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Polis

On-line version ISSN 2594-0686Print version ISSN 1870-2333

Polis vol.6 n.2 México Jul./Dec. 2010

 

Reseñas

 

Zapatistas sin fronteras. Las redes de solidaridad con Chiapas y el altermundismo

 

Mario Zaragoza Ramírez*

 

Guiomar Rovira, México, Era, 2009, 304 pp.

 

* Egresado del posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, asistente editorial del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Correo electrónico: <zaragozaramirez@gmail.com>.

 

Cuando pareciera que el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el movimiento por los derechos de los pueblos indígenas en Chiapas han perdido reflectores y pasado al olvido luego de 16 años, aparece Zapatistas sin fronteras. El libro de Guiomar Rovira retoma las viejas discusiones y apoyos del movimiento en el sureste mexicano pero con una particularidad que brinda relevancia al tema: su desarrollo a través de la Internet desde los primeros años del conflicto hasta la actualidad.

La interacción del EZLN con las nuevas tecnologías de información y comunicación es fortuita y de alguna manera espontánea, ya que son principalmente los periodistas que cubren la fuente y los ciudadanos nacionales y de otras latitudes quienes al solidarizarse con el movimiento consolidan un espacio que difunde a gran escala la lucha contra la injusticia y el gobierno mexicano, que emprendieron los zapatistas en 1994.

Con el auxilio de herramientas como la Internet, el movimiento zapatista cobró interés y trascendencia internacional, fue reconocido como el primer movimiento en contra de la globalización y decenas de intelectuales y miembros de organizaciones no gubernamentales hicieron sentir su apoyo a los insurgentes de la selva Lacandona a través de correos electrónicos, señala Rovira. Además, se le debe reconocer el mérito de haber sido el primer movimiento de insurrección que hizo uso de la tecnología y de las redes informáticas, lo que sólo podría ocurrir en un mundo globalizado.

La obra de Guiomar Rovira realiza un extenso y documentado recorrido por la historia del levantamiento zapatista; recurre a diarios y libros de científicos sociales que analizaron a detalle el movimiento, así como a boletines oficiales y a la opinión de los principales involucrados.

El libro consta de cuatro capítulos y un colofón que contiene las consideraciones finales. En primer lugar, la autora reconstruye el contexto socio-histórico-político de México en 1994, hace un recuento de los principales involucrados y, por supuesto, reseña el nacimiento, detonación y conflictos del EZLN. Ubica como protagonista al propio movimiento, al ejército zapatista, a los comandantes y a las comunidades chiapanecas. Hace énfasis en la esencia zapatista que da cuerpo a un movimiento que no busca el poder político ni tiene un dirigente único, sino que representa la lucha del pueblo por la igualdad y justicia para los indígenas.

Recapitula, a través de una extensa revisión hemerográfica, los detalles de la insurrección, lo que deja claro que 1994 fue un año particular para el acontecer nacional pero, sobre todo, para el sistema político mexicano.

En el segundo capítulo, la autora señala la importancia que tuvo la creación de las redes de solidaridad con Chiapas y el zapatismo. Estos primeros apartados guían al lector a través de los principales acontecimientos y actores sociales involucrados desde el inicio de la lucha armada el primero de enero de 1994, hasta el año 2006, con la creación de La Otra Campaña, sin dejar de lado el acontecer temporal del movimiento. En particular, repara en la conformación de una idea de red que se construye gracias a los avances tecnológicos que permitieron dar visibilidad al ejército y al movimiento chiapanecos, los cuales tuvieron resonancia directa en los círculos intelectuales de Latinoamérica y Europa. En efecto, el movimiento recibió el apoyo de figuras como José Saramago, Noam Chomsky, Manuel Vázquez Montalbán, Alain Touraine, Eduardo Galeano y Pablo González Casanova, entre muchos otros. Estos reconocidos intelectuales se manifestaron a favor del EZLN pero, sobre todo, de los pueblos indígenas de Chiapas.

