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Revista de economía

On-line version ISSN 2395-8715

Rev. econ. vol.40 n.101 Mérida Jul./Dec. 2023  Epub Jan 29, 2024

https://doi.org/10.33937/reveco.2023.354 

Artículos

Pobreza laboral en hogares con jefatura femenina en México. Evolución y factores determinantes*

Working poverty in women-headed households in Mexico. Evolution and determining factors

David Castro Lugo1 
http://orcid.org/0000-0003-0130-7197

Reyna Elizabeth Rodríguez Pérez2 
http://orcid.org/0000-0002-5061-0574

Alejandra Zambrano Guajardo3 

1 Universidad Autónoma de Coahuila, Centro de Investigaciones Socioeconómicas, México, Correo electrónico: david.castro@uadec.edu.

2 Universidad Autónoma de Coahuila Facultad de Economía, México, Correo electrónico: reynarodriguez@uadec.edu.mx

3 Universidad Autónoma de Coahuila, Facultad de Economía, México, Correo electrónico: alejandra.zambrano@uadec.edu.mx


Resumen

El objetivo de este trabajo es determinar la condición de pobreza laboral en hogares con jefatura femenina, evolución y presencia de feminización de la pobreza en México. La fuente de información es la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2005-2017. Los resultados indican que, durante el periodo de análisis, la condición de pobreza en los hogares con jefatura femenina se incrementó, pero no se puede hablar de feminización de la pobreza. Las variables que aumentan la probabilidad de pobreza son el número de dependientes y la condición civil unida; mientras que un mayor nivel educativo disminuye su probabilidad.

Palabras clave: pobreza laboral; género; jefatura de hogar femenina; modelo econométrico; microdatos; México

Clasificación JEL: I32; J16; C25

Abstract

This paper aims to determinate the condition of working poverty in households with female headship, evolution, and presence of feminization of poverty in Mexico. The source of information is the National Survey of Occupation and Employment (ENOE) 2005-2017. The results indicate that, during the period of analysis, the condition of poverty in female-headed households increased, but we cannot speak of feminization of poverty. The variables that increase the probability of poverty are the number of dependents and the united civil status, while higher educational level decreases their probability.

Keywords: labor poverty; gender; female household headship; econometric model; microdata; Mexico

JEL Classification: I32; J16; C25

1. Introducción

En las últimas décadas, la presencia de hogares con jefatura femenina en México ha crecido de manera importante. En 1980, la proporción de hogares en esta condición representaba el 14.2%, cifra que se eleva a 29.2% para el año 2015. En términos absolutos significan 9.3 millones de hogares, los cuales concentran a 31 millones de personas, 26% de la población nacional. Un elemento adicional es que en tiempos recientes se ha intensificado la presencia de este tipo de hogares. Así, durante el periodo 2010-2015, la tasa de crecimiento promedio anual de hogares con jefatura femenina fue de 6.2%, cifra significativamente superior al 0.7% que registra jefatura masculina.

Los factores asociados a este fenómeno son diversos, pero algunos de los más relevantes considerados por estudios previos son: movimientos de migración, incremento de la tasa de divorcios, aumento de madres solteras, reducción de las tasas de fecundidad, diferencia en la esperanza de vida a favor de las mujeres, menor tendencia de mujeres viudas a contraer matrimonio, aumento en la condición marital de unión libre, incumplimiento de la función masculina de proveedor único o principal para la satisfacción de las necesidades de los miembros del hogar, cuestionamiento del modelo patriarcal, modificaciones en los roles de género y empoderamiento de las mujeres al interior del hogar; además de factores estructurales, como una prolongada crisis económica que ha generado caída del poder adquisitivo de los hogares, mayor participación de las mujeres en el mercado laboral, mayor informalidad e inestabilidad laboral (Buvinic, 1990; Acosta, 2001; García y De Oliveira, 2005; Lázaro et al., 2005; Aguilar, 2017). Junto a la mayor relevancia de mujeres como jefas de hogar, también se aprecia una creciente participación laboral femenina en actividades remuneradas. Entre 1990 y 2019, la tasa de participación femenina se incrementó en 11.8 puntos porcentuales, al pasar de 35.3% a 47.1% (Torres, Ochoa y Pedroza, 2022).

Estos dos fenómenos (hogar con jefatura femenina y mayor participación laboral) no se encuentran desvinculados, aunque es difícil determinar su direccionalidad; es decir, si es la condición de jefatura de hogar que las impulsa u obliga a participar en el mercado laboral o es el empoderamiento de la mujer, asociado a su presencia en el mercado laboral que las lleva a asumir la jefatura de hogar. Seguramente ambos fenómenos se auto impulsan, especialmente en los casos de las mujeres en edad laboral; así, las jefas de hogar tienen una tasa de participación laboral superior a las no jefas, hecho que se refleja en diversos países (Corena, 2019)

Por otra parte, la caída del poder adquisitivo de los salarios ha sido una constante durante las últimas décadas, donde la porción de la población con ingreso laboral inferior al costo de la canasta alimentaria se encuentra próxima al 40% del promedio nacional.

Diversos estudios han manifestado que la condición de jefatura femenina hace a estos hogares más vulnerables de padecer la condición de pobreza (DeGraff y Bilsborrow, 1993; Castillo y Brborich, 2007; CIDE, 2011; Morales y Román, 2013; Torres et al., 2017; Arévalo y Paz, 2016; Ngah Epo y Menjo, 2016; Navarro y González, 2010; Castañeda, 2012; Ayala, 2015); sin embargo, otros estudios no comparten estos resultados (Appleton, 1996; Wartenberg, 1999; Medeiros y Costa, 2006; ONE, 2007; Klasen, Lechtenfeld y Povel, 2011; Castro, Rivera y Seperak, 2017; Rojas, 2003; Reyes y Gijón, 2007; Mendoza y López, 2013; Ortega y Hernández, 2015).

Dada la creciente participación de las mujeres como jefas de hogar, es imperante conocer las implicaciones que este fenómeno tendrá desde diferentes aspectos, para una mejor comprensión y atención del mismo. Estudiar los efectos que la condición de jefatura femenina tiene sobre la pobreza laboral del hogar es uno de estos aspectos1. El objetivo de este documento es determinar la condición de pobreza laboral en los hogares con jefatura femenina, su evolución y posible presencia de feminización de la pobreza en México durante el periodo 2005-2017. Las preguntas por responder son: ¿cuál es la magnitud y evolución de la pobreza laboral en los hogares de México?, ¿existe un proceso de feminización de la pobreza?, ¿cuáles son las variables que condicionan a un hogar en pobreza?, y ¿el género es un factor que contribuye a la pobreza de un hogar?

A partir de la teoría de feminización de la pobreza, la hipótesis de referencia es: durante el periodo de 2005-2017, en los hogares con jefatura femenina de México se presentó un proceso de feminización de la pobreza, los cuales tienen mayor probabilidad de caer en pobreza en relación con los hogares con jefatura masculina.

Los resultados indican que durante el periodo de análisis la condición de pobreza laboral en los hogares con jefatura femenina se incrementó. No obstante, a partir del Índice de Feminización de la Pobreza (IFP) no se puede hablar de un proceso de feminización de la pobreza, a pesar de que la condición de jefa de hogar aumenta la probabilidad de pobreza en el hogar. Las variables que aumentan la probabilidad de caer en pobreza son que la jefa pertenezca al grupo de edad joven, un elevado número de dependientes y una condición civil unida; mientras que un mayor nivel educativo y residir en zona urbana disminuye su probabilidad.

El documento se divide en cinco secciones. La segunda presenta el marco teórico de referencia y la revisión de la literatura. La metodología y los datos corresponden a la tercera sección. La cuarta sección muestra los resultados y la quinta presenta las conclusiones.

2. Marco teórico de referencia y evidencia empírica

2.1 Teoría de la feminización de la pobreza

El término feminización de la pobreza (FP) se relaciona con el hecho de que la condición de privación afecta principalmente a las mujeres o se encuentran sobrerrepresentadas. Esta teoría surge en Estados Unidos tras la investigación de Pearce (1978), mientras estudiaba la manera en que la pobreza se había convertido rápidamente en un problema femenino. En su documento expone que casi dos tercios de la población pobre, mayor de 16 años, eran mujeres. De este porcentaje, la mayoría eran jefas de hogar. La teoría pone en evidencia la necesidad de reconocer que hombres y mujeres experimentan la pobreza de manera distinta, y que el género es un factor -además de otros, como la edad, la etnia y la ubicación geográfica- que incide en la pobreza, aumentando la vulnerabilidad de las mujeres a padecerla (Zambrano, 2019).

A pesar de que el trabajo de Pearce se caracteriza por un perfil cuantitativo, el documento motivó una discusión más profunda sobre el concepto y permitió avanzar en la reflexión sobre lo que implica la feminización de la pobreza. La FP constituye un diagnóstico que permitió, por una parte, dar visibilidad de su existencia, y por la otra, la necesidad de tomar medidas para remediar el problema, así como potenciar la agenda pública sobre los problemas de desigualdad en las condiciones de vida, derechos y oportunidades entre hombres y mujeres (Aguilar, 2011).

