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Migración y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-7599

Migr. desarro vol.11 no.21 Zacatecas  2013

 

La voz de los actores

 

Belén, Posada del Migrante. Experiencia eclesiológica y alternativa social en el dolor y la violencia social de la migración forzada centroamericana

 

Pedro Pantoja Arreola*

 

* Asesor General de Belén, Posada del Migrante, Frontera con Justicia A. C. Humanidad Sin Fronteras, A. C.

 

Mi puerta abrí al caminante...
y la noche no pasaba fuera

(Job 31, 32)

 

Persecución, salvajismo, crueldad social, secuestro y muerte son parte del escenario que nos atrapa y nos condiciona fuertemente para presentar los retos que enfrenta la migración forzada en su tránsito por territorio mexicano. Sentados, ya de noche, en uno de los rincones de la Casa del Migrante en Saltillo, los grupos de hombres y mujeres se atreven a romper el silencio doloroso de su vida y contar sus historias del camino:

Soy hondureño, esto fue hace mes y medio, cuando veníamos como 80 en el tren (...) Recuerdo que fue antes de San Luis Potosí (...), fueron los zetas quienes frenaron el tren (...) Nos despojaron de todo, mochilas, dinero, chamarras y hasta zapatos (...), después nos eligieron a 10 para secuestrarnos, a los más jóvenes y fuertes (...) Nos llevaron a su rancho a la sierra (...) A todos nos colgaron y encuerados nos golpearon con tablas (...), luego nos torturaron (...) A mí me cortaron uno de los testículos y con otro cuchillo me rebanaron un pedazo del pene (...) Sólo recuerdo que estaba muy ensangrentado y que gritaba de dolor (...) Perdí la conciencia y cuando desperté estaba en un hospital (...) El doctor y las enfermeras me dijeron que me recogieron todo ensangrentado, tirado a la orilla de la carretera (...) Ahora estoy aquí y les pido que me ayuden a curarme (...).

Después de Coatzacoalcos, misteriosamente se paró el tren en un lugar solitario (...) Veníamos muchos compañeros (...) Aparecieron entonces varias camionetas y hombres encapuchados y armados con metralletas que nos rodearon (...), iban vestidos de negro y en el pecho llevaban grabados de calaveras y del diablo (...) Nos golpearon, nos robaron, nos pidieron los teléfonos de las familias (...) Después de golpearnos mucho, nos pusieron de rodillas para forzarnos a adorar una imagen que ellos llamaban la Santa Muerte junto a unas imágenes diabólicas (...) ¿Qué podemos hacer como migrantes cuando hasta el mismo diablo es aliado del crimen organizado?

La persecución, sangre y muerte hicieron nacer a Belén Posada del Migrante. Y amamos y defendemos con coraje nuestra casa Belén, pues nos amarramos de por vida a la dolorosa y forzada migración centroamericana. Nos hierve la sangre y nos lastima profundamente la expresión de un migrante hondureño: <<Para nosotros migrantes, México es el cementerio de los centroamericanos>>.

 

Paradojas de la migración

Un estudiante se extrañó de lo que afirmaba el conferenciante, y al final se acercó para preguntarle, incrédulo: <<¿Dice usted que la Policía y la delincuencia asaltan a los migrantes? ¿Qué acaso los migrantes no vienen y van huyendo de la pobreza?>>

El estudiante, con sentido común, tenía razón, excepto en un aspecto: el sentido común no puede aplicarse al fenómeno migratorio, que está lleno de paradojas que lo alimentan y lo perfilan, a la vez que lo desdibujan para la comprensión:

• Por no tener nada, los migrantes lo abandonan todo.

• Caminan en busca de la vida y pueden encontrar la muerte.

• Quieren existir y al mismo tiempo ser invisibles.

• Se les empuja a caminos del extravío, a zonas desérticas e inhóspitas, a climas extremos y nadie quiere hacerse cargo de su muerte.

• Aman tanto a su familia que tienen que dejarla.

• Se levantan muros para impedirles el paso y se les deja pasar en la medida y cantidad que se les necesita.

• Se les llama héroes y se les trata como criminales.

• Se lamenta su muerte y muchos de ellos son cubiertos por el polvo del desierto.

• No saben cómo llegar al lugar que ha determinado como su destino y contratan a quien los engaña.

• Aunque viajen en grupo siempre van solos.

• Se les sentencia a la clandestinidad y luego se les reprocha que viajen clandestinamente.

• Son quienes más requieren la protección del Estado y son los que menos la reciben.

• Se les niega el alimento y ellos lo cosechan.