Un elemento cuya importancia se muestra desde el título mismo del libro es la Internet, herramienta que permitió al movimiento librar las fronteras de México y hacerse presente en el resto del mundo. Resalta el caso de Justin Paulson, estudiante del Swarthmore College de Pennsylvania, en Estados Unidos, quien poco después de la aparición del EZLN aprovechó su conocimiento informático para crear un sitio web destinado a difundir noticias y material informativo sobre el conflicto armado (p. 72). Al despertar y mantener la atención de los cibernautas, el sitio se confirmó como una de las primeras redes de apoyo para el movimiento chiapaneco y también se constituyó en una de las fuentes informativas de mayor confiabilidad al respecto.

De ahí parte el análisis en el que Rovira busca enfatizar a lo largo de 238 toda la obra: si los zapatistas no son los orquestadores y mucho menos los usuarios de esas redes electrónicas, ¿por qué cobra vigencia o relevancia el movimiento en la red de redes? La respuesta se va desarrollando en los capítulos tercero y cuarto, donde la autora retoma la discusión teórica del activismo cibernético y sus implicaciones.

Si bien las comunidades en la Internet, como algunas otras, se sustentan en las identidades que comparten sus integrantes, en los rasgos y elementos que los unen, es conveniente referirnos a ésta como una membresía, informal o no, a comunidades de índole muy variada (Trejo, 2006), que en algunos momentos permitió al zapatismo ganar adeptos. Sobre todo en situaciones críticas, como la masacre de Acteal en diciembre de 1997, que agravó el conflicto. Sin embargo, ese mismo apoyo se desvaneció con el andar del tiempo.

Quizá como una aspiración cosmopolita de los usuarios de la Internet por informarse de lo que sucede a su alrededor, o como una reacción ante las posibilidades que brinda la red, el hecho es que resultó innegable la solidaridad y la respuesta inmediata de los interesados que aprovecharon el medio, haciendo un uso social de la tecnología.

La Internet -es decir, la tecnología- no suple por sí misma la falta de información, ni alienta la participación política del ciudadano común; tampoco resuelve el conflicto armado ni sus injusticias. Es su uso social el que permite pensar en la tecnología como una opción que potencia la expresión de opiniones libres, en tanto que la simple información de la misma realidad puede lograrse por otros medios.

La tecnología puede contribuir a ejercer la ciudadanía, como sucedió con el apoyo al movimiento zapatista, que encontró en la Internet el medio idóneo para trascender fronteras y darse a conocer como el primer movimiento en contra de la globalización de manera internacional, luego del levantamiento en armas de enero de 1994.

La información por sí sola no genera conocimiento; la diferenciación entre los procesos de comunicación e información permite entender que los medios de información no producen conocimiento por sí mismos, difunden mensajes que son la materia prima del saber, pero el con-saber sólo se logra hasta que esto implica generar conocimiento, razonar (Pasquali, 1972).

Por ello, a pesar de los avances tecnológicos no se puede afirmar que gracias a la Internet el movimiento zapatista sigue vivo y en camino a ser reconocido por el gobierno mexicano. La tecnología por sí misma no resuelve el problema, pero promueve o plantea soluciones.

Los avances que se tuvieron gracias a la herramienta son los elementos que nutren las páginas del libro. Es notable lo que el avance tecnológico pudo hacer por el movimiento zapatista: llevarlo de la selva chiapaneca, en el olvidado sureste mexicano, al mundo entero, a la solidaridad de la intelectualidad europea, latinoamericana, estadounidense y, por supuesto, la nacional.

Explica Rovira:

Con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información, las cámaras digitales, los teléfonos móviles y la extensión del uso de Internet, el poder mediático se ve de alguna forma resquebrajado. Los grandes consorcios mediáticos ya no tienen el control definitivo sobre las versiones de lo que ocurre. Miles de datos y testimonios se pueden difundir por la red contraviniendo el poder de la censura o impugnando la verdad oficial, con mejor o peor suerte" (p. 69).

