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Inter disciplina

On-line version ISSN 2448-5705Print version ISSN 2395-969X

Inter disciplina vol.9 n.25 Ciudad de México Sep./Dec. 2021  Epub Nov 22, 2021

https://doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2021.25.79966 

Dossier

Ruralidad y estrategias adaptativas: producción de papa y leche en dos localidades de la región centro de Veracruz

Rurality and adaptation strategies: potato and milk production in two localities of the central region of Veracruz

Janett Vallejo Román* 

Saúl Horacio Moreno Andrade** 

* Doctora en geografía por la UNAM, profesora-investigadora del CIESAS-Golfo. Correo electrónico: janettvallejo@gmail.com

** Doctor en ciencias antropológicas por la UAM, profesor-investigador del CIESAS-Golfo. Correo electrónico: sauloracio@hotmail.com


Resumen

El objetivo central de este trabajo consiste en describir y analizar las distintas estrategias adaptativas que permiten la permanencia de actividades socioeconómicas tradicionales, el cultivo de papa y la producción de leche, en localidades del centro de Veracruz. Estas actividades han mostrado cambios importantes derivados de las políticas neoliberales que han sido poco favorables para el sector agropecuario de pequeña escala. A decir, los elevados costos de los insumos, el bajo precio y las dificultades para comercializar sus productos. Todo esto ha provocado un escenario poco alentador entre los “rancheros” de la región. A partir del trabajo etnográfico, podemos sostener que la permanencia de estas actividades, en términos económicos, ha sido posible dada la diversidad de actividades, no necesariamente agropecuarias, que realizan los miembros de los hogares rurales. Es decir, la pluriactividad que se observa en las sociedades rurales actuales, permite explicar la continuidad de actividades económicas, actualmente complementarias, pero que hasta hace un par de décadas eran primarias y sustantivas para su sobrevivencia. Por otra parte, este estudio permite conocer aspectos culturales de larga data, de identidad y arraigo, que giran en torno a la producción papera y a la producción láctea, y que definen una forma particular de habitar estos espacios.

Palabras clave: ruralidad; pluriactividad; estrategias adaptativas; neoliberalismo; centro de Veracruz; papa y leche

Abstract

The main objective of this work is to describe and to analyze the different adaptive strategies which allow the permanence of traditional socioeconomic activities, such as potatoes harvest and milk production, at localities of Veracruz’s center. Those activities have suffered mayor changes derived from neoliberal policies that have been unfavorable for the small-scale agricultural sector. Specific, the inputs’s increasing costs, low product’s prices and difficulties to commercialize. All this has caused an unfortunate scenario among the “rancheros” at the region. Based on ethnographic work, we sustain that permanence of these activities (in economic terms) has been possible given the diversity of activities, not necessarily agricultural or livestock, carried out by the members of the households. That is to say, the pluriactivity that is observed in the current rural societies, allows to explain the maintenance of traditional economical activities, currently complementary; which ones, a couple of years ago, were primary and substantive for the survival of rural households. On the other hand, this study allows to know cultural aspects, of long date, around identity and social roots, about milk and potato production, what defines a particular way of inhabiting these rural spaces.

Keywords: rurality; pluriactivity; adaptive strategies; neoliberalism; Veracruz center; potato and milk

Introducción

La liberalización económica favoreció la aparición de dos modelos de aprovechamiento y uso diferenciados de los recursos derivados de las actividades agrícolas y pecuarias. Por un lado, se consolidó el sector agroexportador, competitivo e integrado a los mercados, sustentado en nuevas técnicas de producción, mejoramiento de los predios vía paquetes tecnológicos y sistemas de riego, y el desarrollo de medios de acondicionamiento y comercialización. Por el otro lado, se mantuvo una producción campesina y familiar mayoritaria, acotada por políticas de austeridad y la tendencia a la baja de la rentabilidad de los productos tradicionales (Bonnal et al. 2003; Vargas 2009).

En este contexto de liberación, el ámbito laboral ha sufrido cambios notables y los espacios rurales no han sido la excepción. Actualmente, los hogares rurales dependen cada vez más de ingresos producto de actividades realizadas fuera del entorno parcelario, ya sea agrícola o pecuario, generando una ruptura en el supuesto tradicional de que la sobrevivencia de los hogares dependía, en estricto sentido, de las actividades tradicionales y en donde las actividades fuera de estos rubros eran complementarias.

Las alternativas de integración al modelo económico actual han sido reducidas para la mayoría de los productores rurales. De acuerdo con su capacidad productiva, pueden orientarse a: 1) tratar de integrarse al modelo económico y buscar competir bajo parámetros internacionales de alta productividad; 2) dedicarse a otra u otras actividades para lograr la sobrevivencia, derivando en una diversificación ocupacional y en la pluriactividad. En este contexto, las unidades productivas de una buena parte de los medianos y casi la totalidad de los pequeños productores, no aseguran más que la reproducción familiar, por lo que se ven obligados a buscar diferentes “estrategias de reproducción” o “estrategias adaptativas”1 (Martínez Borrego 2017; Martínez Borrego y Suárez 2015; Bartolomé 1984). Así, surgen nuevas actividades, se tejen otras relaciones sociales, enmarcadas en distintas formas de organización productiva, residencial familiar y de vida, y de nuevos vínculos entre el campo y la ciudad, entre lo rural y lo urbano.

El objetivo del artículo es describir y analizar las distintas estrategias adaptativas que permiten la permanencia de actividades socioeconómicas tradicionales, como el cultivo de papa y la producción de leche, en localidades del centro de Veracruz. Estas actividades han mostrado cambios importantes derivados de las políticas neoliberales que han sido poco favorables para el sector agropecuario de pequeña escala.

El texto presenta información obtenida durante 2018 y 2019 de trabajo de campo. Las personas que fueron entrevistadas están relacionadas con la producción y venta tanto de la papa como de la leche, pero también se obtuvieron datos de otros sujetos como autoridades civiles, maestros, médicos y comerciantes.2

Para el caso de la producción de papa se consideró la parte alta del municipio de Perote y para el caso de la leche se distinguen localidades de los municipios de Tlacolulan, Acajete, Rafael Lucio y Jilotepec.

El trabajo se divide en cuatro partes. En la primera se elabora un breve acercamiento sobre la pluriactividad en los espacios rurales y se delinea la forma en la que se aborda en el presente texto. En el segundo apartado se exponen el caso de la producción papera, enfatizando en el quiebre histórico entre lo forestal y agrícola, y la diversidad de productores en la zona. En el tercer apartado se trata la producción y venta de leche poniendo atención en la tenencia de la tierra, la emigración y la construcción social del mercado de trabajo. Por último, se exponen las conclusiones.

La pluriactividad como estrategia adaptativa en los espacios rurales

La pluriactividad para el ámbito rural se define como un proceso socioeconómico que implica la combinación de dos o más actividades laborales, una de las cuales es la agricultura, las que desarrollan uno o más miembros de la familia rural. De manera que, en este proceso, se pueden observar dos dimensiones: la individual (sujetos pluriactivos), es decir, cuando un individuo tiene dos o más actividades laborales, y la colectiva o a nivel hogar (hogares pluriactivos), esta última cobra relevancia cuando se observa a dos o más sujetos de un hogar en diversas actividades laborales, los cuales contribuyen para lograr la reproducción del hogar. Es importante mencionar que las actividades pueden ser o no remuneradas, por ejemplo, una mujer que se ocupa de las actividades domésticas dentro del hogar, trabaja en el campo, y elabora y vende tortillas de comal, es una persona pluriactiva. La actividad por la que recibe ingresos únicamente es por la venta de su producto, sin embargo, las otras dos son igualmente importantes para la reproducción doméstica.

