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Agricultura, sociedad y desarrollo

Print version ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.12 n.1 Texcoco Jan./Mar. 2015

 

Migración indígena hacia espacios agrícolas marginados de México. Un caso para contar

 

Indigenous migration towards marginalized agricultural spaces in México: A Case To Be Told

 

José P. Juárez-Sánchez

 

Campus Puebla. Colegio de Postgraduados (pjuarez@colpos.mx). * Autor responsable.

 

Recibido: octubre, 2014.
Aprobado: enero, 2015.

 

Resumen

Ante la demanda de mano de obra escasamente calificada se promueve el libre mercado de trabajo y en los espacios rurales se aplica una política agrícola desfavorable a la producción de granos básicos y de café. Una consecuencia es el incremento del nivel de pobreza de la población rural indígena; de la migración a espacios agrícolas capitalizados. Mediante el muestreo no estadístico denominado "bola de nieve" se determinó una muestra de 76 jornaleros agrícolas que migraron de regiones indígenas a laborar en el municipio de Calpan, Puebla. Los resultados indican que los migrantes jornaleros mantienen las características de sus regiones de origen, y las principales causas de la migración son la pobreza y el escaso empleo en las comunidades de donde provienen. Son empleados en Calpan por la falta de mano de obra en este municipio para realizar la cosecha de sus cultivos; los ingresos que obtienen son superiores a los de su lugar de origen y la mayoría expresó que viven mejor en esta región que en su lugar de procedencia. Se concluye que la migración es estacional e intrarregional y contribuye a mejorar las condiciones de vida de los jornaleros en sus espacios de origen.

Palabras clave: campesino, desigualdad, espacios marginados, migración interna, pobreza.

 

Abstract

Facing the demand for scarcely qualified workforce, the free labor market is promoted and an unfavorable agricultural policy is applied in rural spaces to the production of basic grains and coffee. One consequence is an increase in the level of poverty of rural indigenous populations and migration to capitalized agricultural spaces. Through the non-statistical sampling method called "snowball", a sample of 76 agricultural day laborers was determined, who migrated from indigenous regions to work in the municipality of Calpan, Puebla. The results indicate that migrant day laborers keep characteristics from their regions of origin and that the main causes for migration are poverty and scarce employment in the communities where they are from. They are employed in Calpan because of the lack of workforce in this municipality to harvest crops; the income they obtain is higher than in their places of origin; and, most expressed that they live better in this region than in their places of origin. The conclusion is that migration is seasonal and intra-regional, and that it contributes to improve the living conditions of day laborers in their spaces of origin.

Key words: peasant, inequality, marginalized spaces, domestic migration, poverty.

 

Introducción

Con la adopción del modelo neoliberal, en la mayoría de los países en desarrollo se implementaron estrategias que pueden englobarse bajo el concepto de reestructuración, con el objetivo de impulsar el crecimiento económico en un mundo global. Se fomenta el retiro del Estado y se pondera su inserción en el mercado internacional, aprovechando las ventajas comparativas a través de la exportación de productos intensivos en trabajo (Guillén, 2007). El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2013) menciona que los países en desarrollo lograron un mayor progreso económico; entre 1980 y 2010 su participación en el comercio internacional de mercancías se incrementó de 25 % a 47 % y su contribución a la producción mundial pasó de 33 % a 45 %. Se ha logrado un importante crecimiento económico no solo en las naciones, sino fundamentalmente de las empresas transnacionales; en contraparte, existe crecimiento y agudización de la pobreza de la mayor parte de la población. De acuerdo con el Banco Mundial (2014), en 2013 existían 7124.50 millones personas en el mundo, en América Latina, 588 millones y en México, 122.3 millones de habitantes. Este organismo menciona que en 2012, 47 % de la población del mundo vivía en los espacios rurales. Estos datos muestran que los países con menor desarrollo tienen más población rural.

Con respecto a la distribución de los ingresos en el mundo, 848.7 millones de personas se clasificaban como de bajos ingresos, 4969.7 millones son de ingresos medios y 1306.1 millones de ingresos altos. Asimismo, de acuerdo con el tipo de desarrollo, 72% vivía en países de bajos ingresos; en América Latina representaban 21 % y en México 22 % (Banco Mundial, 2014). En 2002 la pobreza en América Latina alcanzó 43.9 % de esta población y en 2012 representaba 28.3 %; en México fue 37.1 % y la indigencia de 14.2 % (CEPAL, 2013). La población indígena es una de las más pobres y marginadas de México; en 2013 existían 11 517 017 de indígenas (Consejo Nacional de Población-CONAPO, 2014) y, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2011), 62% habita en comunidades con menos de 2500 residentes y 73.3% residía en los 125 municipios con menor Índice de Desarrollo Humano.