Medeiros y Costa (2006) consideran que la feminización comprende algo que se hace más femenino; es decir, existe un sesgo hacia este género y además no es estático, sino que crece en el tiempo. Por otra parte, es un concepto relativo, pues el crecimiento de los niveles de pobreza en el grupo de mujeres no implica una feminización si junto a este comportamiento también existe un incremento en los niveles de pobreza de los hombres, lo cual no implicaría una mayor presencia relativa de mujeres en esta condición. Así, bajo un escenario de creciente pobreza, la feminización es posible si la tasa de crecimiento femenina es mayor que la observada en varones. Esto implicaría que la feminización se presenta aun en casos de una reducción generalizada en los niveles de pobreza, pero en mayor magnitud en hombres, con lo cual aumenta la representación de las mujeres en esta condición.

En los estudios de pobreza, para la medición de la misma, se utiliza frecuentemente el nivel de ingreso disponible como línea de bienestar; no obstante, la pobreza es un concepto multidimensional y como tal es necesario disponer de una serie de indicadores, más allá de disponibilidad de recursos, dado que algunos satisfactores pueden no estar determinados por el ingreso; además, incluir ingreso disponible como indicador no necesariamente implica el consumo de bienes y servicios que permitan cubrir los diferentes satisfactores.

Ayala (2015: 19) señala que “la estructura de la pobreza va más allá del mercado (adquisiciones de bienes y servicios); existen formas intangibles de pobreza, como el aislamiento social, la vulnerabilidad, la inseguridad y las relaciones de dependencia y subordinación en la satisfacción de las necesidades básicas, las cuales pueden ser vistas como mecanismos a través de los cuales la pobreza se reproduce”.

Por su parte, Chant (2006) y Aguilar (2017) critican que sea el “ingreso” el principio fundamental en la consideración de la feminización y que, a pesar del enorme bagaje de producción académica sobre el carácter complejo de la pobreza, definida en términos objetivos como subjetivos y en los cuales la asimetría de género ocupa un lugar importante, éste continúe siendo el criterio que predomine en la consideración. Señalan que enfatizar en el ingreso provoca el descuido analítico de otras dimensiones de la pobreza y los aspectos relacionados con las diferentes expresiones de discriminación de género.

Medeiros y Costa (2006) señalan que se pueden considerar dos definiciones de feminización de la pobreza: a) un aumento en las diferencias de los niveles de pobreza entre hombres y mujeres; b) un incremento en la disparidad de los niveles de pobreza entre hogares con jefatura femenina y hogares con jefatura masculina. Lo anterior implica que la FP no solo es una condición de las mujeres que encabezan un hogar, sino de las mujeres en general. Además, sostienen que cuando el análisis se hace a nivel de ingreso del hogar, el supuesto de igual distribución del ingreso dentro del hogar puede ser cuestionable, debido al hecho de que no se reconoce las diferentes necesidades de los integrantes del hogar, especialmente de las mujeres que lo integran y en muchos casos ellas se encuentran en condición de desventaja.

En relación con la segunda definición de feminización de la pobreza, Rodríguez-Gómez (2012) señala que la pobreza femenina se encuentra principalmente al interior de hogares encabezados por hombres; con lo cual, la medición del fenómeno mediante este indicador estaría subrepresentado. Asimismo, destaca en la necesidad de centrar la discusión desde una perspectiva de modelo colectivo frente al modelo unitario2, no obstante, las dificultades que impone la carencia de información.

Tortosa (2009) considera que la feminización de la pobreza no solo implica mayores niveles de pobreza, sino que, frente a fenómenos económicos adversos, las mujeres saldrán más desfavorecidas, dado que pueden ubicarse en empleos más vulnerables y la reducción de gasto en políticas sociales pueden afectarlas más. Así mismo, sostiene que la FP no solo debe verse como una situación de las mujeres en general, sino de segmentos sociales específicos, que agregan mayor vulnerabilidad a la desventaja o discriminación que implica ser mujer.

Tras reconocer que la teoría sitúa a las mujeres como las más pobres entre los pobres, Chant (2003) argumenta que esta situación se desarrolla en dos vínculos: la pobreza como causa de la jefatura femenina de hogar, y ésta como situación que exacerba la pobreza, dada la incapacidad de las mujeres para garantizar el bienestar de sus hogares, generando un ciclo de transmisión generacional de la pobreza. De igual manera, Buvinic y Rao Gupta (1997) señalan que las razones de la pobreza de los hogares con jefatura femenina no pueden ser atribuidas solamente a la estructura del hogar, ni tampoco a la vulnerabilidad de la mujer en oportunidades económicas. Es la combinación de estas situaciones lo que lleva al hogar a la pobreza.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2003) expone que las mujeres se encuentran en desventaja en cuanto al acceso a la educación formal y el conocimiento, lo cual las aleja de las oportunidades laborales que son mejor remuneradas y esto incrementa sus posibilidades de caer en pobreza. Por otro lado, Buvinic (1990) encuentra que los hogares con jefatura femenina carecían de vivienda, de acceso a servicios de salud, tenían menor disponibilidad de recursos financieros, menor acceso a tierra, créditos y bienes de capital.

Para Geldstein (1994), uno de los factores que incrementa la probabilidad de que los hogares con jefatura femenina caigan en pobreza es el hecho de que las jefas no tengan un compañero; la autora encuentra que son los hogares jefaturados por mujeres separadas, viudas, solteras o divorciadas, los más afectados por la pobreza; también señala que la mayoría de ellas son relativamente jóvenes, con hijos pequeños.

Uken (2018) expone que la falta de equidad de género y acceso a oportunidades educativas, además de la desequilibrada estructura del hogar, son factores que contribuyen a que las mujeres sean más afectadas por la pobreza que los hombres. Cuando los ingresos de las madres se calculan como si fueran hombres, se encuentra que reciben un 36 por ciento más. En el mismo sentido, Geldstein (1994) expone que el hecho de que los ingresos totales de un hogar dependan principalmente de la remuneración que una mujer pueda obtener por su trabajo, da como resultado que ese hogar tendrá menores ingresos de los que dispone una familia donde el ingreso depende del trabajo de un hombre; esto debido a que, en promedio, los ingresos que percibe la jefa de hogar son menores que los correspondientes al jefe. Estudios sobre brecha salarial por género en México encuentran que ésta es favorable a los hombres, y realizada la descomposición de la misma, se confirma que los elementos no relacionados con las dotaciones de factores de capital humano -dentro de los cuales se encuentra la discriminación salarial- constituye el componente principal de la diferencia salarial por género, hecho que puede tener un impacto desigual sobre el comportamiento de la pobreza por género (Rodríguez y Castro, 2014a, 2014b; Castro, Huesca y Zamarrón, 2015; Rodríguez, Ramos-Lobo y Castro, 2017).

A partir de las consideraciones anteriores, es posible establecer que el concepto de feminización de la pobreza no es absoluto, sino relativo; que no es un estado, sino un proceso; que la pobreza no se circunscribe a la connotación de ingreso, sino que ésta es multidimensional; que no necesariamente es una generalización de todas las mujeres, sino que se deben estudiar segmentos o grupos específicos, dada su vulnerabilidad. También se puede derivar de lo anterior que en el estudio de la FP debe incluirse no únicamente su medición, sino el análisis de factores vinculados a ella, y reconocer que las políticas públicas constituyen una herramienta que permite remover los desequilibrios estructurales de género, para mejorar las oportunidades de desarrollo de las mujeres y especialmente de las jefas de hogar.

2.2 Jefatura femenina y riesgo de caer en pobreza

El tema de la vulnerabilidad de los hogares con jefatura femenina comenzó a tomar interés en la década de los setenta. No solo la ciencia económica se ha involucrado en esta investigación, la sociología, antropología y la ciencia política también abordan este tema. Numerosos estudios se han elaborado para conocer a profundidad esta situación a lo largo del tiempo. En este apartado se expone evidencia empírica en relación con la teoría antes mencionada (Zambrano, 2019).

Las investigaciones a nivel internacional abarcan diferentes países, predominando los estudios para América Latina. Esto permite determinar la evidencia empírica disponible y el apoyo a la hipótesis de feminización de la pobreza, permitiendo un panorama más amplio del tema.

Iniciando por países de Asia, Klasen et al. (2011) examinan el consumo en los hogares de las zonas rurales de Tailandia y Vietnam, para determinar cuáles son más pobres, los de jefatura femenina o masculina. El análisis se basa en datos de una encuesta de panel de hogares realizada en 2007 y 2008, con un enfoque en la dinámica del hogar y la vulnerabilidad. Tras realizar un modelo de regresión por mínimos cuadrados ordinarios, se encontró que los hogares en Tailandia con jefatura femenina son más ricos que los de su contraparte masculina. En Vietnam, las diferencias en la jefatura de hogar por sexo resultaron no significativas. En general, no se encontró evidencia de que los hogares con jefa fueran los más vulnerables.

En África, Appleton (1996) realiza una investigación por hogares en Uganda, con información de 1992, para determinar cuáles son los hogares más pobres. Utilizando indicadores de consumo e ingreso, los resultados concluyen que los hogares con jefatura femenina no son los que presentan mayores niveles de pobreza.

