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Intersticios sociales

On-line version ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  n.9 Zapopan Mar. 2015

 

Reseñas

 

Siempre en las calles

 

Jesús Zamora García

 

Rogelio Marcial Vázquez y Miguel Vizcarra Dávila. "Porque así soy yo": identidad, violencias y alternativas sociales entre jóvenes pertenecientes a "barrios" o "pandillas" en colonias conflictivas de Zapopan. Zapopan: Ayuntamiento de Zapopan, 2014

 

CIESAS Occidente.

 

Largo es el tramo que los autores han caminado en la experiencia de la identificación del poderío cultural que subyace en los grupos juveniles marginales diseminados por todos los territorios de la ciudad. El presente libro es una más de esas múltiples y agudas culminaciones a las que de manera conjunta han llegado ambos especialistas. "Porque así soy yo": identidad, violencias y alternativas sociales entre jóvenes pertenecientes a "barrios" o "pandillas" en colonias conflictivas de Zapopan es derivado de una investigación-intervención que hace evidente el caudal de enseñanzas que aún se pueden extraer de los grupos juveniles organizados en torno a la resistencia contra un mundo que pretende pasarlos de lado. Cuatro capítulos, una introducción y una serie de conclusiones puestas en congruencia son la estructura de este notable trabajo, además de un crudo y sólido prólogo del Dr. Carles Feixa, de la Universidad de Lleida (Cataluña, España), señalado por los autores en el libro como el "juvenólogo" de mayor prestigio a nivel internacional.

Por su parte, Marcial y Vizcarra, ambos connotados maestros en la reflexión de los itinerarios que van de la historia a la antropología de las juventudes en la ciudad, logran un trabajo compacto que -como derivado del análisis sociológico- con los años será sin duda una pieza más de las ilaciones locales que permiten hacer ese cruce entre la historia de las pandillas y sus haceres culturales. Los autores hablan de la gradual constitución de estos grupos juveniles en pandillas y de cómo su integración respecto de la sociedad está planteada desde una perspectiva autonomista-cultural que concede pocos grados en el giro de su propia autoimagen.

Como se adivina al inicio del texto, no se trata de un estudio sociológico que, en un afán de vigilancia, busque el arreglo o la integración de las pandillas a la sociedad en los términos dictados por el poder, sino a partir de las propias vivencias y necesidades de los pandilleros. Como antes se señalaba, el libro inicia con el prólogo de Carles Feixa, donde se dibuja brevemente el escenario de ascenso, caída y resimbolización de algunas bandas delictivas conformadas principalmente por jóvenes; organizaciones juveniles producidas en un mundo cercano y, al mismo tiempo, lejano de la globalización, con cierta semejanza con agrupaciones como los Latin King, la Mara Salvatrucha o las legendarias Black Panthers, que han enfrentado la solidificación de modelos institucionales desde los cuales se han sostenido las acometidas que han pretendido disolverlas. Esto desde neoaxiomas represivos como la "tolerancia cero" ideada por el exalcalde de Nueva York, Rudolph Giulliani, cuya empresa de seguridad –la Giuliani Partners llc–, por cierto, fue contratada hace poco más de diez años por la módica cantidad de 4 000 000 de dólares por el entonces secretario de seguridad de la ciudad de México, Marcelo Ebrard, siendo el jefe en ejecutivo Andrés Manuel López Obrador. Derroches de otros tiempos para abatir en lo posible la mancha del crimen organizado que al fin de cuentas terminó por absorbernos. Dice Feixa -y dice bien- que el presente libro viene a ser el la conclusión de una trilogía que va de En la calle otra vez de Rossana Reguillo, pasa por Desde la esquina se domina del mismo Rogelio Marcial, y cierra con "Porque así soy yo"..., libro que aquí se comenta. Dada la naturaleza del esfuerzo del trabajo puesto detrás de cada uno de los pasajes que componen este análisis -las personas a las que se alude, los métodos y los análisis expuestos-, se logra tener una mayor perspectiva de las líneas que conectan las razones de una trama explicativa desde disciplinas como la sociología a la vez de los recursos de la antropología o la historia.

