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Psicumex

On-line version ISSN 2007-5936

Psicumex vol.12  Hermosillo Jan./Dec. 2022  Epub Jan 13, 2023

https://doi.org/10.36793/psicumex.v12i1.446 

Artículos

Atribuciones de la pobreza: efectos en la comunidad

Poverty Attributions: Effects on the Community

María Luisa Ríos-Rodríguez1  * 
http://orcid.org/0000-0002-5955-373X

Pilar Moreno-Jiménez1 
http://orcid.org/0000-0003-3076-2826

Macarena Vallejo Martín1 
http://orcid.org/0000-0002-0717-0892

1Universidad de Málaga


Resumen

El objetivo del presente trabajo es examinar la relación entre las atribuciones causales de la pobreza con la participación y el sentido de comunidad. Previamente se tuvieron en cuenta la influencia de variables sociodemográficas y socioeconómicas en este tipo de atribuciones, encontrándose algunos efectos según sexo, edad y nivel educativo. La muestra estuvo compuesta por 720 participantes y los resultados indican que las explicaciones de la pobreza de tipo cultural tienen un efecto directo sobre el sentido de comunidad. Sin embargo, los datos sugieren que la relación entre atribuciones de pobreza (de tipo estructural) y el sentido de comunidad está mediada por la participación comunitaria y tiene efectos en el desarrollo comunitario. Esta aportación resulta relevante para el diseño de programas de sensibilización, intervención y cooperación en países en vías de desarrollo.

Palabras clave: sentido de comunidad; participación comunitaria; atribuciones; pobreza; población de trabajadores

Abstract

The aim of this paper is to examine the relationship between causal attributions of poverty with participation and sense of community. Previously, the influence of socio-demographic and socio-economic variables on these types of attributions were considered and some effects were found according to gender, age and educational level. The study sample consisted of 720 participants and the results indicate that cultural explanations of poverty have a direct effect on sense of community. However, the data suggests that the relationship between attributions of (structural) poverty and sense of community is mediated by community participation and has effects on community development. This is relevant for the design of awareness-raising, intervention and cooperation programs in developing countries.

Key words: sense of community; community participation; attributions; poverty; sample of workers

Introducción

Las cosmovisiones han sido de interés en psicología, por lo que se han desarrollado múltiples teorías acerca de creencias, factores culturales y valores que inciden en la visión de uno mismo y el mundo que nos rodea, así como en el comportamiento (Hofstede, 1980; Inglehart, 1977; Rokeach, 1973; Schwartz, 1992). De forma específica, la perspectiva atribucional asume que contar con explicaciones sobre las causas de una situación desventajosa, como la pobreza, permite predecir reacciones afectivas y conductuales (Betancor et al., 2002). Abordar la pobreza desde las atribuciones implica ahondar en la construcción de imaginarios culturales y la adquisición de dichas representaciones, entendiéndolas como formas de pensamiento práctico para la comunicación, comprensión y dominio del entorno social (Rodrigo et al., 1993). En esta línea, algunos trabajos señalan el papel de variables como el nivel de desarrollo de un país (Vázquez Cabrera y Panadero Herrero, 2017), la religiosidad (Bergmann y Todd, 2019) y la creencia en la movilidad económica (Davidai, 2018).

Desde la psicología comunitaria, la transformación de situaciones sociales problemáticas requiere de la reflexión y actividad de los miembros de las comunidades (Montenegro Martínez, 2004). El grupo es el lugar donde se define qué es un problema, cuáles son sus causas y qué acciones se pueden adoptar para resolverlo. Es por ello que conceptos como el sentido de comunidad y la participación comunitaria están muy relacionados con la intervención en estas situaciones. El presente estudio pretende aportar evidencias del rol que las explicaciones causales de la pobreza pueden tener en lo que respecta al desarrollo comunitario, teniendo en cuenta la participación y el sentido de comunidad.

Con este objetivo, las atribuciones se definen como las inferencias que hacemos a partir de nuestra percepción del entorno social y los juicios elaborados a partir de esta percepción (Gaviria Stewart et al., 2013). Este tipo de explicaciones resultan básicas para la predicción y control de nuestro entorno, persiguiendo comprender y explicar las causas del comportamiento de las personas. Los primeros trabajos que estudiaron las atribuciones causales centrados en la pobreza diferenciaban tres dimensiones: individualista, que atribuye la pobreza a factores disposicionales o caracterológicos; fatalista, que responsabiliza a la mala suerte o destino; y la estructural o social, que culpa de la pobreza al sistema social (Feagin, 1972; Feather, 1974; Furnham, 1982; Zucker y Weiner, 1993).

