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En-claves del pensamiento

On-line version ISSN 2594-1100Print version ISSN 1870-879X

En-clav. pen vol.6 n.11 México Jan./Jun. 2012

 

Artículos

 

Convergencias y divergencias: la recepción moderna de la obra científica de Goethe

 

Fernando Saucedo Lastra*

 

* Universidad Kyung Hee, Corea del Sur, fslastra@gmail.com

 

Fecha de recepción: 3/11/2010
Fecha de aceptación: 17/10/2011

 

Creo que a la ciencia podría llamársela conocimiento
de lo general o saber abstracto; el arte, en cambio, sería
ciencia aplicada a la acción. La ciencia sería la razón
y el arte su mecanismo, por lo que podríamos llamarlo
también ciencia práctica. En síntesis: la ciencia sería
el teorema; el arte el problema.
J.W. Von Goethe1

Quien aspira a reconocer y describir algo vivo.
Busca ante todo desentrañarle el espíritu
J.W. Von Goethe, Fausto

 

Resumen

En este trabajo hago un seguimiento de la polémica que ha suscitado la obra científica de Goethe a lo largo del siglo XX, a través del análisis de la interpretación que de ella hacen diversos historiadores de la literatura, filósofos e historia dores de la ciencia; entre los que destaca la tesis del filósofo austriaco Rudolf Steiner. Tal revisión revela una incomprensión interpretativa esencial al intentar escindir al Goethe poeta del Goethe científico y olvidar que en el pensamiento del autor alemán tal separación no era concebible. Lejos de la marca de superstición, superchería y elucubración poética que ha estigmatizado el trabajo científico de Goethe, el artículo propone recuperar el ideal goetheano que hoy nuevas tendencias del pensamiento contemporáneo, como el de la Tercera Cultura, están debatiendo: la necesidad de integrar el trabajo del artista y el del investigador de la naturaleza, a través del diálogo entre las humanidades y la ciencia.

Palabras clave: La obra científica de Goethe, Rudolf Steiner, Tercera Cultura, naturaleza, espíritu, humanidades, ciencia.

 

Abstract

This paper analyzes the controversy created by Goethe's scientific writings all through the twentieth century, and discusses its varied interpretations by philosophers and historians of literature and science, among which stands out that of the Austrian philosopher Rudolf Steiner. This overview reveals a common misconception: there supposed to be a divide between Goethe as a poet and Goethe as a science man, although such separation is impossible to conceive in Goethe's thought, and his scientific writings are not more than superstition and poetic fantasy. The critique of such a mistaken notion permits to reevaluate the goethean ideal of integration between the artist and the scientist, between Science and Humanities, an endeavor that recent trends of thought, like the Third Culture, are debating and validating today.

Key words: Goethe's scientific work, Rudolf Steiner, Third Culture, nature, spirit, humanities, science.

 

El siguiente trabajo nace de la lectura de algunas de las obras científicas de Goethe, así como del acercamiento a los escritos de sus comentadores, críticos, detractores y defensores. Sorprende, en todo caso, como ya menciona alguno de sus analistas, la actualidad de la polémica que un clásico como Goethe aún suscita.2 Y si hay debate en torno de su obra, especialmente la científica no es, me parece, sino porque en su pensamiento existen todavía, y quizá más que nunca, posibilidades de presente y de futuro.

Este ensayo quiere inscribirse en el espíritu de la llamada Tercera Cultura, en la medida en que la elección de Goethe como figura central y organizadora de esta investigación reside en el descubrimiento emotivo de su aspiración por crear una alianza entre el científico y el poeta, esto es, un diálogo fructífero entre la cultura científica y la humanística, utopía y urgente asignatura pendiente de nuestro época.

 

Udo Rukser

Nada puede ser más variado que el recuento de las visiones y versiones de los comentaristas de la obra científica de Goethe. En ellas, la imagen del artista alemán se transforma y deforma de acuerdo a fobias y Alias. Curiosamente, el rostro de Goethe parece ser otro en la Teoría de los colores o en la Metamorfosis de la planta, uno más sereno, pero movido por la pasión de alguien que quiere compartir el entusiasmo de una visión, de un descubrimiento. Eso es quizá lo que conmueve e ilumina una prosa cargada de los modos y la sensibilidad de los siglos XVIII y XIX: la autencidad de un entusiasmo, la profundidad de un interés por la naturaleza y por la relación de ésta con el hombre.

