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Revista interdisciplinaria de estudios de género de El Colegio de México

versión On-line ISSN 2395-9185

Rev. interdiscip. estud. género Col. Méx. vol.8  Ciudad de México  2022  Epub 15-Ago-2022

https://doi.org/10.24201/reg.v8i1.883 

Artículos

El sostenimiento de la vida: Trayectorias de trabajo remunerado y no remunerado de mujeres en México1

Sustaining Life: Paid and Unpaid Work Trajectories for Women in Mexico

Sabrina A. Ferraris1  * 
http://orcid.org/0000-0003-3258-228X

Mario Martínez Salgado2 
http://orcid.org/0000-0002-8979-0250

1Instituto Interdisciplinario de Economía Política (FCE-UBA/CONICET), Instituto de Investigaciones Gino Germani (FSOC-UBA) y Programa de Estudios sobre Juventud, Educación y Trabajo (CIS-IDES), Buenos Aires, Argentina, email: sabrina.ferraris@gmail.com

2Unidad de Investigación sobre Representaciones Culturales y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, Morelia, México, email: mmartinez.udir@humanidades.unam.mx


Resumen

En este artículo analizamos cómo se combinan los tiempos de vida de las mujeres dedicados al trabajo remunerado y no remunerado en México. Asimismo, entendiendo que los cursos de vida son resultado del entrecruzamiento del tiempo histórico y el biográfico, nos interesa plantear las diferencias entre diversas generaciones, así como destacar las desigualdades por origen social y región de socialización. En efecto, siguiendo la perspectiva de la economía feminista, buscamos visibilizar el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que realizan las mujeres como pieza fundamental para el análisis económico y el sostenimiento de la vida. Con este propósito, aplicamos un análisis de secuencias multidimensionales a un conjunto de mujeres entrevistadas en la Encuesta Demográfica Retrospectiva (EDER) 2017, esto para reconstruir una tipología de trayectorias de trabajo que entrelazan las dimensiones remunerada y no remunerada.

Palabras clave: género; economía feminista; trabajo de cuidados; trabajo informal; análisis longitudinal; México

Abstract

This paper analyzes how women's lifetimes spent in paid and unpaid work are combined in Mexico. Similarly, in the understanding that people’s lives are defined by the interweaving of historical and personal factors, it is interesting to note the intergenerational differences between women, as well as to highlight inequalities based on social backgrounds and areas of socialization. From the perspective of feminist economics, the article seeks to reveal how women’s domestic and unpaid care work is essential in economic analysis and in the sustaining life. Therefore, we apply a multidimensional sequence analysis to a set of women interviewed in the Retrospective Demographic Survey EDER, 2017 to reconstruct a typology of careers that combine paid and unpaid work.

Keywords: gender; feminist economics; care work; informal work; longitudinal analysis; Mexico

Introducción. Desde la economía feminista, la división sexual del trabajo y el sostenimiento de la vida

Yo anduve extraviada en aulas; en calles, en oficinas, en cafés; desperdiciada en destrezas que ahora he de olvidar para adquirir otras. Por ejemplo, elegir el menú. ¿Cómo podría llevar al cabo labor tan ímproba sin la colaboración de la sociedad, de la historia entera?

Álbum de familia, Rosario Castellanos

La economía feminista ha señalado que la economía hegemónica presenta un conflicto estructural (e irresoluble) entre los procesos de acumulación del capital y los que sostienen la vida. La acumulación se realiza explotando vidas humanas y no humanas, y poniendo en riesgo sistémico de destrucción al conjunto de lo vivo, al planeta (Pérez Orozco, 2017). Asimismo, las fronteras en las cuales se autodefine la economía dominante son estrechas y excluyentes, ya que sólo considera la economía del mercado, es decir, la financiera y monetaria: producción, consumo, distribución/redistribución. En consecuencia, se marginan, invisibilizan y desvalorizan todos los trabajos que se realizan por fuera de la misma, los cuales en su gran mayoría refieren al trabajo doméstico y de cuidados, que es asignado social y culturalmente a las mujeres (Carrasco Bengoa, 2021). En efecto, esta economía hegemónica invisibiliza los procesos vitales necesarios, subsumiéndolos a la esfera de lo privado (lo que no es colectivo) y lo feminizado (Pérez Orozco, 2017), en tanto que en el escenario están los mercados capitalistas asociados a la masculinidad blanca. De esta forma, se desdeñan las actividades indispensables para la reproducción de la fuerza de trabajo, que es lo que sostiene en buena medida la producción de mercado.

La explotación que el sistema capitalista realiza sobre las mujeres, su tiempo y su trabajo, al tiempo que queda oculto, aprovecha una fuerza de trabajo muy por debajo de su valor, lo que constituye una parte importante de la ganancia capitalista (Carrasco Bengoa, 2021). Además, en línea con esto, algunas expertas afirman que la pobreza de las mujeres se convierte en amortiguadora de las crisis sistémicas, en tanto transfiere recursos al sistema (Vásconez, 2012). En este contexto, la organización del trabajo responde a un sistema de género que opera junto con el sistema económico. El género, en tanto que realidad performativa, toma sentido en el propio funcionamiento de la economía y no es ajeno ni previo al sistema económico; ser hombre o mujer también se (re)construye en las interacciones socioeconómicas.

La división sexual del trabajo, por otra parte, es una dimensión socioeconómica clave en tanto que se trata de una distribución de tareas que no es azarosa ni resultado de meras negociaciones individuales, es producto de estructuras culturales, socioeconómicas y políticas que dificultan esa negociación, cuando no la hacen imposible (Pérez Orozco, 2014). En la “especialización” de los trabajos y la diferenciación de roles queda naturalizada la capacidad de las mujeres para cuidar, sostenida en valoraciones sociales y prácticas culturales, estereotipos y mandatos de género (Rodríguez Enríquez, Marzonetto y Alonso, 2019)2. Así, mientras que aquello relacionado con la esfera del hogar y lo privado (el “trabajo reproductivo”) queda bajo el dominio de las mujeres, lo que refiere a los mercados laborales y la esfera pública (el “trabajo productivo”) se asocia con los hombres (Espino, 2012).

Los imaginarios reconstruyen la dependencia femenina frente a la autosuficiencia masculina: el ganador del pan, el proveedor, mantiene al ama de casa (Pérez Orozco, 2014). En tanto prevalecen estas construcciones culturales, se naturaliza que las mujeres son quienes deben conciliar su rol de trabajadora remunerada junto con sus papeles de ama de casa, madre y cuidadora (Espino, 2012). Además, los trabajos asociados a la masculinidad tienen una correlación directa entre réditos materiales (en términos monetarios y de derechos) y prestigio social, en tanto que en los feminizados esa correlación es inversa: el prestigio social aumenta cuanto menor sea el deseo de recibir una remuneración, “porque los auténticos trabajos de las buenas mujeres han de hacerse por amor” (Pérez Orozco, 2017, p. 44).

