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Polis

On-line version ISSN 2594-0686Print version ISSN 1870-2333

Polis vol.4 n.2 México Jul./Dec. 2008

 

Artículos

 

Identificación partidaria: apuntes teóricos para su estudio

 

Partisan identification: theoretical notes for its study

 

Jesús Aguilar López*

 

* Doctor en Estudios Sociales–Procesos Políticos por la UAM–Iztapalapa. Realiza una estancia posdoctoral en El Colegio de México. Es miembro del Colegio de Estudios Sociales de Aguascalientes, AC. Correo electrónico: <jesuspolitologo@gmail.com>.

 

Artículo recibido el 15 de octubre de 2007.
Aceptado el 20 de junio de 2008
.

 

Resumen

A partir de una revisión del concepto de identificación partidaria a través de las diferentes corrientes del comportamiento electoral se distinguen tres dimensiones básicas: construcción, dirección y fuerza de la identificación partidaria. De ello se ocupa este texto. De este mismo análisis se desprende la necesaria convergencia de los diferentes enfoques que han escudriñado el comportamiento electoral, pero sin caer en el eclecticismo acrítico. Asimismo, se propone un índice para medir la dimensión fundamental de la identificación partidaria: la fuerza.

Palabras clave: identificación partidaria, dirección de la identificación partidaria, fuerza de la identificación partidaria, comportamiento electoral, cambio político.

 

Abstracts

Based on a review of the concept of partisan identification across the different tendencies of electoral behavior, the essay arrives to three basic dimensions: construction, strength and partisan identification direction. It highlight's of the need for convergence of the different approaches that have analyzed electoral behavior, but without falling to an uncritical eclecticism. It also proposes an index to measure the fundamental dimension of partisan identification: force.

Key words: partisan identification, direction of partisan identification, the strength of partisan identification, voting behavior, political change.

 

Introducción

El escaso avance en la investigación referente al comportamiento electoral y, en particular, de la identificación partidaria en México, responde a una condición que hasta hace poco caracterizó a nuestro sistema político: autoritario y con un partido hegemónico. Esto provocó que prácticamente todos los estudios en este ámbito se abocaran a la investigación de la naturaleza de este tipo de sistema político. Por lo tanto, no se planteaba la necesidad de abordar otro tipo de hechos, como el comportamiento de los ciudadanos en relación con otros actores políticos que no fueran el presidente de la República y su partido, ejes del sistema político nacional.1

El nuevo sistema político, que se puede definir de forma tentativa como prodemocrático, ha hecho necesario considerar problemas que en aquel entonces no se planteaban, por ejemplo: ¿por qué votan y cómo votan los ciudadanos? ¿A qué causas responde su comportamiento electoral? ¿Por qué votan por un partido y no por otro? Y lo que más interesa en este momento de cambio político: ¿cuál es la identificación partidaria de los ciudadanos? ¿Cómo se construyen las identidades partidarias entre los diferentes grupos sociales? ¿Qué factores influyen en esta identificación partidaria y cómo lo hacen? ¿Qué tan fuerte es la identificación partidaria de los ciudadanos?

El tema de la identificación partidaria se inscribe en los estudios de comportamiento electoral. Hace alrededor de 10 años, Juan Molinar Horcasitas y Rafael Vergara Tenorio hicieron el esfuerzo por agrupar el desarrollo de la investigación electoral en dos grandes ramas: una descriptiva y otra analítica, con la intención no sólo de describir sino de explicar las decisiones electorales (Molinar y Vergara, 1998: 211–251). Estos autores observaron dos limitaciones importantes en el estado y las perspectivas de desarrollo de las investigaciones electorales. En primer lugar, "... en vez de que se diera un proceso lineal de acumulación académica, los cuatro enfoques alternativos continúan sus propias agendas de desarrollo, a veces sin tener mucho contacto entre ellas y a veces entremezclados en un fuerte eclecticismo, pero sin que se planteen en el horizonte esfuerzos unificadores o competitivos" (Molinar y Vergara, 1998: 214). En segundo término, Molinar y Vergara anotaron que la acumulación sistemática de datos agregados de información electoral en general era incipiente y el acopio de datos individuales por medio de encuestas no respondía a proyectos académicos integrados, y la que se hacía se encontraba dispersa y de difícil acceso para los investigadores. A una década de distancia, este diagnóstico sigue siendo vigente en el sentido de la necesidad de crear espacios que sean receptores y divulgadores de información, a fin de facilitar el estudio del fenómeno que nos ocupa en este artículo y en muchos otros.

 

Identificación partidaria: identidad, identidad social e identidad política

La utilización del concepto de identidad en el campo político es deudora, en lo fundamental, de las tesis provenientes de la teoría psicoanalítica. Para esta teoría, la identidad no es otra que la manera en que un determinando individuo adquiere una fisonomía particular a través de su identificación con otro u otros sujetos. En términos psicológicos, la identificación se concibe como un proceso "...mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste, [de tal manera que] la personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones" (Laplanche y Pontalis, citados en Gutiérrez, 2001: 15).

Para comenzar a definir el concepto de identificación partidaria, se señala, en primer lugar, que por identidad se entenderá "... la representación que tienen los agentes (individuos o grupos) de su posición en el espacio social y de sus relaciones con otros agentes (individuos o grupos) que ocupan la misma posición o posiciones diferenciadas en el mismo espacio. En cuanto representación de un sí mismo o de un nosotros socialmente situados, la identidad es esencialmente distintiva, relativamente duradera y tiene que ser socialmente reconocida" (Giménez Montiel, 1995: 42).

De esta definición se desprenden tres funciones básicas:

• Función locativa: significa que la identidad permite a los agentes autoubicarse y orientarse por referencia a las coordenadas del espacio social.

• Función selectiva: se deriva del carácter operativo de las representaciones sociales y significa que la identidad selecciona, en función de los valores que le son inherentes, el sistema de preferencias de los agentes sociales y, por lo mismo, sus opciones prácticas en el campo de las posibles delimitaciones por la posición social que ocupan.

• Función integrativa: implica la posibilidad de integrar las experiencias del pasado con las del presente, en la unidad de una biografía incanjeable (tratándose de identidades individuales) o de una memoria colectiva compartida (tratándose de identidades colectivas) (Giménez Montiel, 1995: 42).

La identidad así entendida se remite a una identidad social, la cual implica un proceso de construcción material de sentido social, es decir, como una construcción simbólica en el sentido amplio del término. Se tiene entonces que la cultura es, por así decirlo, el cuerpo de la identidad. "Así, cuando se da la concreción al concepto de cultura, se habla necesariamente de identidad: somos en razón de nuestra historia y nuestras prácticas, así como de nuestros productos, pero especialmente del sentido colectivo que éstos tienen para el grupo" (Aguado y Portal, 1992: 41–51).2

Se puede decir que el fenómeno identitario se caracteriza por la presencia de un juego de autodefiniciones y heterodefiniciones, en los que subyacen con frecuencia juicios de valor y, en todo ello, "... la cultura es la base de la que surgen tanto las marcas con las que se percibe y se juzga valorativamente lo propio y se distingue lo ajeno, como los elementos que, de acuerdo con el ethos, el sistema de valores y la visión del mundo intervienen en las percepciones y en los juicios. Así la cultura se encuentra en los cimientos de todo sistema de identidad, pero no constituye en sí misma el fenómeno identitario" (Flores Dávila, 1996: 19–20).