Fuente: Elaboración propia, con base en: Marco Geoestadístico Nacional, INEGI (2010).

Figura 1 Mapa de localización. 

La pluriactividad actual depende de cómo se articulan los espacios rurales con las dinámicas asociadas con los nuevos usos de suelo asociados, en parte, con el proceso de urbanización y la presión que esta ejerce sobre suelos rurales o de tierras de conservación. Esto es fuente de una creciente diversidad de oportunidades y quehaceres entre los distintos miembros de los hogares y las familias rurales. Estos procesos han sido favorecidos por el incremento de infraestructura carretera y de transporte, que ha reducido significativamente los costos, las distancias y el tiempo entre los espacios rurales y urbanos.

La diversidad de actividades en los hogares rurales no es un acontecimiento reciente, sin embargo, lo que se observa en la actualidad es una mayor diversidad de actividades ocupacionales, así como un incremento en la inserción de los distintos miembros del hogar, sin distinción de género, en el mercado de trabajo formal o informal. Estos procesos se han acentuado a la par de una agudización en el declive de las actividades agrícolas y pecuarias tradicionales y a la ausencia de un nuevo modelo que permita absorber la mano de obra existente en el medio rural.

Durante décadas se insistió en que la actividad agrícola era el sector predominante no solo de la vida económica, sino social y cultural del medio rural. El ciclo agrícola no era unicamente fundamental, sino que se constituía como el elemento primordial para organizar las actividades económicas, sociales y culturales en las comunidades rurales, el trabajo, las fiestas, incluso los ciclos migratorios estaban definidos por los tiempos de siembra y cosecha. Como menciona Arias, “las actividades que no eran agrícolas y que no eran practicadas por los hombres, pasaban, como se decía sin demostrarlo, a la categoría de complementarias” (Arias 2009, 3).

A pesar de reconocerse que la obtención de recursos ya sea en especie o monetario, por parte de las familias rurales, se ha obtenido de la articulación constante, flexible, diversa y cambiante, de las cuatro actividades principales (agrícola-pecuaria, elaboración de artesanías, recolección-caza, y diversas modalidades de trabajo asalariado), actualmente, se observa una ampliación y diversificación de las fuentes de ingreso no agropecuarios y una importancia mayor del ingreso monetario, principalmente por un aumento en el consumo de bienes y servicios que antes estaban ausentes en el ámbito rural, como se expondrá en este trabajo (Salas y González 2017; Martínez Borrego y Vallejo Román 2019).

Los factores que han incidido en el desarrollo de la pluriactividad son diversos. En un nivel más general, se pueden mencionar aquellos elementos que influyen en las transformaciones territoriales y económicas, entre las cuales destacan la relocalización de actividades económicas y la restructuración laboral, teniendo claras consecuencias en la generación de nuevas alternativas laborales en el medio rural. En un nivel más particular, se pueden mencionar aquellos elementos que aluden a las transformaciones en la dinámica demográfica, social y económica de las familias rurales. Entre estas se puede mencionar: el aumento y diversidad en los flujos migratorios, la pérdida de rentabilidad de la actividad agropecuaria por parte de los pequeños productores, la transición de una economía basada en el equilibrio entre lo que se producía y lo que se consumía, a una economía en donde el ingreso monetario ha cobrado mayor importancia, debido en gran parte a nuevas pautas de consumo y demandas asociadas con la educación de los hijos (Arias 2009b, 296-297; Grass 2004).

Los principales acercamientos metodológicos sobre la pluriactividad abarcan las actividades ejercidas por los hogares de productores, los cuales trascienden las fronteras de la economía familiar agropecuaria, pero que involucra el mismo sector (por ejemplo, la comercialización de la propia producción), es decir, son pluriactivos dentro del mismo sector. En otra vertiente, la pluriactividad se entiende como la combinación de las actividades agrícolas dentro de la parcela propia, y no agrícolas, no obstante esta perspectiva no incluye los casos de productores que además ejercen actividades como asalariados o jornaleros (Craviotti 2002, 95), dentro de la agricultura o ganadería como son los casos que se expondrán.

La perspectiva brasileña (Schneider 2009 y 1999; Schneider y Conterato 2006) refleja de manera cercana lo que acontece en el campo mexicano, sin embargo, es necesario considerar también como pluriactivos aquellos sujetos que realizan actividades agrícolas y/o pecuarias no familiares, ya sea en una relación asalariada o los que por una cuestión de reciprocidad o por la continuidad de lazos familiares y de compadrazgo colaboran con trabajo sin recibir remuneración.

Dentro de la complejidad en el análisis de la pluriactividad se añade la posición del sujeto dentro de la estructura familiar. Esto implica una serie de negociaciones, tensiones y reacomodos en términos de organización y reproducción familiar, los cuales dependen de quién se queda o no en el hogar y de las actividades que se realicen dentro o fuera del hogar, es decir, si es el jefe o jefa de familia, los hijos, las nueras o yernos, o algún otro miembro de la familia los que salen a trabajar.

Es importante mencionar que la gran mayoría de los estudios sobre pluriactividad no hacen énfasis en las características de las ocupaciones, esto es, su carácter formal e informal, riesgos de trabajo, certidumbre, seguridad, entre otras. En los casos observados, registramos que las ocupaciones enmarcadas en este proceso son, en buena medida, de carácter informal, flexible y precario.

Otro elemento que se requiere recuperar en los estudios sobre la pluriactividad actual, tiene que ver con su multicausalidad, entre ellas las relacionadas con las cuestiones de género y edad. Como señalan Gasson y Winter (1992):

Los hogares agrícolas se dedican a otras actividades por una amplia gama de razones, no solo relacionadas con el ingreso. Las estrategias de los hogares están influenciadas por las condiciones en agricultura, fuera de la granja y otras oportunidades de trabajo. La estructura del hogar y las aspiraciones y valores de sus miembros, cualquiera de los cuales puede cambiar a través del tiempo. Si bien las presiones macroeconómicas que restringen los ingresos agrícolas pueden obligar a los miembros del hogar a buscar otras fuentes de ingresos, las presiones también son generadas dentro de la familia por las esposas de los agricultores, en particular las mujeres más jóvenes, para quienes el régimen de agricultura familiar es cada vez más arcaico e insostenible a la luz de los desarrollos en el lienzo social más amplio de las relaciones de género. (Grasson y Winter 1992, 388)

En cuanto a la cuestión de género, lo que se puede observar es la inclusión de un número mayor de mujeres en el mercado de trabajo extraparcelario, aunque es importante mencionar que las dobles o triples jornadas de trabajo para ellas son una constante. Y aunque en la actualidad hay un reconocimiento de la importancia del trabajo femenino para la reproducción de los hogares, el trabajo que ellas realizan sigue considerándose, en la mayoría de los casos, como una “ayuda” o como actividades complementarias y/o secundarias. Con respecto a las expectativas generacionales (comúnmente asociadas con los niveles de educación) este ha sido un aspecto que se observa en las generaciones más jóvenes, quienes rechazan emplearse en la agricultura, pues el campo, además de ser poco rentable les es ajeno, e incluso les genera rechazo (Méndez 2005 y 2008).

Los aspectos anteriores dan cuenta de las múltiples variables que inciden en la diversidad laboral que impera en los espacios rurales. A continuación, se exponen dos casos de estudio: 1) la dinámica socioeconómica de los productores alteños de papa en el Cofre de Perote, en donde se enfatiza la ruptura histórica con la cultura forestal y las dificultades actuales en la producción papera; 2) el segundo caso sobre la producción lechera y otras ocupaciones que realizan los rancheros para su sobrevivencia, enfatizando en la tenencia de la tierra y los vínculos rural-urbanos con la capital.

