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Valenciana

Print version ISSN 2007-2538

Valenciana vol.9 n.18 Valenciana Jul./Dec. 2016

 

Reseñas

Jorge Cuesta, El rumor de su vacío

Estela Castillo Hernández* 

* Centro de Estudios Literarios. IIF-UNAM

Cuesta, Jorge. El rumor de su vacío. Obrador Cuesta, Marduck. Xalapa: Instituto Veracruzano de la Cultura, 2013.


Con frecuencia las antologías son tildadas de incompletas, injustas y gustosas de pocos, pero hay algunas que logran seducir al lector y lo conducen a una lectura más atenta y profunda de los textos seleccionados y de otros que no se encuentran presentes en la selección. Con el libro El rumor de su vacío, estamos frente a este tipo de antologías. Esta obra concentra veinticinco textos que exponen perfectamente la estética de Jorge Cuesta; en ellos se observa su agudeza, conceptismo, pensamiento y rigor expositivo. El prólogo y la selección fueron hechos por el investigador Marduck Obrador Cuesta, sobrino lejano del escritor cordobés. El antólogo divide en dos apartados su compilación; uno dedicado al ensayo y otro, a la poesía. En la primera sección se reúnen tres obras: “El clasicismo mexicano”, “La crítica desnuda” y “El Diablo en la poesía”; en la segunda: veintidós poemas, muestra significativa si se considera que la producción poética cuestiana no superó el medio centenar.

En su prólogo, Obrador nos invita a explorar esas zonas misteriosas de la ensayística y poesía cuestiana, y nos advierte de las dificultades, exigencias, extrañezas y silencios que hallaremos en ellas: “Ése es el único camino que Cuesta decide tomar: el del esfuerzo intelectual sostenido y prolongado, el del rigor que no cede ante las argucias del miedo y una salida fácil. Es su vehemencia reflexiva la que abre esos espacios inconmensurables tan temidos. Es el ferviente conocimiento particular que tiene de su pensamiento, de todos los rincones que lo componen, el que le permite elaborar y discurrir por esos ámbitos entre la vida y la muerte, entre lo real y lo ficticio, entre el reflejo del espejo y quien se refleja. Ahí radican la belleza de su aridez y el esplendor de su vértigo” (p. 9). Efectivamente, se trata de un autor que no es fácil de leer, un autor que no siempre escribe para el corazón, sino lo hace para el cerebro. Su obra está dirigida al intelecto. Cuando se lee a Jorge Cuesta, sucede algo parecido a leer a un Góngora, con sus Soledades, o a una sor Juana, con su Primero Sueño, cuyas propuestas estéticas no intentan llegar a todos, sólo a aquellos que aceptan el reto, pues estos autores no acuden a recursos superficiales. En ellos la praxis poética es también praxis filosófica. Cuesta era consciente de esto, por ello en “El Diablo en la poesía”, el tercer ensayo aquí compilado, indica que nada le parece más vano que la distinción “entre la ciencia y la poesía, entre la inteligencia y la imaginación” (p. 44). Como Obrador sugiere, en Jorge Cuesta adquiere completo sentido una de las acepciones que se le ha dado al ensayo: “literatura de ideas”. Su maestría está en la forma de estructurar e hilar su pensamiento, en problematizar todo lo que está a su alcance, en dudar; por ello, leer a este contemporáneo implica un doble gozo: uno estético y otro intelectual; el primero, se obtiene al poder disfrutar y admirar el trabajo que ha hecho con el lenguaje, y, el segundo, al comprender y dialogar con sus ideas y propuestas.

