SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.2 issue1Food consumption and nutritional situation in two indigenous communities of southeastern Veracruz in MéxicoWere Mendel's data manipulated? (counterarguments) author indexsubject indexsearch form
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Agricultura, sociedad y desarrollo

Print version ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.2 n.1 Texcoco Jan./Jun. 2005

 

Participación de la mujer en la educación superior y la ciencia en México

 

Woman's participation in higher education and science in México

 

Judith Zubieta-García y Patricia Marrero-Narváez

 

Instituto de Investigaciones Sociales. Universidad Nacional Autónoma de México. (zubieta@servidor.unam.mx)

 

Resumen

La ciencia y la tecnología (C y T) son factores clave en el desarrollo nacional. Por tanto, se debe prestar atención especial a políticas y estrategias públicas relacionadas con la educación en esos campos, que pueden conducir eventualmente a una comunidad científica altamente calificada. Aun cuando las mujeres mexicanas han logrado igual acceso a todos los niveles educativos, se encuentran subrepresentadas en ciertas áreas del conocimiento asi como en investigación y desarrollo (I y D). Desgraciadamente, ninguna política pública ha sido diseñada para superar esta desventaja social. Con el fin de identificar mecanismos que impiden el ingreso de las mujeres a la C y T, este artículo discute algunas características de la educación de la mujer en México desde una perspectiva histórica. También proporciona un panorama de la educación formal de las mujeres, con base en estadísticas oficiales sobre la participación de la mujer en distintos programas de postgrado de C y T a fines de los noventas. A pesar de la carencia de información para llevar a cabo un análisis longitudinal, pudimos recolectar datos sobre la participación de la mujeres en trabajos en C y T, complementando la información cuantitativa sobre la matricula escolar femenil.

Palabras clave: Ciencia y tecnología (CyT), educación femenil, investigación y desarrollo (IyD).

 

Abstract

Science and Technology (S & T) has proven to be a key factor for national development. As such, special attention should be paid to public policies and strategies regarding education in these fields, which could eventually lead to a growing and highly qualified scientific community. Even though mexican women have acquired equal access to all levels of education, they are still underrepresented in certain fields of knowledge as well as in Research and Development (R & D) careers. Unfortunately, no public policy has ever been designed to overcome this social handicap. In order to identify mechanisms that prevent women's enrollment in S & T, this paper discusses some characteristics of female education in México, with a historical perspective. It also gives an overview of women's formal education, based on official statistics on female participation in different S & T programs at graduate level, particularly in the late 1990's. Despite the lack of information to carry out complete longitudinal analysis, we were able to gather some data on women's participation in S & T endeavors to complement quantitative information on female school enrollment.

Key words: Science and technology (S & T), females' education, research and development (R & D).

 

Introducción

Analizando la educación de la mujer en México se abre la puerta a los problemas del sexismo implícito en el acceso al conocimiento, dado que históricamente ha existido un monopolio del saber, no sólo en manos de los hombres sino también de una clase social dominante que necesita reproducirse, asegurando su permanencia en el poder.

Desafortunadamente, la historia de la educación es una para los hombres y otra, bastante distinta, para las mujeres. Al abordar la investigación sobre la educación femenina en México, nos enfrentamos a un doble cuestionamiento aparente: ¿qué hay en la condición femenina que impide a las mujeres hacer ciencia? O, de una manera un poco diferente: ¿qué hay en la ciencia que excluye a las mujeres?1

Más allá de los factores que han actuado como catalizadores de estas diferencias, hay que señalar y enfatizar que la falta de información es un reflejo claro e irrefutable de la poca atención que han recibido los estudios de género en México. Así, para poder hacer investigación seria en este tema, sólo queda la alternativa de recurrir a las pocas fuentes existentes y tratar de construir una unidad temática que trascienda y dé luz hacia un futuro más equitativo y mejor representado. En este trabajo pretendemos aportar elementos en esa dirección.

 

El acceso de la mujer a la educación en la década de los noventa

Durante la última década del siglo pasado, y a pesar de los diferenciales por sexo que se observan al analizar la formación educativa, los avances en el acceso de la mujer a todos los niveles y modalidades del sistema educativo mexicano fueron notables. Así, es posible advertir un aumento en el nivel educativo de las mujeres, donde se aprecian rasgos incipientes de equidad en el acceso a la educación, a escala nacional. No obstante, persisten grandes desequilibrios regionales, particularmente en las zonas donde prevalecen condiciones de alta y muy alta marginación social.

De acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica, realizada por el CONAPO (Consejo Nacional de Población) en 1997, la escolaridad promedio que las mujeres habían alcanzado en ese mismo año registró un incremento de 122% respecto al de 1970, al pasar de 3.2 a 7.1 años de escolaridad promedio, mientras que en los hombres el incremento fue de 108%, pasando de 3.7 a 7.7 años en promedio. A pesar de los avances observados, prevalece la brecha de alrededor de medio año de escolaridad en los niveles registrados, a favor de los hombres2.

Para 1990 el porcentaje de población femenina de 5 a 14 años de edad que asiste a la escuela también se incrementa, alcanzando su valor máximo a los nueve años de edad (93.1%). Después disminuye paulatinamente, de tal forma que entre 15 y 19 años, menos de la mitad de las mujeres van a la escuela y entre 20 y 24 la asistencia escolar femenina es 13.8%3.

La presencia de la mujer en estudios de licenciatura

La matrícula en educación superior se refiere al número de alumnos y alumnas inscritos en instituciones de educación normal con nivel de licenciatura, licenciatura universitaria y tecnológica, y posgrado. En este apartado nos referiremos exclusivamente a los dos tipos de estudio a nivel licenciatura.

En 1980, la población femenina en licenciatura (sin la educación normal) era 30% de la población total (731 291 estudiantes)4. Para 1990 la población en licenciatura creció 47% respecto a 1980, y el porcentaje de participación femenina ascendió a 40%. Al comparar las matrículas por sexo en ese período, se observa que la población masculina creció 25%, mientras que la femenina alcanzó el notable incremento de 99%.

Para 1997 la población universitaria había crecido 22% con respecto a 1990, y las estudiantes universitarias eran 46% del total. En este período la población femenina se incrementó 38%, mientras la masculina creció 10%5.

La matrícula femenina en educación normal a nivel licenciatura de 1991 a 1997 es constante (65%) es decir, la población femenina predomina en una proporción de prácticamente dos mujeres por hombre6. La Universidad Pedagógica Nacional (UPN) es la única institución que presenta un mayor porcentaje de mujeres que de hombres matriculados; con 2169 estudiantes en 1992, 69% mujeres, lo que reproduce los esquemas tradicionales de mayor presencia de mujeres en el magisterio. En este mismo nivel de estudios, hasta 1992, en 14 universidades privadas, de 1 218 989 estudiantes 44.7% eran mujeres y 55.3% hombres. Otras instituciones educativas de nivel superior son los institutos tecnológicos, donde para ese año la presencia masculina, oscila entre 82% y 88%7.

Entre las instituciones públicas de educación superior, la UNAM ha desempeñado el papel más importante en la formación de recursos humanos de alto nivel en México. Además de ser la institución más antigua del país, muestra los números más elevados en matrícula, en personal académico, en producción académica y en la complejidad de su estructura organizacional.

En 1992 la UNAM tenía 126 519 alumnos, 48.8% mujeres. En 1999 tenía inscritas 97 792 mujeres de un total de 197 245 estudiantes de reingreso (49.6%)8.

Incrementos importantes en la participación femenina se registran entre 1990 y 1999 dentro de la matrícula de educación superior, la cual creció a una tasa de 4.4% anual. Mientras que en 1970 menos de ocho mujeres por cada diez varones se encontraban inscritos en este nivel educativo, para el ciclo 1994-1995, por cada 100 hombres matriculados, se registraron 82 mujeres. La tasa anual de crecimiento de la matrícula de educación superior en este periodo fue 6.5% para las mujeres, mientras que para los hombres ascendió a apenas 3%, lo que significa que el nuevo ingreso a los niveles de educación superior tiene un fuerte componente femenino9.

Pese a lo señalado, las bajas cifras de mujeres tituladas permiten afirmar que su acceso a los estudios en niveles superiores no implica, por sí mismo, la conquista de lugares en ámbitos tradicionalmente masculinos; ni que logren acceder a ellos, ni mucho menos que las tasas de graduación sean comparables.