Hay que puntualizar que el concepto de identidad se emplea en varias disciplinas de las ciencias sociales, sobre todo en la filosofía, la antropología y la psicología.

Para el análisis político, el estudio de la identidad de los individuos es un aspecto importante, pues de ésta se deriva la forma en que cada sujeto se reconoce en determinadas imágenes, mediante la adopción de actitudes y comportamientos consecuentes con ellas. El investigador Roberto Gutiérrez (2001) afirma que la identidad política se presenta como una vía privilegiada para encontrar una base explicativa a la forma en la que se construyen las mentalidades políticas y, en última instancia, a la manera en que los individuos, los grupos sociales y las organizaciones políticas perciben y responden las preguntas básicas acerca del ser de lo político.

De manera general, se puede decir que las identidades de los sujetos políticos no responden a ningún tipo de predeterminación o de inmanencia, sino que se producen a partir de interacciones históricas y, por ende, cambiantes, en las que se encuentran en juego valores, normas, conocimientos y expectativas que pueden ser asumidos o rechazados (Gutiérrez, 2001).

La identidad o identificación política se define como el sentimiento que tiene una persona de pertenecer a un grupo, cuando esta identificación influye en su comportamiento político. La identificación es, entonces, un proceso por medio del cual una persona percibe que comparte características comunes con otra y, por lo tanto, adopta sus ideas, valores o conductas; puede ser consciente o inconsciente, y a veces la identificación con personas o grupos que se idealizan es producto de un mecanismo de compensación de las propias debilidades.3

Por otra parte, la identidad política viene a ser el centro importante para el estudio de la cultura política, pues en ella se sintetizan de manera heterogénea –y en ocasiones contradictoria– los valores, informaciones, juicios y expectativas de los individuos, los grupos sociales o las organizaciones políticas (Gutiérrez, 2001).

Hay que señalar que es probable que de todos los procesos psicológicos con una incidencia directa en el comportamiento político ninguno sea tan común como el de la identificación de la persona con un grupo, más allá de que dicho grupo sea de forma ostensible político o no. Desde un punto de vista político, la identificación alude al sentimiento de una persona de pertenecer a un grupo sólo cuando esta identificación influye en su comportamiento político (Martínez Silva, s.f.: 222).

La identidad política se conforma de opiniones, conocimientos, creencias, expectativas y valores que de manera eventual pueden ser contradictorios y que ayudan a entender la cultura política de una sociedad (Gutiérrez, 1996: 43–44).

Para el caso mexicano, Julia Flores afirma que en el proceso de formación de las identidades políticas el otro está constituido por varios referentes, entre los que destacan el Estado, el cual la mayoría de la población percibe como el gobierno, "la autoridad", las formas que adopta su actividad; "la política y aquellos que se ocupan de ésta: los políticos, referentes frente a los cuales los individuos que participan en un orden político –los ciudadanos– se definen y se distinguen" (Flores Dávila, 1996: 20).

 

Origen del concepto de identificación partidaria

Como se puede observar, el concepto de identificación partidaria se desprende de la definición de identidad política. El concepto de identificación partidaria se originó en Estados Unidos. Desde los años treinta, las técnicas de investigación que se desarrollaron en ese país han permitido llevar a cabo encuestas en relación con algún asunto en una muestra de personas seleccionada de forma cuidadosa y, a partir de sus respuestas, efectuar generalizaciones para saber cómo piensa al respecto un grupo mucho más grande. Esas técnicas resultaron muy útiles para conocer las razones en que se fundan las decisiones electorales y se prestó atención a lo que los electores tenían realmente en cuenta.4

En Estados Unidos, los estudios a fondo de las actitudes de los electores comenzaron en la campaña presidencial de 1940 y en un sólo condado (Erie, Ohio). En la campaña de 1948 se realizó otra encuesta en una sola ciudad (Elmira, Nueva York). Estas primeras investigaciones, que se realizaron originalmente con el fin de analizar la forma en que los medios de información modificaban las actitudes y la conducta de los electores durante una campaña, demostraron que el comportamiento de los votantes se relacionaba de manera más estrecha con factores a "largo plazo" como la afiliación a grupos sociales (iglesia, sindicatos, partidos políticos) y con las diferencias de clases sociales en cuanto ingreso, ocupación y educación. El enfoque de estos estudios era sociológico, ya que relacionó el comportamiento electoral con la afiliación a un grupo y con la posición social.

En los años de la posguerra, un grupo de especialistas en el comportamiento del consumidor del Survey Research Center (SRC) de la Universidad de Michigan en Ann Arbor, comenzó a estudiar el voto en las elecciones de 1948. En lugar de concentrarse en una sola comunidad, se entrevistó a una muestra nacional de estadunidenses; a éstos se les preguntó cómo habían votado en esas elecciones y por qué lo habían hecho en esa forma. El enfoque general que se empleó fue más bien psicológico que sociológico, pues la investigación se concentró en factores psicológicos que incluyeron la identificación partidaria, la actitud hacia los candidatos y los problemas políticos de una elección en particular.5

A partir de 1952 el grupo de Michigan proporcionó un análisis general y sistemático de cada elección presidencial. En 1960 cuatro de los eruditos del SRC –Angus Campbell, Philip Converse, Warren Miller y Donald Stokes– publicaron The American voter, con base en las elecciones de 1952 y 1956. En este estudio se introdujo de manera formal el concepto de identificación partidaria, cuya función original era explicar la estabilidad del sistema de partidos. Sin embargo, a lo largo de las investigaciones realizadas se ha convertido en un instrumento para conocer y estudiar el comportamiento electoral de los votantes.6

Para Ludolfo Paramio, la formulación de la teoría de la identificación partidaria es deudora de su tiempo, "... una época de excepcional estabilidad en las preferencias electorales en los Estados Unidos, que comenzaría con las elecciones de 1932 y se extendería hasta las de 1964, dos elecciones críticas que corresponderían a los choques sociales por la Depresión y el estallido de la cuestión racial, respectivamente... " (Paramio, 1999).

Por su parte, los investigadores Raymond Boudon, Francois Chazel y Paul F. Lazarsfeld, también pioneros en el estudio de la identificación partidaria, para el desarrollo del concepto de identificación partidaria propusieron la necesidad de remontarse al hecho de que la mayoría de los estudios acerca de la formación de la opinión y la decisión muestra la utilidad de distinguir tres tipos principales de procesos, los cuales serán útiles para estudiar la formación de la identificación partidaria en los individuos. Estos procesos son: a) determinadas actitudes se adquieren en una época tan precoz, que el único problema consiste en saber cómo se han podido conservar y mantener en la edad adulta (fidelidades políticas, por ejemplo); b) los intereses y las costumbres se adoptan durante la vida de un modo tan lento y progresivo que resulta imposible determinar el momento preciso en que el individuo las asume de forma definitiva (la adopción de actitudes radicales o conservadoras en política, por ejemplo), y c) ciertas decisiones se toman en un tiempo relativamente corto (éstas son las que se pueden estudiar desde su nacimiento y a lo largo de su desarrollo). El último proceso es el que permite estudiar de forma específica la decisión del voto en los individuos en el corto plazo, como el que corresponde a un proceso electoral.