En efecto, para analizar la problemática de las mujeres en el mercado laboral y las desigualdades de género es necesario tomar en consideración la división sexual del trabajo. Esto porque en ella se establecen relaciones jerárquicas de poder que someten a la mayoría de las mujeres a la ejecución de tareas invisibilizadas y no reconocidas socialmente, trasladándose esta matriz cultural al ámbito público en el que las mujeres ocupan los empleos más precarios y peor remunerados (CEPAL, 2007, citado en Espino, 2012).

Las características de la desigual participación entre hombres y mujeres en los mercados laborales están estrechamente relacionadas con las obligaciones domésticas así como con normas y valores sociales y culturales. A su vez, la distribución social de obligaciones y responsabilidades por género, entre las actividades de mercado y fuera de él, determinan en principio la participación de las mujeres en el trabajo remunerado tanto como en otras actividades (políticas, culturales, sociales o de recreación). El tiempo destinado a los diferentes tipos de trabajo marca una importante asimetría en la vida de hombres y mujeres, que se expresa, por ejemplo, en los rasgos que asume el empleo para unos y otras, y en el tiempo libre (recreación, cuidados personales) (Espino, 2012).

En casi todos los países del mundo, además de que sus salarios son inferiores a los de los hombres, las mujeres realizan casi dos veces y media más trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que los hombres (ONU Mujeres, 2018). De acuerdo con Vásconez (2012) en América Latina esta diferencia varía entre 1.5 y 4 veces, además, como no existe una sustitución entre el tiempo de trabajo doméstico no remunerado y el mercantil, el incremento en el tiempo de trabajo mercantil de las mujeres deteriora su situación personal de bienestar. En el caso de México, según documenta Pacheco (2018), las mujeres dedican tres veces más tiempo que los hombres al trabajo doméstico y casi dos y media veces más al trabajo de cuidados, el cual se incrementa en las edades reproductivas (entre los 20 y 40 años).

La sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidados afecta el ejercicio de los derechos de las mujeres, al tiempo que muchas veces reproduce las situaciones de desventaja que histórica y culturalmente las han puesto en un lugar de subordinación y de falta de autonomía (ONU Mujeres, 2018). Lo anterior, con el agravante de que en un contexto con insuficiente provisión pública de servicios de cuidado, el acceso a éstos queda en manos del mercado y condicionado a los recursos económicos disponibles en los hogares (Rodríguez Enríquez, Marzonetto y Alonso, 2019).

Es en este contexto que la economía feminista plantea, entre otras cuestiones, la necesidad de incluir el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado al análisis económico como pieza fundamental del mismo; también propone incorporar las relaciones de poder como parte ineludible de este análisis, puesto que las instituciones, regulaciones y políticas no son “neutrales” en términos de género (Esquivel, 2012). En este sentido, nuestro objetivo es analizar en simultáneo, y con la ventaja de poder realizarlo en perspectiva longitudinal, tanto el trabajo remunerado como el no remunerado que realizan las mujeres en México. Con este fin, aplicamos un análisis de secuencias multidimensional y un análisis de clúster al conjunto de mujeres entrevistadas en la EDER 2017, esto para reconstruir una tipología de trayectorias de trabajo que entrelazan las dimensiones remunerada y no remunerada. Asimismo, nos preguntamos en qué condiciones se realizan estas labores (economía formal/informal -en sus diversos modos-; actividades en el hogar compartidas/no compartidas), y cómo ello ha variado entre las generaciones, el origen social y la región de socialización. De esta forma, este trabajo incluye además de esta sección introductoria, una síntesis del contexto sociohistórico que enmarca los cursos de vida de estas mujeres estudiadas, enseguida presentamos en el apartado metodológico los pormenores de la fuente de información y de las herramientas estadísticas utilizadas. Posteriormente, mostramos los hallazgos principales y finalizamos con algunas reflexiones en torno al conjunto de la investigación.

Contexto histórico

A mediados de la década de los setenta la economía mexicana comenzó a decrecer. Las medidas tomadas por el gobierno para revertir esta tendencia tuvieron como consecuencia un aumento en la inflación y en la deuda externa (Ruiz, 1999). En este periodo, además, continuó el incremento en el ritmo de crecimiento de la población económicamente activa y el rápido aumento en la incorporación de la población femenina al mercado de trabajo (González y Monterrubio, 1993). En algunas ciudades la estructura ocupacional evolucionó hacia un incremento del sector terciario. A inicios de la década de los ochenta, en las ciudades fueron cada vez más visibles las ocupaciones no manuales que generaban las cadenas de supermercados, la red bancaria, los restaurantes y los hoteles (de Oliveira y García, 1987). Empero, la inflación y la aplicación de las políticas de ajuste, estabilización y reforma estructural produjeron una marcada escasez de oportunidades laborales asalariadas, un crecimiento de las actividades económicas a pequeña escala, y un acelerado deterioro del poder adquisitivo de los salarios (Pozas, 2010).

Las familias movilizaron sus recursos para paliar los efectos de las dificultades económicas. De acuerdo con Gonzalbo y Rabell (2004) los hogares aumentaron el número de perceptores, cambiaron los patrones de consumo y distribución de recursos, e insertaron a alguno de sus miembros en el mercado laboral a través de sus redes de parentesco. Otras salidas fueron el autoempleo y la migración laboral a Estados Unidos. Algunos espacios públicos de las principales ciudades comenzaron a ser ocupados por vendedores ambulantes y la migración mexicana hacia Estados Unidos aceleró su crecimiento y se duplicó década a década.

Este panorama habría de continuar hasta bien entrados los años noventa. En materia de empleo, el sector informal otorgó mayores beneficios a los trabajadores por cuenta propia -y que se encontraban en los percentiles situados por encima de la media de la distribución de las remuneraciones- que a los enrolados en ocupaciones formales e informales (Huesca, 2008; Pacheco, 2004). Por otra parte, las remesas se convirtieron en una fuente importante de divisas para el país (Arroyo, 2010). Además, en esta década el país entró en un acelerado proceso de integración a los mercados mundiales y de cambio en sus estructuras productivas (Pozas, 2010). A finales de 1994, la economía mexicana entró en crisis nuevamente, esto provocó un aumento en las tasas de interés y en el desempleo, la informalidad en el empleo alcanzó niveles históricos, la moneda se devaluó fuertemente y cayó el poder adquisitivo de los salarios, con efectos diferentes en las distintas regiones del país (Ariza y de Oliveira, 2014). Como resultado del fuerte impacto negativo de esta crisis la población en condición de pobreza alcanzó un nivel máximo de 69% en 1996; después la incidencia de la pobreza se redujo hasta llegar en 2006 al valor mínimo de 42.5% (Aparicio, 2014).

