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Cultura y representaciones sociales

On-line version ISSN 2007-8110

Cultura representaciones soc vol.13 n.25 Ciudad de México Sep. 2018

https://doi.org/10.28965/2018-25-11 

Ensayo científico

Imaginarios de la Alteridad. Malintzin: el habla y la imagen del Otro en la Conquista de América

Imaginary Otherness. Malintzin: the language and image of the Other in the Conquest of America

Blanca Solares* 

*Programa Estudios de lo Imaginario, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, Universidad Nacional Autónoma de México. Campus Cuernavaca, Morelos, México.


Resumen

Malintzin, Mariana, Doña Marina o, más tarde, la Malinche, fue entregada a Cortés en 1519, no sólo tuvo un papel central en la Conquista de América, aún en la actualidad continúa configurando el imaginario de la otredad encerrado en lo oscuro e inexplicable. Cuerpo-palabra intermedio entre la conciencia de uno mismo y el otro (el mundo, la naturaleza y los hombres), Malitzin se acoge al “Régimen Nocturno” de las estructuras antropológicas de lo imaginario según G. Durand, madre, casa, cueva, tierra, tumba. El Otro como enigma, matriz de creación de una alteridad plural, pero también fantasmas que llevan al autismo y modelan una imagen mórbida del Otro.

Palabras clave: Imágenes; mitos y símbolos de la Conquista; Otredad; Malinche

Abstract

Malintzin, Mariana, Doña Marina or, later, La Malinche, handed over to Cortés in 1519, not only had a central role in the Conquest of America, but even now continues to shape the imaginary of otherness wrapped in darkness and the inexplicable. Body-word half way between the consciousness of oneself and the Other (the world, nature and men), Malitzin embraces the “Nocturnal Regime” of the anthropological structures of the imaginary according to G. Durand, mother, house, cave, earth, grave. The Other as an enigma, the matrix of creation of a plural otherness, but also ghosts that lead to autism and display a morbid image of the Other.

Keywords: Images; myths and symbols of the Conquest; Otherness; Malinche

Introducción

A medida que el tiempo pasa, en un mundo globalizado y saturado de exotismo pero también de intolerancia, racismo y discriminación, la imagen de la Malinche se fortalece en el imaginario y la sensibilidad contemporánea como auténtica representación de la necesaria pluralidad, interculturalidad, multiculturalismo o mestizaje. Al grado que ha dejado ser sólo uno de los emblemas negativos del nacionalismo en México para cobrar incluso un alcance mayor, más allá de sus fronteras. ¿Fue la Malinche una traidora que entregó su nación a intereses extranjeros? ¿Fue víctima del abandono primero de sus padres, en la infancia; luego, en la madurez, de la ingratitud y voracidad del colonizador? ¿Puede ser considerada hoy un paradigma del mestizaje y una precursora del feminismo?

El descubrimiento de América en 1492 y la conquista de la monumental Ciudad de Tenochtitlan en 1521 son, sin duda, acontecimientos que cambiaron de manera decisiva el desarrollo de la historia universal. Moctezuma II y Hernán Cortés aparecen, en el siglo XVI de nuestra era, como los hilos de una intrincada urdimbre colectiva de acontecimientos tejida, para nuestro asombro, por una mujer llamada Malintzin, Doña Marina, o simplemente referida por el cronista como “la lengua”.

La primera pregunta que no puede dejar de plantearse cualquiera que se acerque al hecho histórico de la Conquista de la América precolombina es cómo fue posible que unos cientos de soldados acabaran con una población de miles de habitantes. Los españoles eran apenas unos centenares en una ciudad de ciento cincuenta o doscientos mil. Además, una ciudad rodeada de agua, a la que era tan difícil acceder como salir.

Cierto que los primeros contaban con la superioridad de las armas, espadas y cañones, hierro y pólvora, materiales y técnicas desconocidas en la América precolombina. Pero las condiciones materiales no terminan por hacer comprensible esta inigualable derrota, el fin de la Tollan, ciudad hierática, que tanto había temido Moctezuma. El arrasamiento brutal, hasta entonces, de una de las más espléndidas metrópolis.1

Entre 1519 y 1620, nueve décimas partes de la población habían sido exterminadas. De veintidós millones de indígenas murieron aproximadamente veintiuno.2 La guerra, la peste, los suicidios y las huidas en masa de los pueblos destruidos y luego refundados por los españoles a fin de facilitar la evangelización, caracterizan el periodo. Movimientos de resistencia, rebeliones, luchas armadas, ceremonias religiosas clandestinas, fueron castigados con la persecución y la muerte.

Estas breves líneas sobre los imaginarios de la alteridad -sobre las metáforas, figuras, imágenes y fantasmas del Otro- que toma como pretexto la Conquista de América se monta quiérase o no, sin que sea esta la intensión directa, sobre un hecho sin precedentes y que sigue presente en la actualidad: el exterminio indiscriminado de personas -llámense indígenas, “braceros”, refugiados, árabes o migrantes- propio de un modo de producción capitalista salvaje y la implantación consecuente de la forma de vida y visión del mundo occidental. Para bien y para mal; con sus efectos tanto positivos como negativos. 3

