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Migración y desarrollo

Print version ISSN 1870-7599

Migr. desarro vol.10 n.18 Zacatecas Jan. 2012

 

La voz de los actores

 

Dolor y gozo: La estructura psíquica de las familias transnacionales*

 

Elena Ramos Tovar**

 

**Profesora-Investigadora, Posgrado de Trabajo Social y Desarrollo Humano, Universidad Autónoma de Nuevo León. Dirección electrónica: mramor@facts.uanl.mx, maelenaramos@hotmail.com/datos.

 

Migrar es un acto doloroso, tanto para los que se van como para los que se quedan, especialmente cuando se hace "sin papeles". Los que se quedan viven con la angustia de pensar en los peligros de quien cruza ilegalmente, están con "el alma en un hilo", viven rezando: "que no les pase nada", "que no se me muera en el camino" o "que no se olvide de nosotros". Los que se van experimentan la soledad, la tristeza, la discriminación, el temor de vivir siempre en un país "que nunca será nuestro". En resumen, como dice el proverbio popular: "el que se queda, se queda llorando; el que se va, se va suspirando".

El dolor del que parte inicia con la tristeza por dejar a su familia, a sus amigos, su tierra y sus costumbres. El miedo del cruce, lleno de avatares y dificultades, lo acompañará siempre, pues su condición de indocumentado lo coloca en la casi completa vulnerabilidad legal, laboral y de salud. La vergüenza ante sus limitaciones lingüísticas y la falta de familiaridad con el nuevo ambiente restringe el acceso de los migrantes a la información (Parrado, Flippen y McQuiston, 2005). La depresión ante "la ausencia de gente con quien compartir experiencias, la fatiga producto del esfuerzo de adaptación, el sentimiento de rechazo de la nueva sociedad, se traducen en confusión en términos de expectativas, valores e identidad, y en impotencia por no funcionar del todo en la cultura de llegada" (Espín, 1997:446). Todas estas demandas implicadas en el hecho de vivir en un lugar que no es el propio exigen al migrante un ajuste constante que va más allá de culturas, generaciones y continentes (Valenzuela, 1999; Salaff y Greve, 2001; Cuéllar, 2002; Faulstich, Dorner y Pulido, 2003; Chamberlain y Leydesdorff, 2004).

Los que se quedan viven las penurias del reacomodo familiar, además de la angustia de sentirse solos, de perder al que se fue. Se presentan cuadros depresivos ante las largas ausencias, con el consecuente distanciamiento físico y la lejanía sentimental, los partos sin apoyo o sin la presencia del cónyuge o compañero, la estrechez económica, entre otros (Sánchez Castro, 2009). El hecho de pertenecer a una familia donde la migración es una forma de vida obliga a enfrentar vicisitudes aún más complejas. Compartimos, en cierta medida, el sentir de que la familia migrante se define por vivir, circular, moverse entre dos mundos, entre dos países, dos espacios y comunidades.

El dolor no es una sensación producida individualmente, pues, como afirma Gampel (2002), el dolor es social y "éste se origina en las relaciones humanas como conjunto" (citado en Melillo, 2004:64). Es así que, cuando el migrante llega a su destino, las situaciones que enfrenta, tales como la exclusión, la humillación constante, la vulnerabilidad o la violencia social tejen relaciones humanas que se traducen en un dolor profundo. Ante este dolor, el sujeto enfrenta un fenómeno de asimilación imposible; coexisten tanto el miedo como la seguridad —lo siniestro y lo seguro—: "la persona, pues, se ve forzada a soportar un mundo escindido con un yo también escindido que le permite negar lo siniestro para sostener la continuación de su existencia o simplemente sobrevivir manteniendo a raya el resultado del trauma" (Melillo, 2004:64-65).

El dolor es tan profundo que se convierte en canto, se transforma en lágrimas, se traduce en dolencias tanto físicas —cansancio, dolores de cabeza— como psíquicas —depresión, ansiedad—, pero difícilmente se puede articular en palabras. El diccionario define "dolor" como la aflicción de una parte del cuerpo, pero ¿qué sucede cuando el dolor no se puede localizar en algún lugar específico? ¿Qué sucede cuando el dolor es tan grande que lo único que se puede hacer es "aguantarse porque no queda de otra"? La pregunta central es entonces: ¿cómo se resuelven estos "trastornos" producto de la migración?

En este trabajo pretendemos dar respuesta a tres series de preguntas centrales:

• ¿De qué manera los "dolores" cotidianos que vive el migrante —sus limitaciones lingüísticas, el miedo por su condición de "ilegal", la falta de un empleo seguro, etcétera— son reconfigurados? ¿Es el "gozo" una forma de moverse dentro del sistema? ¿Es el gozo un reforzamiento al sistema mismo? ¿Son, pues, "el olvido consciente" de la lengua, el cambio en los hábitos de consumo, las referencias despectivas sobre los "otros", manifestaciones del gozo en el dolor?

• ¿Qué función sociopolítica tiene la supresión de los dolores? ¿A quién sirve la supresión del dolor?

• ¿Cuáles son los costos psicosociales que pagan de los migrantes?

Para dar respuesta a estas interrogantes, tomamos como referencia a Hegel (1966 [1807]) y a Nietzsche (1998 [1886/1887]), y nos centramos en los trabajos teóricos de Butler (1997) y Zizek (2003, 2006), que nos permiten analizar la forma en que los sujetos se constituyen para delinear, así, las políticas identitarias que se producen, reproducen y apropian en escenarios sociales determinados.

