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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.5 no.1 Mérida ene. 2010

 

Artículos

 

Los padres Camacho y su museo: dos puntos de luz en el Campeche del siglo XIX1

 

Adam T. Sellen

 

UNAM, CEPHCIS.

 

Fecha de recepción: 30 de septiembre de 2010.
Fecha de dictamen: 25 de octubre de 2010
.

 

Resumen

Los padres Camacho, José María y Leandro, fueron dos hermanos españoles que residieron en la ciudad de Campeche durante la primera mitad del siglo XIX. Instruidos pero de escasos recursos, estos sacerdotes lograron reunir un formidable gabinete de antigüedades prehispánicas que parece constituir el primero de su clase en la región, si no es que el más antiguo en México dedicado a los antiguos mayas. No obstante, las escasas noticias sobre su colección —registradas en su mayoría en crónicas y relatos de extranjeros que recorrieron la zona en aquellos tiempos— no han recibido la atención que merecen en la literatura académica. Es propósito de este artículo presentar los datos reunidos sobre sus interesantes vidas para poder comprender mejor el contexto histórico de su búsqueda intelectual, así como trazar el destino de su acervo. Finalmente demostramos que el esfuerzo de los hermanos Camacho por crear un museo local se prestó a las intenciones de algunos miembros de la clase política de la época, en particular Justo Sierra O'Reilly, de reforzar una identidad regional en el marco de un proyecto separatista.

Palabras claves: museos, siglo XIX, coleccionismo, arqueología.

 

Abstract

The priests José María and Leandro Camacho were two Spanish brothers who lived in the city of Campeche during the first half of the nineteenth century. Educated but impoverished, these clerics formed a significant cabinet of pre-Hispanic antiquities, the first of its kind in the region and perhaps the oldest in Mexico dedicated to the ancient Maya. Little is known about their collection and much of the information we have comes from eyewitness accounts produced by travellers. The purpose of this article is to stitch together the varied fragments of their illustrious life to better understand the historical context of their intellectual pursuit, as well as to ascertain the final destiny of their collection. Furthermore, I will demonstrate that the Camacho's effort to create a museum was used by members of the political class, and in particular Justo Sierra O'Reilly, to forge a regional identity that would serve the needs of a separatist agenda.

Keywords: museums, nineteenth century, collecting, archaeology.

 

La génesis de los grandes museos en México es una historia conocida. A finales del siglo XVIII, en el marco de la Ilustración, nacieron instituciones conformadas por colecciones de carácter natural y arqueológico gracias a una afortunada confluencia intelectual: por un lado, el deseo científico de clasificar el Nuevo Mundo y de conocerlo por medio de los objetos en sí mismos y, por el otro, el creciente interés criollo por sentirse parte de un pasado propio al preservar los vestigios de la antigüedad indígena. La historiografía de este gran proyecto nacional decimonónico se ha enfocado principalmente en el ambiente intelectual que favoreció la fundación de los primeros museos en la ciudad de México.2 En cambio, un tema que ha sido más bien ignorado en la literatura académica3 es el de los intentos locales por crear espacios museísticos en los diversos estados del país, que fomentaban así una identidad regional que contrastase con la del Altiplano. Esto se debe en parte, señala González Dávila, a una tendencia entre historiadores de pasar por alto los importantes logros de estas instituciones y de desconocer sus etapas evolutivas.4

Abordaremos aquí el estudio de uno de estos museos pioneros, creado por un par de presbíteros curiosos en el puerto de Campeche durante la primera mitad del siglo XIX.5 Instruidos, pero de escasos recursos, los hermanos José María y Leandro Camacho lograron reunir un formidable gabinete de antigüedades pre-hispánicas y muestras naturales que denominaron como "museo"; el primero de su tipo en el sureste de México y probablemente el más antiguo de la República. según comentarios de quienes pasaron por el puerto, tal museo presentaba un aspecto caótico y desordenado, como una gran tienda de anticuario, aunque nunca vendieron piezas pese a su pobreza. Un viajero escocés llegó a opinar que, no obstante la riqueza de las piezas exhibidas, las curiosidades más interesantes del lugar eran los mismos padres.6

El propósito de este artículo consiste en presentar —hasta donde lo permite la escasez de datos— los orígenes intelectuales del museo, la manera en que los hermanos Camacho conformaron la colección, así como trazar el destino de la misma. Resulta de gran relevancia ahondar en el rescate de información relacionada con estos coleccionistas no solamente para esclarecer un importante antecedente para la historia de la arqueología, sino también para demostrar que el surgimiento de los museos en México no fue una empresa homogénea ni centralista. De particular interés en este caso es el hecho de que el museo de los padres Camacho fuera promovido en forma muy destacada por el notable escritor y político campechano, Justo sierra O'Reilly —considerado el padre de la literatura yucateca, y quien apoyó públicamente la labor del museo a través de varios artículos publicados en dos importantes revistas que editó en la Península, el Museo Yucateco (1841-1842) y posteriormente el Registro Yucateco (1845-1849)—, como un instrumento de gran utilidad para reforzar la identidad peninsular en su proyecto separatista.