Ciertas investigaciones evidencian la controversia alrededor de la dimensión fatalista, excluyéndola de los instrumentos de medida (Bennet et al., 2016; Bullock, 2004; Hunt, 2002) o manteniéndola (Lepianka, 2007; Lepianka et al., 2009). A este debate se suma la explicación causal de la pobreza de tipo cultural (Bullock, 2004; Cozarelli et al., 2001). Las escalas más utilizadas (Harper et al., 2002; Hine y Montiel, 1999) desarrollaron explicaciones atributivas domésticas, aun así, estas pueden ser diferentes cuando se habla de atribuciones intergrupales. Siguiendo esta idea, Gámez Fuentes y colaboradores (2005) ahondan en las causas de la pobreza acotando el concepto de pobreza a las percepciones que tiene la gente en un país europeo, como España, respecto a la pobreza de países en vías de desarrollo.

Cabe especificar las influencias económicas y sociales en Andalucía, lugar en el que se desarrolla el presente trabajo. Según el último informe publicado por el Consejo Económico y Social (CES, 2019) habría que tener en consideración la desaceleración de la economía mundial de 2019. En concreto, para la economía española confluyen la debilidad económica y comercial a nivel internacional, la ralentización de la zona europea con la salida de Reino Unido y los conflictos internos de carácter político de España. De forma específica, hay que señalar que los registros referidos a las condiciones materiales (renta e indicadores de desigualdad) en Andalucía se encuentran muy por debajo del promedio nacional y europeo.

Por esto, es evidente la necesidad de incidir en acciones protectoras relacionadas con la educación, sanidad, vivienda, medioambiente, cultura y deporte (CES, 2019). Esta situación, marcada por diferentes crisis externas e internas, supone una realidad de pobreza relativa y desigualdad social. Es en estas circunstancias que se consideró que la población puede ser especialmente susceptible a la realidad de otros países. Esto se observa en las acciones de cooperación internacional desarrolladas durante años que culminaron, entre otras iniciativas, con la Ley Autonómica 14/2003, del 22 de diciembre de la Cooperación Internacional para el Desarrollo, promovida por el pueblo andaluz, que incide en un orden internacional basado en una más justa redistribución de la riqueza.

Con este contexto sociohistórico, nos remitimos a la investigación realizada por Gámez Fuentes y colaboradores (2005) en relación con las atribuciones causales de la pobreza (ACP) en España, donde se establecen tres referentes principales. Un primer factor denominado teoría del aprendizaje cultural agrupa argumentos explicativos cuyo núcleo semántico se organiza en torno a una visión de los habitantes de países en vías de desarrollo como personas que participan en una cultura que los lleva a ser pasivos y esforzarse poco para favorecer su propio desarrollo. Esta limitación impide a estos países enfrentar su pobreza con eficiencia y atribuye la responsabilidad a factores externos de tipo cultural. Un segundo factor lo compone la teoría fáctica, considerando que estos países necesitan ayuda por causa de la presión y explotación de los poderes económicos y políticos del resto de países, por tanto, también alude a causas externas de responsabilidad. Como tercer factor, la teoría determinista combina las creencias de que la gente es pobre porque en el mundo hay fuerzas del destino o una naturaleza personal holgazana y oportunista. Este tipo de atribuciones se enfocan en una responsabilidad individualista.

Respecto a qué papel juegan las variables individuales (factores sociodemográficos y socioeconómicos) en las ACP, los resultados arrojan conclusiones distintas. Considerando el sexo, las explicaciones estructuralistas o sociales estaban más presentes en mujeres (Hunt, 1996; Mickelson y Hazlett, 2014; Niemelä, 2008; Pereira da Costa y Dias, 2015; Reutter et al., 2006), si bien, Cozarrelli y sus colaboradores (2001) no obtuvieron diferencias. Por otra parte, se ha reportado que tener menos edad implica atribuciones más estructuralistas (Feagin, 1972; Hunt, 1996; Morçöl, 1997), así como otros justo lo contrario (Niemelä, 2008; Pereira da Costa y Dias, 2015). En cuanto al nivel de estudios, Feagin (1972) y Hunt (2002) señalaron que las personas con un nivel educativo intermedio puntuaron más alto en explicaciones individualistas que los de nivel educativo superior; sin embargo, Pereira da Costa y Dias (2015) señalaron que son los participantes con un nivel formativo superior quienes tomaron una perspectiva individualista. Por último, formar parte de una clase social baja, estar desempleado o tener ingresos limitados se asoció a atribuciones estructurales (Brodsky et al., 1999; Carr et al., 1995; Davids y Gouws, 2013; Hayati y Karami, 2005; Hunt, 1996; Morcöl, 1997; Niemelä, 2008; Pereira da Costa y Dias, 2015;), pero no se reproduce este resultado en todas las investigaciones.