Este estudio busca la vinculación de los temas de la psiqué, la sujeción de los individuos y la salud mental con algunas de las problemáticas relacionadas con el fenómeno migratorio. La intención es desmenuzar la forma en que los diversos discursos que circulan en torno a los migrantes —tanto los de corte asimilacionista como los que señalan las pérdidas de identidad— provocan situaciones que se reconfiguran e "introyectan" en los sujetos; es posible rastrear estas situaciones a través de algunas emociones y malestares psicofísicos.

 

LA RECONFIGURACIÓN DEL DOLOR

El dolor migrante nos lleva a tratar de entender la constitución psíquica del sujeto, entendido éste como el resultado de las relaciones y luchas de poder y de las formas de organización dadas en estas relaciones; uno de los medios es la reflexión sobre las políticas identitarias que están a su disposición, de acuerdo con lo que hemos dicho en otras partes: "el sujeto se construye en universos discursivos que son atravesados por las relaciones de poder (...); el campo discursivo de una sociedad abarca una multiplicidad de discursos que se convierten en fuentes posibles de la autoconstrucción socialmente guiada" (Sieglin y Ramos, 2008:142).

Los discursos constituyen armas fundamentales en las narrativas del sí mismo y la forma en que éste (im)posibilita las acciones de los sujetos. Las políticas identitarias son palabras dirigidas a grupos o individuos con el fin de anclar las subjetividades dentro de cierto proyecto de poder (Sieglin y Ramos, 2008). Abocar nuestro interés en los mecanismos de la construcción identitaria cobra particular importancia debido a que se implementan formas de dominación cada vez más instrumentalistas, más invisibles y más articuladas.

Frente a discursos como el de la igualdad, democracia, opinión pública, ciudadanía y globalización inevitable, se sitúan también el del control y la dominación. ¿Cómo podemos explicar el poder del discurso escrito o del discurso burocrático? ¿Cómo podemos explicar que a pesar del desastre económico y político que ha caracterizado a gobiernos republicanos con un discurso abiertamente racista, todavía un número importante de hispanos, de mexicoamericanos, apoya a candidatos republicanos?1

La respuesta debe buscarse en el proceso mediante el cual el sujeto se apega al sometimiento. Según Hegel (1966 [1807]), el sometimiento es producto del manejo del poder; se transparenta parcialmente en un efecto psíquico: el vínculo apasionado; en él, el dominado se identifica con el dominador, con el "amo" porque, de alguna manera, la sociedad neoliberal ha provocado que los dominados se distancien entre sí, además del apego hacia el dominador. El dominado se abraza de la forma del poder y asume la dependencia porque, en cierto sentido, esto también le provoca placer.

En lo que se refiere al dolor: resignificarlo es vivir un "vínculo doloroso" que genera sentimientos positivos hacia los dominadores. De acuerdo con Nietzsche (1998 [1886]), se inicia el ciclo de "negarse a-sí-mismo", de "borrarse a-sí-mismo". Ese sentimiento positivo hacia los dominadores se retroalimenta y surge en la interacción desde los débiles, que genera una estructura psíquica del dominado; los discursos circulantes — políticos, opinión pública, sociedad civil— son incorporados en los discursos de los dominados, y éstos, por tanto, se convierten en víctimas pasivas. No obstante, también hay que entenderlo como un acto de supervivencia: es la domesticación del sujeto, pero genera un dolor insoportable, resignificado en "placer".

Nietzsche plantea que las emociones —alegría, tristeza, esperanza— son constructos sociales y políticos que, a su vez, construyen el aparato psíquico y albergan la moralidad del esclavo que, a través de la construcción de una memoria, de la violencia hacia sí mismo, del "olvido consciente", se resignifica en el plano moral, se activa a través de la violencia hacia los "otros".

En el caso del contexto de los migrantes, se nota una apropiación de los discursos negativos hacia los propios paisanos, y la violencia se manifiesta con hechos como el de voltear la espalda a los "recién llegados", ningunear a los que se quedaron y distanciarse de ellos. Por ejemplo, algunos migrantes "olvidan" sus penas si los hijos hablan bien el inglés; la separación de sus seres empieza a verse de otro modo, pues esos otros que dejó atrás ya no son iguales a él, son menos "trabajadores"; se diferencian, incluso, de los recién llegados a Estados Unidos, pues ellos "son mexicanitos que todavía no entienden".

En Más allá del bien y del mal y en Genealogía de la moral, Nietzsche reconoce un proceso de moralización en que el hombre acaba por avergonzarse de todos sus instintos; por otra parte, dentro del contexto de la filosofía actual, Zizek sostiene que en las "sociedades posneoliberales la represión social ya no actúa bajo la apariencia de una Ley o prohibición internalizada que exige renuncia y autocontrol; antes bien, asume la forma de una instancia hipnótica que impone la actitud de ceder a la tentación, es decir, su mandato equivale a la orden 'Goza'... La sociedad requiere que nos quedemos dormidos en un trance hipnótico, generalmente bajo la apariencia de la orden opuesta del yo hacia un comportamiento automático y compulsivo" (Zizek, 2003:31-32).

Nietzsche considera que en la relación amo-esclavo se establece un tipo de moral del esclavo. Los mecanismos de la puesta en marcha de esta moralidad son la violencia hacia sí mismo, el olvido, la reconfiguración en el plano moral, así como la reactivación de la violencia hacia el "otro"; en esta moral, el hombre acaba por avergonzarse de sí mismo, adaptarse es lo bueno, y pensar en lo bueno es útil: debe tratar de olvidarse lo que se dejó.

