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Revista mexicana de ciencias agrícolas

Print version ISSN 2007-0934

Rev. Mex. Cienc. Agríc vol.7 n.2 Texcoco Feb./Mar. 2016

 

Ensayos

Atenco: el inicio de una lucha por su identidad

Edelia Denisse Castañeda de la Cruz1 

José Alfredo Castellanos Suarez1  § 

1Universidad Autónoma Chapingo, Carretera México-Texcoco km. 38.5, Chapingo, C. P. 56230. Texcoco de Mora, México. (edelia_27@hotmail.com).


Resumen

El presente trabajo es una reflexión sobre los movimientos que han surgido en San Salvador Atenco, en el Estado de México, donde el movimiento se caracteriza por ser un movimiento campesino, obrero, popular y de apropiación y defensa de la tierra. Este movimiento se definió desde un inicio como la oposición del proyecto de la construcción del aeropuerto, pero no se trata solo de estar en contra de este proyecto, la finalidad va más allá, ya que al despojarlos de sus tierras, implica el despojo de su identidad, con la ejecución del proyecto, sus tradiciones, sus aspectos económicos, políticos y sociales serán transformados y afectados, por lo que esta lucha es por rescatar y conservar su identidad y su vida.

Palabras clave: despojo; identidad; lucha; movimiento; rescatar

Abstract

This paper is a reflection on the movements that have emerged in San Salvador Atenco, in the State of Mexico, where the movement is characterized as a peasant movement, labor, popular and ownership and land defense. This movement was defined from the start as the opposition of the proposed construction of the airport, but not just to be against this project, the aim goes further, since the strip them of their land, involves the divestment of its identity, with the implementation of the project, its traditions, its economic, political and social aspects will be transformed and affected, so this fight is to rescue and preserve their identity and life.

Keywords: identity; movement; rescue; spoil; struggle

Introducción

La globalización de los sistemas económicos de la mayoría de los países ha propiciado mayor concentración de la riqueza solo en manos de sectores minoritarios muy privilegiados, en tanto que existe la pobreza para la mayoría de la población, por lo que resulta importante explorar probables soluciones que pudieran ayudar a un reparto más justo de la riqueza. El desarrollo nacional no se ha dado de forma armónica, se encuentra una fuerte concentración de riqueza y progreso con excesivas ganancias para las grandes empresas sobretodo extranjeras, por lo que empresas nacionales pequeñas y medianas difícilmente pueden competir con ellas.

En el país la pobreza extrema ha aumentado, debido a la crisis que continua afectando su vida en los ámbitos económico, político, social y ambiental, lo que se entiende por crisis civilizatoria, no solo se trata de crisis económica, también hay crisis en la salud, en el medio ambiente, en la cultura, en todos los ámbitos, donde el capitalismo es el actor intelectual, pero vemos que este sistema que tanto daño ha provocado, también se encuentra en crisis y en unos años, se tiene la expectativa de un cambio remoto en él.

En Atenco los movimientos sociales representan una esperanza de transformación del orden. Éstos confrontan las relaciones de dominación impuestas en el proceso de mundialización dirigido por el capital financiero internacional, por lo que su expresión puede tener un alcance regional, nacional o internacional. La historia de la humanidad ha demostrado que los derechos humanos no son inherentes, sino que son una construcción social que se conquista, por lo que han estado en constante disputa -política, social e ideológica- a lo largo de la historia. En las resistencias, la organización, la lucha o los movimientos sociales representan un derecho humano universal de los pueblos para defender los derechos adquiridos o conquistar su emancipación.

La historia no termina ahí, se construye permanentemente. No sólo se explica por lo anterior, sino que se escribe también en lo cotidiano, en la construcción de nuestra conciencia colectiva, de la identidad como pueblos, de su cultura, de la relación con la tierra y la territorialidad que los envuelve. La historia se escribe en casa, en el campo, en la plaza y en la relación con los demás. Por eso al pueblo Atenquense sus abuelos los enseñaron que también hay que pelear por su historia.

El proceso social de Atenco

Las campanas de la iglesia de San Salvador Atenco, retumbaron la mañana del 22 de octubre de 2001. Por más de tres horas repicaron, con la intención de llamar a la gente a congregarse en la plaza principal para difundir la noticia. Con llanto, angustia y desesperación se acercaron para conocer los nombres de las personas afectadas por los 19 decretos expropiatorios, con la finalidad de construir el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM). Ese día inició una de las luchas más importantes de la historia de los descendientes de los “pueblos guerreros” que habitan el oriente del Estado de México.

