Introducción
Este artículo se deriva de una investigación más amplia sobre Álamos, Sonora, que parte de elaboraciones teórico-metodológicas para descifrar el sentido de ciertas imágenes arquitectónicas que conforman una versión de "lo mexicano", entendido como un conjunto de prácticas y representaciones arquitectónicas realizadas y compartidas por la colonia de turistas extranjeros que han establecido su segunda residencia en Álamos. Aquí se intenta interpretar ese imaginario de lo mexicano, a partir de la conformación de un modelo que sirva de muestrario de las intervenciones en los inmuebles, para lograr un espacio habitable para extranjeros, sobre todo, estadounidenses en esta pequeña ciudad del noroeste de México, que es un destino turístico.
Para hacer una primera aproximación, se seleccionó un caso significativo que sirviera para aplicar el imaginario como modelo de muestrario de lo mexicano, a partir de ciertos elementos arquitectónicos para configurar el imaginario de lo mexicano. La pregunta principal que dirige esta investigación es ¿cuáles son las representaciones del imaginario de lo mexicano en la arquitectura de las casas de los extranjeros? Asimismo, se averiguará si esos elementos que ellos incorporan son coherentes con el "estilo colonial mexicano". Para responder a la pregunta se elaboró la hipótesis de que dichos elementos se derivan de la tematización de "lo colonial mexicano", que plasman en sus casas y hoteles. Y que lejos de ser una práctica aislada, como se ilustrará aquí, con la propuesta de un modelo, cuenta con un innumerable abanico casuístico local y nacional, que se abordará en otra oportunidad.
Este artículo se divide en tres partes; la primera contiene la presentación del manejo conceptual y metodológico del imaginario. La segunda se dedica a la revisión del caso señalado para uso del modelo, del cual se desprende el análisis de los elementos figurativos, del significado que tienen para sus propietarios y, por ende, la explicación que brinda la inclusión de ellos. En la última se apuntan las reflexiones sobre el ejercicio propuesto, a manera de conclusiones.
El imaginario y sus representaciones en la configuración arquitectónica
Castoriadis definió el imaginario social como las representaciones sociales encarnadas en sus instituciones (1983, 168), señaló la idea de un imaginario social instituyente, en el que volcó el sentido de la institución, donde tanto ésta como las significaciones imaginarias sociales son coherentes y recíprocas. Es decir, la sociedad es una cuasi totalidad cohesionada por las instituciones: lenguaje, normas, familia y modos de producción, y por las significaciones que encarnan: tótems, tabúes, dioses, dios, polis, mercancía, riqueza y patria, entre otros (Castoriadis 1997). Las significaciones le dan sentido a las instituciones que representan en la sociedad y las hacen verbales, visuales y táctiles volviendo tangible lo intangible en el imaginario, de una manera perceptible y manifiesta, de forma espacial y evidente.
El imaginario social es la manera singular de concebir el mundo, propio de una sociedad particular (Castoriadis 1989); está formado de elementos indivisibles compartidos por cierto número de individuos, y se ubican en un espacio social y temporal. Además, el imaginario del que habla Castoriadis (1983, 10) no es imagen de, sino es creación incesante y esencialmente indeterminada (social-histórica y psíquica) de figuras, formas e imágenes socializadas.
En esta socialización es donde la sociedad es un magma de significaciones imaginarias que le dan sentido a la vida colectiva e individual. Por consiguiente, la socialización no es más que la entrada -y el funcionamiento- en ese magma instituido de significaciones sociales (Castoriadis 1983, 246). La esencia del imaginario es fundamentalmente social, ya que a partir de lo colectivo es como se conforma y trasciende a los individuos, se impone y dota a la psique de significaciones,1 en una sociedad que es en sí un conjunto de significaciones sociales imaginarias, en las cuales la sociedad no es un conjunto, ni un sistema o jerarquía de conjuntos (o de estructuras), sino un magma y magma de magmas (Castoriadis 1989, 106 y 288).
De acuerdo con Castoriadis, en esas significaciones, encarnadas en las instituciones, que buscan el orden en lo imaginario social, se considera que éste tiene la capacidad de instituir, trasformar y otorgarle sentido a los sucesos, no como hechos o realidades sino como interpretaciones de ellos, al estar dotados de significados sociales en el imaginario colectivo.2
Cuando en la sociedad no existe un imaginario exterior, son las significaciones imaginarias las que lo dotan de sentido, y pueden intervenir "desde fuera", ya que "donde no había nada, devino el nosotros" (Castoriadis 2005, 64). Los imaginarios sociales serían las representaciones colectivas que rigen los procesos de identificación social y con los cuales se interactúa en las culturas propias, y se convierten en modos particulares de comunicación e interacción social. Todas estas manifestaciones del imaginario social hacen que las instituciones, como el lenguaje y la familia, se reconozcan y tengan un sentido exteriorizado.
A partir de las reflexiones y los análisis de otros estudiosos, el concepto de imaginario social se ha categorizado y diversificado según connotaciones diferentes, para utilizarlo en el análisis de expresiones globales; aquí se aplicará en lo relativo al imaginario turístico que, al igual que el social, es el conjunto de comportamientos y expresiones dotado de significaciones estructuradas en un espacio y tiempo, pero en materia de turismo.