En el capítulo uno, los autores dan cuenta de cómo fueron elegidas las cuatro colonias en las que se basó la investigación. Todas ellas ubicadas en el municipio de Zapopan: Lomas de la Primavera, Mesa de los Ocotes, San Juan de Ocotán y Santa Ana Tepetitlán. La selección para el estudio de estos cuatro puntos fue a partir de las condiciones de marginalidad, falta de infraestructura e inseguridad pública. En la descripción de cada uno de estos lugares, los autores desarrollaron valiosas secuencias históricas que permiten ver cómo en la constitución misma de las colonias, muchísimo antes de la aparición de las pandillas, ya se vertebraban formas más profundas de violencia social como el despojo, el clasismo, la marginación, el racismo y las muchas formas de precariedad derivadas de la ausencia total de servicios públicos.

No sobra decir que además de estas cuatro colonias, los autores también mencionan dentro del cuadro crítico de la violencia juvenil lugares como Arroyo Hondo, Tesistán, La Tuzanía y Tabachines. Para quienes transitan por esos rumbos, los elementos antes mencionados generan un escenario en el que resulta imposible no percibir un dejo de la persistente marginalidad: calles a las que de pronto se les acaba el pavimento para pasar a ser una extensa terracería y zona de hoyancos, que termina en un espacio enclavado al fondo de la colonia, rodeada da bardas grafiteadas, con lámparas que nunca alumbran y cercada de dos decenas de muchachos que indistintamente platican o se toman una cerveza terminado el jornal de trabajo, o del no trabajo. Es a esos resquicios invisibles a los que nos llevan Marcial y Vizcarra. Esos intersticios en los que la policía y el gobierno suelen ver sólo descomposición, pero en los que los autores logran identificar –siguiendo la lógica de un James Scott en Las armas de los débiles (1985), o la inventiva de las resistencias secretas de la cotidianidad de un Derek Sayer (1994)- las esclusas de sobrevivencia de las pandillas como metáfora del carácter indeterminable de su cultura, de sus formas de ser e imponerse en medio del mundo.

Es igualmente relevante destacar cómo en el capítulo dos, llamado "Discursos sobre el 'pandillerismo': La mirada social sobre el fenómeno juvenil", los autores hacen un análisis sobre la presencia de las pandillas como entidad social en los medios de comunicación locales, como diarios, radio y televisión, advirtiendo que buena parte del discurso sobre el significado e identidad de estos grupos juveniles se expone desde la apreciación del poder. Ello con base en el estudio estadístico realizado por los mismos autores, que refiere que en las notas periodísticas del 2012 la prensa tendió a dejar en boca de las autoridades gubernamentales buena parte de las interpretaciones (44%) y en los políticos otro importante tanto (43%). Los académicos especializados en el tema quedaron relegados al 10%, y las asociaciones civiles que trabajan en las zonas de conflictos con un mínimo del 3%; esto sin hablar de las versiones de los habitantes de las propias comunidades, mismas que prácticamente fueron ignoradas.

Es en esta primera parte del libro que Marcial y Vizcarra dan cuenta desde la estadísticas en tanto recurso sociológico, cómo es que el incremento de las pandillas se ha disparado de manera exponencial en municipios como Zapopan, en donde hace apenas tres años, en el 2008, se tenían identificados a 35 de estos grupos, y al llegar el 2011 ya se contabilizaban 198. Esto indica un impresionante incremento del 557%. Y como bien lo señalan los autores en su libro, la alarma de ese crecimiento no se debe situar del todo en el hecho de que estos grupos pudieran resultar amenazantes desde una perspectiva policiaco-represiva, sino desde una serie de reflexiones multidisciplinarias que pudieran dar respuestas sobre las innumerables preguntas –viejas y nuevas- de lo que está ocurriendo con la juventud mexicana.