Es evidente que la mujer que logra pasar el filtro entre el nivel básico y el medio superior, tiene grandes probabilidades de continuar en su trayectoria educativa. Ello, sin embargo, no garantiza su inserción en el mercado laboral.

También se observa una desvinculación entre la trayectoria de formación y su desempeño en el sector productivo, lo que sugiere que la mujer no es aceptada, por razones culturales, en muchos de los ámbitos laborales para los cuales fue formada.

Las mujeres que cursan estudios de licenciatura son mayoría en áreas diferentes a ciencia e ingeniería. En 1995, 73% de la matrícula en psicología era de mujeres; en ciencias biológicas y agrícolas el porcentaje era 50%, al igual que en ciencias sociales. Por otra parte, las mujeres eran apenas un tercio de los estudiantes de ciencias físicas, ciencias de la tierra, del mar y de la atmósfera, lo mismo que en ciencias de la computación.

A pesar de lo anterior, es importante resaltar el crecimiento en el número de mujeres inscritas en el área de la computación: 966 en 1981 y 8935 en 1991. Este comportamiento se explica por ser una disciplina que no ha sido socialmente catalogada como masculina y porque los planes de estudios son de reciente creación, por lo que el acceso es poco más equitativo.

El acceso de las mujeres a la educación superior no garantiza la conclusión de los estudios ni la obtención de un grado. Peor aún, no garantiza su inserción en el mercado de trabajo. Se estima que el número de mujeres ingenieras es superior a 20 000; sin embargo, la mayoría no trabaja en su profesión, lo que es un desperdicio de recursos escasos y valiosos.

A pesar de que los resultados descritos sugieren que la brecha educativa entre hombres y mujeres se ha reducido significativamente en los últimos años, aún persisten múltiples barreras y obstáculos que es preciso remover y superar para garantizar la igualdad de oportunidades educativas entre los sexos.

En resumen, entre 1990 y 1998, han aumentado los índices relativos de la participación femenina en las seis áreas en las que se pueden clasificar los programas nacionales de licenciatura, tanto públicos como privados. A saber: ciencias agropecuarias, ciencias de la salud, ciencias naturales y exactas, ciencias sociales y administrativas, educación y humanidades, ingeniería y tecnología (Cuadro 1).

La participación de la mujer en los estudios de posgrado

En México existen tres niveles diferentes de estudios de posgrado, cuyo objetivo es ampliar los conocimientos en un campo disciplinario específico: especialidad, maestría y doctorado.

La participación de la mujer en el posgrado se ha incrementado a través del tiempo. En el ciclo 1994-1995 la relación era de 64 mujeres por cada 100 hombres matriculados, manteniéndose el desequilibrio que desde siempre se ha presentado con respecto a la elección disciplinaria, desde la misma carrera universitaria y hasta la capacitación profesional10. Para 1997, la relación era 58% hombres y 42% mujeres11. En 1999, la población escolar de posgrado, constituida por alumnos de primer ingreso y de reingreso, ascendió a 111 247 estudiantes, de los cuales aproximadamente 42% eran mujeres; mientras que en 1990 era 32%.

Este incremento de 10% puede sugerir que en el periodo analizado la mujer ha sido capaz de acceder a mayores espacios a nivel posgrado. Sin embargo, al igual que los estudios de licenciatura, el aumento de la razón mujeres/hombres en la matricula escolar podría estar reflejando más un incremento de la deserción escolar masculina (debido a su incorporación más temprana a la actividad económica en años recientes) que una mayor presencia femenina derivada de la igualdad de oportunidades de acceso a la educación12.

No debe descartarse que la mayor participación de la mujer también podría explicarse por las presiones de competitividad laboral que obligan a hombres y mujeres a incrementar sus habilidades y conocimientos, a fin de obtener puestos mejor remunerados, optando así por cursar un posgrado y formar parte del personal más calificado.

La población femenina de doctorado se ha incrementado en menor proporción, situación congruente con los datos del posgrado en el ámbito nacional. Más aún, el mayor número de solicitudes de apoyo económico para realizar estudios de posgrado corresponde a los de maestría. De acuerdo con el CONACYT, 60% de las becas otorgadas entre 1971 y 2000 fueron para estudios de maestría13.

