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Anales de antropología

On-line version ISSN 2448-6221Print version ISSN 0185-1225

An. antropol. vol.55 n.2 Ciudad de México Jul./Dec. 2021  Epub May 16, 2022

https://doi.org/10.22201/iia.24486221e.2021.78132 

Artículos

Santiguando con asta de venado: Una aproximación al ritual del santiguador *

Santiguando with deer horn: An approach to the ritual of Santiguador

Jair Obed Rodriguez Bustamante1 

1 Soft Matter, Energy and Society Research Institute. Calle Juan XXIII s/n, Lambayeque, Lambayeque, Perú. Correo electrónico: jaobed@outlook.com.


Resumen

Este artículo es parte de una serie de investigaciones realizadas por el autor sobre el santiguador, especialista ritual presente en las poblaciones tradicionales del departamento de Lambayeque-Perú, que a diferencia del “maestro curandero” o la “partera”, no se le ha prestado el estudio y la atención debida. Durante las entrevistas realizadas a santiguadores en diferentes pueblos del departamento de Lambayeque, no se había registrado el antecedente del uso del asta venado por parte de este especialista ritual, a diferencia del uso del mismo por los maestros curanderos o chamanes. Es por ello, que la investigación está basada en la entrevista realizada a doña Santos Benavides, quien utilizaba para el ritual del santiguado un astacachito de venado. Además, se contextualiza la presencia del venado y el uso de sus osamentas en el registro arqueológico, etnohistórico y etnográfico en los Andes Centrales, dando especial énfasis a la costa norte del territorio peruano. Esto permitirá al lector aproximarse al entendimiento del ritual del santiguador. Las investigaciones realizadas sobre especialistas rituales -también llamados especialistas en medicina tradicional-, en especial sobre el santiguador, son apremiantes debido a la pérdida o retroceso de la presencia de este personaje en las poblaciones tradicionales, ocasionando que sus prácticas y rituales estén en proceso de repliegue o desaparición. En general, este artículo reabre el estudio sobre los especialistas rituales de las poblaciones tradicionales del departamento de Lambayeque, tema que se había dado por culminado, mostrando interés en un territorio que requiere mucho más esfuerzos en este campo de la investigación.

Palabras clave: Especialista ritual; ritual del santiguado; enfermedad popular; región de Lambayeque; Antropología

Abstract

This article is part of a set of research carried out by the author about the santiguador, a ritual specialist present in the traditional populations of Lambayeque region in Peru that unlike the “maestro curandero” or the “partera”, has not be given the due attention and study. During the interviews carried out to santiguadores from different towns in Lambayeque region, the antecedent of the use of the deer antler by this ritual specialist had not been recorded, unlike the use of it by master healers or shamans. For that reason, this research is based on the interview to doña Santos Benavides, who used for the ritual of the santiguador a deer antler. Besides, the presence of the deer and the use of its ornaments in the archaeological, ethnohistorical an ethnographic record is contextualized given special attention to the north coast of Peruvian territory. This will allow the reader to approach the understanding of the santiguador ritual. The research carried out regarding ritual specialist-also named specialists in traditional medicine, especially about the santiguador, are of big importance due to the lost or the retreat of the presence of this special parsonage from the traditional populations, causing its practices and rituals to be in the process of retreat of disappearance. In sum, this research reopen a study about the ritual specialist in the traditional populations in Lambayeque region, a theme that is not finished yet, showing interest in a territory that requires more efforts in this field of research.

Keywords: Ritual specialist; ritual of santiguado; folk illness; Lambayeque Region; Anthropology

Introducción

Durante febrero de 2020, mientras realizaba una investigación en el Archivo Regional de Lambayeque, Perú, tuve la oportunidad de compartir experiencias e información con especialistas avocados al tema histórico. Cuando les comenté sobre la investigación que estaba desarrollando, les llamó mucho la atención, y pude constatar que ellos, en alguna parte de sus recuerdos, rememoraban haber recurrido al santiguador para ser sanados, como también que algún familiar o vecino había sido partícipe de los rituales de este especialista para ser curados o tratados del mal del ojo, mal de aire, susto, chucaque y, en algunos casos, de la punzada. Era de esperarse que ellos identificaran a este personaje debido al ritual del santiguado y al rezo que se realiza, en simultáneo, para sanar o tratar al enfermo. Sin embargo, lo que llamó fuertemente mi atención fue escuchar que uno de ellos tenía entre sus familiares a alguien que había ejercido la práctica de santiguar hace mucho tiempo, y que justamente entre los objetos que utilizaba para curar o tratar a los enfermos se hallaba un “cachito” (asta) de venado.1

Ello me causó asombro e inquietud, debido a que las entrevistas realizadas ha santiguadores/as durante la recopilación de información en campo, en diversos distritos del departamento de Lambayeque, no había hallado nada parecido o similar a ello. De inmediato acordé una entrevista con ella: la señora Santos Benavides Chozo, dando inicio a la redacción de este artículo. Para complementar y sustentar las ideas planteadas en esta investigación, se utilizó información proveniente de las ciencias sociales, entre ellas, el dato arqueológico, etnohistórico y etnográfico.

El acto de santiguar o hacer la señal de la cruz -llamado también santiguado- tiene una función apotropaica, la cual libera-aleja-protege del mal o “daño” al individuo que lo posee. Ésta va acompañada de rezos en voz alta o baja, dependiendo del individuo que los realice, dando nombre al especialista ritual que lo ejecuta como ritual principal, del cual deriva su denominación: el santiguador.

Hacer la señal de la cruz o hacer una cruz con los dedos, hierbas, grabarlas en superficies - por ejemplo la piedra, como también tener objetos como cruces en casa, en lugares especiales o en los umbrales de accesos que requieren ser “protegidos” es una tradición ampliamente difundida en las sociedades occidentales desde tiempos antiguos. Citando a Ribas (2000), la cruz es el símbolo o ícono identitario y de protección más difundido en las culturas de raíces cristianas; como también en aquellas donde la influencia del cristianismo ha calado en las raíces de la sociedad.

De hecho, si bien el santiguador puede realizar el ritual del santiguado simplemente con su mano, también es común que lo realice sosteniendo en su mano un huevo, una aguja, una tijera, un tomate, entre otros; objetos o productos usados, los cuales tienen una explicación en el medio común y de la medicina tradicional, pero ¿cómo se explica la utilización del cuerno de venado en este ritual y en la curación del susto y mal de ojo? Se sabe que al asta de venado actualmente se le da diversos usos, entre ellos su recurrencia en los rituales de “mesada” por los “maestros curanderos” y su uso como “seguro” o amuleto. Pero ¿cuál es la connotación del asta de venado en el ritual del santiguado y en la cura o tratamientos de las enfermedades tradicionales? y ¿cuál es el posible origen del uso de esta práctica por parte del santiguador? Éstas son dos interrogantes que se plantean responder en esta investigación, y las cuales permitirán comprender un poco más la figura, rol y rituales del santiguador, personaje presente en las poblaciones tradicionales del departamento de Lambayeque.

Cabe señalar que los pueblos del norte del Perú se caracterizan por ser tradicionales es decir “presentan una mayor dependencia de los recursos naturales en los territorios donde viven, manteniendo con ellos vínculos de naturaleza económica, social y simbólica” (Dos Reis, Dias y Le Bourlegat 2006: 3). Las poblaciones del departamento de Lambayeque no son la excepción; a pesar de que su estilo de vida urbana ha reemplazado mayoritariamente al tradicional (debido a la globalización) y, que éstos se encuentran en un proceso de cambio económico y social acelerado debido a la presencia de actividades económicas no tradicionales en sus territorios (p. ej. presencia de empresas agroindustriales y exportadoras); siguen manteniendo sus actividades económicas tradicionales, como también (en mucha menor medida) las prácticas relacionadas a la medicina natural y a los especialistas rituales, generando un estado de resistencia frente a los cambios de índole socio-económico-educativos.