Para el hispanista alemán, Udo Rukser,3 Goethe es un artista verdaderamente renacentista, próximo a Leonardo da Vinci, porque integra el interés, el ser y el quehacer del artista y del investigador de lo natural y de lo humano. El interés general por Goethe se ha limitado, sin embargo, a su obra literaria, mientras que la científica se ha reconocido muy tardíamente tanto en Alemania, como en el mundo hispánico. Según Rukser, los remanentes en España del pensar autoritario de la ortodoxia y la dialéctica escolásticas con su intelectualismo o logicismo contaminarían lo que él llama la España tradicional, impidiéndole apreciar al Goethe investigador. A ello habría que sumar el hecho de que la España que se iba modernizado a lo largo de los siglos XVII y XIX se encaminaba por el racionalismo mecanicista y artificial del positivismo de Lecomte, Herbert Spencer y de las ciencias naturales alemanas.

Este racionalismo a ultranza del positivismo que afirmaba, con Du Bois-Raymond, que ''no hay más conocimiento que el mecánico, ni otra forma de pensar científica que la física-matemática'',4 es, nos dice Rukser, totalmente contrario al pensamiento de Goethe. Su pensar, en cambio, era intuitivo, ''sintético-figurativo'' y no abstracto ni analítico. El intelecto debía tener como contrapeso la intuición, decía Goethe, la fantasía, el sentimiento y la sensibilidad a riesgo de volverse destructor de la vida. Este pensamiento incluyente, plástico, debía dedicarse al descubrimiento de la esencia de las fuerzas constructivas de la vida, seguir la dinámica de su transformación. He allí la base de su método genético, menciona Rukser, su doctrina de la metamorfosis que examina ''la regularidad de las formas eternas y la libertad creadora de la vida''.5

Durante años, la falta de acceso a la investigación y a la filosofía de Goethe tuvo como consecuencia una opinión generalizada: sus textos científicos no eran sino extrañas actividades de un aficionado ajenas a su verdadera profesión literaria. Así, se ignoraron sus reflexiones sobre la forma y ''las fuerzas plasmadoras'', pero, sobre todo, se pasó por alto que su actividad investigadora representaba para Goethe no sólo la base de su propia formación, sino también el fundamento de su obra poética, interesantísimo señalamiento que volveremos a encontrar más adelante cuando comentemos el estudio de Rudolf Steiner sobre Goethe.

Con todo, señala Rukser, estas relaciones fueron apreciadas por intectuales del mundo hispánico como Menéndez Pelayo, Miguel de Unamuno o Alfonso Reyes. Para Menéndez Pelayo, Goethe representaba al artista abarcante, aquel para quien todo arte, toda ciencia, toda superstición y toda sociedad formaban parte esencial de la eduación que se dio a sí mismo. Su objetivo fue ''comprenderlo y penetrarlo todo, compendiar en su persona la humanidad entera, convertir en forma toda idea y toda pasión, único modo de emanciparse de ella''.6

Alfonso Reyes, por su parte, interpreta la labor de Goethe como un ejercicio de autodisciplina, una tarea Analmente moral, educativa: ''Enemigo de todo automatismo mental, partía en guerra contra todo intento de reducir lo cualitativo a lo cuantitativo [...] ¿Qué enseñaba Goethe? A poner la totalidad del ser en todos los actos, sin dividir nunca el pensamiento del sentimiento''.7

En la opinión de Rukser, ha costado un gran esfuerzo comprender en España y en el mundo hispánico que Goethe no perseguía una formulación única y universalmente válida para explicar el mundo. Más bien, dejaba convivir, unas al lado de las otras, las preguntas y las respuestas para que, poco a poco y eventualmente todas se integraran en una visión de conjunto de la vida. Unamuno sería uno de los pocos que vio claramente esta actitud goetheana y quien supo apreciar, además, lo que significaba para Goethe la multiplicidad de conocimientos sistemáticamente cultivada (entre los que se contaba primordial-mente el ejercicio de la ciencia) y la unicidad necesaria que resultaba de este estudio diletante: ''El sentir y el pensar brotan de la misma fuente, son caras de la misma función. Sentir la ciencia y pensar el arte es un buen camino para pensar ciencia y sentir arte''.8

Sin embargo, el balance de la actitud hispánica con respecto a la actividad de Goethe como investigador, como escritor de obras sobre ciencias naturales es negativa. Se valora a Goethe como un poeta que desarrolló una actividad secundaria en el campo de las ciencias naturales, de la, sin embargo, hay poco que comentar. Las opiniones de esta naturaleza abundan: ''Goethe fue naturalista y filósofo, pero ante todo poeta [...] En su teoría de los colores se ve claramente al poeta esforzándose en convertir toda ciencia y toda realidad en formas objetivas de sus ideas estéticas [...] El científico fue absorbido por el poeta. Mefistófeles, por Fausto''.9

El crítico alemán señala la poca difusión de la obra científica de Goethe debida al escaso interés que ha despertado y por su tardía y también escasa traducción. La Teoría de los colores, por ejemplo, no fue traducida al español por primera vez sino hasta 1945.10

