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Revista bio ciencias

On-line version ISSN 2007-3380

Revista bio ciencias vol.7  Tepic  2020  Epub Nov 18, 2020

https://doi.org/10.15741/revbio.07.e963 

Editorial

La Pandemia de COVID-19, repercusiones en la Salud y en la Economía

M. I. Girón-Pérez* 

K. S. Barrón-Arreola* 

A. E. Rojas-Mayorquín** 

*Universidad Autónoma de Nayarit. Cd de la Cultura S/N. C.P. 63000. Tepic Nayarit, México.

**Universidad de Guadalajara, Dpto. de Ciencias Ambientales-CUCBA. Zapopan, Jalisco. México.


Los virus, contrario a lo que la mayoría de la población piensa, no son seres vivos, más bien son partículas (tamaño en el orden de décimas o centésimas de micras) compuestas por biomoléculas (proteínas, lípidos y carbohidratos), cuya función es, a través de su ingreso a las células, trasladar material génico (RNA o DNA) de una célula a otra. Debido a esta inserción de nuevo material, la célula receptora va adquiriendo nuevas características genotípicas y fenotípicas que son heredables a las nuevas generaciones de células y por lo tanto a los organismos. Es decir los virus, y dicho sea de paso las bacterias, no son sinónimo de enfermedad, son solo una estrategia que permite a los seres vivos, a través de estas nuevas características, la adaptación y evolución. Además, los virus, tampoco ingresan exclusivamente células animales, sino que también se asocian o infectan plantas, bacterias y hongos. Abonando así, significativamente a la diversidad y evolución biológica en el planeta.

De esta manera, si bien es cierto, algunos de los virus conocidos (se calcula que solo conocemos 10 % de los virus existentes) provocan enfermedades, como: sarampión, SIDA, hepatitis e incluso algunos tipos de cáncer, la mayoría de los virus no están relacionados con un proceso patológico. Incluso muchas veces estos procesos patológicos tienen como origen, los mecanismos de defensa propios del organismo infectado. Ya que estos mecanismos en su afán de defender al organismo hospedero, desencadenan fenómenos biológicos moleculares complejos, por ejemplo: inflamación, fiebre, tos y moco. Sin embargo, en otras ocasiones los virus insertan en las células hospederas, genes que alteran la fisiología de las mismas; un ejemplo claro podría ser el virus del papiloma humano (VPH) o el VIH, agente etiológico del SIDA.

En el caso particular del virus SARS-CoV-2 (agente etiológico de COVID-19), éste pertenece a la familia de los coronavirus, los cuales son un grupo de virus RNA que tienden a inducir afecciones del tracto respiratorio.

En el caso del origen del SARS-CoV-2, todo parece indicar que éste se originó por mutación de un coronavirus que infectaba murciélagos, pero debido, en parte, a la estrecha convivencia entre el humano y los murciélagos en ciertas culturas del mundo, este coronavirus fue capaz de infectar humanos, generando así un nuevo virus en el planeta, con alta capacidad de transmisión e infección entre humanos. De acuerdo a esta última idea, como sociedad, deberíamos de cambiar nuestra visión antropocéntrica, por una más ecocéntrica.

La enfermedad COVID-19, en realidad no es letal para la mayoría de las personas, sin embargo, si es muy contagiosa. Es decir, el virus se transmite con mucha facilidad entre las personas y esto hace que muchos individuos puedan presentar la enfermedad al mismo tiempo. La velocidad de transmisión marca diferencias importantes entre varios virus que pueden causar síntomas similares a la COVID-19 (como el caso de la influenza o la gripe); la gripe, por ejemplo, se propaga más rápido que la COVID-19 pero es menos letal.

En estos momentos existe mucha duda e incertidumbre sobre los datos estadísticos, ya que es sumamente complejo calcularlos. Además, cada país ha tomado diferentes métodos de cuantificación y eso dispara las incertidumbres y hace imprecisas las comparaciones directas. Lo que ha resultado una realidad incuestionable es que la velocidad de contagio, por un lado, y la información mediática por otro, ha provocado un colapso en casi todos los sistemas de salud en el mundo. Esto es de llamar la atención en términos de salud porque acabamos de decir que la enfermedad no es en sí misma peligrosa para la mayoría de la población, pero si lo es la actuación que tengamos ante ella. Es decir, al momento de esta publicación, se estima que el 4.6 % de los casos confirmados habrá fallecido, el 21.3 % de los casos confirmados se habrá recuperado y el 74.1 % seguirán como casos activos, de los cuales la mayoría se recuperará y todos los recuperados contarán con la inmunidad que hasta este momento nadie tenía. Sin embargo, el solo hecho de saber que existe la enfermedad, visualizar en tiempo real la velocidad de su propagación, señalar los grupos de mayor riesgo (y los que no lo son), difundir el tiempo de subsistencia del virus en diferentes superficies (que no es distinta de otros coronavirus) y que puede variar en función de algunas condiciones medioambientales, ha ocasionado que la población, incluidos los tomadores de decisiones, caigan en extremos, tanto de sub-estimar como de sobre-estimar las consecuencias y ahora estamos viendo los resultados: miedo, incertidumbre, entre otros, casi todos no relacionados con salud pero que terminan por afectarla.