 

El coleccionismo y la Iglesia

Los padres Camacho formaron su colección en el contexto de una tradición anticuaria-científica que se remonta hasta el Renacimiento, cuando la clase instruida comenzó a clasificar las regiones del mundo y a reunirlas en espacios determinados, como los Wunderkammeren, vocablo alemán que remite a una colección o gabinete de curiosidades. Los primeros gabinetes tenían la función de provocar un sentido de asombro y maravilla ante la obra de Dios, así que no se hallaban en conflicto con la doctrina de la Iglesia.7 Con el paso del tiempo, sin embargo, resultó evidente que cada gabinete funcionaba como una enciclopedia del mundo, independiente del saber eclesiástico, y de esta manera, el coleccionar se convirtió en un verdadero motor de secularización. Curiosamente este cambio epistemológico fue promovido por los mismos clérigos y, en México como en otros países, los primeros gabinetes arqueológicos solían estar en manos de eclesiásticos. Un buen ejemplo de ello en la segunda mitad del siglo XVII es el jesuita Carlos de Sigüenza y Góngora, quien reunió una colección de papeles antiguos y códices prehispánicos;8 no se conoce el inventario preciso de su gabinete, pero el interés que demostró en explorar monumentos como los de Teotihuacan sugiere que éste pudo incluir también algunos artefactos. En el siglo subsecuente —ya en plena Ilustración—, el notable científico José Antonio Alzate y Ramírez, a la luz de otro aficionado de la arqueología, el rey Carlos III de España, justificó plenamente la práctica de reunir el pasado prehispánico para su estudio científico.

A principios del siglo XIX se observa un cambio espectacular y el número de clérigos que instalan gabinetes dedicados a la arqueología aumenta considerablemente. Durante esos años se formaron notables acervos. Así, además del de los padres Camacho de Campeche, podemos mencionar los de sus contemporáneos en otras regiones de la República: el de Estanislao Carrillo, en el norte de Yucatán, y el de José Juan Canseco en Oaxaca, quien empleó su colección para fundar el Museo de Oaxaca en el convento de san Pablo en 1827. Medio siglo más tarde el obispo de Yucatán, Crescencio Carrillo y Ancona, haría lo mismo en Mérida, bautizando tal establecimiento como "El Museo Yucateco". Otro obispo, Francisco Plancarte, entregado "en cuerpo y alma a los estudios arqueológicos", formó un museo arqueológico en Tacuba a finales del siglo.9 Ante este panorama podríamos preguntarnos: ¿Por qué algunos eclesiásticos se dedicaron apasionadamente a la colección y estudio de objetos arqueológicos?

En ese sentido cabe recordar que los religiosos mencionados fueron producto de la Ilustración, y los que vivieron durante la segunda mitad de ese siglo recibieron instrucción en el marco del positivismo científico, con un marcado énfasis en el conocimiento de los datos empíricos. sin duda, estos grandes movimientos intelectuales formaron la base de su pensamiento, a más de que el simple hecho de que los eclesiásticos tuviesen una mejor educación y mayor acceso a libros explicaría en parte el desarrollo de su curiosidad y afán de conocer las antiguas culturas de México.

No obstante, sabemos por Pantaleón Barrera, quien escribiera en El Registro Yucateco en 1846, que los padres Camacho encontraron cierta resistencia en la población local hacia sus actividades y que algunos campechanos llegaron a opinar que coleccionar objetos raros era equivalente a ser hechicero. Seguramente no ayudaba el hecho, comentado por algunos viajeros, de que su museo tuviese el aspecto de "un taller de nigromante".10 Incluso, Barrera comparó a uno de los hermanos con el ilustre español Enrique de Villena, quien en tiempos medievales fue acusado de brujería y vio su biblioteca quemada.11 Es claro que aunque las ideas de la Ilustración habían llegado a la ciudad de México a finales del siglo XVIII, algunas zonas periféricas de la joven nación continuaban rezagadas.

 

Padres-hermanos

Leandro José Camacho Fernández nació en Tenerife, en las Islas Canarias, en 1792; su hermano menor, José María, vio la luz en Campeche cuatro años después. su padre era portugués, oriundo de la isla de Madeira,12 por lo que resulta posible que procediesen de una familia de navegantes. No se sabe mucho sobre la vida de los Camacho antes de 1840, pero hay datos fragmentarios que ayudan construir una cronología general del contexto histórico en el que vivieron. El decaimiento económico de España ante la Revolución Francesa de 1789 devino en sucesivas bancarrotas que la convirtieron en una potencia de segunda fila, y esta situación devastadora pudo haber sido la razón por la cual la familia buscara la relativa prosperidad de México. se sabe que Leandro vivió su juventud en Campeche hasta la edad de 15 años, ya que presenció una tormenta de proporciones bíblicas que cayó sobre la ciudad en 1807, la cual recordaba tres décadas después en una nota para una revista local.13 No se sabe gran cosa de lo ocurrido desde entonces hasta que llegaron a ser adultos, pero según Parish Robertson anduvieron por gran parte de Europa, y quizá realizaron allá sus estudios superiores antes de regresar a Campeche.14 Resulta probable que en la década de 1830 residiesen de nuevo en el puerto.