Por otro lado, como consecuencia del cambio demográfico, en los últimos cincuenta años la esperanza de vida aumentó poco más de diez años y la población en México se duplicó. También en la actualidad las mujeres tienen en promedio casi tres veces menos hijos que hace cinco décadas (Banco Mundial, 2020); esta transformación impactó en la estructura y la dinámica de las familias. Tuirán (2001) destaca que el descenso de la mortalidad permitió que las mujeres tuvieran más tiempo para seguir otras trayectorias y redujo el número de matrimonios disueltos por viudez antes de alcanzar el final de su periodo reproductivo; también apunta que el descenso de la fecundidad hizo posible que las mujeres pasen menos tiempo embarazadas o cuidando hijos pequeños.

En este sentido, Castro (2020) al estudiar las trayectorias de trabajo remunerado y de cuidados de un conjunto de mujeres mexicanas nacidas en la primera mitad de la centuria pasada, encontró tres tipos de secuencias que reflejan que la dinámica del trabajo se encuentra supeditada a la división sexogenérica. En casi dos tercios de las trayectorias el trabajo de cuidados fue prioritario; en una cuarta parte resalta la combinación de actividades remuneradas y de cuidado; y en casi 10% el rasgo distintivo fue la posposición de la llegada de los hijos o su ausencia.

Asimismo, algunas investigaciones acerca de la estructura y dinámica de las familias muestran que los cambios más importantes se dieron sobre todo entre las clases medias urbanas más escolarizadas. Gonzalbo y Rabell (2004) encuentran que este grupo postergó el nacimiento del primer hijo y espació la llegada del siguiente, casi la mitad de estas familias tuvieron dos o menos hijos, y en más de la mitad de las familias la esposa o las hijas aportan ingresos económicos derivados de su trabajo. De igual manera, las mujeres jóvenes permanecen cada vez más tiempo en el mercado de trabajo y combinan esta actividad con la formación de sus familias (Mier y Terán, Videgain, Castro, Martínez Salgado, 2016); por su parte, los hombres que participan en las tareas domésticas o de cuidados son, sobre todo, jóvenes y de los estratos medios (Martínez Salgado y Rojas, 2016). No obstante, dado la persistente tensión entre familia y trabajo, las mujeres suelen tener mayor presencia económica cuando en sus familias se realiza una actividad por cuenta propia (habitualmente en condiciones informales) que les permite llevar adelante en forma simultánea las tareas domésticas y las extradomésticas (García y Pacheco, 2014).

En suma, en las últimas décadas el mercado de trabajo en México se ha caracterizado por una creciente inestabilidad y precariedad en los empleos, y en los hogares se observa la aparición de nuevos patrones de organización en los que el ingreso no depende exclusivamente de los hombres (Martínez Salgado y Ferraris, 2021); también se advierte en ciertos contextos un ligero aumento de la participación de los hombres en el ámbito doméstico. Además, autores como Solís (2016) refieren un incremento de las desigualdades donde el origen social de las personas ha tenido un peso cada vez mayor en la estructuración de los cursos de vida.

Apunte metodológico

En este trabajo nos interesa analizar en simultáneo el trabajo remunerado y el trabajo no remunerado que realizan las mujeres en México. Con esto buscamos mostrar el funcionamiento del sistema económico como un todo, que incluye el espacio de la reproducción de la vida, donde se originan y multiplican diversas inequidades (Esquivel, 2012). Además, consideramos relevante la identificación de las diversas dimensiones de desigualdad social -generación, origen social, territorio- toda vez que ellas se sobreimprimen y refuerzan entre sí (Power, 2004 citado en Esquivel, 2012).

Empleamos el análisis de secuencias para estudiar las trayectorias de trabajo remunerado y no remunerado. Con esta aproximación, la atención está puesta en el orden de los estados definidos de antemano y en la cronológica sucesión de éstos. Con este tipo de análisis es posible identificar patrones de información en los cursos de vida, dando lugar a conocer qué tan diversos o semejantes son los itinerarios y con base en esto delimitar grupos de la población (Gauthier, Bühlmann y Blanchard, 2014). De acuerdo con Brzinsky-Fay y Kohler (2010), en este tipo de análisis una secuencia puede ser vista como lista ordenada de estados, en donde su número, la sucesión entre ellos, la duración en cada uno y los patrones de frecuencias son funciones del tiempo. Como parte de este acercamiento metodológico, el análisis de secuencias multidimensional (MCSA por sus siglas en inglés, Multichannel Sequence Analysis) permite el estudio simultáneo de trayectorias de diferentes dominios de la vida. Es decir, es posible encontrar patrones en las secuencias de dos o más ámbitos con base en una medida de la proximidad o semejanza entre ellas por cada dominio (Gauthier, Widmer, Bucher, y Notredame, 2010). En este trabajo aplicamos un análisis de secuencias de dos dimensiones para identificar una tipología con tipos de trayectorias que entrelazan la esfera laboral remunerada y la no remunerada (trabajo doméstico y de cuidados).

Por otra parte, usamos los datos de EDER 2017 como insumo estadístico. El objetivo de esta encuesta es recolectar información longitudinal sobre distintos procesos sociodemográficos, entre los que se encuentran trabajo, educación, nupcialidad y fecundidad, así como las condiciones de vida cuando la población objetivo tenía 14 años (INEGI, 2018a)3. Acerca de la población objetivo, centramos la atención en el periodo de vida de las mujeres que va de los 15 a los 34 años. En este lapso suceden la mayoría de las principales transiciones educativas, laborales y familiares (Martínez Salgado, en prensa) vinculadas a cambios en las trayectorias de trabajo remunerado y no remunerado. Bajo esta selección, y tras excluir los casos con información incompleta, tenemos la información de 7 mil 526 mujeres que, multiplicados por el lapso de vida analizado, nos da una base de datos de 150 mil 520 registros (años persona).

Para caracterizar las trayectorias de trabajo remunerado utilizamos fundamentalmente los datos de la ocupación, la posición en el trabajo y el tamaño de la unidad económica. A partir de esta información definimos seis estados: trabajo en la economía formal; trabajo asalariado en la economía informal; trabajo no asalariado en la economía informal; servicio doméstico; trabajo familiar sin pago; y no trabaja. Sobre esto, decidimos distinguir entre trabajo en la economía formal e informal porque en los países latinoamericanos, y México no es la excepción, persiste una elevada incidencia de la informalidad y precariedad laboral entre las mujeres. El estrecho vínculo entre informalidad y género se basa en un conjunto de factores que contribuyen a determinar la desventaja de las mujeres en las condiciones de empleo. La concentración femenina en el segmento de las microempresas se debe a una mayor facilidad para el acceso debido a los bajos requerimientos (niveles de escolaridad, requisitos legales, capital, entre otros), y a que al ser más flexible su organización (muchas veces las actividades se pueden realizar en el hogar) pueden compatibilizar (solapando o combinando) el trabajo remunerado con las responsabilidades y tareas reproductivas que siguen estando principalmente a cargo de las mujeres (Espino, 2012)4. Entonces, para operacionalizar la distinción entre formal e informal seguimos el trabajo de Beccaria y Groisman (2008) que definen la informalidad laboral atendiendo a las características del establecimiento, así como el carácter irregular del puesto de trabajo. Asimismo, tratamos por separado el trabajo doméstico remunerado porque es una actividad mayoritariamente femenina que cuenta con los más bajos niveles de remuneración y protección social dentro de los empleos informales (Espino, 2012).