 

Manuel Sacristán

Por su parte, la intención del filósofo español Manuel Sacristán (1925-1985) en ''La veracidad de Goethe''11 parece ser, al contrario de lo que promete el título, la demostración exaltada de su falsedad ideológica. Sacristán señala, en principio, la singularidad de Goethe como un clásico que despierta: pasiones, diatribas, apologías, recusaciones; desde Schiller hasta Thomas Mann. Sensibilidades modernas, como Bertolt Brecht, ven en Goethe a un hipócrita que cantaba a la paz de cimas idílicas y olvidaba el sufrimiento de las mayorías sociales. Esta condena parece contradecir una aspiración esencial de Goethe a la verdad, al ser, a la realidad, al Wie Wahr, wie seiend! goetheano (¡Qué verdadero, con cuánto ser!). Tal contradicción parece incidir directamente en la comprensión de la obra y la personalidad del autor alemán.

El filósofo español admite la rica labor científica del autor alemán. Goethe, nos dice, ha escrito sobre meteorología, botánica, zoología, antropología, geología, teoría de los colores y lo que hoy llamaríamos teoría de la ciencia. Ha descubierto verdades científicas como la existencia del os intermaxilare en el hombre y ha preludiado, con su doctrina de la metamorfosis, el tema de la evolución, capital para entender la ciencia de los siglos XIX y XX.

A pesar de esos logros, Sacristán se consagra en el resto de su exposición a la polémica refutación de la Óptica de Newton elaborada por Goethe. El tono del texto cambia de pronto y asume el aspecto de una diatriba más bien antipática, excesiva de la ''fallida crítica'' goetheana. Sacristán se convierte, así, en uno de los críticos que él mismo anunciaba al inicio de su ensayo con un cierto desapego objetivo y no falto de ironía. Resulta curiosa la densidad de este ataque frontal. Al polemizar con Newton, Goethe se empeña en un error que es ''escasamente imaginable'' y recuerda el estilo de ''los escolásticos que rechazaban el descubrimiento de los satélites de Jupiter por Galileo.'' Los adjetivos, de pronto, se multiplican. Su refutación es ''cerrada incomprensión'', ''grosero apoyo empírico'', ''caprichosa argumentación de abogado'', ''endeblez'', ''vagos conceptos cualitativos'', ''pensamiento que en el fondo sigue resistiéndose a reconocer los fundamentos mismo de la ciencia moderna doscientos años después de imponerse esos fundamentos a toda inteligencia cultivada'',12 ''medieval sentimiento'', ''conceptos semimíticos'', ''voluntaria ceguera'', ''visión retrógrada y reaccionaria''. Sacristán intenta intensificar el descrédito de Goethe al indicar que sentía antipatía por todo tipo de instrumentos científicos para recordar, en seguida, y en un pie de página, que Goethe poseyó una colección de instumentos científicos valorada en su tiempo en 2000 florines. Para Manuel Sacristán, en fin, Goethe recuerda ''La cerrada incomprensión de los primeros enemigos de la naciente ciencia moderna''. Y no sólo eso. Todo aquel científico moderno que intente una revaloración o una revisión de la teoría de los colores de Goethe, como Werner Heisenberg, no hacen sino querer ''arrebatar a la ciencia su revolucionario poder de destrucción de los mitos del pasado''. Como en todo arrebato, se suele tomar el todo por la parte y el crítico mimetiza lo que ataca. ¿De verdad las conclusiones de Newton sobre la luz son absolutas, verdad intocable e irrefutable? ¿Se hace ciencia realmente cuando se niega la posibilidad de revisión y reinterpretación de una verdad aceptada? ¿No estamos en esta exposición y frente a este lenguaje en el terreno del dogma?

Más adelante, Sacristán parece querer equilibrar la diatriba con el desarrollo, nuevamente imparcial, de otros logros y virtudes de la obra científica de Goethe, que él llama ''acervo de clarividentes perspectivas científicas y metodológicas legadas al pensamiento moderno''. Goethe, por ejemplo, es más moderno y veraz que sus contemporáneos, incluso Newton, cuando puntualiza que el científico está constantemente fingiendo hipótesis porque ''todo mirar se convierte, naturalmente, en un considerar; todo considerar, en un meditar; todo meditar, en un entrelazar; y así puede decirse que ya en la simple mirada atenta que lanzamos al mundo estamos teoretizando'',13 y ese principio, esa reflexión sobre la metodología general y sobre la relación compleja entre teoría y experiencia es hoy parte básica de la ciencia moderna.

