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Agricultura, sociedad y desarrollo

Print version ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.11 n.4 Texcoco Oct./Dec. 2014

 

Espacios de vida y subjetividades de los jornaleros agrícolas: reglamentaciones morales en sociedades agroempresariales contemporáneas

 

Living spaces and subjectivities of agricultural day laborers: moral regulations in contemporary agribusiness societies

 

M. Rocío Echeverría-González1*, Luis A. Ávila-Meléndez2, Adela Miranda-Madrid3

 

1 Universidad Autónoma Chapingo. km 38.5 Carretera México-Texcoco, Chapingo, Estado de México (roeche2000@yahoo.com). * Autor responsable.

2 Instituto Politécnico Nacional, CIIDIR IPN Unidad Michoacán, Justo Sierra 28, Centro, Jiquilpan, Michoacán (lavilam@ipn.mx).

3 Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Iguala. Av. del Estudiante No. 9. Col. San José, Iguala, Guerrero. (ademirma@gmail.com).

 

Recibido: octubre, 2013.
Aprobado: mayo, 2014.

 

Resumen

En este trabajo se explora la formación de espacios de vida precarios y la construcción de representaciones sociales y subjetividades de la población jornalera en México mediante el estudio de seis vecindades y diversos espacios públicos de Yurécuaro, Michoacán, entre septiembre de 2007 y marzo de 2010. En particular, se obtuvo información de las condiciones materiales y de la vida cotidiana en las viviendas y espacios públicos; de los procesos de asimilación de sufrimientos físicos y emocionales, y restricciones dramáticas de los proyectos de vida de los jornaleros. La investigación muestra cómo el mercado capitalista contribuye a crear subjetividades a las cuales les resulten menos significativas las alternativas colectivas que han surgido frente a los proyectos civilizatorios y desarrollistas, a pesar de su origen cultural comunitario, y de ocupar el lugar menos favorecido en el mercado laboral.

Palabras clave: derechos humanos, marginación, proyecto civilizatorio, trabajador rural, vivienda.

 

Abstract

In this study, we explore the establishment of precarious living spaces, as well as the social representations and subjectivities of the day laborer population in México, through the study of six neighborhoods and diverse public spaces in Yurécuaro, Michoacán, between September 2007 and March 2010. In particular, information was obtained about the material conditions and the daily life in housing and public spaces; about the assimilation processes of physical and emotional suffering, and about the dramatic restrictions of day laborers' life projects. The research shows how the capitalist market contributes to create subjectivities for which the collective alternatives that have arisen in face of the civilizing and development projects turn out to be less significant, in spite of their communitarian cultural origin, and of occupying the least favorable place in the labor market.

Key words: human rights, marginalization, civilizing project, rural worker, housing.

 

Introducción

En el artículo se estudia la integración de las diferencias culturales en la construcción de subjetividades dentro de un campo de mercado agro-empresarial regional, a través del ejercicio restringido de los derechos humanos y la estigmatización. La estigmatización de los jornaleros indígenas y el disfrute limitado de sus derechos generan en los actores sentimientos cuyo análisis permite comprender cómo se orientan en la arena política, con respecto a alternativas para el ejercicio de la ciudadanía y el bienestar social. El estudio de caso es pertinente para comprender la construcción cotidiana del Estado mexicano bajo un contexto neoliberal, pues muestra cómo confluyen las políticas públicas, la generación de espacios de interculturalidad a partir de la migración interna, y la formación de representaciones sociales y subjetividades. Es ilustrativo de este problema el caso de Malasia, país con una larga historia de conflicto entre las tres etnias nacionales: malasios, chinos e hindúes. Recientemente se ha subordinado discursivamente dicho conflicto interno para acentuar la oposición entre los ciudadanos nacionales y los trabajadores migrantes y, a la vez, favorecer un discurso de unidad nacional y una supuesta armonía entre las etnias nacionales, mientras se mantiene de hecho una discriminación étnica a favor de los malayos (Dannecker, 2005: 255). A partir de los años ochenta se ha incrementado la entrada de migrantes de Bangladesh y, al mismo tiempo, se han acentuado las imágenes y estereotipos negativos hacia ellos, sin reconocer su aporte al "milagro económico" de Malasia. En el caso de México, tanto la política cultural explícita del Estado mexicano con un discurso a favor de la "diversidad", como los movimientos sociales a favor de las autonomías indígenas basadas en una identidad territorial, parecen tener un "punto ciego" en el sector de jornaleros agrícolas indígenas, básicamente por la debilidad política de este heterogéneo sector de la población. Aquí se aporta un análisis sobre cómo es interpretada por los jornaleros indígenas esa condición subordinada y cómo se plantean frente al Estado "pluricultural" y los movimientos étnicos comunitarios en sus lugares de origen.