La población escolar femenina de maestría se ha venido incrementando en forma constante. Porcentualmente, en 1990 la mujer representaba la tercera parte de la matrícula de maestría, mientras que para 1999 ya constituía 41%. El promedio porcentual de la participación femenina a nivel maestría en todo el periodo de estudio es 37.4%.

Aunque en términos absolutos la población escolar de doctorado se ha incrementado considerablemente (de 433 a 2971), la proporción entre hombres y mujeres es aproximadamente estable. El porcentaje de mujeres inscritas en programas doctorales en 1990 era aproximadamente 32% y en 1999 37%. El promedio porcentual de la participación femenina en estudios de doctorado es 34.8%.

Al igual que en la maestría, la participación porcentual de la mujer en el nivel de especialidad ha crecido. Este crecimiento ha sido mayor incluso que a nivel maestría. En 1990, el porcentaje de mujeres estudiando alguna especialidad era 31%, mientras que para 1999 ya era casi 46%. En promedio, la participación femenina promedio a nivel especialidad en el periodo del estudio asciende a 40%. Los datos relacionados con la participación femenina por nivel de estudio se presentan en la Figura 1.

Las áreas de ciencias de la salud y educación y humanidades agrupan la mayor cantidad de especialidades. Históricamente, han sido las que reúnen la mayor proporción de mujeres14.

Los estudios de posgrado por área

Es evidente la mayor participación actual de la mujer a nivel posgrado. Sin embargo, aún no queda claro qué tan significativa es su participación en el área de las ciencias naturales y exactas, o en la de ingeniería y tecnología.

La biología, la matemática, la física y la química, de acuerdo con la clasificación de la ANUIES, pertenecen al área de las ciencias naturales y exactas, junto con otras como las ciencias de la cierra, la ecología, y la bioquímica.

Esta área se puede clasificar según el nivel de los estudios de posgrado: especialidad, maestría o doctorado. La ingeniería se ubica en el área de la ingeniería y tecnología y tiene como complemento otras disciplinas como la biotecnología, la arquitectura y el diseño y la tecnología de alimentos.

El comportamiento diferencial de la participación femenina en cada una de las diferentes áreas de estudio se presenta en la Figura 2.

Análogamente a algunas de las tendencias observadas en el caso de la licenciatura, las áreas con mayor participación femenina son la de ciencias de la salud y la de educación y humanidades. El área de ciencias naturales y exactas y la de ingeniería y tecnología presentan un crecimiento constante en el periodo de análisis. En el caso de las ciencias naturales y exactas, éste aumenta de 32% en 1990 a 40% en 1999, mientras que la ingeniería y tecnología pasa de 19 a 26%, como se muestra en el Cuadro 2.

En resumen, la participación de la mujer a nivel posgrado ha crecido hasta casi lograr una relación de uno a uno en ciertas disciplinas. El nivel que registra un mayor crecimiento es el de maestría, mientras que las áreas que congregan al mayor número de mujeres son las de ciencias de la salud y de ciencias sociales y administrativas.

A nivel doctorado también hay un crecimiento irregular. Mientras que en 1990 el porcentaje de participación femenina era de casi 12%, ascendió a 19% en 1999. En números absolutos, la población femenina se multiplicó por ocho en el periodo de análisis.

La presencia femenina en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI)

El SNI congrega investigadores con trayectorias y experiencias en las diversas áreas del conocimiento, adscritos a instituciones de educación superior o de investigación en México. Hasta 1998 el SNI separaba las áreas del conocimiento en: I, ciencias físico-matemáticas; II, ciencias biológicas, biomédicas y químicas; III, ciencias sociales y humanidades; IV, ingeniería y tecnología. A partir de 1999, después de una consulta a la comunidad científica, estas cuatro áreas se transforman en siete: I, físico-matemáticas y ciencias de la tierra; II, biología y química; III, medicina y ciencias de la salud; IV, humanidades y ciencias de la conducta; V, ciencias sociales; VI, biotecnología y ciencias agropecuarias; y VII, ingeniería.

Los elementos para evaluar a los aspirantes a ingresar en cualquiera de las áreas son: el resultado de su actividad de investigación, la participación en actividades educativas y formación de recursos humanos de alto nivel, la integración de grupos de investigación y el desarrollo de infraestructura. Los investigadores deben mostrar una productividad integral dentro de las actividades que definen el quehacer científico, orientada a la generación, aplicación y transmisión de nuevos conocimientos.