Estos resultados, en parte, son consecuencia de la crisis económica y de las estrategias de desarrollo de las empresas; el neoliberalismo ha fracasado con respecto a la distribución del ingreso entre la población, y en el ámbito económico ha beneficiado fundamentalmente a las empresas transnacionales. Boisier (2006) menciona que la teoría económica se ha preocupado más del crecimiento que del desarrollo y ha conducido a una crisis social, reflejada en la inequidad y la exclusión, cuando no todos los miembros de la sociedad tienen las mismas oportunidades para decidir la manera en que desean satisfacer sus necesidades (Portales, 2014). Es el caso de los municipios de estudio, que se caracterizan por practicar una agricultura minifundista.

En 2009 el Producto Interno Bruto (PIB) cayó a escala global, el desempleo se elevó, la ocupación disminuyó y la pobreza e indigencia aumentaron. Entre la población de los países en subdesarrollo se impulsan estrategias para paliar la pobreza a la que están sometidos, y una de ellas es la migración. A nivel mundial, en 1980 existían 102 millones de migrantes, los cuales ascendieron a 231.5 millones en 2013 (Serrano, 2014); en dicho periodo la migración se incrementó 126.9 % y representó 3.2 % de la población mundial. Los migrantes son originarios de países en desarrollo (80.6 %) con destino hacia naciones desarrolladas. A escala mundial México ocupa el segundo lugar en emigración con 13.2 millones; la India tiene el primero con 14.2 millones y el cuarto en captación de remesas con 22 millones de dólares. La migración mexicana tiene como principal destino los Estados Unidos y específicamente los estados de California y Texas; se emplean (64.6 %) en el sector terciario (Serrano, 2014).

La migración interna en México se da principalmente hacia el Estado de México, el Distrito Federal y Veracruz. Sus causas son dinámicas y están en función del modelo económico y el tipo de espacio. En América Latina y El Caribe en las últimas décadas la migración indígena aumentó a escala internacional y responde a una estrategia de supervivencia de individuos y grupos hacia diferentes espacios. En México, en 2000, más de un millón de indígenas nacieron en una entidad federativa distinta en la que fueron censados y casi 20 mil nacieron en otro país (INMUJERES/CONAPO/CDI/SSA, 2006). Herrera et al. (2010) mencionan que en las tres últimas décadas se observa una creciente presencia de indígenas mexicanos en Estados Unidos y que están reemplazando en las actividades agrícolas a los migrantes de las regiones migratorias tradicionales.

Sánchez (2001) argumenta que el incremento de los migrantes indígenas y sus condiciones de trabajo están en relación directa con los patrones migratorios que se han conformado para este grupo de asalariados en la producción de cultivos de exportación en el noroeste de México. A inicios del siglo, Mendoza (2010) identificó ocho polos de atracción de esta población en el país, destacando el Estado de México, Distrito Federal, Sinaloa-Baja California, Yucatán-Quintana Roo, Durango-Chihuahua, Veracruz-Tamaulipas, Veracruz-Puebla, Oaxaca-Veracruz y Jalisco-Veracruz. La expulsión de la población rural e indígena parte de la zona centro del país y considera al Distrito Federal y a los estados de Guerrero, Hidalgo, México, Morelos, Oaxaca, Puebla, Querétaro y Tlaxcala (Rojas, 2009), pero las principales entidades expulsoras de población son Veracruz y Oaxaca (Mendoza, 2010). Este mismo autor señala que en 2000, en la Sierra Norte de Puebla y Totonacapan, más de 800 mil personas habitaban la región y que cinco años después alrededor de 11 571 personas habían migrado, siendo el Distrito Federal su principal destino. El objetivo de la investigación fue analizar las causas y el tipo de migración indígena a espacios rurales. Como hipótesis se planteó que los migrantes salen de su territorio por el deterioro económico y la agudización de la pobreza.

 

De la migración rural-urbana a la migración indígena a espacios rurales marginados

En las últimas décadas se han impulsado cambios estructurales en las economías de los países. Ello significó la coalición entre el capital financiero mundial y los bloques locales para transformar al Estado benefactor y hacerlo eficaz con sus objetivos económicos y financieros. La liberalización y desregulación son los pilares de la financiarización que es impulsada por el Estado, tanto en los países avanzados como en las economías emergentes (Mendoza, 2012). Una de las consecuencias de las medidas económicas de corte neoliberal es el incremento de la pobreza y la migración laboral; esta última es considerada como una estrategia de supervivencia para la población y de desarrollo para los gobiernos. En ese sentido, García (2010) menciona que las migraciones son funcionales al modelo, ya que son una válvula de escape a una población laboral que no es absorbida en sus países de origen y contribuye a satisfacer la demanda laboral, además de generar importantes flujos de remesas con efectos macroeconómicos significativos a escala nacional, regional y familiar.