Una técnica que se elaboró para el estudio de la formación de la decisión del voto durante la campaña electoral es la que se conoce como estudio de panel o técnica de panel. Ésta consiste en una muestra de individuos que se entrevistan en repetidas ocasiones, con el propósito de analizar las alteraciones, en un lapso determinado, de las actitudes, opiniones y conducta de los integrantes del panel y, por tanto, de la población que representan, por lo cual se les hace siempre la misma pregunta. Los estudios de panel rara vez sobrepasan las seis entrevistas y ponen de relieve las interrelaciones de muchas variables cambiantes. En ocasiones se utiliza este método en combinación con otro tipo de técnicas de investigación para aumentar la confiabilidad de los resultados. La técnica de panel se puede utilizar durante las campañas, con el fin de descubrir las modificaciones de actitud y de opinión durante un periodo determinado en ciertos grupos de ciudadanos, acerca de diferentes temas.7

Un aspecto que se desprende de los estudios de panel relacionados con el comportamiento electoral, según señalan Boudon, Chazel y Lazarsfeld (1970: 287–300) para el caso de Estados Unidos, es que la clase social a la cual pertenecen los individuos, la religión y la edad se correlacionan con la identificación hacia un partido y con la participación electoral.

Una reflexión, en todo caso, es que como en todo proceso de las diferentes áreas de las ciencias sociales, la evolución o desarrollo de las técnicas de investigación impactan en el desarrollo de las metodologías y la generación de teorías que permiten explicar mejor el fenómeno de la identidad partidaria.

 

El concepto de identificación partidaria

La identificación partidaria es el concepto central del modelo explicativo de la conducta de voto que se desarrolló en Estados Unidos durante los años cincuenta a partir de los estudios electorales nacionales que realizaron los investigadores de la Universidad de Michigan. El modelo se basa en variables de tipo psicológico y ha tenido una influencia inestimable en los estudios del comportamiento electoral, y aun cuando ha sido siempre objeto de polémica, se mantiene hasta el presente como una variable explicativa del voto de capital importancia.8

Al estudiar el comportamiento electoral, los autores de The American voter se encontraron con el fenómeno de la identificación partidaria y observaron que las preferencias partidarias de los estadunidenses se mantenían estables a través de las elecciones. Campbell y sus compañeros señalaron que la identificación partidaria aparece como una identificación psicológica, la cual puede permanecer sin que el ciudadano tenga una afiliación formal a un partido político. Estos investigadores, incluso, calcularon que cerca de 10 millones de estadunidenses presentaban un vínculo de identificación con alguno de los dos partidos políticos que existen en la nación (Campbell et al., 1960: 120–121).9

Para Richard Niemi y Herbert Weisberg, el principal descubrimiento de los investigadores de Michigan consiste en dos puntos esenciales:

• Así como las personas se identifican con grupos religiosos, raciales y étnicos, de la misma forma lo hacen con los partidos políticos.

• Tal como otros grupos, los partidos políticos tienden a ser bastante estables; así es que la lealtad partidaria es vista como un componente a largo plazo del propio sistema político.10

Los investigadores de Michigan diseñaron un modelo que combinó elementos sociológicos con factores psicológicos. En el centro de este modelo predicativo del voto se encuentra el concepto de identificación partidaria.

A partir de la revisión de la literatura acerca de la identificación partidaria, ésta se puede describir como un comportamiento político de los ciudadanos que se caracteriza por proporcionarles una serie de referentes que les facilita la formación de una determinada opinión, la cual se relaciona en cierta medida con la que adopta el partido político con el que existe una identidad. Los candidatos, propuestas y otros aspectos de las elecciones son matizados por la relación que tiene el individuo con su partido, pues considera las posiciones de éste muy similares a la suya. De manera específica, y una característica que es muy valorada para el análisis electoral, la identidad partidaria es un buen predictor de la participación electoral y, evidentemente, de la preferencia partidista de los ciudadanos. En otras palabras, el ciudadano que tiene elementos de una identidad partidaria, ahorra tiempo en la toma de decisión de por quién votar.11 Incluso se puede considerar, a partir de los resultados de diferentes estudios, que quienes tienen una identidad partidaria fuerte tienden a participar más en los procesos electorales en comparación con quienes manifiestan no identificarse con algún partido.12

En otras palabras, en el momento en que los ciudadanos desarrollan un vínculo afectivo hacia un partido político, esta identificación les permite asimilar información y tomar decisiones de una manera más sencilla. En cambio, aquellos que no se identifican con ningún partido político tendrán que invertir mayor tiempo y energías para asimilar el flujo continuo de información política.13

La identificación partidaria implica coincidencias valorativas entre el individuo y el partido correspondiente, pero influye en la percepción y evaluación de numerosos objetos políticos. Los individuos que han adquirido una vinculación permanente con un partido político tienden a conservarla, a pesar de que cambie la situación política, y sólo renuncian a ella cuando se producen acontecimientos decisivos (Gabriel, 1990: 166). Esta identificación partidaria fuerte puede ser lo que se conoce como el voto duro de los partidos políticos. El voto duro es aquel "...que permanece fiel a un partido en varias elecciones a lo largo del tiempo" (Martínez y Salcedo, 1998: 101). En este mismo sentido, el llamado voto duro es ". emitido por quienes son militantes y simpatizantes permanentes de un partido político, y que lo apoyan en las urnas independientemente de los candidatos y programas que ofrezca al electorado, o de la situación por la que atraviesa el país, porque tienen una alta identificación con él" (Martínez y Salcedo, 2000: 673–674).

Una de las características más relevantes de la identificación partidaria es el componente psicológico de la vinculación individuo–partido. Esta relación va más allá de una afinidad ideológica o programática, para convertirse en un lazo afectivo, un sentimiento de apego y de pertenencia (Miller y Shanks, 1996: 122). A pesar de que se ha demostrado que hay una fuerte relación entre la identificación partidaria y el voto, se considera que quien tiene una relación de identidad con un partido puede en determinado momento votar por otros partidos, sin que esto implique un rompimiento con su partido. Esto tal vez sea una de las ideas más ambiguas y que resultan más propicias para elaborar una crítica al concepto, sin embargo, se recalca el lado afectivo y no racional de la actitud política de los ciudadanos al desarrollar este vínculo.

Además, la identificación partidaria puede ser tomada y entendida como el reflejo del compromiso que tiene un individuo con su grupo social, religioso o étnico. Esto puede llegar a producir un sentimiento negativo hacia grupos que no comparten la misma identificación. En dado caso, se refuerza la identificación partidaria al existir antagonismo con la identificación de otras personas (Miller y Shanks, 1996: 120–121).