De acuerdo con cifras reportadas para 1998, el nivel de estudios de los miembros del SNI se orienta cada vez más hacia el doctorado. El porcentaje de miembros con nivel académico de doctor era 80%; el resto estaba distribuido en los dos niveles: maestría (15%) y licenciatura y otros estudios (5%).15

Sin embargo, de las mujeres dedicadas a investigación y desarrollo (I y D), cómo se vio en el apartado anterior, son pocas las que llegan a tener un doctorado, una plaza de tiempo completo y la categoría laboral de investigador de tiempo completo, requisitos todos muy importantes para ingresar al SNI. Por lo general las profesoras se ubican en plazas de asignatura (por hora) o en las categorías de Profesora o Investigadora Asociada, inferior a la de Titular, que es la que supone mayor madurez y consolidación académica.

A continuación se analizará la participación de las mujeres en el SNI, destacando sus tendencias a partir de datos de la última década. En primer lugar se comparará la participación de mujeres y hombres y posteriormente se revisará la presencia femenina por nivel y, finalmente, se explorará la participación en el trabajo de investigación por áreas del conocimiento.

Los resultados de la convocatoria de ingreso al SNI en 1990 muestran una distribución por sexo muy desequilibrada. De 5385 investigadores, 1116 son mujeres y 4269 hombres, lo que pone de manifiesto la reducida participación de las mujeres en la producción de conocimiento científico. Esta desproporción se mantiene durante toda la década, con algunas variaciones, lo que también evidencia la escasa presencia femenina en la integración de las comisiones dictaminadoras, responsables de evaluar las solicitudes de ingreso y permanencia de los investigadores en el SNI.

La proporción de mujeres pertenecientes al SNI es mucho más baja que la de los hombres en toda la década, alcanzando apenas 26% del total (Cuadro 3).

Analizando los requisitos para pertenecer al SNI, es evidente que se requiere de cierta continuidad en las tareas de investigación y en la publicación de los resultados obtenidos, lo que representa para las mujeres un esfuerzo extra, puesto que los ciclos de vida y las dobles o triples jornadas difícilmente son compatibles con los trabajos de tiempo completo y las investigaciones a largo plazo. Sin embargo la presencia femenina en el SNI en los últimos nueve años registra una tendencia creciente, al pasar de 1116 en 1990 a 2062 en 1999, lo que representa una tasa de crecimiento de 6% anual. En términos porcentuales, la población femenina pasó de 21% en 1990 a 28% en 1999 (Cuadro 3).

Mientras que durante 1994 se registró una tasa de crecimiento negativa en la participación femenina con respecto a la de años anteriores (-1.38% entre 1993 y 1994), a partir de 1995 hubo una lenta recuperación, la cual pudiese indicar un cambio en las políticas y criterios de evaluación; pero la crisis económica por la que atravesó el país durante estos años pudo haber mermado el impacto de las académicas mexicanas en sus tareas de investigación. El total de investigadores en el SNI también se redujo en esos años.

En efecto, en el caso de los varones también se observa una leve tendencia decreciente en el SNI, y hasta 1999, se alcanza y rebasa la magnitud de 1992 (5190 y 5110 respectivamente).

La cifra más baja de investigadores se registró en 1995 con 4319 miembros, apenas 50 más que en 1990. La tasa de crecimiento anual de los investigadores en el SNI durante el periodo analizado fue menor a 1%, cifra por demás magra para un país con una tasa promedio de crecimiento demográfico de 1.7% en esa década.

A pesar de la incipiente participación de las mujeres en el SNI, resulta alentador que exista un comportamiento dinámico y un crecimiento lento pero continuo en el ingreso al SNI mostrando, inclusive, tasas de crecimiento mayores a las de los hombres.

Analizando la participación femenina en el SNI por área de conocimiento durante los nueve años de referencia, se encontró que las mujeres ocupan 13% del total de investigadores del área I; 33% de la II; 39% de la III y 11% de la IV. Las ciencias sociales y las humanidades son las mayores porque los ritmos de la carrera académica en estas disciplina son muy distintos de aquéllos en las ciencias experimentales y exactas.