La comprensión de lo incomprensible, el volver a traer a la memoria las dimensiones de este genocidio fundado sobre la incapacidad de reconocer al Otro como sujeto con las mismas facultades y derechos de un semejante, me parece, es una de las tareas más urgentes en el ámbito de las humanidades. Tarea que no está desvinculada de la obligación y necesidad ética elemental que de principio lleva consigo la revisión de nuestras interpretaciones de la historia, en la medida además en que la expansión progresiva de este sistema no se ha detenido y amenaza ya con el exterminio mismo del planeta y del hombre bajo múltiples y sofisticadas formas.4

Las fuentes históricas y la tensión mitificación-mixtificación

Las armas, las divisiones internas del Imperio que Cortés supo agudizar y aprovechar al extremo, la violencia, el abuso, el engaño y la viruela, son algunos de los elementos que llevaron a la destrucción de la población y la cultura precolombina. Sin embargo, uno de los motivos principales fue lo que llamaremos aquí, siguiendo la teoría de Gilbert Durand, 5el propio imaginario de los aztecas bajo el imperio de Moctezuma y que, quizá, con los prejuicios de los positivismos y del materialismo histórico, no ha sido suficientemente investigado y considerado, excepción hecha de algunos autores, entre ellos, por Michel Graulich, sensible estudioso de la cultura nahua y de cuyo trabajo abrevamos aquí.6

Con base pues en uno de los aspectos centrales de la mito-crítica de G. Durand que nos habla de la preeminencia de la imagen (Sinnbild) sobre el devenir de la historia, podemos decir que no entenderemos las causas de la Conquista si no apelamos al mismo tiempo a las imágenes, los mitos y los símbolos que sin ser explícitos -a manera de sobreentendidos- daban significado a las actitudes, los discursos y las decisiones de los actores involucrados en el proceso histórico, y me refiero aquí tanto a Moctezuma como a Cortés.

En su estudio sobre Moctezuma, Graulich asume el carácter fundamental del mito en la conquista. Principalmente, de parte de los aztecas, del mito de Quetzalcóatl que dio pie a la identificación del invasor blanco con el retorno de la divinidad. Mientras del lado de los españoles, el de la universalidad del mensaje de Cristo, lo que dio pie a presentarse como emisarios de un nuevo orden cristiano, supuestamente más humano, encaminado a derrotar el paganismo y la idolatría de los nativos, con base al cual justificaron sus saqueos, enriquecimiento y etnocidio. El descubrimiento y la Conquista de América, me parece, son pues un ejemplo sinigual de la preeminencia del mito sobre las condiciones materiales del momento histórico.

Por lo demás, como dice M. Graulich, la historia que precede a la Conquista es difícil de documentar entre otras cosas, principalmente, porque el saber se transmitía de manera oral, con todo lo que supone de olvido, alteraciones y estructuración de la historia de acuerdo a un ritmo ritual. Los “libros” o códices aztecas, sobre todo, tenían la intención de servir de pretexto para refrescar la memoria a través de la interpretación de las imágenes. Se consignaban fechas de acontecimientos que ayudaban al registro de un hecho importante. Una guerra, con todo lo que lleva consigo, por ejemplo, se podía reducir a un glifo o a una señal. La imagen era más bien el pretexto para iniciar la narración del mito. Tenemos pues que renunciar, con relación a la historia precolombina, a la “investigación judicial” (Graulich 2014: 13).

La caída del imperio azteca -por escandaloso que parezca- debe ser entendida en función más de los antecedentes míticos y la concepción religiosa mexica de la historia que de los datos objetivos.

Sin dejar de lado los registros vertidos en los anales y libros indígenas, de la misma manera que las crónicas de parte de los conquistadores, la cuestión, sin embargo, es que debemos relativizar esas informaciones, pues la mayoría de ellas fueron recogidas durante la Colonia. Están expuestas, de parte de los indígenas, bajo la presión de no avenirse contra los extranjeros; en este caso, las informaciones vertidas deben darse bajo el supuesto de aceptar con beneplácito la fe cristina. Por otro lado, de la parte de los cronistas, sus referencias e informes a la Corona española están igualmente constreñidas, sus motivos deben aparecer como cristianos y, en tanto súbditos fieles, tratando de ocultar su voracidad y ansiedad de riqueza y de poder.

Los datos “objetivos” por lo tanto, de una parte como de otra, ocultan un hecho que la revisión hermenéutica descubre in fraganti: el peso decisivo de la “mitificación” en la Conquista.

Vale aquí, sin embargo, hacer un paréntesis. No es el mito el que explica la Conquista, sino el proceso de mitificación-mixtificación al que se ve sometido. Un mito es una historia sagrada (Eliade), ejemplar. Lo que aquí tenemos es el arreglo o la interpretación de los hechos como señales de la historia mítica sin terminar por ordenarse o integrarse en la historia ejemplar o simbólico arquetípica, pero ofreciendo una manera de entender y ordenar una realidad que se devela no solo a través de hechos sino también de augurios y profecías. El espacio comunitario que alimenta el mito se ha fracturado, pero el mito se niega a desaparecer y sigue reclamando su lugar como único medio conocido para orientarse ante la sucesión de los acontecimientos históricos. Aquí, no sucedió como en Grecia, que el mito fue desplazado por el logos o la filosofía, el mito se mitificó y se confundió a la vez con otro mito de segundo orden, a favor de un nuevo tipo de dominio que terminó por hacerse prácticamente universal.