¿Qué es santiguar? y ¿Quién es el santiguador?

Para ello recurrimos a la etimología de la palabra Santiguador, la cual proviene del verbo transitivo “santiguar”, que a la vez procede de sanctificāre, palabra latina tardía que significa “santificar”. De acuerdo a la RAE (2019) “santiguar” es “hacer la señal de la cruz desde la frente al pecho y desde el hombro izquierdo al derecho, invocando a la Santísima Trinidad” o la acción de realizar cruces diciendo ciertas oraciones sobre algo/alguien o una acción ocurrida que cause admiración, sorpresa o miedo. Además, santiguar tiene como sinónimos las palabras signar y persignar. En la praxis, la forma de santiguar o hacer la señal de la cruz varía dependiendo del santiguador. Por ejemplo, en la poblaciones quechua-hablantes del departamento de Lambayeque, el santiguador suele hacer la señal de la cruz sobre la frente del enfermo y, en algunos distritos del valle medio y bajo de la Leche en la costa del departamento de Lambayeque-Perú, se santigua sobre el “pecho” o en el área que se conforma entre la boca y el esternón del paciente.

En los pueblos del departamento de Lambayeque, sobre todo en las poblaciones tradicionales, aún es común observar a los pobladores hacer la señal de la cruz o persignarse en diferentes tipos de situaciones, las cuales no involucran la liturgia o la paraliturgia de confesión cristiana-católica: 1. cuando pasan por algún lugar donde hay un templo católico o la imagen de algún santo (virgen, cruz, Cristo, entre otros), ello en señal de respeto y admiración; 2. también cuando desean evitar o evadir alguna situación que haya causado mal a alguna persona, como la enfermedad o la “mala suerte” de algún familiar o conocido; 3. cuando sueñan, piensan o les cuentan algo que les puede causar miedo, por ejemplo una pesadilla, algún cuento de terror o algún mal; 4. cuando pasan o ingresan al lugar o casa donde se está velando a un difunto, o cuando la caravana fúnebre pasa delante de las casas camino al cementerio, los que habitan las casas salen a sus puertas a observar el desfile y se persignan cuando pasa el féretro; 5. cuando se está frente a la lápida de algún individuo al cual se le va a rendir honra al cementerio; 6. cuando se es testigo de algún hecho paranormal o que no tiene “explicación lógica”, y éste genere en ellos miedo o sorpresa. Se observa que en la tradición popular, el acto de persignarse es algo que está arraigado, y que la cruz -como símbolo de protección y espanta males- está presente en el imaginario de las poblaciones. Además el acto de persignarse va acompañado, por lo general, de algunas frases, como por ejemplo: Ay mamita, Dios nos libre, por la virgencita, Dios mío; expresiones que son de uso cotidiano del poblador lambayecano y de la costa norte en general.

Luego de definir que es santiguar y de explicar el contexto en los cuales se utiliza la señal de la cruz, en las poblaciones de Lambayeque, viene la pregunta ¿Quién es el santiguador? En la definición cotidiana y popular, el santiguador es un “curioso”, término con el cual se hace referencia a los especialistas rituales o especialistas de la medicina tradicional o un tipo de curandero que, por lo general, cura o trata males como el mal del ojo, el susto, el mal del aire y el chucaque. Estos males en la bibliografía especializada son conocidos como “enfermedades populares” (folk illness) o “síndromes culturales o ligados a la cultura” (culture bound syndrome). El santiguador a diferencia de otros especialistas rituales, a excepción del rezador u oracionero, es un especialista ritual asociado a la religiosidad popular.

Enfermedades-males que cura y/o trata el santiguador

El santiguador cura y/o trata males, dolencias o enfermedades denominadas folk illness o culture bound síndrome (enfermedad o síndrome cultural). Estas enfermedades se manifiestan de diversas formas, dependiendo cuál sea el origen del mal, dolencia o enfermedad.

Es común observar en las poblaciones tradicionales o en las personas de mayor edad asociar la falta de equilibrio de salud a actos subjetivos como por ejemplo: al daño, a los malos aires, a la mirada u ojo, al susto causado por origen animal, natural, humano o no terreno (espiritual). Esta falta de salud se manifiesta a través de enfermedades o males a los cuales los pobladores asocian al mal de ojo, mal aire, “chucaque”, susto, entre otros como la envidia, o algún “daño” leve. Al santiguador por lo general se le asocia a los males antes mencionado, pero cabe señalar que otros especialistas rituales como la partera, el rezador, el remediero,2 el limpiador con cuy, pueden curar estos males; el indicador clave que distingue al santiguador es el ritual del santiguado del cual proviene su nombre.

Respecto al “daño” ocasionado en el individuo, cuando éste causa gran estrago, es llevado inmediatamente al chamán o curandero, al cual se le llama “maestro” o “maestro curandero” denominación otorgada a estos especialistas en el norte del Perú (Glass-Coffin 1999).

A pesar que no es el fin de esta publicación hacer énfasis en las enfermedades y tratamientos que cura o trata el santiguador cabe desarrollarlos de forma breve con el fin que el lector obtenga nociones más claras sobre la figura del santiguador y el ritual del santiguado.

El mal del ojo o llamado simplemente ojo afecta con mayor frecuencia a los infantes y niños. Éste se manifiesta con fuertes dolores de estómago (cólicos) generando malestar al individuo enfermo, ocasionando la falta de ganas de comer y descansar. Luego de ser santiguado, el individuo enfermo recupera la salud y puede continuar con sus actividades cotidianas. En el caso de los infantes y niños, después de ser santiguados, tienden a quedarse dormidos luego de no poder conciliar su sueño por las dolencias ocasionadas por este mal.

El mal de aire se manifiesta con dolores en el oído o el estómago debido a la diferencia de temperatura entre las corrientes de aire del medio ambiente con la temperatura corporal del individuo que es afectado. Este es curado colocando cerca del área afectada de la persona un envoltorio el cual debe estar prendido en fuego. El material del envoltorio va a depender del lugar en el cual es tratado el enfermo, que por lo general es papel periódico.

El susto es un tipo de impresión fuerte de origen diverso causada por un animal, el medio ambiente (natural) o familiar como también por las percepciones de entes no físicos, lo cual ocasiona un choque o un estado de shock en la persona, afectando al individuo sin tener en consideración su etapa de vida o edad.

El chucaque es una enfermedad que no tiene un trasfondo mágico, pero sí un tratamiento o cura ritual. Ésta es una contracción muscular, que afecta diferentes partes del cuerpo, siendo la más recurrente el dolor de cabeza. Según el Diccionario de Americanismos (2010), Chucaque significa “malestar, angustia o bochorno provocados por una impresión desagradable o una situación embarazosa”; quechuismo que tiene gran vigencia y, al parecer, exclusivo del habla peruana (Hildebrandt 2015).

Caso de estudio: El asta de venado en el santiguado

En este capítulo desarrollaremos la utilización del asta de venado dentro del ritual del “santiguado”. Ello tiene como punto de partida la entrevista desarrollada a doña Santos Benavides Chozo, en la cual se pudo inferir cierta peculiaridad de su práctica como “santiguadora”.

Doña Santos es una mujer de 70 años, edad que tenía en el momento de la entrevista el 20 de febrero del 2020, natural del departamento de Lambayeque. Ella nació el 17 de noviembre de 1949, en el distrito de Lambayeque, fruto de la unión de don José Benavides Venegas y doña Francisca Chozo Valdera. Don José, según lo que nos contó doña Santos, era natural del sur del Ecuador o del extremo norte del Perú y se asentó en Lambayeque debido a que se dedicaba al corte de árboles para la leña. Doña Francisca, era natural del distrito de Mórrope, departamento de Lambayeque. Hago hincapié en estos datos para que el lector tenga un mayor entendimiento del desarrollo de la construcción de la figura y particularidad del santiguador.