En nuestros días, todos podemos ser productores y/o emisores de información. Gracias a la tecnología estamos en posibilidad de difundir inmediatamente lo que consideremos relevante (Castells, 2007). Los llamados mass self communication son medios construidos por las audiencias para las audiencias.

Sin duda, la Internet se ubica como uno de los recursos tecnológicos que permiten pensar en la democratización de la información: "... es un medio interactivo y, a pesar de todos los matices en cuanto a sus usos y las contradicciones propias de su origen en una determinada matriz cultural, permite que los activistas asuman cada vez más el papel de periodistas o documentalistas de sus propias acciones y protestas" (p. 70). Por ello, no son sólo los zapatistas quienes difunden la información en su beneficio, también son las personas que se encuentran cerca, lo que fomenta entonces ese apoyo, a todas luces necesario.

La actitud del Estado mexicano -que se acerca más al desdén que a la búsqueda de soluciones de fondo- parece alentar el apoyo internacional y nacional; la apuesta por el uso social de la Internet y la solidaridad con el zapatismo fue una acción que quizá evitó una represalia más contundente de los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León y Vicente Fox Quesada a las comunidades de apoyo y a los involucrados directamente en el movimiento zapatista.

Tanto para los activistas como para miembros de la sociedad civil, en Internet, el uso del e-mail, las listas de correos electrónicos, el chat, el forwardeo, o el acceso a las páginas web llenas de hipervínculos o links permiten navegar entre muchas propuestas. Los activistas encontraron en esa tecnología un recurso para desarrollar procesos de extensión, contacto y movilización, puesto que comunicarse es imprescindible para poder llegar a ciertos acuerdos para actuar. Internet permite que circule la información de muchos a muchos a pesar de las distancias geográficas, a bajo costo y a una velocidad casi instantánea" (p. 70).

Sin embargo, la web no fue creada de manera expresa para el activismo político. Debe tenerse en cuenta que su primera intención fue la de fungir como herramienta de intercambio de datos en medios militares en contextos bélicos. Queda muy claro, pues, que el objetivo se centra en la difusión de información.

La Internet toma fuerza en el mundo occidental como un medio que además de permitir la comentada extensión de la información, constituye una ventana al entretenimiento y ocio nunca antes vista; provee a los usuarios una gama casi infinita de contenidos y los mantiene interconectados o, como ahora se dice, en línea. De manera que la prioridad de sus usuarios no es la revolución o la transformación social. Pero la realidad, más allá de los propósitos iniciales, ha demostrado que existen ciudadanos con el entusiasmo e interés necesarios para conseguir un entendimiento a través de la red electrónica. Los activistas han usado la técnica para incidir socialmente, para hacer de la información su mejor aliada y pensar en la solidaridad con ciertas causas, de modo específico, con el zapatismo.

Las redes sociales han existido desde antes de la Internet, ésta sólo potenció sus posibilidades y, por ello, la causa del EZLN, que además -tal como lo señala el texto en cuestión- es una causa que despertó un fuerte sentimiento de solidaridad, se extendió hasta lugares a los que habría sido imposible llegar sin esa herramienta. Estados Unidos, la Unión Europea, el sur del continente americano... todos ofrecieron y dieron su apoyo, llevando en el corazón a Chiapas.

Esto nos muestra que la Internet no soluciona por sí misma los problemas, no es la panacea tecnológica. En síntesis, la reunión de personas con intereses mutuos no comenzó, de modo alguno, con los sitios en la world wide web. Pero, sin lugar a dudas, la informática ha dado mayores posibilidades a aquellos que así lo buscan.

Guiomar Rovira cita a Octavio Islas y Fernando Gutiérrez, quienes señalan: "... acostumbrados a ejercer en México efectivas formas de presión sobre el desempeño informativo de los medios de difusión convencionales, los responsables de la política internacional y de la comunicación social del gobierno fueron francamente sorprendidos en un frente inédito para ellos: el de Internet" (p. 76). Un medio que, como se dijo líneas atrás, permite socializar información, generar contenidos y, por supuesto, solidarizarse con la causa deseada.