La evidencia sugiere que los modos de regulación social regional en el mercado agroempresarial de Yurécuaro propician la construcción de subjetividades que orientan los jornaleros a enfatizar el ejercicio restringido de sus derechos y a no considerar pertinente la identidad étnica como un recurso para la organización colectiva. Los modos de regulación social son fundamentales para comprender distintas formas de organización del trabajo (Harvey, 1989: 121). Bajo este concepto se engloba una gran diversidad de procesos sociales. Por ejemplo, en su discusión sobre el modelo de "región económica", Narotzky (2006: 351) se refiere a dos sentidos distintos: regulaciones entre capitalistas (aplicación de normas e impuestos) y regulación de relaciones sociales de producción (debates en torno a una lealtad nacional, obligaciones morales a nivel comunitario y familiar). Otro caso que ha cobrado relevancia recientemente es reglamentar la utilización de la energía en procesos de producción y los consecuentes daños al ambiente (Becker y Raza, 1999)4. Becerril (2008) mostró las tensiones en torno a la vigilancia de los lugares de recreación y los encuentros sexuales, y las formas inequitativas e invasivas de control de la sexualidad de jornaleros latinos en Canadá. Describe modos de regulación social, en ese caso de la sexualidad, y formas de resistencia mediante "nuevas" maneras de ejercerla: atravesando fronteras de clase, etnia, género y nacionalidad. En el presente estudio se analiza la organización jerárquica de lugares y la organización de trabajadores agrícolas migrantes en relaciones asimétricas: se centra en la regulación en torno a las condiciones de los espacios de vida públicos y privados en la ciudad, y sus efectos en los proyectos de vida y representaciones sociales de los jornaleros.

El objetivo del artículo es identificar la conciencia de sentimientos originados en el padecer cotidiano dentro de los espacios de vida de los jornaleros agrícolas, a través de discursos reflexivos de los actores, y la importancia que tiene dicha conciencia en la conformación de la subjetividad de los jornaleros5. Pareciera elemental advertir una relación entre el desempeño de un trabajo precario y una consecuente incapacidad económica para acceder a espacios públicos y de vivienda que cumplan con las necesidades básicas del ser humano6, pero no es tan obvia la relación entre los factores que posibilitan la existencia de espacios de vida infrahumanos7 con una reglamentación moral que conjuga: estigmatización social, transformación de la conciencia (sentimientos y proyectos de vida), y una "normalización" de la indigencia. El escrito enfatiza un conjunto de formas de regulación social de la fuerza laboral que imperan en el valle de Yurécuaro (VY) al noroeste de Michoacán, México, específicamente en torno a los espacios socialmente establecidos. Postulamos que la población jornalera itinerante del VY no solo es marginada por su situación económica, sino por el tipo de espacios a los que se les relega y por una serie de representaciones sociales asociadas a esta asignación.

En otros estudios se ha sintetizado información sobre la diversidad cultural de la población migrante de Yurécuaro (Echeverría etal., 2012). Ramírez, etal., (2006) mencionan que aproximadamente la mitad de la población procede de otros municipios de Michoacán y la otra mitad principalmente de los estados de Guerrero, Guanajuato, San Luis Potosí, Oaxaca y Querétaro. Proceden de comunidades indígenas me'phaa (tlapanecas), purépechas, nahuas y ñomndaa (amuzgas), principalmente. En el periodo de temporada alta, agosto-diciembre, llegan alrededor de 8 mil jornaleros al Valle, en su gran mayoría por cuenta propia y sin tener acceso a la tierra (Miranda et al., 2012).

 

Metodología

Para cumplir con el objetivo planteado se realizaron entrevistas a profundidad en torno a actividades habituales no laborales (alimentación, pasatiempo, higiene) y sobre las historias de vida de jornaleros con diversos perfiles. Las entrevistas proporcionaron información sobre los conflictos por conseguir y habitar cotidianamente los deplorables espacios de vivienda, los proyectos de vida y un conjunto de decisiones delicadas y trascendentales relacionadas con las restricciones laborales y de vida de los jornaleros. Se analizaron entrevistas de doce informantes, realizadas entre diciembre de 2007 y octubre de 2008. Se eligieron seis viviendas bajo la lógica de un muestreo no probabilístico dirigido, tomando en cuenta su cercanía al punto de contratación y la obtención de permisos por parte de los dueños de las cuarterías8. La obtención de la entrevista dependió inicialmente de la disposición de cada persona y, posteriormente, de las relaciones de confianza derivadas de la reiterada presencia de los investigadores en las cuarterías. La edad de los jornaleros colaboradores oscila entre 19 y 46 años de edad. La mayoría son padres de familia pero también hubo algunos jóvenes varones solteros. Asimismo, se logró acceder de manera directa a distintas moradas y convivir en espacios públicos asignados a los jornaleros en Yurécuaro entre 2007 y 2010. Por tanto, se cuenta con registros etnográficos de las condiciones habituales de las cuarterías y de algunas situaciones concretas que tuvieron lugar en ellas. Se vinculan así dos aproximaciones al estudio de la migración y el sentido social de los lugares, asociadas a la geografía y a la antropología (Wilson y Habecker, 2008: 439).

Los discursos y las descripciones detalladas aproximaron el estudio a ciertos procesos de interiorización de una posición marginada y a sus implicaciones. De este modo, al igual que en Wong et al. (2007: 33), se recurrió a una definición de marginación como un proceso y no solo referida a las condiciones o consecuencias generadas por el mismo. Para el análisis de las fuentes se organizó la información, distinguiendo las auto-representaciones, los discursos reflexivos que expresan la conciencia de sentimientos, las argumentaciones en las que basaron algunas de sus decisiones y los criterios que fundamentan los proyectos de vida desde el punto de vista del entrevistado.