Don José, debido al trabajo que realizaba, tenía una vida errante, la cual pasaba en compañía de su familia, trabajando y llevándolos a lugares dentro de la jurisdicción de algunos distritos como Túcume, Olmos, Salas, etc.; lugares alejados para la época. Santos lo define de esta forma:

S: Yo cuando era niña, me pusieron en un jardín, pero mi padre que era un hombre como gitano así, que era andarín no nos dejaba francamente estudiar así. Él se iba a los sitios como era leñador de leña, de botar árboles a mi mamá la llevaba con todo y nos llevaba desde chicos. Yo he sido la última.

Doña Santos aprendió el “arte de ser santiguador” de su padre, quién le enseñó a santiguar. Don José santiguaba a todo lugar que iba, por eso lo conocían, y a todo pueblo que llegaba utilizaba su don para sanar a los enfermos. Él usaba un “cachito de venado” (asta) para santiguar, lo cual le servía de herramienta para tratar o curar males, como por ejemplo el mal de ojo, el mal de aire, el susto y el chucaque; siendo doña Santos la última de sus hijos, y la más “curiosa”, a quién le enseñó a santiguar.

S: Sí, un cachito de venado que recuerdo que él santiguaba, y como lo dejó pues y yo era curiosa que veía a mi papá, aprendí. Yo le digo: papi cómo comienzas a santiguar y me dijo hijita yo desde que amanezco le oro a Dios y le pido que me ayude, porque él ganaba en eso, como era labrador; también, él se dedicaba también a rezar a los niños.

El santiguador es una persona muy devota y fiel a la liturgia y prácticas católicas. Es un individuo que tiene siempre presente el imaginario católico materializado a través de estatuas, estampitas, imágenes, rosarios, entre otros objetos, los cuales mantiene en pequeños altares3 a modo de repisa en sus casas, ya sea en lugares públicos (p. ej. la sala) o privados (como la habitación en la cual descansa o en un espacio exclusivo para ello). También lleva consigo alguno de estos objetos a modo de amuletos o manifestación clara de sus creencias y fe.

La práctica y la devoción a la liturgia y sacramentos católicos es un añadido que ocasiona una mayor notoriedad y reconocimiento por parte de la comunidad, asociándosele a las prácticas relacionadas a la religiosidad popular. Los individuos que acuden a éste para ser sanados son personas católicas practicantes o por “defecto”, como también niños pequeños, los cuales son llevados por sus padres para recibir el tratamiento o cura del mal que los aqueja. El santiguador, en pocas palabras, da los primeros auxilios, cumpliendo de esta manera una función análoga al paramédico que brinda los primeros auxilios. Cabe señalar que los santiguadores reconocen que, durante el tiempo que ejercen sus actividades sanatorias, atienden o han atendido con mayor recurrencia a bebés o niños pequeños.

Otra cuestión que se aprecia en la narrativa, contada por doña Santos, es la perspectiva del sustento económico. En las entrevistas realizadas a santiguadores en diferentes partes del departamento de Lambayeque, como también a personas que han recurrido a éste para ser sanados, se puede inferir dos posturas: a) la del santiguador y b) la del individuo sanado.

a) Ésta se divide en tres: 1. la del pago por la sanación, ello por lo general, sucede cuando el santiguador se dedica a tiempo completo a sanar o tratar las enfermedades que aquejan a sus pacientes; 2. La dádiva, gratitud, provisión o bendición, ello se sustenta bajo la idea de fe: Dios proveerá, en la cual el santiguador, como persona devota y de fe, recibe algo a cambio de sus servicios sin tener la necesidad de pedir o tener una tarifa fija por curar a los enfermos, apelando a la buena voluntad del individuo sanado o de sus acompañantes, lo cual el santiguador interpreta como una acción de Dios por el bien hecho; y 3. “El bienestar social” y “el hacer el bien al prójimo”; ello tiene dos explicaciones: la primera relacionada al fuerte valor del bienestar social asociado a la reciprocidad, característico de las poblaciones andinas y de las poblaciones tradicionales del Perú; pero para el caso de las poblaciones costeñas, es una reminiscencia de esta práctica que aún sigue vigente en algunas poblaciones de la sierra; y segundo “el bien al prójimo”, el cual es una enseñanza bíblica enfatizada de la práctica católica-cristiana sustentada en el concepto de “amar al prójimo como a uno mismo” y de “ayudar a las personas en momentos de adversidad”. Cabe acotar que, por lo general, muchos santiguadores, tienen oficios o profesiones, siendo su labor como santiguador una actividad complementaria.

b) El pago por el servicio brindado o el dar algo a cambio, ya sea dinero o productos, para que la curación sea efectiva.

Doña Santos aprendió a Santiguar en su adolescencia, entre los 15 y 16 años de edad:

Entonces yo le digo: apacito cómo has aprendido tú a rezar, y me dice: para conversar de aquí cómo he aprendido, mejor te digo cómo lo hago, y ya mi papá me dijo como pues. Tú comienzas pues, chiquilla pues, estaba señorita, ni modo cuando él santiguaba estaba señorita y ya tenía por lo menos mis 15 años; entonces mi papá me dijo: mira hijita tú eres devota de Dios, a Dios se le pide que te dé esa voluntad y esa habilidad que tú quieres aprender, yo te digo hijita que yo rezo al principio, oro a Dios y le digo que me ayude con la persona que está al frente mío, y en eso ya me decía que rezara el Padre Nuestro, el Credo y las 10 Ave María.

Don José nunca le contó a doña Santos quiénes le enseñaron a santiguar o en qué lugar aprendió, pero de algo sí estamos seguros, él era un hombre muy devoto, característica que ella aprendió y practicó a los largo de su vida, e incluso en años anteriores perteneció a un grupo de oración carismático de la parroquia católica a la cual asistía.

Don José, en vida, le obsequió a doña Santos el objeto con el cual santiguaba, “el cachito de venado”

S: Con el “cachito de venado”, y ese cachito de venado me lo regaló mi papá, y yo lo tuve tiempo, solo que cuando yo tuve mi compromiso me vine acá a Chiclayo, yo lo tenía pero de acá me lo jalaron (robaron), se lo llevaron.

E: ¿ Sabe quién se lo llevó?

S: Ni sé quién se llevó el cachito de venado, pero él me lo regaló. Cuando él ya estaba viejito y venía acá, él me dijo: Hija te regalo ese cachito de venado, ya papi, pero a mí me lo robaron de acá de la casa. Y desde allí ya yo santiguaba así con mi mano, o con huevo; y como yo sabía cómo rezaba mi papá, ya le rezaba. No sé si será mi mano poderosa, qué será, pero yo los sanaba a los bebés.

El registro más cercano, sobre el uso de osamentas de venado en el ritual del santiguado, lo encontramos en la investigación realizada por Narváez (2012):

En el valle de La Leche, costa norte del Perú, patas de venado se utilizan también como instrumentos sagrados para “santiguar” en procesos de curaciones tradicionales, a pacientes que sufren de diferentes problemas psicosomáticos, dentro de los cuales, el “shucaque” o el “mal de ojo”, son los más comunes (Heinz Plenge, comunicación personal 2011: 373).

Es decir, en las poblaciones tradicionales del valle de La Leche, departamento de Lambayeque, se utilizan las patas de venado para curar o tratar los “síndromes culturales”. Esta información no ha sido registrada en las entrevistas a santiguadores, llevadas a cabo en los distritos de Jayanca, Ferreñafe e Incahuasi; pero al parecer es una práctica empleada por los maestros curanderos, quienes en algunos casos santiguan. Evidencia de ello es la entrevista realiza al señor Walter Quesquén Castro, maestro curandero en el distrito de Ferreñafe, quien santigua con una pata de venado. Él nos manifestó que es común, en los pueblos del distrito de Mórrope, Túcume y Ferreñafe, observar a curanderos utilizar la pata de venado para santiguar (Entrevista realizada a las 9:50 am del viernes 13 de noviembre del 2020, en la ciudad de Ferreñafe) (Figura 1).