Cuando se habla de identificación partidaria, se alude no sólo a aquello por lo cual los individuos se vinculan psicológicamente con una institución política; es decir, no es sólo un sentimiento de afectividad, sino que los individuos ven representados sus intereses en determinado partido político. Al respecto, Karl Deutsch advierte: "Una de las verdades fundamentales de la política es que gran parte de ella ocurre en la búsqueda de los intereses de individuos o grupos particulares" (1976: 23). Cuando los individuos se preguntan: ¿cuál es mi interés?, su interrogante en realidad es: ¿en qué me beneficio yo? En general, "... el 'interés' de cualquier persona en una situación consiste en las recompensas que pueden derivar de ella" (Deutsch, 1976: 23).

Visto de esta manera, el grado de identificación partidaria en los ciudadanos dependerá de la capacidad de respuesta de los partidos políticos hacia los intereses y problemáticas de los diferentes grupos sociales. Los ciudadanos tenderán a identificarse con aquel partido político en el que vean reflejados sus intereses y preocupaciones, y que entre sus propuestas muestre la intención de satisfacer sus necesidades. Esto ofrece una pauta de explicación del alejamiento de los ciudadanos de la esfera de lo político, sobre todo entre los jóvenes: cuando los partidos políticos desestiman a los jóvenes, así como sus necesidades e intereses, éstos se alejan y se forman una visión negativa de la acción política.

En cambio, cuando se da una respuesta favorable a los intereses de los diferentes grupos sociales (jóvenes, mujeres, obreros, campesinos, etcétera), éstos tienden a identificarse o a fortalecer su identificación con un partido político en particular. Aunque aquí hay que recordar la particularidad de la identificación partidaria –que llega a ser hasta cierto punto irracional por su vínculo psicológico–, por el contexto regional, familiar, entre otros factores; es decir, los individuos pueden votar por un partido político que no responde a sus intereses, y aun así consideran que tomaron la decisión más acertada.

No hay que olvidar que la identidad partidaria se desarrolla en el terreno cultural, en la compleja interacción social que sostiene una persona, tanto con sus semejantes como con su entorno. A final de cuentas, la interacción con los objetos políticos también puede ser vista como la interrelación de los diferentes colectivos y no sólo del individuo.

El investigador estadunidense Paul R. Abramson resalta cuatro funciones de la identificación partidaria que se desprenden de la obra pionera de los investigadores de la Universidad de Michigan:

1. Contribuye a la formación individual de la opinión y de esa manera refuerza la capacidad de juicio político.

2. Influye en la decisión electoral de los individuos y en la distribución de los votos en el electorado en su totalidad.

3. Promueve la participación individual en la política y el nivel de la participación política en la sociedad.

4. Protege al sistema de partidos contra la aparición de nuevas fuerzas políticas y así estabiliza el sistema político en general (Abramson, 1983: 93).

Al estudiar las actitudes políticas de los estadunidenses, Abramson se dio cuenta que el fenómeno de la identificación partidaria (aunque puede ser definida como una actitud política) arroja bastante luz para detectar y definir las actitudes políticas de los ciudadanos (1983: 21–29). Este autor define a la identificación partidaria como una variable actitudinal que mide el sentido de la vinculación de un individuo con un grupo de referencia política, y señala que no es una medida de conducta, pues quienes se identifican con un partido no tienen que pertenecer a él de manera formal (1983: 91).Del mismo modo, anota que si lo interesante no es la dirección sino sólo la fuerza de la identificación partidaria de los individuos, se pueden utilizar varias categorías para medirla (1983: 92).

Otros autores han hecho también un extenso análisis de los nuevos problemas en la identificación partidaria, y han encontrado tres componentes básicos: dirección de la identificación partidaria, apoyo al sistema de partidos y compromiso político. Estos componentes se deben considerar para cada uno de los partidos (Niemi y Weisberg, 1993: 218).14

En el caso de Europa, las preferencias políticas se dirigen hacia las posiciones ideológicas de derecha e izquierda, antes que hacia un partido en particular. En sistemas multipartidistas, como el francés, sometidos a la variabilidad de las siglas políticas, resulta difícil que cristalicen preferencias hacia partidos concretos. En el imaginario colectivo del electorado existirán dos grandes espacios políticos, identificados como izquierda y derecha.15

En resumen, si se considera a la identificación partidaria como una actitud firme, de acuerdo con la formulación original de sus autores, se le permite que cumpla con dos funciones importantes:

1. Proporciona al individuo una guía para interpretar y asimilar la vasta información proveniente del mundo político, así como para evaluar candidatos y propuestas en tiempos electorales, a la vez que simplifica de manera eficiente el proceso de toma de decisiones.

2. En el ámbito del sistema político, presta un apoyo firme y predecible a los partidos políticos, pues proporciona una permanencia del sistema de partidos y evita cambios bruscos e inesperados, sin que ello signifique por fuerza inamovilidad.16

En la actualidad, el descenso de los porcentajes de electores con identificación partidaria se ha convertido en una tendencia general en la mayoría de las democracias occidentales. Los nuevos modelos que intentan explicar el comportamiento del voto en este nuevo contexto incluyen la teoría del desalineamiento y realineamiento partidista. En el momento en que los partidos políticos han caído en una crisis de credibilidad, pues no responden a los intereses de la población, la reacción de los ciudadanos en general es de un alejamiento (desalineamiento) o bien se van y depositan su confianza en otros partidos políticos (realineamiento). Estos dos fenómenos constituyen una respuesta a los grandes cambios políticos que ocurren en una sociedad.17 De acuerdo con la teoría de la identificación partidaria, por tratarse de una actitud firme, los cambios en ésta no son frecuentes. Sin embargo, se considera que grandes acontecimientos políticos, sociales o económicos pueden generar nuevas vinculaciones entre amplios sectores de la sociedad y los partidos políticos, con lo cual se inician procesos de realineamiento y desalineamiento partidista.18

Debido a que México es un país en el que han ocurrido de manera reciente cambios políticos hacia una democratización del sistema político, es natural, entonces, que los fenómenos de desalineamiento y realineamiento se presenten tanto en el ámbito nacional como en los regionales.

Por último, hay que hacer la distinción entre identificación partidaria y otros conceptos similares, como la simpatía por un partido, la intención del voto y la preferencia partidaria. La diferencia entre estos tres conceptos y la identificación partidaria radica en que en esta última existe un vínculo psicológico, con un marcado componente afectivo, mientras que los otros conceptos revelan una inclinación que puede ser transitoria y estar condicionada por las circunstancias propias de cada elección en particular. La identificación partidaria se considera como un factor de influencia a largo plazo, una fuerza que motiva al elector a una determinada decisión de voto, mientras que los factores de corto plazo no tienen suficiente impacto como para modificarla.19

Así es como se puede entender que a pesar de que la expresión simpatía partidaria hace alusión a una inclinación afectiva del individuo hacia el partido político, ella no considera la compleja relación que existe entre el individuo y la institución, y aún menos los factores que han propiciado y desarrollado el vínculo de tipo psicológico. En otras palabras, una persona puede tener simpatías hacia un partido político en una determinada elección, pero esta conducta difícilmente trascenderá más allá de la jornada electoral, y de hacerlo se tratará ya de un tipo de identificación partidaria y no sólo de simpatía.