Hiernaux define los imaginarios turísticos como "aquella porción del imaginario social referido al hecho turístico [...] cuya construcción es compleja [...] intervenida por la transferencia tanto de las impresiones subjetivas captadas a través de experiencias de vida, como de datos recogidos de otras personas o medios de difusión [...] Llamamos imaginario turístico a todas esas manifestaciones del proceso societario de viajar" (Hiernaux 2005, 8). Esos comportamientos que son del hacer de los extranjeros, o en el lugar definido para la actividad vacacional en sus diversas modalidades. Son estas expresiones y comportamientos remitidos en el imaginario social turístico las que interesa reconocer y estudiar como tales, en el comportamiento de los extranjeros y las elucidaciones de sus significantes, en sus signos y los códigos que conforman en su imaginario como individuos sociales con prácticas turísticas.
Ahora, para reconocer estas prácticas en un conjunto de signos y símbolos que conforman el imaginario social turístico (IST o IT), se usará el mismo imaginario como herramienta metodológica, y también los trabajos de otros estudiosos que están empleando al imaginario social, desde una funcionalidad de sistema de imágenes, como lo describe Maurizio Vitta (2003, 67), en una "especie de retícula construida por las expectativas, voluntades, miedos, aspiraciones, creencias y convicciones ampliamente compartidas por lo individual o lo colectivo".
Ese sistema de imágenes se utiliza como un conjunto de significaciones imaginarias, para reconocerlas y categorizarlas en un imaginario social específico que, de acuerdo con Vitta, se usará como herramienta en tanto categorización de ese conjunto de signos que se pueden reconocer como un código o lenguaje, así como el concepto de imaginario social de Castoriadis, y en sus implicaciones en las prácticas turísticas. Esto, al entender al imaginario como forma de concebir al mundo social en un momento histórico (Castoriadis 1989) en el mundo actual; como un enlace entre la concepción temporal del mundo y la cultura visual de la actualidad, donde un objeto es imagen y mensaje, porque se dota de significado, mediante la interiorización de la representación del imaginario (Rojas 2006).
Con Maurizio Vitta y Miguel Rojas se ve al imaginario como un sistema en el que los individuos -en el marco de su colectividad- se forman expectativas, voluntades, miedos, aspiraciones, creencias y convicciones compartidas, impregnadas de imágenes que les dotan de significado y representación. Este sistema se trasmite a través de signos, formas, pinturas, fotografías y edificios, entre otros. Si el imaginario social es un sistema que recoge imágenes dotadas de significantes para un grupo de individuos en colectividad, a las imágenes que se reconozcan desde la colectividad de las prácticas turísticas se le llamará IST.
Si para Castoriadis el mundo está hecho por gente que interpreta el discurso de los demás: "Para que éstos existan, primero es necesario que éstos hayan hablado, y hablar es ya elegir signos, dudar, rehacerse, rectificar los signos ya elegidos -en función de un sentido [...]" (1983, 239). Es decir, "porque todo lo que se nos presenta en el mundo social-histórico está indisolublemente tejido con lo simbólico" (Castoriadis 1983, 201). En esa interpretación de la narratividad de los signos, en estructura significante, es donde se propone a la arquitectura. El filósofo y antropólogo Paul Ricoeur (2002), en su análisis por una interpretación fenomenológica sobre la arquitectura, argumenta que ésta es para el espacio lo que el relato es para el tiempo; se convierte en una operación configuradora. Hay un paralelismo entre el acto de construir o edificar en el espacio, y el de narrar, donde el edificio equivale a la forma de configurar el relato.
Por lo tanto, el espacio construido consiste en un sistema de gestos, de ritos destinados a las mayores interacciones de la vida, donde esa narratividad arquitectural elabora el relato y lo hace público en su operación configuradora; lo dota de contexto en espacio y tiempo, como el edificio que narra pues éste, a través de la arquitectura, refigura el relato: es leído al punto de un intercambio de significaciones, lo pone en común,3 lo expone, lo enfrenta o incluso lo confronta con el espectador, en sus expectativas o aspiraciones del edificio, en retroalimentación de ese mensaje que relata.
El IST pretende encontrar, a partir de la arquitectura de los edificios/monumentos históricos, cómo los extranjeros representan un mensaje de lo mexicano, concepto que se define como lo perteneciente o relativo al país de México,4 pero la imagen de cómo luce o se ve o debería verse lo mexicano se refiere a un tipo de imagen ya instaurada, llena de significaciones, en la mente de quien la genera y proyecta.
La mexicanidad y lo mexicano son conceptos distintos, tanto para quienes los viven como ciudadanos, como para quienes los perciben como extranjeros residentes de México. Pero, más allá de esa imagen estereotipada o el arquetipo de lo que se puede considerar el retrato de lo mexicano, lo que interesa es la representación que el extranjero hace de lo mexicano en sus casas mexicanas; la forma en que configuran y construyen ese estilo de lo mexicano, desde los elementos arquitectónicos de sus casas, que corresponde al imaginario de lo que ellos consideran como lo mexicano. Porque cuando se habla de lo mexicano y de lo colonial mexicano no se refiere a la misma cosa, la primera atiende a la pertenencia territorial de un lugar determinado, el país de México, y la otra se llega a entender como la imagen clásica del México histórico; el que se da a conocer a través de la arquitectura de estilo colonial, en los inmuebles edificados antes del siglo XX, todo lo que representa al país antes de que se llamara México.5
Ahora bien, este estudio se ocupa de la arquitectura del lugar turístico, desde el edificio histórico, en esas casas monumentos y sus agregados, del estilo colonial que se les atribuye, y cómo estas arquitecturas representan la configuración del imaginario de lo que es mexicano para sus dueños. La arquitectura es el medio a través del cual los extranjeros plasman las imágenes que forman el imaginario que buscan trasmitir. Se convierte en el configurador del mensaje, de esa interpretación de lo colonial en sus hoteles.