Moctezuma, el mito de Quetzalcóatl y la Dualidad

El México antiguo se estructura de acuerdo a lo que se ha dado en llamar el “núcleo duro” de su cosmovisión y con base al cual se articulan sus relaciones con lo Otro, los hombres, la naturaleza, los dioses y el cosmos. Uno de los componentes de esta cosmovisión es la comprensión u ordenamiento del universo y de la vida a partir de un principio dual y cíclico. A cada cosa, ser o fenómeno corresponde su contrario: Día-Noche, Secas-Lluvias, Jaguar-Águila, Sexualidad-Gloria. La idea de la alternancia ordenaba la vida y su devenir en el tiempo: a toda creación sigue una destrucción, que en la época azteca se significaba mediante el mito de las Edades o de los Soles.

Primer Sol: Tezcatlipoca

Segundo Sol: Quetzalcóatl

Tercer Sol: Tezcatlipoca

Cuarto Sol: Quetzalcóatl

Quinto Sol: Huitzilopochtli

Los dioses enemigos Tezcatlipoca y Quetzalcóatl se alternaban en el gobierno del cosmos. Cuando los aztecas tomaron el poder en el centro de México, el advenimiento del nuevo Sol, el quinto, fue instaurado por Tezcatlipoca bajo su aspecto de Huitzilopochtli, el dios tutelar de los mexicas. El quinto sol del calendario azteca suponía una creación, pero anunciaba también su fin catastrófico. Los aztecas, guiados por Huitzilopochtli, impusieron los sacrificios a su deidad por encima de los dioses de los autóctonos o habitantes del Altiplano de México, excepción hecha a Tláloc, dios de la lluvia, a quien la ciudad sagrada de Tenochtitlan siempre reservó un lugar de honor junto a la divinidad azteca.

Los motivos que narran el fin de Quetzalcóatl están contenidos en el mito. Cuenta el relato que Quetzalcóatl fue engañado por su hermano Tezcatlipoca y expulsado por haber pecado incestuosamente con Xochiquetzal, su hermana, en el Paraíso primordial. Avergonzado, Quetzalcóatl parte hacia el oriente. Al llegar al mar se embarca y desaparece. Pero promete que volverá. Cuando los aztecas tuvieron noticia de que los recién llegados venían del lado por donde nacía el Sol, según su cosmovisión, sólo podía tratarse del retorno de Quetzalcóatl. Tal era la ley de la alternancia y nada en su horizonte podía modificar el curso de esta lucha de los dioses hermanos y enemigos.

En el universo mexica, por otra parte, la mujer simboliza la noche, la tierra, los autóctonos, los sedentarios, los sometidos. El sol, por el contrario, es el guerrero viril, austero, nómada, conquistador, en movimiento. A su vez el sol asciende y desciende. Moctezuma I (1414-1428) representaba el sol en el cenit, el quinto del total de los nueve emperadores aztecas a lo largo de su historia. Con él, “el tiempo se cumplió, que regrese ya” (Graulich 2014: 239), observan, posteriormente las fuentes. Moctezuma II (el noveno, 1502-1520) es el sol de la tarde, el astro que se empantana en las costumbres del sedentario refinado, que se deja seducir y absorber por el lujo. El Imperio al mismo tiempo que extiende su dominio va decayendo corroído por un malestar interior. Moctezuma quiere construir para Huitzilopochtli un palacio tapizado de oro que imite la morada de Quetzalcóatl. Introduce la bebida del cacao, fresco deleite. Pero la abundancia de bienes y el refinamiento corrompen y hacen pesados a los hombres. Una serie de presagios anuncian el final del Imperio en 1510, a la mitad del reinado del gran tlatoani.7 El mismo Huitzilopochtli anuncia la llegada victoriosa de los españoles (“gente extraña que me han de echar de aquella tierra”). Las provincias se rebelarán (“aquellos que yo sujeté con mi espada y rodela, esos mismos se han de volver contra mí”) y la estatua del dios será lanzada desde lo alto de su templo (“y han de empezar desde mis pies a echarme cabeza abajo”). Los extraños van a “tornar a ganar” a los vasallos de Huitzilopochtli. A “tornar” pues se contaba que Quetzalcóatl había vivido trescientos o mil o quinientos años antes de la llegada de los europeos (Graulich, 2014:15), el dios que tanto indígenas como conquistadores presentaban fantásticamente como un hombre blanco y con barbas, o “especie de misionero católico extraviado” (Graulich 2014: 238).

La representación de Malintzin en algunos códices de la Colonia

Ninguna crónica se ocupa de la vida de Malintzin hasta antes de ser entregada a Cortés, en abril de 1519, y unirse a la expedición de Grijalva con objeto de llegar a Tenochtitlán.8 Haya sido ella de la aristocracia indígena o una simple esclava vendida al menos dos veces, primero por sus padres y luego por los comerciantes que la habían comprado, resulta evidente que los conquistadores pudieron avanzar en su empresa no sólo gracias a la voluntad y hábil diplomacia de Cortés, sino a la mediación o instrumento de conquista peculiar que fue Malintzin.

Según Bernal Díaz del Castillo, Moctezuma preguntó por qué sus tropas no habían podido vencer a ese puñado de hombres. Le contestaron que había sido imposible hacer nada porque delante de los teteo y animándolos caminaba una gran dama (tecleciglata) de Castilla (Díaz del Castillo 1991: 271).