Así inició esta historia cuando el gobierno de Vicente Fox publicó 19 decretos expropiatorios para la construcción del NAICM, emitidos contra 13 ejidos: Cuautlalpan, San Bernardino, Boyeros, Huexotla, San Felipe Santa Cruz, Tocuila y Magdalena Panoaya, del municipio de Texcoco, Francisco I. Madero, Santa Isabel Ixtapan, Nexquipayac, San Francisco Acuexcomac y San Salvador Atenco, del municipio de Atenco y Chimalhuacán, municipio del mismo nombre. La superficie total expropiada fue de 5 390 7600 hectáreas y 171 viviendas que deberían ser reubicadas.

A partir de esta noticia y el significado de la acción de gobierno, se produjo una respuesta que desencadenó un proceso complejo y envolvente en las comunidades de Atenco, que a la larga dieron cuenta de la conformación de un actor social inmerso en la acción colectiva que lo potenció para constituirse como un movimiento social de importancia en el país y digno de ser estudiado.

La defensa del territorio

Cuando empezó la lucha, los participantes eran pocos, pero partieron de la necesidad de organizarse, para tratar de convencer a las personas que era posible luchar y sobre todo ganar esta lucha. Fue así como poco a poco empezó a participar más gente, no solo ejidatarios, también amas de casa, profesionistas, jóvenes, ancianos, comerciantes, etcétera.

Había una motivación que los unía algo más allá de la misma necesidad, los unía la esencia comunitaria de su memoria colectiva como base de la construcción de su conciencia histórica. Se convirtieron en un pueblo con estructura comunitaria, con historia y con visión de futuro. El machete que ha distinguido este movimiento de la región de Atenco es un símbolo de lucha, pasaros de la resistencia y la conciencia a la construcción de liderazgos desde lo colectivo, como pueblo. Este movimiento comenzó a difundirse, y el pueblo de Atenco se dio cuenta de que no solo ellos luchaban, había muchos más, lo que llevó a un movimiento nacional e internacional que luchan por lo mismo. Como ahora el nuevo movimiento en defensa por el agua, la tierra y la vida. La tierra es representación materializada del territorio; es decir, lo que el actor define como proyecto de la “defensa de la tierra”, es en verdad la defensa del territorio. Por lo que se analiza el planteamiento de que “el territorio es producido a partir del espacio y que su representación, la tierra es el resultado de una acción que se apropia de una abstracción del espacio y las relaciones producidas en todo este proceso conducen a la territorialidad” (GIT, 2001).

La mundialización capitalista al imponer su lógica homologante y niveladora del mercado ha debilitado a las fronteras, a los estados nacionales, a los poderes territoriales y a los particularismos sociales, sin embargo, lejos de provocar la desterritorialización, los ha usado de soporte para su expansión, y se han beneficiado grandes bloques económicos (Estados Unidos de América, Europa, Japón, India y China), fortaleciendo a unos cuantos estados nacionales. Es por ello que “los territorios interiores considerados en diferentes escalas (v.g. lo local, lo regional, lo nacional, etc.) siguen en plena vigencia, con sus lógicas diferenciadas y específicas, bajo el mando de la globalización, aunque debe de reconocerse que se encuentran sobre determinadas por ésta, y consecuentemente, han sido profundamente transformadas en la modernidad” (Giménez, 1998).

De la misma manera, se entiende por territorio al “espacio terrestre, real o imaginado que un pueblo (etnia o nación) ocupa o utiliza de alguna manera, sobre el cual genera sentido de pertenencia, que confronta con el de otros, lo organiza de acuerdo con los patrones de diferenciación productiva (riqueza económica), social (origen de parentesco) y sexo/ género (división sexual de los espacios) y ejerce jurisdicción” (Zambrano, 2001). Zambrano (2001) propone concebirlo “como una construcción social afectada por las dinámicas identitarias: no son los territorios los que determinan las identidades, sino éstas las que coadyuvan a configurarlos históricamente”.

