Presentación
En este trabajo damos a conocer el viaje de Juan Rodríguez Cabrillo al Pacífico septentrional novohispano. Partimos de la consulta de un documento inédito, la “Relación” de ese viaje que es de autoría de un Juan Páez, si bien suponemos se debe a la pluma del piloto Bartolomé Ferrer. Con base en este documento centramos nuestra atención en la descripción de un viaje que estuvo auspiciado institucionalmente por la corona española a través de su virreinato novohispano. A lo largo de la descripción, lo comentamos, en muchos de sus momentos, para compaginarlo con las ubicaciones de los diferentes accidentes geográficos por ellos mencionados. Así es como contemporizamos y actualizamos el desenvolvimiento de la travesía.
La metodología seguida es la que corresponde a la vinculación entre una verdad histórica -el viaje y la figura de Rodríguez Cabrillo-, y una historia de la ciencia, que encierra diferentes verdades históricas. La información la obtuvimos en fuentes primarias hasta ahora poco conocidas. La interpretación está dada desde la mirada de una historia social de la ciencia que da a conocer, por un lado, los aportes que, a diferentes disciplinas, proporcionó el descubrimiento de las costas e islas por las cuales navegaron los expedicionarios y, por otro, a la figura del capitán de la travesía. No dejamos de lado considerar que, a partir de esa mirada social, tanto el capitán Rodríguez Cabrillo, como el piloto Ferrer, fueron unos más de los integrantes del grupo ocupacional de los marinos y expedicionarios. Un conjunto de individuos que unieron a su práctica, el interés por descubrir incógnitas geográficas y que, en el desenvolvimiento de ese objetivo, supieron, tan acertadamente, desempeñar sus roles ocupacionales. Roles que, en su parte más destacada, señalan la necesidad, siempre presente, de someterse a una disciplina jerarquizada en las actividades marítimas, su observancia a raja tabla, permitió llevar a buen término las finalidades a ellos encomendadas por la autoridad suprema, el virrey en turno. Sobre el personaje central, presentamos una breve biografía que parte de los escasos datos que sobre el militar y marino existen y que los analizamos desde la perspectiva de la prosopografía como método de análisis histórico que incluimos en nuestra línea de investigación. Se busca destacar el desarrollo de las acciones y quehaceres de cada sujeto y se vuelve de verdadera utilidad socio-histórica cuando facilita la comparación y contraste entre varios individuos del mismo grupo o de grupos diferentes y pertenecientes a una época o periodo histórico. Emplear este análisis con nuestro personaje central señala hacia una continuidad con numerosos personajes de nuestra historia de la ciencia que hemos trabajado a lo largo de nuestra línea de investigación. Considerar así a Rodríguez Cabrillo nos proporciona un elemento más para establecer, en algún momento, esa prosopografía de todas estas figuras.
Desarrollo institucional
Las dos primeras expediciones que apoyó y organizó la institución que representaba el primer virreinato novohispano a la cabeza del cual estuvo Antonio de Mendoza y Pacheco, y por tanto, con carácter institucionalizado, no fueron exitosas desde la perspectiva económica y material. Se trató de la expedición terrestre a cargo de Francisco Vázquez de Coronado y la marítima encomendada a Hernando de Alarcón y a Melchor Díaz. A pesar de los claros y por ello decepcionantes reportes de los dos recorridos, Mendoza no perdió la esperanza de otros logros más positivos.
Su insistencia obedeció a dos motivaciones: interna y externa. La primera, mantener el desempeño de su rol social y ocupacional como promotor de expediciones con una muy posible oculta inclinación por la aventura, propia de ese Renacimiento que concluía. La externa y abierta y, además propia del momento, por un lado, continuar la búsqueda del estrecho para acortar la travesía marítima este-oeste; por el otro, conquistar y colonizar los territorios septentrionales novohispanos. A consecuencia de las narraciones de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, se despertaron las ambiciones de los hombres fuertes del momento: Cortés, Alvarado y Hernando de Soto. Cada uno, por diferentes razones se consideraron con derecho para conquistar y colonizar aquellas tierras que se imaginaba eran muy superiores en extensión y riquezas a la Nueva España. Cada uno logró la autorización de la Corona, la cual veía en estas concesiones la oportunidad de beneficios a un muy bajo costo.
Así, se gestó una nueva empresa en la cual se unieron: la institución virreinal con todos sus rasgos de poder político, económico y social con el dinero, la experiencia y el interés ocupacional de uno de los conquistadores, Pedro de Alvarado. No fue un compromiso sencillo, llevaba mucho fondo que se manifiesta en el amplio texto de la capitulación que celebraron los dos personajes. Ya el hecho mismo de que el virrey se trasladara a un apartado poblado michoacano -Tiripitío- para firmar el acuerdo, es revelador de su importancia. Como se desprende del documento, era el Adelantado Alvarado quien poseía el derecho inicial a la exploración, de ahí que, al virrey, quien ya había iniciado la expedición, le conviniera sellar el convenio.
La flota que tan bien tenía abastecida y preparada Alvarado consistía de doce embarcaciones, de ellas nueve naves ancladas en el puerto de Santiago de Buena Esperanza. Las otras tres eran una fragata, una galera y una fusta surtas en Acapulco. Todas ellas ya provistas de gente de pie y caballo y debidamente aprovisionadas con bastimentos. Una vez celebrado el convenio, Alvarado condujo sus navíos al puerto de “Navidad” o de “La Purificación” en Jalisco para desde ese sitio emprender la navegación hacia las costas del septentrión. Fue su última parada antes de acudir al llamado del gobernador Cristóbal de Oñate, acción en la cual, como bien se sabe, perdió la vida el 4 de julio de 1541 y sus consecuencias para los descubrimientos fueron inmediatas, la exploración concertada con el virrey quedó automáticamente truncada. Sin embargo, Mendoza no podía cejar ya en su empeño y, en cierta forma favorecido por la ruptura del convenio, tomó de éste lo que le resultó más conveniente, algunas de las embarcaciones. Seis las destinó al viaje hacia las “Islas de la Especiería” y otras dos a la exploración de las costas septentrionales occidentales de la Nueva España.
Juan Rodríguez Cabrillo toma el relevo de Pedro de Alvarado
A Rodríguez Cabrillo correspondió el desempeño del rol social de navegante y explorador en unas costas, en gran parte, totalmente incógnitas y con ello, en sus primeras latitudes, la continuidad de la grandiosa empresa geográfica que realizó Ulloa en torno a la península bajacaliforniana. El éxito de Rodríguez Cabrillo no fue menor, ya que geográfica y náuticamente amplió el conocimiento de esa costa californiana al poner por primera ocasión en el mapa mundial, lo que más adelante se denominaría la Alta California. Sobre Rodríguez Cabrillo hemos escrito, hace algunos años un interesante estudio.3 Ahora, volvemos a él, pero con nuevos materiales primarios y secundarios, incursionamos en las realizaciones de este infortunado español que, junto con su piloto, dejaron sus vidas en aquellas elevadas latitudes de la América Septentrional Occidental.