La migración, aunque es un mal, es un mal necesario: es útil, pues representa la segunda fuente de divisas y ayuda como una válvula de escape ante las políticas económicas nocivas, pero debe fundamentarse en el olvido, aunque este olvido sea útil también: se deben olvidar las penas, pero no la tierra, no las obligaciones, no el país y su cultura. Por tanto, las formas en que el gobierno federal instruye a sus consulados para reproducir fielmente los valores y la cultura mexicana constituyen lo más sobresaliente de su política migratoria.

Al dejar su lugar de origen —probablemente desde antes—, los migrantes "tejen silenciosamente su espíritu", pues —a decir de Zizek— se inicia una transformación inconsciente de toda una red simbólica y todo un campo de significado, "sin darse cuenta", una multiplicidad de características se instalan durante el traslado al lugar de destino; cuando éstas llegan a la conciencia, es demasiado tarde, pues a través del discurso apropiado ya por el migrante nos daremos cuenta del cambio que ha operado: al construir las diferencias entre el allá —México— y el acá —Estados Unidos—, el adversario ya ganó una batalla ideológica, el migrante empieza a hablar el lenguaje del otro sin tener siquiera conciencia de ello (Zizek, 2006:95). Sin embargo, lo que "era" no deja de ser, pues la resignificación de los migrantes siempre se da como referencia entre lo nuevo —Estados Unidos— y lo viejo —México— (Ramos, 2009).

Entre los dos "momentos" dados entre el traslado a otro lugar —durante el cual se gesta el cambio de contenido— y la llegada a éste —cuando el cambio ya se ha instalado ["allá en México no se puede vivir", "acá hay mejores posibilidades para nuestros hijos", "para qué me regreso"]—, hay un intervalo en el cual no es percibido el cambio; será a través del lenguaje que podremos rastrear esa apropiación de nuevos discursos que se asientan a través del tiempo y de diversas maneras (Ramos, 2009). De alguna forma, la nostalgia permite potenciar la reconfiguración, dado que el significado mismo ha cambiado. La superación dialéctica propuesta por Zizek nos permite entender cómo, en cierta medida, se gesta esta reconfiguración.

Presentamos el siguiente ejemplo: Sergio —de 37 años, casado y con cuatro hijos— sostiene:

Ya me siento un poco más tranquilo, más estable, ya como que me... he hecho más a la idea... lo que pasa es que yo tuve una plática... con una persona. Y tiene razón... dice que nosotros no vamos a dejar de sufrir, de martirizarnos nosotros mismos... si no nos hacemos a la idea que ya estamos viviendo en este país... dice, porque... [un "gringo" al que le pregunté] dice, ustedes lo que hacen es que nunca dejan de pensar en su México, dice, siempre están que en México y México, pensando volver, pensando en la familia, pensando, dice, eso es algo tonto, lo que deben de hacer es que, si ya cambiaron, si ya dieron un paso a otro lugar, ... pues hacerse a la idea de que ya están viviendo aquí... y que aquí tienen que salir adelante, dice. No que siempre están pensando en mandar dinero, juntar dinero para irse, dice, y nunca ni están aquí ni están allá... Dice, háganse la idea de que ya están aquí, hagan sus cosas que deben de hacer como si estuvieran allá, dice, compren casa, compren carro, hagan lo que tengan que hacer. Métanse a la escuela; si tienen tiempo, váyanse a estudiar inglés, dice, todo. Hagan una vida, dice, vean por sus hijos, llévenlos al parque, convivan con ellos.

Sin darse cuenta, Sergio se siente mal por su nostalgia, por pensar en México. Bajo la óptica del otro, es necesario olvidar para poder avanzar. La estabilidad, la tranquilidad y el darse cuenta de que las cosas están mal en México son hechos que ahora parecen muy claros para Sergio; los comentarios de "esa persona" —el "gringo"— sólo vienen a reiterarle lo que él mismo ya ha procesado. La nostalgia por México es vista como tontería. Estar en Estados Unidos es salir adelante, es sobresalir materialmente —comprarse casa, un carro—, "hacer lo que hay que hacer": hablar inglés e ir a la escuela. Todo lo que es valorado positivamente por el "otro" —casa, carro, ir a la escuela, estudiar inglés—, hace que éste cuestione el nacionalismo del migrante, su entrega hacia la familia que dejó atrás, el padecer la nostalgia (Ramos, 2009).

En síntesis, la nostalgia es vista por el "otro" como un problema, pues hace que la adaptación no sea posible. Lo interesante de esta historia es que cada una de esas recomendaciones no son ya una tarea que cumplir; son, al menos en el caso de Sergio, una realidad: sus hijos van a la escuela, es propietario de una casa, tiene dos automóviles; es un padre orgulloso por el manejo del inglés de sus hijos: "veo a mis hijos, y cómo siendo bilingües son más listos". La recomendación del "otro" ya se había instalado, antes de que le dijera una sola palabra, pues, probablemente desde antes de irse a Estados Unidos, este tipo de pensamiento ya había llegado a Sergio a través de las historias "exitosas" de otros migrantes —familia, amigos—, a través del discurso ampliamente aceptado de que Estados Unidos puede ser un sueño, de que es posible vivir el sueño americano. Como lo establece Zizek, la conciencia llega demasiado tarde, pues ya se había aceptado de antemano la lógica del enemigo: "Se ha ganado una batalla ideológica cuando el adversario comienza a hablar nuestro lenguaje sin tener conciencia de ello" (Zizek, 2006:95).