Militares, capitanes de buques y viajeros pasaban por la ciudad de Campeche en aquella época, y el museo de ambos sacerdotes era visita obligada para ellos. El comodoro estadounidense Matthew Galbraith Perry, por ejemplo, que entre 1845 y 1847 había atacado y sitiado varias ciudades a lo largo de la costa mexicana —desde Frontera hasta Veracruz—, cesó sus acciones bélicas el 7 de diciembre de 1847 para entablar una conversación con el comandante militar de Campeche, José Cadenas. Después de la reunión oficial, se reporta que visitó el museo de los Camacho.15

Gracias a estos encuentros con viajeros, y a unos cuantos testimonios publicados, conocemos detalles sobre su carácter y su interesante colección.16 En particular, podemos mencionar cuatro viajeros que llegaron al puerto en la década de 1840: el escritor estadounidense Benjamin Moore Norman, el naturalista francés Arthur Morelet, que llegó a Campeche en 1847 y que en el mismo año coincidió con otro joven viajero de origen austriaco, Karl Bartholomeus Heller. Pero el testimonio más rico proviene de William Parish Robertson, un escocés que pasó por la ciudad en 1849.17

Según Parish, el hermano mayor, Leandro, era gordo, jovial y vigoroso, y se dedicaba al estudio anticuario y a la recolección de muestras naturales. Era también frenólogo, un estudio en boga durante el siglo XIX, el cual postulaba que era posible determinar el carácter y los rasgos de la personalidad basándose en la forma del cráneo (por tanto, se dice que coleccionaba "calaveras"). Por su parte, el hermano menor, José María, era flaco y de un aspecto enfermizo, partidario de la mecánica y las ciencias duras, y tenía tal grado de habilidad técnica que había construido su propia imprenta. Los registros dan a entender que colaboraban en el museo, aunque de manera antagónica: Leandro se quejaba de que su hermano menor utilizaba sus vasijas antiguas para hervir cola de conejo para sus proyectos, mientras José María reprochaba a Leandro usar su herramienta fina para limpiar las conchas de mar.18 No obstante tal rivalidad fraternal, ambos eran inseparables.

 

El museo

El museo se hallaba en las casas 17 y 18 ubicadas en la calle Independencia, semejante a las que se pueden apreciar en un daguerrotipo de la época, la imagen fotográfica más temprana de la ciudad que se conoce y que también figuraba en las colecciones de los padres (Figura 1).19 se dice que era casi una ruina poblada de telarañas y gatos y, en cuyo patio interior vivía un mono travieso. La colección se encontraba en dos cuartos: en la mitad de uno reunían una inmensa variedad de conchas y, alrededor de ellas, en las paredes y las repisas, colocaban peces disecados, insectos y otros ejemplos de historia natural; el segundo cuarto contenía lo referente a artefactos arqueológicos así como las muestras históricas. No se sabe con exactitud cómo organizaban los artefactos, y según comentaba Justo sierra O'Reilly, el gabinete "no tiene forma ni regularidad".20 No obstante, este escritor publicó una lista de algunos objetos del museo donde se pueden destacar tres grandes divisiones y varios subgrupos:

[Objetos históricos]

• Dos pinturas en lienzo, de dos varas cada una de ellas, que contienen la imagen de la Virgen. Tienen la particularidad de haber sido regalo del rey D. Felipe II a la iglesia del Dulce Nombre de Jesús de Campeche.

• Un retrato del V. Sr. Palafox, que tiene más de doscientos años, y otro del vicario de Campeche D. Diego Estafor.

• Un zapato bordado del V. Sr. D. Juan de Palafox y Mendoza.

• Una lanza de los conquistadores, de la forma y dimensión que se usaban entonces.

[Objetos arqueológicos]

• Una numerosa colección de ídolos de barro y piedra, entre los cuales hay muchos notables por sus dimensiones, y por la variedad de sus posturas y adornos emblemáticos.

• Una urna cineraria que contiene los restos de un hombre, y algunas figuras notables de antigüedad acaso de mil años.

• Una colección de vasos, jarros, cántaros y fuentes de piedra y barro, adornados, muchos de ellos, con jeroglíficos y con pinturas vivas, frescas y bien conservadas.