¿Quién fue Rodríguez Cabrillo?
Muy pocos son los datos biográficos que sobre este sencillo militar hemos podido recabar, sin embargo, la historiografía ha realizado avances en cuanto a la discusión sobre su origen. Su naturaleza fue tratada por primera ocasión por el cronista español, su contemporáneo, Antonio de Herrera y Tordesillas (Herrera y Tordesillas, 1601-1615) en su clásica obra. Este autor se refiere al navegante como Juan Rodríguez Cabrillo Portugués y ha sido a partir de esta mención que los subsecuentes trabajos lo consideran de origen lusitano. En 1986 el historiador norteamericano Harry Kelsey concluyó que era factible que hubiera nacido en España, escribe: “probablemente en Sevilla; sin embargo, es posible que haya nacido en Cuéllar”, no proporciona fecha exacta de nacimiento y tan solo señala que vio la luz primera en una familia humilde, alrededor de 1498 o 1500 (Kelsey, 1998) y que sus padres trabajaban en la casa de un importante comerciante sevillano. Años antes, en 1973, Michael W. Mathes realizó un muy bien documentado trabajo en el cual se ocupa del origen de Rodríguez Cabrillo (Mathes, 1973). La consulta de estos dos estudios no deja duda del origen español de Rodríguez Cabrillo.
No se ha podido precisar la fecha en que entró al servicio de la corona española, posiblemente lo haya hecho para poder participar en la empresa conquistadora del Nuevo Mundo. Es muy posible que para 1518 Rodríguez Cabrillo se haya trasladado a Cuba en compañía de Pedro de Alvarado. No hay duda de que de la isla antillana pasó a la Nueva España con la gente de Pánfilo de Narváez, enviada por el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, en persecución de Cortés. Llevaba ya el cargo de capitán de un reducido grupo de ballesteros, esto es, se adentraba en el rol de miliciano; pisó suelo mexicano el 23 de abril de 1520 cerca de la Villa Rica de la Vera Cruz. Como todos los hombres de Narváez, él también se incorporó a las huestes de Cortés y con el conquistador se trasladó a los alrededores de la gran Tenochtitlán.
Un poco más tarde le encontramos mencionado por Bernal Díaz del Castillo (Díaz del Castillo, 1955) como el capitán que junto con otros tres hombres de mar fueron encargados de elaborar la pez para brear los bergantines que se construyeron para el ataque a la capital azteca.
A propósito, Mathes (1973) escribe que figuró bajo el mando de Juan Rodríguez Villafuerte en la construcción de los trece bergantines que se utilizaron en la conquista de la gran Tenochtitlán en agosto de 1521. Le encontramos ya incursionando en tareas y acciones vinculadas a la navegación. Su acción en esta empresa le rindió buenos frutos y en los dos años siguientes acompañó a Francisco de Orozco en la campaña para sojuzgar los pueblos de Oaxaca. De acuerdo con Hernández Sánchez-Barba, Cortés informó que sucedió esto en mayo de 1522 (Cortés & Hernández, 1963). Más adelante estuvo con Alvarado en la pacificación de Tutepec y a partir de ese momento continuó al servicio del gobernador de Guatemala y Honduras. Colaboró con él en diversas campañas por lo que recibió algunas compensaciones como los tributos de Cobán. Mathes amplía esta información y escribe que para el 12 de agosto de 1524 fue recibido por el Cabildo de Santiago de Guatemala como residente en la ciudad y se estableció como colono en Guatemala (García, 1934).
Conocemos que Rodríguez Cabrillo regresó a España en 1524 para contraer matrimonio con doña Beatriz Sánchez de Ortega, hermana de uno de sus compañeros de armas Diego Sánchez de Ortega (Archivo General de Indias [AGI], Justicia, 280). Existen varias noticias sobre los descendientes del matrimonio, que no vienen al caso incluir aquí.
A su regreso a Guatemala en 1529 Rodríguez Cabrillo recibió una encomienda en Cobán en donde explotó las minas cercanas a Uzpantlán y Tequiziztlán con su cuñado. En 1536, cuando residía en Gracia de Dios, Alvarado le concedió las encomiendas de Teota y Cotela (Archivo General de Indias [AGI], Escribania).
Después de este último año la vida de Rodríguez Cabrillo queda vinculada estrechamente con las tareas náuticas en su rol de marino. Su sucesiva contribución al campo exploratorio estuvo ligada a sus conocimientos marinos los cuales fueron aprovechados por Cortés y Alvarado. Desde luego que Rodríguez Cabrillo no fue un marino con estudios ni con una larga práctica, se formó sobre la marcha y su participación en la larga y dura travesía a las Californias se debe entender a partir de sus tareas militares, de su estrecha vinculación con el Adelantado Alvarado y con la ambición natural de todo residente y colono de la Nueva España.
Rodríguez Cabrillo asumió su rol social como marino y responsable plenamente hacia 1540, cuando el ya entonces nombrado Adelantado de Guatemala le encomendó la vigilancia de la construcción de la flota que navegaría por el Pacífico. Rodríguez Cabrillo fue uno de los conductores de las naves en su traslado desde el astillero de Acajutla en El Salvador hasta los dos puertos de la Nueva España: Acapulco y Santiago. Es más, poco antes de morir, Alvarado lo había nombrado capitán general de la flota y al fallecimiento de éste, el virrey Mendoza respetó la designación, seguramente, conocedor de la valía de Rodríguez Cabrillo como marino, le encomendó la parte de la empresa que debería reconocer las costas occidentales de California y el mando de dos de las naves que había preparado Alvarado y que a su muerte pasaron al virrey Mendoza. Las naves escogidas fueron, como la capitana la “San Salvador” y como segunda o almiranta, la fragata llamada “Victoria”. El piloto mayor fue Bartolomé Ferrer o Ferrelo, originario de Levante, uno de los pilotos fue Bartolomé Fernández, en tanto que los maestres fueron Antonio Carrera y S. Remo. La información de estos especialistas encargados de la navegación la encontramos mencionada por el historiador de la época, Antonio de Herrera y Tordesillas (Herrera y Tordesillas, 1601-1615).
Los navíos que se emplearon fueron pequeños y poco aptos para la difícil navegación que enfrentarían, a pesar de lo cual, alcanzaron una latitud extrema para ese tipo de navegación. Sin duda que el éxito deba atribuirse a la experiencia náutica de los responsables de esta exploración Rodríguez Cabrillo y centralmente, los dos pilotos.