El tema sobre el estilo y periodo colonial de construcción de estas casas se encuentra en discusión, por el anacronismo entre la época en que fueron edificadas, y periodo histórico de construcción, y el estilo arquitectónico.6 Lo que deja en duda la autenticidad originaria del periodo correspondiente en el levantamiento y el uso o agregado de ciertos elementos arquitectónicos en estas casas, que se mencionará más adelante.
En los últimos años, la autenticidad arquitectónica en sí misma es un asunto que se ha discutido ampliamente, y que tiene varias directrices cuestionables, debido a la tendencia en la actividad del turista posmoderno, de buscar estos lugares con temas sobrepuestos en los escenarios urbanos (MacCannell 1979) que, como se mencionó, no se trata de una práctica aislada, sino que se remite a otros casos que sugieren atención más detallada en otro momento.
Es posible observar a los extranjeros que adquieren propiedades, catalogadas como monumentos históricos, y las usan como hoteles, en donde plasman y exponen su imaginario de lo que les representa lo mexicano. Casi como si fueran coleccionistas, ellos no sólo se apropian de un souvenir pequeño, sino que bien podrían otorgarle esa categoría a sus casas, al convertirlas en este tipo de objetos, a manera de una "museificación" de la arquitectura (Solà 2006); en esos edificios o monumentos (faros de la memoria) o en las ruinas (testimonios de un genérico devenir del tiempo), que son despojados de su valor cotidiano al pertenecer a un catálogo de monumentos, y entran así a un nuevo mercado de valores: el de los objetos elevados a la consideración genérica, universal y abstracta de las ruinas, las obras de arte o los documentos históricos (Riegl 1987).
Al echar mano de la semiótica de Umberto Eco se trata de lograr una aproximación de la decodificación del relato en el edificio; en esa imagen del México colonial, en las representaciones arquitectónicas que hacen los extranjeros. Iuri Lotman (2003) concibe el edificio y sus elementos como textos arquitectónicos, ya que a través de éstos se concreta el pensamiento de quien lo materializa. Al mismo tiempo, la arquitectura es la forma que expresa la idea que tiene del mundo quien lo concibe y expone como tal. El edificio es convertido en imagen, que resulta un texto factible de ser leído e interpretado. La semiótica de la arquitectura decodifica sus elementos, es un fenómeno cultural y por lo tanto un medio de comunicación masivo sujeto a una posible interpretación colectiva (Eco 1986).
A los edificios seleccionados, que también son monumentos históricos, se les interpreta observando la arquitectura como el microcosmos del espacio físico de la geografía humana, y el anacronismo de las representaciones como montaje de la reconstrucción de la memoria (Didi-Huberman 2006), o de lo que esos propietarios extranjeros muestran como mexicano desde sus casas. Se pretende llegar a una aproximación del imaginario de lo mexicano analizando el conjunto de imágenes y sus significados, descifrando la narratividad de la arquitectura como hecho urbano, identificando el sistema de imágenes y decodificándolas, para leer y retroalimentar el relato del edificio desde lo que los extranjeros representan como mexicano.
El imaginario como herramienta metodológica
Para usar el imaginario como herramienta metodológica, el enfoque aquí es el conjunto de signos constitutivos del imaginario de lo mexicano.7 Al respecto, el doctor en filosofía y letras, Juan Luis Pintos (2005, 42), afirma que la funcionalidad de los imaginarios sociales está en que reducen la complejidad de los procesos sociales y sus representaciones, a través de su estabilización en una explicación global, y a su vez permiten la intervención en esos procesos sociales.
Ahora, en esa aproximación por sistematizar los elementos de lo mexicano, para configurar una lógica de explicación del imaginario, se intenta encontrar las coincidencias de imágenes en conjunto, en un modelo8 o arquetipo de los elementos de lo que los extranjeros consideran como mexicano. Es decir, se trata de configurar un modelo que sirva de referencia en la identificación de las variables/elementos arquitectónicos, de esa proyección del imaginario de lo mexicano. Si se considera al imaginario social como el conjunto de imágenes que formulan el mensaje del imaginario de lo mexicano, los que lo representen serán los elementos arquitectónicos como un código, que lo codifican, y lo explican por medio de algunas fotografías que deriven en un lenguaje visual.9
Umberto Eco (1986) menciona a la arquitectura como un medio de comunicación masivo susceptible a ser leído e interpretado. Al reconocerla como un código que trasmite un mensaje, que se puede entender, en algunos aspectos, a través de los elementos del proceso de comunicación, los extranjeros plasman las imágenes que forman el imaginario que trasmiten en sus casas, y ese código arquitectónico se convierte en el puente trasmisor de ese mensaje, entonces se puede hablar de un lenguaje semiótico, posible de decodificar y leer.
Desde esa perspectiva, hablar de términos como codificar, mensaje y decodificar, se refiere directamente a un proceso de comunicación y los elementos que lo componen.