Ambos casos se ubican en lo que Rodríguez distingue como la región de Xalapa, la cual se constituye por “un paisaje complejo donde coexisten la ganadería, los pastizales cultivados, una multiplicidad de plantaciones forestales, la cafeticultura, la fruticultura y, más recientemente, granjas avícolas y apícolas. La variabilidad de pisos ambientales genera una gran biodiversidad; la región cuenta con una importante área de bosque mesófilo” (Rodríguez 2010, 172). No obstante, la urbanización presente en la capital veracruzana, ha implicado cambios en la dinámica poblacional y ocupacional, si bien no son procesos novedosos sí se han incrementado. La movilidad de las rancherías hacia Xalapa en búsqueda de empleo y/o educación es una constante.

Del aprovechamiento forestal al cultivo de papa

El caso de estudio se ubica en una localidad perteneciente a la montaña del Cofre de Perote, ubicada en la subprovincia fisiográfica denominada Lagos y Volcanes de Anáhuac en la provincia del Eje Neovolcánico Transversal del Centro de México con una altura de 4 mil 250 metros sobre el nivel del mar, situándose como la octava elevación de mayor altitud en México. En esta región se decretó, en 1937, el Parque Nacional Cofre de Perote (PNCP), siendo una de las primeras reservas naturales en el país.

El estudio de caso se centra en una comunidad situada en la ladera poniente de la montaña, actualmente su actividad principal es el cultivo de papa y en menor medida la crianza de ganado ovicaprino. Estas actividades no siempre estuvieron presentes en la localidad, de hecho, buena parte de las problemáticas actuales que enfrentan los productores son consecuencia de un modelo de conservación ambiental impuesto, que implicó una ruptura de la cultura laboral forestal y la adopción y adaptación de la agricultura papera.

Como en otras ANP, la declaratoria de Parque Nacional (PN) se llevó a cabo en territorios ocupados parcialmente por comunidades con derechos agrarios, cuya dotación ejidal se concretó entre 1934 y 1936, es decir, previo al decreto. A partir del decreto, pero más sucintamente con las sanciones impuestas por el uso de los recursos forestales, inició una historia de tensiones y pugnas entre autoridades gubernamentales, sectores privados, organismos no gubernamentales y las comunidades que habitan el PNCP, estas develan procesos de reterritorialización que se evidencian en la relación, los usos y control de los recursos naturales por parte de actores que habitan, administran o inciden de alguna forma en el PNCP. La historia reciente está imbricada con la ocupación histórica del Cofre como región.

En la zona poniente de la montaña se ubicaron importantes haciendas como la de San José de Molinos y de Tenextepec, en donde el aprovechamiento forestal era una de las principales actividades productivas, la venta de madera constituyó por varias décadas el recurso principal para hacendados y peones en la región. Esto se modificó con el reparto agrario en la década de los treinta, generando una ruptura con la cultura laboral forestal y dando paso a la “vocación” agrícola. La transición de una actividad a otra estuvo ensombrecida por vedas, tala clandestina y el proceso de adopción de una actividad “nueva”, aunque no ajena, para los habitantes del Cofre.

Con la dotación de tierra se pone en escena un nuevo actor, que si bien estuvo presente como trabajador explotado sin derechos en las haciendas, ahora como “propietario” podía, en cierto modo, generar un contrapeso en las relaciones de poder. El cambio en términos de tenencia de la tierra, también reformuló las relaciones de trabajo, así como una nueva relación entre los habitantes y el bosque.

La dotación de tierras, como en otras zonas del país, se otorgó sin un acompañamiento técnico ni capital que contribuyera al desarrollo de una verdadera economía agrícola, o en el caso del Cofre, una economía forestal. De manera que los ejidatarios dejaron de ser trabajadores directos de los rancheros y dueños de aserraderos para ser trabajadores “subcontratados”. El control del recurso forestal continúo por varias décadas en manos de los empresarios madereros quienes cooptaron la mano de obra, ahora de campesinos con tierra, controlaban los precios, el transporte y la comercialización.

Las verdaderas ganancias de la explotación forestal quedaban en manos de un par de familias, mientras que el grueso de la población comenzó a aprovechar el desmonte para la ampliación (o introducción) de cultivos como el maíz, avena, haba y papa en las partes más altas. En esta etapa, si bien, los ejidatarios hacían uso del recurso forestal como parte de sus estrategias de sobrevivencia, fueron los contratistas madereros los principales agentes de la explotación forestal. Para los ejidatarios el bosque comenzó a tomar otro significado, ya “eran sus tierras” y aunque aún tenían un papel subordinado frente a los madereros, ser ejidatarios les concedía una relación con su territorio, un sentido de pertenencia y un medio de sobrevivencia, que en este caso se materializó en el cultivo de la papa.

El cambio de forestal a agrícola fue un proceso de adopción y adaptación. Don Miguel recuerda que comenzó un vecino que había trabajado en el Valle de Puebla, trajo unas semillas y comenzó el cultivo, en una tierra agreste por el clima y las condiciones del suelo. Pero esas mismas condiciones del suelo, que poco antes había sido bosque, permitió importantes rendimientos:

Sembrábamos sin químicos, la tierra era fértil, se daban unas buenas matas, cada mata te daba un bote grande de papa, eran una papas buenas, grandes […] fue difícil por el desmonte, había que preparar una tierra que fue bosque, también fue difícil porque no sabíamos dónde vender, pero eso se resolvió pronto, la producción era buena, empezaron unos y de ahí nos seguimos todos […] ya no podías ser forestal, ya eras campesino (Miguel, Ejido Agua de los Pescados, abril, 2018).

En la actualidad el cultivo de la papa en México se desarrolla casi en todo el territorio, siendo los principales productores los estados de Sinaloa, Sonora, Puebla, Veracruz, Estado de México, Nuevo León, Guanajuato. En términos de superficie sembrada y producción, la papa ocupa el lugar 17 (de 183) en los productos agrícolas del país. En 2017, la producción del tubérculo fue de poco más de 1.7 millones de toneladas, abasteciendo las necesidades alimentarias de la población y de provisión de semilla, con un consumo per cápita de 14.8 kg.

A pesar de que se puede encontrar el cultivo de papa en casi todo el país, el Sistema Volcánico Transversal es la zona que cuenta con las mejores condiciones edafológicas (textura franca, arenosa, alto contenido orgánico) para el cultivo de la papa, por lo que no es de extrañar que Veracruz, junto con Puebla y Estado de México se encuentren entre los primeros lugares como estados productores.

Particularmente el estado de Veracruz ha sido un importante productor de papa, sobre todo en los últimos veinte años. Si bien su producción no ha sido constante (Cuadro 1) y muestra importantes variaciones, estas dependen, como casi en todos los cultivos, del clima, disposición de agua y de acceso a insumos y la variabilidad del mercado en donde el precio de un ciclo determina fuertemente el siguiente ciclo, debido al alto costo de producción.

Cuadro 1 Producción de papa en Veracruz. 

Año Superficie sembrada Rendimientos (ton/ha)
1980 12,998.00 9.90
1985 10,912.00 10.35
1990 7,127.00 10.31
1995 5,522.00 10.27
2000 5,023.00 15.21
2005 4,250.25 14.85
2010 4,449.25 19.41
2015 6,680.25 19.59

Fuente: Elaboración propia, con base en: SIAP, Anuario estadístico de producción agrícola.

También es importante mencionar que los precios del centro-sur están fuertemente presionados con la oferta de producción de los estados del norte, que, como es bien conocido, cuentan con mayor infraestructura y pueden identificarse con un modelo agroindustrial, a diferencia de buena parte de los productores centro-sur, que pueden caracterizarse como pequeños o medianos productores con procesos productivos tradicionales y/o con poca infraestructura y tecnología.