Mediante este tipo de fuente se identificaron los procesos de interiorización subjetiva y dramática de valores, que tienen lugar y se constituyen en parte gracias a las características socialmente configuradas de los lugares, como una concreción de los modos de regulación social de la fuerza de trabajo en un ámbito regional específico. El régimen de acumulación capitalista actual, caracterizado por diversos tipos de flexibilidad y un sistema financiero global, requiere múltiples formas de regulación de la fuerza de trabajo. Un componente importante de la relación capital-trabajo son las reglamentaciones morales, las cuales presentan diversidades regionales que deben ser captadas adecuadamente (Becker y Raza, 1999: 7). La metodología permite aproximarse a una dimensión inmaterial de dichos modos de regulación, y a la conciencia sobre los sentimientos que se generan en los lugares de reproducción social que ocupan los jornaleros. La organización jerárquica de los espacios de vida a nivel de localidad (Harvey, 2003) va aparejada a los procesos de interiorización de emociones y proyectos de vida derivados de los modos de regulación social, con un grado de dramatismo elevado.

En cuanto a la obtención de evidencias sobre la relación entre sentimientos y conciencia, básicamente retomamos la propuesta de Santos (2007), quien distingue entre sentimientos, emociones y sentimientos emocionales. Santos define la emoción como "el conjunto de reacciones a los estímulos externos o internos, muchas de ellas públicamente observables", mientras que el sentimiento es la "experiencia mental de una emoción". Si bien los sentimientos no son observables, resulta que el individuo es capaz de tomar conciencia de éstos (sabe que siente) y entonces tiene una nueva emoción ante ello y, por supuesto, un sentimiento (o experiencia mental de esa nueva emoción). A este último tipo de sentimiento se le denomina "sentimiento emocional". Esta cadena de ciclos de emociones y sentimientos "remarca y concreta pensamientos específicos en nuestra mente y acciones de nuestro comportamiento" (Santos 2007: 8).

 

Espacios de vida y segregación interna 

En las cambiantes y heterogéneas sociedades agro-empresariales actuales es importante la construcción de subjetividades y de espacios de vivienda de la población marginada, específicamente en relación con valores y decisiones sobre la salud (cuerpo-psique) y con los proyectos de vida. La segregación en espacios de vida precarios resulta común para los jornaleros agrícolas del VY. Y aunque ésta se experimenta y tiene diversas repercusiones según el género, la generación, la etnicidad y la religión de cada trabajador, el estudio se centra en los aspectos compartidos que fueron reiterados en las entrevistas.

En el centro de Yurécuaro predominan las casas autoconstruidas en una etapa de consolidación, lo que da una imagen de cierta homogeneidad económica entre la mayoría de la población de dicha zona. Según la información de INEGI (población total: 1990: 17 912; 2010: 23 843), el crecimiento poblacional en la ciudad en el periodo 1990-2010 ha sido limitado. Este desarrollo poblacional es acorde con la inexistencia de grandes zonas habitacionales irregulares o en proceso de autoconstrucción en sus primeras etapas. Por tal razón, en el resto de las colonias en torno al centro, se encuentran entremezcladas casas en cualquier etapa de construcción, predominando las ya terminadas, prácticamente todas con materiales convencionales: concreto y ladrillo, aunque hay algunas pocas construcciones de adobe. Insertos en prácticamente cualquiera de las colonias de Yurécuaro se encuentran dispersos los tugurios destinados para los jornaleros migrantes. Dada esta situación, afirmamos que no existe una segregación por colonias, sino que dentro de cualquiera se destinan inmuebles antiguos refuncionalizados o construidos precariamente como cuarterías. Las consideradas en este estudio se encuentran en las colonias La Mora y Colosio, alejadas del centro. Según las observaciones en campo, las más cercanas al punto de contratación son las más abarrotadas (Figura 1).

Los habitantes originarios aprovechan la infraestructura deteriorada, destinada anteriormente a distintos usos, para participar en el mercado de arrendamiento de propiedades para el hospedaje de los jornaleros: porqueriza, bodega, cochera y un antiguo molino de trigo, o bien, aprovechan terrenos urbanizados en los que improvisan construcciones con baja inversión destinadas para el mismo fin: sin suficientes trabes ni columnas, con techos de lámina, sin aplanado, sin cocina ni infraestructura indispensable (sin ventanas en los dormitorios, sin patios, sin un número suficiente ni calidad adecuada de letrinas), con infraestructura de drenaje improvisada (mangueras, tuberías con fugas). No se considera la delimitación de espacios íntimos entre desconocidos en cuartos compartidos. Cuando es posible los ocupantes recurren a divisiones improvisadas a manera de barreras físicas para procurar cierta intimidad. El principio básico de los dueños es obtener una mayor ganancia de la demanda de vivienda con un mínimo de inversión y una maximización del espacio destinado a dormitorios (reduciendo el espacio para cocina, patio y baños). En este sentido las vecindades están pensadas como espacios para dormir: sin contemplar actividades de alimentación, higiene (aseo corporal, baños, lavado de ropa) y convivencia (recreación y descanso colectivos). Esto implica que se considere a los trabajadores como "máquinas para trabajar" (Becerril, 2008: 279), las que afuera de los campos de trabajo estarían "apagadas" y "almacenadas".