Desde otra perspectiva, Ngah Epo y Menjo (2016) realizan un estudio en Camerún, con la intención de conocer si existe equidad de capital humano y doméstico entre los hogares con jefatura femenina y masculina. Se consideró el capital humano y doméstico, ya que estos reflejan alguna forma de privación. Aplicando la metodología de Araar y Duclos (2010), los resultados indican que los hogares con jefa enfrentan más carencias de capital humano y doméstico que su contraparte, colocando a los primeros en desventaja en cuanto a niveles de bienestar.

En América Latina, Medeiros y Costa (2006) realizan un análisis a nivel de hogar, basándose en el ingreso monetario, con la intención de comprobar si existía feminización de la pobreza en ocho países latinoamericanos (Argentina, Bolivia, Chile, Brasil, Colombia, Costa Rica, México y Venezuela). Los resultados mostraron que no había evidencia clara de una feminización reciente y generalizada de la pobreza. Argumentan que, si las desigualdades dentro del hogar no son consideradas y la pobreza se mide por ingreso per cápita, no existe diferencia relevante en la incidencia, intensidad o gravedad de la pobreza entre los hogares con jefatura femenina y masculina.

DeGraff y Bilsborrow (1993) estudian la relación entre la jefatura femenina del hogar y el bienestar familiar, en las comunidades rurales de Ecuador. En este estudio se considera la asistencia de los hijos a la escuela como la variable que mide el bienestar del hogar. Tras estimarse un modelo probit, se encontró que la asistencia de los niños a la escuela es menor en los hogares con jefatura femenina, indicando que estos hogares tienen menores niveles de bienestar que aquellos con jefatura masculina.

Castillo y Brborich (2007) también realizan una investigación para Ecuador, con la intención de determinar qué factores propician las condiciones de pobreza de los hogares. El análisis se realizó utilizando un modelo probit. Los resultados para la variable del jefe de hogar muestran que, si el jefe es hombre, el consumo per cápita del hogar es mayor a su contraparte femenina en un 4%. Los autores concluyen que este resultado contribuye a la teoría de que los hogares con jefa son más vulnerables. Es interesante como ambos estudios para Ecuador (DeGraff y Bilsborrow, 1993; Castillo y Brborich, 2007) encuentran a los hogares con jefatura femenina más indefensos, aunque miden el bienestar de distinta manera.

Para Colombia, Wartenberg (1999) realiza un análisis comparativo a través de estadísticas de hogares urbanos según el sexo del jefe, para determinar qué tipo de hogares son los más vulnerables. Además del sexo del jefe, utilizan variables sociodemográficas y laborales de los jefes y variables propias del hogar. La autora concluye que los hogares con jefatura femenina no son los más pobres. Esto puede explicarse, ya que a pesar de que en los hogares con jefatura femenina persisten bajos niveles educativos y de participación laboral, esta desventaja se neutraliza gracias a la forma de organización, ya que existen otros tipos de arreglos económicos entre sus miembros y una dinámica interna en el hogar que impacta favorablemente.

Posteriormente, Torres et al. (2017) realizan una investigación de los años 2010-2014, también para Colombia y Venezuela, pretendiendo encontrar los factores que influyen en la condición de pobreza de un hogar. Además de la variable sexo del jefe, se incluyen otras variables como características del hogar, composición demográfica y tipo de vivienda. La pobreza fue evaluada mediante el método de pobreza monetaria. Tras estimarse el modelo logit, los resultados indican que, en ambos países es más probable que el hogar sea pobre, si la jefatura está al mando de una mujer, esto se cumple para todos los años. La diferencia de resultados en los estudios para Colombia se puede explicar por los distintos periodos; además, Wartenberg (1999) solo incluye hogares de áreas urbanas.

La Oficina Nacional de Estadística (ONE, 2007) estudia las condiciones de los hogares en República Dominicana con jefatura femenina y masculina en 2002. Dada la mayor disponibilidad de espacios habitacionales y de servicios básicos en el hogar, se concluye que las viviendas de las jefas de hogar muestran condiciones superiores a su contraparte.

Castro et al. (2017) realizan una investigación sobre los factores que inciden sobre la probabilidad de pobreza en los hogares en Perú, en 2016, utilizando un modelo de regresión logística. Encuentran que existen diferentes factores que incrementan la probabilidad, como la presencia de menores de edad, tamaño del hogar, calidad del empleo, así como otros que reducen la probabilidad de que el hogar se encuentre en pobreza, como el número de aportantes de ingreso, ubicarse en área urbana y nivel de instrucción del jefe, por mencionar algunos, pero no se encontró que el sexo del jefe del hogar influya en la condición de pobreza.

En otro estudio para Perú, el Centro de Investigación y Desarrollo (CIDE, 2011) analiza los factores que determinan la pobreza de los hogares, dentro de los cuales se encuentra el sexo del jefe del hogar. Los resultados muestran que, a nivel nacional, no existen diferencias por género en la probabilidad de que el hogar sea pobre. A nivel urbano, ser jefa reduce la probabilidad en un 22.9%, indicando que las jefas de hogar en contextos urbanos tienen un efecto positivo en la superación de la pobreza. A nivel rural, la probabilidad de que el hogar caiga en pobreza aumenta 31.4% cuando es jefaturado por una mujer.

Por su parte, Morales y Román (2013) comparan la pobreza de los hogares con jefatura femenina y masculina en Costa Rica entre los años 1984 y 2000; para ello, analizan las características de éstos según su distribución espacial, estado conyugal del jefe, edad del jefe, inserción laboral y nivel de carencias. Para definir un hogar como pobre se utilizó el Método de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI). Se definieron cuatro dimensiones con relación al acceso: i) albergue digno, ii) vida saludable, ii) conocimiento y iv) otros bienes y servicios. Los resultados muestran que el 36% de los hogares con jefatura masculina presenta una o más carencias, cifra que no es significativamente diferente de la observada en jefatura femenina.

Ayala (2015) estudia la pobreza en Paraguay para el año 2014. El autor encuentra a nivel nacional que las mujeres presentan una mayor pobreza relativa, situación que se mantiene para el área rural, aunque la condición de pobreza es de mayor magnitud para ambos sexos.

Arévalo y Paz (2016) aplican la metodología multidimensional propuesta por Alkire y Foster (2007, 2011) para medir la pobreza en los hogares en Argentina. La estrategia empírica que se usó para identificar los determinantes profundos de la pobreza y de la brecha de género incluye la descomposición del índice de pobreza multidimensional y descomposiciones microeconométricas basadas en Blinder (1973), Oaxaca (1973) y Yun (2005). Se analizó la capacidad económica, vivienda adecuada, saneamiento básico, inclusión-integración social, y acceso a la salud, en los años 2005 y 2015, para determinar la magnitud de la brecha de privaciones múltiples en hogares con jefatura masculina y femenina. Los resultados indican que los hogares con jefatura femenina se ven más desfavorecidos (en un 41%) que su contraparte masculina (34.3%) y que la brecha entre unos y otros aumentó en el tiempo.

Entre los estudios realizados para México, se encuentra el de Rojas (2003), donde se determinan las condiciones de pobreza en los años 1993, 1996 y 2000 de las ciudades de Monclova, Aguascalientes y Ciudad de México. La pobreza del hogar se evaluó en función de la línea de pobreza, calculada a partir del costo de una canasta básica de consumo. Además de la variable del sexo del jefe se incluyen otras como: ciudad de residencia, características demográficas del hogar, capital humano, fuerza de trabajo y vivienda. Para realizar el análisis se estimó un modelo de regresión logística, con el fin de valorar el peso de los diferentes factores sobre la determinación de la pobreza de los hogares. Se concluye que los hogares con jefatura masculina tienen mayor riesgo de ser pobres, lo cual se cumple para los diferentes años de estudio.

Por su parte, Reyes y Gijón (2007) analizan la exclusión de los hogares con jefatura femenina de los beneficios de las políticas públicas, con relación a vivienda, educación y salud, y poder adquisitivo en Oaxaca en 2005. Se utilizó el análisis de correlación de Pearson para medir la fuerza de asociación entre los hogares con jefatura femenina o masculina y las variables seleccionadas. Los resultados indican que los hogares con jefatura femenina se encuentran menos excluidos de las políticas públicas de vivienda, educación y equipamiento urbano, tienen menos bajos salarios que su contraparte y mayor poder adquisitivo per cápita. Los hogares con jefatura femenina tienden a tener viviendas con más servicios básicos y son menos frecuentes los pisos de tierra. Por ello, se concluyó que los hogares con jefa son relativamente menos marginados.

Navarro y González (2010) no analizan la pobreza como tal, pero sí la calidad de vida de los hogares de las ciudades de Chihuahua y Tijuana, de acuerdo con el sexo del jefe del hogar. Tras estimar un modelo de regresión logística con las variables sexo, edad, estado civil, escolaridad, condición de actividad, ingresos y condición de derechohabiencia, se obtuvieron los siguientes resultados: en Tijuana la variable sexo mostró que los hogares con jefatura femenina corren mayores riesgos de presentar mala calidad de vida; mientras que en Chihuahua la variable sexo no fue significativa en el modelo.