Fotografía del autor.

Figura 1 Pata de venado utilizada por el curandero Walter Quesquén Castro en el ritual de santiguado.  

En el pueblo de Serrán, distrito de Salitral, provincia de Morropón, departamento de Piura, la tradición de santiguar con la “pata de venado” es practicada por los santiguadores, la cual es transmitida de generación en generación de padres a hijos:

le comenté a mi mamá de la santiguación con asta de venado, y me dijo que el hermano de mi abuelo santiguaba con una pata de venado. Me dijo que él se iba a Serrán, sierra de Piura, a traer la pata de venado… Él [tío abuelo] era de Serrán y se iba allá a traer la pata de venado. Él ya murió y justo mi mamá me contó que hacía eso [santiguar con la pata de venado]… Mi abuela me dice que su papá de mi abuelo también santiguaba con pata de venado… Mi abuelo vive en [caleta] Santa Rosa [distrito del departamento de Lambayeque] y él santigua con la mano, y su hermano y su papá santiguaban con pata de venado. El papá de mi abuelo vivía en Serrán” (José Bello Espinoza, en comunicación personal, a las 10:30 pm del 26 de julio del 2020).

Cabe acotar que Serrán se encuentra entre los pueblos cercanos al distrito de Huancabamba, lugar al que recurren miles de feligreses al año para la celebración de la “virgen del Carmen” (expresión del fervor y religiosidad popular), además de su cercanía a las lagunas de las Huaringas, lugar que tiene un profundo valor simbólico y espiritual para los curanderos del norte del Perú.

Rezos y oraciones

Son realizados en un orden determinado por el santiguador, el cual es repetido una cantidad de veces en forma de series. Éste puede copiar el patrón (el orden y la cantidad de repeticiones) de quién le enseñó a santiguar, como también crear el propio. Los rezos y oraciones por lo general están compuestas por “el Padre Nuestro”, “el Ave María”, “el Salve” y “el Credo”; rezos presentes siempre en las liturgias y paraliturgias católicas. Con respecto a las oraciones estás van intercaladas, en el centro o al final de cada rezo o secuencia de éstos. Es decir, el santiguador, mientras realiza un rezo puede añadirle al intermedio o al final del mismo una oración, en la cual pide a Dios o a algún santo (virgen, santo, cruz, entre otros) que interceda ante Dios para que el individuo enfermo sea curado. En la oración, a veces se menciona el nombre del individuo enfermo, o simplemente se hace alusión a las etapas de crecimiento, como por ejemplo: “Dios, sana a este bebé”.

Cabe acotar que mientras el santiguador realiza los rezos y oraciones, éstas van acompañadas del movimiento en forma de cruz de la mano y el brazo del santiguador; conformando de esta esta manera el ritual del santiguado.

El Venado en los contextos arqueológicos: desde las sociedades pre-cerámicas hasta el horizonte tardío, en la costa norte de los Andes Centrales.

El hombre, desde los inicios de la humanidad, ha materializado el medio que lo circunda o los elementos que eran parte de éste. Estas evidencias fueron plasmadas sobre diferentes soportes materiales que nos dan pistas de las concepciones que tenía sobre lo sagrado y lo profano, lo cual ha sido representado en diferentes materiales como también en los espacios naturales usados o modificados por su mano. Es por ello, que no ha de extrañarnos que en muchos sitios prehistóricos a lo largo y ancho del globo terráqueo se puedan observar representaciones de seres, tanto animales como de humanos, relacionados al tema tribal, la cacería, y lo chamánico, siendo esto último representado y practicado en todas las sociedades, aunque de manera análoga en sus características que expresan el fenómeno mágico-religioso del chamanismo (Eliade 1972 [1951])

Las características o la forma de la representación de los animales en el arte prehistórico son diversas, no solo por la diversidad y particularidad de los “artistas”, sino que ello también obedece a la peculiaridad de la especie representada, a la técnica utilizada y el énfasis dado a la simbología de lo que se quería representar.

El ciervo o venado ha sido en menor medida representado en el arte rupestre a diferencia de los camélidos -en sus diferentes especies, ya sea contemporáneas o extintas4- que abundan en la tradición andina, a pesar de que ambos animales fueron cazados, y la estrecha relación entre la caza y el fenómeno artístico; la connotación de los camélidos en el desarrollo de los grupos de cazadores-recolectores, luego en las comunidades pastoriles incipientes y el posterior paso a la sedentarización; se debió al cambio introducido por la domesticación de animales y plantas; siendo de importancia vital para la supervivencia de los grupos sociales el descubrimiento de la capacidad de controlar los procesos de reproducción animal (Guffroy 1999).

La representación del venado se evidencia desde periodos tempranos en los primeros atisbos del surgimiento de las sociedades complejas. En la costa norte de los Andes Centrales, este cérvido ha sido representado en diversos soportes materiales, entre ellos, en pinturas murales como es el caso del sitio arqueológico de Ventarrón (asociado al Periodo Arcaico) donde se halló un mural alusivo a la escena de un venado atrapado en redes de caza (Alva 2013).

Durante el Periodo Formativo del norte del Perú, la representación del venado en la cerámica Cupisnique se aprecia bajo dos connotaciones importantes: 1. El venado siendo vencido o cazado por el felino y 2. y el hombre cargando al venado luego de una jornada de cacería. Estas manifestaciones han sido parte de las vivencias del entorno y actividad de las primeras sociedades nómadas de cazadores-recolectores, bajo una connotación de subsistencia, la cual en el periodo pre-cerámico pasó a formar parte de la manifestación de identidad de las clases sociales emergentes, siendo la actividad de la caza del venado y la representación de éste -como ser antropomorfo- una connotación sacra.

También, el venado ha sido asociado desde tiempos tempranos hasta la actualidad al fenómeno chamánico en diversas sociedades, compartiendo patrones análogos alrededor del mundo. El área andina no ha sido la excepción. Durante las excavaciones realizadas en el Morro de Eten en 1979 se documentó científicamente un contexto funerario (entierro N° 4) asociado a la fase Cupisnique Tardío (Formativo Medio), el cual presentaba un ajuar característico de un personaje masculino de edad senil al que denominaron el “shamán del Morro de Eten”. Llaman la atención tres objetos asociados a este individuo: dos espátulas y una sonaja, realizados en osamentas de cérvido (venado de cola blanca); el último objeto en mención presenta una parte escultórica en la cual se representan rasgos ornitomorfos (alas) en posición de vuelo y una cabeza antropomorfa estilizada; cabe añadir que este instrumento de percusión iba ubicado debajo del tercio inferior del fémur derecho, posición en la cual fue llevada en vida por este personaje. Ello hace alusión a la utilización y concepción de la magia imitativa u homeopática, en otras palabras, obtener los poderes de la naturaleza del venado (Elera 1994b).

Para periodos posteriores, la representación del venado se ha evidenciado con mayor recurrencia en soportes muebles como por ejemplo en cerámica (en su mayoría en botellas) y metal, aunque ello no descarta su presencia en otro tipo de soportes materiales. Los Moche (Intermedio Temprano o Primer Desarrollo Regional), por ejemplo, conocidos por representar las especies de flora y fauna presentes en el ecosistema de su época, manifestaron la presencia del venado en botellas de cerámica, en la cual se aprecia la escena de cacería del venado. Ello habría tenido una connotación ritual y simbólica asociada al mundo de los muertos bajo dos formas: en el mundo mítico y en el mundo realista (Hocquenghem 1989, figuras 39, 40, 41, 42, 43 y 44) como la representación del cazador de venados, el cual lleva sobre sus hombros al venado muerto; algunas cerámicas que representan a muertos; la imagen zoo-antropomorfa del guerrero venado; y la figura naturalista del venado como especie animal comiendo algarroba. La escena de la cacería ritual es un tema recurrente a lo largo del tiempo en el “arte” de las sociedades andinas, incluso su práctica ha perdurado hasta nuestros días, cuya evidencia se halla en el dato etnográfico visible en las poblaciones andinas del Perú.

