necesario “inventar” una metodología especial. Las mismas preguntas se hicieron a todos los sujetos de estudio y, ciertamente, algunos hablaron más que otros de sus intereses. La clave, entonces, no está en dejar que el miembro de la élite “construya” o “dirija” la investigación porque, supuestamente, sabría más que los investigadores sobre el tema en cuestión. Al contrario, como científicos sociales sabemos de qué estamos hablando y qué datos necesitamos obtener al emplear cierta técnica. Lo que es distinto es la forma en que establecemos o retomamos −en su caso− el control de la entrevista cuando los sujetos parecen desviarse o plantearnos desafíos que, repito, no son en absoluto infranqueables.

El estudio cualitativo de élites, y específicamente sobre las intelectuales, no es común en sociología y hay pocos trabajos. Las razones por las que son relativamente escasos se centran en los problemas de acceso a estos círculos de poder y a una supuesta necesidad de aplicar técnicas especiales que, como se vio, dista mucho de llevarse a cabo en el campo de investigación. El aspecto de la “subalternidad” es un mito, pues como investigadores nos acercamos a estos sujetos para obtener conocimiento científico y no en posición de reverencia. Por lo tanto, es más bien la pericia y la astucia del investigador lo que entra en juego, ya que las técnicas que normalmente utilizamos van acompañadas de los ajustes estratégicos que realizamos y que son propios de cada investigador, acordes a la ocasión en que nos encontramos.

Se expusieron situaciones que pueden presentarse en una investigación de élites; por ejemplo, cuando un intelectual se resiste a contestar las preguntas y ofrece alternativas que podemos aprovechar, o cuando, por el contrario, la elocuencia de nuestro sujeto de investigación llega a un punto en el que no está respondiendo ni aportando nada a la entrevista, pero podemos utilizar nuestras habilidades para regresar al cauce a nuestro entrevistado.

No es necesario crear una metodología específica ni un instrumento especial. Sin embargo, sí debemos estar al tanto de que la flexibilidad y la imaginación técnica y sociológica del investigador son elementos de gran importancia que permitirán plantear escenarios posibles en el campo y adaptarse a las distintas situaciones que se presenten al desahogar una entrevista en este tipo de investigaciones.

Referencias

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Recibido: 17 de Junio de 2019; Aprobado: 17 de Octubre de 2019

Acerca de la autora:

Mónica Eugenia Moreno Rubio es socióloga y maestra en ciencias sociales por la Universidad Autónoma de Querétaro. Actualmente cursa el doctorado en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad en la Facultad de Filosofía de la misma universidad, institución donde ha desarrollado actividades de docencia e investigación. Sus principales temas giran en torno a la teoría de sistemas sociales, la sociología analítica y los estudios socioculturales. Ha realizado investigaciones sobre temas como tolerancia, migraciones, élites intelectuales y sistemas de valores.

Uno de sus trabajos más recientes es:

1. (2019). Teoría de sistemas y mecanismos sociales: los actores actuantes en el proceso de realimentación sistémica. RELACSO. Revista estudiantil de ciencias sociales (Flacso-México), 8(14), 1-22.

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