Asimismo, Sacristán recupera y valora del ''hacer'' científico de Goethe su crítica al mecanicismo de su época y la clara conciencia de sus limitaciones; su aspiración a la intuición de totalidad en todo fenómeno natural, orgánico, esto es, su anhelo por la percepción intuitiva del todo (pensamiento global intuititivo). Su crítica a la fragmentación y descomposición de lo vivo por el análisis científico abstracto en el siglo XX será característica del pensar gestaltista y vitalista. Sacristán enfatiza en Goethe la postulación de una racionalidad que supera la escisión de sujeto y naturaleza, la posibilidad de hermanar ciencia y poesía, esto es, la posibilidad de un desarrollo integral de la cultura (en este último punto, Sacristán ve al mismo tiempo un carácter arcaizante y una perspectiva de futuro), lo que se vincularía con el inicio de un cierto pensamiento dialéctico en Goethe.

Sacristán cierra su exposición, sin embargo, con el signo de la incredulidad y el pesimismo. Aun cuando se admitiera que Goethe haya visto en la razón tecnificada de la ciencia de su tiempo la manifestación de la escisión del individuo, y que a esa razón haya contrapuesto la integridad de un pensar dialéctico en el que ciencia y poesía puedan dialogar y unificarse, todo ello ''no podría haber ocurrido —ni ha ocurrido de hecho— más que a título de intención irrealizable''.14 Y es que, según Sacristán, en aquella cultura como en la nuestra es imposible la armonía de las actividades del espíritu y de las manos del hombre. Así, la realización de la armonía entre lo científico y lo humanístico, entre la ciencia y la poesía no es sino ''autoengaño'' y el intento de Goethe de aplicar esta concepción a su obra no dio más fruto que ''los cursis poemas científicos que salpican sus obras de vejez''.15 Goethe, continúa Sacristán, no trabajó para resolver ninguna problemática objetiva que redujera la escisión entre ciencia y poesía y, como ''nadie puede hacerse con todo el destino de la humanidad —como recuerda Brecht precisamente a propósito de Goethe— si no es poniéndose a luchar por la resolución de sus problemas'',16 Goethe queda, pues, desacreditado y su veracidad, en duda. Sacristán olvida que el tema de la integración entre ciencia y poesía es para Goethe una aspiración futura, una utopía necesaria, pero sólo verificable en el futuro. Además, refutar a Goethe, un hombre del siglo xvin y principios del XIX aduciendo que no luchó para solucionar los problemas de la humanidad escindida, recuerda los ecos curiosamente desfasados de doctrinas que interpretaron durante el siglo XX la entera historia de la humanidad con el pensamiento único, inamovible y dogmático del ''materialismo histórico'' y que no concibieron avance y futuro para la sociedad sino recurriendo a los prestigios dudosos de la ''lucha revolucionaria''.

Finalmente, Sacristán interpreta como una debilidad y un fracaso lo que, desde mi punto de vista, es la riqueza y la posibilidad de futuro de la obra científica de Goethe: ''El hecho es que su ciencia es el prematuro intento de realizar aquella unidad armónica al nivel de una humanidad objetivamente escindida''.17

 

Diego Sánchez Meca

Investigador de la historia de la ciencia, Diego Sánchez Meca18 ve en Goethe a un hombre profunda y honestamente obsesionado por penetrar en el secreto del ''orden móvil'' de la vida y proponer una síntesis viviente de necesidad y libertad; un humanista que busca sin descanso ''el modelo teórico capaz de captar las regularidades ideales en el devenir temporal de las metamorfosis de las formas''.19 Para apoyar esta aseveración, Sánchez Meca nos recuerda que el gran escritor alemán dedicó una gran parte de su tiempo a la observación y a la experimentación científica, tanto como a la literatura y recuerda que son catorce los volúmenes que la gigantesca edición de las obras completas de Goethe dedica a su obra científica. Si a ello se suma, nos dice Sánchez Meca, que en los cincuenta volúmenes de cartas y en los treinta y siete de diarios, la mención a temas de ciencia es permanente, podremos tener una idea aproximada del esfuerzo y la dedicación de Goethe a esta área del conocimiento. De hecho, Goethe practicó la observación y la investigación de la naturaleza desde la juventud hasta su muerte.