• Se les ofende y se les dice que su presencia ofende.

• Se les niegan las visas y se les reclama que viajen sin ellas.

• Se les acusa de agresores y se les dispara por la espalda.

• Aspiran a una mejor vida y se sumergen en el pantano donde los espera lo peor de la condición humana.

• Se les ve con desconfianza y se les encarga el cuidado de las personas más cercanas.

• Se les ensalza en los discursos y se les olvida en los hechos.

• Los gobernantes los ignoran y se congratulan de sus remesas.

• Se les paga la mitad de lo que se paga a los trabajadores regulares y se dice que dañan la economía de los países a los que llegan.

• Supuestamente la policía está para brindarles seguridad y son los policías los que los asaltan, extorsionan, amenazan, secuestran, violan o matan.

• Su camino migrante desde Centroamérica era un fuerte clamor de justicia y bienestar y regresaron en la inmovilidad y el silencio total de un féretro.

 

Nuestra historia

El año 2001 marcó un despertar violento de la tragedia migrante, al estremecerse la sociedad de Saltillo, Coahuila, cuando guardias militarizados asesinan a balazos a dos adolescentes hondureños, Delmer Alexander y David. Seis meses después, Ismael de Jesús, migrante hondureño adulto es asesinado a pedradas por los guardias y garroteros del tren. Días antes habíamos velado el cuerpo de otro migrante hondureño destrozado por el tren.

Para nosotros existe una relación y comparación simbólica de estos acontecimientos de muerte con lo que Camus, escritor francés, narra en su libro La Peste, lo sucedido en Argel: <<Cuando ya había llegado la 'peste': la gente no reaccionó hasta que empezaron a aparecer cadáveres en los callejones>>. La sociedad de Saltillo, a pesar de que cientos de migrantes colgados del tren, atravesaban ya la ciudad y, muchas veces, caminando entre los rieles, eran perseguidos, golpeados y asaltados por delincuentes y policías, no reaccionó hasta que aparecieron los cadáveres de migrantes asesinados o destrozados por el tren. Entonces, la mayor parte de la sociedad, aterrorizada, manifestó con acento criminalizador un confuso rumor de escándalo y rechazo de esta población: <<¿a qué vino esta gente?>> <<¿Sólo a perturbar y a ensuciar la ciudad?>> Esto desencadenó todo un conjunto de persecuciones, encarcelamientos, múltiples violaciones, casos de mujeres mutiladas al ser arrojadas del tren por defenderse de los intentos de abuso sexual por los guardias del tren.

Cuando se multiplicó el flujo y llegada de la caravana de <<los nómadas sin derechos>>, de la gente <<sin poder>> y de <<las ciudadanías negadas>>, esta gente comenzó a habitar en nuestra Posada Belén, y no tanto para comer y descansar, sino más bien para que ya no los siguieran matando y persiguiendo. Nuestra casa se llenó de dolores y sufrimientos, pero también de muchísimos lenguajes y rostros centroamericanos de esperanzas y sueños, de duelos interminables, de innumerables historias de coraje y tristeza con la dialéctica de <<memoria y olvido>>.

El migrante es un muerto que anda sin nombre ni entierro
Migrante salvadoreño

 

Nuestra casa, situada a 100 m de las vías del tren, abre sus puertas de día y de noche a estos caminantes perseguidos, hambrientos, golpeados en su cuerpo y en su dignidad:

Éramos un grupo como de cinco, cuando la policía nos bajó del tren en Escobedo, cerca de Monterrey (...) Nos quitaron todo (...) y nos llevaron a la cárcel (...) Como había muchos presos y ya no cabíamos, nos amontonaron en los baños (...) Ahí todo apestaba porque todo el piso estaba regado de caca y miados (...) Le pedimos al policía que no nos dejara ahí por la suciedad (...), sólo nos contestó: <<ahí están bien, pues eso es lo que son ustedes (...) una mierda...>> (Testimonio de migrantes).

De noche o de madrugada, como también al amanecer, cuando cualquier migrante atraviesa la puerta de entrada, la vida de nuestra casa y su organización están preparadas para que todo el que llegue inicie un proceso social de encuentro con un nuevo y alternativo proyecto de nueva sociedad, totalmente distinto al proyecto de injusticia, desigualdad y exclusión del sistema neoliberal que lo expulsó desde su país de origen.