• Una colección de lanzas, flechas, dardos y demás instrumentos de guerra que usaban los indios antiguos. Casi todos estos instrumentos son de pedernal.

• Otra colección (en mal estado) de flautas y otros instrumentos músicos, de barro.

• Otra id. de zarcillos, cuentas y adornos de piedra, muy particular y brillante.

• Otra id. de lozas sepulcrales, con varios adornos y jeroglíficos.

• Algunas piezas sueltas, sin clasificar, que son de una construcción primorosa.

• Una multitud de fragmentos arquitectónicos.

[Muestras naturales]

• Una colección (y esto es lo más primoroso del Museo del padre Camacho) de conchas, caracoles y otros mil moluscos de nuestras costas.

• Otra colección mineralógica de oro, plata, fierro, cobre, antimonio y otras piedras metálicas.

• Otra id. de arenas de todos colores, que se dan en nuestras costas.

• Otra id. zoológica, (aunque muy diminutiva [sic]).

• Otra id. (también diminutiva [sic]) de las maderas que produce la península.21

Esta colección ecléctica era tan conocida entre los campechanos que incluso llegaba ser una fuente de humor para algunos periódicos. En una sección de La Burla, bajo el título de "Remates", se anunciaba en un listado de objetos absurdos "una jeringa colosal prosedente [sic] del Museo de los padres Camacho". Al final de la lista escribieron los bromistas: "unas cuantas onzas de sesos que nos sobran, muy propios para rellenar las molleras de algunos inocentes que llaman crítica a nuestras burlas".22

Tenemos también noticia de que los padres poseían libros importantes en su colección. Así, un poco después de la muerte de Leandro en el verano de 1849 salió publicada una nota en el periódico para la venta de sus pertenencias, la cual incluía conocidas obras reimpresas en español:23

• Compendio de la historia romana, 1822, por el escritor irlandés Oliver Goldsmith [1728-1774].

• El derecho de gentes, 1834, por el filósofo suizo Emerich de Vattel [1714-1767].

• Lecciones de la historia natural de los animales, 1834, por el naturalista y zoólogo francés Georges Cuvier [1769-1832].

Saber que los hermanos estaban consultando libros como éstos nos dice mucho de su nivel intelectual y de sus intereses en general. El último libro en la lista, un instructivo para principiantes sobre cómo clasificar los animales, indica que contaban con las herramientas básicas para organizar su colección según la nomenclatura científica de la época.

De las piezas arqueológicas hay pocas noticias y no sabemos cómo las interpretaban. Bancroft, autor de una extensa y ampliamente difundida obra sobre los indígenas de América, hacía mención de los artefactos del museo de los Camacho, pero lamentó que no hubiesen sido particularmente bien descritas por los viajeros que pasaban por ahí.24 Tal vez tenía razón, pero en algunos casos las descripciones de los artefactos nos dan una idea general del tipo de piezas que se hallaban en los estantes. Morelet, por ejemplo, quedó impresionado con las figuras de barro, cuya factura describía como "la expresión de un hecho realmente cumplido", refiriéndose sin duda a las conocidas figurillas de Jaina. Describió una pieza como un hombre desnudo con cinturón, que en una mano llevaba "un lienzo" y en la otra una piedra de dos cortes. Frente a este personaje había otro arrodillado, en actitud "resignada", por lo que el francés especulaba que quizá fuese su cautivo.25

De esta colección de figurillas existen algunas ilustraciones. En su libro, Norman menciona que los padres Camacho le regalaron "muchas antigüedades" y como estuvo solamente tres días en esta ciudad portuaria, sin tiempo para realizar una exploración, es probable que las piezas que ilustra en su libro, figurillas y otros implementos de barro, perteneciesen a la colección de los eclesiásticos (Figura 2).26

Los hermanos poseían también dos daguerrotipos que el viajero austriaco Emmanuel von Friederichsthal les había regalado en 1841.27 Años después dieron las fotografías al joven Karl Heller quien las llevó a Europa, donde actualmente se resguardan en un archivo de Viena. En una de ellas se retrata un brasero antropomorfo de estilo Mayapán, correspondiente al período Posclásico. Esta pieza seguramente formó parte de la colección Camacho, y cabe mencionar que la fotografía es la más temprana que se conoce de un artefacto maya prehispánico (Figura 3).