Es por demás lúcida la apreciación de los autores a la hora de vertebrar la explicación del ascenso de la violencia social en México, al establecer como base las prácticas represivas contenidas en el proyecto profundamente antisocial de la administración del ex presidente panista Felipe Calderón Hinojosa. Para nada sobra la cronología que hacen los autores sobre los peores momentos de la administración calderonista, entre las que se rememora con pesar hechos como las matanzas de los jóvenes en el centro de rehabilitación El Aliviane de Ciudad Juárez, las 23 personas abandonadas sin vida en los Arcos del Milenio, los 72 ejecutados en San Fernando o las narcofosas de La Barca; jóvenes asesinados de manera inimaginable. Es, pues, de ese escenario que se desprenden los análisis, las descripciones y las reflexiones de Marcial y Vizcarra, quienes, digámoslo de paso, como autores aluden a más de medio centenar de personas que de una u otra manera se involucraron en el proyecto, además de los cientos de jóvenes que, al formar parte de las pandillas, contribuyeron contando sus experiencias y expectativas sobre la propia problemática que se vive; todo dentro del marco del trabajo institucional que Marcial y Vizcarra refieren como parte de un proyecto para sugerir la implementación de "programas y acciones que generen un cambio social asertivo en materia de violencia social" (p. 28). Así, se construyó una torre desde donde observar el fenómeno más allá de los prejuicios que sobre las pandillas se han creado en los medios de la ciudad.

La imaginación como recurso, la sensibilidad como escape, una forma de sensibilidad ríspida en otra categoría del sentir y representar el mundo, más violenta, pero transmisible al fin como mensaje descifrable por otros en la misma condición del abandono estructural. El rap en sus múltiples cortezas de violencia representada con el canto, las letras, la vestimenta, las formas del vínculo entre raperos y audiencia son parte de un entramaje que, a pesar de su violencia, no se han desplegado aún en formas más destructivas de los "haceres" de las pandillas como los sicariatos. El libro presenta los resultados que consolidan la consecución de historias de jóvenes y pandillas en Guadalajara, y cómo la violencia social ejercida en forma de violencia institucional hacia esos grupos (cárcel, persecución, detecciones, estigmatización) al fin de cuentas ha conformado una corteza de nuevos conocimientos que permiten comprender el fenómeno de las colonias, de los barrios y de las zonas conflictivas como la solidificación de una forma de ser, del paso progresivo de las pandillas como cambiantes entelequias a las cuales las ciencias sociales abordaban hace ya muchos años sin terminar de comprenderlas del todo.

El capítulo tres da cuenta de la labor casi misional que realizaron los autores y las decenas de personas involucradas en el proyecto para generar una serie de acercamientos culturales en las cuatro colonias de estudio. El rap, el hip-hop y las formas juveniles asociadas a este tipo de expresiones congregaron en esta experiencia a cerca de mil ochocientos jóvenes, de acuerdo con los datos recabados por los investigadores. En esta parte del libro se da cuenta del surgimiento de figuras de liderazgo como la de El Neggro Azteka o la de Push el Asesino, o proyectos como Imperio Flow o CrazySchool. Uno de los ejes de este experimento fue el de generar las condiciones de un escenario diferente para los pandilleros, en el cual por unos días hubo una serie de treguas para que las presentaciones de los solistas y los proyectos se llevaran a cabo. Hay en el eje de esta concepción de armonización interbarrial mediante el arte y la cultura de los pandilleros fuertes reminiscencias a los momentos germinales de movimientos como la pequeña protoconfederación de pandillas que comandaron Los Vikingos en el este de Guadalajara durante la década de los setenta, o la experiencia de los Barrios Unidos del Sector Hidalgo (BUSH) de los años ochenta. De ahí la importancia del trabajo de Rogelio Marcial y de Miguel Vizcarra, puesto que ponen en relación esas múltiples historias del curso que han tenido las juventudes como expresiones organizadas que, fuera de las estigmatizaciones, han aportado mucho más de lo que los detractores de las pandillas pudieran imaginarse.