Según Foucault, el objetivo de la política moderna ya no es liberar al sujeto, sino analizar los mecanismos reguladores a través de los cuales se produce y mantiene a los sujetos (citado en Butler, 1997:44). En este sentido, partimos del supuesto de que una forma de observar los mecanismos reguladores es analizando los discursos dominantes expresados en políticas y teorías asimilacionistas que circulan en torno a los migrantes, y las consecuentes funciones que este tipo de discursos tienen en la reconfiguración del dolor.

 

LAS FUNCIONES DE LA SUPRESION DEL DOLOR

Para entender las funciones de la supresión del dolor en el contexto de la migración, presentaremos brevemente los distintos discursos que emergen respecto de los migrantes en ambos lados de la frontera. Primero, partimos del supuesto de que los discursos dominantes de la migración, que la vislumbran como pérdida o asimilación, pueden tanto encubrir como minimizar los complejos procesos de relaciones socioeconómicas, la responsabilidad comunitaria, así como las economías de las emociones familiares, públicas o privadas (Gray, 2008). Segundo, esos discursos tienen consecuencias directas en los programas y políticas públicas en torno a la migración. Por último, sostenemos que estos discursos circulantes fomentan una imagen del migrante y sus familias y tienen una función económica, política y social que favorece a diversos actores —empresarios, banqueros, funcionarios públicos—, quienes se benefician de la supresión del dolor migrante.

 

Los discursos sobre los migrantes: la pérdida de identidad

La política migratoria del gobierno mexicano se caracteriza, fundamentalmente, por la omisión y la difusión. La realidad de la primera premisa queda clara a través de la falta de voluntad política para defender a los "paisanos"2 en Estados Unidos ante innumerables casos de violación a sus derechos humanos y laborales, así como a través de la falta de recursos humanos y económicos para atender su situación en los consulados. Una omisión ejemplar es la relacionada con los braceros que no han recibido sus compensaciones por derechos de seguridad social obtenidos durante su estancia en Estados Unidos a través del programa Bracero, que inició en 1942 y culminó en 1964.

En cuanto a la difusión, la estrategia clave para hacer ver que el Estado se preocupa por los paisanos se remite a realizar programas y actividades que sirvan para que los mexicanos migrantes no olviden sus raíces ni su cultura. Esto es políticamente útil, pues justifica las "múltiples acciones" llevadas a cabo en los consulados: celebraciones como el día de la Independencia, organización de clubes de futbol, cursos de español, etcétera. Igualmente, podemos mencionar el oportuno y conveniente programa 3x1, que se apropia del esquema de redes sociales que empezó a gestarse desde abajo —el apoyo a la comunidad— y que, de forma velada, el gobierno impone desde arriba.

El tema de las remesas no sólo es un indicador económico importante, sino que también es empleado de manera política e ideológica: son frecuentes los discursos que hacen ver a los migrantes como héroes de la economía nacional. Pero los héroes también son víctimas, y el gobierno así lo reconoce, pues manda a sus equipos Beta3 por toda la frontera para defenderlos del desierto, advertirles de los peligros y darles folletos que les indiquen cómo no morir de sed o por picaduras de animales. Algunos gobernantes denuncian la explotación de la que son víctimas los mexicanos, puesto que no se les respetan sus derechos laborales. Pero no se llega a denunciar la falta de una política de empleo en México.

Dentro de la academia también persiste una visión estática sobre los migrantes. Para algunos, su ir y venir va generando una especie de vacío "identificatorio", de desarraigo; visto de esa manera, la identidad es algo estático, un objeto que se deja atrás y que ya no se recupera, lo que genera confusión sobre quién se es. Las comunidades de origen y las familias que quedan lejos también elaboran discursos sobre su pérdida de identidad; en diferentes lugares del país se escuchan frases que muy bien se pueden compendiar en ésta: "ya no es mexicano, pues ni habla bien el español; ya ni se viste igual, se está volviendo gringo".

 

Los discursos hacia los migrantes: la falta de adaptación

Esta escisión identitaria del migrante surge de un sinnúmero de aspectos que han contribuido a su difusión. Por el lado de los políticos estadounidenses, ha habido un uso exitoso de la carta antiinmigrante en las campañas electorales. La articulación del tema de la inmigración con otros elementos clave es parte de la agenda de la política exterior de la derecha: terrorismo, seguridad nacional con el uso de tecnología avanzada y de recursos y técnicas militares para vigilar la frontera, lucha contra el narcotráfico. Diferentes legisladores han insistido en el gran lastre que representan los indocumentados al abusar de los sistemas de salud y educación. Muchos políticos ven como problema que los mexicanos no deseen hablar el idioma, o que no asimilen la cultura estadounidense, razón por la que se han generado programas como el English Only.4

Académicos como Samuel Huntington han servido como ideólogos del gobierno republicano y plantean sus tesis "científicas" respecto de la cultura de los inmigrantes latinoamericanos, definiéndolos como una sociedad atrasada que provoca el derrumbe de los valores estadounidenses. Otros estudiosos indican que los migrantes viven un proceso de resocialización sumamente complejo, ya que se espera que se adapten a la nueva sociedad y que olviden —o al menos releguen— el pasado para que el recuerdo del aquí y el ahora, es decir, la identificación con el presente, se vuelva dominante. Además, subrayan cómo todos ellos enfrentan una lucha interna constante que involucra la reorganización y reintegración de su identidad (Chamberlain y Leydesdorff, 2004; Espín, 1997).

Una de las formas para atemperar esta situación cargada de interrupciones en la vida que requieren resecuencialización, remodelación y reinterpretación a medida que se incorporan y superan sus pasados, es el constante viaje retrospectivo al recuerdo de su lugar de nacimiento, de su hogar, de lo que abandonaron (Chamberlain y Leydesdorff, 2004). Sin embargo, lo que se relaciona y cómo se relaciona está necesariamente prefigurado por las herramientas a su disposición, por los elementos que comparten como grupo social.