Por otra parte, la EDER innovó al captar los periodos de al menos un año donde las personas realizaron de manera exclusiva o compartida trabajo doméstico o de cuidados5. Aprovechamos esta información para caracterizar las trayectorias de trabajo no remunerado, los estados considerados son: trabajo doméstico no compartido; trabajo doméstico compartido; trabajo de cuidados no compartido; trabajo de cuidados compartido;6 y no trabaja. Es cierto que con frecuencia el trabajo doméstico y de cuidados se realiza al mismo tiempo, desafortunadamente la EDER no registró la simultaneidad de estas tareas. En esos casos se les pidió a las personas entrevistadoras que registraran el trabajo de cuidados (INEGI, 2018a).

Ahora bien, utilizamos el Lenguaje R (R Core Team, 2021) para el tratamiento de la información, y para la obtención de la tipología de trayectorias empleamos el paquete TraMineR (Gabadinho, Ritschard, Studer, y Müller 2011). En la construcción de la tipología, además, usamos una matriz de costos de substitución constante y aplicamos a la matriz de distancias un análisis de conglomerados jerárquico aglomerativo de Ward. Como resultado de este procedimiento obtuvimos una tipología con seis tipos de trayectorias analíticamente relevantes7. Luego de describir la tipología, analizamos los tipos de secuencias tomando en cuenta la cohorte de nacimiento, su estrato de origen social y la región de socialización. Este examen lo realizamos contrastando el número de mujeres observadas con el número de esperadas de acuerdo con cada tipo y cada variable seleccionada. Los absolutos esperados resultan del producto de las distribuciones marginales de la tipología y la característica en cuestión, y el total de mujeres ( N ) . Por ejemplo, si en el tipo i y en la cohorte de nacimiento j se observan Oij mujeres, en dicho tipo en todas las cohortes son constatables jOij mujeres, y en la cohorte j entre todos los tipos son computables iOij mujeres. Con esto, la distribución marginal en el tipo i es jOij/N y la de la cohorte j es iOij/N . De esta manera, las mujeres esperadas en el tipo de secuencias i y la cohorte j se obtienen con la expresión:

Eij=iOijjOij/N

Siguiendo con el ejemplo, este valor provee información del número de mujeres que se esperaría en un tipo de secuencia o cohorte específica, dada la tipología en su conjunto y la experiencia de todas las cohortes. El cociente entre las mujeres observadas y las esperadas (Oij/Eij) muestra qué tanto las mujeres observadas se incrementaron, disminuyeron o se mantuvieron más o menos en el mismo nivel, en el tipo i y en la cohorte j , a partir de la experiencia en la tipología en su conjunto y entre todas las cohortes. Si el cociente referido es superior (inferior) a la unidad, indica que el número de mujeres observadas es mayor (menor) que lo esperado; y si es igual o cercano a uno, entonces las mujeres observadas están en el nivel esperado.

Con respecto a los ejes de análisis, a fin de distinguir las transformaciones en el tiempo, consideramos las cohortes nacidas en 1963-1969, 1970-1974, 1975-1979 y 1980-1983. Además de la cohorte, incluimos en el estudio el origen social de las mujeres, en este caso tomamos la información en terciles del Índice de Orígenes Sociales. Esta medida sintetiza la escolaridad combinada de ambos padres (estratificación educativa), el estatus ocupacional del(a) jefe(a) económico del hogar o del padre (estratificación ocupacional) y los activos del hogar de origen (estratificación económica) (Solís y Brunet, 2013). Por último, con base en la entidad federativa donde las mujeres pasaron la mayor parte de sus primeros 20 años de vida y revisando la Regionalización Funcional de México (SEDATU, 2015), dividimos al país en cinco regiones de socialización: Norte, Occidente, Centro, Sur y Península8.

Nuestros hallazgos

A continuación, describimos la tipología construida a partir de los tiempos de vida dedicados por las mujeres mexicanas al trabajo remunerado y no remunerado. En las siguientes figuras se muestran las trayectorias individuales de esta tipología, y el tiempo promedio (años) en los estados, en el periodo de vida de los 15 a los 34 años. En términos generales, en la primera sobresalen las trayectorias de trabajo con experiencias dilatadas en el mercado (Tipos 1 a 3), y en la segunda las trayectorias reflejan una baja participación en el mercado y una amplia dedicación al trabajo no remunerado (Tipos 4 a 6).

Tipología de las trayectorias

Tipo 1 (11.1%). Trabajo informal con tareas no remuneradas

Este grupo de mujeres combina una dedicación importante tanto a las tareas domésticas y de cuidado (en carácter compartido en mayor medida) como al mercado de trabajo, aunque éste se da fundamentalmente en condiciones informales (ver Figura 1.a). Los tiempos promedio en los estados asociados a la informalidad laboral suman 15.1 años, destacando el trabajo no asalariado (4.5 años) y el trabajo asalariado (3.9 años), también se advierten periodos de labores domésticas para el mercado de trabajo (4.0 años) y de trabajo familiar (sin pago, 2.7 años). Por su parte, la media de tiempo dedicado a los quehaceres compartidos del hogar es 10 años y 5.1 años al de cuidados compartidos.

Tipo 1: Trabajo informal con tareas no remuneradas. Tipo 2: Trabajo remunerado. Tipo 3: Quehaceres compartidos del hogar con trabajo formal para el mercado.

Fuente: Elaboración propia con datos de la EDER 2017.

Figura 1.a Trayectorias individuales de trabajo remunerado y no remunerado, y tiempo promedio en los estados de mujeres en el lapso de 15 a 34 años. México, 2017  

Tipo 2 (20.2%). Trabajo remunerado

Este colectivo es el más numeroso, se trata de mujeres cuyas trayectorias exhiben una amplia dedicación al trabajo remunerado con poca actividad en las tareas domésticas y de cuidado. El trabajo para el mercado sucede sobre todo en la economía formal, las mujeres se encuentran en este estado en promedio 7.1 años. También destaca la media de años en condiciones informales, la suma de éstas es de 4.7 años (sobresalen los 2.3 años en trabajo asalariado en la economía informal).

Tipo 3 (18.8%). Quehaceres compartidos del hogar con trabajo formal para el mercado

Este conjunto es el tercero más numeroso y reúne a mujeres que en el ámbito no remunerado comparten con otra persona la responsabilidad de las tareas domésticas. En cuanto al trabajo remunerado, una fracción importante de estas mujeres tiene experiencia en ocupaciones formales. En este grupo, el tiempo promedio dedicado al trabajo doméstico compartido es de 15 años (17.7 años si sumamos el trabajo de cuidados compartido) y 6.6 años al trabajo remunerado en la economía formal.