En su análisis sobre la coocurrencia de la vida familiar y la actividad laboral en un mismo lugar de los empleados o dueños de las casas de huéspedes, Seymour (2007: 1099) identificó estrategias para mantener algún grado de independencia para las actividades familiares. Esta peculiaridad de la espacialidad permite comparar prácticas familiares de manera contrastante con la generalidad en la que "hacer vida familiar" ocurre en un lugar separado del trabajo. Los jornaleros del VY representan un caso aún más extremo en el que los recursos para "hacer vida familiar" prácticamente se anulan. En sus circunstancias, casi solo hay "lugar de trabajo" y constituyen una ventana distinta para analizar los procesos a los que se recurre para "hacer vida familiar".

En la Figura 2 se observa cómo se adaptan los jornaleros al espacio de una cochera con piso de tierra. Emplean como "muebles": bloques de concreto, cajas y botes de plástico, así como clavos y tendederos para la ropa y la comida. Realizan algunas adaptaciones para iluminación y contactos de energía eléctrica. En este caso, las dimensiones del local permiten establecer un área de cocina y otras de dormitorio. Además de servir de tendedero, los lazos se emplean para colocar hules y cobijas para procurar cierta privacidad. Cada habitación en general se aprovecha para múltiples actividades: alimentación, dormitorio y almacén de diversas pertenencias, incluso cuando las dimensiones son mínimas. Esto coincide con lo observado en otros espacios de vida que se pueden comparar con los lugares de reclusión. "Los mismos oprimidos se encargan de crear solidaridad a su alrededor, que contribuye a humanizar espacios cerrados como las cárceles. Los trabajadores migrantes que tienen que dormir, jugar y trabajar prácticamente en el mismo lugar y condiciones" (Torres, 1997: 36).

En la Figura 3 se observan las condiciones materiales, el hacinamiento, el deterioro y la inadecuación de los espacios compartidos, y las condiciones de insalubridad física y psíquica que ello implica: humedad constante, anulación de espacios de convivencia y mayor probabilidad de conflictos.

 

Lugares, sentimientos y conciencia

Se presentan evidencias sobre la interiorización de sentimientos, influida por las experiencias de los jornaleros en Yurécuaro en espacios no laborales, tanto privados como públicos, así como sobre la formación de proyectos de vida asociados con experiencias laborales y no laborales. La descripción de situaciones específicas y las expresiones reflexivas de los jornaleros permitieron una aproximación a sentimientos experimentados por ellos y a procesos de decisión difíciles que involucran conflictos y transformación de valores. Se argumenta que estas son evidencias del avance de modos de regulación social inclementes que experimentan en su formación como jornaleros en esta región. Las definiciones arriba apuntadas dan cuenta de esta relación entre sentimientos y conciencia desde un acercamiento situacional del proceso.

La formación social de la conciencia ocurre según las posiciones sociales cambiantes que va ocupando el individuo a lo largo de su vida (Bakhtin, 1987). La posición relativa de cada persona se concreta, en parte, en la infraestructura habitacional a la que tiene acceso en un momento determinado. Se detallan algunos aspectos de las viviendas socialmente asignadas que contribuyen a la formación de una idea de futuro congruente con ellas. Las entrevistas acerca de sus proyectos de vida expresan dicha idea y demuestran que estas experiencias orientan sus subjetividades. En el siguiente testimonio se destaca la clara conciencia que tienen los jornaleros del trato inhumano que se les otorga socialmente, haciendo una semejanza con el trato a animales:

P: ¿En la noche cómo es el descanso? R: "No, pues no, nada más las costillas truenan de tanto revolcarse uno en el piso y pues uno vive aquí de la chingada, pues no tiene las comodidades. Usted sabe que el trabajo de campo es así, es el más matado y el menos (...) Pero creo que salí de lo seco para venirme a lo puro mojado, como los marranos pues, y aquí tiene que aguantar uno las malas caras, los malos tratos. Parece que estamos en las aguas. Esta agua es la que se tira de la llave y los renteros lo que quieren es el dinero y ¡mátense!, no les interesa nada más" (jornalero, mestizo, 43 años, es nuestro el énfasis).

Manifestada a través de metáforas y adjetivos en su discurso, esta conciencia constituye parte importante del proceso de interiorización por el que atraviesan como un sector marginado y señala un vínculo concreto entre el espacio habitacional asignado socialmente y la identidad de los jornaleros de manera relacional; es decir, frente a la población local.