En esa simplificación y explicación global de la que habla Pintos, se ubica a los elementos arquitectónicos de los inmuebles como el conjunto de signos que engloban el imaginario de lo mexicano para los extranjeros. Al colocar ese mensaje en el modelo de comunicación de David K. Berlo (1984), en sus componentes más básicos: emisor-mensaje-receptor, éstos se pueden explicar de la siguiente manera: la arquitectura se sitúa como un fenómeno comunicativo (medio trasmisor de un mensaje); al propietario del inmueble como emisor (quien trasmite el mensaje) y al edificio como el medio de trasmisión (como el canal). En este último se codifica el mensaje, a través de los elementos arquitectónicos (como codificador), los cuales trasmiten el mensaje (el imaginario de lo mexicano) codificado y perceptible de manera visual por los que visitan, recorren, o notan el inmueble.
En esta ocasión se revisará un inmueble según los siguientes criterios de selección: a) en lo general, por sus características como edificio monumento histórico y parte del catálogo nacional de bienes inmuebles del INAH; también por estar ubicado dentro de los márgenes de la zona declarada de monumentos históricos, en el centro de la ciudad y b) por las características pertinentes para el estudio del imaginario de lo mexicano y la posibilidad de armar un caso que sirva de modelo de ese imaginario, como ejemplo de su máxima demostración en elementos arquitectónicos, y otro caso que sirva como la aspiración a ese modelo de imaginario.
Así, los elementos que resulten explicativos o demostrativos de ese imaginario de lo mexicano en las imágenes se complementarán con la argumentación de las entrevistas y los datos que resulten, con agentes clave y actores sociales, como los propietarios y promotores del inmueble, cronistas e historiadores de la ciudad, autoridades municipales y los arquitectos de la Sección de Monumentos del Centro INAH Sonora, quienes operan como las autoridades regulatorias y encargadas de cuidar la conservación de los edificios comprendidos en la zona de monumentos históricos.
Las casas, monumentos históricos en Álamos, Sonora
En este artículo se eligió a Álamos para analizar el imaginario de lo mexicano, que en este caso se hará en un inmueble. Se aplicará el tratamiento teórico y metodológico, a través de la propuesta de modelo de lo mexicano, para que ayude a revisar los conceptos y a analizar el imaginario, en conjunto con las representaciones de las imágenes del inmueble seleccionado.
Álamos, Sonora: Pueblo Mágico del norte de México
El estilo arquitectónico de Álamos es considerado de tipo colonial y, acorde con datos del ayuntamiento, su fundación data del siglo XVIII. Su composición urbana es a lo que se llama "de trazo de plato roto", por la distribución no uniforme de sus calles, que principalmente circulan en torno a la plaza y templo principal, ubicados en el centro histórico. La arquitectura se describe como homogénea, y se distinguen dos tipos de esquemas: a) una edificación antecedida hacia la calle por portal, característica de los siglos XVII y XVIII y b) construcciones sin este elemento, propio de la etapa porfirista de los siglos XIX y XX. En ambos esquemas los materiales de construcción son la piedra y el adobe para muros y los troncos de amapa,10 para los techos que sostienen trasversalmente vara real, blanca o enladrillado y terrado en ambos casos (Diario Oficial de la Federación,DOF 2001).
Álamos es la única ciudad del estado que cuenta con una declaratoria de zona de monumentos históricos, en la cual están catalogados al menos 200 inmuebles en la lista de catálogo del INAH, que se encuentra en actualización constante. Esta zona de monumentos es el foco de atención de esta investigación, al contener los edificios históricos que interesan para el estudio del imaginario de lo mexicano, los que son propiedad de extranjeros residentes. Se puede decir que la ciudad mantiene un tejido de construcción armonioso debido, en gran parte, a la intrusión de ese turismo extranjero de segunda residencia, en su mayoría estadounidense, que a su vez ha logrado cohesionarse en colonia en el centro.
El interés por estudiar a Álamos se debe a lo siguiente: a) forma parte del programa Pueblos Mágicos desde 2005; b) es considerado parte de ese nicho de extranjeros residenciados11 y c) cuenta con una zona de monumentos históricos, declarada como patrimonio cultural de la nación por el INAH. Todo esto, ante ese proceso de representación, en la imagen de lo mexicano de época colonial, que difunden las arquitecturas de sus inmuebles.
En el año 2000 se publicó en el DOF el decreto que enumera los 179 inmuebles que conforman la zona del centro histórico para Álamos.12 A decir del documento, estos edificios se legitiman como parte del patrimonio cultural de la nación, y quedan protegidos en la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos: "la cual dispone que es de utilidad pública la investigación, protección, conservación, restauración y recuperación de los monumentos [...]" (DOF 2001, 82).
En la declaratoria se marca que "para efectos de la relación de obras que conforman la zona de monumentos de Álamos, estos comprenden edificaciones civiles relevantes de un periodo de construcción entre los siglos XVI y XIX, según constancias fehacientes en expediente abierto de cada una a cargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia".13 Estos inmuebles y elementos de construcción son los que dotan de esa imagen colonial a Álamos, como un lugar histórico y con valor patrimonial cultural edificado,14 tanto por instituciones nacionales (el INAH y el Instituto Nacional de Bellas Artes) como internacionales.15
Ahora resurge la inquietud por estudiar la imagen que se supone deriva de un imaginario de lo mexicano, representado en los elementos configurados como parte de ese patrimonio edificado, como lo cataloga el INAH, y ahora parte del escenario que proveen, como casas monumentos históricos de Álamos. Por lo tanto, se vuelven más latentes las siguientes preguntas: ¿se puede identificar un imaginario de lo mexicano en los elementos arquitectónicos de las casas de Álamos, propiedad de extranjeros?, ¿qué coincidencia guardan esas figuras, que infieren el estilo mexicano colonial, en los hoteles de extranjeros, en esa imagen de lo mexicano que parecen trasmitir?, y ¿es posible desagregar esa imagen de lo mexicano, en los elementos arquitectónicos que presentan, de forma que permita prefigurar un sistema de imágenes que derive en la explicación de ese imaginario?