Como se muestra en el Cuadro 1, para el caso de Veracruz, ha habido una disminución importante en términos de superficie sembrada de papa de casi el 50%, sin embargo, se ha registrado un incremento de casi el 100% en los rendimientos. El Valle de Perote3 es una zona de producción papera importante para la región, con una diversidad de productores, entre los que desatacan: 1) los del Altiplano, que producen a mediana y grande escala cultivando la papa Alpha, que es una papa blanca ampliamente aceptada en el mercado, estos productores tienen un mercado definido con empresas como Sabritas y Barcel y/o son bodegueros en la Central de Abastos en la Ciudad México. Estos productores siembran entre 10 y 100 ha, entre propias y arrendadas, en su mayoría poseen riego; 2) los productores medianos que se pueden ubicar tanto en el Altiplano como en la montaña, cultivan entre 5 y 20 ha, poseen tierras de temporal y algunos han adecuado tierras para riego, su mercado es local y regional. Este tipo de productores: 3) los productores serranos de tipo “campesino” cultivando entre 1 y 10 hectáreas, con rendimientos promedio de 10 ton/ha. Estos productores cultivan diversas variedades de papa de color, la mayor parte en tierras de temporal.

En la localidad de estudio solo se identifican pequeños productores, con cultivos de temporal. La siembra de papa ha sido desde hace casi ocho décadas una actividad presente en el Cofre de Perote. Como se mencionó, el desmonte del bosque permitió abrir parcelas en donde, por las condiciones climáticas, la papa fue una buena opción, o tal vez la única por las condiciones climáticas, para los pobladores que “abandonaron” la actividad forestal. Este hecho cambió el paisaje, hoy en día, en la ladera poniente se puede ver la coexistencia del bosque de pino-encino y oyamel y los cultivos de papa, que en tiempo de floración adornan con sus flores blancas o moradas la montaña.

De acuerdo con los testimonios de ejidatarios fundadores, la fertilidad de los suelos junto con una demanda creciente en la población urbana, hizo de la papa el “cultivo rey” de la zona. Se habla incluso de una “etapa dorada” de la papa (1960-1980). La papa tenía buenos rendimientos sin necesidad de insumos (fertilizantes, plaguicidas, abonos) o con un uso ínfimo, limitado principalmente al control de plagas: “una mata podía dar hasta 20 kilos, era la papa perote, una papa grande, muy adaptada al suelo” (Miguel, Ejido Agua de los Pescados, agosto 2019).

La papa era comercializada principalmente en la Central de Abastos de la Ciudad de México o en algunos mercados de Puebla como en Tepeaca. El precio y un mercado seguro les permitió capitalizarse, lograron comprar camionetas e incluso camiones para trasladar su mercancía. El dinero fluía, se pasó de las casas de tejamanil al concreto, algunos aprovecharon para comprar terrenos en Perote. Fue una época de bonanza. El mercado de la CDMX era suficientemente grande y diverso incluso para comercializar papa de variedades distintas a la predominante (alpha), de manera que lograban colocar en el mercado otras variedades como la atzimba, lópez, leona, greta, yema, mazamba, colorada, perote, variedades “nativas” o de “color” que hoy están casi por desaparecer.

La crisis de la papa inició en los años ochenta, las causas fueron múltiples: la baja demanda del producto como consecuencia de la crisis económica del país en la década de los ochenta; el cambio en los patrones de consumo que desplazó las papas de color o nativas por la papa alpha que prevaleció en el mercado, así como el incremento de producción de esta variedad en los estados del norte y Michoacán; la incapacidad para introducir la papa alpha por su elevado costo de producción y desconocimiento técnico; precios castigados por cosechar (mayo-junio) en tiempo de sobreproducción; y los elevados costos de los insumos aunado a los pocos o nulos apoyos gubernamentales.

A lo anterior se suman las restricciones que impone el ANP, que impide el aumento de parcelas o el uso de agua para riego, e identifican esta actividad como un problema para la “conservación”. No obstante, el problema que identifican las autoridades se reduce al uso de suelo, es decir, que la frontera agrícola no transgreda el suelo de conservación. En la revisión documental y en las entrevistas a funcionarios, el tema del uso de químicos y los efectos en la degradación de suelos, sus impactos en la salud humana y los efectos en otras especies animales y vegetales es casi nula.

Los objetivos por conservar, entendido como el resguardo del bosque (especies vegetales y animales) ha minimizado la presencia humana en el PNC, o al menos el factor productivo no es reconocido, por tanto, no hay mecanismos de intervención política/técnica orientados a la incorporación (porque ya está ahí) de estas actividades dentro del programa de manejo. Negar su existencia tiene varias implicaciones, por enumerar algunas: 1) la frontera agrícola continuará en crecimiento hormiga; 2) la contaminación de suelos continuará mermando poblaciones animales y vegetales; 3) continuará la degradación de suelo, lo que implica el uso de fertilizantes más fuertes y/o la erosión, y, 4) problemas de salud poco explorados en la zona pero que los habitantes lo atribuyen al uso de químicos.4

El trabajo en el cultivo de papa es un trabajo arduo, a ras de suelo. En la parte alta la siembra se realiza con yunta o con azadón. La pendiente y el tipo de suelo hacen imposible la mecanización de la actividad. Hay dos tipos de siembra, la de la papa comercial de “90 días” y la de temporal, ambas variedades se siembran entre abril y mayo. La papa comercial se cosecha entre julio y agosto; la papa para autoconsumo y venta local se cosecha a partir de octubre. Siembra y cosecha son los eventos que requieren mayor mano de obra, en su gran mayoría de varones.

De acuerdo con los testimonios las dificultades del trabajo en la siembra y del cuidado del cultivo es el uso de químicos. La falta de capacitación y equipo expone a los trabajadores al contacto directo con las sustancias. Es común ver a los trabajadores esparcir en la tierra los químicos con máquinas manuales ya sea para fertilizar o atacar alguna plaga, utilizando como única protección un paliacate en la boca y una sudadera con capucha. La irritación cutánea y ocular es frecuente.

En la cosecha el trabajo no es menor, la jornada inicia a las seis de la mañana, aún con el frío y neblina, los trabajadores se disponen a “escarbar” para obtener los tubérculos que seleccionan por tamaño. La mayor parte del tiempo el trabajo es agachado, solo se levantan para llevar las pesadas cajas a la camioneta o camión que las llevará al mercado. Si las tierras están a pie de carretera es una gran ventaja, si no, hay que caminar con una caja de 20 a 30 kilos sobre la espalda, entre el suelo pedregoso e irregular, hasta donde se conjunta la producción. El salario dependerá del número de cajas que recolecten, por lo regular, cada trabajador reúne entre 15 y 30 cajas que pagarán entre 10 y 20 pesos, aunque esto depende de la fuerza, edad y experiencia del trabajador. La jornada trascurre hasta las dos o tres de la tarde cuando el sol abrasador obliga a pausar.

Pese a las dificultades que enfrenta la producción, varios entrevistados, mencionan que la producción de papa permanecerá porque constituye un ingreso importante para las familias del Cofre, a pesar de la variabilidad de los precios, se registran saldos a favor, además de que las condiciones ambientales limitan la introducción de otros cultivos. Otro aspecto que permite entender la persistencia del cultivo es que la papa es parte de la dieta de las familias, así como lo es el maíz y el frijol. El consumo de la papa se realiza durante todo el año, las familias venden una parte y otra la almacenan como semilla para el siguiente ciclo y para el autoconsumo.