La sola presencia femenina de Malintzin marchando al frente de las tropas, como bien lo observa Muñoz Camargo, “tenida por diosa en grado superlativo”, diminutivo de Mallinali como expresión de reverencia, impuso a la Conquista un halo sagrado que nada hubiera podido favorecerla mejor.9 Las fuentes que la presentan de manera gráfica dan cuenta del alto reconocimiento de Malintzin entre la población indígena y el desconcierto que causaba su presencia entre los invasores, incluyendo al propio Moctezuma.

Y se dijo, se declaró, se enseñó, se contó, se hizo oír en su corazón, en el corazón de Moctecuhzoma, que una mujer de aquí, de nuestras gentes, los guiaba, los venía sirviendo hablando náhuatl: se llamaba Malintzin, su hogar era Teticpac, allá en la costa habían venido primero a recogerla. (Códice florentino, ed. Fac., vol. 3, libro XII, cap. IX)

El sistema de gobierno precolombino solía ser bicéfalo. El gobernante contaba con un virrey o Cihuacóatl, nombre de una poderosa diosa que representaba a la tierra, la noche y los autóctonos y que, al menos en teoría -como hombre disfrazado de mujer-, gobernaba junto con el sol, el cielo diurno y el dios vencedor de los aztecas. La/el Cíhuacóatl solía encargarse sobre todo de los asuntos internos del Imperio. El Tlatoni de los externos y del resto de los asuntos. Es decir que, aunque de hecho el poder de las mujeres estaba subordinado a los valores patriarcales, Cihuacóatll seguía siendo reconocida como la patrona de Tenochtitlan y a través de su sustitución simulada el segundo personaje en la jerarquía mexica.

Luego del desembarco de las tropas de Cortés en Chalchicueyecan-Veracruz (abril de 1519) y hasta la toma del mercado de Tlatelolco (en agosto de 1521), no hay duda de los privilegios de los que Malintzin fue objeto entre la población indígena y que irían aparejados incluso al poder político que tendría de ahí en adelante, a lo largo de todas las etapas de la Conquista: las entrevistas en distintos momentos con todos los enviados de Moctezuma para disuadirlos de avanzar, su llegada al señorío de Tlaxcala, la matanza de Cholula (noviembre de 1519) o en las negociaciones con Totonacapan, Texpic y todos los reinos hostiles a Tenochtitlan.

En los manuscritos de Totonacapan y Tlaxcala, que consignan registros de los que decidieron combatir el poder mexica con la ayuda de Cortés, ella aparece conversando-traduciendo-negociando con soltura. No sólo Cortes recibe las dádivas indígenas (comidas, pavos, riquezas, tejidos, oro labrado) sino la propia Malintzin, y a veces de mayor valor (Glantz 2013: 23). No sólo la reconocen como quien transmite o traduce de manera neutra el mensaje de Cortés, todo aparece como si se considerara que ella participa y han convenido con lo que se manda decir.

El Códice Florentino subraya su función como intérprete por partida doble no sólo de Cortés sino de los emisarios de Moctezuma ante Cortés ya desde la costa. Ella pronuncia en voz alta mientras los españoles, por su parte, toman nota de lo que ella les dicta.

En el Mapa de Tepetlán se le dibuja en diálogo con Toltecatl, señor de una de las cuatro cabeceras del sitio, mientras Cortés sentado y con la cabeza vuelta hacia Malintzin, es apenas un diminuto observador.

En el Lienzo de Tlaxcala y en el Códice de Tizatlán, una de las cabeceras de Tlaxcala, se les recibe a ambos con la misma solicitud. Tepeloatecutli, fundador de Tizatlán, la saluda primero, seguida de Xicoténcatl, y ambos entablan conversación directa a cada lado de Cortés, prácticamente ignorándolo. Cortés recibe las dádivas de los señores de las cuatro cabeceras, Malintzin los ricos tejidos de las hijas de los nobles. Siempre vestida ella de rojo y el de negro, ambos, antes de contraponerse, parecieran complementarse o armonizar según la lógica binaria a la que hemos hecho referencia. Él montado a caballo, o sentado, de alguna manera intentando valerse por sí mismo en la negociación; ella con la cabeza erguida, en actitud arrogante, como si fuera parte de la aristocracia precolombina.

Con el tiempo, el conjunto de estos documentos pasaron a formar parte del Lienzo de Tlaxcala que promovido por el cabildo de la ciudad registra la deuda contraída por los españoles y presenta a los tlaxcaltecas como conquistadores, una vez ya cristianizados. La narrativa comienza siempre con un mapa ritual de las cuatro cabeceras de Tlaxcala y termina con las conquistas de Michoacán, Jalisco y Guatemala entre otros lugares. La presencia de Malintzin, decíamos, se extiende a lo largo de la travesía a Tenochtitlan. Actúa eficazmente cuando los españoles vuelven derrotados a Tlaxcala en 1520 después de la Noche Triste; una vez más, Malintzin logra negociar y obtener el apoyo necesario para la recuperación y rearme de los españoles. Vuelve a aparecer en primer plano, cuando Moctezuma al tratar de dirigirse a los mexicas es agredido con piedras y dardo en la ciudad sitiada de Tenochtitlán que finalmente cayó el 13 de agosto de 1521.

Otra vertiente más escéptica con relación a Malintzin se advierte en el mismo Lienzo de Tlaxcala (1552) y, sobre todo, en las ocho láminas del Libro XII del Códice Florentino (1540-1585), de fecha tardía y auspiciado por Bernardino de Sahagún.