Tipo 4 (14.0%). Quehaceres exclusivos del hogar con intermitencias en el mercado de trabajo

Las mujeres que integran este conjunto de trayectorias se distinguen del resto por realizar de manera exclusiva los quehaceres del hogar, es decir, no comparten o encargan la responsabilidad del trabajo doméstico (ver Figura 1.b). En los 20 años de observación pasan en promedio 14 años realizando las tareas domésticas de forma exclusiva (15 años si consideramos el trabajo doméstico compartido). En la dimensión remunerada del trabajo, las intermitencias en el mercado hacen que en promedio acumulen 6.8 años, de los cuales, sólo 2.9 años transcurren en ocupaciones en condiciones de formalidad.

Tipo 4: Quehaceres exclusivos del hogar con intermitencias en el mercado de trabajo. Tipo 5: Cuidado exclusivo con intermitencias en el mercado de trabajo. Tipo 6: Cuidado compartido con intermitencias en el mercado de trabajo.

Fuente: Elaboración propia con datos de la EDER 2017.

Figura 1.b Trayectorias individuales de trabajo remunerado y no remunerado, y tiempo promedio en los estados de mujeres en el lapso de 15 a 34 años. México, 2017 

Tipo 5 (19.8%). Cuidado exclusivo con intermitencias en el mercado de trabajo

Casi tan nutrido como el Tipo 2, este conjunto de trayectorias se distingue por realizar trabajo de cuidados no remunerado exclusivo, esto es que no se delega o se comparte con otra persona, y con algunas entradas y salidas del mercado de trabajo. En el periodo de vida que va de los 15 a los 34 años las mujeres que integran este conjunto pasan en promedio 11.3 años como cuidadoras únicas y 6.3 años realizando trabajo para el mercado, de estos, sólo 2.2 años en ocupaciones que se desarrollan en la economía formal.

Tipo 6 (16.0%). Cuidado compartido con intermitencias en el mercado de trabajo

Las mujeres que integran este tipo se distinguen por su dedicación al trabajo de cuidados no remunerado, ello en buena medida compartido; entre los 15 y los 34 años dedican en promedio 11.7 años a esta labor. También emplean un tiempo considerable de su vida al trabajo doméstico compartido (4.9 años). Esto se combina con muy poca dedicación al trabajo remunerado, es el conjunto que menos tiempo presenta en el mercado de trabajo (sólo 4.5 años en promedio), y quienes participan lo hacen sobre todo en condiciones informales.

En suma, si hay un conjunto de trayectorias que se caracteriza porque las mujeres dedican buena parte de su vida a trabajar para el mercado en condiciones informales éste es la Tipo 1 -en todas sus formas, aunque con menor presencia del trabajo familiar. No obstante, estos itinerarios se combinan con una importante dedicación tanto al cuidado como a las tareas domésticas, si bien en mayor medida en carácter compartido, también una proporción considerable lo hace de manera exclusiva.

Asimismo, con excepción de las trayectorias Tipo 2, el resto se caracterizan por una importante actividad de las mujeres en el trabajo no remunerado. Otro grupo de trayectorias que presenta una relevante presencia en el mercado de trabajo formal es el Tipo 3, en éstas se observa una notable dedicación al trabajo no remunerado, aunque éste se da en mayor medida compartido y en menor medida refieren a las labores de cuidado.

El resto de los Tipos (4, 5 y 6) presentan trayectorias con baja participación en el mercado de trabajo. La mayoría de las experiencias laborales remuneradas registradas se realizan en condiciones informales, aunque, cierto es, en la Tipo 4 la brecha entre informales y formales es un tanto menor. Lo que las diferencia en mayor medida es la tarea realizada en el hogar y su carácter: las Tipo 4 y 5 son responsables únicas de las tareas, las primeras de los quehaceres domésticos y las segundas de los cuidados. Por el contrario, las Tipo 6 refieren más bien a mujeres que comparten sus tareas en el hogar, y en particular dedican su tiempo de vida al cuidado de otros.

Los diversos modos de la informalidad laboral se expresan en todos los tipos de trayectorias, máxime cuando se trata de aquellas que más tiempo promedio registran en el mercado de trabajo. Si bien sobresalen los años promedio en trabajos asalariados en la economía informal, en algunos tipos de trayectorias la media de tiempo en trabajos no asalariados y domésticos para el mercado guardan cierta semejanza. El tiempo dedicado al trabajo familiar es el de menor registro en casi todos los grupos de trayectorias, salvo en el Tipo 1 donde éste es 4.5 veces mayor que el trabajo en la economía formal (no olvidar que este conjunto de trayectorias se caracteriza por ser la que mayor tiempo dedican a las tareas domésticas y de cuidados, sobre todo compartidas).

Los tipos según origen social, cohorte y región de socialización

Como se mencionó en la metodología, el cociente entre las mujeres observadas y las esperadas nos permite poner en evidencia el número de mujeres que se esperaría en un tipo de secuencia y cohorte específica, por ejemplo, dada la tipología en su conjunto y la experiencia de todas las cohortes (Cuadro 1). Así, el grupo Trabajo informal con tareas no remuneradas (Tipo 1) se destaca por la presencia de mujeres con origen social bajo, sobre todo de las generaciones más recientes, en particular de la generación 1970-74 cuya presencia es 60% mayor a la esperada. Por el contrario, como es de suponer, en este conjunto son menos visibles las mujeres con un origen social alto y de todas las generaciones, de hecho, para la cohorte 1963-69 se observa 59% menos de las esperadas. Al considerar el espacio de socialización, se observa que este grupo congrega en mayor medida a mujeres de la región Sur (40% más de lo que se esperaría) seguidas por las de la Península (24% más de lo esperado); esto contrasta con la baja presencia de las del Norte, cuya visibilidad es 42% menor de lo esperado.

Cuadro 1 Distribución de las mujeres observadas entre las esperadas según tipo de trayectoria y características sociodemográficas*. México, 2017 

Características   Trayectoria
Tipo 1 Tipo 2 Tipo 3 Tipo 4 Tipo 5 Tipo 6
Estrato              
  Bajo 1.39 0.60 0.81 1.13 1.22 1.07
  Medio 1.05 0.93 0.97 1.04 0.98 1.08
  Alto 0.54 1.49 1.23 0.82 0.79 0.84
Cohorte              
  1963-69 0.93 0.87 0.99 1.01 1.16 1.03
  1970-74 1.05 0.98 1.02 1.08 0.94 0.98
  1975-79 0.98 1.02 1.05 1.06 0.92 0.99
  1980-83 1.05 1.19 0.94 0.83 0.95 1.00
Región de socialización              
  Norte 0.58 0.97 1.05 0.81 1.05 1.38
  Occidente 0.91 1.05 1.04 0.90 1.00 1.03
  Centro 1.05 1.18 0.97 1.20 0.92 0.70
  Sur 1.40 0.77 0.89 1.04 1.11 0.96
  Península 1.24 0.65 1.23 0.78 0.86 1.38
Estrato y cohorte              
Bajo 1963-69 1.30 0.50 0.56 1.15 1.50 1.19
  1970-74 1.60 0.62 0.66 1.08 1.29 1.04
  1975-79 1.31 0.71 1.16 1.20 0.93 0.89
  1980-83 1.37 0.57 0.88 1.08 1.12 1.21
Medio 1963-69 1.07 0.92 1.06 0.99 1.04 0.95
  1970-74 1.04 0.88 0.89 1.25 0.86 1.21
  1975-79 1.07 0.84 0.90 1.21 0.99 1.11
  1980-83 1.03 1.10 1.01 0.71 1.02 1.07
Alto 1963-69 0.41 1.20 1.36 0.88 0.91 0.94
  1970-74 0.51 1.42 1.49 0.91 0.68 0.71
  1975-79 0.50 1.59 1.07 0.72 0.82 0.98
  1980-83 0.79 1.86 0.92 0.73 0.72 0.73

* Datos ponderados.