Atribuciones causales de la pobreza y comunidad

La literatura revisada en torno a las ACP muestra que ante fenómenos negativos o inesperados la necesidad de conocer sus causas es todavía mayor, ya que esta información resultará de valor para controlar o evitar que suceda. Respondiendo a esta necesidad, la teoría de la incertidumbre-identidad (Hogg, 2007) argumenta que la pertenencia favorece la disminución del sentimiento de incertidumbre acerca de quiénes somos y tiene efectos en las actitudes y conductas de los individuos. Según esta teoría, al interiorizar el prototipo de grupo se facilita la autodefinición de sus miembros, aportando control y protección frente a la sensación de incertidumbre. La categorización social aporta significado al mundo y al puesto que se ocupa, haciéndolo más predecible. Entender que uno pertenece a una colectividad mayor de la que forma parte significativa y que, aunque haya conflictos, estos serán resueltos sin perder ese sentido psicológico de unión, define el sentido de comunidad (Sarason, 1974).

Por su parte, McMillan y Chavis (1986) explican este concepto como “Sentimiento de que los miembros son importantes para los demás y para el grupo, y una fe compartida en que las necesidades de los miembros serán atendidas a través del compromiso de estar juntos” (pp. 9). El sentido de pertenencia favorece la motivación a participar por el logro de objetivos comunes, ya sea para favorecer a otras personas o a uno mismo (Musitu Ochoa et al., 2004). Otros trabajos señalan esta relación en el otro sentido, es decir, que la participación ciudadana incide en el sentido de comunidad y esta, a su vez, en otras variables de vinculación con los lugares de residencia (Vidal et al., 2013). Así pues, la participación ciudadana se presenta como un mecanismo que refuerza la cohesión social y la unión de comunidades, puesto que disponer de procesos participativos es un instrumento efectivo para fortalecer la eficacia personal, colectiva y política (Putnam, 2000; Wandersman y Florin, 2000).

Ahora bien, los comportamientos participativos han sido clasificados y denominados de diferentes formas. El presente artículo se centra en los dos tipos de participación que más se han investigado desde las ciencias sociales, la participación sociopolítica y la comunitaria. La primera incluiría aquellas conductas individuales o colectivas cuyo fin es incidir en asuntos públicos de forma directa (votar en las elecciones) o indirecta y/o latente (mantenerse informado de asuntos políticos). (Rollero et al., 2009). No obstante, no toda conducta participativa tiene por objetivo la influencia política, por ello, cabe entender la participación comunitaria como aquella que engloba comportamientos cotidianos o semiformales (asociacionismo, actividades lúdicas-comunitarias o voluntariado) que no persiguen necesariamente el cambio social (Moreno-Jiménez, Ríos-Rodríguez y Vallejo, 2013). En este tipo de participación se asume que el sentido de pertenencia fomenta la participación en el logro de objetivos compartidos por la comunidad (Montenegro Martínez, 2004). La evidencia empírica muestra que las conductas participativas inciden en el sentido de comunidad (Anderson, 2009, Brodsky et al., 1999; Chavis y Wandersman, 1990; Marín Jiménez et al., 2002; Talo et al., 2014; Xu et al., 2010).

Referente a la conexión entre las ACP y la participación, Hine y Montiel (1999) encontraron que los participantes que abogan por explicaciones de explotación (más de carácter social) habían participado más activamente en iniciativas antipobreza. Por el contrario, los encuestados que culpaban a los pobres de su situación reportaban un menor activismo. Los autores sugieren que las intervenciones dirigidas a obtener apoyo para combatir la pobreza deben enfatizar el papel de la explotación y restar importancia a causas individualistas. Adicionalmente, algunos estudios aluden que los perfiles de población (conservadores, prodesarrollo o progresistas) influyen en el tipo de acciones sociales que se emprenden (Moreno, 2016). Las explicaciones estructuralistas se relacionan con políticas de bienestar progresistas (Bullock et al., 2003) y las individualistas con el autoritarismo, el dominio social, la creencia en un mundo justo y una ética protestante del trabajo (Cozzarelli et al., 2001; Harper et al., 1990; Sears et al., 2000).

Por ende, el presente trabajo pretende aportar un precedente para analizar el papel que las explicaciones causales de la pobreza pueden tener en el desarrollo comunitario local, ya sea mediante la acción participativa o con la generación de sentido comunitario. Considerando los antecedentes reseñados, se tomó como marco teórico-metodológico la propuesta de Gámez Fuentes y sus colaboradores (2005) con el objetivo de comprobar si las atribuciones causales de la pobreza tienen un efecto en el sentido de comunidad. De forma concreta, fueron valorar la relación entre las atribuciones fácticas, deterministas y culturales con el desarrollo comunitario, en específico, en la participación y sentido de comunidad.

Hipótesis 1: Las variables sexo, edad, nivel de estudios y clase social autopercibida aportarán diferencias significativas según el tipo de atribución (fáctica, determinista o cultural).

Hipótesis 2: Las atribuciones de pobreza fácticas tendrán un mayor efecto en el sentido de comunidad y participación.

Hipótesis 3: La participación mediará la relación entre atribuciones de pobreza y el sentido de comunidad.