De igual forma Ortega y Hernández (2015) no analizan la pobreza, sino el rezago social en Ciudad Juárez; sin embargo, el análisis es oportuno porque ambas condiciones están entrelazadas. En el estudio se analizan los agrupamientos geográficos de hogares con jefaturas femeninas con la intención de valorar su relación con el rezago social, mediante el uso de análisis exploratorio de datos espaciales. Los autores analizaron los años 2000 y 2010. A través del Índice de Morán y los Indicadores Locales de Asociación Espacial (LISA), fue posible determinar valores significativos de autocorrelación espacial a nivel intraurbano. El índice de rezago social contempló: educación, salud, calidad y espacios de la vivienda, servicios básicos de la vivienda y activos en el hogar. Los resultados mostraron que no existe una relación entre las jefaturas femeninas y el rezago social; incluso existe una mayor prevalencia de hogares con jefatura femenina en zonas con altos ingresos. El estudio concluye que la posición de jefa de hogar proporciona mejores condiciones de vida familiar.

Entre las variables que Castañeda (2012) analiza, con la intención de encontrar cuales son los factores que influyen en la pobreza de los hogares de la zona Metropolitana de Mérida, se encuentra el sexo del jefe de hogar. El año analizado es 2010. El enfoque monetario es utilizado para determinar los niveles de bienestar, mediante datos de ingreso por trabajo de los hogares, así como líneas de bienestar estimadas por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL). Concluye que ser jefe de hogar, reduce la probabilidad de caer en pobreza en un 3.7%. Esto sitúa a la jefatura femenina como un factor que incide en la pobreza del hogar.

Mendoza y López (2013) hacen un análisis de corte cuantitativo y de tipo descriptivo de los hogares con jefatura femenina en el estado de Nuevo León, en el año 2004, con la intención de determinar si se encuentran en situación de pobreza. Al comparar estos hogares con su contraparte se señala que no es posible vincular de forma directa la pobreza y vulnerabilidad con los hogares de jefatura femenina.

Sosa y Castro (2022) analizan el impacto que tienen algunas variables, como el ingreso del hogar, sobre la probabilidad de que la jefatura del hogar corresponda a una mujer. Los resultados indican que el ingreso tiene un efecto negativo, lo cual puede ser interpretado, de manera indirecta, como una condición de desventaja para las mujeres en lo relativo a la pobreza, en el sentido que los hogares con menor ingreso tienen mayor probabilidad de tener como cabeza de familia a una mujer.

El Cuadro 1 resume los documentos revisados, incluyendo referente geográfico, temporalidad, metodología y principales resultados. A pesar de que el documento de Pearce (1978) señalaba una sobrerrepresentación de pobreza en los hogares con jefatura femenina en los Estados Unidos, se puede concluir que la revisión de estudios empíricos que abordan la característica de jefaturas de hogar femenina como una condición para presentar mayor vulnerabilidad hacia la pobreza con relación a los hogares con jefatura masculina, registra resultados mixtos. Se puede advertir que de la totalidad de los estudios revisados, la mitad encuentra a los hogares con jefatura femenina más vulnerables a la pobreza respecto a su contraparte masculina, (DeGraff y Bilsborrow, 1993; Castillo y Brborich, 2007; CIDE, 2011; Morales y Román, 2013; Torres et al., 2017; Arévalo y Paz, 2016; Ngah Epo y Menjo, 2016; Navarro y González, 2010; Castañeda, 2012; Ayala, 2015; Sosa y Castro, 2022), el resto no encuentra evidencia de ello o sitúa a los hogares con jefas mujeres en mejores condiciones (Appleton, 1996; Wartenberg, 1999; Medeiros y Costa, 2006; ONE, 2007; Klasen et al., 2011; Castro et al., 2017; Rojas, 2003; Reyes y Gijón, 2007; Mendoza y López, 2013; Ortega y Hernández, 2015).

Cuadro 1 Resumen de estudios empíricos 

Autor Geografía Periodo Metodología Resultados
DeGraff y Bilsborrow (1993) Ecuador 1977-1978 Modelo probit multivariable Los hogares con jefatura femenina tienen menores niveles de bienestar que su contraparte.
Appleton (1996) Uganda 1992 Indicadores de consumo e ingreso Los hogares con jefatura femenina no son los más pobres.
Wartenberg (1999) Colombia 1996 Análisis estadístico comparativo Los hogares con jefatura femenina no son los más pobres
Rojas (2003) Monclova, Aguascalientes y Cd. de México (México) 1993,1996 y 2000 Modelo de regresión logística Los hogares con jefatura masculina tienen mayor riesgo de ser pobre, se cumple para todos los años.
Medeiros y Costa (2006) Argentina, Bolivia, Chile, Brasil, México, Colombia, Costa Rica y Venezuela Información desde 1983 hasta 2003, variable para los diferentes países Método de pobreza monetaria No existe evidencia clara de una feminización reciente y generalizada de la pobreza.
Castillo y Brborich (2007) Ecuador 2005-2006 Modelo probit Los hogares con jefatura femenina son más vulnerables.
ONE (2007) República Dominicana 2002 Indicadores de las condiciones de hogares Los hogares con jefatura femenina tienen condiciones superiores a su contraparte.
Reyes y Gijón (2007) Oaxaca 2005 Análisis de correlación de Pearson Los hogares con jefatura femenina son menos marginados.
Navarro y González (2010) Chihuahua y Tijuana (México) 2005 Modelo de regresión logística Tijuana: los hogares con jefatura femenina corren mayores riesgos de presentar mala calidad de vida. Chihuahua: la condición de sexo del jefe del hogar no es significativa.
Klasen et al. (2011) Tailandia y Vietnam 2007 y 2008 Modelo de regresión por MCO No existe evidencia de que los hogares con jefatura femenina fueran los más vulnerables. A nivel nacional: no existen diferencias de probabilidad por género. A nivel nacional: no existen diferencias de probabilidad por género.
CIDE (2011) Perú 2009 Modelo de probabilidad A nivel urbano: si es jefa, la probabilidad disminuye. A nivel rural: probabilidad aumenta
Castañeda (2012) Mérida (México) 2010 Líneas de bienestar estimadas por el CONEVAL La jefatura femenina es un factor que incide en la pobreza del hogar.
Mendoza y López (2013) Nuevo León (México) 2004 Análisis cuantitativo, tipo descriptivo No es posible vincular de forma directa pobreza y vulnerabilidad del hogar con jefatura femenina.
Morales y Román (2013) Costa Rica 1984 y 2000 Método de Necesidades Básicas Insatisfechas. No existen diferencias significativas por sexo del jefe del hogar.
Ayala (2015) Paraguay 2014 Indicadores de pobreza El porcentaje de pobreza de las mujeres es superior al de los hombres.
Ortega y Hernández (2015) Ciudad Juárez (México) 2000 y 2010 Análisis exploratorio de datos espaciales No existe relación entre jefaturas femeninas y rezago social.
Ngah Epo y Menjo (2016) Camerún 2007 Metodología de Araar y Duclos (2010) Los hogares con jefatura femenina enfrentan carencias relativas de capital humano y doméstico, por tanto, estos hogares se encuentran en desventaja en cuanto a niveles de bienestar.
Arévalo y Paz (2016) Argentina 2005 y 2015 Metodología multidimensional propuesta por Alkire y Foster (2007 y 2011) Hogares con jefatura femenina están más desfavorecidos y crecientes en el tiempo.
Torres et al. (2017) Colombia y Venezuela 2010-2014 Método de pobreza monetaria y modelo logit En ambos países es más probable que el hogar sea pobre si cuenta con jefa, esto se cumple para todos los años.
Castro et al. (2017) Perú 2016 Modelo de Regresión Logística Múltiple No se encontró evidencia que el sexo del jefe de hogar influya en la condición de pobreza.
Sosa y Castro (2022) México 2008-2020 Modelo de regresión logit y probit. Ingreso del hogar reduce la probabilidad de que la jefa de hogar sea mujer.

Fuente: elaboración propia.

En el caso de México, se pueden destacar algunos elementos sobre estos estudios. El periodo de referencia corresponde desde principios del siglo hasta al año 2020, aunque el objeto de estudio de la información más reciente no es sobre la feminización de la pobreza; el ámbito de referencia se centra fundamentalmente en entidades o ciudades; los resultados son mixtos, predominando la ausencia de evidencia de feminización de la pobreza; además, los estudios dejan algunas interrogantes por responder como: ¿el número de dependientes que tiene bajo su cargo el jefe de hogar incrementa la pobreza?, ¿los hogares ubicados en áreas rurales son más propensos a caer en pobreza que aquellos en áreas urbanas?, ¿el comportamiento señalado en años previos se mantiene?, ¿el desempeño observado a nivel regional o local se cumple a nivel nacional?, ¿la edad del jefe o su estado civil influyen en la pobreza del hogar?. Lo anterior permite identificar la necesidad de seguir indagando sobre la pobreza y su relación con el sexo del jefe del hogar, contribuir a un mejor conocimiento sobre esta relación y determinar si en el caso de México existe una feminización de la pobreza.

La revisión también permite identificar, que, en los estudios nacionales e internacionales, se han utilizado diversos indicadores para establecer la existencia de diferentes niveles de vulnerabilidad de los hogares a partir del sexo del jefe de hogar. Desde el punto de vista metodológico, el análisis ha sido abordado con distintas herramientas, destacando los modelos de probabilidad. Este tema ha sido motivo de estudio en diversos países, con especial interés en Latinoamérica.