Aunque el Lienzo de Tlaxcala, como hemos visto, la retrata con un estatus incluso mayor al de Cortés, otras escenas del mismo Lienzo dan cuenta, al mismo tiempo, de su papel como espía y delatora favoreciendo el avance del conquistador. Tal es su papel en la matanza de Tlaxcala (Graulich 2014: 382) y en la emboscada falsamente atribuida a Moctezuma,10 motivos de grandes masacres indígenas.

Cuando, las tropas de Cortés logran llegar a Tenochtitlán, Moctezuma se pregunta cómo uno de “los nuestros”, titlaca, podía obrar de manera tan traicionera, (“le entro a Moctezuma al corazón: esa mujer de entre los nuestros les trajo, interpretó para ellos”).

En otro momento del mismo Códice, el escribano delata que su deseo de riquezas es semejante al de Cortés. Los indígenas se mofan y escriben frases de doble sentido. Manda Malintzin: “Dice el capitán: producirán doscientas piezas de oro de este tamaño”, e hizo el tamaño con sus manos, haciendo un pequeño círculo. Contesta otro “Tal vez -una mujercita (ciualtzintli) las metió debajo de la falda; se buscarán; él las encontrará” (Graulich).

Un trato distinto al de traidora voraz recibe Malintzin de parte de los conquistadores. Por el contrario, reconocen que gracias a ella pudieron avanzar a lo largo de su expedición a Tenochtitlan salvándose de los constantes peligros de haber sido masacrados (Graulich 2014: 373). Reconocieron que su victoria había sido posible gracias a la alianza con indígenas, “grupos de la tierra que los había ayudado a derrocar al tirano y a conquistar su señorío”. La consideraron, sobre todo, ejemplo notable de india que se unió a la causa cristiana:

Que por respeto de la dicha doña Marina y su buen decir e razonar y gracia que tenía con los indios naturales de esta tierra fue causa de que se tornasen cristianos mucha parte de los naturales de esta Nueva España y se pusiesen debajo del dominio y señorío de su majestad, en el cual servicio han permanecido y permanecen hoy en día. (Glanz 2013: 108-109)

En el Códice de Tlaxcala, donde se representa también la conquista hasta Nicaragua y, hacia el noreste, California y Zuni, en una lámina sobre la temprana evangelización, Gordon Brotherson, advierte con agudeza un nuevo rasgo en su representación. En el paso del tema del tributo al de la evangelización que va del Códice de Tizatlán al Lienzo de Tlaxcala, Malintzin ha sido desplazada por la cruz cristiana.

En la segunda salutación en el camino, Cortés y Xicotencatl abrazan ahora una enorme cruz. Malintzin, pasa a segundo plano, y dejará de ser representada como contrapunto de Cortés.

Al margen de estas representaciones, después de la caída de Tenochtitlán, Malintzin fue identificada sobre todo como concubina de Cortés y mezclada con pleitos y agravios por reclamos y derechos a tierras o tributos por su participación en la Conquista, de los que la Corona hizo caso omiso en su mayor parte.

Malintzin: “la lengua”

Moctezuma sale a recibir a Cortés, lo lleva a la sala recepción y se ponen a conversar. Los invasores pretenden tomarlo preso. Alborotan, quieren darle de estocadas y matarlo. Moctezuma pregunta a Malintzin qué dicen y ella a su manera traduce atemorizándolo: “Señor Moctezuma: lo que yo os aconsejo es que vais luego con ellos a su aposento, sin ruido ninguno, que yo sé que os darán mucha honra, como gran señor que sois, y de otra manera aquí quedaréis muerto, y en su aposento se sabrá la verdad” (Graulich 2014: 141). Moctezuma fue hecho prisionero por los españoles y morirá lapidado por su propio pueblo.

En los pocos meses que van de abril de 1519 a la toma del mercado de Tlatelolco (13 de agosto de 1521), Malintzin va y viene del Imperio de Moctezuma al del Viejo mundo representado por Cortés. Con relación a Cortés oscila entre, por una parte, la entrega y el embeleso, y por otra, viéndonos extremadamente negativos, como medio de venganza contra los que de niña la abandonaron y comerciaron con ella.11 Cortés la llama “la lengua”. En sus Cartas de Relación, redactadas para ser leídas por el Rey de España, no puede permitirse ningún desvío o malentendido con relación a sus afectos hacia esta india, a la que sin embargo dará un hijo. Al mismo tiempo, de manera consciente o no, con ese mismo y aparentemente calificativo trivial y despectivo, “la lengua”, le otorga una jerarquía de primer orden. Pues si como dice Sócrates en el Crátilo de Platón, la lengua es “el ser de las cosas”, a través de Malinzin las cosas del nuevo mundo le develan la realidad, al mismo tiempo que es través de “la lengua” como instrumento vil de comunicación que Cortés trata de confundir, convencer e imponer al Otro la ambigüedad de sus propias intenciones: Cristo y oro. Para conquistar a la vez el reino de los cielos y el reino de la tierra (Kazantzakis).

De ahora en adelante, Cortés está indisolublemente ligado a Marina, “a la que yo siempre conmigo he traído”. Entre otras cosas, para vencer al enemigo, imponer la trascendencia del mensaje cristiano o lograr el abastecimiento de víveres para su tropa. Cortés la bautiza como Marina. Pero su ejército la llama Doña Marina, que “en el todo tiempo que duró la guerra hablaba y comunicaba tomando aviso de lo que los indios querían hacer para venir luego a manifestarlo a Cortés”, dice B. Díaz del Castillo. Marina, natural de esta tierra: por su industria y sagacidad con los indios lograba que le diesen comida para sustentar al ejército de los españoles “y los indios se lo daban y ella luego lo traía para que se partiese entre todos, lo cual fue causa que no pereciese la gente española y que la tierra se ganase después de permitirlo dios nuestro señor…”.