Metodología

Participantes y procedimiento

La muestra utilizada consta de 720 participantes, un 41.5 % mujeres y 58.5 % hombres. La media de edad se sitúa en 38.78 años (DT = 13.96) y el 56.2 % de los encuestados estaba empleado en el momento del estudio. En la Tabla 1, se recogen las principales características sociodemográficas y socioeconómicas: edad, nivel de ingresos, nivel formativo y clase autopercibida.

Tabla 1 Características sociodemográficas de la muestra 

Edad (%) Nivel de ingresos (%) Clase social autopercibida (%) Nivel de estudios (%)
18-29 años 34.1 ≤700 € 7,3 Media-baja 24.7 Primarios 22,3
29-47 años 33.1 700-1200 € 31.1 Media 62.5 Secundarios 30.6
47-88 años 32.8 1200-2200 € 38.5 Media-alta 12.8 Universitarios 47.1
2200-3500 € 23.1

Fuente: Elaboración propia

Para recolectar los datos, se realizó un muestreo aleatorio por barrios que fue administrado por entrevistadoras y alumnado de un doctorado de psicología. Para la administración de los instrumentos de evaluación, se capacitó a los estudiantes previamente y se hizo una distribución por los barrios más representativos de la ciudad de Málaga (Andalucía). Se trata de un estudio transversal de tipo descriptivo, centrado en la medición puntual de las variables propuestas, con objeto de recabar datos en relación con el fenómeno a investigar. Las encuestas se aplicaron durante los meses previos a la pandemia por coronavirus (noviembre-febrero del 2020), lo que permitió que fueran de forma presencial e individual con previo consentimiento de los participantes. Esta aprobación se obtuvo tras la lectura del consentimiento informado. En el proceso de evaluación se empleó un cuestionario cuyas instrucciones se explicaron a los participantes, además de informar los objetivos de investigación, la confidencialidad de los datos, y el agradecimiento por la colaboración voluntaria. La duración de la entrevista fue de aproximadamente 15 minutos. El procedimiento se ajustó a los principios de la Declaración de Helsinki para la investigación con seres humanos.

Instrumentos

El cuestionario utilizado fue de carácter autoaplicado y compuesto por preguntas de respuesta cerrada para los datos de carácter sociodemográfico y las escalas estandarizadas descritas a continuación:

Atribuciones causales de la pobreza (Gámez Fuentes et al., 2005).

El instrumento fue elaborado por sus autores con el fin de identificar las creencias que actúan en las atribuciones de responsabilidad en los países en desarrollo. Consta de diecisiete ítems que se agrupan en tres factores: teorías del aprendizaje cultural (6 ítems), corresponde a personas cuya cultura es limitadora y les dirige a ser pasivos y con poca iniciativa ante las necesidades de desarrollo y bienestar (α= 0.80); teoría fáctica (5 ítems), refleja una comunidad (países en vías de desarrollo) que necesita ayuda debido a su estado de pobreza causado por la presión y explotación de poderes económicos y políticos de países desarrollados (α= 0.82) y la teoría determinista (6 ítems), acerca de que las personas de países en vías de desarrollo son pobres por causas del destino (α= 0.71). El instrumento muestra un alto índice de consistencia interna global (α= 0.87).

Participación comunitaria y sociopolítica (Moreno-Jiménez et al., 2013).

Evalúa la participación comunitaria (PC) por medio de tres ítems, valorando el grado de implicación en actividades relacionadas con pautas comunitarias para establecer relaciones sociales en torno a temas de interés común. Se trata de una participación más informal, menos estructurada y de menor continuidad que, por lo general, cambia de actores de manera fluida (α= 0.80). La participación sociopolítica (PSP) hace referencia a la intervención en aquellas estructuras y procesos que persiguen un cambio y que, de forma consciente, se actúa para conseguirlo (α= 0.81). Es una participación, por tanto, más estructurada, continua y consciente que se mide a través de cinco ítems. El instrumento muestra un índice de consistencia interna general de α= 0.87.

Sentido de comunidad (Sánchez-Vidal, 2009).

Evalúa el sentimiento de pertenencia y el sentido de significación al formar parte de una colectividad según el modelo teórico desarrollado por Sarason (1974). Su autor parte de escalas preexistentes encontrando buenos índices de consistencia interna y de validez discriminante. El instrumento definitivo consta de dieciocho ítems, diferenciando cuatro factores: interacción vecinal positiva (α= 0.86), autonomía en interdependencia (α= 0.85), arraigo territorial (α= 0.87) e influencia (α= 0.69). Según los análisis realizados, esta escala tiene un elevado índice de consistencia interna a nivel global (α= 0.93).