El mejor remedio para todo ello es sin duda la información, pero la de primera mano, consultando las fuentes que la generan. La OMS publica cada día actualizaciones sobre la situación de la enfermedad COVID-19 en el mundo, que se pueden consultar en la página https://www.who.int/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/situation-reports/. También se pueden consultar documentos técnicos e investigaciones en curso sobre COVID-19 en las Américas en https://covid19-evidence.paho.org/.

Actualmente se están investigando posibles vacunas (hay más de 20 vacunas en fase de desarrollo) y distintos tratamientos farmacológicos específicos. Hay ensayos clínicos en curso para ponerlos a prueba, principalmente en China y Estados Unidos.

Tanto vacunas como tratamientos seguramente tardarían en llegar a nuestro país, por ello las medidas de higiene básicas son las más efectivas para evitar esta enfermedad (como varias otras), se conoce ya bastante sobre el lavado de manos, pero se conoce menos sobre el adecuado uso del cubrebocas o mascarilla. La OMS también ha publicado quién, cuándo y cómo debe ponerse, usar, quitarse y desechar una mascarilla en pocos pasos: https://www.who.int/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/when-and-how-to-use-masks. Todos los vínculos se pueden consultar en varios idiomas.

Como ocurre con casi todas las patologías actualmente, tanto el virus como la enfermedad que provoca, están en constante investigación desde que se describieron. De acuerdo a las investigaciones al respecto, se han descrito tanto las características clínicas (fiebre, tos seca y cansancio son los más relevantes, se agrega disnea en casos severos) como las pruebas diagnósticas laboratoriales y de gabinete de los pacientes que han presentado los signos y síntomas. Por otro lado, no se ha demostrado transmisión vertical (de madre a bebé antes del parto, durante el mismo o después por medio de la lactancia materna), del SARS-CoV-2, por lo tanto, no se deberían indicar cesáreas debido a este padecimiento, ni contraindicar la lactancia materna, pero se deben tener los cuidados necesarios para evitar el contagio posterior al nacimiento como ocurriría con cualquier otro individuo. De hecho, se han encontrado anticuerpos (inmunoglobulinas) contra el virus en recién nacidos de madres con COVID-19.

Lo que consideramos más importante es consultar y difundir información real, clara y no alarmista pues al final de la historia esta etapa también pasará y de lo que hagamos ahora depende la huella histórica que quede de este episodio. Sería deseable que quedara una experiencia de conocimiento (médico, científico, biológico, así como de cultura social) y no de caos como parece que está ocurriendo lo cual afecta no solo nuestra salud, sino también nuestra economía.

En términos de la afectación económica que la pandemia de COVID-19 dejará a su paso, las Naciones Unidas estiman que a nivel global será entre 1 y 2 billón de dólares estadounidenses, ya que también se asocia a la caída de los precios mundiales de petróleo y la incertidumbre con la cual han reaccionado los mercados financieros. De hecho, el Fondo Monetario Internacional ha establecido que la economía mundial, derivado de la paralización de las actividades económicas, ha entrado en una recesión mayor a la crisis financiera de 2008, lo cual ha llevado a más de 80 naciones a solicitar el respaldo financiero de este organismo.

En la mayoría de los países se ha utilizado como estrategia para controlar la expansión de la pandemia el aislamiento social, que se ha traducido en interrupciones en la producción de las empresas, sin importar el tamaño y giro; disminución en la demanda y por tanto en la producción. Mientras que en el mercado laboral, ha significado enviar a los más afortunados a casa a realizar teletrabajo; pero en economías como las de América Latina y particularmente México resulta aún más complicado al tener una base productiva basada en empresas de tamaño micro, pequeñas y medianas (99 %); y dónde el 56.7 % del personal se ocupa en el sector informal, con un aporte del 22 % al PIB; generando condiciones de desigualdad y vulnerabilidad para un amplio sector de la población.

En la medida que se dejen de demandar bienes y servicios, las empresas tenderán a despedir a sus empleados y los ingresos de empleados y autoempleados comenzarán a reducirse. Los datos hasta hoy reportados señalan que, por ejemplo, en el sector turístico del país ya se están registrando estos sucesos, cancelaciones y reprogramaciones de vacaciones; que se han traducido en despedidos (en Quintana Roo México, se prevé que el 40 % de los empleados en el sector sean despedidos).

En este sentido, queda agregar, que es una crisis externa, pero dependiendo de las condiciones de las economías son los efectos y tiempo de recuperación. Como ciudadanos, podemos ayudar a mantener el consumo de las empresas locales; ya que se estima que los sectores más afectados por el COVID-19 serán comercio de abarrotes, preparación de alimentos y bebidas; salones y clínicas de belleza, papelerías, hoteles y otros servicios de hospedaje, transporte, entre otros, que hasta el Censo Económico de 2018 ocupaba en México a 26.5 millones de personas. Hoy más que nunca necesitamos “consumir local”, aunque para ello las empresas deban implementar cambios asociados al distanciamiento social, por ejemplo, la distribución a domicilio.

REFERENCIAS

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Como citar este artículo: Girón-Pérez, M.I., Barrón-Arreola, K.S., RojasMayorquín, A.E. (2020). The COVID-19 pandemic: impact in Health and Economy. Revista Bio Ciencias, 7, e963. doi: https://doi.org/10.15741/revbio.07.e963

Recibido: 26 de Marzo de 2020; Aprobado: 31 de Marzo de 2020

Corresponding Author: In this manuscript, the three authors participated in the same degree. e-mails: ivangiron@uan.edu.mx, kbarron@uan.edu.mx, argelia.rojas@academicos.udg.mx.

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