López de Gómara anota que cuando Cortés advirtió los merecimientos de Malitzin “la tomó aparte con Aguilar, y le prometió más que la libertad si le trataba verdad entre él y aquellos de su tierra, pues los entendía, y él la quería tener por su faraute y secretaria” (Glanz 2013: 119): heraldo e intérprete, mensajera, secretaria y espía.

Malintzin no considera a Cortés un dios, pero sí quizá un mensajero de Dios que augura un nuevo amanecer; y actúa en consecuencia. Entraña y albergue de la intimidad semántica, siempre situada en el corazón del discurso, advertimos que cuando españoles como mexicas se refugian en los márgenes del dibujo, ella se yergue esplendorosa en medio de la lámina y distribuye la palabra.

Cortés, Señor Malinche

En la crónica de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo llama a Cortés como los indios: “Capitán Malinche”. La presencia de Malintzin ha trastocado la identidad de Cortés a la par que ella va siendo habilitada como “la lengua”. Dice el cronista:

Antes que más pase adelante quiero decir cómo en todos los pueblos por donde pasamos y en otros donde tenían noticia de nosotros, llamaban a Cortés Malinche, y así lo nombraré aquí a adelante, Malinche, en todas las pláticas que tuviéramos con cualquier indios, así de esta provincia de Tlaxcala como de la ciudad de México, y no le nombraré Cortés sino en parte convenga. Y la causa de haberle puesto este nombre es que como doña Marina, nuestra lengua, estaba siempre en su compañía, especialmente cuando venían embajadores o platicas de caciques, y ella lo declaraba en la lengua mexicana, por esta causa le llamaban a Cortés el Capitán de Marina y para más breve le llamaron Malinche ( Bernal Díaz del Castillo 1991: 193-194).

Carente de lengua, Cortés para los indígenas es ininteligible. Porque carece de lengua carece de virilidad, advierte Margo Glanz. De repente, sus palabras sólo adquieren fuerza pronunciadas por una mujer, Malintzin. Para abreviar, que no para confundir, los indígenas le llaman Malinche, que posteriormente designa ya no al Capitán sino a una mujer. La palabra Malinche, que identifica a Cortés, se liga a la traductora, nunca tan claramente traidora, y que se convertirá más tarde en el despreciable calificativo “malinchismo”, emblema de la infamia y de la traición a la patria impulsada durante la Reforma liberal de la nación mexicana en el siglo XIX y luego de su independencia de la Corona española en 1810.

¿Es Malinche una víctima que reacciona con la venganza y la traición a su “nación”? O, al revés, ¿es ejemplo de mestizaje, y precursora del feminismo?

Malintzin, el ánima

La revisión de lo mucho que se ha dicho sobre ella es siempre oportuna al intentar entender la Otredad encarnada y singularizada en una mujer, en medio de una “epopeya” comandada por hombres; en medio de un brutal enfrentamiento entre dos sistemas patriarcales igualmente feroces. ¿Cuál es nuestra relación con el ánima, el inconsciente, nuestro pasado proscrito, el extranjero, la naturaleza? Personaje enigmático: Malintzin, Marina, Doña Marina o la Malinche involucra o si se quiere sintetiza todas estas preguntas.

Junto con un obsequio de víveres, objetos de oro y una veintena de mujeres, Mallinali fue entregada a Cortés en su expedición hacia Tenochtitlan. Las veinte mujeres son bautizadas y repartidas entre los oficiales. Malinalli bautizada luego como Marina le toca a Hernández Puertocarreño. Es hermosa, vivaz y bilingüe, dicen los cronistas, descubren que habla el náhuatl y el maya. Según la tradición oral recogida por Francisco Javier y Clavijero en el siglo XVIII, era originaria de Coatzacoalcos. Su nombre “Mallinali” alude a uno de los veinte signos del Tonalpohualli o calendario adivinatorio de los mexicas. Malinalli: “Hierba cortada” o “Hierba torcida”. Pero ¿no podría ser también “hierba trenzada”? Según lo aclara Sahagún, los nacidos bajo ese signo tenían mala ventura: “y venían a tanta bajeza estos que se vendían por esclavos”. Especialmente los nacidos en los días octavo y noveno: “son ladrones y salteadores y adúlteros”.12

Como venimos diciendo, en esta historia llena de mitificaciones, es muy posible, como advierte Georg Baudot, que la pequeña Mallinali, nacida bajo ese signo -consignado por el fraile- fatal y lleno de premoniciones nefastas, haya sido regalada o entregada de modo secreto por su madre a los mercaderes de esclavos de Xicalanco, a fin de satisfacer las ambiciones de su segundo esposo.13

G. Baudot atribuye a esta creencia el fatuo destino de Malintzin. Dice: “toda su vida fue un lento intento de reparar, anular, disminuir o destrozar aquella tremenda injusticia hondamente clavada en unos lancinantes recuerdos de infancia y adolescencia”.14 Su contribución a la derrota de Moctezuma, no habría tenido más causa que ganarse el aprecio de los suyos, si no el amor (como en el caso de Cortés) del que careció en su infancia. Y así como la psicoanalista Alice Miller15 sostiene que el abandono sufrido en la niñez explica en gran medida las raíces de la violencia en el alma infantil, de la misma manera el abandono sufrido sería la causa del odio de Malintzin a los suyos, sirviendo como espía de Cortés unas veces; y otras, a las mentiras urdidas contra Moctezuma, hasta su derrota.