Es interesante mencionar que varias familias entrevistadas siembran diversas variedades de papa, la blanca (alpha, gema, leona, lópez, fianna) para comercializar y roja o perote para su consumo. Las diferencias organolépticas son marcadas, tamaño, color, textura sabor (papas de color, pequeñas y con protuberancias). Sin duda, los locales prefieren la papa de temporal con menos químicos, aunque señalaron aplicarle fertilizantes, estos son combinados con abono orgánico, tratan de mantener “una producción más sana”. A decir por ellos, esta papa se queda en casa no solo porque es más sana sino porque no es aceptada en el mercado urbano: “la gente pide papa blanca, sin nudos, grande, limpia. Pero esa papa requiere por fuerza más químico, la gente no entiende, que entre más fea es más buena. Nos han vendido la idea de que la papa buena es la de las fotos de Sabritas, la papa blanca, la papa de color no entra en el mercado” (Evelina, Ejido Agua de los Pescados, diciembre de 2018).

Al igual que otros cultivos buena parte de las dificultades están en el mercado, por una parte, como se mencionó, los altos costos de insumos (semilla, fertilizantes, plaguicidas) y por otra, en el precio del producto, que no compensa la inversión. El precio es sumamente inestable, por ejemplo, en el caso de la papa alpha en el 2018, el precio máximo fue de $22.00 el kilo y el mínimo en $11.00, mientras que otras variedades se pagaron entre $4.00 y $5.00 el kilo (Sistema Nacional de Información e Integración de Mercados, 2019). Aunque es importante anotar que los ingresos derivados de la venta del cultivo también dependen de los rendimientos, cada vez es más difícil predecir por las cuestiones climáticas. El promedio de rendimientos entre los productores es entre 15 y 20 toneladas. Sin embargo, se han registrado años de pérdidas en donde se ha cosechado menos de cinco toneladas.

Frente a este escenario, se construye un mercado de trabajo diverso que depende, en buena parte, de las pocas alternativas laborales en la comunidad, aunque es interesante observar que para los varones el trabajo fuera de la comunidad aún está vinculado con el ciclo agrícola local, es decir, si se requiere la mano de obra, ya sea en siembra o en la cosecha en sus tierras o en la de sus parientes, se emplean en la localidad; cuando se acaba el trabajo bajan al Valle e incluso se desplazan a otros estados de la República en busca de trabajo agrícola.

La alta especialidad en el cultivo de papa los ha llevado a ser reconocidos no solo como “gente de trabajo” sino como “trabajadores paperos especializados”, esto se constata cuando hablan de la selección de la papa:

La papa se divide por tamaños, antes había hasta 10 tamaños, hoy se trabajan menos. Entonces, conforme vas sacando la papa vas midiendo y llenando tu arpilla, debe ser rápido porque te va dejando el camión, nosotros sabemos bien, nuestra mano ya conoce cómo seleccionar. Si seleccionas mal son pérdidas para el patrón […] al Valle (de Perote) llega gente de otros lados, cobran menos, pero nos prefieren porque uno ya sabe el trabajo, somos muy rápidos y eso conviene al patrón (Miguel, Perote, marzo 2018).

Como en otros casos que hemos documentado (Martínez y Vallejo, 2019), la permanencia de cultivos tradicionales está vinculada con la obtención de ingresos no agrícolas de las familias campesinas. En el caso de la localidad de estudio, buena parte de los jóvenes y adultos varones trabajan en fábricas de block asentadas en el Valle de Perote. Este trabajo es importante sobre todo en tiempo intermedio entre la siembra y la cosecha. Como lo menciona un trabajador:

En la mina hay trabajo todo el año, no pagan mucho, $120 el día, si te quieres ahorrar bajas caminando o de aventón y ya te sale el día (…) empecé a ir desde que tenía quince, hacer block, cuando no te ocupan en el campo tienes que buscarle. Si no era de peón me iba al block o si no cuidando borregos, le busqué desde chico (Arón, El Conejo, noviembre, 2019).

El trabajo como jornaleros agrícolas en tierras poblanas y peroteñas, o incluso en otros estados es algo común en la localidad, principalmente entre varones, mientras que las mujeres se desplazan hacia la cabecera municipal o a Xalapa para realizar trabajo doméstico y/o emplearse en el comercio. Marina es una mujer adulta que pasó más de 30 años fuera de su comunidad, trabajó “en casa” desde los 13 años, primero en Perote y después sus “patrones” se la llevaron a Xalapa. Solo visitaba a su familia cada quince días. Hace cinco años regresó al pueblo a cuidar a sus padres. Ella logró colocar a varias jóvenes de su comunidad como trabajadoras domésticas. Las oportunidades de empleo en la comunidad son muy reducidas, de manera que trabajar fuera no es solo una oportunidad para obtener ingresos, para algunas mujeres ha sido una ventana para poder estudiar o emplearse en otras actividades con mejores ingresos como cuidadoras de adultos o niños, un trabajo mejor remunerado y “menos pesado”.

El commuting es una práctica común: las y los trabajadores van y vienen, aportando ingresos importantes para la subsistencia de los hogares rurales, e incluso algunos subsidian parte de la producción papera como lo menciona una entrevistada “trabajo en Xalapa en casas, y lo de dos meses de mi sueldo es para el abono para la papa, porque se tiene que hacer, no se puede dejar abandonado el terreno (…) no es nomás costumbre, es porque si después lo quieres sembrar es más difícil, y porque aunque sean papas tienes para comer en el año” (Margarita, Perote, junio 2019).

Producción de leche y cultura ranchera

Todas las mañanas pickups con tinacos negros, con el logotipo “Rotoplas” montados en la batea, recorren los caminos vecinales que enlazan los municipios veracruzanos de Jilotepec, Tlacolulan, Rafael Lucio y Acajete. En su camino se van parando rancho por rancho para recoger cubetas de 19 litros, que alguna vez contuvieron pintura u otros productos, llenas de leche fresca resultado de la ordeña. Las camionetas paran un minuto en cada lugar, los “lecheros” se bajan, toman la cubeta, revisan visualmente que vaya del color adecuado y las vacían en el “Rotoplas” y continúan su trayecto, repitiendo pocos metros después la misma operación. Horas después, horas antes de anochecer, vuelven a pasar para recoger la ordeña de la tarde. Así hasta llegar a las queserías donde será transformada en quesos que se venderán en la ciudad de Xalapa, centro político y educativo del estado de Veracruz, en restaurantes especialmente. Además, otro importante comprador de esta leche es la delegación en Xalapa de LICONSA S.A. de C.V.

El clima de las localidades y comunidades de Jilotepec, Rafael Lucio y Acajete por lo regular es frío y seco, con una temperatura promedio anual de 12 ºC, se articulan por una carretera que tendría como destino final la Ciudad de México, partiendo de Xalapa. Esta carretera federal es de dos carriles y pasa en medio de bosques teniendo de fondo al Pico de Orizaba a lo lejos y a lo cerca al Cofre de Perote.

No existe una producción industrial de leche en la región y los precios son muy bajos. Esto hace que sea muy difícil de cuantificar la producción real, aunque como se aprecia en el Cuadro 2, la región se distingue por la producción lechera. En general, se trata de pequeños y medianos ranchos que van de 3 animales hasta 20 vacas. Eso hace que sean muy diferentes los volúmenes entre rancho y rancho. Algo importante es que el precio es bajo: se compra a 6 pesos el litro de leche bronca, en el Cuadro 2, se observa un aumento en el precio entre 2006 y 2018, sin embargo, este sigue siendo muy bajo con respecto a los costos de producción y a las necesidades de los productores.

Cuadro 2 Producción de leche en la zona de estudio. 