Se han estudiado los riesgos y afecciones en la salud psíquica y física de los jornaleros y trabajadores no agrícolas en procesos de migración, relacionadas principalmente con las condiciones en el lugar de trabajo o las derivadas de su característica de población flotante (Salcedo-Rocha y Prado-Aguilar, 1992; Núñez-Rocha et al. 1998; Seefoó, 2005; Rogaly et al., 2002: 104; Liew, 2009; Yang et al. 2005; Ramírez et al., 2006: 71). Se conoce menos sobre los efectos en la salud de los espacios de vivienda9 y, menos aún, sobre la relación entre la aceptación generalizada de estas condiciones como algo "normal" y las condiciones de los lugares que se destina a esta población trabajadora10. La manera en que los entrevistados se refirieron al asunto del hacinamiento indica algunos conflictos significativos en torno a la falta de privacidad y diversos sentimientos en torno al cuidado de sus hijos, al parecer principalmente de las niñas, frente a extraños: "En un solo cuarto chiquito el dueño dice que caben como ocho personas y así las meten. No permiten que una sola pareja ocupe el cuarto y por eso siempre andamos la familia; ahorita que estamos cuatro pagamos de más para que no metan más, tenemos también las niñas" (jornalera, purépecha, 25 años).

Los cuartos miden 3.5 x 3.5 m en promedio en su interior. Además de dormitorio, algunos jornaleros optan por usarlo como comedor al regreso de su jornada. Ya sea que hayan cocinado en las hornillas exteriores o hayan improvisado el alimento (tortillas con queso, chicharrón seco, etcétera), comparten su comida sentados sobre sus botes (una de sus 'herramientas de trabajo') o sobre áreas rígidas (Figura 4).

Al regreso del trabajo hay fila para el baño y excusado colectivo. Para no prolongar tanto la espera para la higiene corporal o porque buscan una relativa privacidad, algunas familias ingresan al dormitorio cubetas con agua para bañarse. En general, las mujeres de todas las edades son quienes se encargan de la limpieza de espacios comunes y dormitorios, así como del lavado de ropa y preparación de alimentos. Para algunas mujeres el orden en los tugurios es un asunto fundamental. Se observó que las indígenas purépechas daban prioridad sobre todo a las prácticas de higiene y las condiciones de la limpieza eran determinantes para la elección de la cuartería: "Ya tengo tres meses viviendo aquí. Estábamos en otra parte antes, pero allá cobran más caro; allá 250 y aquí 200 (pesos) por la semana. Allá no había tanta basura y aquí hay mucho cochinero en los baños. Nadie quiere lavar y algunos andan con los chiquillos que se hacen del baño en el pasillo, pero las mamás no quieren lavar" (jornalera, purépecha, cortadora, 28 años).

En el siguiente testimonio se advierte que la entrevistada asume que su falta de escolaridad la conduce a aceptar un trabajo duro en el campo, pero también supone que no tiene derecho a enfermarse: "Hace un año el trabajo estaba mejor... vamos a volver al otro año; como no estudiamos, nos dedicamos a esto. El trabajo del campo es pesado, pero uno de pobre tiene que trabajar, esté enfermo o no" (jornalera, mestiza, 48 años). El cruento deterioro cotidiano de la salud dentro de los espacios de vivienda asignados, como parte de la socialización común, es uno de los factores que conduce a los jornaleros a asumir una auto representación como un trabajador que "debe" estar al margen de los derechos elementales ("hay que trabajar", descansar como animales, "esté uno enfermo o no"). En otros estudios ya se ha señalado el deterioro de la salud (Salgado et al., 2007; Sánchez, 2002) y el acortamiento de la vida útil de los jornaleros agrícolas en México, relacionados con sus actividades laborales (Miranda y Sepúlveda, 2006). Por los testimonios sobre el deterioro físico que propician además las condiciones de las viviendas se deduce que la situación presente afecta la proyección que tienen los jornaleros de su futuro, desde la subjetividad que viven y la representación que asumen en algunos testimonios, al menos situacionalmente.

Se coincide con un estudio comparativo en quince países de Latinoamérica en el que la migración interna, si bien parece favorecer al migrante y a las regiones receptoras, deteriora los recursos humanos de las regiones de origen, las más pobres, lo cual se refleja en el descenso de su población activa y su nivel de escolaridad media (Rodríguez, 2008: 148). Una concreción de este deterioro en trayectorias de vida individuales ocurre cuando los migrantes retornan a sus regiones a una edad madura (40 años) y se consideran "acabados" o que "ya van de salida.

A la vez, las experiencias de sus padres generan desamparo y bajas expectativas de futuro en los infantes y adolescentes, así como un rechazo a esta actividad: ".y, por más que mi familia ahorita está bien, quisiera que juntáramos algo para un negocito, esa era mi idea. lo malo es que me hace falta dinerito para empezar con algo. Allá en el pueblo veo que las familias se van ayudando y por eso yo quisiera hacer lo mismo, pero cuando veo el presente, se me hace que está más difícil. El más chiquito llora cuando me ve así y me dice: 'Cómo va a ser cuando tú ya no estés, cómo le voy a hacer... a dónde voy a llegar yo... quiero estudiar, quiero tener algo, quiero tener familia'..." (jornalero, purépecha, 40 años). El siguiente testimonio muestra la tensión de padres e hijos por dejar este tipo de trabajo y las decisiones que toman ante la necesidad de que los menores se incorporen al trabajo y dejen la escuela: "Mi hija iba a trabajar porque no había comida. Ella iba en primero de secundaria pero pedían más y más cosas (útiles escolares). En Zamora ella trabajaba en una congeladora. El maestro le dijo: 've a tu casa y ya no vuelvas' Completó un mes y se enfermó, no dormía a ninguna hora. Descorazonaba chile, quitaba hoja de brócoli. Decía: 'voy a estudiar, aunque sea para tener un trabajo en la sombra' (jornalera, purépecha, 24 años). "Mi hijo no está bien comido, pero se fue a trabajar porque debemos mucha renta. Yo tengo lástima de que yo no trabaje. Mi hija me dijo: 'mamá, tú no puedes trabajar'." (jornalera, purépecha, 32 años).