De igual forma, los conceptos de preferencia partidaria e intención de voto reflejan sólo la voluntad de quien emite un voto, pero sin tomar en cuenta la interiorización de los valores e intereses que se encuentran en los individuos cuando éstos desarrollan una identificación con un partido político. Dicho de otra manera, el análisis de las preferencias partidarias se puede hacer atendiendo únicamente al resultado de las elecciones (es decir, los porcentajes de votación para cada partido), mientras que la identificación partidaria involucra un complejo número de factores.20 La identificación partidaria se caracteriza por una vinculación de los individuos con los partidos políticos, en tanto los primeros ven representados en los segundos sus propios valores e intereses personales o de grupo.

 

La identificación partidaria como una actitud política

Como ya se ha señalado, la identificación partidaria se define como una vinculación afectiva (psicológica) de los sujetos con los partidos políticos, por lo tanto, cuando se mide la identificación partidaria lo que se observa son actitudes políticas.

La actitud es un concepto utilizado en la psicología social, el cual hace referencia a un conjunto de creencias y sentimientos más o menos duraderos que posee una persona y que la predisponen de forma positiva, indiferente o negativa hacia otros individuos, situaciones u objetos que se manifiestan en un determinado comportamiento.

Jean Meynaud y Alain Lancelot exponen que, para un psicólogo social, "todo comportamiento, ya se trate de una conducta (comportamiento activo) o de una opinión (comportamiento verbal), es una respuesta a una situación. La actitud es la variable intermedia que permite explicar el paso del segundo al primero de estos términos" (Meynaud y Lancelot, 1965: 6). Según estos autores, la actitud es una disposición o más bien una preparación para actuar de una determinada manera.

Se debe tomar en cuenta también que "...la actitud es una disposición, es un principio de organización de los comportamientos en relación con un objeto o una situación y se forma y se modifica en el tiempo" (1965: 6).

Las actitudes políticas se forman, como es natural suponer, con relación a una situación política y se entenderán como un conjunto de experiencias particulares vividas por el sujeto, "...este aspecto de la realidad no puede ni debe separarse del conjunto de la situación a la que el individuo está confrontado, particularmente, de su contenido social y biológico, del ambiente colectivo y del ambiente corporal..." (Meynaud y Lancelot, 1965: 13).

Los diferentes factores que determinan las actitudes políticas se presentan a continuación.

1. El peso de las experiencias. Son numerosas y varían según la época y los países. Las más importantes son: a) la experiencia personal que el sujeto posee de la relación de autoridad en su vínculo recíproco con otro; b) la experiencia que el individuo tiene acerca de las diferentes cosas arriesgadas en la vida política y de los valores cuestionados del gobierno; c) la experiencia del sujeto respecto del régimen político con sus fuerzas constituidas, sus instituciones y sus leyes.

2. Influencia de los factores sociales. Se puede entender la situación social como la experiencia de un sujeto concerniente a: a) su pertenencia a un grupo (familia, clase social, religión); b) sus intereses socioeconómicos (ingreso, ocupación, lugar de residencia); c) la organización social (se refiere a los grupos con los que se asocia el individuo).

3. Parte del ambiente corporal. No resulta fácil su definición debido a la interacción permanente de los datos biológicos y psicológicos de los individuos. En este caso se observan tres elementos: a) la influencia de las características biosociales, como la edad; b) la influencia de los mecanismos reguladores de la vida y la salud; c) la influencia del carácter, considerado como la síntesis de muchos datos de la constitución de un individuo (Meynaud y Lancelot, 1965: 13).

En relación con lo anterior, en las actitudes se pueden encontrar tres tipos de componentes: a) el cognoscitivo, que comprende a las ideas, información o percepción que se tenga acerca de la persona, situación u objeto; b) el afectivo–emocional, que son los sentimientos de agrado o desagrado asociados a la persona situación u objeto en particular, y c) el conductual, que es la respuesta dada ante esa persona, situación u objeto (Meynaud y Lancelot, 1965: 13).

A estos componentes hay que sumar factores como el medio ambiente en el que se desenvuelve la persona, los medios masivos de comunicación, los grupos de presión, los líderes de opinión, entre otros, que influyen en la formación de las actitudes políticas de la población.

Si la identificación partidaria implica un cierto grado de compromiso psicológico del individuo hacia los partidos políticos, este tipo de compromiso se refiere a la posesión de una compleja estructura de actitudes, creencias y valores con respecto a un objeto –en este caso, los partidos políticos–, por lo que se puede esperar que quienes tienen mayor compromiso psicológico partidista se muestren más activos en este sentido.21

Para Abramson (1983: 51–66), una actitud –como la identificación partidaria– es un estado mental altamente estable, no demasiado cambiante, que si bien no es una conducta, sí parece influir en ésta. Este estudioso pone el siguiente caso: las personas con fuertes lealtades partidarias se comportan de manera diferente en comparación como lo hacen los partidarios débiles cuando se enfrentan con similares condiciones políticas. Agrega que cuando se pregunta cómo se aprenden o se adquieren las actitudes, se puede decir, de manera significativa, que los preadultos (es decir, los jóvenes) tienen las mismas actitudes políticas que sus padres.

 

La teoría de la acción racional y el voto retrospectivo

En la teoría de la decisión racional hay un intento por explicar la identificación partidaria como resultado de que el elector "ahorra" costos de información al guiarse por la reputación de los partidos para decidir su voto.

La publicación del estudio de Anthony Downs, Una teoría económica de la democracia, introdujo un enfoque novedoso en el análisis del comportamiento social y político. Downs reformuló las nociones clásicas de las prácticas democráticas a partir de los supuestos básicos de la racionalidad implícita en la teoría económica. Asimismo, propuso que cuando el votante escoge entre distintos candidatos, decide su voto a partir de una función implícita de utilidad esperada. Por lo tanto, como señala este mismo autor, "... la parte más importante de la decisión del votante es el tamaño del diferencial observado de su partido, esto es, la diferencia entre el beneficio que recibe realmente en el periodo t y el que hubiese recibido si la oposición hubiera gobernado" (1973: 40).

Este enfoque abrió la investigación no sólo al tema de la relación entre la posición asignada a los partidos y candidatos respecto a distintos temas de interés del votante, sino a toda una gama de temas acerca de la percepción de los votantes en cuanto a su situación económica personal o del país en general, y a la evaluación del desempeño del gobierno. En esta perspectiva se concibe al votante promedio como un individuo con capacidad para evaluar el desempeño de sus gobiernos y las posiciones de los partidos.22

El enfoque de elección racional ha hecho un aporte valioso al entendimiento del comportamiento electoral, ya que considera que los ciudadanos hacen cálculos para determinar costos y beneficios a partir de la información para tomar las decisiones que más les convienen. Las críticas a este enfoque van en el sentido de que el tipo de ciudadano que plantea Downs es ideal, pues es difícil encontrar ciudadanos que hagan cálculos elaborados a partir de las ofertas de campaña y tomen decisiones con esos elementos. En todo caso, lo que se rescata es que los individuos sí hacen algún tipo de cálculo, aunque no necesariamente el resultado sea un voto totalmente razonado en términos de lo que más conviene a los ciudadanos. A final de cuentas, si el ciudadano fuera lo suficientemente racional se daría cuenta de que su voto no será determinante en una elección y lo más racional sería no votar; sin embargo, mucha gente vota inclusive por partidos con pocas posibilidades de triunfo, pero para ella es la decisión más acertada. Con este último punto estaríamos entrando al terreno de la identificación partidaria y del contexto cultural.