Para 1999, en el área VI (biotecnología y ciencias agropecuarias), las mujeres sólo logran 3%, lo cual evidencia que se trata de disciplinas muy masculinizadas. Es obvio que las mujeres tienen que recorrer un camino muy largo en el trabajo científico, antes de alcanzar una participación igual o superior a la de los hombres en el SNI, sobre todo en las disciplinas afines a las áreas físico-matemáticas, ingenierías, biotecnología y ciencias agropecuarias.

Las científicas mexicanas no cuentan con asociaciones feministas o con comunidades lo suficientemente sólidas que les faciliten su trabajo académico y su integración y articulación con otras sociedades y gremios. Las comunidades científicas en otros países han facilitado que las mujeres rompan con la escisión entre mujer y científica mediante la creación de mecanismos con los que resulta más fácil establecer vínculos; generalmente se trata de espacios donde es válido plantear dudas, más que certezas, y en donde es posible encontrar respuestas en conjunto, al enfrentar situaciones problemáticas afines.

Por último, en lo que concierne a la integración de grupos y formación de redes académicas, las mujeres han mostrado patrones de comportamiento distantes de una cultura de solidaridad intragénero. En efecto, las mismas investigadoras responsables de proyectos de investigación discriminan contra su genero, al escoger preferentemente a varones como sus asociados jóvenes; aunque este comportamiento puede estar relacionado con el hecho de que en cualquier área disciplinaria siempre es más fácil encontrar un colega varón que otra investigadora.

 

Las científicas mexicanas como gremio y su participación en puestos de dirección

Una situación difícil para las científicas mexicanas es que, para obtener ciertas distinciones, por ejemplo ingresar al SNI o acceder a puestos de dirección, se requiere de cierta continuidad en las tareas de investigación y en la publicación de los resultados obtenidos, lo que representa para las mujeres un esfuerzo extra, puesto que los ciclos de vida y las dobles o triples jornadas de trabajo son difícilmente compatibles con los trabajos de tiempo completo y las investigaciones a largo plazo.

Si comparamos el número de directivas con la población que ha completado exitosamente el tercer nivel de educación y está empleada en ocupaciones de ciencia y tecnología (C y T) encontramos que las primeras representan en promedio 3.4% de las segundas, cifra que no corresponde a las tasas de crecimiento de la matrícula femenina en educación superior en áreas relacionadas con C y T. De ahí se deduce que hay una alta proporción de científicas empleadas como subalternas, profesoras, amas de casa o desempleadas.

En el caso de los varones, el número de directivos en instituciones dedicadas a la C y T ha aumentado año con año, sin mostrar retroceso alguno. La participación masculina promedio en los mandos superiores durante los años analizados es 82.5% y su representación promedio en el total nacional 16%.

Las cifras anteriores inducen la reflexión sobre la mayoría masculina en puestos de decisión y sus posibles razones: o bien no están dispuestos a compartir el poder o se resisten a confiar en la capacidad de las mujeres para ocupar dichos puestos. Por otra parte, resulta indispensable contar con datos que permitan indagar cuántas mujeres en puestos de poder llaman o proponen a otras mujeres para ocupar puestos en niveles similares o superiores.

La organización de la comunidad científica femenina permitiría crear una manera propia de hacer ciencia. La participación activa de la mujer en la producción, difusión y aplicación de los conocimientos constituye aún una meta por alcanzar en México. Las científicas mexicanas necesitan organizarse y romper el individualismo característico de su medio de trabajo para buscar soluciones de tipo social que, a corto plazo, logren un reajuste de los roles y funciones asignadas tradicionalmente a cada sexo, dentro de la familia y la comunidad en general.

 

Las políticas públicas, el marco normativo y las influencias culturales

Los discursos oficiales sobre educación en México continuamente hacen referencia a la equidad en el acceso a la educación; más aún, el marco jurídico (Artículo Tercero Constitucional, Ley Federal de Educación, Programa de Modernización Educativa, etc.) plantea que el sistema nacional educativo es responsable de la formación de individuos para una sociedad justa e igualitaria, lo cual lleva a suponer que los sujetos que acceden a este sistema educativo lo hacen en igualdad de circunstancias. Existen, sin embargo, diferencias no sólo de género sino también étnicas, regionales y de grupos sociales que no son contempladas en la elaboración de estas leyes, acuerdos y programas educativos.