Se considera al territorio como el espacio donde se construyó el actor social y la acción colectiva. A partir de estos elementos, se analiza considerando al conflicto como un factor disruptivo en la percepción territorial estructurante, motivada por la acción colectiva del actor social de Atenco, en un marco de relaciones de poder. Atenco no se puede concebir sin el vínculo con su territorio y la apropiación del mismo para la auto organización territorial. En este sentido, Porto (2003) nos advierte que debemos de considerar con más atención al lugar o el espacio en sus diferentes escalas -local, regional, nacional, global- donde ocurre un determinado conflicto, allí donde una determinada lucha social está frente a frente, con dos o más de sus protagonistas sociales. Al final, el lugar es el mismo, constituido por esas relaciones (luchas) en una sociedad en construcción, constituyéndose así en sus espacios. Asimismo, la sociedad constituye a sí misma su espacio conformado, de la misma forma su territorio, además de que un territorio es constituido por la sociedad en un propio proceso en que teje un conjunto de sus relaciones sociales de poder.

Los movimientos sociales son el fruto de la subjetividad que se constituye en las movilizaciones, por lo que éstas y la construcción misma del sujeto representan un proceso colectivo, social. Almeyra (2002) considera que la construcción del sujeto no es exclusivamente la subjetivación de los individuos, sino colectivo, porque “lo colectivo es el resultado de múltiples acciones privadas”, que varían según “género, edad, cultura y capacidad”, pero que confluyen en la construcción de un “sujeto comunitario que da marco para las construcciones individuales”, con ritmos y características específicas.

Algo que ayuda a la determinación de la identidad o más bien refuerza la identidad de la población es que, en comunidades como las integrantes del municipio de Atenco, con una forma social construida desde antes de la conquista, las relaciones sociales se caracterizan por su componente individual y colectivo, ligados estrechamente. Por ello, si un individuo participa en alguna de las movilizaciones, es de todos entendido en la comunidad, que él asiste en representación de su familia, así que su participación no tiene una característica exclusivamente individual, sino también, colectiva.

Por ello la construcción de los actores en el plano individual desarrolla sujetos colectivos, identificados como los movimientos que a través de la acción constante y el conflicto, se provoca un salto cualitativo en la construcción de las conciencias. Así es como por medio de las movilizaciones se recurre a la “conciencia de clase profunda”, sacando de las movilizaciones pasadas lo que les es “útil y colectivo”. Contravienen la hegemonía de la política burguesa mediante la movilización de recursos psicológicos y la resistencia oculta, incluso con la cultura propia de las clases dominantes, para resquebrajar la dominación. Por eso “al estudiar la protesta social y los movimientos que ella produce”, lo fundamental, “es la construcción de la nueva subjetividad, la construcción y transformación del sujeto mediante la acción colectiva” (Almeyra, 2002).

Corporativismo y efectos en San Salvador Atenco

En México se presentó el corporativismo tal vez debido a que no era una sociedad civil fuerte con capacidad de representación y movilización, como ahora se está demostrando con los movimientos generados por las nuevas reformas y toda la serie de conflictos, que han despertado, por así decirlo, a los ciudadanos de todas las edades para exigir justicia y evitar la aplicación de estas nuevas reformas, y que ahora la sociedad se ha unido en un solo movimiento a partir de los hechos de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, donde se exige un cambio. Ya que los sectores de la sociedad estimulan de forma determinantes que se genere un nuevo orden en el que la ciudadanía sea el motor que empuje a los demás actores políticos hacia el cambio. Por la experiencia y situación que estamos viviendo, es necesario ser un país de ciudadanos, de organizaciones que no dependan del estado ni de los intereses del empresariado ni del sindicato.

En el corporativismo los privilegios de las minorías se imponen siempre a los derechos de las mayorías. Un ejemplo donde la sociedad puede provocar un cambio mediante movilizaciones, fue cuando el Presidente Vicente Fox se echó para atrás en el proyecto de construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, ante las manifestaciones con machetes del grupo de ejidatarios de San Salvador Atenco. El tema del aeropuerto en la región oriente del Estado de México y en particular en el municipio de Atenco presenta otra percepción más allá del beneficio económico, pues para muchos es un asunto sociológico y cultural, donde la preservación de sus identidades comunitarias son lo más importante (Alcayaga, 2002).