 

Migración como rebelión, globalización contrahegemónica

La migración de estos pueblos centroamericanos es una rebelión, una emancipación estructural contra ese sistema (aun cuando son gente tan vulnerable y <<sin poder>>), pues su caminar, atravesando frontera tras frontera, está buscando construir otro modelo de vida, compartido, de supervivencia, sin desigualdad, en forma colectiva. El tren, la selva, el desierto, el mismo camino, son la estructura y base de la construcción de ese modelo y lo van hilvanando de día y de noche compartiéndolo todo.

Y cuando llegan, esta rebelión es parte de la vida de nuestra casa, porque sus palabras primeras son: <<Tengo mucha hambre, llevo muchos días sin comer>>. Inmediatamente, una comisión de migrantes y voluntarios los sentarán a cualquier hora del día o de la noche, a nuestra mesa, con suficiente comida para saciar su hambre. Con esto inauguramos un modelo humanizador, que comienza con un pan compartido, con un trato recuperador de su dignidad.

Después de haber caminado miles de kilómetros, <<sin casa y sin techo>>, Belén se convertirá en <<su casa de migrante>>, apropiación fraterna de un espacio de vida, encuentro colectivo para recuperar la esperanza y el sentido de persona. Ésta es parte también de un proyecto pastoral con una nueva comprensión eclesiológica que prioriza la hospitalidad y rechaza la hostilidad del sistema neoliberal excluyente. Nuestra casa, en esta dimensión pastoral, es la experiencia de un nuevo modo de ser Iglesia, y se convierte, según el teólogo y sociólogo presbiteriano John H. Ellitot en <<la casa de los que no tienen casa>>, cuando en su libro A home for homeless, hace una exégesis social maravillosa del mensaje del Apóstol Pedro sobre hospitalidad cristiana, en su primera Carta: 1,1; 1, 22; 2, 11-12; 4, 8-9.

(...) a los que viven fuera de su patria (...)

(...) tomen en serio estos años en que viven fuera de su patria (...)

(...) ante todo haya en ustedes un amor sin fallas (...)

Sepan recibirse unos a otros en sus casas, sin quejarse.

Es así como nuestra Casa del Migrante deja de ser una construcción material de piedra y una estancia meramente asistencialista para convertirse social y pastoralmente en una propuesta y vivencia fraterna, actitud de solidaridad radical que los acompañará más allá del Río Bravo, de la frontera norte. Actitud de la que nadie los despojará, pues sentirán que la estancia de su caminar, <<vaya o venga>>, <<llegue o no llegue>>, se integrará como pieza clave en la construcción de su identidad como migrantes.

 

Casa del Migrante: nueva ciudad, nueva ciudadanía

La migración forzada centroamericana no sólo es multitud de personas de <<ciudadanías negadas>>, sino de <<ciudadanías agotadas>>. Ciudad, ciudadanía, identidad, todo se les ha negado, pisoteando el <<derecho a migrar>>, el derecho a buscar la vida, porque también en su país de origen, a causa de la corrupción política, de la violencia, del abandono social, de la desigualdad estructural, ciudad, ciudadanía e identidad, todo se ha <<agotado>>. De su misma comunidad de origen son expulsados, el imperio y su política neoliberal ha invadido y ha secuestrado sus estructuras políticas, económicas, legislativas, laborales, sus cosechas, su cultura.

Desde nuestra casa del migrante nace otra ciudad, otra ciudadanía del mundo y del universo, una nueva identidad. Porque el camino de esta migración está desbordado de despojos, de abusos, de múltiples violaciones, pero también del terror del crimen organizado que los secuestra, los desaparece, los tortura, los somete al trabajo forzado de convertirse en sicarios y cómplices de la delincuencia. Y todavía cae sobre esta migración el flagelo y la injusticia del Estado mexicano de maldecirles por indocumentados.

El aprendizaje social para convertirse en nuevos sujetos sociales es tarea permanente en nuestra casa que no sólo abarca la capacitación de las y los migrantes como protagonistas y defensores en la lucha y defensa de sus propios derechos humanos, que elimina la catástrofe física y psicológica de su victimización, sino también la reconstrucción terapéutica de quienes han sido víctimas de tortura en las casas de seguridad del crimen organizado, por el delito de secuestro.

 

Reto de la brutalidad

Es casi imposible que el migrante torturado se desprenda del terror y del miedo, sobre todo cuando ha experimentado y conocido la brutalidad y la crueldad del crimen organizado, como en la masacre de los 72 migrantes asesinados y los cientos de cadáveres destrozados en las más de 40 fosas clandestinas en Tamaulipas, así como los torsos mutilados de Cadereyta.