El Viaje de Rodríguez Cabrillo y de Ferrer
Ha sido gracias a la descripción que en su momento se realizó sobre el viaje como ha perdurado hasta nosotros el conocimiento entonces adquirido. Ha sido atribuida por algunos autores a un tal Juan Páez (Archivo General de Indias [AGI], Patronato, 20,N.5,R.13), sin poder precisar quién fue este personaje. Lo más seguro es que haya sido escrita por el piloto mayor, Bartolomé Ferrer, a quien correspondió continuar la travesía a la muerte de Rodríguez Cabrillo. El documento original lleva el título:
Relación hecha por Juan Páez, sobre el descubrimiento que hizo Juan Rodríguez, navegando por la contra-costa del Mar del Sur al Norte. Para su viaje salió del puerto de la Navidad el 27 de junio de 1542.
Contamos con copias del manuscrito en la “Colección Muñoz” y la Relación fue publicada en español en Buckingham Smith, Colección de Varios Documentos para la Historia de la Florida y Tierras Adyacentes, Tomo I (Smith, 1857). El documento original se encuentra en el Archivo General de Indias, puede consultarse en línea y así lo hemos realizado, ampliándolo con las anotaciones que al mismo realizó el historiador norteamericano Herbert Eugene Bolton y que se refieren, fundamentalmente, a la identificación de su toponimia con la actualmente conocida. Este autor, a su vez, debe mucha de la información relativa a la ubicación geográfica a su colega Davidson, según testimonia el propio Bolton. El documento que nosotros hemos transcrito y empleado corresponde al inglés Buckingham Smith, en el cual, como dijimos, se publicó la Relación en español. Al parecer la transcripción se debe a Martín Fernández de Navarrete, cuando menos hay una nota por él firmada. Nosotros la hemos cotejado cuando teníamos alguna duda con el original del archivo sevillano; la Relación que incluimos como Apéndice de este trabajo.
El original de la Relación es, desde la perspectiva estilística, un documento muy sencillo y escueto, producto de la mano de un individuo con una formación muy simple y que bien puede corresponder a la de un militar sin estudios, producto de la práctica, como sin duda lo fueron Cabrillo y Ferrer. La redacción es repetitiva con un limitado vocabulario que da cuenta concisa de los avances cotidianos en la navegación. Expresa las medidas de su recorrido en leguas y señala con frecuencia, de las coordenadas, tan sólo la latitud que era, desde luego la única dimensión que en esos tiempos se manejaba y en la que considera se localizaban los sitios en donde surgían o a los que llegaban. Con frecuencia da cuenta de la observación o presencia de los naturales, pero los comentarios sobre los indígenas son limitados con escasos aportes antropológicos y/o etnológicos, pero, debe quedar claro, que sí los hay dentro del texto.
La travesía, en su parte inicial, siguió, en términos generales, el derrotero del viaje previo de Francisco de Ulloa hasta, aproximadamente los 30° latitud norte. El adelanto que podemos otorgar al recorrido de Rodríguez Cabrillo sobre el de Ulloa, consiste en determinar con una mayor exactitud geográfica, la mayor parte de los puntos que tocaron los navegantes anteriores y asignarles denominaciones a aquellos sitios que no precisó Ulloa. Tal fue el caso de la actual y pequeña Isla de San Roque, descubierta antes, pero hasta el viaje de Rodríguez Cabrillo designada con el nombre de Santana, o bien otra, la cercana a la Isla de Cedros a la que llamaron San Esteban y ahora se conoce como Isla de la Natividad en latitud 27° 53’.
Durante lo que nosotros consideramos como la primera parte del recorrido de Rodríguez Cabrillo su principal aportación científica radicó en esa mejor precisión de los accidentes geográficos que, en una forma u otra, ya eran conocidos. Sin embargo, Rodríguez Cabrillo y su piloto Ferrer aportaron una clara definición y una mejor toponimia, aunadas a breves, pero concisas descripciones de la naturaleza de las costas e islas. No hay nuevas aportaciones etnográficas y antropológicas, ya que durante esta etapa del viaje no tuvieron la oportunidad de contar con la presencia de los habitantes naturales de la zona. Señaladas estas características generales entramos de lleno en la expedición marítima que dio a conocer, a la cartografía mundial, las costas bajacalifornianas y especialmente las de la Alta California, hasta aquel momento totalmente ignoradas y desconocidas, pero en las cuales vivían sus pobladores originarios, indígenas con una incipiente cultura comparada con la del mundo español, pero con un modo de vida y de actuar propios de su naturaleza y entorno geográficos.
La navegación se inició un 27 del mes de junio de 1542 y partieron desde el puerto de Navidad en las actuales costas de la entidad federativa de Jalisco, sitio conocido actualmente como Barra de Navidad un poco al norte del puerto de Manzanillo y en coordenadas 19° 12´ N y 104° 40’ O. Desde ese sitio navegaron con rumbo noroeste durante un día y una noche para alcanzar el Cabo Corriente en una distancia de rumbo norte de 40 leguas sobre la costa, aproximadamente 220 kilómetros; llevaron vientos del sureste. Los dos días siguientes continuaron la misma dirección y avanzaron 35 leguas más para llegar el domingo, 2 de julio cuando tuvieron a la vista la California, probablemente se encontraban frente a las costas de Mazatlán, altura en la cual resulta relativamente fácil el cruce hacia la península; lo efectuaron para el lunes siguiente debido a las condiciones climáticas poco favorables y surgieron en la punta de la California. Seguramente se referían a lo que en la actualidad conocemos como Palmillas, sitio aún alejado de la punta geográfica de la península, el Cabo de San Lucas. En ese lugar permanecieron dos días y para el jueves siguiente anclaron precisamente en el puerto de San Lucas en donde tomaron agua y volvieron a partir al anochecer; lo consideraron como puerto limpio y fondable en una tierra pelada y doblada; lo situaron en 23°; sus coordenadas reales son 22° 53’ N y 109° 54’ O.
Continuaron el viaje remontando la costa norte desde el Cabo San Lucas en dirección a la hermosa Bahía de la Magdalena, que, por cierto, no se corresponde exactamente a la actual, aunque debió de haber quedado en las cercanías. Después de 5 leguas4 salieron a la costa el sábado siguiente, 8 del mes, en la punta de la Trinidad. Desde la costa vieron que al interior se apreciaban sierras altas e peladas e dobladas y permanecieron en ese lugar hasta el miércoles siguiente, ya que el tiempo del oeste al noroeste no les era propicio para continuar viaje. La Trinidad, a donde llegaron el miércoles 12, la ubicaron en 25° N y frente a ella escribieron de la existencia de una isla de unas diez leguas de longitud y dos de latitud, la situaron en la banda del sureste y el puerto lo consideraron limpio y fondable, pero sin agua ni leña. Más adelante mencionan el Puerto de San Pedro en 25.5° y en esa altura navegaron por la costa que hace una gran ensenada, el cabo de la cual está en 26 grados y citan un sitio más, la Bahía de San Martín antes del puerto de la Magdalena a 40 leguas de la bahía antes dicha y en donde estuvieron el miércoles 19 de julio. Por las descripciones, sin duda estaban en las inmediaciones de la actual Bahía de Magdalena, si bien, las coordenadas no se corresponden, las actuales son 24° 35’ N y 112° 00’ O.
