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Inter disciplina

versión On-line ISSN 2448-5705versión impresa ISSN 2395-969X

Inter disciplina vol.10 no.27 Ciudad de México may./ago. 2022  Epub 03-Oct-2022

 

Reseñas

Laura A. Arnés Ficciones lesbianas. Literatura y afectos en la cultura argentina. Buenos Aires: Madreselva, 2016

Josefina Itoiz* 

* Universidad de Buenos Aires, ILH-CONICET. Correo electrónico: josefina.itoiz@gmail.com

Arnés, Laura A.. Ficciones lesbianas. Literatura y afectos en la cultura argentina. Buenos Aires: Madreselva, 2016.


 

¿Puede alguien que estuvo en todas, de alguna manera, desaparecer de la cultura?” es el acápite que elige Laura Arnés para abrir su ensayo Ficciones lesbianas. Literatura y afectos en la cultura argentina. La elección no es inocente. La cita de María Moreno cifra en una línea la pregunta fundamental de una búsqueda que abarca mucho más que la literatura. Una interrogación -casi un pálpito al comienzo- que tomó, a través de un incesante trabajo de investigación, la forma de este libro. A esa primera intuición de Arnés la impulsa una convicción: la literatura modula definiciones que afectan nuestros mundos sensibles, donde se prueban formas de la vida en común y se trazan nuevas relaciones entre los cuerpos. La literatura es un dispositivo político en el que se puede leer la aparición, proliferación, obliteración de afectos, deseos, placeres, sensibilidades, imaginaciones e imaginarios en la historia. La autora buscará allí los sentidos que despliegan y habilitan las ficciones lesbianas.

El libro se organiza en trípticos: “El punto de vista”, “Históricamente, tres escenas del siglo XX” y “Era esta la literatura, un cuerpo”, cada una de estas partes contiene tres capítulos que articulan la propuesta histórica, crítica y teórica de Arnés. En un recorrido original, Arnés encuentra los tiempos menores de cuerpos y afectos disidentes que emergen solo a contrapelo.

En “El punto de vista”, Arnés construye un lente para captar emergencias de representaciones, de posibilidades políticas, de inflexiones temporales, corporales y subjetivas en la literatura. Las ficciones lesbianas constituyen un marco de interpretación que viene a ocupar un vacío en la crítica literaria sobre las disidencias sexogenéricas. Es una articulación teórico-metodológica particular y una conceptualización específica de interpelación a la cultura argentina. Arnés piensa el término “lesbiana” como un lugar desde el cual se generan vínculos, como un entramado de expresiones y percepciones, de prácticas, localizaciones de tiempos y espacios. Es decir, como una posición, no una identidad. El ensayo no trabaja sobre representaciones ni subjetividades lesbianas, sino que propone una mirada epistemológica. Por esta razón, los capítulos despliegan los modos en que los “sentidos de lesbiana son producidos o significados en contextos particulares” (Arnés 2016, 34). La apuesta es correr el punto de vista del determinismo heterosexualizante para poder percibir el efecto desviado de ciertas textualidades, lo cual permitirá reconocer cómo la literatura incide en la realidad social y lo que la realidad social hace con ella. O, en palabras de la autora, “leer las preguntas que algunas ficciones liberan o los modos en que ciertas pasiones violentan y cuestionan (los sentidos de) los códigos culturales” (Arnés 2016, 37). Ante el afán disciplinante de las ficciones normativas de la literatura argentina, las ficciones lesbianas aparecen como destellos textuales capaces de reorganizar los cuerpos y sus afectos y exaltar su potestad revolucionaria.