De los tres ensayos compilados, el más conocido es “El clasicismo mexicano”; ha aparecido en diversas antologías de Literatura Mexicana y en la muy citada de José Luis Martínez: El ensayo mexicano moderno. Las tres primeras líneas del ensayo son una suma del pensamiento del grupo Contemporáneos: “La historia de la poesía mexicana es una historia universal de la poesía: pudo haber sucedido en cualquier otro país; tiene una significación para cualquier espíritu culto que la considere y aspire a comprender los ideales que ha servido y que la han caracterizado” (p. 15). Cuesta, al igual que sus compañeros, apostaba por la universalidad de la Literatura Mexicana y este ensayo revela su compromiso con la creación literaria; él aspiraba a producir una obra sin regionalismos que la aislaran, que no le permitieran crecer.

En “La crítica desnuda”, el segundo ensayo aquí reunido, Cuesta hace un reconocimiento a aquella crítica que “ante la obra”, sea ésta literaria, pictórica, artística, se convierte “en otra obra de arte”, es decir, “en otra creación” (p. 36). El escritor convertía sus ensayos de crítica en otra obra de arte, ejemplo de esto es “La crítica desnuda”, que escribe a propósito del libro Mentira desnuda de Antonio Marichalar. Si bien aquí sólo se reúnen tres ensayos, cabe destacar que el prólogo a la antología también podría considerarse un ensayo literario, a la par de los de Jorge Cuesta, pues Obrador, con un estilo ameno, engloba las ideas, temas y motivos más representativos de la ensayística y poesía del cordobés. La lectura atenta de la obra cuestiana le permite hacer una encomiable “crítica artística” o “crítica creativa” de la producción de este contemporáneo. Pese a ello, se extraña que en su prólogo no mencione las traducciones de Cuesta como otra forma de creación; pues, al igual que Gilberto Owen y otros integrantes del grupo “Contemporáneos”, el trabajo literario que realiza Cuesta con poetas como Éluard, Mallarmé, Spender y Donne, supera la mera traducción y sus piezas se convierten en otra versión o creación.

El apartado dedicado a la poesía se abre con el poema “Canto a un Dios mineral”, quizá el proyecto poético más ambicioso de Cuesta y que, según el antólogo, está en espera de una edición crítica “que disipe y aclare las variantes que se han presentado a lo largo del tiempo en que ha sido publicado” (p. 51). Tarea que los estudiosos deberían emprender con prontitud, pues hasta ahora sólo existen ediciones anotadas, comentadas y lecturas del poema. En este canto, como en los siguientes sonetos y sonetillos aquí compilados, aparecen los temas constantes de la poética de Cuesta: la fragilidad, caducidad, ausencia y presencia y, entre otros, la pérdida de lo corporal.

Teniendo presente este último tema, la pérdida de lo corpóreo, el antólogo dispone y organiza las composiciones que aparecen en la sección “Poesía”; así, a medida que el lector avanza en su labor tiene la sensación de que con cada verso leído todo parece irse desvaneciendo. La corporeidad que vemos en “Canto a un Dios mineral” comienza a disiparse en los poemas siguientes: La mano explora en la frente, “Anatomía de la mano”, Tu voz es un eco, no te pertenece, Delgada, Oh, vida-existe. Tal corporeidad se pierde en los poemas finales y aparece la muerte, con la última pieza compilada: “Elegía”. Además de esta propuesta de lectura, Obrador también tiene el acierto de titular su selección con la frase El rumor de su vacío, metáfora que abarca la personalidad de “El alquimista”, como solían llamarlo sus compañeros de Contemporáneos: pensador incansable e inquieto, cuya extrañeza y silencio son sólo aparentes, pues no deja de llamar al lector curioso para conducirlo a “zonas inexplorables, inhóspitas, misteriosas y temidas” (p. 7) por el ser humano. En Cuesta no hay vacío, sino una vastedad de ideas, propuestas y pensamientos.

Esta antología resulta adecuada para leer a Cuesta, para releerlo y para acercarse a su obra. Aquí están presentes varios recursos que conforman su poética; además de que la selección y el prólogo son una efectiva invitación para leerlo. Una última nota, la antología se leería mejor sin algunas erratas; los editores deberían considerar esta sugerencia, si desean reeditar la obra.

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