La omisión de estas diferencias, y la consecuente homologación de los sujetos en el sistema educativo es uno de los elementos que obstaculiza el cumplimiento del objetivo de una sociedad igualitaria, puesto que no dan cabida al planteamiento de propuestas específicas de apoyo para la permanencia y la eficiencia terminal de las y los estudiantes que se encuentran en situación de desventaja.

En la IV Conferencia Mundial de la Mujer, la posición de México en relación con la superación de rezagos y generar mejores oportunidades de educación para la mujer fue: garantizar el acceso de la mujer a las oportunidades educativas, buscando enfrentar los rezagos existentes, propiciar su permanencia en todos los niveles del sistema educativo en pie de igualdad con el varón e incrementar su presencia en los campos técnico y científico.

En los últimos años, la participación de la mujer en la ciencia, la tecnología y las ingenierías ha cobrado relevancia debido a una mayor conciencia de los beneficios que su presencia en estas áreas aporta a la sociedad, sobre todo desde el punto de vista de los rendimientos económicos. Se han realizado varios estudios rigurosos para documentar esta situación, debilitando los prejuicios que afirman que la ausencia de mujeres en la ciencia, la tecnología y las ingenierías se debe a una decisión personal, más que a obstáculos de tipo institucional.

La UNESCO (1999) ha reconocido el tema de la participación de la mujer en la ciencia como un reto global. No obstante, en México, no se han diseñado políticas públicas que fomenten una mayor participación de la mujer en el campo de la ciencia y la tecnología, por lo que los esfuerzos son propositivos.

En el Programa Nacional de Ciencia y Tecnología 1995-2000, coordinado por el CONACYT, no se mencionaron políticas de género que contribuyeran a mejorar e impulsar el desarrollo de las mujeres dedicadas a la ciencia y la tecnología. No obstante, en la práctica se debe reconocer que el CONACYT ha tenido una participación activa en foros internacionales que abordan estos temas; como en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer. También se ha incluído la variable de género en algunas de las estadísticas que ahí se generan.

En documentos más recientes, llama la atención la falta de interés que despertó el tema de género, tanto entre quienes elaboraron el Plan Nacional de Desarrollo (PND) como el PECYT (Programa Especial de Ciencia y Tecnología). La subrepresentación femenina en la educación, la ciencia y la tecnología de México, además de ser un derroche, es una injusticia que impacta negativamente la consecución de los objetivos de equidad que tanto el Plan como el Programa Especial pretenden alcanzar. Se puede afirmar que en el campo de la ciencia y la tecnología en México no han existido políticas públicas específicas que fomenten una mayor inserción de la mujer, o la consolidación de aquellas que ya participan. A pesar de que, como se vio en los apartados anteriores, la matrícula de estudiantes en educación superior ya registra una participación femenina importante, sólo un porcentaje pequeño se inclina por el estudio de disciplinas vinculadas con la actividad científica y tecnológica. Mientras los esfuerzos sigan siendo individuales y aislados, nuestro país continuará a la zaga en materia de desarrollo científico y tecnológico, lo mismo que en la lucha por lograr mejores niveles de bienestar para su población.

Resulta entonces deseable que en los próximos ejercicios de revisión y modificación de los marcos jurídicos y normativos que rigen la actividad científica y tecnológica, lo mismo que la educación en México, se rescate el enfoque de género y se le dé su justa dimensión.

 

Conclusiones

Los datos presentados, aunque incompletos, permiten afirmar que no es sino hasta los albores del siglo XXI cuando la mujer mexicana empieza a tener acceso a la educación formal en todos los niveles. Asimismo, es en la última década del siglo pasado cuando la población escolar universitaria de sexo femenino tiene una tendencia sostenida de crecimiento y expansión. En esa última década, el crecimiento de la población femenina en educación ha sido más acelerado en términos porcentuales que el del sexo masculino, aún cuando los varones siguen representando más de la mitad de la matrícula estudiantil.

En el ámbito normativo, los cambios jurídicos no han encontrado una contraparte en las estructuras institucionales, en el acceso efectivo de las mujeres a la toma de decisiones y a puestos directivos, ni han logrado arraigarse como valores socialmente aceptados. En ciencia y tecnología la situación es más preocupante, pues los planes de desarrollo y reglamentos dirigidos a este sector no han incorporado la perspectiva de género en sus contenidos.