Ahora, para poner en práctica lo señalado, y propiciar un acercamiento a la identificación de ese imaginario de lo mexicano, en ciertos elementos de las casas de Álamos, propiedad de extranjeros, se realiza este ejercicio de exploración, a través de un inmueble, para proponerlo como modelo. Primero fue construido como casa habitación privada, luego pasó a ser público y patrimonial en la categoría monumental, por medio de la catalogación como monumento histórico, a través de la declaratoria como parte de la zona de monumentos históricos y, por último, al uso comercial, al operar como hotel hasta la fecha; para lo que fue remodelado y ampliado por sus actuales dueños extranjeros.
Ejercicio de exploración: caso de estudio del Hotel Hacienda de los Santos como propuesta de modelo del imaginario
Por la calle Francisco I. Madero, una de las entradas principales de Álamos, se llega al centro histórico, y topa con la Benito Juárez, justo frente a la plaza de armas. A unos pasos, detrás del templo, se localiza la calle Molina, sobre la que se encuentra el Hotel Hacienda de los Santos, que es la propuesta de modelo y, sin lugar a dudas, es el más lujoso, costoso y majestuoso de la ciudad que, por su ubicación, está catalogado como monumento histórico de la nación. De acuerdo con datos oficiales del catálogo nacional de bienes inmuebles, su construcción data del siglo XIX;16 está clasificado como resort de lujo, cuenta con amenidades como spa, área para mini golf, salón de eventos, restaurantes y bar y tiene habitaciones sencillas, suites y villas. Las propiedades que lo componen fueron adquiridas por partes, desde 1985, por James Hardinger Swickard, originario de Illinois, Estados Unidos.
En el hotel se ofrece a los visitantes un recorrido arquitectónico por la infraestructura y espacios que forman parte de la Hacienda de los Santos. Se narra que la decoración y estilo fue encargado a una diseñadora de interiores de San Miguel de Allende, Guanajuato, y las intervenciones de construcción corrieron a cargo del arquitecto Fernando Almada, originario del municipio de Navojoa, Sonora, según el proyecto elaborado con los planos y gustos de los actuales propietarios.17
El nombre Hacienda de los Santos corresponde a su estilo de decoración, hay imágenes de santos por las áreas del inmueble, y es el tema definido para la imagen del hotel (todas las habitaciones llevan nombres de santos), así como su descripción, propia de una hacienda. El inmueble comprende el lote 4 de terreno, de la manzana 066, como aparece en el listado de monumentos,18 que componen la zona de monumentos históricos de Álamos. Esta extensión se distribuye entre el área pública: la entrada principal muestra la recepción y una alberca frontal al centro, que está rodeada por las habitaciones.19
En la actualidad, el hotel cuenta con varias áreas que componen su vasta oferta. Además del lote 4, tiene otros dos contiguos laterales con acceso al público, que abarcan de la calle Molina hacia la Yáñez, y los ubicados en la parte trasera, después del arroyo Agua Escondida. El resto es privado, para uso exclusivo de los huéspedes. Estas áreas públicas y privadas se comunican a través de un pasillo estrecho, casi como un túnel, que une las secciones, para ofrecerles un desplazamiento discreto y acogedor a los hospedados en la "casa amor", como se denomina al área contigua donde están las habitaciones, suites y villas, y que cuenta con diversas áreas de descanso y esparcimiento, como albercas, espacio para juego de golf y el spa, por mencionar algunos.
Al final de la entrada principal, por la alberca central, hay un portón de madera, que se abre para descubrir un puente de piedra, que pasa sobre el arroyo Agua Escondida, es el enlace entre la hacienda y un jardín de agaves, que sirve como patio para eventos, alrededor del cual se ubican las demás áreas sociales del hotel: el restaurante Santiago, el café Agave, la cantina de Zapata, el teatro Almada, un gimnasio y la fuente Molina.
Todos los días a la 1 de la tarde un guía del hotel ofrece un recorrido arquitectónico, en el cual se muestra a detalle cada sección a los visitantes, y explica la historia. En la narración cuenta que en un principio el hotel era una hacienda, construida por un español con el título nobiliario del barón de las minas de plata, a finales del siglo XVII, época de fundación de Álamos. Justo donde hoy se ubica la fuente Molina o de los Sapos, dicen que había un molino de agave que producía tequila y que incluso en ese espacio, que servía de destilería, se albergó en algún momento, a manera de escondite, al célebre revolucionario Francisco Villa, y en conmemoración de esa anécdota se construyó ahí la cantina Zapata.
Sin embargo, ninguna fuente oficial respalda estas historias, ni hay evidencias históricas de algún tipo. Hasta este momento, tampoco los dueños han tenido la intención de corroborar, a través de algún documento o testimonio local, esas historias o la fecha de construcción del inmueble, como lo marca la placa colocada en la entrada principal. Por el contrario, en los datos con los que cuenta el Ayuntamiento de Álamos y el cronista, referente a los propietarios anteriores y la reconstrucción del inmueble, la fecha registrada es de 1901, y en sus reportes descalifican la mayoría de lo narrado en ese recorrido por el hotel.