Lejos de la censura que enfrentan los medios tradicionales, la Internet, por sus propias características, representa la herramienta cuyo uso podría generar lo que en el caso de este libro se propone como hipótesis: un apoyo solidario y un reconocimiento a lo sucedido en Chiapas desde el interior hacia fuera; pero también desde lo foráneo.

Explica el texto: "Internet no había resultado entonces el caballo de batalla que permitiría la libertad total ni la construcción de una 'ciudadanía global' capaz de imponerse a las arbitrariedades del poder" (p. 274). Sin embargo, era temprano quizá para un medio como ése; en 1994 el desarrollo de la conexión inalámbrica aún era un anhelo, pero hoy sus alcances y algunas de sus pruebas muestran que la tecnología realmente puede emplearse desde la posición que convenga para intereses varios; en este caso, para apoyar al ejército zapatista.

Dicho apoyo se manifestó de diferentes maneras. Rovira explora y narra cuidadosamente el entusiasmo por el zapatismo de figuras del rock como Zack de la Rocha, vocalista de la banda estadounidense Rage Against the Machine, que se caracteriza por su mensaje contestatario, así como otros músicos nacionales que organizaron actos en apoyo de las comunidades afectadas por la lucha armada en contra del Estado mexicano.

Lo anterior podría parecer intrascendente, pero el texto hace el recuento de algunas manifestaciones artísticas de solidaridad que se lograron y consolidaron a través de la información difundida por la Internet, reconociendo el esfuerzo zapatista.

El texto concluye con un apartado sobre el optimismo que la Internet ha generado entre aquellos preocupados por la transformación social para el bienestar de los muchos, para quienes se solidarizaron con el EZLN y hacen de la tecnología su aliado para difundir información de primera mano o recurrir a la protesta sin estar físicamente cerca del conflicto.

Esta modalidad suscita la desconfianza de la autora, y lo que llama la "utopía tecnológica"; en el capítulo final emprende la discusión al preguntarse ¿es realmente la Internet la ventana que dará paso al cambio social y generará la añorada ciudadanía global? La primera respuesta que brinda con el caso zapatista parece evidenciar una afirmación contundente; sin embargo, es precavida al explicar que todo entusiasmo que encumbre a la red global es acaso más inútil que fetichizar algo para luego desecharlo.

Lo dicho en la presente reseña busca atar hilos de coincidencia con el libro y señalar que la Internet por sí misma no puede ser la respuesta. Es el uso social lo que determina su posible eficacia. "La red no asegura el éxito de una sociedad civil global ni más posibilidades que las acciones y los símbolos que los actores logren construir colectivamente. Pero tampoco condena a nada" (p. 279). Las características globales, de inmediatez, de acceso, de generación de contenidos e incluso de facilidad, son las que hacen que la llamada Red de redes se erija como una solución en nuestros días para las preocupaciones comunes.

Zapatistas sin fronteras apuesta por una ciudadanía interesada y participativa que haga un uso social de la tecnología; sin embargo, antes de culpar o fetichizar a la Internet como el medio que consolidará tal hecho, resulta fundamental considerar que primero debe apuntalarse una noción incluyente y generadora de consensos de eso que los científicos sociales ubicamos como sociedad civil o sujetos de acción social.

 

Bibliografía

Castells, Manuel 2007 "Communication, power and counter-power in the Network Society", en International Journal of Communication, publicación electrónica, vol. 1, pp. 238-246, disponible en: <http://ijoc.org/ojs/index.php/ijoc/article/viewFile/46/35>         [ Links ].

Pasquali, Antonio 1972 Comunicación y cultura de masas, Caracas, Monte Ávila Editores.         [ Links ]

Trejo Delarbre, Raúl 2006 Viviendo en el Aleph. La sociedad de la información y sus laberintos, Barcelona, Gedisa.         [ Links ]

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