Tipo 1: Trabajo informal con tareas no remuneradas. Tipo 2: Trabajo remunerado. Tipo 3: Quehaceres compartidos del hogar con trabajo formal para el mercado. Tipo 4: Quehaceres exclusivos del hogar con intermitencias en el mercado de trabajo. Tipo 5: Cuidado exclusivo con intermitencias en el mercado de trabajo. Tipo 6: Cuidado compartido con intermitencias en el mercado de trabajo.

Fuente: Elaboración propia con datos de la EDER 2017.

En las trayectorias Trabajo remunerado (Tipo 2) encontramos sobre todo mujeres con un origen social alto (casi 50% más de lo esperado); a su vez, se conjuga un efecto generacional importante en este estrato social, en tanto que las generaciones más jóvenes tienen mayor presencia (en las cohortes 1975-79 y 1980-83, por ejemplo, se observan 59% y 86% más de las esperadas, respectivamente). También, estas trayectorias son más visibles en el Centro del país (18% más de lo esperado), y menos en el Sur y la Península (23% y 35% menos de las esperadas, respectivamente).

En el conjunto Quehaceres compartidos del hogar con trabajo formal para el mercado (Tipo 3), la presencia de mujeres con un origen social alto y de las generaciones más antiguas es mayor al esperado (36% más en la cohorte 1963-69 y 49% en la 1970-74), después su presencia se reduce (en la cohorte 1980-83 hay 8% menos de lo esperado). Asimismo, se encuentran por debajo de lo esperado las que tienen un origen social bajo. En lo regional, son trayectorias con una fuerte presencia en la Península (23% más de lo esperado), y un tanto menos en el Sur (11% menos de lo esperado), y en el resto del país se distribuyen de manera esperada.

En las trayectorias Quehaceres exclusivos del hogar con intermitencias en el mercado de trabajo (Tipo 4) encontramos cierta impronta tradicional. Los itinerarios laborales remunerados no son muy frecuentes y en el plano no remunerado la dedicación a las tareas domésticas es amplia y exclusiva. Las mujeres con origen social bajo, nacidas a principios de los sesenta, sobre todo las de finales de los setenta, y las que tienen un origen medio de las cohortes de los años setenta tienen una presencia mayor a la esperada (al menos 20% más). En lo que refiere a la región de socialización, en el Centro del país estas trayectorias son más visibles (20% más de lo esperado), en tanto que en el Norte y la Península se observan con menor frecuencia (19 y 22% menos de lo esperado).

En el grupo Cuidado exclusivo con intermitencias en el mercado de trabajo (Tipo 5) encontramos mujeres con un origen social bajo, sobre todo de las generaciones más antiguas (50% y 29% más de lo esperado en las cohortes 1963-69 y 1970-74, respectivamente) y su presencia disminuye paulatinamente hasta la cohorte más reciente donde se observa un repunte (12% más de lo esperado). Además, recordemos, se trata de un tipo de trayectorias de carácter tradicional, esto es, con poca historia laboral remunerada (en su mayoría en condiciones informales) y de prolongados lapsos de cuidado exclusivo, por lo que es esperable que tenga una menor presencia entre las generaciones más jóvenes, en particular de origen social alto. Con respecto a la distribución espacial, este conjunto de trayectorias tiene una mayor presencia en el Sur (11% más de lo esperado) y menor en la Península (14% menor a lo esperado).

Por último, en el grupo Cuidado compartido con intermitencias en el mercado de trabajo (Tipo 6) la presencia de mujeres con origen social alto es menor a la esperada (sobre todo de las generaciones 1970-74 y 1980-83). En contraste, la visibilidad de las mujeres con origen social medio de la generación 1970-74, y bajo de las generaciones 1963-69 y 1980-83 es casi 20% mayor a la esperada. Con respecto a la región de socialización, este conjunto tiene una presencia mayor a la esperada en el Norte y la Península (38% más), mientras que su visibilidad es menor a la esperada en la región Centro (30% menos).

En síntesis, respecto a la relación entre estas dos esferas para el sostenimiento de la vida, claramente se observa un contraste por origen social, sobre todo en los estratos extremos (alto y bajo). Las mujeres con un origen social medio, salvo en algunas ocasiones, tienen un rol promedio, distribuidas de manera esperada en los tipos de trayectorias. A su vez, en los estratos alto y bajo encontramos importantes cambios entre generaciones, asociados a cuestiones referidas a contextos de crisis (como son los que padecen más las cohortes 1963-69 y 1970-74, esta segunda sobre todo con la crisis que comenzó a finales de 1994) y a, suponemos, una ruptura de las mujeres de los estratos altos de las generaciones más recientes con los roles de género más tradicionales.

En simultáneo, las razones por las que participan las mujeres en el mercado de trabajo, y los modos, siguen siendo muy diversos. Encontramos que aquellas con un origen social bajo, cuando participan en el mercado de trabajo lo hacen sobre todo en condiciones informales, y todas las trayectorias que muestran este tipo de participación se combinan con dedicación a tareas de cuidado y domésticas. Cuando la dedicación al mercado de trabajo es importante (y en condiciones informales), las mujeres comparten en mayor medida el trabajo no remunerado (Tipo 1); y cuando su participación en el mercado de trabajo en condiciones informales es menor (Tipo 4 y 5), sus tareas de cuidado y domésticas se vuelven de carácter exclusivo. Ahora bien, cuando se participa en el mercado de trabajo en condiciones formales en mayor proporción se realizan tareas domésticas compartidas (y un poco menos las de cuidado, pero también compartidas) (Tipo 3), o se relegan a otras personas el trabajo no remunerado (Tipo 2).