Sánchez Meca se detiene, como los otros autores estudiados, en la escasa resonancia de la obra científica goetheana en su tiempo y en el nuestro y adjudica este hecho a varios factores, lo mismo a la muy poca afortunada historia de sus interpretaciones, ''dominada por la incomprensión y la unilateridad''20 (se refiere, por supuesto, a la refutacion de Newton), como a la presencia en su trabajo científico de una tendencia a ''remitir la comprensión de los fenómenos observables a su esencia ideal'', por ejemplo, al afirmar que la transformación del modelo ideal de una planta y su transformación en todas las variantes posibles del mundo vegetal no puede ser aprehensible sino a través de la intuición. Esto ha encasillado la aportación de Goethe bajo la etiqueta de ''morfología idealista''. Si los detractores de la obra científica de Goethe atribuyen a su obra motivos extracientíficos y la califican de metafísica romántica, por lo tanto estéril en el terreno de la ciencia, sus defensores indican, en cambio, la aportación de Goethe a la morfología comparada que es uno de los caminos que sigue la investigación contemporánea.21 Sánchez Meca decididamente muestra su preferencia por el trabajo goetheano ya que en su estudio preliminar se oyen más voces favorables que negativas. Se mencionan a autores de los años cuarentas y cincuentas como O. Schoneville, Agnes Arber, A. Hansen, Wilhelm Troll, Dorothea Kuhn y Timothy Lenoir, así como a otros, más recientes, para construir una imagen, me parece, más moderna y justa de Goethe. Es una imagen de precursor la que dibuja Sánchez Meca de Goethe.

Entre las posibilidades de presente y futuro que se le reconocen a Goethe está la validez de su exposición de la homología de las hojas, que hoy es un principio consolidado de la morfología comparada de las plantas superiores; el valor científico de sus estudos botánicos, particularmente aquéllos referidos a la disposición de los órganos reproductores de las plantas y su impacto en la teoría de la germinación parcial;22 la reinvindicación de la precursora concepción goetheana de la totalidad orgánica, así como la concepción del proceder científico como derivación de la variedad a partir de la forma singular; y, en fin, la anticipación de Goethe a algunos de los desarrollos más importantes de la teoría contemporánea de la ciencia (la crítica a los conceptos tradicionales de ley, de teoría y de explicación científica, y la idea de que toda percepción es necesariamente teoría). Existen además, puntualiza Sánchez Meca, orientaciones ecológico-holísticas que ven en la obra científica de Goethe su predecesor y su fundamento.

Con frecuencia, se ha asociado la obra científica de Goethe con tendencias, doctrinas, y creencias como las del hermetismo, la mística, la alquimia, el idealismo platónico, el panteísmo neoplatónico, el evolucionismo predarwiniano y la Naturphilosophie posromántica. Aunque reconoce la deuda de Goethe al platonismo, al neoplatonismo, al hermetismo, a la cábala y a la alquimia, Sánchez Meca intenta distinguir las investigaciones goetheanas de esa ''especie de magma'' confuso de la Naturphilosophie y de la Ganzheitsbiologie. La distinción radicaría, esencialmente, en la importancia que Goethe concede: ''[...] a la observación empírica, así como por su desconfianza manifiesta respecto a pensamientos abstractos y demasiado especulativos. Él nunca se definió como un filósofo de la naturaleza, sino como un Naturschauer, un contemplador de formas captadas a la vez en su concreción y en la armonía que las une''.23

La aproximación de Sánchez Meca resulta ser más minuciosa, menos categórica que la de Manuel Sacristán; hay un intento de comprensión más generoso y menos abstracto. La valoración de la ciencia de Goethe, su veracidad, son determinados por Sacristán únicamente con el estudio de la historia de la refutación de la Óptica de Newton, mientras que Sánchez Meca intenta abarcar lo mismo la recepción compleja de las investigaciones de Goethe, que el examen de algunos momentos de su producción. De particular interés es su comentario de La metamorfosis de las plantas. El problema epistemológico que este texto plantea, señala Sánchez Meca, es el de un concepto de teoría ''que intenta operar con representaciones en las que tiene lugar una conjunción problemática [...] entre realidad concreta e idea abstracta, entre lo estable y lo procesual, entre lo particular y lo general, entre lo sensible y lo no empírico'',24 pero también plantea un problema de lenguaje. Resulta esencial, por lo tanto, clarificar el uso, por parte de Goethe, de conceptos tales como hoja, contracción, expansión, geistig, y sus diversas designaciones, a la vez empíricas e ideales o trascendentales.

El núcleo problemático de todo el pensamiento de Goethe para sus críticos y comentadores es su concepción de la relación entre lo ideal y lo empírico. Por ello se vuelve un objetivo determinar si Goethe cree y ejerce una ciencia positivo-experimental o, al contrario, una ciencia intuitiva y especulativa. Sin embargo, tal elucubración es estéril, concluye Sánchez Meca, porque Goethe piensa:

[...] no sólo en formas estables y espacialmente delimitadas, sino en formas dentro del tiempo. Para él el ser se manifiesta sólo en el devenir. Por eso, entre lo particular y lo general no puede haber ninguna relación de subsunción lógica que haga posible el empleo, como método, de la deducción o de la inducción, sino sólo una relación de representación simbólica que abre la perspectiva de una problemática metodológica inédita.25

 

Rudolf Steiner

He dejado al Anal de este trabajo el comentario sobre Goethe de Rudolf Steiner (1861-1925), filósofo austriaco y fundador de la Antroposofía, porque siendo en muchos sentidos singular es prácticamente desconocido.