Año Producción
(miles de litros)
Precio
(pesos por litro)
Valor de la
producción
(miles de pesos)
Jilotepec 2018 3,077.860 5.40 16,620.471
2015 3,336.744 5.23 17,435.555
2010 2,114.994 5.93 12,537.420
2006 1,945.483 3.00 5,836.449
Total 10,475.081 52,429.895
Rafael Lucio 2018 2,802.700 5.40 15,134.600
2015 3,041.099 5.23 15,908.911
2010 1,938.745 5.91 11,466.661
2006 1, 336.348 3.07 4,108.592
Total 7,782.544 46,618.764
Acajete 2018 7,917.300 5.40 42,753.398
2015 8,723.387 5.21 45,448.039
2010 11,632.339 6.17 71,808.547
2006 11,850.235 3.00 35,550.703
Total 40,123.261 195,560.687
Tlacolulan 2018 8,187.760 5.40 44,213.891
2015 8,946.710 5.23 46,798.734
2010 1,762.495 5.95 10,492.547
2006 1,676.052 3.01 5,049.956
Total 20,573.017 106,555.128
Total general 78, 853.903 401,164.470

Fuente: Elaboración propia, con base en: SIAP, Anuario estadístico de producción agrícola.

La mayoría son grandes terrenos fragmentados entre los hijos y los nietos, conforman una herencia que hace que los apellidos y su significado de relación con la tierra sea importante, pero sobre todo que, pese a la crisis de la producción agropecuaria, se mantenga una cultura ranchera.

Aunque esta cultura ranchera está basada en relaciones cotidianas. Si bien los bajos precios de la leche y de otros productos agrícolas han expulsado mano de obra a otras partes del país o del extranjero, la mayoría de ellos conserva la parte de los terrenos que les fueron heredados. Esto hace que mantengan un ancla en sus localidades dentro de la zona mencionada. En este punto surge algo central, el tema de la herencia de la tierra. Se trata de un grupo de pequeños y medianos propietarios que en la medida que van teniendo más generaciones van achicando el tamaño de las propiedades originales pues las van concediendo a su prole.

Esta posibilidad de heredar algo a la siguiente generación pone en el centro a los bienes inmuebles como el traspaso de la autenticidad. Es decir, de una manera de ser y vincularse con sus tierras, aspecto que está en crisis en la medida en que los terrenos se vuelven de menor extensión. Algunos de los rancheros se van viendo en la necesidad de tener efectivo para diversos movimientos y esto hace que vendan a foráneos (generalmente conocidos de las familias) pedazos de terreno para que construyan su casa-habitación. En este sentido, gente de otros lugares (como Xalapa o la CDMX o Puebla) han comprado terrenos y construido cabañas o incluso construcciones que asemejan un castillo.

En pocas palabras, los rancheros tienen valiosas extensiones de tierra, pero carecen de dinero en efectivo. Esto es más problemático pues la cercanía con la capital del estado (Xalapa) no los restringe al espacio de sus localidades sino los pone en una relación muy dinámica de consumo de bienes urbanos, pero, sobre todo, la capital es la principal fuente de empleos en una estructura laboral muy segmentada y dual. Pero, por otra parte, Xalapa es el espacio de la venta de leche para la producción de yogurt y queso. Los cuales son vendidos por el comprador de leche a restaurantes de la ciudad capital.

Así que ya tenemos cuatro temas que generan la estructura de relaciones de las pequeñas localidades en comento. El primero, la tenencia de la tierra y la herencia, aspectos que estructuran básicamente la vida de las localidades; el segundo, la emigración a Xalapa, Puebla, otras ciudades del país o al extranjero (generalmente a Estados Unidos); el tercero, la construcción social de un mercado de trabajo que va de las localidades rurales a la ciudad de Xalapa y viceversa: y el cuarto, que dentro de ese mercado de trabajo la ocupación de lechero es importante por la colocación del líquido en casas (para la elaboración de yogurt y quesos) y de ahí para su venta en restaurantes.

Todo lo anterior es muy amplio, motivo por el cual me centraré en la última parte. Los terrenos ocupados en la zona mencionada (el complejo de Acajete, Jilotepec, Tlacolulan y Rafael Lucio) pueden ser de varias hectáreas o menores a una. Donde quepa una vaca puede usarse para la ordeña. Como es un ecosistema montañoso, se prefieren las planicies, pero esto no es condición para tener tus animales. Los bovinos conviven con otros animales de granja como gallinas, patos, chivos, borregos, perros (domésticos y de cacería), gatos y lo que queda de fauna libre como conejos de campo, liebres, zorros, tlacuaches. Estos últimos motivan otra actividad que no profundizaré aquí: la cacería.

Los rancheros combinan la ordeña con la siembra de maíz, frijol, calabazas, diversas hortalizas. Ocasionalmente papa. Como tampoco avanzaré en el tema de la agricultura solamente diré que no guarda las características de prestigio que sí tiene el tener animales para la ordeña o la cría de vacunos. La raza que predomina es la Holstein (conocida como “vaca suiza”), blanca llena de manchas negras, florecen los campos de la región, apreciándose en la carretera mencionada, que transita de Xalapa a Perote. Como se sabe la finalidad biológica de la leche de vaca es alimentar al becerro. El mejor momento, de boca de los rancheros, para producir una mayor cantidad de leche es cuando pare al tercer becerro. Es un periodo largo si tomamos en cuenta que el periodo de gestación de una vaca es de 9 a 10 meses. Los becerros tienen un periodo de lactancia de 305 días aproximadamente, pero la mejor leche es de los primeros 90 días. En general una vaca daría leche casi un año, aunque de diferentes calidades. Por eso se necesitan varias vacas para hacer redituable un establo. Una vaca de ese lugar tiene por lo general 6 becerros en su vida fértil. La alimentación de estos animales es de pastura, milpa y alimento industrializado con salvado. La producción de cada vaca es de entre 10 a 20 litros por ordeña en la mañana y otra por la tarde se logra la mitad, entre 5 a 12. La producción depende de cada animal, sobre todo de la alimentación y el número de crías.

Sobre esta base material tenemos que las costumbres de los rancheros perfilan su modo de vida en el sentido estudiado por Skerritt Gardner (1993) de que un ranchero es aquel que tiene un rancho pero que la cultura ranchero va más allá de la condición de la propiedad de las tierras. Dice este autor: “esto permite que mezclemos un sinfín de figuras que van desde el pequeño propietario, al arrendatario, al jornalero, o al citadino que posee un predio rústico al cual visita los fines de semana y días feriados” (Skerrit 1993, 11). En nuestro escrito se trata de todos estos “tipos” de ranchero, ya que citadinos llegan a comprar sus vacas con el fin de tener sus ordeñas de manera más lúdica que de negocios, o de sobrevivencia en muchos otros casos. Se da una convivencia en los ranchos entre citadinos (reconocidos como xalapeños) y la gente de las localidades que establece redes de trabajo, apoyo mutuo, amistad e incluso enamoramiento.

La complejidad de las relaciones que se dan en el espacio estudiado tiene una base material ya señalada, cuyo origen se puede explicar en la fuerte vinculación entre las partes urbanas de la capital Xalapa que influye fuertemente a los municipios aledaños rurales, tanto de su Zona Metropolitana (Jilotepec, Banderilla, Coatepec, Tlalnehuayocan). Esta complejidad se refleja en la propia definición de ranchero:

[…] la palabra rancho da paso a otra heterogeneidad: muchos predios anexos a las haciendas recibían el nombre de ranchos, e ipso facto, los que trabajaban en ellos eran rancheros. No obstante, mis reservas, esta acepción general es útil, ya que, en el caso de Actopan, permite concebir al ranchero como una figura que puede formarse en un ámbito plural, que no tiene que limitarse exclusivamente a la cuestión de la propiedad de la tierra. De tal manera, encontramos que aun cuando un trabajador estuviera en una posición subordinada, como asalariado o arrendatario del gran propietario, podía revestir características de ranchero, como individuo, y, más aún, en cuanto a su quehacer social. (Skerrit 1993, 11)

Esta definición permite ampliar el concepto del ranchero de acuerdo con la pluralidad de actividades que a veces no son, inmediatamente, los aspectos ganaderos. Más aún cuando están tan cerca de áreas de mayor urbanización y con mercado de trabajo complejos.