Asimismo, las diferencias regionales se ven pronunciadas en los tipos que reflejan trayectorias marcadas por una muy alta o baja participación laboral remunerada. En efecto, el conjunto de las congregadas en la Tipo 6, que es de carácter más bien tradicional, con una muy baja participación en el mercado de trabajo, combinada con una alta dedicación a las tareas de cuidado y domésticas en carácter compartido se visibiliza fuertemente en la Península y en la zona Norte del país. En contraste, la Tipo 2 es característica del Centro del país y por debajo del nivel esperado en las zonas Sur y Península. Tiene una alta participación en el mercado de trabajo que se da en buena medida en condiciones formales y prácticamente sin tareas en el hogar, más propia de las mujeres de origen social alto. En otro caso, cuando esta fuerte participación en el mercado de trabajo se da en mayor medida en condiciones informales, como la Tipo 1, combinada con una alta dedicación a las tareas del hogar en carácter compartido y hasta algo exclusivo -propia de las mujeres de los sectores populares de casi todas las generaciones-, cuenta con fuerte presencia en el Sur del país, seguido de la Península, y con una muy baja presencia en el Norte.

Apuntes finales… para seguir pensando(nos)

Partimos desde una mirada crítica de la economía, entendiendo que son parte de ella los trabajos remunerados y no remunerados, para correr el velo de las labores que hacen las mujeres para sostener la vida. Este velo no es inocente ni casual, es funcional a un sistema capitalista, heteropatriarcal, colonialista, racista y expoliador de la naturaleza. Si hay algo que se ha puesto en evidencia durante la actual pandemia, es que a este sistema la vida de la mayoría no le interesa, ya que se concibe como una mercancía al servicio del capital. El capitalista es un sistema “biocida”, que exprime todo lo que puede para continuar con su lógica de acumulación en manos privadas (Carrasco Bengoa, 2021).

En sintonía, la economía tradicional suele asumir una postura “antropocéntrica” (priorizando el ámbito de lo humano por encima del ecosistema) al tiempo que “androcéntrica” (centrada en el hombre blanco y el ámbito masculino). Por ello, buscamos abonar al campo incluyendo el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado como pieza fundamental del análisis económico, con una mirada holística y longitudinal del sostenimiento de la vida. Nos propusimos analizar cómo las mujeres mexicanas nacidas en el último tramo del siglo pasado combinan los tiempos de vida dedicados a los trabajos remunerados y no remunerados para el sostenimiento de la vida. ¿En qué condiciones se realizan estas labores? ¿Cómo se combina el trabajo no remunerado cuando el trabajo remunerado se realiza dentro de la economía informal? ¿En qué modos de informalidad laboral? y ¿cómo ello ha variado según las generaciones, el origen social y la región de socialización?, son algunas de las interrogantes que guiaron este trabajo.

Así, a partir del análisis de secuencias multidimensional identificamos seis tipos de trayectorias. En ellas, respondiendo a la pregunta de cuáles son las condiciones en que se realizan ambas tareas en simultáneo, y en particular cómo repercute la informalidad laboral en ello, encontramos modos muy diversos. Cuando se participa en el mercado en condiciones informales, todas las trayectorias se combinan con tareas de cuidado y domésticas. En efecto, cuando la dedicación al mercado de trabajo es importante y en condiciones informales, las mujeres comparten con otra persona el trabajo no remunerado (Tipo 1); y cuando su participación en el mercado de trabajo en condiciones informales es menor (Tipo 4 y 5), sus tareas de cuidado y domésticas se vuelven de carácter exclusivo. Por el contrario, cuando se participa en el mercado de trabajo en condiciones formales se realizan tareas domésticas compartidas (y un poco menos las de cuidado, pero también compartidas) (Tipo 3), o se relegan en otras personas el trabajo no remunerado (Tipo 2).

Asimismo, un hallazgo ha sido que los distintos modos de la informalidad laboral considerados se expresan en todos los tipos de trayectorias, máxime cuando se trata de aquellas que más tiempo promedio registran de trabajo remunerado. Sobresalen los años promedio en trabajos asalariados en la economía informal, es decir, en puestos que suelen tener remuneraciones más bajas aunado a la ausencia de protecciones sociales y la imposibilidad de organizarse sindicalmente por sus derechos. A su vez, en algunos tipos de trayectorias la media de tiempo en trabajos no asalariados y domésticos para el mercado guardan cierta semejanza, siendo este segundo el trabajo más precario dentro de la economía informal. Mientras que el tiempo dedicado al trabajo familiar sin remuneración es el de menor registro en casi todos los grupos de trayectorias, excepto en el Tipo 1 donde es 4.5 veces mayor que el trabajo en la economía formal. En el Tipo 1 confluyen las trayectorias que mayor tiempo dedican a las tareas domésticas y de cuidados, sobre todo compartidas.

Con excepción del Tipo 2, todas las trayectorias se caracterizan por una importante actividad de las mujeres en el trabajo no remunerado. Es decir, la mayoría de las mujeres de estas generaciones en buena medida pasan su vida dedicando tiempo a labores de cuidados y domésticos. Asimismo, la Tipo 1 tiene la particularidad de congregar trayectorias de mujeres en condiciones informales de trabajo (en todas sus formas), combinada con una importante dedicación a labores domésticas y de cuidados. Si bien estas labores se realizan en mayor medida en carácter compartido, también una proporción considerable lo hace de forma exclusiva. Las trayectorias Tipo 1 y 2 son claras con respecto a las desigualdades sociales: la primera es propia de los sectores populares, de todas las generaciones, mientras que la segunda refiere a las mujeres más pudientes y sobre todo de las generaciones más jóvenes. También, esta segunda tiene una mayor presencia en el Centro del país, y son menos visibles en el Sur y la Península, en oposición a la primera que predomina justamente en estas dos últimas regiones.

Ahora bien, el otro grupo de trayectorias que presenta una importante presencia en el mercado de trabajo en condiciones formales es el Tipo 3, pero lo que lo diferencia con el Tipo 2 es una menor dedicación al trabajo remunerado y mayor al trabajo no remunerado, aunque éste se da en mayor medida compartido y en menor medida referido a las labores de cuidado. Vimos que este grupo es más propio de las mujeres del estrato alto y de las generaciones más antiguas.

Los Tipos 4 y 5 presentan trayectorias con baja participación en el mercado de trabajo y en su mayoría en condiciones informales, aunque en el Tipo 4 la brecha entre informales y formales es un tanto menor. Ambos congregan a responsables únicas de las tareas del hogar, lo que los diferencia en mayor medida es la labor realizada: en el 4, los quehaceres domésticos, y en el 5, los cuidados. En ambos tipos se advierten mujeres con un origen social bajo, en particular de las generaciones más antiguas; aunque el Tipo 4 también se encuentra representado en los sectores medios de las nacidas en los setenta, lo que suponemos se asocia al momento de crisis de los noventa.

El último, el Tipo 6, refiere a trayectorias con un rol más tradicional de distribución sexual del trabajo, en particular dedican su tiempo de vida al cuidado de otros, sin trabajar prácticamente para el mercado. Lo anterior es propio de mujeres de origen social medio de la generación 1970-74 y del bajo en las generaciones extremas (1963-69 y 1980-83). Este conjunto no sobreabunda en la región Centro, por el contrario, tiene una presencia mayor a la esperada en el Norte y la Península.