Cuando me secuestraron en Coatzacoalcos, éramos un grupo númeroso (...) Nos golpearon, nos amarraron y, al exigirnos nuestros número telefónicos, nos amenazaron de muerte (...) Muchos no teníamos número de familiares (...) y nos golpearon más (...) Entonces nos arrastraron hasta un pozo de cemento (...) Ahí había cocodrilos (...) Delante de nosotros pararon a un compañero (...) Lo despedazaron a machetazos y la carne se la aventaron a los cocodrilos... (Testimonio de un migrante en Saltillo, que escapó de la <<casa de seguridad>>).

Esto genera un nuevo perfil del migrante, <<el desalentado>>, el que asume en silencio y con terrible resignación su condición de migrante, en una dolorosa decisión <<ni para el norte, ni para el sur>>. Es un nuevo reto para nuestra organización de asesoría profesional, colaborar con este migrante <<desalentado>>, crear ciudad, ciudadanía e identidad, convirtiendo nuestro entorno social y la ciudad de Saltillo en comunidad <<de destino>>.

La urgencia desesperada nos ha llevado a profesionalizar más nuestro apoyo a esta migración que tendrá su asentamiento social, cultural, en nuestro territorio y que jamás intentará regresar a su país. Aceptamos entonces la exigencia de trabajar la <<gestión migratoria>>, con toda la visión social, jurídica y de derechos humanos, para que todo migrante que salga de nuestra casa y se asiente en nuestro entorno, tenga ciudad, ciudadanía e identidad, con todo un proceso de dignificación.

 

Transformar la lucha de los derechos humanos en una lucha territorial

Belén Casa del Migrante está también luchando por una figura jurídico-social, un territorio libre de crueldad social, pues radicalmente hablando, todo el camino del migrante en territorio mexicano es un territorio de terror, pero, vinculando la acción criminal de la delincuencia organizada con la complicidad de las fuerzas policiacas y la ausencia o ineficacia de la política de seguridad del Estado mexicano, podemos constatar territorios malditos de terror y muerte para la población migrante centroamericana, como los ya descritos en el sur y en el noreste de México.

Por dondequiera que pase esta migración, su dolorosa estancia provoca territorios de muerte en extrema crueldad social, que prácticamente convierte nuestra defensa, por la dureza e ineficacia de la justicia mexicana, en utópica lucha contra molinos de viento, porque cuando llegamos para dar respuesta a su desaparición, ya son cadáveres con el cráneo triturado (fosas clandestinas) o con el tiro de gracia (los 72) o cuerpos sin cabeza, sin manos, sin pies (Cadereyta).

Para que nosotros podamos defender sus derechos es necesario perdernos en el laberinto de la violencia social y la barbarie que se ha desbocado sobre ellos; es meternos en el cuestionamiento de la tentación de la violencia, de los caminos radicales del enfrentamiento y la emancipación institucional. ¿Para qué más convenios gubernamentales, si todo termina en la burla de que no tenemos, según ellos, la calidad profesional de interlocutores? Como defensores y defensoras de derechos humanos, trabajar con esta migración centroamericana, en el Noreste, territorio privilegiado de los zetas, es trabajar en un campo minado, agobiados por una guerra de baja intensidad y con el paradigma migratorio de la crueldad social al extremo (San Fernando, Cadereyta).

Desde la lucha de los derechos humanos en este escenario tan violento, desde la nueva perspectiva de los derechos humanos, que nos iguala a víctimas y defensores en riesgos y agresiones, el trabajo de la migración (el sociólogo Boaventura dos Santos dice que es la causa social histórica más importante hoy) es tan importante, para que, desde ahí, activando la lucha y la transformación social, busquemos estructuras sociales alternativas, otro y muy diferente sistema económico, que estos migrantes, nómadas sin derechos, hombres y mujeres de las ciudadanías negadas, cargan en su alforja cuando llegan a nuestra casa, también espacio y modelo alternativo de sociedad; porque, con su caminar desesperado, y con su lucha, ponen en crisis, evidencian y desenmascaran la injusticia de la economía de la explotación y la exclusión para buscar territorios nuevos de justicia y de pan compartido y penetrar más allá de las mezquinas fronteras de la mercancía, que se abastece con la migración forzada en el comercio de seres humanos empobrecidos, de carne humana migrante, en la permanente explotación laboral del trabajo barato.

Profundizar la visión de este territorio a la manera de Raoul Vaneigem:

En un México que se desangra por una guerra con pésima estrategia gubernamental, con la complicidad de las fuerzas de seguridad y militares, con la complacencia del enfrentamiento de las mafias, que ha causado más de 60 mil muertos y más de 10 mil desaparecidos, la pregunta levantada por una profunda reflexión cobra urgente pertenencia para quienes luchamos con un radical activismo humanista, con la lucha de los derechos humanos como el poder de las víctimas, con el desinterés, la ineficacia y la despectiva actuación del Estado mexicano en la cuestión de la seguridad humana.