La distancia entre Xalapa (capital) y los ranchos mencionados no es mayor de 40 minutos en auto. Generándose una codependencia y un circuito donde circulan capitales de diversos tipos. Los rancheros que tienen la fortuna de que sus terrenos colinden por un camino vecinal tiran cosas como bicicletas, estufas, carriolas o dejan estacionados sus autos en los terrenos, asemejando que están abandonados. Cuando se les preguntó ¿Por qué dejan las cosas tiradas de esa manera? La respuesta de una mujer ranchera fue “no están tirados, es una vitrina”. Es decir, es la forma en que los vecinos y los transeúntes de la zona saben que se está ofertando. En este punto es muy importante decir que hay dos negocios redituables que se manejan de manera diferente: la venta de autos usados y los celulares.

Ambos, punto y aparte su utilidad y costo, son elementos de prestigio. Muchos de los autos vendidos son de origen americano, muchos de ellos ya están bastante deteriorados y sus composturas pueden ser de alto costo. Sin embargo, se siguen vendiendo, pues la mayoría de sus compradores no esperan usarlos para largas distancias sino localmente. Durante mucho tiempo los habitantes gozaron de mantenerse lejos de las revisiones de la autoridad, pero desde la crisis de seguridad desatada a partir de 2006 y en especial en Veracruz desde 2011, los compradores y vendedores comenzaron a preocuparse por tener en orden los papeles de los vehículos. Esto fue tomándose más en serio cuando se establecieron retenes de la policía y la oficina de tránsito en puntos cruciales. De esa forma pasó de ser una despreocupación el origen legal o ilegal de los coches y camionetas, de una u otra forma se perturbó un aspecto importante de la informalidad en que había transcurrido la vida en esos lugares.

Se decía que el otro negocio interesante eran los teléfonos celulares usados. En alguna casa se ponen sobre la mesa una cantidad interesante de celulares. Los compradores toman los celulares en sus manos y los revisan minuciosamente, cuando alguno de ellos les llama la atención preguntan por el precio. Entonces, el vendedor dice cuánto, el comprador puede ofrecer otro celular que trae de menor precio y el resto de “ribete”. Este ribete es la ganancia que se obtiene en efectivo, es el objetivo de la relación de compra-venta, en donde una parte es trueque y otra es dinero en efectivo. Siempre hace falta dinero en efectivo, por tanto, es rara una transición donde solamente se intercambien teléfonos celulares por el gusto o las características técnicas o de belleza del modelo. Se trata de que el comprador mejore su equipo y que el vendedor se mantenga con un teléfono celular y gane algo de dinero.

Ubicados estos aspectos de la teoría comercial local, donde el tema del “ribete” es fundamental se reconoce que hay una estrategia para mantenerse actualizados en los cambios tecnológicos y no salirse del juego del consumo, pero por una vía completamente alterna a las clases urbanas y medias que tienen acceso al crédito bancario. Esto no quiere decir que los rancheros no tengan acceso a créditos como los de las tiendas Coppel, pero pueden -en su microsistema financiero- obtener algunas ganancias y renovar sus posesiones. Las vacas también son parte de este microsistema financiero, los rancheros saben que pocas vacas no son un negocio redituable, pero cada vaca que vale entre 18,000 y 25,000 pesos actuales se convierte en un ahorro para momentos difíciles. Enfermedades o deudas pueden resolverse con la venta de vacas.

Lo anterior nos lleva al punto del mercado de trabajo, si bien se siguen las actividades ganaderas y agrícolas tradicionales, ya mencionadas, los hogares buscan que algunos de sus miembros se coloquen en el mercado de trabajo de la ciudad capital. Debido a que los conocimientos que portan los trabajadores del campo y a que la infraestructura laboral de Xalapa es de servicios al carecer de una industria determinada que perfile su vocación productiva. Aunque generalmente las mujeres se quedan trabajando en labores del hogar, algunas de ellas sí se ocupan en la ciudad capital en actividades aprendidas en el hogar, como el aseo de casas o labores de cuidado. Otras más en negocios diversos. Otras cuantas, por una apremiante necesidad, ya que van teniendo hijos en el camino de su vida y son madres solteras, llegan al comercio sexual o a trabajar de meseras en bares (“ficheras”). Existe además un mercado de trabajo interno (en los municipios aquí trabajados) en restaurantes que dan servicio a los automovilistas y camioneros en su paso hacia la Ciudad de México.

Para los varones, las ocupaciones más socorridas (que se pueden combinar con la de vaquero o no) son las de albañil, taxista y otros oficios. Hay también un mercado local de la construcción en donde se ocupan muchas personas. Pero la ciudad es la principal fuente de dinero en efectivo. Los sueldos son bajos y cualquier ingreso mayor a los 200 pesos diarios se estima como bueno. Para ganar más hay que salir, algunos exploran trabajar en construcciones o empleos fuera de la región. Puebla se ve apetecible en este sentido, pero, sobre todo, queda como una expectativa de hacerse de dinero migrar a Estados Unidos. Existe una red para ello que no se tratará en estas líneas, ya que requiere un reflexión particular, solo diré que actualmente se presenta una migración de retorno, generalmente forzado, debido a la dureza de las políticas migratorias ejercidas por el gobierno de Donald Trump. Se vive, en quienes se fueron, una nostalgia del modo de trabajar en Estados Unidos, no solamente por la enorme distancia en los ingresos sino por el modo más tecnologizado de trabajar.

El tema del retorno nos lleva al punto de inicio, la propiedad de las tierras y las herencias. Los valores de las familias rancheras son de muy fuerte arraigo. Se viven bajo valores tradicionales y apegados, generalmente, a la religión católica. Las fiestas cívicas adquieren un enorme valor también, como es el caso del Grito de Independencia de México en septiembre de cada año. Pero lo que origina una estructura de relaciones son los nacimientos, los bautizos, la fiesta de tres años del niño, la confirmación y la primera comunión. Asimismo, no son tan abundantes las bodas, muchas personas se juntan y desjuntan con cierta frecuencia: “El culto católico ha jugado un papel muy importante en el sustento de la unidad familiar y de la reproducción de la sociedad ranchera, pero, a veces, uno encuentra que la zona está poblada de mujeres altivas que no se conforman con la regla” (Skerrit 1993, 12).

Es un mundo donde las relaciones con la familia extensa son vitales, no solamente por las tradiciones sino por las necesidades de sobrevivencia. Por tanto, visitar a los enfermos y a las personas de mayor edad se convierte en obligaciones y son parte de una moralidad, pero también de una estrategia que les refuerza y recuerda sus orígenes y sus lazos, además de un ser ranchero. Lo anterior está relacionado, como se dijo, con la cría y ordeña de ganado vacuno, en donde las mujeres rancheras no están solamente en un papel subordinado. Algunas pues sí se ajustan a esa forma de vida, pero hay muchas otras que tienen sus propias vacas y discuten los temas de la producción a la par de los varones, quienes aceptan sus intervenciones o hacer negocios con mujeres. Este tipo de mujeres generalmente son solteras, aunque existen relaciones de pareja igualitarias o perviven otras donde se dan relaciones de humillación y violencia hacia las mujeres. Es decir, es una sociedad donde predominan las relaciones machistas, pero hay otras donde no se da necesariamente de esa forma, generando una configuración compleja de relaciones interpersonales.