Un día después, el jueves partieron de ese puerto y continuaron su navegación a lo largo de la costa con vientos muy ruines y a las 6 leguas encontraron un surgidero detrás de una punta a la que llamaron Punta de Santa Catalina. Continuaron en la misma forma su recorrido con rumbo norte y para el martes 25 del mismo mes, descubrieron una bahía grande en los 27 grados y medio en una distancia de 23 leguas de la Bahía de Magdalena; en esa altitud encontraron el puerto que bautizaron como Puerto de Santiago muy cerca del cual toparon con unos bajos muy peligrosos y de peña a los que llamaron Habreojo, precisamente por el requerimiento de “abrir los ojos” para no encallar. Pueden muy bien corresponder a la actual Punta de Abreojos que se localiza en latitud de 26° 42’ N y 113° 25’ O y marca la entrada a la Laguna de San Ignacio, la gran reserva de la biósfera que es visitada por las ballenas grises para la procreación de la especie.
La navegación de Rodríguez Cabrillo continuó a lo largo de la costa hasta el grado 28 de acuerdo a sus medidas y ahí surgieron al abrigo de una punta en donde volvieron a ver arboledas, las que no habían tenido a la vista desde la Punta de California. El terreno era de sierras altas y fragosas y denominaron al lugar Santa Ana en donde vieron una isleta en distancia de una legua de la tierra.
Para el jueves 27 continuaron navegando desde ese punto para volver a anclar en un puerto que llamaron Puerto Fondo debido al mucho fondo que junto a la costa tenía y que correspondía a cerca de 30 brazas y era limpio. Al día siguiente, viernes, partieron de él, pero tuvieron que regresar en tres ocasiones debido a que el mal tiempo no les permitió avanzar y permanecieron en el puerto hasta el lunes siguiente, el 31 de julio, día de San Ignacio.
El primer día del mes de agosto dejaron ese lugar y navegaron cosa de 10 leguas para volver a echar anclas en un nuevo puerto al que denominaron San Pedro Vincula a la vista de la gran Isla de Cedros, la que ubicaron en 28 grados y medio largos, la tierra la encontraron alta, fragosa e pelada y anotaron en esa altura que desde California no habían tenido a la vista ningún Indio. Muy cerca de esa isla, a 4 leguas y más cercana a la tierra localizaron, otra isla, la llamaron San Esteban y puede muy bien corresponder a la actual Isla de la Natividad cuya ubicación coincide con la que marcaron los navegantes. De ella escriben que hace una ensenada grande que no parece tierra y que tenía una buena canal con mucha yerba sobre el agua que se creía en el fondo y está pegado abajo. Consideraron que tendría unas tres leguas de redondez o de boj y un buen puerto y ahí permanecieron hasta el sábado 5 de agosto.
Sin embargo, poco más al sur y unos días antes ya habían tocado tierra en lo que ahora forma parte del territorio, más allá del paralelo 28, límite geográfico entre las dos entidades peninsulares mexicanas, la Baja California Sur y la Baja California. El primer sitio descubierto por Rodríguez Cabrillo en la segunda fue un buen puerto al que llamaron de Santa Clara y que se corresponde con la actual Punta María, aproximadamente 17 leguas al noreste de su punto de partida en el extremo norte de la Isla de Cedros. Fue en este lugar en donde avistaron a unos pocos indígenas, quienes huyeron ante la presencia de los extraños. Navegaron varios días con vientos escasos a lo largo de una costa limpia y fondable con tierra pelada y no fragosa, con llanuras y valles.
Como era de esperarse pasaron a anclar frente a la Isla de Cedros en donde permanecieron hasta el jueves 10 del mes y tomaron agua y leña, pero tampoco encontraron naturales, aunque hallaron rastros de ellos. Según sus mediciones, Cedros estaba en 19° y su punta de sotavento quedaba en la banda del sur en donde se localizaban buenos puertos con agua y leña, pero de tierra pelada. Calcularon que su longitud en la banda sur sería de 12 leguas; su superficie real es de 347 kilómetros cuadrados y su puerto se distingue en la actualidad por ser el de salida para el comercio exterior de la gran producción de sal de las cercanas salinas de Guerrero Negro.
Para el día 13 estaban ya en lo que llamaron Punta de Malabrigo en una ensenada, según ellos, en altura de los 30 grados y medio y se corresponde, muy probablemente, con la actual Punta Canoas en latitud de 29º 25’ N. Poco después hacia el miércoles 16 de agosto una vez recorridas cerca de 10 leguas en seis días llegaron a una pequeña isla a la que llamaron de San Bernardo y la midieron en 30° N; fue descrita como de buen parecer ya que presentó una costa limpia con buen puerto de reparo y tierra adentro vieron valles con algunos árboles, pero también tierra pelada. A pesar de parecer buen sitio no vieron Indios. Se corresponde con la actual de San Jerónimo, localizada en latitud de 29º 48’ N a la entrada de la Bahía Rosario. Poco más adelante de la isla en donde permanecieron algunos días, encontraron un nuevo accidente geográfico la Punta del Engaño, actual Punta Baja, que marca el final de la bahía.
Al domingo siguiente, día 20 de agosto, salieron de la isla de San Bernardo para llegar a la Punta del Engaño a 7 leguas de distancia y en 31º N con una dirección de noroeste al sureste con relación a la isla. Podría tratarse de la punta de costa en altura del actual poblado de El Rosario, más o menos cercano a la costa en altura de 29° 50’ N. Toda la semana siguiente continuaron la costa y a unas 10 leguas de la última punta descubrieron un buen puerto en el cual surgieron para tomar agua y leña con algo de monte y según ellos en 31.5° N.
La Primera Toma de Posesión de la California
Dos días más tarde, el martes 22 de agosto, se produjo un acontecimiento de primera importancia en la navegación y memorable en la historia del Pacífico Norte. El capitán Rodríguez Cabrillo bajó a tierra para tomar posesión de ella en nombre del rey y del virrey y al puerto que escogieron le puso, como era de esperarse, el nombre de Puerto de la Posesión con una laguna en donde pescaban unos naturales, quienes en cuanto vieron a los españoles, salieron huyendo. Tomaron a uno de ellos y le dieron algunos rescates y lo dejaron ir. Este puerto ha sido identificado por los historiadores como el poblado de San Quintín, ya en Baja California Norte, en latitud 30° 24’ N.