La relación de Steiner con la obra de Goethe comienza muy pronto, en su juventud. Luego de varios años de lectura de las obras literarias y científicas goetheanas, Steiner publicó el libro La teoría del conocimiento basada en la concepción del mundo de Goethe (1886) en donde reflexiona sobre la posibilidad de construir toda una epistemología a partir de la original manera de interpretar la realidad de Goethe. La buena acogida del texto y la frecuente publicación de artículos periodísticos sobre la obra del artista alemán, le ganaron la invitación de Kurschner, el editor de la gran edición de Weimar de las obras completas de Goethe (1889-1890), para que tomara a cargo la elaboración de las introducciones y notas de la edición de la obra científica goetheana. Cuando inició este trabajo, Steiner sólo contaba con 27 años. La dedicación a este trabajo produjó, durante su estancia en Weimar (1889-1897), un segundo libro, Goethe y su visión del mundo (1897), que, entre otros temas, analiza el neoplatonismo de Goethe y su relación con el desarrollo del pensamiento occidental; las concepciones sobre la naturaleza y el desarrollo de los seres vivos, en particular, su teoría de las metamorfosis; la concepción goetheana del mundo del color; las ideas de Goethe sobre la evolución de la tierra y los fenómenos atmosféricos, así como la interpretación que Hegel hizo de la obra de Goethe. Ambos textos de Steiner tuvieron dos reediciones en las primeras décadas del siglo XX y sucesivas reimpresiones a todo lo largo del siglo, aunque no resulta sencillo hallar traducciones al español de estos trabajos (utilizó las traducciones de la editorial Rudolf Steiner, Madrid, ambas publicadas en 1994 y 1989, respectivamente).

La gran riqueza de los textos de Steiner, la minuciosidad con que sigue los inicios de la obra investigativa de Goethe, su desarrollo, sus relaciones con el vitalismo, el mecanicismo y con la obra de Linneo, de Rousseau, de Lavater y del barón von Gleichen; el detallado análisis de la idea de metamorfosis de la planta y del animal y su relación con el hombre, rebasan, por mucho, los límites y objetivos de este trabajo. Me detendré, por lo tanto, en algunas de las ideas principales contenidas en estas obras.

Luego de indicar el acuerdo unánime sobre la importancia de Goethe (junto con Schiller, Herder y Lessing) para la comprensión de la cultura alemana y universal, Steiner afirma que, cuando se trata de su obra de investigación, el panorama es otro. La falta de apreciación de la ciencia goetheana radica en que casi todo lo que se ha publicado sobre los trabajos científicos de Goethe y Schiller no ha surgido orgánicamente de sus concepciones, sino que se ha situado en una posición a posteriori con respecto a ellas. Se afirma que a Goethe le faltaba sentido científico; que su capacidad filosófica se encontraba en proporcion inversa con la poética. Sin embargo, afirma Steiner, en las interpretaciones de Goethe sobre la naturaleza subyace un profundo sentido filosófico, ''aunque no asciende a la conciencia en forma de teoremas científicos determinados''26 y a pesar de que no nos legara un conjunto sistemático de la rigurosa filosofía con la que operaba.

Ya Udo Rukser indicaba un hecho que Steiner confirma y profundiza de manera decisiva: la unidad indisociable entre el Goethe poeta y Goethe, el investigador, y la necesidad de conocer su obra científica para comprender profundamente la poética: ''Es imposible sumergirse en las profundidades del arte goetheano sin conocer las observaciones del Goethe naturalista''.27 Asimismo, señala Steiner la gran importancia de Schiller para la comprensión de la investigación de Goethe. De obras de Schiller como Cartas sobre la educación estética del género humano o Poesía ingenua y sentimental (ambas basadas en Goethe como personalidad que reúne en sí el ideal del artista, aquel que integra el conocimiento de la ciencia y de lo artístico), Steiner ''extrae'' de manera muy original una manera de interpretar la obra de Goethe que se basa en él mismo, en su particular manera de observar el mundo.

¿Cómo observa Goethe? El tipo de operación mental aplicado a un objeto o ser observado debe estar determinado por el objeto o el ser mismo. Es decir, del propio mundo exterior del poeta alemán deduce el método de observación que le es adecuado. Así, ''la visión que Goethe tenía del mundo es la más multifacética que pueda imaginarse: parte de un centro situado en la naturaleza íntegra del poeta, y refleja en cada caso la faceta que corresponde a la naturaleza del objeto contemplado''.28 El método de observación de la realidad derivaría, no de la mente del observador, sino de la naturaleza de lo observado. En Goethe lo esencial es su modo de contemplar el mundo, su método de proceder frente al mundo al que Steiner llama universalidad congruente.