Afortunadamente ya existen estudios en el campo de la educación que han puesto el acento en asuntos como la coeducación; los patrones de socialización de niños y niñas en la escuela y los límites que éstos imponen al desarrollo de ellas; el análisis de estereotipos sexuales en los libros de texto; el estudio de las diferencias que se dan en actitudes, comportamientos y lenguaje de los y las docentes hacia niños y niñas en el aula, y la promoción y el potenciamiento de las mujeres para su ingreso y permanencia en carreras consideradas masculinas. Las maestras y maestros deben percatarse de la existencia de valores sexistas ocultos en las instituciones educativas y expresarlos frente al alumnado, a fin de crear mentes más críticas y abiertas.

Por último, es necesario adoptar medidas para garantizar la igualdad de la mujer en el acceso y participación en la toma de decisiones y en las estructuras de poder. No hacerlo sería continuar desaprovechando la oportunidad de contar con un capital humano calificado, cuyo potencial podría representar grandes beneficios para la educación superior, para diversos sectores de la economía nacional y, en especial, para la ciencia y la tecnología, sector donde los recursos humanos siguen siendo escasos.

 

Literatura citada

ANUIES. (Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior). Anuario Estadístico, Posgrado. México, 1999, 1998, 1997, 1996, 1995, 1994, 1993, 1992, 1991 y 1990.         [ Links ]

CONAPO (Consejo Nacional de Población). 1995. Situación Actual de la Mujer en México, Diagnóstico Sociodemográfico. XXXIII Periodo de sesiones: Comisión de Población y Desarrollo de las Naciones Unidas.         [ Links ]

CONAPO. Marzo de 2000. Situación de la mujer, desafíos para el año 2000. México.         [ Links ]

CONACYT (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología). 2001. Informe ejecutivo, 1971-2000. Treinta años del Programa de Becas-Crédito, Evolución, resultados e impacto.         [ Links ]

CONACYT, Academia Mexicana de Ciencias y Consejo Consultivo de Ciencias, junio del 2000. Programa Especial de Ciencia y Tecnología. México.         [ Links ]

Hammonds, E. M. 1996. Mujeres, Feminismo y Ciencias Naturales, Experimentales y Tecnológicas. In: Ortiz Gómez, T y G. Becerra Conde (eds) Mujeres de Ciencias. FEMINAE. Universidad de Granada. Instituto de Estudios de la Mujer. Granada, España.         [ Links ]

INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Estadística). 1990. XI Censo General de Población y Vivienda. México.         [ Links ]

INEGI-CONMUJER. 2000. Mujeres y hombres en México, México, 4a. Edición.         [ Links ]

Tovar, A. 1980. Las mexicanas en la investigación científica. In: FEM, Vol. IV No. 14. México.         [ Links ]

UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). 1990-1999. Agenda Estadística, México.         [ Links ]

 

Notas

1 Cf. Hammonds (1996).

2 CONAPO. Situación actual de la mujer en México..., Marzo de 2000, p. 10.

3 INEGI. XI Censo General de Población y Vivienda, 1990.

4 Cf. INEGI-CONMUJER. 2000. Mujeres y Hombres en México. Cuarta edición, México.

5 ANUIES. Anuario Estadístico. 1997. Población Escolar en Licenciatura en Universidades e Institutos Tecnológicos, México 1997.

6 INEGI. Estadísticas Educativas de Hombres y Mujeres, 2000. p. 47.

7 Cf. CONAPO-FNUAP. Las Mujeres en el Sistema ..., 1995.

8 UNAM, Agenda estadística 1999.

9 CONAPO, Situación de la Mujer..., 1995.

10 CONAPO. Situación de la Mujer..., 1995. p. 14

11 INEGI. Estadísticas Educativas de Hombres y Mujeres, 2000.

12 CONAPO, Situación de la Mujer..., 1995.

13 Datos tomados del Informe Ejecutivo 1971-2000, treinta años del Programa de Becas-Crédito. Evolución, Resultados e Impacto. Conacyt, Academia Mexicana de Ciencias y Consejo Consultivo de Ciencias. México, 2000.

14 Ciencias de la salud y educación y humanidades son dos de las seis áreas de estudio en que se dividen los estudios de posgrado. Las restantes son: ciencias naturales y exactas, ingeniería y tecnología, ciencias agropecuarias y ciencias sociales y administración.

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License