Análisis estadístico

En primer lugar, se calcularon los estadísticos descriptivos, la consistencia interna (alfa de Cronbach) y las correlaciones (coeficientes de Pearson) utilizando el programa IBM SPSS Statistics (versión 25). También se realizó una comparación de medias mediante la prueba t de Student y ANOVA; con la evidencia de relaciones significativas se realizaron pruebas post hoc de Tukey para detectar las vinculaciones intergrupos. A continuación, se llevó a cabo un sistema de ecuaciones estructurales basado en correlaciones y tratando a las variables como observables (path analysis), utilizando el método de máxima verosimilitud con el programa STATA (versión 13). Para el estudio de la mediación, se aplicó el test de Sobel (1992), obteniéndose el cálculo de los efectos directos e indirectos.

Resultados

Estadísticos descriptivos

En la Tabla 2 se presentan las puntuaciones medias, desviaciones típicas, asimetría, curtosis, correlaciones y fiabilidad de las escalas. Las ACP deterministas y culturales registran valores bajos, posicionándose las ACP fácticas como las predominantes en la muestra analizada. La participación evidencia niveles bajos tanto en el tipo comunitario como en el sociopolítico. En el sentido de comunidad, las puntuaciones obtenidas indican valores medios en esta variable.

Tabla 2 Estadísticos descriptivos y correlaciones de las variables de estudio 

1 2 3 4 5 6
1. ACP Aprendizaje cultural 1 0.029 0.53** -0.04 -0.18 0.13**
2. ACP Fáctica 1 -0.17** 0.14** 0.12** 0.17**
3. ACP Determinista 1 -0.08* -0.05 0.04
4. Participación sociopolítica 1 0.63** 0.20**
5. Participación comunitaria 1 0.32**
6. Sentido de comunidad 1
Media 3.82 6.55 2.41 3.11 3.38 5.49
Desviación típica 1.78 1.67 1.49 1.77 1.82 1.62
Asimetría 0.37 -0.19 1.42 0.92 0.88 -0.34
Curtosis -0.51 -0.28 2.18 0.36 0.32 -0.44
Alfa de Cronbach 0.80 0.82 .71 0.80 0.81 0.93

Fuente: Elaboración propia

En el análisis de correlaciones, se observa que las ACP fácticas se relacionan positivamente (p < 0.01) con el sentido de comunidad, la participación comunitaria y la participación sociopolítica con coeficientes de correlación de Pearson de 0.17, 0.12, 0.14, respectivamente. Además, como cabe esperar, muestran una relación negativa de -0.17 con las ACP de tipo determinista (p< 0.01). No se evidencia significación con respecto las ACP de aprendizaje cultural. Estas últimas se relacionan positivamente con la ACP deterministas y con el sentido de comunidad con los coeficientes 0.53 y 0.13 (p< 0.01), pero no muestran relación con alguno de los tipos de participación. Por otra parte, las ACP deterministas no se relacionan con el sentido de comunidad, ni con la participación comunitaria, pero obtienen un coeficiente negativo de -0.83 (p <.05) con participación sociopolítica.

En cuanto a las diferencias según sexo, edad, nivel formativo, clase social autopercibida y nivel de ingresos, los valores de la comparación de grupos señalan: a) en explicaciones deterministas, los valores son más altos en hombres que en mujeres (p <.001), así como en niveles formativos más bajos (primarios-secundarios a diferencia de universitarios a un nivel de significación p <.001 y p <.01 respectivamente); b) las explicaciones basadas en el aprendizaje cultural están más presentes en hombres que en mujeres (p <.01), en el grupo de mayor edad (p <.001), y en niveles formativos más bajos que en más altos (p <.001); c) las diferencias en explicaciones fácticas muestran que quienes poseen estudios universitarios puntúan más alto en este tipo de atribución respecto a quienes poseen estudios primarios (p <.05). No se hallan diferencias significativas en función de la clase social autopercibida ni en el nivel de ingresos para ninguna de las explicaciones atributivas (ver Tabla 3).

Tabla 3 Diferencia de medias según variables sociodemográficas y socioeconómicas 

Deterministas Aprendizaje cultural Fácticas
M(DT) F t M(DT) F t M(DT) F t
Sexo
Hombre 2.67(1.58) 13.06 .000*** 4.02(1.81) .000 .010** 6.55(1.76) 6.85 .870
Mujer 2.23(1.40) 3.67(1.74) 6.57(1.59)
Edad
18-29 años (E1) 2.29(1.24) 2.77 0.63 3.52(1.72) 7.72 .000*** (E1-E3) 6.58(1.54) 2.32 0.99
29-47 años (E2) 2.36(1.52) 3.84(1.75) 6.37(1.82)
47 a 88 años (E3) 2.60(1.68) 4.14(1.82) 6.70(1.63)
Nivel formativo
Primarios (NF1) 2.73(1.54) 10.64 .000*** (NF1-NF3) 4.29(1.73) 13.20 .000*** (NF1-NF3) 6.29(1.79) 3.53 .029* (NF1-NF3)
Secundarios (NF2) 2.59(1.67) .001** (NF2-NF3) 4.02(1.82) .001** (NF2-GNF3) 6.49(1.70)
Universitarios (NF3) 2.14(1.27) 3.48(1.70) 6.71(1.58)
Clase social autopercibida
Media/baja 2.74(1.82) 2.79 0.39 3.78(1.79) 1.97 .116 6.40(1.76) .932 .425
Media 2.32(1.39) 3.77(1.77) 6.56(1.66)
Media/Alta 2.62(1.59) 4.07(1.73) 6.62(1.64)
Alta 2.36(2.00) 5.36(2.93) 7.5(1.64)
Nivel de ingresos
≤700 € 2.44(1.58) 1.98 .115 3.73(1.89) .171 .916 6.76(1.68) .621 .602
700-1200 € 2.52(1.58) 3.84(1.62) 6.47(1.67)
1200-2200 € 2.48(1.53) 3.88(1.81) 6.55(1.64)
2200-3500 € 2.17(1.37) 3.79(1.86) 6.65(1.71)