Se supone que el Gobierno entendió o al menos fingió hacerlo, que es más fácil ceder ante los grupos de presión que gobernar para beneficiar a todo el país. Pero el gobierno actual recientemente aprobó este proyecto, afectando la región de Atenco, lo cual hace que este movimiento tome más fuerza y este más vivo que nunca. Una de las razones principales del origen de estos movimientos en la región de Atenco es el despojo, ya que es una realidad cotidiana que padecemos todas y todos: despojo de la tierra, del agua, del aire, de la biodiversidad, de nuestros saberes, del patrimonio familiar y comunitario, de los bienes comunes, de nuestros derechos individuales y colectivos, de nuestros sus sueños y esperanzas. Sin embargo, la población no ha permanecido pasiva ante esta barbarie: el incremento de los intentos de destrucción y robo han también hecho crecer las resistencias.

Otro ejemplo es el encuentro y jornadas nacionales en defensa de la tierra, el agua y la vida, donde la sede también es San Salvador Atenco, ya que son actores que viven en carne propia esta situación, y que convoca a impulsar la construcción conjunta de estrategias y alianzas entre fuerzas diversas para revertir el despojo y destrucción de la vida campesina. La defensa del territorio y el patrimonio contra la imposición de los megaproyectos no había convocado a tantos mexicanos y mexicanas. Gente del campo y de la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, indígenas y mestizos, agricultores y colonos, pobres, clases medias y hasta algunos acomodados que también ven amenazado su modo de vida.

Al ver estas movilizaciones recientes, se aprecia que la democracia no ha matado al corporativismo en el país. México sigue siendo rehén de los grupos políticos que desde hace décadas han recibido privilegios especiales a costa de la pobreza de la mayoría de los mexicanos. En la sociedad se encuentran organizaciones que mantienen distintos tipos de relación con las instituciones de gobierno y con los partidos políticos, estas relaciones pueden ser dependientes o independientes, cuando hay una relación de dependencia entre organizaciones y Estado, la relación es corporativa, y cuando no hay compromiso ni dependencia entre ambas, la relación es democrática. Las organizaciones de ciudadanos, para poder ser autónomas y no depender del estado, los integrantes deben de familiarizarse y ejercer valores democráticos, hacer un cambio en la cultura política, no depender de las instituciones del Estado, para subsistir, se debe luchar por la autosuficiencia, lo que los hace más fuertes al contar con su propio capital, deben ser honestos con la sociedad civil, transparentes, responder al interés social y no a intereses personales, gubernamentales o de partido.

La identidad colectiva

Los hechos provocaron el despertar social de las comunidades expropiadas, y como consecuencia la conformación del actor social y la constitución del movimiento social, para ello fue necesario el desarrollo de un proceso simultáneo de la conformación de una identidad mayor de un “nosotros”. Para comprender qué es lo que los individuos tienen en común y por qué deciden actuar conjuntamente, la identidad colectiva es como “un proceso mediante el cual los actores producen estructuras cognoscitivas comunes que les permiten valorar el ambiente y calcular los costos y beneficios de la acción”, sus decisiones son, por una parte, “el resultado de las interacciones negociadas y de las relaciones de influencia” y por la otra “el fruto del reconocimiento emocional”. Así es como la acción colectiva no se basa únicamente “en el cálculo de costos y beneficios, y una identidad colectiva nunca es enteramente negociable” (Melucci, 1999).

Los movimientos sociales es un agente productor de significados. En el interior de cada actor o sujeto colectivo, se vive una intensa dinámica de negociación sobre las formas de lucha y los posibles aliados, entre otros puntos. Reconocer lo anterior, implica concebir a la movilización colectiva no como un fenómeno acabado, cerrado, monolítico u homogéneo sino, por el contrario, como un proceso heterogéneo, rico y complejo que debe ser explicado sociológicamente.

Scott, Benford y Snow (2006) menciona que: la historia, las estructuras sociales y los condicionantes culturales determinan el trabajo interpretativo de los actores de los movimientos sociales. La forma en que estas "realidades" condicionan el trabajo interpretativo depende, sin embargo, de la forma en que esos actores perciban la historia, las estructuras sociales y los condicionamientos culturales. Determinadas pautas de acción colectiva surgen o no, no porque las condiciones objetivas las hagan posibles o las anulen, sino porque los seguidores de los movimientos perciben que esas condiciones "objetivas" permiten o impiden esas pautas de acción. En resumen, para entender la aparición de ciertas formas de acción colectiva, los analistas deben prestar atención a las definiciones intersubjetivas de la "realidad" que formulan los actores (Scott, Benford y Snow, 2006). Un componente fundamental en el proceso de construcción de toda acción colectiva yace en que los individuos interpretan a partir del conjunto de experiencias vividas. Por lo tanto, es desde la sedimentación de experiencias y significados que los individuos resignifican la realidad social. La experiencia vivida y resignificada individual y colectivamente desempeñó un papel medular en la constitución y mantenimiento de la lucha atenquense en contra del aeropuerto.