En el caso de los infantes también se involucran sentimientos de culpa y responsabilidad por la imposibilidad de pagar por su cuidado o por dejar a los bebés a cargo de niños pequeños, y por el daño a la salud que les provoca llevarlos al campo: "Al niño de un año me lo llevo en el rebozo; con él corto, pero le hace daño el sol y es muy cansado andarlo cargando" (jornalera, purépecha, 19 años). Las decisiones que pueden tomar como padres dentro de un escaso margen de elecciones también son una fuente de frustración ante su casi nula capacidad para propiciar un cambio de vida para sus hijos. A diferencia de los casos documentados de migración interna y trasnacional en Asia y África (Rogaly 1998: 26-27; Deshingkar, 2006; Rahman, 2009), la migración itinerante en el VY no está favoreciendo la capitalización ni una transformación de las relaciones sociales que ayuden a los migrantes en su retorno al lugar de origen a mediano o largo plazo. Las evidencias de la descapitalización, marcada por la carencia de bienes inmuebles de la gran mayoría de los encuestados, y del destino social de los jornaleros que ya no están en condiciones de contratarse, se amplían en otro texto (Miranda et al., 2010).

Las expresiones de desesperación y rechazo a los espacios de vida asignados, los indicios de enfermedades crónicas y la reducción de su vida útil demuestran que los jornaleros están asimilando una forma de existencia cruel durante cada temporada de trabajo. Experimentan la "elección restringida" de una opción de vida, al igual que otros trabajadores estigmatizados, como los sexuales (Rosen y Venkatesh, 2008). Estas autoras reportan que la reiterada falta de empleo, incluso trasgeneracional, hace que estar "desempleado" o ingresar a una opción informal o ilegal se vuelva un "estado mental"11. Los testimonios recopilados indican procesos de transformación de las conciencias, que involucran las consecuencias de sus decisiones sobre riesgos y daño a la salud propia y la de los hijos, y sobre su futuro al optar por estas alternativas laborales informales asociadas a la agroempresa. Estos testimonios y acciones muestran que, independientemente de una valoración "desde fuera" o desde la perspectiva cultural y moral del investigador, los jornaleros están padeciendo una asimilación sensorial y de valores que generan sentimientos conflictivos y transforman sus subjetividades. Rosen y Venkatesh (2008) refieren el término de "integración perversa" propuesto por Castells para señalar las condiciones estructurales que marginalizan sectores de la población (2008: 424). Tanto en el estudio citado como en éste, las fuerzas que restringen la agencia de los sujetos dan la impresión de que la capacidad de agencia de éstos es sumamente limitada. No se afirma que la conciencia de los sujetos sea "resultado" de forma simple y directa de las condiciones de reproducción que describen en sus testimonios. Se sabe que también es resultado de la elección que ellos mismos han hecho de situarse en el circuito del trabajo agrícola itinerante. Durante el trabajo de campo también se identificó el caso de un joven que fue jornalero desde niño y que actualmente es profesor de educación básica; sin embargo, las tendencias dominantes y estructurales han favorecido la reproducción intergeneracional de la precariedad laboral y la pobreza de las familias jornaleras.

Por parte de los pobladores locales la estigmatización de los jornaleros permite la tolerancia de formas crueles e ilegales de existencia (sin seguridad social, trabajo infantil riesgoso, insalubridad en viviendas, agresiones físicas). Se ha documentado una diversidad de efectos de las interacciones entre migrantes con la población local: que se adapten los migrantes (Trew, 2007; Phillips et al., 2007); que mantengan identidades culturales (Tyler, 2006); que generen transformaciones y adaptaciones en la población local (Vergunst, 2009). Dadas las características de movilidad, migración familiar y carencia de propiedades en el lugar de origen, las restricciones en las cuarterías muestran que los jornaleros del VY son un sector obligado a adaptarse a ciertas condiciones especiales, sin que eso implique alguna forma de integración social benéfica para ellos. El siguiente testimonio es uno de varios acerca de la desconfianza de los originarios hacia los migrantes: "Aquí nos hemos quedado sin comer. Pedimos prestado a la familia. En la tienda no quieren fiar y nos dicen: 'A ustedes no se les puede fiar porque no son de aquí'..." (jornalera, 30 años, tlapaneca).