De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la migración laboral debe entenderse como el movimiento de personas de un espacio geográfico a otro, cruzando fronteras administrativas o políticas, y que desean establecerse temporal o definitivamente en un lugar distinto a su lugar de origen. Ello significa que la migración es el desplazamiento físico de las personas a otras unidades administrativas. Arango (2003) menciona que son producto de la desigual distribución espacial del trabajo y capital, donde los trabajadores tienden a desplazarse a las regiones en las que la mano de obra es escasa y los salarios elevados; entonces, no sólo son transiciones espaciales, sino también sociales (Arango, 1985) y económicas. Se considera que la razón fundamental de la migración laboral es económica, tal como lo señaló Ravenstein (1885), y a más de 100 años este tipo de fundamento sigue vigente.

La política de flexibilización laboral promueve la mano de obra barata hacia los espacios demandantes, impulsando políticas que desalientan a los productores minifundistas a seguir laborando en la agricultura. De acuerdo con Ruiz y Delgado (2008), se impulsa la des-ruralización, que permite recuperar las tasas de ganancia y garantiza el proceso de acumulación de capital. Se puede decir que la acentuación de la migración rural y, en especial, la indígena, en las últimas décadas es producto de las políticas agrícolas reflejadas en los bajos precios de sus productos, escasos subsidios y desatención al campo. Bermúdez (2008) argumenta que la migración obedece al aumento de miembros de la familia, a la introducción de técnicas modernas, a la imposibilidad de competir con las empresas modernas del sector y al dominio de las empresas transnacionales que se imponen a través de la violencia, directa o indirecta, además de la aplicación de legislaciones que benefician a los monopolios. Estas medidas, en su conjunto, han llevado a la agricultura de subsistencia a un estado permanente de crisis económica.

Los flujos migratorios no solo parten de aquellos espacios rurales en crisis, sino también de los lugares que tienen importantes recursos naturales. En ellos el Estado implementa políticas que estimulan la demanda creciente de estos recursos; es el caso del petróleo y los minerales, el agua y la biodiversidad, entre otros. Otra estrategia complementaria a la anterior es el impulso de la neo reforma agraria, que fomenta el libre mercado de la tierra. Sus consecuencias han significado el despojo o compra de sus tierras, obligando a los habitantes originales a desplazarse en distintos sentidos y alcances a partir de los cambios producidos en los centros del capitalismo mundial (Escárzaga, 2004). Ante ello, a los agricultores no les queda más que diversificar sus actividades agropecuarias, buscar empleo no agrícola y, en su caso, migrar a otros espacios que le permitan mejorar sus condiciones de vida.

Los desplazamientos de indígenas se realizan fundamentalmente hacia los espacios agrícolas de exportación, no sin olvidar que también se emplean en el comercio informal en las ciudades y que su incorporación en la industria maquiladora es incipiente (Velasco, 2010). Estos espacios desterritorializados se caracterizan por ser demandantes de mano de obra barata y, a través de sus políticas económicas, el Estado busca satisfacerla; ello explica, en parte, el desplazamiento de las personas indígenas hacia estos espacios. Además, los empleos y los niveles educativos son de baja calificación y los espacios con una agricultura capitalizada orientada a la exportación son proclives a emplear a este tipo de mano de obra (Velasco, 2010) ya que, al incorporar y adaptar nuevas estrategias productivas, similares a la especialización flexible (Lara, 1996) buscan, principalmente, disminuir costos a través de los salarios. Las grandes empresas agropecuarias buscan una mano de obra flexible y aprovechan las ventajas comparativas de los territorios. En los espacios agrícolas no capitalizados buscan sustituir la mano de obra que ha migrado o que no desea trabajar en la agricultura por salarios bajos.

Una de las consecuencias de la migración laboral es su contribución a la proletarización del campesinado. En ese sentido, Monroy y Juan (2009:) argumentan que el proceso de descampesinización ha dado lugar al nacimiento del proletariado agrícola y el cual, con mayor o menor grado de violencia, es arrancado de la tierra, y que este fenómeno está relacionado con el proceso de acumulación de capital y con la migración. En este contexto, Tierry (2001) menciona que las unidades de producción tienden a disminuir su número y que este proceso es acompañado de profundos cambios en el perfil sociológico de los productores: las unidades de producción campesinas (UPC) pasan de un modelo familiar de corte chayanoviano a un modelo de agricultura de pareja que cuida la finca, y los hijos estudian o migran a la ciudad; sin embargo, se considera que no existe tal desaparición del campesinado indígena. Se podría decir que en el medio rural surge una respuestas de los campesinos en lo económico, político y social, que implica una reconfiguración y recomposición socioeconómica del territorio, como respuesta a la globalización económica. En el caso de la migración interna indígena, aprovecha la demanda de trabajo cíclica en la agricultura para diversificar el ingreso de la familia e invertir parte de los recursos económicos que obtiene como jornalero en la UPC.