En el análisis del porqué de la acción colectiva nos sirve el aporte de Barrington (1996) que estudia las motivaciones que provocan que los subordinados, quienes poseen una enorme capacidad para soportar el sufrimiento, ante situaciones de agravio e injusticia social se rebelen, y se pregunta ¿en qué condiciones y por qué en cierto momento los seres humanos dejan de soportarlo?, responde diciendo que lo hacen mediante la valoración de creer que se tiene derecho a algo y que al considerar sentimientos de agravio moral, deciden actuar para defenderlos, rompiendo los lazos de obediencia porque la autoridad ha violado el “contrato social” (no explicitado entre dominantes y subordinados). Y para despertar de esa anestesia, en el proceso de crecimiento y emancipación se disciernen tres procesos a su vez: el de la personalidad humana individual que debe vencer las formas de dependencia; el plano de la organización social, dando lugar a nuevas formas de solidaridad y redes de cooperación; y, el nivel de las normas culturales y perspectivas compartidas, para vencer la idea de que el estado actual de la situación es permanente e inevitable.

Los agravios para el actor social fueron múltiples y sistemáticos, se emitió un decreto sin reconocer el derecho de consulta a los pueblos, se pretendió pagar una cantidad mínima por cada metro cuadrado ($7.20 pesos por parcelas de temporal y $25 pesos por parcelas de riego), entre muchas acciones y expresiones verbales de los gobiernos federal y estatal. Sin embargo, el agravio más significativo fue que con el proyecto de decreto del aeropuerto se pretendió desaparecer la forma social -a través de la estructura comunitaria-, construida en los tiempos largos de la historia de Atenco, cuyo origen se remonta al tiempo primordial del “abuelo mayor” Nezahualcóyotl. Es decir, para el actor social el decreto no sólo implicaba construir pistas de aterrizaje, sino, la desaparición de la tierra y el territorio, la desaparición de comunidades completas, de la iglesia, del panteón, de los cerros, lo que en el fondo significaba la perdida de la historia, de la identidad, de las tradiciones y de la cultura. Todo ello trastocó las reglas generales de la vida social en Atenco y motivó la acción colectiva para su defensa.

Las preguntas de cómo y con qué se produjo la acción colectiva en Atenco son esenciales para la compresión analítica del fenómeno en estudio. Para desentrañar al actor social, no se le debe ver como una unidad sin contradicciones, sino más bien, identificarlo en sus relaciones internas de poder, de conflicto y en sus lazos de solidaridad, así como los cambios de éstas en el proceso. Algunos autores como (Tilly et al., 1999), entre otros, de la escuela de la movilización de recursos y de la corriente de las estructuras de movilización, nos ayudan a explicar cómo las bases organizativas del actor social, de carácter comunitario en su forma social, permitieron unificar y utilizar los recursos no sólo para la movilización sino también para configurar la identidad colectiva. La teoría de las estructuras de movilización McAdam (1999) que se refiere a “los canales colectivos tanto formales como informales, a través de los cuales la gente puede movilizarse e implicarse en la acción colectiva”. Para ello, se vuelve indispensable el estudio de los repertorios de acción -los medios que se emplean para hacer conocer las demandas- y las formas organizativas (formales e informales). Pero también, establecer las relaciones de poder, de conflicto y solidaridad que desarrolló con otros actores, así como sus tácticas y estrategias para el logro de sus objetivos.

Este proceso dinámico y emergente, la acción colectiva se vio fortalecida por la definición organizativa del conjunto de los miembros de las comunidades en lucha, con la constitución del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra como núcleo de dirección (estratégica y táctica), de acción (con repertorios diversos), de organización (de los recursos y las estructuras), de cohesión (en la construcción de la identidad colectiva), de representación (de la demanda y frente a otros actores) y de potencialización (de todo el entramado), que a la vez fue configurando su forma de lucha. Así fue como la vida familiar, cotidiana, comunitaria y su dimensión cultural se reprodujo y definió la estructura del movimiento. Las situaciones sociales, políticas, económicas y culturales de una sociedad las que posibilitan la construcción de los movimientos sociales. Son los movimientos los que producen a los dirigentes y no los dirigentes a los movimientos.