Se cuenta con testimonios de agresiones por parte de bandas y autoridades policiales locales, y de la estrategia defensiva de los jornaleros de andar en grupo ante posibles ataques. En años recientes se ha intensificado la actividad del crimen organizado en las colindancias de Michoacán, Jalisco y Guanajuato, lo que ha incrementado los riesgos de impunidad ante las agresiones. Algunos de los jornaleros reportaron formas de discriminación que sugieren la disponibilidad social de ciertos prejuicios y estereotipos contra la población migrante, calificándola de criminal, peligrosa, grosera, ignorante y viciosa. Al parecer tal discurso está contribuyendo a considerar permisible la existencia de esas condiciones de vida para los jornaleros en el VY. Alrededor del mundo han sido documentados reiteradamente estereotipos y prejuicios contra migrantes regionales y extranjeros, cuyos efectos se agudizan en tiempos de contracción económica (Charalambos, 2008: 520-21; Dannecker, 2005: 254). En general se les culpa del incremento de crímenes y deterioro de la moral y la salud de la nación o región receptora. De manera importante, por su especificidad destacan los estereotipos referentes a la moral de las mujeres, que han restringido el ejercicio de sus derechos y han permitido a los investigadores analizar la construcción social del estigma (Silvey, 2000; Wang y Bélanger, 2008; Fletcher, 2005) y reconocer que "la desventaja acumulada a través de la estigmatización a menudo está 'combinada con' o agregada a la explotación y la opresión" (Scambler, 2007: 1087).

La falta de acceso a espacios para el esparcimiento y convivencia familiar privada ha propiciado que la población local haya sido testigo de pleitos familiares entre los jornaleros. En una ocasión se observó a una mujer sentada en la banqueta con los senos descubiertos, mientras amamantaba a su hijo. Tenía la expresión de "ausencia" y estaba rodeada por familiares, quienes discutían y reclamaban a su esposo el haberla golpeado. Suponemos que la exhibición pública de asuntos que deberían ser privados para los locales puede estar generando una imagen de la "otredad" que legitima que los jornaleros "merezcan" vivir así, pues aparentemente "son" diferentes a los locales, quienes pueden ocultar sus conflictos familiares al contar con lugares privados suficientes.

 

Discusión

Se ha identificado que los jornaleros agrícolas de origen indígena en Yurécuaro y Tanhuato han optado por restringir sus prácticas culturales originarias al ámbito privado y participar públicamente en términos de "ciudadanos" sin diferenciación étnica. A diferencia de esta tendencia de los jornaleros en el VY, los proyectos del "buen vivir" y otros casos de alternativas antisistémicas en las regiones de expulsión de los jornaleros se están basando en relaciones sociales comunitarias e interétnicas: agroecología, vía campesina, EZLN (Acosta, 2009). Este artículo contribuye a entender la formación de sujetos que, en condiciones históricas específicas, orienta elecciones como ésta, de tal forma que se encuentra en Yurécuaro: a) sujetos que de forma persistente viven una discriminación basada en diferencias étnicas y raciales en espacios laborales y de reproducción social, agregada a la desigualdad; b) una diversidad cultural, étnica desde el punto de vista del etnógrafo y desde un discurso gubernamental sobre el Estado pluricultural, pero sujetos que en el ámbito público enfrentan procesos de exclusión de manera individual o con base en estrategias de los grupos domésticos; y c) ausencia de organización laboral basada en diferencias culturales y ausencia de organización laboral fundamentada en una solidaridad como "trabajadores agrícolas".

Se ha demostrado reiteradamente que, incluso por programas gubernamentales como el Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas (PAJAG), la mayoría de los jornaleros ejercen limitadamente sus derechos a un trabajo, vivienda, educación y servicios de salud dignos en México (Guzmán y León, 2005). La contribución de este estudio va más allá de documentar un caso más de injusticia, pues se intenta evidenciar mecanismos por los cuales las normas sociales implícitas posibilitan la existencia de estas formas de vida, en particular las reglamentaciones morales asociadas tanto al régimen de acumulación capitalista regional como al sufrimiento cotidiano al que se somete a quien vive en estas vecindades.

Las pequeñas ciudades del occidente de Michoacán ligadas al mercado agro-empresarial parecen estar funcionando bajo principios ideológicos específicos para perpetuar las formas de vida aquí descritas. A diferencia de otros grupos migrantes que han logrado apropiarse y transformar el espacio público gracias a su permanencia e inserción facilitada incluso por las redes sociales de sus iglesias (Fortuny y Williams, 2008), la precariedad en el trabajo y la movilidad constante reduce el poder de los jornaleros indígenas para mejorar el ejercicio de sus derechos. Ni las organizaciones de la sociedad civil ni los sindicatos logran apoyar a estos itinerantes nacionales (Lara, 2006: 11).