Estas personas son contratadas por día o tarea, con escasas o nulas garantías de estabilidad laboral, y su ingreso está condicionado por la sobreabundancia de trabajadores eventuales que se movilizan con este fin, lo cual permite mantener sus salarios bajos (Sánchez, 2005). Se puede decir, que en su mayoría, los trabajos son temporales o estacionales y ante ello los migrantes han creado rutas de migración laboral o, en su caso, regresan a su lugar de origen. En las rutas, los migrantes aprovechan la producción cíclica de los productos agrícolas de los diferentes espacios que demandan mano de obra (Velasco, 1995). Estamos frente a una migración temporal que se considera un mecanismo de explotación empleado por el capital para apropiarse de la mano de obra, cuyo costo de producción y reproducción se paga parcialmente (Balán, 1980).

Este tipo de inmigrantes tienen una movilidad y residencia estacional en circuitos geográficos, más o menos definidos por el mercado agrícola y una especialización laboral como jornaleros en cultivos específicos (Velasco, 2014). En su mayoría, los indígenas regresan en el corto plazo a su comunidad de origen en función del ciclo agrícola de su UPC, aprovechando que estos sistemas se asocian con cultivos caracterizados por el uso intensivo de mano de obra, cuya demanda se concentra en periodos específicos del ciclo agrícola (Sánchez, 2001). Se considera que la movilidad indígena está asociada a la cosecha de la producción agrícola de exportación en diferentes puntos, a los lazos de identidad o pertenencia y a la atención de su unidad de producción familiar. La migración se constituye en una estrategia de supervivencia de las UPC, entendiendo que ésta pertenece a una clase social y que, en función de las condiciones de vida que se derivan de dicha pertenencia desarrollan, deliberadamente o no, determinados comportamientos encaminados a conseguir la reproducción material y biológica del grupo (Torrado, 1981).

A la migración le atañen atributos al desarrollo y mitigación de la pobreza, pero no solo corresponden a la migración internacional, sino también a la interna, que se realiza de los espacios en crisis a lugares con mayor desarrollo económico, como los desplazamientos de los espacios agrícolas marginados a los agrícolas capitalizados; aquí los migrantes rurales desempeñan tareas por un salario inferior y no se puede hablar de un mercado de trabajo en el que se observe una competencia entre los trabajadores por los puestos disponibles, sino de un mercado segmentado (González, 2002); se emplean en actividades en las que las personas locales no están dispuestas a desempeñar, y por salarios inferiores. El impacto de la migración sobre los salarios depende de la calificación de la mano de obra que migra en comparación con la local, lo que conlleva a la exclusión social. Perry (2000) menciona que durante este proceso migratorio, el jornalero y sus familias se ubican en el extremo de la exclusión social, término que hace referencia a la dimensión económica, política e institucional, y sociocultural.

Son abundantes los estudios sobre la migración rural e indígena que se desplaza a las ciudades, a los campos agrícolas de los Estados Unidos o hacia otras zonas agrícolas de exportación de nuestro país, pero se considera que son limitados los que tratan de la migración indígena que se desplaza a espacios con una agricultura de temporal, con altos índice de marginación y con importantes flujos migratorios nacionales e internacionales. El impacto territorial que proviene de la salida de personas genera externalidades negativas; es decir, la decisión individual de salir influencia el potencial de desarrollo territorial colectivo (Mazurek, 2009). En los espacios expulsores de mano de obra se impulsa la transformación de los modos de producción, ante la falta de mano de obra, y ello se debe a que generalmente las personas más jóvenes y capacitadas son las que migran en busca de mejores oportunidades laborales o una mejor remuneración, lo que repercute en la disminución de la población masculina en edad laboral. Nava y Marroni (2003) mencionan que provoca escasez de mano de obra familiar y demanda trabajo asalariado o mecanización que se paga con el dinero enviado por los migrantes. Este es el caso del municipio de estudio.

 

Metodología

Se realizó una revisión bibliográfica exhaustiva sobre migración, con énfasis en la realizada por indígenas en espacios agrícolas. Se realizaron recorridos de campo por el municipio de estudio y la unidad de análisis fueron los jornaleros agrícolas que trabajan en Calpan, Puebla. Los entrevistados fueron seleccionados mediante el método de la bola de nieve lineal, ya que se carece de un marco de muestreo. Se aplicaron 76 cuestionarios que contienen variables sociales y económicas. Para la interpretación de resultados se formaron dos grupos, tomando en cuenta la procedencia de los migrantes: región norte y región Tehuacán y Sierra Negra. En el análisis de datos se utilizó estadística paramétrica y no paramétrica.