En síntesis, se observa con claridad un contraste por origen social, en particular en los estratos extremos. En los estratos alto y bajo encontramos importantes cambios entre generaciones, asociados a cuestiones referidas a contextos de crisis (como son los que padecen más las cohortes 1963-69 y 1970-74, la segunda sobre todo con la crisis de mediados de los años noventa) y a suponemos, una ruptura de las mujeres de los estratos altos de las generaciones más recientes con los roles de género más tradicionales.

En simultáneo, recuperando la necesidad de plasmar las desigualdades también presentes en los territorios, hemos encontrado que las diferencias regionales se ven más pronunciadas en los tipos que reflejan la combinación de la labor no remunerada con trayectorias marcadas por una muy alta o baja participación laboral remunerada, así como en sus condiciones de (in)formalidad. En consecuencia, el conjunto de trayectorias más “tradicionales”, con una muy baja participación en el mercado de trabajo combinada con una alta dedicación a labores compartidas de cuidado y domésticas se visibiliza fuertemente en la Península y en la zona Norte del país. En contraste, aquellas con una alta participación en el mercado de trabajo que se da en buena medida en condiciones formales y prácticamente no realizan tareas en el hogar -un rol más “moderno” y propio de las de origen social alto-, es característico del Centro del país. En contraposición, cuando la participación en el mercado de trabajo se da en mayor medida en condiciones informales, combinada con una importante dedicación en las tareas del hogar en carácter compartido y hasta exclusivo, cuenta con fuerte presencia en el Sur y la Península.

En esta investigación nos propusimos trascender la visión tradicional del trabajo, aportar a la discusión sobre las formas en las que se da el sostenimiento de la vida y visibilizar el trabajo de las mujeres en su desarrollo y materialización a lo largo de sus trayectorias de vida. Como bien señala Vásconez, (2012) la sostenibilidad de la vida desde el punto de vista de Latinoamérica y la experiencia de sus hombres y mujeres convoca a pensar en metodologías de acercamiento a estos contextos que tengan en cuenta múltiples dimensiones y disciplinas de investigación; y a buscar formas más acertadas de evaluación y medición, que también se fundamenten en los intereses de los actores y actoras económicas de la región.

Asimismo, siguiendo a Pérez Orozco (2017), una contienda clave a consolidar es la lucha contra la división sexual del trabajo, incluyendo las otras dimensiones que se superponen a ello (etnia, clase social, etc.), puesto que el género sigue siendo un eje definitorio de la injusticia en el reparto y valoración de los trabajos. Por último, nos gustaría cerrar este trabajo con una reflexión que propone esta misma autora (2017, p. 50), en tanto la pregunta por el sostenimiento de la vida conlleva un interrogante previo: “¿cuáles son las vidas que queremos sostener, cuál es la vida que merece ser vivida?” Que quizá, como señala la autora, sea éste el núcleo duro de la subversión, apostando a otras economías futuras en las que se avance hacia prácticas de resolución de las necesidades colectivas y desmercantilizadas.

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1Investigación realizada gracias al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la UNAM IA301122.

2Sirva como ejemplo lo dicho por el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, el 25 de junio de 2020: “la tradición en México es que las hijas son las que más cuidan a los padres, nosotros los hombres somos más desprendidos” (Animal Político, 25 de junio de 2020).

3El diseño de la muestra fue probabilístico, trietápico, estratificado y por conglomerados, y la unidad última de selección fue la persona (INEGI, 2018b).

4El trabajo a domicilio, por ejemplo, suele desarrollarse en condiciones precarias y con ausencia de regulaciones laborales, a ello se suman los límites difusos entre el trabajo remunerado y las ocupaciones domésticas, alargando la jornada global e intensificando el trabajo. Así, la contracara de la flexibilidad en el empleo es que puede implicar una mayor explotación para las mujeres, aislamiento en el hogar, así como obstaculizar la posibilidad de organizarse sindicalmente para defender sus derechos (Espino, 2012).

5Si bien la encuesta distingue entre el trabajo de cuidados a infantes (menores de 6 años) y a personas enfermas o adultas mayores, en esta investigación no hacemos distinción entre uno y el otro.

6De acuerdo con la EDER, la noción “compartido” refiere a la participación de uno o más integrantes de la familia o de un trabajador(a) doméstico(a) remunerado(a) (INEGI, 2018a).

7Recurrimos al índice de Silhouette y a la inspección de varias tipologías para tomar una decisión sobre la cardinalidad de la tipología a analizar. La solución con seis tipos es la que presenta el mayor valor del índice (0.21); dicha tipología, a diferencia de otras soluciones, nos permite destacar algunos aspectos teóricos que consideramos relevantes para la investigación.

8La región Norte la integran Baja California, Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Sinaloa y Durango; la Occidente: Nayarit, Zacatecas, San Luis Potosí, Aguascalientes, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Colima y Michoacán; la Centro: Ciudad de México, Estado de México, Morelos, Hidalgo, Tlaxcala y Puebla; la Sur: Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Veracruz; y la Península: Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.

CÓMO CITAR: Ferraris, Sabrina A., y Martínez Salgado, Mario. (2022). El sostenimiento de la vida: Trayectorias de trabajo remunerado y no remunerado de mujeres en México. Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género de El Colegio de México, 8, e883. doi: http://dx.doi.org/10.24201/reg.v8i1.883

Recibido: 21 de Octubre de 2021; Aprobado: 27 de Abril de 2022; Publicado: 06 de Junio de 2022

*Autora para correspondencia, sabrina.ferraris@gmail.com

Sabrina Ferraris

Es doctora en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires) y especialista en Demografía Social (Universidad Nacional de Luján). Actualmente es investigadora de CONICET en el Instituto Interdisciplinario de Economía Política (FCE UBA-CONICET), docente de la Facultad de Ciencias Sociales e investigadora del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires, y miembro del Programa de Estudios sobre Juventud, Educación y Trabajo (PREJET CIS-IDES). Ha escrito sobre temáticas referidas a las Transiciones a la vida adulta; Familia y curso de vida; Análisis longitudinal cuantitativo; Trabajo remunerado y no remunerado; Jóvenes, inserción sociolaboral y políticas públicas

Mario Martínez Salgado

Es doctor en Estudios de población y maestro en Demografía, ambos por El Colegio de México, y actuario por la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Actualmente es investigador de tiempo completo en la Unidad de Investigación sobre Representaciones Culturales y Sociales de la Coordinación de Humanidades de la UNAM, Campus Morelia. Su investigación se concentra en los temas Familia y curso de vida; Uso del tiempo y trabajo no remunerado; y Métodos de investigación social cuantitativos. Ha impartido varios cursos a nivel licenciatura y posgrado acerca de dinámica poblacional y sobre distintos tópicos de estadística y metodología cuantitativa en la Escuela Nacional de Estudios Superiores Unidad Morelia, el Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, El Colegio de México y la Universidad Anáhuac.

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