La acción colectiva es impulsada por las organizaciones y los dirigentes, y es a éstos como operadores, a los que se les reserva la decisión estratégica sobre la forma de lucha, la forma de organización, la estructura, el proyecto y el discurso. Así miro a los militantes como las células individuales que componen a los actores sociales, por donde circula la subjetividad y las relaciones de poder, pero también como el núcleo que dirige a los grupos sociales y a los movimientos. Los movimientos no son homogéneos pero hay líneas transversales que los cruzan y les dan fuerza y cohesión. Así es como, se entienden movimiento social, un sistema de relaciones sociales, ya que su diversidad contiene una gama de procesos sociales, actores y formas de acción. El movimiento social de Atenco tiene su expresión orgánica con el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, como catalizador de esfuerzos organizativos mayores.

El conflicto es la relación entre dos o más actores opuestos por la disputa de un recurso al cual ambas le dan valor (Melucci, 2002). Es en el conflicto donde aparecen los actores colectivos. La lucha social supone la confrontación en un campo de conflicto entre dos o más partes, de ahí se desprende una relación de poder -asimétrica o simétrica-, mediante el cual los protagonistas elaboran sus tácticas, para rotarlas a su favor y/o debilitar al adversario, enfocando su estrategia, para que en esas condiciones del conflicto social alcancen el éxito para el logro de sus objetivos. Esta confrontación se desarrolla en un espacio físico, porque “los movimientos sociales son políticos, hacen política, disputan el espacio público” Almeyra (2004). Este espacio es la superficie material del campo de batalla, o bien, en un espacio subjetivo denominado “espacio público”, el cual, de acuerdo con Habermas (1978) es donde el poder político “pública” sus decisiones, teatralizándose a sí mismo mediante los símbolos de la soberanía, se sujeta a las críticas y recriminaciones de la “opinión pública”, y es aclamado haciendo valer su supremacía: grandeza, soberanía, majestad, gloria, dignidad, honor.

La relación de fuerzas muestra el potencial de fuerza igual o desigual de dos o más adversarios (individuos, clases o naciones) en confrontación, y ésta sólo puede medirse con precisión en la lucha. La correlación de fuerzas muestra el equilibrio provisorio de ese potencial, como consecuencia de una situación desigual en su momento inicial. Harnecker (1988) dice que ésta se refiere a la comparación de fuerzas del enemigo y las de los revolucionarios en un momento determinado del desarrollo de la revolución o de la coyuntura política. Las coyunturas muestran claramente, en periodos breves, este desplazamiento de fuerza, a partir de un detonante o situación contingente, mostrando en el fondo el conflicto estructural que lo alienta, abriendo oportunidades que al ser aprovechadas por unos, debilitan o fortalecen a las partes.

La estrategia se refiere a la capacidad para definir la forma de proceder o el arte de construir un plan de ataque y defensa ante un enemigo, mediante la confrontación independientemente del terreno -o espacio- y condición favorable o desfavorable en la que se desarrolle. La táctica hace referencia a cada uno de los objetivos y propuestas que en situaciones concretas y coyunturales se emplean para el logro de la estrategia. Por su parte Lenin en Harnecker (1988) concibe a la estrategia y a la táctica de un partido a “su conducta política”, referida al carácter, la orientación y los procedimientos de su actuación política en una situación política concreta. De igual forma, Lenin en Harnecker (1988) que la táctica debe adaptarse a situaciones nuevas, ya que cada vez que surge una nueva coyuntura política se debe responder con formas de organización y de lucha adecuadas a la nueva situación.

La forma de lucha representa el método en donde se condensa la estructura del grupo o del movimiento, las formas de organización, los repertorios de acción, las tácticas y la estrategia, como elementos que definen los estilos o prácticas -únicas o diversas- de combate en la búsqueda de sus objetivos y proyectos, así como las características de sus militantes y liderazgos, que en su conjunto expresan de forma visible la identidad colectiva alcanzada por los actores sociales. Los objetivos son las demandas, las líneas o ejes que impulsan a la acción, producto de agravios o necesidades sociales por los cuales luchan los actores. El proyecto o programa político se refiere al conjunto de objetivos o ejes programáticos que sistematizan los fines de las organizaciones o movimientos sociales, a corto, mediano y largo plazo, y que le dan su orientación política e ideológica.