Otros estudios muestran que en un ambiente favorable para la reproducción social la construcción de identidades raciales o étnicas resulta factible y efectiva, incluso mediante prácticas corporales para negociar las transformaciones de los espacios y el desenvolvimiento "válido" de los cuerpos dentro de cada lugar (cfr. Veninga, 2009). Este trabajo demuestra, sin embargo, que en condiciones de multietnicidad pero de indigencia, los principios de reproducción de diferencias culturales que son incorporadas en las localidades de origen son duramente transformados o restringidos al ámbito familiar (privado), en buena parte por la discriminación contra los jornaleros como migrantes e indígenas. El discurso "pluriétnico" del Estado enfatiza solamente las diferencias de la cultura material y las formas artísticas de los grupos étnicos, mientras se mantiene una desigualdad estructural y una discriminación generalizada. En contraste con el proceso de desegregación escolar conducido políticamente y planeado de Atlanta (Veninga, 2009), en el VY se presenta un proceso impulsado por fuerzas del mercado y políticas públicas del sector agroindustrial. Ambos procesos "ponen en contacto" grupos étnicos diferenciados. Sin embargo, uno parte de una promoción de la igualdad de condiciones para los diversos, sin buscar la homogeneización cultural. En cambio, el otro genera e intensifica las desigualdades, transforma las conciencias, alineándolas a proyectos de vida desesperanzadores, y genera representaciones sociales que favorecen la discriminación.

La inmersión en un proceso de marginación impele a los jornaleros a constituir una subjetividad en torno a sus empleos precarios y a realizar proyecciones a futuro sobre esa base. A diferencia de hace veinte años, cuando el debate sobre la identidad jornalera giraba en torno a la relación con la tierra (reparto agrario) (González, 1989), en la actualidad éste se centra en los procesos de exclusión social y, en el caso del VY, en la falta del ejercicio de derechos elementales, los que propician experiencias de socialización comunes dentro de la diversidad sociocultural de los jornaleros y, sin embargo, no logra constituir un recurso para la organización colectiva.

 

Conclusiones

Las subjetividades construidas por las condiciones de vivienda y las experiencias en los espacios públicos de los jornaleros resultan más alejadas de las alternativas colectivas a los proyectos civilizatorios y desarrollistas dominantes que han emergido en México dentro de algunas de las regiones de expulsión de los jornaleros agrícolas. Esto se infiere así, en la medida en que los actores entrevistados refieren experiencias de discriminación basadas en estereotipos étnicos y señalan reiteradamente una expectativa sombría para su futuro y el de sus hijos, basada en coyunturas y tragedias asociadas a sus condiciones de vida.

El enfoque desarrollado en este artículo muestra procesos menos evidentes que frenan una transformación social a favor de los jornaleros migrantes. Se demuestra que existe un proceso simbólico que hace más duro iniciar una defensa de los derechos humanos de este sector y torna más opaco el hecho de que el Estado Mexicano no está garantizando el acceso a una vivienda digna a los trabajadores migrantes (nacionales). Debido a la naturalización a nivel local de que los jornaleros "merecen vivir así" se difumina la idea de que algo no está funcionando bien.

Dentro de una línea investigativa sobre el análisis regional de las condiciones de vida de los migrantes, con este artículo se desarrollan las bases para un estudio comparativo sobre las formas de regulación de las mismas en las viviendas asignadas a los migrantes. En su tránsito por distintas regiones se presupone que los jornaleros experimentan contrastes en cuanto al trato que se les otorga en cada una. Para avanzar se requiere precisar conceptualmente las relaciones entre vivienda, moralidad, región y movilidad, y precisar instrumentos de campo que nos permitan profundizar en éstas.

 

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Notas

4 Sobre el tema existe un debate importante en torno al papel de la educación escolarizada, la coerción y la religión en la regulación de la vida social durante la emergencia del capitalismo (Grossman 2006: 206).

5 El artículo deriva del proyecto "Trabajo jornalero en Yurécuaro", financiado por el Fondo Institucional de CONACYT 2008, clave 91387.

6 Según la información recabada en campo, no es tan obvio que el tipo y la calidad de las viviendas correspondan al costo de su arrendamiento (aproximadamente 55-70 dólares mensuales por una habitación para una familia de cuatro a cinco miembros). Los pobladores locales limitan a los jornaleros la renta mensual de casas habitación por la brevedad del lapso del arrendamiento, por la desconfianza que genera su movilidad constante y por el posible deterioro del inmueble causado por la adaptación de una familia sin muebles a una vivienda pensada para una familia urbana residente (por ejemplo, tal vez tendrían que cocinar con leña).

7 Factores que tienen que ver con las condiciones salariales y de (in)seguridad social de los trabajadores rurales en el mercado agroindustrial.

8 Cuartería es un término coloquial en México que los autores emplean para referirse al espacio habitación reducido donde, por lo regular, la edificación de los pequeños cuartos es en serie, con bajos presupuestos, escaso mantenimiento y áreas de servicio colectivas. Los jornaleros también denominan a las cuarterías vecindades; sin embargo, bajo este enfoque la noción de vecindad presenta características diferentes.

9 Al estudiar procesos emergentes de migración transnacional temporal en la Unión Europea se ha detectado que las condiciones de vida fuera del lugar de trabajo de los migrantes es un tema poco estudiado (Spencer et al, 2007).

10 Existen indicios de una relación importante entre la participación en procesos migratorios itinerantes desde distintos roles y posibles síntomas de depresión. Además, se ha advertido cierto subregistro del problema de depresión en población rural en México (Belló et al., 2005).

11 Cabe señalar que en las entrevistas realizadas en los lugares de origen y en diversos estudios los jornaleros consideran su estancia en sus comunidades como periodos sin acceso a empleo remunerado.

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