3. Metodología

La base de datos utilizada es la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del periodo 2005-2017, la cual contiene información sociodemográfica y ocupacional de las personas.

Para dar respuesta a las preguntas de investigación se utilizan diversas herramientas, dentro de las cuales se establece la determinación de la pobreza laboral, la feminización de la pobreza y la identificación de los factores que condicionan la pobreza en los hogares.

Si bien existen diferentes indicadores de pobreza, como ya fue mencionado previamente, para este estudio será medida a nivel de hogar y se determinará en función de la capacidad que tenga el hogar para cubrir la canasta básica alimenticia para todos los integrantes del mismo con el ingreso laboral; es decir, se determina la pobreza laboral alimentaria a partir de la técnica de la línea de pobreza, la cual es definida por el CONEVAL. Así, cuando el monto monetario que cubre la canasta alimenticia supere los ingresos laborales del hogar, éste será catalogado como pobre. Lo anterior implica, en primer término, que la pobreza solo se expresa por medio del ingreso laboral; es decir, no se consideran ingresos por otras fuentes, ni ningún tipo de transferencias; además, no se incluyen otros indicadores para medir la pobreza. En segundo lugar, se mantiene el supuesto de equidad en la distribución del ingreso al interior de los hogares y solo se analiza la feminización de la pobreza desde la perspectiva de la jefatura de hogar, no de todas las mujeres. A pesar de las limitaciones que lo anterior puede presentar, dada la discusión sobre el concepto de feminización de la pobreza, la restricción responde a la limitación de la información; por otra parte, tiene la ventaja de que los resultados pueden ser comparables con estudios previos que toman como indicador la línea de pobreza.

Medeiros y Costa (2006: 9) definen la feminización de la pobreza “como un aumento en los niveles de pobreza entre mujeres o hogares encabezados por mujeres en relación con los niveles de hombres o hogares encabezados por hombre. Esto podría medirse como razones o como diferencias”. A partir de la definición, proponen que para examinar la feminización o no de la pobreza, se pueden aplicar dos pruebas, una para cada tipo de definición de feminización de la pobreza: a) un aumento en el diferencial de pobreza entre mujeres y hombres; y b) un aumento en la pobreza diferencial entre hogares encabezados por mujeres y hombres; para este caso usaremos solo la segunda prueba.

Para determinar la presencia de feminización de la pobreza, se estima un IFP, expresado como el cociente entre la proporción de hogares femeninos en condición de pobreza y la misma proporción, pero en el caso masculino. Valores superiores a 100 indican sobrerrepresentación del grupo femenino, lo que se conoce como feminización de la pobreza; mientras que niveles inferiores indican ausencia del fenómeno. Además de este indicador, se utiliza como medida la diferencia, tal como lo hacen Medeiros y Costa (2006).

Para determinar la incidencia que teórica o empíricamente condiciona la pobreza del hogar, se utiliza un modelo Probit, el cual pertenece a los modelos de respuesta binaria (junto a los modelos logit, tobit y modelos lineales de probabilidad); es decir, la variable dependiente es dicotómica y su expresión matemática se escribe de la siguiente forma:

Py=1x=Gβ0+β1x1++βkxk=G(β0+xβ) (1)

Donde G es una función de distribución acumulada normal estándar, que se expresa como una integral:

Gz=ϕz=-zϕzdv (2)

Donde ф(z) es una distribución normal estándar

ϕz=(2π)-1/2exp -z22 (3)

Esta elección de G asegura que (1) este estrictamente entre 0 y 1 para todos los parámetros.

El objetivo de la aplicación de los modelos de respuesta binaria es explicar los efectos de las xj, sobre la probabilidad de respuesta P(y=1│x) , sin embargo, debido a la naturaleza no lineal del modelo probit, se complica la interpretación de los estimadores, pues estos no arrojan la probabilidad asociada a cada una de las variables. Para ello se calculan los efectos marginales o efectos parciales de cada una de las variables independientes sobre la explicada.

p(x)xj=gβ0+xββj, donde g zdGdz(z) (4)

Debido a que G es una función de distribución de una variable aleatoria continua, g es una función de distribución de probabilidad, para este caso, estrictamente creciente y por tanto g(z)>0 para toda z. Por lo que el efecto parcial de xj sobre p(x) depende de x, por lo tanto, los efectos marginales calculados mediante (4), retoman el valor de xj cuando esta variable es cuantitativa y continua.

Retomando lo anterior, los modelos a estimar son los siguientes:

PHi,ty=1=αH+XHi,tβH+εi,t donde εi,t~N(0,σ2) (5)

PMi,ty=1=αM+XMi,tβM+εi,t donde εi,t~N(0,σ2) (6)

Donde para (5) y (6), X Hi,t) β H es el vector de características de interés para el i-ésimo individuo hombre, en el periodo t,XMi,t βM es el vector de características para el i-ésimo individuo mujer, en el periodo t, y los parametos βH y βM son los coeficientes estimados para cada una de las variables promedio incluidas en el modelo.

En el modelo se obtendrá la probabilidad de que un hogar se encuentre en pobreza cuando el jefe de hogar es hombre, respecto a si la jefa de hogar es mujer. Otras variables que se incluyen en el modelo son:

  1. La edad del jefe de hogar, el cual se clasifica por grupos [grupo_edad] incluyendo distintos rangos (15-25, 26-35, 36-45, 46-55 y 56 a 65 años), tomando el primer rango como referencia.

  2. El estado civil del jefe de hogar [Unido] toma el valor de 1 cuando el jefe de hogar está unido y 0 en caso contrario.

  3. El nivel educativo del jefe de hogar [niv_edu] se clasifica en distintos grupos: primaria incompleta; primaria completa; secundaria completa; preparatoria completa o carrera técnica; universidad o más, donde el primer nivel educativo es la referencia. Secundaria incompleta se considera como primaria completa; preparatoria incompleta se considera secundaria completa y universidad incompleta se considera preparatoria completa.

  4. El número de dependientes del hogar [rango_dependientes] asume diferentes valores: sin dependientes; de 1-3; de 4-8; y más de 8, donde la referencia es sin dependientes.

  5. La localidad de residencia del hogar [urbana] toma el valor de 1 si es urbana y 0 si es rural.

Se consideró el ingreso laboral generado por todos los integrantes del hogar y, posteriormente, se dividió entre los integrantes del hogar para obtener el ingreso per cápita mensual por hogar, el cual se comparó con la línea de pobreza alimentaria definida por el CONEVAL, todo esto en términos monetarios, porque éste actualiza cada mes el costo de la canasta alimentaria.

4. Resultado

Como ya se mencionó, la proporción de hogares con jefatura femenina ha crecido hasta llegar a representar 25.7% de los hogares para el año 2017. La Gráfica 1 presenta la magnitud de la pobreza en los hogares con jefatura femenina. Se puede apreciar que, durante el periodo observado, la proporción de hogares con jefatura femenina en condición de pobreza se incrementó casi 10 puntos porcentuales; así, para el 2017 alcanzan niveles de 33.8%, situación que resulta preocupante por su magnitud y evolución.

Fuente: elaboración propia con base en información de ENOE, 2005-2017.

Gráfica 1 México. Hogares con jefatura femenina en condición de pobreza laboral, 2005-2017 

La segmentación por características sociodemográficas3, permite identificar que los niveles de pobreza laboral en hogares con jefatura femenina son aún más elevados para subgrupos específicos, como puede ser el caso de hogares ubicados en localidades rurales, jefas mayores de 60 años, con primaria incompleta como máximo nivel de instrucción o con entre cuatro y ocho dependientes en el hogar, estos últimos presentan niveles de pobreza laboral de 63.3% para el año 2017.

No obstante, las diferencias en las magnitudes que se presentan entre los distintos subgrupos, en todos los casos, durante el periodo de observación, aumentan los niveles de pobreza laboral en los hogares jefaturados por mujeres.

En la revisión de la literatura se ha señalado que la pobreza tiene cara de mujer, entendida como una condición asociada preferentemente al sexo femenino, ¿es éste el caso de México en los últimos lustros?

La Gráfica 2 presenta el IFP, donde se aprecian algunos elementos relevantes: i) en primer término, se destaca que la feminización de la pobreza durante la primera mitad del periodo presenta una tendencia decreciente, indicando que aun cuando durante todo el periodo la proporción de hogares femeninos en esa condición se incrementó, como se aprecia en la gráfica superior, el número de hogares en pobreza laboral, con jefatura masculina, fue aún mayor, ii) durante la segunda mitad sigue un comportamiento más errático, con tendencia creciente, iii) finalmente, es relevante destacar que a partir de la magnitud del índice es posible establecer que la condición de privación no es propia de los hogares con jefatura femenina; sino que, durante el periodo de análisis la pobreza laboral, entendida como la incapacidad del ingreso laboral del hogar para adquirir los bienes incluidos en la canasta alimentaria para todos los miembros integrantes del hogar, está cada vez más presente en los hogares, independientemente de la condición de género del jefe del hogar, lo cual debe ser motivo de preocupación.