En la cerámica Lambayeque o Sicán (Intermedio Tardío o Segundo Desarrollo Regional), la representación del venado aparece en los soportes cerámicos, tanto de uso doméstico como en los de uso ritual o ceremonial, en este último caso, los objetos cerámicos están asociados a contextos funerarios como litúrgicos. Luego del colapso Lambayeque y la posterior conquista de los valles del norte de los Andes Centrales por los Chimú (aproximadamente en el año 1375 dC) es recurrente observar, en el registro arqueológico, al venado siendo representado ampliamente en la cerámica de cocción reductora (negra) para fin doméstico, suntuario y ritual. Posteriormente a la conquista de los Chimú por los Incas (Horizonte Tardío), la imagen del venado siguió representándose, aunque en algunos casos bajo el estilo cerámico denominado Chimú-Inca. Con todo lo mencionado, se resume que la importancia sagrada del venado en la historia de la sociedad andina, por ende en los grupos humanos de la costa norte, se inicia desde periodos tempranos y se desarrolla a lo largo y ancho de todo el territorio de los Andes Centrales.

La relación fauna-hombre es perenne en el desarrollo evolutivo del ser humano como ser social y en la relación de éste con el medio ambiente. Al igual que la llama, todos sus tejidos orgánicos tienen gran utilidad para satisfacer las necesidades del hombre. E incluso su utilidad como ofrendas halladas en contextos arqueológicos primarios y secundarios, así como en la iconografía confirma esa idea. El uso de la piel de venado como envoltorio mortuorio está presente en los contextos funerarios de los Chachapoyas, tradición identificada en contextos funerarios (entierros) de la época clásica hasta su etapa más tardía (Chachapoya-colonial) (Vásquez et al.2013).

Cabe señalar que el venado es una especie animal de gran utilidad, la cual ha jugado un rol históricamente importante en los grupos humanos durante la ocupación y adaptación al medio andino hasta periodos tardíos. Su carne y su pelaje fueron de gran provecho, como también sus astas, tibias y patas que fueron utilizadas para crear herramientas de uso doméstico, y en algunos casos como materia prima para la realización de instrumentos musicales (Narváez 2012, 2014).

El venado en el registro etnohistórico: La caza del venado en la época colonial, una práctica ancestral.

La presencia del venado en el registro escrito aparece después de la llegada de la invasión europea al área andina. Una de las primeras fuentes documentales que menciona a este mamífero es el manuscrito de Huarochirí, escrito posiblemente por Francisco de Ávila a finales del siglo XVI e inicios del siglo XVII, el cual recoge y registra en el idioma original (quechua) de los pobladores de la provincia de Huarochirí (centro de los Andes Centrales) la cosmovisión y mitología que tenían sobre su medio, en especial de sus wakas, héroes y fauna. A pesar de que nuestro estudio se centra en la costa norte de Perú, exactamente en el departamento de Lambayeque, este documento nos aproxima a tener luces claras de la presencia de una fauna sagrada y de las concepciones que tuvo el hombre andino sobre ésta. En esta ocasión se citará parte del estudio realizado por Luis Millones y Renata Mayer sobre el manuscrito de Huarochirí, en el que se menciona la presencia del venado:

En el total del cuadro mitológico, otros animales menos notorios resultan de una importancia sorprendente. Éste es el caso de los venados andinos, que son creados como devoradores de hombres. Y así fue hasta que la equivocación desventurada en la palabra de un joven animal les quitó el privilegio de ser la humanidad elegida por los dioses, condición que fue cedida a los que ahora los cazan: los hombres de la era presente. Su cambio de rol en los andes, de perseguidor a perseguido, (Millones y Mayer 2012: 13).

Antes de la llegada de los españoles, la fauna silvestre estacional era de constante y especial importancia para el hombre costeño (yunga), siendo las lomas de la costa central de los Andes Centrales -un ecosistema en el cual se hallaba una gran diversidad de especies; entre ellas la perdiz (Nothoprocta pentlandii), el guanaco (Lama guanacoide) y el venado (Odocoileus virginianus)- y los bosques de algarrobo de la costa norte de los Andes Centrales de primordial importancia económica, la cual seguiría hasta la época colonial y las primeras ocho décadas de vida republicana del Perú. Durante la colonia, la presencia de estas especies disminuyó progresivamente, llegando casi a su total extinción a fines del siglo XIX. Los venados, por ejemplo, fueron cazados hasta exterminarlos; ello fomentado por el uso desmedido de estos recursos florísticos como también por las prácticas de los señores españoles, quienes organizaban grandes cacerías (Roswtorowski 2005), actividad que en Europa solo era permitida a la realeza.

En los bosques secos de la costa norte de Perú, la presencia del venado era abundante. Cieza de León (1973 [1550-54]) en su obra “La crónica del Perú”, redactada aproximadamente entre los años 1540 al 1550, registra la presencia de este mamífero en lo que él denominó “florestas y arboledas” para hacer alusión a la presencia de grandes áreas de algarrobos, ubicados en las zonas marginales de los valles. La desaparición de esta especie se debió a dos factores principales: La caza intensiva, y la desaparición de los bosques secos debido a la expansión de los campos agrícolas y las ciudades, y el desmedido uso del algarrobo y el guarango como combustible.

El consumo de la carne de venado no era exclusivo de los señores curacas, pues existe evidencia de la utilización de ésta como producto para el intercambio (trueque). La presencia del venado en la costa era prolífica, siendo común la utilización de perros5 para la caza de éstos, como también para ahuyentarlos de las áreas de cultivo. Su carne era complemento alimenticio de la dieta tanto de los curacas como de los “comunes”. Sobre ello Roswtorowski recoge un dato interesante que data de 1566, del principal de Chicama (actual departamento de La Libertad, costa norte del Perú) llamado Martín Sornamo sobre la caza de venados, aunque dicha información haga alusión principal al uso de perros para la caza:

… los quales los tengo sin perjuicio y no hazen daño a persona alguna y a la continua los tengo atados y por auer en el dicho valle cantidad de benados que nos comen las chacaras y sementeras mías y de mis yndios, y por que con dicha carne de los dichos benados nos sustentamos y rescatamos unos y otros cosas con que sustentarnos a nuestras mugeres e hijos (Archivo General de Indias, Justicia 458, 1939v, año 1566. Roswtorowski 2005: 64).

El obispo Martínez de Compañón, durante el tiempo que pasó en el virreinato del Perú (1768-1791) a cargo de la diócesis de Trujillo (la cual comprendía las provincias de Piura, Saña, Trujillo, Huambos, Huamachuco, Cajamarca, Jaén, Chachapoyas, Luya, Moyobamba y Lamas), realizó visitas a los pueblos que estaban bajo su jurisdicción, registrando información valiosa sobre el clima, las costumbres, la fauna, la flora, las cifras demográficas, la religiosidad de los pueblos, entre otros. En particular llama la atención dos de sus acuarelas, en la cual representa un tipo de trampa para venados y en la otra un venado que ha caído en ella (Macera et al. 1997, láminas 39 y 40). Ello guarda relación con lo mencionado en el párrafo anterior; al parecer era recurrente la presencia de venados en las cercanías de las áreas de cultivo, debido a que éstas en un principio fueron espacios habitados por estos mamíferos. La depredación del hábitat de esta especie y por ende su cacería desmedida han ocasionado que el venado se halla extinto de los bosques secos y de los valles formados por los ríos estacionales en la costa del Perú.