Al morir el último hermano, la colección de los Camacho fue adquirida por el Ministerio de Fomento en la ciudad de México, pero hasta el momento no hay datos precisos sobre la transacción. En 1874, en un trabajo típico de la época donde comparaba las antigüedades mexicanas con las de otras culturas orientales, el geógrafo Antonio García Cubas comentó al respecto:

El Ministerio de Fomento compró un hermoso museo yucateco, en el cual se admiraban algunas bellas figuras de barro, ejecutadas con maestría, y que revelaban exactamente el tipo de los habitantes de la India, de la China y del Japón; pero desgraciadamente este museo desapareció en la época de la Intervención Francesa. ¡Quiera Dios que lo aproveche la ciencia!28

Aunque él no menciona quien era el dueño de esta colección, es probable que fueron los padres Camacho, ya que unos años después el historiador Manuel Orozco y Berra acotaba que este Ministerio había adquirido de los hermanos "el museo yucateco",29 el cual supuestamente sería integrado a las colecciones del Museo Nacional y demás instituciones en la ciudad de México. Podemos inferir, por los importantes cargos que este destacado investigador ocupó durante la administración de Maximiliano I, entre 1864 y 1867, que probablemente fue él quien gestionó la adquisición de la colección. El primer nombramiento que aceptó fue para formar parte de la Comisión Científica de México —una gran delegación formada por lo mejor de la ciencia francesa de su tiempo y apoyada por investigadores locales—, luego lo asignaron a la Subsecretaría de Fomento, y después fue director del Museo Nacional.30 Hay referencias a tan renombrado funcionario en un estudio arqueológico inédito titulado "Priapes et phallus", realizado por el coronel Doutrelaine, el representante de la mencionada Comisión Científica ante las autoridades mexicanas. En 1865 envió su investigación al ministro francés de Instrucción Pública, donde asentó que "hoy, el Ministro de Fomento [Orozco y Berra], está en posesión de una interesante colección de antigüedades yucatecas y chiapanecas que fue formada en Campeche por los padres Camacho, y que es bien conocida en el mundo de la arqueología americana".31

Según Orozco y Berra, él tuvo oportunidad de revisar el acervo en el Museo Nacional de México, que incluía piezas excavadas en Palenque, entre ellas algunas figurillas de gran calidad. Asimismo, describe con detalle muchos de los artefactos que la conformaban:

Una figura de muy fino barro blanco, desnuda, con un modelado digno de un escultor; rodéale la cintura el ex 32 maya, cubriéndole la cabeza una especie de sombrero de copa alta y ala angosta plegada como una faralá; una semejante presentan las pinturas de Chichén. Altarcillos de barro idénticos a los de Copán, en una pirámide en que se destacan tres cabezas simbólicas, que parecen representar la trinidad maya, o el trimurti de los hindúes. Figuras sentadas con las piernas cruzadas a la manera oriental, cubierta la espalda con una capa corta, diversa a la luenga33 americana, entregadas al parecer a una tranquila contemplación, a la manera de los santones o penitentes tan comunes en la India. Tipos que recuerdan el culto de phallus. Preciosas hachas de roca verde de la edad de la piedra pulimentada; cuentas macizas con horados34 cónicos de los tiempos remotos, o de barro, con labores complicadas. Vasos de tierra gris, ya cilíndricos, ya de variadas formas elegantes, llevando en relieve personajes, inscripciones jeroglíficas, adornos del mejor gusto. Conchas y caracoles pequeños dibujados tan delicadamente cual si estuvieran entallados con el más delgado buril.

No abundan las armas; aquel pueblo cuidaba poco de conquistas, no alindaba con tribus enemigas, vivía entregado a las dulzuras de la paz.35

No obstante estas descripciones, hasta la fecha no hemos podido ubicar material perteneciente a la colección Camacho entre las piezas que actualmente resguarda este museo, ya que los registros antiguos no señalan quiénes eran los coleccionistas originales.

Es evidente que no todo el acervo fue a parar al centro del país. En 1877, al crearse en Mérida el Museo Yucateco, con el gabinete del padre Carrillo y Ancona, aparece una referencia en la lista del inventario acerca de "una piedra esculturada, volcánica que perteneció al Museo de los padres Camacho de Campeche".36 Empero, sin mayor detalle sería difícil ubicar este objeto en la colecciones del actual museo en Mérida. También permaneció en Campeche un vaso con efigie procedente de Palenque, el cual fue adquirido por el viajero francés Désiré Charnay en 1882 y posteriormente trasladado a París (Figura 4). Al tener la oportunidad recientemente de revisar dicha pieza en el Museo Quai Branly, donde se resguarda, tuve noticia de que en su interior se hallaba una nota escrita a mano por Leandro Camacho, que, a la letra, registra lo siguiente:

A las seis y media de la tarde el día de hoy recibí de manos de Don Francisco Lara y Sánchez, este hermosísimo vaso que fue hallado en una excavación que se hizo en las ruinas de la ciudad de Palenque, quien tubo la bondad de regalármelo para mi museo. # Camp[ech]e, 26 de Mayo de 1845. Presbítero Leandro José Camacho (Figura 5).