El municipio de Calpan (Figura 1) se localiza en la parte centro oeste del estado de Puebla, en los paralelos 19°06'36" y 19°41'12" N y los meridianos 98°23'54" y 98°32'24" O; su extensión geográfica es de 53.59 km2 (INEGI, 2014).

La población del municipio en 2010 ascendía a 13 730 habitantes y representaban 0.2 % de la población en el estado. La Población Económicamente Activa (PEA) ocupada ascendía a 4419 personas; de estas, 57 % trabaja en el sector primario. La superficie sembrada en el municipio fue de 2252 hectáreas de maíz y 366 hectáreas de frijol, que representaron menos de 0.6 % de la superficie estatal y un volumen de producción de 4664 y 402 toneladas, respectivamente (INEGI, 2014). Estos son los cultivos más importantes del municipio y se destinó 71% de la superficie municipal a la actividad agropecuaria (INAFED-Instituto Nacional del Federalismo. 2010). De su población, 80.1% se encontraba en pobreza; de ésta, 60.1% presentaba pobreza moderada y 20% se situaba en pobreza extrema. Además, presenta un grado de intensidad migratoria internacional alto (CONAPO, 2011). Los datos proporcionados ponen de relieve que el municipio de estudio tiene problemas de pobreza y migración.

 

Jornaleros indígenas en el municipio de Calpan

Los municipios de procedencia de los entrevistados son inminentemente pobres y marginados; no son capaces de generar los empleos necesarios y con un ingreso adecuado para su población, de ahí la migración. El estado de Puebla es uno de los principales expulsores de jornaleros indígenas hacia las zonas agrícolas altamente tecnificadas o capitalizadas del país. Sobre el origen de los migrantes que laboran en el municipio de Calpan se tiene que provienen de la Sierra Norte y de la región de Tehuacán y Sierra Negra. Los primeros son originarios de los municipios de Hermeregildo Galeana (52.2 %) y de Amixtlán, Olintla, Tepango de Rodríguez y San Felipe Tepatlán; y los de la región Tehuacán y Sierra Negra son oriundos de Ajalpan, Coyomeapan, Cohetzala, Eloxochitlán y Tehuacán. En 2010, los municipios de Calpan y Cohetzala poseían un alto índice de intensidad migratoria internacional, en Ajalpan era medio y en los otros municipios era de bajo a muy bajo. La migración de las regiones indígenas a Calpan es un fenómeno geográfico interregional que establece relaciones interétnicas entre los espacios expulsores y atractores.

En Latinoamérica, México es uno de los países con mayor número de personas indígenas. En 2010, a escala nacional, 6.7 % de su población hablaba algún idioma y en el estado de Puebla, 11.7 %. Este porcentaje lo coloca como uno de los estados con mayor número de hablantes de una lengua indígena. Estos datos son relativos, ya que el Estado reconoce 61 idiomas indígenas, pero existen más grupos étnicos que no son reconocidos debido al no uso propio de un idioma, por el mayor o menor acercamiento a lo prehispánico y por la identidad establecida en las relaciones sociales de cada estructura comunitaria (Sandoval, 2002). Todos los entrevistados se consideraron indígenas y 56.6 % habla algún idioma; en la Sierra Norte de Puebla, 44.5 % de sus pobladores habla un idioma indígena, como náhuatl, otomí y totonaco (Serrano, 2006). Los resultados encontrados manifiestan que los entrevistados se consideran indígenas, a pesar de que no hablan algún idioma propio de su etnia, y son muy similares a los reportados por Serrano. Con respecto a su distribución espacial, la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI, 2006) menciona que 60 % (6.02 millones de personas) vive en municipios indígenas y 4.2 millones habitan en municipios donde su presencia es minoritaria; ello obedece a particularidades históricas locales, como la migración a las grandes ciudades o a los espacios rurales como jornalero. En este contexto los pueblos indígenas son una categoría especial de minorías.

Con respecto a su situación económica, 86.8 % de los entrevistados se consideró pobre, lo que significa que la pobreza alcanzó a la mayor parte de la población de las regiones; no se encontró diferencia estadística (c2=0.857, p=0.355) entre los entrevistados que hablan o no un idioma indígena, de procedencia de los migrantes. En los estudios referentes a la migración laboral internacional o nacional se menciona que los migrantes parten jóvenes de su lugar de origen, debido a que suelen enfrentar menores costos de traslado y tienen mayores ganancias a largo plazo, debido a que tienen un mayor grado de escolaridad y mayores oportunidades de trabajo (World Bank, 2007). En las regiones de estudio los resultados muestran que los entrevistados son hombres adultos (40.7 años); los migrantes de la Sierra Norte (42.0 años) son mayores que los de la región Tehuacán y Sierra Negra (38.5 años) y los del municipio de Coyomeapan son más jóvenes (32 años). De acuerdo con el INEGI (2004), caen dentro del rango de edad de movilidad espacial de este tipo de población, que se da entre los 15 y 44 años. Los resultados ponen de manifiesto que la edad de los migrantes internacionales es distinta a la de la población indígena jornalera; tienen una edad mayor, se desplazaron al interior del estado para laborar en un municipio con población indígena dispersa y que basa su economía en la agricultura de temporal. Los desplazamientos espaciales fueron a regiones rurales relativamente cercanas a su comunidad de origen, fundamentalmente hacia el interior del estado.