Las cacerías o chacos estaban reglamentadas durante la época prehispánica, y aún esto se mantuvo durante las primeras décadas de la invasión española (mediados del siglo XVI); lo cual desaparecería ya establecido el virreinato. En la actualidad, la actividad de caza de venados en la costa se ha extinto debido a la nula presencia de estos mamíferos y la desaparición de sus hábitat naturales, pero aún en la sierra, en especial en las áreas habitadas por las comunidades quechuas de Lambayeque, es común observar la caza de esta especie. La explicación de la extinción de esta especie y, por ende, de la actividad de cacería es explicado por Hocquenghen (1989): “Hoy en día las cazas de ciervos son raras, puesto que estos animales se extinguen y pocas veces bajan a los valles de la costa. Los españoles no protegieron la caza” (89).

La abundancia de vastos bosques secos en la costa norte del Perú (durante la época prehispánica y, en menor medida, durante el periodo colonial y aproximadamente el primer siglo de la república) compuestos principalmente por algarrobos y guarangos, permitió la existencia de un hábitat adecuado para la presencia y abundancia de venados, los cuales tienen como alimento principal en su dieta las vainas o frutos de estas especies de plantas.

El venado en el registro etnográfico: La manifestación cultural de los pueblos de Lambayeque, norte del Perú

En este capítulo compartiremos las manifestaciones culturales (los relatos, tradiciones y danzas) asociadas a la figura del venado en las poblaciones del departamento de Lambayeque-Perú; especie animal que ha jugado un rol importante en los grupos humanos del área andina peruana desde periodos tempranos hasta la actualidad.

La tradición oral de las poblaciones andinas está fuertemente ligada a la presencia de los animales silvestres. Éstos, en las narrativas, tienen cualidades humanas como el lenguaje. En el manuscrito de Huarochirí y en los cuentos andinos, la fauna cumple un rol importante e interactúa con los humanos; además, en el registro material y oral las características, y por ende, las cualidades de ciertas especies -felino, ave, reptil, cérvido, entre otros- son representadas en seres humanos adquiriendo una figura antropomorfizada, donde al personaje se le añade una simbología, divina en algunos casos, y en otras profana.

Se sabe, por el registro iconográfico prehispánico, la narrativa andina colonial y la tradición oral actual, que el venado ocupó un lugar importante y especial en la “religión andina” e ideología del hombre andino, manifestándose en su religiosidad popular actual expresiones en las cuales su figura forma parte en las danzas asociadas a festividades religiosas, relatos y tradición oral.

El dios venado

Las poblaciones quechua-hablantes del departamento de Lambayeque, comprendidas principalmente por los distritos de Incahuasi y Kañaris, tienen como parte de su tradición oral diversos relatos asociados a seres sobrenaturales, entre ellos a Pachacamac y el dios venado rojo. La narrativa oral del dios venado rojo se desarrolla de la siguiente manera:

Los pobladores quechuas, por derecho, son libres de cazar las especies salvajes que viven en las tierras que pertenecen a sus ancestros y a su comunidad. El animal que prefieren cazar, por excelencia, es el venado del cual pueden aprovechar todos sus tejidos, además, de ser la especie comestible de mayor tamaño del bosque húmedo montano. Entonces, la realización de la caza puede ser individual o colectiva, teniendo una regla que cumplir a cabalidad: en la vida de todo hombre desde que está apto para tomar la vida de un venado, debe tener en claro que no debe superar más de cien víctimas, porque si ello llegara a pasar será castigado por el dios venado rojo.

Entonces nos preguntamos ¿quién es el dios venado rojo? ¿Y cuál es el castigo que recibe el cazador que incumple la regla? El dios venado rojo, según la narrativa de los pobladores Incahuasinos, en el fondo de su figura, representa al diablo católico, de allí la relación con el color rojo asociado a la narrativa del fuego, elemento eterno que abunda en el infierno, lugar donde van a parar las almas de los infieles; ello bajo el discurso colonial implantado por los padres evangelizadores en la zona del Ande, el cual ha perdurado hasta nuestros días en las poblaciones quechua-hablantes de Lambayeque. El castigo que recibe el cazador es la muerte. Ésta se manifiesta a través de llagas que aparecen en el cuerpo del infractor, la cual le produce una muerte lenta y dolorosa. Exceder el límite de muertes podría hacer referencia, también, a la noción de incurrir en el pecado de la ambición.

La idea del dios venado rojo, al parecer es una forma en la que los antiguos pobladores quechuas controlaban la cacería y por ende el control y supervivencia de las poblaciones de venados en los territorios de Kañaris e Incahuasi. Además, esta creencia permitió a los cazadores más jóvenes, en un momento determinado, ser parte importante y principal de los grupos de cacería o dentro de sus comunidades, donde el cazador experimentado y líder sede el mando debido a que no puede exceder del número cien de venados cazados, dando paso a un nuevo cazador y a una nueva generación de éstos.

El venado rojo, que en el trasfondo lo consideran como el diablo, responde a un caso de sincretismo cultural, algo habitual en gran parte de las manifestaciones culturales de los pueblos andinos. Las deidades andinas fueron reemplazadas por el dios europeo, el imaginario cristiano y las creencias de la religión católica; el poblador andino buscó, trató y camufló la forma en la que esta tradición se mantuviera vigente en la práctica social, generando un proceso de resistencia que se observa en todas las esferas, ya sea explícita o implícita, de la sociedad. La mirada antagónica entre Dios y el diablo, personajes opuestos en el imaginario judeo-cristiano, causaron un fuerte impacto en el hombre andino, para lo cual los sacerdotes católicos buscaron sus equivalentes en la ideología andina, produciendo un proceso de aculturación donde los propios indígenas, en su resistencia a la religión europea, recurrieron al miedo con el fin de que los miembros de sus comunidades tomaran en cuenta y practicaran sus tradiciones, rituales y creencias propias de sus ancestros.

Cabe acotar que, en la actualidad, la existencia del estatus del cazador en las comunidades quechua-hablantes de Lambayeque como el prestigio de los usuarios de esta práctica no representa la connotación que debió significar en épocas prehispánicas o hasta hace algunas décadas atrás.

Danza del corte del árbol o Tumba de yunza (yunsa)6

Llamada también danza del Unsha ratachiy o la Uncha -en el quechua Incahuasi-Kañaris-, es parte de las celebraciones religiosas de los pueblos quechua-hablantes de Lambayeque como también durante la época del carnaval. En la capital del distrito de Incahuasi, esta danza es realizada en honor a la patrona del pueblo y a los santos más importantes de la comunidad (a la virgen de las Mercedes en septiembre, y a san Pablo y la virgen Purísima en diciembre, siendo esta última la patrona de Incahuasi).

La danza de la Yunza, practicada en el pueblo de Incahuasi, se diferencia de los otros pueblos dentro de la jurisdicción del distrito debido a que, en ella, se incluye al venado. Este forma parte de los danzantes, teniendo un rol protagónico. El danzante que representa a esta especie, es distinguible entre todos los participantes de la danza, debido a que lleva una cabeza de venado con cuernos sobre su cabeza a modo de tocado, cumpliendo la función de “vigilante” o personaje que vigila u observa a los danzantes en su ejecución, en otras palabras “el que todo lo ve” (Figura 2).

Fotografía: cortesía del Museo Nacional de Sicán.

Figura 2 Danzantes de la comunidad quechua-hablante del distrito de Inkahuasi. Se aprecia la presencia de la cabeza de un venado, la cual es utilizada como tocado por uno de los danzantes.  