La desocialización al impactar formas de propiedad de la tierra, de dominación política así como cultura y tradiciones de los pueblos, ha creado condiciones para la rearticulación de los actores sociales, con capacidad de sacar ventajas de los errores gubernamentales. Los campesinos de San Salvador Atenco, que desempeñaron un papel central durante el conflicto, pertenecen a una comunidad cuya vida se encuentra estrechamente ligada a la tierra, a costumbres y creencias ancestrales. No cabe duda de que el asunto de la construcción del nuevo aeropuerto internacional para la zona metropolitana resultó polémico, cuestionable y en el que diversas instituciones y actores se involucraron. El Gobierno Federal fue poco claro hacia los habitantes de la región donde se instalaría este megaproyecto urbano; los argumentos técnicos fueron reduccionistas y poco comprensibles, como el decir que las tierras son salitrosas y poco productivas, para la construcción del aeródromo. También prevaleció la idea de que la tierra no tiene valor y que no se vende.

Es importante reflexionar y valorar estos movimientos sociales que presentan un impacto importante en lo urbano, lo social, lo político y lo económico, en donde una zona y región pueden ser más importantes de lo que parece, donde el federalismo y la democracia en México consideran propuestas que permitan revertir las marcadas desigualdades entre el centro y las regiones, entre las ciudades ricas y las pobres, entre quienes en el interior de las mismas acceden a condiciones de vida excelentes, comparables a cualquier metrópoli del mundo, y quienes deben soportar carencias y deficiencias en acceso a los bienes y servicios básicos

Es difícil construir nuevas bases para una gobernabilidad democrática, donde la participación ciudadana funcione como uno de sus principales sustentos. Las posturas reduccionistas: a favor o en contra poco pueden aportar; los estudios académicos no pueden limitarse a resolver el conflicto social con manuales de organización o inscribirse en una teoría única que reconozca la fortaleza o debilidades de un grupo social. Los movimientos sociales como el sucedido en Atenco siguen vigentes, y las tesis dialécticas en las ciencias sociales proporcionan nuevos elementos de análisis sociopolítico, que se entrelazan con los conceptos y teorías de la modernidad, democracia e igualdad social; es decir, en tanto procesos sociales, los movimientos sociales como el de los "machetes" pone en cuestionamiento la racionalidad convencional de democracia e igualdad en nuestro país.

Conclusiones

El presente trabajo, estudio a un movimiento social concreto inmerso en un ambiente social y político, donde el despojo explica su constitución y acción colectiva a partir de su contexto histórico, de mundialización capitalista, de su pertenencia socio territorial, su subjetividad consolidada, de relaciones sociales de poder y de conflicto, desarrollado en un proceso simultáneo que complementa al conjunto del movimiento social mientras se confronta con sus enemigos para defender su territorio y su identidad, ya que la finalidad no solo es defender tierras, si no toda una historia del pueblo Atenquense.

Los movimientos sociales no son permanentes e inmutables, no se trata de estudiar un simple fenómeno empírico y mucho menos homogéneo, ya que se tomaron en cuenta las diversas etapas del actor social porque nos reflejan su permanencia, su aspiración común y sus objetivos cambiantes, mismos que lo caracterizan a partir de su naturaleza diversa y compleja -que comprende procesos sociales, actores y formas de acción distintos. Más allá de caracterizarlo en forma cuantitativa por su carácter masivo, la extensión del movimiento también implica la fuerza y el impacto de su acción, de carácter nacional con capacidad de desestabilizar los límites del sistema para alcanzar el triunfo.

El movimiento social de Atenco surgió y se constituyó como respuesta ante el despojo de su territorio por el gobierno y el capital financiero, a través de su defensa y su valorización, en un campo de conflicto, mediante la acción colectiva (basada en la solidaridad) y su forma de organización, que produjo cambios en la subjetividad y potenció la construcción de un actor social -con identidad colectiva-, que debió edificar un contrapoder mediante su forma de lucha -estrategia-, capaz de cambiar la relación de fuerzas y desestabilizar los límites del sistema para el logro de sus objetivos.

Literatura citada

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Recibido: Noviembre de 2015; Aprobado: Enero de 2016

§Autor para correspondencia: josealfredocs@hotmail.com

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