En su mayoría, los entrevistados están casados (85.5 %) y tuvieron una escolaridad de 2.3 años; destaca el hecho de que 53.9 % no asistió a la escuela. Se encontró una correlación negativa (r=-0.636; p=0.001) que indica que a mayor edad tienen menor escolaridad y ésta es muy inferior a la nacional (8.6 años) y similar a la de la población indígena del país; 46.5% de la población indígena no tiene instrucción o no terminó la primaria (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo - PNUD, 2010). Los resultados encontrados son propios de los espacios indígenas; es decir, se caracterizan por tener una alta marginación y pobreza, así como bajos niveles educativos, y la brecha de escolaridad en el país aumenta entre los indígenas y no indígenas a partir de la secundaria.

De los migrantes, 31.6 % mencionaron que tienen terrenos para cultivar y poseen 0.406 hectáreas en promedio. Entre la región norte (0.42 ha) y la región Tehuacán-Sierra Negra (0.37 ha) no se encontró diferencia estadística (t=0.462, p=0.650) en la cantidad de hectáreas en estos espacios. Romero (2006) encontró que en los espacios cafetaleros a escala regional y del estado tienen 1.45 ha. En el caso de los entrevistados, la superficie con la que cuentan es inferior. El tipo de propiedad de las tierras de los entrevistados es ejidal (91.7 %) y 79.2 % sembró café como uni-cultivo o lo intercaló con maíz o frijol. Al comparar los cultivos sembrados se encontró diferencia estadística significativa (c2= 4.364, p=0.037) entre regiones, en la Sierra Norte los productores sembraron principalmente café (87.7 %); en la región de Tehuacán y Sierra Negra 37.5 % cultivó maíz y frijol, y el porcentaje restante, café.

En consecuencia, la migración interregional es más propensa a ocurrir entre las personas que tienen una menor superficie de tierra que los que cuentan con una mayor cantidad de terreno que sembrar. En un estudio realizado en una región cafetalera del estado de Puebla, Ramírez y Juárez (2008) mencionan que una de las características de estas personas es que son productores minifundistas (1.46 ha) y que la migración se da fundamentalmente entre sus hijos como consecuencia de la crisis del café y es de carácter regional. También es una consecuencia de la reforma agraria que no repartió ni distribuyó de manera equitativa y suficiente las tierras agrícolas en las regiones de estudio. En espacios del centro oriente del estado de Puebla a los ejidatarios se les repartió un número mayor de tierras. Juárez et al. (2006) mencionan que en 1995 los ejidatarios explotaban 6.94 hectáreas en promedio que dedicaban a la producción de maíz de temporal. Otro indicador que influyó en la migración es el tipo de cultivos que siembran los entrevistados, cuya rentabilidad económica no es la más apropiada actualmente.

En México, la agudización de las políticas de corte neoliberal buscan insertar al país en la división internacional del trabajo y fortalecer un sistema agrario altamente capitalizado. Por el tipo de cultivos que siembra, este sector requiere mano de obra flexible para disminuir los costos de producción. Una de las estrategias para impulsar el mercado de mano de obra fue disminuir los apoyos gubernamentales a la agricultura de subsistencia, y abrir los mercados agrícolas para influir en el decremento de los precios de las materias primas y en la baja rentabilidad de esta actividad. Estas medidas son una de las causas de la crisis y de la pobreza que actualmente vive el sector agrícola minifundista y que fomenta la venta de tierras, la pluriactividad, el empleo rural no agrícola e intensifica la migración laboral para satisfacer la demanda de trabajo de las zonas agrícolas altamente tecnificadas. Los entrevistados procedentes de la Sierra Norte (81.3 %) comentaron que viajaron a Calpan para obtener un mayor ingreso al que ganan en su comunidad y, en los casos de la región de Tehuacán y Sierra Negra, representó 53.6 %. Otro motivo por el que migraron obedeció a que no existe trabajo en su comunidad de origen; esta respuesta adquirió más importancia entre los oriundos de la región de Tehuacán (42.9 %) que en la Sierra Norte (18.8 %). Calderón (2006) menciona que la migración se agudizó a partir del Tratado de Libre Comercio (TLC) y que más de 780 mil agricultores, fundamentalmente de granos básicos, han migrado. También repercutió en el abastecimiento de mano de obra de los espacios expulsores, como el caso de Calpan, que tiene un déficit de mano de obra a causa de la migración, que es alta.