Lo que sí se puede señalar es que esta configuración está motivada por la necesidad económica, pero las resoluciones que se van dando de las cuales algunas han sido aquí descritas giran en torno a que, dentro de sus comunidades y localidades, los rancheros y las rancheras apelan a un principio de mantener su independencia, como señala Skerrit (1993, 12): “El elemento que más resalta en una definición del ranchero es su independencia y su defensa de esa condición”. De acuerdo con lo anterior, las estrategias que tomen los rancheros de la zona, por ejemplo, salir de la localidad a trabajar en la ciudad en el día, pero antes ordeñar muy temprano, retornar para la ordeña de la tarde-noche y los fines de semana dedicarse a sembrar, cosechar, cortar la mala hierba, arreglar la casa pintarla, entre muchas otras actividades, que adquieren sentido en que en su pedazo de terreno ellos y ellas son libres.

Reflexiones finales

En la región prevalecen actividades agrícolas y pecuarias pese a las dificultades monetarias que implica el proceso de producción y los problemas de comercialización, esta continuidad se puede explicar desde varios ángulos: a) el ahorro económico que se materializa en el consumo de los productos ya sea papa o leche y sus derivados; b) como elemento de construcción de identidad en donde se vincula la producción con la posesión de la tierra; c) significa un ingreso económico aunque este sea mínimo, y, d) por la capacidad adaptativa de los sujetos y grupos domésticos que logran insertarse en actividades fuera de la unidad doméstica y que trasladan sus ingresos a la producción agrícola y/o pecuaria.

Frente a este escenario, lo que observamos es una mayor complejidad de estrategias adaptativas para lograr la sobrevivencia. Como se aclaró al principio, el registro y análisis de la combinación entre las actividades agrícolas y no agrícolas dentro de las unidades domésticas, no es un proceso reciente, y ha sido abordado desde distintos postulados. Sin embargo, consideramos que en este artículo se trata de ahondar en su incremento y diversidad, así como en la importancia monetaria para la sobrevivencia de las familias de la región, ya sea para el consumo de bienes básicos o suntuarios que antes no tenían presencia en los espacios rurales, como son, por ejemplo, los relacionados con la tecnología y los alimentos procesados.

Consideramos que indagar sobre las distintas estrategias adaptativas para lograr la sobrevivencia en los espacios rurales, debe de acompañarse de una mirada crítica sobre el tipo de empleos y las condiciones laborales. En ambos casos encontramos que tanto el mantenimiento de actividades “tradicionales” como nuevas ocupaciones conllevan dificultades, por ejemplo, en el tema de la papa, los problemas de salud propios de la actividad como dolores crónicos en la espalda por la posición en la que cosechan y el peso de las cajas, así como problemas de salud, algunos de ellos cancerígenos, por el uso intensivo de químicos. En la cuestión de los productores de leche se puede identificar la intensa movilidad hacia la ciudad de Xalapa para emplearse en trabajos flexibles y precarios como el comercio ambulante, el trabajo doméstico, la prostitución, por mencionar algunos.

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1Se define como estrategias adaptativas a las prácticas que los individuos generan frente a condiciones adversas, maximizando los recursos materiales, sociales y culturales que tienen a su alcance. El objetivo es reducir la incertidumbre y disminuir la inseguridad en sus condiciones de reproducción.

2Por cuestiones de confidencialidad mantenemos en anonimato el nombre de las localidades en las que se desarrolló el trabajo de campo y los nombres de los entrevistados fueron cambiados.

3El Valle de Perote es una región ubicada en el Altiplano Mexicano. Cuenta con una extensión territorial de 735.35 km2, los cuales representan el 0.9% de la superficie total del territorio nacional mexicano (INEGI, 1991). Es parte de una zona de transición entre el trópico húmedo y el neotrópico. El Valle comprende el territorio de seis municipios. Cuatro de ellos están ubicados en el extremo occidental de la región central del estado de Veracruz: Villa Aldama, Perote y parte de los municipios de Altotonga y Jalacingo. Los dos municipios restantes pertenecen al estado de Puebla: Tepeyahualco y Guadalupe Victoria.

4En trabajo de campo se observó que la aspersión de plaguicidas y fertilizantes provocaba en los trabajadores irritación de piel y ojos. Es importante mencionar que la información técnica del producto está enfocada a la cantidad y forma de aplicación del producto que se requiere utilizar en las áreas de trabajo, brindando poca atención a la protección. Algunos trabajadores utilizan manga larga, un paliacate que les cubre medio rostro y gorra o sombrero, pero buena parte no utiliza ningún tipo de protección, quedando expuestos al químico.

Recibido: 25 de Octubre de 2019; Aprobado: 23 de Septiembre de 2020

Janett Vallejo Román

Doctora en geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesora-investigadora de tiempo completo en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social - Unidad Golfo (CIESAS-Unidad Golfo). Ha incursionado en diferentes líneas de investigación de manera individual y colectiva, entre las que destaca la conservación ambiental, cambios de uso de suelo y áreas naturales protegidas, agricultura y desarrollo sustentable, sistemas productivos y desarrollo tecnológico en la ganadería lechera, la nueva relación rural-urbana, relocalización productiva, maquilas de confección y mercados de trabajo.

Dentro de sus publicaciones recientes se encuentra el libro Globalización y procesos de reorganización productiva, social y poblacional en la región noroeste del Estado de México (IIS-UNAM y Juan Pablos Editor, 2020) en coautoría con Estela Martínez e Itzel Hernández; y artículos como “Bienes comunes, conservación ambiental y economía campesina. Un estudio de caso en el Parque Nacional Cofre de Perote, Veracruz, México” (Revista POLIS, 2020) y “Pluriactividad, consumo y persistencia del maíz en dos municipios del noroeste del Estado de México” (Revista Euroamericana de Antropología, 2019). En 2014 obtuvo una beca posdoctoral en la Universidad Nacional Autónoma de México, para realizar una estancia de investigación en el Instituto de Investigaciones Antropológicas, y en 2018 obtuvo el Premio Beca Mujeres en las Humanidades y las Ciencias Sociales por la Academia Mexicana de las Ciencias. Correo-e: janettvallejo@gmail.com

Saúl Horacio Moreno Andrade

Doctor en ciencias antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana. Se desempeña como director regional de la Unidad Golfo del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, donde es investigador titular. Su interés central de investigación trata sobre el papel de las culturas, las subjetividades y la actividad laboral en las reacciones sociales ante las decisiones públicas. Ha publicado los libros Dilemas petroleros. Cultura, poder y trabajo en el Golfo de México (CIESAS, México, 2007), Dinámicas socio-históricas en el sureste petrolero mexicano: Coatzacoalcos y Minatitlán (UV, México, 2015) y Protestas y movilizaciones sociales en el Golfo de México (UV, México, 2020) en coordinación con Martín Aguilar Sánchez y Yolanda González Molohua. Otras de sus publicaciones son: “Obstáculos políticos y culturales para la buena gobernanza. El caso de la reacción social ante la construcción de la autopista Veracruz-Xalapa en Rinconada, Veracruz” (IGLOM, México, 2016) y “Pequeñas empresas y reacciones sociales ante la construcción de una autopista en el Golfo de México” (Revista Controversias, Colombia, 2020) y “La desmovilización aparente de los trabajadores en Veracruz: 2016-2018” (UV, México, 2020).

Ha sido profesor en las facultades de sociología, antropología y relaciones industriales de la Universidad Veracruzana, del Departamento de Administración de la Universidad Iberoamericana de Puebla, también en la licenciatura en Administración Pública y el Doctorado en Ciencia Política de El Colegio de Veracruz. Es profesor ad honorem de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Chiapas. Es miembro de la Asociación Mexicana de Estudios del Trabajo A. C y vocal de la Red Mexicana de Estudios de los Movimientos Sociales A. C. Correo-e: saulhoracio@ciesas.edu.mx

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