Los diablicos de Túcume

Es una danza que presenta evidencias claras del sincretismo cultural y religioso generado por la influencia hispana y de elementos propios del ámbito prehispánico andino central, característico de la costa norte. La danza acompaña, actualmente, la festividad y la procesión de la “virgen Purísima” de Túcume. Es cierto que la danza de los diablicos está presente en diversas festividades religiosas en los Andes, pero la particularidad de ésta en el área de Túcume es que, en su coreografía, los danzantes representan los siete pecados capitales (llamados también los “siete vicios”). La danza es acompañada al ritmo del tambor y la melodía de la chirimía.

La representación del venado en la indumentaria de los danzantes se manifiesta en la máscara, la cual presenta cuernos, y características particulares en la posición de la lengua y la presencia de espejos. Estos dos últimos elementos son reminiscencias que hacen alusión a la forma como fue representado el venado en la iconogrfía de la sociedad Moche, cuya peculiaridad es muy distintiva (Narváez 2014). La presencia de este mamífero se extiende en toda el área sudamericana, por ende, en todas las regiones del Perú -costa, sierra y selva- (Figura 3).

Fotografía del autor.

Figura 3 Máscara utilizada por el Diablo Capataz, denominación otorgada al danzante principal de los diablicos de Túcume. Se aprecia la utilización de las astas de venado. 

Las tibias del venado como amuleto para expulsar y repeler la flojera

En algunos pueblos quechua-hablantes de Lambayeque, como es Chiniama (perteneciente a la comunidad campesina de Túpac Amaru, una de las dos comunidades que conforman el distrito de Kañaris7) a pesar que su identidad cultural se encuentra en un proceso de repliegue, mantienen ciertas tradiciones, por ejemplo el golpear levemente los pies de los niños, adolescentes o jóvenes varones para que éstos no desarrollen conductas flojas y holgazanes. Como es sabido, estas comunidades viven de la agricultura y ganadería, actividades económicas esenciales para la subsistencia de estos pueblos, las cuales son practicadas por los núcleos familiares, siendo ellos el recurso humano de dichas actividades.

El hombre de la sierra se preocupa por todo; si un niño camina lento se piensa que va hacer lerdo toda la vida, y ellos no quieren eso. Los pobladores quechua-hablantes de Lambayeque conciben la idea de que el ser humano puede adoptar características o capacidades de los animales, siendo en este caso como un venado (ágil, fuerte y rápido) o como un pájaro (ave; flojo-holgazán, lento y dormilón). Entonces, los pobladores toman la pata del venado y golpean en el pie o en la canilla (tibia) del individuo, con la creencia de que ello lo vuelve rápido y despierto como el venado, animal rápido y de gran agilidad. En oposición a ello, si el niño o adolescente toca o mira a esta ave, automáticamente se vuelve flojo y holgazán, actitud que en las comunidades de la sierra no se tolera.

DNL: Cuando nosotros íbamos a la chacra, por ejemplo, encontrábamos los pájaros flojos, y no nos dejaban ni que los miremos… era mi tía quien golpeaba a los muchachos con la pata de venado, en los pies o piernas, para que sean rápidos.

E: Tu tía los golpeaba con la pata entonces.

DNL: Sí, era mi tía. Pero ya no la he visto su patita de venado.

Narrativa de mitos, leyendas y tradiciones de Lambayeque

Antiguamente era común avistar al venado (Odocoileus virginianus) que habita en el departamento de Lambayeque, merodeando las áreas de los bosques secos, espacio del cual están extintos pero que en las estribaciones andinas bajas y en la sierra norte de los Andes Centrales es común observar. Una de las narrativas de como aparece el venado en el mundo de los humanos es registrada en el libro Mitos, Leyendas y Tradiciones Lambayecanas de Augusto León Barandiarán (1938), quien recopila este relato narrado por la señora Nicolasa Gonzales, titulado “El venado: aerolito terrestre”:

“Ninguno de los bólidos celestes había caído en la Tierra. Ellos habían surcado las esferas estelares eternamente.

Cierta noche de plenilunio, ofrecía sus votos y sus sacrificios a los astros, Huita Cuma, sacerdote público. Al elevar los brazos y bajar la cabeza, un aerolito iluminó los contornos, dando tonos blanquecino-celestes al templo y al propio oficiante. Por tres veces, según el antiguo ritual, debería verificarse la vieja ceremonia, y por tres veces consecutivas el fenómeno celeste las acompañó con su frecuencia y con su luz.

El ceremonial había terminado, pero Huita Cuma, contrariando la ley y olvidando la tradición religiosa, la realizó de nuevo, pero invirtiendo la forma, esto es, que bajó los brazos y elevó la cabeza, mirando la estela luminosa que en el Cielo dejara el fenómeno, y éste se volvió a producir, pero esta vez el bólido se precipitó sobre el sacerdote destruyéndolo, así como el templo en que oficiaba, que se encontraba situado en las inmediaciones de Chongoyape.

Era el castigo que las leyes de los Cielos imponían a los hombres, ya que a éstos les estaba prohibido señalar o mirar siquiera al rayo, al arcoiris, al relámpago, y dicha ley no exceptuaba al aerolito.

Hasta entonces no había existido en nuestras tierras el venado, pero el bólido celeste y el sacerdote terreno se juntaron y de aquella conjunción se formó aquel animal, que tiene, como el aerolito, las características de la velocidad, la belleza y la delicadeza.

Y así los aerolitos atraviesan vertiginosamente los cielos; los venados, sus contrapartes terrestres, cruzan velozmente las tierras, para avisar a los hombres que las leyes de las esferas son inmutables y eternas.

Y fue desde entonces que los aerolitos cayeron en la Tierra y que los venados se produjeron en ella.” (Barandiarán 1938: 53-55).

Patas, astas y tibias de venado en la mesa de los curanderos

El venado es un animal asociado a la figura del chamán, siendo evidenciada su presencia por primera vez en el registro de las fuentes documentales de los viajeros de Europa Occidental a mediados y finales del siglo XIII. En el siglo XVIII, exactamente en 1705, Nicolas Witsen representó a un chamán golpeando un tambor, el cual usaba un tocado con cuernos de ciervo (Clottes y Lewis-Williams 2010 [1996]).

El chamanismo o curanderismo está asociado a la utilización de plantas que tienen propiedades sicotrópicas o sicoactivas (llamadas también plantas de poder) teniendo como peculiaridad el uso de mesas curanderiles8, práctica propia de los especialistas rituales en el norte del Perú y en el sur del Ecuador. (Bussmann y Sharon 2015). Estas mesas están constituidas por un manto que va en el suelo, además de la presencia de objetos (denominados artes o usos) que lo acompañan. La mesa, por lo general, está dividida en dos áreas o campos (ganadera -izquierda- y justiciera o curandero -derecha-) y en algunos casos en tres (campo medio) (Sharon et al. 2009).

Las patas y astas de venado son usadas por los curanderos en sus mesas y rituales. En el caso de las tibias de los cérvidos, los curanderos dicen que por la rapidez del venado, simbólicamente te llevan de un plano profano a otro sagrado” (Elera en comunicación personal, 12:09 pm del viernes 21 de febrero del 2020).

Los curanderos utilizan las astas de venado para las limpias y como amuleto (seguro) (Larry Ortega Reyes, en comunicación personal, a las 8:29 pm del 2 de mayo del 2020. Dato recogido en la provincia de Pataz, serranía de la Libertad-Perú).