También hay, cada vez más, una representación negativa de la migración y sus consecuencias en los medios de comunicación. La inmigración, en particular la proveniente de América Latina, se vincula con problemas de criminalidad, de inseguridad, de una política de miedo ante los ilegales. Un estudio realizado en Minnesota por la oficina de censos del estado señala que 26% de la gente consideraba a los hispanos como "flojos" y que 15% los veía como una etnia violenta en comparación con los asiáticos, quienes obtuvieron porcentajes más bajos en estos indicadores (Children's Defense Fund, s/f). Asimismo, en el reporte se encuentran datos que dan cuenta de que los niños de color y la población latina en general viven un clima social discriminatorio; generalmente, estos niños tienen limitados contactos interculturales en escuelas, parques, tiendas, vecindarios. Además, los jóvenes sentían que la gente anglosajona de Minnesota era "mala o poco amable": 29% de los hispanos sentía un trato "malo (mean) o no amable (unkind) de la comunidad".

Las comunidades de destino también han contribuido a esta visión de los migrantes como personas peligrosas y que no pertenecen al nuevo país. Aunado a lo anterior, han proliferado muchas organizaciones civiles para atacar a los inmigrantes. Según la publicación Intelligent Report del Southern Poverty Law Center, en 2008 se han logrado identificar 926 "grupos de odio" (Holthouse, 2009); particularmente, contra los mexicanos se cuentan el Ku Klux Klan, American Inmigration Control, The Social Contract Press, Council of Conservative Citizens, Patriots United of America. Tomando la alegoría de Hegel vemos que, incluso, los propios paisanos son "más padres que el padre mismo": dan su apoyo a políticos conservadores, denuncian a sus conciudadanos, en la creencia de que ya no es posible que sigan llegando más connacionales.

Podemos resumir que actores como el Estado, los medios de comunicación, la academia y las comunidades de destino elaboran discursos que generalmente son negativos, "estigmatizantes", basados en prejuicios, y que se concretan en programas de Estado en ambos lados de la frontera o en organizaciones civiles con agendas nocivas para el bienestar físico y mental de los migrantes.

Estos discursos conforman políticas identitarias que, como dijimos más arriba, son nutridas desde el país de origen y el país de destino, y afectan tanto a los que se quedan como a los que se van. Sobre los que se quedan pesa una suerte de valoración social negativa, pues se habla de los hijos y esposa abandonados, de la falta de la figura paterna, de la desintegración social. Respecto de los que se van, la valoración social es aparentemente ambivalente, pues desde el país de origen la valoración es positiva: los migrantes tienen un alto sentido de responsabilidad, son valientes, arriesgados y sacrificados; sin embargo, desde el país de destino, la valoración social es, generalmente, negativa: son quebrantadores de la ley, criminales en potencia, permean los prejuicios, la discriminación, el odio racial (ver tabla 1).

Reflexionar sobre estas políticas identitarias que circulan nos lleva, por último, a ver la forma en que se traducen en programas o políticas gubernamentales hacia los migrantes y sus familias y a analizar los "usos" económicos, sociales y políticos de los dolores migrantes.

Baeta (2004) sostiene que los rituales de los migrantes vinculados a servicios religiosos, festividades o conmemoraciones de fechas históricas sirven para preservar la memoria social, pero no como simples representaciones de la comunión de un grupo, sino articulados de acuerdo con el grupo que los reproduce, es decir, el lugar, el rol y la función que ocupan en la recreación de esos rituales; agregaríamos que diversos actores "se apropian" de estos rituales y los "usan" política o económicamente.

Si tomamos como ejemplo los rituales migrantes mencionados por Falicov (2001) —visitas, envíos de remesas, mensajes, llamadas telefónicas, recreación de espacios étnicos y sociales, reproducción de historias acerca del pasado, rituales de memoria y preservación de los rituales culturales y tradiciones— podríamos ver cómo las compañías telefónicas y los sistemas bancarios se benefician enormemente de estos rituales semanales, quincenales o mensuales. Los mensajes comerciales aparecidos en la televisión hispana en Estados Unidos siempre utilizan los discursos de "mantenga el contacto con los seres queridos", o "esté cerca de ellos". Según un estudio de mercado, los inmigrantes de México, Centroamérica y el Caribe generalmente llaman a sus familiares de una a tres veces por semana.

Por su parte, los sistemas bancarios tanto México y en Estados Unidos han entrado al lucrativo mercado del envío de dólares.5 El gobierno mexicano puso en marcha dos programas, "Directo a México" y su conexión con "La Red de la Gente", como forma de responder "a la importancia que el gobierno de México otorga a la necesidad de que existan, en el mercado de remesas, mejores canales para la transferencia de dinero, seguro y de bajo costo".6

De igual manera, diversas empresas contribuyen de manera importante a la recreación de los rituales migrantes: la empresa "paisana" atiende los rituales cotidianos alimenticios con la "venta de comidas típicas"; los rituales de ciclo son atendidos por tiendas que venden artículos para fiestas tradicionales de bautizo, matrimonio, 15 años, primera comunión, etcétera; los rituales de entretenimiento están vinculados con empresas encargadas de organizar decenas de conciertos a lo largo de Estados Unidos.