En el registro de mediados de la década de 1980, las propiedades que hoy conforman el Hotel Hacienda de los Santos aún pertenecían a las familias Terminel y Salazar, que se las vendieron a los esposos Swickard, quienes las adquirieron con el fin de convertirlas en hotel. Hasta mediados de los años ochenta, fecha en que los Swickard compraron esa primera casa, los propietarios del inmueble principal, identificado con el número 8 de la calle Molina, eran estadounidenses.
La idea de la reconstrucción, remodelación y decoración de los inmuebles en un hotel de lujo fue completamente de sus dueños, quienes les dieron la imagen actual. De la misma forma, las fuentes oficiales aclaran que, si bien es cierto que había un molino en la parte trasera de la casa, se trataba de uno de masa y no de agave, como relatan sus dueños actuales:
Los propietarios han creado esa historia, habiendo constancia de que esa casa, a principios del siglo pasado era propiedad de la familia Terminel, y de que fue casi totalmente destruida por un incendio ocurrido en abril de 1901, siendo poco tiempo después reconstruida por su antigua propietaria, Guadalupe Otero de Terminel, por lo que ese edificio tiene escasos cien años de existencia (Holguín 2010).
El cronista e historiador de Álamos, Juan Carlos Holguín Balderrama, relata que la parte de la entrada principal del hotel, pertenecía a la familia Terminel y el complejo que se conoce como "la casa amor", era de la familia Salazar. El terreno de la parte trasera, donde en efecto estaba el molino de masa, perteneció en un principio a la familia Murillo González y antes a don Ángel Almada: "Entonces los Swickard, dueños del hotel, unieron todas las casas para hacer el conjunto Hacienda de los Santos modificando totalmente los inmuebles originales".20
Los elementos arquitectónicos de lo mexicano en el caso de estudio
Los elementos arquitectónicos que interesa identificar y categorizar en el Hotel Hacienda de los Santos son los que correspondan a la conceptualización del imaginario de lo mexicano. Y se pueden observar varios que son peculiares, como su distribución espacial arquitectónica y el uso de materiales de construcción, el diseño, el estilo, y el color, por mencionar algunos.
La entrada principal del hotel recibe al visitante con una fuente de cantera, ubicada al inicio del patio central, frente a la alberca. Así, su distribución parte de ese patio, y las recámaras están alrededor del resto del inmueble.21 En los techos de las recámaras y los pasillos hay estructuras con vigas de madera, así como chimeneas de materiales similares y pintadas de colores recurrentes, en cada una de las áreas sociales y en las recámaras. El tipo de vegetación y ornamentos de jardín se describen como de estilo colonial, y corresponden al del resto de las casas de Álamos, según los dueños de la Hacienda de Los Santos.22
De esta forma se puede empezar a identificar los siguientes elementos arquitectónicos recurrentes, y clasificarlos como espaciales, estructurales y ornamentales:23 a) en los espaciales, el orden de distribución de los inmuebles es centralista; b) en los estructurales, las vigas están expuestas en los techos, el grosor de los muros es similar al del tipo de construcción anterior al siglo XIX, las rejas en las ventanas rematan con punta de flecha, los ventanales son amplios, casi hasta el suelo; c) en los ornamentales, hay chimeneas en cada área habitacional, ya sea social o privada, fuentes de cantera, albercas, figuras religiosas y se usa el ladrillo y la cantera en recubrimientos y adornos. Los colores en la decoración, son de gamas primarias y sus variaciones: azul, amarillo, rojo y blanco, como tonos predominantes. Se colocan vigas de madera, en la parte interior de los techos, tratando de emular a las de amapa que se usaban en las primeras construcciones de Álamos. El material principal de las puertas es la madera.
El modelo de lo mexicano
Al revisar los elementos en la breve clasificación anterior, el Hotel Hacienda de los Santos cuenta con características factibles para ser utilizado como un arquetipo de los elementos figurativos de lo mexicano, ya que son constantes en todas las áreas del complejo. En la entrada se revela una fuente y una alberca, y en "la casa amor" hay otras dos albercas, chimeneas en cada área y en las recamaras. Cabe mencionar que estos elementos no son originales ni típicos de las construcciones de las casas de Álamos sino, por el contrario, son parte de ese aporte de las intervenciones de las remodelaciones que los extranjeros encargaron a sus residencias al momento de adquirirlas.24 Lo mismo ocurre con las figuras de cantera, las vigas de madera en los techos y demás figuras de decoración, que adornan esa imagen de lo mexicano, retratada en materiales de colores primarios, en gamas poco diluidas.
Debido a la vasta extensión de la hacienda, y al despliegue evidente de la considerable inversión económica en su decoración, el hotel está cargado de piezas decorativas como estatuas, adornos, cuadros y demás atavíos ornamentales por cada rincón, en las recámaras, salas, pasillos, restaurantes y estancias; desde su entrada y recepción, hasta los jardines y, en general, por todo el conjunto hotelero. Esta gran variedad de elementos, con características que hacen referencia a lo mexicano, resume toda una indumentaria revestida de preconcepciones, que son las que se puede suponer que el residente extranjero entiende como la mexicanidad. Estas alusiones a los elementos ornamentales son las que sirven en este estudio como punto de referencia para la categorización de esas imágenes, que infieren la que tienen del México histórico los extranjeros en Álamos.