La lucha social se reparte y no debe ser así, entre guerreros y mártires, y entre la proliferación de ideologías caducas, de investigaciones lejanas a la solución de la problemática de las víctimas, a los convenios institucionales generados desde la burla y el desprecio a los activistas de la sociedad civil. En el análisis de la lucha social es necesario invertir la perspectiva, apostar por la fuerza y la primacía de la vida, de la inteligencia popular, de la imaginación social, de las estrategias en riesgo de defensores y defensoras de derechos humanos, del diálogo social entre todos los movimientos sociales, lejanos al ambiente del poder institucional, que nos permite encontrar las vías de levantamiento contra ese poder institucional, que cuando parece dialogar con nosotros o establecer convenios, más bien pensamos que no sólo busca marginarnos, sino también aniquilarnos. La movilización masiva de los movimientos populares y la nueva subjetividad social en que situamos nuestro trabajo migratorio muestra que lo cualitativo es nuestra fuerza de choque.

Es un colectivo estratégico de fuerzas ciudadanas con el blindaje social acumulado para crear estas regiones de refugio y expulsar la violencia social y la criminalización y generar la solidaridad permanente, el respeto a estas minorías sin que intervengan las fuerzas de seguridad.

 

Protagonismo social, político y cultural de la migración en el país de destino

Así habla Yavé, Dios de Israel, a todos los judíos que ha desterrado
de Jerusalén a Babilonia: Edifiquen casas y habítenlas; planten árboles
y coman sus frutos; cásense y tengas hijos e hijas para que se multipliquen y no disminuyan.
Preocúpense por la prosperidad del país donde los he desterrado, y rueguen
por él a Yavé: porque la prosperidad de ese país será la de ustedes.

Jeremías 29:4-10

 

En una pedagogía totalmente distorsionada que colabora a la victimización del migrante, muchas veces alguien les ha aconsejado malamente a los migrantes que, cuando lleguen a los lugares de destino en el Norte, agachen la cabeza, que permanezcan pasivos, invisibles y sumisos, agobiados por el temor y que no actúen con audacia, con imaginación, inteligencia e iniciativa ciudadana, haciéndolos reconocer que son hombres y mujeres de las ciudadanías negadas, ciudadanos de segunda categoría, de una ciudadanía escondida y tímida.

Pero la carta de Jeremías hace todo lo contrario, aconseja a los desterrados que se conviertan en constructores y protagonistas en el nuevo país: <<Planten árboles y coman sus frutos; cásense y tengan hijos e hijas (...) Preocúpense por la prosperidad del país (...) porque la prosperidad de ese país será la de ustedes>>.

De esta manera, el profeta Jeremías introduce el tema de la <<subjetividad social>>, haciéndole sentir a migrantes y desterrados que dejen sus actitudes de víctimas y se conviertan en los nuevos sujetos sociales emergentes en la historia. Todo esto habla de la actuación protagonista del migrante, valorando su cultura e identidad, construyendo nuevas redes sociales, y, como se ha dicho en varias ocasiones, que sea aquel que innova un proceso de inclusión, integración y reconstrucción de la nueva calidad humana del migrante incidiendo también en el tema de la nueva ciudadanía universal.

Buscando este territorio libre y también una migración libre de violencia para todo Centroamérica, queremos apropiarnos del derecho de fuga de esa violencia y de esa barbarie en nombre de esta migración forzada que puede reproducir también el tema de la canción <<Tenemos que salir de este lugar>> que cantaba en los sesenta el conjunto de rock The Animals:

Tenemos que salir de este lugar...
Aunque sea la última cosa que hagamos...
Tenemos que salir de este lugar, nena,
Hay una vida mejor para ti y para mí
En algún lugar, nena, a pesar de todo, lo sé

 

Información sobre el autor

Pedro Pantoja Arreola. El padre Pedro Pantoja, oriundo de San Pedro de los Gallos, Durango, con una década al servicio de la migración mexicana y centroamericana, 10 años al servicio de Belén Posada del Migrante —comenzó en 2002— ha atendido a 50 mil migrantes. Tiene maestría en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con especialización en Ciencias Sociales por la Universidad de Nanterre, Francia. Ha sido acreedor al Premio Internacional de Derechos Humanos Letelier Moffitt y al Premio "Sergio Méndez Arceo", que otorga la fundación con el mismo nombre con sede en Cuernavaca, Morelos.

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