Malintzin ha sido tratada como traidora; a la vez, como aspecto clave en la guerra de Conquista. Sin embargo, como dice S. Alexievich, La guerra no tiene rostro de mujer.16 Por paradójico que resulte, decimos que Malintzin tiene un lugar central en la guerra de conquista pero sin empuñar las armas sino haciendo posible quizá los únicos momentos de contención de los combatientes, el acuerdo, la convivencia y el acercamiento no por ello menos desconcertante entre indígenas y extranjeros, nativos e intrusos, salvajes y civilizados. La batalla decisiva y la guerra exterminadora vinieron después de estos tensos meses transidos de incertidumbre pero también de intentos-instantes de apertura al Otro como destellos de una lengua inédita posibilitados por La Malinche, y que por un momento aplazaron el fragor de las armas.17

El pueblo mexicano -dice Octavio Paz- no perdona su traición a la Malinche, su abandono.18 El término “malinchista”, maniqueistamente anacrónico, se sigue usando hasta el día de hoy para denunciar lo extranjerizante. No obstante, al repudiar a la Malinche -agrega con razón- se rompe con el pasado, con tolo lo que nos liga al pasado. Y en este caso, la negación de su origen coincide con el desconocimiento del origen de nuestra propia condición. No querer ver el pasado se convierte en voluntad de desarraigo, de pena, en negación de nuestra condición y sentimiento de orfandad. La Malinche deviene así figura de un “complejo”. Con el paso del tiempo la herida se acentúa.

Conclusión

Hace unos meses, en un coloquio sobre el papel de las artes y las humanidades en la crisis civilizatoria, la mayoría de los participantes coincidían en ver al arte como forma de “resistencia”. Solo una mujer, escritora y cineasta africana, Tsitsi Dangarembga, se atrevió a disentir.19 Quiero atreverme a coincidir con ella. Si en el caso que analizamos, “resistencia” es la defensa incierta de los autóctonos frente a la decisiva determinación de los conquistadores en la aniquilación; tratar de detener un avance mientras esperamos la milagrosa intervención de los dioses; aplazar o paliar un desenlace que sólo se perfila como “solución final”, me parece que el arte, en efecto, no puede limitarse a resistir.

¿Qué hacer cuando no queremos escoger entre la civilización opresora y el sacrificio de sangre y corazones?

Estas mínimas líneas en torno a La Malinche no han querido sino tratar de desmontar las promesas y mitificaciones tanto de los autóctonos como de los conquistadores. Revisar el pasado para curar la herida. En un mundo iconoclasta por exceso de reproducción mediática de imágenes-consignas (Durand), más allá de la moda que presenta a La Malinche como paradigma del mestizaje, se trataría más bien en un acto de rebeldía, de avivar el poder imaginal de la memoria y de su mitología creativa. Reconocerla en la profundidad de “la lengua”. Más allá del uso instrumental al que la reducen las negociaciones de intereses de mercado que, en la modernidad, tienden a cerrar fronteras y alzar muros que no hacen sino seguir fomentando la intolerancia y el genocidio, volver a su imagen femenina. Aún en medio de la masacre que fue la Conquista, el único horizonte de armonía o al menos de su promesa.

Bibliografía mínima

Cortés, Hernán (1522) (1976), Cartas de Relación, Porrúa. México. [ Links ]

Díaz del Castillo, Bernal (1519-1540) (1991), Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Alianza Editorial, México. [ Links ]

Glantz, Margo (2013), Coordinadora, La Malinche, sus padres y sus hijos Taurus. México, Segunda Edición. [ Links ]

Graulich, Michel (2014). Moctezuma. Apogeo y caída del imperio azteca. Era, México. En francés : Montezuma ou l´apogée et la chute de l´empire aztèque, Fayard, Paris, 1994. [ Links ]

Gruzinski, Serge (1994), La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a Blade Runner (1492-2019), FCE, México, 1994. En francés: La guerre des images. De Christophe Colon a Blade Runner (1492-2019), Fayard, 1990. [ Links ]

Kazantzakis, Nikos (1997), Cristobal Colón, Traductor, Miguel Castillo Didier, Athos-Pergamus, Granada. [ Links ]

Paz, Octavio (1983), “Los hijos de la Malinche”, en El Laberinto de la soledad, FCE, México , 12ª reimpresión. [ Links ]

Sahagún, Bernardino de (Fray) (1569), Historia general de las cosas de la nueva España. Porrúa. México Onceava edición 2006. [ Links ]

Todorov, Tzvetan (1995), La Conquista de América. El problema del otro, Siglo XXI, México, Sexta edición. En francés: La conquête de l´Amérique, la question de l´autre, Le Seuil, 1982. [ Links ]

1 Véase, M. Graulich, Moctezuma, Apogeo y caída del imperio azteca, Era, México, 2014, en especial el capítulo XV, “El rey sacrificado”.

2Datos de la Escuela de Berkeley tomados por Peter Gerhard, A Guide to Historical Geography of New Spain, p. 93., cit., Mercedes de la Garza, El legado escrito de los mayas, FCE. 2012, p. 136.