Índice de feminización de la pobreza (IFP)= [(∑HMP / ∑HM)/(∑ HHP/∑ HH)]*100

Diferencia: [(∑HMP / ∑HM) - (∑HHP / ∑HH)]

Dónde: HMP: Hogares con jefatura femenina en condición de pobreza, HHP: Hogares con jefatura masculina en condición de pobreza, HM: Hogares con jefatura femenina, y HH: Hogares con jefatura masculina.

Fuente: elaboración propia con base en información de ENOE, 2005-2017.

Gráfica 2 México. Índice de feminización de la pobreza laboral y diferencia en los niveles de pobreza laboral por sexo, 2005-2017 

La Gráfica 2 también presenta la diferencia porcentual en los niveles de pobreza laboral por sexo a nivel de hogar. Su magnitud se refleja en el eje vertical secundario (lado derecho). La medida de este indicador de feminización de la pobreza es similar al de Medeiros y Costa (2006). Como se puede apreciar en la gráfica, no hay cambios significativos entre los indicadores; por lo cual, a partir de aquí, se utilizará únicamente el IFP para la medir la feminización de la pobreza.

Si bien el IFP en general muestra una reducción en el tiempo y la magnitud de la misma es relativamente baja (inferior al 15%) es importante determinar si este comportamiento se mantiene para diferentes segmentos de hogares: tipo de localidad, número de hijos en el hogar, grupos de edad de las jefas de hogar, estado civil o nivel educativo, por mencionar algunos; por ello, a continuación, se analiza el comportamiento del IFP considerando estas características.

En la revisión de la literatura sobre la condición de pobreza de los hogares con jefatura femenina, diversos autores encuentran evidencia de que la ubicación del hogar constituye una variable de interés, además que la localización de los hogares con jefatura femenina en áreas rurales es más desfavorable en relación con los hombres.

Al respecto, la Gráfica 3 presenta el IFP por tipo de localidad y muestra que la feminización de la pobreza se presenta preferentemente en el área urbana, comportamiento que contrasta con los resultados obtenidos en otros estudios (CIDE, 2011); no obstante, es pertinente señalar que durante el lapso de análisis se observa una tendencia decreciente en las diferencias entre lugares de residencia (rural-urbano) y por género (mujeres-hombres); es decir, existe un proceso de convergencia en la condición de pobreza en los hogares.

Índice de feminización de la pobreza (IFP)= (∑ HMP/∑ HM) /∑ HHP/ ∑ HH)]*100

Dónde: HMP: Hogares con jefatura femenina en condición de pobreza laboral, HHP: Hogares con jefatura masculina en condición de pobreza, HM: Hogares con jefatura femenina, y HH: Hogares con jefatura masculina.

Fuente: elaboración propia con base en información de ENOE, 2005-2017.

Gráfica 3 México. Índice de feminización de la pobreza laboral por lugar de residencia, 2005-2017 

El número de hijos en el hogar con jefatura femenina ha sido uno de los elementos que incide positivamente sobre la condición de pobreza (Castro et al., 2017). El Cuadro 2 presenta el IFP por grupo de dependientes en el hogar, donde se puede apreciar que la sobrerrepresentación de los hogares con jefatura femenina en condición de pobreza no sigue un orden creciente conforme aumenta el número de dependientes en el hogar; en general, el segmento de uno a tres dependientes es el que presenta los mayores índices de feminización de la pobreza. Por otra parte, el IFP tiene una tendencia decreciente en los diferentes grupos.

Cuadro 2 México. Índice de feminización de la pobreza laboral por dependientes en el hogar, 2005-2017 

Año Número de dependientes
0 1 a 3 4 a 8 9 y más
2005 108.6 121.8 113.7 81.2
2006 109.4 120.5 112.4 87.1
2007 103.6 116.1 105.2 102.6
2008 106.2 115.9 104.5 71.4
2009 109.3 114.3 101.5 115.9
2010 98.3 109.1 104.9 111.2
2011 96.5 109.2 96.8 106.2
2012 95.9 106.4 100.9 98.2
2013 109.0 111.7 103.4 85.8
2014 103.3 110.7 104.7 66.5
2015 95.0 109.7 106.6 83.9
2016 110.0 112.6 104.7 80.0
2017 103.8 108.2 105.4 84.1

Índice de feminización de la pobreza (IFP)=(∑ HMP/ ∑HM)/ ∑HHP/ ∑HH)]*100

Dónde: HMP: Hogares con jefatura femenina en condición de pobreza, HHP: Hogares con jefatura masculina en condición de pobreza, HM: Hogares con jefatura femenina, y HH: Hogares con jefatura masculina.

Fuente: elaboración propia con base en información de ENOE, 2005-2017.

Al igual que la localización y el número de hijos, en este caso dependientes, la estructura demográfica de los jefes de hogar impacta sobre la condición de pobreza. La evidencia citada previamente indica que las jefas de hogar jóvenes presentan mayor incidencia en la condición de pobreza.

La Gráfica 4 muestra el IFP por grupos de edad, donde se aprecia que la sobrerrepresentación de la pobreza en los hogares con jefatura femenina tiene una relación inversa con el grupo de edad, e incluso, en el grupo de edad de 60 años y más la condición de pobreza está subrepresentada en hogares con jefatura femenina. Por otra parte, es relevante señalar que la brecha por grupo de edad que se aprecia en los primeros años se cierra al final del periodo, indicando que, si bien la condición de edad de la jefa de hogar es relevante en la incidencia de pobreza en los primeros años -y está en correspondencia con la evidencia observada en estudios previos- para los últimos años ha perdido relevancia, fenómeno que se explica posiblemente porque la pobreza se ha generalizado en todos los grupos de edad y género.

Índice de feminización de la pobreza (IFP)=(∑HMP/ ∑HM) / ∑HHP/ ∑HH)]*100

Dónde: HMP: Hogares con jefatura femenina en condición de pobreza, HHP: Hogares con jefatura masculina en condición de pobreza, HM: Hogares con jefatura femenina, y HH: Hogares con jefatura masculina.

Fuente: elaboración propia con base en información de ENOE, 2005-2017.

Gráfica 4 México. Índice de feminización de la pobreza laboral por grupo de edad, 2005 2017 

Una de las características más relevantes en el estudio de la pobreza en hogares con jefatura femenina es la condición del estado civil de las mujeres. Diversos estudios encuentran que la condición de “no unida” de la jefa de hogar, incrementa sustancialmente la prevalencia de pobreza en el hogar, lo que lleva a una sobrerrepresentación de este segmento de hogares en la pobreza; al respecto, la Gráfica 5 presenta el IFP considerando el estado civil de las jefas de hogar de los dos referentes geográficos.

Índice de feminización de la pobreza (IFP)=( ∑HMP/ ∑HM)/ ∑HHP/ ∑HH)]*100

Dónde: HMP: Hogares con jefatura femenina en condición de pobreza, HHP: Hogares con jefatura masculina en condición de pobreza, HM: Hogares con jefatura femenina, y HH: Hogares con jefatura masculina.

Fuente: elaboración propia con base en información de ENOE, 2005-2017

Gráfica 5 México. Índice de feminización de la pobreza laboral por estado civil, 2005-2017 

El comportamiento del IFP en la Gráfica 5 indica que, efectivamente, los hogares con jefatura femenina bajo la condición de “no unida” incrementa significativamente la prevalencia de pobreza laboral, dado que la sobrerrepresentación de este grupo está próxima al 80%, mientras que el caso de “unidas”, la sobrerrepresentación es aproximadamente 10%.

La tendencia creciente del IFP en el estatus de “no unidas” es un elemento adicional que destacar, lo cual indica que este estado civil para las mujeres jefas de hogar constituye un elemento de desventaja relativa para la condición de pobreza laboral.

Es importante señalar que, en términos absolutos, es mayor la proporción de hogares pobres con jefas mujeres en condición de “unidas” que las que se ubican en “no unidas”. Lo anterior muestra que la feminización de la pobreza laboral es un concepto relativo entre hombres y mujeres; aun cuando las mujeres “no unidas” tienen una menor incidencia de pobreza laboral en relación a las mujeres “unidas”, presentan mayores niveles de feminización de la pobreza laboral, dada la distancia entre los niveles de pobreza laboral que presentan las mujeres “no unidas” en relación a los hombres “no unidos”; sin embargo, bajo la condición de “unidas”, aun cuando la proporción de hogares en situación de pobreza laboral es mayor, ésta no es muy diferente de los niveles que presentan los hombres “unidos”.

Por otra parte, menor incidencia de pobreza laboral en mujeres “no unidas” puede ser interpretado como “más vale solas que mal acompañadas”, en el sentido que las mujeres jefas de hogar pueden enfrentar mejor la amenaza de la pobreza laboral cuando no tienen pareja, comportamiento que es contrario a los resultados encontrados por Geldstein (1994), quien sostiene que la ausencia de un compañero por parte de la jefa del hogar constituye una desventaja.

Finalmente, un elemento adicional que se ha explorado para explicar la presencia de hogares en condición de pobreza bajo la jefatura femenina ha sido el nivel educativo, destacando una relación inversa entre sobrerrepresentación de hogares pobres y nivel de instrucción.