Los desplazamientos hacia Calpan no son nuevos, los entrevistados de la Sierra Norte manifestaron desplazarse desde 1993 y los de la región de Tehuacán a partir de 1997. Al comparar los desplazamientos realizados en la década de los noventa y la primera década de este siglo se encontró diferencia estadística (c2=3.979, p=0.046) que indica que los desplazamientos se agudizaron a Calpan a partir del año 2000; 56.6% de los entrevistados buscó trabajo en este lugar. Existe correlación negativa entre edad y año que iniciaron a migrar (r=-0.636; p<0.001), lo que significa que a mayor edad de los entrevistados, mayor experiencia migratoria hacia este lugar. Ramírez y Juárez (2010) comentan que a partir de 2000 se intensificó el proceso migratorio, producto de la crisis cafetalera y fue básicamente interregional.

Rojas (2009) menciona que la incorporación de México al TLC contribuyó a la agudización de la inequidad y la desigualdad, así como al aumento de la pobreza y la migración rural, reflejándose en el incremento de la desnutrición infantil de los espacios rurales y los pueblos indígenas. Por este motivo, 96.1% de los entrevistados acude año con año a trabajar a este municipio; del total de entrevistados, 64.5 % fue invitado por sus vecinos, 30.3 % se enteró por un amigo que trabaja en Calpan y el porcentaje restante escuchó a sus vecinos cuando hablaban de que existía empleo. La presencia de indígenas en las zonas agrícolas obedece a que las redes establecidas entre migrantes están formadas hace muchas décadas y el trabajo es regularmente seguro (Rojas, 2013). Se observó que las redes de este tipo de migrantes no están desarrolladas en comparación con las de otros espacios rurales, como los del centro-oriente de Puebla que migran a los Estados Unidos. Castillo et al. (2007) mencionan que las redes migratorias juegan un papel fundamental para encontrar trabajo, ya que los parientes y amigos que migraron ayudan a los futuros migrantes a encontrar empleo. Los entrevistados de la Sierra Norte tuvieron más problemas para encontrar trabajo (c2=17.39, p<0.001), en comparación con los de la región de Tehuacán. Se observó que las personas que tuvieron más dificultades fueron los que escucharon a sus vecinos comentar que había empleo.

Los entrevistados trabajaron en Calpan durante 5.7 meses al año en promedio. Se encontró diferencia entre regiones con respecto a su estancia laboral; los de la sierra norte tuvieron una estancia promedio mayor (6.56 meses) que los de la región de Tehuacán y Sierra Negra (4.39 meses) y se dio de junio a febrero. Los de la región norte (83.4 %) y los de Tehuacán y Sierra Negra (71.5%) trabajaron de octubre a febrero, fundamentalmente. En Calpan, en este periodo se inician las actividades de cosecha de los frutales, maíz y frijol; es por ello que su contratación se dio en esos meses. Este tipo de resultados son similares a los encontrados por Ramírez y Juárez (2009) en relación con el trabajo que realizan los migrantes productores de café cuando salen de su comunidad. La mitad de ellos se dedica a las actividades de construcción y una cuarta parte trabaja en actividades agrícolas.

La migración laboral que practican los entrevistados es fundamentalmente de retorno, ya que una vez que termina la cosecha o el trabajo regresan a sus lugares de origen. Los entrevistados mencionaron que el trabajo que consiguen es por un periodo corto, ya que son contratados por pequeños agricultores, debido a que no hay mano de obra en el municipio y los que están dispuestos a trabajar cobran caro. Las fechas que los entrevistados trabajan en Calpan, en su comunidad de origen inician las actividades de cosecha de sus productos agrícolas, como el café; en este sentido, la mayoría comentó que descuidan sus actividades agrícolas, a pesar de que su esposa e hijos, fundamentalmente, quedan al pendiente de estas actividades. Maidana (2014) argumenta que las relaciones parentales del migrante actúan como fuerza, lo que los hace no solo regresar periódicamente a sus lugares de origen para mantener vínculos de distinta índole con ellos, sino también para reproducirse.