Pero el objetivo de Steiner no es crear la imagen de un hombre de ciencia incomprendido, olvidado; no es tampoco hacer un recuento de los hallazgos científicos de Goethe para enfatizar la ceguera de ese olvido. De hecho, en ese sentido, Steiner es categórico: ''Comparto la opinión de Du Bois-Reymond, de que incluso también sin Goethe, la ciencia estaría hoy donde está, y que los pasos que él consiguó dar habrían sido dados, tarde o temprano, por otros''.29 En realidad, lo que le interesa, lo que le resulta fundamental es caracterizar el objetivo, el impulso investigativo del artista alemán, ''la orientación misma de su espíritu'' para verificar su posible aplicación a nuestra realidad contemporánea: ''Hay que entrar en el mundo del pensamiento, de la sensibilidad de Goethe, en la medida en que pueda resultar fecundo para nuestro tiempo''.30

¿Qué buscaba Goethe? No desde luego los descubrimientos aislados que fueron surgiendo a lo largo de su labor científica, como el descubrimiento del hueso intermaxilar en el hombre. Estos hechos nunca constituyeron para él un fin en sí mismo, nos dice Steiner, sino que tenían que ser realizados para confirmar la idea que tenía Goethe acerca de los fenómenos naturales. Es decir, en la planta y en el animal, en el conjunto de la naturaleza es posible captar algo que no es accesible a la mera observación de los sentidos, llámese modelo, idea o arquetipo. Lo que el ojo físico es capaz de percibir en un organismo no es ''sino la consecuencia del conjunto vivo, constituido por la interacción de las leyes de formación, que sólo los ojos del espíritu pueden percibir''.31 A las críticas que una concepción como ésta podrían despertar y que de hecho despertaron (ver la interpretación de Manuel Sacristán o el concepto de ''morfología idealista'' reseñada por Sánchez Meca, incluidas en este trabajo), Steiner responde que son producto de la incapacidad de concebir que la idea, lo invisible, lo suprasensible forma parte tan objetivamente de las cosas como aquello que puede percibirse con los sentidos.

Esta particular manera de aprehender y comprender la realidad, dialéctica, incluyente, no dual, conduce a otro objetivo de la obra científica de Goethe: la creación de una concepción general de la naturaleza. Él quería mostrar que todas las ramas individuales del conocimiento de la naturaleza: historia natural, ciencia natural, anatomía, química, zoología, fisiología, etcétera, debían unirse al servicio de una concepción superior, a fin de explicar formas y procesos de los seres vivos, incluido el hombre. Quería constituir una ciencia nueva, una morfología general de los organismos. Todo lo que cada ciencia particular aporta como leyes naturales particulares debería ser integrado en un concepto vivo de lo orgánico y elevado a un nivel superior, ''al igual que el ser vivo mismo acoge los diversos procesos naturales particulares en el ciclo de su desarrollo, elevándolos a un grado superior de eficiencia''.32 Tal proyecto no llegó a cumplirse, pero me pregunto si una idea tan estimulante no vive de alguna manera en la actual interdisciplinariedad entre las ciencias (en la neurobiología, por ejemplo o en la colaboración entre paleontología, etnología, botánica y climatología).

Es importante indicar que a lo largo de los textos comentados Steiner enfatiza una y otra vez la idea según la cual Goethe nunca quiso hacer ciencia, como la entendemos hoy, que nunca intentó crear un sistema científico per se. Lo que él buscaba era un conocimiento del hombre, de la naturaleza, buscaba, como decíamos, reunir los resultados de todas las ciencias en una, global, que llevara a una comprensión más profunda de la realidad sensible e invisible.

Sorprende la lectura de La teoría del conocimiento basada en la concepción del mundo de Goethe y de Goethe y su visión del mundo de Rudolf Steiner porque, con otras palabras, por supuesto, y con objetivos distintos, anuncia ideas que hemos comentado en los estudios de Udo Rukser o Sánchez Meca. Vale aquí ceder a la tentación y puntualizar el carácter precursor de Steiner en lo que a la moderna revaloración de la ciencia de Goethe se refiere, y dentro de esa misma tendencia, sería interesante revalorar, a su vez, el trabajo de Steiner.

 

Conclusión

Los textos que he comentado a lo largo de esta investigación pertenecen a momentos históricos distintos, la década de los años veintes, setentas, ochentas y noventas del siglo XX. Los cuatro autores comentados parecen dibujar el trayecto del interés que ha vivido la figura del Goethe ''científico'': un interés recopilatorio, antologador quizá excesivamente imparcial (Udo Rukser); otro que intenta una objetividad filósofica y que, sin embargo, se ve sacudido por arrebatos y antipatías (Manuel Sacristán) y, Analmente, un interés, desde mi punto de vista, equilibrado, incluyente, propositivo (Diego Sánchez Meca y Rudolf Steiner).