Al respecto, la Gráfica 6 presenta el IFP por nivel educativo donde se aprecia, en primer término, que no parece existir una relación inversa entre nivel educativo e IFP. La mayor sobrerrepresentación de hogares femeninos en condición de pobreza laboral se ubica en educación secundaria completa; mientras que la subrepresentación se ubica en los niveles extremos. Lo anterior parece indicar que las mujeres con primaria incompleta, o con educación superior y más, tienen mayor capacidad que los hombres para gestionar la jefatura del hogar, logrando menor nivel de pobreza. Lo anterior posiblemente esté asociado con dos aspectos relevantes para la condición de pobreza: mejor administración de los recursos disponibles en el hogar y/o mayor rentabilidad de las dotaciones de capital humano con la que cuentan.

Índice de feminización de la pobreza (IFP)=(∑HMP / ∑HM) /∑HHP /∑HH)]*100

Donde: HMP: Hogares con jefatura femenina en condición de pobreza, HHP: Hogares con jefatura masculina en condición de pobreza, HM: Hogares con jefatura femenina, y HH: Hogares con jefatura masculina.

Fuente: elaboración propia con base en información de ENOE, 2005-2017.

Cuadro 6 México, Índice de feminización de la pobreza laboral por nivel educativo, 2005-2017 

Un elemento adicional sobre el comportamiento del IFP es que durante el periodo de observación se presenta un proceso de convergencia entre los diferentes niveles de instrucción en torno a una representatividad más equitativa.

El análisis descriptivo sobre pobreza laboral permite establecer, en primer término, que durante el periodo de referencia la pobreza laboral en hogares con jefatura de mujeres se ha incrementado, lo cual es preocupante. Sin embargo, mediante el IFP se puede afirmar que no obstante el crecimiento de la pobreza durante el lapso de estudio, la sobrerrepresentación de hogares pobres con jefatura femenina se reduce, indicando que el fenómeno afectó aún más a los hogares con jefes; sin embargo, aún persiste la sobrerrepresentación femenina en hogares pobres.

La estimación del IFP, considerando diferentes criterios de clasificación sociodemográfica, muestra que para una mejor comprensión del fenómeno de la pobreza laboral en hogares con jefatura femenina, es necesario la desagregación de la población, para identificar subgrupos vulnerables, como queda de manifiesto en el caso de las mujeres jefas de hogar en la condición de estado civil “no unidas”; además, permite observar el comportamiento en el tiempo e identificar que, durante el lapso de análisis, se presentó un proceso de convergencia en los subgrupos de lugar de residencia, número de dependientes en el hogar, edad y niveles de instrucción.

Una vez señaladas las principales características de pobreza laboral en hogares con jefatura femenina y su correspondiente relación con lo observado en hogares con jefes, mediante el IFP, a continuación, se discuten los resultados obtenidos de las estimaciones de los modelos.

El Cuadro 3 presenta la contribución marginal de las variables asociadas a la condición de pobreza, estimada a partir de los resultados del modelo probit para los distintos años y el valor promedio de la variable4, considerando la condición de pobreza laboral de los hogares como variable dependiente, sin separar por sexo la jefatura del hogar, sino que esta variable es incluida junto con las variables explicativas señaladas previamente. Los indicadores del modelo en general y las variables individuales cumplen con los niveles de significancia convencionales (95%). Con la finalidad de identificar el comportamiento en el tiempo de las distintas variables, se hacen estimaciones para los años 2005, 2011 y 2017.

Cuadro 3 México. Contribución marginal sobre la probabilidad de caer en pobreza laboral de los hogares, 2005-2017 

Indep. Pobreza 2005 2011 2017
Variables dy/dx dy/dx dy/dx
Sexo (hombre) -0.05199 -0.031423 -0.041903
Estado civil (unido) 0.03773 0.037327 0.042319
1 a 3 dependientes 0.14064 0.172490 0.199362
4 a 8 dependientes 0.30508 0.352768 0.369788
> 8 dependientes 0.26973 0.251495 0.148262
Edad_26-35 0.04802 0.051337 0.070079
Edad_36-45 0.05805 0.067335 0.100256
Edad_46-55 0.03711 0.051770 0.082683
Edad_56-65 0.06281 0.076726 0.114751
Primaria completa -0.06154 -0.056576 -0.054700
Secundaria completa -0.11143 -0.100096 -0.086476
Bachillerato -0.17499 -0.165926 -0.142860
Licenciatura y más -0.29021 -0.311424 -0.297130
Localidad (urbana) -0.04033 -0.011466 -0.008701
Observaciones 75,624 69,012 65,555
Chi2 8,869.44 7,673.39 6,733.79
Prob Chi2 0.0000 0.0000 0.0000
Seudo R2 0.1114 0.0956 0.0828

Nota: los valores sombreados son no significativos al 95% de confianza.

Fuente: elaboración propia con base de datos de la ENOE, tercer trimestre, años correspondientes.

Los resultados indican que, si el jefe del hogar es hombre, la probabilidad de encontrarse en condición de pobreza laboral es menos que en el caso de las mujeres, tal y como se refleja en el IFP. Además, las diferencias son significativas para todos los años. La magnitud de la desventaja para las mujeres es de 5.2% en el 2005 y para los siguientes años la brecha se reduce, aunque no se aprecia una tendencia clara al respecto, con lo cual se podría afirmar que la hipótesis de feminización de la pobreza encuentra sustento. Estos resultados no están en línea con lo expuesto por el CIDE (2011), para el caso de Perú, donde la diferencia por sexo no resulta significativa a un nivel de 95% de confianza, solo en el caso de la zona rural.

Con relación al resto de las variables consideradas en la estimación, la existencia de dependientes en el hogar tiene un efecto positivo sobre la condición de pobreza y el segmento de mayor magnitud es entre cuatro y ocho dependientes.

El nivel educativo de la cabeza del hogar se constituye como el factor más relevante en la determinación de la condición de pobreza del hogar, aunque se aprecia que los efectos de los distintos niveles educativos se han reducido con el tiempo, con excepción del nivel superior. Lo anterior parece indicar que cada vez es menos relevante que la cabeza de familia cuente con estudios de secundaria o bachillerato para evitar la condición de pobreza laboral.

Aunque el lugar donde se ubica el hogar resulta relevante, especialmente para el año 2005, dado que residir en área urbana disminuye la probabilidad de que el hogar se encuentre en condición de pobreza, este efecto presenta una tendencia a decrecer y para el último año de observación el efecto no es significativo; es decir, la situación de pobreza parece generalizada sin diferenciar la ubicación del hogar, tal como se señalaba previamente.

Por otra parte, el estado civil indica que mantener la condición de unión no constituye un elemento relevante para evitar la pobreza; al contrario, la incrementa. Los resultados también muestran que la edad del jefe de hogar tiene incidencia sobre la condición de pobreza laboral. Ubicarse en el grupo de 56 a 65 años, constituye el rango de edad donde se tiene mayor probabilidad de que los integrantes del hogar no dispongan de los recursos suficientes para cubrir sus necesidades alimentarias, en relación a otros grupos de edad.

En los resultados del Cuadro 3, se hicieron estimaciones considerando que los efectos de las variables del jefe del hogar van en la misma dirección y magnitud para todos, independientemente del sexo; solo se identificó si el sexo de la máxima autoridad del hogar tiene un efecto diferenciado sobre la condición de pobreza laboral. Lo anterior no es necesariamente cierto y los efectos de las variables del jefe y del hogar pueden ser diferente para hombres y mujeres, así como entre los distintos ámbitos de referencia, aspecto que es abordado a continuación.

El Cuadro 4 presenta los resultados de las estimaciones separando por sexo, para los años correspondientes, donde es posible apreciar que, en general, el signo de las variables por sexo no presenta cambios, no así en su magnitud. Mientras la situación del estado civil “unido” incrementa la probabilidad de que los hogares con jefes se encuentren en condición de pobreza laboral, esta variable es menos relevante en las mujeres e incluso no significativa.

Cuadro 4 México. Contribución marginal sobre la probabilidad de caer en pobreza laboral de los hogares, por sexo, 2005-2017 

Ind. Pobreza Mujeres Hombres
2005 2011 2017 2005 2011 2017
Variables dy/dx dy/dx dy/dx dy/dx dy/dx dy/dx
Estado civil (unido) 0.022615 -0.003380 -0.005266 0.048689 0.074091 0.090262
1 a 3 dependientes 0.163131 0.188277 0.209823 0.132069 0.161227 0.187629
4 a 8 dependientes 0.329589 0.346792 0.397166 0.294838 0.346287 0.351705
> 8 dependientes 0.133066 0.251024 0.097090 0.293299 0.246224 0.164161
Edad_26-35 0.076868 0.054686 0.101601 0.042503 0.047998 0.057948
Edad_36-45 0.039711 0.038215 0.116852 0.059596 0.069778 0.089732
Edad_46-55 0.020230 0.007710 0.081211 0.038230 0.057558 0.076239
Edad_56-65 0.040032 0.028039 0.101593 0.065666 0.083077 0.112674
Primaria completa -0.049226 -0.063502 -0.035568 -0.065301 -0.055582 -0.062613
Secundaria completa -0.102700 -0.091756 -0.066642 -0.113351 -0.103744 -0.095072
Bachillerato -0.196172 -0.165056 -0.147587 -0.170878 -0.167727 -0.143838
Licenciatura y más -0.334610 -0.342435 -0.286015 -0.283825 -0.306095 -0.302842
Localidad (urbana) -0.025458 0.020196 0.024426 -0.042432 -0.016979 -0.015397
Observaciones 14,299 15,473 15,985 61,325 53,539 49,570
Chi2 1,896.74 1,872.80 1,807.01 6,993.54 5,914.62 5,038.18
Prob Chi2 0.0000 0.0000 0.0000 0.0000 0.0000 0.0000
Seudo R2 0.1198 0.1032 0.0897 0.1098 0.0952 0.0824

Nota: los valores sombreados son no significativos al 95% de confianza.