En “Históricamente, tres escenas del siglo XX”, Arnés arma un recorrido para escenificar síntomas de época. En un primer momento, donde se cruzan autores como Carlos Octavio Bunge, Eduardo Mallea, Salvadora Medina Onrubia, la representación de lo lesbiano se sintetiza en un arco que va de la “invisibilidad”, pasa por la “enfermedad” y llega a la “aberración”. En los primeros relatos del siglo, en un discurso eminentemente masculino, lo lesbiano se lee como insinuación, como algo, sobre todo, inviable. Esas construcciones textuales se asentaron sobre lo monstruoso, aquello que desafía la ley de la naturaleza y de los hombres. La “sirena” aparece como imagen prototípica: por salirse del género y de la sexualidad normativa, se sale también de la especie. Las figuraciones lesbianas de la época indican la presión que la literatura ejerce sobre las epistemologías y saberes de los cuerpos, y su distribución biopolítica.

Los años cincuenta marcan para Arnés un momento de clivaje, en tanto se movilizan narrativas sobre la sexualidad que trastocan las posiciones y posibilidades de las mujeres; se revisa, además, la relación entre arte y política, y literatura e historia se ligan de un modo nuevo. Allí aparece la segunda escena: un rastro lesbiano se percibe en Victoria Ocampo y la constelación de colaboradores -sexualmente disidentes- que dio forma al proyecto Sur; se advierte en Sur una afectividad particular y una mirada que construye “figuras que desestabilizan la estructura canónica del deseo y (re)inventan los modos hegemónicos del eros ficcional” (Arnés 2016, 96) en una creación y recreación constantes.

La tercera escena marca un fin de siglo temprano: se trata de los años sesenta y setenta, cuando una serie de textos irrumpen e interrumpen el orden establecido que conformaban las lógicas de la nación. Narrativas que propusieron construcciones sexo-genéricas inestables y presentaban nuevas formas de la subjetividad y de lo político. Este ímpetu, cercenado durante los años de dictadura, volvió a afirmarse, reconfigurado, en la década de los ochenta. La redemocratización del país fue acompañada por el crecimiento de los movimientos feministas y de mujeres y de los espacios de activismo, reflexión y encuen tros lésbicos. Con ellos proliferaron publicaciones periódicas, revistas, libros colectivos que dan cuenta de un continuum lesbiano. Textos que complejizan las relaciones entre deseo y lenguaje. Según Arnés, estas prácti cas discursivas que giraron en torno a la se xualidad adoptaron modos autobiográficos, en un contexto en el que empieza a regir el imperativo de asumir una voz y una imagen.

En “Era esta la literatura, un cuerpo”, tercera parte del ensayo, Arnés traza ejes: voz/ deseo, cuerpo/mirada, espacio textual/sexual, que se articulan y derivan en otras tem poralidades. Desde mediados de siglo XX y hasta la primera década del siglo XXI, los des plazamientos que generan las voces lesbianas se articulan en una dinámica que rompe el tiempo lineal del poder y descubre, en un ir y venir, no solo las potencialidades de las memorias, sino también las de sus reinterpretaciones. En los años setenta y ochenta, esas voces lesbianas marcaron una ruptura en las tradiciones y un viraje en el campo literario, porque “lesbiana” combina, para Arnés, lo imposible y lo prohibido. Al interpelar la matriz heterosexual, se sustraen de la ley, reclaman nuevos planteos políticos y critican los modelos fijos de las representaciones hegemónicas. Si en los años 50, dice la autora, esas voces comienzan a aparecer en los textos con una sonoridad positiva, luego harán de la literatura su cuerpo. Producciones de autorxs como Silvina Ocampo, Julio Cortázar, Sylvia Molloy, Reina Roffé, Emma Barrandeguy, Gabriela Massuh entrelazan poder, erotismo y usos del lenguaje, primero en la aparición de las voces lesbianas y, más tarde, en su enun ciación. La escucha y lectura de esta voces per mitirá una reflexión sobre el género y la sexualidad además de una nueva flexión en el texto cultural argentino, que visibiliza las resistencias y desvíos del proyecto disciplinador.