Los análisis académicos guiados de la mano de los propios actores en el marco de sus propios espacios, sus propias aspiraciones y sus limitaciones demarcadas por una especie de "precariato eterno" permiten tener una impresión mucho más aguda que la presentada en los noticieros. "Porque así soy yo..." describe las múltiples formas de sobrevivencia y de sublimación de la violencia mediante el arte, como en el caso de los cantantes de rap, y muestra cómo al fin de cuentas estas comunidades juveniles enclavadas en las colonias estudiadas han resistido, de manera un tanto intuitiva, los oleajes de violencia desatados por el calderonismo, desdiciendo el temor de que las colonias marginales serían un polvorín en el marco de la "guerra contra el crimen organizado". Este es en lo particular uno de los grandes aportes del presente libro. La prueba de que las pandillas en la ciudad finalmente responden a una tradición en las formas de ser que remite a décadas atrás. Hay una historicidad en los sujetos, misma a la que responden en un afán quizás no pactado ni entendido por la construcción de sus propias delimitaciones en lo concerniente a un "no autoexterminio", cosa que no ocurrió con los cárteles de las drogas. La investigación-intervención que está cifrada en este libro se basó en el interés de que fueran los mismos jóvenes pandilleros quienes formularan respuestas a sus propias problemáticas. Esta dialéctica que fue del autoanálisis colectivo a la imaginación de un mejor estado de cosas fue la que posibilitó la realización del proyecto por parte de los autores. De ahí que se encuentren en este libro dos grandes dimensiones desde las cuales se puede acceder a la figuración de la investigación: por un lado, las vastas descripciones y análisis sobre la realidad del pandillero en las cuatro colonias mencionadas, y por el otro, la imaginación como expresión cultural de sobrevivencia, del goce de la vida.

El capítulo cuatro hace evidente de nuevo que en buena medida fueron las políticas de la administración del panista Felipe Calderón Hinojosa las que desataron, a partir del 2008, la agudización de la violencia. Fue un panorama de mortandad juvenil, ya que, conforme a los datos recabados por Marcial y Vizcarra, los más afectados fueron personas de entre los 20 a los 29 años. Es en este capítulo que los autores hablan de sus años de trabajo de investigación para documentar –como en el caso de las cuatro colonias de estudio- los ámbitos de las variadas formas de las violencias sociales a partir del cruce de experiencias entre jóvenes de diferentes contextos sociales.

Por otro lado, el trabajo permite abordar el estudio de una experiencia generada y conducida por los autores, para que así, en un campo neutralizado de violencias, al menos de manera temporal los jóvenes se conocieran más allá de sus propios conflictos y se encontraran así mismos, en un estado de creación, de acercamiento y de igualdad. Se podría decir que se trató de un momento de democratización del acceso a los territorios, del acceso al otro, no como enemigo de barrio sino como contrincante en un concurso de rimas "hiphoperas". Está de sobra mencionar incluso el carácter poético que se trasluce en ese hecho, la alegoría cumplida de cientos de muchachos reunidos por unos días transformados –tal como lo imaginaron los autores- en "actores de paz".

Actores en movimiento, a contracorriente de un mundo que, como bien señalan Marcial y Vizcarra en las conclusiones del libro, está suspendido en el balance de un péndulo que sólo puede ir del mal hacia el mal para fortalecerse. Eso es el neoliberalismo, un modelo político económico que ha consumido en un largo abrazo al Estado como entidad pensada para preservar en lo posible los signos de la civilización. Sólo un Estado devastado por el neoliberalismo en su misión social puede explicar la desgracia que viven millones de jóvenes alrededor del mundo. Son esos mismos que se han manifestado en las plazas públicas y en las calles de las grandes ciudades. La política ha sido reducida –dicen los autores- al "teatro", a "escenificaciones" de una inexistente vida democrática; en tanto las decisiones que implican a millones de hombres y mujeres en el mundo son tomadas por pequeños grupos de individuos comprometidos sólo con sus intereses particulares. De ahí que la historia, el estudio y la intervención que presentan en este libro Rogelio Marcial y Miguel Vizcarra valga mucho, en tanto que expone de manera algo descarnada cuál es la porción que nos toca como ciudad en el marco de un mundo constituido bajo la lógica de las depredaciones. De ahí que, luego de esta lectura, se pueda pensar en Daniel Bell (1976) y la hora de llegada de la lucha del capital contra la cultura. El Negro Azteca cantando, divinizado ante sus enemigos convertidos en iguales mediante una intervención, es la muestra atómica de que esa guerra –contrario a las destructivas expectativas calderonistas– puede ser ganada por una nueva y vigorosa forma de cultura, que emerge ahí donde nadie esperaba absolutamente nada.

No sobra mencionar que el presente libro se complementa con un DVD que incluye material producido durante la investigación-intervención: documentales cinematográficos, música de rap grabada por los jóvenes pandilleros, manuales de talleres implementados a pandilleros y oficiales de seguridad pública de Zapopan, videoclips de cuatro canciones de rap seleccionadas y el propio libro en formato PDF para su más amplia divulgación.

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