Para la aplicación del caso como modelo del imaginario de lo mexicano,25 se reconocen los siguientes aspectos en el Hotel Hacienda de los Santos:
• Los elementos arquitectónicos recurrentes son de tipo ornamental: fuentes, chimeneas, albercas, figuras religiosas y alusivas/temáticas de lo mexicano, el uso constante de los colores azul, amarillo, rojo y blanco, y de materiales como cantera, ladrillo y madera, en figuras y detalles de decoración.
• Estos elementos se encontraron repetidos al menos dos veces.
• Los propietarios describen a la Hacienda de los Santos como de estilo colonial y que fue construida a finales del siglo XVII, como una de las primeras haciendas del municipio.26
• El estilo de la construcción y la decoración no corresponden con los registros oficiales en la historia del municipio. Toda su estructura, como se conoce hoy en día, es de un proyecto de finales del siglo XX, prevista por los propietarios actuales.
• Los elementos descritos y presentados como representativos de lo mexicano son de parte de los dueños.
• Por estas razones, lo demostrado en los elementos arquitectónicos ornamentales y en los narrados (la historia que crearon sus dueños en la presentación de su hotel), convierten a la Hacienda de los Santos en ese modelo del ideal o máxima aspiración de la representación del imaginario de lo mexicano del extranjero en Álamos.
Las características aquí detalladas marcan los parámetros para la propuesta, en la aplicación del modelo del imaginario de lo mexicano; otorgan la posibilidad de cuantificar y categorizar los elementos de ese imaginario por tipo (ornamental), con los criterios de uso de ese modelo. En la búsqueda por coincidencias - de esos elementos- en otros inmuebles, al encontrar al menos cuatro de los aquí mencionados, a éste se le puede englobar como parte del imaginario de lo mexicano.
Una aproximación al imaginario de lo mexicano en Álamos, Sonora
Después de la descripción del caso de estudio, el siguiente paso es tratar de describir el imaginario de lo mexicano en las arquitecturas del Hotel Hacienda de los Santos, como el arquetipo o modelo de ese depositario de imaginario (véase Figura 2).27
Los elementos arquitectónicos que aparecen en la Figura 2 son los que resultaron como indicadores en el cruce de los datos recabados de las entrevistas con los dueños y encargados del inmueble, y de parte de las autoridades municipales y federales, del Ayuntamiento de Álamos y del INAH, por sus coincidencias y relevancia, en la descripción del hotel. Así, éstos formarán parte del conjunto como objetos atómicos, que engloban las prácticas del cómo representan los extranjeros, desde su imaginario, lo que consideran mexicano.
Ahora, para identificar el concepto del imaginario social, se resume que se trata de una concepción colectiva, que se materializa en las prácticas y es perceptible y verificable en la socialización de ellas. También es un punto de partida, de inclusión o exclusión de otros grupos, que comparten o no ese imaginario.
Sobre esto, se deduce que el imaginario se trata también de un mensaje, que se manifiesta en las prácticas sociales de un grupo de individuos. Se define como un mensaje porque es una expresión socializada, en este caso en esas arquitecturas, como el medio por el cual se expone a la vista, hacia los receptores que perciben el inmueble, en esos elementos recurrentes de lo mexicano. La propuesta de enlazar a la arquitectura como comunicadora y portadora de la imagen del imaginario de lo mexicano, está en la forma materializada de las prácticas de sus emisores, los extranjeros, de las imágenes figurativas de lo mexicano, en los elementos descritos.
A lo que se llama imaginario de lo mexicano es a ese atavío que parece un intento por mexicanizar un inmueble, en intervenciones de remodelación y estilo de decoración, impuestos en estas casas por sus propietarios extranjeros, que definen como parte del estilo colonial mexicano.
En una definición más puntual de la categoría del imaginario de lo mexicano, aparecen los elementos siguientes: a) los arquitectónicos de tipo ornamental, referidos como de estilo mexicano, recurrentes en el inmueble designado como caso modelo y en otros; b) los percibidos a través de la vista, en su exposición por los elementos estructurales de sus inmuebles, por los dueños extranjeros y c) los descritos como de estilo colonial mexicano por sus dueños y semejantes, otros residentes extranjeros de Álamos.
De lo anterior se deduce la imagen que compone el imaginario de lo mexicano, de los extranjeros, a través de los elementos arquitectónicos enlistados en el apartado El modelo de lo mexicano.
A su vez, ese imaginario de lo mexicano es materializado en las prácticas sociales de estos turistas residenciales, en la repetición y recurrencia de los elementos arquitectónicos y sus características, como un mensaje configurado que al mismo tiempo es un lenguaje semiótico, entendible y reconocible, decodificado como lo mexicano, por otros extranjeros y como lo no típico de Álamos, por algunos locales, como las autoridades municipales y el INAH.
Respecto a la aplicación del modelo en los casos de estudio, se propone que se implemente cuando ocurra lo siguiente en la revisión de los inmuebles: a) compartan más de cuatro elementos de los detallados en el apartado El modelo de lo mexicano; b) se describa como de estilo colonial por sus dueños y c) cuenta con más de cuatro elementos ornamentales coincidentes con la Hacienda de los Santos.