Más allá de las críticas al enfoque de la elección racional, lo que se recupera del enfoque es la idea de que en efecto existen elementos de racionalidad en los individuos a partir de sus diversos intereses, sólo que éstos deben ser matizados a partir de los diferentes contextos en los que se desarrolla la toma de decisión.

En este sentido, para José Antonio Crespo la aplicación del enfoque racionalista resulta el más práctico de todos para entender el comportamiento político de los ciudadanos, y toma en cuenta a los enfoques culturalistas como complementarios del enfoque racional. Crespo señala que tanto el psicólogo como el antropólogo y el sociólogo "tendrán curiosidad de detectar y analizar esas diferencias para dar cuenta de la diversidad de las respectivas conductas en observación" (1997: 3).

El mismo Downs reconoce que el modelo está pensado para una sociedad ideal, donde todos los individuos tienen acceso a la información para poder tomar una decisión racional. Es obvio que en México no hay una sociedad ideal, y que la explicación del comportamiento electoral se debe buscar por otros senderos, como es el que se trata de esbozar en el estudio de la identificación partidaria.

Por su parte, Niemi y Weisberg advierten que a pesar de las diferencias entre el enfoque sociopsicológico de la Escuela de Michigan y el enfoque de acción racional introducido por Downs, ambos modelos han puesto en el centro de discusión la importancia de los partidos, los candidatos y los asuntos públicos como determinantes del voto. Queda claro, entonces, que la controversia entre estos dos enfoques gira en torno a qué tan racional es el electorado y cuáles son los factores que pesan mayormente en la determinación del voto.

Recientemente se han realizado estudios en los cuales se combinan ambas perspectivas teóricas bajo el argumento de que los factores que influyen en la determinación del voto no son mutuamente excluyentes. No es irracional, por ejemplo, votar por un candidato que no se percibe competente para resolver ciertos asuntos públicos si se tiene un vínculo afectivo con el partido político que lo postula (Crespo, 1997: 3).

Morris P. Fiorina, uno de los principales investigadores del concepto de identificación partidaria, explica cómo pueden ser asimilados estos dos enfoques sin necesidad de caer en contradicciones:

Nosotros tendemos a pensar acerca del comportamiento electoral como si fuera un acto perfectamente fragmentado: Tantas partes conciernen a los asuntos públicos, tantas partes a los candidatos, tantas otras a la evaluación retrospectiva, y el resto a la filiación partidista. Lógicamente entonces, cuando esperamos que alguien dependa más de evaluaciones, esperamos que esa persona dependa menos de otros factores. Pero quizá lo que nosotros consideramos como partes separadas están de hecho relacionadas entre sí; los asuntos públicos y las experiencias actuales se convierten en la sustancia de la evaluación retrospectiva, la cual se acumula en una especie de juicio a largo plazo sobre el partido y que a su vez afecta la interpretación de los asuntos y las experiencias actuales (Fiorina, 1981: 56).

De acuerdo con esta compatibilidad de enfoques, Fiorina desarrolla un modelo para explicar el concepto de voto retrospectivo.

En contraposición con la postura predominante en Estados Unidos durante los años cincuenta y setenta que postulaba que los votantes carecían de ideología, que tenían poca información acerca del contenido de las políticas públicas y de las posturas de los partidos políticos con relación a estas políticas, Fiorina postula que el votante no es tan indiferente a las políticas públicas, el votante sabe cómo le fue durante el gobierno en turno. Es decir, no tiene que saber de manera específica cuáles políticas públicas introdujo el gobierno para percibir o sentir sus resultados. El votante no es tan irreflexivo como parece; tampoco basa su decisión únicamente en las promesas que los candidatos ofrecen para el futuro. La preferencia electoral del votante está en gran parte determinada por una evaluación del pasado, más que por sus expectativas sobre el futuro. Más que prospectiva (cálculo hacia el futuro), la decisión del votante puede ser retrospectiva. Al votar emite un juicio acerca del desempeño de su gobierno. Las elecciones se convierten, así, en una especie de referéndum sobre el desempeño del gobierno. Éste, por otra parte, se vuelve responsable de sus actos, ya que se ve obligado, al menos en los periodos electorales, a rendir cuenta de sus actos ante la población en general (Mizrahi, 1999: 4).

A partir del estudio de varias encuestas realizadas en Estados Unidos, Fiorina concluye que la evaluación retrospectiva tiene un peso considerable en las preferencias electorales y que las actitudes de los votantes con respecto a los asuntos públicos y a la identidad partidaria resultan afectadas por las evaluaciones retrospectivas de los electores (Mizrahi, 1999: 4).

Fiorina ve a la identificación partidaria alterada por influencias de corto plazo, como el desempeño gubernamental; este autor observa que la identificación partidaria se basa no sólo en la socialización, sino también en la evaluación de los acontecimientos políticos actuales (Niemi y Weisberg, 1993: 214).

Por otro lado, nuevas consideraciones acerca del propio concepto de identificación partidaria han surgido de los estudios con este enfoque teórico. Una de las más relevantes se refiere a la relación de la identificación y el voto, la cual inicialmente se asumía como unívoca: la orientación partidista determinaba la decisión del voto. Una apreciación de la relación con bidirección asume que votar por un partido refuerza, a su vez, la identidad partidaria. En este sentido, se tiende a percibir a la identificación partidaria como una suma de experiencias positivas de voto, que se van amalgamando en una actitud estable.23

Con todos estos elementos se puede señalar que la teoría de la acción racional por sí sola no da una explicación completa y satisfactoria acerca de la identificación partidaria, sino que se deben tomar en cuenta otros elementos para tener una explicación más completa. Es, como señalan Edward Carmines y Robert Huckefeldt: "Una medida del éxito conseguido por la tradición de la economía política es hasta qué punto ha estimulado a otras tradiciones del comportamiento político a redescubrir sus propias raíces en el análisis de ciudadanos intencionados y de la conducta política" (2001: 335).

 

¿Cómo medir la identificación partidaria?

Las diferentes corrientes teóricas analizadas aportan ideas para entender el fenómeno de la identificación partidaria. Se puede que ésta se define como el vínculo que establece un individuo hacia un partido político en particular; este lazo actúa como un filtro por medio del cual la persona interpreta información y toma decisiones que afectan su comportamiento político y electoral, e implica un sentimiento de pertenencia al partido como grupo de referencia, aunque no requiere la existencia de una inscripción formal ni de una relación activa con el partido. Del concepto de identificación partidaria se desprenden tres grandes dimensiones, que son: construcción, dirección y fuerza de la identificación partidaria.