Precisamente en estas costas, también se produjo el primer encuentro de relativa importancia con los habitantes de la zona. Los españoles habían permanecido en el puerto para realizar algunas reparaciones a las velas y tomar agua, siempre muy cercanos a la costa. El jueves, guiados por el humo de las hogueras se dirigieron en el batel a ese sitio y encontraron al primer grupo de unos 30 indígenas pescadores. Algunos de ellos, en forma muy tranquila, les acompañaron inclusive a bordo de las embarcaciones. A la vista de los españoles les informaron, por señas, que habían visto a otros hombres como ellos que tenían barbas y traían perros y ballestas y espadas que estaban a 5 jornadas tierra adentro. Muy probablemente se referían a noticias que pudieron haber recibido de los miembros de alguno de los grupos que dos años antes habían reconocido el otro extremo de la Península, el de Hernando de Alarcón o el de Melchor Díaz. Los indígenas fueron descritos como gente crecida y dispuesta, tenían el cuerpo untado con un betún blanco por los muslos, cuerpo y brazos, sus pinturas los hacían ver como si llevaran calzas y jubones acuchillados, portaban armas parecidas a las de los mexicanos e iban ataviados con pieles de venados preparadas en la misma forma en que los indígenas de la Nueva España arreglaban sus cotaras o calzado. Llevaban armas parecidas a las de los mexicanos con sus pedernales en las flechas. El Capitán les entregó una carta para que la llevaran a los españoles que decían que había tierra adentro.
Del Puerto de la Posesión salieron el domingo 27 de agosto y a partir de ahí la expedición fondeo aún en varios puntos más hasta dejar costas actualmente mexicanas a la altura de las Islas Coronado frente a las playas de la ciudad de Tijuana. Destacamos aquí cuáles fueron los lugares bajacalifornianos de la Península, descubiertos por Rodríguez Cabrillo: La actual Isla de San Martín, denominada por los navegantes como de San Agustín a la cual llegaron el 27 de agosto y de la cual escribieron que tendría dos leguas de redondez. Continuaron barloventeando hasta el día 30 y regresaron a la isla en donde hallaron rastro de gente, restos de animales y de árboles muy gruesos que había arrojado el mar, según ellos, se trataba de cipreses y cedros. Para principios de septiembre, el domingo 3, se alejaron de la Isla de San Agustín y navegaron en derrota de norte a sur hasta el jueves 7 cuando fondearon en una ensenada en donde terminaba la costa de norte a sur y se volvía al noroeste. Ahí encontraron un valle muy grande, tierra llana y sierras altas con tierra buena, con costa bravas. Para el viernes 8 del mes pasaron por un buen cabo al que llamaron Cabo de San Martín, seguramente frente al actual cañón de Santo Tomás, al que describieron como un sitio en donde hacen remate unas sierras altas que vienen detrás y comienzan otras sierras pequeñas, mencionaron la presencia de un valle grande y otros pequeños con buena tierra y con un puerto limpio y fondable al que llamaron de San Martín. Mencionaron que ahí vuelve la costa al noroeste. En ese sitio cuando tomaban agua llegaron 40 indios con sus armas y flechas, desnudos y llevaban maguey asado y pescado para comer, la consideraron gente crecida. En este punto tomaron una nueva posesión de la tierra y permanecieron ahí hasta el lunes siguiente, 12 del mes, cuando continuaron navegando varias leguas para salir a fondear en una banda que denominaron Cabo de Cruz en 33° N, sin agua ni leña y tampoco vieron Indios. Ya fuera de ese cabo continuaron por la costa del noroeste y sureste y vieron unos Indios en unas canoas muy pequeñas; la tierra es muy alta y pelada e seca y desde California hasta este sitio la consideraron tierra de arenales a la mar y desde aquí empieza la tierra en otra arte, que es tierra de bermejales y de mejor parecer.5
Algunos días después, el domingo 17 de septiembre, navegaron a lo largo de la extensa Punta Banda a la que llamaron Cabo de la Cruz y que marca la entrada a la actual bahía y puerto de Ensenada en la entidad mexicana de Baja California. Sobre ella hay una interesante descripción que corresponde a la naturaleza de las tierras que la circundan y que hacen fondo al buen puerto que bautizaron como San Mateo y del cual tomaron posesión, en algún día entre el domingo 17 y el viernes 22 del mes de septiembre de 1542. Dice al texto:
En este puerto tomaron agua en una laguna de agua llovediza y hay arboledas como de ceibas, excepto que es madera recia, hallaron maderas gruesas e grandes que traía la mar...es buena tierra al parecer, hay grandes sabanas e la yerba como la de España,6y es tierra alta y doblada; vieron unas manadas de animales como ganados que andaban de ciento en ciento y más que parecían a obejas del Perú y la lana luenga, tienen cuernos pequeños de un xeme en largo y tan gordos como el dedo pulgar y la cola ancha y redonda y de largo de un palmo. (AGI, Patronato, 20,N.5,R.13, fol. 10).
Dejaron el puerto de San Mateo hacia finales del mismo mes y en su travesía hacia el norte navegaron a lo largo de la costa durante, aproximadamente, 26 leguas.7 Durante el trayecto vieron hermosos valles arbolados en tierra llana y doblada, así como tierras altas en el interior. Con frecuencia llegaron hasta ellos huellas de ser zona habitada debido a las continuas humaredas, sin embargo, nunca encontraron a sus habitantes. En este recorrido pasaron por tres islas despobladas, la una de ellas mayor que las otras y cercanas a tierra firme. Les dieron el nombre de Islas Desiertas y corresponden a las Islas Coronado ubicadas en latitud de 32° 25’ N, precisamente frente a la actualmente populosa ciudad fronteriza, Tijuana.
Segunda parte de la travesía de Rodríguez Cabrillo
Desde nuestra apreciación el viaje de Rodríguez Cabrillo se distingue por una clara segunda parte, la que se corresponde con los descubrimientos geográficos a lo largo de los litorales de la Alta California. No solamente se trata de una frontera geográfica, también como vimos de carácter natural ya que la tierra y el clima cambian drásticamente. Una vez que cruzaron frente a lo que para ellos eran las Islas Desiertas, las actuales Islas Coronado, estaban dejando las tierras ahora mexicanas e internándose en el estado norteamericano de California.
La presencia de la empresa de Rodríguez Cabrillo al destacar por su insistente interés en dar nombre a lo que descubrían, representa, en la actualidad, una marca de origen y el establecimiento de una identidad hispana en lo que ahora es un país anglo, la cual, hasta la fecha se ha mantenido, vía la toponimia española, sin mencionar las crecientes oleadas de migración latinoamericana, especialmente mexicana que se asienta en esa región y que refuerza su origen, lo quieran o no, hispano.