3Cortés se presentaba como el mensajero de Cristo y de una vida mejor, más humana y más justa. Argumentaba haber sido enviado por su rey, a su vez avalado por el poder supranacional del Papa, para extender el cristianismo y llevar a esos pueblos “salvajes”, la doctrina más humana de Cristo respetuosa de lo que hoy diríamos con eufemismo “los derechos del hombre”. Ofrece a los autóctonos unirse para combatir a los tiranos, hacer reinar la paz, poner fin a los atroces sacrificios humanos y el canibalismo. Cortés se alzaba pues como el precursor, hoy familiar, del derecho o deber de “injerencia humanitaria”. Las riquezas sustraídas y los “daños colaterales” -según los invasores - no eran nada en comparación con los gastos de la empresa puesta en acción.

4Por supuesto que muchos nos han precedido en este camino. El asunto ha sido abordado además por la complejidad misma del asunto desde diversas disciplinas, el psicoanálisis, la antropología, las artes y la crítica literaria. Retomo sus argumentos principales, de los que trato de abrevar y hacer una síntesis apretada que nos ayude a comprender. Doy al final de estas líneas la bibliografía mínima de base.

5Con relación a la teoría del imaginario de Durand, consúltese particularmente su libro De la mitocrítica al mitoanálisis, Antropos/UNAM/2013

6La importancia de M. Graulich en el estudio de la cultura precolombina radica, en mi opinión, en el peso que da al mito en la interpretación de la historia. Si bien, según su percepción, habitualmente, para los historiadores “los mitos no son muy de su agrado” (Graulich, op. cit. p. 13). De esta manera, el especialista en el pasado precolombino ha optado por ocuparse de los sucesos posteriores a la Conquista, antes que interesarse por lo que le precedió. Moctezuma, el último soberano azteca reinó de 1502 a 1520. De hecho, aun cuando fue hecho prisionero de los invasores siguió reinando hasta 1521. Según Graulich, no cabe duda de que “fue el más grande y el más lúcido de los nueve soberanos de Tenochtitlan, y su época la más notable de toda la historia azteca”. La terrible irrupción española opacó su reinado del que sabemos muy poco.

7Entre los presagios recogidos por B. de Sahagún en 1550 relativos al final del imperio azteca se mencionan: la aparición entre 1509-1510 de una especie de pirámide en llamas en el oriente, “como una aurora” que alumbraba tanto que parecía de día; el incendio espontaneo de una estatua de Huitzilopochtli. Así también: el templo del dios del fuego fue “herido por el rayo” cuando sólo llovía “una mollina agua”; un cometa muy largo dividido en tres partes cruzó el cielo de poniente a oriente; el agua de la laguna de México “comenzó a hervir y espumar” e inundó la ciudad. Véase, Historia General de las Cosas de la Nueva España”, en particular el Libro 12. También Graulich, op. cit., p. 245-246.

8Me guio en lo que sigue, particularmente del trabajo “La Malintzin en los códices” de Gordon Brotherston, especialista en literatura precolombina, en M. Glanz, Coordinadora, La Malinche, sus padres y sus hijos, Taurus. México, Segunda Edición, pp. 17-35.

9Véase D. Muñoz Camargo, Historia de Tlaxcala, aprox. 1529-1599, publicado hasta 1892, pp. 186-187.

10Orozco y Berra en el siglo XIX dice que Marina y los tlaxcaltecas, achacaron a Moctezuma una emboscada que él no había preparado y en contra de la cual la reacción de los españoles sería brutal. Todo “¡por odio al emperador y para vengarse de sus enemigos!”. Véase, Graulich, op. cit., p. 386.

11En un interesante artículo sobre Malintzin escribe Georges Baudot: “para mí la Conquista de México, por haber contado con la inapreciable y aun hoy en día incalculable ayuda de aquella bella esclava…, es más que otra cosa el resultado de una venganza de mujer, de una mujer que así recupera su señorío, su lugar privilegiado en el orden social de su mundo, y que destruye también así el orden de los valores que había vivido de niña y que le habían negado en carne propia al encerrarla en un discurso maléfico, en una predestinación sin salida ni redención”. Véase del autor, “Malintzin, imagen y discurso de mujer en el primer México virreinal” en Glanz, op. cit., p. 72-73.

12Bernardino de Sahagún. Libro IV dedicado al Tonalpohualli, en Historia general de las cosas de la nueva España, tomo I, 2000, pp. 355-362. Dice Sahagún sobre los nacidos bajo este signo: “y venían a tanta bajeza estos que se vendían por esclavos”.

13Como sucedió a Edipo que auguraba malos presagios para su padre; o al mismo Moisés que fue abandonado en las orillas del Nilo.

14En M., Glanz, op. cit., p. 64.

15Véase sobre Alice Miller, Por tu propio bien, Tusquets, España, 2012.

16Título de uno de los libros de esta periodista bielorrusa, Premio Nobel de Literatura 2015. Penguin Random House Grupo Editorial, España, 2015.

17Véase también el ensayo de B. Echeverría, “Malintzin, la lengua”, en Margo Glanz, op. cit., pp. 189-199.

18Véase O. Paz, “Los hijos de la Malinche” en, El laberinto de la Soledad, FCE, México, pp. 59-80.

19Mujer zimbabuense negra, autora de Nervus Conditions (1988). Dirigió también Everyone´s Child. Aunque fue acallada por la mesa, no lo fue por el público asistente.

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