En una de las entrevistas se identificó la figura del chamán-santiguador -denominación otorgada por el investigador-, el cual, según testimonios de sus familiares cercanos, la pata (pezuña) del venado era utilizada en los rituales como un arte u objeto que cumplía un fin específico, el de alejar a una persona de un lugar específico hacia otro. Es decir, si un individuo deseaba (por algún motivo) alejar a una persona; ya sea de su vida, del trabajo o de su entorno; el curandero utilizaba la pata de venado, en su ritual, para que esta persona se fuera a vivir a otro lado (lugar o ciudad) lejos del individuo que desea el distanciamiento. Ello se realizaba amarrando con una soguilla la pata de cérvido a la foto del individuo que se deseaba alejar (Jans Cabrera Rojas, en comunicación personal, a las 8:46 pm del 22 de mayo del 2020. Dato recogido en el distrito de Chiclayo, departamento de Lambayeque-Perú). Ello se corrobora con la entrevista realizada al maestro curandero Walter Quesquén Castro, quién utiliza el mismo procedimiento, pero con la particularidad que añade la asta de venado para el mismo fin (Figura 4).

Fotografía del autor.

Figura 4 Fotografía de una de las mesas curanderiles del curandero Walter Quesquén Castro, en la cual se aprecia -en el centro- sobre un balde a modo de soporte un asta y una pata de venado atadas a una piedra de montaña -alter ego-. 

Comentario Final

La figura del santiguador se construye a través de la devoción y religiosidad popular, la cual es compartida tanto por él como individuo y por quienes recurren a él para ser sanados o quienes sugieren y acompañan al enfermo (para el caso de bebés y niños). Cabe añadir, que en la práctica del santiguado se aprecian elementos que han sido utilizados desde épocas prehispánicas, siendo uno de ellos el uso del asta de venado en los rituales de curación de enfermedades o síndromes culturales, como el mal de ojo y el susto; atribuyéndose su uso derivado de la práctica chamánica.

Al parecer, la utilización del asta u otras partes de las osamentas de venado como objeto (arte o uso) u herramienta en sus rituales de sanación es una tradición propia de los santiguadores de la costa norte del Perú, la cual deriva de la práctica de los chamanes o “maestros curanderos”. Bajo ese esquema, se observa la reminiscencia del fenómeno chamánico en la figura del santiguador, para lo cual este último, es visto como un curandero que trata y/o cura males menores, ya sea espirituales o físicos. Entendiéndose de esa manera, al santiguador como un curandero menor.

La connotación del uso del asta de venado en el ritual del santiguado responde a una expresión formada como parte del sincretismo cultural generado del encuentro de dos culturas de la cual somos producto (la religión europea y la “religión andina”), observándose ello también, en las prácticas religiosas católicas actuales. Los rezos y oraciones católicas se mezclan con la utilización de objetos de connotación religiosa andina en un solo ritual, el del santiguado.

El venado, desde periodos tempranos hasta tardíos, ha tenido una connotación sagrada-ritual asociado al fenómeno chamánico como también al mundo de los muertos. Los usos hechos con osamentas de venados tienen diferentes utilidades, dependiendo del especialista ritual (chamán, santiguador, entre otros) o individuo que los utilice, como también el tipo de osamenta utilizada (patas, tibias, astas). Éstas pueden ser usadas como amuleto para espantar o repeler males, e incluso para magia imitativa y/o blanca (para los chamanes). Por tal motivo, el santiguador lo emplea para curar el chucaque, el mal de ojo, el susto, y el mal del aire, en los rituales de santiguado y limpia, cumpliendo una función apotropaica.

Esta investigación nos aproxima al entendimiento de la presencia y uso del asta de venado en el ritual del santiguado, como también a la figura del santiguador. Exponiendo las diferentes características que éste posee y las similitudes o patrones que lo distinguen del resto de especialistas rituales, visibilizándolo en el contexto social actual, en el cual va perdiendo protagonismo como actor social. Ello generado por diversos factores, que han provocado que su figura y ritual sufra un proceso de pérdida o repliegue en las poblaciones del departamento de Lambayeque. Cabe acotar que la falta de atención al santiguador como especialista ritual, a diferencia del chamán y la partera, en la literatura científica, no ha sido priorizada en ninguno de los diferentes escenarios sociales del departamento de Lambayeque (salvo las investigaciones desarrolladas por el autor) y, por ende, en el área andina central; lo cual abre una página y da pie a que futuras investigaciones enfaticen la presencia del santiguador y su rol en las poblaciones tradicionales.

Agradecimientos

Agradezco a todas las personas que apoyan de manera directa e indirecta las investigaciones que vengo realizando sobre especialistas rituales en las poblaciones del departamento de Lambayeque-Perú. En esta ocasión quiero agradecer con especial consideración a doña Santos Benavides Chozo, quién muy amablemente abrió las puertas de su casa y aceptó con agrado ser entrevistada, de la misma forma quiero expresar mi gratitud a su nieta Melina Montes, quién me informó en primera instancia sobre la característica particular de santiguar de su abuela. De igual manera agradezco al Msc. Alfredo Narváez y al arql. Rolando Asmat por las orientaciones y correcciones de esta presente investigación, como también al Dr. Carlos Elera y a mis amigos Hans Cabrera, José Bello, Denis Sánchez, Dennis Nicolás, Leydy Gines, Martín Granados e Irma Panta.

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1 El venado de cola blanca u Odocoileus virginianus, es una especie de venado que tiene una amplia distribución en el continente americano. En dicho territorio cuenta con una presencia de 39 subespecies, que habitan desde el sur de Canadá hasta Sudamérica. El venado recibe diferentes nombres dependiendo del área geográfica (p. e., “gamo” o “ciervo” en Perú y Ecuador; “venado”, “taruga” o “taruca” en Perú, Ecuador y Bolivia).

2También llamado herbolario, hierbero, yerbatero y en algunos casos médico naturista.

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Un hecho que nos llamó la atención, durante las entrevistas realizadas a los santiguadores/as, fue la presencia de altares, en ellos se aprecia gran cantidad de representaciones de vírgenes, santos, cruces, niños Jesús, e imágenes de la santísima trinidad sobre repisas incrustadas en las paredes y/o esquinas de las casas o a modo de decorado como posters, estatuillas y estampillas. Las velas encendidas -característica intrínseca- iluminan el espacio, donde la luz es uno de los elementos que sacraliza el espacio y brinda luz a los objetos de veneración, segregando el espacio en dos partes: lo iluminado y lo carente de luz.

La materialización del imaginario católico-cristiano, y añadido a esto el simbolismo de la presencia de la vela encendida, es un gesto que enmarca un simbolismo-metafórico y la práctica cultural propia del creyente católico, que se entiende en este contexto como un lenguaje no lingüístico. Cabe añadir que originalmente la vela fue fabricada para un uso utilitario de artefacto de iluminación. Lo cual, a lo largo del tiempo se ha ido transformando, a través de su uso social en una construcción simbólica empleada en diversos contextos y por distintas culturas (Ballesteros 2014).

4Actualmente la familia Camelidae, presente en los andes centrales, está compuesta por dos géneros los cuales se derivan un total cuatro especies: Lama glama (llama) y Lama guanicoe (guanaco), y Vicugna vicugna (vicuña) y Vicugna pacos (alpaca).

5En la iconografía Moche, la representación de la cacería del venado, es una escena en la que participan personajes ricamente ataviados (señores), como también individuos varones que portan redes para atrapar a los venados, los cuales son perseguidos y acorralados por perros; siendo ultimados con porras y/o estólicas.

6La Yunza es una festividad o celebración ritual practicada en todo el Perú, a la cual se le atribuyen nombres distintos a lo largo y ancho del país; en la costa: Yunza, corta monte o tumba monte; en la sierra: huanchihualito o el término va a depender del tipo de lengua o variante de la misma, p. ej. sacha cuchuy (cortar árbol, traducción literal) en el quechua cusqueño, mientras que en Andahuaylas-Apurímac le llaman también Mallki; y en la selva: umisha (árbol con regalos).

7La otra es la comunidad campesina San Juan Bautista.

8Es un tipo de altar portátil, el cual es usado en diferentes espacios a criterio del chamán.

Recibido: 31 de Enero de 2021; Aprobado: 15 de Marzo de 2021

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In memoriam a Juana María Solís Chévez, mi abuela.

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