Para el jueves, 28 de septiembre el primero de los lugares descubiertos en la Alta California fue el favorable puerto actual de San Diego al que se dio el nombre de San Miguel8 debido a haber surgido en él a días de que se celebra la fiesta del arcángel San Miguel. Aquí los navegantes nuevamente volvieron a tener noticia de la presencia de otros españoles armados en el interior de la región. El bello y magnífico puerto lo localizaron en los 34 grados con un tercio, en realidad sus coordenadas correctas son: 32° 42’ N y 117° 09’ O. Después de haber echado anclas frente a él, bajaron a tierra en donde vieron gente, de la cual solo unos cuantos hombres los esperaron, los otros huyeron, pero al anochecer los naturales los flecharon y lograron herir a tres españoles. Estos indios fueron descritos como gente bien dispuesta y crecida, cubiertos con pieles de animales. Durante su estancia en el puerto de San Miguel los navegantes sufrieron un fuerte temporal que los obligó a permanecer hasta el martes 3 del mes de octubre.
Como correspondía a su navegación, Rodríguez Cabrillo continuó su derrota por unas 18 leguas (100 kilómetros) a lo largo de la costa por donde veían muchos valles, llanuras y humaredas y dentro de la tierra muchas sierras. El sábado 7 amanecieron en unas islas cercanas a la tierra a las cuales dieron los nombres de San Salvador y La Victoria. Probablemente sean algunas de las islas en la zona actual de Mission Bay. Aquí, los navegantes pasaron en el batel a tierra y encontraron un buen número de naturales, muchachos y mujeres y algunos de los hombres echaron su canoa y pasaron a la nave española en donde recibieron rescates que les agradaron, se holgaron con ellos.
El domingo 8 del mismo mes, bajaron a tierra en una bahía que llamaron Bahía de los Fumos, pudiera ser a la altura de la actual costa de La Joya, debido a los muchos humos que vieron y en donde los naturales les informaron de nuevo de la presencia de otros españoles; situaron la bahía en los 35 grados y en ella encontraron un buen puerto. Poco más adelante, casi en la misma altura, sólo un tercio de grado más al norte, se encontraron con un bien poblado asentamiento humano cuyos habitantes se desplazaban en canoas para realizar sus pescas; lo bautizaron como Pueblo de las Canoas, cuyo nombre original era el de Xucu y en él Rodríguez Cabrillo decidió enviar dos hombres con cartas en búsqueda de los muchos españoles que los naturales les informaron no se encontraban demasiado alejados.
Sus siguientes encuentros con los naturales fueron bastante cercanos, ya que a lo largo de la costa se desplazaban en sus numerosas canoas; los poblados estaban todos cercanos y los naturales les proporcionaron los nombres de cada uno de ellos, mismos que insertaron en su Relación.9 Los españoles los consideraron como muy buena tierra, muy buenas llanuras e muchas arboledas e sabanas. Los habitantes andaban vestidos con pellejos de animales y afirmaban que dentro de la tierra había grandes cosechas de maíz y contaban con muchas vacas.
El domingo 15 de octubre pasaron frente a una isla grande de unas 15 leguas de largo, distante de la costa 6 leguas y, aproximadamente 18 del Pueblo de las Canoas. De esta isla, a la que denominaron San Lucas asentaron los indígenas que estaba muy poblada con los siguientes pueblos: Niquipos, Maxul, Xugua, Nitel, Macamo, Nimitapal. Es muy probable que estuvieran frente a la conocida Isla Catalina, de la cual escribieron que estaba a 6 leguas de la tierra y a unas 18 del pueblo antes mencionado. Los siguientes días, lunes y martes, navegaron siempre acompañados de muchas canoas de indígenas a quienes obsequiaron con diferentes cosillas y ellos les proporcionaron sardina fresca y muy buena. Estos naturales iban vestidos de pellejos de animales y llevaban el pelo largo y entremetidos cordeles adornados de pedernales, huesos y madera. El miércoles 18 de noviembre fondearon en un cabo en forma de galera y le nombraron así Cabo Galera ya en 36 grados largos; cerca del mismo descubrieron dos islas, una grande de 8 leguas y la otra de 4, con un buen puerto. Las nombraron Islas de San Lucas y muy posiblemente se correspondan con las actuales de Anacapa, Santa Cruz, Santa Rosa y San Miguel de las numerosas del archipiélago del “Canal” o del “Norte”, mejor conocido como de Santa Bárbara. Están situadas, más o menos, frente a las costas de los condados de Ventura, Oxnard y de Santa Bárbara en alrededor de los 33 a los 34° N. En esta zona estuvieron varios días debido al mal tiempo y observaron que entre los pobladores se daban situaciones de enfrentamientos.
Partieron de las islas para el miércoles 25 de octubre y durante varios días anduvieron navegando aún en dirección noroeste y en uno de ellos tomaron nuevamente posesión del lugar. Continuaron su viaje por unas 10 leguas desde el Cabo de Galeras hasta los 36 grados y medio acorde a sus mediciones. No fondearon en ningún sitio debido a lo brava de la costa, pero notaron que desde los 34 grados hacia el norte, el tiempo era muy similar al de España con mucho frío a las mañanas y a las tardes, y con los temporales, grandes cerrazones y los aires pesados. Debieron haber navegado por las costas entre los actuales puertos de Los Ángeles y San Francisco, con costas efectivamente poco accesibles.
Para el primer día de noviembre, el de Todos Santos, se refugiaron en un puerto al que dieron ese nombre y desde ahí se dirigieron al Puerto de las Sardinas que ya habían reconocido para tomar agua y leña. Los siguientes días anduvieron por sitios ya conocidos y lograron navegar hasta lo que ellos situaron en 38 grados y denominaron como Cabo de San Martín. Para el sábado 11 de noviembre perdieron de vista la otra nave y el lunes siguiente reiniciaron la travesía para buscar la embarcación compañera, corrieron al Norte e al Nornoroeste con viento Oeste y Oes Noroeste y se dirigieron a reconocer una tierra muy alta cubierta de árboles y las montañas con nieve y anotaron haber llegado a los 40°. Pero, desde luego, aún no estaban cercanos a esa altitud, sino aún mucho más al sur, probablemente a la altura de Monterey, hacia los 36° 36’ N.
Para el jueves 16 mencionan en su documento haber amanecido sobre una ensenada muy grande toda llena de pinos y en los 39 grados, la nombraron Bahía de Pinos y por la situación bien pudieron estar en la actual región de Monterey, en la cual al norte de esa península existe un sitio que conserva aún el nombre de Point Pinos y parecería concordar con el sitio descrito por Rodríguez Cabrillo y compañeros. Los siguientes días navegaron por la zona y se percataron de la existencia de elevadas montañas nevadas por lo cual dieron nombre a ese sitio como Sierras Nevadas y al cabo que salía, desde luego, Cabo de Nieve al que ubicaron en 38° y dos tercios, posición de dos grados superior a la de la península de Monterey, error totalmente justificable para la época, ya que según especialistas modernos han considerado que el error de altitud variaba entre uno y medio y dos grados.