*p≤.05; **p≤.01;***p≤.001

Fuente:Elaboración propia

Análisis de mediación (‘path analysis’)

Con el objetivo de obtener una representación global de las relaciones entre las variables del estudio, se ha planteado el siguiente modelo: las variables ACP aprendizaje cultural, ACP fáctica y ACP determinista son las variables exógenas y predictoras; la variable participación es la variable endógena y mediadora; y la variable sentido de comunidad es la variable endógena y resultado. El modelo ha sido puesto a prueba utilizando el método de path analysis. De acuerdo con las recomendaciones de Acock (2013), el análisis se llevó a cabo en dos pasos: (1) el diseño de un modelo sobre-identificado y (2) el rediseño del modelo anterior a partir de las relaciones significativas encontradas entre las variables. En el primer modelo se tuvieron en cuenta las ACP de aprendizaje cultural, fáctico y deterministas, así como los dos niveles de participación (sociopolítica y comunitaria), pero los índices obtenidos nos llevan a rediseñar el modelo incluyendo como variables predictoras ACP aprendizaje cultural y ACP fácticas; variable moderadora, participación comunitaria; y variable exógena, sentido de comunidad.

La Figura 1 muestra los coeficientes estandarizados y los niveles de significatividad obtenidos en el modelo definitivo, utilizando el método de máxima verosimilitud (ML) como procedimiento de estimación de los parámetros. También se muestran los valores de la varianza explicada (R2) de las variables participación comunitaria y sentido de la comunidad. El path analysis mostró un modelo con un ajuste adecuado: X2(1) = .10, p = .92, RMSEA = .000 (90 % CI: .000 -- .037), CFI = TLI = 1.00, SRMR = .01 y AIC = 7027.14; de acuerdo con las recomendaciones de Kline (2016).

Fuente: Elaboración propia

Figura 1 Resultados del path análisis. Coeficientes estandarizados y valores de R2 de las variables endógenas (N = 720; **p < .01). 

Las variables ACP cultural, ACP fáctica y participación comunitaria se mostraron como predictores significativos (p<.01) del sentido de la comunidad, con coeficientes beta/β de 0.13, 0.12 y 0.31, respectivamente. La varianza final explicada de la variable sentido de comunidad fue del 0.14 %. La variable ACP fáctica tuvo un efecto tanto directo (0.12) como indirecto (0.04) a través de la participación comunitaria sobre el sentido de comunidad. En relación con el efecto total de la atribución de la pobreza fáctica, la mayor parte del efecto (75 %) fue directo (.12/.16) mientras que el efecto indirecto fue del 25 % (0.04/0.16).

Discusión

En la presente investigación se ha examinado qué influencia tienen las atribuciones causales de la pobreza en el ámbito comunitario. Los resultados obtenidos aportan valores altos cuando la causa de la pobreza se centra en a las explicaciones estructurales (fácticas) y niveles bajos para las explicaciones deterministas o de tipo cultural. Estos resultados corroboran los obtenidos por Gámez Fuentes et al. (2005) y Pinazo et al. (2010), asumiendo que los países en desarrollo requieren ayuda por la explotación y presión que ejercen los poderes políticos y económicos y que, centrarse en la situación (y no en la individualidad), posibilita acciones para el cambio (Dweck et al., 1995).

Para interpretar este resultado se debe considerar que la sociedad española, pese al crecimiento de los últimos años, según el Consejo Económico y Social España (2018), también se caracteriza por la inestabilidad política, desequilibrios en el mercado laboral, persistencia de profundas desigualdades en oportunidades y rentas, así como el riesgo de pobreza o exclusión social. Pese a ello, para determinados segmentos de clase trabajadora, la posibilidad de ascender en la escala social es mayor que en otros países. De igual manera, algunos grupos sociales, que han gozado de ciertas condiciones de vida óptimas, han visto modificadas sus situaciones de vida por cuestiones estructurales, como la recesión económica (Subirats et al., 2004). Como indican Vallejo et al. (2017), la población se ve afectada por sentimientos de incompetencia colectiva e individual en épocas de crisis socioeconómica. Este tipo de experiencias, a nivel nacional, podrían ser la causa para que las personas valoren en mayor medida el efecto institucional y estructural en sus vidas y, por ende, atribuyan estas mismas causas a las situaciones de precariedad en otros países.