Para la recreación de estos rituales, la participación del estado de origen es particularmente activa. Los servicios culturales otorgados por los consulados mexicanos en Estados Unidos a través del Programa para las Comunidades Mexicanas en el Exterior y las Oficinas de Atención al Migrante distribuyen información histórica y difunden el trabajo de pintores, poetas, escritores y músicos con el objetivo de "promover un sentido de mexicanidad a través de las fronteras" (Smith, 1990).

El tema de las remesas no sólo es un indicador económico importante: es también político, dado que cumple su papel ideológico de hacer ver a los migrantes que su trabajo allá es vital para acá. "No sólo hacen trabajos que ni los negros quieren", sino que son héroes de la economía. En 1991, el entonces gobernador del estado de Zacatecas, Genaro Borrego Estrada, formalizó la Federación de Clubes Zacatecanos —creada en 1988— e inició la génesis del programa 3x1, que en ese momento se denominaba programa 2x1, pues solamente el estado de Zacatecas se comprometía a aportar recursos con la colaboración de migrantes y del sector privado para programas de desarrollo social en las comunidades de alta incidencia. Un ejercicio interesantísimo realizado por Smith en el estado de Guanajuato plantea que detrás de la política pública en torno a los migrantes se exhibe el carácter instrumental e ideológico del gobierno estatal, presidido entonces por Vicente Fox. A la letra, define:

Se busca promover servicios de remesas menos caros para reducir pérdidas improductivas, establecer un parámetro para invitar a los migrantes a ahorrar e invertir para asegurar un eventual regreso digno a su comunidad de origen y canalizar los dólares de los migrantes en diversas microempresas en su comunidad de origen.

Por tanto, afirmamos que la apropiación de rituales es una forma de sustituir las obligaciones del Estado hacia los migrantes; no sólo sufren el éxodo, sino que además se les hace "responsables" del desarrollo de sus comunidades de origen. Las autoridades mexicanas federales, estatales y municipales, los empresarios e incluso algunos académicos definen las redes sociales como aquellos mecanismos por medio de los cuales son vinculados los migrantes con sus comunidades de origen, así como un lazo con el mercado de trabajo y con las remesas. El concepto de capital social ha pasado a constituir una categoría central del Estado, dado que es visto como una solución a los problemas sociales (Ryan et al., 2008). De cualquier manera, es preciso acotar que creemos que las formas de reciprocidad y las expectativas generadas por los individuos no desaparecen en este proceso de apropiación; es altamente criticable que sean manipuladas y que tengan el potencial de fragmentar solidaridades que se han gestado desde abajo.

En resumen, las tres funciones de suprimir el dolor migrante —minimizar el sufrimiento, establecer políticas y programas gubernamentales inútiles y apropiarse de los rituales del que migra— cumplen un objetivo en común: poner la condición del migrante en el plano del sujeto, de lo privado y de la psicología.

"Fetichizar" el sufrimiento significa privatizar y la "patologizar" la temática de la migración (Ahmed, citado en Gray 2008:943). El dolor experimentado por los migrantes debe ser entendido como parte de un fenómeno global que ha extendido la forma de explotación más allá de las fronteras nacionales, y que tiene que ver con la división internacional de trabajo. Para las empresas estadounidenses, la migración significa contar con una fuerza laboral dispuesta a aceptar condiciones de trabajo y de vida que hacen más redituable la obtención de plusvalía. Para los Estados nacionales expulsores de migrantes, resulta útil, desde el punto de vista político y económico convertir en víctimas a los migrantes. Se resalta su valor, su arrojo, su sacrificio, y se justifica así la falta de una política migratoria sensible a las problemáticas más elementales, como son el apoyo real para la obtención de cédulas de identidad y para los casos de abuso laboral, el apoyo legal en casos de violencia racial en contra de mexicanos en Estados Unidos, o la ausencia de programas de intervención psicológica para los problemas de salud mental (depresión, abuso de drogas o alcohol).

 

Los costos psicosociales de la migración

Nos queda una pregunta pendiente: ¿cuáles son los costos psicosociales del dolor migrante, de los discursos que estigmatizan a los migrantes y sus familias? Los costos emocionales son muchos: algunos experimentan culpa: "por tener a mis hijos abandonados", "por no haber sido la mamá excelente", "porque mi mamá está en México y sus hijos en Estados Unidos"; otros experimentan miedo: "veo lo que pasa en las noticias sobre las deportaciones y pienso que me puede pasar algo"; o angustia: "no encuentro trabajo", "los nervios se me alteran y no los puedo controlar cuando las cosas no salen como yo quisiera", "cuando me acuerdo de mi pasado", cuando se piensa en la posibilidad de "perder a mis hijos", de "que algo le puede suceder a mis seres queridos".7

Vivir en otro país es "sentirse como pájaro sin alas" (Tibury, 2007), pues los migrantes se encuentran envueltos por discursos altamente estigmatizantes. Esto produce dolor y los dolores, aunque resignificados, tienen consecuencias familiares de autopercepción y de salud.

Dentro de los estudios sobre migración, son relativamente nuevos los que abordan a "los que se quedan" (McGuire y Martin, 2007) y las visiones sobre éstos no son homogéneas. Por una parte, hay quienes afirman que la migración genera desintegración familiar y que ésta, a su vez, produce problemas educativos, sexuales, cambios en la estructura y en la dinámica familiar, además de efectos psicológicos negativos. Por otro lado, hay quienes ven la migración desde una perspectiva menos catastrófica y plantean que las familias transnacionales generan nuevas formas de interacción, pues se producen múltiples lazos que transforman los anteriores vínculos, sin romperlos. Para los promotores de la visión transnacionalista, la familia permite, por un lado, el gradual reacomodo económico de quienes se quedan en su país de origen y, por otro, el despliegue de alternativas en el ejercicio de paternidades/ maternidades hacia ambos lados de la frontera.