 

Asimismo, el coronel Doutrelaine reporta haber visto otra nota de Leandro procedente del interior de una vasija que estudiaba, y por fortuna transcribió su contenido:

Hoy, día 26 de Diciembre de 1845, como a las ocho y cuarto de la mañana, viernes, viniendo de la hermita de decir misa, me regaló esta figura, que fue sacada de una excavasión en la isla de Haina, Doña Benancia Molina, hija de Don Ramón Molina, y su esposa de Don Joaquin Molina. Dicha figura se hallava en poder del párroco del pueblo de Hopelchen, Don N. Ortis [...].37

Estos escritos museográficos, además de detallar procedencia y dejar constancia de la recepción de la pieza, confirman que fue el padre Leandro quien hizo la labor de reunir las antigüedades y que recibía materiales para su museo en forma de donaciones y regalos de sus conocidos. Conforme avanzaban en edad, sin posibilidades de salir a campo, los padres continuaron aumentando así sus colecciones. se sabe, por ejemplo, que también Justo sierra O'Reilly consiguió algunos ejemplares para ellos; durante un viaje a los Estados Unidos en 1848, y en un afán de obtener un souvenir, arrancó "zarzas y arbustillos" de la tumba de George Washington, enviando uno de los fragmentos para la colección de sus amigos en Campeche.38

El mismo sierra O'Reilly, quien como señalé antes se convirtió en el más ferviente promotor del museo, argumentó en varios artículos publicados en El Registro Yucateco que la sociedad corría el peligro de perder la colección si el Estado no podía establecer un local para ello. Advertía allí que los padres, en su bondad, regalaban las piezas con frecuencia a los viajeros que pasaban por su casa, y de esta manera la colección se estaba desvirtuando. Incluso advirtió que el comandante de una fragata francesa de guerra, el señor Cosmao, estaba a punto de llevársela para beneficio de los museos de París.39 Así que, en una crítica abierta a sus connacionales, señaló que el interés de los extranjeros en el acervo debía demostrar a los yucatecos su valor y la estimación que merecía, lamentando que hubiese tan poco apoyo para el esfuerzo de los padres.

Las pullas de O'Reilly contra los incultos de su tierra eran parte de una estrategia para avergonzarlos y de esta manera motivar a la clase política local a poner en marcha capitales para construir un museo en la ciudad, digno de competir con los de Europa o Estados Unidos. No fue el único en usar esta maniobra; años más tarde, en 1861 el padre Crescencio Carrillo y Ancona escribió con pasión el mismo deseo de resguardar en vitrinas las antigüedades de Yucatán:

Que vergüenza no es para nosotros el saber que en los Museos de Paris, de Londres, de Washington y de otros países, se enseñan a los viajeros objetos curiosos extraídos de nuestras ruinas monumentales, y que en nuestra capital, el gobierno no hubiese pensado hasta ahora en el establecimiento de uno nacional! La sangre sube á la cara, y la pluma cae de la mano.40

Para O'Reilly, el museo de los Camacho representaba un lugar donde se podía reunir el patrimonio cultural de la región, y dar así crédito a la memoria histórica de la Península de Yucatán, a semejanza del formato de variedades que había empleado en las revistas que publicaba, y cuyo "objetivo era crear una identidad regional que podía dirigir su propio destino político".41 El museo de los Camacho encajaba perfectamente con este esquema, ya que se podía considerar un microcosmos de lo que O'Reilly llamó "virtudes yucatecas" y, al ser exhibido de una manera apropiada, podría aglutinar la diversidad de características históricas, culturales y geográficas que, a su parecer, definían la región.

Al final, el proyecto político separatista de O'Reilly fracasó, y el intento por crear una región aparte de México se hundió en una sangrienta Guerra de Castas, que duró más de cincuenta años, y el museo de los Camacho, como hemos documentado, se trasladó a la ciudad México donde se dispersó entre otras tantas piezas.

Es evidente que en el siglo XIX los museos nacionales se apoderaron de las colecciones regionales para alimentar sus propios estantes, dejando los acervos de los museos estatales algo anémicos y sin las piezas espectaculares, como ocurrió con la famosa estatua de Chac mool de Chichén Itzá que fue traslada al Museo Nacional, bajo protesta, desde el Museo Yucateco en 1877.42 Asimismo, quedó suprimida la memoria de estos incipientes gabinetes regionales al iniciar las grandes narrativas museísticas del Porfiriato, que tenían el doble propósito de cimentar una idea histórica de la grandeza de la antigüedad y reforzar la conciencia nacionalista, y de crear una imagen de México en el mundo como país culto, que valora su patrimonio. Ideas, por cierto, que perduran en el discurso cultural contemporáneo.

No obstante, los padres Camacho habían plantado una semilla importante y en 1892 el Instituto Campechano abrió un pequeño museo en la ciudad. Hoy el estado cuenta con varios repositorios dedicados a la arqueología e historia de la región, que operan sin saber que parte de sus orígenes se hallan en la incansable labor de dos hermanos, motivados por su curiosidad y amor a la ciencia. Desafortunadamente no contamos con una pintura ni fotografía que retrate a los hermanos Camacho, pero en 1861, después de la muerte de ambos, un grupo de literatos campechanos, en su afán de elogiar a un querido amigo, rescató un poema genial en el que José María se describe a sí mismo en 1833. Oigámoslo.