Consideramos que es esta posición geográfica una de las más septentrionales alcanzadas, si bien pudieron haber seguido casi en forma errabunda hasta el Cabo Mendocino. Escribieron que recorrieron toda la costa desde la Bahía de Pinos hasta las Islas de San Lucas buscando un abrigo, pero no lo encontraron. Fue así como se refugiaron en una de las muchas islas de ese conjunto, a la que habían dado el nombre de Posesión10 y en ella, a 3 días del mes de enero de 1543 falleció de esta presente vida Juan Rodríguez Cabrillo, Capitán de los dichos navíos. El motivo de su muerte fue el haber sufrido una caída durante el viaje de ida, a consecuencia de la cual se quebró un brazo a la altura del hombro, herida que se le infectó durante los días siguientes y vino a repercutir en su fallecimiento.
El mando de la empresa pasó a las manos del piloto mayor Bartolomé Ferrer o Ferrelo, originario de Levante en España. El Capitán les encargó mucho al tiempo de su muerte que no dejasen de descubrir cuanto posible fuese por toda aquella costa. La isla fue designada en honor del capitán con su nombre, mismo que no se conserva en la actualidad, pero en cambio sí una larga carretera de California se llama “Cabrillo Highway”.
Durante varios de los siguientes días navegaron por esas islas con tiempo muy poco favorable que les obligó a buscar refugio en una u otra isla y así recorrieron varias de ellas. Inclusive regresaron al Puerto de las Sardinas en donde tomaron leña y padecieron fuerte frío, observaron que los naturales se alimentaban solamente de bellotas. Más adelante, sobre el 18 de febrero, llegaron a la Isla de San Salvador que bien puede corresponder a la actual Año Nuevo Island en (37° 33’ N) y desde ella vieron seis islas grandes y pequeñas.
Para el 22 de febrero retornaron en la búsqueda del Cabo de Pinos y aun 20 leguas más allá por costas muy bravas y con mal tiempo; no vieron rastros de indios; para el miércoles 28 de ese mes, o sea a finales del mismo, anotaron la altitud de 43 grados, desde luego, exagerada. Pero es muy posible que en viajes un tanto errabundos hayan recorrido, como señalaron, unas 100 leguas marinas, en cuyo caso bien pudieron llegar hasta una altura parecida a la del Cabo Mendocino.11 Durante esta parte de la travesía el mal tiempo y la furia del mar hizo peligrar seriamente a las naves, a tal grado que los tripulantes se encomendaron a Nuestra Señora de Guadalupe y ofrecieron varias mandas y después de padecer muchos contratiempos, finalmente, el sábado al medio día, ya en el mes de marzo, abonanzó la mar y percibieron cierta calma. Para el día 5 del mes retornaron a la Isla de Juan Rodríguez con mucho frío y no se atrevieron a tomar el puerto pues el mar estaba sumamente agitado en tal forma que buscaron refugio en la Isla de San Salvador. Esa noche perdieron de vista al navío acompañante y pensaron que el mar se lo había tragado, ya que al amanecer tampoco lo descubrieron; consideraron que habían alcanzado los 44 grados. Esta fue la altura registrada más septentrional y desde ese momento la travesía se manifestó en viaje de retorno, así se comprende por los sitios que se mencionan en el documento, ya todos previamente recorridos. Llegaron al Pueblo de las Canoas sin encontrar a la nave Victoria; para el domingo 14 de marzo escriben que allegaron al Puerto de San Miguel sin encontrar a la compañía ni noticias de ella. Permanecieron seis días a la espera; tomaron a dos muchachos en calidad de lenguas para llevarlos a la Nueva España y dejaron varias noticias por si llegaba la nave perdida.
Las siguientes paradas son muy rápidas en recorrido, mencionan la Bahía de San Mateo y luego ya el Puerto de la Posesión, a donde llegaron el 21 del mes y, localizado, como ya se vio, en plena península de la Baja California. La siguiente parada que se consigna es la de la Isla de Cedros a la cual arribaron a la media noche del viernes 23 de marzo. Permanecieron en ella y el lunes siguiente, con gran alegría vieron aparecer a la nave compañía, la cual se había extraviado a la altura de la Isla de Juan Rodríguez en donde estuvo a punto de perderse en unos bajos muy traicioneros. Nuevamente, en ese sitio, los tripulantes se encomendaron a la virgen y prometieron ir desnudos a su santuario. El final de la travesía se consigna rápidamente al escribir en la Relación que:
Lunes a dos días del mes de abril partieron de la Isla de Cedros la vuelta de la Nueva España, porque no tenían bastimentos para tornar acometer a descubrir la costa. Llegaron en el Puerto de Navidad, sábado a 14 días del dicho mes de abril.
Vino por Capitán de los navíos Bartolomé Ferrel, Piloto mayor de los dichos navíos, en falta de Juan Rodríguez Cabrillo, que murió en la Isla de la Posesión. Venían hombres en los dichos navíos. (AGI, Patronato, 20,N.5,R.13, fol. 15).
Con estos párrafos nos enteramos de que los hombres que participaron en esa empresa, regresaron salvos en los dos navíos: San Salvador y Victoria.
Al viaje que inició como capitán Rodríguez Cabrillo y terminó Ferrer le correspondió el conocimiento y descripción de las costas de las dos Californias, la Baja que comprende la península y la Alta que se corresponde al actual estado de California de los Estados Unidos de América. Desde luego que gran parte de la península había sido ya recorrida por Francisco de Ulloa, pero correspondió al viaje que comentamos, los puntos comprendidos entre los paralelos 30 norte y, según los navegantes, el 43 norte. Sin embargo, como sabemos el cálculo de la latitud no era exacto.
Según el escrito original el último lugar consignado con nombre es el Cabo de Pinos que parece corresponder, como ya dijimos, al extremo noroeste de la península de Monterey en la actual California norteamericana, en donde se registra un parque que lleva el nombre de Point Pinos. Ese sitio se corresponde con una altitud de casi 37 grados. Sin embargo, el documento narrativo señala algunas travesías laterales al noroeste que abarcaron alrededor de 100 leguas marinas. Escribieron que el domingo 18 de febrero cuando se encontraban en los alrededores de la Isla de San Salvador y al cabo que anduvieron obra de cien leguas hallaron los tiempos más recios y mucha mar. Esta isla podría ser, como ya escribimos atrás, la actualmente llamada Año Nuevo Island en (37° 33’ N) en cuyo caso desde ahí esas 100 leguas llevarían, aproximadamente el viaje de Rodríguez Cabrillo y su sucesor, Ferrer, a alcanzar la altura del Cabo Mendocino, (40° 26’ y 124° 24’), actualmente en el Condado de Humboldt, (Lost Coast), ya que esas 100 leguas marinas se corresponden aproximadamente con 500 kilómetros que sería la distancia alrededor que hay entre esa isla, San Salvador y el Cabo Mendocino. Si bien el autor de la Relación no menciona para nada este último nombre, sí sabemos que ese es el punto más occidental de la costa californiana y que los navegantes anotaron que…e vieron una punta que hacía como remate de tierra que volvía la costa Nornoroeste, lo cual se da en los alrededores de ese cabo.