En relación con el efecto de variables sociodemográficas y de tipo socioeconómico, se evidencia que el sexo no establece diferencias entre hombres y mujeres cuando abogan por causas de tipo estructural (teoría fáctica). Este resultado es diferente al obtenido en otros trabajos donde las mujeres puntúan más alto (Bullock, 2004; Hunt, 1996; Niemelä, 2008; Pereira da Costa y Dias, 2015; Reutter et al., 2006;). No obstante, se observa otro efecto cuando se habla de explicaciones basadas en el aprendizaje cultural o de teorías deterministas, los resultados indican que es mayor la proporción de hombres que de mujeres en quienes asumen estas representaciones referentes a las causas de la pobreza. En cualquier caso, se debe considerar que hablamos de niveles bajos en estas atribuciones. Se podría explicar este resultado teniendo en cuenta las evidencias de que los grupos sociales más favorecidos que otros colectivos (ingresos bajos, inmigrantes) tienden a apoyar este tipo de argumentos (Akfirat et al., 2016; Betancor et al., 2002). A su vez, este resultado apoya los argumentos de Hunt (1996) en cuanto a que una explicación, ya sea individualista o estructuralista, no invalida a la otra, es decir, se puede tener conciencia de las barreras sociales o de la responsabilidad personal, entendiendo que ambos aspectos explican la pobreza.

En torno a la edad, los datos confirman los resultados obtenidos por Cozarelli et al. (2001), asumiendo que los participantes mayores consideran en mayor medida las causas culturales que los más jóvenes. Este resultado puede interpretarse por la falta de experiencia laboral de los jóvenes y la creencia de que existen oportunidades, una explicación que podría estar basada en un sesgo favorable al yo, esto es, una atribución defensiva para aumentar la sensación de control entre los más jóvenes.

Asimismo, se confirman los resultados obtenidos por Feagin (1972) referentes a que las explicaciones individualistas están más presentes en niveles formativos inferiores que en superiores; en algunos trabajos con población adolescente se observa que la educación superior de los padres y el debate en casa en torno a temas de desigualdad aumentan la probabilidad de tener atribuciones estructurales para la pobreza (Flanagan et al., 2014), lo que confirma los resultados de Hunt (2004) en relación con explicaciones estructuralistas en niveles formativos altos. Por otro lado, a pesar de que investigaciones previas consideran la clase social o los ingresos como potenciales variables influyentes en las ACP, el presente trabajo no aporta datos generalizables para esta cuestión, debido a que los grupos de comparación no son proporcionales en la muestra.

Con respecto al modelo causal, se observa que la participación sociopolítica no predice sentido de comunidad. Estos datos podrían relacionarse con las ideas de Putnam (2000) acerca del declive en la participación electoral y en los movimientos sindicales, asociacionistas, etc. Al contrario, la bibliografía consultada en torno a esta vinculación siempre ha estado más centrada en su sentido comunitario (Gómez-Jacinto y Hombrados-Mendieta, 1992). En cuanto a la hipótesis planteada, se confirma que solo las teorías fácticas (estructurales) pueden tenerse en consideración para predecir la participación comunitaria, pero que el sentido de comunidad puede estar causado también por explicaciones culturales. Este dato supone que una mayor identificación y conocimiento de la influencia de aspectos estructurales causa una mayor movilización por una parte y una búsqueda de sentido de identidad por otra, ya que se trata de una situación fuera del control directo del individuo, pero en la que se puede intervenir mediante la fuerza grupal. De igual forma, se confirma que la participación comunitaria tiene un efecto mediador entre las explicaciones causales estructuralistas y el sentido de comunidad, reforzando la idea expuesta.

Conclusiones

Este artículo revela que las creencias sobre qué causa la pobreza en el tercer mundo tienen un efecto en el desarrollo del sentido de comunidad en los contextos cotidianos. En concreto, el sentido de comunidad se relaciona con dos tipos de explicaciones, la cultural y fáctica. Asumir un condicionamiento de tipo cultural, como proponen Bullock (2004) y Cozzarelli et al. (2001) establece que los miembros de la sociedad son afectados por variables comunes (valores, normas, tradiciones, etc.). Akfirat et al. (2016) consideran este tipo de atribución como una característica interna que disminuye la probabilidad de movilizar por un cambio social. Estos mismos autores indican que los individuos que se socializan en este tipo de cultura desarrollan sentimientos de marginalidad, dependencia e inferioridad, mismos que dificultan, aún más, el cambio social. Se considera que este efecto puede afectar también las atribuciones intergrupales como la empleada; es decir, si en una sociedad se explica la pobreza por causas internas de tipo cultural, disminuye la probabilidad de acciones antipobreza. Este argumento podría explicar el hecho de que las atribuciones de tipo cultural tampoco tengan ningún efecto sobre la participación.