Con respecto a los ingresos que obtienen se considera que son bajos, con un promedio de $114.14 diarios, laborando 11.4 horas diarias durante seis días a la semana. Hernández (2006) menciona que en 2002, en Puebla, 57.07 % de la población de las localidades con alta y muy alta marginación no obtenía ningún ingreso o ganaba menos de un salario mínimo, y que las personas sobreviven porque dedican la mayor parte de su tiempo a obtener bienes en su comunidad, derivado de la producción de bienes de autoconsumo y, en los casos en que obtienen un ingreso, es en montos reducidos. Es importante destacar que el salario que se les pagó lo consideraron regular, pero es más alto a lo que ganaban en su comunidad de origen. En la región de Tehuacán y Sierra Negra los salarios que se ganan son más bajos que en la Sierra Norte, ya que 25 % de los entrevistados mencionaron que en Calpan ganan más que en su lugar de origen. Cea (2004) y Rojas (2013) mencionan que este tipo de población se ocupa en trabajos agrícolas estacionales que requieren una mínima calificación, que sufren una sobreexplotación laboral e ínfima retribución, y son objeto de diferenciación y exclusión social.

Los salarios que ganan los entrevistados de la Sierra Norte constituyen su principal fuente de ingresos y para la otra región representan 75 %; en ambas regiones mencionaron que los salarios que percibieron en Calpan durante su estancia laboral son superiores a los que ganarían en su región de procedencia. Hoy en día las actividades agropecuarias han perdido importancia como fuente de ingreso; en 1992 los ingresos por estas actividades representaban casi 50 % de los de la población de los estados de la república donde predominan las actividades agropecuarias; en 2006 este ingreso representó menos de 10% (Esquivel, 2009). Ello obedeció a las diversificación de actividades y, entre ellas, destaca la de vender su fuerza de trabajo.

Se encontró diferencia con respecto a cómo los entrevistados gastan el dinero que ganaron. Los de la Sierra Norte lo destinaron fundamentalmente a la manutención de la familia (89.3 %) y los de la región de Tehuacán y Sierra Negra también lo utilizaron para la manutención y construcción de su casa (78.6 %). Velázquez (2013) hace una contextualización histórica de la migración indígena del Istmo de Veracruz y sobre el ingreso que obtienen estas personas, y menciona que no los destinan solamente a la remodelación o construcción de la vivienda, sino que, además, una parte es para la manutención de la familia durante su estancia en su pueblo antes de migrar nuevamente. Es importante mencionar que 59.2 % pagó hospedaje por una cantidad de $577.7 mensuales. La alimentación fue pagada por la persona que los empleaba (90.8 %) y, en lo que respecta a dónde consideran ellos que comen mejor, 93.8 % de los oriundos de la Sierra Norte manifestaron que es el lugar donde trabajaban, mientras que de aquellos que son de la región de Tehuacán, 57.1 % dijo que en su trabajo y 28.6 que en su comunidad. En conclusión, se puede decir que 94.7 % de los entrevistados mencionaron que viven mejor en Calpan que en su comunidad de origen.

 

Conclusiones

Los resultados encontrados muestran que en los espacios indígenas hay una alta marginación y pobreza, lo cual se refleja en los bajos niveles educativos y en el tamaño de sus unidades de producción familiar. Sus cultivos no tienen la rentabilidad económica suficiente para su reproducción. Esta realidad de la unidades de producción familiar estudiadas impulsa la migración interregional que realizan año con año y se puede decir que la migración laboral es más propensa entre las personas que tienen una mayor edad y menor superficie de tierra que los que cuentan con una mayor cantidad de terreno que sembrar. Los desplazamientos espaciales fueron a regiones rurales relativamente cercanas a su comunidad de origen, fundamentalmente hacia el interior del estado.

Las redes que han establecido los migrantes no están desarrolladas en comparación con las establecidas en otros espacios rurales. Se practica una migración de retorno y trabajaron en la cosecha de productos agrícolas de temporal casi medio año, justo en la época en que se necesita mano de obra en su región de procedencia, descuidando las actividades agrícolas. Fueron contratados por pequeños agricultores de Calpan, debido a que en este espacio la mano de obra es escasa, producto de su propia migración, ya sea nacional o internacional. Los jornaleros migraron para obtener un mayor ingreso y se consideró que perciben ingresos bajos, pero ellos opinaron que son regulares e incluso mayores, en comparación con los que obtenían en su comunidad de origen.

Los ingresos obtenidos son utilizados fundamentalmente para su manutención y, en segundo lugar, para construir su casa. A pesar de que ganan más dinero, el trabajo que realizan es más prolongado, laboran más de ocho horas diarias y a cambio su empleador les proporciona alimentación. Este tipo de ingresos van adquiriendo mayor fuerza entre los migrantes o jornales, al constituirse en la principal fuente de ingresos para un importante porcentaje de entrevistados. Las jornadas de trabajo son superiores a las permitidas para obtener mayores ingresos. Es importante destacar que, a pesar de que están fuera de su comunidad, mencionaron que viven mejor en el municipio de Calpan. Se concluye que para los jornaleros, hoy en día las actividades agropecuarias van perdiendo importancia como fuente de ingreso.

 

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