 

 

 

Revistas consultadas

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El Museo Yucateco. Periódico científico y literario. 1841-1842 Tomos I-II. Campeche, Imprenta de la sociedad Tipográfica, por J. M. Peralta.         [ Links ]

El Registro Yucateco. Periódico literario redactado por una sociedad de Amigos. 1845-1846 Tomos I-IV. Mérida, Imprenta de Castillo y Compañía.         [ Links ]

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Notas

1 Ponencia presentada en la Mesa "Testimonios y experiencias del pasado maya" del Octavo Congreso Internacional de Mayistas, el 9 de agosto de 2010.

2 Ver por ejemplo los trabajos de Ignacio Bernal, Historia de la arqueología en México, 1979; Enrique Florescano, "La creación del Museo Nacional de Antropología", El patrimonio nacional de México, 1997, tomo II, pp. 147-171, y Luisa Fernanda Rico Mansard, Exhibir para educar, 2004.

3 Citamos, sin embargo, el trabajo de Miriam Beatriz Ríos Meneses, "Breve historia de los orígenes de los museos de los estados de Yucatán y Campeche", pp. 112-125.

4 Fernando González Dávila, "El Museo Oaxaqueño y su fondo de origen. Documentos para su historia", pp. 125-126.

5 Esta investigación fue realizada gracias al apoyo de los Proyecto conacyt No. 1010623 y PAPIIT IN-4011208 desarrollado en conjunto con la Mtra. Lynneth s. Lowe, del Centro de Estudios Mayas, IIFL, UNAM. Quisiera reconocer las importantes aportaciones en cuanto a información y mejoras que ella ha hecho a este estudio. Asimismo, deseo agradecer al Dr. Arturo Taracena Arriola por su generosidad en compartir su conocimiento sobre los padres Camacho, así como sus valiosos comentarios a este texto. Doy las gracias a Fabienne de Pierrebourg, curadora del Musée du Quai Branly, por todas las atenciones que me brindó durante mi estancia de investigación en él, y a Alejandra Espinosa por conseguirme un importante documento del Archives Nationales de Paris. Finalmente, agradezco los comentarios editoriales de Mario Humberto Ruz.

6 William Parish Robertson, A Visit to Mexico by the West India Island, Yucatan and United States..., 1853, p. 164.

7 Philipp Blom, To Have and to Hold,, 2002, p. 21.

8 Bernal, op. cit. p. 48.

9 El Monitor Republicano, 22 de julio de 1890, en Sonia Lombardo de Ruiz, El pasado prehispánico en la cultura nacional, 1994, tomo I, p. 192.

10 Benjamin Moore Norman, Rambles in Yucatán, 1843, p. 222.

11 Pantaleón Barrera, "Hospicio de pobres", El Registro Yucateco, 1846, tomo 4, pp. 151-155.

12 Joaquín de Arrigunaga y Peón, Españoles, mestizos e indios... 1975, poligrafiado, sin paginación.

13 Leandro José Camacho, "Relación del temporal acaecido en Campeche en la noche del 7 de septiembre de 1807", El Museo Yucateco, 1841, tomo I, pp. 293-296.

14 William Parish Robertson, op. cit. p. 200.

15 La Revista Yucateca, 1847, tomo I, p. 224.

16 Sorprendentemente el viajero estadounidense John Loyd stephens no hace mención de los Camacho en su célebre obra sobre la región, dato que Justo sierra O'Reilly resaltó en su traducción al español de este libro, Viaje a Yucatán, 1841-1842, 2003, p. 110, fn. 3.

17 Hay traducciones en español y inglés de estas obras. Cito las ediciones originales en la bibliografía.

18 William Parish Robertson, op. cit., pp. 205-206.

19 Esta imagen probablemente fue tomada por el austriaco Von Friederichstahl e ilustra en 1840 la intersección de las calles "Comercio" y "Iturbide" (hoy 10 con 53). Para mayor información véase Arturo Taracena y Adam sellen, "Emanuel von Friedrichsthal: su encuentro con las ruinas yucatecas y el debate sobre el origen de la civilización maya", Península I (2): 49-79.

20 Justo Sierra O'Reilly, "El Museo de Los Padres Camacho, Segundo Articulo", El Registro Yucateco, tomo I, p. 374. Los corchetes son míos.

21 Justo Sierra O'Reilly, op. cit., pp. 374-375.

22 La Burla (periódico burlesco), 1860, p. 54.

23 "De venta", El Fénix, 20 de julio de 1849, p. 4.