Epílogo
La expedición de Rodríguez Cabrillo y la de Ferrer fue la primera que conoció los litorales mexicanos del norte de la península bajacaliforniana y los de la Alta California, ahora territorio norteamericano. Sus aportaciones a la expansión del conocimiento y de las fronteras fueron de especial relevancia, ya que contribuyeron a demostrar la viabilidad náutica en latitudes septentrionales nunca antes alcanzadas en el Mar del Sur. Simultáneamente expandieron las fronteras de las costas septentrionales, tomaron posesión de las tierras e islas descubiertas, anotaron cada uno de los accidentes geográficos y describieron la naturaleza y a los habitantes de las regiones. Es de gran interés constatar que las dos naves en su recorrido pasaron por las numerosas islas que bordean las costas bajacalifornianas y muy especialmente las californianas. La descripción de los recorridos por las numerosas islas del Canal de Santa Bárbara y de otro conjunto más al norte, frente a Monterey, es altamente significativa, ya que dan una clara impresión de esos entornos insulares. Los avatares climáticos que tuvieron que enfrentar en esas alturas y más al norte durante los meses invernales de enero, febrero y marzo, describen claramente cómo se vieron expuestos al frío, la nieve y las tormentas que los vientos de esas latitudes provocaban. La pérdida o separación de las dos naves, la capitana San Salvador y la segunda, Victoria, describe la angustia y el temor que padecieron sus tripulantes. En igual forma nos enteramos del peligro al que se sintieron enfrentados durante una de las tormentas, a tal grado que se consideraron estar a punto del naufragio y por ello su natural y usual encomienda marina a las fuerzas superiores, en el caso y curiosamente a Nuestra Señora de Guadalupe. ¿Se referían ya a la mexicana virgen recién aparecida al culto en la capital novohispana, en 1531, o bien a la española venerada en el Monasterio de Guadalupe en Extremadura? No es fácil establecer la devoción de referencia; sin embargo, con base en un reciente trabajo de investigación, sabemos que la primera invocación específica a la virgen mexicana procede precisamente de la relación de otro viaje marítimo, el capitaneado por Alonso de Arellano, el cual en su regreso de las Filipinas en el patache “San Lucas” en agosto del año de 1565 a la altura de la California la fuerza del mar los dejó a punto de zozobrar y pidieron a la virgen su socorro y le ofrecieron llevar a cuestas parte de la embarcación a su casa de Guadalupe, en México. Por lo tanto, es muy probable que los marinos de Rodríguez Cabrillo y los de Ferrer hayan implorado a la virgen guadalupana de Extremadura, ya que sufrieron la tormenta 20 años antes y, posiblemente el culto mariano mexicano aún no estaba extendido.
Sin duda una más de las importantes y significativas aportaciones de este fue su casi inmediata repercusión en la cartografía de la época. Según expone Miguel León-Portilla existen claros indicios de que pronto llegaron a España noticias de ese recorrido y que, si bien actualmente no contamos con ningún mapa del mismo, debió haberse enviado alguno a Sevilla, a la Casa de Contratación. La prueba es, escribe León-Portilla (1989), que el historiador Francisco López de Gómara haya dedicado unas cuantas líneas de su Historia de las Indias tan contemporánea como impresa en 1552, a lo que descubrieron la gente del virrey Mendoza. Ese historiador menciona que alcanzaron los 45° y muchos piensan que por allí se junta la tierra con la China. Además, en su mapa del Nuevo Mundo se delinea la península de la Baja California, mencionando tan solo el lugar de c.b. Vallenas y extendiendo hacia el norte la costa hasta una distancia exagerada con fuerte inclinación hacia el Oeste. De la difusión de la empresa de Rodríguez Cabrillo-Ferrer también quedó temprana impronta en el mapa incluido en la obra Delle Navigatione et Viaggi de Ramusio (Ramusio, 1563, p. 38), en la cual se aprecia ya bastante nítidamente el perfil de la Alta California. Existen otros mapas del siglo XVI que nos señalan esos litorales californianos.
Sin embargo, a nivel mundial no fue tanta la difusión dada a esta travesía en su momento ni más tarde, ello motivó que poco tiempo después, a 36 años de distancia, otros navegantes europeos consideraran como uno de sus triunfos náuticos, el recorrido del pirata Francis Drake por esas mismas costas.
Las aportaciones fundamentales del viaje de Rodríguez Cabrillo-Ferrer fueron:
El haber ampliado la delimitación geográfica de los litorales occidentales del septentrión hasta una importante latitud norte que sería conocida como la Alta California.
La anotación detallada del recorrido, de los accidentes geográficos y del clima contribuyó significativamente a establecer las posibilidades de futuros reconocimientos de la costa septentrional.
Se precisó la inexistencia, hasta esa latitud, del estrecho y con ello se intentó despejar parte de la geografía mítica imperante.
Las descripciones de la naturaleza y de los escasos habitantes contribuyeron, sin duda alguna, a una mejor idea de las posibilidades para la futura colonización de esos territorios cercanos a las costas reconocidas.
De acuerdo con León-Portilla (1989), a pesar de los avances en el conocimiento geográfico que se lograron con ésta y con las anteriores expediciones náuticas como la de Ulloa, aún permanecían grandes dudas acerca de la ubicación de los nuevos territorios septentrionales. Fundamentalmente estaban referidas a la cercanía con las tierras de China y Japón, a la existencia del estrecho entre los dos mares y a la amplitud del nuevo continente en su parte septentrional. Persistía aún una geografía mítica en la que se mantenía la fantasía sobre ciudades e islas de fábula que sólo se empezaría a desvanecer a través de los conocimientos de las expediciones marítimas y terrestres de los siguientes siglos.
En el aspecto político el viaje daría lugar, años más adelante, a la preocupación creciente de la corona española por mantener su presencia en las Californias ante la cada vez mayor amenaza de los navegantes ingleses y franceses.
Serán los aspectos científicos, políticos y comerciales los que mantendrán abierto el camino para la continuidad de las exploraciones por el septentrión novohispano. Corresponderá al siguiente virrey, don Luis de Velasco, inaugurar una nueva etapa, la comercial, con dos vertientes, la del camino a la tierra de las especias y su protección y la empresa de la explotación perlífera en las costas californianas. Pero a ello dedicaremos una posterior etapa de esta investigación en el estudio de la aportación relacionada con nuestro septentrión mexicano.