El tema de los costos psicológicos y sociales de la migración ha cobrado importancia para ciertos organismos, como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Para la OIM, la migración puede representar "una pérdida del hogar; separación de la familia y la comunidad, lo que a menudo se acompaña de una pérdida del sentimiento de pertenencia, del empleo, de una carrera, de un puesto en la sociedad, lo que da lugar a una pérdida de identidad; pérdida de redes de apoyo e incertidumbre sobre el futuro para el migrante y su familia" (OIM, 2003). Por su parte, la OMS sostiene que, en su llegada al lugar de destino, los migrantes se enfrentan con los problemas relativos a su situación jurídica, además de ser sometidos a presiones diversas debido a la estigmatización y discriminación con que cargan, y a la separación de la familia, a las diferencias lingüísticas y socioculturales (OMS, 2001).

Sobre los que se quedan, los estudios indican que la migración masculina trastoca las dinámicas familiares; uno de estos cambios tiene que ver con el surgimiento de "padres semipresenciales" que tienen acceso a intervenir en la crianza infantil sólo por temporadas cortas (De Keijzer, 1998, citado en Aguilera-Guzmán et al., 2004). Esta paternidad en ausencia ha sido documentada por algunos estudiosos como factor de riesgo para el sano desarrollo psicológico de la prole (Sánchez-Sosa y Hernández, 1992). Rosa María Aguilera-Guzmán et al. (2004), por ejemplo, señalan que "la ausencia física paterna por migración internacional se traduce en mayores responsabilidades familiares, sociales y laborales para las esposas e hijos de los migrantes".

En un estudio realizado entre adolescentes de Zacatecas, se encontró que hay factores estresores provocados por la migración, como el ambiente de hostilidad y desprotección familiar, las presiones socioculturales y familiares, de malestar físico y de inequidad social. Sin embargo, también se encuentran factores "positivos" o compensadores de la migración, a saber: una fuerte interrelación con el norte, ambientes de tranquilidad familiar en lo que se refiere a las mejoras económicas y a la sensación de prestigio social por el hecho de tener un "mejor nivel de vida" (Aguilera-Guzmán et al., 2004). Otros estudios mencionan que la migración afecta el rendimiento escolar, y que entre los jóvenes pertenecientes a familias de migrantes hay más posibilidad de abuso físico, de embarazos precoces y de conductas delictivas.

Por otra parte, y a pesar de que los datos sobre grupos étnicos específicos son muy limitados, se han realizado investigaciones que muestran los niveles de depresión entre los latinos que se van; se nota un incremento, particularmente entre las niñas latinas en Estados Unidos, grupo en el que se presentan las tasas más altas de suicidio y de intentos de suicidio (Marín et al., 2006). Según Turner et al. (2002), las adolescentes latinas presentan, significativamente, más altas probabilidades que las adolescentes negras de intentar el suicidio. Hovey y King (1996) encontraron que uno de cada cuatro adolescentes reportaron fuertes niveles de depresión y de idealización acerca del suicidio, y esto, a su vez, estuvo vinculado al estrés provocado por la experiencia de vivir en un país nuevo. Estos datos tienen un peso importante para los nuevos migrantes en Estados Unidos y para los hijos de migrantes que se quedan en México.

Por otra parte, los resultados de una investigación propia (2009b) muestran que los hombres tienden a manifestar mayores problemas de salud psicofísica que las mujeres; por ejemplo, el 62% de hombres dijo sentirse triste siempre, mientras que sólo el 37% de las mujeres manifestó haber experimentado esa sensación. Asimismo, los hombres (54.6%) reportaron mayores problemas para dormir que las mujeres (45.5%); 51% de los hombres reportó que siempre tenía dolores de pies; en comparación, sólo el 38.1% de las mujeres afirmó esto. No obstante, las mujeres (77.8%) sufrieron siempre más dolores de cabeza que los hombres (22.2%), y 59.3% dijo malpasarse siempre; este porcentaje fue de 41.7% para el caso de los hombres.

Las diferencias más interesantes se presentan respecto de una serie de preguntas que se vinculan a las formas en que las personas perciben y enfrentan su situación en Estados Unidos. Se les preguntó si ellos sentían que podían confiar en alguien, si podían platicar con alguien, si extrañaban a su familia, si se sentían solos, si el salario era suficiente; también sobre la inestabilidad laboral, la posibilidad de contar con seguro médico, y si, simplemente, sentían miedo. De nueva cuenta, en mayor medida fueron los hombres quienes manifestaron sentirse solos o extrañar a su familia, no confiar en alguien o no tener con quién platicar; expresaron, además, que su sueldo no es suficiente, que su trabajo es inestable y que, en general, sienten miedo.

Como podemos observar, todas las investigaciones coinciden en que la migración es un proceso doloroso para los individuos, aun cuando sea un proceso planeado y voluntario, pues la separación de la familia, de los amigos y de la comunidad causa ajustes emocionales (Jirojwong y Manderson, 2001) (ver tabla 2). La depresión, la nostalgia, la tristeza, la angustia, la esperanza y el coraje son emociones experimentadas por los migrantes del siglo XXI. Afirmamos, por tanto, que la cura del dolor migrante:

• No puede ser manejada a partir de una perspectiva individualizante de la enfermedad;

• El dolor migrante tiene que vincularse con discursos que se convierten en políticas, programas o acciones, y

• Es necesario posicionar el tema de la salud mental de los trabajadores migrantes en el contexto de una política laboral del capitalismo globalizado.