La construcción de la identificación partidaria es la forma como los ciudadanos adquieren y desarrollan un determinado vínculo hacia uno de los partidos políticos, aunque cabe señalar que puede ser que no ocurra así. Existe un heterogéneo número de factores que intervienen en la construcción de la identificación partidaria. Estos factores se relacionan con aspectos sociales y políticos en los que se desenvuelve la vida de cada uno de los ciudadanos.

Los diferentes tipos de factores sociales y políticos que se han considerado son: edad, región, contexto familiar, situación socioeconómica, migración, escolaridad, religión, medios de comunicación, visión sobre la política, participación en las organizaciones, ideología, participación electoral, candidatos a puestos de representación popular, partidos políticos y evaluación de gobernantes.24

La segunda dimensión que se desprende del concepto de identificación partidaria es la que se refiere a la dirección, es decir, el sentido que toma el vínculo sentimental del ciudadano hacia un partido político en particular. La dirección de la identificación está determinada por la dimensión que se refiere a la construcción del vínculo afectivo, lo cual depende del papel que desempeñe cada una de las variables anteriores para que las personas se identifiquen con algún partido político.

De igual manera, en la dirección de la identificación partidaria se encuentran dos aspectos que se deben tomar en cuenta para el análisis del cambio político: la continuidad y el cambio en el patrón de conducta electoral. Cuando se habla de la continuidad en el patrón tradicional de conducta electoral, se señala el comportamiento electoral de los ciudadanos al inclinar su preferencia partidaria hacia un mismo partido político durante varias elecciones. A su vez, el cambio en el patrón tradicional de conducta electoral denota una conducta electoral caracterizada por romper con el esquema tradicional de votación de los ciudadanos. Entre estos ajustes se encuentra lo que se ha llamado el desalineamiento y realineamiento electoral.

La última dimensión que se debe considerar del concepto de identificación partidaria es la que se refiere a la fuerza con la que se presenta la identificación partidaria. Las diferentes intensidades de la identificación partidaria permiten hacer una distinción importante entre aquellos que presentan vínculos afectivos muy intensos y, por ende, un comportamiento electoral muy activo, y aquellos que mesuran su vínculo y tienen un comportamiento electoral distinto de aquellos que, por ejemplo, siempre votan por el mismo partido.

La identificación partidaria, su construcción, dirección y fuerza dependerá, por lo tanto, de los factores sociales y políticos que afecten la vida del ciudadano. En la figura 1 se exponen los factores que se consideran determinantes para la formación de la identificación partidaria. En este esquema se denota lo exhaustivo y complejo del análisis de la identificación partidaria. Hay elementos que se pueden encasillar en los diferentes enfoques teóricos del comportamiento electoral. Por ejemplo, el contexto familiar es un elemento que surge del enfoque sociológico y psicológico, pues es indudable que la familia es el primer espacio de socialización del individuo, y así como éste hereda de manera inconsciente la religión y otros valores de los padres, las actitudes políticas también se transmiten en buena medida.

Por su parte, las características de la situación económica y la campaña electoral (las propuestas) pueden estar más del lado del enfoque racional, pues, como se ha dicho, el modelo que éste propone enfatiza el cálculo que hace el individuo a partir de la información que recibe y de los beneficios esperados, e incluso mediante una valoración del desempeño del gobierno y de lo que pudo hacer la oposición si hubiera estado en el gobierno.

En este mismo sentido, la variable ideológica -que desempeña un papel de relativa importancia para el caso mexicano- se incluye en esta figura de la construcción de la identificación partidaria, pues se considera que, sin advertirlo, los ciudadanos desarrollan ciertos esquemas de pensamiento que los llevan a construir algunas valoraciones acerca del papel que debe tener el Estado en la sociedad.

De acuerdo con el estudio de las diferentes dimensiones del concepto de identificación partidaria, se puede analizar este vínculo afectivo entre ciudadanos y partidos políticos no sólo a partir de lo que cada individuo manifiesta cuando se le inquiere si tiene o no tiene una determinada identificación, sino que se deben revisar y analizar cada uno de los factores que inciden en la construcción, dirección y fuerza de la identificación partidaria, esto es, las dimensiones del concepto.

De este modo, para obtener una explicación completa de dicho fenómeno se debe abordar de manera conjunta la construcción, dirección y fuerza de la identificación partidaria, porque los factores sociales y políticos inciden en la primera de esas dimensiones (construcción), pero también en la dirección y la fuerza. Tales factores incluyen variables de distintos tipos: demográficas (como el sexo, la edad, etcétera), variables psicológicas (como aquellas derivadas de las relaciones familiares), y variables de tipo político (como las que consideran la relación concreta entre los ciudadanos y los partidos).

Debido a que todos estos factores intervienen en la construcción, dirección y fuerza de la identificación partidaria, estas dimensiones empíricas del concepto no se pueden trabajar de manera aislada. Es decir, no se contempla que unos factores -por ejemplo, la familia- sólo participan en la construcción de la identificación, y otros -como la edad- en la fuerza del vínculo entre individuo y partido. Aun cuando no sea de la misma manera, todos los factores inciden en las tres dimensiones del concepto de identificación partidaria: construcción, dirección y fuerza.

En cuando al manejo de la dimensión empírica, que en esta investigación se denomina fuerza de la identificación partidaria, hay que señalar que no basta con el registro que se obtiene de hacer la pregunta relacionada con la dirección de la identificación partidaria ("¿Con cuál partido político te sientes más identificado?"), y con la interrogante que inquiere acerca de la fuerza de la identificación partidaria ("¿Qué tan identificado te sientes con ese partido político?").25 Lo que se tiene que hacer es medir también la intensidad de esa fuerza, por lo que se tienen que considerar otros indicadores:

1. Si el ciudadano votó en las elecciones anteriores por ese partido. Esto es en el sentido de captar un mínimo de antecedentes de la relación con el partido político. El voto por el partido se considera aquí de gran importancia, pues es una práctica que manifiesta en los hechos el apoyo partidista.

2. La intención de votar en las próximas elecciones por el partido con el que el ciudadano dice identificarse. Hay que recordad que la estabilidad a través del tiempo es una de las características de la identificación partidaria, y así como se tiene la atención de observar si hubo esta relación con el voto en el pasado, se debe tener en cuenta si se piensa seguir apoyando en el fututo al partido mediante el voto.

3. La opinión que el ciudadano tiene de ese partido. Esta información también es fundamental para evaluar la fuerza de la identificación partidaria, pues sería contradictorio tener una idea negativa del partido por el cual se tiene una identificación, incluso se esperaría tener opiniones positivas por el partido por el que se tiene el vínculo afectivo y una opinión neutra o incluso negativa de otros partidos.

4. Si el ciudadano prefiere votar por los candidatos del partido por encima de los candidatos de otros partidos. Los candidatos desempeñan un papel relevante para reforzar o debilitar la relación con el partido. No obstante ello, la identificación partidista supone un apoye prácticamente incondicional hacia el partido, incluso si los candidatos no cubren todas las expectativas del ciudadano.

5. Si el ciudadano considera que el partido con el que se identifica tiene las mejores propuestas. La aceptación o rechazo de las propuestas electorales representan de igual forma un buen indicador del grado de apoyo, de identidad con la ideas del partido.