24 Hubert Howe Bancroft, The Native Races of the Pacific States of North America, 1875, tomo IV, p. 265 y nota 100.

25 Arthur Morelet, Viaje a América Central, 1999 [1857], pp. 40-41.

26 Benjamin Moore Norman, op. cit., pp. 214-215, 222.

27 Un daguerrotipo de Friederichstahl. Ver nota 19.

28 Antonio García Cubas, "Ensayo de un estudio comparativo entre las pirámides egipcias y mexicanas", Escritos diversos de 1870 a 1874, 1874, p. 328, nota 23.

29 Manuel Orozco y Berra, Historia antigua y de la Conquista de México, 1960 [1880], p. 336.

30 Antonia Pi-Suñer Llorens et al., México en el Diccionario Universal de Historia y de Geografía, introd. XXV.

31 Traducción del autor del francés: Le Ministre du Fomento, á Mexico, est possesseur aujourd'hui de l'intéressante collection d'antiquités yucatèques et chiapanèques, qui a été formée à Campeche par les frères Camacho, et qui est bien connue dans le monde des archéologues américains, Doutrelaine a Duruy, 18 agosto 1865, Archives Nationales (site de Paris) —Exploration scientifique du Mexique— Dépêche no. 51, F/17/2914/3, f. 1.

32 [N. E. "Braguero" o "taparrabos", en lengua maya].

33 [N. E. Voz actualmente poco usual, "Lo mismo que largo", Diccionario de Autoridades, t. IV, p. 436, entrada "Luengo, a", Madrid, Real Academia Española, 1990].

34 [N. E. "El agujero que pasa de una parte a otra en la pared u otra cosa", Diccionario de Autoridades, t. IV, p. 176, entrada "Horado", Madrid, Real Academia Española, 1990].

35 Manuel Orozco y Berra, op. cit., pp. 358-359.

36 Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán, Libro 190, Documentos del Museo Yucateco, 1870-1885, f. 2, núm. 12.

37 Doutrelaine a Duruy, op. cit. , f. 7.

38 Justo sierra O'Reilly, "Mount-Vernon (Un fragmento de mi viaje)", Miscelánea instructiva y amena, 1849, p. 328.

39 Justo sierra O'Reilly, "Teogonía de los antiguos", El Museo Yucateco, 1841, tomo 1, p. 57. nota 1.

40 Crescencio Carrillo y Ancona, "Arqueología. Las ruinas de Yucatán", El Repertorio Pintoresco, 1861, p. 133.

41 Arturo Taracena Arriola, "Nineteenth-Century Yucatán Regionalism and the Literary Press. El Museo Yucateco and El Registro Yucateco", p. 51.

42 Emiliano Ricardo Melgar Tísoc, "José Martí, los mayas y el Chac Mool", p. 42.

43 [N. E. Referencia al día en que la Iglesia católica conmemora a "Los fieles difuntos"].

44 Es de suponer remite a "medio real".

45 [N. E. "Instrumento de hierro cuya punta vuelve hacia arriba en semicírculo. sirve para colgar y sostener algunas cosas, o para asirlas o agarrarlas. sale del nombre Garra...", Diccionario de Autoridades, t. IV, p. 21, entrada "Garabato", Madrid, Real Academia Española, 1990. En Chiapas se siguen empleando, fabricados con maderas duras].

46 [N. E. "Herida en el rostro prolongada como la que hace la cuchillada, y la señal o cicatriz que dexa después de curada", Diccionario de Autoridades, t. II, pp. 322-323, entrada "Chirlo", Madrid, Real Academia Española, 1990].

47 [N. E. Moneda de cobre, de escaso valor, equivalente a cuatro maravedíes, Diccionario de Autoridades, t. V, p. 455, entrada "Quarto", Madrid, Real Academia Española, 1990. La expresión remite al poco interés que suscita la opinión ajena].

48 José María Camacho, El Campechano, 1861, pp. 25-27.

 

Información sobre el autor

Canadiense. Doctor en Estudios Mesoamericanos (UNAM, 2002) y licenciado en Estudios Latinoamericanos por la universidad de Toronto (1994). Desde 2004 es investigador del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la UNAM. Sus líneas principales de investigación son el coleccionismo arqueológico y la historia de la arqueología. Ha participado en proyectos multidisciplinarios donde se analizan piezas cerámicas mediante técnicas geofísicas para determinar procedencia y autenticidad y actualmente es miembro del proyecto de investigación La reinvención decimonónica de Yucatán, 1821-1915 (CONACYT).

Es autor del libro El Cielo compartido: deidades y ancestros en las vasijas efigie zapotecas (2007) y de diversos trabajos acerca de la iconografía zapoteca. Recientemente ha editado, con Mario Humberto Ruz, Las vitrinas de la memoria, los entresijos del olvido. Coleccionismo e invención de memoria cultural (México, UNAM, 2011). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. adamtsellen@gmail.com

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