En suma, lo que sorprende en estas críticas o en las reseñas que ellas hacen de otras obras, es la insistencia por dividir, escindir al Goethe poeta del científico aplicando un razonamiento que se podría calificar como disyuntivo (sólo esto o aquello es posible) cuando hemos visto, particularmente con Udo Rukser, Alfonso Reyes y Rudolf Steiner, que en el pensamiento del autor alemán tal separación no era concebible. La crítica de Goethe tendría que ser, desde mi punto de vista, goetheana, es decir se tendrían que aplicar a la obra científica de Goethe aquellos instrumentos interpretativos que el mismo objeto de estudio requiere y exige. Asimismo, se descalifica toda validez científica a la ciencia de Goethe por concebir un mundo ideal, suprasensible inmerso en el mundo sensible. Esta operación resulta, a todas luces, engañosa: no sólo se evidencia así la aplicación de un modelo científico moderno que no corresponde sencillamente al trabajo de Goethe, como hemos señalado, sino que se intenta olvidar, nuevamente, que lo sensible y lo ideal, lo orgánico y lo invisible son, para la visión goetheana, una y la misma cosa. Obviamente, dar validez en ciencia a un acercamiento como el de Goethe conllevaría la aceptación de una existencia suprasensible en la realidad, pero ese salto conceptual, ese riesgo de la razón y del entendimiento parece que no será emprendido por la ciencia moderna en un tiempo considerable.

Finalmente, querría puntualizar que lo que he intentado ofrecer en este trabajo es una visión, lo más variada posible, de la recepción de la obra científica de Goethe para despojarla de esa incómoda y, a mi entender, injusta marca de superstición, superchería o elucubración poética que ha tenido y tiene hoy en día y compartir la intuición de que, en la manera como Goethe percibió la naturaleza subyacen posibilidades ''llenas de presentimientos'' (Nietzsche), es decir, de futuro.

 

Notas

1 Véase Rudolf Steiner, La teoría del conocimiento basada en la concepción del mundo de Goethe. Trad. de Juan Berlín y Miguel López Manresa. Madrid, Rudolf Steiner, 1994.         [ Links ]

2 Manuel Sacristán, ''La veracidad de Goethe'', en Lecturas. Panfletos y materiales IV. Barcelona, Icaria, 1985.         [ Links ]

3 Udo Rukser, ''Valoraciones de Goethe en el mundo hispánico'', en Goethe en el mundo hispánico. México, FCE, 1977, pp. 243-257.         [ Links ]

4 Ibid., p. 244.

5 Idem.

6 Ibid., p. 245.

7 Ibid., p. 251.

8 Ibid., p. 246.

9 José Camo y Montobbio, véase U. Rukser, op. cit., p. 253.

10 Prueba de ello parece ser el hecho que en pleno 2009, las únicas traducciones al español de la obra científica de Goethe encontradas para esta investigación sean las de Sánchez Meca, Johann Wolfgang von Goethe. Teoría de la naturaleza. Est. prel. de Diego Sánchez Meca. Madrid, Tecnos, 1977;         [ Links ] y la de Rafael Cansinos, J. W. von Goethe en editorial Tecnos y la de,         [ Links ] Obras completas de Goethe, vol. 1. Ed. y trad. de Rafael Cansinos Assens. Madrid, Aguilar, 1974.         [ Links ] Esta última tiene el título engañoso de Obras completas de Goethe cuando en realidad no representa sino un fragmento, apenas, de la vastísima obra científica de Goethe ¡catorce volúmenes de los ciento treinta y tres de la gran edición de Weimar de 1887-1919!

11 M. Sacristán, op. cit.

12 Ibid., p. 90.

13 Ibid., p. 95.

14 Ibid., p. 102.

15 Ibid., p. 103.

16 Ibid., p. 104.

17 Ibid., p. 103.

18 Para una exposición más detallada de esta información véase el trabajo de Sánchez Meca ya citado en J. W. Von Goethe. Teoría de la naturaleza.

19 Ibid., p. XI

20 Ibid., p. XII.

21 Ibid., p. XV

22 Ibid., pp. XVI-XVIII.

23 Ibid., p. XXIIV.

24 Ibid., p. XXV.

25 Ibid., p. XXVII.

26 R. Steiner, Goethe y su visión del mundo. Trad. Julia Hernández Sans y Rafael Martín Artajo. Madrid, Rudolf Steiner, 1989, p. 7.         [ Links ]

27 Ibid., p. 12.

28 Ibid., p. 7.

29 Ibid., p. 107.

30 Ibid., p. 15.

31 Ibid., p. 109.

32 Ibid., p. 153.

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