Conclusiones
A partir de un enfoque sociológico, Álamos cuenta con características particulares para considerarse como un caso de estudio amplio en el tema del turismo. Se encontró que en la ciudad existe un turismo del tipo de segunda residencia, principalmente estadounidense, cuya afluencia comenzó a aumentar a mediados de los años cincuenta, con el traslado de extranjeros a "la capital de la cultura en Sonora", o "la ciudad de los portales", como se le suele llamar al municipio.
Álamos cuenta con la categoría de Pueblo Mágico desde 2005, que supone la asignación de recursos para impulsar la actividad turística en obras de infraestructura y desarrollo de festivales, así como con una declaratoria de zona de monumentos históricos, en el año 2000, que involucra a las majestuosas residencias que ocupan el centro histórico del municipio y algunos alrededores, como edificios patrimonio cultural de la nación. Estos dos reconocimientos se le otorgaron a la ciudad muchos años después de que se instalara una colonia de extranjeros.
A finales de los años cuarenta, William L. Alcorn, proveniente de Pensilvania, Estados Unidos, se topó, en su trayecto por Sonora, con esa localidad, que tenía los atributos de haber sido una de las ciudades más prominentes del estado. Alcorn encontró un punto de oportunidad para el mercadeo de esas edificaciones -cabe mencionar que fue el primer estadounidense en operar un establecimiento de lujo para los visitantes de Álamos: el Hotel Los Portales, y su familia aún es dueña de una de las inmobiliarias más prominentes del lugar-. Los esfuerzos de Alcorn y de otros de sus compatriotas pusieron a la ciudad en el foco de atención del turismo residencial, en su mayoría estadounidense, ante la majestuosidad de las casas conformadas de manera armoniosa alrededor de la plaza, en el marco de las calles empedradas y de un ambiente tranquilo.
Al hacer un recuento de lo expuesto aquí y de las reflexiones que deja este primer ejercicio de acercamiento al imaginario de lo mexicano, es posible adelantar que en términos de la propuesta por utilizar el imaginario como herramienta metodológica se definió un modelo para contabilizar los elementos arquitectónicos, a fin de que permitan identificar al conjunto de prácticas de la imagen del imaginario que se estudia.
A partir del concepto de Daniel Hiernaux (2009) se identificó a los extranjeros en Álamos, como turistas residenciales,28 que los conceptualiza como los que poseen residencias en el lugar turístico. Se encontró que ellos trasmiten ese imaginario de lo mexicano, lo comunican en las representaciones arquitectónicas de sus hoteles. Aun cuando se podría pensar que al adquirir un inmueble mexicano no sería necesario mexicanizarlo, para que luzca como lo que ya es de origen. Sin embargo, a este grupo de extranjeros, participantes de ese imaginario, al parecer le resulta necesario ese "atavío de lo mexicano", tal vez para reconocerlo y compartirlo como tal, por otros similares, que comunican esa imagen de lo mexicano en sus inmuebles.
En el The Alamos guidebook,McGee y Hamma (2001) describen que las rejas en terminación de punta de flecha son típicas y únicas de esta zona del norte de México. Sin embargo, el cronista, Juan Carlos Holguín Balderrama, contradice esta afirmación, cuando menciona que estas protecciones no se utilizaban en la ciudad, sino hasta que fueron agregadas por los estadounidenses, cuando adquirieron sus casas.
De la misma forma, en el Hotel Hacienda de Los Santos se agregaron fuentes, albercas y chimeneas, que no se contemplaban en la construcción de las casonas de Álamos, sino hasta mediados de los años cincuenta, con la inclusión de los extranjeros, quienes permanecían en el municipio como residentes por temporadas largas o de manera definitiva. Ellos adquirieron residencias en Álamos y comenzaron a realizar esas intervenciones.
Estos datos fueron corroborados por los arquitectos de la Sección de Monumentos Históricos del INAH en Sonora, encargados del catálogo de inmuebles de Álamos. Los especialistas afirmaron que gran parte de como lucen las casas hoy en día se debe a las reconstrucciones, que se han hecho a gusto de los actuales propietarios, y sin verificación, ni autorización por parte de las autoridades competentes para realizarlas.29
Al hacer evidente aquí la pregunta sobre los elementos que se proponen como modelo de lo mexicano, se confirmó lo relatado por el cronista y el Ayuntamiento de Álamos que, en efecto, ninguna de las casas contaba, en su proyecto original, con alberca ni chimeneas (INAH Sonora 2014).
El arquitecto John Messina (2008), académico de la Universidad de Arizona, relata su primera visita a Álamos y lo describe como: "De una trama urbana colonial y preindustrial muy intacta de espacios activos públicos, galerías, patios sombreados, exuberantes vegetaciones y casas coherentes definidas por las aceras de la calle. Arquitectos estadounidenses cruzan océanos o viajan miles de kilómetros por el continente a experimentar esa forma urbana".30
Al principio del libro, Messina hace énfasis en que se enteró de la existencia de Álamos por comentarios de compatriotas que ya eran residentes en la ciudad;31 explica cómo ellos se habían encargado de restaurar el estado colonial y preservar la tipología de la casa alamense, como él mismo la define en uno de sus capítulos. En la perspectiva de Messina, la casa alamense tiene influencia portuguesa y mudéjar, e incluso en una de sus páginas ilustra con una imagen una reja de hierro forjado (parrilla de ventana), como muestra de los excelentes trabajos de artesanía decorativa de ese material, que Álamos ha tenido durante sus más de 300 años de historia.32