6. Si el ciudadano ha participado en alguna actividad del partido. Ésta es una de las más claras y contundentes manifestaciones de que existe una identificación, pues ya hay un involucramiento directo con el partido.

A cada uno de esos indicadores se les puede asignar un valor numérico y luego efectuar una suma para obtener un promedio, o bien, aplicar algún otro método estadístico; finalmente, ese producto se constituye en un índice más completo de la fuerza con la que se identifican los individuos con un partido.

Este índice permite el establecimiento de distintas intensidades (alta, media o baja) con la cual se manifiesta esa fuerza, que de hecho es la forma de medir lo sustantivo del concepto de identificación partidaria. Si se mide así la fuerza de la identificación partidaria, lo que se hace en realidad es una nueva forma de medir al propio concepto y ello abre posibilidades para el estudio de las actitudes políticas, pues brinda un índice cuantitativo que ayuda a un análisis más objetivo e integral de un fenómeno de primera importancia en las democracias modernas.

De esta manera, la identificación partidaria más alta será la que no sólo está determinada por la pregunta acerca de qué tan identificado se siente el ciudadano con el partido, sino que se consideran otras actitudes. Esto es así porque la identificación partidaria es muchas veces una actitud inconsciente en el sujeto, pero sí se manifiesta de diversas formas. Por ello, esta forma de medirla es más completa.

A su vez, la intensidad de la fuerza de la identificación partidaria no sólo está determinada por lo que manifiesten los individuos respecto de los partidos, sino también por otro tipo de actitudes (votación efectiva por un partido, intención de voto por él, militancia, opinión de los candidatos, etcétera).

Por otro lado, se pueden establecer tres grados básicos de intensidad de la fuerza con la que los ciudadanos se identifican con un partido: alta, media y baja. Aquellos que manifiestan no identificarse con ningún partido se consideran como "independientes". Sin embargo, hay individuos que si bien no son explícitos en aceptar una identificación partidaria, existen comportamientos que denotan un vínculo estrecho con algún partido político. En el cuadro 1 se exponen las variables y su descripción básica.

Una última observación a esta propuesta de índice: al momento de aplicar un determinado modelo estadístico no se deben tomar en cuenta la afirmación de la identidad y la fuerza manifestada por el ciudadano, pues éstas serían las variables dependientes. De igual forma, si se quiere usar como un predictor del voto, se debe considerar como variable dependiente si el ciudadano piensa votar en las próximas elecciones por el partido con el que se identifica. 

 

Conclusiones

La identificación partidaria es un concepto poco estudiado en nuestro país, a pesar de su gran valor explicativo de los fenómenos políticos y electorales. Revisar la teoría que existe al respecto, así como los diferentes métodos y técnicas que se usan para su estudio, permite formarse una idea general de las ventajas y desventajas que se pueden tener para analizar este fenómeno en el caso mexicano. La elaboración de un primer índice que considera el aporte de las diferentes corrientes del comportamiento electoral permite tener un esquema que considera la complejidad del fenómeno.

Las reflexiones y propuestas ofrecidas en este artículo tienen el objetivo de ofrecer una alternativa al estudio de este tema, el cual no se reduce a las coyunturas electorales, sino a la constante relación que mantienen los ciudadanos con los partidos políticos. Esta relación es aún más importante desde el momento en que la alternancia política ha tenido una mayor frecuencia en los procesos electorales en todo el país. Las nuevas generaciones de ciudadanos han roto el esquema del unipartidismo que caracterizaba al sistema político mexicano. La república es un mosaico de preferencias electorales. Estudiar el comportamiento electoral se ha vuelto cada vez más complejo. Vale la pena, entonces, empezar a delinear el perfil del votante mexicano, no sólo en el ámbito nacional, sino también en el estatal.

La propuesta de índice que hemos ofrecido para medir la identificación partidaria se puede emplear para la población en general o para observar el comportamiento de grupos sociales específicos, como los adultos que han cambiado su identificación de un partido a otro. O en los jóvenes, quienes se encuentran en una situación inédita, pues por la etapa de la vida en que transitan y el contexto político a su alrededor, viven el proceso de definir sus vínculos con los partidos políticos.26

El hecho de que un partido logre consolidar una identificación numerosa entre la población le significará una base importante para obtener triunfos en las contiendas electorales y, aún más, un apoyo constante en la formulación de políticos públicas y de la consecución de los objetivos de gobierno, pues, como se ha mencionado, la identificación partidaria no se limita al voto, sino que afecta la vida de los individuos.

 

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Notas

1 El concepto de identificación partidaria ha sido estudiado primordialmente en Estados Unidos y en Europa, aunque también se han encontrado investigaciones al respecto en países como Japón y, muy recientemente, en las sociedades postsoviéticas. Algunos libros y artículos acerca de la identificación partidaria en estas dos últimas regiones son: Scott C. Flanagan et al. (1991); Kabashima e Ishio (1998); Miller y Klobucar (2000).

2 Véase también Geertz (1991).

3 Esta definición se basa en Martínez y Salcedo (2000: 365–368).

4 Véase Watson (1989: 297–320). 20

5 Ibid.

6 Una breve historia de la investigación por encuesta en la cual se aborda también la evolución de los estudios de la Escuela de Ann Arbor y de los eruditos de la Universidad de Michigan se encuentra en Abramson (1983: 31–50).

7 Véase Boudon, Chazel y Lazarsfeld (1970: 231–259).

8 Véase Pérez Baralat (2003: 689–695).

9 Estos autores señalan, contradiciendo a otros, que incluso se puede votar por un partido diferente sin que el vínculo afectivo se modifique.

10 Véase Niemi y Weisberg (1993: 210–223).

11 Puede revisarse el interesante trabajo de Holmberg (2007: 557–570).

12 Véase Moreno (2003). También Aguilar López (2005).

13 Véase Shively (1979: 1039–1054).

14 Véase también Weisberg (1980).

15 Véase Jaime Castillo (2000: 71–92).

16 Véase Pérez Baralat (2003).

17 Véase para estos dos conceptos a Pacheco Méndez (2000).

18 Véase Harrop y Miller (1987), citados en Pérez Baralat (2003).

19 Ibid.

20 Véase Sartori (1993: 55–86).

21 Véase Conway (1986: 55–87).

22 Véase Beltrán (1997: 407–420).

23 Véase Fiorina (1981).

24 Cada una de estas variables fue retomada de la exposición que han hecho los investigadores sobre el tema. Desarrollar teóricamente cada uno de estos elementos rebasa a la exposición planeada en este artículo. En todo caso, se recalca que a lo largo de este mismo texto se han esbozado las ideas generales y la justificación de la inclusión de estos factores en el análisis de la identificación partidaria.

25 Ésta es la forma típica de hacer la pregunta y de medir la identificación partidaria. Los autores de The American voter fueron quienes así lo propusieron y otros lo han seguido utilizando de manera acrítica. Se considera que es insuficiente para tener certeza de la naturaleza de la vinculación ciudadano–partido político, por lo que se propone otra forma de hacerlo.

26 Véase Aguilar López (2005).

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