La emergencia de la voz lesbiana no solo generó una reconfiguración de afectos y sentidos en la literatura, también redefinió el cuerpo femenino, adjudicándole nuevos significados, usos y prácticas. En la década de los años setenta, se intensifica la aparición en la literatura de corporalidades que transgreden las normativas de lo posible. Los afectos lesbianos “abren figuraciones que dan cuerpo a posibles heterotopías (…), que dan espesor a cuerpos que parecen querer desintegrar la textura misma de la realidad y que, inevitablemente, ponen en evidencia el hecho de que las ficciones normativas no son más que eso: ficciones” (Arnés 2016, 187). Con la vuelta de la democracia en 1983, vuelven también poten tes los cuerpos a la literatura, y se definen como territorio de derechos humanos. En el contexto de destape de los ochenta, los cuerpos lesbianos arman la serie celebratoria que libera el sexo, revoluciona la realidad y erotiza el lenguaje. Arnés entra luego en el siglo XXI, donde cuerpos y discursos lesbianos y homosexuales circulan libremente, tanto en el contexto sociocultural -las leyes se aggiornan-, como en las representaciones literarias, donde pesa el giro autobiográfico. En las narrativas, cuerpo y texto son violentados, al punto de poner en crisis su coherencia. Lo que lleva a la superficie la relación -estética y política- entre cuerpo y representación. Rodolfo Fogwill, Tununa Mercado, Patricia Kolesnicov, Nicolás Peyceré, Alejandra Pizarnik son algunos de los nombres que se enlazan en este capítulo.

Finalmente, en “Errancias sexuales/ errancias textuales”, Arnés se centra en las derivas espaciales de las ficciones lesbianas en un corpus que integra novelas de María Moreno, Griselda Gambaro y César Aira, en una primera serie y luego de Lucía Puenzo, Iosi Havilio y Dalia Rosetti. Las ficciones lesbianas (se) hicieron voz y cuerpo y lograron apropiarse de la ciudad. Después de reconfigurar los espacios de encierro -habitaciones, casas, escuelas-, salieron a las calles, desarmaron territorios heredados y propusieron otros recorridos. Del mismo modo que no hacen lugar a una identidad, tampoco hay en ellas un centro. Su distribución muestra topografías con marcas geopolíticas, genéricas, sexuales y textuales que desdibujan los espacios binómicos legitimados (campo/ciudad, civilización/barbarie, Buenos Aires/interior, varón/mujer) y que apuestan a pensar en términos inclusivos. O como dice la autora:

En esta figuración metafórica, las ficciones lesbianas reconfiguran la cartografía cultural de los cuerpos, deseos y saberes y se delatan ya no producto de lo que se excluye, sino de elementos que coexisten en permanente movimiento. (Arnés 2016, 234)

Lo que queda son zonas liberadas, un terreno que no puede ser previsto por el horizonte de expectativas delimitado previamente. En ese sentido, se abre un tiempo a otros ritmos, un tiempo que une lo que estaba separado, rechaza identidades y victorias, y abraza el exceso y su juego.

Este ensayo, que podemos definir como una verdadera cartografía disidente, constituye un aporte incuestionable y una lectura obligada para quienes buscan dilucidar las formas de lo lesbiano en la cultura y su potencia emancipatoria. La sexualidad, dice Nelly Richard, es un terreno de intervención política; la crítica cultural también lo es. Arnés es consciente de esto, por eso, Ficciones lesbianas es una reflexión política, una intervención crítica que liga ética y estética, cuerpos y discursos, afectos y escritura.

Josefina Itoiz

Licenciada en sociología por la Universidad de Buenos Aires. Ha cursado estudios de posgrado en sociología de la cultura y el análisis cultural en el Instituto de Altos Estudios Sociales (UNSAM). Actualmente, es doctoranda en estudios de género por la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), cuenta con una beca doctoral del CONICET. Los temas que investiga pertenecen al área de los estudios de género y a la historia intelectual. Da clases de sociología en Ciclo Básico Común (UBA).

Correo-e: josefina.itoiz@gmail.com

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