 

CONCLUSIONES

Dice Heller que "sentir significa estar implicado en algo. Hay que convertir el sufrimiento en dolor para que podamos implicarnos en la causa de la humanidad" (Heller, 2004:313). Heller sostiene que el dolor se desarrolla cuando "la acción o el inhibirse de hacerla ha estado vinculado desde el principio a la intención, ha estado vinculado a una decisión consciente o inconsciente, a la selección" (Heller, 2004:311). Como dejamos asentado a través de este trabajo, la sumisión primaria al poder para llegar a ser "sujeto" es muy útil políticamente, pues lleva a cabo un proceso de domesticación que reitera de manera continua una perspectiva de victimización que el propio migrante construye, acepta y reproduce.

El dolor físico y el sufrimiento emocional constituyen formas de rastrear la manera en que los discursos dominantes se insertan y reproducen-configuran identidades estigmatizadas. Podríamos, tal vez, utilizar la tipología de Nietzsche sobre la personalidad estoica, escéptica o desventurada como guía para entender la aparición de estructuras de personalidad ansiosas —estoicas— o depresivas —escépticas—. ¿Dónde podríamos situar a los narcisistas descritos por Zizek? ¿Acaso la repetición hipnótica de que "el sueño americano sí existe" es el "gozo" doloroso del discurso del dominado? Zizek dice: "quizá la función del Amo es establecer la mentira que puede sostener la solidaridad del grupo: sorprender a los sujetos con afirmaciones que manifiestamente contradicen los hechos, afirmar una y otra vez que 'lo negro es blanco"' (Zizek, 2003:94).

Reiteramos nuestra tesis de que los discursos estigmatizantes, negativos, constituyen formas eficaces de minar resistencias, preparando al sujeto para ser desplazado y asumir nuevas funciones. Las formas de dominación son actualmente más estratégicas y difíciles de rastrear a través de mecanismos convencionales —violencia física o legal—, pero es a través de las narrativas que se apropian los dominados y del despliegue de políticas, programas y acciones concretas de diversos actores —hacedores de políticas públicas, servidores públicos, personajes de la "opinión pública"— que se encuentran en la escena del tema migratorio y que podremos rastrear la forma en que se constituyen-reconstruyen-reproducen políticas identitarias que dan forma a la constitución psíquica del migrante.

 

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Notas

* Este artículo es parte de un proyecto de investigación recientemente aprobado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en la Convocatoria de Apoyo Complementario a Investigadores en Proceso de Consolidación Nivel 1, 2009. Por tanto, lo que aquí se expone es parte de una propuesta teórica para la que se utilizarán múltiples formas de recolección de información, con la finalidad de analizar la estructura psíquica de las familias transnacionales.

1 Según un estudio-encuesta de Taylor y Fry para el Pew Hispanic Center (PHC), publicado a finales de 2007, 57% de los posibles votantes hispanos registrados se identifica como demócrata, mientras que 23% se declara partidario de los republicanos. Más aún, se estima que el voto hispano fue un factor importante en el triunfo de George Bush en el año 2004; información disponible en http://www.rea-linstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/lengua+y+cultura/ari80-2008

2 El término fue "formalmente" utilizado a partir de 1989 con la implementación del programa Paisano por el gobierno federal. Ver antecedentes de este programa en http://www.paisano.gob.mx/index.php?page/antecedentes.

3 El Instituto Nacional de Migración funda, en 1990, el Grupo Beta Tijuana que "tiene como principal objetivo salvar la vida de los migrantes en peligro en las zonas de riesgo". Los antecedentes de este organismo se puede ver en: http://www.inami.gob.mx/index.php?page/Grupo_Beta_de_Proteccion_a_Migrantes.

4 El programa English Only se creó en 1998 en el estado de California bajo la iniciativa 227, que proponía la eliminación de programas bilingües y la instrumentación del inglés como idioma único en las escuelas públicas.

5 El perfil del mercado latino es bastante claro para las empresas telefónicas. Según el vicepresidente de mercadeo de Americatel, Matías Arentsen, el hispano "es un mercado de alto crecimiento, como negocio y consumo de larga distancia, superior a los dos dígitos, y ha estado en permanente alza en los últimos años, básicamente por su condición de inmigración", USA: Los hispanos grandes usuarios de la larga distancia; publicación consultada en http://www.noticias.com/articulo/20-02-2001/redaccion/usa-hispanos-grandes-usuarios-larga-distancia-bf4.html.

6 "Mexicanos en el exterior", en Publicación del Instituto de Mexicanos en el Exterior, junio 2008. Consultada en http://www.ime.gob.mx/noticias/boletines_tematicos/directo_mexico.pdf.

7 Estas citas son tomadas de entrevistas realizadas a migrantes mexicanos que residen en Estados Unidos; en Ramos (2009) se presenta una descripción de la muestra.

 

Sobra la autora

María Elena Ramos Tovar: Licenciada en Sociología en 1989 por la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL. Sus estudios de Maestría en Sociología (1994) y de Doctorado en Sociología (1999) fueron realizados en la Universidad Tulane, New Orleans, Estados Unidos. Especialista en Relaciones familiares y género y en Estudios de género, adscrita a la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano de la Universidad Autónoma de Nuevo Léon. Ha publicado artículos científicos en revistas con arbitraje internacional o indexadas, y ha realizado 16 publicaciones de divulgación científica en diversos medios. Coeditora del libro Entre el sueño y la pesadilla: La frontera Cuidad Juarez-El Paso. Endira, y autora del libro: Migración e identidad: Emociones, familia, cultura.

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