Fuente: elaboración propia con base de datos de la ENOE del periodo correspondiente.

Al igual que en la estimación conjunta, la presencia de dependientes incide positivamente sobre la probabilidad de que el hogar se encuentre en condición de pobreza laboral, independientemente del sexo del jefe del hogar, aunque el efecto relativo es mayor para las mujeres. Estos resultados son similares a los expuestos por Geldstein (1994); Castro et al. (2017) y Reyes y Girón (2007), quienes expresan que un mayor tamaño del hogar agrava la precariedad de sus miembros porque se reduce el consumo de alimentos y de otros bienes y servicios. Los resultados indican que la excepción se presenta en aquellos hogares con más de ocho dependientes, donde posiblemente se tenga un mayor número de contribuyentes en el hogar.

La variable de edad muestra que hay diferencias en los efectos por rangos en relación con el grupo de referencia, aunque en todos los casos la magnitud es positiva, lo que indicaría que la menor posibilidad de encontrarse en pobreza corresponde al segmento de jefes de familia más joven. La brecha aumenta durante el último año de referencia. El comportamiento antes señalado merece ser estudiado con mayor detenimiento, pues parece ir en contra de lo esperado. Es decir, encontrarse en los grupos de edad más joven constituye una desventaja y una mayor probabilidad de ubicarse en condición de pobreza, en relación con cabezas de familia con mayor edad, comportamiento que encontraría apoyo en estudios previos (CIDE, 2011). Estos hallazgos resultarían razonables, dado que cuanto más joven el responsable de hogar, menor será su capacidad de generación de ingresos, debido a un menor stock de capital humano acumulado (en años de estudio, habilidades y experiencia laboral); además, en el caso de las mujeres, dado que se encuentran en la etapa de reproducción, esto reduce el tiempo para la actividad productiva.

Como era de esperar, los niveles educativos reducen la probabilidad de pobreza y es creciente con el nivel de instrucción, hecho que se cumple tanto en hombres como en mujeres, aunque los efectos son mayores en el caso de jefas de hogares con niveles de instrucción altos, con relación a los hombres. Este hecho es relevante, pues indica que la efectividad de una política pública para combatir la pobreza, mediante el incremento de los niveles educativos medio superior y superior, tiene mayor impacto en las mujeres.

La relación entre mayor nivel educativo de la jefa o jefe del hogar y menor probabilidad de que el hogar sea pobre, o presente baja calidad de vida, es un resultado similar a los registrados por otros estudios (Geldstein, 1994; Navarro y González, 2010; Reyes y Gijón, 2007; CIDE, 2011; Torres et al., 2017 Arévalo y Paz, 2016; Castro et al., 2017). Sin embargo, los datos y la metodología son diferentes, así como los países o ciudades analizadas.

La ubicación del hogar en zona urbana, con respecto a la zona rural, reduce la probabilidad de que se encuentre en condición de pobreza, comportamiento ya señalado con anterioridad. El efecto que se cumple para hogares con jefatura masculina, no así en el caso de mujeres, donde la diferencia no es significativa en el 2011 y los efectos relativos son menores al de hombres para 2005 y 2017. Este resultado no corresponde a los encontrados por Castro et al. (2017) y CIDE (2011), cuyos estudios argumentan que es notable encontrar en contextos rurales la presencia de discriminación de género en contra de las mujeres, que las desplaza en el acceso y control de activos para la generación de ingresos, lo que impacta negativamente sobre el bienestar de los hogares jefaturados por ellas.

5. Conclusiones

En este documento se planteó determinar la condición de pobreza laboral en los hogares con jefatura femenina y su evolución, así como la posible presencia de feminización de la pobreza laboral en México durante el periodo 2005-2017. Utilizando información de la ENOE y mediante la metodología de ingresos laborales y tomando como referencia el costo de la canasta alimentaria de CONEVAL, se determinaron la condición de pobreza laboral del hogar y el índice de feminización de la pobreza laboral. Asimismo, se estimó un modelo probit para identificar los factores más relevantes asociados a la condición de pobreza laboral de las mujeres, los cuales se comparan con los que presentan los hombres. Los resultados indican que, durante el periodo de análisis, la condición de pobreza laboral en los hogares con jefatura femenina se incrementó; no obstante, durante el lapso de estudio, la sobrerrepresentación de hogares pobres con jefatura femenina se redujo, indicando que el fenómeno afectó aún más a los hogares con jefes. Aún persiste la sobrerrepresentación femenina en hogares pobres, aunque de acuerdo con el concepto de feminización de la pobreza no se puede afirmar que durante el periodo de estudio se presentó un proceso de feminización de la pobreza en México de forma generalizada, esto para el caso de la pobreza laboral.

La estimación del IFP, considerando diferentes criterios de clasificación sociodemográfica, muestra que para comprender mejor el fenómeno de la pobreza laboral en hogares con jefa, es necesario la desagregación de la población, con el fin de identificar subgrupos vulnerables, como quedó de manifiesto en el caso de las mujeres jefas de hogar en la condición de estado civil “no unidas”; además, la estimación del IFP permite observar el comportamiento en el tiempo e identificar que, durante el lapso de análisis, se presentó un proceso de convergencia en los subgrupos de lugar de residencia, número de dependientes en el hogar, edad y niveles de instrucción.

Los resultados del modelo de probabilidad para los años 2005, 2011 y 2017, considerando ambos sexos e incluyendo esta condición como variable explicativa, indican que, si el jefe del hogar es hombre, se reduce la probabilidad de encontrarse en condición de pobreza laboral en relación con que el jefe de hogar sea mujer, aunque la magnitud tiende a reducirse.

Las variables adicionales que aumentan la probabilidad de caer en pobreza laboral son, en menor medida, un elevado número de dependientes y una condición civil unida; mientras que un mayor nivel educativo disminuye su probabilidad.

La desventaja de la condición femenina de las jefas de hogar no se refleja en un incremento en los indicadores de feminización de la pobreza; este hecho posiblemente se encuentra vinculado a la existencia de una mayor presencia relativa de hogares con jefa en las localidades urbanas y al mayor incremento relativo de los hogares femeninos con elevados niveles educativos, dos variables que reducen la incidencia de pobreza del hogar. Lo anterior permite establecer que la hipótesis se confirma parcialmente, dado que no se observa un proceso de feminización de la pobreza, medida en términos del ingreso laboral de los hogares con jefatura femenina; aunque, considerando una igualdad de características, los hogares con jefa tienen mayor probabilidad de caer en condición de pobreza laboral en relación con su contraparte masculina.

Lo anterior indica que, durante el periodo de estudio, más que una feminización de la pobreza, se presenta una generalización u homologación de la pobreza laboral, situación que es grave y que requiere de una política pública que permita la recuperación de los ingresos de los trabajadores.

Finalmente, es relevante señalar que el documento permite identificar el comportamiento de la pobreza laboral, destacando el desempeño por sexo de la jefatura de hogar en un periodo de tiempo relativamente amplio y no cubierto, lo cual constituye un avance relevante para la comprensión de la pobreza laboral y el comportamiento por género, para el caso de México; no obstante, las futuras líneas de investigación sobre el tema son amplias. Como quedó de manifiesto en la discusión sobre feminización de la pobreza, es necesario incorporar otras medidas e indicadores, como pueden ser distintas líneas de pobreza, no solo la correspondiente a cobertura alimentaria, además de incorporar indicadores que capturen la severidad y profundidad de la misma, e incluir otras dimensiones en la medición de la pobreza. Por otra parte, a partir de los resultados observados, la extensión regional del análisis resulta de interés, con el propósito de identificar la presencia de distintas dinámicas regionales y extender el estudio a nivel sectorial.

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* Agradecemos las recomendaciones y sugerencias de los dictaminadores anónimos, no obstante, los errores y omisiones son responsabilidad de los autores.

1La pobreza laboral se refiere a la condición que priva en los hogares que tienen un ingreso laboral per cápita insuficiente para adquirir la canasta alimentaria.

2El modelo unitario asume que la totalidad de los recursos de un hogar son compartidos por igual entre todos sus miembros; mientras que el modelo colectivo no asume este supuesto e incorpora dentro del análisis la distribución de los recursos al interior del hogar (Rodríguez-Gómez, 2012).

3Por restricciones de espacio esta información no se presenta en formato de cuadro en el documento.

4Por limitaciones de espacio no se presentan los resultados de las estimaciones del modelo probit, pero están disponibles para quien lo solicite.

Recibido: 06 de Diciembre de 2022; Aprobado: 01 de Junio de 2023

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