Las explicaciones más estructurales (como las fácticas), aunque se encuentran fuera del control directo de los individuos, podrían ser objeto de influencia, ya sea por acciones electorales, civiles (protestas, huelgas, peticiones, etc.) o por la creación de instituciones específicas que cooperen por la transformación social. Pinazo et al. (2010) señalan que las personas que se comprometen personalmente a ayudar, en comparación con las que no ayudan, tienen una probabilidad significativamente menor de creer en teorías internas, esto es, que cuanto mayor es el compromiso de ayuda, más probabilidades hay de que asignen la responsabilidad de la pobreza a los poderes existentes. Los comportamientos prosociales (comportamientos voluntarios destinados a beneficiar a otros, como dar, ayudar, cuidar o consolar) actúan como un precursor del compromiso cívico (Luengo Kanacri et al., 2016).

En vista de los resultados, la investigación presentada asume algunas limitaciones. Es posible que existan otras variables no contempladas en la relación entre las atribuciones causales y el sentido de comunidad. Del mismo modo, se asume que el contexto sociocultural español incide en las atribuciones que hacen los individuos, pudiendo ser de otra naturaleza y dirección en otros lugares. Adicionalmente, es necesario reclutar una muestra donde los grupos de comparación según ingresos y estatus social permitan contrastar la percepción de las atribuciones causales de la pobreza, así como tener en cuenta la comparación por grupos de edad adulta atendiendo a grupos de entre 47 y 64, a diferencia de grupos de más de 65 años. En vista de nuestras conclusiones, también se consideran como futuros trabajos explorar la vinculación de variables comunitarias (empoderamiento, conductas de ayuda, apego e identidad con los lugares, etc.) con la dimensión sociopolítica de la participación.

Respecto a las repercusiones prácticas y profesionales del presente trabajo, cabe señalar que las campañas de solidaridad internacional, de tipo informativo o educacionales, podrían enfocarse en las representaciones sociales que aluden a cuestiones más estructurales, dado su mayor peso en la participación y en el sentido comunitario. Este tipo de datos pueden ser de interés para el activismo social o las organizaciones con fines sociales.

En un mundo cada vez más globalizado y plural, resulta relevante conocer que imágenes se crean en torno a la pobreza y el lugar de responsabilidad que se le atribuye. Cuando las personas asumen el control de lo que sucede, actúan en consecuencia para modificar las situaciones. Además de los mecanismos de discriminación, la falta de recursos económicos puede ser un elemento determinante de la exclusión social, pues a veces está ligada a situaciones migratorias, de refugiados, sinhogarismo, etc. Por tanto, tan importante será que las personas asuman responsabilidad y que se faciliten medios para poder hacerlo. Esta idea resulta clave para el diseño de programas de sensibilización, intervención y cooperación más ajustadas a la población destinataria. Sánchez Santa Bárbara (2000) considera que el marketing social puede ser una vía de intervención en aspectos comunitarios, como el asociacionismo. Estudios como los de McWha y Carr (2009) ya inciden en que las imágenes en campañas deben atender a los segmentos de mercado.

Futuras investigaciones podrían analizar en qué medida se replica el modelo causal de segundo orden en otras sociedades. Las atribuciones causales intergrupales se utilizan para explicar y predecir fenómenos del entorno y afectan a la imagen que de otros países se establecen; este tipo de cogniciones podrían estar en la base explicativa de la solidaridad y la cooperación internacional. A su vez, la asociación entre las atribuciones causales de la pobreza y las variables psicosociales analizadas abren una vía de exploración acerca de cómo las atribuciones afectan a nivel psicosocial en los contextos de residencia.

A nivel de intervención, las iniciativas de desarrollo comunitario pueden valorar el incluir agentes y procesos de participación y articulación que incluyan las atribuciones causales de la pobreza. Un proceso pedagógico en el que los actores comunitarios y sociales tengan en cuenta como las imágenes sociales están influyendo en las conductas de participación. En este sentido, sería trasladar a la comunidad la conciencia de que los factores estructurales influyen en las condiciones de vida y desde ahí, abrir espacios de diálogo que permitan proponer soluciones o iniciativas de mejora, tanto para comunidades cercanas como para las acciones de ayuda humanitaria.

Agradecimientos

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Financiamiento

La presente investigación proviene de recursos aportados por las autoras.

Recibido: 30 de Abril de 2021; Aprobado: 20 de Julio de 2021; Publicado: 19 de Septiembre de 2022

*Autor para correspondencia: María Luisa Ríos-Rodríguez. Email: mlurios@uma.es

Todas las autoras del manuscrito declaran no tener conflictos de intereses de ningún tipo.

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